La Otra PsiquiatríaCarlos Rey

Altres/Otras Lectur@s
Altres/Otras Lectur@s
Ideas li(e)bres (3)
Mas allá del Ebro está el Pisuerga y sus alienistas.
Otras Lecturas quiere hacer un trasvase de sus ideas
li(e)bres para hacer frente a la sequía y parecementerio
de estos lares. Ideas de potentes clínicos que nos refieren que otra practica psi es posible, y que de manera artesanal han construido una red de profesionales
comprometidos que lleva por nombre: Otra psiquiatría.
Si algo define a la Otra psiquiatría es la confluencia de
la amistad, el interés por el estudio de la psicopatología psicoanalítica y el trato con el loco. No es ninguna
asociación; no tiene miembros ni socios. Las personas a ella vinculadas son psicoanalistas, psiquiatras
y psicólogos clínicos que trabajan en servicios públicos de Salud Mental. Orientados por el psicoanálisis,
en especial por la enseñanza de
Lacan, estos especialistas han
apostado por la
revitalización
y
extensión del psicoanálisis partiendo de su práctica
en las instituciones
públicas sanitarias.
Esta iniciativa tiene
una vocación docente puesto que en
estos servicios hospitalarios se forman futuros especialistas en Psiquiatría y Psicología clínica (MIR y PIR). De alcance nacional en estos momentos, el movimiento de la Otra
psiquiatría se originó hace unos años en el Hospital
psiquiátrico Dr. Villacián de Valladolid, institución en
la que tradicionalmente se venía desarrollando una
orientación que aunaba los valores de la psicopatología clásica y la orientación psicoanalítica. Con el paso
de los años, muchos de los residentes allí formados
fueron ocupando plazas en diversos dispositivos de
los servicios públicos de Salud Mental, de manera
que se fue creando una pequeña red. Nada de esto
podría haberse producido de no ser por la amistad,
juliol-agost 2008
Carlos Rey
Col. 2508
los objetivos comunes y el eco alcanzado por la enseñanza y las publicaciones de tres de sus mentores:
José María Álvarez, Fernando Colina y Ramón Esteban. Nada de esto se hubiera dado tampoco si los
jóvenes allí formados no hubieran recogido el testigo
y hubieran multiplicado sus efectos. Este movimiento
local se extendió en 2004, cuando Pepe Eiras, de
Vigo y Chus Gómez, de Orense, se sumaron a la iniciativa. Comenzaron entonces, con carácter anual,
las Conversaciones Siso-Villacián y las reuniones de
residentes del Hospital Dr. Villacián (Valladolid) y del
Hospital Cabaleiro Goas (Orense). El éxito alcanzado por estas convocatorias y la buena acogida de
los trabajos de Fernando Colina: El saber delirante,
Madrid, Síntesis, 2001; de José
María Álvarez,
Ramón Esteban
y F. Sauvagnat:
Fundamentos
de psicopatología psicoanalítica, Madrid, Síntesis, 2004), animaron
a Pepe Eiras y a
Chus Gómez a publicar una colección de
libros a la que se dio
el nombre de La Otra
psiquiatría, de la que han aparecido dos volúmenes,
de Ségio Laia: Los escritos fuera de sí. Joyce, Lacan
y la locura, Vigo, AGSM. La Otra psiquiatría, 2006,
y de José María Álvarez: Estudios sobre la psicosis, Vigo, AGSM. La Otra psiquiatría, 2006 (edición
agotada y reeditada en Buenos Aires por Ediciones
Grama, 2008). El próximo volumen que se publicará
es el del profesor Rafael Huertas. Comoquiera que el
nombre la Otra psiquiatría fue bien acogido, Fernando Colina sentó sus directrices teóricas en el prólogo
al libro de Álvarez Estudios sobre la psicosis. Desde
entonces, los distintos nombres que venían calificando este movimiento de extensión del psicoanálisis
Revista del COPC/211
49
Altres/Otras Lectur@s
desde las instituciones sanitarias cedieron su lugar al
de la Otra psiquiatría. Si este movimiento de amigos
tuvo inicialmente un carácter local, con el paso de
los años se han incorporado numerosos especialistas del resto de España, en especial Juan de la Peña
y Ana Castaño, de Madrid, quienes han organizado
hasta la fecha dos Jornadas dedicadas a la psicosis
y a la melancolía. Aunque el estudio de la psicosis y
el trato con el loco son objetivos prioritarios, otros
ámbitos de la clínica atraen también su interés, como
la histeria, tema al que se dedicó la Jornada de este
año y que se celebró el pasado junio en el Monasterio
de San Clodio (Orense).
