La lucha entr a lucha entr a lucha entre lo nuevo e lo nuevo

no. 56: 16-28, octubre-diciembre de 2008.
Rafael Hernández
«L
a lucha entr
e lo nuevo
«La
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y lo viejo fue en todas
partes». Entr
evista al
Entrevista
General (r) F
abián Escalante
Fabián
ndez
Rafael Hern
Hernández
Politólogo. Revista Temas.
N
o parece militar, sino más bien profesor o escritor. Habla
despacio, en voz baja, como si estuviera concentrado en
expresarse con las palabras justas. Cuando lo conocí, en los
preparativos de la primera conferencia sobre la Crisis de octubre,
me narraba experiencias de la guerra con la contra en Nicaragua,
explicando el momento político y los problemas estratégicos más
complicados, sin abandonar el tono conversacional ni el humor
sutil que lo acompañan. Algunas de aquellas anécdotas las leería
yo luego en Operación Calipso y algunos de sus libros, donde
aborda temas como el asesinato de Kennedy, los planes de atentado
contra Fidel o Playa Girón, ofreciendo argumentos y elementos
de juicio originales.
Antes de 1959, Fabián Escalante fue dirigente de la Juventud
Socialista y combatió la dictadura de Batista. Con menos de
veinte años, ingresó como mecanógrafo en la Seguridad, cuando
esta se empezaba a organizar; allí estuvo casi cuatro décadas,
llegó a ser jefe y alcanzó el grado de General de División.
A principios de los 90, fundó el Centro de Asuntos de la Seguridad
Nacional, y desde entonces se dedicó a la investigación histórica.
En los últimos años, ya retirado del MININT, ha escrito diez
libros.
Accedió de inmediato a esta entrevista, a la que dedicamos
tres largas sesiones en la oficina de Temas. Escucharlo reconstruir
aquella historia no solo equivale a revivir hechos insólitos o ignorados,
desde el ángulo de un protagonista, sino poder reinterpretar toda
una etapa de nuestra historia.
Rafael Hernández: Tú provienes de una familia de destacados
dirigentes del Partido Socialista Popular. ¿Cómo influyó este
ambiente en tu formación?
Fabián Escalante: Mis influencias ideológicas no
provienen solo del punto de vista socialista o marxista,
sino esencialmente de la tradición patriótica familiar.
Joaquín Escalante Cabrera, mi bisabuelo, se alzó en 1868
junto a Calixto García y llegó a ser jefe de una las
divisiones de infantería que Calixto comandaba, donde
alcanzó el grado de coronel. En 1895 se alzaron sus
dos hijos, Joaquín y Aníbal Escalante Beatón—este
último mi abuelo, con solo 16 años—, también bajo
las órdenes de Calixto García; mi abuelo fue uno de
sus ayudantes y alcanzó los grados de capitán. A su
lado pudo presenciar cómo, cuando los
norteamericanos intervinieron en 1898, no lo dejaron
entrar en Santiago de Cuba. Los hermanos de mi abuela
paterna también fueron a la manigua. Así, desde muy
temprano, todos en la familia, a través de las anécdotas
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«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
de los mayores conocíamos estos hechos relacionados
con la historia de Cuba. Luego vino la influencia de mi
padre y de mi tío —César y Aníbal Escalante
Dellundé—, quienes también muy jóvenes abrazaron
las ideas marxistas, lucharon contra la dictadura
machadista primero y después contra los gobiernos
pro yanquis de turno.
La primera imagen que yo tengo del golpe de
Estado que dio inicio a la dictadura de Batista —tenía
once años en aquel momento—, son los registros en
casa de mis abuelos; la policía buscando a mi padre.
Muy pronto empiezo la segunda enseñanza en el
Instituto de La Víbora, y a vincular me con
organizaciones políticas y revolucionarias. A finales de
1954, ingreso en la Juventud Socialista, acababa de
cumplir catorce años, y al poco tiempo soy detenido
por primera vez, lo que se repetiría en 1956 y 1957, a
causa de las actividades que realizaba, y finalmente el
30 de diciembre de 1958. Estábamos en una reunión
conspirativa, en un solar de La Habana Vieja, y justo
después de nosotros llegó una operación conjunta del
Buró de Investigaciones y el Servicio de Inteligencia
Naval, dirigidos por Orlando Piedra y aquel terrible
personaje, el capitán Julio Laurent. En la casa donde
nos sorprendieron, ocuparon medicamentos y ropas
que el Partido tenía preparado para mandar a la Sierra
o al Escambray. Nos llevaron para el Buró de
Investigaciones y nos torturaron; recuerdo que había
un asesor del FBI, un norteamericano bajito, que en
algún momento dirigía los interrogatorios. Al frente
estaba un comandante, Ricardo Medina Barrios, un
esbirro de mala muerte; después que terminaron
aquellas sesiones, el día 31, cerca de las doce de la noche,
nos amarraron en la azotea, y a las tres de la mañana
nos bajaron a una bartolina. Estábamos muy cerca del
patio interior y durante la madrugada sentíamos cómo
los carros llegaban, se abrían y cerraban las puertas,
pero no sabíamos qué estaba pasando. Amanecimos
allí, pero ya el 1º de enero por la mañana toda esa
gente se había ido, los del Buró eran los más
comprometidos.
R.H.: ¿Este grupo con el que tú estabas preso era de militantes
del Partido Socialista Popular (PSP)?
F. E.: No, había también del 26 de Julio, entre ellos
recuerdo a Rogelio Vázquez Montenegro, Manif Abdala
y otros compañeros.
R.H.: ¿Cayeron presos juntos?
F. E.: No, ellos estaban presos en El Príncipe y los
habían transferido. Después supimos que tenían
preparada una operación llamada «Regalo de reyes»,
en la que todos íbamos a ser asesinados, por eso
estábamos allí juntos. De esa aventura que terminó el
1º de enero, salí directo para el hospital, como casi
todos los detenidos. Después, me incorporé a la
actividad en la Juventud Socialista.
R.H.: ¿Qué habías hecho antes en la Juventud?
F. E.: Había ingresado en el 54. Primero fui secretario
de un Comité de base, y luego miembro de la Comisión
Estudiantil de la provincia Habana. En el 57 me
designan responsable campesino. Para esa fecha estoy
atendiendo el regional de Güines; el 5 de agosto de
1957 se orienta la realización de una huelga general, en
apoyo a las acciones que ya se desarrollaban en la Sierra
Maestra, y yo participo en su organización desde Güines.
R.H.: ¿Como dirigente de la Juventud?
F. E.: Sí. De allí pude escapar milagrosamente. Otros
compañeros no tuvieron la misma suerte y fueron
capturados y salvajemente golpeados. Ya para entonces,
a causa de una huelga estudiantil, me habían expulsado
del Instituto de Marianao y, por medidas de seguridad,
me ocultaba en un solar de la calle Virtudes. Una noche,
después de salir de casa de mi novia, que por entonces
vivía en Calzada del Cerro y Piñeira, mientras esperaba
mi guagua, como a las once de la noche, me detiene
una patrulla. Le parecí sospechoso y, cuando ve mi
apellido, me detiene inmediatamente. Me entrega en la
Décima, porque era la más cercana, y además pertenecía
al mismo distrito, comandado por el coronel Conrado
Carratalá Ugalde, uno de los principales criminales de
la policía. Ahí pasé el cumpleaños de mi padre, el 12
de diciembre de 1957. Me dieron palos con las dos
manos, y vi cómo torturaban a otros. En situaciones
tan terribles como esa, sin embargo, pasan cosas que
pueden dar risa, en medio de todo. Una noche llegó el
coronel Esteban Ventura, el otro esbirro más
connotado de la policía, y como yo era el más joven,
era muy delgadito, me pregunta: «ven acá, ¿por qué tú
estás preso?», y los policías le dicen que me habían
cogido con un saco de armas. «Mire, coronel —le digo
yo—, aquí hay una equivocación». Los policías, bastante
molestos, trajeron un saco de yute cargado de armas
de todo tipo, y yo le dije: «¿Usted quiere que yo trate
de cargarlo para que vea que no puedo con eso?». Él
se echó a reír.
R.H.: ¿Y te soltó?
F. E.: No. Salí casualmente, porque mi mamá había
tenido una vecina que era ahijada de Panchín, el hermano
de Batista, que conocía a aquellos esbirros, y por sus
gestiones, me sacó personalmente de manos de
Carratalá. Después de eso, seguí como responsable
campesino en el Comité provincial de La Habana hasta
la huelga de abril de 1958. Trabajaba entonces en San
Antonio de los Baños, porque en el campo de la
provincia de La Habana el Partido tenía un trabajo
importante, con núcleos en la zona del valle de Gamarra,
en Güines, y en San Antonio de los Baños. Estando allá
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Rafael Hernández
contraigo una gastroenteritis terrible, a tal punto que
no tengo otra alternativa que regresar a La Habana, me
ingresan en el Centro Benéfico Jurídico de Cuba, una
clínica del Partido Socialista, y paso varios días
hospitalizado. Debo haber salido el mismo día o el día
antes de la huelga de abril, y no participo, pues había
perdido los contactos.
A propósito de la huelga, recuerdo a una compañera
del Instituto, miembro del 26, Thais Aguilera, que me
la encuentro en San Francisco y 10 de Octubre, mientras
esperaba un ómnibus. Al ir a saludarla, me abrió los
ojos, de manera significativa, para señalarme una bolsa
que llevaba. Después supe que en ese momento
trasladaba armas para una casa de seguridad.
En esos días me encuentro con Fulgencio Oroz,
maestro normalista y organizador de la Juventud
Socialista en la ciudad de La Habana, quien me propuso
incorporarme a las actividades acá. Estuve trabajando
con él a partir de julio del 58 hasta que fue detenido. El
2 de diciembre lo asesinaron, su cuerpo nunca apareció.
Yo estaba entonces en la Escuela del Partido, un centro
clandestino al que me mandaron a prepararme, a finales
de octubre, junto a un grupo de dirigentes de la
Juventud Socialista.
R.H.: ¿Y daban clases de formación política?
F. E.: Sí. La dirigía el veterano comunista y maestro,
Juan Mier Febles. Cuando salgo de la «escuelita»,
inmediatamente me incorporo y empiezo a visitar los
distintos seccionales (lo que hoy son los municipios).
Estaba en La Habana Vieja con los dirigentes de la
Juventud de allí, planeando lo que pudiéramos hacer
cuando fui detenido por última vez.
R.H.: ¿Y eso que planeaban, en qué consistía básicamente?
F. E.: En esa época, la Juventud era una organización
con bastante autonomía. Teníamos sectores propios,
donde actuábamos a nuestro entender, los centros de
segunda enseñanza, la Universidad de La Habana. Por
ejemplo, el 31 de diciembre de 1955, organizamos,
junto con otras fuerzas revolucionarias de la
Universidad, el asalto y toma del Edificio de los
Hacendados y Colonos, al lado de la Tercera estación
de policía, en la calle Egido. Lo tomamos como a las
cinco de la tarde, y nos cogieron presos a todos. Yo
me di cuenta de que estábamos al lado de una estación
cuando fui a cerrar una ventana y vi, del otro lado, a un
policía escribiendo a máquina.
R.H.: ¿Y el propósito de una acción como esa era llamar la
atención de la ciudadanía?
F. E.: Claro, concientizar. La toma de este edificio
ocurre en el marco de una huelga azucarera, que se
desencadena por el diferencial azucarero, en el año 55,
y nosotros tratamos de llevar a la juventud universitaria,
que era la más combativa, a la huelga. Allí participó
José Massip, el cineasta, y otros compañeros más.
R.H.: ¿Usaban armas?
F. E.: Por lo general, no. Pero hicimos manifestaciones
armadas, por ejemplo, en San Miguel del Padrón, donde
teníamos una organización muy fuerte. Ahí se daba una
situación especial. Teníamos mucha relación con otras
organizaciones revolucionarias. Los militantes de la
Juventud Socialista de pronto se pasaban al 26 de Julio,
y diez días después, volvían a la Juventud, o viceversa.
San Miguel, hasta el 57, fue una zona casi libre en La
Habana, la policía tenía temor a operar allí; hasta el día
de la manifestación, que decidimos «proteger». Varios
iban, bajando por la Calzada de San Miguel. Entonces,
apareció un soldado con un revólver que se nos enfrentó
y cayó muerto. Se formó un gran tiroteo donde hirieron
a dos compañeros, y a partir de aquello, se acabó la
zona libre de San Miguel de Padrón, fue entonces una
zona muy hostigada. Para esa fecha, la Universidad
estaba cerrada y en los Institutos la represión impedía
las actividades.
R.H.: ¿Quieres decir que la Juventud estaba más cerca de
actividades como acciones y enfrentamientos armados con la
dictadura, que las que tenía el Partido mismo? ¿En qué se
manifestaba la autonomía?
F. E.: No era así. La autonomía más bien era
una necesidad impuesta por la vida. Por ejemplo, una
reunión clandestina podía demorar un día, porque
para ir entrando en la casa donde se realizaba, hacían
falta dos horas, con el fin de no levantar sospechas; y
para salir, igual. Para recibir una orientación tenías que
ver a alguien, pero a lo mejor no lo lograbas ese día,
y había que mandarle un recado. Dadas esas
complejidades de la actividad clandestina, la autonomía
era forzosa. Pero lo que nosotros hacíamos estaba
autorizado por el Partido; con autonomía no quiero
decir independencia.
R.H.: ¿Había militantes de la Juventud que se pasaban al 26,
o viceversa? ¿A qué se debía este movimiento? ¿A la manera de
luchar contra Batista?
F. E.: A lo que ofrecía cada cual. En el caso del 26 de
Julio, había acción, armas, la posibilidad de incorporarse
a la lucha en la Sierra; en el nuestro, aunque también
había acciones, hablábamos del socialismo, de su
significado, y de lo que aspirábamos que fuera Cuba,
con aquella imaginación, nada cercana a la realidad, pero
que atraía a algunos jóvenes. En las condiciones de Cuba,
nuestro partido no contaba ni con los medios ni con
las fuerzas necesarias para emprender un movimiento
insurreccional armado de forma independiente, pero
comprendió el papel de Fidel y de los que iniciaron el
camino de la lucha armada revolucionaria.
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«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
En el viaje de regreso me familiaricé con algunos
problemas existentes dentro del campo socialista, las
tensiones que aún existían entre la Unión Soviética y
Hungría, por ejemplo; estuve en el Festival Mundial de
la Juventud y los Estudiantes de Viena, donde conocí
jóvenes de diversas tendencias y llegué hasta Frankfurt,
donde tuve la oportunidad de asistir a un concierto de
Elvis Presley —al que yo admiraba—, algo fabuloso
para mí, porque era y sigo siendo un admirador del
rock and roll. Fue un viaje muy importante para mí.
Al regreso, hice varias tareas dentro del Comité
Nacional de la Juventud, pero terminando el año 1959,
el Partido me recomienda, junto a otros compañeros,
para integrarme al Departamento de Investigaciones
del Ejército Rebelde (DIER). Comencé a trabajar en la
Ayudantía del Comandante Ramiro Valdés, en Ciudad
Libertad.
R.H.: ¿Qué Sección tenía el Comandante Manuel Piñeiro?
F. E.: La internacional o inteligencia que se denominaba
Sección M.
R.H.: ¿Había más compañeros procedentes del PSP?
F. E.: Sí, en distintos cargos. También había del 26 de
Julio y del Directorio.
R.H.: ¿Venían de la Sierra?
F. E.: No, del llano, de la clandestinidad, del 26 de
Julio.
R.H.: ¿Y en todo ese tiempo que trabajaste en la ayudantía de
Ramiro, qué estuviste haciendo?
F. E.: Hacía muchas tareas; hacía lo que mandaban,
escribir a máquina, investigar, salir con un encargo, etc.
Trabajaba bajo las órdenes del ayudante de Ramiro.
En octubre del 60, Piñeiro me llama: «Ven para el
MINREX, que tengo una tareíta para ti —yo tenía
diecinueve años y siempre me estaba quejando de
que no me daban tareas operativas—; mira, hay que
entrevistarse con un informante en Costa Rica, hace
falta que tú vayas». Me entrega un pasaporte con otro
nombre, me explica lo que tengo que hacer, me da dos
direcciones de contactos en San José, y salí para allá.
R.H.: ¿Tu experiencia hasta este momento era solo la de la
clandestinidad?
F. E.: La única, la mía y la de todos nosotros. Aquello
fue una gran aventura. Hice contacto con Vanguardia
Popular —el Partido Comunista de Costa Rica—, y les
pedí ayuda. El informante, resultó ser un capitán de la
guardia costarricense que tenía conocimiento de la
invasión mercenaria que se preparaba en Guatemala y
en Nicaragua, y que luego sería Playa Girón. El Partido
tico designó varios compañeros para que fueran a
Guatemala y a Puerto Cabezas, en Nicaragua. Todo se
confirmó, regresé a finales de aquel año y me casé. En
diciembre participé, junto al comandante Andrés
R.H.: ¿Hubo algún militante de la Juventud Socialista que te
pidiera renunciar a su condición, para alzarse en alguno de los
frentes guerrilleros? ¿Esto se podía hacer, había que pedir permiso?
F. E.: Si pedías subir a la montaña, generalmente el
Partido o la Juventud te lo facilitaban, porque ya
teníamos gente en la guerrilla.
R.H.: ¿Te refieres a la de Félix Torres, en el Escambray?
F. E.: No solamente, el Partido tenía representantes en
la Sierra, como Carlos Rafael Rodríguez, y numerosos
militantes alzados. En octubre del 58, ya el Che y Camilo
están en el Escambray. Mi primo Amels Escalante, hijo
de Aníbal, que era uno de los dirigentes del Partido, se
incorporó al Segundo Frente Oriental Frank País. No
existía ninguna contradicción, la lucha había logrado
una confluencia; salvo con algunos elementos
derechistas, anticomunistas viscerales, teníamos una
comunicación extraordinaria. Todavía tengo magníficas
relaciones con compañeros míos del Instituto que
pertenecían al 26 de Julio o al Directorio, y eran gente
muy buena. Nuestros puntos de vista eran distintos en
determinados aspectos, pero llegaba un momento en
que nos parecía tonto discutir boberías, cuando el
problema era derrocar a Batista. Esa era la idea.
R.H.: ¿Y esa convergencia tiene lugar, sobre todo, en el mismo
58, después de la huelga de abril?
F. E.: Sí, fundamentalmente es a partir de ese momento.
R. H.: Cuando triunfa la Revolución, ¿qué haces antes de
incorporarte a la Seguridad del Estado?
F. E.: En 1959, fui secretario de la Juventud Socialista
en lo que entonces era el seccional Arroyo Apolo, hoy
municipio Diez de Octubre. En abril me designaron
para ir a China.
R.H.: ¿Qué ibas a hacer a China?
F. E.: Íbamos a conocer las experiencias de la Juventud
Comunista China. Éramos cinco latinoamericanos: un
argentino, un uruguayo, un chileno, un venezolano y yo.
R.H.: ¿Había entonces una buena relación del PSP con el Partido
Comunista Chino, como la que existía con el Partido Comunista
de la Unión Soviética?
F. E.: Imagino que sí. Pero estando allí me di cuenta
de algunos problemas. Yo llego a China en el año del
Gran Salto Adelante, y ya estaban planteadas las
contradicciones, los soviéticos empezaban a retirar sus
asesores. Para mí, conocer a otros comunistas, todos
ellos mayores que yo, fue una experiencia muy
importante. De aquel viaje lo más memorable fue que
le di la mano a Mao Zedong —quien me preguntó
brevemente por Fidel, Cuba, la Revolución— y a Zhou
En-Lai, uno de los dirigentes chinos de entonces que
yo más admiraba. Recuerdo nuestra entrevista con el
primer secretario de la Juventud Comunista china. Era
un hombre muy mayor.
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Rafael Hernández
González Lines, en el desembarco por Mariel de las
primeras armas rusas, que venían de Checoslovaquia.
R.H.: ¿Pero estas eran realmente las primeras armas?
F. E.: Bueno, probablemente las primeras armas
pesadas: ametralladoras antiaéreas (las llamadas «cuatro
bocas»), tanques T-34, etc. Luego regreso a la jefatura y
me designan para asistir a un curso del KGB, con otros
dieciocho compañeros, y embarcamos hacia Moscú
en enero de 1961.
R.H.: ¿Existía, antes de esa fecha, una conexión entre el DIER
o el DIFAR y el KGB?
F. E.: No Creo. Era la primera colaboración. Cuando
llegamos, nos recibió un coronel, veterano de la
inteligencia, que dijo nombrarse Nikolai Kuznetsov. Allí
estuvimos seis meses en una finca de las afueras de
Moscú. Nos prepararon como agentes de inteligencia,
nos enseñaron cultura de espionaje, etc. Estando allá
ocurrió el ataque por Girón. Regresamos en julio del 61.
R.H.: ¿Qué cambios acarrea la fundación del Ministerio del
Interior en junio de 1961?
F. E.: Como ya te expliqué, la Seguridad se funda
dentro de las Fuerzas Armadas. La dirección
revolucionaria había designado tres de sus comandantes,
Ramiro Valdés, Manuel Piñeiro Losada y Abelardo
Colomé, para esta tarea, y se forma el DIER —cuyo
primer jefe, antes que Ramiro, fue otro comandante
rebelde, René de los Santos. Esta organización, dentro
de la Fuerzas Armadas, es la que se enfrenta al proyecto
inicial subversivo de los norteamericanos. Entonces
existía el Ministerio de Gobernación, cuyo ministro era
Pepín Naranjo. Después de Girón, la Revolución
decidió unir bajo un solo mando a la policía, la
Seguridad, las prisiones, los bomberos, etc., y crea el
Ministerio del Interior el 6 de junio de 1961, y Ramiro
es su primer ministro. No es un organismo que se funda
de cero, sino una integración de otros ya existentes.
R.H.: ¿Cómo se estructuró internamente el trabajo de la
Seguridad en aquellos años?
F. E.: Desde los días anteriores a Playa Girón, se venía
gestando una estructura que incluía varias secciones
operativas. Una de ellas, la Q, a la cual pertenecí, cubría
dos grandes actividades: la investigativa y la informativa.
Estaba compuesta por varios buróes, que atendían las
organizaciones contrarrevolucionarias, las que se
formaron con las agrupaciones políticas auténticas, las
de los batistianos, e incluso había algunas que fueron
desprendimientos de grupos revolucionarios, entre
otras. El Buró informativo estaba dividido por sectores;
por ejemplo, el de ex militares, el de ex políticos de la
tiranía, el de cayos y costas —que dirigí yo en la
provincia de La Habana. Cuando regreso de la URSS,
me incorporo al Buró de atentados (QGI), cuya función
era operativa. Ahí llegaban todas las señales de acciones
contra los líderes revolucionarios, fundamentalmente
contra Fidel. A principios del 62, me ascienden y me
encargan la jefatura de un Buró informativo, pues yo
era el único que había pasado una escuela; allí estuve
seis meses, y luego me vuelven a mandar para la parte
investigativo-operativa, donde me asignaron un nuevo
buró encargado de penetrar distintos sectores de la
contrarrevolución y del exilio, el QPI.
R.H.: ¿Era un buró aparte? ¿Se creó cuando te encargaron
dirigirlo?
F. E.: Sí, aparte. Se creó expresamente y me pusieron
al frente, en junio de 1962, pero estoy allí hasta días
antes de la Crisis de Octubre, cuando me mandan a
otro buró investigativo, el QMI, que atiende las
organizaciones de procedencia religiosa —como el
Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR)—,
que eran las más peligrosas.
La compartimentación entre los distintos buróes era
total. Firmábamos usando aquellas siglas. En vísperas
de Girón, no nos conocíamos, teníamos prohibido
identificarnos con el carné del G-2, actuábamos desde
oficinas clandestinas, leyendas, fachadas, a veces
infantiles, pero las teníamos. Por ejemplo, en 1962,
nustro puesto radicaba en un edificio de oficinas,
Tejadillo 57, que tenía como cobertura una dependencia
del Ministerio del Azúcar denominada Empresa de
comprobación de metales y cabilla. En una ocasión,
llegó un sujeto, tocó la puerta y dijo: «¿Aquí es donde
se comprueba la cabilla?». Otra anécdota ocurrió con
el parqueador local, llamado Pedro. Nosotros
parqueábamos y como generalmente no teníamos un
quilo, se daba poca propina, y un día nos grita en medio
de la calle: «¡Como ustedes no me den propina, voy a
gritar que son del G-2!», aquello fue tremendo. Por
otra parte, no había preparación técnica permanente,
pero era gente muy inteligente, despierta, provenientes
del trabajo clandestino; todos conocíamos de medidas
de seguridad, compartimentación, disciplina. A partir
del 62 empiezan a llegar reclutas procedentes de los
«Cinco Picos», de la Asociación de Jóvenes Rebeldes.
R.H.: ¿Era esa la cantera de los nuevos oficiales?
F. E.: Sí, fue una cantera. Ya para entonces las
organizaciones políticas, la milicias, los CDR, creadas
por la Revolución, comenzaron a brindar sus militantes
para diferentes misiones, entre ellas, la nuestra.
R.H.: Tú dices que las organizaciones más peligrosas eran las
que tenían un origen religioso. ¿Por qué?
F. E.: Porque generalmente estaban vinculadas con los
sectores burgueses más poderosos del país y casi desde
el principio fueron seleccionados por la CIA como sus
representantes.
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«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
F. E.: Ni él ni William Morgan. Pero William fue el
primero en entrevistarse con los trujillistas en Miami,
había recibido emisarios suyos aquí, y hablado con Eloy,
quien le dijo que les diera cordel para ver qué pasaba.
Sin embargo, hay un momento en que se percatan de
que Fidel está al tanto de que algo se trama, ya algunos
militares revolucionarios habían informado sobre el
raro comportamiento de estos individuos. Ambos le
solicitan una entrevista y él los recibe en casa de Celia.
Aunque Fidel tenía ya algunos elementos sobre su
conducta, los envuelve y los empieza a utilizar, ya que
son ellos quienes tienen los contactos con el exterior,
de manera que aparecen finalmente como agentes leales
a la Revolución que denuncian y frustran el complot.
En ese plan participa la flor y nata de la gran burguesía
intermediaria y terrateniente —como Arturo Hernández
Tellaeche, presidente de la Asociación de Hacendados—,
y de los militares de Batista: todos estaban en el complot.
Cuando se desarticula este plan, ya había otro en
camino: el de Hubert Matos, en Camagüey. Para
entonces, los Comandos Rurales fundados por Artime
trabajan, por cierto infructuosamente, con los
campesinos de la Sierra Maestra, para confundirlos y
crear bases para un alzamiento perspectivo contra la
Revolución. Cuando tiene lugar la asonada de Hubert
Matos, lo dejan solo, pues no lograron confundir al
campesinado de la Sierra Maestra.
R.H.: ¿La gente del Segundo Frente estaba vinculada con
Hubert Matos?
F. E.: No lo conozco.
R.H.: ¿Esta conspiración de Matos tiene vínculos con la CIA?
F. E.: Sí, con Manuel Artime y con la embajada
norteamericana. El centro de la CIA en la embajada
estaba dirigida, al triunfo de la Revolución, por William
Cadewell, un viejo operativo, que fue sustituido más
tarde por James Noel, cuando se produce el cambio
de embajador de Earl T. Smith a Philip Bonsal. En esa
embajada, el centro de la CIA era muy grande. Con él
se vinculan varios personajes que después tendrán un
peso protagónico en la agresión a Cuba. Por ejemplo,
David Atllee Philips, un «ilegal» que trabajaba en una
agencia de «relaciones publicas» en plena Rampa, y años
después, gracias a sus actividades anticubanas, llegaría a
ser jefe de división latinoamericana de la CIA. Fue él
quien estuvo a cargo de la campaña de guerra
psicológica cuando Girón, y según algunos investigadores
del tema, uno de los planeadores del complot para
asesinar al presidente Kennedy.
R.H.: ¿Estaba aquí en Cuba cuando triunfa la Revolución?
F. E.: Sí, claro. Es el que organiza el intento de asesinato
de Fidel en la terraza norte de Palacio, por mediación
de Antonio Veciana. También estaba David Morales,
un chicano que llegó a ser segundo jefe de la base
R.H.: ¿Desde el principio?
F. E.: El ejemplo clásico es el de Manuel Artime Buesa,
jefe del MRR y delegado político de los mercenarios
que invadieron por Girón. Artime se había alzado el
30 de diciembre de 1958 con la tropa de Hubert Matos,
y este, por haber combatido un día, lo hizo primer
teniente. Después del triunfo, trabaja en el asunto de la
Reforma Agraria, con unas brigadas de trabajadores
católicos fundadas por él, los Comandos Rurales, y las
manda a la Sierra Maestra, a la base de la Revolución, a
confundir. Artime está contra las ideas de Fidel desde
que oye su discurso del 8 de enero. Junto a otros
comienza a disentir y a calumniar. Desde ese momento,
se inicia un proceso interno que termina con la renuncia
de Manuel Urrutia a la presidencia de la República; hay
una remodelación del gabinete, del Consejo de
Ministros, que se va radicalizando con las fuerzas más
leales a la Revolución, se produce la renuncia de
Humberto Sorí Marín, que estaba en el Ministerio
de Agricultura, relacionada con la Ley de Reforma
agraria, que no deseaba. Esta es la ley que acaba con el
«apoyo» de la burguesía nativa, de la pequeña burguesía
derechista, a la Revolución. Posteriormente, resultó la
causa de que figuras como Manuel Ray, entonces
Ministro de la Construcción, terminen saliendo del
Consejo.
R. H.: ¿Cómo comienzan las actividades contrarrevolucionarias?
F.E.: El primer gran complot contra la Revolución
fue la conspiración trujillista, en la cual participaron los
ex militares de la tiranía, los terratenientes y casatenientes
burgueses que veían en peligro sus privilegios y
propiedades, también el dictador dominicano, Rafael
Leonidas Trujillo. Probablemente la misma haya
comenzado en los primeros días de enero de 1959. Al
conocer la CIA estos trajines envía a Santo Domingo a
uno de sus hombres, Frank Bender, para coordinar las
acciones. Poco después se incorporan a este complot
William Morgan, un norteamericano que había estado
alzado en el Segundo Frente del Escambray y que todo
hace indicar era agente de la CIA desde entonces, y
Eloy Gutiérrez Menoyo, un sujeto que había fundado
el «frente» guerrillero aludido en el Escambray y que
según informaciones de la época, estaba relacionado
con la embajada norteamericana, que lo había orientado
a ese alzamiento con los fines de contar con elementos
de su confianza, aparentemente en armas contra la
dictadura, y eventualmente impedir un avance de las
columnas rebeldes, que Fidel podía enviar en aquella
dirección, como en realidad sucedió posteriormente.
La conspiración fracasa el 13 de agosto, cuando se
captura aquel avión en Trinidad. Fidel y Camilo
dirigieron personalmente toda la operación.
R.H.: ¿Pero por qué en aquel momento Menoyo no aparece
acusado de conspirador?
21
Rafael Hernández
marchando del país, a esperar cómodamente que
los yanquis derrocaran la Revolución. Eran tanto los
recursos, que muchas veces nos abastecíamos de ellos,
una vez capturados. Tuvieron más medios económicos
que nosotros hasta que se produjo el cambio del dinero,
en los primeros meses de 1961.
R.H.: ¿Esta certeza de que hay una serie de grupos conspirando
va acompañada, desde el principio, de su penetración?
F. E.: No es exactamente penetración. Ahí es donde
resulta verdad ese axioma de que el pueblo es el
protagonista real de toda esta gesta. En aquella época,
muchas personas llegaban a instituciones revolucionarias
a denunciar algo que sabían o habían visto. La
Revolución fue un hecho tan extraordinario, tan
catalizador, que provocó una ruptura en la sociedad
cubana. La lucha político-ideológica entre lo nuevo y
lo viejo fue en todas partes. Cuando esa persona se
presentaba, si tenía condiciones y posibilidades,
se convertía en agente. Por ejemplo, recuerdo el caso
de un compañero que era el hermano del jefe de
seguridad de Artime. Lo reclutamos e infiltramos
exitosamente en la Base de la CIA en Miami. Allí estuvo
hasta 1966, cuando conoció de un atentado que se estaba
preparando contra Fidel y aprovechando una misión,
con fines terrorista, al Puerto de Sagua la Grande, se
lanzó al agua, para ganar la costa y poder informar lo
que tramaba el enemigo.
Otro caso fue el de Isabelita, una extraordinaria
agente, que fue destinada, por sus relaciones anteriores,
a penetrar varias de las más importantes organizaciones
contrarrevolucionarias, relacionadas con la CIA en
Miami. Trece veces intentamos embarcarla en una «salida
ilegal» por medio de un barquito de pesca y otras tantas
naufragó, teniendo que regresar a nado. Finalmente
llegó. Le dimos un lugar de contacto en Miami, que
resultó había sido demolido; de manera que tuvimos
que atenderla por teléfono. Ella es la que informa que
Menoyo viene a infiltrarse. Aquel plan no fue el único;
después que ella regresó, en el 65, desarmamos una
red de espionaje del servicio de inteligencia español
que a su vez era manipulada por la CIA.
R.H.: ¿De manera que la penetración no siempre era a través
de un miembro de la Seguridad que se mete en la organización,
sino que se lograban captar a elementos que estaban conspirando?
F. E.: Muchas veces era así. Empezar de cero resultaba
muy difícil; no así cuando alguien ya está en el seno de
una actividad, donde el problema es discutir con esa
persona; podíamos fracasar, y fracasamos muchas
veces, pero otras tuvimos éxito. El enemigo es un ser
humano; si lo estudias, lo caracterizas, te puedes dar
cuenta de que tiene rasgos positivos, y trabajamos
mucho en ese sentido. Durante la operación Mangosta,
en mayo del 62, llegó la información de que la CIA
operativa de la CIA en Miami. Ellos aquí reclutaron
gente muy importante entre los ricos y representantes
de la gran burguesía. Por ejemplo, Alfredo Izaguirre
de la Riva, heredero de los Hornedo, lo mandaron a
buscar, después de Playa Girón, para que informara
personalmente a los altos cargos de la Agencia el porqué
del fracaso de Bahía de Cochinos. Más tarde, fue
detenido y estuvo preso en Cuba muchos años por
organizar un atentado a Fidel.
R.H.: ¿Este vínculo entre las organizaciones religiosas y la CIA
existía ya al triunfo de la Revolución?
F. E.: Yo pienso que sí. Artime era médico, profesor
de la Universidad de Villanueva, un hombre joven,
inteligente, simpático, buen orador, se preparaba para
ser un político importante en el país. Incluso, después
de ser liberado en Cuba, por haber participado en la
invasión de Girón, en enero de 1963, Robert Kennedy
lo selecciona junto a Manuel Ray para dirigir los
principales operativos de la CIA contra Cuba, algo que
ellos denominaron «operaciones autónomas». Artime
tiene un tremendo proyecto terrorista contra Cuba, que
recibe el apoyo oficial de los Kennedy; se van para
Nicaragua, donde organizan una importante base, y
allí se prepara lo que denominaron la «segunda
guerrilla naval», con el propósito de atacar todo el
transporte marítimo que se moviera hacia o desde
Cuba. Existe información oficial norteamericana
desclasificada sobre eso.
R.H.: ¿Todas las organizaciones de la contrarrevolución, desde
el principio, estuvieron vinculadas con los norteamericanos?
F. E.: Ellas querían, pero los norteamericanos no
confiaban en todas.
R.H.: ¿Las mayores, las más organizadas, cuáles eran?
F. E.: El MRR, el Movimiento 30 de Noviembre,
Rescate, FAL, el Movimiento Revolucionario del Pueblo
(MRP), de las cuales ya mencioné y que podían contar
entre tres y cinco mil miembros en todo el país, no te
puedo decir con precisión. Además llegaron a existir
más de trescientas de ellas. Las había para todos los
gustos y colores y muchas con el apoyo y la logística de
la CIA.
R.H.: ¿Todas estas organizaciones se fundan en el año 59?
F. E.: En 1959 y 1960. Muchos han preguntado: «¿Por
qué trescientas organizaciones y cómo se formaron?».
Algunas lo pudieron hacer de un día para otro, cuando
todas las organizaciones y partidos políticos de la
burguesía dejaron de ser legales. ¿Qué era el MRR? La
Agrupación Católica Universitaria. ¿Y el MRP? En
alguna medida, se identificaba con la Juventud Obrera
Católica. Se constituyeron sobre estructuras orgánicas
legales ya existentes. Además, heredan los recursos de
la burguesía —casas, autos y dinero— que se estaban
22
«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
Los organismos de seguridad, en estos cincuenta años han
aportado su grano de arena en la defensa de la Revolución y
las conquistas socialistas, contribuyendo a proteger la
integridad y la soberanía de nuestra patria y la vida de
nuestros dirigentes.
investigaciones a sus compañeros. No fue ningún
patriota, y mucho menos un «buen pastor».
La versión de The Good Shepherd tergiversa la historia
de Girón. A principios de 1961, existían relaciones con
el KGB, pero se estaban iniciando; no eran fuertes ni
estables, como lo fueron posteriormente. Por otra
parte, no era un secreto que los Estados Unidos y la
CIA preparaban una fuerza expedicionaria en
Guatemala para invadir a Cuba. La fecha no se sabía,
así como tampoco el volumen de la acción. Pero sí
que se preparaba un ataque.
R.H.: ¿Había agentes cubanos dentro de los campos de
entrenamiento?
F. E.: Que yo sepa, no. Pero recibimos información.
Como ya expliqué, estuve a finales del 60 en Costa
Rica en esos trajines. Además, mucha gente solidaria
escribía a Cuba, explicando lo que estaba pasando.
Existía una avalancha informativa, pero era imposible
depender de agentes en aquella época, por una razón
fundamental: no teníamos forma de comunicarnos con
ellos.
R.H.: Háblame de las bandas del Escambray. ¿Por qué crees
que se lograron implantar con esa fuerza en ese territorio en
particular, a qué respondió esto?
F. E.: En primer lugar, por el atraso extraordinario
del Escambray. No sucedió lo mismo con la Sierra
Maestra, donde hubo intentos por desarrollar un
movimiento guerrillero contrarrevolucionario, que
fracasaron. En el Escambray había mucho atraso,
analfabetismo y era donde primero había llegado la
gente de Eloy Gutiérrez Menoyo.
R.H.: ¿Los alzados del Escambray eran, sobre todo, oriundos
de la zona, campesinos analfabetos, subordinados a los antiguos
dueños de tierra?
F. E.: Sí. Fundamentalmente, hasta donde sé, porque
yo no tuve que ver con la Limpia del Escambray.
