“FORMACION PROFESIONAL Y REZAGO EDUCATIVO” Mtra. María del Carmen Zamora Soriano Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Estudios Superiores Iztacala El presente trabajo surge del interés por explicar y atender el rezago educativo en la Carrera de Psicología de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM, asi como de generar no sólo reflexión entre los actores implicados (estudiantes, personal académico), sino la implementación de espacios de asesoría tendientes a resolverlo. En este proyecto de investigación participamos personal académico adscrito a diversas áreas formativas: metodología de la investigación y tecnología aplicada, desarrollo y educación, así como de métodos cuantitativos y psicología experimental teórica –conducta humana-, con la finalidad de generar un enfoque que permita situar y problematizar de forma pertinente y exhaustiva nuestro estudio. Asignaturas e índices de reprobación en la carrera de Psicología De acuerdo con los datos estadísticos derivados de la administración escolar de nuestra facultad un porcentaje significativo de estudiantes han reprobado históricamente dos asignaturas substantivas en la formación profesional: Psicología Experimental Teórica (Conducta Humana) III (29.01%) y IV (28.86 %), así como Métodos Cuantitativos I (18.46%) y Métodos Cuantitativos II (15.78 %) De acuerdo a la estructura curricular de la oferta educativa de este plantel la asignatura de Psicología Experimental Teórica (PET) promueve en los estudiantes la construcción de conocimientos que impactan en los módulos experimental y aplicado con la finalidad de generar bases teóricas rigurosas que se desarollan mediante la lectura, seminarios y tutorías. De esta manera se ubica al estudiante en el contexto histórico y social de los distintos problemas teóricos de la psicología contemporánea, de modo que puedan analizarse las implicaciones de las conceptualizaciones de nuestra disciplina mediante el planteamiento de posibles formas de abordar la realidad así como del desarrollo y solución de demandas específicas. En el caso de métodos cuantitativos se dota al estudiante de la herramienta estadística y matemática que le permita representar e interpretar la información fáctica, así como analizar en términos estadísticos el comportamiento, subrayando la continuidad de procesos y la complejidad creciente de sus determinantes, (Ribes; Fernández; Rueda; Talento y López, 1987). Formación profesional del psicólogo En el caso de la formación del psicólogo en Iztacala se busca la generación de “profesionistas competentes con una sólida formación científica, tecnológica y humanística con un elevado sentido de responsabilidad y con capacidad para promover soluciones pertinentes e innovadoras en las áreas de oportunidad y emergentes que sitúan la demanda social en el campo de su disciplina” (en http://psicologia.iztacala.unam.mx) La formación profesional del psicólogo implica el desarrollo de valores tales como la ética en el ejercicio profesional, el sentido de compromiso y responsabilidad con las necesidades imperantes de la sociedad, compromiso con la calidad, sensibilidad ante la vida, preservación de la salud, reconocimiento y respeto de los límites de su ejercicio profesional. De acuerdo con Beltrán Lara ( ), la conformación de valores en las Instituciones de Educación Superior (IES) está orientada a la formación flexible, pertinente a las necesidades sociales y a los adelantos en la ciencia y la tecnología; así, la lógica y la moral se van constituyendo en la dinámica cotidiana de la vida educativa. En las asignaturas que competen a este proyecto de investigación se intenta promover en el caso de la teoría un número de materiales de lectura que promuevan la integración de un marco de referencia acorde con la perspectiva formativa a saber: Conductismo, Psicología Cultural y un programa de trabajo que integra tres aproximaciones Piaget. Skinner y Vygotsky. El papel que la eduación tiene en la vida de las personas “constituye uno de los factores fundamentales necesarios para la formación intelectual y moral, de tal manera que la escuela tiene un peso nada despreciable de responsabilidad en lo que se refiere al éxito o fracaso del individuo en la realización de sus propias posibilidades y en su adaptación a la vida social” (Piaget ). La educación como lo plantea Bruner (2002) es puerta de acceso a la cultura y ubica a los agentes como posibilitadores de cambio orientado nuevos objetivos a partir de sus intereses al tiempo que les convierte en ciudadanos del mundo, lo que representa la poseción e intercambio de conocimientos sin fronteras. La educación superior implica la constitución de una identidad dentro de su esfera formativa, es decir, se desarrolla conocimiento diestro y se consolida la constitución de quien se es como profesionista. (Shön, D; Lave y Wenger; Díaz Barriga, A. y Garrido, A) La conformación de quién es el universitario, su saber y su quehacer implica no sólo la apropiación