Lea el reportaje completo de Joaquín López del Ramo

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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
Imponente estampa de un toro de Charro de Llen originario de Atanasio Fernández, sangre que fue sustituida por la de Domecq en 2009.
Charro de Llen:
un clásico que apuesta
por la moda
La divisa de Charro de Llen, relativamente moderna en cuanto a su formación, está ligada por vía materna a
una de las familias salmantinas con más abolengo en la cría del toro bravo y los usos tradicionales camperos, los Sánchez-Tabernero. Su creador fue don Vicente Charro, padre los actuales propietarios y hombre de
singular perfil ganadero, ya que a lo largo de su vida poseyó nada menos que cinco vacadas de diferentes
sangres y fue capaz de tener éxito con casi todas, lo cual es un caso único en la historia. La última de ellas
hoy es dirigida por su hijo José Ignacio, quien, siguiendo la línea habitual en la casa de apuesta continua
por el cambio, en 2009 eliminó su original estirpe Atanasio y compró vacas y sementales de Daniel Ruiz, es
decir, juampedros de segunda generación. Fue una refundación que ha trasmutado por completo el estilo de
la ganadería, dándole un carácter más suave y previsible y un trapío más recortado. Siguiendo una línea idéntica a tantas otras, en la de Charro de Llen se ha buscado un toro dentro el estándar a la moda, y por lo visto este año en Madrid y en otras plazas, parece que el resultado ha sido el que cabía esperar.
Texto: Joaquín López del Ramo
Fotografías: Cano, Manuel Durán y
Sánchez Vigil
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L
os orígenes ganaderos de esta familia se remontan a Domingo
Tabernero Varas, que tuvo reses
bravas a inicios del XIX y llegó a debutar en Madrid en 1852. Este señor fue
el padre de Fernando Tabernero García,
personaje mítico del campo bravo salmantino conocido con el sobrenombre
del “Cojo de Continos”, quien también
lidió en la vieja plaza de la Puerta de Al-
calá allá por 1860, y cuya hermana Jacoba sería abuela de los famosos Antonio, Graciliano, Alipio y Argimiro Pérez-Tabernero. Hacia el año 1908, una
parte de la vacada de aquél “Cojo de
Continos” pasó a su nieto Manuel Sánchez-Tabernero, marqués de Llen, heredero de un rico patrimonio agrícola
entre que el figuraba la magnífica dehesa de la cual tomó nombre el mar-
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Manolete inicia la faena con el sobrero de Vicente Charro que estoqueó el 16 de julio de 1947 en la corrida de Beneficencia, última tarde que hizo el paseíllo en Madrid.
quesado, “Llen”, situada en el término
de Las Veguillas.
Don Manuel adquirió un hato de 80
vacas del duque de Veragua y un semental de Trespalacios, a las que agregó después medio centenar de reproductoras de Murube. Debutó en Madrid
con una novillada el 24 de marzo de
1912, en un cartel compuesto por Celita, Torquito y Paco Madrid. Aquellos animales atendieron por Canario, Verdugo,
Abubillo, Zancajoso, Veleto y Cerrajero, de
pelos jabonero, cárdeno, negro, castaño,
cárdeno salpicado y colorado, respetivamente, lo que delata el predominio de
sangre veragüeña en la ganadería. Ese
mismo año, un toro jabonero del marqués llamado Hocicudo ganó la corridaconcurso de la feria de Salamanca. Gracias a este y otros muchos éxitos, la ganadería logró un buen prestigio y su dueño gozó de la estima general del mundo taurino, además de una estrecha
amistad con el gran diestro mejicano Rodolfo Gaona. Sin embargo, no contento con el resultado de algunas corridas,
sobre 1919 don Manuel decidió sacrificar buena parte de las reses. Tras fallecer en 1921, sus herederos cedieron una
partida de vacas murubeñas que quedaron a Ildefonso Sánchez-Rico, quien
las agregó a las de Contreras con las que
tanta fama logró.
VICENTE CHARRO,
PERSONAJE GANADERO
Dos de los hijos del marqués de Llen,
Humberto y Juan Sánchez-Tabernero,
retomaron la tradición familiar tras la
guerra civil. El primero de ellos compró
en 1940 vacas y sementales de Sánchez
Fabres, originarios de Coquilla, y Juan
hizo lo propio en 1942 al adquirir una
partida de reses de Lorenzo Rodríguez
de Espioja, ganadería salmantina procedente de Parladé que tuvo justo renombre por su gran bravura. Precisamente
con ganado de Espioja inició su andadura como criador de bravo en 1934
don Vicente Charro de Murga, esposo
de Pilar Sánchez-Tabernero, que era hija
de Ventura Sánchez-Tabernero, el mayor de los vástagos del marqués de Llen.
Vicente Charro vendió lo de Espioja en
1940 y poco después adquirió a Juan Cobaleda la parte que éste poseía de la extraordinaria ganadería de José Encinas,
una de las dos ramas de Vega-Villar, es
decir, de los famosísimos patitas blancas.
