ANTOLOGÍA POÉTICA Los alcances de la flor de la palabra VÍCTOR DE LA CRUZ Selección y prólogo: Manuel Matus Manzo 1 PRÓLOGO Es muy posible que las lenguas prehispánicas nunca hayan perdido su espíritu poético, pues son lenguas de flores, la flor es la poesía. El Istmo de Tehuantepec ha construido una poética de las flores, y con ello ha hecho una tradición que inicia con su origen mismo. De muchas voces lejanas y nuevas hemos visto surgir creadores que han enriquecido la herencia verbal escrita y oral; por este camino ha transitado lo que ahora resulta una antología. Juchitán concentra una serie de dones poéticos, vemos y escuchamos destacarse el cultivo de su o sus lenguas, pero con arraigo el diidxazá y a sus hablantes y escribanos. Uno de esos brillos de elevada luz lo tenemos en el esfuerzo y voluntad de Víctor de la Cruz. Y aquí hacemos una antología significativa de su obra poética. Nacido en Juchitán, Oaxaca, en 1948 Víctor de la Cruz Pérez comienza su trayectoria literaria antes de cumplir los veinte años en los convulsos días de 1968, al publicar en la ciudad de México Primera voz, con un premonitorio prólogo de Gabriel López Chiñas, al decir que por su rara voz poética alcanzaría la gloria. Esta reunión poética en torno al homenaje que se le brinda en su ciudad natal, comienza precisamente con Primera voz en forma íntegra, para que el lector de hoy aprecie la pulcritud y la claridad de la segunda lengua del autor, para destacar también el impulso juvenil que se manifiesta en su formación de lector despierto y preciso del castellano que nos ha correspondido aprender. No comienza todavía con la escritura del diidxazá en aquel momento, pero el poeta está hecho bajo el impulso de la palabra. López Chiñas, sin embargo, pronosticaba que Víctor sería en Oaxaca el par de los poetas nacionales. Hoy lo vemos en antologías con los grandes poetas latinoamericanos: José Martí, Ramón López Velarde, César Vallejo, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, José Emilio Pacheco, lo cual para nosotros es una alegre celebración. Otra obra suya aparecerá hasta 1983: En torno a las islas del mar océano. Que abre con ese poema ahora ya memorable y antologado: “Tu laanu, tu lanu”, “¿Quiénes somos?, ¿Cuál es nuestro nombre?”. Con ello el poeta muestra su origen, su pertenencia, su tradición; el dominio de su poética, pues la poesía es elevada aún más que los límites de una lengua. Él mismo ahora ha sido nombrado miembro de la Academia Mexicana de la 2 Lengua, aún mayor motivo para celebrarlo. Se reconoce una trayectoria de múltiples senderos, hasta alcanzar el suyo propio. El poeta demuestra pleno y absoluto dominio del espíritu de sus dos lenguas, el diidxazá y el castellano, incluso su paso al inglés y el francés. Es decir, su primera tradición literaria es el zapoteco, fuente de sus grandes maestros, oral y escrito; pero pronto le llega la fuente del español de Quevedo y Cervantes; y con ello se abre el aprecio universal de los clásicos. Se dice fácil y en pocas palabras el camino de búsqueda y creación de quien muchos años y penalidades se llevó cultivar la palabra. Más cercano podría notarse al tono de César Vallejo, el de “Los heraldos negros”. Sus nutridas lecturas provienen de poetas ingleses, de Octavio Paz, de los clásicos griegos y latinos, de Carlos Pellicer. Carlos Montemayor en su antología Los más bellos poemas de amor en lengua española, incluye nada menos que “Cuando con tus ojos me busques”. Aunque Víctor de la Cruz siguió publicando en diferentes medios, mientras hacía investigación, funda y dirige la revista Guchaachi’RezaIguana Rajada, así publica en 1991 su poemario Jardín de cactus, del cual también reproducimos algunos de sus poemas. De igual manera reunió los materiales para la antología literaria de la tradición zapoteca, que se ha convertido en su ya clásica obra, La flor de la palabra, entrañable al tiempo de los binnizá de antes y de ahora. Esta selección un tanto apresurada propone una lectura en español, dadas las condiciones de tiempo, pero buscando siempre conservar el espíritu poético y la personalidad del autor; sin trasgredir el ambiente que lo impulsa ir más allá de su ámbito regional. Para el año 2006 el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, le hacen una edición bilingüe de su obra poética, en la cual también nos apegamos en esta selección. Los poemas finales que van cerrando esta obra, corresponden al poemario Los niños juegan a la ronda, publicado en 1975, divididos en tres partes y con el título “Líneas fundamentales”. Y el último se llama “El tren” y pertenece al poemario Cuando tú te hayas ido…, de 1985, y queda al final con toda intención de recuerdo y nostalgia, pues el tren es ya una ausencia. 3 Me queda provocar el gusto y la crítica del lector, pues cada uno siempre busca poemas que más le agraden, su selección personal; tal vez coincidamos con algunos; ahora me declaro, y espero no ser anticipativo en ello, por: los citados ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro nombre?”, “Cuando con tus ojos me busques” y “Suele suceder”, por lo menos. Una mera declaración que comienza con los títulos, un recorrido por las palabras, luego los versos infunden la complicidad para sentir al final un sabor de boca cercano hacia sí mismo. Pero toda la responsabilidad selectiva queda de mi parte y aprecio. Al poeta generalmente no se le designa el oficio, ni se le nombra, ni se le pide que lo sea, pero cuánto se le agradece que lo sea cuando conocemos su obra. Este es el caso de Víctor, porque vemos resultados de lecturas y dedicación de muchos años; golpes también que maduran, enseñan y dan frutos como los que aquí aparecen puestos en manos del buen lector. Hoy celebramos la trayectoria del poeta, la obra