de un conocimiento diestro al tiempo que se legitima dentro de la comunidad de la que forma parte. La formación profesional tendria también que impactar en el sentido que tiene para la vida de los universitarios todo conocimiento constituido en co-participación con sus compañeros de aula y con sus profesores. La formación profesional en las universidades públicas genera espacios de reflexión y análisis de los modelos existentes para explicar el mundo social. Así, en el caso de la formación de los estudiantes de nuestra carrera, la crítica es un ejercicio permanentemente exigido dentro de la vida en las aulas y le da sentido al trabajo no sólo de la lectura y de la síntesis, al planteamiento de preguntas de investigación y su problematización, a la generación de modelos de análisis e interpretación cuantitativos y cualitativos de la realidad observada sino también a la incorporación de la tecnología en estrategias de intervención de esas realidades observadas. Los jóvenes son enseñados/instruidos en la formación profesional del ser psicólogos, mediante modelos educativos que ponen de relieve una relación dialógica que recupera en retrospectiva tanto su historia como individuos, así como su historia como estudiantes; mientras que, en prospectiva se constituyen identidades profesionales que tienen sentido dentro de las estructuras de los perfiles profesiográficos (profesionales) y que en ocasiones colisionan con su propias expectivas formativas o metas a alcanzar (el currículum de aprendizaje). Son estos perfiles profesionales los que definen la formalidad de la enseñanza (el currículum de enseñanza como lo entienden Lave y Wenger) y las actividades planeadas dentro de los programas de estudios promueven el desarrollo de habilidades diferenciadas de acuerdo a las propuestas teórico-metodológicas de cada programa. Los recursos para la evaluación de las habilidades desarrolladas dentro de los cursos formativos son también variados y sus exigencias están inscritas en expectativas planteadas dentro de los programas. En ocasiones, la diversidad de criterios de evaluación subyace a la compleja oferta de programas aún dentro de la misma asignatura (como lo es el caso de la asignatura Psicología Experimental Teórica III y IV). Si lo mencionado lineas arriba sirve como preámbulo para entender cómo es que se estructura la dinámica de la formación universitaria y el lugar que ocupa el rezago, consideramos que es importante darle un peso específico a la historia formativa de los estudiantes y al espacio compartido dentro de las aulas con otros estudiantes y sus profesores, asi estamos asistiendo a la compleja dinámica de acompañamiento en y para la formación en el quehacer profesional. Dinámica que pone de relieve también las estructuras macroeconómicas, políticas y sociales que le dan marco a la educación superior y particularmente en nuestro país (cfr. Romo, L. y Fresán, O. ) Esto dicho sea de paso cobra importancia si concebimos que junto a la formación profesional y la constitución de identidades que de ella se deriva, el rezago se convierte en un motivo de preocupación en la vida educativa en todos los niveles formativos del sistema educativo mexicano y, particularmente, en el nivel superior que es el caso que nos ocupa. Economía y política. La educación superior y el rezago La dinámica de la vida económica y la política educativa superior de un país en desarrollo como el nuestro promueve la incorporación de los saberes derivados en la formación universitaria a las demandas del mercado de trabajo. Los mercados de trabajo demandan profesionistas calificados para la práctica y la conformación de saberes propios de la dinámica laboral en la que se insertarán los egresados de las universidades, de ahí que se prefieran como lo reportan algunas investigaciones (citar) egresados que se adapten a las demandas con respecto a su ejercicio y función. Y que deben consolidar los objetivos de la enseñanza en la que están siendo formados. La formación universitaria tiene varios retos frente a sí pues a las demandas del mercado laboral se suman también los sistemas de creencias en torno a la vida educativa, como lo demuestra el trabajo de Saucedo R. ( ) y de cómo la escuela se transforma en un escenario de utillidad debatible en amplios sectores de la población mexicana. Sobre todo si se piensa que la escuela no tiene un valor remunerativo en sí misma y que ello obliga a muchos jóvenes a replantearse al interior de sus familias el lugar social que tiene la educación formal. Desde nuestra perspectiva, debe también reconocerse el valor que se le asigna a la vida formativa en el escenario profesional a los saberes derivados dentro de la vida en las aulas y al peso que las estructuras de los programas de trabajo tienen en la conformación de quiénes son los profesionistas. En nuestro país las politicas tendientes a abatir el rezago educativo han tomado en consideración múltiples factores. Entre ellos se encuentran aspectos de carácter