Don Vicente había sido amigo de Encinas y conocía bastante esta vacada, a la
que en poco tiempo dio un punto excelente, fruto de lo cual se posicionó muy
bien en los carteles de la época. Sin embargo, sus primeras comparecencias en
Madrid no fueron brillantes. El debut
tuvo lugar el 25 de junio de 1942 con tres
toros llamados Nogalito, Coletero y Presumido, estoqueados por Nicanor Villalta y Domingo Dominguín, que mostraron una embestida áspera. Parecido juego dieron los dos encierros lidiados en
Las Ventas el año 1943, así como el par
de morlacos jugados en la corrida de la
Prensa de 1945. Mucho mejor fue el resultado de los dos ejemplares corridos en
la Monumental el 25 de julio de 1946: Soletillo y, sobre todo, Ciporro, que correspondió a Morenito de Talavera.
El señor Charro lidió en Madrid un sobrero la última tarde que aquí actuó Manolete, el 16 de julio de 1947 en la corrida de Beneficencia. Fue un toro negro
calcetero y lucero, típico de Encinas, jugado en segundo lugar. El diestro cordobés realizó con él una excelente faena, que no fue premiada con trofeos por
pinchar. Manuel Rodríguez ya había matado con éxito varios toros de este hierro, e incluso con uno de ellos dio por
primera vez su celebérrimo pase mirando al tendido, en la plaza de Barcelona. El caso es que, ya con la ganadería muy bien encaminada, don Vicente
la traspasó en 1947 a Alicio Tabernero,
quien logro numerosos éxitos con ella
durante los años siguientes.
No pasó mucho tiempo hasta que
nuestro hombre volvió a embarcarse en
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CLÁSICOS GANADEROS EN LAS VENTAS
la aventura taurina, para lo que adquirió una parte de Escudero de Cortos.
Pronto se deshizo de esto, y a mediados
de los 50 compró un lote de vacas y sus
correspondientes machos a Ignacio Sánchez de Sepúlveda, originarios de Contreras por la vía Terrones. Demostrando de nuevo una capacidad de adaptación asombrosa, Vicente Charro también supo triunfar con sus contreras, junto a los cuales se anunciaron todas las
figuras durante las dos décadas que los
tuvo en su poder. Quizás por la cortedad de sus camadas, y en parte por dar
este linaje bravo animales de poca cara,
el ganadero no estuvo presente en Las
Ventas a lo largo de esta etapa. Finalmente, en 1974 vendió la vacada a José
Luis Marca, que también disfrutó con
ella de las mieles del éxito, lidiando en
varias ferias importantes, incluida la de
San Isidro, donde debutó el 24 de junio
de 1981 con un lote de esta procedencia, aunque luego la eliminó.
A LA QUINTA, ATANASIOS…
Diez años después de vender la última
de las ganaderías mencionadas, el ya
muy veterano don Vicente Charro de
Murga retoma por quinta vez la crianza del toro bravo. Para ello adquiere los
derechos de un hierro de la Unión de
Criadores, al que agrega un lote de vacas y sementales de los herederos de
Atanasio Fernández. Los primeros productos de esta simiente se empiezan a
lidiar a finales de los años ochenta, y
El excelente colorado Malaganto embistiendo con clase y alegría a la muleta Sebastián Castella, que lo
lidió en Las Ventas el 22 de mayo de 2005.
aunque las camadas también eran reducidas, la ganadería se afianza poco a
poco y logra buenos resultados en plazas como Salamanca, Valladolid y otras.
Fallecido don Vicente Charro a una
avanzada edad en 1993, la ganadería
queda en propiedad de su esposa, Pilar
Sánchez Tabernero, siendo dirigida por
José Ignacio Charro, uno de los 15 hijos del matrimonio, quien a su vez
crea un nuevo hierro del ostenta la titularidad desde el año 1995. Los toros
de “Llen” muestran un buen nivel de juego a lo largo de las siguientes temporadas, y triunfan, por ejemplo, en Col-
Toro de origen Contreras perteneciente al hierro que poseyó Vicente Charro entre mediados de los 50
y el año 1974.
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menar Viejo, Arles o la feria valencia de
Fallas de 1996. Casi todas las tardes los
estoquean toreros de primera fila, que
en aquél momento no tienen prejuicio
alguno hacia las ganaderías provenientes de Atanasio, al contrario de lo ocurrido en los últimos años.
El 17 de mayo de 1999 se lidia el primer toro de Charro de Llen en Madrid,
Malagueño, ejemplar de notable calidad
que abre plaza como remiendo en una
corrida de Sepúlveda, y con el que Javier
Conde confirma la alternativa en tarde
de diluvio. Enriquecida su sangre con la
aportación de sementales puros atanasios del hierro de Javier Pérez-Tabernero, la ganadería se afianza y obtiene éxitos en la plaza francesa de Mont-deMarsant y otras del país vecino a las que
acude con frecuencia. En cuanto a morfología, sus toros muestran unas hechuras y caras más bien aparatosas, junto a las tradicionales capas como el negro, burraco, cárdeno carbonero, negro,
colorado y castaño.