suya con el homenaje que merecidamente le brinda su ciudad natal, Juchitán, y sus autoridades. Nuestro mayor deseo es la lectura y el aprecio íntimo de su poesía entre las jóvenes generaciones. Pues cuán necesario resulta hoy a la cultura y a los binnizá del Istmo o de Oaxaca, la palabra y el saber de Víctor de la Cruz. 4 I El amor es el eje y en torno suyo giran nuestras vidas, entiéndelo bien, si no amamos a tiempo no quedará otro camino más que el odio. 5 II Quiero trasplantar un árbol en tu vida. El árbol de mis orígenes y el de mis fines. Permíteme trasplantarme todo en ti. 6 III Un poema. Yo quiero un poema para ti; pero hace tanto tiempo que en bandada de pájaros se escaparon de mis manos las palabras y en mis labios el silencio se hizo de piedra. Hace tanto tiempo que las palabras idas esculpieron en piedra mi silencio. Las palabras venidas ¿de quién, de dónde? no lograron herir siquiera la piel de mi mudez. 7 Un poema, ¡cómo podré yo hacer un poema! si no tengo las manos que pongan en marcha, el ritmo de la sangre. Y yo que fui de esos que soñaron amorosa sinfonía y vibraron muy temprano en el ritmo y en la nota. Fui intérprete o interpretado yo mismo. Hoy sólo soy ceniza de un lejano himno que los pájaros olvidaron. Como tórtolas heridas por el sol aparecieron en mí las palabras. De mi verbo levantaron sus tronos los silencios. Palabras de amor. Miserables silencios. 8 IV ¿Pronunciaré tu nombre para endulzar mi boca; o me endulzaré la boca para pronunciar tu nombre? …diré tu nombre como nadie lo ha dicho, lo escribiré como nadie lo ha escrito, con llana claridad como nuestros campos desolados, con clara exactitud. Lo diré con voz ciclónica y retumbar marino. Lo escribiré con ardiente sol y sangre fría sobre la soledad tendida de mi existencia. 9 V ¡Pero si apenas deshebrabas tus pasos! Si apenas los enderezabas en espiral fiesta. Y la lluvia brotó de tus ojos. Y la sangre saltó de sus cauces de amor en que lo conducíamos amantes… …olvidaste aquella nuestra enramada, donde la celosa melodía planeaba danzar, donde se desgranan las lágrimas en círculo por mí y por mis padres por ti y por tus padres. ¿Qué haré con este vacío sin tu presencia? No se camina hacia atrás; beberé entonces mis angustias. 10 VI Suspendido en el aire quedó nuestro beso. Sólo fuimos sonrisas enlazadas a distancia. Corrimos por un cauce que no volveremos a encontrar ¡Ya no seremos el origen Como ayer lo fuimos; ya no seremos el punto o la síntesis del amor! Sólo el análisis infinito del recuerdo. ¿Te acuerdas cómo desgranábamos noches como maíz blanco y sonriente; cómo ensartábamos días a nuestros días como florida cadena de cacaloxóchitl? Ahora sólo recuerdos enlazamos a distancia. 11 VII Un beso tengo en las manos que al aire extiendo. Te lo ofrendo, como una sonrisa prendida en mis labios, una gota de lluvia caída de mis ojos. En mis manos tengo, alegría envuelta en mañana, zurcida por la luz invisible que dispararon tus ojos, por la sonrisa infinita que emitieron tus labios; pero por qué me dijiste: ¡estatua! así mi beso ya no puedo recoger, tampoco mi sonrisa. ¡Sólo espero que los recojas, los beses, les sonrías antes que la tormenta que se acerca con agua y aire me lave las manos y quede con ellas solas, extendidas! 12 VIII Para Efigenio Limpias las palabras, sencillas puras y perfectas se armaron de amor para abrazarte, sacudiéronse la vergüenza que los cuidaba. Alimentándose enraizaron hasta lo profundo de la tierra y elevaron su limpieza hasta las latitudes de las galaxias. Limpias las palabras diré amor revolución odio sangre y al final y siempre ¡amor! ¡Basta de lloriqueos! Esta es la hora de los hombres 13 IX A Teresa Escucha cómo las palabras solemnes se acercan sostenidas de los dedos danzando a tus oídos. Escucha el apurado, lejano ritmo que marcan tibios, nuestros corazones cuando el mío pretende y el tuyo responde. Y las dalias que se caen de ilusas desmorónanse a tus pies. La voz que se me desdobla en ilusoria sinfonía de amor. La haces de solista y mi acompañamiento cada vez más se va perdiendo en el remolino, de la última nota, solitaria que a mi vida arrancas, desesperada. Escucha y muerde mi esperanza. 14 X Blanquecino este poema esta mañana que del néctar de tus pechos alimentaste tierna. ¡Con qué finura! ¡Con qué elegancia! desabrochabas tu alegría a nuestras miradas desérticas… Sonrientes y limpísimos tus luceros clavabas en la ancha extensión de la llanura de mi abierto pecho miserable. Ya no había ni un niño andrajoso desnudo en tu pueblo que manchara los jazmines de tus mejillas. 15 Caminabas al campo, elotes tiernos y abundantes tus pechos se daban para los hombres… …sigo pensando …si es más grande mi amor o el hambre de los humanos; si es más dulce tu beso o el jugo de las abejas. ¡No! Reafirmo mi fe en ti, en tu amor en el amor que salvará al mundo. 16 ¿QUIÉNES SOMOS?, ¿CUÁL ES NUESTRO NOMBRE? Hablar, decir sí a la noche; decir sí a la oscuridad. ¿Con quién hablar, qué decir si no hay nadie en esta casa y tan sólo oigo el gemir de l grillo? Si digo sí, si digo no, ¿a quién digo sí, a quién digo no? ¿De dónde salió este no y este sí y con quién hablo en medio de esta oscuridad? ¿Quién puso estas palabras sobre el papel? ¿Por qué se escribe sobre papel en vez de escribir sobre la tierra? Ella es grande, es ancha, es larga. ¿Por qué no escribimos bajo la superficie del cielo todo lo que dicen nuestras mentes, lo que nace en nuestros corazones? ¿Por qué no escribimos sobre las verdes hojas, sobre las nubes, sobre el agua, en la palma de la mano? ¿Por qué sobre el papel? 