social, económicos (tanto del país como de las familias de origen de los estudiantes), educativos (referidos a los planes y programas de estudio). factores de carácter motivacional y personales o bien a la relación con el personal docente (la vivencia del currículum oculto como lo plantea Jackson, Ph). De acuerdo con Bronfenbrenner, U (1997), las experiencias de desarrollo y aprendizaje suponen incoporar la compleja interrrelación que existe entre los contextos a través de los que participa directa o indirectamente el individuo. De ahí que cobra sentido para nosotros como equipo de trabajo, y en concordancia con este autor, considerar al rezago como un asunto que se explica desde múltiples perspectivas y que nos lleva en este primer momento de la investigación (conjuntamente con la implementación de instrumentos de valoración y su análisis) a generar interpretaciones plausibles sentido de nuestras praxis educativas y cómo impactan en el rezago. Hablar de rezago abarca desde el nivel básico hasta el nivel superior, la inclusión de las reformas a los planes y programas de estudio en todos los niveles han puesto énfasis en primer término en el anquilosamiento del Sistema Educativo Mexicano (Ornelas, 1999 y Ornelas, 2002). Datos de la OCDE (2009) revelan la tendencia en la población que estudia en nuestro país (sobre todo en el nivel básico, medio básico y medio superior) a reprobar asignaturas tales como español y matemáticas. Asunto que resulta preocupante para nosotros como psicólogos, sobre todo, si se toma en consideración que la formación derivada de las matemáticas posibilita el desarrollo de estructuras de pensamiento lógico-formal, el razonamiento, la deducción, el análisis y la síntesis, la conceptualización así como la resolución de problemas concretos y abstractos. (Piaget, Delval, Brown) En lo concerniente al uso del habla como herramienta e instrumento (Vigostsky, Werstch, ) supone la apropiación de los sentidos de la praxis cultural, su posibilidad de producción y re-creación. Es mediante el habla que se comparten y llegan a dominarse de forma autónoma conocimientos y saberes formales (los propios de la escolarización y de la alfabetización) así como los informales o propios de la herencia sociocultural (y que son saberes externos a la educación de la vida escolar). Ocupa en este proceso dinámico y complejo un lugar especial el estudiante (el profesional en formación), los docentes y, sin duda, las estructuras jurídico-administrativas (Beltrán Lara, 2007). No obstante, con la finalidad de empezar a bosquejar desde nuestra perspectiva como equipo de trabajo la atención al rezago educativo nos centraremos en primera instancia en el estudiante por ser agente de cambio y porque en él tienen impacto las estructuras pedagógicas y curriculares derivadas de la formación profesional. En este momento, el desarrollo de nuestra investigación se ocupa del estudiante y de su experiencia formativa como un primer acercamiento al tema que nos ocupa. La posición del profesionista en formación El lugar social (posición) como lo entiende Dreier, O (1999) implica reconocer el papel sociojerárquicamente hablando variable y dinámico que ocupan las personas dentro de sus contextos de práctica social. Tradicionalmente se ha pensado en el estudiante en formación como aprendiz del conocimiento y el papel del docente como el de experto en la conformación de la experiencia de sus estudiantes. Los papeles sociales de unos y otros instituyen el sentido que la formación tiene en la trayectoria académica de los estudiantes. El peso de las actividades educativas, su organización, su visión y orientación pedagógica recae en la figura del estudiante, pero de igual forma la estructura compleja de la educación como práctica implica reconocer el peso que tiene no sólo el conocimiento en formación sino la dinámica de la relación de los estudiantes con los contenidos y la forma en cómo éstos son aprehendidos o no por ellos, por el lugar social que tienen sus compeñeros de clase como pares en la experiencia de aprender, las motivaciones intrínsecas o extrínsecas de su proceso de aprendizaje, las relaciones en el proceso enseñanza/aprendizaje mantenidas con sus profesores (y como las expectativas de estos últimos pueden resultar contrastantes con las de la familia de origen, por ejemplo), además de las demandas instititucionales de la formación profesional (seriación de las asignaturas, reglamento general de exámenes, tiempo de permanencia como alumno regular). Como lo apuntan Romo L. y Fresán O. (2008) “reconocer al alumno como el eje de la atención de los programas académicos de las IES mexicanas, implica considerar su existencia y transformación a lo largo de un espacio temporal que comprende tres momentos claramente identificables: la etapa anterior a su ingreso y hasta su integración a la institución educativa (primer momento), el transcurso de sus estudios regulares durante su permanencia en la institución (segundo momento), y el lapso