En continuo movimiento, los integrantes de la Otra
psiquiatría viven en la actualidad un momento de
cierto reconocimiento al trabajo de muchos años.
José María Álvarez, Fernando Colina y Ramón Esteban
han comenzado a dirigir una
colección de textos clásicos
de la psicopatología, editada por Ergon (Madrid); la han
denominado, conforme a su
querencia por la tradición, La
Biblioteca de los Alienistas
del Pisuerga. La colección
se caracteriza por la edición
de textos fundamentales del
pensamiento psicopatológico, inéditos en español, que
vienen precedidos de una
amplia introducción y completados por un aparato críti- co de notas que
facilitan su cabal comprensión. Al magnífico libro
ya editado de P. Sérieux y J. Capgras: Las locuras
razonantes. El delirio de interpretación, Madrid,
Ergon. La Biblioteca de los Alienistas del Pisuerga,
2008, le seguirían dos volúmenes por año; en otoño,
uno dedicado a la melancolía con textos de Cotard y
Séglas, y en primavera de 2009 uno de Emil Kraepelin. Ese cierto éxito se rubrica asimismo con las publicaciones de Fernando Colina: Deseo sobre deseo,
Valladolid, Cuatro, 2006; De locos, dioses, deseos
y costumbres. Crónica del manicomio, Valladolid,
Pasaje de las letras, 2007, por el que su autor recibió
el Premio Miguel Delibes de narrativa 2007; y José
María Álvarez (1960) -Doctor en Psicología y especialista en Psicología clínica y psicoanalista del Hospital
Universitario Rio Hortega de Valladolid-, a quien la
editorial Gredos acaba de reeditar una edición ampliada en más de doscientas páginas y actualizada
50
Revista del COPC/211
de su ensayo La invención de las enfermedades
mentales. Un texto rigurosamente clínico, es decir,
de psico-patología diferencial.
El psiquiatra Fernando Colina (1947) ha sido, hasta
hace unos meses, director durante veinte años del
psiquiátrico Doctor Villacián –autoliquidado con éxito- y ahora jefe del Servicio de Psiquiatría del citado
Hospital Rio Hortega. Suyo es el prólogo que nos invita a la lectura de La Invención..., donde nos refiere
que si la psiquiatría es hija de la cultura a la que pertenece, “podemos sostener con la misma firmeza que
la psiquiatría presente es radicalmente inculta, si nos
referimos ahora a su relación con el conjunto de los
conocimientos de su tiempo. Inculta en cuanto que
se desentiende del pensamiento de la locura y de
las influencias del pasado que corrigen su tradicional
déficit de sabiduría. Salvo en algunos foros, reducidos y marginales, ya no existe la intención de
enlazar las ideas de la psiquiatría con las nociones
que provienen del resto de
las ciencias humanas: psicoanálisis,
antropología,
lingüística, historia, literatura o filosofía. La psiquiatría,
tras sus esponsales con el
positivismo científico, ha
dado la espalda al deseo
de saber sobre la locura,
enterrando la curiosidad y
despreciando la inteligencia.
Porque, para poner límites a
la ceguera doctrinaria de la
ciencia, nacen libros como
el de José María Álvarez,
quien, en vez de limitarse al estudio abstracto del
presente, se propone insertar la psicopatología en
el monumento del saber que nos precede. Su texto no se aviene a inclinar la reflexión ante el modelo
de la evidencia, o a dar por bueno el último invento experimental, ni siquiera se contenta con alinear
opiniones más menos eruditas según un orden cronológico, sino que nos enseña el modo como unas
ideas vienen determinadas por las anteriores, descubriéndonos la manera como la ciencia psiquiátrica ha
tomado posesión de su dominio en un ambiente de
confrontaciones y fidelidades entre las distintas escuelas.(...)... la expresión social de la enfermedad es
también esclava de los cambios culturales. Hemos
aprendido que la sociedad de consumo indujo unas
estrategias del deseo exigentes e insaciables, cuya
primera consecuencia es la inestabilidad psicológica,
juliol-agost 2008
Altres/Otras Lectur@s
la ansiedad y esa intolerancia al duelo, la depresión y
la frustración que tan acertadamente nos caracteriza.