17 ¿Dónde nació el papel, que nació blanco y aprisiona la palabra nuestra? La palabra que esculpieron nuestros abuelos sobre las piedras, la que cantaron en la noche cuando hicieron su danza, la que usaron para decorar sus casas, dentro de sus santuarios, de sus palacios reales? Quien trajo la segunda lengua vino a matarnos y también a nuestra palabra, vino a pisotear la gente del pueblo, como si fuéramos gusanos caídos del árbol, tirados en la tierra. ¿Quiénes somos, cuál es nuestro nombre? 18 TU LAANU, TU LANU Guinié', gabe' ya huaxhinni; gabe' ya lu gueela'. Tu guinie'nia', xi guinié' pa guiruti' guinni ndaani' yoo ne nisi berendxinga ribidxiaa riuaadia'ga'. Pa guinié' ya, pa guinié' co' tu cayabe' ya, tu cayabe' co'; paraa biree co' ne ya di ya' ne tu canienia' lu gueela'. Tu gudixhe ca diidxa' di' lu gui'chi'. Xiñee rucaa binni lu gui'chi' ne cadi lu guidxilayú: laa naro'ba', nalaga, naziuula'. Xiñee qué ruca'nu' xa guibá' guirá' ni rini'í'quenu ne riale ladxido'no. Xiñee qué ruca'nu' lu bandaga yaa, lu za, lu nisa, ndaani' batananu. Xiñee gui'chi', 19 paraa biree gui'chi', gasti' cá lu, gutaguna' diidxa' riree ruaanu, diidxa' biruba ca bixhozególanu lu guie, ni bí'ndacabe lu gueela' ra biyaacabe, ni bitieecabe guriá lídxicabe, ndaani' xhiu'du'cabe, ra yoo la'hui' stícabe. Ni bedané diidxa' biropa, bedaguuti stiidxanu ne laanu, bedaguxhatañee binni xquídxinu, sícasi ñácanu bicuti' biaba lu yaga, nexhe' layú. Tu laanu, ¿tu lanu? (Esta versión en zapoteco no forma parte de la antología original, sin embargo, la incluimos aquí, con la aprobación del antologador, por la gran importancia del texto para los binnizá.) 20 CONSTANCIA DE SAN CRISTOBAL Lo único permanente es esa lluvia, esa llovizna bajo cuya sombra crece un hinojo. Hablamos durante toda la noche de enfermedades y muertes, seguramente por que la muerte es un hecho amoroso. Al día siguiente regresé con una colección de mariposas, que escogí entre la variedad de colores de los lagos de Montebello, para que las guardaras en los tuyos. ¿A dónde andabas, mariposa? 21 RECUERDO DE UN DÍA ESTIVAL Como gajos de fruta pasada el tiempo rebana nuestras vidas. Un beso nada más, decimos Y la selva se incendia. La llanura arde con una colilla tirada sin querer. Y el fuego se extiende a todo lo largo del estío, desde el amanecer lodoso de los saurios al corazón dorado del anochecer. Cómo olvidar así el diario ejercicio erótico, las infinitas ganas de deletrear en tus labios el texto al margen del deseo. Tú siempre eras un poema que andaba en el campo de batalla donde luchaba el amor contra la muerte, en tanto en el horizonte salitroso se extendía el moribundo canto de huaves y otros seres cercanos a las ciénegas. 22 Los lagartos salían a oler el fuego y las llamas lamian las colas de imprevistos cocodrilos. Huían de sí mismos iguanas y armadillos a recónditos rincones de los ríos. Bramaban vacas raquíticas y sementales sedientos a nuestro paso oloroso a pescadería, y al fin encontrábamos la lluvia que preludiaba el canto de sirenas en tu cuerpo. 23 EN TORNO A TUS ISLAS Iridiscencia: el agua recorre tus costas salobres. De las islas de tu mar océano se llena de espuma embravecida la isla negra entre tus muslos. La imaginación al servicio de la mano. Aromas marítimos en torno a ti y pétalos radiantes enredados entre los dedos. 24 PIEDRA La piedra habla ríe corre. ¿Quién ha dicho que la piedra no es agua? ¿Quién no ha con una piedra amaneciendo de su solidez? Levanta su voz, sacude su eco y todos oyen una piedra que rueda, que siente su caída, que le duele su despeñarse, que le arde la escoriación en un dedo del pie izquierdo. 25 VIVO O MUERTO Mañana, al alba, partiré en tu busca, siguiendo la sombra del atardecer. Caminaré a lo largo y a lo ancho del valle; bajaré a Tierra Caliente por el cañón donde el río ha hecho su camino, limando las asperezas de las rocas, rellenando de suave arena los huecos por donde descienden serpenteando las aguas sobre mullido lecho. Seguiré esa ruta hasta alcanzarte en el mar, nadando o flotando, vivo o muerto. 26 ¿QUIÉN SE ATREVE? En esta casa no vive nadie. Sólo la desolación. La esperanza fue la última inquilina que la habitó. Murió de tristeza por que nadie llegó a verla. Aún cuelga en la puerta el viejo anuncio: “se renta”. ¿Quién se atreve a tomar una casa en ruinas? 27 METAMORFOSIS EN LAOYAGA Quizá tenga una conciencia trágica de la vida. ¿Todo amor termina irremediablemente muerto o en el matrimonio? Retornemos, pues, a las viejas metáforas: Tus pechos un racimo de mangos en Laoyaga. Tus manos, tus ojos, tu cuerpo, toda tú, poseedora poseída, ave de un paraíso en ciernes, colibrí de un trópico en ruinas, como las alas de la guacamaya-mango, madurándote bajo el sol de mayo. Toda tú, santa-diosa-mujer hechicera, niña calandria embravecida, desmañanando al día para beber en su cáliz. ¿Puedo convertirme en ti o viceversa? Toma las plumas, las hojas, estrújalas; rompe las alas, los pechos guacamaya la voz tzenzontle, el día cristal. 28 Tómame, transfórmame en ti y esta metamorfosis nos haga uno y el mismo. Nada de tú y yo, tuyo y mío, solamente el vórtice, el remolino; la vida-muerte alrededor, en torno nuestro; el aire del sur sobre nuestras cabezas, bajo tus caderas plúmbago frenesí. 