R.H.: ¿Qué permitió que estos grupos extendieran sus actividades
hasta 1966?
F. E.: La lucha contra los bandidos se dividió en varias
etapas. Entre el 59 y finales del 60, Fidel dirigió una
gran movilización de cincuenta mil milicianos al
Escambray, la que se conoció como la «limpia», porque
ya se sabía que los norteamericanos proyectaban
había infiltrado unas diez toneladas de explosivo plástico
y armas y las había escondido en unas cuevas muy cerca
del mar, en cabo Cortés, Pinar del Río. Ya para entonces
se había detenido a la mayoría de los dirigentes del
MRR, entre los que se encontraba Manuel Guillot
Castellanos, alias Rogelio, un agente CIA, enviado
especialmente para activar el plan terrorista para el que
estaban destinados las armas y explosivos. Era una
situación inenarrable, pues si no se ocupaban los
explosivos, pronto la población iba a pagar las
consecuencias con su sangre. Tuvimos varias
conversaciones con él, se le explicó abiertamente que el
futuro de los detenidos capturados dependía de que
aparecieran los explosivos. Después de varias horas de
meditación nos solicitó nuestra palabra de que las
condenas que se impondrían serían solo de prisión, lo
cual fue aceptado, menos en su caso, por los crímenes
y desmanes antes cometidos. Estuvo de acuerdo y poco
después era ocupado todo el peligroso arsenal.
Otro caso muy importante de espionaje en esos
años, fue el del agente Noel. Su hermano Miguel era
un importante personaje del Departamento de Estado
en los años 70, con acceso a Henry Kissinger. Ambos
estudiaron durante su infancia en los Estados Unidos;
uno se quedó y el otro regresó a Cuba. A través de esta
conexión pudimos llegar a una posición muy alta dentro
de la CIA. Kissinger estaba al tanto de sus
informaciones, tanto es así que en el Museo del
Ministerio del Interior, en 5ª y 14, hay un reloj Rolex
con una dedicatoria de Kissinger a Noel.
R.H.: En la película The Good Shepherd de Robert De
Niro, se presenta la teoría de que la información acerca del plan
de Playa Girón llegó a Cuba a través de la colaboración del
KGB.
F. E.: Eso es falso. The Good Shepherd es un ejemplo de
cómo ciertos enfoques interesados distorsionan la
historia —no solo en lo referente a Cuba. El
protagonista encarna al que fuera jefe de la
contrainteligencia dentro de la CIA, James J. Angelton,
un fanático loco, resultado del «macartismo», expulsado
años más tarde de la propia Agencia por William Colby
a causa de sus fobias. Sospechaba que todo el mundo
era un agente del KGB y se pasaba la vida abriéndoles
23
Rafael Hernández
utilizarlos como quinta columna en sus planes agresivos.
En enero de 1961, se desarrolla la «Operación Silencio»,
dirigida a enfrentar a los grupos unificados bajo el
mando de Osvaldo Ramírez, quien se había autotitulado
Comandante general. Con vistas a la invasión de Girón,
la CIA le prepara un gran abastecimiento en las Llanadas
de Gómez, una zona intrincadísima del Escambray, que
resultó un fracaso. Hay que tener en cuenta que la
invasión no iba a producirse originalmente por Zapata,
sino por Trinidad. Las fuerzas revolucionarias
prácticamente liquidan a los bandidos entre finales del
60 y principios del 61, pero vuelven a tomar auge
después de Girón. El 62 fue un año muy difícil, porque
la CIA se propone el proyecto de alzamiento
generalizado del pueblo cubano, la Operación
Mangosta, y ese va a ser su momento más florido. Al
año siguiente, la situación cambia. En marzo cae Tomás
San Gil, el último jefe que pudo agrupar a todas las
bandas, junto con Mandy Florencia y Julio Emilio
Carretero. A partir de ese golpe, empiezan a
descomponerse. En el primer cuatrimestre del 63, se
desarrollaron en el Escambray noventa y dos combates,
con más de cien bajas de los bandidos. Las bandas
quedan prácticamente exterminadas. A partir del 64 se
mantiene solo un grupo muy reducido, a la defensiva y
robando. El 11 de marzo de 1965 fue capturado Blas
Tardío, el último de los cabecillas de bandas importantes
alzados en el Escambray.
R.H.: ¿Todavía la CIA les daba un abastecimiento significativo?
F. E.: No, la CIA no pudo organizar un abastecimiento
sistemático ni antes ni después. La fuerzas
revolucionarias, el Ejército Rebelde y las milicias no se
lo permitieron.
R.H.: ¿La infraestructura que tenían en la zona les permitía
sobrevivir?
F. E.: Sí, esa era su red de apoyo. En algunos casos
fueron colaboradores a la fuerza, atemorizados por
los asesinatos que se cometían. Por eso se tiene que
sacar de la zona a una buena cantidad de colaboradores
de bandidos y trasladarlos a otras regiones del país. Es
una medida que tiene que tomar la Revolución para
quitarles la base y el sustento al bandidismo.
R.H.: Háblame de los planes de asesinato contra Fidel. Aparte
de los que documenta el Comité de Inteligencia del Senado en
1975, ¿qué otros complots importantes llegaron a desarrollarse?
F. E.: El primer plan conocido para asesinar a Fidel,
con participación de una agencia norteamericana, es a
fines del 58, con la colaboración del Buró de
Investigaciones de la Policía Nacional y el ejército
batistiano. El coronel Orlando Piedra y Silito
Tabernilla se ponen de acuerdo con el FBI,
probablemente a través del cónsul en Miami, quien
facilita a un agente de origen norteamericano
nombrado Alan Robert Nye, que había sido infante
de marina y piloto. Le hicieron una buena fachada;
participó en un sabotaje a unos aviones que tenía Prío
en Fort Lauderdale, y con esa historia llega a Cuba en
noviembre del 58, lo trasladan a Holguín, y luego a
Bayamo el 12 de diciembre, durante la ofensiva final.
Lo infiltran en la zona de operaciones de Santa Rita,
donde estaba Fidel. Llevaba un fusil y un revólver 38.
Lo trasladan a un lugar previamente seleccionado, y
pocas horas después una patrulla rebelde lo detuvo.
Él se presenta como un Rambo simpatizante de la
Revolución, que venía a poner sus «valiosos» servicios
a disposición de Fidel, por lo cual este solicita verlo
de inmediato. A esa altura, los días finales de 1958,
nadie le hace caso y lo confinan detenido en un
campamento, hasta que llega el 1º de enero. Pocos
días después, el mando rebelde orienta a uno de sus
capitanes investigar la versión dada por Nye y al ser
interrogado, este comete el error de decir que a su
llegada a La Habana se había hospedado en el hotel
Comodoro. Más tarde, en las investigaciones realizadas
se comprobó que no solo había utilizado un nombre
falso para registrase en el hotel, sino también que su
cuenta había sido pagada por el coronel Orlando
Piedra. Desenmascarado, lo confiesa todo y es
sancionado por los tribunales, pena que finalmente
se le conmuta y se entrega a las autoridades
norteamericanas.
Inmediatamente después de eso se producen varios
complots; en el mismo año 59 hay uno de Rolando
Masferrer, otro de Obdulio Piedra, sobrino de Orlando
que fue infiltrado para emboscar a Fidel en las
inmediaciones del Palacio Presidencial. Al contrario de
lo que se dice, la primera acción conjunta de la CIA y la
mafia norteamericana contra Fidel, no fue cuando este
viajó a Naciones Unidas, sino antes, en la capital cubana,
mediante un mafioso, Richard Cain, que había
pertenecido al FBI, y para entonces trabajaba con la
familia de Sam Giancana de Chicago. Estos planes, que
comenzaron desde antes del triunfo y durante el año
59, fracasaron todos.
En 1960 se desarrolla un plan para asesinar a Raúl
Castro, auspiciado por la embajada norteamericana, a
través de los agregados militares de la sede. Luego, en
otro complot, dirigido por la norteamericana Geraldine
Chamman, trataron de asesinar a Fidel. En este caso
había un plan con muchas posibilidades de éxito, porque
el lugar estaba bien escogido, una casa en Miramar
frecuentada por el líder cubano.
El conocido plan de la terraza norte de Palacio,
descubierto en octubre del 61, en realidad se organizó
a finales del 60. Como te mencioné antes, David A.
Phillips recluta a Tony Veciana, y a través de este contacta
con una ciudadana norteamericana, quien se encarga
24
«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
complicados porque requieren de mucha precisión en
los hechos. Le tiraron con un M-3, calibre 45, e impactan
en la puerta, pero no la atraviesan, porque esa no es
una bala de penetración. Luego, el jefe del comando,
que tiene que lanzar la granada, resbala, pues la hierba
estaba mojada por el rocío y la granada le cae arriba y
lo mata. Se produjo el atentado, pero no pasó nada.
R.H.: ¿La Seguridad cubana tuvo conocimiento de Mangosta
desde sus primeras acciones, independientemente de que no supiera
cómo se llamaba?
F. E.: A fines del año 61 casi todas las organizaciones
contrarrevolucionarias estaban liquidadas o a punto de
ello. El frente interno estaba desmoralizado y duramente
afectado por las detenciones y los golpes propinados
por la Seguridad. Se produce un interrogatorio a Juan
Falcón, jefe del MRR en Cuba, capturado en mayo de
ese año, que resulta muy esclarecedor, en el que dice
algo más o menos así: que ellos «habían conservado la
ilusión de que solos o con poca ayuda de los Estados
Unidos serían capaces de derrocar la Revolución», pero
esa ayuda no acababa de llegar, y estaban siendo
diezmados, muchos de sus miembros habían sido
detenidos y las armas, las imprentas, los equipos de
comunicación y los explosivos ocupados. Por eso, las
organizaciones se encontraban en proceso de
disolución, porque habían visto que los yanquis no los
iban a ayudar desinteresadamente, que a ellos solo les
interesaba que mantuvieran sus acciones dentro del país,
que hicieran sabotajes, pusieran bombas, planearan
atentados, para sembrar el terror, aunque sus hombres
fueran detenidos, condenados o fusilados, por lo que
el desaliento reinó en sus filas y entonces empezaron a
tratar de salir del país y decretaron un receso total de
sus actividades.
A fines de ese año, las direcciones de las
organizaciones contrarrevolucionarias —sobre todo el
MRR, que era bendecido por la CIA—, se reunieron.
Juan Falcón explica que en esa reunión la dirección del
MRR acordó disolver la organización, y que todos los
que estaban quemados se fueran del país, mientras que
los demás se podían reintegrar a la vida normal. Así
ocurrió también con el Movimiento 30 de Noviembre,
el MRP —aunque los principales grupos ya estaban
desarticulados por la Revolución.
R.H.: ¿El MRR fue una de las organizaciones que participó en
la Operación Mangosta?
F. E.: Sí, ellos estuvieron entre las principales. Cuando
estas organizaciones ya han acordado disolverse, se
infiltra en Cuba Manolito Guillot Castellanos, alias
Rogelio, el 14 de enero del 62. Desembarcó por el
reparto Náutico y empezó a contactar a la gente; traía
un plan de la CIA, una tubería de dinero y numerosos
recursos. Para entonces, ya nosotros habíamos copado
prácticamente todas las organizaciones.
de alquilar un apartamento en la Avenida de las
Misiones, para disparar con una bazooka hacia la terraza
norte de Palacio, durante un acto que allí se realizara.
Nada de eso está en el informe del Inspector
General de la CIA del año 67, que es todo lo que se
conoce al respecto. Se suceden un grupo de complots
patrocinados por la CIA o la mafia, que no llegaron a
materializarse, por las medidas de seguridad, o porque
hubo un inconveniente de última hora. Además, yo
sustento la tesis de que Fidel tiene, entre otras muchas
virtudes, una rara capacidad para prevenir las
emboscadas, que lo lleva a cambiar su plan, a no hacer
algo que tenía previsto.
En 1963, la Oficina de Inteligencia Naval de la base
norteamericana en Guantánamo planea otra
conspiración. Esta vez en el estadio del Cerro donde
se iba a desarrollar uno de los juegos finales del
campeonato de béisbol, y se pretendía lanzar allí ocho
granadas contra el líder cubano. Otro intento, también
apoyado por la CIA, era disparar con un mortero de
82 milímetros contra la Plaza de la Revolución, un 26
de julio, desde un lugar muy cercano, una carbonería
que estaba controlada por los contrarrevolucionarios.
Aquello hubiera sido una carnicería tremenda.
Te estoy hablando de planes que tuvieron muchas
posibilidades de éxito. Algunos fueron abortados antes
de intentarse, pero otros fracasaron por causas ajenas a
las intenciones de los contrarrevolucionarios. Además
de los planes para eliminarlo físicamente, se ha intentado
liquidar su imagen, ejecutarlo moralmente, como trató
de hacer, no hace mucho, la revista Forbes, diciendo que
era uno de los millonarios más grandes del mundo.
Han sido centenares de planes contra su vida. En
investigaciones realizadas se documentaron 634
complots y conspiraciones para asesinarlo, en el período
de 1958 a 2000, en las que directa o indirectamente
estuvo involucrada la CIA, bien porque lo trataba de
ejecutar directamente, o porque lo estimulaba. Te pongo
un ejemplo; en 1962, la Voz de las Américas en sus
programaciones contra Cuba, anunció una operación
Botín, que ofrecía hasta un millón de dólares por su
muerte.
R.H.: ¿Conoces de algún complot que haya progresado en relación
con otros dirigentes importantes, además del que mencionaste contra
Raúl?
F. E.: Contra Carlos Rafael Rodríguez, que fue el único
que pudo ejecutarse. Ocurrió en los primeros años de
la Revolución, organizado por un grupo de alzados
del MRR que lo planearon desde afuera. La emboscada
estaba preparada en la carretera Habana-Matanzas,
porque sabían que Carlos Rafael iba allá a impartir una
conferencia y que regresaba tarde en la noche. Un auto
que iba delante del de Carlos Rafael, haría una señal en
el lugar indicado. Pero los planes de atentado son muy
25
Rafael Hernández
compañeros nuestros descubren a Rogelio comiendo
allí. Así fue capturado Manuel Guillot Castellanos. Entre
el 22 y el 23 de mayo ya se conocían, en lo esencial, los
planes de la CIA. Nadie sabía que el operativo se
denominaba Mangosta, pero sí sus propósitos.
El segundo se produce en agosto y estaba
encabezado por las Fuerzas Anticomunistas de
Liberación (FAL). El plan fue desarticulado entre el 28
y el 29 de agosto, y su ejecución estaba prevista para el
30. No obstante, no habíamos acabado con la
contrarrevolución. Tanto es así que, el día 5 de diciembre,
en las postrimerías de la Crisis de Octubre, un sujeto,
Luis David Rodríguez González, nuevo jefe del MRR,
consigue entrevistarse con el jefe de una de las bandas,
Tomás San Gil, con el fin de lograr unificar las
organizaciones contrarrevolucionarias y las agrupaciones
alzadas en un nuevo «frente», al cual bautizan con el
nombre de «Resistencia Cívica Anticomunista», que
también se propone el asesinato de Fidel, y alzarse en
armas en el primer cuatrimestre del 63.
R.H.: ¿Y la mayor parte de ellos son condenados a largas penas
de presidio? ¿O fueron fusilados?
F. E.: Algunos fueron fusilados, en 1962 y aún en 1963.
Pero la mayoría recibió condenas de hasta veinte años.
R.H.: ¿Podría afirmarse que, a partir del año 63, la actividad
de las organizaciones contrarrevolucionarias dejó de ser una
amenaza sustancial?
F. E.: Comenzaron a decaer, pero aún continuaron
con otros proyectos terroristas fundamentados
esencialmente desde bases externas. En Miami radicaba
la JMWAVE, la mayor base de la CIA en el hemisferio
occidental, integrada por 4 000 cubanos, 400 oficiales
norteamericanos, marina de guerra y aviación,
55 empresas de cobertura —astilleros, compañías
aéreas, rentadoras de taxis, de autos, de bienes raíces—,
barcos de guerra, lanchas rápidas; era todo un ejército.
Con ellos comienzan a realizar ataques a barcos
mercantes, poblaciones costeras indefensas, instituciones
y funcionarios cubanos radicados en países extranjeros
etc. Ya para entonces también utilizan redes de espionaje
y subversión, una estructura que les posibilitaba evadir
con más éxito nuestra penetración, en tanto cada nuevo
reclutamiento que se hacía tenía que ser informado a la
CIA, que podía consultar sus archivos.
Una típica red de subversión fue la de Márquez
Novo, en Pinar del Río, la de Polita Grau o la de
Francisco Muñoz Olivé, que trabajó con la CIA desde
el año 61 y a quien no pudimos descubrir hasta
principios de los 70. Con esta estructura muy
compartimentada, la CIA obtiene buenos resultados y
nos da a nosotros muchos dolores de cabeza. Más tarde,
comenzaron a utilizar algunas embajadas capitalistas
occidentales —España, Italia, México— para ubicar a
R.H.: ¿La más grande era el MRR?
F. E.: El MRR, el 30 de Noviembre, el MRP, Rescate,
y otras más.
R.H.: ¿Y todas tenían miles de miembros?
F. E.: La cifra exacta no la tengo, pero supongo que sí,
seguro que eran varios miles. Recuerda que aquí había
una gran y media burguesía, que contaba con una
importante fuerza. Además en los latifundios que existían
trabajaban muchos campesinos que nada tenían que
envidiar a los siervos de los señores feudales y por
tanto hacían lo que ellos ordenaban. La confrontación
tuvo momentos muy álgidos. En el 62 hay varios planes
de sublevación general, pero sobre todo dos muy
importantes. El primero es un proyecto que viene de la
CIA. Ya la mayoría de las organizaciones habían sido
penetradas, y siempre teníamos la precaución de
mantener gente adentro aunque estuvieran en proceso
de desintegración; por eso supimos que se intentaba
unificar las cinco organizaciones principales —MRR,
MRP, 30 de Noviembre, Movimiento Demócrata
Cristiano (MDC) y Partido Social Cristiano (PSC), el
de José Ignacio Rasco—, dividirlas por provincias y
desconectarlas de la organización nacional, que era
donde ellos sabían que teníamos penetración. Cada
organización se compartimentaba provincialmente, y
allí se elegía una dirección por la CIA. El jefe y el radista
se sacaban a la Florida y se entrenaban.
Por otra parte, la CIA había logrado consolidar en
Pinar del Río una importante estructura, el denominado
«Frente Unido Occidental» al mando de Esteban
Márquez Novo, conocido como Plácido, que había
sido casquito y estaba muy relacionado con los
terratenientes latifundistas en la zona más occidental.
Había logrado montar una agrupación de cerca de mil
integrantes y llegó a tener tres estaciones de radio y
escuelas para preparar al personal. Fue capturado y se
le ocupó una planta AT3 norteamericana, muy
moderna, que trasmitía en treinta segundos un mensaje
que nos era muy difícil de localizar. Su plan era tomar
la base aérea de San Julián, una de las operaciones
principales.
Para entonces, Tomás San Gil se hace jefe de todas
las del Escambray, las unifica, reciben armamentos a
través de una red de la CIA encargada de suministrar
pertrechos para las bandas. Los desembarcos se
producían por el norte de Las Villas, por bahía de
Cádiz. Ellos están preparando su alzamiento, pero
nosotros estamos trabajando también. El 8 de mayo
se detiene a Juan Falcón y a los principales dirigentes
del MRR, del Directorio Revolucionario en el Exilio
(DRE) y del Movimiento 30 de Noviembre. No
conocíamos muchos detalles del plan. Pero el día 20,
en el Ten Cents de la Copa, en Miramar, dos
26
«La lucha entre lo nuevo y lo viejo fue en todas partes». Entrevista al General (r) Fabián Escalante
aunque no aparece tratado con profundidad el tema
de la subversión política —que deliberadamente no se
incluyó porque los casos estaban muy frescos, a pesar
de ser muy representativo—, así como otros que
entonces no se consideraron convenientes, por medidas
de compartimentación.
R.H.: ¿Existieron otros casos como el de Rolando Cubelas, en
los que la CIA logró reclutar a una figura importante de la
Revolución?
F. E.: Hubo casos así desde el principio. Eloy Gutiérrez
Menoyo, el antiguo jefe del Segundo Frente del
Escambray, es un ejemplo. Cuando empieza la
conspiración trujillista, en febrero o marzo del 59,
participan Eloy Gutiérrez Menoyo y William Morgan,
comandantes del Ejército Rebelde, y representantes de
una organización política que se había opuesto a Batista.
Hubert Matos, de quien no puedo asegurar que haya
sido agente de la CIA, tenía un plan de alzamiento en
Camagüey, que probablemente estaba apadrinado por
la embajada de los Estados Unidos y por la CIA, en el
que estaban involucrados también Manuel Artime y
Humberto Sorí Marín. Otro caso es el de Manuel Ray
Rivero, que fue ministro de Obras Públicas del primer
gabinete revolucionario, y luego fundó el MRP, una
organización contrarrevolucionaria. Desde el primer
momento, la Revolución tiene disidentes; se desarrolla
una intensa lucha ideológica y política en todas las
estructuras del país.
R.H.: En 1989, fuiste miembro del tribunal militar que juzgó
la Causa # 1, donde se procesó a altos oficiales de las FAR y el
MININT por relaciones con el narcotráfico y por haber expuesto
los mecanismos de defensa de la seguridad nacional. Visto en
perspectiva histórica, casi veinte años después, ¿qué significado
tuvo aquel acontecimiento? ¿Cuáles fueron sus lecciones y
trascendencia para el proceso?
F. E.: Fue un momento muy amargo para todos,
porque nos percatamos con mayor claridad de que los
hombres somos maleables, y que cambiamos. Fidel
explicó, refiriéndose al caso, que el poder puede
corromper y que la lucha más importante que debe
librar alguien que tiene poder es la lucha contra sí mismo.
Todavía entonces teníamos la idea de que seguíamos
siendo los mismos. Aquel fue un año de mucha reflexión,
muy importante para la Revolución, pues fue necesario
hacer un análisis de todo lo que sucedió y por qué se
habían desarrollado dentro del Ministerio tendencias
negativas. Fidel antes, ya había convocado a un proceso
de rectificación de errores y tendencias negativas y el
MININT, particularmente su dirección, no estaba al
margen de estas desviaciones. Seguíamos con los
mismos controles de años anteriores, sin darnos cuenta
de que todos estos aparatos policíacos y represivos
sus oficiales, entre ellos, los más connotados: Jaime
Caldevilla y García Villar, Alejandro Vergara Maury,
Massimo Muratori, Antonio Carrillo Colón y otros más,
todos denunciados en su tiempo y expulsados del país.
La JMWAVE empieza a languidecer después de 1966
y desaparece en el 69, era un aparato enorme con un
presupuesto de cien millones de dólares al año.
R.H.: ¿A partir de entonces, la mayor parte del dispositivo de
la CIA se volcó hacia el trabajo de inteligencia y espionaje dentro
de Cuba, no a la subversión directa?
F. E.: La subversión política resultó desde entonces, y
creo que hasta los días de hoy, una de sus actividades
priorizadas. Hasta el 64, había predominado la
subversión generalizada mediante los intentos de
alzamiento, de asesinato. Con la subversión política, por
ejemplo, buscan estimular la disidencia dentro de los
medios culturales, políticos, incluso militares cubanos.
Ese fue el caso de Humberto Carrillo Colón, agregado
cultural de la embajada de México en 1968, cuya primera
tarea era fomentar la división entre los intelectuales. Se
dan cuenta de que la Revolución es un hecho y que no
pueden liquidarla, así que —sin abandonar los planes
terroristas—, comienzan a estimular otras líneas de
trabajo o de actividad.
R.H.: ¿Esos agentes de la CIA que operaban desde embajadas
extranjeras lo hacían con el consentimiento de sus gobiernos?
F. E.: No siempre. Por ejemplo, Jaime Caldevilla,
agregado de prensa y cultura de la embajada de España,
había sido reclutado para la CIA y tenía una agente
ilegal en La Habana, una española que había pasado la
escuela de inteligencia, Carmen Jiménez Gómez, dueña
de la peletería Chiquitín, situada en la calle Monte. Desde
ahí dirigía su red de inteligencia, que penetramos en el
65. Caldevilla y Alejandro Vergara no solo estaban en
el espionaje, sino que habían estado involucrados en el
asunto de las pastillas envenenadas para asesinar a Fidel,
vinculados a la CIA, la mafia y a la organización Rescate,
de Tony Varona y María Leopoldina Grau Alsina
(Polita).
R.H.: Durante todo este período, ¿qué otros servicios de inteligencia
o de espionaje, además del de los Estados Unidos, han representado
peligros para Cuba?
F. E.: En general, los que han trabajado aquí lo han
hecho para servir a la CIA y por intereses y presiones
del gobierno norteamericano.
R.H.: ¿Existe un caso real que inspirara el serial de televisión
En silencio ha tenido que ser? ¿En qué medida la historia
que se narra es representativa de la estrategia seguida por la
CIA para penetrar las instituciones de la Revolución?
F. E.: Fueron varias las operaciones utilizadas. Se intentó
recoger los casos principales ocurridos hasta ese
momento, el año 1979, un período de veinte años,
27
Rafael Hernández
su persecución en casi todos los rincones del mundo.
También las campañas de calumnias e infamias; en fin,
todo el arsenal que el gobierno de los Estados Unidos
ha ensayado contra nuestro país en estos cincuenta años
de agresiones y victorias.
Al reflexionar sobre estas cinco décadas
transcurridas y el enfrentamiento realizado en la defensa
de la Revolución, es importante destacar que ese trabajo
fue llevado a cabo por un puñado de jóvenes armados
con las ideas revolucionarias proclamadas por Fidel y
los principales dirigentes, que resultaron decisivas en
los posteriores combates, jóvenes que lo asumieron
como una tarea ideológica y política, en defensa de
una causa patriótica y revolucionaria, a la cual entregaron
el corazón y el alma, sin pensar en ocupar un cargo,
cobrar un salario o acumular tiempo de trabajo, sin
constituir oficio o empleo, evitando convertirse en
burócratas, asalariados, tecnócratas o corruptos.
Pienso sinceramente que los organismos de
seguridad, en estos cincuenta años, han aportado su
grano de arena en la defensa de la Revolución y las
conquistas socialistas, contribuyendo a proteger la
integridad y la soberanía de nuestra patria y la vida de
nuestros dirigentes. El más claro, cercano y conmovedor
ejemplo son René, Ramón, Gerardo, Antonio y
Fernando, héroes de la patria, que reconocieron que
estaban trabajando para el gobierno cubano con el
objetivo de proteger a su país de criminales ataques, y
con ese fin se habían infiltrado en conocidas
organizaciones terroristas miamenses, y que actuaban
por sus convicciones. Ellos son ejemplo de su
generación, que en las mismas trincheras, llevan hoy las
banderas de luchas y victorias que ayer nosotros
empuñamos, bajo la certera dirección de Fidel y Raúl,
con la mística y las ideas de nuestros antepasados, los que
combatieron en Girón y en el Escambray, los del 1º de
enero, los del desembarco del Granma, los del asalto
al Moncada, los de la lucha contra las dictaduras y la
pseudorrepública, y más allá, desde los mambises del
95 y del 68. Por último, un recuerdo a los caídos, a los
que todavía cumplen misiones en el seno del enemigo,
a esos héroes eternos de la patria.
R.H.: Gracias por tu tiempo, Fabián. Ha sido no solo
interesante, sino iluminador. Gracias también por haber aceptado
todas mis preguntas, y haberlas respondido con tanta paciencia y
sinceridad, en nombre de los lectores de Temas.
concentran mucho poder real y sus mecanismos
necesitan un control y una supervisión sistemática; la
vida lo demuestra, no solamente en Cuba, sino también
en otras partes del mundo.
R.H.: Algunas personas se preguntan por qué la inteligencia
cubana no les ha hecho justicia —como los israelíes con los
criminales de guerra nazis— a asesinos convictos y confesos como
Esteban Ventura Novo, Félix Rodríguez, Luis Posada Carriles,
Orlando Bosch. ¿Cómo tú les explicarías esta política a esas
personas?
F. E.: Ese es un mal método. Porque el mal se revierte.
El asesinato no es un método revolucionario. No hay
causa que lo justifique. Esa violencia solo genera una
violencia similar. Además, ¿qué justificación moral o
ética se le puede dar a una persona que se prepara como
asesino? ¿En realidad, qué resuelve el asesinato?
R.H.: ¿Incluso tratándose de criminales como estos?
F. E.: Incluso. Es una postura moral, una cuestión ética
que Fidel siempre defendió mucho, desde que estaba
en la Sierra. Imagino que en todos estos años no faltaron
algunas propuestas en ese sentido, pero siempre se
rechazaron, porque desencadena un mecanismo de
corrupción y de perversión. Por eso es que Orlando
Bosch y Posada Carriles probablemente se mueran de
viejos. Desde mi óptica, es políticamente más útil que
sean el ejemplo vivo de lo monstruosos que son. En el
documental inglés 638 ocho maneras de matar a Castro
entrevistan a Bosch y a Posada, estando preso este
todavía, quienes no se muestran arrepentidos. La historia
los va a juzgar. La conciencia les debe pesar mucho.
R.H.: ¿Hay algún tema importante que estemos pasando por
alto para poder entender el trabajo de la Seguridad a lo largo de
estos cincuenta años de Revolución?
F. E.: Temas hay bastantes. El enfrentamiento a la
subversión política no ha podido ser exclusivamente
político, y en algún momento ha tenido que dirigirse
por los caminos de la inteligencia y la contrainteligencia;
por lo tanto, muchos eventos se han vinculado con
estos fenómenos. Los intentos por promover esa
subversión política entre los jóvenes en Cuba es un
aspecto muy importante. Se han desclasificado en los
Estados Unidos documentos de los años 90 que son
reveladores sobre el fomento de la disidencia
contrarrevolucionaria.
También ha estado la lucha contra el terrorismo, la
guerra biológica, aquella que introdujo el dengue
hemorrágico, la peste porcina africana, y que causaron
tantos daños y pesares a nuestro pueblo; la guerra
psicológica, la subversión económica, no solo en lo
concerniente al bloqueo, sino en el sabotaje al comercio,
©
28
, 2008
no. 56: 4-15, octubre-diciembre de 2008.
Walfredo Angulo
«Soy solo un sobr
eviviente».
sobreviviente».
Entr
evista
Entrevista
a Julio Gar
cía Oliveras
García
edo Angulo
alfredo
Walfr
Periodista. Instituto Internacional de Periodismo «José Martí».
R
odeado de libros, sentado junto a su buró de trabajo, me
recibió Julio García Oliveras, quien se considera solo un
sobreviviente, y su contribución a la Revolución cubana, un átomo
de polvo que comenzó cuando decidió seguir a José Antonio
Echeverría, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de
La Habana. Como segundo jefe de acción del Directorio
Revolucionario, el 13 de marzo de 1957 acompaña a Echeverría
en lo que se calificó como la principal de las acciones programadas
para ese día: la toma de Radio Reloj.
En su libro José Antonio Echeverría: la lucha estudiantil
contra Batista, Julio brinda un fiel testimonio de esa etapa.
Escribe, además, en 1988, una biografía del líder estudiantil, y
en 2003 un texto sobre los estudiantes cubanos. Su más reciente
obra se titula Contra Batista, publicada en 2007.
Al triunfo de la Revolución, García Oliveras se incorpora al
Ejército Rebelde con grados de comandante, y labora durante
años en construcciones militares. Considera no tener vocación de
dirigente y, según dice, ha sido jefe cuando no le quedaba más
remedio.
A la edad de 77 años, mantiene una privilegiada memoria
que le permite narrar episodios de su etapa juvenil como sucesos
recientes, y todavía se le humedecen los ojos cuando habla de sus
compañeros caídos en la lucha. En estos momentos es Vicepresidente
de la Sociedad Económica de Amigos del País y director de su
publicación, la Revista Bimestre Cubana. Entre sus nuevos
proyectos está la elaboración de otro libro sobre el papel que han
desempeñado los estudiantes en la historia.
Walfredo Angulo: Durante los primeros años de su formación
política, ¿participó en alguna organización antes de incorporarse
a la FEU?, ¿cómo describiría su pensamiento e ideología?
Julio García Oliveras: No pertenecí a ninguna
organización política. Siempre he resumido el origen
de mi formación política con una frase que mi padre
repitió mucho a lo largo de la vida: «Esto no puede
seguir así». Él era un empleado, como muchos cubanos
de aquella época, desengañado de los partidos políticos,
no era de izquierda, sino progresista. Esa postura es la
que, a la larga, me conduce a una militancia
revolucionaria, con las consecuentes preocupaciones de
mi padre, a quien yo le replicaba: «¿Tú no decías que
esto no podía seguir así? Entonces hay que hacer algo
para cambiarlo».
Estudié en el Colegio de Belén, donde coincidí con
Fidel un tiempo. Nunca tuve ninguna inclinación de
derecha, al contrario. Por ser hijo de un modesto
4
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
empleado, viviendo en medio de un colegio lleno de
hijos de la burguesía, se engendraron en mí
contradicciones no solo de tipo social, sino también
político, que influyeron en mi formación.
W. A.: Háblenos de la FEU de su época. ¿Qué problemas
enfrentaba la política universitaria?
J. G. O.: La FEU que había sido creada por Mella
atravesó distintas etapas que es necesario recordar.
Después del proceso revolucionario contra Machado,
el movimiento estudiantil adquirió una jerarquía política
en el país, que llegó hasta el punto de tomar parte en la
formación del gobierno a la caída de Machado; como
Raúl Roa ha señalado, es la primera vez en la historia
que el sector estudiantil se toma el derecho a formar
gobierno, y a partir de ese momento los estudiantes
tuvieron una gran participación en política nacional.
Después del fracaso de la huelga del año 1935, la
Universidad fue clausurada y la FEU prácticamente se
disolvió. En 1937 se produce la reapertura de la
Universidad, pero transcurría la primera dictadura de
Batista, que con la represión había anulado la oposición.
Un gran número de revolucionarios cubanos había
tenido que emigrar a España y a la Guerra civil española.
El único sector que mantuvo una función contestataria
es el estudiantil. De ahí que Batista organice el bonche
universitario, para utilizar políticas violentas y mantener
una presencia armada dentro de la Universidad, con el
objetivo de dividir y agredir al movimiento estudiantil.
Eso va a irse complicando con la situación política del
país y los resultados de la dictadura.
Comienzan a manifestarse determinadas corrientes
políticas, partidos y, como es natural, estas se reflejan
en un forcejeo entre las tendencias del movimiento
estudiantil. Durante los años 40 y principios de los 50,
los enfrentamientos se van a proyectar a través de los
llamados grupos de acción. Durante el mandato de
Ramón Grau, el Movimiento Socialista Revolucionario
(MSR), de Rolando Masferrer, y la Unión Insurreccional
Revolucionaria (UIR), de Emilio Tro, representan las
tendencias más importantes que perdurarán hasta el
golpe de Estado. El MSR tratando de apoyar la política
de Grau, y la UIR, que paradójicamente está también
patrocinada por Grau, adopta una posición de
enfrentamiento al gobierno. Ambas se van a enfrentar
en la Universidad.
Yo entro en la Universidad en el curso 1949-50, y
me encuentro a una FEU inmersa en la politiquería,
con vínculos gansteriles, y cuyos dirigentes aspiraban a
cargos políticos, como Enrique Huerta, quien se postuló
para gobernador de Las Villas. Ese forcejeo da lugar a
hechos sangrientos, como la muerte de Justo Fuentes,
vicepresidente de la FEU. Cuando se producen los
acontecimientos del 10 de marzo, la FEU se mantenía
dividida por las diferencias políticas y esta división estaba
propulsada por las llamadas organizaciones
revolucionarias y los grupos de acción. Ese es el cuadro
que va a presentar aquella FEU cuando se produce el
golpe de Estado del 10 de marzo.
W. A.: Entonces, ¿cuáles eran sus principales dirigentes?
J. G. O.: El presidente de la FEU era Álvaro Barba
Machado, quien mantuvo una línea fiel a la Revolución
hasta su muerte. Había otros dirigentes que no los vas
a encontrar en ningún libro. Desaparecieron, con la frase
común de que «se fueron por el tragante de la historia».
O sea, no se mencionaron más; no se integraron a
ninguna organización revolucionaria, ni participaron en
la lucha. El secretario de la FEU era Eberto Cué Reyes,
un estomatólogo —hoy dirigente del Ministerio de
Salud Pública—, que también tuvo una posición muy
positiva.
W. A.: Háblenos acerca del papel de la FEU con los otros tipos
de enseñanza: los institutos, las escuelas de comercio, las escuelas
superiores, o sea, con la enseñanza media.
J. G. O.: En los institutos de segunda enseñanza de la
época, se reflejaban las mismas contradicciones entre
intereses políticos, e incluso se manifiestan las influencias
gangsteriles mencionadas, pues en estas escuelas también
se produjeron enfrentamientos a punta de pistola.
W. A.: ¿Se apoyó la FEU en esas enseñanzas en la lucha
contra Batista?
J. G. O.: Cuando ocurre el golpe militar del 10 de
marzo, el movimiento estudiantil había mantenido una
actitud crítica frente al gobierno de Carlos Prio, y la
FEU, aunque con un poco de vacilación, decidió ponerse
a su lado y defender la Constitución. Entonces,
temprano van a ver a Prío para solicitarle orientación y
armas. En la Universidad se conformó el primer centro
de resistencia contra el nuevo golpe militar de Batista.
También hubo resistencia en los centros de segunda
enseñanza. En general, los jóvenes estudiantes
rechazaron el golpe, pero cada centro se proyectó de
acuerdo con sus iniciativas, sin una coordinación. En
esa etapa, en la Universidad, se identifican dos
alternativas de oposición al golpe: una politiquera, que
plantea enfrentarse a Batista por vías elecctorales y se
refleja en determinadas protestas formales, que no
trascienden los límites de la Universidad. Y otra, donde
se destaca José Antonio Echeverría, que abogaba por
la resistencia armada y trata de llevar la lucha a las calles.
W. A.: Cuando José Antonio comienza a tener un papel de
liderazgo en la Escuela de Arquitectura y más tarde en la FEU,
usted era estudiante de Arquitectura ¿Cuáles eran sus vínculos
con él, cómo fue ese trabajo?
J. G. O.: A principios de la década de los 50, en la
Escuela de Arquitectura organizamos un movimiento
con José Antonio Echeverría, Osmany Cienfuegos y
5
Walfredo Angulo
otros compañeros, que nos habíamos unido para
desplazar las negativas tendencias del movimiento
estudiantil. No tenía alcance nacional, pero sí en el
interior de la Universidad. Nuestro objetivo era limpiar
la FEU de todos los politiqueros y gangsters que
practicaban la violencia armada dentro de la institución,
y así lo logramos con Echeverría como presidente de
la FEU.
