LEVANTAMIENTO KAQCHIKEL DE PATZICÍA 21 Y 22 DE OCTUBRE DE 1944 Por: Maximo Arnoldo Curruchich Cúmez Cada municipio y pueblo, en el largo caminar histórico, no han dejado de resistir y luchar por nuestra liberación. Desde la invasión española, los Pueblos indígenas hemos acumulado valiosas experiencias a través de movilizaciones, levantamientos y rebeliones que han sido para reclamar nuestros derechos y defender nuestros territorios. Con nuestras luchas, resistencias y todo tipo de rebeldías, hemos hecho temblar las estructuras del modelo político y económico de nuestros opresores. Hemos comenzado a desarrollar nuestras propias formas de autogobierno basadas en nuestros principios que son desconocidos por el sistema de injusticia y opresión que prevalece en Guatemala. Actualmente, en diferentes lugares de nuestro país, como pueblos hemos instalado a nuestras propias autoridades, encaminados a recuperar nuestras formas de gobierno ancestral y continuar con la lucha por la recuperación de nuestra madre tierra y el control sobre nuestros territorios que con engaños les robaron a nuestros antepasados. Foto: Máximo Arnoldo Curruchich Cúmez. Por siglos hemos defendido y desarrollado nuestros idiomas, nuestras culturas y nuestra cosmovisión ante un sistema que ha tratado y trata de aniquilar nuestra identidad como pueblos, hemos levantado nuestra voz y nuestro puño en cientos de levantamientos y acciones de resistencia. Cuando ha sido necesario, nos hemos alzado en armas y hemos empujamos la lucha guerrillera para impedir la consolidación de un proyecto militar de muerte que hoy día amenaza con volver. Somos las hijas y los hijos de un pueblo rebelde, aguerrido y combativo que sabe escuchar y respetar, pero que también tiene dignidad y que sabe luchar en todas las formas y los medios posibles, porque los pueblos indígenas nunca dejamos de luchar; porque somos descendientes de generaciones en resistencia y por lo tanto, somos forjadores de un mundo diferente al actual sistema capitalista. A los 71 años de que en nuestro territorio maya Kaqchikel, se dieran uno de los acontecimientos que ha sido ocultada por la Guatemala racista, excluyente y discriminadora, consideramos que es necesario que las presentes y futuras generaciones la conozcan para que no sea manipulado su pensamiento en relación a la revolución capitalina de octubre de 1944. Detalle mural Gloriosa Victoria Diego Rivera. De acuerdo al Antropólogo Kaqchikel Edgar Esquit, antes del año 1944, en los libros de actas dela municipalidad de Patzicía, los indígenas integrados a la municipalidad oficial estaban totalmente relegados en las reuniones de la corporación e inclusive, muchas veces no eran llamados a las sesiones municipales. A lo sumo, aparecen inscritos en las actas en el inicio del año cuando se designaban las comisiones, a ellos se les mandaba encargarse de las siembras comunales y del sistema de servicio que hacían los ministriles y auxiliares. Ningún alcalde segundo indígena ocupó nunca el cargo de alcalde primero de manera interina y los regidores no dirigían alguna comisión en la municipalidad, “Los indígenas pues, sirvientes, personas claramente subalternadas e inferiorizadas, no solamente mediante la ley, sino también por las definiciones racistas sobre las que se basaban las relaciones entre las élites ladinas, la burocracia estatal y los indígenas” Foto: Nim Snik. En la mayoría de municipios del occidente de Guatemala, pero en específico los líderes indígenas de Patzicía, buscaron negociar el desarrollo de su municipio con los ladinos, sin embargo siempre fueron vistos como personas propensas a ser manipuladas. Al buscar el control de la política local los indígenas pretendían que su nuevo poder, de alcanzarlo, estuviera respaldado o legitimado por las leyes estatales. Es decir que lo que deseaban era tener en sus manos recursos más firmes y garantizados por el Estado Liberal. Buscaban control y autonomía política mediante los recursos que ofrecían los discursos dominantes. La lucha de los Kaqchikeles por su liberación bajo el control ladino, era generalizada en el altiplano central chimalteco. En 1943, el Jefe Político de Chimaltenango informó que los indígenas de San Andrés Itzapa hacían constantes solicitudes para que se removiera a los funcionarios municipales principalmente al intendente y al secretario. En esa ocasión los indígenas lograron su propósito parcialmente, pues el funcionario departamental declaró que el intendente había sido removido en noviembre de ese año pero que, en el siguiente mes, los indígenas demandaban la destitución del sustituto. Los Kaqchikeles exigían que para dirigir ese cargo se nombrara a uno de “su raza”, es decir, a un indígena. El Jefe Político sostuvo que en realidad no eran solamente los de Itzapa quienes hacían estas peticiones sino también los de Balanyá, Patzún, Patzicía y Acatenango para seguir el ejemplo de Comalapa que había ya alcanzado grandes avances en esta materia. Mientras la rebeldía de los Kaqchikeles en el departamento de Chimaltenango cada día crecía, en la ciudad de Guatemala los gobiernos “democráticos”, de 1944 a 1954, con sus políticas de gobierno promovieron algunas reformas favorables a los indígenas pero no quisieron enfrentar el racismo