(coches) fake mag. (coches) Número 1 verano 03 gratuita FOTO DE NICOLA KUPERUS fakeditorial F 6 fake-in 6 / E D I TO R I A L / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / 1 0 / C R AS H TO U J O U R S 1 5 / VOY A M I L 1 6 / A D U LT. E L E C T R O C R A S H / / / / / / / / / / / / / / / / / / 2 1 / D E T R O I T, C O C H E S , T E C H N O / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / 22 / DAN N I I M I NOG U E //////////////////// 2 6 / AMAN DA LE PO R E VA AL I N F I E R N O//////////////// 30 / TESIS, ANTÍTESIS, PRÓTESIS /////////////////////////// 3 6 / T H E R AV E O N E T T E S / / / / / / / / 3 8 / L A R R Y C L A R K V S . T I F FA N Y L I M O S / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / 40 / M O DA : W E A R YO U R C A R L I K E / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / 4 6 / A L L Í D O N D E A PA R C O E S T Á M I H O G A R / / / / / / / / / / / / / / / / / / 50 / CASEY SPOON E R /////////////////////////////////// contagioso) 54 / YO, C O N C HÓF E R 56 / ARTE. VA LE N C I A Y V E N E C IA 57 / L ETRAS. 58 / CI N E. 60 / MÚSICA. N EAL POLLACK J O R D I V I LC H E S FAT T R U C K E R S 6 2 / FA K E O U T: M U C H O V I C I O / / / / / / / / / / / / / / / / / / / F 8 fakevisiones Voy a mil P O R G U STAVO D E N TO Siempre la misma sensación. Sé que se me pone una medio son- do se clavan en la espina dorsal. Y tercera, pisando antes de que la curva se empiece a abrir. Sin saber que habrá detrás. Estar vivo. Hay mucha gente que no le encuentra interés a las autopistas. Una recomendación: agarrar (AGARRAR) el volante de un BMW 540, salir de Salzburgo y cruzar Austria en dirección a Innsbrück. Mediodía de septiembre. Sin permitir un solo cambio a menos de siete mil vueltas. La sensación es otra: dos toneladas de inercia y control. Dos raíles, cuatro ruedas. Relajación. Y poder. Poder. Y la maldita manía de las medias. No puedo evitarlo. Cada hora, cada media hora, cada quince minutos, cada cinco. Y la maldita manía de los fabricantes de hacer que la velocidad del reloj no coincida con la real (¿por qué?). Es igual, el reto es mayor. Autopista y coche construidos para evitar cualquier tipo de susto. Estabilidad a prueba de nerviosos, suavidad, cuero, altavoces que apenas vibran, impecable insonorización, suave ronroneo a 250 kilómetros por hora. El reto de poner a prueba máquinas casi perfectas, de hallar pasión en la rutina, escalofríos bajo el traje, calor en la fría ingeniería alemana. Y se encuentra, joder si se encuentra. Ravers con chaqueta de Armani. MDMA en los canapés. Bosques, cielos grises y curvas, muchas curvas largas, interminables, majestuosas, árboles centenarios que absorben la carretera. Será todo lo políticamente incorrecto que se quiera, pero las autopistas de montaña son… ¡Dios! Transforman el conducir en una experiencia gloriosa. Tremendas obras de ingeniería al servicio de un deseo: de la búsqueda de una experiencia. Interminables subidas en constante curva. Sin permitir que el coche baje de 180, de quinta a cuarta, de cuarta a tercera, el motor rugiendo al límite y la aguja entrando en zona roja. Y nadie más en el horizonte. Izquierda, tercera, cuarta, derecha, tercera, izquierda, cuarta y a fondo, subiendo, subiendo. Tensión, los dos pies arriba, abajo, casi simultáneos, ya son sólo movimientos reflejos, clac, clac, clac. Volante, con violencia, las ruedas chirrían por encima del “Love Will Tear Us Apart”. Tengo que estar yendo muy deprisa, pero no es posible parar, ahora no. Más, más. Es demasiado perfecto. Uno de esos MOMENTOS. No hay muchos. Vuelvo a sonreír. Casi río. Tercera. ¡Dios! Se lleva dentro. Es parte de uno. Es un medio, no un fin, que me proporciona esos instantes de felicidad que no me abandonarán. Un medio del que uno no se puede deshacer. Nunca. Siempre me ha parecido que conducir un Fórmula 1 debe ser un soberano coñazo. Entendámonos: no me importaría nada tener los 900 caballos de un Ferrari de competición debajo del culo, haciendo sufrir mis vértebras en la primera curva de Monza, o tragarme la recta de meta del antiguo circuito de Paul Ricard a 330 por hora hecho uno con el Recaro. Pero, francamente, dar 62 vueltas, una tras otra, cambio semiautomático (sacrilegio), toneladas de datos y frío análisis detrás para decirme cuando, cómo y dónde tumbar el tobillo, no. Pierde el encanto. El encanto está en la libertad, en la capacidad de decidir cuándo, cómo y dónde, en equivocarse al entrar en una curva y tener que rectificar, tercera, segunda, salto, volante, chirrido, la adrenalina disparada recordándote que han sido unas décimas las que te han permitido volver. Y repetirlo buscando de nuevo el límite. Haciendo fuerza con el costado para volver al asiento. Descubrir cada curva por primera vez. Instalarse en el riesgo, una, y otra, y otra vez, sentir que las ruedas han vuelto a sus raíles. Y no descansar, y seguir, y sonreír. Y mirarse la sonrisa en el retrovisor. risa cuando enfilamos la pista. Un segundo detenido, y hasta el fondo. El asiento se aprieta, la sonrisa se abre. Nunca me permito dormirme en los aviones antes de haber sentido ese cosquilleo. Si fuera el único habitante del planeta, nunca me hubiera enterado de que mis hábitos al volante son, digamos, violentos. Sólo soy consciente de ello por comparación. Por comparación y por esas sonrisas que suelen iluminar las caras de mis pasajeros ocasionales y, sobre todo, de los habituales. No hay otra manera. No puedo concebir ponerme al volante sin apretar a fondo el acelerador (hasta donde el pedal me deje: hace mucho que quite las malditas alfombrillas, culpables de robarle caballos al motor cada vez que tumbaba el pie). Para mí no existe otra manera: el pie pisando hasta marcar la tapicería, la mano derecha agitándose, violenta, deseando que se pudieran engranar 50 marchas, que las vueltas no dejaran de subir. La palanca, corta, preferiblemente metálica. El volante bajo, casi tocando las rodillas. Incrustado en el asiento. Izquierda. Apretar. Fuerte. Soltar. Derecha. Seismilquinientas. Presión en las costillas. Segunda. Sietemilquinientas. Pisarsoltarpisar. PISAR. Siete mil. Pisarsoltarpisar. Clac. Más. Todo desaparece. Clac. Clac. Poder. Control. Clac. Nada importa. Sentir la vibración de los altavoces en las piernas. Curva. Bajar. Cuarta. Tercera. Salto. Cuarta. Tercera. Segunda. Siete mil. Salto. Poner a prueba el agarre de los asientos. Los neumáticos deben estar chirriando. Imposible oírlos. Cruzar de Italia a Suiza por el Gran San Bernardo a mediados de junio, atardecer en los Alpes, y los 220 caballos de un Lancia Delta Integrale empujando, uno a uno, cincuenta a cincuenta, doscientos veinte en cada costado y quieres más. El cuerpo sólo tiene el volante como punto de apoyo. Los antebrazos, rígidos, en permanente tensión. Notas en los dedos cómo las costuras de la piel empiezan a dejar marca. Izquierda. Segunda. Sietemilquinientas. Cada curva parece la última. Interminable verde, cielo gris. Qué falta hará aquí el sol. Una burbuja dentro de una burbuja. Y pasa a la pista seis y ese cosquilleo en los tobillos. Entra “Dark Angel”, de Electronic. Violines. Hacía rato que no oía el motor, que ruge, sube, sube. Entra el teclado, no hay vuelta atrás. Serán seis minutos. Soltada. El motor vuelve a desaparecer. Todo ha desaparecido. El mundo entero ha dejado de existir. La sensación de poder es desbordante. Caja. Libertad. “You don’t want me, but I don’t care… I’m independent…”. Y qué coño importa nada. Disfrutar ese concreto segundo y el siguiente, y el siguiente, y pedir más vueltas, y subir un punto. Aislamiento total. No quieres a nadie más contigo. Nada más. Ya ni siquiera estás tú. El mundo rebosa de imbéciles que tratan de liberar sus frustraciones iniciando ridículas competiciones. Tarados que ahogan motores en los semáforos mientras miran de reojo algo que jamás entenderán. Mediocridad. Se compite contra uno mismo, para deshacerse de límites, cuerpos, vidas. Para alejar al soy del deseo de ser, prolongarse, extenderse, superar las barreras físicas, llegar a acariciar sensaciones reservadas. Uno sólo se puede vencer a sí mismo. Y nunca lo consigue. Y repite. Una vez. Y otra. Y mil más. “Loops of Infinity”, de Cosmic Baby, haciendo vibrar el diafragma. Y Escocia, el valle de Glencoe, el desierto verde, un Subaru Impreza, descomunal, creado para correr, para rugir, una máquina que sólo se satisface cuando las agujas del mieF Gustavo Dento es gerente de ventas y piloto kamikaze en su tiempo libre 15 fakestarring Por la autopista al infierno de la música electrónica circula un vehículo extraño. No es especialmente grande ni bonito, tampoco un último modelo, sólo rápido y mortal. Dos caballos desbocados de potencia, tracción visceral, maletero con cadáver de serie, tapicería incómoda, combustible altamente incendiario, matrícula de Detroit. De cero a cien en un segundo, cuando los otros van, él ya está de vuelta. Su nombre es paranoia y es un coche de choque. Al volante, una pareja de maníacos (conste que lo dicen ellos). Nicola Kuperus y Adam Lee Miller, esposos y residentes en la Ciudad del Motor, deberían figurar en un manual de psicopatologías: autismo, esquizofrenia, obsesión, fobia, náusea vital. Al menos como Adult., esa apisonadora de estilos que conducen como el que lleva un tanque, espachurrando tópicos, arrollando etiquetas. Hace un par de años resucitaron para las masas (es un decir) con un álbum que recopilaba lo más lucido de los maxis y EPs que se dejaron por las carreteras secundarias del underground en los dos primeros años de su periplo, y ahora no hay quien les ponga freno. Ni siquiera aquellos que pretenden incluirlos en el circo electro(clash). Por ahí van los tiros –ráfagas de ametralladora, en realidad– de su nuevo elepé, “Anxiety Always”, severo correctivo para reduccionistas a golpe de punk electrónico bailable y constatación de que no todo el monte electro es orégano. «Llegados a este punto, deberías leer entre líneas», recita Nicola en la inquietantemente hipnótica “Kick in The Shin”. Eso, una patada en la espinilla, un puñetazo en el mentón de los que no quieren enterarse. Con ustedes, The Fast and The Furious: –Estamos cansados, hartos del empeño de cier- ADULT. 16 F tos periodistas por categorizarlo y compartimentarlo todo. Por eso intentamos ir más allá. Puede que todavía no lo hayamos conseguido, quizá de momento sólo andemos empeñados en combatir el encasillamiento. Pero lo que siempre nos ha movido a entrar en el estudio, todas y cada una de las veces, es la búsqueda de la originalidad. –¿Os dais cuenta de que, para quien no os conozca, podéis sonar como un par de misántropos? Cuando decís aquello de “People, you can confuse them”, por ejemplo... –No. No pensamos en las letras de nuestras canciones como insultos contra toda la Humanidad. Mayormente, van dirigidos a los críticos musicales superficiales. –Y a vosotros, ¿qué tipo de gente os confunde? –Los críticos musicales superficiales. Resulta que a la revista británica Muzik (el ¡Hola! de la prensa dance, vaya) no le gustó demasiado aquel P O R R A FA R O D R Í G U E Z / / F OTO G R A F Í AS D E N I C O L A K U P E R U S “Resuscitation” (2001) y así lo hizo saber en la pertinente review. Un mes después, sin embargo, Adam y Nicola recibieron el siguiente email: «Nos gustaría entrevistar a Adult. para Muzik, tenemos una nueva sección electro». «Ese es el tipo de cosas que nos ponen enfermos», dice Miller. En “Paranoid Vision”, un tema del dúo incluido en su compilación “Misery Loves Company” (Ersatz Audio, 2002), puede oírse a Kuperus bramar: «Brand new kicks/Make me sick». Hacer alarde de una conciencia artística tan vasta como culturalmente crítica es lo que tiene. –Nosotros sólo hacemos música. Punto. Lo de poner etiquetas se lo dejamos a ésos que necesitan las categorías por encima de la calidad. Pero que sepan que vamos a seguir combatiéndolos. –¿Lo vuestro es un simple caso de inconformismo, una pose gruñona o un compromiso social? –Diríamos inconformismo, sí. Lo de encajar en nunca ha ido con nosotros. Somos terriblemente reaccionario en ese sentido, nos da alergia. Detestamos pertenecer a algo, nos gusta esa sensación de estar en un limbo creado por nosotros mismos. Por otro lado, pensamos que la cultura mainstream es el enemigo, y ese es un hecho que da mucho de sí a la hora de componer. ¿Gruñones? Qué va. Estamos muy contentos con nuestras vidas ahora mismo. En cuanto a lo del compromiso social, bueno, no creemos que un artista necesite tenerlo, de la misma manera que estamos convencidos de que no deberían existir reglas o requisitos algunos en las artes. –¿Os sentís aislados? –No mucho. Nicola y Adam siempre han sido un poco outsiders. Al menos musicalmente. Vivir en Detroit tampoco les ha ayudado: demasiado pop para la aristocracia techno, F 17 demasiado electrónicos para la ralea indie-garage-punk del lugar. Por eso, desde 1995, lo están haciendo a su manera. Ersatz Audio, el sello discográfico que dirigen y en el que publican casi todo su material como Adult., encarna sus férreos valores: simplicidad, austeridad y artificialidad. Iluminado por la doctrina del Do It Yourself, comenzó a darle forma Miller –recién despedido de una convencional banda punk de tres instrumentos por querer incorporarle unos cacharritos– con la ayuda de R. Saltz, intelectualizando, deshumanizando y experimentando, hasta que el (synth)pop empezó a ganar la partida. De ahí Monoplaza, un subsello ya extinto más orientado a los pies que a la cabeza y donde arrancó Le Car, seminal genialidad lo-fi de Adam bajo el alias de Jack Vulpine (ahora sólo lo usa cuando quiere hacerse pasar por guitarrista). Era 1997 y, para entonces, Saltz ya había desertado en pos de la ciencia informática mientras Kuperus, que hasta la fecha rondaba la compañía como > > artista plástica invitada, pasaba oficialmente a mayores en el staff. Cada vez más atento a la pista de baile tras el nacimiento y prolijo desarrollo de Adult. (siete Eps, un puñado de canciones/colaboraciones dispersas en diferentes álbumes y recopilatorios, un elepé e innumerables remixes –de Felix Da Housecat a Fischerspooner, pasando por Bis, Tuxedomoon o Bobby Conn– entre 1998 y 2002), Ersatz Audio es uno de esos escasos ejemplos de honestidad e integridad y la mejor prueba de que, así lo llames synthcore, new wave, techno, electro o «dance punk para mutantes» (sic), todo tiene sentido si se acomete con pasión. Por cierto: ersatz es un término de origen alemán que significa sustituto y que los ingleses derivaron al terreno del arte para designar las copias o imitaciones artificiales e inferiores al original. –A quien habría que sustituir de verdad es a esos artistas que se limitan a subirse al carro con oportunismo, listos para el saqueo, sin tener cuidado ni respeto. –¿Cuál es vuestra política de fichajes? –Ahora mismo, preferimos conocer personalmente a los grupos antes de sacarles disco. Queremos saber si están en esto por la música, como nosotros, que nos entregamos al cien por cien. Jamás ficharemos a alguien eligiendo su maqueta al azar, porque sí. –¿Y las producciones y remezclas? ¿Da igual si se trata de un hombre orquesta como Magas, unas punkettes tipo Erase Errata, unos revisionistas a lo The Faint o unos provocadores como Fischerspooner? –A los tres primeros les apoyamos porque nos encantan como artistas y son gente muy cool. En cuanto a los últimos... Al principio no quisimos hacerles el remix (del megahit “Emerge”) porque no habíamos oído nada suyo y no teníamos claro de qué iban. Aceptamos sólo después de que nos lo pidiera John Selway, el tipo que dirige Serotonin Records (el sello que situó al supercombo neoyorquino en el mercado por primera vez) y viejo amigo nuestro. Bueno, también nos llamó Warren Fischer para convencernos. Así que lo hicimos. Ahora casi nos arrepentimos, en vista de lo que representan... –Si tanto apreciáis la filosofía punk del todo vale, ¿por qué los detestáis de esa forma? –Larry Tee y Fischerspooner han declarado pública y notoriamente que les importa un bledo la integridad. Al carajo con semejante postura de posmodernas caducas. –¿Tee es lo peor que la ha pasado nunca al electro? –Sí. Adult. estuvo en el Electroclash Festival primigenio orquestado por Tee en Nueva York en el otoño de 2001. Fue la gota que desbordó la