29 ELOGIO AL SILENCIO AMOROSO El silencio se volvió nuestra medida. En su cáscara de nuez cerrada guardamos las gastadas palabras amorosas para peores tiempos, y en su dimensión de puño cerrado cruzamos todas las miradas para no usar más la palabra amor, la manoseada frase te quiero. De cuando en cuando, como para salir de nuestra irrealidad y caer en la realidad de otra lengua, decíamos: Nadxiee´ lii ne guidubi ladxidua´ ya´. Y de nueva cuenta nos amurallábamos en la dura cáscara del silencio. Y cantamos, ebrios, como segundas voces de alguien más cuerdo que nosotros; llenamos el aire de la noche con las voces destempladas del coro de amigos; 30 pero entre nosotros sólo puentes o ríos de miradas fugitivas. Por instantes huía de mí y recalaba en tus ojos de agua dulce. Por instantes tus ojos de cierva serrana caían en mí como chorro de agua tibia. Otro día ascendimos por calles empedradas a tus bosques de pinos . ¿Todo ensueño es únicamente sueño? El calor de junio rebota nuestras miradas sobre las paredes de Jalatlaco. y el silencio blanco se volvía turbio y al fin me sentí feliz de verte sonriendo nada más. 31 BUENOS DÍAS COMPAÑERA Saluda al sol, araña, no seas rencorosa Rubén Darío Buenos días mesa, buenos días sillas, buenos días campesino amaneciendo en la milpa; buenos días obreros hacia la fábrica de cal y cemento, buenos días compañera del aire que respiro. Perdón sol que no te haya visto, perdón pasto que te haya pisado siguiendo las huellas de la soledad. Dime ahora, tú, piedra pulida, piedra basalto, granito o cantera verde; dime cómo llamaban a Monte Albán nuestros antepasados comunes. Dime cómo ama, si ama, 32 cuando grito su nombre de piedra a piedra, de pirámide a pirámide, del templo a la tumba. Buenos días lluvia, tierra mojada y bosque húmedo. Buenos días camarada ausente en este día. 33 DE LO PERDIDO LO QUE APAREZCA I. La sangre Se necesitan hojas anchas, días desplegados como sábanas blancas, para darle respiración al verso, sol a la patria y aire al moribundo que arrastró su huella por tantas calles entre casas amoratadas en las esquinas. Necesitamos calles limpias, pulcras; bárranlas y escarben hasta encontrar las sucias raíces del cemento. Allí está, allí corre, aún sin coagularse, y saltará cuando menos lo piensen para arañarles la cara y retorcerles el pescuezo de gallináceas. Allí está, vive, señor urbanizador. Yo he muerto y miren aquí, allá, todavía nadie está resucitando. ¿Ya los muertos enterraron a sus muertos? ¿Quién vive en aquel quicio oliente? 34 Este rencor agitará el polvo de aquellos lodos, y dará vida a cada calle pavimentada en los decenios del miedo. Caerán viejas las prolongaciones de palacios carcomidos por enloquecidos glóbulos rojos, casas que se levantaron con el sudor ajeno, con aquélla, ésta, esa sangre. y sollozarán, y será su herencia una red de agujeros. 35 ESTE DURO OFICIO Ha sido dura esta larga tarea de hacerse hombre. Haber bebido de tarde en tarde el trago dulce y amargo de la vida cotidiana, el trago amargo y dulce de la vida doméstica. Ha sido duro este endurecerse en este edificio cayéndose. ¿No oyen cómo crujen a nuestros pies las viejas estructuras, desde el húmedo sótano de las torturas al asta bandera del palacio? Nuestra moneda rueda por la pendiente del dólar empujada por el peso de la corrupción. Este país se está derrumbando, y nosotros en él como si nada. Ha sido duro este endurecerse para vivir en las ruinas. 36 PRIMERA ELEGÍA Tengo la espina dorsal terriblemente adolorida. De repente parece que el aire ya no fuera sino un bostezo a medio día, entre tulipanes y bugambilias o una voz quebrada en tus pulmones. De repente esto sucede como sucede un crimen a otro en este país y no como las estaciones del año que cuelgan de nuestros párpados o de los eucaliptos enhiestos. Sucede esto y me cercioro que el soñado paraíso nunca ha existido y en su lugar hay un terreno baldío donde perros y marranos disputan nuestros cadáveres a los zopilotes. Si supieras que el sol aún brilla y Copilco y la Ciudad Universitaria y Cuicuilco se mueren de asfixia, como dicen que moriste. En tu pulmón estaba la muerte, 37 te cazaba en cada sorbo de oxígeno y al fin salió por un orificio de calibre cuarenta y cinco. O en tu pulmón estaba la vida y de ahí la sacó un proyectil para que entrara la muerte a presidirte. La vida, una estera de muertes, es acaso la luz. La muerte, una línea de vidas trazada sobre el polvo. 38 SEGUNDA ELEGÍA Vino de golpe la sangre y en un abrir y cerrar de ojos señaló el camino de la muerte. Habría de ver su rostro en la esquina, habría de oír sus gritos, frotándose las manos en medio de la calle. Y es que tu voz te abandonaba como a un navío inundado de silencio. Parece que todo es mentira cuando se recuerdan estas cosas, como si la muerte no fuera nuestra verdadera dimensión. Pero al fin aprendemos a olvidar a ciegas las cosas que nombramos aquí, a la orilla de esta piel que no acaba de cubrir la herida, como si no hubieras muerto, como si nunca hubieras existido. 39 LA TERCERA ELEGIA Al amanecer de aquel día cuando supe que te habían matado, hermano, me llegaron ganas de llorar. Quién habría armado a los extraños que te mataron a ti y a los campesinos paisanos nuestros aquella tarde en que obscurecía la tierra como de los ojos de ustedes se iba la luz para no volver jamás. Quién provocó a los perros rabiosos para verter su rabia sobre ti, hermano, y los paisanos míos. Tú no querías ahogarte, aún deseabas ver las flores abrirse en el pueblo nuestro. Ahí acabaron todos los dolores tuyos y toda tu dulzura y la de aquellos campesinos, como siete luceros apagados sobre un camino en alguna noche. 40 Ahí les obscureció la vida, se nubló el cielo, como los días en que nos cubre una tormenta. Aquí de cuando en cuando amanece con el canto de los pájaros sobre el ramaje de los verdes árboles y tú ya no estas para oírlos. Hay noches en que brilla la luna y derrama su fulgor como quien llora de soledad. Atravesaré el río grande Que cruzaste, hermano, y ante la diosa de la muerte nos encontraremos. 41 CUARTA ELEGÍA A qué horas terminaremos de hundirnos en nosotros mismos, hermano mío, me pregunto. De tantas muertes que nos alimentan nos vamos quedando solos y vacíos. Sin tu pena, sin tu coraje, el mundo es menos decidido. ¿A qué horas dejaremos el alcohol para limpiarnos la sangre? ¿Esperaremos otro octubre sentados en la sala del amigo o bailando en la boda del vecino? O iremos a la calle. Sin tu coraje el mundo es menos decidido. 