Una vez instaurado el derecho a la felicidad como
una exigencia irreemplazable, cualquier fallo, lentitud
o tropiezo del deseo nos vuelve pacientes de la psiquiatría con excesiva facilidad. Al fracaso de las relaciones afectivas contribuye el carácter automático
de los deseos propios de la sociedad de consumo,
donde todo se desea de repente y bajo una exigencia
inmediata que no conoce la demora subjetiva que imponen los demás cuando, en vez de consumirnos los
unos a los otros como objetos del mercado, se trata
de querernos con tiempo por delante y recuerdos a la
espalda. Llegar a considerar la simple tristeza como
una enfermedad, o incluso someter la depresión al
modelo nosológico tradicional es un reflejo exacto de
nuestra indolencia ante las responsabilidades subjetivas y una consecuencia de ese paralelismo que
llegamos a establecer entre el deseo y los hábitos de
consumo, pues el capitalismo, como una cultura de afirmación diferencial, se lee bajo
el lenguaje del deseo con la
misma conformidad con que
la realidad se somete al lenguaje de las matemáticas.
Hija de nuestro tiempo es también la esquizofrenia. Pese al
auge positivista, siguen siendo poderosos los argumentos
que alejan la esquizofrenia del
modelo de las enfermedades
físicas y la incluyen entre las
perturbaciones de raíz histórica. En realidad, la antigua
melancolía se tornó esquizofrenia cuando los cambios de
la división del hombre alumbraron una nueva mentalidad, amenazada por un fracaso específico que ha
poblado la conciencia del psicótico de voces, aislamiento, persecución y omnipotencia. Buena prueba
de esa metamorfosis la encontramos en la fundada
sospecha sobre si la esquizofrenia, en vez de contentarse con ser la enfermedad natural que con tanto
celo nos anuncian, no es sino el reflejo de los excesos de la escisión del hombre, que cambia con los
tiempos y acusa en su fractura el efecto de la época.
No es descabellado pensar que, en el nuevo aposento de la conciencia que descorre la modernidad, el
individualismo creciente o las nuevas formas de privacidad hayan inducido una división de la conciencia
juliol-agost 2008
más acusada e incongruente, tanto que obligue al yo
a fragmentarse más a menudo y más expeditivamente.(...) Los síntomas señalan el límite del conocimiento de cada uno, y para la ciencia ese límite interno
se llama esquizofrenia. La esquizofrenia es el nombre
que damos a la experiencia humana que sobrepasa
por dentro a la ciencia. Por ese motivo, porque no
hay ninguna posibilidad de que la ciencia nos provea
de información sobre la causa última del proceso, se
vuelven vanos y ridículos los constantes anuncios de
una hipótesis causal definitiva. No hay año, en efecto,
que no se anuncie el significativo descubrimiento final de su explicación, ignorando que la esquizofrenia
se sitúa siempre, por principio, en el otro borde del
conocimiento, más acá de la causa y más allá de la
ciencia.”
El paradigma de la recuperación y más concretamente el paradigma de la indicación “da cuenta con directa exactitud de la pobreza psicopatológica contemporánea.
Lo que rige el conocimiento es
el ámbito de indicación de los
medicamentos y el discurso al
que obliga. Bajo esa propuesta, precisamente, se ha ido diluyendo la psicopatología. No
sólo seguimos inmersos en el
modelo nosológico, mejor o
peor disfrazado, sino que, por
añadidura, han dejado de interesar las enfermedades precisas. La vaguedad de términos
como trastorno o similares es
más útil que nunca, pues facilita que el diagnóstico sea lo
más impreciso posible, que se
extienda a los mayores campos
imaginables y que se prolongue en el tiempo todo lo
que pueda. De este modo, se amplía la indicación del
psicofármaco mientas se tiende conceptualmente a
cronificar las enfermedades todo lo que den de sí,
logrando que la sintomatología no prescriba y que,
al tiempo, no se deje de prescribir. Las estructuras
clínicas se estiran como goma de mascar, buscando
que el tratamiento dure indefinidamente y alcance al
número más amplio de personas. Se entiende, por
consiguiente, que los estados límites y el trastorno bipolar sean hoy los principales protagonistas del nuevo
paradigma, pues son las afecciones de fundamentos
y límites más imprecisos y, por lo tanto, las que mejor colaboraran con esta estrategia indicativa. Pero no
Revista del COPC/211
51
Altres/Otras Lectur@s
sólo se estiran las indicaciones hacia delante sino que
también se propone hacerlo hacia atrás. La eclosión
de los tratamientos precoces ha permitido adelantar
la edad de las prescripciones, tratando de imponer
con mil argumentos una suerte de vacunación neuroléptica, que no se sabe si beneficia más al supuesto
paciente o a la economía de la empresa que promueve y financia la iniciativa. La lucha contra la incultura
exige aportar a la psicopatología todos los elementos
del saber a su alcance y no reducirla al fatuo positivismo presente, donde la industria farmacéutica dicta a
su antojo comercial las vicisitudes y el modelo de los
síntomas, ya sea de la mano de sus ideólogos o del
delegado comercial de cada laboratorio que, durante sus visitas, da a sus clientes una clase orientativa.