W. A.: ¿Cuáles eran las relaciones de la FEU, encabezada por
José Antonio, con otras organizaciones como la Juventud Auténtica,
la Ortodoxa, la Socialista, la Católica, y el 26 de Julio?
J. G. O.: Cuando los sucesos del 10 de marzo, José
Antonio era vicepresidente de la Escuela de
Arquitectura, y así firmó el Manifiesto de la FEU del
día 14 de marzo, contra la dictadura de Batista.
Este acto se inserta en una primera etapa, en la cual
el objetivo del movimiento estudiantil era rechazar el
golpe militar, y recuperar el ritmo constitucional
establecido en 1940, que se consideraba un proceso
positivo en la historia política de Cuba. Nos oponíamos
a Batista, pero aún no existía un proyecto revolucionario
radical.
En 1953, el impacto del Moncada induce un nuevo
enfoque de la oposición a Batista, incluso dentro del
movimiento estudiantil, cuya proyección ya no es solo
derrocar a Batista, sino realizar una revolución profunda.
Este propósito rápidamente se conecta con la
experiencia de la fracasada Revolución del 30. En ese
cambio de actitud desempeña un papel importante
Raúl Roa, a quien pudiéramos considerar el «agente
trasmisor» de las ideas revolucionarias del 30. Sus libros
Bufa subversiva y Pluma en ristre, sirvieron también para
identificarnos con los primeros acercamientos a la idea
de la izquierda, como los de Mella y Rubén Martínez
Villena. Podría decirse que Roa representó, para nuestra
generación, lo que Enrique José Varona para los
revolucionarios del 30.
José Antonio no asume en los inicios la idea de
creación de un Directorio. Estábamos identificados en
el rechazo a la politiquería de algunos dirigentes de la
FEU, y no era nada nuevo que, ante ese fenómeno,
pensáramos en la creación de un Directorio. Sin
embargo, José Antonio tenía otro plan: rescatar el
prestigio de la FEU, unir todo el sector estudiantil de la
enseñanza secundaria, y convertirlo en un gran
movimiento político y de masas para derrotar a la
dictadura, con la idea final de realizar una revolución
profunda. A pesar de la insistencia de gente muy cercana
a él, no aceptó la idea del Directorio y aprovechó la
coyuntura política, después del Moncada, para aspirar
a la presidencia de la FEU y llevar adelante la lucha de
los estudiantes.
W. A.: ¿De estas organizaciones que le mencioné, cuál tenía más
peso en la Universidad?
J. G. O.: Hay que tener muy en cuenta que la línea
revolucionaria impulsada por José Antonio Echeverría
la componen dos factores definitorios: la vía
insurreccional y la línea unitaria. Si usted revisa sus
numerosas declaraciones públicas, así como el
Manifiesto del Directorio, publicado en Alma Mater en
marzo de 1956, se percata de que en el centro de esos
pronunciamientos está el problema de la unidad. Eso
es muy importante porque la falta de unidad era una
deficiencia de la historia revolucionaria de Cuba, desde
las guerras de independencia. Respecto a esto, me
gustaría referirme, como ejemplo, a la labor de Fidel,
quien proviene de la Juventud Ortodoxa, y forma parte
de la llamada Generación del Centenario. Después del
Moncada, a la salida de la prisión se reúne con Rafael
García Bárcena para tratar de incorporarlo al 26 de
Julio. Este no acepta, pero sí se unen Armando Hart y
Faustino Pérez. Luego se entrevista con el grupo de
Mujeres Martianas que iba a brindar una estecha
colaboración con el 26 y el Directorio. Fidel, en sus
gestiones de unidad, capta a Frank País, que tenía la
Acción Revolucionaria Oriental (ARO) y que desempeñará
un papel fundamental en el Movimiento 26 de Julio.
Por otra parte, en abril de 1954, Echeverría preside
en la Universidad el Congreso de la enseñanza
secundaria. La estrategia de José Antonio, que ese año
ocuparía la presidencia de la FEU, se dirige con
prioridad a ese sector, que entonces contaba con una
matrícula aproximada de setenta mil estudiantes.
Suponiendo que participara solo la mitad en las luchas
estudiantiles, seguía siendo una cifra considerable cuando
se lanzaban a una huelga, hacían paros, manifestaciones
o se fajaban con la policía. Esta lucha de masas fue
significativa y alcanzó su mayor nivel a fines de 1955.
Yo recuerdo que Echeverría insistía: «tenemos que unir
a todos»; o sea, a todos los que tuvieran una posición
honesta frente a la dictadura, nosotros los acogeríamos.
Incluso, hubo militantes del Partido Auténtico como
Jorge Agostini, Mario Fortuny, Mitico Fernández y
Reynold García, que dieron sus vidas a la causa
revolucionaria. Los conspiradores auténticos eran
poseedores de la mayor cantidad de armamentos que
había en el país desde tiempos de Aureliano Sánchez
Arango, que organizó la Triple A.
Aureliano regresó a Cuba semanas después del
10 de marzo de 1952; entró por Santiago de Cuba, y
empezó, apoyándose en sus viejos compañeros del Ala
Izquierda Estudiantil —entre ellos Raúl Roa y Willy
Barrientos—, a conformar un movimiento clandestino,
el cual desde el principio empezó a recibir armas de
todos lados. Yo participé inicialmente en la Triple A,
y José Antonio también. Uno de sus factores atrayentes
era el armamento que tenían y otro, que, como eran
los gobernantes derrocados, deberían tener cierto
6
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
compromiso de luchar. Esto ocurría en la etapa en que
todavía se está formulando una ideología propia del
movimiento estudiantil. Pero cuando después del
Moncada esta se va orientando hacia una revolución
radical, esta situación cambia.
La Juventud Socialista tenía una pequeña
representación en la Universidad. Su estrategia de
oposición política era la línea de masas, no abogaban
por la vía insurreccional. Cuando se analiza al
movimiento estudiantil, algunos nos tildan de
anticomunistas; pero no existe ningún documento ni
acción que sustente esa opinión. Es cierto que, por lo
expresado en las líneas precedentes, no simpatizábamos
con el Partido Socialista Popular, pero esos eran otros
veinte pesos. En definitiva la ideología del movimiento
revolucionario estudiantil se va a ir perfeccionando
gradualmente, porque nosotros no arrancamos con un
proyecto ya definido después del golpe del 10 de marzo.
Ese cuerpo ideológico se va formando poco a
poco; ya hablé de la influencia de Roa. Cuando José
Antonio asume la presidencia de la FEU va dejando
a un lado la Constitución del 40 y comienza a enunciar
un nuevo concepto que estará presente en el Manifiesto
del Directorio de Alma Mater, en sus declaraciones y en
la Carta de México: «Vamos a luchar por la revolución
cubana». ¿Y esto qué significa? Para nosotros significa
un cambio total de los aspectos políticos, económicos,
sociales y jurídicos del país. Además, en el Manifiesto
se expone, en blanco y negro, que vamos a luchar por
el socialismo.
W. A.: ¿Cómo se realizó la resistencia estudiantil ante la
dictadura de Batista?
J. G. O.: La resistencia estudiantil después del golpe
de Estado emprendió la única vía posible en aquellos
momentos: la lucha de masas. Las huelgas, las protestas,
las manifestaciones empezaban en la Universidad, a las
que se incorporaban gradualmente los Institutos, y otros
centros de segunda enseñanza, y la Universidad de
Oriente. Esa coordinación se logró después del citado
Congreso de la enseñanza secundaria, donde hubo una
completa identificación en la coordinación de las
protestas frente a la dictadura. El proceso de huelgas y
manifestaciones estudiantiles y obreras de diciembre
de 1955 fue el punto más alto de la lucha política para
el movimiento estudiantil revolucionario. Lenin aclaró
el papel desempeñado por los estudiantes en las grandes
revoluciones de la siguiente manera: «Entre nuestros
estudiantes no podría haber otro agrupamiento, pues
son la parte más sensible de la intelectualidad, y la
intelectualidad se llama precisamente así porque es la
que refleja y expresa de modo más consciente, decidido
y exacto, el desarrollo de los intereses de clase y de los
grupos políticos de toda la sociedad». No obstante, el
movimiento comunista concentró su labor política en
los obreros —en el proletariado—, y dejó a un lado a
la juventud. En 1935, Jorge Dimitrov, en el VII
Congreso de la Internacional, señaló críticamente: «El
proletariado revolucionario tampoco desplegó entre
la juventud la necesaria labor de educación, no prestó
suficiente atención a la lucha por sus intereses y
aspiraciones específicas». Y subrayaba: «Al hablar de la
juventud tenemos que declarar francamente que hemos
desdeñado nuestra misión de arrastrar a las masas de la
juventud a la lucha contra la ofensiva del capitalismo,
contra el fascismo y la amenaza de guerra». Mao Zedong
también hizo referencia, en 1939, a la importante
participación de los estudiantes en los procesos
revolucionarios de China: «El movimiento del 4 de
mayo indicó, hace veinte años, que la revolución
democrático-burguesa en China contra el imperialismo
y el feudalismo había llegado a una nueva etapa. En ese
período fueron cientos de miles de estudiantes los
que se colocaron heroicamente a la cabeza del
movimiento». Considero que esto no fue diferente en
la experiencia histórica cubana.
W. A.: ¿Existía alguna relación entre la FEU y el movimiento
sindical?
J. G. O.: En la FEU de Echeverría las acciones
principales conjuntas con el movimiento sindical fueron,
en primer lugar, la prolongada huelga de los bancarios
en 1955, dirigida por José María Aguilera, y que es
poco recordada. Fue de gran importancia, pues se
sumaron a ella muchos otros sectores obreros. Aguilera
se mantuvo en contacto con José Antonio; pero la que
marca el punto culminante de la lucha política es la
huelga azucarera de diciembre de ese año. Se organizó
en la FEU a cargo de Conrado Bécquer y Conrado
Rodríguez; y Armando Acosta por el Partido Socialista
Popular. José Antonio puso como condición la unidad
de todos los sectores obreros —auténticos, ortodoxos,
comunistas, del 26 de Julio y del Directorio— para
comprometer al movimiento estudiantil con la huelga.
En el libro La historia del movimiento obrero, del Instituto
de Historia se califica a esta huelga como la de mayor
trascendencia, donde participaron miles de trabajadores,
además de los estudiantes.
W. A.: ¿Fue la lucha por el pago del diferencial azucarero?
J. G. O.: Ese fue el motivo inicial, pero después se
transformó en una huelga política. En los dias siguientes,
Batista le comentó a Cosme de la Torriente que aquello
tenía que haber sido un movimiento organizado por
los comunistas, debido a su magnitud.
En medio de la huelga, José Antonio, René Anillo y
yo nos vamos para Santiago de Cuba a reclutar a Frank
País, porque sabíamos que tenía una organización y
armas. Y ya la huelga había alcanzado un carácter
político. Cuando llegamos allí —alrededor del 28 de
7
Walfredo Angulo
diciembre— la huelga llevaba muchos días
desarrollándose y empezaba a decrecer. Había cubierto
el territorio nacional de un extremo a otro y participaron
obreros y estudiantes de toda la Isla. Recuerdo que el
ejército se retiró a los cuarteles, y las carreteras y los
pueblos estaban ocupados por los azucareros.
La lucha estudiantil se había incrementado y alcanza
con esto su momento mas alto. Esta huelga representó
la culminación de la etapa de lucha política y de masas
y el inicio de la etapa insurreccional y de la guerra
revolucionaria. A principios de 1956, Fidel declara: «Este
año seremos libres o seremos mártires».
José Antonio hace declaraciones en el mismo
sentido. Entonces comienza a funcionar, concretamente,
la línea de la unidad de las dos organizaciones que han
quedado como representantes del movimiento
revolucionario: el 26 de Julio, organizado por Fidel al
salir de prisión en 1955, y el Directorio, de finales de
ese año.
Muchas veces se hace referencia al Directorio como
la organización armada de la FEU, y yo insisto en que
se tenga en cuenta la proclamación del Directorio,
que hace José Antonio en el Aula Magna, el 24 de
febrero de 1956, y el Manifiesto publicado en marzo,
en Alma Mater. Allí se precisa «El Directorio
Revolucionario, considera a la revolución como un
proceso continuado de lucha por todos los frentes y
medios posibles, desde la resistencia civil hasta la
insurrección popular». Verlo solo como un aparato
armado es una limitación de su alcance, pues este surge
del movimiento político estudiantil. Las manifestaciones,
las huelgas, son acciones políticas contra la dictadura;
o sea, el pueblo se ha movilizado contra ella a través de
la acciones del movimiento estudiantil.
A partir del 10 de marzo, la población asumía
distintas posiciones frente a la dictadura. Después de la
corrupción de los gobiernos auténticos, el gangsterismo
y la violencia, algunos esperaban que Batista pusiera un
poco de orden. Pero inmediatamente incurrió en los
mismos delitos que los gobiernos auténticos. Primero
estuvo el robo, como luego la represión y los asesinatos,
y rápidamente se volvió a poner su traje de dictador.
En 1954, la guerra de Corea provocó cierto auge
económico, pero a su término, la situación se revirtió y
la gente empezó a sufrir las consecuencias. Ese fue uno
de las razones para la huelga azucarera de diciembre
del 55. Hasta esa fecha, las masas populares aspiraban
a eliminar a Batista sin la guerra. En cambio, las
vanguardias revolucionarias —me refiero a Fidel y a
José Antonio— estaban conscientes de que para poder
llevar adelante una revolución radical (lo cual no
significaba solo tumbar a Batista, sino todo un proceso
de cambios profundos), se necesitaba el apoyo de un
movimiento armado revolucionario, y esto es lo que
va a dar fundamento a la guerra. Después de la
movilización nacional de la huelga azucarera, el pueblo
se percató de que Batista, apoyado por el imperialismo
yanqui, no podría ser eliminado, y entonces comienza a
apoyar la guerra y al movimiento insurreccional.
En el año 56 se inician las labores para concretar la
unidad. El Directorio tiene dos bases programáticas
fundamentales: la vía insurreccional y la línea unitaria,
que es la que lo conduce a la firma de la Carta de
México en agosto de 1956.
W. A.: ¿Qué significó la firma de esa Carta?
J. G. O.: Para la historia es el único documento
revolucionario, insurreccional, firmado personalmente
por Fidel Castro con otra organización en los años de
la lucha contra Batista. Su prólogo manifiesta: «La
Federación Estudiantil Universitaria y el Movimiento
Revolucionario 26 de Julio, los dos núcleos que agrupan
en sus filas la nueva generación, y que se han ganado en
el sacrificio y en el combate la simpatía del pueblo
cubano, acuerdan dirigir al país la siguiente declaración
conjunta: 1). Que ambas organizaciones han decidido
unir soberanamente sus esfuerzos, con el propósito de
derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución
Cubana». Esa es la trascendencia histórica de la Carta.
¿Cuáles fueron los acuerdos inmediatos? En el
momento que se firma la Carta, agosto de 1956, Fidel
no tenía todavía los medios para llevar adelante la guerra
revolucionaria y nosotros tampoco; sin embargo, se
acuerda una estrategia común de lucha. Fidel, después
de la experiencia del Moncada, había trazado una
estrategia que se concreta en la lucha guerrillera en las
montañas, y estaba preparando a los expedicionarios
del Granma para iniciar el combate en la Sierra Maestra.
Nuestra variante era la lucha en la ciudad, concretamente
en La Habana. El movimiento estudiantil tiene una
tradición de lucha, desde la tiranía machadista en los
años 30, definida por muchos escritores como acción
directa, y que el Directorio asumió como principal
método revolucionario. El plan era golpear arriba, o sea,
eliminar a figuras importantes del régimen, como jefes
militares o representantes del gobierno. Esta decisión
fue consecuencia de que nuestros medios de combate
eran reducidos. Solo contábamos con unos cuantos
fusiles, carabinas y pistolas, con lo que era imposible
un levantamiento en La Habana, en el momento en
que se firmaba el documento. Cuando se discuten las
estrategias con Fidel, se acuerda que este lleve adelante
la lucha guerrillera y nosotros las acciones en La Habana.
De ahí surge la idea de ajusticiar a un personaje del
régimen. En las primeras reuniones con Fidel, se habló
de un levantamiento nacional que, finalmente, no podría
realizarse. Entonces, nosotros íbamos a planear una
serie de acciones en La Habana, para apoyar el
desembarco del Granma, con las armas que teníamos.
8
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
En México, Juan Pedro Carbó, que mantenía buenas
relaciones con Fidel y se había reunido con él varias
veces, se compromete a efectuar la primera, que
inicialmente no era contra el coronel Antonio Blanco
Rico, sino contra el esbirro policiaco Esteban Ventura.
Pero cuando el comando sale a la calle, tenía la orden
de que si este no aparecía, se le tirara a otro dirigente
batistiano; el destino eligió a Blanco Rico, jefe del
Servicio de Inteligencia Militar, el organismo con la
historia más sangrienta de toda la dictadura de Batista,
desde su creación en 1934. Dos días después, se produjo
la muerte de Rafael Salas Cañizares, el jefe de la Policía.
Ambas acciones produjeron una gran conmoción en
el país.
Por otra parte, Fidel había logrado conseguir el barco
para la expedición y vuelto a reunir las armas que le
había ocupado la policía mexicana. El 27 de noviembre
nos llegó el aviso de la salida de la expedición. Según lo
acordado, se organizaron dos actos más en la
Universidad, uno contra el trujillismo, en donde habla
René Anillo, y otro el día 27: una manifestación por el
aniversario del fusilamiento de los estudiantes de
medicina en 1871, donde hubo un montón de heridos
en el enfrentamiento entre estudiantes y policías. Esa
fue la última demostración de protesta pública de la
Universidad. Después todos pasamos a la clandestinidad.
W. A.: En su libro La lucha estudiantil contra Batista
usted dice que después del desembarco del 2 de diciembre, José
Antonio, ante la carencia de armas, asume la responsabilidad de
no realizar un levantamiento armado en la capital.
J. G. O.: En la reunión del Ejecutivo, el 29 de
noviembre, después de recibir el telegrama de Fidel,
discutimos qué hacer. Ninguno de los participantes
suponía que José Antonio tomaría la decisión de aplazar
las acciones. Con las pocas armas que teníamos, había
dos alternativas: una, que yo defiendo, de encerrarnos
en la Universidad con las armas y provocar una
situación en La Habana, y otra, que implicaba diseminar
grupitos armados en La Habana y efectuar acciones
aisladas. Pero nuestra preocupación era que se perdieran
las pocas armas que teníamos.
W. A.: ¿Entre armas cortas y largas?
J. G. O.: Sí, en total teníamos cincuenta armas en ese
momento. Entonces tiramos un manifiesto en
mimeógrafo, que decía «Fidel está vivo», y lo repartimos
por La Habana. Me acuerdo que me tocó la calle Reina,
y la caminé de arriba a abajo distribuyéndolo.
Lamentablemente ese papel no ha aparecido, yo ratifico
su existencia, porque participé en su impresión y
distribución, pero no se conserva ninguno.
Además, planificamos una serie de acciones. La
primera, el 31 de diciembre, fue tratar de liberar a
Daniel Martín Labrandero, preso en El Príncipe por
conspiración contra Batista. Labrandero era un
destacado jefe republicano español, que había
terminado la guerra al frente de la XV Brigada
Internacional, donde estaban los norteamericanos. Era
un hombre con grandes méritos y experiencias militares.
Hicimos contacto con él y preparamos el plan de fuga,
en la que participaríamos Faure Chomón, Wangüemert
y yo.
Días después, los compañeros del Directorio en el
pueblo de Bauta nos refieren que el capitán (o
comandante) Menocal, de la Guardia Rural, estaba
reprimiendo a los obreros de la textilera Ariguanabo, y
le preparamos un atentado. Utilizamos dos carros; en
uno iba Faure, y yo voy en el otro. Llegamos a Bauta,
era todavía temprano y paramos en un café para tomar
un refresco. Cuando nos ven, todos los presentes
desaparecen. Entonces, nos fuimos para la entrada del
pueblo, por donde se suponía que a las diez o las once
de la noche pasaría Menocal. Entramos a un bar y
sucede lo mismo, entonces dijimos: «esto está raro».
Más tarde nos enteramos de que el compañero del
Directorio, que era dirigente sindical de la textilera, había
comentado por el pueblo que iban a ajusticiar
a Menocal, y todos sabían lo que significaba que
aparecieran unos tipos raros en el pueblo.
Después de eso quemamos los autos patrulleros
que estaban en la agencia Ambar Motors, donde hoy
está el Ministerio del Comercio Exterior. Desde la
oficina en la que yo trabajaba, se veía el patio de la
agencia, y me doy cuenta de que allí había unos quince
Oldsmobile nuevos para la policía. Entonces hablé con
Faure y decidimos hacer un sabotaje. Lo más fácil habría
sido tirar unos cocteles Molotov desde la azotea del
edifico e incendiar los carros; pero nosotros teníamos
tendencia a buscar las vías más complejas. Preparamos
un aparato de fumigar, le pusimos gasolina, y el
compañero José Briñas —quien murió en el asalto a
Palacio— se puso un uniforme de Salud Pública y en
pleno mediodía fuimos a quemar las perseguidoras.
En esos días también organizamos un nuevo atentado
a Ventura, en el hospital Calixto García, pero no apareció.
Empezamos a preparar la acción del 13 de marzo
cuando conocimos que Eduardo García Lavandero y
Evelio Prieto tenían una gran cantidad de armas
guardadas. Ellos accedieron a ingresar en el Directorio
y entregarnos las armas. Con ellas podíamos armar a
más de cien combatientes. ¡Ya pensábamos que
podíamos hacer la revolución!
Es importante subrayar que cuando hablo de la
etapa insurreccional, no me refiero ya a la FEU, sino al
Directorio. La FEU es una organización política
heterogénea de masas estudiantiles, con distintas
tendencias y actitudes. En cambio, el Directorio era su
aparato para organizar la insurrección.
9
Walfredo Angulo
Televilla. Si hubiéramos mandado cinco hombres allí,
se hubiera garantizado la trasmisión completa. El
llamamiento al levantamiento popular era fundamental.
Teníamos la experiencia de la organización de la huelga
nacional de cinco minutos, citada por la FEU, el 14 de
diciembre de 1955. José Antonio era ya una destacada
personalidad política, revolucionaria, no era un
desconocido. Ahí radica el sentido político del 13 de
marzo. Como en el asalto al Moncada, se preparó un
llamamiento. Como es natural, la acción militar es más
dramática, pero la trasmisión radial era el elemento
político.
Después de tantos años, es necesario recordar que
con la acción de Blanco Rico, la muerte del jefe de la
Policía, el levantamiento de Frank País en Santiago de
Cuba y la llegada de Fidel en el Granma, la tensión en
el país era muy alta. Estábamos seguros de que el
llamamiento de Echeverría hubiera provocado un gran
movimiento nacional.
W. A.: ¿Cómo se articulaba este proyecto de descabezar a la
dictadura con la estrategia revolucionaria más general de la FEU
y de otras organizaciones?
J. G. O.: Dentro de la estrategia general estaba el
llamado a la incorporación de los estudiantes. Además,
se habló con Faustino Pérez para coordinar con el
M-26-7; el problema real era que el 26 no tenía fuerzas
en La Habana, estaba concentrando todos su recursos
en la lucha guerrillera de la Sierra Maestra. También se
avisó a algunos contactos en las fuerzas armadas y
a los marinos de Castiñeiras, que estaban conspirando.
W. A.: ¿Qué habría pasado si hubiera tenido éxito la acción y
qué otras acciones políticas debían sucederse a partir de la muerte
de Batista?
J. G. O.: En primer lugar, tengo que subrayar que
para nosotros el pacto de México con Fidel siempre
fue un punto fundamental, un principio de toda nuestra
acción hasta el 31 de diciembre de 1958 Para el
Directorio era un problema de principios. Fidel, en la
Sierra Maestra, no tenía muchas fuerzas para esa época.
Pero en el año 57, el M-26-7 creció aceleradamente en
la ciudad. Cualquier decisión, a partir del 13 de marzo,
se hubiese tomado de acuerdo con Fidel y el
Movimiento 26 de Julio.
Había otras fuerzas: estaban los auténticos, por
ejemplo. ¿Qué hubieran hecho? No sabemos. Por esta
razón, en enero de 1959, Fidel hace el llamamiento a la
huelga general.
¿Cuál hubiera sido la solución de haber tenido éxito
el asalto a Palacio? Yo creo que inicialmente se habría
restituido la Constitución de 1940, violada el 10 de
marzo; convocado a elecciones ya con candidatos que
promovieran una proyección revolucionaria, con
cambios en el sistema político, económico y social del
país, con una orientación general hacía el socialismo. O
Por ejemplo, a pesar de que José Antonio era el
líder estudiantil indiscutible, histórico, en esa etapa,
reconocido como el representante de la línea
insurreccional, en las elecciones de 1956 hubo cuatro
presidentes de asociaciones de Escuelas que no votaron
por él en la primera vuelta de las elecciones de la FEU;
eran anti-batistianos, pero no de la tendencia
insurreccional. Incluso criticaron la firma de la Carta
de México oponiéndose a que esa declaración se hubiera
firmado a nombre de la FEU. Esa había sido una
decisión que tomaron Fidel y José Antonio en México.
Pero tienía lógica, porque la FEU era la que había
acumulado el prestigio del movimiento estudiantil de
aquellos años, mientras que el Directorio se organiza a
fines del 55 y se proclama en febrero del 56.
Con las armas que adquirimos, aportadas por Evelio
y Eduardo, y con las que teníamos nosotros, se podían
equipar alrededor de 150 hombres. A partir de ese
momento, retomamos la organización de la acción
proyectada que había quedado suspendida para el
momento en que regresara Fidel, porque entonces no
contábamos con los medios para hacerla. Hay que tener
en cuenta que en La Habana estaba el grueso de las
fuerzas militares de Batista, que se podían calcular
—entre marina, policía, ejército y aviación— en no
menos de veinte mil efectivos.
Pensábamos planificar una acción importante, pero
¿cómo enfrentar 150 hombres sin entrenamiento militar
a las fuerzas armadas de Batista? Había que buscar un
objetivo decisivo y se decide realizar un atentado a Batista.
Este tipo de acción contra la figura fundamental
del régimen ya tenía antecedentes en la historia cubana.
Por ejemplo, los seguidores de Carlos Prío, el 4 de agosto
de 1955, habían preparado otra acción conocida como
la «de Santa Marta y Lindero», dirigida por Menelao
Mora, también para eliminar a Batista. Había un
elemento irrebatible matemáticamente: ¿qué pasó el
31 de diciembre del 58?, ¿por qué se derrumbó
el régimen? Porque se fue Batista; cogió un avión y el
régimen se derrumbó. Es cierto que ya existía un
Ejército Rebelde, pero lo que decidió fue que Batista
abandonó el país. Si se queda hubiera sido necesario
dar unas cuantas batallas más y prolongar la guerra.
El asalto a Palacio fue, sin dudas, una acción muy
audaz, en que un grupo de hombres penetraron en la
fortaleza del tirano y un hecho de gran connotación en
nuestra historia. Cuando se habla del 13 de marzo
siempre se pone énfasis en el comando de asalto y, sin
embargo, para la historia revolucionaria lo decisivo era
la alocución de José Antonio por radio, que llamaría al
pueblo al levantamiento. Era el elemento político de la
acción. Lamentablemente, la emisión se interrumpió.
Pusimos una guardia en el control master de la estación
radial, pero no nos acordamos de la retrasmisora de
10
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
sea, algo similar a lo que está ocurriendo en Ecuador,
con Rafael Correa, o lo que está haciendo Evo Morales
en Bolivia. Una reforma constitucional que añadiera
los elementos que faltaron en la Constitución del 40.
La importancia dada a la unidad en todo el proceso
hubiese conducido naturalmente a la formación de un
Partido unido revolucionario.
W. A.: Ya hablando sobre el Directorio, ¿cómo se organizó en la
clandestinidad, cómo se financiaba?
J. G. O.: A diferencia del 26, la base del Directorio era
el movimiento estudiantil. Desde que surgió, igual que
el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del año
1927, trascendió los límites de la Universidad.
Discutimos si lo llamaríamos Estudiantil o Revolucionario,
y nos decidimos por esto último porque se aspiraba a
que no solo estuviera compuesto por estudiantes, sino
también por trabajadores y campesinos. Representaba
un llamado a todos los sectores de la sociedad a
integrarse a la lucha, pero la base organizativa
fundamental era el movimiento estudiantil y,
específicamente, aquellos compañeros destacados en
la lucha política, en los enfrentamientos con las fuerzas
represivas, y en las acciones armadas.
¿Cómo se financiaba? A través de cuotas y bonos
de cooperación. Pero eso naturalmente no garantizaba
el funcionamiento. Se recibían otros aportes, por
ejemplo, de Miguel Quevedo, el director de Bohemia, o
a través de José Llanusa, del 26 de Julio, que era
contador de la empresa Sabatés, y compañero muy
cercano de José Antonio. Por otro lado, teníamos una
publicación —la revista Espacio, de la Escuela de
Arquitectura— que cobraba por los anuncios, y ese
dinero se empleaba directamente en las actividades
revolucionarias. Esto fue en la etapa inicial, después,
durante la guerra revolucionaria se recibieron mayores
donaciones.
W. A.: ¿Había diferencias en las estrategias de lucha y objetivos
del Directorio y las del resto de las organizaciones que se
enfrentaban a la dictadura?
J. G. O.: Como ya expliqué, había dos variantes: la de
Fidel, que impulsaba la guerra de guerrillas, y la nuestra,
basada en la lucha en la capital. En el caso del Directorio,
se iba a producir una modificación, aunque no de
manera inmediata. El 13 de marzo representó un golpe
terrible para nosotros, perdimos las armas, los recursos,
las casas, nos quedamos prácticamente inermes. A partir
de esa fecha, como es lógico, aumentó la represión en
la capital al punto de que los dirigentes históricos
tuvimos que salir al exterior a buscar recursos y armas.
Yo parto a Costa Rica, donde me reuní con el presidente
José Figueres, quien nos dió un grupo de armas. Faure,
en Miami, consigió otra cantidad y la envió para La
Habana.
W. A.: ¿Cómo, cuándo y por qué se decide el alzamiento del
Directorio en el Escambray?
J. G. O.: Hasta después de la muerte de Fructuoso
Rodríguez no estaba definida la estrategia del
Escambray. Eso se iba a decidir por varios elementos.
En primer lugar, nos quedamos sin recursos en La
Habana, y en segundo, se había incrementado la
represión. Las acciones quedaron muy limitadas, aunque
se pudo organizar un atentado al dirigente batistiano
Luis Manuel Martínez y un gran sabotaje en los hoteles.
En los días anteriores a la muerte de Fructuoso,
estábamos tratando de reconstruir el Directorio y
mandamos a algunos compañeros a varias provincias.
Los que fueron a Las Villas conocieron allí que los
compañeros del 26 de Julio estaban pensando en
formar una guerrilla en las montañas del Escambray.
Fidel había promovido la lucha guerrillera, pero era
partidario de que se concentraran las fuerzas y los
recursos en la Sierra Maestra en aquellos primeros
momentos. Sin embargo, los villareños insistían
naturalmente en alzarse en el Escambray. Nuestros
compañeros que se quedan en La Habana hacen
contacto con Faure en Miami, y empieza a discutirse la
idea de crear un frente guerrillero en el centro de la
Isla. Dos villareños, en particular, desempeñaron un
papel importante en la fundación del frente del
Escambray: Ramón Pando Ferrer, dirigente estudiantil,
y Enrique Villegas, de Sancti Spíritus.
Nosotros también tuvimos que aceptar la idea
porque realmente la situación en La Habana era muy
difícil. En el exterior estábamos buscando recursos para
volver a hacer una acción en la capital, pero se van
creando las condiciones concretas para esta otra opción
y se empieza a discutir la alternativa. Después del 13 de
marzo, Fidel nos había mandado un mensaje donde
—entre otras cosas— nos sugería que nos trasladáramos
para la Sierra Maestra, pues «en La Habana la represión
es muy grande». En esas condiciones, la aparición de
Eloy Gutiérrez Menoyo representa un factor negativo.
Había solicitado su incorporación al Directorio porque
su hermano había muerto en Palacio y quería participar
en la lucha. Antes no lo había hecho por razones
familiares. Algunos pensaron que a través de él nos
podíamos poner en contacto con los auténticos, que
tenían armas, y por eso se acepta su incorporación como
simple militante. Pero en la práctica, Menoyo iba a
encabezar el grupo que se dirige al Escambray con las
primeras armas que Faure manda de los Estados
Unidos. Menoyo viaja a Miami a coordinar con Faure
y, aprovechando los vínculos que tenía su hermano
Carlos con los auténticos, le hace una visita secreta a
Carlos Prío, quien le hace una oferta difícil de rechazar
para él: «Te doy dinero y armas, pero no puede ser un
frente del Directorio, tiene que ser un frente unitario».
11
Walfredo Angulo
Aunque en la práctica, no resultaría así., Villegas y Pando
Ferrer habían logrado fomentar, en Sancti Spíritus, una
base de apoyo al Directorio muy importante. Mientras,
nosotros en Miami discutíamos qué armas irían para el
Escambray y cuáles para La Habana, pues una nueva
acción en la capital se mantenía priorizadamente.
W. A.: ¿Cómo consiguieron esas armas?
J. G. O.: Compradas en Miami, en las tiendas que las
vendían libremente.
W. A.: ¿Sin aporte de los auténticos?
J. G. O.: No, esas armas se compraban en las tiendas;
un fusil Garand costaba entonces noventa dólares y
una carabina italiana alrededor de veinte.
W. A.: ¿Y el dinero?
J. G. O.: El dinero se recaudaba en Cuba y en el exilio.
Hicimos varios viajes a Nueva York para recaudar
dinero entre las organizaciones del Directorio allí. En
Costa Rica me dieron una cantidad de armas, no era lo
que esperábamos, pero José Figueres nos entregó
algunas ametralladoras de mano M-3, que luego
transportamos a Miami, desarmadas, en el maletín de
un piloto de la línea costarricense LACSA. En Nueva
York compramos una ametralladora trípode 50, dos
calibre 30, dos fusiles antitanques calibre 55; en las
tiendas de Miami las carabinas para el Escambray. Así
se equiparon los dos grupos y solo nos quedaba por
resolver el problema del barco para la expedición. Faure
hizo contacto con un camagüeyano que estudiaba en
Miami, compañero suyo de estudio, que nos facilitó el
alquiler de un yate de pesca, el Scapade. El Ejecutivo
del Directorio vino en ese yate, y otros compañeros
entraron clandestinos por Camagüey y Varadero. De
Camagüey yo vine para La Habana con unas cuantas
armas y Faure se dirigió al Escambray para abrir
oficialmente el frente guerrillero. Pero cuando llegó allí,
el 13 de febrero de 1958, se encontró con la posición
contradictoria de Menoyo, que manifestaba que no
podía ser un frente del Directorio, sino unitario,
siguiendo su acuerdo con Prío. Este fue el primero de
varios enfrentamientos, que meses más tarde produjeron
la expulsión de este personaje.
W. A.: ¿Hubo combatientes procedentes de otras organizaciones
políticas que se incorporaron al Directorio en la lucha clandestina
y en las montañas del Escambray?
J. G. O.: Por supuesto. El Escambray fue un centro
de unión para los revolucionarios del centro de la isla.
El Directorio tomó la iniciativa de crear el frente, pero
muchos de los que se incorporaron pertenecían al 26
—como Ramón Espinosa Martín, actual jefe del
Ejército Oriental— o algunos auténticos.
Aquí es necesaria una aclaración. A veces se analiza
la militancia en una organización con los criterios actuales
del Partido, y en aquellos momentos, tanto en la etapa
de lucha política como en la de lucha armada, la
pertenencia a una organización estaba muy
condicionada por las circunstancias en que se producía.
Podía ser a través de los vínculos con un compañero
conocido o estaba influida por la realización de una
acción y no por factores programáticos. Si se analiza
La historia me absolverá y el Manifiesto del Directorio,
¿puede encontrarse alguna contradicción o diferencia
esencial? Por ejemplo, el Directorio expone su posición
en el Manifiesto de marzo de 1956:
La revolución cubana por destino histórico, ha de cooperar
y estimular en todo lo que esté a su alcance con el
movimiento revolucionario de América, que comparta el
ideal fundamental de la revolución americana anteriormente
expresado, como obligación moral, histórica, y como
necesidad estratégica, para salvaguardar la obra que en Cuba
se realiza. La revolución se plantea el ideal de la integración
económica y política del Caribe como paso hacia la definitiva
integración de América Latina.
También existen varios escritos de José Antonio en
relación con el imperialismo. Por ejemplo, uno
aparecido en 1956 en Bohemia, titulado «Debemos ir a
la fase industrial», donde reitera que de los Estados
Unidos no podemos esperar nada, pues solo va a hacer
acuerdos cuando les convengan a ellos y que la revolución
cubana, en lo económico, debe estructurar un sistema
que se libere de la injerencia del capital imperialista
extranjero. En su discurso del 9 de abril de 1956,
«Contra las dictaduras de América», hay otras
referencias críticas al imperialismo que parten del ideario
martiano, cantera de toda la ideología de la revolución
cubana. Esto nos identifica históricamente con Fidel.
¿Cómo se produce el encuentro del Directorio con
el Che? El 21 de octubre del 58, en el campamento
José Antonio Echeverría, en Dos Arroyos. El
Directorio rechaza la unidad de todos los grupos en
armas, expuesta por el Che, y pide la expulsión del
Segundo Frente, representado por Eloy Gutiérrez
Menoyo. ¿Cuáles fueron nuestros argumentos en esa
reunión y cómo el Che aprecia luego la naturaleza de
ese grupo? Eso está ampliamente explicado en Granma,
en un artículo de Faure Chomón, por el aniversario de
la llegada del Che. Pero tengo que destacar que cuando
se anuncia esta y la de Camilo, el Directorio lo entiende
como un refuerzo y empieza a realizar acciones
preparatorias. A pesar de los limitados recursos, unas
semanas antes se organizan dos operaciones simultáneas
—los ataques a Placetas y Fomento, dirigidos por
Rolando Cubelas y Faure, respectivamente— para
distraer las fuerzas del ejército batistiano.
El Directorio no rechaza la posición del Che, sino
que le advierte sobre Menoyo, que está al servicio de
los intereses negativos de Carlos Prío, y le manifiesta
que su gente «eran unos delincuentes». Entre ellos el
americano Morgan, agente de la CIA. Ambos
12
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
representaban elementos negativos para la revolución.