42 LLUVIA Hace ya mucho tiempo que esta lluvia cae, muchas vueltas de cientos de años. Hoy estuvo lloviendo durante todo el día. Me acordé de ti –y tú no estabas– y de tu nombre en nuestra lengua. De muy lejos viene esta agua, como nuestra lengua y nuestra gente. Los antepasados nuestros la vieron caer y la llamaron: agua flor de tumba, porque la vieron derramarse al abrirse una flor en el firmamento dentro de la obscuridad que lo encerraba. Porque nuestras vidas se abren como flor y se cierran en la puerta de una tumba. Ya hace mucho tiempo que nos sigue esta agua y también hace mucho que la seguimos, y no nos abandonará, tampoco nosotros la dejaremos; porque de donde salió nacimos: 43 dentro de una flor abriéndose, y en donde acaba nosotros acabamos: en la tierra cerrándose. Los Binnigula´ sa´, nuestros abuelos, quienes comenzaron a hablar nuestra lengua, la vieron caer sobre sus pueblos: Juchitán y Tehuantepec; y la vieron caer en brechas, milpas, Y también la vieron inundar todos sus caminos, llenó sus ríos de Tehuantepec y Juchitán; la vieron recalar en la lengua Biahuidó´ y en Guichibele, camino a Xadani; la vieron llegar al mar, a donde terminan las aguas que lloramos. Esta lluvia está cayendo con fuerza, Como hace muchas vueltas de cientos de años, y tú ausente de mí; y yo que soñé que te me acercabas para hacer revivir mi corazón. Ahora nació en mí escribir algunas palabras, hermosas y brillantes como tus ojos, como una mañana nublada repentinamente iluminada por el sol. Palabras que crezcan en la palma de tus manos, 44 como esta lluvia hará crecer la milpa tierna, enredaderas, monte y pasto donde se espesa la tierra y todo lo verde sobre la tierra fértil. Y tú no estás para ver este florecer de la vida traída por el agua que cae sobre la tierra desde donde brotó una flor en el cielo este día. 45 LA PALABRA AMOR La pepeno y la hago mía, la exprimo en mis manos, la oprimo contra mi pecho para que me dé su calor, su jugo y mi sustento diario. Al alba voy a la mar. ¡Ah, si este ir marítimo lograra retener todas las aguas en el delta de sus muslos! Morirá de ella letra a letra. 46 CUARTO DE SOLTERO En mi cuarto no hace falta nada: tengo desde telarañas en las paredes hasta un alacrán en el librero. De los zancudos ni se diga: son los huéspedes de honor y los dueños del aire y del espacio. Cuando algún despistado llega a visitarme y me pregunta por qué no lo pinto de otro color (en vez del horrible rosa-sucio que deprime aun a los más plantados) no me queda mas que preguntarle: ¡para qué! Si las flores se marchitan dejémoslas disfrutar de su muerte. Yo lo que quiero es que no vuelva la que se fue. 47 A VECES SUCEDE Suele suceder a veces que alguien se enamora de alguien y el amor se encaja en nuestro cuerpo como la mala hierba en la tierra. Suele suceder que algunas veces el amor nos duele cuando se encarama sobre nosotros con todos sus garfios aferrándose a nuestra piel. Suele suceder todo esto y uno no acaba de salir de su asombro por que el amor nos mantiene en la inocencia. Suele suceder que el amor nos levante o nos aniquile el dolor. Yo no sé, pero hay amores que duelen. 48 INTERDICTO Me has puesto en estado de interdicción sin saberlo. No miro a nadie más que a ti. Luego te retiras como el mar en su reflujo. Entonces no puedo hablarte olerte, tocarte. Sólo pienso: una casa si no estás, una casa sin amor, es como un templo sin dios. 49 EN UN AUTOBÚS La humilde adolescente de tez blanca me mira con un mirar oculto. ¿Qué temprano cansancio a sus límpidas pupilas habrá llegado que los inunda de quebradiza ternura? Sus pies, como delgadas cañas de maíz, arañan la tierra al caminar. 50 ILUSIONES Elegida de mis ilusiones, mañana me acercaré a ti con el fuego fatuo de mis manos para acariciarte palmo a palmo, hasta acomodarme tu cuerpo con una espiga sólida polen. Desvarío, mas cuando te busco no te encuentro a mi lado, sólo la fetidez de la sucia almohada. 51 SI TUS OJOS ME ENCUENTRAN Cuando unos ojos buscan y encuentran otros, desesperados, encuentran el amor –o creen encontrarlo– puede surgir la luz que da vida, un puente sobre ríos alucinados de futuro. Si tus ojos buscan los míos, los encontrarán buscando los tuyos. 52 EN DONDE NACEN LAS LIBÉLULAS Afluente de la vida que fluyes a ti misma, atrae mis cansadas aguas a tu corriente impetuosa; purifícalas para que se posen en mi piel las límpidas libélulas nacidas en nuestro origen, en donde se parten las aguas y hace delta tu cuerpo. ¿O quieres que suba sobre tu sedoso lomo, como barco a la deriva, hasta naufragar en ti? 53 ESPIGA EN LA CALLE Sexo abundante, espiga frondosa del día, en época de crisis tú floreces como si nada. Y nosotros con hambre desde un páramo de pobres en acecho y en ese pan de cada día pensamos cuando tú pasas solitaria, como una erecta caña de deseos alimentada en el humus de la calle. Ven aquí a torearnos, no bastan las soledades para embellecerte en las tardes, ni para embelesarnos en las mañanas, cuando pasas tu falda capote blanca sobre nuestras entumecidas narices, tras el aroma de jazmines desplegados. Acuérdate de día que tus ojos se abrieron como dos gaviotas sobre el mar. 54 UNA CANCIÓN Islas de luz, océanos de sombras, la vida no es una broma. Amor es un juego que nos asombra y nos olvida según el aire que se respira. Enseguida te canto una canción en mi lengua, porque en castellano no puedo; no me rinden los mil años y mis cien décadas de vida, para decirte que el amor no se agota en la adolescencia fugitiva. Purti´ naa nga nadxiee´ lii casi guiruti ranaxhii ndaani guidxilauú ri´ de dxi biasa. Palabras, palabras, es todo lo que tengo y la verdad o la mentira pueden ir en ellas encerradas. Desátalas. 