paciencia de la pareja de Detroit (nada que ver con rivalidades ni egos locales). «Parecía una fiesta de fin de curso, con todos aquellos grupos actuando en playback –recuerda Miller–. Hubo mucha gente que dijo: ‘Ahora que lo han bautizado, no tardarán en matarlo’, y nosotros tratábamos de convencerles de que no era el nombre de un género, sólo el apelativo de un festival». Desde entonces se ensañan con la etiqueta en cuanto se lo ponen a huevo: «El electroclash apesta. La mayoría de las canciones son estúpidas: ‘Soy un robot sexual y escucho a mi ordenador’. Qué ridículo. ¿Cuánta mierda más sobre sexo y robots es capaz de soltar la gente?», escupe Nicola. El año pasado declinaron la invitación para volver a actuar en el festival de marras y, en un intento por librarse de su alcance, se fueron de gira con los post rockers Trans Am. Para el caso, su adscripción involuntaria al hype más denostado por la crítica ortodoxa de los últimos tiempos les ha ayudado a saltar a la primera división dance, a vender más discos que nunca y a provocar expectativas. –Lo cierto es que cuando empezamos a escribir las canciones para “Anxiety Always” nos sentimos muy presionados, mucho más que con el anterior elepé. Con “Resuscitation” apenas nos conocían unos cuantos, y ahora ya ves. Resulta difícil centrarse cuando, de repente, todo el mundo empieza a especular y a esperar algo de ti que tú ni siquiera te habías planteado. –¿Y cómo os enfrentasteis a vuestro primer larga duración de verdad? Porque “Resuscitation” no era sino una especie de greatest hits, una colección de singles ya publicados. –Bueno, eso depende de la percepción de cada uno. Por lo que se refiere a “Anxiety Always”, para nosotros es un álbum en toda regla, con un orden calculado y un ritmo específico de principio a fin. Tiene que ser distinto a la fuerza porque odiamos repetirnos; lo que queremos es crecer, afrontar retos, probar cosas nuevas. Además, el sonido de Adult. ha evolucionado en estos dos años porque hemos tocado mucho en directo. –Ah, sí, ahora hasta se escuchan guitarras eléctricas... –Pues no es para sorprenderse. Adam toca el bajo desde 1985, cuando tuvo su primera banda. Y ya incluimos el bajo en tres temas de “Resuscitation”. –¿Creéis que sonáis más que nunca como un grupo de punk rock? –Mmmm... No sabríamos muy bien cómo responder a eso... Es probable que en este nuevo disco haya más elementos de punk rock reconocibles, del bajo distorsionado a la velocidad vocal de canciones como “Turn Your Back”. Aunque el espíritu underground del DIY (do it yourself) es el mismo que en “Resuscitation”. –¿Pretendéis ganar audiencias mayores? –En absoluto. Nunca pensamos si lo que publicamos le va a gustar a la gente o si le interesará a alguien vernos actuar. Lo que ocurre es que, después de tantos conciertos, nos encontramos con que nos apetecía seguir desarrollando la experiencia y pensamos que sería estu- > 18 F > pendo escribir una serie de temas a propósito para pasar- lo aún mejor interpretándolos en directo. Además, de esa forma, el público también se divierte mucho más. –Eeeeh..., ¿y no os hace sentir frustrados el hecho de ser mundialmente conocidos gracias al electroclash? –¿Estás insinuando que no nos merecemos el reconocimiento por nuestro propio talento y perseverancia? Glups. Mal rollo. La cosa va a peor en cuanto nos ponemos a hablar de los beneficios económicos (vulgo, pasta gansa) que reporta la cuestión y sale a relucir el nombre de DMX Krew, un pesetero, que se decía antes, según algunos. Electro cash. «¡Qué dices, si es amigo nuestro! No permitimos que se le insulte así. La has cagado». Maldición, este par debería venir con instrucciones de uso. En un momento determinado, me advierten: «Estamos hartos de ese tipo de periodismo androcéntrico que da por sentado que Adam es el que compone y Nicola, la que canta. Que quede claro: los dos escribimos música y letra». Perdón, pero ya lo había notado. Además, a un servidor nunca se le ocurriría decir que Nicola canta. –Nos gusta atemorizar a la gente normal. Es bueno que nuestro trabajo resulte un poco inquietante. No nos apetece nada tener a fans de Creed en nuestros shows. –¿A qué fans de qué grupos admitiríais como vuestros? –A los de Magas, Erase Errata, Tamion 12 Inch, Goudron, The Faint, Gold Chains, Numbers... Gente inspiradora. –Por cierto, ¿cuál es vuestra relación con la escena ghetto tech de Detroit? –No existe. Hace dos años estaba bien, había cosas muy excitantes. Ahora no hacen más repetir la misma canción una y otra vez. –¿Tenéis contacto con los popes del techno local, ya sabéis, que si Derrick May, que si Juan Atkins, que si Carl Craig...? –Carl Craig es un tipo muy agradable. Hemos colaborado con su sello en alguna ocasión. Con el resto nos habremos encontrado un par de veces, pero no podemos decir que tengamos trato. –¿Y con vuestros vecinos rockeros? –Es gracioso. Para nosotros, bandas como The White Stripes o Electric Six no son en absoluto nuevas, llevan años tocando en pequeños bares ignotos, aquí, en Detroit. De todos modos, nos interesan más grupos como The Dirtbombs, Clone Defects y mierda por el estilo. –¿Por qué no queréis decirme qué discos habéis esta- 20 F do oyendo en los últimos tiempos para dar forma a “Anxiety Always”? –Te vas a quedar con las ganas otra vez. Hemos decidido ser absolutamente secretistas en ese sentido, porque mucha de la música que hemos amado a lo largo de los años ha terminado desacralizada por la prensa y por otros grupos. Así que no queremos darle ideas a nadie, ni decir nombres de artistas que la mayoría ha olvidado. Bueno, este sentimiento podría cambiar la semana que viene pero, ahora mismo, es lo que hay. John Foxx, Gary Numan, Visage, P.I.L, no hace falta que me lo digan, gracias. Como tampoco que Nicola bebe de Helmut Newton cuando ejerce como fotógrafa o que Adam refleja a Sol LeWit y James Rosenquist cuando pinta. «La pareja incordial», les llama un amigo suyo. Enfrentarse a Adult. es como sentirse fascinado por un coche accidentado. Terrible, pero no puedes parar de mirar. Electro crash. Tienes una noche entera dedicada a ellos y su sello en el Festival Internacional de Benicàssim para comprobarlo. –¿Hacia dónde va el electro? –Después de que su nombre haya sido violado por tantos grupos y periodistas, a la mierda, retrete abajo. Ya puedo oír cómo tiran de la cadena. Detroit, coches, techno Detroit es la ciudad del soul, Iggy Pop y los Pistons, aquellos 3- Turbo. El canadiense Tiga homenajea descaradamente el universo de los cilindros con este sello que, en principio, tiene que ver más con el electro amable y el house limpio que con la grasa y la velocidad. Pero mire usted que se llama Turbo (por algo será) y que uno de los hits más rotundos que ha editado es el “Crockett's Theme”, de FPU, una versión de aquella melodía de “Miami Vice” que sonaba cuando Sonny Crockett se montaba en su descapotable y apatrullaba la ciudad. 4- Devon Records. El gran mito de los 80 no es el Coche Fantástico, sino su inventor, Devon Miles, aquel señor entrado en canas que acogió a David Hasselhoff y le trató como a un hijo. Y como buen freak, Ed DMX (DMX Krew) decidió rescatar la memoria de tan ilustre apoteosis catódica para un sello ya extinto cuyas referencias están más buscadas que Bin Laden: una con Kitt en la galleta de los vinilos la firmó bajo el sobrenombre de Michael Knight. Clase, mucha clase... 5- Fuel Recordings. O donde el breakbeat más oscuro y el mundo de los coches trucados se juntan en atronadora conjunción. Los responsables de Fuel, sello cuyo elenco de artistas incluye a Tipper, S.I. Futures o The Dexorcist, consideraron que su música debía ser ideal para sonar en equipos de más de 500 vatios. Anécdota: en Glastonbury acamparon el auto a un kilómetro del escenario en el que tocaban Prodigy para montarse una rave improvisada y la organización tuvo que pedirles que bajaran el volumen, que no dejaban escuchar el concierto. 6- R&S. A principios de los años 90 este sello lo fue todo: descubrieron a Joey Beltram, Aphex Twin, Dave Angel y Biosphere, trazaron la fina línea entre el ambient más burbujeante y el hardcore techno de tonos parduscos y, para redondear el efecto, ficharon a Model 500 y copiaron tal cual el logo de Ferrari para su imagen de marca. Claro, les cayó un puro. Actualmente el sello no existe, y adivinen por qué. 7- Dave Clarke. El peludo DJ británico no sólo tituló “No One's Driving” uno de los temas de su obra cumbre, “Archive One” –con samples de frenazos, acelerones y derrapes–-, sino que además es aficionado a conducir cochazos a toda leche en plena autopista. Le han puesto tantas multas como piñas se ha pegado. 8- Sexo en el asiento trasero. Lo de Los Inhumanos y su Simca 1000 se queda en un juego de adolescentes con escozor en la ingle en comparación con las rufianadas de Squarepusher, que transformó su “My Red Hot Car” en “My Red Hot Cock” (una historia de felaciones con miembros venosos al lado de la palanca de cambios) o de Jamie Lidell (Super_Collider) que en “Daddy's Car”, tema exclusivo para el sello Lex, canta en plan Sam Cooke sobre montárselo en el maletero. 9- Aphex Twin. Todos nos reímos mucho con lo de su tanque, pero tenemos que recordar que el amigo Aphex se hizo con tan preciada pieza militar (y con un edificio entero de oficinas en el centro de Londres) tras cobrar una millonada por los 20 segundos que duró su tema exclusivo para Pirelli. ¿Recuerdan? Salía Carl Lewis corriendo. Pues eso, Aphex Twin y neumáticos. Quién lo iba a decir. 10- Seat Makinero. Parodiando una cuña de radio, un pilluli cualquiera nos intenta vender el último modelo de coche pa'molar, el Seat Makinero GTIs, para tus noches especiales en Skorpia. ¿Accesorios? Maquinilla elétrica para raparse, compartimento oculto para el chándal, tubarro trucado... De lejos, la mejor pieza de humor en castellano desde lo de Encarna y las empañadillas. chicos malos del baloncesto que se midieron a Magic Johnson y sus Lakers en las finales de la NBA de finales de los 80. Pero también es la ciudad del motor –allí está la sede mundial de Ford– y del techno. Y si ha habido una imbricación entre música de baile y bujías ha sido gracias, entre otros factores, a la mitología motorizada que muchos artistas y DJs de la ciudad han creado sobre el mundo de las cuatro ruedas. Ya se sabe que el techno habla de futuro y del espacio, de vida artificial e informática, de ruido y velocidad. Y aunque su compromiso con la ciencia ficción es un hecho, también lo es con otro tipo de fascinación: las máquinas, la producción en serie, el rugido de los combustibles fósiles. Por eso, Detroit, techno y automóviles son dos mundos compatibles. Muchos artistas han puesto en común ambas experiencias (A Number of Names se inspiró en un modelo de Opel en el tema “Shari Vari” y el productor Fred Gianelli se puso el alias de Mazdaratti en homenaje a Mazda y Masseratti), pero nadie arrastra un historial diesel como el de Juan Atkins, padre de toda la historia. Cuando comenzó su carrera con el proyecto Cybotron ya tituló uno de sus temas “Cosmic Cars”, en alusión a los “Cars” del semirobot Gary Numan, aquella mariposilla del primer synth-pop británico, y poco después empezó a grabar maxis en su propio sello, Metroplex, bajo el nombre de Model 500, tomado de un modelo de Ford, algo así como el Seat Ibiza de la época. A principios de este año se ha sacado de la manga el alias Model 600, –inspirado en un nuevo ítem motorizado que debería invadir las carreteras en breve–, una colaboración con Mad Mike (factótum de Underground Resistance) y Mark Taylor que explora nuevos sonidos para el electro. Sin duda, Atkins es el artista de Detroit más obsesionado por la cuatro ruedas, más aún que Kenny Larkin (coleccionista compulsivo de descapotables), que Derrick May y que incluso el miembro masculino (con perdón) de Adult., que antes grababa en un grupo llamado Le Car. Y es que Atkins, además de haberle puesto música al último anuncio del Ford Focus, culminó su fijación con los tubos de escape con un título antológico, “Night Drive (Thru Babylon)”, uno de esos temas que cambiaron la historia de la música. Techno sobre ruedas: el top ten. Olvídate del tunning: la relación íntima entre la música y tu buga va más allá del makineo y sus ancestrales costumbres. La música electrónica, fascinada por la tecnología, el ruido y el progreso, ha establecido conexiones estrechas con el mundo del motor y, en algunos casos, los resultados han sido tan hilarantes como extraños, o tan profundos como superficiales, de todo hay. Porque no sólo de Detroit y de la factoría Ford vive el techno con chasis. 1- Kraftwerk: “Autobahn”. «Conducimos, conducimos por la autopista...», cantaban Ralf Hutter y Florian Schneider en su primer gran éxito (1973), mientras imaginaban las infinitas extensiones de aquellas vías que conectaban los Länder germanos. El gran clásico sobre el manejo del volante y los sintetizadores, homenajeado por Gerard Potuznik en Mego, justo antes de pasarse al electroclash. 2- Steve Bug. A este alemán desgarbado le pusieron el mote de Bug porque siempre conducía un Escarabajo. Sus primeros discos hacían referencia al Volkswagen –el segundo se llamó “Volksworld”– hasta que descubrió que una imagen macarra a lo DJ Hell (sexo, casinos, gángsters) daba más pasta. Ahora dirige el sello de minimal house Poker Flat y, con el dinero que gana, seguro conduce un Lamborghini. F POR JAVIER BLÁNQU EZ Javier Blánquez es periodista y autor de “Loops. Una historia de la música electrónica” 21 fakealsostarring DM danni minogue You should be so lucky POR ISOB E L No me gustan las princesas. Ni las heroínas. Ni las que salen de las fiestas como entraron cuatro horas antes: con el pelo (y las bragas) en su sitio. Me aburren las historias de superación personal y las vidas ejemplares. Siempre he preferido a Alexis antes que a Krystal (Carrington). Y, por supuesto, a Dannii antes que a Kylie. La historia de la menor de las Minogue tiene un recorrido mucho más serpenteante, morboso y (digámoslo) sucio que el de su cuasiperfecta hermana. Claro que aquí nos hemos enterado poco de sus idas y venidas, por aquello de contentarnos con las manufacturas más fácilmente consumibles por casi todos los públicos. Tampoco es ella de las que se dejan ver demasiado fuera de Londres, París, Berlín o Melbourne (donde nació), sus más favorables feudos. Sin ir más lejos, hace algo más de un mes debía haber acudido a su cita promocional (ya tiene un quinto disco en las tiendas, “Neon Nights”, ochentón, con regusto electropop y un tema estrella, “Put The Needle On It”, con remezcla de Tiga) con los medios españoles. No sabemos si es que le damos risa, que tenía resaca, que le importa un pito lo que venda fuera de su territorio o una combinación de las tres. Lo cierto es que la oveja negra de la familia Minogue adujo una repentina enfermedad y anuló todas sus citas. Una pena. Finalmente, la conversación se resuelve vía telefónica y un tono francamente disuasorio (las diez de la mañana debe ser una hora demasiado temprana para una party animal de su calibre) me impide hacerle la primera pregunta que me viene a la cabeza: ¿Qué llevas puesto? Es igual. Probablemente me hubiera contestado que se está tomando su tercer té verde de la mañana, tras haber sostenido durante eternos segundos sus (al menos) diez posturas de yoga. La verdad, yo prefiero imaginármela con la ropa sudada y el rímel corrido, recién llegada de una rave fina. Al menos, durante el transcurso de la conversación me da esperanzas de que mi imaginación no se está saliendo de madre: «No sabría cómo definirme. No puedo ser objetiva. Pero no me veo como una estrella del pop, ni como una actriz de musical ni como una pin-up. Si hay algo que soy es una club kid». La sujeta en cuestión tiene 32 años. Consuela pensar que hay cosas que nunca cambian. En 1990, una revista británica editó la biografía de Dannii al precio de 4,95 libras. Hoy se pagan hasta 200 en las cibersubastas por aquel ejemplar. Con seguri- DANNII MINOGUE 22 F dad, mucho más de lo que la mayoría se sacaría del bolsillo para llevarse sus discos (“Love And Kisses”, 1990; “Get Into You”,1993; “Girl”, 1997, y “Singles”, 1999) o por las grabaciones de sus apariciones en musicales (“El jorobado de Notre Damme”), teatro (“MacBeth”, “Los monólogos de la