Posteriormente, el Che contesta en una carta que ha
sido un error tratar de sumarlo. Él, siguiendo la estrategia
trazada por Fidel, había intentado contactar con
Menoyo, hasta que le apresan a varios oficiales, y se da
cuenta de que son en realidad unos bandidos. Esa es la
situación con respecto al tema unitario en el Escambray.
W. A.: ¿Existían relaciones entre el Directorio y el grupo armado
de Félix Torres al norte de Las Villas?
J. G. O.: Teníamos conocimiento, pero relaciones no.
Se mantenía nuestra posición unitaria, pero no tuvimos
vínculos prácticos.
W. A.: Pero usted dice que se había integrado al Pacto de El
Pedrero. ¿El Partido Socialista se sumó al pacto?
J. G. O.: Sí. Para ser exactos, el Partido Socialista en
Las Villas se une al pacto que se firmó el 1º de Diciembre
entre el Directorio y el Che, días después el Partido
envía una carta para sumarse formalmente al acuerdo.
W. A.: ¿Sobre qué bases se estableció el Pacto, era válido para la
campaña militar en Las Villas, o se prolongaba a otros
territorios?
J. G. O.: Era, esencialmente, un acuerdo militar para
la campaña en Las Villas, pero para nosotros
representaba la continuidad de los acuerdos de México
con Fidel.
W. A.: Después del triunfo, el Directorio Revolucionario 13 de
Marzo tomó el Palacio Presidencial y la Universidad. ¿Cómo se
desarrollaron las negociaciones posteriores con el 26 de Julio y el
Ejército Rebelde, en torno a sus respectivas fuerzas armadas?
J. G. O.: La ocupación del Palacio Presidencial no era
un objetivo militar ni tenía carácter permanente, sino
más bien un carácter simbólico relacionado con la acción
del 13 de marzo. El campamento de las fuerzas del
Directorio se situó en la Universidad. Pero surgió un
problema. Manuel Urrutia había sido nombrado
presidente y los compañeros del 26 insistían en agilizar
su llegada a Palacio. Recibimos el pedido de abandonar
el Palacio. Las fuerzas del Directorio entraron en La
Habana el 3 de enero y Urrutia se instaló en Palacio el
día 5. Del Pacto de Miami salió la propuesta de Urrutia
para la presidencia, algo que nos sorprendió, pues no
sabíamos quién era.
W. A.: ¿Cómo fue ese Pacto de Miami? De eso no hemos hablado.
J. G. O.: El Pacto de Miami lo genera Léster Rodríguez,
enviado en junio por Frank País para buscar armas y
unificar los grupos de exiliados del 26 en los Estados
Unidos. Lo recibimos con alegría porque era un
compañero de la Universidad. Nos propone utilizar
una maniobra para quitarle las armas a Carlos Prío, y
lo apoyamos. Pero suponemos que Prío pretendía
recuperar el espacio político perdido y de ahí salió su
idea de un pacto de unidad.
Las negociaciones culminaron con la creación de la
Junta de Liberación o Pacto de Miami. Puedo asegurar
que el Directorio no realizó ninguna gestión particular.
Su participación estuvo sujeta, de forma absoluta, a las
iniciativas de Léster. Esto se puede comprobar en una
carta de finales de octubre de 1957, en la que Daniel
(René Ramos Latour), sucesor de Frank País, informa
a Fidel que según lo escrito el 20 de octubre por Felipe
Pazos a Faustino Pérez, «el Directorio condicionaba su
presencia en las discusiones a si el 26 asistía; dependía
enteramente del 26 que la unidad se produjera o se
rompiera». Tengo la seguridad de que Fidel, en la Sierra
Maestra, no estaba suficientemente informado del plan
que llevaría a la firma del Pacto de Miami. De ahí su
reacción cuando vio formarse una amenazante nube
gris en el horizonte político de la Revolución.
Igualmente, esto parece comprobarse por el tiempo
transcurrido entre la firma del Pacto en octubre, y la
carta de denuncia de Fidel a mediados de diciembre.
En las semanas que siguieron al triunfo
revolucionario en 1959, la dirección del Directorio se
reunió con Fidel en Palacio, quien nos orientó cómo
incorporarnos al proceso revolucionario. Ya se había
formado el gobierno y se habían designado los
ministros. En los primeros días, el Ejecutivo del
Directorio había analizado la situación y, particularmente,
un punto de carácter estratégico: la posible reacción de
los Estados Unidos con respecto a la revolución cubana.
El acuerdo resultante fue reforzar la defensa de la
Revolución, y que todos los comandantes trataran de
incorporarse a las fuerzas armadas. Partíamos de los
funestos antecedentes históricos, de 1895, 1933, y
estábamos seguros de que si esta era una revolución
radical, el próximo conflicto sería con los americanos.
Yo me incorporé al ejército en abril, al igual que José
Moleón, Raúl Díaz Argüelles, Tabo Machín y Raúl
Nieves, todos oficiales principales. Rolando Cubelas
iba a ocupar la Presidencia de la FEU. Faure Chomón
quedaba como jefe del Directorio y Secretario General.
W. A.: ¿Y cuál fue el peso del Directorio en el nuevo gobierno
revolucionario?
J. G. O.: El único que participó directamente en el
gobierno revolcionario fue José (Pepín) Naranjo,
designado ministro de Gobernación, quien había sido
representante del Directorio en el extranjero. La
participación más importante nuestra estaba en las
Fuerzas Armadas.
W. A.: ¿Cómo se negociaron los temas de política estudiantil y
universitaria entre el Directorio y el M-26-7 en 1959?
J. G. O.: Rolando Cubelas y un grupo de compañeros
del Directorio ocuparon la dirección de la FEU. Entre
ellos José Venegas, Ángel Quevedo que había sido
Presidente en el Instituto de Cienfuegos y Lázaro Mora.
13
Walfredo Angulo
Todo eso se hizo en coordinación estrecha con Fidel
para impulsar la Reforma Universitaria.
W. A.: Sobre la fusión de las organizaciones revolucionarias,
¿cuáles fueron los principales obstáculos dentro del Directorio?
J. G. O.: No te puedo citar obstáculos. Hubo los
naturales intercambios de opiniones, pero siempre
siguiendo la estrategia de unidad. Faure, en la Proclama
del Escambray, en febrero del 58, ya se había referido
a la creación del partido unido de los revolucionarios.
W. A.: ¿Existió sectarismo dentro del Directorio?
J. G. O.: De una forma u otra el sectarismo se
manifestó en todas las organizaciones, el 26, el
Directorio, el Partido Socialista Popular. O entre la gente
de la Sierra y del llano, es decir, entre los combatientes
que habían actuado en uno u otro escenario.
W. A.: ¿Qué fuerzas tenía el anticomunismo en las filas del
Directorio?
J. G. O.: Habíamos proclamado que íbamos a luchar
por el socialismo, de la forma en que lo concebíamos.
Para nosotros, representaba básicamente la justicia social
y una alternativa diferente al capitalismo, a la economía
de mercado y a la democracia representativa. Sin
embargo, yo no puedo negar que teníamos reservas en
cuanto a la posición del partido de los comunistas (PSP).
W. A.: Luego de crearse, en 1961, las Organizaciones
Revolucionarias Integradas, ¿cómo las afectó el sectarismo?
J. G. O.: El sectarismo tomó como base la ideología.
La Revolución se encaminaba, poco a poco, hacia el
socialismo y las organizaciones revolucionarias
principales habían mantenido históricamente una
orientación socialista. Sin embargo algunos compañeros
del Partido Socialista Popular consideraban que lo
decisivo para garantizar la Revolución era la militancia
en el Partido y no solo las ideas. Esto tuvo implicaciones
políticas serias, y Fidel tuvo que salirles al paso.
W. A.: Hablemos del juicio a Marcos Rodríguez en 1964.
¿Cómo y cuándo conoce el Directorio quién es delator de los
combatientes asesinados en Humboldt 7?
J. G. O.: Marcos Rodríguez era un joven estudiante
con determinadas características. Proclamaba un
pensamiento avanzado, de izquierda, trabajaba en la
Sociedad Nuestro Tiempo, que reunía, particularmente,
gente de la intelectualidad. Él no estaba de acuerdo
con la lucha armada, y criticaba a los compañeros que
sí lo estaban, porque vinculaba esa tendencia con los
fenómenos anteriores del bonchismo y el gangsterismo.
Sin embargo, era amigo de Disys Guira, la novia de
Joe Westbrook, nuestro compañero en el Ejecutivo del
Directorio, quien lo utilizaba como enlace. Cuando
después del 13 de marzo se produce la crisis que
precede a la tragedia de Humboldt 7, Joe está escondido
allí. Ante el problema, yo le digo a Joe que Fructuoso
Rodríguez —en aquel momento presidente de la FEU
y Secretario General del Directorio—, Carbó Serviá y
José Machado, también miembros del Ejecutivo, no
tenían a dónde ir y que ese era el único refugio donde
podíamos esconderlos. Joe estuvo de acuerdo en que
fueran para allá y logramos trasladarlos la noche del 19
de abril. Cuando llegamos, nos sorprendió que Marcos
Rodríguez estuviera allí. Sabíamos que tenía posiciones
críticas hacia nosotros y eso provocó una discusión
fuerte con él. Salí de allí, dejando a Fructuoso, Carbó y
Machado. Pero Marcos Rodríguez, obviamente, quedó
muy resentido. Al día siguiente, sin ningún escrúpulo, se
puso en contacto con el esbirro policíaco Ventura por
teléfono para entrevistarse personalmente con él. Joe
Westbrook se fue conmigo para otra casa. O sea, El
traidor Marcos supone que los que quedan en
Humboldt son Fructuoso, Carbó y Machado, y no Joe,
que supuestamente era su amigo. Y entonces los
denuncia al mediodía del día 20 de abril.
Westbrook no tenía que regresar. Yo lo había dejado
en casa de su novia, en la calle 18, en El Vedado. Pero
el día 20 por la mañana, cuando su suegra se levanta y
lo ve allí, lo bota de la casa, le dice que se tiene que ir.
Joe no tiene otro lugar dónde refugiarse y se ve obligado
a regresar a Humboldt y a la muerte.
Cuando a las pocas horas nos enteramos de los
sucesos, se mencionaban cuatro muertos. Suponíamos
que Joe estaba en otro lado y pensamos que se podía
tratar de Eugenio Pérez Cowley, el estudiante que tenía
alquilado el apartamento, hasta que supimos que se
trataba de Westbrook. Disys, su novia, se fue para la
Argentina. Veinte años después, su hija visitó Cuba y se
reunió con nosotros. Fue entonces que conocimos la
razón por la cual Joe se encontraba en ese lugar el día
de los acontecimientos.
Solo dos personas, puede decirse que extrañas,
conocían que Fructuoso y los otros compañeros estaban
allí: Marcos Rodríguez y Pérez Cowley. Por tanto, para
nosotros desde el mismo 20 de abril consideramos
que uno de los dos era el responsable. En 1959, Eugenio
Pérez Cowley, que se había ido exiliado para Honduras,
regresa y nos dice: «Yo sé que hay sospechas, y me
quedo aquí hasta que se aclare todo». Eso prácticamente
lo liberaba de cualquier sospecha.
Sin embargo, en esos mismos días nos cruzamos
con Marquitos en Ciudad Libertad, pero cuando
solicitamos del Comandante Camilo Cienfuegos que
lo arrestaran, se esfumó. Había logrado salir como
becado para Checoslovaquia. En 1963 nos enteramos
de que la Seguridad checoslovaca lo había remitido
preso, porque sospechaban que estaba estableciendo
contactos con el enemigo. Yo era jefe de Ingeniería del
MINFAR y me vino a ver a mi oficina Joaquín Ordoqui,
alto dirigente comunista, y me dice: «Aquí está
14
«Soy solo un sobreviviente». Entrevista a Julio García Oliveras
1955, en las que se unieron estudiantes y obreros a lo
largo de toda la Isla, desde el occidente hasta el oriente,
y que sacudieron al régimen dictatorial, no se les ha
dado la atención, tanto investigativa como divulgativa,
que merece. Yo pienso que ese proceso marcó
históricamente el punto de giro de la lucha política a la
insurrección y la guerra.
W. A.: ¿Qué otros dirigentes del Directorio desarrollaron un
papel importante en la lucha?
J. G. O.: Son numerosos a lo largo del país. Hace
unos años pudimos calcular entre quinientos o
seiscientos activistas a nivel nacional. Esta categoría
corresponde a aquellos compañeros que participaban
activamente en las acciones. En esa ocasión pudimos
reunir en La Habana a doscientos activistas; en
Camagüey y Las Villas actuaron fuertes grupos. ¿Quién
sabe que Luis Saíz Montes de Oca, estudiante de
Derecho, fue dirigente y fundador del Directorio en
Pinar del Río; o en Las Villas, Chiqui Gómez Lubián?
Esto, aparte de colaboradores y simpatizantes.
W. A.: ¿Qué importancia le concede usted a que en los primeros
años de la Revolución, Fidel escogiera la Universidad para hacer
pronunciamientos históricos?
J. G. O.: Lo atribuyo, en primer lugar, al vínculo
estrecho que siempre él mantuvo con la Universidad y
con el movimiento estudiantil. No se puede olvidar
que fue uno de los dirigentes mas destacados del
movimiento estudiantil cubano y, por lo tanto, la tribuna
de la Escalinata Universitaria para él era un lugar común.
La Escalinata tiene un significado histórico en el proceso
revolucionario republicano de Cuba.
W. A.: A cincuenta años del triunfo de la Revolución, ¿qué
hubiera deseado que fuera diferente si pudiera volver atrás?
J. G. O.: Una sola cosa. Aunque quizás era inevitable,
que no hubieran muerto tantos compañeros
inolvidables.
Marquitos, y ustedes tienen una idea equivocada de él,
que es un buen muchacho». De inmediato fui a ver a
Chomón y le conté lo sucedido. A partir de ahí se
desencadenó un juicio muy complicado contra Marcos
Rodríguez, que adquirió matices ideológicos y en el
que Fidel tuvo que intervenir.
W. A.: ¿Qué importancia política tuvo ese proceso?
J. G. O.: A mi juicio contribuyó a despejar una de las
manifestaciones del sectarismo que le estaban haciendo
mucho daño al proceso revolucionario.
W. A.: ¿Entonces Marcos no militaba en el Directorio?
J. G. O.: No, en ningún momento militó en el
Directorio.
W. A.: ¿Qué aspectos de la actividad política de la FEU y el
Directorio han sido menos analizados y conocidos en la actualidad?
J. G. O.: Pienso que hay actividades del movimiento
estudiantil y del Directorio que han recibido una mínima
cobertura histórica. Considero que un ejemplo muy
importante de internacionalismo fue la participación
estudiantil en la guerra de Costa Rica contra la agresión
del dictador Somoza de Nicaragua en 1955. Allí
participó un grupo como de cincuenta cubanos, entre
ellos Echeverría, Fructuoso, Carbó, Cubelas y Pepín
Naranjo. La invasión, con el visto bueno de los Estados
Unidos, fue rápidamente derrotada.
Por otra parte, creo que no se ha evaluado
suficientemente el papel de lucha política y de masas
del estudiantado —universitarios y de los centros
secundarios— que desarrolló la batalla contra la
dictadura precisamente entre el 26 de julio de 1953
—cuando Fidel, Raúl y los moncadistas van a prisión—
y el 2 de diciembre del 56, cuando se inicia la etapa de
la guerra revolucionaria con el regreso de Fidel en el
Granma.
En cuanto al papel movilizador de la lucha
estudiantil, solamente la protesta en el estadio de La
Habana (hoy Latinoamericano), el 4 de diciembre de
1955, que fue brutalmente reprimida y se trasmitió en
directo por la televisión a todo el país; es un buen
ejemplo.
En el mismo sentido, no se explica por qué las
grandes protestas y manifestaciones de diciembre de
©
15
, 2008
no. 56: 152-160, julio-septiembre de 2008.
Hiram Hernández Castro
Qué es para ti la R
evolución:
Revolución:
los jóvenes opinan
cón
ges Alar
Alarcón
Borges
Yoaris Bor
Diosnara Ortega González
Estudiante. Escuela superior del MININT Eliseo Reyes.
Socióloga. Instituto Cubano de Investigación
Cultural Juan Marinello.
Meysis Carmenati
Ernesto Pérez
Periodista. Canal Habana.
Kirenia Criado Pérez
Estudiante. Instituto Superior de Arte.
Teóloga. Iglesia Los Amigos Cuáqueros, La Habana.
ojas
Fernando Luis R
Rojas
Obrero. Empresa de Producción de Productos Varios (PROVARI).
Historiador. Vicepresidente
de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).
Técnica veterinaria. Cooperativa “Cuba Socialista”.
Trovador.
Nelson Luis Fernández
Inti Santana
cía Quintana
Vilma Gar
García
con
Hiram Hernández Castro
Coordinador de la revista Temas.
L
Temas no solicitó un simposio de expertos, ni un pliego sobre
la autoconciencia generacional, ni mucho menos una muestra
representativa; faltarían aquí, entre otros, aquellos jóvenes para
los cuales estas preguntas carecen de sentido, los que no radican en
Cuba y los que sus funciones y responsabilidades los despojan del
tiempo para estos menesteres. De lo que se trata es, por tanto, de
relacionar un conjunto de voces sustentadas en vivencias semejantes,
como es propio de hombres y mujeres que acceden a la vida en
fechas aproximadas, pero que se reconocen en percepciones,
problemáticas y sensibilidades distinguidas por sus sectores, disímiles
en su individualidad, y acopladas por la pluralidad juvenil de sus
opiniones.
a Revolución triunfante el Primero de enero de 1959 tuvo
entre sus rasgos más significativos el rostro juvenil de su
vanguardia política. Las imágenes de archivo nos devuelven la
caravana que, asediada por la euforia popular, irrumpe en la capital.
Así, tanto para los cubanos que pueden recordar hasta los olores de
aquel evento como para aquellos que lo vieron por primera vez en el
blanco y negro de un televisor ruso, se trata siempre del reencuentro
con el joven semblante que cumple medio siglo.
Con todo, la Revolución cubana no se identifica solo con aquel
gran acontecimiento, sino con su continuidad en el tiempo, su
presente y su proyección en el futuro. En virtud de esa visión, los
jóvenes actuales emergen como un sujeto ineludible. De ahí que
nos resulte familiar el discurso que resalta sus valores, dice confiar
en sus capacidades y deposita esperanza y optimismo en su voluntad
de perfeccionar el proceso. Sin embargo, no menos conocido es el
sentido opuesto, donde los jóvenes actuales, supuestamente carentes
de valores morales, cultura política y compromiso, son presentados
como desmotivados, frívolos y deseosos de emigrar. Puesto que
resulta atinado desconfiar de nociones que tributen a la simplicidad,
se impone la constante indagación; aunque, en este caso, la modestia
del recurso invertido solo aspire a verificar que los fenómenos sociales
son siempre complejos y, dentro de los procesos revolucionarios,
especialmente contradictorios.
Hiram Hernández Castro: Se cumplen cincuenta años de
aquel Primero de enero de 1959, fecha parteaguas de la historia
reciente. Como cualquier joven cubano, el proceso revolucionario
ha marcado tu historia y formación personal. ¿Qué es para ti la
Revolución?
Diosnara Ortega González: La Revolución no tiene
una definición lineal, capaz de encerrarse en una o dos
palabras. Muchas veces mis ideas y sentidos al respecto
aparecen en permanente conflicto. Cuando responden
esa pregunta, las personas suelen enumerar todo aquello
152
Qué es para ti la Revolución: los jóvenes opinan
conocer. La Revolución deja de ser cuando los medios
subestiman las audiencias y reemplazan la realidad por
una ficción. Deja de ser cuando no reconoce sus errores
e imperfecciones con la misma disposición que se lanza
a difundir sus victorias. No es burocracia, no es
esquematismo, no es abuso de poder, sino debate,
diálogo y convocatoria. Es la transformación necesaria
y la mirada que distingue lo participativo de lo
conducido. Revolución es pensamiento crítico, respeto
a la diferencia, cuestionamiento, pluralidad y polémica.
Es la efervescencia de lo fundacional y la sospecha ante
todo «lo hecho», es resistencia, pero en constante
superación de sí misma.
que esta nos ha dado. En ese sentido, puedo decir que
me dio lo mismo que a todos los jóvenes de mi
generación, entre otras tantas: vacunas, maestros,
alimentación, profesión, empleo, etc. Sin embargo,
enumerar en una lista de lo que «la Revolución nos dio»,
puede cosificarla y separarla de los hombres y mujeres
que para mí son la Revolución.
Sin negar lo anterior, prefiero decir que ella me ha
permitido conocer, desde la vivencia, a veces
inconscientemente, la lucha de intereses, las
contradicciones políticas y las políticas contradictorias,
los retrocesos y los saltos transformadores que solo un
proceso revolucionario puede generar en los seres
humanos. La Revolución no debe ser definida como
algo sagrado o regido por leyes divinas, sino por las
sensibles, vulnerables e imperfectas acciones de los
hombres y mujeres que la constituyen.
Nelson Luis Fernández: Nací dentro de la Revolución
y todo lo que tengo se lo debo a este proceso. Haber
nacido con ella para mí es un orgullo, significa
tranquilidad, trabajo, profesión, seguridad y justicia. La
Revolución me ha enseñado lo que es justo, porque ella
es, sobre todas las cosas, un sistema social más humano.
La Revolución cubana, como todo lo que hace el
hombre, tiene defectos, pero es más grande que ellos.
Ernesto Pérez: Cuando pienso en qué es la Revolución
cubana recuerdo esta frase: «el mar inmenso». Así la
veo, con toda la pasión, la belleza y el misterio que
tiene ese verso. Aunque también con todas las
contradicciones y el desgarramiento que puede significar
ese mar para una pequeña nave a la deriva. En lo
personal, la Revolución es el espacio donde se tejen
mis esperanzas y también mis temores. Bajo sus signos
y su impronta he aprendido a caminar, a amar y a sufrir
las injusticias que se cometen, incluso dentro de sí misma.
Es ver un paisaje desde una altura donde el cielo no es
tan alto ni el horizonte tan distante, pero donde no se
puede dar un paso en falso porque se está al borde de
un abismo.
La Revolución debe ser la casa donde todos
quepamos, y me refiero no solo a los cubanos y cubanas,
sino al mundo entero. La Revolución debe ir más allá
de sus fronteras geográficas y reconocerse parte de una
utopía global. Ella es una conjunción de hechos reales
y concretos, pero también es un sueño. Si despertamos
un día de ese sueño, temo que la realidad será más
terrible de lo que es hoy.
Yoaris Borges Alarcón: Para mí la Revolución es
sacrificio, firmeza y libertad. Es cumplir con las tareas
que se me asignen. Es estar preparada y en el lugar
donde la patria necesite de mis esfuerzos.
Nuestro Comandante definió la Revolución de
manera muy exacta y con ese concepto yo me identifico
plenamente. Creo que la Revolución cubana es, como
dice Fidel, «emanciparnos por nosotros mismos y con
nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas
fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y
nacional».
Como joven, yo me siento muy feliz por vivir en
una sociedad que me permite disfrutar plenamente de
mi juventud y tener la libertad de expresarme y lograr
ser la joven que elegí ser.
Fernando Luis Rojas: No se puede desconocer ni la
acumulación histórica y cultural que moldeó a los
hombres de la Generación del Centenario, ni lo que
ellos nos han legado a los más jóvenes. Mas la
Revolución cubana no es solo su triunfo, sino su
construcción. El proceso revolucionario no puede
mirarse como una foto, como a veces ocurre cuando
se habla de la vanguardia que «hizo» la Revolución. Está
en los grandes cambios ocurridos en Cuba desde la
segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Esas
transformaciones son el lenguaje de la Revolución, y
ese lenguaje podrá conservarse en la medida en que se
cuide su relación con las aspiraciones del pueblo.
La Revolución ha calado en la conciencia de las
personas porque se le reconoce en la solución de
los problemas, en la posibilidad de una vida digna y en
las oportunidades de realización personal. Por eso, en
Meysis Carmenati: Nacer en un país en revolución
es vivir en una sociedad compleja y contradictoria,
donde todo se debe reconstituir en busca de
perfeccionamiento. Como proyecto, la Revolución
cubana ha marcado mi concepción del mundo, sobre
todo, en lo referente a distinguir lo verdaderamente
revolucionario de lo que no lo es.
Revolución es el derecho a sentirse dueño del
entorno y con capacidad para decidir sobre lo que nos
pertenece. Es la valentía de enfrentar lo obcecado. Es
auténtica rendición de cuentas. Es expansión de las
potencialidades de la individualidad, crecimiento
personal en la relación productiva con los otros y el
mundo. Es la autonomía para ser y la libertad para
153
Hiram Hernández Castro
tiempos duros, tenemos una gran responsabilidad para
que no se le pierda confianza y respeto. Si bien en
tiempos de revolución en el poder pueden tomarse
medidas y tener actitudes que no son necesariamente
revolucionarias, no debemos enfocar nuestros problemas
como consustanciales al proyecto revolucionario cubano.
Hiram Hernández Castro: Además del criterio cronológico,
a los jóvenes los relaciona un conjunto de experiencias históricas y
vivencias comunes que modelan su conciencia generacional. Se dice
que los jóvenes actuales carecen de los valores de disciplina,
abnegación, estoicismo y sacrificio personal que caracterizó a los
de los 60 y los 70. ¿Es así? ¿En qué medida crees que la juventud
cubana actual se distingue de las generaciones precedentes por su
actitud, valoración y definición propia de la Revolución? ¿Qué
significa para ti ser joven revolucionario(a) hoy?
Vilma García Quintana: Provengo de una familia
muy pobre. Mi bisabuela tuvo que repartir a sus hijos
para que fueran criados por otras personas, porque
ella no tenía los recursos para alimentarlos. Somos una
de esas familias a las cuales la Revolución les dio la
oportunidad de avanzar, de estudiar, de tener salud y
llegar a tener una vida sin grandes lujos, pero digna en
lo esencial. Mi madre, con casi cuarenta años de edad,
logró graduarse de licenciada en Educación Primaria y
ha sido por muchos años una trabajadora vanguardia.
Es por eso que cuando pienso en lo que es la
Revolución, a pesar de los errores y los problemas que
tenemos, me siento, sobre todo, muy agradecida.
Diosnara Ortega González: Cuando reflexiono en
torno a este conflicto intergeneracional y sus
consecuencias para la Revolución, o cuando pienso
sobre mi rol como joven revolucionaria, recuerdo unos
versos de Bertolt Brecht: «los esfuerzos de la montaña
quedan tras nosotros, ante nosotros están los esfuerzos
del llano». Si los jóvenes actuales no se sienten
identificados con algunas de sus organizaciones, no
significa, necesariamente, que sus valores hayan
degenerado hacia menos disciplina, conciencia y
compromiso con el proyecto socialista. Expresa que
somos diferentes y respondemos a las necesidades
propias de otro momento histórico.
Los hombres y mujeres que participaron en las
primeras etapas de la Revolución formaron las
organizaciones que hasta hoy nos incluyen. Estas
respondían a una mayoritaria conciencia sobre qué
proyecto no construir, y después, poco a poco, sobre
cuál construir. La unidad entre las diferencias era la
expresión necesaria de aquella incipiente Revolución,
que no es la misma que hoy construimos; decir lo
contrario sería negar las distintas realidades históricas e
ignorar la experiencia acumulada y la madurez del
proceso. Las expectativas, proyectos y el conjunto de
las acciones sociales no pueden permanecer como
invariantes. Sin embargo, es necesario que los jóvenes
conozcamos la memoria histórica, ella es un arma
fundamental en toda revolución, pero hay que enseñarla
de forma viva, no momificada o como leyenda de
dioses, como a veces se presenta en los libros de textos.
Esta es una de las razones por la cual los jóvenes
rechazan «la muela histórica». Necesitamos que se nos
enseñe la historia de hombres y mujeres reales.
La apatía y el escepticismo de muchos jóvenes es el
resultado de un proceso que no ha sabido rejuvenecer
sus organizaciones para responder a sus necesidades y
expectativas. Los jóvenes no queremos que nos dejen
jugar a hacer la Revolución: queremos hacer revolución.
No se trata de un poder en manos de una u otra
generación, sino de complementar ese poder para
hacerlo más justo, más representativo.
Mi concepto de rebeldía no es el mismo que el de
la Generación del Centenario. Mi objetivo no es
derribar el poder de una minoría, sino emancipar las
Kirenia Criado Pérez: El proceso revolucionario
cubano es la base y formación de nuestra generación.
Desde mis experiencias personales y desde mi fe se
conforma lo que entiendo al respecto. La Revolución
tiene que ser entendida como un cambio radical del
orden de las cosas, que afecta todos los ámbitos de las
relaciones sociales (económicas, políticas, religiosas…).
Aunque generalmente se habla más de los grandes
cambios, debemos verla en los espacios más íntimos y
personales. La Revolución es un cambio total de
mentalidad y de conducta y esto está muy bien
expresado en el concepto bíblico de «metanoia», que
puede traducirse como «conversión».
Lo que define a una revolución es que no se cierra,
porque nunca es total, es un proceso de todos los días
y dejaría de ser cuando deje de hacerse.
Inti Santana: La Revolución cubana significó niveles
inéditos de independencia nacional, de proliferación
cultural y de programas sociales para favorecer, sobre
todo, a los sectores más desprotegidos. Con su
desarrollo, hasta la difícil década de los 90, se potenció
un ser humano más noble, solidario y comprometido
con su sociedad. De hecho, una formación cultural en
esos valores nos permitió resistir la crisis de esos años.
No obstante, a pesar de su grandeza, la Revolución
de 1959 es solo un peldaño en nuestra historia de lucha
por la liberación. En realidad, no hemos llegado a
ninguna meta, sino que es un paso para acceder a niveles
más altos de justicia social, libertad ciudadana y
participación democrática. La Revolución debe definirse
como un proceso complejo donde la obtención y
defensa de una determinada conquista no puede
significar un pretexto para detenerse, sino una forma
de allanar el camino hacia la emancipación humana.
154
Qué es para ti la Revolución: los jóvenes opinan
mayorías con el poder de las mayorías. Intento, por
tanto, ser menos conforme, más crítica y más solidaria.
Esos son mis valores contra el individualismo, la apatía
y la dominación. En todo caso, no somos tan distintos
a los jóvenes de ayer, sino que vivimos diferentes
momentos históricos.
la igualdad que no se ha desvirtuado en uniformidad.
El verdadero revolucionario es el que defiende sus
convicciones, y rechaza las comodidades del oportunismo.
Me gustaría que mi generación tuviera más confianza
en lo que puede hacer para cambiar lo que no le agrada,
y quisiera que lo hiciera de manera revolucionaria.
Precisamente por eso, creo que lo más importante es
que sienta que su interpretación del momento histórico
es legítima y tenida en cuenta. A los jóvenes hay que
demostrarles que sí existe un futuro, y que ellos son
parte de él, o sea, que tienen el derecho y el poder de
decidir sobre el presente y el futuro de la Revolución.
Ernesto Pérez: No se debe hablar de «la juventud»,
porque no creo que los jóvenes de una determinada
época, en pleno, se hayan comportado de la misma
manera o compartido los mismos valores. Por otra
parte, la abnegación, el estoicismo y el sacrificio no son
constantes en la vida de ningún ser humano. Los que
luchan toda la vida no lo hacen, o no deberían hacerlo,
sobre la base de una propensión a la inmolación, sino
porque, ante la responsabilidad y el sentido del deber,
no queda otro camino.
Con todo, la disciplina es algo que a veces es
necesario subvertir. Si no fuera por la indisciplina, no
habría revoluciones. El llamado a la disciplina, dentro
de las filas revolucionarias, tiene que estar compensado
por una indisciplina urgida por las necesidades de
cambio. La juventud revolucionaria está llamada a
remover todas las estructuras rígidas, y para ello debe
crear espacios de polémica e insertarse en el debate de
los temas que afectan a la sociedad en su conjunto.
Nelson Luis Fernández: Si bien no en todos los
jóvenes, en una parte importante de la generación hay
una tendencia, sobredimensionada, al consumo. Es por
eso que la lucha por mantener los principios
revolucionarios es más difícil en estos tiempos. Los
jóvenes actuales, a diferencia de los de las primeras
décadas, vivimos dentro de un sistema de doble
moneda, que afecta nuestra vida cotidiana. La mayoría
de las tiendas es en divisas y en las que se puede comprar
en moneda nacional tienen un precio equiparado al peso
convertible, lo que hace más atractivo trabajar solo en
aquellos lugares donde es posible adquirir ese recurso
monetario. De esa manera, las diferencias económicas,
entre los que tienen divisas y los que no, afectan los
valores y los principios revolucionarios. Las personas
se muestran más egoístas, solo les interesan sus
problemas personales y ganar más. Los jóvenes rechazan
trabajar en sectores claves como la agricultura, la
educación y las fábricas que no tengan este tipo de
estímulo.
Entonces las diferencias no son entre los jóvenes de
una u otra época, sino las desigualdades económicas
entre nosotros, hoy. Para disminuir los efectos de esas
diferencias hay que defender los valores éticos de la
Revolución, donde es esencial la influencia del núcleo
familiar. Hay que trabajar para que la familia encamine
a los jóvenes para que sean responsables y útiles a su
sociedad.
Es muy importante el amor al trabajo. En mi
empresa se producen desde muebles hasta cubiertos, y
la mayoría de los trabajadores somos jóvenes que
pasamos por un proceso de selección antes de estar en
la plantilla. Nuestra actitud ante el trabajo está basada
en la disciplina, el respeto hacia los compañeros y,
aunque hay excepciones, lo que prima es la eficiencia.
Es necesario reconocer la buena atención que tenemos
en la empresa, con transporte para todos los
trabajadores, equipos técnicos en buen estado y
estímulos para los destacados. Para mí, ser un joven
revolucionario es cuidar y mantener lo que tenemos,
dar un paso al frente en todo momento, y enfrentar lo
mal hecho cueste lo que cueste.
Meysis Carmenati: No creo que exista en los jóvenes
de hoy una carencia de valores, sino distintos valores y
proyectos en conflicto. Cuando nacimos, ya en Cuba
no prevalecía la cultura del debate, ni la efervescencia
propias de los primeros años de la Revolución. En
todo caso, éramos un poco «rusos», porque nuestra
primera infancia fue la de las «vacas gordas»; pero
también porque asimilamos estructuras de dirección y
pensamiento del «socialismo real», un proyecto de
sociedad que, como ya sabemos, no conduce ni al
socialismo ni a la forma de vida que los jóvenes —ni
los menos jóvenes— revolucionarios desean.
Por supuesto, la juventud actual se diferencia de las
generaciones precedentes, lo cual no quiere decir que
no posea valores atinentes con la Revolución. Lo
importante sería identificar cuál es el concepto que los
jóvenes actuales tienen de lo que significa ser
revolucionario, y después darle presencia y validez a
esa concepción. Hay quienes piensan, por ejemplo, que
los jóvenes son inconformes o exigen demasiado, sin
tener en cuenta que el revolucionario es aquel que
siempre cree que se pueden hacer mejor las cosas. Por
otro lado, el escepticismo y la apatía son algunos de los
perjuicios presentes en la juventud cubana, aunque no
son ellos los únicos que los padecen.
Ser un joven revolucionario es ejercer el criterio, y
además sentirlo como un derecho. Es no tener miedo
a ser diferente, porque en la diferencia es donde reside
155
Hiram Hernández Castro
Yoaris Borges Alarcón: Cada generación tiene su
momento histórico y asume valores consecuentes con
el tiempo que le tocó vivir. Aquellos jóvenes que
iniciaron la Revolución desarrollaron su lucha ante otros
desafíos, por eso tenían una concepción diferente a la
que tenemos hoy. Ellos tuvieron que luchar para hacer
la Revolución, nosotros ya la tenemos. La hemos
heredado y, con ella, el sentido de sus valores. La
diferencia está en que nosotros no tenemos que luchar
con las armas en la Sierra Maestra; hoy se trata de dar
el paso al frente en sectores socialmente importantes
para que la Revolución salga adelante y cumpla su
cometido. Lo que se nos pide hoy es que seamos
maestros, enfermeros, combatientes y profesionales. A
todas las generaciones de revolucionarios cubanos nos
une ese sentido del deber.
Sin embargo, no todos los jóvenes pensamos ni nos
comportamos de la misma manera; sobre todo, porque
no todos tenemos la misma formación política e
ideológica. Reconozco que, como cadete, mi preparación
política puede ser diferente a la de otros jóvenes, y eso
hace que mi grado de disposición, del sentido del deber
y de comprensión de una determinada realidad pueda
ser diferente a la de otras personas, pero creo que la
mayoría de los jóvenes cubanos apoya y defiende la
Revolución.
Por otra parte, es cierto que los jóvenes de hoy se
sienten muy atraídos por las cosas materiales y asumen
estilos de vida consumistas y fútiles. Constituye una
necesidad del proyecto revolucionario infundir en ellos
la sensibilidad para apreciar el valor del cine, la literatura
y el teatro, junto a otras formas de diversión que al
mismo tiempo incidan en su desarrollo cultural. No
obstante, lo más significativo es que esos mismos
jóvenes, que parecen seguir una vida trivial, serían
capaces de estar presente cuando se les necesita. Ellos
no están al margen, sino que son parte de la Revolución.
La Revolución es mi espacio de acción y a la vez mi
orientación en la acción. Ser un joven revolucionario
implica activismo. Nuestro proyecto —el realmente
liberador y dignificador— no está orientado por dogmas,
sino por principios. Considero que ser revolucionario
en la actualidad pasa por identificarse con la conservación
del lugar central que ocupa el ser humano en nuestra
sociedad, la articulación de los intereses individuales con
la colectividad, la posibilidad de actuar con independencia
y tener preparación para ello.
Vilma García Quintana: Cuando yo estudié en el
Preuniversitario, era la única que vivía alejada del centro
de la ciudad, y quizás tenía menos recursos económicos
que mis compañeros; sin embargo, nunca sentí rechazo
o diferencia en el trato; todo lo contrario, eran mis
amigos y la pasábamos muy bien. Quizás aquellas
diferencias hoy habrían sido valoradas de forma muy
distinta. La valoración del consumo se está haciendo
cada vez más fuerte, y los valores defendidos por la
generación de mis padres ahora escasean.
Es cierto que nuestro país está bloqueado por los
Estados Unidos, pero también hay bloqueo interno,
de unos con otros. No nos podemos escudar en que
somos un país pobre para hacer o permitir que las
cosas se hagan mal. Un joven revolucionario debe amar
a la patria y conocer su historia, ser honesto, sencillo y
solidario, no en el sentido de dar lo que nos sobra, sino
compartir lo que tenemos.