55 ¿ES POSIBLE? Madre mía, cuando ya no camine y los gatos sean azules, quiero irme de ti para andarte. Y dejar que mi corazón se anegue con las lágrimas de las mujeres que amé. Tal vez entonces entenderás que nunca quise estar solo, buscando el abrevadero de los animales para ganar la batalla que ganaba la muerte sobre el amor en Igú. Ya no vendrán las ruinas en sueños a despertarme en las pesadillas al pie de un cerro, a la orilla de un lejano arroyo moribundo en una seca planicie. 56 ¿QUÉ TE DIGO? Viniste esta tarde, ¿qué te digo? Mi tos es más profunda que el Océano Pacífico y más antigua que una iguana negra. Viene del norte y en el sur quedó detenida por la brisa en los manglares salitrosos y se aferró en mi garganta. Le he dedicado poemas para exorcisarla, he disertado sobre ella en conferencias. la he discutido con médicos eminentes; pero no encuentro respuesta a mi angustia. ¿De dónde viene esa tos que me delata y me hace hijo exclusivo del trópico y me niega las delicias de las nieves? Quizá de quienes me antecedieron en la era de las glaciaciones, cuando caminaron sobre la nieve antes de engendrar a quienes me engendraron. 57 Viene de la noche en que se amaron a pleno frío, abrazados por el fuego de sus cuerpos. Para curarme de esta tos, que no me deja respirar, debo llegar a tu orilla, al mediar octubre, a la luz de la luna, amada mía. 58 JARDÍN DE CACTUS Madre naturaleza, ya no hay flores por do mi paso vacilante avanza; nací sin esperanzas ni temores, vuelvo a ti sin temores ni esperanza. Ignacio Ramírez, “El Nigromante” ¡Qué zona prodigiosa, qué entrar a un panteón y salir a las playas de un verano! Octubre de mis cuarenta años, lucho sin este amor que lo tiene todo. ¿Quién puede lanzarse a pecho partido en las aguas del océano y salir sin llenarse de sal? El mar, el mar que todo lo llena es el abismo, y el que lo atraviesa y sale vivo jamás volverá a recobrar la inocencia perdida. ¿Puedo serlo yo o mi corazón entero si lo abrí de par en par para que se llenara del horizonte? 59 Yo no sembré cactus, pero en mi jardín florecen, cuando yo sólo quería corales para hacerte un collar que me atara a ti, de este lado, en esta orilla de la vida. mas alguien soltó las amarras antes de tiempo o la tempestad de la vida las cortó. Aunque sembré rosales en mi jardín hoy florecen cactus. 60 NOSTALGIA DE TUXTLA A Eraclio Zepeda, en sus 50 años Las mañanas y las noches primaverales de Tuxtla Gutiérrez casi no se diferencian en nada: ambas son tibias y están conectadas por el puente delirante del día tórrido, seco; apretado el valle entre dos serranías vecinas da la impresión de ser una gran canoa flotando sobre el río Grijalva, cuyas olas las estuvieran empujando hacia el mar, hacia la costa, de donde vienes esas bocanadas de aire caliente que discurren por las calles, como sopladas por el cañón del Sumidero. La madrugada en que arribé por primera vez a Tuxtla me alojé en un lugar que no puedo recordar bien si era una casa de huéspedes o un hotel de décima clase. Los cuartos estrechos con camas desvencijadas, chirriantes; sábanas que alguna vez fueron blancas servían de intermediarias entre la espalda y el vado del colchón; por debajo de la cama un ejército de aguerridas cucarachas, perseguidas por una caterva de pollos o gallinas, amenazaban permanentemente tomar por asalto lo que delicados poetas llamarían “mullido lecho”. ¿Sobra decir que los baños eran colectivos? Habría dos o tres, y de ellos salían penetrantes olores que me supongo eran los que lanzaban a las cucarachas en busca de refugio en los cuartos. Jamás volví a hospedarme en aquel lugar, a donde llegaban todo tipo de peregrinos que escupían los camiones de segunda clase, cuya terminal era el dormitorio de quienes no tenían para pagar las tarifas del hotel frontero. Olores y calor me hicieron recordar otro que conocí en Cárdenas, Tabasco, un día camino a Paraíso y a La Venta, antes del petróleo. 61 Conforme el sol se alzaba las cucarachas empezaron a gruñir feamente, enfurecidas por el calor que avanzaba y así se volvió difícil mantenerlas a raya. Finalmente, como a las nueve de la mañana, abandoné el hotelucho para ir a buscar al poeta Oscar Oliva a su oficina sobre la avenida principal, en realidad la única, que tiene Tuxtla; avenida Ángel Albino Corzo que nuca supe dónde terminaba y empezaba la carretera Panamericana y viceversa. El ascenso del sol en su camino hizo el día transparencia molida que, al caer el pavimento, rebotaba y entraba en los ojos y hacía imposible distinguir a un ángel albino en medio de aquel caos solar. –Es el colmo –dijo Elva Macías–, un ángel albino. Lo bueno fue que cuando encontré al fin al poeta Oliva tuvo la feliz idea que huyéramos de aquellas oficinas de cultura-pues no tenía caso permanecer en un edificio donde no había escritorios, secretarias ni a quién atender- y nos refugiáramos en la casa de un amigo suyo que cumplía años, en donde nos refrescamos con cervezas heladas y botaneamos una infinidad de granos solares reblandecidos, los cuales supe después que eran huevos de codorniz. Eso fue en mi primer viaje, mi primera impresión de Tuxtla. Posteriormente volví y ya pude vivir, primero en un hotel de tercera clase, creo; después en un cuarto de azotea, desde donde tuve una pavorosa vista de la avenida Ángel Albino Corso; y, al fin, fui a dar por el rumbo del panteón, en el barrio San Marcos, por cuyas calles pueblerinas pude caminar tranquilamente para ir a comer shuti o caracoles de río en una cantina, sin tener la obligación de pensar que estaba en una gran ciudad ¿el Houston del Sureste?- cuya avenida principal es la prolongación de la carretera por donde los juniors corren sus autos en locas carreras, mientras en las calles se alzaba el olor de las garnachas y los pollos fritos brotando de las cenadurías juchitecas. 