vagina”), películas (“Secrets”, 1992) o programas de televisión (“The Big Breakfast”, “Top of The Pops”). Para qué negar que su carrera profesional, aun teniendo momentos que, condescendientemente, se podrían calificar de graciosos, se queda en lo mediocre. Casi 14 años de permanencia en el showbiz (todo un récord en el mercado británico) no la han liberado de la alargada sombra que proyectan sobre ella los éxitos de Kylie, el espejo en el que todos la obligan a mirarse. Es más, como si de uno de los culebrones en los que debutó de niña se tratara, se ha visto empujada a ejercer del lado tenebroso de su hermana, primero como una forma de diferenciarse, más tarde por simple inercia. «Dicen que soy la sucia, la pervertida, la vamp. La prensa crea personajes que fantasean con lo que eres. Aciertan en que ambas somos completamente opuestas. Como el blanco y el negro. ¿Quién es la reina del vicio y quién el ejemplo > M F 23 DM > de la pureza? Eso es algo que queda entre nosotras...». Lo cierto es que, quitando la frígida provocación que exhíbe en las portadas fashionistas y el atrevimiento de firmar una línea de lencería barata barata, Kylie trasmite, más que nada, eso de mírame y no me toques. Justo lo contrario que Dannii, que podría quedarse tan ricamente en su casita disfrutando del fortunón que obtuvo con un posado en Playboy, con su topless para el calendario más vendido en el Reino Unido en 1997 y con ciertas inversiones inmobiliarias. Todo ello, justo después de divorciarse del actor de seriales (e hijo de un Primer Ministro australiano) Julian McMahon (compartieron el plató del teleculebrón “Home And Away” durante varios años), adelgazar muchos kilos, ponerse pecho y destaparse como un animal de la noche (es famosa aquella en la que se recorrió las torres Trump en bragas y con una botella de champagne en la mano), en compañía del piloto Jacques Villeneuve o uno de los hermanos Bros, reciclado en ejecutivo de Warner (su actual discográfica, qué casualidad). ¿Aún se atreverá a negar que lo suyo no es la vida casera? «De vez en cuando me vuelvo loca, como todo el mundo. No es algo que planee ni tiene que ver con el marketing. Todo lo que se publica está basado en la realidad, pero se magnifican cosas que no tienen tanta importancia para dar el titular más escandaloso posible. La imagen que se da de mí se basa sólo en cierta parte de la realidad. Al final, lo que ocurre es que acabas siendo como quieren que seas. ¿Y no te molesta ser sólo eso, una fantasía? «No, mientras no afecte a mi vida privada. Kylie, mis amigos, mis padres saben perfectamente cómo soy. Si los fans y la prensa me prefieren viciosa, que así sea». Al final va a resultar que la eterna segundona es lista. Para qué arreglar lo que no está roto, que diría un castizo. Lo cierto es que ni canta ni bailar ni posa tan bien como su hermana, pero bien que exprime el alto voltaje sexual que la distingue de tantas otras aspirantes a popstar. Por eso, lo mejor de “Neon Nights”, batiburrillo de influencias ochenteras propicio para el dancefloor y la remezcla, es las profusión de fotos que adorna el consabido libreto. Bueno, eso y una canción, “Vibe On”, en la que tiene la desfachatez de cantar las excelencias del consolador. Si es que le gusta provocar... «No hablo del vibrador sino de la vibración. De esa sensación tan fantástica que te invande cuando entras en un club y no sólo puedes oír la música, sino sentirla en tu cuerpo. No sé por qué todo el mundo me está malinterpretando. Es como una broma que piensen que le he dedicado una canción a un consolador, ¿no crees?». Para nada. Nueve de cada diez dentistas no pueden estar equivocados... Y menos si la primera estrofa dice: «Instead of just lying, why don’t you show me that you’re powerful. I put in XXX bateries, just so you give me something wonderful». ¡Parental Advisory ya! 24 F fakegueststar A D TO LA PERRA VAN AL P O R A N O R E X I C R O B OT INFIER «Con una pinta tan divina, ¿a quién le importa si eres de plástico?». intenta besarle la pantorilla. Es DJ Hell. El canalla que gobierna el destino de la eurocomunidad electro con mano de Midas warholiano rindiendo pleitesía a la mujer de su vida. «Hacía tiempo que deseaba trabajar con Amanda. Uno de mis artistas la conocía personalmente y por eso la sugerí para protagonizar el vídeo de “Sun Glasses at Night”, de Tiga & Zyntherius. ¡Fue amor a primera vista! Amanda es realmente maravillosa, (Carmen Xtravaganza, flyer de The Barbie Ball). El joven Armand comenzó a tomar hormonas cuando tenía 15 años. Se las pasaba un amigo transexual que aún no había cumplido los 18. A cambio, él le cosía los trajes para un espectáculo de travestis. Tenía maña. Hacía algún tiempo que se apañaba la ropa para ir vestido de niña al colegio. Un día le salieron tetas, dos escurridos bultos pero tetas al fin y al cabo. Su madre se lo hizo notar alarmada. «No sé cómo ha ocurrido –decía Armand–. Simplemente, ¡han crecido!». Así que International Deejay Gigolo Records tiene nueva imagen. Amanda marca postura, imponente y desnuda, para su enésima sesión fotográfica. Está subiendo una escalera. Hay un tipo postrado a sus pies que dulce, amable, todo bondad. Jamás se queja ni se comporta como una estrellona. Es la elegancia absoluta», dice de ella. Pero el rey Gigolo tenía más planes para la reina AMANDA LEPORE de Nueva York: «Con Arnold (Schwarzenegger) y Sid (Vicious) obtuvimos mucho éxito, pero yo sentía que había llegado la hora de darle un giro a nuestro logo, quería que nos representara una mujer. Quiero decir, ¿quién es la mujer más bella ahora mismo, el ser más sexual sobre el planeta, fisícamente perfecto, como los replicantes de Blade Runner? La respuesta era sencilla: Amanda Lepore. El > 26 F S A AS RAS RNO F 27 secreto. No dijo mucho, se limitó a pagarle la operación definitiva en un hospital de Yonkers (Nueva York). Un día en la vida de Amanda: levantarse (tarde), moldearse el pelo (durante horas) y masajearse los litros de silicona (durante muchas horas más). No le queda tiempo para nada más, ella, que ha prestado su rostro a un reloj Swatch (modelo Time Tranny). Algunas tardes se la puede ver en la boutique de Patricia Field, el santasantorum del crossdressing en la calle 8, atendiendo el mostrador de los productos de maquillaje, el mismo lugar donde conoció a su novio, Víctor, y despacha la línea de perfumes que lleva su nombre. El resto del mundo no existe. Dicen que vive en una burbuja. Cuando le presentaron a un impresionado Quentin Tarantino se quedó como estaba: no tenía ni la más remota idea de quién era. Apenas come. Estuvo en Italia rodando un spot publicitario para Armani Jeans y la prensa aireó su desprecio por la pasta en favor de las pastillas dietéticas. Una vez le preguntaron: «Amanda, ¿qué haces para conservar la línea?». Y ella: «Comer un copo de corn flakes al día; una caja me dura lustros. Y hacerme la cirugía». Adivinen quién es una de sus grandes colegas. Fácil: Jocelyn Wildenstein, la freak de la alta costura mil veces retocada a corte de bisturí para asemejar su rostro al de un felino. Amanda también ha perdido la cuenta, de sus operaciones queremos decir. Los pechos, los labios, el trasero («Mis posesiones más preciadas»), los pómulos... «He recurrido a diferentes médicos. La verdad es que me puedo meter en cualquier quirófano. Tengo mucha suerte, cicatrizo muy rápido». Algunos aseguran que tanta silicona se le ha subido a la cabeza y se le ha pegado al cerebro. Su amigo íntimo y más reciente pigmalión, el fotógrafo David LaChapelle, para el que ejerce de musa a tiempo total, ya no sabe a qué atenerse: «Siempre le digo que la silicona es peligrosa, que debería parar. Y siempre me replica que no le importa... mientras esté guapa en el ataúd. Creo que hay algo profundo en sus palabras, que no es una boutade. Ella se ha creado ese momento de belleza para hacerlo durar y está dispuesta a hacer el sacrificio definitivo». La belleza como objetivo no es mala misión. Sobre todo si, como Amanda, tienes el don de transformar la mierda de perro en champán. Poco se sabe de cuando Armand se convirtió en Amanda. Simplemente, ocurrió, como la vez que le salieron las tetas. Sólo cuenta que al desaparecer «eso de ahí abajo» se sintió el ser más feliz del universo. «Al principio fue horrible, parecía que algo se lo había tragado. Era como el agujero de una vaca. Después, se curó. Ahora creo que es lo mejor que he hecho en mi vida». La historia sigue diciendo que se casó con el librero, pero la rutina del matrimonio no estaba hecha para ella, y mucho menos las tareas domésticas. Su marido tampoco la dejaba salir de casa. Y se aburrió. Amanda llegó a Nueva York a finales de los 80. Una Venus rubia con la sexualidad camp de Jayne Mansfield, el intenso desparpajo de Marilyn y el > prototipo de todas las mujeres del futuro, la envidia de todas las de hoy. Para mí es un gran orgullo que Amanda dé la cara por Gigolo durante los próximos cuatro años». De momento la verás en el último recopilatorio (el séptimo) del sello, en el aclamado disco de Mu (el flamante proyecto de Maurice Fulton y su esposa, Mustumi Kanamori) y en el inminente y ansiado álbum del propio Hell, adoptando el gesto culturista marca de la casa –Arnie consiguió que el juez les prohibiera usar su imagen de joven Mister Universo en slip, pero no pudo impedir que se quedaran con la pose–, ahora con tetas. A la vista de tamaño hallazgo, Amanda no puede más que estirar sus labios de silicona y sonreír. Cuando tenía 11 años, el pequeño Armand vio un documental sobre cambio de sexo en televisión. «Quiero una vagina», les dijo a sus horrorizados progenitores. Armand sabía que era un fracaso como chico. No es que no lo hubiera intentado, pero nadie se lo creía. Por eso empezó a vestirse como una chica. Una decisión nada aleatoria en un lugar apacible como Cedar Grove, New Jersey. El director de la escuela no tardó en llamar a sus padres: «Lleven a su hijo al psiquiatra». El psiquiatra dictó sentencia: «Su hijo es transexual». Y le recetó hormonas. Por lo legal. Amanda también acaba de grabar un disco. Ya tardaba. Sus homólogas (Sophia LaMar, Tobell Von Cartier, cobijadas a la sombra electroclash de Larry Tee y su Mogul Records) le estaban adelantando por la derecha. Se titula “Deeper” y se lo ha producido su amigo DJ Gomi, el hombre eternamente a la sombra de Junior Vasquez. En realidad sólo es un “featuring” en una de las canciones del segundo álbum del disc jockey, productor y remixer de origen japonés (“Neo Maestro 2. Tribal Nation”), pero Amanda parece dispuesta a cimentar sobre la pieza los pilares de su carrera musical. Ya no se contenta con ser modelo, go-gó, performer, actriz, party girl, vip. Durante una larga década –la de los 90, la mejor– de house, extravaganza y exaltación hedonista, Miss Lepore fue la guinda escarchada que culminaba el pastel del nightclubbing neoyorquino, la salsa –a veces dulce, a veces picante– de todos los saraos, la presencia extraterrenal que animaba el Jackie 60, el Beige y las dislocadas veladas del Disco 2000 de Keoki y, sí, Mr. Tee. Testigo excepcional del auge y caída de la era club kid, sigue aquí para contarlo: las noches de glamour, maquillaje y estilismo extremo al grito de «Paris is burning!» y los días de miseria, degradación y angustia sin voz; la fotos que anunciaban la coronación de una nueva drag queen y los titulares que escupían la muerte de otro chapero, de otra prostituta travesti; los ríos de champán y las montañas de cocaína, el aroma de una vogueing party chez Yves Saint Laurent y el humo del crack, la fama y el olvido. El espejismo de una vida, la verdad de la muerte. Hay una película a punto de estrenarse, “Party Monster” (esa que nos devuelve a Macaulay Culkin convertido en el club kid asesino Michael Alig), que da fe de aquel Gotham/Babilonia que barrieron del mapa Giuliani, las drogas y el sida. Y la superviviente Amanda está en ella, claro. «Yo soy el triunfo de la belleza, cariño». Armand se hizo su primera operación de estética poco antes de cumplir los 16. La nariz, por supuesto. El cirujano que le operó era su amante. La relación no duró demasiado. Las hormonas seguían surtiendo efecto y Armand ya pasaba por mujer. Nadie volvió a llamarle Manny. Se lió con el apuesto propietario de una librería local y se fue a vivir con él. La señora de la casa. Entonces el librero descubrió su pequeño 28 F tas!». Que se lo digan a Eva Herzigova. «¡Vas totalmente desnuda!», le espetó en una party. «Oh, llevaba puesto un precioso vestido de Azzedine Alaïa, pero se quedó enganchado en la puerta del taxi y no quería perderme la fiesta...», le correspondió Amanda, que nunca pierde el tiempo en conversaciones que no le interesan. Desnuda o vestida, sea como fuere, he aquí una dama que jamás resulta indiferente. En febrero de 2000, Amanda fue despedida de Twilo, la disco que recogió el testigo del legendario Sound Factory y en la que oficiaba de go-gó residente desde 1995. Con ella también se iba a la calle su compañera, Sophia “LaMar” Muñoz. Los responsables del local decidieron prescindir de sus servicios para contratar en su lugar a dos «mujeres genéticas» (sic). La denuncia no se hizo esperar. Con el apoyo de varias asociaciones de gays y el diario The Village Voice y acogiéndose a la nueva ley de discriminación de género amparada por la ordenanza de Derechos Humanos de Nueva York, Amanda y Sophia demandaron a la dirección guardarropa rhinestone de Gypsy Rose Lee. El único vínculo que le quedaba con el pasado era su apellido, Lepore. Pero, a pesar de que lo que se estilaba en el Manhattan underground de la época era el cambio de identidad –siempre había un alias más extravagante y posmoderno con el que rebautizarse cada noche y copar los titulares del día siguiente–, Amanda prefirió conservarlo. Quizá porque, en el fondo, nunca ha olvidado quién es. Puede que, como aventura LaChapelle, en realidad nunca le haya interesado ser una chica, sino «el dibujo de una chica, alguien tipo Jessica Rabbitt». Lo cierto es que, durante una temporada, Amanda lució intensa cabellera roja y ceñidos vestidos chorizón (cortesía de su diseñador personal, Jimmy Helvin), émula viviente del dibujo animado más erotizante de la Warner Bros. «Mi estilo es el de las D.B.s. (las dead blondes), las bombshells de los años 50, las pin-ups que dibujaba Vargas –corrobora la interesada–. Las curvas me vuelven loca, y si las reviste un modelo de Alaïa, Hervé Léger o Galliano, mejor. Yo siempre he sido muy femenina, ya sabes, con las manos en las caderas todo el rato y eso. Mi madre se enfurecía tanto... “¡Deja de hacer eso!”, decía. Y cuanto más me lo repetía, más lo exageraba yo». Hay una cosa que Amanda no está dispuesta a permitir: que le llaman drag queen. Una vez apareció una instantánea suya en un célebre diario local (no quiere desvelar la cabecera) en cuyo pie podía leerse tan infausto tratamiento. Les envió una Polaroid, totalmente desnuda y con el dedo medio de su mano derecha alzado frente al objetivo. «¡Soy una transexual! ¡Tengo vagina!». Amanda puede ser una fantasía de mujer, pero, a todos los efectos, es una mujer. «El caso es que yo suelo ir en cueros a las fiestas y, aún así, siguen tildándome de drag. Me parece una actitud estúpida. Evidentemente, mi aspecto es muy travesti, pero también lo es el de otras muchas mujeres. El look de Dolly Parton resulta tan extremo como el mío. No sé, que me expliquen cómo puedes tener tetas y coño y ser una drag queen». La vocación desnudista de la Lepore es una constante en su carrera como animadora, digamos, sociocultural, lo mismo si se trata de la inauguración de una galería de arte, un desfile de moda o un acto de beneficencia. Y tiene más que ver con un sentido del espectáculo cabaretero y burlesque (de hecho, uno de los numeritos que ha contribuido a darle fama es la manipulación de globos, con los que realiza figuritas de animales) que con el exhibicionismo puro y duro (de acuerdo, su show ilusionista también consiste en prestidigitaciones genitales que no conviene detallar ahora mismo). Aunque, como gusta de argumentar a quien quiera escucharla, «tampoco tengo nada que ocultar. Además, a una le pierde enseñar su última operación». Para mayor desconcierto, en el currículo de Amanda figura una abultada lista de contribuciones al ensalzamiento textil como modelo, cruzando pasarelas a mayor gloria de Thierry Mugler, Jean Paul Gaultier o Vivienne Westwood. La última vez que se la vio de tal guisa fue en el show de presentación en Los Ángeles de la colección otoño/invierno 2004 de Heatherette, la marca/hype electro friendly con base en Londres que firman Traver Ravis y Richie Rich, aquel otro célebre club kid que trata con Amanda desde los buenos tiempos. «No conozco a nadie como ella que sea capaz de usar el cuerpo para crear moda y estar bella. Me decía: “¿Sabes qué? Me he comprado este cuerpazo, aquí está el recibo (mostrando las cicatrices de sus operaciones). ¡Quítamelo!”