Kirenia Criado Pérez: No fue más difícil la realidad
de los 60 y los 70 que la que hoy vivimos. Decir lo
contrario sería idealizar un determinado momento
histórico. Sin embargo, no podemos negar los
problemas en los espacios e instituciones que
representan a la juventud cubana actual, ni desconocer
cierto cansancio histórico o negar la crisis de valores.
Nuestra valoración de la Revolución se nutre de su
memoria histórica, pero eso no es suficiente. Es
necesario juzgarla en la realidad cotidiana. En ese sentido,
se precisa crear —como dicen los zapatistas— «aquel
mundo donde quepan otros mundos», es decir, urge
que el inmenso sentido de la Revolución esté en la
revolución cotidiana de cada cual.
El sentirme revolucionaria pasa por sentirme
antimperialista, y esto es así por mi voluntad y la de
Dios. Ser revolucionaria, desde mi fe, me obliga a
anunciar la buena noticia del Evangelio; a saber los
cambios, los caminos y las oportunidades; y a denunciar
la mala noticia de los esquematismos, el oportunismo,
el egoísmo. Debemos socializar los sueños, y la
responsabilidad es de todos.
Fernando Luis Rojas: Somos diferentes a ellos, como
también diferimos entre nosotros. Si algo marca a la
Cuba actual es su diversidad. Somos el resultado de
nuestras condiciones, como también los fueron nuestros
padres de las suyas. Por supuesto, influye la lejanía de
ese Primero de enero, de esos años en que la sociedad
tenía que estar movilizada porque las agresiones eran
menos sutiles que hoy, eso marca el carácter de las
personas.
Por supuesto, si bien la apatía ante la participación
política, la anomia social y el consumismo no se
expresan en nuestro país al nivel de otras naciones, no
es menos cierto que en nuestro proyecto de sociedad
estos fenómenos adquieren mayor trascendencia. No
obstante, hay muchos jóvenes que apostamos por seguir
aquí y echar adelante el proyecto revolucionario.
Inti Santana: El problema se expresa a nivel internacional;
en ello influye el desmoronamiento del bloque socialista
156
Qué es para ti la Revolución: los jóvenes opinan
construir. ¿Cuántos jóvenes realmente conocen a
profundidad lo que significa el concepto «socialismo»?
El proyecto socialista cubano no puede ser algo
ambiguo o coyuntural. Segundo, la participación tiene
que ser asumida como auténtica presencia en las
decisiones. Tercero, el espíritu crítico no debe ser visto
como algo negativo, sino apreciado como un valor
esencial de la transición socialista.
y el sentimiento de fracaso de las utopías que sobrevino.
Por otro lado, el capitalismo hoy es más sofisticado, el
mundo de las vitrinas alcanza un indiscutido dominio.
Es difícil para un joven, incluso en Cuba, escapar a los
modelos consumistas y tener la convicción de que vale
la pena luchar por un ideal. El joven cubano de los 60
sentía en los cambios de su sociedad un cúmulo de
argumentos para sentir un «fervor revolucionario», frase
que hoy suena a cliché, porque la propaganda política
es torpe, despegada de la realidad, saturante y sin swing.
Me siento parte de un grupo de jóvenes que ve la
necesidad de pensar y sentir la Revolución cubana desde
una actitud que cuestiona los esquemas y las frases hechas.
Sentimos que el cambio debe nacer de un debate entre
todos los sectores sociales y en función de una sociedad
donde se revalore el sentido del trabajo; pero no solo
porque se distribuye con justicia, sino porque los
trabajadores deciden sobre la producción y distribución
de los recursos, para lo cual necesitan estar bien
informados.
Nelson Luis Fernández: Considero tarea prioritaria
lograr una mejor comunicación con la generación que
ha tenido que enfrentar, desde muy temprano en su
vida, las carencias y los cambios económicos del Período
especial, hasta el punto de vivir casi en dos sistemas
diferentes: el socialismo y el capitalismo.
Los jóvenes somos la fuerza fundamental para el
desarrollo del país. Es preciso, por tanto, darnos la
oportunidad de discutir las medidas que se tomen y
escuchar nuestras propuestas. No es posible regirse solo
por la opinión de los dirigentes, es imprescindible preguntar
a los jóvenes que estamos dentro de la producción. Es
necesario crear mayores y diversas oportunidades de
diversión para los jóvenes, que no sean tan caras como
las que existen ahora. Se debe pensar en aquellos que
no tenemos un alto nivel adquisitivo. Reconocer que
no todos recibimos remesas, pero todos queremos
disfrutar al máximo esta etapa de la vida.
Hiram Hernández: ¿Qué se necesita para incentivar una
participación más activa y creadora de los jóvenes en el proyecto
socialista cubano?
Diosnara Ortega: El proceso revolucionario tiene que
revisar sus prácticas participativas, y dentro de ellas el
papel de los jóvenes. Aunque tal vez no sean ellos los
que menos activa y creadoramente participen. No creo
en ese estereotipo, pero sería interesante estudiar cómo,
por qué y quiénes lo reproducen.
Lo más importante no es haber nacido en los años 40
o en la década de los 70, aunque ello tiene un peso en
las vivencias que distinguen las actitudes de una y otra
generación. Se trata, sobre todo, de la cultura política
que se produce todos los días en las relaciones sociales
que constituimos. Cómo llegamos hasta ellas es
importante, y evidencia diferentes experiencias, pero
qué hacemos con esas relaciones, qué hacemos en cada
uno de nuestros espacios, también expresa los conflictos
que desmontan los mitos que insisten en presentar a los
jóvenes como los menos comprometidos.
Yoaris Borges Alarcón: Los jóvenes, en estos momentos,
tienen un papel protagónico, y su participación significa
un puntal de la Revolución. Esa participación y el
sentirse reflejados en las medidas que se adoptan son
un estímulo para seguir apoyando creadoramente el
proceso revolucionario. Por supuesto, para que su
fuerza incida en la realidad política, los jóvenes deben
expresar sus criterios sin miedos y con argumentos
sólidos. Es fundamental que alcancemos ideas claras
sobre lo que queremos hacer y seamos capaces de
defenderlas ante los organismos e instituciones
correspondientes, para que sean tenidas en cuenta por
la dirección del país. Eso es, precisamente, lo que se
espera y se quiere de nosotros.
Cuando en nuestro centro se analizó el discurso de
Raúl Castro del 26 de julio de 2007, los cadetes
planteamos abiertamente los problemas que tenemos
e hicimos críticas a personas que no cumplen con su
deber social. Ese espacio de debate es una oportunidad
para que expresemos nuestras preocupaciones,
valoraciones y demandas. Constituye un termómetro
para medir el sentir de la juventud y una guía para nuestra
dirección política.
Ernesto Pérez: Se precisa que los jóvenes visibilicen y
ejecuten sus propias decisiones, y que se sientan
realmente actores del socialismo. Los jóvenes necesitan
de la savia que ha nutrido históricamente el proceso,
pero sin superioridades, con respeto a sus formas de
sentir, actuar y pensar. Es imprescindible que el proyecto
nos sea atractivo.
Meysis Carmenati: Una juventud participativa es
aquella que solo porque sea capaz de apropiarse,
intervenir y dialogar con su presente podrá ser
responsable del futuro. Para crear estas condiciones urge:
Primero, dar mayor claridad al proyecto que se desea
Fer nando Luis Rojas: Participar con mayor
protagonismo en la identificación de nuestros problemas
y en la propuesta de soluciones, y que estas últimas
—dentro de lo racional y responsable— tengan un
157
Hiram Hernández Castro
carácter vinculante. Se necesita fortalecer la autoridad
de nuestras organizaciones e instituciones. A través de
ellas, podremos enfrentar los retos, pero resulta
estratégico evaluarlas contando con el criterio de los
miembros y no, como lo hacemos generalmente, solo
con los dirigentes. Es necesario situar en los criterios
valorativos de las máximas instancias, las palabras y la
visión de la gente. Los representantes de la juventud
deben ser y pensar como jóvenes.
La Revolución debe estar cada vez más cerca de la
cotidianidad, no solo en los actos heroicos. Debe estar
en nosotros.
jóvenes? ¿En qué medida se premia la pasividad
obediente que acata las orientaciones de arriba?
Cuando se habla del paternalismo, se insiste en que
las personas acostumbradas a que todo se les entregue
no saben «el trabajo que cuesta conseguirlas». Esa es
una arista, pero el paternalismo también es la negación
de la información y la participación. Es cierto que, por
la seguridad del país, hay informaciones estratégicas;
no podemos ignorar que el imperialismo, el bloqueo y
las campañas mediáticas para desacreditar el proceso
revolucionario son hechos concretos; pero la mayoría
de las cosas sí pueden ser conocidas y deben discutirse.
El Congreso de la UNEAC fue un ejemplo de
democracia, restaría constatar el cumplimiento de los
acuerdos; pero el debate allí fue abierto y hubo una
repercusión inédita en los medios de prensa. Asumo
que eso nos hace bien y que debería ser más frecuente.
La cultura del debate debería ser cotidiana y en todos
los niveles. Los estudiantes deben formarse en esa
cultura. Ser un joven revolucionario no es ser obediente
y repetir frases hechas. Ese comportamiento es incapaz
de aportar desarrollo a la política de este país.
Vilma García Quintana: De los campesinos asociados,
muy pocos son jóvenes, pero se está haciendo un
trabajo con las brigadas juveniles campesinas para
estimular su participación, incluso para que ocupen
cargos de dirección. Sin embargo, hay que trabajar para
que los que están vinculados al trabajo agrícola, con
edad escolar, se superen. En ocasiones, los jóvenes
campesinos priorizan el sustento económico y no
estudian. Se está planteando la necesidad de que los
que se incorporen a las brigadas campesinas puedan
convertirse en obreros calificados, técnicos medios e
incluso universitarios. Esto sería muy importante, porque
el conocimiento de la historia de Cuba es el punto débil
de nuestra generación. En este sentido, se debe trabajar
más en la radio y la televisión, con programas que capten
nuestra atención.
También hay que incrementar las actividades
recreativas. Hemos comenzado a festejar los cumpleaños
colectivos y a los destacados se les otorgan reservaciones
en restaurantes, pero la apatía sigue siendo nuestro
mayor obstáculo.
Hiram Hernández Castro: El 17 de noviembre de 2005,
Fidel Castro escogió como sus interlocutores directos a jóvenes
involucrados en los programas de la Revolución para pronunciar
un discurso que ha sido valorado como trascendental; sobre todo,
al considerar el carácter reversible del proceso revolucionario debido
a errores propios. ¿En qué sentido los jóvenes cubanos saben,
pueden y desean proyectar la Revolución cubana hacia el futuro?
Diosnara Ortega González: Prefiero distinguir el
deseo, del poder y del saber. Como dije antes, los
jóvenes revolucionarios cubanos, hombres y mujeres,
queremos no jugar a hacer revolución, sino hacer
revolución, desde nuestras diferencias, que son muchas,
como las de todo grupo social. Ansiamos superar las
contradicciones y sustituir los desafíos por nuevos y
más altos retos. Deseamos poder desde nuestro saber:
osado, abrupto y variable.
Los jóvenes sabemos qué se nos va en el intento de
hacer revolución dentro de la Revolución; sabemos, a
veces demasiado, que son muchos los errores humanos
de la Revolución y que es largo y no preciso su camino.
Sin embargo, quizás por ser impetuosos y utópicos,
nos lo jugamos todo en el proceso, porque nuestra
vida solo cobra sentido en esa constante transformación
rebelde a la que siempre apostamos.
Kirenia Criado Pérez: Recordemos que David no
podía enfrentar a Goliat con las pesadas armaduras
que le entregó Saúl, sino que usó sus propias armas.
Quien olvida la historia, está condenado a repetirla, pero
también quien la repite no hace su historia propia.
Antes de preguntar qué se necesita para estimular la
participación, habría que evaluar los métodos y estilos
de trabajo al uso en los espacios que existen para
participar. Muchas veces se entiende por participación el
mero cumplimiento de tareas y la presencia en
actividades que no tienen en cuenta los intereses de los
jóvenes. Para generar una participación sustantiva, es
necesario que exista la posibilidad de intervenir no solo
como beneficiarios, sino como protagonistas en la toma
de decisiones. Debemos preguntarnos si estamos abiertos
al cambio para nuevas formas de participación social.
Ernesto Pérez: El futuro de la Revolución cubana
estará garantizado en la medida en que esta sea un
espacio abierto a las inquietudes de la juventud. Si dejara
a un lado a los jóvenes, estaría traicionando una parte
esencial que la ha sostenido. En ese momento se dejaría
de hablar en términos de Revolución en el poder, para
Inti Santana: ¿Cuántos jóvenes repiten los nombres
de Marx, Engles y Lenin sin tener una actitud de
búsqueda y duda ante las nociones que se les han
inculcado? ¿Acaso se promueven esas actitudes en los
158
Qué es para ti la Revolución: los jóvenes opinan
comenzar a decir la contrarrevolución en el poder.
Entonces, habría que hacer otra revolución donde, una
vez más, la juventud estaría presente.
cubana al futuro, pero para esto tenemos que
fortalecer nuestra cultura política. No basta con
conocer, por la Historia o por nuestros abuelos, el
terrible pasado antes de 1959 y desear mantener los
logros de la Revolución, sino que tenemos que estar
unidos y sobreponernos a nuestras dificultades.
Meysis Carmenati: El peligro es más político que
militar. Para destruirnos, los Estados Unidos tendrían
que exterminar a centenares de miles, o millones de
personas, y justificar uno de los actos más inaceptables
de la historia. No obstante, como existen administraciones
como la de George W. Bush, es preciso no descuidar
nuestras defensas. Mas el riesgo que enfrenta la Revolución
es, precisamente, no saber ser más revolucionaria; es
decir, más socialista, menos burocrática, más
participativa. Y esto significa más saber, control y poder
de la sociedad sobre las decisiones que la afectan.
Los jóvenes están, primero que todo, en la disyuntiva
de poder proyectar la Revolución hacia el futuro. Lo
más difícil de una revolución es que hay que hacerla
todos los días, en los barrios, en las aulas, en los medios
de comunicación —donde aún predominan tendencias
que vulgarizan la realidad en inverosímiles
representaciones. La carencia de una cultura del debate
y el oportunismo, perjudican ese proceso.
Hacer la revolución hoy es derribar los esquematismos
y los absurdos reaccionarios que con frecuencia nos
rodean; esto significa enfrentar a un enemigo más difícil
de reconocer que cualquier otro. La idea es del propio
Fidel: «Cambiar todo lo que debe ser cambiado». La
intención no puede ser continuar un proceso ya
determinado por la historia. Tiene que rehacer, desde
y para la sociedad, un proyecto revolucionario dialéctico;
es decir, que pueda asumir la realidad actual para poder
superarla.
Nelson Luis Fernández: La Revolución, desde su
triunfo, se encargó de preparar a las nuevas generaciones
para el futuro. El fortalecimiento de las universidades,
con la municipalización, nos provee de nuevas
oportunidades para nuestra superación, incluso los que
somos obreros tenemos una preparación muy superior
a los de cualquier otro país subdesarrollado.
En los jóvenes, esta Revolución tiene una excelente
materia prima para llevar adelante el proceso, solo
tenemos que, cada uno de nosotros, poner nuestro
granito de arena y entre todos, comenzando por la
familia, los vecinos hasta llegar a los dirigentes, mantener
relaciones de respeto mutuo, seriedad ante el trabajo
y tener confianza en el futuro.
Fernando Luis Rojas: En aquella ocasión del discurso
de Fidel, no solo estaban en el Aula Magna los jóvenes de
los llamados programas de la Revolución —nombre
que no debe desconocer que esta ha generado, desde
su triunfo, programas para transformar la sociedad—;
estaba también el Consejo Nacional de la FEU, que
se reunía por esos días. Tener al estudiante universitario
como interlocutor para ese discurso no me parece
casual y, si lo fuera, súmele a la casualidad el acierto
de Fidel.
El estudiante universitario articula una doble
condición esencial para proyectar la Revolución
cubana: por una parte, accede a una preparación y
acumulación cultural que le permite enfrentar los
actuales retos y poder comprenderlos en su
complejidad. Por la otra, su condición de joven, aunque
no es revolucionaria por decreto, condiciona su
capacidad para impulsar los procesos, quizás porque
mira los problemas desde la inmediatez o porque está
más atento al futuro.
En el saber está nuestro mayor desafío. Los jóvenes
cubanos no estamos curtidos en la participación y en
el ejercicio del poder. Tampoco tenemos claridad de
lo que queremos y las formas de conseguirlo. Nos
falta la evidencia de lo que sería Cuba si se entronizara
el capitalismo neoliberal. No obstante, nuestros
problemas son superables. No en la perspectiva
paternalista de esperar nuestro turno, mientras otros
—por evitarnos los errores— hacen el trabajo. Ya
estamos en tiempos de equivocarnos mientras
construimos; de eso depende el poder proyectar la
Revolución al futuro.
La mayoría de los jóvenes cubanos deseamos una
Cuba revolucionaria, aunque no necesariamente todos
lo entiendan claramente. Unos aspiran a mejorar
económicamente, otros a graduarse, y la mayoría
—aunque a veces suena vacío el discurso de las
gratuidades— armaría otro Baraguá si se intentara
privatizar la salud, la educación, eliminar la asistencia
social y expropiar nuestras casas.
Yoaris Borges Alarcón: Con una idea similar, el
Apóstol, analizando el Pacto del Zanjón, dijo: «nuestra
espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la
dejamos caer nosotros mismos». Eso es también lo
que intenta evitar Fidel alertándonos de los peligros
de no tener conciencia de los errores y descuidos que
cometemos. Los jóvenes desean llevar la Revolución
Vilma García Quintana: Me parece que Fidel se
refiere a la corrupción de los valores morales. El
problema es que muchos jóvenes están deslumbrados
por las cosas materiales, sin percatarse de que eso no es
lo más importante. En el medio donde yo me
desenvuelvo, hay desinterés por todo lo que no sea la
pacotilla. Recientemente se han tomado medidas para
159
Hiram Hernández Castro
Inti Santana: Sería iluso pensar que mi deseo es el de
todos los jóvenes cubanos. También veo escepticismo,
evasión, consumismo y demasiado sentido de
adaptación. En general, los cubanos desean mejorar
económicamente, recuperar el valor del trabajo y
disfrutar de ciertas libertades; las diferencias están en la
forma de lograrlo.
La organización social no debe ser dirigida de arriba
hacia abajo como una acción exclusiva del Estado o el
Partido. Me gustaría que los jóvenes dieran más
importancia a su participación en el centro de trabajo y
en su comunidad. Quisiera un país menos centralizado,
donde el poder no se ejerza de forma tan vertical.
Puedo entender que en un momento determinado esa
organización fue necesaria para la defensa nacional,
pero ahora frena el desarrollo social e individual.
Como trovador, por ejemplo, aspiro a que mi
ciudad tenga un espacio —un café o algo similar—
donde la trova pueda ser escuchada. Para que esto
funcione hace falta que los trabajadores sientan como
propio ese proyecto, es decir, donde puedan participar
en las decisiones sobre cómo producir y cómo emplear
las ganancias. El Estado podría cobrar un impuesto y
velar por que el propósito socio-cultural no se tergiverse.
Sería una forma, no capitalista, de escapar de la
burocracia que aletarga cada movimiento, y de
la corrupción de quien está inconforme con su salario.
Justamente en un artículo de la revista Temas leí que en
Venezuela existen cooperativas donde los trabajadores
deciden, por medio del voto, la manera en que van a
producir y cómo repartir las ganancias. Así, se incentiva
la participación, se democratiza la dirección y se
produce bienestar espiritual. Lo que sí no podemos es
cerrar los ojos y seguir haciendo lo mismo o acudir a la
privatización como remedio santo.
estimular la producción, por ejemplo, de leche, con el
pago de un porciento en divisas, lo que les permite a
los campesinos comprar en tiendas que ofertan recursos
importantes para su vida y trabajo. Aunque esto no
cubre todas las necesidades, sí constituye un estímulo
importante. La idea es relacionar el consumo con el
trabajo y la utilidad social.
No podemos olvidar que el trabajo en la agricultura es
muy duro y esto obliga a que todos, independientemente
de su nivel intelectual, demos nuestro máximo esfuerzo
y sacrificio para llevar adelante un sector que es muy
importante para el desarrollo de nuestro país. Los
jóvenes deben apoyarse mutuamente y, al mismo
tiempo, aprender de aquellos que tienen experiencia.
El estudio es fundamental, pero no todo el saber está
en el estudio, y la juventud que la Revolución ha
preparado tanto, debe tener la humildad para
comprender eso.
Kirenia Criado Pérez: No es posible hablar de la
Revolución cubana sin referirse a su proyecto socialista,
donde falta un debate sobre qué socialismo queremos;
es decir, hacia dónde queremos llevar nuestra
Revolución, qué queremos mantener, qué es necesario
dejar atrás y qué nos falta por hacer.
La Revolución cubana debe ser un proyecto de cada
cual y un logro de todos. Se debe conjugar su historia
con nuestra realización personal. La esperanza es de
los que caminan, y la necesidad de salvarse pasa por un
proyecto social.
El milagro de los panes y los peces no fue magia,
sino el acto de compartir y el contagio de toda la gente
que se sensibilizó frente a ello. Jesús predicó la
transformación de este mundo en la venida del Reino
de Dios y esto solo sería posible desde el compromiso de
cada cual con las causas de ese reino. Frente al imperio
romano, hablar de otro reino era utópico y muy osado.
Frente a este mundo que el capitalismo neoliberal
globaliza, es necesario un proyecto social revolucionario,
desearlo es el primer paso para poder lograrlo.
©
160
, 2008
no. 56: 56-66, octubre-diciembre de 2008.
Rufo Caballero
Arte cubano, 1981-2007:
dime lo que más te ofende
Rufo Caballero
Ensayista y crítico.
ten presente a Flebas,
quien, como tú,
alguna vez fue hermoso y esbelto.
Han llegado a creer que quien escriba una
sonata falta a sus deberes revolucionarios.
Pero hay épocas, recuérdalo, que no se
hacen para los hombres tiernos.
¿No nos queda nada? Sí. Algunas imágenes.
La orilla. La pasión por la orilla del mar
Alejo Carpentier, El siglo de las luces
«
Una mano se adentra en el cuadro y dibuja en la
arena: «Again». La ola lo borra, y la mano, pertinaz,
vuelve a inscribir «Again». ¿Es la mano del artista? ¿Es
acaso la mano del sujeto, que protesta en sordina por
la tragedia de la definición? Otra vez, siempre se
recomienza. El mar borra la palabra, y de nuevo, el
fantasma del «Again» se dibuja, como una protesta
callada, casi una confesión pequeña, que persiste, sin
embargo, frente al mar.
En algún momento, veremos llegar a la orilla un
cuerpo, una masa amorfa. La ambigüedad del cuerpo
acrecienta el enigma de la pieza. ¿Son algas? ¿Es un
nylon viejo, una huella insignificante? ¿Un trozo de
carne? ¿De carne humana? ¿Flebas representa la
confesión de una metáfora, la metáfora del naufragio?
Sísifo de las aguas, Flebas, cansado de repetir el ciclo
de la lejanía y la proximidad, regresa convertido en
Flebas», el videotape de ocho minutos realizado por
el artista cubano René Francisco, en 2006, dialoga
con «Muerte por agua», aquel poema de T. S. Eliot:
Flebas, el fenicio, muerto hace dos semanas,
olvidó el grito de las gaviotas,
y la mar profunda y agitada,
olvidó las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
recogió sus huesos en susurro.
Entrando en el remolino,
en levantarse y caer pasó las etapas de vejez
y de juventud.
Gentil o judío,
Oh, tú, que llevas el timón
y miras a barlovento,
Premio Temas de Ensayo 2007 en la modalidad de Estudios sobre
arte y literatura.
56
Arte cubano, 1981-2007: dime lo que más te ofende
nada, en un trozo de existencia, en un dato a propósito
de lo que un día fue.
¿Después de los restos de Flebas, la mano que mece
la arena se atreverá a dibujar, otra vez, «Again»? ¿Los
personajes de este video están condenados para siempre
al mundo de la repetición y el naufragio?
reproducción natural. Si para Virgilio Piñera el absurdo
se hacía costumbrismo en Cuba, Bonito pudiera
comprender el hambre de fundación con que todo lo
recomienza Cuba.
Quizá se trate de una vocación legítima en todo
pueblo joven: el hambre de la definición. Los pueblos
jóvenes lo definen continuamente todo; padecen (y
gozan) una sed de identidad que necesita apresar, asir,
el peso cultural de las catedrales. Mientras Europa
disfruta, un poco decadentemente, pero con mucha
gracia, el placer de la reescritura (del legado que
celebra la acumulación y el montaje), el pueblo joven no
para de encontrarse, de generar una fiesta de legitimación
porque aquello innombrable —el enigma pujante de
lo joven— ha tenido un súbito de conocimiento, ha
sido nombrado, al menos en el maremagnum de la
historia como carnaval. El pueblo joven sentencia,
legaliza, ajusticia, somete, libera, funda siempre.
¿O será, de forma puntual, por el traqueteo de las
instituciones? Ese temblor perenne, ¿a qué razones
profundas obedece? Aquí entra de nuevo el mundo
del audiovisual a trastornar la lógica autónoma de la
imagen plástica, porque fue el primer cineasta de Cuba,
Tomás Gutiérrez Alea, quien vertió una luz especial al
respecto. Hay una frase de Alea que alcanza a explicar,
como nada, no solo el devaneo institucional a propósito
de las artes plásticas, sino el desfase del esquema
funcional del socialismo: en este, el guión resulta
maravilloso, suena coherente, altruista, fecundador; el
problema viene con la puesta en escena. Eso es: el desfase
entre el diseño ideológico, filosófico, de la política
cultural, y las variables interpretaciones de la institución
que en el día a día se encarga de hacerla posible.
O imposible.
No hay demasiado problema en admitir la
pertinencia de aquel «Dentro de la Revolución: todo;
contra la Revolución ningún derecho».2 Se trata, a las
claras, de una postura excluyente (bueno, ¿y qué se hacen
todos aquellos que no desean participar de la
Revolución?, ¿tienen que marcharse, huir, escapar,
renunciar?), pero la vida es más compleja que eso: la
Revolución, como toda lógica de poder, tiene que
defenderse. Uno de los baluartes mayores de esa
defensa ha estado en el mito de la unidad: «Solo la
unidad puede salvarnos», «Un pueblo unido jamás
será vencido», etc. Cada vez que azota el vendaval de la
Historia, estela de huracanes que fustiga con mucha
frecuencia,3 vuelve el reclamo de la unidad. Y, ante él,
frente a él, ¿cómo responde la desprotegida institución
de abajo, esa que solo sabe que hay que responder, y
preservar la unidad a cualquier precio porque, si no la
hay peligra el proyecto de la soberanía? ¿Con la asfixia
de la diferencia, con la mengua de la expresión, con el
repliegue de ese arte cubano de voluntad emancipadora,
Pavor ante el pecado de la reescritura
Los críticos han estado a punto de teclear: «Nuevo
renacimiento del arte cubano». Francamente, han estado
a centímetros, a segundos de escribirlo. ¿Por qué no lo
han hecho? ¿Por qué, si es claro que en los años 2006 y
2007 se aprecia, más que todo en las expresiones de la
video-creación, un fervor y un vigor artísticos que se
sentían extraviados?1
Una primera duda frecuenta la idea de configurar
este otro renacer: que la nueva ola brote del mundo
audiovisual, ¿no supone una desnaturalización de la
genealogía?, ¿una contaminación debida, justificada,
pero extraña? La tradición de artes plásticas cubanas,
¿hace una concesión al «afuera», o incluso al «abajo»?
¿Industria cultural, en lugar de la alta cultura que, a su
modo, venía democratizándose? ¿O será que, en virtud
del giro hacia la imagen, proclamado por los Estudios
Visuales, debemos renunciar a la idea del arte cubano,
para comenzar a abrazar una visualidad cubana?
¿O, todavía, una audiovisualidad cubana, como un campo
mayor, difícilmente fragmentable?
Son esas algunas de las interrogantes que (pre)ocupan
hoy al pensamiento crítico. Aunque en los dos últimos
años se aprecian indicios extraordinarios acerca de una
nueva vanguardia —ya ni neo ni post ni trans—, los
especialistas temen reincidir en el pecado de la
reescritura. ¿Será que nos inventamos ciclos de suerte,
muerte y renacimiento? ¿O será que, en efecto, los vive
la Isla cada cierto tiempo, con una cadencia erótica?
¿Cuál es el papel de la historiografía en ese caso? Porque
la idea obsesiva de atisbar una y otra vez, en el horizonte
cultural cubano, los nuevos signos de renovación llevaría
a pensar, con culpa, en aquella sentencia de Bonito Oliva a
propósito del darwinismo lingüístico. ¿Los lenguajes
se devoran a sí mismos, como la Isla consuma la
autofagia cada cierto tiempo? ¿El mito del ave Fénix,
que renace de las cenizas, alcanza a explicar el vaivén
insular? ¿Sucede en toda isla, o es el hambre secular de
Cuba, puente y alianza, encuentro y suspensión? En todo
caso, Bonito Oliva tendría que conocer en profundidad
el pulso de esta ínsula, para entender que no basta aquí
su teoría de la transvanguardia fría ni la caliente: de
conocer Bonito la complejidad de la cañandonga, el
montaje de tiempos, el densísimo y discontinuo tejido
cultural de la Isla, lo que parecía darwinista sería
57
Rufo Caballero
A finales de los 80, con la clausura del socialismo
real, en la Isla arreció el mito de la unidad. Como nunca
antes, se entendía que la trabada, la cerrada unidad era
la única garantía de la continuidad del proyecto social.8
Pero además, la exposición El objeto esculturado había
sido el dramático canto del cisne con respecto a las
posibilidades de negociación entre el arte y la institución.
Fue el éxtasis, el trance y el acabamiento de un concilio,
intencionado por ambas partes, que venía intentando,
con el punto medio del diálogo, la atenuación de todos
los excesos posibles. Pero en el tránsito de los decenios,
el fantasma de la unidad no toleró un día más lo que se
consideraba el trasiego con los símbolos patrios. A pesar
de haber transcurrido apenas dos o tres años de aquella
declaración en favor de la apertura de los contenidos,
unidad y deconstrucción no parecieron, en el clima
desesperado del tránsito de décadas, un par cotejable.
Los momentos de canto a la unidad son de afincamiento
de la identidad, y, a esos efectos, el arte cubano no
resultaba un estandarte confiable. El tratamiento
afectivo de los símbolos (la bandera hecha con huevos,
el carácter explícitamente fálico de los héroes y mártires,
etc.) hería los patrones abrazados: la nación perdía sus
emblemas. Atenuar, detener, prescindir de ese arte, se
convertía en un problema de definición patriótica. El
desembarazo de los artistas no hacía más que reafirmar
la calidez de la mirada a la historia, favorecida hasta un
punto por la seguridad del poder en los 80 (la solvencia
económica como garante del espíritu crítico), pero
cuando esa solvencia entró en franca crisis, lo
fundamental estaba del lado del consenso social;
removilizar el consenso por medio de la unidad y el
pertrechamiento, fines a los cuales dejó de servir la duda
del arte.
Los prejuicios se referían más a la tradición del
propio arte («las artes plásticas son pintar y dibujar; a
qué todo este ruido de las instalaciones y las acciones
en la calle») y de campos como el de la sexualidad (la
naturaleza fálica de Martí preocupa a aquel para quien
el falo es un problema, está claro), que a los criterios
mismos relacionados con la historia, pero lo cierto fue
que el tránsito de décadas puso a prueba la tolerancia y
la resistencia de la sociedad cubana para negociar con
su capital simbólico.
El resultado dejaba ver una bajísima transigencia
ante el avance de lo nuevo. De hecho, sintomáticamente,
la mayoría de los centros expositivos del arte nuevo
comenzaron a ser cerrados o dedicados a otras
modalidades, tranquilas, del arte (la cerámica, el
primitivismo, la orfebrería, «el arte de provincias», etc.).
El objetivo era, a las claras, descentrar, desarticular la
vanguardia de pensamiento que se había generado
alrededor del arte joven de espíritu. Entretanto, el éxodo
de buena parte de los creadores se tornaba una realidad
el que siempre cuestiona y lo emplaza todo? Ahí llega el
dilema, el titingó insular: ¿dónde están el todo y la nada
del adentro y el afuera de la Revolución? ¿Quién marca
esos límites? Y el sujeto en Revolución se descubre de
pronto bajo una tormenta desasosegante: ¿estoy dentro
o fuera?, ¿me habré pasado al enemigo?, ¿soy el enemigo
cuando pienso con cabeza propia? Culpa insular, azote
de los tiempos. De nuevo, la tragedia del sujeto es la
tragedia de la definición.
Del arma al trauma, del eufemismo a la trampa
Posiblemente la década más traumática, al respecto,
no fueran los 80 cubanos, como se supone, sino los
años 90. A fin de cuentas, los 80 vivieron a plenitud
cada surco de aquellos días, llamados por el hambre
de fundación, «década prodigiosa», «renacimiento cubano»,
etc. Y con razón: ha sido el decenio del arte cubano
vivido con mayor intensidad estética y social.4
Al ritmo trepidante —entre aquellos funcionarios
que llegaban y bajaban los cuadros, y la declaración de
Fidel donde expresara que si entonces (en «Palabras a
los intelectuales») había favorecido la libertad formal,
ahora se garantizaba la libertad de contenidos—,5 los
80 impusieron la fuerza y la furia de su creatividad sobre
cualquier coerción o circunstancia. La década termina
cuando el artista Ángel Delgado defeca sobre un
periódico, en plena inauguración de El objeto esculturado:6
más que la referencia al oficio de poder que tenía debajo,
el artista revisaba críticamente un frenesí creativo que
abrió puertas a la cultura cubana en todos los sentidos.
A pesar de las heridas y los desgarramientos de los 80,
el sujeto que vivió esos días puede responder, con
autoridad, «a mí, que me quiten lo bailao».
Pero los años 90 experimentaron la tragedia sorda
del espejismo. Si el decenio anterior se vivió a expensas
de la tragicomedia y la farsa (no hay vivencia insular
que escape al don del carnaval), los 90 fueron la caricatura
de sí mismos, una tragedia de autorreconocimiento, cuyos
ecos psicosociales llegan a nuestros días. La propia
crítica se sintió burlada. Las estrategias del discurso
artístico frente a la hostilidad de las circunstancias
comenzaron a parecer el colmo de la inteligencia, de la
adecuación, de la mutación legítima, de la negociación;
pero, con los años, vencieron las circunstancias y el arte
cubano se hundió en las fauces de un hedonismo
complaciente que hacía el juego a la claudicación y, de
alguna forma, al cierre de los espacios antes dedicados
a la vanguardia.7 En otro lugar he dicho que, en los 90,
el arte cubano transitó de la tropología a la tautología,
del arma al trauma, del eufemismo a la trampa. Me
explico ahora.
58
Arte cubano, 1981-2007: dime lo que más te ofende
desconsoladora, si bien ponía fin, con naturalidad, a la
tragedia del encierro y el confinamiento que por otra
parte venían comprimiendo la creación.
Con Las metáforas del templo (1993) y exposiciones
aledañas, se empezó a notar un pronto rediseño de la
estrategia discursiva del arte. Si antes se le entraba a
la institución de frente, con proyectos «agresivos» que
encauzaban la clara voluntad del arte en cuanto a suplir
el silencio y el abotargamiento de otras formas de la
conciencia, ante el repliegue y al abroquelamiento de
la institución no quedó sino el reino de la metáfora: el
tropo, el subterfugio, la oblicuidad, el doble código.
En lo estético, desde luego, esto favoreció la densidad
constructiva de las obras, frente al sentido periodístico
o circunstancial que en el segundo lustro de los 80 el
arte había preferido, decidido para sí. Los críticos
hicieron todo el esfuerzo del mundo por explicarse y
compartir socialmente la posible validez del cambio.
En 1995, tuvo lugar toda una exposición a tenor de la
espesura tropológica que había alcanzado el arte cubano
(por cierto, de forma quizá admonitoria o presagiante,
esa exposición se llamó Relaciones peligrosas). Los sintagmas
más impresumibles trataban de certificar el giro: la
recolocación del paradigma estético, el grosor de
la metáfora, la vuelta del oficio, entre otras, eran ideas
encargadas de sustentar, o sustantivar, el cambio. La
noción sobre la vuelta del oficio intentaba argumentar
el proceso, incluso a nivel físico, fáctico, de realización;
pero, en verdad, el proceso se refería a algo más
profundo: la densificación del imaginario ante una
cerrada circunstancia de constreñimiento sociocultural.
Entre los años 1994 y 1995, se sucedieron algunas
exposiciones interesadas en reivindicar el peso del
género en la pintura (retrato, paisaje, naturaleza muerta
o bodegón, etc.), como manera de afincar «el
específico», frente al imperio anterior de la bifurcación
y la experiencia estética abierta. Para algunos, se trataba
del no-va-más del conservadurismo y la regresión, pero
rápido la crítica se encargó de aclarar que el género no
suponía sino un nuevo subterfugio, pues retratos,
naturalezas muertas y candorosos paisajes no
presentaban sino coartadas al ciframiento del sentido
crítico, todavía vigente, de modo subliminal u oblicuo
la mayoría de las veces. El entusiasmo de la crítica se
mantuvo hasta 1995, cuando la primera edición del
Salón de Arte Contemporáneo se realizó bajo la premisa
de la inclusión y de una pluralidad que servía, entre
otras cosas, al difuminado de la vanguardia.9 La crítica
llegó a referirse al Salón, entre la suscripción del espíritu
de la curaduría y una leve pero anticipadora ironía, bajo
el eslogan de Salón con todos.10
Todavía en 1996, y buena parte de 1997, quedaban
los ecos de la cierta lozanía, de la vitalidad, que aquel
suceso asentó. El chiste de algún crítico lo explicaba
todo: el arte cubano se reproducía como la mala hierba,
no obstante los descuidos y los abandonos, no obstante
la pérdida del clima de confrontación de ideas que había
distinguido el horizonte cultural de los 80. Sin embargo,
con los meses empezó a sentirse el cansancio. Otro
elemento se unía: el intento de respuesta rápida a un
mercado incipiente, discontinuo, que desconcertaba
al artista. Los grandes creadores continuaron
promocionando y vendiendo sus obras con naturalidad,
con profesionalidad, sobre todo en el circuito
internacional (o en el espacio de descongestión que
afortunadamente significaba y significa la Bienal de La
Habana), pero el creador de un nivel medio se
preguntaba cómo tentar a un mercado que no siempre
era el más exigente.