62 UNA MADRUGADA DE JORGE FERNANDO Fue una de esas madrugadas frescas, cuando la Oaxaca turística ya estaba dormida y los gallos habrían sacudido sus alas –para aligerar el peso del sueño antes del canto– si estuviéramos en los alrededores de la ciudad o en algún pueblo. Jorge Fernando y yo avanzábamos del centro a la zona del vicio, por Morelos o Independencia tal vez, buscando la húmeda calle de Trujano a la altura de Díaz Ordaz. Hablábamos de Alejo Carpentier, de su escritura barroca, de sus conocimientos musicales y sus ensayos sobre musicología, de Ernesto Lecuona. ¡Ah, Ernesto Lecuona!, el cubano autor de Siboney. “¡Así se toca Siboney!” , me dijo Jorge Fernando, tarareando la pieza mientras abría el estuche en donde guardaba su trompeta; se lanzó a tocarla parado a media calle. De los antros, de las esquinas, del fondo de las oscuridades de aquella madrugada asomaron primero sus caras, después brotaron de cuerpo entero las “muchachas ebrias” con sus novios abrazados y una botella en la mano de alguno. –Maestro –dijo un enamorado–, hoy es el cumpleaños de mi novia, por favor tócale Las mañanitas. Y Jorge Fernando pasó de Siboney a Las mañanitas. Terminadas de tocar éstas, nuestros inesperados anfitriones nos escoltaron por las calles hasta llegar al Mercado 20 de Noviembre, seguidos por unos patrulleros celosos de su deber como nosotros del nuestro. En el costado sur del mercado estaban sentados los “hombres del alba” esperando el día, sin el sacudir de alas no canto de gallo alguno, solos en su sed de siglos que los arrastra por la vida; pero ahí estaba Jorge Fernando para hacer menos doloroso su amanecer, para complacerlos conforme a su gusto y lo que fueran pidiendo: jazz, bolero, blues, danzón… “Lo que quieran, maestros, que esta madrugada es de todos nosotros”. Fue nuestra penúltima farra. En la última se nos fue. 63 UNA FLOR PARA ALEJANDRO Si no fuera por que la barbarie fascista se impuso ya, privándonos de Alejandro Cruz Martínez, uno pensaría que su muerte es una mentira más de Manuel Yela; y un día de éstos regresaría de alguna parte, en un tren sin ruedas, para oír dicha mentira, arreglarla y agregarla al ramo de leyendas zapotecas que fue recogiendo en su diario caminar entre Ixtepec y Juchitán, esquivando huizaches y mezquites para cortar la flor de sus poemas rojos de pintahayas y guriziñas, cuando cantan los chituguí’s. pero la muerte es algo más que un pozo profundo: es un límpido arroyo que nace al pie del Cerro del León en Guevea y crece con las lágrimas que el cielo niega, con el agua que tanta falta hace, como Alejandro; el agua que fue a buscar para su pueblo, llevando entre sus dedos un racimo de versos con los cuales se enfrentó a la banda de matones que privó de la vida; bandidos que han ensuciado nuestro río Los Perros, nuestro Guiigu´ Bi´ cu´ Nisa, y quienes nos impiden lavar en él nuestras penas, lavar la cara herida del poeta, cubierta de sangre por los asesinos, con las aguas que han besado “el cuerpo de tantísimas mujeres”, como su Lucía Zenteno. Y si Alejandro ya no puede regresar porque su tren se quedó sin ruedas o porque se extravió al pie del Dani Guiaati´, mientras seguía los pasos a una iguana, engañando tal vez por el espíritu de María de Pachi, quien ronda por esos rumbos a la hora en que el sol se acalora en su medio camino; el agua sí nos lo devolverá en cada espiga, en cada flor de calabaza, en cada fruto que dé el campo istmeño, cuando lo zapotecos puedan regar sus tierras y producir alimentos para nosotros y nuestros descendientes, y por lo que Alejandro luchaba: la vida que él buscó afanosamente con sus versos y con su lucha al alado de su pueblo. 64 LOS MUERTOS DEL VEINTE Hoy he tomado la decisión de vivir, aunque alguien me niegue la oportunidad; he tomado la decisión de vivir los míos, aunque alguno me los niegue tan entrañables. En noviembre las flores han muerto, octubre ha caído con su luna luminaria sobre los ocho muertos del veinte. Aquí tal vez la tierra toque un son bajo nuestros pies y nosotros estaremos para bailarlo, o estarán nuestros descendientes donde los antepasados binngula’sa’ plantaron sus raíces y sus casas. Hoy he tomado la decisión de vivir nuestros muertos del olvido. 65 HOMENAJE AL MALCOLM LOWRY (En la cárcel de Oaxaca) En las duras noches de mezcal uno cae al fondo de sí mismo empujado quién sabe por qué dioses asesinos, armados con puñales de agave y obsidiana. Perseguido por sus miradas de horror o las cuencas vacías de sus ojos, los padres primigenios vienen a nosotros en auxilio de nuestras almas moribundas. ¿Qué dioses son éstos que nos asaltan y arrojan al fondo de los precipicios, donde ya nadie nos espera, ni siquiera nuestras sombras deshechas? ¡Oh, Quetzalcóatl, sabio e incestuoso, en Tula te atormentó el pulque y reviviste Kukulkán los mayas! 66 LA LLUVIA La es un ensayo de dios para el diluvio o quizás un recuerdo. Viene del azul fecundo del cielo hasta el verde sediento de la selva. Viene del mar y sube a las altas galerías antes de derrumbarse sobre nuestras cabezas. El rayo no es la espada del apocalipsis, es simplemente la artillería de los dragones del agua. En nuestras tierras, San Mateo y San Vicente son los portadores de esta velocísima arma contra tecos y mareños en la lucha de siglos por una campana, que la lluvia un día –en su versión marítima– arrojó sobre nuestras costas para nuestra desgracia. 67 LAS IGUANAS Las traje de Juchitán hasta El Rosario, en donde vivieron conmigo una semana antes de ser sacrificadas y hechas tamales (no eran cocaína) en masa de maíz y envueltas en hojas de plátano. Pobres, han de haber sufrido mucho: las bocas cosidas, las manos amarradas atrás, como si fueran borrachos, con sus propias uñas, encerradas días y noches en una caja de cartón. El Rosario queda en un recodo oriental en el Valle de Oaxaca; aquí vivo y aquí vive mi familia, aunque seamos juchitecos, y aquí murieron las iguanas después de varios intentos de fuga por las noches, mientras creían que dormíamos. 