Es evidente que el idilio actual de la psiquiatría con la
biología ha conducido al suicidio teórico de la psicopatología. (...) Para nuestro desdoro, cada vez es más
frecuente que los psiquiatras deriven los pacientes al
psicólogo clínico en cuanto insisten en explicarse y
hablar, y, lo que resulta más contradictorio, que cedan
al neurólogo todas las patologías mentales de causa biológica conocida, quedándose con las de causa
desconocida, para las que, no obstante, defienden a
ultranza una causa orgánica para precaverse de otras
preguntas. De este modo tragicómico, el desconocimiento de las causa acaba trasladándose a la regresiva ignorancia del profesional.
Hoy en día, la gran institución opresora –como subrayó Foucault– ya no es el hospital psiquiátrico sino el
discurso de los aparatos ideológicos de la psiquiatría.
El gran edificio aprisionador y enajenante es el poder del discurso y la violencia simbólica generada a
través de la formación de los profesionales, las prácticas clínicas propuestas y la confección de protocolos, escalas y guías. Ejercemos la fuerza de la opinión
y la violencia del nombre: la violencia del diagnóstico,
en definitiva. (...) Al estigma contribuimos con el furibundo valor que concedemos a los diagnósticos.
52
Revista del COPC/211
Nuestra contribución proviene de la facilidad con que
colaboramos en imponer a los simples malestares el
sello de la enfermedad, y la ligereza con que elevamos cualquier molestia a categoría diagnóstica. (...)
Nos domina una monotonía curativa, reparadora y
normalizadora sobre la que nunca está de más forzar
algo la duda. Ni todo dolor es enfermo ni toda enfermedad es tratable. Laclos sostuvo que “cuando las
heridas son mortales, todo remedio es inhumano”.
Advertencia que, aunque resulte desmedida en nuestro campo, no debe olvidarse nunca ante la locura y
los remedios que se proponen. Se habla mucho de
la adherencia al tratamiento y poco de los locos que
mejoran solos. Algunos lo hacen hasta sin tratamiento farmacéutico. (...) Recordemos que el síntoma es
una mezcla de placer y poder que puede conducir
al psicótico a perseguir la crisis desesperadamente
porque la crisis es su verdad y su gozo. Su única
verdad. Como sabemos desde Freud, el delirio es
una tentativa de curación, y la persecución, la única compañía del paranoico. (...) Sea como fuere, no
hay que intentar salvar a la gente a cualquier precio.
Todo hombre es un fin en sí mismo que debe ser
respetado tal y como está. La libertad no puede imponerse. La libertad impuesta no es una liberación
sino el signo más genuino del totalitarismo. Nunca
debemos olvidar el reproche lanzado por Artaud a su
psiquiatra, el Dr. Ferdière, para que entienda lo que
llama su poesía: “Tratarme como delirante es negar
el valor poético del sufrimiento que desde la edad
de quince años surge en mí ante las maravillas del
mundo, y de este sufrimiento admirable del ser es de
donde he sacado mis poemas y mis cantos. ¿Cómo
no consigue en la persona que soy lo que ama usted
en mi obra? Es de mi yo profundo de donde saco mis
poemas y mis escritos y a usted le gustan. Le suplico
que recuerde su verdadera alma y comprenda que
una serie más de electrochoques me aniquilaría.” (...)
Ésa es la sabiduría a la que los textos y el trato diario
con José María Álvarez me animan, a conocer que
cada caso es un riego que rompe con la posibilidad
de generalización científica, ni deductiva ni inductiva.
Cada enfermo es un experimento que desmiente lo
que sabíamos y que nos invita a seguir aprendiendo del resto de los saberes que modelan la cultura.”
Las ingenieras del Yo, antes facultades de psicología,
harían bien en incorporar los libros que aquí se citan
a fin de equilibrar la psicopatología a la carta que se
imparte; a la carta de las necesidades del mercado.
Que la Ciencia necesita del Capital es tan evidente
como innecesario, y no ético, que haga de él su Amo.
Bolonia versus Tecnocracia.
juliol-agost 2008