Carpeta N°2 - LOS ENEMIGOS DEL ALMA

Carpeta N°2 - LOS ENEMIGOS DEL ALMA - Lección 9: LOS CELOS (Parte I)
Introducción:
El tema de los celos merece un tratamiento muy especial. Es necesario distinguir las diferentes clases de celos según su
naturaleza, y de acuerdo a quién sea la persona celada. Así con la gracia del Señor, podremos meditar en detalle sobre
este enemigo del alma que atormenta a tantas personas haciéndoles vivir en tormentos, en temores, iras, inseguridades
y complejos.
Diferentes clases de celos:
1. El celo en su acepción positiva:
Podemos definir este celo como “el cuidado vigilante y afectuoso en aquella relación que nos compromete en
una fidelidad mutua”. Hay muchas relaciones en las cuales está presente esta clase de celos:
a. El celo por Dios y su pueblo:
El Señor es celoso en cuanto a la fidelidad de su pueblo. En muchos pasajes encontramos a la iglesia
como la esposa que debe guardarse pura para su Señor. Tal es el caso de 2 Corintios 11:2; donde dice el
Apóstol Pablo, “porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para
presentaros como una virgen pura a Cristo”. Este celo de Dios es un celo amoroso que busca nuestro
bien. Cuando adulteramos con Dios tras los deleites y propuestas de este mundo, quitándole a Él la
preeminencia y construyéndonos “ídolos”, despertamos en Dios celos.
“O pensáis que la escritura dice en vano; El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente?” (Santiago 4:5).
b. El celo del pueblo por su Dios:
En este caso cambia la característica del celo. El celo del hombre por su Dios se manifiesta justamente
en guardarse para Él y darle siempre la gloria. Dios siempre permanece fiel, en este sentido, podemos
estar seguros, nuestro celo entonces consiste en este cuidado vigilante y afectuoso por permanecer
nosotros fieles hasta las últimas consecuencias.
Un ejemplo de celo por el Señor lo encontramos en Números 25:6-13, en la persona de Finees. Cuando
todo el pueblo se entregó a la idolatría y a la fornicación con las moabitas, Finees detuvo el juicio de
Dios actuando decididamente de acuerdo a las normas establecidas en ese momento. A lo cual, Dios
dijo:
“He aquí Yo establezco mi pacto de paz con él (Finees); y tendrá él y su descendencia después de él, el
pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel”
Números 25:12-13
Hoy día, obviamente no demostramos el celo a través de las armas y la muerte, pero sí lo demostramos
al combatir con la misma entereza que lo hizo Finees, contra el pecado, la murmuración, la
mundanalidad y esto lo hacemos porque tenemos celo por Dios.
c. El celo por mis hermanos en la fe:
Es el que manifestaba el Apóstol Pablo en 2 Corintios 11:2. Es el que demuestra un amor e interés por el
hermano que nos lleva a cuidarle, protegerle y a veces a exhortarle.
El que tiene celo por su hermano:
• Se duele y preocupa cuando anda mal, tal vez en pecado y ya no lo vemos por la iglesia.
• Es fiel a él, no hablando ni haciendo nada que le perjudique, y más aún, no permitiendo que
otros lo hagan.
Dios espera que entre nosotros haya un verdadero celo de amor.
d. El celo por mi esposo/a:
Mayormente sentimos hablar del celo entre esposos en el sentido negativo, pero aquí vamos a
considerar el celo dentro del contexto que venimos desarrollando.
Tanto marido como mujer han hecho al contraer matrimonio, votos de fidelidad el uno por el otro, que
deben cumplir mientras vivan. Es así que nos celamos mutuamente en una muestra de genuino amor en
el cual dentro de un marco de confianza y respeto, esperamos fidelidad de la otra parte. Este celo es un
celo natural, que no trae discusiones diarias, ni sentimientos constantes de temor e inestabilidad, sino
más bien protege al cónyuge, sin absorberlo, para que éste se guarde para él solamente, en sus
obligaciones matrimoniales.
Luego veremos qué ocurre cuando este celo degenera en algo enfermizo que constituye un pecado.
2. El celo en su acepción negativa
Hemos estado considerando el celo en su aspecto positivo, ahora vamos a ver el verdadero enemigo del alma,
que tantas vidas destruye.
Para distinguirlo del que acabamos de analizar, le denominaremos en su forma plural: “los celos”
“…pues sois aún carnales; pues habiendo entre vosotros celos…” (1 Corintios 3:3).
Vemos que los celos brotan de una naturaleza aún no renovada por el Espíritu Santo. En Gálatas 5:20 se los
cuenta entre las obras de la carne. Estemos alertas entonces para compartir acerca de ellos.
Las raíces de los celos:
Consideremos algunas de las causas que pueden dar lugar a los celos. Desde ya anticipamos que el temor a
ser traicionado, abandonado, se manifiesta de diversas maneras:

Sentimientos de inferioridad: La mayoría de las veces no confesados. El sentimiento de inferioridad
es uno de los principales causantes de los celos. La persona tiene temor de ser abandonada porque
piensa que su cónyuge, amigo etc, se cansará de él/ella, o encontrará otra mejor relación.
Vive comparándose con aquellas personas que están cerca de su ser querido, y ello aumenta su
inseguridad y temor. Necesitamos que el Señor nos revele cuánto valemos realmente y cuando lo
sepamos, arrepentidos, dejaremos este sentimiento de la vieja vida.

Heridas del pasado: Malas experiencias en la pareja pueden crear en nosotros una naturaleza
desconfiada y temerosa. Es necesario también, que el Señor sane toda herida y nos enseñe a confiar
en nuestro semejante.

La falta de perdón: Tal vez nuestro cónyuge o amigo nos haya engañado. Si no le hemos perdonado
de corazón, estaremos siempre proclives a pensar lo peor de él/ella.
Estas son algunas de las causas que llevan a los celos. Es importante hacer notar también algunas consecuencias de los
celos:
 Estado permanente de ansiedad y temor en el que lo sufre, aún llegando a la depresión.
 Permanentes discusiones, y aún violencias en el matrimonio. Todo se interroga, hay desconfianza.
 Puede comenzar a gestarse odio contra el cónyuge bajo acusación de ser el culpable, y por supuesto contra
aquellas personas de las cuales se sospecha.
 Puede romperse el matrimonio por la situación reinante. El celoso, por su culpa, verá el resultado de su temor.
Conclusión
Por tanto, distingamos las dos perspectivas de los celos. Mientras una clase es positiva y demuestra nuestro
amor y compromiso, la otra clase, por el contrario, produce heridas y malestar. Es necesario que reflexionemos
acerca de cómo están nuestras relaciones y cuáles son nuestras actitudes para con quienes más amamos. Si
estamos experimentando celos, es necesario entregarle al Señor nuestros temores y poder confiar en su
protección y cuidado. Dios desea que podamos tener un corazón limpio de todo pecado del alma!
Año 2015
Iglesia “Rey de Reyes”
Pastores Claudio y Betty Freidzon