68 Al iniciarse la primavera habrían sido madres si no las hubiéramos sacrificado y comiéramos sus huevos en tamales. Los binnizá no podemos vivir sin comer iguanas y armadillos, por lo menos una vez al año, cuando tienen sus racimos de huevos, al final del invierno o principio de la primavera. ¿Pero qué pasará en el día en que se acaben? ¿Acabaremos nosotros también los zapotecos? Su muerte es nuestra vida, pero el día en que se extingan también nosotros dejaremos de existir. 69 CUANDO CON TUS OJOS ME BUSQUES El día que con tus ojos busques ya no me encontrarás, y dentro de mi corazón no habrá nadie que te diga por qué camino me fui y en dónde te olvidé. El día que abras los ojos ya no estaré, me habré ido por otra senda y te habré olvidado. Volverás la vista hacia el norte y el sur, por donde nace y se oculta el sol, en donde se hacen cuatro los brazos del camino mirarás como loca, buscando mis huellas. Quién sabrá qué lluvias y vientos habrán pasado ya, barriéndolas. 70 SUELE SUCEDER Sucede de cuando en cuando que cae el amor sobre nosotros, como suben las enredaderas como espina en la punta de los dedos y las clavan en nuestro cuerpo, cuando conocemos a alguien de otra parte que de lejos llegó repentinamente. Sucede a veces que llega la muerte cuando el amor nos abandona, cuando ya no encontramos por dónde queda el norte, hacia donde perdimos la voz la voz de la mujer amada; y no encontramos a quien voló con la luz de nuestros ojos y así su patria se fue abandonándonos. Nos sucede todo esto y aun así no dejamos de amar. 71 PALABRAS DE LOS VIEJOS “Primero caminarás todos los caminos de la tierra antes de encontrarte a ti mismo.” Esas fueron las palabras que dejaron los ancianos zapotecos. Ahora ya las estoy entendiendo: Primero caminaré por todo el mundo antes de encontrarme y encontrarte; a ti, mujer, en quien reposarán mis huesos. 72 CÓMO DUELES Frente a tu belleza me pongo de rodillas, diosa que entra en mi corazón y lo lastima, al pasar frente a mí como un colibrí batiendo sus alas en el aire, al cual no puedo acercar. Ah, qué doloroso es vivir en la soledad sin poder dormir en la larga noche; Por que a ti te sueño, mujer, a mi lado, ahuyentando mi sueño. ¡Quién soy!, ¡Adónde estás! Que no te puedo encontrar. 73 ESPIGA DE MAÍZ Tus cabellos, la milpa en flor, el racimo de tus ojos como gotas de agua y tu boca como un zapote dulce. Mujer a quien yo amé, mujer que me causa la muerte: Eres hermosa como el límpido cielo en las noches plenas de luna. 74 MI CASA TE BUSCA Encalé mi casa y, blanca como la nieve, te está esperando el día que quieras entrar a descansar en su hamaca y con los bordes de tu enagua ahuyentes el calor y sudor de la cama y en mis labios dejes un beso. Como una hoja de papel en blanco quedó, esperando que escribas tu nombre en su corazón, bajo la viga de chicozapote que atraviesa su techo, la que sostiene la hamaca que te busca. Ven pronto, que la casa y yo te esperamos, ya la tarde nos alcanza; si anochece ya no sabrás si ella es blanca ni sabrás cómo yo te amo. Bajo la sombra de los árboles frutales que rodean la casa, te espero con todo mi corazón. Ven pronto, no esperes que anochezca. Ahora que vive el día y vive mi corazón. Ojos de venado 75 TIERRA Nuestra madre, la que nos parió, ésa es la tierra. Nuestra madre, la que nos tiene en sus manos, la que nos da de comer y de beber mientras tejemos la vida bajo el cielo. Y el día de nuestra muerte nos tendrá en su corazón día y noche. Ella es nuestra madre, no cualquiera. Pero muchos no lo saben por eso la lastiman. No saben que es la madre que los parió a quien lastiman, matan y destruyen con todas sus locuras. 76 LÍNEAS FUNDAMENTALES I Lo peligroso es llevar papeles en las manos; alguien podría decir: ¿adónde lleva eso? Y nosotros cómo responderíamos Si todos somos culpables. Lo peligroso es llevar esos papeles y nadie los entienda, nadie sepa leer el poema, porque la hoja se queda silenciosa como un papel higiénico en la mano. Y uno va por los subterráneos preguntando cosas, silencios, heridas; por los prostíbulos, como si fuera un poema lanzado a un bote de basura. 77 II Éste es el árbol del las cenizas, ¡ah rabia, perro rabioso que envenenas amaneceres y te deslizas por la fuente! Qué ardiente soledad la tuya. Qué solitaria desolación al pie de la lujuria. Ésta es la mañana en que te encuentro cayendo como esperma del árbol del llanto, como gota estalactita en la caverna; y te levantas limpiamente desnuda, con pavor, esperando el insulto del día, su palabra clara. 78 III A la hora en que pregunto por tu origen me contestas dulcemente, temblando, como si un ciempiés caminara en tus labios o una tarántula estremeciera tus senos. Mientras unos gorriones cantaban, y tu cuerpo era como una pena larga o una herida abierta en las manos. Y como si en mi alma anidaran escorpiones, se deshacen células y nervios, y sube el dolor alto con el moho por sobre la pared en ruinas. 79 EL TREN El tren es una cordillera en movimiento desplazándose sobre vías de agua, se detiene en las estaciones que son los macizos montañosos –te digo en el hotel y no me crees. El tren pasa silbando su partida hacia lejanas praderas donde se diluye en serranías, pequeños montículos a la orilla del mar –¿O será que me crees y simplemente no te asombras? El tren es un recuerdo de ausencia nostálgica a su llegada. A veces pienso en ti como esa cordillera que se detiene en mí por un momento mientras llega a su estación definitiva. 80
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