. Es muy fuerte. Todo el mundo se cuelga de las tendencias ¡y ella anda por ahí en pelo- del club por 100.000 dólares. El caso llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos al año siguiente. A principios de este tenía que comenzar la elección del jurado popular que debe dirimir el caso. «Imagínate, tres años dando el callo allí y sólo me llaman dos horas antes de entrar a trabajar para comunicármelo. Ni siquiera tuvieron la decencia de decírselo personalmente a Amanda, ¡me pidieron que lo hiciera yo! He currado en muchos clubes gays que, de repente, decidieron cambiar totalmente de rollo para atraer a un público heterosexual, pero nunca me habían insultado de esta manera», recuerda Sophia. Lepore, para variar, resulta más lacónica: «La transfobia (odio a los transexuales) es como Dios. Sus caminos son inextricables». Gran reflexión para alguien a la que se le supone escasa capacidad expresiva. Y todo porque Amanda dice más de sí misma con la moda y la belleza que con las palabras. Puede que hasta tengas la oportunidad de comprobarlo próximamente en directo sí la House of Xtravaganza –una de las pocas instituciones de la era vogueing/club kid que aún pervive– abre sucursal en Madrid, tal y como es el deseo de Carmen Xtravaganza, su actual mentora, reina latina de la noche neoyorquina e íntima de la Lepore, que ya se paseó de su mano por Barcelona hace cosa de un año. Para el caso, la discoteca Cool parece dispuesta a acogerla con los brazos (y lo que se tercie) abiertos. Hay maneras y maneras de descender a los infiernos. Amanda –y Armand antes– las conoce todas, pero siempre se las arregla para salir airosa. La que acaba de llevarla de cabeza el mismísimo electrodiablo (bueno, la verdad es que DJ Hell es un angelical canalla) podría incluso otorgarle finalmente el estatus de gran icono pop intergeneracional que hace tiempo se merece. Ella puede. Ya lo hemos dicho: Amanda tiene ese don, hace magia con su talento y con su coño. Danos un consejo, Amanda: «Procura estar guapa y a gusto contigo misma». The bitch is back! F 29 fakeexperimenta Tesis, antítesis, prótesis POR RAM I RO e T E XTO D E J UA N S A R D Á F R O U C H T M A N N 30 F F 31 32 F F 33 34 F Cuando uno llega al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo tiene al principio una sensación extraña: el entorno es tan bucólico que casi te entran ganas de quedarte allí a pasar una temporada. Al lado de ninguna parte y suspendido en el tiempo, este centro único en España acoge todos los años a cientos de personas que han sufrido una paraplejia, más de la mitad debido a accidentes de tráfico. Pero mientras la silla de ruedas es una de nuestras peores pesadillas, muchos no tienen más remedio que acostumbrarse a ella. Este es un giro imprevisto al corazón de lo desconocido, al fondo de nuestros miedos. Cuando te encargan un reportaje sobre parapléjicos experimentas dos reacciones. Primero te ilusiona el reto; luego, te desespera no estar a la altura. No se trata sólo de no cumplir profesionalmente, sino de no encontrar la forma de mirar a los ojos a alguien se ve condenado a una silla de ruedas de por vida, que tiene inmovilizadas las piernas o el cuerpo entero. A quién no le inquietan los hospitales. Quién acierta a encontrar las palabras de afecto para consolar al que ha sufrido una desgracia que calibramos como remota. ¿Es mejor hacer como si no pasara nada o fingir que les comprendes mejor que nadie, cuando en el fondo no tienes ni idea? Es imposible calcular el peso del dolor ajeno y lo más probable es que intentarlo sea el principio de la estupidez. Como mucho te puedes callar, escuchar y darte cuenta de que caminar es útil para bajar a comprar tabaco o irse de vacaciones más tranquilamente, pero nada más (y nada menos). Podemos prescindir de todo salvo respirar y, aunque parezca increíble, incluso ser felices sin ello. Visto desde fuera, en medio del campo y a unos pocos kilómetros del centro de Toledo, el hospital parece un Parador Nacional cualquiera, diseñado sin gusto pero con esmero. Formado por dos edificios en forma de ele unidos entre sí por largas rampas, lo rodea un jardín inmenso, como aquellos que en las películas antiguas servían para fumar y meterse mano a escondidas. Al acercarte por una carretera pequeña y apenas transitada, la belleza del paisaje te deja absorto. Al llegar, tienes la sensación de que, más que un hospital, es un lugar de reposo para que los críos jueguen a fútbol y sus familias monten barbacoas los domingos. Los parapléjicos hablan casi en susurros bajo frondosos árboles con personas en actitud solícita o enfermeros que los ayudan a levantarse. Es un día de marzo, hace algo de frío y yo me pregunto qué pensaría Hans Castorp, el protagonista de “La montaña mágica”, si en vez de llegar a un balneario para tuberculosos en Suiza hubiera llegado aquí a visitar a su primo. Quizá le hubiera gustado. La ley del silencio. Esta es la posible película: noche de sábado, borrachera padre, coche, ostión, uvi, Hospital Nacional de Parapléjicos. Y el tiempo que tú has tardado en leer esto es, posiblemente, el mismo que ha percibido en su mente alguno de los pacientes de este sitio. A partir del accidente, los acontecimientos se vuelven precipitados, terroríficos, confusos y atemporales. Casi en un abrir y cerrar de ojos, alguien pasa de ser una persona perfectamente normal a asimilar que el resto de su vida verá las cosas desde la extraña altura del metro y medio. Los hay con más y menos mala suerte. Los tetrapléjicos pierden la movilidad y la sensibilidad en todo el cuerpo; los parapléjicos sólo en la parte inferior de la cintura y con diversos grados de insensibilidad. La necesidad de un respirador también marca la diferencia. La lesión medular ofrece diversas variables con gradaciones incomprensibles para el profano (ejemplo de diagnóstico: síndrome medular completo motor, incompleto sensitivo por debajo de C6 y paraplejia espástica por debajo de L1). Hay quien entra allí en silla de ruedas y sale caminando, aunque sea cojeando, y los hay, la mayoría, que no tienen tanta suerte. Y hay quien llega tras un intento de suicidio o tras sufrir un accidente en el que ha muerto toda su familia y nunca puede superarlo. También hay, por supuesto, quien abandona el centro sin haberse deprimido, sonriendo. Todos saben que allí dentro son pacientes, pero que fuera son considerados lisiados que, con suerte, podrán trabajar en alguna empresa a la que el Gobierno le subvencione tener inútiles trabajando. Por dentro, este hospital es casi como cualquier otro: silencioso, ordenado y triste, aunque aquí están todos los pacientes en una tesitura parecida y dispersos por las esquinas vas encontrando inquietantes aparatos metálicos: prótesis, sillas, recambios. Como huellas de un crimen cometido por un asesino imprudente que ha dejado tras de sí un reguero de pistas. No exagero si digo que, en algunas partes, parece el pasillo de torturas de Madame Tussaud, aunque otras tienen un aire a lo Club Mediterranée, versión discapacitados. Hay equipo de baloncesto, gimnasios, pases de películas, actividades lúdicas y comida de buffet. Aunque, como me comenta más tarde José Luis, uno de los pacientes, apenas hay vida social, no existe sala de televisión para ver partidos de fútbol los domingos y la relación en general, aunque cortés, peca de poco afectuosa. Por lo visto, tras un cataclismo de este estilo lo habitual es cerrarse en banda al resto del mundo y centrarse de forma apasionada y algo psicótica en los amigos y familiares cercanos. La gente se vuelve taciturna y circunspecta. No sé por qué pienso en el protagonista de “La naranja mecánica” viviendo en el hotel de “El resplandor”. Putadas varias. Comentaba un editor hace poco que, en la época del boom popular del científico tetrapléjico Stephen Hawking (famoso por sus teorías sobre los agujeros negros), la gente pedía el libro del sabio subnormal en las tiendas. Esto da una idea de por qué la mayoría de lesionados medulares necesitan, en primer lugar, reubicarse en un mundo construido alrededor del culto al dinamismo y donde la enfermedad, como explica tan bien Susan Sontag, siempre es observada con prejuicios. Se tiene el sida por algo, acabas en una silla de ruedas o te sale psoriasis por algo. Malo, se entiende. Por ello es lógico que, si tienes una lesión de este estilo, comiences a consumir muchas horas sintiéndote culpable por no haber acabado de ver el telediario, dejado la cena a medias o haberte escaqueado del trabajo para pillar el cruce diez minutos antes de lo previsto. Mientras todo funciona con normalidad, la casualidad juega un papel lúdico en nuestras vidas. Cuando origina cambios tan bruscos y tan injustos (porque nadie merece acabar en una silla de ruedas, está claro), el detalle más insignificante puede resultar crucial y acosarte el resto de tu vida. En realidad, superados los primeros temores y la previsible depresión, un parapléjico sigue teniendo casi las mismas puertas abiertas de las que tenía. Como siempre, son los más débiles quienes pagan el pato. Ni la inteligencia, la preparación académica o la afición al deporte determinan la capacidad de superación psicológica del trance, pero la posición social y los recursos económicos sí establecen enormes diferencias. En el despacho de María Peña Jara, psicóloga del hospital, está colgada la foto de una mujer tetrapléjica de unos 30 años, gafas gruesas y una dulce mirada azul adornada por una beatífica sonrisa. La doctora me explicó que se trataba de una ex paciente suya que vivía en Toledo y que había logrado criar a sus hijos con grandes dificultades. Unas semanas después, la misma foto F 35 apareció en todos los periódicos acompañada de una triste historia. Bernadetta Lewandovska (así se llama) había logrado que un tribunal aceptara juzgar a los herederos del abogado que le había robado su legítima indemnización, más de 900.000 euros. Tan injusto resulta este caso como la cruel proliferación de aceras, escaleras o desniveles. De hecho, antes de los años 40 se trataba a los discapacitados como desperdicios humanos y eran confinados en siniestros centros dejados de la mano de Dios. Fue un tal Guttmann, médico austriaco que desarrolló a mediados del siglo pasado en Inglaterra la teoría de la Rehabilitación Integral, lo que a efectos prácticos significaba que la solución para estas personas no era apartarlas de la sociedad, sino encontrarles un lugar en ésta. La naranja mecánica. Gracias al doctor Guttmann (que en alemán significa, literalmente, buena persona) las perspectivas de los parapléjicos han mejorado mucho. Aunque la principal esperanza para una curación completa es la investigación con células madre (a la espera de ser aprobada por el Parlamento), los aspectos circunstanciales no tienen nada que ver con los de hace sólo unas pocas décadas. El catálogo de remedios, eso sí, da casi tanto miedo como la propia enfermedad. Para controlar los espasmos, los médicos meten una bomba en la vena llamada de perfusión que controla el riego sanguíneo y evita que te dé el baile de San Vito. Todos los días, el doctor que se encarga del asunto ve en una pantalla cómo el cacharro hace bum bum y comprueba que todo funciona como es debido. Si los temblores continúan, pueden tratarlos con electroshocks o trasplantar al paciente tejidos cartilaginosos. Como no controlan las micciones ni las defecaciones, deben asistir a clases de rehabilitación urinaria, que consiste en aprender a mear y cagar cada dos horas, puntualidad británica. Las posibilidades de despertarse a medianoche mojado son, en cualquier caso, amplias. Finalmente, también tienen que seguir la llamada rehabilitación sexual, uno de los mitos más fuertes (y oscuros) en torno a los parapléjicos y fuente del más disparatado morbo. La realidad es que las consecuencias son más graves para los hombres que para las mujeres. Éstas pueden seguir ovulando aunque necesiten asistencia médica (aquí ya han nacido más de 100 niños) y no pierden sensibilidad. Los hombres, por lo general, difícilmente controlan las erecciones y mucho menos los orgasmos, aunque la famosa Viagra está haciendo maravillas. Según los médicos, superada la obsesión por la penetración, la vida sexual puede ser plena. Las ratas. En el sótano del Hospital está la unidad de investigación. Allí, un científico observa en un microscopio una rata descosida en sus entrañas. El gimnasio parece una película de Buñuel y uno espera que de un momento a otro se pongan a bailar un vals, como en “Ojos negros”, aquella cinta de Mikhalkov ambientada en un sitio paralelo a éste. Encuentras niños por todas partes. Parecen contentos: los críos no pueden ser infelices mucho tiempo. Su aula está decorada con inquietantes pósters de Walt Disney. Las enfermeras sonríen mucho y los médicos caminan con aire circunspecto y paso apretado. Hay familiares desconsolados y aquí y allá se cruzan miradas de profundo afecto. Las vas cazando como si fueran mariposas. Cuando me marcho, no sé si estar contento por poder caminar o triste por volver a un mundo mucho menos delicado. En el que abandono sólo parecen existir susurros, atenciones y silencio. fakeintroducing lo retro es bello P O R LO L A LO L A / / F OTO G R A F Í A D E S O R E N S O LK A E R Buddy Holly, Everly Brothers, The Velvet Underground, Pixies, Sonic Youth, revueltos en sonoros compartimentos estancos de no más de tres acordes, fieles al si bemol, alérgicos al chaston, llenos de ruido y distorsión y aliñados con las armonías vocales de los grupos de chicas de los 50. Así suena (me suena), lo que hacen The Raveonettes, una pareja de daneses que, aburridos de que no les hicieran caso en su aburrida patria, se recorrieron el mundo (anglosajón) para terminar convertidos en la última sensación del nuevo garage, elástica etiqueta de moda. Este verano se están recorriendo toda la geografía europea (luego se irán a los States, donde no le harán ascos ni al show de Letterman) presentando “Chain Gang of Love”, su segundo álbum (el EP con el que debutaron, “Whip It On”, causante de todo el revuelo que tienen organizado, no se editó por aquí), en el que juegan a las variaciones, más luminosas, más pop, sobre el mismo tema, la pues- ta al día del ampuloso Wall of Sound de Phil Spector como abrigo de inspiradas melodías de sabor retro. Dicho así, la cosa da un poco de miedo. Sin embargo, Sune Rose Wagner (demoledora guitarra, inspirado compositor, voz y cerebro del asunto) y Sharin Foo (hija del propietario del primer restaurante chino en Copenhague, complemento fashionista, dulce voz aniñada y bajista en prácticas) hacen fácil lo difícil imponiéndose unas reglas de castidad similares (en espíritu) a las de su compatriota Lars Von Triers que persiguen la mínima complicación, el máximo impacto. Back to the basics. Nos lo explica todo, desde un lugar indeterminado de Europa, Sharin. Tuvísteis que iros de vuestro país para triunfar, pero nos queda la duda: ¿hay más como vosotros en Dinamarca? Nunca tuvimos una gran respuesta a nuestra música en nuestro país, es cierto (aunque a finales del año pasado nos dieron un par de premios), por eso Sune se fue a Nueva York (también estuvo en THE RAVEONETTES 36 F Los Ángeles) y luego ambos vivimos en Londres. Nosotros representamos Dinamarca porque su cultura y su sociedad nos han hecho tal como somos y sí que nos sentimos un poco como embajadores, pero no se puede hablar de una escena. Pero existen bandas cuyo sonido no tiene que ver nada con nosotros y lo están haciendo genial como Junior Senior, Mew y UN. ¿Cómo definiríais el sonido de The Raveonettes? El Wall of Sound para las nuevas generaciones. Vieja escuela sentimental y vocación moderna al tiempo. Una