que se oberva entre el momento del egreso y la obtención de un título que acredita sus aprendizajes y su calidad como profesionista (tercero).” Psicológicamente hablando, al menos en lo tocante al primer y segundo momentos, consideramos, tiene repercusiones en las trayectorias educativas de los estudiantes pues se pone el acento en los precurrentes con los que ingresan al nivel de formación profesional y cómo pueden facilitar u obstaculizar el proceso de aprendizaje de los contenidos de al menos dos asignaturas obligatorias para la conformación académica de nuestros estudiantes. En ese extenso recorrido planteado por Romo L. y Fresán, O. (op. cit.) las IES debieran prever un conjunto de actividades dirigidas a los alumnos que se ocupara de ellos desde antes de su ingreso “con programas de información y orientación efectivos y mecanismos de selección justos; y hasta después de su egreso, con mecanismos de apoyo para la inserción laboral” (ANUIES, 2000). La estructura compleja de la vida formativa profesional Los datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2006) revelan que las cifras del rezago educativo en México tienen profundas raíces que no sólo pueden explicarse desde las complejas políticas sino también desde el lugar que ocupa la educación y la investigación en nuestro país. En México una parte sustativa del gasto público está destinado a programas que impactan en sectores sociales desfavorecidos, al sector salud, y al desarrollo productivo. Los recursos destinados al gasto educativo corresponden al 6% del PIB. Esta situación en la escasa atención educativa de la población es representativa de la reproducción social de condiciones de desigualdad económica (Bracho, 2005 en: BID) De acuerdo con Ornelas (2002) el bajo índice de la inversión en gasto educativo e investigación en México permite comprender que el rezago no es privativo de un sector formativo en particular sino del sistema educativo en su conjunto, de manera que en comparación con escalas internacionales no se provee de una estructura educativa que garantice la calidad y la competivitividad de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Es claro que este avance de acuerdo con el BID estará mediado por la capacidad del sistema educativo en nuestro país y, particularmente, de las universidades públicas de “preparar una masa crítica de profesionistas con altos niveles de conocimientos útiles, con capacidades emprendedoras y de innovación para convivir en una sociedad democrática”, (p. 1) aspecto que de acuerdo con Díaz Barriga, A. (2005) resalta la importancia de lograr un lugar social de relevancia al papel que tienen los profesionistas en nuestra sociedad y particularmente a la formación de los profesionistas En esta nota de política del BID se analizan los principales retos que enfrenta el Sistema Educativo Mexicano en cuanto a su cobertura, calidad y eficiencia en los distintos niveles formativos, así como los requerimientos de reformas más profundas que se vuelven impostergables. En cuanto a la educación superior, se resalta el bajo nivel de cobertura que es de tan sólo el 22%, además de que el decremento en el número de estudiantes admitidos en los programas de ciencias exactas es de 2.4% de la matrícula (Romo, 2005) y la demanda creciente hacia programas de estudio en ciencias sociales y administrativas, abarca un 47% de la matrícula; así, la recomendación es lograr que un mayor número de personas tengan acceso y concluyan estudios con una “adecuada calidad” en el nivel terciario y que ese sistema educativo prepare a una masa crítica de estudiantes en disciplinas que generen riqueza e innovación. (Se resalta que aunque es una referencia no representativa en el año 2005 había 78 alumnos mexicanos inscritos en la Universidad de Harvard. De estos, un 28% estudiaban en la Escuela de Negocios, un 23% en la Escuela de Gobierno y un 20% en la Escuela de Artes y Ciencias, en la que se concentran, entre otros, los programas de ciencias exactas y tecnología. Corea por su parte, tenía 244 alumnos, con un 40% de ellos inscritos en la Escuela de Artes y Ciencias, 7% en la Escuela de Negocios y un 10% en la Escuela de Gobierno). Este punto es importante pues contrasta también con las expectativas y sistemas de creencias que prevalecen en torno a la educación (cfr. Saucedo R., op. cit.) y, particularmente, a la investigación. Expectativas que como lo demuestran nuestros datos preliminares son compartidas por los estudiantes inscritos en nuestra carrera. No debe extrañarnos pues en concordancia con Bronfenbrenner, U. (1987) y Dreier, O. (1999), los contextos de la prática social en los que se encuentran insertas las peronas les permiten adoptar posturas críticas en torno a otros contextos de forma que se contrabalencea, se sopesa y se somete a revaloración su significado social y de esta manera se constitituye su experiencia personal resaltando siempre el lugar social que se le otorga al individuo a través de las prácticas de las que