Los pupilos de esta casa retornan a
Madrid el 22 de mayo de 2005, acompañados por Juan Diego, Sebastián Castella y Serafín Marín, en una seria corrida
compuesta por cuatro astados de Charro de Llen y dos de Loreto Charro, hierro familiar que por entonces tenía la
misma procedencia atanasia. Con mucha
seriedad por fuera, su comportamiento
es desigual, unos mansotes o flojos, pero
dos de ellos van a más y acaban embistiendo con la clase y largura características de esta estirpe: el negro Gironcillo
y el colorado Malaganto. Ambos le tocan
a Castella, que corta la oreja del prime-
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Toreo a la verónica de Manzanares en el saludo a Lancito, ejemplar de Charro de Llen originario de Domecq lidiado en Madrid el 22 de mayo de 2015
ro y da la vuelta al ruedo tras la lidia del
último. La ganadería toma antigüedad el
28 de junio de 2009 con un encierro también fuerte, pero en el que predomina la
mansedumbre, al que se enfrentan Fernando Robleño, Morenito de Aranda e
Iván Fandiño. Parecido comportamiento muestran los cinco toros de José Ignacio Charro estoqueados en Las Ventas el 27 de junio de 2010 por Frascuelo, Robleño y Luis Miguel Vázquez.
EN LA ONDA DOMECQ
A finales de la década del 2000, empieza a ser evidente el desapego de algunas
figuras hacia las ganaderías de sangres
como la de Atanasio, independientemente de que embistieran con más o
menos regularidad. La facilidad que supone lidiar siempre toros de la misma
casta (Juan Pedro Domecq), con un
modo de embestida estándar y previsible, se convierte en obsesión enfermiza
y conlleva el rechazo a cualquier otro origen, pues requiere conocerlo y adaptarse
al mismo con otros registros lidiadores.
O sea, lo que toda la vida hicieron las
grandes figuras y causa alergia a algunas
de las actuales, así como al sistema establecido alrededor de ellas.
Si a esto unimos la crisis del mercado por sobreabundancia de oferta,
coincidente con una gran caída en el número de festejos, se produce una situación de ahogo para muchos ganaderos, bien por un imperativo económico o por otra razón más subjetiva, ligada a la simple vanidad: el deseo de “fi-
gurar” y caer bien a toda costa a los toreros famosos. Estas u otras motivaciones, en unos casos lógicas y otros
menos, han llevado a determinados
criadores a eliminar lo que tenían, incluso siendo bueno, y sumarse al redil
tras pasar por la taquilla de sus colegas
que dominan el mercado de la moda. Y
así llegó a ocurrir que excelentes ganaderías de sangre Atanasio, como alguna antes mencionada, tirase la toalla y
se diera la triste paradoja de triunfar en
Madrid “post-mórtem”, es decir, con toros hijos de las vacas y sementales ya
vendidos por su dueño.
En el caso de José Ignacio Charro, primero reduce a la mitad los efectivos de
estirpe Atanasio, y en el año 2009
compra un lote de vacas y sementales
de Daniel Ruiz, una de las figuras del
oligopolio domequista en su versión
más melosa, cuyos productos ya inundan bastantes dehesas del campo salmantino. Como era previsible, poco
después todas las atanasias de Llen serían liquidadas.
Tras esta refundación, la divisa de
Charro de Llen experimenta una metamorfosis en sus hechuras y carácter: desaparecen los toros huesudos y con cara
(algo exagerados respecto del tipo original de Atanasio, lo cual fue uno de sus
problemas esenciales), y aparecen otros
bajitos y armónicos, con mucho menos
“aparato” por delante. Su embestida se
define con claridad desde el principio,
sin esa característica frialdad de los
atanasios abantos, a los que hay que “sobar” con temple hasta conseguir que saquen su fondo de clase, lo cual ya ni
quieren ni saben hacer muchos toreros
por falta de costumbre. Por eso se impone este toro medio, casi siempre facilón, que va y viene sin problemas, y
es muy parecido sea cual sea el hierro
al que pertenezca.
José Ignacio Charro lidia la primera
corrida de toros de origen Domecq el 28
de agosto de 2013 en Tarazona de Aragón, con Castella, Alberto Álvarez y Perera en el cartel. El encierro sale flojo y
con poco temperamento. En las corridas
jugadas posteriormente dentro de esta
nueva etapa de la ganadería también ha
habido toros con clase, pero casi siempre blandos. Así fue el sobrero que le
tocó el pasado 22 de mayo de 2015 en
Madrid a José María Manzanares, un
castaño de buen estilo llamado Lancito,
y varios ejemplares de la exitosa corrida de este hierro lidiada recientemente
en Aranda de Duero.
El problema es que más allá de los
evidentes defectos y las innegables
bondades de estos y otros domecqs, el
resultado último es la uniformización
casi total de la cabaña brava. Esto va
contra la riqueza del espectáculo, y
más en un momento como éste,
donde se requiere variedad, emoción y
la sorpresa de lo imprevisible, toros
que aporten los matices singulares de
comportamiento propios de las diferentes castas.
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