Los subterfugios del discurso crítico fueron
languideciendo cada vez más, ante el empuje del «hay
que comer» y, con los años, los caballetes se fueron
recubriendo de un pseudoarte de lo lindo o lo bonito,
de lo relamido, de lo bruñido y seductor al ojo. En
realidad, se trataba de otro engaño del ojo. El
ilusionismo pictórico no como virtuosismo (muchas
de estas obras eran, además de todo, vergonzantemente
malas en lo técnico) sino como espejismo cultural. El
hedonismo fue la trampa en que cayó el arte cubano
en los últimos años 90 y primeros de los 2000. La crítica
comenzó a padecer entonces, casi patéticamente, una
especie de mea culpa: ¿para esto sirvió toda la sutil teoría
del paradigma estético? ¿En esto ha venido a parar el
grosor de la metáfora? El grosor se había vuelto
escualidez, grasa sórdida. El presunto oficio retardaba
el arte, así como el ingenio puede impedir el genio. Se
transitaba, en definitiva, de la Isla tropológica a la Isla
tautológica. No era ya que los acertijos, los
encubrimientos y las mentiras del arte, los laberintos
del signo determinaran un simulacro de diálogo,
paranoico, en donde nada se decía a las claras o por su
nombre; no, ni siquiera eso: era el marasmo de la atonía,
la parálisis de la abulia y la indiferencia, de la indolencia.
Otra de las coartadas: ¡Total!, ¿para qué?, si los artistas
de los 80, que intentaron cambiar el mundo, terminaron
por escapar a cualquier parte. Dudoso aprendizaje;
como repliegue no solo de la institución sino también
del artista: la luna es mi país, mi mundo está en mi casa
(en mi ombligo, valdría decir), y así triunfaba el nuevo
reino de la introspección y la utopía personal. No se
pretende desautorizar, en absoluto, semejante camino
creativo, pero si el adentramiento hubiera redundado
mayormente en sólidos indicios de consistencia
existencial o emocional, de verdadera exploración en
la ontología, no se habría generado tal sensación de
limbo, de extravío del arte cubano. La crítica considera que
un aspecto característico del arte producido durante los 90
es lo que yo denominaría como «edulcoramiento
59
Rufo Caballero
Los críticos han estado a punto de teclear: «Nuevo
renacimiento del arte cubano». Francamente, han estado a
centímetros, a segundos de escribirlo. ¿Por qué no lo han
hecho? ¿Por qué, si es claro que en los años 2006 y 2007 se
aprecia, más que todo en las expresiones de la video-creación,
un fervor y un vigor artísticos que se sentían extraviados?
manipulador». La expresión es solo un intento, no
necesariamente el más logrado, para referirme al proceso
«dulcificador» ocurrido en el arte en Cuba, en el tránsito de
los años 80 a los 90. Recuérdese, a propósito, cómo el arte
se fue desentendiendo, fue purgando de sus filas desde
inicios de la pasada década, las expresiones de sentido más
intensamente escatológico y grotesco, aquellas que alguna
vez sirvieron para revitalizar el comentario franco (y para
sorpresa de nadie, conflictivo) sobre las zonas más
escabrosas del devenir social cubano.11
de creer en ella? ¿Me vuelvo el enemigo? ¿Soy la
sospecha misma, el disidente, el que renuncia? ¿No hace
bien el beneficio de la duda a los días de la Revolución?
¿No dudaba todo el tiempo Esteban, en sus cartas a
Sofía, desde las páginas de El siglo de las luces? Mientras
Sofía viaja del escepticismo a la revolución, cuando
termina fundiéndose con la gente, en las calles, durante
el levantamiento madrileño de mayo de 1808, Esteban
viene de vuelta: es preciso apostar a la revolución,
siempre que no olvidemos el precio de silencio, de
olvido y de sangre. La guillotina aletea en el barco
huracanado que recorre el Caribe para extender el
espíritu de la revolución a las Américas. ¿El precio de
la conquista social es el silenciamiento de la expresión?
¿Existe un modo de ensayar el concilio entre la agenda
de redención social y la salvaguardia del criterio y el
pensamiento propio? Son preguntas que invaden al
intelectual, al artista en revolución. Que lo invaden, y
que fecundan su imaginario. A menudo el artista halla
en esa contradicción (¿insalvable?, ¿eterna?, ¿vulnerable?)
algunas de las motivaciones reflexivas que alimentan
del mejor modo su propia obra.
No deja de ser sintomático el hecho de que uno de
los motores esenciales para la salida del estancamiento
del arte cubano entre los años 90 y los 2000 proceda
de una institución subalterna, por decirlo de algún
modo, pero asumida en definitiva por la institución
oficial, por los cauces centrales de la enseñanza artística
en el país.12 La cátedra Arte de conducta, dirigida desde
el Instituto Superior de Arte por Tania Bruguera (una
de los grandes artistas cubanos que mantienen vigente
su trabajo, a partir de su legitimación en los años 80),13
ha supuesto, desde 2003 a la fecha,14 el espacio ideal
para el adiestramiento de un tipo de artista «funcional»
que concibe la creación, más que como el objeto
acabado, codificado y relamido por la estética, como
el proceso de revelación de zonas de la realidad
escamoteadas por el discurso oficial, en otra forma de
olvido: la desidia hacia los laterales, hacia esos márgenes
que, de manera sorda, se fueron haciendo centro.
Lo anterior no implica, para nada, que la cátedra
excluya la preparación del creador interesado en la
imagen estática, fija, bi o tridimensional, criterio que
también halla lugar. La importancia de la dimensión
Así, la experiencia de los años 90 arroja un
aprendizaje de otro tipo: por mucho que aspire el arte
a robustecer el magma de su misma construcción, la
materia estética del estilo, los códigos, las
transfiguraciones, si ese camino, lejos de remitirlo, lo
aparta de la vida; si el arte desorienta el cable a tierra y
su conexión con la experiencia de la vida de la gente,
comienza a declinar en un callejón sin salida, a devorarse
a sí mismo, como Saturno o Cronos necio, traidor de
sí. No quiere esto decir que el arte deba contentarse
con la descripción o la contingencia. Pero la referencia
y el anclaje son la savia que informa y levanta el arte. El
arte no es un recinto amurallado de retiro y
expurgación, sino, por el contrario, un misterio de
contaminación e involucramiento.
La recuperación de la referencia
Una de las grandes paradojas de la Revolución, y a
la vez uno de sus más ricos y complejos procesos de
participación, tiene que ver con una contradicción
esencial: en virtud del ejercicio humanístico de varias
generaciones de cubanos, a las cuales se les ha
sistematizado el pensamiento sobre la historia cultural
de la humanidad, cuando ese intelectual crece y se inicia
su vida profesional, aplica justamente la exigencia
aprendida de los grandes humanistas: no hay verdad
inexcusable que no deba atravesar el prisma individual
del razonamiento calmo y el convencimiento sereno.
En ese instante, entra en crisis el paradigma de la
incondicionalidad: yo creo en ti porque creo en ti,
porque me convences a diario con tu discurso y tu
praxis, no porque deba creer, a ciegas, en ti. Y, ¿qué
sucedería el día en que, puntual o sostenidamente, deje
60
Arte cubano, 1981-2007: dime lo que más te ofende
Conducta porque si algún aporte da a la educación y la
sociedad en la que vivimos es precisamente el énfasis en el
comportamiento, en la conducta y la fuerte presencia de las
estructuras sociales en nuestra vida cotidiana.21
estética del fenómeno artístico, en sus formas
tradicionales o no, experimentales o menos, no resulta
minimizada de ninguna manera. Magali Espinosa,
estudiosa del funcionamiento y los resultados de la
cátedra, da fe de cómo «ese fluir descansa en
comportamientos y situaciones sociales que movilizan
el gesto artístico sin abandonar en muchas ocasiones su
prestancia estética, solo que esta no emanará de los
valores formales de las obras, sino de las inclinaciones
imaginativas que muestran a la sociedad y la cultura en
sus formas más esenciales e íntimas».15
La política de la cátedra es mucho más inclusiva
que excluyente. En los primeros años, se pensó abrir
la convocatoria a interesados más allá, o acá, de la
condición de artistas plásticos. En el texto de fundación
se lee que «la cátedra será un espacio en el cual personas
con distintas formaciones (teatro, danza, artes visuales,
música, literatura, etc.) entrarían en un diálogo
enriquecedor a través de la colaboración».16 Magali
Espinosa comenta por su lado cómo «en el caso de los
egresados o estudiantes del Instituto Superior de Arte,
son aceptadas las solicitudes de sus diferentes facultades,
siendo viable también el que puedan aspirar graduados
y estudiantes de Historia del Arte o de otra especialidad
de la Facultad de Artes y Letras, así como cualquier
persona que demuestre tener aptitudes artísticas».17
El arte que estudia la conducta y sigue una conducta,
el arte del comportamiento, el arte del desvelamiento
social a través de una vocación antropológica que
privilegia los medios no tradicionales de la expresión,
la búsqueda etnoestética, ha tenido en la cátedra un
espacio de perenne solvencia de inquietudes creativas y
filosóficas sobre la condición del artista contemporáneo
y su diálogo, siempre arduo, con los contextos.18
La cátedra sigue la finalidad de «crear un espacio
que sistemáticamente dialogue, analice, conceptualice y
cree nuevas obras basadas en este medio de expresión»
(la performance). 19 Surge como un espacio de
experimentación cultural, en torno a la performance de
vocación social:
Al internarse en el tejido social, el artista entrenado
en la cátedra de Conducta posee herramientas muy
completas, una temprana madurez de meditación, una
complejidad de observación (más que de sanción) que
han aportado, sobre todo, un formidable grupo de
videos que en el entorno artístico cubano del segundo
lustro de los 2000 reintroducen la expresión de
vanguardia que se echaba de menos.22 Como se ha
expresado, «el artista es, a la vez, productor y
reproductor de significados culturales, es un
estimulador del encargo social».23
Sin presunciones de sobrestimación estética, con
sobriedad y compromiso callado, estos realizadores
(«pintores sociales») ostentan hoy un cuerpo de creación
que ha devuelto el peso de la referencia y el anclaje que
algunos años de esteticismo vacío venían recabando.
Con ellos, el arte vuelve a mirar a tierra, y recobra una
riqueza y una elaboración notables, en la voluptuosidad
de la idea, en la inteligencia del discurso y los medios.
Los trabajos que siguen, salidos de o inspirados por la
cátedra, han contribuido a situarla —muchas veces a
posteriori del paso de sus realizadores por los dos años
de fogueo en los talleres—, a la vanguardia del arte
cubano contemporáneo. Una vanguardia austera, sin
lentejuelas ni fruslería.
Un retrato de grupo sobre el sujeto subalterno
El dueto de Luis o Miguel (Luis Gárciga y Miguel
Moya), lo mismo con sus propias obras que con el
proyecto curatorial Bueno, bonito y barato, de otro alcance,24
se fueron convirtiendo en instigadores de ese tipo de
experiencia radical, en lo tocante al gesto social. En
uno de sus principales trabajos, la obra «Censo», el
video, sin imágenes, documenta, a nivel sonoro, los
resultados de una encuesta telefónica, donde los realizadores
marcaron varios números, al azar, y formularon la
siguiente pregunta: «¿Está usted en la lucha?».
En algún momento, se muestran las estadísticas
finales,25 pero, más que los datos fríos, lo inquietante
está en los comentarios de la gente, en el posible perfil
que deja especular el «Censo», sobre el imaginario del
cubano en la actualidad. Resulta fascinante el estudio
acerca de cómo los cubanos interpretan el sentido de
estar o permanecer «en la lucha»: «Bueno, sí; si es en la
lucha por comer, sí», responde alguien. Otro,
presumiblemente joven: «Yo estoy bajando a cada rato
pa’ la playa, pero la policía está dando un cuero del
carajo». «Vete pa’l carajo, que aquí somos
revolucionarios, comemierda», espeta otra persona; en
Arte de conducta porque el arte que se ha llamado
performance art, aunque su nombre apunta hacia la acción,
está permeado con el cercano significado de performing art,
que apunta más hacia lo teatral, lo actuado, el espectáculo.
Todas estas vías se hallan lejanas de las ideas que se
manejarán en la cátedra [...] Si bien las palabras atraen
asociaciones con el mundo real y específicamente con ciertos
campos de la actividad y la conducta humana, es preferible
que la asociación sea con un campo de la sicología social o
de la sociología antes que del espectáculo.20
Y continúa la definición del alcance:
Arte de conducta porque aun cuando sea una práctica que
utilice y contextualice los gestos, las ideas, las acciones, el
contexto con un sentido y en un espacio social, todavía no
puede desprenderse de las limitaciones en su acceso a la
realidad, es por esto que se considerará arte.
61
Rufo Caballero
lo que todavía otra asevera: «Si es por la lucha del pueblo
cubano, todos unidos, sí». Una mujer, al parecer joven,
responde: «Yo soy comunista, por ejemplo, ¿a esa lucha
te refieres?». Es inapreciable la cantidad de información
que brinda el «Censo» de Luis o Miguel, en el sentido
de un «arte sociológico» que evidencia la proyección del
imaginario ante una mínima provocación
desestabilizadora.
La mayoría de las personas se sienten en crisis frente
a la pregunta, la toman como un desafío ideológico, la
asumen como una especie de escrutinio político directo.
Son contados los testimoniantes que se enfrentan a la
pregunta en la dirección de la lucha por la supervivencia,
por actitudes vitales, universales, propias de lo humano
en cualquier contexto. La reacción más frecuente del
imaginario se manifiesta como abroquelamiento: la
interrogante me pone en crisis, y debo reafirmar
la conducta que el deber ser social, que el Superyo, espera.
En otra pieza, «Verdad es lo que sientes mientras
mienten», Luis o Miguel despliegan un procedimiento
bastante usual en su trabajo: la delicadeza de una
metáfora visual que alcance a significar un gran concepto,
o una actitud mayor, desde una suerte de tratamiento
minimal. La manipulación artística está en la naturaleza
de la propia idea, y no tanto en el planteo videográfico,
el que muchas veces se limita a registrar, con
funcionalidad y una leve belleza de la exposición, el
gesto conceptual. Aquí, una mano graba con una
cámara aquello que supuestamente muestra la otra. En
la cámara vemos cómo una mariposa se desprende de la
otra mano, pero el campo visual nos permite ver que
en aquella otra mano no se ha posado mariposa alguna.
Con este gesto, Luis o Miguel desatan una penetrante
reflexión a propósito del inescrúpulo de los medios
con respecto a lo real.
«Verdad es lo que sientes...» parece referirse a la
promiscuidad referencial del mundo contemporáneo,
donde los medios llegan a producir realidades. Lo
presuntamente verificable, la veracidad a que ha arribado
la ilusión cultural de verosimilitud, gracias al desarrollo
tecnológico, llega a ocluir, a desplazar la moderna
obsesión por la verdad. La verdad deja de ser un
paradigma; en su lugar, la ilusión cultural genera cualquier
cantidad de mundos posibles, donde el ocultamiento y
la falacia conducen la mirada. Como ha expresado
Lorenzo Vilches, la verdad deja de ser un problema de
ontología, para convertirse en un problema de lenguaje,
de convención negociada, de representación
consensuada.26
Luis o Miguel, ya en compañía de creadores aún
más jóvenes, que también transitaron por la cátedra,
han efectuado otros censos igualmente sugestivos. En
«Por favor, dime lo que más te ofende», video realizado
junto a Javier Castro, el carácter de las respuestas de los
testimoniantes resulta extremadamente locuaz. Ante la
invitación a que vieran la cámara como el cuerpo posible
de un sujeto que ofende, los testimoniantes ejecutaron
sus desafíos: «Tú eres un singa’o, y me cago en la resingá
de tu madre»; «Te voy a dar tremenda galleta, singa’o,
anda»; «Te voy a rajar to’a la cara»; «¿Estás comiendo
pinga?». Claro, para encauzar un estudio serio a partir
de estos documentos, sería preciso investigar, y precisar,
qué sectores de población, qué zonas socioculturales y
habitacionales fueron privilegiadas por los realizadores;
esto es, qué tipo de sujeto frecuentó la cámara. Pero,
de cualquier modo, aun en el caso en que resultara muy
parcial o sobreintencionada la selección, llama la
atención el comportamiento del imaginario. Ni uno solo
de los encuestados se planteó la actitud ante la ofensa
como una posible negociación. Ni uno solo se proyectó
en el sentido de averiguar las razones de la ofensa, o el
tipo de ofensa. La respuesta común prefiere asegurar:
el que a hierro mata, a hierro muere. Se manifiesta
como agresión en la mayoría de los casos, incluso como
agresión física a la cámara.
Los recursos asociativos predominantes se
relacionan con la sexualidad, y con la increpación a la
maternidad. Muchas de las respuestas se permiten
la injuria desde la vinculación con la diferencia sexual:
«tortillera», «maricón», etc., son nociones que permiten
a los testimoniantes exponer su ira. Eres un criminal o
una criminal porque eres homosexual o lesbiana. El
deber ser (estos personajes también operan con
atención a un discurso que se espera como legítimo,
consensuado, en el mundo de la «civilización de la
fuerza») se comporta excluyente y demonizador de otras
posibilidades de conducta, fuera de la norma instaurada
por la tradición vigente y dominante en la calle.
Toda una filosofía de vida, toda una escala de valores
compartida a nivel social, aflora en este tipo de trabajos,
de un enorme valor antropológico y sociológico, que
continúan la tendencia del arte cubano, desde los años
80, a llenar las zonas de silencio favorecidas por la prensa
y otras instituciones del discurso social. Son un retrato
de grupo sobre el subalterno, sobre el sujeto lateral,
que completa la información sobre los actores y los
conflictos principales de la sociedad cubana
contemporánea, vista en horizontal. «Por favor, dime
lo que más te ofende» concluye con un testimonio
electrizante: un niño se saca su sexo, lo muestra a cámara,
y expresa desafiante: «Esto es pa’ ti». Y repite
convencido: «Esto es pa’ ti». Esa imagen, esa situación,
dicen más que diez tratados sociológicos.27
En otro de sus «gestos sociales» —«Reconstruyendo
al héroe»—, Javier Castro interpreta el mito acerca del
número de heridas en el cuerpo de Antonio Maceo,
una de las grandes cláusulas del heroísmo histórico en
la Cuba de la emancipación.28 Castro entrevista a tantas
62
Arte cubano, 1981-2007: dime lo que más te ofende
madres cubanas de ahora mismo como heridas tenía
Maceo en su cuerpo. Esas madres de hoy relatan a la
cámara las circunstancias que condujeron a las heridas
en los cuerpos de sus hijos. El mosaico de testimonios
resulta escalofriante, y hace recordar aquella
preocupación de Julio García Espinosa, cuando varios
años atrás rodara una película como La inútil muerte de
mi socio Manolo (1989). Allí, Julio se preguntaba cómo
era posible que una sociedad encaminada a un mundo
superior, a un hombre nuevo, a nuevos conceptos de
civilidad, urbanidad, moralidad, etc., pudiera cobijar
semejantes muestras de violencia.
Los años han transcurrido, y la interrogante de Julio,
frente al verbo de las madres dolidas con las heridas
de sus hijos, viene a ser ingenuo hoy. Las entrevistas
reportan muchísima información sobre el habla (la
relevancia de lo fático a causa de la pobreza de
expresión: «Vaya, a ver si me entiende...»), la gestualidad,
el vestuario, la «arquitectura de la necesidad», los objetos
que rodean a estos sujetos, etc. Pero lo que interesa
sobremanera, a nivel artístico, es la honestidad intelectual
del registro, la desnudez del trabajo, donde quizá el
único artificio esté en la relación entre las heridas
del héroe histórico y los sujetos contemporáneos
referidos. No hay aquí un off persuasivo, no hay aquí
una música que comente emociones; no hay «marcas
de estilo» que entorpezcan la frontalidad y la
comunicación del gesto social. La complejidad del
trabajo previo con el sujeto conflictivo o paradojal,
junto a la dureza de la expresión directa (susceptible de
ser leída por algunos como un nuevo tremendismo
alusivo), alejan a estas obras de la gramática habitual en
el documental común, como mismo las apartan de la
tradición del videoarte, a menudo tan dada a la meditación
de afirmación-negación sobre lo tecnológico y
alrededores. Aquí la única tecnología es la materia social,
el tejido social, y la voluntad de indagación.
Son los casos también, finalmente, de «Bunker», un
trabajo de Renier Quer, y «Aquí todo el mundo me
cuida», de Adrián Melis. En el primero, se aborda una
paradoja —que en realidad es un abismo— entre la
imagen y la palabra. La imagen muestra las condiciones
de vida de un hombre que se desempeña como
guardián de un monumento y, literalmente, vive en una
especie de sótano del propio monumento. Pero sobre
ese guardián pesa, con total orgullo, el símbolo histórico,
que le alcanza para acomodar la expectativa y sentirse
feliz. Mientras la cámara registra la estrechez del sótano,
donde por demás se encuentran las tuberías y otras
estructuras que permiten el funcionamiento del
monumento arriba, escuchamos el discurso del guardián:
«Yo estoy aquí fijo, hasta que me muera/No me falta
nada/Yo quiero morir aquí, mis deseos son morir aquí.
Vaya, si me sacan mañana de aquí muerto y me llevan
para el cementerio, voy contento/Esta es mi trinchera,
mi trinchera de combate/Mi deber está aquí, no allá/
No pensar en un futuro que no tienes que pensar.
Conformarte con lo que tienes. Conformarte con lo
que te dan».
Es interesantísimo el desfase entre la evidencia física
y el orgullo del discurso. Este hombre ve el mundo
como una perenne contraposición entre el aquí y el
allá, y concibe la vida como una trinchera. De hecho,
él apenas sobrevive en una trinchera literal, en un hueco
negro, pero igual, el discurso, el paradigma, el modelo,
la ilusión, alcanzan a borrar el peso de lo real, y alcanzan
a forjar en su mente un mundo de felicidad y de
realización. «Bunker» medita, siempre implícitamente,
sobre el conformismo existencial y sobre el
rebajamiento constante de la expectativa de vida. La
entereza del discurso es entonces la compensación de
la estrechez de la vida. «Bunker» continúa una reflexión
determinante en la obra anterior de grandes artistas
cubanos, como Raúl Martínez o Tomás Gutiérrez Alea:
el traumatismo del divorcio entre la realidad, que va
por un lado, y la felicidad del discurso y los modelos,
que marcha por otro.
Si el personaje de «Bunker» llega a ser
candorosamente patético, el de «Aquí todo el mundo
me cuida» resulta patológico y carnavalesco. Adrián
Melis grabó, con cámara oculta (en definitiva, el campo
visual tampoco permite identificar el rostro del
testimoniante, por elemental ética), el discurso de un
hombre esquizofrénico que administra una determinada
empresa. Entre frecuentes expresiones gestuales que
indican sobresalto o excitación, escucharemos que
Todo el mundo me quiere, me sobrelleva, y así paso mis
momentos de locura/No me chivatean, porque me
necesitan/A mí me da todo igual, y ellos son recíprocos
conmigo/Yo los dejo hacer lo que les dé la gana/A ellos no
les conviene un cambio de administración ni de dirección/
Yo soy la persona ideal para este puesto de trabajo/Nadie
nota nada, y el que lo nota, se queda callado/Que se lleven la
computadora esa, que no me sirve pa’ nada, o el teléfono…/
Yo vi a uno que se llevaba cinco sacos de cemento, y entré
pa’ca, pa’ mi oficina, qué voy a hacer; ¡cómo si te llevas la
fábrica…!/Luego yo lo llamo...
La pregunta que sobreviene ante «Aquí todo el
mundo me cuida» es: ¿cómo en una sociedad obsedida
por el orden y por el control, en versión socialista de la
jaula de hierro que denunciaba Weber, permanecen
resquicios para semejante desorden mental y físico?
¿Hasta dónde puede llegar la doble moral y el
fingimiento social, que un esquizofrénico resulta
venerado como el dirigente ideal, y se genera una
trabazón enfermiza entre el loco que dirige y los demás
que lo necesitan?
En «Vigilia», Melis, aprovechando la desidia o la
franca complicidad de los trabajadores, extrae madera,
63
Rufo Caballero
sistemáticamente, de algunas carpinterías habaneras y,
al final, con esa misma madera le construye una pequeña
caseta al vigilante para que, ya en condiciones, pueda
vigilar mejor el lugar. Algunos profilácticos, más
altruistas en las acciones; otros con el valor del solo
testimonio elocuente y la localización del problema
o la paradoja social, aportan, indudablemente, una
consistencia de diálogo y de responsabilidad con el
entorno que ha devuelto la voz múltiple de la referencia
y el discurso social al arte cubano.
Desde luego, no todos los trabajos audiovisuales
interesantes en el entorno de la cultura cubana de los
2000 se producen como desprendimientos o extensiones
de la cátedra Arte de conducta.29 En la mayoría de
estos otros, la imagen documental no tiene un peso
definitorio, sino que se trabaja con distintos recursos
audiovisuales, géneros y estéticas. Tomemos el caso de
Adonis Flores, por ejemplo, un artista con piezas cada
vez más sólidas. En «El arte de la primavera», Flores se
desplaza por la ciudad, como un performer, vestido
con el uniforme militar de sus días en Angola. El
uniforme posee ahora un diseño peculiar: está lleno de
margaritas. Según se fragmenta la pantalla múltiple, y
los planos se van haciendo cada vez más macro, quedan
solo las margaritas… Es una penetrante reflexión sobre
el vaciamiento del significado heroico; sobre la
estetización y la trivialización de la política en el mundo
contemporáneo.30
Por su parte, «Remix», de Alex Hernández y Adrián
Fernández, se apropia de imágenes clásicas en el legado
del cine cubano, específicamente aquellas donde los
mambises negros, desnudos, esgrimían el machete,
como parte de la gesta de independencia. De esa
dimensión, de ese pasado, parece desprenderse un
joven, también negro, también desnudo, que se pasea
sorprendido por la ciudad actual, irreconociéndolo
todo. «Remix» hace añicos el mito y la retórica de la
continuidad histórica.31
oportunas sobre el presente cubano. La cáustica
apropiación de Toirac lo decía todo; no había más que
hacer. Los trabajos de Abela, acompañados por la
música de Ernesto Lecuona, devenían claros «deícticos»
sobre la actualidad. El artista operaba como el
conceptualista que en la sola selección de la idea y su
focalización en un contexto oportuno, consuma un
texto cultural de suma elocuencia. Por otro lado, la
premisa del trabajo parecía ser aquella que encuentra
cualquier explicación del presente en los surcos
transitados de la Historia. El pasado ya contiene la
argumentación del presente.
Entretanto, Saavedra compartía algunos videos,
«trasmitidos» antes por la vía del correo electrónico
—algunos como irónicas felicitaciones de fin de año—,
en los cuales generaba un particular desconcierto al
parear, en el montaje, imágenes del pasado y sonidos
actuales que, de inicio, contrariaban la expectativa, pero
luego, estimulaban a pensar en el mantenimiento de
algunas esencias y actitudes. Por ejemplo, en uno de ellos
montaba el baile licencioso de los obreros en el
documental PM, estigmatizado en los años 60 como
nada propio de la construcción socialista y el modelo
de hombre superior, y la música de Elvis Manuel,
extrapopular en la Cuba de los 2000 por la salacidad
de su tema «Se me parte la tuba en dos» y otras
variaciones. ¿Son ilegítimas esas expresiones de la cultura
popular, frecuentemente tomadas como límites o
«marginales»? Lejos de inculparlas una y otra vez, ¿por
qué no meditar sobre las razones sociales que generan
la necesidad, perpetuada, de ese tipo de expresiones?,
parecían preguntarse, socarronamente, las piezas digitales.
Pero es que, incluso, tampoco ellos, Toirac,
Saavedra, Ponjuán, René Francisco, Tania Bruguera y
otros, bastarían para argumentar la riqueza y la pluralidad
del arte cubano. Siguen trabajando, con no pocos bríos,
artistas provenientes de generaciones históricamente
asociadas con el adormecimiento conceptual del
hedonismo, y que, mientras tanto, colman sus obras de
un vigor temático y reflexivo muy alto. Pudiéramos
mencionar los casos de Pedro Pablo Oliva,
posiblemente el creador más inconforme, el más
incómodo de los controvertidos años 70 en el arte
cubano; o de Arturo Montoto y Rocío García, artistas
que devienen una suerte de puente entre los 70 y los 80,
pero que, por razones múltiples, alcanzan real celebridad
en los años 90. Entre los últimos y vitales trabajos de
Oliva se halla una serie de retratos pictóricos realizados
a Fidel Castro, quien es visto y tratado como «El
abuelo», y resulta inaudita la complejidad de la mirada
de Oliva, mientras ve envejecer, entre el cariño entrañable
y el naturalismo de la despedida, el peso de un símbolo.
Son cuadros extraordinarios, sencillamente. Como
siguen siendo retadoras las narraciones pictóricas de
Alrededor de la vanguardia
Pero no son solo ellos. Muchos creadores, sobre
todo los crecidos en el clima de confrontaciones de los
años 80, continúan ofreciendo obras plenas de sentido
y de actividad semántica. Quizás los casos más
significativos de esa continuidad de la inquietud dialógica
del arte cubano sean los de José A. Toirac y Lázaro
Saavedra, quienes llevan veinte años dándole dolores
de cabeza al pensamiento cansado.
En su exposición conjunta, Exhumaciones,32 Toirac
se apropiaba de las caricaturas y viñetas de Eduardo
Abela, realizadas en los años 20 y los 30 de la República
cubana, y colocaba, así no más, decenas de reflexiones
64
Arte cubano, 1981-2007: dime lo que más te ofende
Rocío García, quien, en su ya mítica exposición El
thriller,33 contaba el vencimiento de una pareja de geishas,
enamoradas y hermosas, sobre una manada de
metrosexuales filogay, en el contexto gótico de la
sociedad posindustrial. Y sigue sutilizando su poética
el maestro Arturo Montoto, cuando engaña el ojo
continuamente con su virtuosismo barroco y teatral
para, en el fondo, en el adentro de su pintura, adensar
la reflexión sobre las paradojas de la representación y
los conflictos del diálogo, trabado e inacabable, entre
arte y realidad, en el legado de Occidente.
Todos ellos, y aun los hedonistas sin más, los que
burilan su morfología como si el arte fuera,
efectivamente, un recinto amurallado y autosuficiente
frente al mundo, incluso estos, ratifican el valor del arte
cubano a comienzos de milenio. Quizá la serenidad de
unos no moleste al lado de la reverberación semántica
de los otros; quizá la nueva percepción de otra ola
vanguardista, patente en la video-creación más que todo,
haya tranquilizado con respecto del espejismo
tropológico de los 90, pero lo cierto es que hoy, sin
exclusiones, el arte cubano vuelve a comportarse como
un sistema horizontal de opciones, donde cabe todo:
desde la responsabilidad con el imaginario colectivo
sumergido por la voz oficial, hasta la introspección de
quienes todavía prefieren crear con atención a sus
propios fantasmas y las visiones de sus sueños.
3. Las trincheras abiertas, en trágica espera de la invasión, existen
lo mismo en las calles que en las mentes de la gente: son huecos de
suspensión que laceran más que asustan.
4. La propia referencia a decenios habla pronto de la cadencia de
los ciclos. El historiador quisiera escapar de esa monotonía, que
suena falaz y maniquea; sin embargo, testaruda, la realidad le habla
de ciclos, con sus claros ápices que marcan cismas, cambios, giros
más que todo. En cine, por ejemplo, cada decenio reciente fue
presentado por una película-sismo: los 70, con Un día de noviembre;
los 80, con Cecilia; los 90, con Alicia en el pueblo de Maravillas. En la
plástica, la historiografía se ha encargado de situar los detonantes
del cambio que fija el ciclo: exposiciones como Volumen I, El objeto
esculturado, Las metáforas del templo han quedado como los accidentes
de giro, de partición y parición de un nuevo ciclo. ¿Misterio insular,
mito de la isla que existe solo en el replanteo, escritura que exige la
violencia de la ruptura?
5. Fueron palabras de Fidel en el discurso-clausura del IV Congreso
de la UNEAC (28 de enero de 1988). Véase Fidel Castro, «La
Revolución y el socialismo se hicieron para garantizar la libertad
creadora», Granma, La Habana, 29 de enero de 1988.
6. En el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana,
mayo-julio de 1990.
7. Cuando hablo de claudicación, me percato de que incurro, yo
mismo, en el mito de la sustantivación insular: ¿Por qué el arte
mejor ha de ser necesariamente el emplazador, el crítico, el de
voluntad emancipadora? ¿No se participa con esto del hambre
de fundación? ¿No hay en ello cierto fundamentalismo
trascendentalista? Ciertamente. Pero, como un fatum de los tiempos,
casi lo quiere más el destino y el proyecto de la Isla que la vocación
de sus gentes: con tantas urgencias de definición, con tantos perfiles
por atisbar, con tanta identidad mutable y escurridiza, cuesta creer
en el arte que aspira sencillamente a la belleza y su remanso. Si la
belleza, o la fealdad, o el grotesco, si cualquier expresión impulsa
ideas que contribuyen a esa sed del hallazgo de algo mucho más
acuciante (eso que se pudiera llamar la suerte de la Isla), esta se
siente mucho más agradecida y plena. No parece haber remedio ni
vuelta de esa necesidad del hallazgo.
Again
La Isla titubea, se define otra vez, vacila de nuevo.
Pendula. Y la ola despinta cada intento de definición,
cada palabra. Solo queda el gesto, «Again». Esa masa
multiforme que regresa, después del naufragio, es el
documento de nuestros cuerpos, de la memoria
fragmentada y burlada. Un pedazo de carne, de nylon,
un alga, da igual. Son pedazos de nosotros que regresan,
insisten, perpetúan el ciclo.
No importa el testimonio de la tragedia, el
testamento del pez, el peso de la Isla que vuelve como
indicio y despojo. De nuevo la mano de Dios, la de
René Francisco, la del propio Flebas (fenicio cubano),
la de nosotros mismos, escribirá sobre la arena la santa
palabra.
8. La crítica lo ha advertido: «Se acentuaba el discurso de exaltación
nacionalista, cíclicamente reavivado, además, con las políticas ya
tradicionales de aislamiento y hostilidad hacia Cuba practicadas
por los gobiernos de los Estados Unidos». Véase Antonio Eligio
(Tonel), «Árbol de muchas playas. Del arte cubano en movimiento,
1980-1999», Artecubano, n. 2, La Habana, 2004, p. 14.
9. De todas formas, el jurado de premiación colocó, en el lugar de
los lauros principales, a exponentes del arte más arriesgado, más
aventurado, sin la menor duda. Hasta el 95 pudo decirse entonces
que el discurso crítico logró interceptar de algún modo —de los
modos y los resquicios que le dejaban— la política institucional del
repliegue.
10. Véase María de los Ángeles Pereira, «Salón con todos», Revolución
y Cultura, n. 6, La Habana, 1995.
Notas
11. Tonel también ha expresado: «Debe observarse cómo, en general,
el presunto refinamiento de la actual moda pictoricista corre el
peligro de entramparse en un criterio anacrónico de “buena pintura”,
estrechamente identificado con ciertos momentos de la tradición
occidental y, por supuesto, atractivo para un segmento muy bien
delimitado del mercado del arte». Véase Antonio Eligio (Tonel),
ob. cit., p. 19.
1. En este ensayo se apela a la noción de video-creación, tributaria
de la genealogía del videoarte, pero que resulta más «democrática»,
menos aurática, a los efectos del franco gesto social de las creaciones
videográficas en la Cuba de los 2000.
2. Véase Fidel Castro, «Palabras a los intelectuales», en Pensamiento
y política cultural cubanos, t. II, Pueblo y Educación, La Habana,
1987, p. 29.
12. Este otro estancamiento parece reproducir el marasmo de finales
de los 70, como nuevo indicio del Sísifo insular que debe inscribir
65
Rufo Caballero
en la arena, una y otra vez «Again», mientras la ola, una y cada ola,
se encargan de la desmemoria.
26. Véase, al respecto, Lorenzo Vilches, «La tele verdad. Nuevas
estrategias de mediación», Telos, n. 43, Madrid, 2001. También
pueden revisarse las consideraciones del culturólogo François Jost.
13. Esta extraña construcción: «una de los grandes» resulta
absolutamente intencional. No solo Tania es una de las grandes
artistas cubanas (parnaso femenino que habitarían, entre otras,
Amelia Peláez, Antonia Eiriz, Rocío García, Belkis Ayón), sino
una de los grandes, vista entre todos los exponentes del arte cubano,
con independencia del género. La solidez antropológica de su poética,
la valentía y la responsabilidad de su adentramiento en la realidad
nacional, la audacia de sus medios de expresión y la economía
altamente expresiva de sus recursos, su estimulación de un arte de
la experiencia y del comportamiento, y su activación de una
autoconciencia crítica en el arte cubano, la sitúan a la cabeza de
cualquier jerarquización sobre las rutas de la cultura artística en las
últimas décadas. A partir de 2003, la cátedra Arte de conducta
constituye una obra, una «pieza conceptual», en la poética de la
artista.
27. Como anunciamos antes, no se debe pretender que en estos
sujetos y conflictos, solamente, se agote o consume la sociedad
cubana. La sociedad cubana se comporta como una amalgama
extraordinaria de actitudes y reacciones que sobrepasan, en mucho,
cualquier pronóstico o diagnóstico parcial, pero el valor innegable
de estos trabajos de última hora se encuentra en la salida a la
superficie de decenas de zonas encubiertas o sumergidas por el
discurso regente. En tal sentido, existe afinidad y comunión de
intereses entre la video-creación cubana, y las indagaciones paralelas
del videoclip, con la mirada de realizadores como X Alfonso, Rudy
Mora, Orlando Cruzata, Bilko Cuervo, Alejandro Gil, y otros. La
visualidad cubana ha encontrado en el audiovisual un macrogénero
ideal para ese tipo de exploración.
28. La deconstrucción del heroísmo supone uno de los grandes
temas de la video-creación en los 2000. Otro caso significativo
sería el de Reynier Leyva Novo en «El guerrero», pieza que ironiza
el mito del poder inexpugnable del héroe, cuando un líder, en pose
de meditación, casi budista, se funde y confunde con la palma real,
mientras los demás militares le propinan varias palizas,
infructuosamente.