interesante tensión entre lo agresivo y lo dulce, lo ruidoso y lo sutil. Es distante y obsesivo, cool y sofisticado, pero también primitivo y estúpidamente simple. Te pega en al cara. Nuestra música tiene muchas dimensiones y facetas. Lo más importante de todo: las canciones son grandes y esperamos que hablen a la gente. Y luego está esa fijación vuestra por el rock’n’roll más clásico... A diferencia de otras muchas bandas del momento, nos fijamos en décadas diferentes en vez de ser fieles a un sonido o una era determinada. Pero sí, nos sentimos particularmente inspirados por el rock’n’roll de los 50. La buena y sencilla manera de escribir cancio- nes pop. Explícanos esa adoración que le tenéis a Buddy Holly. Bueno, esta es una pregunta para Sune, ya que él es el auténtico aficionado, yo soy más fan de The Velvet Underground. Pero tiene que ver con escribir composiciones enormes con significados simples. ¿Qué os importa más, la melodía o la disonancia? La canción es lo más importante. Tanto es así que, si tocas las nuestras sólo con la guitarra acústica, siguen brillando. Pero sabemos que, para terminar el sonido Raveonettes, son muy importantes el ruido y la distorsión. Lo que realmente lo hace excitante es la combinación de ambos. Apesar de la claridad de vuestras intenciones (musicales), “Whip It On” y “Chain Gang of Love” suenan distintos, como si os hubiérais enamorado... “Whip It On” estaba compuesto en sí bemol menor y éste lo está en sí bemol mayor. Son como el White Album y el Black Album. De la furia y la rapidez de uno, a la suavidad añeja del otro. ¡Es como si The Sangri-Las fueran las heroínas del underground. ¿Qué clase de mutación es ésta? Bueno, creemos que son dos piezas que encajan perfectamente. Lo que ocurre es que, cuando escribes en clave menor, el sonido tiende a ser más oscuro e introvertido. Hacerlo en clave mayor vuelve las canciones más luminosas y les confiere cierto matiz pop muy melódico. Es como conocer la clave de la felicidad. Este disco lo vemos como una celebración. No habéis cambiado de productor, Richard Gottehrer (Blondie, The Go-Go’s, ¡Joan Armatrading!), a pesar de haber fichado por una multinacional... Richard es uno de nuestros ídolos y una verdadera leyenda. Él escribió algunos de nuestros temas favoritos, “My boyfriend’s Back” y “I Want Candy”. Conectamos totalmente. Se concentró especialmente en el tema vocal y supervisó la estructura y arreglos de las canciones. No se metió con nuestro trabajo o con el sonido de The Raveonettes porque vio que lo que hemos escogido es el buen camino. Se limitó a añadir un poco de magia. ¡Que ya es mucho! ¿Qué tal te va con el bajo? Creo que no sabías tocarlo cuando empezásteis. Voy bien. Ya sabes, mejorando día a día. Nuestra música es bastante simple. Una clave y tres acordes. No hace falta ser un maestro. F 37 ¿Cómo os las arregláis para componer a dos manos? No haciéndolo. Sune se encarga de eso. Es un escritor de canciones muy prolífico. Compone en solitario, en casa, rodeado de sus abarrotadas estanterías, llenas de libros, música y películas. Cuando está de buen humor, puede llegar a terminar entre tres y cinco temas al día. Le sale espontáneo, como una explosión de energía. Se inspira mucho en la generación beat, sobre todo Keruac, en su monólogo interior. Nunca va hacia atrás y revisa. La primera idea es normalmente la mejor y la más real. Habéis reclutado a Sophie Muller (Coldplay, Radiohead, PJ Harvey) para rodar el videoclip de “The Great Love Sound”, el que será vuestro primer single. Sí, ella ha sabido sacar a la luz nuestro lado más oscuro. La película es como una pieza de Hitchcock: tiene mucho glamour y la violencia y el sexo no parecen reales. Sune intenta tirarme de un coche en marcha y yo trato de envenenarle. Fue algo muy liberador, porque estamos juntos las 24 horas del día y llega un punto en el que nos volvemos literalmente locos. Nunca he deseado matarle, pero podría pasarme dentro de dos años... fakefeaturing LARRY CLARK VS TI FFANY LIMOS P O R J UA N S A R D Á F R O U C H T M A N N F OTO S D E T I F FA N Y L I M O S Y L A R RY C L A R K Hay gente que tiene fama de difícil. Pues bien, Clark es uno de Para muestra un botón. Durante el pasado Festival de Cine de Londres, Larry Clark abortó el estreno de “Ken Park” en Gran Bretaña porque le pegó un puñetazo a su distribuidor. El motivo: al empresario le soltó que el 11-S había sido consecuencia de la política imperialista de su país. O sea, que se lo merecían. Puedo imaginar el careto que se le puso a Clark al oír esto. Cuando yo mismo le dije que muchos en Europa pensaban algo por el estilo se le salieron los ojos de las órbitas: «Nos pedís que hagamos de policía del mundo y no nos ayudáis cuando os necesitamos. Yo no comparto muchas cosas con Bush, pero mucho menos con regímenes como el de Sadam Hussein. En mi país tengo unos problemas estúpidos con la censura, pero en Irak no hubiera podido encender la cámara». Pero la vida es extraña y las películas de Clark, el más americano de los directores, tienen más éxito en Europa que en su patria. En EEUU, encima, la situación empeora cada día. «Los distribuidores están aterrorizados. Desde los ataques terroristas hemos retrocedido más de medio siglo en libertades. El Gobierno lo controla todo y el resultado es un arte cada día más conservador. En literatura sí que puede percibirse cierta libertad, pero en cine el nivel está por los suelos. Este año aún no he visto ninguna cinta que hable de lo que está pasando. Son todas una patraña». (Europa defiende a Irak, Irak no tiene democracia, Bush dice que ataca a Irak para instaurarla y Clark ataca Bush por acabar con la democracia en EEUU y a Europa por no ayudar a Bush a defenderla en Irak, aunque cree que Europa es más democrática. Más o menos). ellos. Tifanny Limos aún no tiene fama de nada, aunque ella misma se augure un futuro poco más que esplendoroso. Ambos, él 60 años y ella 21, pasean su amor por medio mundo presentando “Ken Park”, película que debido a líos con la censura no llegará a EEUU hasta agosto y que aquí ya hemos visto. A pesar de su fama de conflictivos, lo cierto es que, pillados juntos, Tiffany y Larry se asemejan más a un viejo matrimonio deslenguado que a una pareja de incendiarios. Esta es una crónica del día en el que tuve el honor de emborracharme con La Bella y la Bestia del underground. No hace falta ser un lince para advertir que la izquierda mundial está inmersa en una batalla cainita. La reciente conferencia en Londres de líderes progresistas lo ha dejado muy claro: pocos acuerdos y muchas guerras (dialécticas y de las de verdad). Para resumir, haremos dos bloques y enseguida veremos dónde está la relación con Clark. En el bloque A (Gerard Schroeder, Ignacio Ramonet o Ken Loach) tenemos a los socialistas multiculturales a la vieja usanza: sí a la Seguridad Social, sí al velo islámico en las escuelas, no a la guerra contra Irak, etc. En el bloque B (Tony Blair, André Glucksmann y... Larry Clark), los occidentalistas ante todo. Para los primeros, Estados Unidos es un imperio que como mínimo está corrupto, las multinacionales son una flagrante estafa y la ONU nos salvará de todos nuestros males. Son relativistas en lo filosófico y tienden a la estética hippie. Para los segundos, el fin de la historia de Fukuyama es una realidad, la fuerza es la única forma garantizada de imponer la paz y una sociedad que condena a las mujeres a llevar burka está enferma y, por tanto, es atacable. Son ilustrados (de Voltaire, etc.) en lo filosófico y se pirran por las camisas de Dolce y Gabbana. Lo triste del asunto es que A y B se llevan a patadas, mientras los de derechas están, hoy más que nunca, a partir un piñón. Aparece la musa. Tiffany Limos, novia de Larry y protagonista de “Ken Park”, y yo no nos hicimos amigos divagando sobre política internacional, sino hablando de cucarachas. A ambos nos encantó “El cuchitril de Joe”, un filme sobre un estudiante que confraterniza con los bichos con los que comparte habitación. Tiffany es tan guapa que da miedo mirarla. No se suelta del brazo de su novio y deja caer todo tipo de alusiones 38 F –Ambos episodios son ciertos. El primero le pasó a un amigo y el segundo es un caso famoso en EEUU. Me parece importante acabar con la percepción de que determinadas situaciones sólo se producen en ambientes marginales. Tiffany no puede evitar meter baza: –Y lo peor es que nadie habla de ellas porque sienten vergüenza... Es como mi personaje, Peaches, que quiere ser escritora y su padre no la deja expresarse. –Estamos hablando de otra cosa, pero ya sé que te encanta hablar de ti– le replica Larry. –Estoy diciendo algo serio. La gente se piensa que, porque soy guapa, soy tonta, y encima tú te empeñas en llevarme la contraria– se queja Tiffany, tocada y hundida. para que note que está súper-mega-in: «Un día en Nueva York, a Charlie se le estropeó su ordenador. Tenía que entregar un editing a una televisión y Giselle (la modelo) bajó a la tienda y le compró otro. Tiene el corazón más grande del mundo». Cierto, y un montón de pasta. También nos enteramos de que Tobey Maguire es «súper entrañable y callado, siempre está en la parra y se deja influir mogollón por Leo (DiCaprio)». Por seguir con el cotilleo, poco después Larry confirma que «Harmony Korine está como una cabra. No es de fiar». Eso, no sé por qué, nos lo imaginábamos. Hablar con Larry y Tiffany es como asistir a un partido de ping pong. Por ejemplo, durante la cena de cuatro horas en la que gastamos 200 euros cortesía del Festival que nos acogía, hablamos de la afición de Clark por los adolescentes. Estos son protagonistas de todas sus cintas: “Kids” (1995), “Al final del Edén” (1998), “Bully” (2002) y “Ken Park” (2002), además de muchos de sus trabajos fotográficos, algunos de los cuales forman parte de la colección permanente de museos como el MOMA o el Whitney de Nueva York. –Comencé mi carrera muy joven, fotografiando a mis propios amigos en la serie “Tusla”, así que desde el principio sentí una fascinación especial. Las emociones que recibimos en esa época son fundamentales para nuestro desarrollo como personas. Se da una dualidad interesante: aunque aún no hemos perdido la ingenuidad, de hecho estamos inmersos, a través de la sexualidad, en el mundo de los adultos. Suena convincente y profundo, pero Tiffany tiene que añadir, en honor a la verdad y para desesperación de Larry: –También es porque vas súper salido. Superado el berrinche (una sucesión de miradas humillante-paternales por parte de Larry a Tiffany), llega la hora de la revancha. Estamos hablando de la tendencia a la exageración que tienen, o no, las tramas afines a Clark: adolescentes que se tiran a las madres de sus novias (“Ken Park”) o, directamente, asesinos (“Bully”), por citar sus dos últimos títulos. Tiffany, de tonta, no tiene un pelo. Está escribiendo tres guiones es escultora y sabe que, como actriz, puede «llegar donde quiera. Pero soy multitalentosa y no quiero centrarme en una sola cosa». No hay duda: nos hallamos ante todo un portento. Conflicto generacional. Quizá todo tenga que ver con que Larry no quiere crecer. No hay mito más actual que el de Peter Pan y no hay director más contemporáneo que Clark. En sus historias, arremete contra su propia generación y se deja seducir por la nueva: «La gente tiene hijos por egoísmo, para completar carencias afectivas. Les interesan poco como personas. La destrucción de la familia tradicional ha roto los puentes de comunicación entre generaciones. Hoy, los jóvenes no se rebelan, se limitan a pasar de sus padres. Yo los admiro porque se mantienen puros en un ambiente tan inestable y opresivo como el que les ha tocado vivir. Estos chicos tienen esperanza porque saben amar y compartir. Tengo muchas ilusiones puestas en esta nueva generación americana». Será en la pantalla y en la cama. Porque, en las cenas, no la deja de regañar... F 39 fakemoda Camisa Levi’s Vintage. wear your car like... P O R A N TO N I O M ACA R R O & G O R K A S O R O Z A BA L Vestido Amaya Arzuaga, zapatos vintage. Mono Locking Shocking, cazadora vintage. Camisa Levi’s Vintage, pantalón Locking Shocking, botas Amaya Arzuaga. Peluquería y maquillaje: Óscar P. y Jean Jacques Puchu para 27. Salón de Peluquería. Modelo: Sara (First Models). Información: Amaya Arzuaga, 913 10 52 77. Levi’s Vintage, 913 98 47 32. Locking Shocking, 915 23 33 93. Top y botas Amaya Arzuaga, pantalón Locking Shocking. fakerealife allí donde aparco esta´ mi hogar P O R LO L A LO L A / / F OTO S D E PAC O Y M A N O LO Está a punto de amanecer en Fuencarral pueblo, justo en el extremo norte de Madrid. Nuevas construcciones van invadiendo los descampados que hasta hace nada servían de refugio a gitanos y yonquis. Aún quedan algunas chabolas de lujo (de cemento) y los vecinos cuentan que se ven sospechosos mercedes y bemeuves a altas horas de la noche, los últimos coletazos de un discreto supermercado de todo lo ilegal que está a punto de cerrar. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que, cuestión de un par de años, la marginalidad habrá sido erradicada por hordas de matrimonios jóvenes, con hijos y monovolumen a la búsqueda de un metro cuadrado asequible. Son casi las cinco y media de la madrugada y el pequeño mercado de Fuencarral pueblo abre la puerta. De aquí a las ocho, hora en la que los clientes comienzan a asomarse por sus pasillos, trasiego de mercancías, limpieza de puestos y tejemanejes varios ocupan a los carniceros, pescaderos y fruteros. Uno de estos me ha hablado de Juancho, un chico sin casa que suele acercarse a primera hora para ver si le dan gratis alguna mercancía que haya que retirar. Al principio (la desconfianza) no le hacían mucho caso. Le creyeron un drogadicto. Algunos hasta imaginaron que era un ojeador que tomaba las medidas de un robo. Solían despacharle con un «no tenemos nada» o «a ver si te buscas un trabajo, que lo que os pasa a los jóvenes es que sois unos vagos». Sin embargo, no lograron disuadirle de su visita semanal y, en apenas un mes, pasaron de temerle a corresponder a su «buenos días» con un «cómo va la cosa». Vengo al mercado porque nadie sabe a ciencia cierta donde aparca Juancho su casa rodante. Ni siquiera están seguros de que el Ibiza que le sirve de refugio sea suyo o pueda circular. Sea como fuere, todos los que le conocen afirman que Juancho no tiene pinta (no se comporta) de homeless. Nunca le han visto borracho ni drogado, parece educado «civilizado», precisa una frutera) y huele razonablemente bien. Podría ser hijo de cualquiera. Por eso le dan de comer. No son las seis cuando por fin aparece. Alto. Delgadísimo. Casi hace daño ver cómo la piel de su cara se tensa en las mandíbulas. Las ojeras no 46 F le restan viveza a su mirada, determinada y marrón. Mientras se aleja por el pasillo central se me ocurre que muchos fotógrafos aburridos del establishment fashionista se pegarían por retratarle. Hace lo que me dijeron que haría (saludar amablemente, mostrar una sonrisa sin mellas para agradecer el bollo o la fruta de turno, ayudar a cargar alguna caja...). Cuando termina su ritual me atrevo a abordarle. «Hola, me llamo Lola. Me gustaría saber si podría hablar contigo un rato para un artículo que estoy escribiendo...». Ni me contesta. Me sobrepongo a su mirada (que dice: «¿Pero qué te pasa? ¿Eres anormal?») y (en un momento de desesperación) empleo una táctica que he visto en las películas americanas: «Venga, te invito a desayunar en el bar ese y te piensas si me ayudas, ¿vale?». Al hombre se le conquista por el estómago, decía mi cándida abuela. Bueno, al menos, al hombre pobre sí. Una hora después, tengo ya información suficiente como para escribir un libro de aventuras estilo Huckleberry Finn en el siglo XXI. Eso, y 18 euros menos en la cartera. La historia de Juancho es como sigue: hace cuatro años (tiene 29), harto de que sus padres estuvieran hartos de mantener a un hijo con poca inclinación por el trabajo (y demasiada por los bares), se lanzó a recorrer España en una furgoneta que su padre le había comprado para que hiciera mudanzas. El fin de existencias (200.000 pesetas) le pilló en Cádiz (muy lejos de su Badalona natal), donde consiguió resistir gracias a chapuzas ocasionales, amigos improvisados al calor de las barras y la picaresca que fue aprendiendo