forma parte. La formación universitaria es en muchos sentidos desvalorizada por estructuras macroeconómicas y políticas que posibilitan una perspectiva paradójica entre sus expectativas, los actores y las tendencias que le danmarco y sentido dentro del Sistema Educativo Mexicano. Situación que pone el acento no sólo en los estudiantes y su formación sino en el sentido que la formación docente adquiere dentro de esta compleja estructura. Los destinatarios de la educación se enfrentan a modelos donde el rezago se intenta abatir invariablemente mediante prácticas remediales (Ornelas, op. cit., BID, 2006, OCDE, 2007) que dejan de lado factores que implican desde la sólida conformación permentente del personal académico, asi como de la evaluación de su desempeño a través de la cobertura de sus objetivos de trabajo dentro de los planes de estudio. Se deja de lado también el impulso a modelos de investigacion e intervención que legitimen el sentido de la formación universitaria y, más aún, que se vuelva sensible al sistema político y económico de la imperante necesidad de instaurar investigación y el gasto en investigación que redunde en la generación de tecnologías que impacten paulatinamente en la raíz de este problema. En muchos sentidos, las estrategias de enseñanza se vuelven reproductivas de sistemas de desigualdad social y sin duda ello también puede apreciarse dentro de las aulas. Las actitudes del docente asi como las conceptualizaciones que pueda tener de sus estudiantes reproducen sistemas anquilosados de prácticas que ponen en desventaja al estudiante tal como lo afirma Jackson (2005). Al ubicarse docente y alumno en planos de asimetría, no se permite la generación de estructuras sociales y educativas en donde ambos puedan gradualmente intercambiar sus conocimientos respecto a la construcción del conocimiento, a la incorporación de la tecnología en su sentido histórico y social como medidadora de los procesos de aprendizaje y en el reconocimiento del nivel real y potencial de desarrollo de cada estudiante. Conclusiones Este proyecto de investigación abre un espacio de reflexión y acción práctica que nos permite afirmar que, el abatimiento del rezago en el nivel superior tendría que poner el acento en las dinámicas de promoción del dominio de contenidos por parte del estudiante, en la supervisión permantente de la actualización de los contenidos de la enseñanza, en las prácticas pedagógicas de los profesores, en el carácter de la relación social del personal académico respecto de sus estudiantes, las concepciones que tiene acerca de quién es el estudiante, qué se espera de su proceso de aprendizaje y de la valorización que se otorga a la formación de profesionistas. La formación profesional tal como ocurre en los contextos educacionales del nivel superior, implica un proceso de intercambios de enseñanza y de aprendizaje en el cual se involucran profesores y alumnos, tomando en cuenta todos sus aspectos, desde los de orden personal, así como los académicos, incluyendo para los alumnos, los relacionados con el área familiar, proyecto de vida, estrategias de aprendizaje, entre otros, mientras que para los profesores, el conocimiento sobre lo que ha de enseñar, su actitud y formas de evaluar; además de considerar los contenidos por aprender (programas), así como las condiciones institucionales que, con las políticas y programas de apoyo (como los programas de becas). Estos elementos pueden coadyuvar o limitar los procesos de aprendizaje y tienen una gran importancia, más aún en la formación profesional, ya que si no se encuentran adecuadamente integrados entre sí, pueden estar limitando el desempeño académico, dando paso al rezago e incluso afectar la eficiencia terminal en una profesión; por lo anterior es necesario analizar lo que se presenta en cada dimensión a través de una evaluación diagnóstica para detectar áreas de intervención y dar el apoyo conveniente para evitar la deserción y el rezago escolar. Se vuelve imperante desde nuestra perspectiva, la generación de espacios institucionalizados dentro de la carrera que brinden orientación, atención y canalización a los estudiantes en situación de rezago que sean sensibles de la caracterización personalizada de cada caso, y en la misma medida generar mecanismos de acción tendientes a la reflexión conjunta con el personal académico acerca del capital cultural que poseen los estudiantes rezagados (Díaz Barriga, 2005) a fin de promover en el personal académico una fomación que reconozca el potencial de los estudiantes de acuerdo a sus condiciones contextuales de procedencia (sociales, económicas) pero también en términos de su desarrollo cognitivo. Referencias BID (2006). Un sexenio de oportunidad educativa. Nota política. 2007- 2012 Bronfenbrenner, U (1997). Ecología del desarrollo. Barcelona: Paidós Brown, A. (1998). A meta-cognitive strategies. Cambridge: Cambridge University Press. Bruner, J. (2002). 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