asimilista. Por lo que desde el punto de vista indígena, la revolución democrática de 1944, socialmente dejó de ser racista, pero étnicamente continuó siéndolo. Foto: Mural Gloriosa Victoria. Diego Rivera La Revolución de 1944, dirigida por la clase media capitalina (estudiantes, profesionales y militares), fue un esfuerzo importante por reformar la sociedad y el Estado para volverlo más democrático, pero que al final impuso nuevamente una visión y práctica neocolonial en la relación con los indígenas. Introdujo cambios fundamentales en la sociedad guatemalteca en relación a la legislación laboral, la autonomía de las municipalidades y otras instituciones como el seguro social y la fallida Reforma Agraria; pero siempre dentro del marco del racismo asimilista, pues los indígenas debían tornarse culturalmente ladinos. Además cercenó la relativa autonomía local de los Pueblos Indígenas al prescribir que los alcaldes municipales solamente podían ser electos por la vía de los partidos políticos y no a través de las formas propias de cada pueblo indígena. Sin embargo: El gobierno “revolucionario” y los subsiguientes siguieron reproduciendo las nociones dominantes sobre el “indio” como objeto de la civilización, la integración o el desarrollo. De esta manera, la Revolución de Octubre aún con sus transformaciones legales, fue incapaz de cambiar las ideas dominantes y los contextos sociales, económicos y políticos que determinaban la subordinación de los indígenas o su lugar como mozos, sirvientas, racialmente inferiores, como gente que debía ser conducida, representada, e incapaces de gobernarse a sí mismos y menos a nivel nacional. Con la Revolución de 1944, la Revolución no tenía clara la orientación política, los conceptos y lineamientos políticos, porque permaneció bajo la influencia de las creencias y prácticas institucionales de tipo racista (esclavistas). La Junta Revolucionaria de Gobierno emitió el Decreto 7 el 31 de octubre de 1944, que suprime el servicio personal de vialidad establecido por Ubico. Entre las razones que expone, se alega que dicho servicio obligatorio quitaba mano de obra a las fincas: “…las fincas se han visto abandonadas por los trabajadores constreñidos a permanecer en las obras de carreteras…”. Entonces no lo suprimieron por arbitraria, injusta, opresora y despótica, sino porque resta mano de obra a las fincas. Mas tarde, la Asamblea Legislativa ratifica esta derogación alegando que “los motivos consignados en la parte expositiva del Decreto No.7 se ajustan estrictamente a la realidad social”. Lo que nunca se ha dicho es que en 1945, la Junta Revolucionaria de Gobierno, retrocede 421 años atrás, al emitir el Decreto No. 76, titulado “Reglamento para el Control de Jornales de los Trabajadores del Campo” y que utiliza los mismos conceptos y calificativos que han servido de pretexto para tener a los indígenas amarrados al trabajo forzado. “Artículo 1º. Serán tenidos por vagos y castigados como tales, los jornaleros que no porten constancia debidamente registrada, extendida por el o los patronos con quienes haya trabajado cierto número de días o jornales”. Por su lado, el Congreso de la República, en 1945, hizo lo mismo al emitir una nueva Ley de Vagancia (decreto 118, de 1945), sin considerar que la vagancia fue el argumento de gobiernos anteriores para esclavizar el trabajo indígena. Los días 21 y 22 de Octubre de 1944, dos días después de la revolución burguesa en la ciudad de Guatemala, el deseo de “romper cadenas” y esa “libertad del yugo opresor” que se pregonaba en la ciudad de Guatemala, llega al municipio de Patzicía, donde los líderes Kaqchikeles cansados por las diferencias históricas, prácticas de exclusión, desprecio, humillación, despojo, racismo y esclavitud de parte de la población ladina, llevó a cabo una matanza de 16 personas ladinas, que horas después serían vengados por los ladinos, quienes ejecutaron a más de 40 Kaqchikeles, desatándose en los siguientes días una cacería de “indios” en la que participaron grupos paramilitares de Zaragoza, que cobró aproximadamente la vida de 900 Kaqchikeles, matanza que fue ejecutada con el apoyo del ejército de Guatemala, enviados por la recién instaurada Junta revolucionaria de gobierno. Como se ha descrito con anterioridad, estos hechos no surgieron de la noche a la mañana, sino formaban parte de la historia local y de las relaciones étnicas entre indígenas y ladinos de la región Kaqchikel y de otras regiones del país. Pues cuando los indígenas de Patzicía entraron en un proceso de rebelión armada, los indígenas de otros pueblos (Itzapa, Patzún y Comalapa, por ejemplo) también se prepararon para enfrentar de manera violenta a los ladinos. Estos últimos también condujeron la represión organizando a los ladinos de Patzicía, Itzapa, Zaragoza y Antigua, es decir, el levantamiento indígena no se circunscribió a Patzicía, sino tuvo eco en las otras localidades de la región. Por lo tanto, el “Levantamiento de Patzicía” como lo cuentan los ancianos del departamento, fue también uno de los acontecimientos que abonó y reforzó la lucha por la liberación de nuestros pueblos y en el marco y la efervescencia de la denominada revolución de 1944. Octubre 21 del 2015
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