sobre la marcha. No tardó nada en acondicionar la parte de atrás de su vehículo en un auténtico hogar, con colchón, armario y hasta un infiernillo. Con la estrategia del caracol aprendida, se acostumbró a vivir en la costa (de Cádiz a Valencia) durante el verano, y a instalarse en la gran ciudad (Madrid, Zaragoza, Barcelona, Bilbao...) durante los inviernos. Ha visto de todo. Ha comido de todo. Ha pasado hambre y (peor) impotencia cuando le robaron su vieja furgoneta en una gasolinera de la carretera de La Coruña, ya cerca de > estámihogar > Madrid, mientras se aseaba en los baños públicos hace seis meses. No le dice a nadie dónde duerme porque teme que la policía le eche del Ibiza abandonado y roto que ha okupado. Se levanta antes del amanecer para que nadie se dé cuenta de que vive dentro. Se acuesta cuando no queda un alma por la calle. Su mayor miedo: que un vecino advierta a la grúa. Lo mejor es pasar inadvertido. Y limpiar la chapa todas las semanas. La gente desconfía menos de las cosas limpias. Desde que recaló en Fuencarral, va todas las mañanas a cierta plaza en la que los inmigrantes esperan a que una camioneta se los lleve a alguna obra para trabajar por unos cuantos euros. Está ahorrando para comprarse una nueva casa con ruedas. «No quiero estar así toda la vida. También sueño con un hogar, una familia, lo típico. Pero sé que nunca podré volver a tener la sensación de libertad que te da no estar atado a nada, no necesitar nada más que lo que cabe en una simple furgoneta. Poder ir o venir. No depender. Que nadie dependa de ti». El de Juancho es un caso atípico. No todos los que habitan coches han estudiado hasta COU, tienen una familia que puede acudir al rescate en último caso o han elegido esta particular forma de vivir de manera voluntaria. «Yo he conocido un poco de todo: desde gente que se ha quedado en paro hasta vagabundos que van de coche en coche en la ciudad, gitanos y, sobre todo, muchos inmigrantes. De vez en cuando te encuentras con algún guiri que recorre España a golpe de pedal y que, cuando se le acaba el dinero, acaba durmiendo en el coche. De todos modos, aquí la cosa está muy mal. En carretera es difícil dar con sitios seguros para aparcar y, en las ciudades, donde te puedes mantener más o menos dignamente con los comedores de los curas y los baños públicos, la policía está muy pendiente de los vehículos con bicho». Extranjeros. Va a ser cierto eso de que en el extranjero todo se hace mejor. En internet me encuentro con una red de webs y grupos de discusión perfectamente organizada que se dedica a mejorar la calidad de vida de eso que en el mundo anglosajón se llama carliving. Existe hasta un libro, “Car Living Your Way”, de Jane Heim, que se dedica a reivindicar lo que para algunos es una forma de vida más o menos estacional. Hay testimonios de todo tipo: desde los que usan su vehículo como casa sólo en vacaciones, para ver mundo, hasta los que esperan un golpe de suerte laboral o una subida de sueldo. Divorciados, jubilados, recién licenciados... La mayoría fabrica todo tipo de artefactos para acondicionar su espacio vital: duchas y WCs portátiles, camas que se esconden, armarios secretos... Muchos se sorprenderían con las posibilidades del ignorado mechero del coche, fuente primordial de energía eléctrica para todos los aparatitos. Que le pregunten a Jim Carrey, David Letterman, Hilary Swank, Jewel, William Shatner o hasta el mismísimo propietario de Kentucky Fried Chicken, Harlan Sanders, acerca de los días en los que hicieron de su coche un hogar. O a Lars Von Trier, que prefiere viajar (vivir) semanas enteras en una escueta caravana antes que coger un avión. En el último Cannes, echó el freno de mano en el aparcamiento del Eden Roc (cinco estrellas). No pisó su suite. En Estados Unidos, los que deciden vivir entre paredes metálicas (voluntaria o involuntariamente) ya son legión. Tanto es así que las tradicionales truck stops se han transformado en travels centers (con parkings, baños y duchas) para acoger a esta nueva especia viajera, tanto o más rentable que el camionero de turno. Jane me cuenta que se les llama car campers, conductores que, sólo por enganchar al vehículo un (siempre práctico) remolque, son considerados campistas y pueden acceder a las zonas de acampada sin problemas (están prohibidas para los motorizados sin tienda o caravana). Iglesias, refugios y hasta algunos Wal-Mart ceden sus aparcamientos a estos modernos Phileas Fogg (la policía no permite estancias mayores de seis horas en los convencionales) que ven en la inseguridad el único inconveniente de su casa portátil. Un apartado de correos y el móvil resuelven la cuestión de la comunicación. Mientras Juancho me va contando la parte más amable de sus aventuras, me doy cuenta de que me he olvidado por completo de que estoy sentada a la mesa con un homeless. Como al resto (¿lo dejamos en mayoría?) de los mortales, no puedo evitar cierto vértigo (¿miedo?) al encontrarme frente a frente con una persona que no tiene nada que perder. Cuando se lo confieso, se sonríe y me dice: «Lo primero que aprendes cuando te quedas sin casa es a sortear el terror de la gente a lo que no considera normal. Por eso, los que vivimos así cuidamos nuestro aspecto, procuramos ir limpios y no llamamos la atención. Es importante, para trabajar o para que no te atraquen los delincuentes de la zona, que nadie sepa que vives en un coche. Lo ideal: acabar siendo poco más que invisible». ¿No te tienta volver a casa? «Estuve a punto cuando perdí la furgoneta, pero ni por esas. No me gustan las reglas. No soy ambicioso. Mi casa está donde aparco el coche». 48 F fakeicon POR XEVI + JOH N TU R N E R T E XTO D E J A N E D O E E S T I L I S M O : T R AC E Y TA N N E R M AQ U I L L A J E : A N G E L A D I CA R LO C O N P R O D U CTO S M . A . C . P E L U Q U E R Í A : DYA N E S U L L I VA N Casey Spooner debe de ser la popstar más consciente de sí misma sobre la faz de la Tierra. La prerrogativa del outsider con actitud de insider. Antes que nada artista e, incluso por encima de eso, crítico, pocos como él han jugado al juego de las estrellas para burlarse en su cara. Bueno, quizá Warhol. Como el maestro del pop, Casey también se ha empeñado en alargar sus 15 minutos de fama. Dos años le duran ya, los mismos que lleva girando (reedición tras oportunista reedición) aquel “#1”, el álbum de debut con el que Fischerspooner, el circo arty que comanda junto a Warren Fischer, nos robó los pies y el alma. Sí sonaba bien, sentaba bien y lucía mejor. Ahora acaban de volver de actuar en la Bienal de Venecia (qué Dios les conserve el morro) y Casey asegura que ya se han metido de cabeza en su estudio de Nueva York para grabar ese segundo y esperado disco. Atentos, pues, el año que viene. Hasta entonces, una advertencia: «El estrellato es un efecto secundario». Nadie tocará la guitarra como Jack White. Nadie resultará tan cool como Fab Moretti. Pero todos llevamos un Casey dentro. Una suerte. A lo mejor. F 53 contagioso) ARTE LETRAS CINE MÚSICA P O R P E D R O C A L L E J A / / I L U S T R A C I Ó N D E S I LV I A P R A D A YO, CON CHÓFER A muchos seres humanos les gusta utilizar el coche para follar. Quedan con su amante, salen de la ciudad, se detienen en un lugar oscuro y transforman el vehículo en improvisado motel sobre ruedas. No existe picadero cutre más barato. De todas las variantes sexuales posibles relacionadas con los automóviles, quizá sea ésta la menos excitante. Se me ocurren cientos de formas de mejorarla. Por ejemplo, hacerlo en un autocine de esos que salen en las películas de John Waters. O mejor aún, imitando a ciertos pornógrafos italianos y permitiendo que decenas de mirones se acerquen al picadero móvil, muestren sus miembros morcillones a la pareja del interior, se masturben contemplando el espectáculo y acaben eyaculando sobre las ventanillas. El cine erótico mantiene muy buenas relaciones con el sexo automovilístico. Existen varios subgéneros específicos en los que el coche funciona como motor de la trama calenturienta. A mí el que más me pone es el de las limusinas. Cada vez que veo una, me imagino a varias parejas follando dentro. Ellos, con los pantalones del traje bajados hasta los tobillos y la corbata desanudada sobre la espalda; ellas, con el vestido de noche arrugado en la cintura y enseñando las prendas más caras de su arsenal lencero. Uno de mis filmes favoritos de todos los tiempos es “Rolls Royce Baby”, rodado en Suiza en 1975 por el productor sin escrúpulos Erwin C. Dietrich. La protagonista, Lina Romay, catalana y desnudísima, se pasa 90 minutos dando vueltas con su limusina en busca de amantes de usar y tirar. Rodar escenas porno en limusinas es una práctica corriente y barata. Los franceses son expertos. Hacerlo en otro tipo de vehículos, en medio de una persecución con derrapes y curvas, por ejemplo, sólo está al alcance de unos pocos realizadores. Narcís Bosch es uno de ellos. En “Bulls & Milk”, estrenada en 2000, sale la guapísima Sara Bernat follando y disparando al tiempo en un coche conducido a todo trapo por Roberto Malone. Ver para creer. Lo de las limusinas y el sexo viene a cuento porque yo fui un niño muy aficionado al onanismo y los coches en miniatura. De lo primero no me di cuenta hasta que no tuve mi primera eyaculación. Para mí, lo de colocarme el pene entre los muslos, apretar fuerte y experimentar un orgasmo era algo tan íntimo que nunca pensé en contárselo a nadie. No veía qué relación podía tener aquello con el sexo... hasta que me manché. De mayor conocí a otras dos personas que hacían lo mismo siendo niños: Santiago Segura y el director artístico Jose Luis Arrizabalaga. Lo de los coches en miniatura tiene menos misterio. Cada vez que mis padres me sacaban a pasear y se paraban ante una juguetería, estaban obligados a comprarme uno. Acaparé todos los modelos. Mi relación con los coches de mentira se mantuvo hasta casi la mayoría de edad. Antes de los 10, conducía mi propio modelo de Ferrari con pedales. A los 11, me transformé en el fan más fatal de la teleserie animada “Meteoro”, protagonizada por un piloto de carreras adolescente que manejaba un coche fantástico, el Match 5, capaz de saltar por los aires y sumergirse bajo el agua. Más tarde, gracias a Nikki Lauda, me aficioné a la Fórmula 1 y asistí a cuatro grandes premios en el Jarama. Aún recuerdo el olor a rueda quemada, el ruido ensordecedor, la velocidad y las chicas que se paseaban entre los boxes. Lo curioso del caso es que, estando tan colgado con los coches, nunca sentí la F necesidad de aprender a conducir. Prefería ir en el asiento de atrás. Aún me pasa. Quizá porque estoy deseando quedarme a solas con mi novia, Sandra Uve, dentro de un Aston Martin Lagonda sin curvas, que es su favorito. O porque perdí la virginidad con una pintora, en su estudio, después de enrollarme con ella en el asiento de atrás de un taxi. O porque conocí a la primera supermujer de mi vida viajando a Lisboa en el coche que conducía un colega fotógrafo. O porque jamás me he reído y me he 54 excitado tanto como apretujado con siete amigas y amigos en la parte de atrás de un Ford Mustang, yendo a un concierto de Siouxsie And The Banshees en el RockOla. Y termino. A estas alturas de texto, muchos modernos estarán echando de menos una referencia clara a la novela “Crash”, de J. G. Ballard, publicada en 1973, y a la adaptación al cine de David Cronenberg estrenada en 1996. El tema principal de ambas obras es el sexo y los coches. O sea: lo blando y lo duro, la carne y el metal, la sangre y la gasolina. Los extremos que se meten mano. En “Crash”, los personajes experimentan orgasmos recreando, provocando o sufriendo accidentes. Las cicatrices resultantes son objeto de deseo lujurioso. El libro descoloca por su frialdad, su ironía marciana y su ideología setentera. El filme exhibe la cara oculta de un puñado de actores esquinados: Rosana Arquette, Elias Koteas, James Spader, Holly Hunter y ese súcubo hecho mujer que responde al hipnótico nombre de Deborah Kara Unger. Lo malo de “Crash” es que no hay quien entienda su propuesta calenturienta. Demasiado radical, rebuscada y pedante. Puestos a elegir, sale más a cuenta pasarse la tarde-noche del sábado en la feria, montado en los coches de choque, escuchando los hits de Georgie Dann y echándole el ojo a un chulazo peligroso o una pin-up de barrio con plataformas. O follamos o nos parten la cara. Fijo. F 55 contagioso) ARTE MUNDO BIENAL ¿Para qué sirve una bienal a estas alturas? Mientras que sus organizadores mantienen a pies juntillas que representan una forma de acercar al individuo medio los nuevos lenguajes artísticos, más de uno ya se ha revelado contra este maniqueísmo para gritar que estos eventos son la única forma de recordar qué se expuso hace dos años en las galerías de Nueva York. No seamos malos y creamos que las bienales son algo más que cajas de resonancia o, más vulgarmente, meros recopilatorios en los que juntar “las mejores performances” del último año. Por lo menos ése no es el resultado que presumen haber conseguido las bienales de Valencia y Venecia, que en un auténtico tour de force hacen coincidir sus fechas para que Europa se convierta en un auténtico supermercado de la modernez artística. Del solapamiento de acontecimientos, échenle la culpa a la ciudad española, visto que sólo es una principiante y pretende ejercer de segunda parada de los críticos transoceánicos desplazados a los Giardini di Castello. Del exceso de vanguardia, a los artistas que acudirán en masa a mostrar sus últimas propuestas y que, con toda probabilidad, coincidirán en más de una sorpresa, al amparo de la uniformidad reinante. De todas formas, es evidente que uno no podrá –ni querrá– ver todo, pero hay cosas que no deberían pasarse por alto. ¿Reclamaciones? Cuando pasen estos cuatros meses de jovial modernidad. Valencia. Reducto de urbanidad. Con ganas de quitarse la etiqueta de periférica, la ciudad del Turia se presenta a sí misma como perfecto ejemplo de urbanidad. Cinco exposiciones, un proyecto social, dos proyectos comunicativos y cinco espectáculos teatrales intentarán confirmarlo a través de los 150 artistas presentes en estas fechas, pero recomendamos no perderse “A & M: El almacén del adecuado comportamiento”, un alegato a favor de la compra inteligente con artistas como Thomas Sunderland, Carlos Marzal o Francisco Brines. “Sociópolis”, la parte más buenrollista y solidaria de la muestra, que consiste en la construcción de un campus social compuesto por viviendas, equipamientos y demás componendas con destino a los colectivos sociales más vulnerables, véase ancianos y jóvenes. “Arquitecturas efímeras”, fina ironía sobre la superficialidad y fugacidad que rige a las últimas tendencias artísticas orquestada por Rafael Sierra. Y “Museo del pasado imperfecto”, una deconstrucción del cine a cargo de Mike Figgis. Venecia: Exposición de exposiciones. Si no estás en Venecia, no eres nadie. Por mucho que tus videoinstalaciones hayan sido reseñadas en una revista fashionista o que los críticos te llamen “joven artista emergente”. Y he aquí el tema de esta última edición de la Bienal: “Sueños y conflictos: La dictadura del espectador”. A manera de una representación de Bretch, el tiránico Francesco Bonami –a la sazón conservador jefe del Museo de Arte de Chicago– ha articulado esta edición en torno a diez proyectos curatoriales, dominada por los artistas de países en situación de transformación o tensión social, caso de Turquía, Polonia o Israel. De Venecia nos gustan: “Z.O.U. (Zona de Urgencia)”, comisariada por el chino Hou Hanru. Según él, las ciudades son un collage de zonas creadas a partir de urgencias en lugar de una planificación regular. A modo de arte experimental y preformativas, ha pedido a arquitectos y urbanistas remedios a esta situación. “La estructura de la supervivencia”, del argentino Carlos Basualdo, al frente de la última Documenta, con obras que exploren los efectos de las crisis políticas, sociales y económicas de los países en desarrollo. Barremos para casa con “Utopia Station”, en la que están Santiago Cirugeda y Alicia Framis, con recetas para combatir el aburrimiento en la ciudad, el uno, y su acción “Anti_dog” en contra de la violencia hacia las mujeres, la otra. / / S A N D R A F. M O L I N A LOS ADELANTADOS DE LA CLASE Una vez más, la inquieta galería valenciana Luis Adelantado destapa los talentos más prometedores de aquí y de fuera en la V Convocatoria Internacional de Jóvenes Artistas, una muestra que suele avanzar algunos de los nombres de los que más se va a hablar en los doce meses siguientes en campos como fotografía, video, escultura, instalación o pintura. Damos fe de la genialidad de Álvaro Villarrubia o Silvia Prada (¿se nos nota que son amigos?) sin desmerecer al resto de los seleccionados. Una vista previa de sus trabajos está ya colgada en www.galeríaluisadelantado.com. / / I S O B E L Hasta el 1 de septiembre. Info: 963 510 179 ENCUENTRO CON LO IMPOSIBLE «Si tienes llave, abre. Si no la tienes, mira por el agujero. Y si quieres, llama». Ante la puerta de la Galería Artificial es imposible no sentirse Alicia. La invitación grabada en tres tiras de Dymo obliga a agacharse: allí donde debió haber una cerradura queda un misterioso hueco. Lo que se ve por él no puede ser más irreal. Y, sin embargo, existe. Pintura, escultura, arquitectura, fotografía, diseño y mucho más en 600 m2 a mayor beneficio de la relación artista/espectador/comprador. Hermana mayor del revulsivo Espacio F (Mercado de Fuencarral), Galería Artificial, iniciativa de Tatina Cayuela y Raquel Francisco, planea potenciar el encuentro entre creadores cediendo los 11 estudios en que se divide el lugar, servir como sala de exposiciones y devolverle la cercanía al arte. Puede ser tu casa. Lo proclama un luminoso en la pared: «El arte promueve un encuentro con lo imposible». // S A R A S Á E Z Info: 913 75 00 97. [email protected] LETRAS contagioso) libros “SUICIDAS. ANTOLOGÍA”. (Ópera Prima). «Pensar en morir no es lo mismo que ir a morir», dice Benjamín de Prado en el estupendo prólogo que ha escrito para esta recopilación de relatos unidos por el trágico destino de sus autores. 