14. Entre las principales curadurías que han redundado en la
exposición de los mejores trabajos de la cátedra valdría citar:
Centrífuga, de Eugenio Valdés, en el Centro de Desarrollo de las
Artes Visuales, en 2004; Reescribible, de Luis Gárciga, exhibida en
la casa de Tania Bruguera, en 2006, y Ni a favor ni en contra, sino todo
lo contrario, curada en 2007 por Mailyn Machado, y mostrada en la
Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana.
29. En general, pudiéramos precisar las curadurías que han resultado
determinantes en la colocación del discurso videográfico de los
artistas más activos en los 2000. Entre ellas: Play: video cubano, de
Mailyn Machado, una muestra itinerante de video, en colaboración
con la Embajada de España en Cuba y la AECI (2005, 2006, hasta
hoy); Ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario, de la propia Mailyn,
en la Facultad de Artes y Letras, 2007; …topías, una curaduría de
Piter Ortega para la galería Servando, en el mismo año. Habría que
mencionar asimismo las curadurías de video-creación realizadas
por Magali Espinosa, para distintos espacios fuera y dentro del país;
como las de Andrés D. Abreu (con asesoría de Rufo Caballero)
desde abril de 2006 para la Sala Cero, de la Alianza Francesa en
Cuba. Entre las últimas, sobresale El héroe (remake in Cuba), durante
junio y julio de 2007.
15. Véase Magali Espinosa, «Arte de conducta: proyecto pedagógico
desde lo artístico», Digitalsalónkritik, http://salonkritik.net,
consultado el 22 de mayo de 2007.
16. Tania Bruguera, «Propuesta para Cátedra Arte de conducta»,
2002. Texto facilitado directamente por la artista, a través de la vía
digital.
17. Magali Espinosa, ob. cit.
18. Los artistas participan de talleres dictados por especialistas que
discursan lo mismo sobre la antiestética que sobre la narración,
sobre la posmodernidad que sobre las técnicas actuales de la
antropología visual, sobre los estudios culturales o los estudios
visuales, etc. Resultado: la formación intelectual del artista desde
una densidad y una sistematicidad del saber extraviadas por la
institución hacía ya algunos años.
30. Un objetivo similar había animado la video-instalación «Enemigo
provisional», de Ernesto Oroza, autor-puente o figura de transición
entre las generaciones. Nacido en 1968, graduado de Diseño, Oroza
alcanza notoriedad en el horizonte plástico cubano de los años 90,
sobre todo en su condición de miembro fundador del célebre
Gabinete Ordo Amoris (1994-1997). «Enemigo provisional»
testificaba, de manera sardónica, la anulación y la carnavalesca
comercialización del ethos patriótico; mientras «Arquitectura de la
necesidad» (también llamada «Arquitectura. Isométricos y una
perspectiva») intervenía recursos de los videojuegos y otras
experiencias digitales, en favor de un paródico ensayo a propósito
del hacinamiento urbanístico, arquitectónico y vivencial en la Cuba
de los 2000.
19. Tania Bruguera, ob. cit.
20. Ídem.
21. Ídem.
22. Los tres grandes géneros favorecidos por la experiencia de la
cátedra son la performance, la instalación y el video. Este ensayo se
centra en la producción de video, entendido no como registro pasivo
de las acciones o las instalaciones, de los gestos performáticos, sino
como discurso audiovisual independiente sobre el soporte de la
imagen electrónica.
31. En otros exponentes, la video-creación negocia ya más
claramente con la dramaturgia del corto de ficción. Sería el caso de
Stand-by, dirigido por Carlos Enrique Machado.
23. Magali Espinosa, ob. cit.
24. Bueno, bonito y barato fue el proyecto ganador del Premio de
Curaduría auspiciado por la Embajada de España en Cuba y la
Agencia Española de Cooperación Internacional, en 2005. Los
gestos resultantes no dejaban de ser obras de doble autoría: la de sus
realizadores y ejecutores, y la del tutor, Luis Gárciga. Los
participantes fueron alumnos de la cátedra, e invitados.
32. Sala Cero, Alianza Francesa, octubre-noviembre de 2007.
33. Museo Nacional de Bellas Artes, sede de Arte cubano, eneroabril de 2007.
25. Los que están en la lucha: 31,48%; los que no están en la lucha:
24,07%; los que se abstienen: 7,41%; otros: 37,04%.
©
66
, 2008
octubre-diciembre
2008.
Desafíos no.
de 56:
la 95-99,
problemática
racial endeCuba
Desafíos de la pr
oblemática
problemática
racial en Cuba
Esteban Morales Domínguez
Profesor. Universidad de La Habana.
L
os textos contemporáneos sobre la temática racial
en el país son muy pocos y se encuentran
fundamentalmente en revistas; entre ellas se destacan
Temas y Catauro. 1 En el exterior ha habido más
publicaciones que abordan, de manera actualizada, el
tema. Aline Helg, Alejandro de la Fuente y Carlos
Moore resaltan por sus voluminosas investigaciones.
Pero ninguno de ellos comparte con nosotros, en Cuba,
las vicisitudes de la vida cotidiana, y esto se pone de
manifiesto en sus textos, aunque se trata de aportes
apreciables, amén de que podamos o no compartir
algunas de sus tesis.
Tal realidad nos dice que, además de las dificultades
que atraviesa el tema dentro de la sociedad cubana actual
—asunto que abordaremos más adelante—, en la
práctica les hemos cedido el tratamiento de un problema
de vital importancia en la vida del país, con el
consiguiente peligro de —a contragolpe— vernos
obligados a esclarecer asuntos sobre los cuales aún no
hemos logrado forjarnos un discurso científico propio.
Entonces, tratar de elaborar una visión particular, desde
la Isla, sobre el problema racial en la sociedad cubana
de estos complejos días constituye un primer objetivo.
Ese objetivo se sintetiza en el interés por evidenciar
la existencia de ese problema dentro de la actual realidad
cubana; esclarecer que no se trata de simples lastres
heredados, sino de algo que nuestra sociedad es aún
capaz de reproducir; y llamar la atención sobre el peligro
de que el racismo y la discriminación vuelvan a instalarse
como parte de la macroconciencia social de hoy. Los
problemas fundamentales con que tropieza el tema
racial son tanto su desconocimiento como el
soslayamiento de que es objeto continuamente, así como
la insuficiente elaboración propia sobre el tema. Se trata
de un asunto sobre el cual muchas personas consideran
que no vale la pena hablar.
La intención de elaborar un modelo para el estudio
e investigación del tema —lo cual pretende llenar la
necesidad de teorización sobre él— y la amplitud y
forma con que se exploran muchos fenómenos de la
actualidad, la he desarrollado en Desafíos de la problemática
racial en Cuba,2 del cual este artículo es un resumen. En
realidad, para ninguno de los dos casos, se han
encontrado antecedentes suficientes dignos de
mencionar, salvo en algunos de los trabajos
investigativos del Centro de Antropología del CITMA,
95
Esteban Morales Domínguez
que permanecen inéditos.3 En su inmensa mayoría, son
resultados de investigación muy encomiables, que han
caído en el torbellino de la burocracia, la ignorancia y
el temor de hacer públicos sus resultados.4
Al parecer, el racismo y la discriminación habían
desaparecido de la sociedad cubana. Al menos, no
pocos lo creyeron. Pero la crisis económica de finales
de los años 80 y principios de los 90, con fuertes atisbos
de crisis social, lo hizo reemerger, con la virulencia
propia de un problema que, dado como resuelto,
realmente no lo estaba. Fue un verdadero idealismo,
del peor tipo, imaginarlo.
Ese fenómeno de reproducción del racismo y la
discriminación racial, desplazados de los marcos
institucionales del Estado y el gobierno a partir del
triunfo de la Revolución en 1959, se mantuvo instalado
en la familia, la subjetividad individual y algunas
instituciones, y amenaza hoy con reinstalarse en la
macroconciencia de la sociedad cubana. Y eso, por
medio de mecanismos que inoculan el prejuicio y los
estereotipos raciales negativos, tanto dentro de la población,
como en la dinámica de las relaciones entre la
institucionalidad formal y las redes informales de poder.5
Por ello, es preciso alertar sobre ese fenómeno: cuáles
son sus mecanismos de reproducción y cómo contribuir
a diseñar instrumentos que permitan combatirlo. En
ese sentido, parto de un grupo de premisas.
El racismo fue engendrado por la esclavitud. En
América, esta tomó color. Negro, traído en los barcos
negreros desde las costas occidentales de África, las
más de las veces pobre y convertido en esclavo. No
hubo que esperar mucho tiempo para que se justificara
la esclavización de unos seres humanos por el hecho
de ser negros. Durante generaciones, el negro y su
descendencia ocuparon la posición más baja en la
sociedad cubana —colonial primero y neocolonial
después—, y no es posible esperar que, poco menos
de medio siglo después del triunfo, la Revolución pueda
rescatarlos de su situación de inferioridad. Mucho
menos si la cuestión racial, debido a ciertas vicisitudes
históricas, se ha convertido, posiblemente, en el tema
en el que menos se ha avanzado de todos los problemas
sociales que la Revolución atacó desde 1959. No
confundamos el nivel de justicia social alcanzado por
todos los grupos raciales que hoy componen nuestra
sociedad, con la desaparición del racismo, pues este
último es un asunto bien complejo, multidimensional y
multicausal, que no desaparece a partir solo de alcanzar
niveles de justicia social más altos. Cuba es una muestra
palpable de ello.
En los años inmediatamente posteriores al triunfo
de la Revolución se presentaron condiciones sociales,
económicas y políticas que, prácticamente, hicieron
desaparecer «el color» de las consideraciones del cubano,
las que, dialécticamente, también propiciaron una visión
idealista, tanto por parte del liderazgo político, como
de la mayoría de los ciudadanos —incluida la inmensa
mayoría de los negros— de que era posible olvidarse
del racismo.
En 1959, el jefe de la Revolución había atacado, de
frente y con mucha fuerza, la discriminación racial
existente, herencia inmediata de la Cuba republicana.
Sin embargo, poco tiempo después, el discurso varió,
la partida quedó «sellada», y en 1962 el asunto fue
declarado resuelto. A partir de entonces, se produjo un
largo período de silencio. En la práctica, dejó de
hablarse del tema, hasta que reapareció en la segunda
mitad de los 80, traído a colación por el propio liderazgo
político. Las condiciones más complejas que propiciaron
el silencio sobre el tema racial provienen de que las
sacudidas económicas y políticas de finales de esos años
y principios de los 90, generaron una visión más realista
acerca de lo que verdaderamente había ocurrido con
el racismo, lo cual propició un análisis más objetivo y
crítico de la situación.
Haber proclamado, en 1962, que el problema de la
discriminación racial y del racismo estaban resueltos
fue un error de idealismo y voluntarismo. A causa de
ello, el tema racial ha resultado ser el más soslayado
e ignorado de nuestra realidad social. Una parte nada
despreciable de nuestra intelectualidad lo ignora y ni
siquiera lo considera digno de ser tratado, lo que hace
que aún existan diferencias importantes entre nuestros
intelectuales sobre cuál es el momento de consolidación
de la nación y su cultura en el que nos encontramos.
Aunque, científicamente hablando, no creo que exista
la menor duda de que hablar de «raza» en Cuba
—aunque esta sea una invención social— es hablar de
cultura y nación.
Además, al convertir el tema en un tabú, sacándolo
de todos los espacios sociales y políticos, se generó un
ambiente social que impedía referirse a él; los que lo
sacaban a relucir fueron reprimidos ideológica y
políticamente. En el ámbito de la cultura se mantuvo
cierto tratamiento del tema racial, pero desde la ciencia
era imposible investigar, y sobre todo escribir. Analizarlo
críticamente, en medio de la confrontación política de
aquellos años, podía —según la visión política
dominante entonces—, hacerle el juego a la división
social entre los cubanos y ganarse el calificativo de racista
o divisionista, o ambos a la vez.
No haber considerado el «color de la piel» como
lo que es, una variable histórica de diferenciación social
entre los cubanos, olvidaba que los puntos de partida
de los negros, blancos y mestizos para hacer uso de
las oportunidades que la Revolución ponía frente
a ellos, no eran los mismos. Se olvidó entonces que
muchos pobres eran, además, negros, lo que representa
una desventaja adicional, aun dentro de la sociedad
cubana actual.
96
Desafíos de la problemática racial en Cuba
los días. La unidad es un proyecto irrealizable si no se
construye en el contexto de la diversidad, un aspecto
vital para lograr desterrar al racismo de nuestra realidad
social y cultural.
Los negros y mestizos en Cuba, salvo muy raras
excepciones, no tienen árbol genealógico, no pueden
encontrar sus apellidos en África ni en España. En
particular, la identidad del negro ha sido siempre muy
agredida, ha tenido que abrirse paso por un camino
minado por la discriminación racial y el no
reconocimiento de sus valores. Incluso cuando el negro
haya tenido un nivel económico similar al del blanco,
eso no lo ha salvado de ser racialmente discriminado.
Lo cual evidencia que no se trata, simplemente, de una
cuestión económica.
El blanco, con cierta ayuda, sale de la pobreza y su
color le facilita salir de la condición de ser discriminado
por pobre. Sin embargo, el otro lleva encima el color
de su piel; por esta causa, aunque saliera de la pobreza
podría seguir siendo excluido. ¿Cuál sería el mimetismo
que le permitiría al negro dejar de ser discriminado;
bajo qué color se sumergiría? Por eso sacarlo de la
pobreza es difícil, pero lograr las condiciones para que
no sea discriminado, es aún más difícil de lograr. Tales
condiciones no son solo económicas, van mucho más allá.
Un asunto que refuerza los problemas de la
identidad del negro es que tiende a no tener historia
reconocida. No se ha logrado superar una versión de
nuestra historia escrita, en la cual el negro y el mestizo
apenas aparecen, sobre todo el primero. Con muy
pocas excepciones, de trabajos independientes,
carecemos casi por completo de una historia social de
negros y mestizos en Cuba, comparable, sobre todo,
con la que existe de la población blanca. Tal situación
afecta a toda la sociedad cubana, que no logra una visión
integral, real, de su proceso histórico y, por tanto, no
pocas veces vegeta dentro de una imagen distorsionada
del verdadero papel que le ha correspondido a cada
grupo racial dentro de la formación de la cultura y
la nación.
Se ha generado una distribución del poder en la
actual sociedad cubana actual, que no supera todo lo
que debiera a la previa a 1959; dentro de esta todavía
se expresa con fuerza la hegemonía blanca,
especialmente en el nivel de la denominada «nueva
economía». Ello se pone de manifiesto con nitidez en
la ausencia, sobre todo de negros, en la estructura de
cuadros estatales, gubernamentales y de instituciones
de la sociedad civil en general, no así en la estructura
partidaria. Un ejemplo reciente es que entre los catorce
presidentes del Poder Popular a nivel provincial, no
hay un solo negro. Todo lo anterior contradice la política
de cuadros promulgada por el Partido en 1985, que
está lejos de cumplirse en términos de representación
racial. Por supuesto, el asunto es mucho más complejo
Entonces, el color se hizo sentir y los negros y
mestizos, tratados homogéneamente con los blancos
pobres, quedaron en más desventaja. Luego se
descubriría que no basta con nacer en el mismo hospital,
asistir a la misma escuela y al mismo centro de
recreación, si unos retornan al solar, al barrio marginal,
mientras otros disponen de una casa sólida, padres con
buenos salarios y condiciones de vida muy superiores,
situación que no es la que caracteriza a la inmensa
mayoría de los no blancos, y a los negros en particular.
Los barrios son diferentes, las familias y sus niveles de
vida también; y aunque niños negros y blancos tengan
las mismas oportunidades, ello no quiere decir que todos
por igual serán capaces de superar los puntos de partida
históricos, heredados de la familia, las condiciones de
vida, el barrio, etc. Lamentablemente, la política social
al triunfo de la Revolución no tuvo en cuenta el color
de la piel, y ello trajo consecuencias que ahora se tratan
de rectificar.
Otros asuntos sirven para explorar un conjunto de
problemas que afectan seriamente el equilibrio racial,
en el plano social, educacional y cultural.
Conminados por la lucha contra el imperialismo, se
les dio durante estos años una excesiva prioridad a los
asuntos relativos a la identidad nacional, olvidándose,
no pocas veces, los de la identidad cultural. En tal
contexto, el racismo y la discriminación se alimentaron
también de los estereotipos y prejuicios en contra de
las culturas venidas de África. Lo que trajo consigo que
la hegemonía de la llamada «hispanidad blanca» no haya
desaparecido aún de nuestra cultura, a pesar de los
esfuerzos que se hacen por rescatar los valores de la
presencia africana en el seno de la cultura nacional.
Aunque en esta cultura se reconoce un alto grado de
integración, dentro de ella se manifiestan todavía el
racismo y la hegemonía blanca. Tal situación puede
tener un fuerte componente de prejuicios y estereotipos
negativos sobre los valores de las culturas provenientes
de África; aunque no es despreciable tampoco un
componente económico, al ser pobres prácticamente
todos los países africanos.
Por otra parte, en Cuba se generó, lamentablemente,
un ambiente ideopolítico dentro del cual asumirse
racialmente aún es mal visto. Ello afectó la dinámica de
las identidades, que deben actuar en sistema, y que
apreciadas individualmente son tan importantes para
combatir disfuncionalidades sociales, como lo es el
racismo. Solo si se es, en primer lugar, uno mismo, se
está en posibilidad de ser parte de cualquier otra cosa.
Las conciencias individuales no pueden ser diluidas
dentro de la conciencia nacional; forman un sistema en
que el todo no funciona sin las partes. Pero ello lleva
implícito un fuerte respeto hacia la diversidad, de lo
cual ha estado carente la sociedad cubana. La diversidad
es lo objetivo, aquello con lo que tropezamos todos
97
Esteban Morales Domínguez
tema, desde la perspectiva de las ciencias sociales y
humanísticas, en estos casi cincuenta años de proceso
revolucionario, no se ha producido en Cuba.6 Esa es
una debilidad, ya que casi hemos regalado un punto
vital de nuestra realidad, con los consiguientes peligros
que ello encierra para nuestro desarrollo científico y
cultural y para la lucha política e ideológica en defensa
de nuestro proyecto social. Hoy, respecto al tema,
tenemos varios desafíos en Cuba sobre los cuales
debemos trabajar fuertemente.
Comprender a fondo el contexto de este problema
—que produce tanta preocupación y prejuicios—, por
tanto tiempo desconocido, soslayado, olvidado,
desatendido e incluso reprimido, ha generado una
situación muy compleja para su consideración dentro
de las políticas públicas. Ni siquiera existe, por parte de
todas las instituciones, organizaciones sociales y políticas,
o cuadros de la institucionalidad estatal, una
comprensión cabal del caso; en ocasiones, ni siquiera la
aceptación de que existe; más bien aparece la resistencia.
De ahí que resulte aún prácticamente imposible predecir
las reacciones que pudiera generar su abierto tratamiento.
En relación con esto pueden observarse actitudes que van
desde su abordaje cínico, pasando por el temor y la
ignorancia, hasta la negación más ramplona de su existencia.
El hecho de no considerar una temática de suma
importancia en nuestra realidad continuaría generando
incomprensión, ignorancia y malestar social en los que
sufren el mal, ya sea directamente o por haber adquirido
una ética antidiscriminatoria. Se trataría de un nivel de
hipocresía social que terminaría por convertir el
problema racial en un mal endémico, del cual la sociedad
cubana no podría recuperarse, con consecuencias para
la convivencia social, la nación y la cultura cubana. Se
trata de un asunto que no debemos dejar a las
generaciones futuras. ¿De qué cultura general integral
podríamos hablar, en una sociedad que conservara los
estereotipos raciales negativos, la discriminación por el
color de la piel y el racismo? La sociedad debe generar
una estrategia integral para luchar contra los estereotipos
raciales negativos, la discriminación y el racismo en
la Cuba de hoy. Esa estrategia partiría de varios
presupuestos, que resumo a continuación.
Se trata de un problema que las estadísticas sociales
y económicas cubanas no pueden continuar ignorando,
dejando el color de la piel a un lado y tratando los
fenómenos sociales solo sobre la base de una
clasificación de la población según el sexo y la edad.
Cuba no es Suecia, ni Holanda. El color de la piel ha
sido históricamente —y continúa siendo— un factor
de diferenciación social de la población cubana. Raza
o color de la piel, clase y género, se dan la mano en la
historia del país. El color de la piel, las diferencias sociales,
la pobreza, el desequilibrio en la distribución del poder,
la discriminación, la ausencia de empoderamiento, los
que el hecho de que haya o no negros y mestizos en
todas las posiciones, pero sin dudas lo que ocurre afecta
seriamente la participación de los no blancos en las
estructuras de poder.
Los problemas relativos al «blanqueamiento»
continúan presentes dentro de nuestra realidad social.
De lo contrario, cómo explicar que tantas personas que
no son blancas, se resistan a asumirse como tales. Ello
distorsiona las cifras de los censos y sitúa el problema
racial en un plano de engaño e hipocresía, que hace
absurdo pensar que el mestizaje sea una solución,
cuando son las conciencias lo que hay que mezclar, y
crear una conciencia de la que desaparezca el color para,
como dice Nicolás Guillen, llevarnos al «color cubano».
Tal actitud ante su pigmentación es expresión de que
muchas personas negras o mestizas no encuentran
ventajoso asumirse como tales.
Otros aspectos tocan de lleno asuntos que forman
parte de la reproducción ideológica de la sociedad
cubana actual, la que también en tales ámbitos se resiente
del desequilibrio en la representación racial. Un ejemplo
clave lo tenemos en la televisión nacional. En ella se
observa una gran escasez de presentadores negros y
mestizos. Obsérvese en la composición racial de
nuestros canales educativos la ausencia casi total de
negros o mestizos en posiciones protagónicas. Existe
el «reto de los paradigmas», lo que obliga a una
representación equilibrada, sobre todo en la televisión,
que tanta influencia tiene en la obtención de «modelos»
que imitar y exige que la totalidad de los grupos raciales
se vean representados.
El tema racial no se aborda en la escuela. Esto tiende
a generar una profunda y peligrosa dicotomía entre
educación escolar y realidad social. No preparamos a
nuestros jóvenes para enfrentar lo que después
encuentran en la calle. Lo que no entra por la escuela
no pasa a la cultura y esa es una falla importante de
nuestra educación respecto a un tema de vital
importancia. Nuestros planes y programas de estudio
evidencian todavía la presencia de un occidentalismo a
ultranza, en ellos, las culturas africana y asiática están
prácticamente ausentes. Debido a esto, los estudiantes
no reciben una educación que los asuma integral y
equilibradamente como miembros de una sociedad
uniétnica y multirracial, por lo que salen de las aulas sin
que podamos asegurar que conocen las raíces de la
cultura cubana, y mucho menos, la verdadera historia
de la nación. En la mayor parte de los casos, tienen una
visión maniquea y estereotipada de los asuntos más
importantes de esa historia. Ni qué decir que pudieran
saber quién fue Aponte, cuál es la historia de la llamada
Guerrita del 12, ni del Partido Independiente de Color.
Como dije antes, en el trabajo científico cubano
apenas se ha comenzado a enfocar el asunto racial. Casi
toda la producción intelectual más importante sobre el
98
Desafíos de la problemática racial en Cuba
forjada dentro de la diversidad. El tema debe retornar
con fuerzas al discurso público, ser divulgado, y ocupar
un espacio en la agenda de las organizaciones políticas
y de masas, de manera que se convierta en lo que debe
ser y de facto es: una parte sustancial de la hoy
proclamada batalla de ideas.
estereotipos raciales negativos y el racismo, han
marchado siempre juntos en la historia de la Isla, y ello
no ha sido superado aún. ¿De qué país estamos hablando
cuando no consideramos el color como un atributo
fundamental de nuestra población? ¿A qué nación nos
referimos, si no tenemos una comprensión a fondo de
las características etnorraciales del pueblo que la
compone? ¿De qué democracia podemos hablar, si
una parte de nuestra población continúa siendo
discriminada por su piel?
Este es un problema de toda la sociedad, no
únicamente de negros, blancos y mestizos; o sea, un
asunto que resolver por todos. Por ello, en primer lugar,
para desplegar una efectiva estrategia de trabajo hay
que hacer conciencia de que el problema existe,
comprender a fondo el lugar que la historia reservó
a cada grupo racial; entender que hay racismo tanto de
parte de los blancos como de los negros; un racismo
que insiste en dar a cada cual «el lugar que le
corresponde» a partir de una estructura de clases y
poder que les permitió a unos discriminar a otros;
comprender que la reacción ante esas diferencias no
puede ser la de tratar de mantener una dinámica social
asentada en el prejuicio, el estereotipo, la discriminación
mutua y la deuda, sino en la comprensión histórica y la
actitud de no hacer concesiones a esos males y mezclar
conciencias en función de extirparlos de nuestra cultura
y del modo de vivir de los cubanos.
Solo un tratamiento abierto del tema puede
terminar con la ignorancia, el cinismo y la hipocresía
que aún subyacen cuando del problema racial se habla.
Ese tratamiento puede también contribuir a generar
un ambiente en el que no sea posible refugiarse, en
espacio social alguno, para ejercer la discriminación
racial. Si bien es cierto que el tema lleva implícito un
fuerte componente de división social, no ignorarlo es
la única forma de luchar por una verdadera cultura
nacional integrada, sólida, en cuyo seno se superen todos
los hegemonismos que generó la cultura racista heredada
del colonialismo y el capitalismo, lo que se lograría a
partir de que cada grupo racial ocupe su lugar dentro
de la sociedad cubana actual.
No se debe aceptar más, como forma de
convivencia social armónica, el hecho de soslayar el
tema racial, pues se trata de una armonía falsa, plagada
de hipocresía y proclive a hacerles concesiones al
racismo y la discriminación, así como de un contexto
en el cual siempre podrían refugiarse los que mantienen
los prejuicios y discriminan a su antojo.
Tampoco hay que aceptar que atacar el racismo y la
discriminación debilita a la sociedad cubana, sino todo
lo contrario: es precisamente no combatir ese mal lo
que la divide, debilita su cultura, afecta la identidad
nacional y pone en serio riesgo el proyecto social de la
Revolución, que no puede ser otro que el de la unidad
Notas
1. Vale la pena mencionar los libros de Tomás Fernández Robaina y
Sandra Morales, encomiables esfuerzos por tratar de situar el tema
dentro del contexto de la realidad cubana actual. Véase también la
revista Catauro, n. 6, La Habana, julio-diciembre de 2002, pp. 52-93;
Juan Antonio Alvarado Ramos, «Relaciones raciales en Cuba. Nota
de investigación»; María Magdalena Pérez Álvarez, «Los prejuicios
raciales: sus mecanismos de reproducción» y María del Carmen
Caño Secade, «Relaciones raciales, proceso de ajuste y política social»,
Temas, n. 7, julio-septiembre de 1996, La Habana, pp. 37, 44 y 58.
2. Esteban Morales, Desafíos de la problemática racial en Cuba, Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 2008.
3. Temas ha publicado partes del resultado de esas investigaciones.
Véase Rodrigo Espina y Pablo Rodríguez, «Raza y desigualdad en la
Cuba actual», Temas, n. 45, La Habana, enero-marzo de 2006 y
Pablo Rodríguez, «Espacios y contextos del debate racial actual en
Cuba», Temas, n. 53, La Habana, enero-marzo de 2008. [N. del E.]
4. Centro de Antropología del CITMA, Pablo Rodríguez, Ana Julia
García y Lázara Carrazana, «Relaciones raciales en la esfera laboral»,
inédito, La Habana, 1999; Rodrigo Espina, Estrella González y
María Magdalena Pérez Álvarez, «Relaciones raciales y etnicidad en
la sociedad cubana contemporánea», inédito, La Habana, 2003;
Ana Julia García, Estrella González Noriega y Hernán Tirado Toirac,
«Composición racial en la estructura de cuadros», inédito, La
Habana, 2003.
5. El racismo institucional en Cuba no existe, es decir, no está
instalado en el sistema político-social ni en las instituciones, como
sí lo estuvo antes de 1959. El proceso revolucionario, con su ética
antidiscriminatoria, lo desplazó hacia lo que ahora son sus nichos
principales: la familia, la conciencia individual de muchas personas,
la llamada «economía emergente» y algunos colectivos excluyentes,
porque contra el racismo no se libró la batalla definitiva que
actualmente se reclama. Esta deficiencia propició su ocultamiento,
para resurgir ahora, cuando los contactos con la economía de
mercado, la reemergencia de las desigualdades y todo el deterioro
económico y social consecuencia de la crisis de los 90, lo hacen
presente.
6. Véase Rebecca J. Scott, Slave Emancipation in Cuba: The Transition
to Free Labor, 1860-1899, Princeton University Press, Princeton,
1985 (publicada en Cuba por Editorial Caminos, La Habana, 2001);
Alejandro de la Fuente, Una nación para todos. Raza, desigualdad y
política en Cuba. 1900-2000, Colibrí, Madrid, 2000; Carlos Moore,
Castro, the Blacks, and Africa, Center for Afro-American Studies,
University of California Press, Los Angeles, 1989; Robin Moore,
Música y mestizaje. Revolución artística y cambio social en La Habana,
1920-1940, Colibrí, Madrid, 1997.
©
99
, 2008
no. 56: 78-84, octubre-diciembre de 2008.
Norma Montes
Distribución espacial
y migraciones en Cuba:
fin de un siglo
y comienzo de otr
o
otro
Norma Montes
Investigadora. Centro de Estudios Demográficos, Universidad de La Habana.
L
a distribución espacial de la población está
estrechamente relacionada con la localización de
las fuerzas productivas en el espacio. Las migraciones
internas y la distribución y redistribución de la población
constituyen parte de un proceso continuo de
asentamiento o poblamiento en los territorios, que
modifica sus dimensiones, incrementándolas unas veces
y reduciéndolas otras. Se tiene una «versión» precisa de
su localización cuando se produce un levantamiento
censal, una especie de fotografía de ese momento, pues,
como tal, el proceso es de constante movimiento.
Las migraciones internas han sido objeto de estudio
y de divulgación por su incidencia sobre la población.
Las formas de abordarlas en el decursar de los años,
fueron discutidas en un texto publicado en Temas.1 Allí
se explicaba cómo diversas ciencias priorizaban, en
momentos diferentes, una u otra arista de su complejo
sistema de estudio.
En Cuba, el último censo realizado (2002) permite
estimar migraciones por tipos de asentamientos y la
distribución espacial en el período ínter-censal
1981-2002. Igualmente, se obtienen datos anuales sobre
los movimientos migratorios en los municipios,
reflejados en las informaciones estadísticas de altas y
bajas en la propia provincia y desde otras, y su resultante
como saldos de migración interna, así como, a nivel de
provincias, con los movimientos de entradas y salidas
y sus correspondientes saldos interprovinciales.
Distribución espacial en Cuba
El período 1970-2002, en el que se implementaron
tres censos de población y viviendas, experimentó
procesos sensibles en la marcha de la economía, que
han condicionado, en gran medida, modificaciones en
la distribución de la población. Durante esos años,
ocurrieron sucesos como la concentración de la
población rural y su organización en Cooperativas de
Producción Agropecuaria (CPA), como primera
medida, y después en Unidades Básicas de Producción
Cooperativa (UBPC), la instauración de la nueva
división político-administrativa (DPA), en 1976, la
apertura a sectores emergentes como el turismo y
las empresas mixtas. Estas últimas acciones tuvieron
lugar en el contexto de la crisis de la economía a partir
78
Distribución espacial y migraciones en Cuba: fin de un siglo y comienzo de otro
de los años 90, resultado de condiciones externas, en
especial, la caída del campo socialista. Todo ello
contribuyó al crecimiento de determinados asentamientos
emplazados en los lugares sedes de esas aperturas.
En el período intercensal 1970-1981 se produjo una
reorganización del territorio cubano. La DPA incorporó
nuevas provincias y municipios y transformó la
organización del aparato estatal en los distintos niveles.
Esta nueva institucionalidad resultó muy importante en
la distribución espacial de la población, porque conllevó
una mayor homogeneización en las comunidades
asentadas en provincias y municipios, y multiplicó
los centros al permitir una mayor presencia de los
servicios e instalaciones allí ubicados. En lugar de las
clásicas seis provincias, heredadas de la época colonial,
se constituyeron catorce.
La estructuración de la población y su dinámica en
los distintos tipos de asentamientos han estado centradas
en los enfoques de su distribución espacial una vez
consolidada la DPA. Las provincias surgidas en 1976
—Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Las
Tunas, Holguín, Granma y Guantánamo— derivadas
de las ya existentes dieron lugar a nuevas capitales
provinciales.
La Ciudad de La Habana es en sí una provincia, la
capital del país y, a su vez, de la nueva provincia de
La Habana. Las siete cabeceras provinciales de nueva
creación y las ya existentes conforman un universo de
doce ciudades que, junto con La Habana, constituyen
los primeros niveles jerárquicos. Los nuevos municipios
comprenden el especial Isla de la Juventud, los quince
que integran la Ciudad de La Habana y otros 153 de
diferentes tamaños. El total de municipios es de 169.
ha sido relevante en su crecimiento, y en este ha incidido,
entre 1970 y 1981, la implementación de la DPA, que
favoreció a las cabeceras con inversiones en la esfera
productiva y la creación de nuevos empleos al
instaurarse las direcciones del Poder Popular, las
delegaciones de numerosas instituciones de organismos
centrales, así como el fortalecimiento con servicios en
correspondencia con sus jerarquías.
Por otra parte, el Censo de 2002 refiere a La Habana
como ciudad con más de 500 000 habitantes. A pesar
de ser, a la vez, cabecera de la provincia de La Habana
y ella misma una provincia desde 1976, ha reducido su
proporción en el total de población y sus tasas de
crecimiento, en contraste con el resto de las cabeceras.
En ello ha incidido la política en las primeras décadas,
en el sentido de no situarle inversiones, sino de enviarlas
a otras ciudades para descentralizar las funciones
productivas y de servicio; además, desde 1997 se
implementaron regulaciones migratorias para reducir
el ingreso de inmigrantes. La baja fecundidad y la
sostenida emigración hacia el exterior han coadyuvado
a este resultado.
La población en la Franja de Base —nivel que
integran los residentes en asentamientos sin jerarquía
político-administrativa— reduce correspondientemente
su participación y, en ella, la población en los
asentamientos urbanos, concentrados rurales (de 200 y
más habitantes) y rurales dispersos (de menos de
200 habitantes y población dispersa) tiene conductas
diferentes.
La población de los asentamientos urbanos de base
casi duplica su proporción: de 6,6% en 1970 a 11,9%
en 2002. Las tasas son altas en el período entre 1970 y
1981 con valor de 5,48% y ya en 1981-2002 son mucho
menores con 1,08%. Parte de estos asentamientos
surgieron entre 1970 y 1981, y fueron, en gran medida,
resultado de determinadas políticas de construcción de
pueblos y de establecimiento de cooperativas.
Los habitantes de asentamientos concentrados
rurales (de 200 y más habitantes) aumentan su proporción
de 9,1 a 13,3% entre 1970 y 2002, y sus tasas son las
más altas con 4,33% en el primer subperíodo, y 2,37%
en el segundo. La población residente en menores de
200 y dispersa, por el contrario, reduce su participación
de 30,4% a 10,8% y sus tasas son negativas (-3,42% y -2,5%)
Entre 1970 y 2002, la ciudad de La Habana, único
asentamiento con más de 500 000 personas desciende
su proporción respecto al total de población, mientras
que los sitios comprendidos en el rango entre 100 000
y 499 999 habitantes pasan a ocupar un lugar cada vez
más destacado. De igual modo, asciende la de los
comprendidos entre 10 000 y 49 999 habitantes y de
entre 2 000 y 4 999; es decir, la población presenta una
tendencia a concentrarse en los asentamientos de mayor
Dinámica del sistema de asentamientos
humanos (1970-1981-2002)
La población se encuentra estructurada en diferentes
tipos o niveles de asentamientos urbanos y rurales. Las
cabeceras provinciales y municipales, junto a la capital,
son las instancias político-administrativas donde radican
las direcciones de los organismos del Estado, el Poder
Popular y los servicios.2 Entre 1970 y 2002, la población
residente en estos lugares es la que más ha aumentado
al pasar de 53,9% del total de habitantes en 1970,
a 63,9% en 2002. Los que viven en las cabeceras
provinciales pasan de 15,8% a 20,9%, y de 17,3% a
23,5% en las municipales. Las tasas de crecimiento han
sido altas en las primeras: 2,4% entre 1970 y 1981 y
1,32% en el segundo período íntercensal, pues a nivel
nacional se produjo un descenso en los valores.
En los centros municipales las cifras han superado
a los provinciales. En todos, el componente migratorio
79
Norma Montes
Las ciudades en los tres últimos censos
tamaño, con la excepción de la ciudad de La Habana,
que reduce su participación en el total. Entre 1970 y
2002, los que tienen más de 10 000 habitantes pasan de
50% a 62,3%. La capital, que agrupaba 20,8%, pasa
a tener 19,7%.
Las ciudades (concentraciones urbanas de más de
20 000 habitantes) constituyen las más destacadas del
sistema. En ellas se llevan a cabo actividades productivas
y de servicios, claves para la economía y la sociedad.
Su población responde a un desarrollo histórico
favorecedor su concentración. En 1970, había 32
ciudades; según el censo de 1981, llegaron a ser 42, y el
último definió 57. Las ciudades de menor población
fueron: en 1970, Güira de Melena, con 20 324;
Guanajay, con 21 041, en 1981; y Guisa, en 2002, con
20 420 habitantes.
Las 57 ciudades que aparecen censadas en 2002
crecieron, entre 1970 y 1981, con una tasa de 1,7%;
entre 1981 y 2002 lo hicieron al 1%. En todo el período,
la tasa fue de 1,2%. Estas cifras son superiores a las de
las partes urbanas de los correspondientes períodos
intercensales.
Entre 1970 y 2002, la mayor tasa correspondió a la
ciudad de Moa, con 4,8%, con el período 1970-1981
como el de mayor crecimiento (6,3%). Las inversiones
de la industria del níquel y toda su infraestructura,
incidieron sobre su crecimiento. A continuación aparece
Jagüey Grande, con una tasa de 4,5%, con mayor
crecimiento entre 1970 y 1981 (7,9%) —aquí influyó el
auge citrícola—, seguida de Nueva Gerona con 3,2%,
por causas similares. Entre 1981 y 2002, Moa y
Contramaestre presentan valores superiores a 3%,
mientras que las restantes oscilan entre 2 y 2,7%. En
Moa, los procesos inversionistas en la industria
niquelífera continuaron actuando sobre la atracción de
asentarse en ella. En Contramaestre, el ingreso de
población rural cercana parece explicar tal incremento.