27 textos de escritores del XIX y XX (Maupassant, Zweig, Pavese, Woolf, Dylan Thomas...) que acercan la voz, el pensamiento, las reflexiones de creadores que decidieron adelantarse a la muerte. Una mortal conexión:en “Jóvenes cuentistas muertos”, de Fernando Cifuentes, Premio Alfonso VIII de Narrativa (Ed. Edaf), se compone una antología ficticia de autores que pasaron prematuramente a mejor vida. Ah, la maldición de la escritura... // L O L A L O L A “EL VELO NEGRO”. RICK MOODY. (Mondadori). Moody saltó a los papeles por “La tormenta de hielo”, llevada al cine por Ang Lee, pero su destape absoluto lo realiza en esta novela en la que recupera la vergüenza de un antepasado suyo por haber asesinado accidentalmente a un amigo de la infancia para lavar su propia culpa, la de un escritor atormentado por un pasado en el que se leen las palabras alcohol, drogas y psiquiátrico, entre otras. / / I S O B E L “EL COMEDOR DE HASHISH”. FITZ HUGH LUDLOW. (TF Editores). Dicen que esta novela el mejor trabajo sobre los efectos del hachís en la mente que jamás se haya escrito, junto a Las confesiones de un comedor de opio y Los paraísos artificiales. El comentario bastará para los aficionados a la literatura de y/con drogas, que no deberían perderse los títulos que van saliendo en la colección Ruido Blanco, integrada por autores interesados en lo prohibido, lo inmoral y lo oscuro y (precisamente por ello) malditos. / / L O L A L O L A GARANTÍA GRANTA Las listas. Eterna polémica entre los que las confeccionan y los que las juzgan (no están nunca todos los que son ni son todos los que están). Pero qué bien le vienen a los que gustan de ¿perder? el tiempo con la actualidad cultural. Vamos, que si alguien resuelve aquello del qué hay que leer/escuchar/ver, pues mejor que mejor. Y así, con la fe del creyente, el lector devora las recomendaciones, sin movilizar su criterio. El peligro: caer en las NEAL POLLACK ACOSO Y DERRIBO A LOS CLÁSICOS “Antología de la literatura americana”, primera novela del norteamericano Neal Pollack que llega a España, nos retrotrae a un mundo que ya no existe pero que hemos heredado: el de los Grandes Escritores que elevaron a una nueva forma de arte el género periodístico. Una época dorada de las letras americanas (40, 50 y 60) dominada por autores insuperables: Norman Mailer, Gore Vidal, Ernest Hemingway o John Updike; y revistas que no eran, como hoy, catálogos de productos: New Yorker (que sigue), Life (que ya no) o la ya domesticada Rolling Stone. De lo que un día se conoció como Nuevo Periodismo quedan los restos. Todos explicamos entre paréntesis si el entrevistado ríe o no (o si se come una patata) y no hay periodista que no cuente, de paso, su propia vida y méritos. Hay quien lo hace bien, claro, pero esta “Antología...” de Neal Pollack es el ataque más duro y tronchante surgido desde la literatura contra los desmanes de la explosión egocéntrica en el periodismo actual que, más que deslumbrar a los lectores, los ahuyenta. Estructurada en torno a relatos que se presentan como artículos sobre los más diversos temas (los zapatistas, las prostitutas de Cuba o la campaña presidencial de John McCain), “Antología...” es en realidad una única novela dominada por un solo personaje: el mejor escritor americano de todos los tiempos. Apócrifo álter ego de Pollack, vamos conociendo su azarosa vida siempre en el centro del meollo. Colega de la Beat Generation, estudiante en Harvard o perseguido por MacCarthy, Pollack nos conquista con su ironía y recupera la honorable tradición de fustigar a los pedantes: «Pobrecilla. El peso de ser una figura casi importante la había abrumado, les pasa a muchos norteamericanos corrientes. No pueden alcanzar el nivel de celebridad que tengo yo» (escribe en “Una entrevista a mi hermana, que es lesbiana”). Además de prolífico escritor –en breve se publicará en Estados Unidos su próxima novela “Nevermind the Pollacks” donde promete reírse de los críticos musicales– Pollack ejerce como activista político en su incendiaria web www.nealpollack.com , periodista en Vanity Fair y pasará el verano de gira con su banda de punk The Neal Pollack invasion. Al fin un poco de sentido del humor, que ya tocaba. // J . S . F R O U C H T M A N N “Antología de la literatura norteamericana de Neal Pollack” está publicado por Mondadori DeBolsillo manos de críticos afines a editoriales, periodistas alejados de los gustos de uno... De esta quema suele salvarse la revista británica Granta, que hace 20 años publicó su primera lista de jóvenes talentos de la narrativa de su país y en la que incluía a futuras estrellas del calibre de Martin Amis, Ian McEwan o Julian Barnes. La segunda, de 1993, hacía la propio con Hanif Kureishi o Ben Okri. Y la tercera, de este año, recoge desde hypes conocidos (Zadie Smith, Monica Ali) hasta autores ignotos. La noticia: ya podemos leer su última selección en castellano (Ed. Emecé). La sensación, que el próximo año habrá una selección con las mejores plumas hispanas. / / L O L A L O L A Libros, para qué os quiero. Para leerlos, claro. Y, luego, para prestarlos a los amigos. Y, más tarde, para releerlos. Y al final, para engrosar la biblioteca, que cuestan una pasta. Sin embargo, podemos hacer la trayectoria vital de algunos más interesante sumándonos a la campaña “Libera tus libros” que propone Bookcrossing, proyecto por amor al arte de la empresa del estadounidense Ron Hornbaker, que está logrando que millones de ejemplares con el distintivo que ves en la foto recorran de unas manos a otras el planeta. Sólo hay que registrar el libro en www.bookcrossing-spain.com, pedir un número de identificación y una etiqueta que lo marca como “liberado” y olvidarlo en cualquier lugar de tu ciudad. Si lo notificas en la web, hasta pueden salir a cazarlo... // I S O B E L contagioso) CINE Extended Tarantino. El director de “Pulp Fiction” ha logrado que el productor Harvey Weinstein no recorte las tres horas de su “Kill Bill” (como hizo con “Gangs of N.Y.”) aceptando estrenar su historia de modernos samurais en dos partes. Uma Thurman es la protagonista. Biblia gamberra. Tesoro de vídeoclubes, “Academia Rushmore”, joya del underground yanqui firmada por Wes Anderson (“Los Tenenbaums”) justo después de “Un ladrón que roba a ladrón” y nunca estrenada aquí ya está en vídeo y DVD. Créenos: la necesitas. JORDI VILCHES UN CHICO RARO LOS BEACH BOYS TENÍAN RAZÓN Si te mueres por Hawai, si tienes más bañadores que jeans, si te encanta cabalgar sobre las olas, está claro, eres es un surfero. Y como no sólo de tabla vive el hombre, se celebra en San Sebastián la primera edición del Donostiako Surfilm Festibal (11, 12 y 13 de septiembre), donde se exhibirán filmes de temática surfista (esa “Children of The Sun”), para olvidar la playa, las lycras y las marquitas chuscas y llegar al lado más espiritual del asunto. / / E L E N A H O R I C A estrenos “DESCONGÉLATE” Vuelve la pareja Sabroso (Félix)/Ayaso (Dunia) tras el subidón de “Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí” (1996) y el espejismo “El grito en el cielo” (1998), producidos por Almodóvar. Pepón Nieto, Candela Perña, Loles León y Rubén Ochandiano dan vida a una ilusa panda de cómicos que regenta un cabaret en Lavapiés. Ay, la farándula dentro de la farándula... “DÍAS DE FÚTBOL” Telespan, productora de “Torremolinos 73” (2003) y “Al otro lado de la cama” (2002), pretende obrar de nuevo el milagro de la taquilla con otra comedia coral (Sanjuan, Alterio, Verbeke...) a cargo de David Serrano, guionista de “Al otro lado...”. Aquí, el fútbol parece ser la solución de los dilemas existenciales de una panda de amigos. Bueno, el esférico y las terapias de uno de ellos, ex presidiario y taxista con vocación de psicólogo. “ENIGMA” Primera producción de Jagged Films (con cameo de Jagger) que pretende factura suntuosa y tiene ínflulas de clásico moderno. Casting de estética antigua (Kate Winslet, Jeremy Northam, Dougray Scott, Saffron Burrows) y el best-séller de Robert Harris –un thriller romántico ambientado en la II Guerra Mundial– sustentan un embrollo de espías, códigos secretos y secuestros. Dirige Michael Apted. / / A U D R E Y R O S E De Jordi nos gusta hasta el apellido. Él es lo más parecido que tenemos por aquí a esos cachorros del indie que salen en las pelis de Larry Clark (como un Nick Stalh en versión catalana). Uno de los pocos actores jóvenes a los que no verás chupando alfombra roja (a no ser por obligación) y vestido de prestado, con la esperanza de pillar línea en el primer guión que se le presente. Y ese saber lo que no se quiere (recuerdo que también lo tenía –no sé si lo sigue conservando– Carlos Fuentes) es casi más importante que lograr haberse metido en el próximo proyecto de Pedro Almodóvar. Es algo que no sólo vale para el cine, vale para la vida. La verdad es que, por desgracia, no le llueven las ofertas. Tiene un físico raro, el de uno de esos feos guapos que descolocan a los directores de casting. Al público le gustan los estereotipos y Jordi no encaja. O eso parece a tenor de sus pocas apariciones en la gran (y cada vez más mediocre) pantalla. Desde aquello de “Guerreros” (2002), bluff anunciado de Calparsoro, no oíamos nada de él. Lo imaginábamos enrolado en alguna compañía de teatro independiente (dejó el circo y las acrobacias por las tablas) u organizando una de esas raves que tanto le gustan. Destapado por Cesc Gay en “Krámpack” (2000), con la que por poco se lleva el Goya al Actor Revelación (pena de “El bola”) y que se exhibió con éxito hasta en el mismísimo Cannes (Semana Internacional de la Crítica, para más señas), le redescubre para la comedia el debutante Juan Martínez Moreno. “Un joven Ciges”, han dicho de él en el festival de Málaga, donde “Dos tipos duros”, tributo a las producciones sesenteras de Pedro Masó que cuenta las andanzas de dos matones de medio pelo, se ha llevado el Premio del Público. «Al principio tenía un poco de reparo por trabajar junto a figuras consagradas como Antonio Resines, pero creo que al final todo el mundo se dio cuenta de que soy tan raro como parezco», dijo durante el festival un Vilches entre tímido y sorprendido. Que nos den más raros. Probablemente, “Dos tipos duros” no se coma la taquilla. Ni “Platillos volantes”, lo próximo suyo, dirigida por Óscar Aibar (“Atolladero”) y con guión de Jorge Guerricaechevarría, que narra la historia de dos amigos (el otro es Ángel de Andrés) que viajaron a otro planeta en pleno franquismo. Y, aunque es una pena por los productores, a Jordi Vilches ni falta que le hace. / / I S O B E L “Dos tipos duros” se estrena el 5 de septiembre. VAMOS A CONTAR HISTORIAS, TRALARÁ No hay respeto para el artista, no señor. En el mercadillo de la modernez, cede la fiebre por el DJ y sube enteros la figura del director de cortos entre los que quieren ser alguien. Y decimos lo del respeto porque luego pasa lo que pasa: que de 300 cortos que puedes llegar a ver en un año, merecen la pena diez. Y, claro, eso se deja notar en los festivales, a rebosar de famosos, hijos de o oportunistas con peliculita. No sucede así en Mecal, Festival Internacional del Cortometraje de Barcelona, que programa una selección de los mejores cortos producidos en todo el mundo, para que te hagas una idea (real) de cómo está el patio. Las actividades paralelas no desmerecen: clips españoles (los de el II Festival de Videoclips Made in Spain), los mejores documentales europeos del año, los spots premiados en Cannes, una sección, Oblicua, en la que se presentan trabajos de alto riesgo... Cantidad y, por fin, calidad. ¡Ah! También hay DJs (cómo no): Lo Fidelity All Stars, Kyoto Jazz Massive, Ladytron y Nu Spirit Helsinki, entre otros. / / L O L A L O L A Mecal, del 5 al 13 de septiembre. Info: www.mecalbcn.com contagioso) MÚSICA discos 7 HURTZ. “ELECTROLEUM”. (Output/Pias) Entre el cielo funk y el infierno electro media un limbo sin Dios ni ley. El segundo álbum del proyecto que lidera el ex paladín del acid jazz Lascelles Gordon (Brand New Heavies, Campag Velocet) anda precisamente perdido en él, dejándose llevar por los fantasmas de Jean Jacques Perry, Sun Ra, el John Carpenter autor de bandas sonoras o los peores Boards Of Canada. Oscura e intrigante, su atmósfera es tan densa que termina oprimiendo; una sensación subrayada por la excesiva (cansina) duración de los temas y que ni siquiera redimen los bajos arrebatadores (que los tiene). En fin, si a Trevor Jackson empieza a hacerle tilín la jazzatrónica, ya podemos temblar, ya... BEYONCÉ. “DANGEROUSLY IN LOVE”. (Columbia) “Crazy in Love”, ese single a medias con Jay-Z, es tan grande, tan brutal y tan sexy, que el resto de lo que ofrece el debut en solitario de la cabeza y el cuerpo de Destiny’s Child no puede más que palidecer. Demasiado caramelo r&b, que hasta Missy se empeña en lamer, para tan intenso potencial. Lástima: Beyoncé calienta, pero no quema. CARLOS BERLANGA. “INDICIOS”. (Austrohúngaro/Pías) Su segundo disco en solitario. En su momento (1994) no le hicieron demasiado caso, pero en él se conservan las esencias del mejor Berlanga: el afrancesado (“C’est la France”) y el brasilero (“Aguas de Março”), el fan de Pet Shop Boys (“Indicios de arrepentimiento”) y el de Vainica Doble (“La funcionaria”). Será pasión de fan, pero por Carlos (irrepetible por su clase y por su ironía, por joyas como “Tazas de té”) no pasan los años... CLOVIS. “TIME WE SPENT TOGETHER”. (Limbo Starr). La anunciada crónica de la larga experiencia neoyorquina del ex Enemigo Fino Oyonarte y la actriz Cristina Plaza ya tiene quien la publique: la misma factoría de sueños que acoge a Nacho Vegas, sin ir más lejos. La cuadratura del círculo para tan sencillo como exquisito EP (maldición, sólo cuatro canciones) llamada a embellecer el pop de aquí. Mucho en inglés, algo en español, beneficiándose de su feedback con Los Planetas (el disco está grabado en el Refugio Antiaéreo) y elevando los corazones. Y eso sólo de momento. DAF. “FÜNFZEHN NEUE DAF LIEDER”. (Superstar Recordings/Satélite K) La Deutsch Amerikanische Freundschaft nunca se separó oficialmente, así que mejor no hablar de reunificación. Además, esto está clarísimo: si a todo el mundo se le está apareciendo la Virgen del Electro, ¿por qué no pueden Robert Gorl y Gabi Delgado-López meter mano en tamaño filón guarromariano? Al fin y al cabo, ellos ayudaron a sentar sus bases, facción marcialidad industrial. Fueron apenas tres elepés, entre 1981 y 1982, pero en ellos está todo lo que te gusta (o detestas) hoy. Igual que en estas 15 nuevas canciones (con homenaje a Liaisons Dangereuses incluido). Así cualquiera se reivindica. ELECTRONICAT. “21ST CENTURY TOY”. (Disko B/Red) Si T. Rex fuera un grupo actual, también sería... electro. Tal es la premisa de la que parte Fred Bigot para desarrollar el último largo de una carrera de fondo que ya dura seis años. Con la ayuda del francotirador Gerhard Potuznik (G. D. Luxxe, coproductor de Chicks On Speed) y Catriona Shaw (Queen Of Japan), el parisino pone patas arriba el legado glam de Marc Bolan y Brian Eno descargando distorsiones, ruido y suciedad sónica de actitud electrónica (punk). Ni electroclash ni new rock. Simplemente, rocks! GANG STARR. “THE OWNERZ”. (Virgin) Al César lo que es del César (ni de Timbaland ni de The Neptunes ni, mucho menos, de Jay-Z o P. Diddy). Han tardado cinco años, aunque al menos ahora saben que tienen la verdad de su lado (siempre la han tenido). Quizá no sea ese gran paso adelante esperado, pero es lo que gana el hip hop en honestidad. Créelo: Guru y DJ Premier están de vuelta. Después de semejante lección, si lo han hecho para quedarse ya da lo mismo. VARIOS. “NEW YORK NOISE”. (Soul Jazz Records/Satélite K) Tenía que pasar. No se podía aguantar más sin poner en evidencia a esos embaucadores de la modernidad que responden por LCD Sound System, The Rapture, The Liars, Radio 4 e incluso (o sobre todo) Metro Area. Recopilados bajo el subtítulo “Dance Music from The New York Underground (1978-1982)”, aquí están los protohéroes del post punk, la no wave y el electrofunk que iluminan el actual pandemónium sonoro. A la juventud trendy le gustarán los del cencerro y las guitarras (DNA, Liquid Liquid, The Dance, Bush Tetras, Glenn Branca); a los friquis, los experimentales negros (Rahmelzee vs K. Rob, Dinosaur L., Defunkt, ESG). Ya están tardando los ingleses en reeditar a P.I.L. FAT TRUCKERS HITS PARA CHICAS (BORRACHAS) Han teloneado a The Rapture o Pulp. Uno de sus componentes se esconde bajo el alias de Jason Buckle para acompañar a Jarvis Cocker en ese electroproyecto titulado Relaxed Muscle. Están tan tarados como sus canciones (jitazos de electrorock sudoroso y maloliente con estribillos –ese “Superbike”, ese “Teenage Daughter”– como martillazos). Su disco, “Fat Truckers” (Gigolo/Red), te puede parecer lo mejor o lo peor. Contestó, durante el Sónar, Ben Rymer, ejemplar representante del suburbio británico. La verdad: parecéis tres muchachos de pueblo que disfrutan haciendo ruido y pegando botes como niños. ¿De dónde habéis salido? De Sheffield. Nos conocemos desde pequeños. Fuimos Ross (Orton) y yo los que empezamos con esto de la música. Cuando quisimos poner voz a lo que componíamos, descubrimos que los dos cantábamos fatal, así que no nos quedó tuvimos que reclutar a Mark (Hudson), que lo hace mucho mejor que yo. Aún no sé cómo nos arreglamos para covencerle. Creo que aún tenéis trabajos como Dios manda en vuestro Sheffield natal. Sí, no nos queda más remedio. Yo curro en un bar, Mark en un café y Ross saca dinero alquilando su estudio de grabación. ¿Qué se os ha perdido en un festival tan cool como el Sónar? Pues hemos venido a conocer a gente simpática y a beber un poco de vino. Alguien nos vio cuando actuamos en Francia y nos contrató. Tocar para tanta gente es un poco como ser comida para leones. ¿Quiénes están más locos, vosotros o los que disfrutan de vuestra música? Los que nos ven. Por cierto, muchas chicas. No hacemos tanto música para drogas como música para cervezas, tenemos un espíritu más rockero. Atraemos a la gente más rara y obsesiva. Una vez, un chaval nos confesó que venía a nuestros conciertos porque le gustaba ver cómo las chicas movían sus piercings. Ellas no paran. La crítica ha dicho que sois la banda más extraña que jamás haya existido, haciendo un retrotechno bárbaro (en el sentido más literal). ¿Os sentís identificados? No con eso de techno. Nuestra estructura no es de cuatro por cuatro. Hacemos rock con base electrónica. Sí estoy muy de acuerdo en la otra parte de la definición, en lo de bárbaros. Somos unos animales. ¿Es cierto que a ninguno os hace demasiada gracia eso de mudaros a Londres y cambiar el estilo de vida pueblerino que ahora lleváis? ¿No queréis ser estrellas? Ninguno de nosotros tiene la más mínima intención de hacerse famoso. Pero sí sois íntimos del famoso más famoso de Sheffield: el señor Jarvis Cocker. Conocemos a Jarvis desde hace tiempo, sí, pero no envidiamos la vida que lleva, con tanta gente obsesionada con él, pendiente de todo lo que hace. Hoy las bandas sólo están interesadas en ganar dinero, en hacerse famosas. Es terrible. Entonces, ¿qué pintáis en un sello como Gigolo, con un star system propio y una filosofía que tiene mucho que ver con el glamour, la decadencia y la frivolidad del estrellato? Que la fama no nos interese desde el punto de vista personal no significa que no queramos que nuestra música suene y se escuche. En este sentido, Gigolo es un buen sello, con mucha distribución. Nos permite llegar a muchos rincones del mundo. ¿Y no os han propuesto cambiaros la imagen o quizá grabar un clip calentorro con Miss Kittin? Pues no. Nosotros no somos fashion. No nos interesa el mundo de las tendencias. Hacemos, sobre todo, música para adolescentes. Es una pena que toda una generación haya crecido escuchando basura como Avril Lavigne o Marilyn Manson. No sé qué efectos catastróficos puede tener esto en el futuro... Hell afirma que sois el futuro. ¿Estamos salvados o debemos usar nuestros ahorros en construirnos un búnker? Si los americanos siguen así, me temo que todos acabaremos metidos en uno. // L O L A L O L A F 60 Tanned Tin. Comienzan las confirmaciones en el cartel del festival de Acuarela (noviembre, Santander), con sus míticas azafatas-dominatrix y sus no menos míticos cuartos de baño. Estarán Black Box Recorder, Chucho, Early Day Miners, Do Make Say Thinky y Miztura. Los pitonisos de la cosa añaden a Emak Bakia, Refree y Grupo Salvaje, todos con nuevos discos a la vista. Jack White. La guitarra de White Stripes hace de él mismo en lo próximo de Jim Jarmush “Coffe And Cigarrettes” y se hace pasar por actor (dicen que no lo hace mal) en “Cold Mountain”, de Anthony “El paciente inglés” Minghella, a la que también pone banda sonora. Del rodaje con Minghella ha salido con nueva conquista: Reneé Zellwegger. Reuniones. Frank Black fantasea con el comeback de los Pixies (por lo visto, se reunen para jams privadas), pero los que realmente ya graban en Berlín (cinco temas inconclusos que no entraron en el EP “Glider”, de 1989) son My Bloody Valentine. Además, Kevin Shields ha firmado la banda sonora de la esperada tercera película de Sofia Coppola, “Lost in Traslation”. BAD HAIR DAY gracias por la música Si pensabas que The Strokes lo habían dicho todo en cuestión de estética capilar, aquí tienes a los próximos en darle otra vuelta de tuerca al asunto del Very Important Hair. Los chicos de Kings Of Leon, los hermanos Caleb, Nathan y Jared y su primo Matthew, pasaron de tragarse las misas evangelistas en su Tennessee natal (su padre iba de parroquia en parroquia sermoneando a las masas), a amenizarlas con sus composiciones para delirio de la comunidad pentecostal. Hace tres años que se mudaron a Nashville y consiguieron grabar un EP, “Holy Roller Novocaine”. El furor que desató en NME les allanó el camino para su CD, “Youth And Young Manhood”, en el que van del clásico rock sureño al blues o la psicodelia, de The Kinks LAS CANCIONES QUE MANO DE SANTO CANTA POR LA CALLE Cómo es posible que triunfe la campaña de la Once y que no se le haga justicia al pegadizo “El baile de la ameba”, jit de Inma y Fran, pareja de salmantinos cobijados en Austrohúngaro y los primeros en fabricar su CD ideal para FAKE. Será que no salen en la tele... «Este CD recopila algunas de nuestras canciones favoritas, que hemos canturreado repetidas veces, hasta engañar nuestra memoria y creer que lo que dicen nos ha sucedido a nosotros. Todos estos artistas nos han regalado una falsa e inconsciente autobiografía ajena, las canciones de nuestra vida». 1. VAINICA DOBLE. “La ballena azul”. Al poco tiempo de conocernos ya cantábamos popurrís de Vainica Doble según volvíamos a casa por la noche, e incluso llegamos a conocer así a otros fans de ese dúo irrepetible. 2. SPARKS. “When Do I Get To Sing My Way”. Interpretamos esta canción sin saber que llevábamos en un bolsillo el CD donde apareció originalmente, regalo de un amigo de Valladolid. 3. MOMUS. “Coming in A Girl´s Mouth”. Aunque nos gusta la letra, nunca diríamos que es deliciosa. 4. ASTRUD. “A mí me pasa lo mismo”. Inma subió al escenario a cantarla en un concierto de Astrud, y estuvimos toda la tarde ensayándola. Ahora forma parte de nuestro repertorio y nunca nos acordamos de decir que no es nuestra. 5. ISABEL PANTOJA. “Así fue”. Da mucho juego para cantarla a dos voces, en plan Pimpinela. La letra tiene varias interpretaciones y es fácil de descontextualizar y la música nos encanta. 6. CARLOS BERLANGA. “Si no es por ti”. También es ideal para hacer un dúo (nuestras voces empastan muy mal la una con la otra), y para ir variando la letra, de acuerdo a las circunstancias. 7. THE MAGNETIC FIELDS. “Love Is Lighter Than Air”. Una canción muy optimista y veraniega, ideal para hacer coreografías urbanas. 8. MY BLOODY VALENTINE. “When You Sleep”. Fran solía tararearla cuando paseaba por Madrid. No sabe lo que dice la letra, ni falta que hace. 9. THE SMITHS. “Heaven Knows I´m Miserable Now”. Inma tiene una facilidad innata para aprenderse canciones de los Smiths y de Morrissey de memoria, pero a Fran le resulta imposible. Ésta es la excepción. 10. THE TOKENS. “The Lion Sleeps Tonight”. De toda la lista, esta es la más difícil de interpretar. Es una melodía que todos conocéis, entre africana y tirolesa, folklore universal. F 61 a Neal Young y hasta a la Velvet. Pinta retrosetentera, sí, pero se nota que han deglutido a base de bien. Ponte peluca, ya. / / I S O B E L “Youth And Young Manhood” (RCA), a la venta el 7 de septiembre MOVE YOUR FEET Ibiza, patria de DJs musculados/locas, psicóticos del trance o technócratas maquineros, recibe este verano (en Manumission los lunes, date prisa porque se va a mediados de septiembre) a Har Mar Superstar, la última sensación del baile británico importada de Minnesota. Con la pinta de un Senior (de Junior Senior) con vocación de stripper y el alma (funky) más negra que R Kelly, ha facturado un disco, “You Can Feel Me” que, a pesar de no ser más que una broma de 29 minutos que abusa del “Put Ya Hands Up” y similares, le ha puesto (para escándalo de los puristas) en la órbita del hype. Dice que podría ser como Usher, pero en blanco. Mejor pensar que está de coña. / / A U D R E Y R O S E fake-out FAKE vs. VICE. Como el culo. Vice es la revista más cool del mundo. Panfleto punk de 16 páginas made in Montreal en 1994. Glossy magazine pop reubicado en Nueva York en 1999. Edición británica desde 2002. Esta primavera también se ha echado edición australiana. Redondean la jugada su productora televisiva (Vice TV), un tentáculo discográfico (Vice Records, filial de Atlantic Records, con él llegó el álbum de The Streets al mercado americano), una línea de ropa (en cadena de tiendas propia), la compañía cinematográfica (Vice Films) y la versión web (www.viceland.com). Cuenta entre sus colaboradores habituales con profesionales de la ironía gruesa tipo David Cross y Sarah Silverman y le hacen los retratos el wunderkid Ryan McGinley –con cargo de director de fotografía– y Terry Richardson (juntos en la pola de aquí al lado, gentileza de Richardson, desde la que nos dedican un saludo especial junto a Sharky Favorite, otro contributor de postín). El año pasado publicó el volumen “The Vice Guide to Sex And Drugs And Rock’n’roll”, mucho más una recopilación de los mejores y más sucios reportajes aparecidos en la revista durante la última década: 300 páginas del fenómeno cultural más escandaloso de la Historia jamás contado (a la venta exclusivamente en el Amazon canadiense, www.amazon.ca). Es sexy, guarra, mordaz, inconsciente, macarra, pueril. A veces, inteligente; otras, despreciable. Escriben «puto negro» y «maricón de mierda» con propiedad. Y todo eso, gratis (bueno, aquí, cuando llega a ciertos quioscos, te la cobran). The Face le copió su sección Fashion Do’s, Fashion Don’ts, o cómo ejercer la crítica de moda en la calle y vivir para contarlo; el sueño de cualquier marica mala. Lo peor que se puede decir de ella es que es a la prensa lo que “Jackass” a la tele. Un sonoro pedo en tu cara. Un irreverente, hilarante e inquietante ejercicio de neoperiodismo gonzo que ha conseguido rescatar de los fumaderos de crack a tres perdedores de Le Plateau. Blame Canada!: Gavin McInnes, Shane Smith y Suroosh Alvi, equipo fundador y apóstoles del degradante Vice lifestyle. Sexo, drogas, rock’n’roll y muerte. Al habla McInnes, que amenaza con practicar fist fucking en nuestros traseros con una botella rota. Que le den. ¿Quién coño necesita una guía sobre sexo, drogas y rock’n’roll? ¿Qué? ¿Se trata de un trabajo empírico o es sólo teoría? Todos nuestras experiencias personales están ahí. ¿No habéis leído la entrevista que abre el libro? La verdad es que parece un volumen un tanto inútil. Seguro que muchos de vuestros lectores podrían daros varias lecciones al respecto... ¿De qué carajo me habláis? Echad un vistazo al capítulo “Guía para comer coños” o al de la “Guía del sexo anal” y decidme si son superfluos, imbéciles. ¿Intentáis ser divulgativos, subversivos u ofensivos? No sé qué quiere decir divulgativo. Nosotros escribimos como hablamos y contamos historias que nos parecen interesantes. No existe estrategia o plan secreto alguno. Sólo intentamos hacer la revista que nos gusta leer, la televisión que desearíamos ver, las películas por las que pagaríamos una entrada, las tiendas en las que nos encantaría comprar... ¿Cómo seleccionasteis los temas y a los autores? ¿Qué tipo de pago han recibido? Lo único que hicimos fue reunir al mejor equipo y ponerlo a trabajar. ¿Por qué preguntáis lo del pago? ¿Qué clase de revista es la vuestra? ¿De qué vais? Bueno, da la sensación de que solamente os gusta el sexo si es bizarro (o pegajoso); las drogas, si os hacen vomitar, y el rock’n’roll, si es fashion... A tomar por el culo. ¿Acaso queréis leer la “Guía Vice de la postura del misionero” o la “Guía Vice del beso con lengua”? ¿Os hace vomitar el ácido líquido? ¿Y qué coño es el “rock fashion”? ¿Lenny Kravitz? Vaya majadería. ¿Deberíamos escribir sobre Uriah Heep? Es que parece que habláis de sexo, drogas y rock’n’roll como el que comenta tendencias... Y vuestro inglés parece el de un taxista inmigrante... Ilumínanos: ¿qué se llevará en cuestión de sexo, drogas y rock’n’roll la próxima temporada? ¿Qué? En sexo lo más serán los gemelos que se lo montan juntos. Y el incesto homosexual. La nueva droga se llama cake, una pastilla del tamaño de un balón de fútbol. Y por lo que respecta al rock’n’roll: disco Oi!, sin duda. Mirad lo que pasa en el mundo. El rock obrero bailable va a ser muy grande. ¿Sois el Vogue de los punk/electro rockers? Sí. Lo dice nuestro plan de empresa. Hubo un mes que cogimos un Vogue al azar, dibujamos crestas mohawk en las cabezas de todos los que salían y lo publicamos así. Nos pusieron una demanda de cientos de dólares. Por cierto, ¿no habéis oído eso de “Sex, drugs and rock’n’roll... is over” en el “Madame Hollywood” de Felix Da Housecat? ¿No deberíais tenerlo en cuenta? Lo que me encantaría es que nos viéramos las caras algún día... A nosotros también contigo, Gavin, a nosotros también... // FAKE Fundadores: FAKERS Director: JOHN SMITH [email protected] Redactora jefe: JANE DOE [email protected] Diseño gráfico: DIEGO ARESO [email protected] Editor gráfico: RAMIRO e Colaboradores: JAVIER BLÁNQUEZ, PEDRO CALLEJA, GUSTAVO DENTO, ELENA HORICA, ISOBEL, LOLALOLA, RAFA RODRÍGUEZ, ANOREXIC ROBOT, AUDREY ROSE, JUAN SARDÁ FROUCHTMANN, SANDRA F. MOLINA, SARA SÁEZ Fotografía: NICOLA KUPERUS, ANTONIO MACARRO & GORKA SOROZABAL, XEVI MUNTANÉ, PACO Y MANOLO, DANIEL RIERA Artistas invitados: SILVIA PRADA www.silviaprada.com, JOHN TURNER www.foreignrecreation.com Diseño y programación web: JORGE J. 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