Poblaciones urbana y rural
En 1970, la población urbana era de 5 184 900
habitantes (60,5% del total del país). En 1981, alcanzó
los 6 712 000 (69%), distribuida en 584 asentamientos.
Es decir, se produjo un incremento de 1 524 000, cuyas
fuentes principales fueron el crecimiento poblacional
de las zonas urbanas —83,8% del total—, así como la
promoción de asentamientos rurales a urbanos, por
superar los 2 000 habitantes o, más frecuentemente,
por la existencia de las características complementarias
antes aludidas. En este período se construyen numerosos
pueblos en planes agrícolas y se instalan infraestructuras
sociales y técnicas que mejoran cualitativamente
muchas comunidades.
Por su parte, la población rural experimentó un
decrecimiento de 369 900, por el movimiento en
dirección rural-urbana. Son destacadas las reducciones
en Villa Clara, Matanzas y Santiago de Cuba que se
corresponden con 22,2%, 13,6% y 10,6%,
respectivamente, del total. Isla de la Juventud, único
territorio con la condición de municipio especial,
aumenta, por el contrario, en 2 500 su población en los
concentrados rurales, lo cual parece estar vinculado
a la explotación citrícola que tuvo lugar.
Los asentamientos en el período y la dinámica de la
población señalan el incremento de esta en 13,5%,
mientras el número de los primeros baja a 26,7%. Ello
obedece al aumento de la población urbana y a la
reducción de la rural y de los asentamientos.
Entre los censos de 1981 y 2002, tanto la dinámica
del cambio de asentamientos rurales a urbanos, así
como del surgimiento de nuevos centros urbanos, es
menor que en el período censal precedente. Una
definición más coherente y precisa incidió en este
proceso. Las restricciones económicas del período no
permitieron los completamientos infraestructurales, ni
la construcción de viviendas que dieran posibilidades
de crecer y completar el hábitat de asentamientos
rurales, para su promoción a urbanos. En el segundo
período, el incremento poblacional por nuevos
asentamientos urbanos y por promoción de rurales
a urbanos es solo de 36 700, por lo cual la mayor
proporción poblacional que ingresa al universo urbano
está dada por las migraciones y el crecimiento natural de
los asentamientos que, en ambos censos, son de 1 735 300.
Indicadores de las relaciones
entre las dimensiones de las ciudades
El índice de primacía es la relación de la ciudad
mayor con el resto de las ciudades o subconjunto
seleccionado. Se trata de uno de los indicadores más
empleados en la distribución espacial para evidenciar
la dinámica citadina. En Cuba, el índice de primacía ha
evolucionado, reduciendo su valor, lo cual indica que
la ciudad mayor no tiene una relación tan marcada como
las subsiguientes.
En los últimos años, el descenso de la población de la
ciudad capital y el incremento del tamaño de las que le
siguen en cantidad de habitantes caracterizan este
indicador. Estas son cabeceras provinciales, y le suceden
a La Habana en jerarquía político-administrativa. El valor
menor que 1 para doce ciudades se presenta en 2002.
A partir de 1981, han ido aumentando su proporción,
80
Distribución espacial y migraciones en Cuba: fin de un siglo y comienzo de otro
con lo cual se reduce la diferencia con la ciudad de
mayor tamaño.
La emisión en todo el país fue de 416 900, es decir, un
promedio anual de casi 20 000 emigrantes.
Los territorios orientales constituyen, en su mayoría,
los máximos emisores. Guantánamo aporta 131 800;
Granma, 124 100; Santiago de Cuba, 120 300, y
Holguín, 108 000. En el occidente, Pinar del Río con
62 600 migrantes, y en el centro, Villa Clara con 58 200,
se destacan por su condición de emisoras.
Las provincias máximas receptoras son Ciudad de
La Habana, con 63 100; Camagüey, 49 100, y Ciego
de Ávila, 21 100. En el período 1981-2002, tres
provincias occidentales cambian su estatus de emisoras
a receptoras: La Habana, Ciudad de La Habana y
Matanzas, mientras la orientales continúan igual, como
también Pinar del Río. Las mayores tasas de emisión
las tienen Guantánamo (-1,6%), Granma (-0,9%) y
Santiago de Cuba (-0,7%). Los territorios más
receptores son Isla de la Juventud (0,8%) y Ciudad de
La Habana 0,5%.
El comportamiento de las tasas migratorias es
diferente en las distintas categorías. En la rural dispersa,
cuya tasa fue de -4,6%, las expresiones más significativas
se tienen en Guantánamo (6,6%), Ciego de Ávila (7,2%),
Pinar del Río (6,1%), Holguín (5,7%) y Las Tunas (5,5%).
La urbana recibe migraciones en todos los niveles, pero
los urbanos de base y las cabeceras provinciales
presentan las mayores tasas. La ciudad de La Habana
es, entre los niveles del sistema, la que tiene menor valor
en este asunto.
Migraciones estimadas para 1981-2002
Migraciones estimadas por provincias y niveles
de asentamientos
El crecimiento de la población tiene dos
componentes en su dinámica. Por una parte, el
crecimiento natural —natalidad-mortalidad— y, por
la otra, el mecánico; es decir, el saldo migratorio: balance
de las inmigraciones y emigraciones. A partir de la
Encuesta Nacional de Migraciones Internas (ENMI),
de 1995, estructurada por niveles del sistema de
asentamientos, se conoce que las migraciones
representan 40,0% dentro de los municipios, 24% en
la provincia —es decir, entre municipios— y el resto
(36%) entre provincias.3
Se ha realizado una investigación que, a partir de la
proyección por crecimiento natural durante 1981-2002
de los asentamientos organizados en niveles, y su
comparación con los resultados del Censo de 2002,
obtiene las migraciones ocurridas en ellos, que
comprenden a todos los migrantes estimados. Estos
resultados nacionales se corresponden, consecuentemente,
con la migración externa; o sea, la diferencia entre la
población total, según crecimiento natural del período,
y la real del Censo 2002.
En la zona rural, los resultados para los
asentamientos concentrados y dispersos arrojan una
emisión estimada en más de un millón de personas. El
supuesto de partida es que los movimientos de la
población son rurales-urbanos, y que la parte dispersa
emite hacia la rural concentrada y hacia los asentamientos
urbanos.
La dispersa emite, en su totalidad, 1 295 869
habitantes, resultante de la diferencia entre la proyectada
por crecimiento natural y la real del Censo, mientras la
concentrada ingresa 376 438. La población rural total
tiene un saldo migratorio de -919 451 habitantes, como
consecuencia de una emisión desde la rural dispersa, al
tiempo que la concentrada recepciona más de 300 000
migrantes, procedentes de ella.
La parte urbana recepciona, entonces, el excedente
migratorio estimado como saldo de la rural, en especial
de la dispersa, que es de 502 600. La mayor recepción
absoluta se produce en las cabeceras municipales, cuya
tasa es de 0,39%; no obstante, los mayores indicadores
se presentan en las cabeceras provinciales y los niveles
urbanos de base con 0,45%. En la ciudad de La Habana
fue de 0,1%. La tasa migratoria nacional fue de -0,2%,
algo menor que la del período 1970-1981 (-0,29%).
El destino de los saldos migratorios rurales
La población rural dispersa, el nivel de mayores
niveles de emisión y que de acuerdo con la concepción
de la investigación se distribuye en 29% hacia el rural
concentrado, 38,8% es captado por la parte urbana y
32,2% sale del país.
Si se compara con el período 1970-1981,4 cuando
la captación de los asentamientos rurales concentrados
era de 36%, a partir de 1981 es ligeramente inferior.
De igual modo, la parte urbana recepcionaba 44% y
está ligeramente por debajo de esta proporción en la
segunda etapa. La emisión hacia el exterior es superior
en el último período (32,2%), contra 22% en 1970-1981.
La parte urbana, que recepciona 38,8% de los saldos
de la dispersa, tiene en las cabeceras provinciales y
municipales los niveles que reciben la mayor proporción
de entradas, porque totalizan 34,2 y 34,3%,
respectivamente, de los ingresos. La Habana capta 11,5%
y los asentamientos de base urbanos, 20,2%. Ello parece
señalar que ha cesado, en gran medida, la preferencia
por estos asentamientos, manifestada en la proporción
de población que antes se trasladaba hacia ellos, en
comparación con el período intercensal previo.
81
Norma Montes
Las migraciones totales interprovinciales han reducido su
magnitud. La acción del control o regulación migratoria hacia
la capital ha incidido en ello. En 1998, su volumen fue de
172 274, y en los últimos tres años ha sido de 70 200, 72 000 y
66 300, respectivamente, por lo que la estadística oficial
refleja más de 100 000 movimientos menos.
Parecen ser, entonces, las cabeceras provinciales las
situadas en el nivel preferente en relación con el volumen
de recepción de los movimientos migratorios del
período, especialmente en las provincias centrales y
orientales.
la distribución de la externa, una vez plasmada en la
práctica la hipótesis antes señalada.
Estos estimados, sobre la base de la suma de ambos
saldos, conducen a que, en el caso de La Habana, la
migración interna sea, en realidad, de 328 600, con un
promedio anual de 15 500; es decir, una tasa migratoria
anual de 0,75%. Para las restantes doce cabeceras
provinciales, los valores estimados arrojan un total de
255 300, para un promedio anual de 12 100, y una tasa
de 0,65%. En el resto de las 142 cabeceras municipales,
el ingreso total por migraciones es de 226 300; o sea,
un promedio anual de 10 700 y una tasa migratoria de
0,65%. Los asentamientos urbanos de base tienen un
saldo migratorio estimado de 109 300 total y de 5 200
anuales, con una tasa migratoria de 0,61%.
Entre 1970 y 1981 el saldo migratorio a la capital
—considerando la migración externa— fue 12,9% del
total. En el período siguiente, casi se triplica, por lo que
la situación económica a partir de los años 90 debe
haber incidido en este reforzamiento (35,7%). Las
cabeceras provinciales captan 27,8%, las municipales
24,6%, y 11.9% los asentamientos de base urbanos.
Como se aprecia, los elementos jerárquicos superiores
del sistema de asentamientos son los que reciben,
mayoritariamente, las migraciones. Ello contrasta con
las condiciones del período 1970-1981, donde los
asentamientos de base urbanos captaron 35% de estas
migraciones, sin tener en cuenta la capital.5
Lo anterior refleja que la situación económica del
país revertió el escenario de 1970-1981, cuando las
acciones hacia la desconcentración de inversiones en la
capital y el fortalecimiento de otros centros alternativos,
así como la DPA, frenaron el traslado hacia La Habana.
No obstante, las cabeceras provinciales y municipales
contribuyen a balancear la situación de la capital,
receptora, antes de 1958, de casi la mitad de todas las
migraciones.6
Este reforzamiento se evidenció a partir de los años
90, como se enuncia en la ENMI.7 El período intercensal
1981-2002 introduce variaciones en relación con el
anterior, pues La Habana aumenta la proporción de
migraciones internas, indicativa de la situación económica
que hace retomar tendencias de los años 60.
La migración interna por tipos
de asentamientos. La migración internacional
El ejercicio de estimación de la urbanización y la
concentración de la población conduce a valorar, como
país, la migración internacional; es decir, la cifra que se
obtiene como resultado de la diferencia entre la
población que se proyectó por crecimiento natural,
según las tasas calculadas, por provincias en 1981-2002,
y la emitida por el Censo 2002. Ello favorece una
aproximación a la realidad migratoria del país. No
obstante, es el primer nivel de análisis.
Con el objetivo de precisar mejor los destinos de la
migración interna por niveles del sistema de
asentamientos, se aplicaron hipótesis relativas a la
distribución de la migración externa; de esta forma, puede
haber una aproximación más efectiva sobre el destino
de aquellas. Esta hipótesis parte de que emigración se
produce, principalmente, desde la parte urbana. Sobre
la base de algunos estudios hechos a partir del lugar
de origen, se puede aceptar que 65% de los emigrantes
eran residentes en la ciudad de La Habana, 20% en las
cabeceras provinciales, 13% en las municipales y 2% en
los asentamientos de base urbanos. Esto posibilita un
acercamiento algo más preciso en las migraciones
intercensales calculadas.
Al sumar la migración interna, por niveles de
asentamientos, y los estimados de la externa, se obtienen
nuevos saldos migratorios, que supuestamente se
aproximan más a la realidad que en los cálculos que no
incorporan la migración externa. Es decir, habría una
subestimación de lo que realmente ocurre. En tales
sumatorias, el saldo migratorio nacional de 416 896,
procedente de la parte rural, se distribuye en los
estimados de migración interna de los niveles de
asentamientos urbanos. Ello se realiza adicionando la
cifra de los estimados de migración interna a los de
82
Distribución espacial y migraciones en Cuba: fin de un siglo y comienzo de otro
El Censo 2002
emisoras, solo las ciudades cabeceras resultan receptoras.
Las zonas de desarrollo turístico —como el norte de
Ciego de Ávila y de Holguín— son receptoras de población,
al igual que Moa, emplazamiento de inversiones
industriales.
En general, los municipios cabeceras de provincias
—salvo las excepciones citadas—, los que presentan
instalaciones turísticas o inversiones, y los de las
provincias habaneras, son los destinos preferentes de
las migraciones y hay un panorama de valores negativos
en los saldos internos de un centenar de municipios, en
especial del oriente y en algunos pinareños.
Entre 2005 y 2007, las corrientes migratorias
presentan un intercambio en ambas direcciones entre
las provincias Ciudad de La Habana y La Habana,
prácticamente de similar magnitud; las estrechas
relaciones históricas entre ambas mantienen su vigencia.
Igualmente, continúan originándose corrientes hacia
occidente desde las provincias orientales; solo que hoy
su destino, en primer término, es la provincia de La
Habana y, en menor medida, Ciudad de La Habana.
Este flujo es común a partir de 1960 —cuando ambas
provincias constituían una sola—, y se mantiene hasta
hoy. Es posible que estos movimientos continúen
después hacia la capital como destino final.
Las migraciones totales interprovinciales han
reducido su magnitud. La acción del control o regulación
migratoria hacia la capital ha incidido en ello. En 1998,
su volumen fue de 172 274, y en los últimos tres años
ha sido de 70 200, 72 000 y 66 300, respectivamente,
por lo que la estadística oficial refleja más de 100 000
movimientos menos.
Últimamente, las tasas de los saldos interprovinciales
muestran diferencias en las conductas migratorias de
los territorios. Las mayores tasas negativas, entre -0,9
y -1 corresponden a las zonas orientales, al tiempo que
las provincias desde La Habana hasta Ciego de Ávila
presentan valores positivos.
En el último trienio es común la diferenciación en
los saldos oriente-occidente, aspecto que ha continuado
evidenciándose desde los años precedentes, y que se
debe mantener, dadas las desigualdades en los procesos
inversionistas y de desarrollo, que han privilegiado a la
zona occidental, como el caso de sectores emergentes.
De igual manera, los municipios cabeceras resultan
atractivos para las migraciones, con excepción de los
territorios orientales del sur del Cauto, los que, salvo
que se produzcan determinadas acciones que los hagan
atrayentes para recibir población, permanecerán con
sus características emisoras.
Se intuye, por los resultados del estudio del proceso
de urbanización y concentración de la población, que
dentro de los municipios se manifiesten los traslados
A partir de una pregunta sobre el municipio de
nacimiento, se obtuvo que 70,23% de la población
(7 850 100 personas) residía donde había nacido, y
29,77 % restante era, por consiguiente, inmigrante. De
ellos, casi 19% declaró haberse trasladado al lugar actual
desde hace diez o más años, mientras 7,54% lo hizo
entre uno y nueve años, y alrededor de 1% refirió menos
de un año; el resto no sabía. Mayoritariamente, los
inmigrantes residen, desde hace algún tiempo, en sus
nuevos lugares de asentamiento.
Las provincias muestran diferencias en la
permanencia de nativos en sus territorios, indicativas
de las salidas hacia otros destinos en el país o fuera. Las
orientales han tenido una relación muy significativa con
Ciudad de La Habana y con otras provincias del
occidente. Ello se expresa en que, de la población nacida
en dichos territorios, 79,9% permanece en ellas. Ciudad
de La Habana ha sido el destino de más de la tercera
parte de los que han salido de la zona oriental.
En el Censo 2002, La Habana refiere 31,8% de
población no nacida en ella. La ENMI arrojó que 36%
de sus habitantes, entre 15 y 64 años, no había nacido
en ella, pero han residido por más de diez años. Los
ingresos pueden haberse modificado después de
aprobado el Decreto-ley 217 de 1997, que regula el
acceso permanente a la ciudad.
La población de La Habana procedente de otras
provincias era de 95 200 personas de Santiago de Cuba
(13,58%), 79 800 de Granma (11,4%), 71 500 de Villa
Clara (10,2%), 67 800 de Holguín (9,7%) y 65 200 de
Pinar del Río (9,3%). Estos territorios totalizan más
de la mitad de los residentes no nativos de la ciudad.
Saldos migratorios
Como se ha visto, en los municipios se producen
inmigraciones procedentes de otros de la propia
provincia y desde otras. En los últimos tres años, como
promedio, 60 municipios presentan saldos totales positivos
y 109 negativos, lo cual coincide con los de las provincias.
Territorialmente, aquellos con valores positivos se
localizan en la provincia de La Habana, donde varios
superan la tasa de 10% en estos años. Del mismo modo,
algunos municipios de Ciudad de La Habana
manifiestan resultados positivos. Ello también es común
a algunos municipios de Matanzas —los situados en la
zona del impacto del turismo, y otros como Jagüey
Grande y Ciénaga de Zapata— con determinados
procesos de desarrollo.
En el resto de las provincias, con excepción de
Santiago de Cuba y Guantánamo, cuyas capitales son
83
Norma Montes
de la parte rural dispersa a la concentrada y a los
asentamientos urbanos de diferentes tipos. Posiblemente
se mantengan los niveles de saldos interprovinciales
o se reduzcan más, como se constata entre 1998 y los
últimos años, con 40% menos en sus volúmenes. En
eso, pues, la acción regulatoria sobre la capital parece
haber incidido.
asentamientos y territorios. Censos 1981-2002», CD-ROM Taller
Internacional América Latina y el Caribe. Retos sociodemográficos en el
tercer milenio, La Habana, 2007.
3. Norma Montes, «La migración interna...», ob. cit.
4. Norma Montes et al., «Tendencias de concentración y urbanización
de la población rural 1970-1981», Problemas de Ciencias Sociales,
n. 210, IPF-JUCEPLAN, 1988. Véase, además, Cuba. Economía
Planificada, a. 4, n. 2, La Habana, abril-junio de 1989.
5. Ídem.
Notas
6. Colectivo de autores, Migraciones internas, IPF, La Habana, 1972.
1. Norma Montes, «La migración interna en Cuba», Temas, n. 20-21,
La Habana, enero-junio de 2000, p. 135.
7. Colectivo de autores, Resultados de la Encuesta Nacional de
Migraciones Internas según niveles del sistema de asentamientos: el caso de
Ciudad de La Habana, CEDEM-IPF-ONE, LA Habana, 1996.
2. El lector interesado puede consultar las tablas estadísticas
correspondientes en http://sociales.reduaz.mx/biblioteca/libromigracion.pdf; Norma Montes, «La distribución espacial de la
población en Cuba», Revista Electrónica Zacatecana sobre Población y
Sociedad, a. 7, n. 31, septiembre-diciembre de 2007, http://
sociales.reduaz.mx/revista/nuevo/no20.htm 2003; «Urbanización,
migraciones y dinámica poblacional en Cuba, por tipos de
©
84
, 2008
no. 56: 100-109, octubre-diciembre de 2008.
Pedro Pérez Rivero
El carnaval de L
a Habana
La
y la R
evolución
Revolución
o
ez River
o Pér
Pedr
Rivero
Pérez
edro
Profesor. Centro de Superación para la Cultura Félix Varela.
L
a adopción en la Isla de tradiciones provenientes
de la metrópoli y el continente africano, incluso en
las diversidades regionales y étnicas de ambas vertientes,
constituyen las raíces del carnaval habanero colonial en
creciente fusión, hoy tenida en cuenta con mayor énfasis.
Virtudes Feliu Herrera, una de las investigadoras que
ha hecho notar con tenacidad esta mancomunidad de
fuentes, sitúa la fiesta del Día de Reyes (6 de enero)
como «la más importante donde los negros participaban
públicamente», pero «no la primera ni la única, más bien
la culminación de un proceso que comienza desde el
siglo XVI».1 De la imbricación señalada, la estudiosa
concluye: «Afirmar que el carnaval habanero tiene su
origen en la Fiesta de Reyes sería absolutizar [...]
Del mismo modo, opinar que la comparsa es una
reminiscencia de la fiesta del 6 de enero, es un error».2
También Helio Orovio reconoce esa unificación
paulatina de factores carnavalescos, la que corrobora
con otro dato importante: «Y en su impronta se
perciben, combinados, tanto el estilo de los sectores
económicamente altos —la aristocracia y la burguesía
criolla— como la presencia avasalladora de los sectores
populares».3
La prohibición de la fiesta del Día de Reyes, en
1884, desplaza el carnaval de negros y mulatos hacia el
de los blancos. Aunque estos sustratos mantienen su
fiesta en barrios como Jesús María, Belén y otros,4 puede
hablarse de una fusión progresiva.
En 1902, primer carnaval republicano, aparecen las
carrozas, los confetis y las serpentinas, como primeras
influencias norteamericanas en la festividad. Además,
se seleccionan la Reina y sus damas, y se convoca a las
primeras premiaciones en distintos rubros. Los paseos,
en aquel momento por la avenida del Malecón, la
celebración en fines de semanas previos a la cuaresma,
se unen a la conformación de perfiles nítidos del evento
capitalino,5 que comienza a ser el más popular de ellos.
El año 1937 marca un hito en el desenvolvimiento
de este carnaval, dadas las gestiones del entonces alcalde
habanero Antonio Beruff Mendieta para la restitución
de las comparsas tradicionales a los desfiles, las cuales
habían sido prohibidas en años anteriores por reyertas
que ocasionaron grandes disturbios e incluso la muerte
de algunos comparseros.6 Antes de tomar decisiones,
Beruff consulta a Fernando Ortiz, director de la
Sociedad de Estudios Afrocubanos, quien no vacila en
100
El carnaval de La Habana y la Revolución
apoyar tan necesaria reincorporación. A partir de esa
fecha, puede hablarse del perfil más identificador del
carnaval habanero.
Hasta el triunfo de 1959, dos ejes fundamentales
sostuvieron el carnaval de La Habana. El primero y
más importante era su estratificación clasista, que diera
origen a la división de desfiles sabatinos de comparsas,
y paseos dominicales con carrozas. Esta dicotomía
encerraba en sí misma otro distanciamiento, de carácter
racial, aun a despecho de cierta clase adinerada de negros
y mestizos, con salones para hacer su carnaval de
«blancos». Las comparsas, convertidas ya en emblema
del carnaval capitalino, también eran conformadas en
clubes y otras instituciones de las clases adineradas.
El otro parámetro de interés, íntimamente ligado al
anterior, lo proporcionaba el mercantilismo y su vector
publicitario a favor de marcas comerciales de todo tipo,
y ventas, al por mayor o minoristas, de artículos
característicos del festejo. Al respecto, recuerda Orovio:
«las carrozas, patrocinadas por firmas comerciales,
recorrían los carnavales de las provincias del país, entre
las que destacaban las de industrias cerveceras».8
la Campaña de alfabetización y una versión del ensayo
Fundamentos del socialismo en Cuba, de Blas Roca.12
Semejante inserción puede parecer no propicia en
un carnaval. Sin embargo, el arquitecto Oscar Niemeyer,
diseñador del sambódromo de Río de Janeiro, señala su
pertinencia: «Siempre consideré que el mejor momento
para hacer oír unas palabras de orden es durante las
grandes fiestas populares»; y a propósito del carnaval
carioca de 2006 reconoce: «En esta oportunidad el tema
fue la defensa de la unidad y de la integración de los
pueblos que componen América Latina. No podía
haber un asunto más apasionante en este momento en
el que vemos nuestro continente tan amenazado.» 13
No obstante el esplendor del festejo registrado hasta
1966, sería inoportuno congelar una imagen
sedimentada en él —por muy magnífico que fuese y
aunque hasta hoy ostente huellas profundas—, pues el
carnaval, más que entidad, constituye un proceso que
decanta o restituye elementos sostenidamente,
verdadera centrífuga quebrantadora y a la vez
edificadora.
Después de una suspensión de tres años, en 1970,
«Año de los diez millones», el área central del carnaval
se extiende desde el Hotel Nacional a la Avenida del
Puerto, por Malecón, y continúa por Prado hasta
Neptuno. El «paseo de los leones», que había fungido
como su epicentro por más de cuatro décadas, a partir
de entonces dejará de serlo. En esta edición no hubo
desfile, sino sitios caracterizados, semejantes a las trochas
del oriente cubano, grandes bailables y espectáculos en
plazas. Se celebró del 18 al 24 de julio, en los municipios
de la entonces llamada Habana campo, y del 24 de
julio al 2 de agosto en La Habana metropolitana,
diariamente, de 6 p.m. a 3 a.m.14
En la década de los 70 se van introduciendo
cambios que laceran las tradiciones carnavalescas, al
modificar elementos que habían permanecido durante
mucho tiempo en el imaginario popular. Algunas de
estas distorsiones estuvieron muy vinculadas con la
propia instauración del modelo socialista, en un período
de radicalización que marcó todos los aspectos de la
vida en el país.
La nacionalización de pequeños comercios y la
suspensión de las ventas ambulantes hacen aparecer
expendios especiales para el carnaval, con kioscos cada
vez mayores, a fin de satisfacer una necesidad a la larga
portadora de la idea de que la fiesta era el mejor
momento del año para comer y beber, y no solo
alimentos ligeros, típicos de la ocasión. Posteriormente,
al declinar la brillantez de los desfiles, los comentarios
populares reducirían el festejo, como única ventaja, a ir
a buscar comida.
El activismo femenino en sus tareas enaltecedoras
del papel de la mujer en la sociedad aconsejó no admitir
7
El carnaval de la Revolución
El advenimiento de una nueva estructura
socioeconómica, de radicales cambios, no podía dejar
de tener incidencias, también notorias, en el festejo
popular capitalino por excelencia. Feliu, Orovio,
Margarita Mejuto9 enfatizan las más relevantes y
coinciden en la magnificencia alcanzada por este carnaval
en el período de 1959 a 1966. También yo defiendo la
primera etapa del carnaval revolucionario como la más
rica y genuina en el devenir histórico del festejo, teniendo
en cuenta la amplia participación mancomunada de
todos los componentes sociales de entonces:
intelectuales, artistas, obreros, empleados, militares,
niños, etc.; y en su condición de detonante por excelencia
contra los prejuicios raciales heredados del período
colonial. En fin, un festejo verdaderamente de pueblo.
La prensa de esos años ratifica estas valoraciones: «Sin
afanes de exageración se puede afirmar que nunca antes
la alegría del pueblo había sido tan plena».10 «En 1959,
Año de la Liberación, el carnaval habanero fue la
primera demostración popular de identificación plena
con el tradicional festejo de Momo en muchos años».11
En febrero de 1962, «Año de la Planificación», se
desarrolla el primer carnaval socialista. La propia
efervescencia revolucionaria de entonces animó a llevar
temas políticos al espectáculo de algunas comparsas y
carrozas, carga que también se aprecia en los muñecones
representativos de la OEA, el Tío Sam y otros símbolos
proimperialistas. La prensa destaca, entre otros asuntos,
101
Pedro Pérez Rivero
frivolidades que la acercaran a la triste condición
de objeto decorativo. Ello determinó que Cuba dejara de
participar en certámenes de belleza, característicos del
mundo capitalista, como el célebre de Miss Universo,
lo cual puede haber influido en la cancelación de la
Estrella del Carnaval y sus Luceros, evento que, desde
los meses anteriores a la fiesta ya hacía sentirse en ella,
pues contaba con numerosas elecciones previas en los
sindicatos y las organizaciones de masas que postulaban
candidatas. En 1975, como saludo al Año Internacional
de la Mujer, fueron presentadas, al unísono, todas las
estrellas electas por los sindicatos, quienes presidieron,
respectivamente, las carrozas de estos organismos,15
como cierre definitivo del gustado certamen.
A propósito de las acciones precarnavalescas, valga
recalcar su incidencia en distintos sectores sociales. Uno
de ellos, el estudiantil, desde la inauguración del carnaval
republicano, contó como tradición con bailes de
disfraces, heredados por el carnaval socialista y que aún
subsisten con intermitencias, sobre todo en la enseñanza
primaria; pero que no encuentran estímulo alguno para
su sostenimiento en el futuro.
Haber convertido el festejo en potente fuente de
negocios mercantiles también sentó precedentes, en el
pasado capitalista nacional, en cuanto a la confección
artesanal, muy extendida, de artículos afines: serpentinas,
confetis, caretas, matracas y otros. La Revolución, en
sus primeras décadas, auspició estas confecciones
en pequeñas industrias estatales, que luego fueron
languideciendo hasta desaparecer en el período de 1996.
En los 70 el carnaval habanero pasa de febrero a
julio-agosto, como parte de un calendario nacional de
fiestas de verano, período en el que la mayoría de los
trabajadores del país toman vacaciones. Al considerar
el traslado de Prado a Malecón, en 1973,16 no debe
olvidarse que, en último caso, se trata de un mal
inevitable, puesto que la explosión demográfica
capitalina hacía imposible mantener el festejo en su paseo
anterior. Además, el apego al Prado indicaría cierta
cuota de menosprecio a un hito por excelencia del
patrimonio material habanero, pues como destaca
Carlos Venegas Fornias, «la construcción del malecón,
concebida en el siglo XIX y ejecutada en diversas etapas
del siglo XX, acabó por dotar a La Habana de su perfil
definitivo».17
Sin embargo, en los 70 el carnaval habanero no
pierde su magnificencia, incluso aumenta en cuanto al
tamaño y la sofisticación de las carrozas, también en la
proliferación de enormes tribunas presidenciales,
concebidas con opciones de restaurantes de lujo,
bailables y hasta envidiables servicios de toilette; por
supuesto, se ubicaban donde el desfile alcanzaba su
máximo esplendor. Disfrutar del festejo dentro de estas
áreas, por su acceso selectivo y las propias condiciones
de la oferta, llegó a acercarse peligrosamente a una
opción antipopular.
Los estudiosos coincidimos en el deterioro paulatino
del carnaval, desde finales de esa década. Es el momento
en que la atención a las comparsas y carrozas pasa de
los sindicatos nacionales a los provinciales y, desde 1986,
a las direcciones municipales de cultura; se cancelan
definitivamente los disfraces y los paseos dominicales.
No obstante, es justo reconocer que desde el primer
carnaval habanero organizado por el Poder Popular
(1977), comienza una creciente revitalización y
redimensionamiento de lo popular tradicional. En
ese mismo año se introducen Los cabildos como
espectáculo inicial del desfile, «cuya actuación rememora
las tradicionales fiestas de carnaval que [en] el llamado
Día de Reyes celebraban los esclavos de nuestro país».18
De una forma u otra, esta intención ha permanecido
hasta nuestros días, con el apoyo de valiosas compañías
como el Conjunto Folklórico Nacional y Raíces
Profundas. Además, se reforzaron los estudios en torno
a las comparsas tradicionales para su sostenimiento y,
en algunos casos, reincorporación, después de
permanecer un buen número de años sin desfilar.19
Un nuevo período, iniciado en 1996, tras la
contracción económica de los primeros 90, que implicó
suspender la festividad por un quinquenio, depara no
pocos retos de supervivencia en cuanto a financiamiento,
y también en lo que reporta el sentido de pertenencia,
sensiblemente mermado hoy.
Nunca antes el carnaval de La Habana había
contado con tanto fortalecimiento del debate teórico
para su conservación. Diferentes dictámenes del
jurado, y encuestas populares de preferencia, han ido
arrojando una valiosa información para su continuidad
en el siglo XXI.
Considero que entre las tareas recientes más positivas
figuran la recuperación de las comparsas tradicionales,
que en su mayoría habían quedado sin bailadores y
músicos suficientes, así como la consolidación del
carnaval infantil, surgido en la década de los 60,20 y que
se fortalece paulatinamente desde los 80; hoy por hoy
es la mejor acogida entre las ofertas carnavaleras de la
capital e importante eslabón para su continuidad.
En lo tocante a fallas que subsisten, destacaría la
falta de precisión en cuanto a un calendario único y
definitivo del evento, e incluso su distribución en tres
fines de semana consecutivos. Aunque esporádicamente,
y con más fuerza en las últimas ediciones, se haya
celebrado en días corridos, esto ha sido siempre
característico de otras provincias, no de la capital. Otra
insuficiencia notable recae en la pobreza de los
espectáculos de carrozas, lo cual hace aconsejable analizar
la posibilidad de devolverlos a la atención de los
sindicatos, tal vez mancomunados en el esfuerzo con
102
El carnaval de La Habana y la Revolución
Tratar de recuperar el esplendor del carnaval habanero se
ha visto plasmado en la mejoría paulatina de los diseños
coreográficos y de vestuario, la restitución de los gustados
fuegos artificiales, y las ganas crecientes de la población de
estar en carnaval.
las direcciones municipales de cultura y otros
colaboradores que mostraron credenciales en 2005,
como el Barrio Chino, y algunas agencias de alquiler de
automóviles.
Las ediciones de 2003 a 2008 permitieron apreciar
voluntad de respuesta ante las recomendaciones de los
especialistas y los deseos del pueblo. Tratar de recuperar
el esplendor del carnaval habanero se ha visto plasmado
en la mejoría paulatina de los diseños coreográficos y
de vestuario, la restitución de los gustados fuegos
artificiales, y las ganas crecientes de la población de estar
en carnaval.
El de 2003 demostró que no solo de los recursos
económicos depende la revitalización. Hubo ideas
interesantes, como incorporar a las Escuelas Nacionales
de Arte con un espectáculo de carroza y comparsa,
que Virtudes Feliu considera «elemento promisorio en
la recuperación del festejo»;21 y que continuó desfilando,
aunque en 2008 no fue presentado. También se
añadieron al desfile autos antiguos, coco y bicitaxis,
iniciativa que se malogró al principio por ir vacíos,
pero que en las dos ediciones más recientes tuvo el
respaldo de un lucido espectáculo del Ballet de la
Televisión cubana y el Teatro América, para los
automóviles —verdadera muestra del museo rodante
de la ciudad, digno de exhibición—, los cuales en
la edición de 2008 también devolvieron al carnaval la
presencia de glorias del deporte cubano, ausentes desde
los 80.
La edición de 2003 inauguró un nuevo calendario:
noviembre, como celebración de la fundación de la
ciudad, mes que en el Malecón habanero encontró
desfavorables condiciones del tiempo, más aún que en
la vuelta al ancestral febrero, intentada en 2005. La de
2006, por su pobreza y las malas condiciones
meteorológicas, impidió continuar evaluando síntomas
de recuperación. En 2007 volvieron a observarse pasos
de avance, sobre todo en la música y el vestuario de
las comparsas. Sin embargo, otros componentes
organizativos mermaron la propia esencia del carnaval.
Se sabe que es tarea ardua mantener la disciplina en
estos festejos masivos, sobre todo que los deseos de
arrollar de los concurrentes no afecten el desfile.22 Pero
de eso a pretender que se disfrute del carnaval como si
se asistiera al teatro, hay mucho trecho. Las áreas de
palcos y gradas enrejadas y aisladas por completo,
hicieron de esta edición una fiesta ajena a la premisa de
fiesta popular.
Mejores diseños aún en los rubros ya mencionados
y en la mayoría de las seis carrozas que desfilaron,
hubieran sido muestras muy palpables de recuperación,
en 2008, de no ser malogradas por una nueva
contracción del área del desfile y la gran cantidad de
enrejados y agentes del orden, que hicieron menor aún
la capacidad de disfrutar de un espectáculo que solo
contó con cinco jornadas; un verdadero desperdicio
de tantos esfuerzos desplegados para su mejoramiento.
Además, se presentaron problemas organizativos en el
tan gustado carnaval infantil.23
Incidencia de la Revolución en los perfiles
ideoestéticos del carnaval habanero
En los resultados investigativos presentados por
Miguel Barnet y Jesús Guanche al taller Validación de
estudios y propuestas para la revitalización del carnaval
de La Habana, abundan las reflexiones en torno a los
márgenes folklórico y de espectáculo urbano
presentados por el festejo a lo largo de su historia; de
ellas se deriva una respuesta esencial:
un llamado a la utilidad de la cultura, a no hacer tabula rasa
con todo el legado que ha nutrido esta festividad popular
desde la primera mitad del siglo XVI hasta el presente. La
cuestión no es regresar al pasado, sino recomponer la
cualidad festiva de esta fiesta, de cara al futuro. Es un
llamado para una revitalización, en el más estricto sentido
del término.24
¿De qué legado propiamente se habla? ¿Cuáles
podrían ser sus perfiles ideoestéticos más ostensibles?
Desde las perspectivas modélicas de la modernidad
—cultura ilustrada, de masas o popular-tradicional—,
son legitimadas las clases y los estratos sociales como
indicadores de fuerte incidencia, lo cual sería válido para
asumir festejos populares tradicionales urbanos como
el carnaval de La Habana, tanto en la producción
como en la recepción de atributos.
En cualquier parte del país suele reconocerse al
festejo capitalino con una reiterada caracterización, a
veces estigmatizadora: el carnaval de La Habana es puro
103
Pedro Pérez Rivero
lujo. La expresión encierra la defensa de un rango
participativo protagónico, más típico de la región
oriental, desde Camagüey hasta Guantánamo.
Contrariamente al tono peyorativo que puede suponer
esta comparación, la mayor urbe del país hace deseable
un rango de suntuosidad, pero no por ello menos
respetable. El carnaval habanero posee características
muy propias; según Miguel Barnet, «desfile
deslumbrante de carrozas, farolas, muñecones y
enmascarados. Muchos provienen de antiguas figuras
de los cabildos afrocubanos, recreados a capricho
personal».25
Independientemente de momentos cimeros o no,
el carnaval habanero ha preservado su esencia de gran
espectáculo, cuya participación más extensa se produce
en el placer de verlo, aunque fuese a la distancia de la
pequeña pantalla de un televisor en blanco y negro, pues
valía la pena la condición de espectador, a diferencia
del de Santiago, el otro gran portento carnavalesco de
la nación, mucho más participativo que espectacular.
«Porque el carnaval nuestro puede ser suntuoso como
el de La Habana, alegrísimo como el de Santiago de
Cuba o pintoresco como el de Trinidad, donde pintan
las paredes caprichosamente», afirmaba Dora Alonso
en 1961.26
«Los habaneros han sido siempre espectadores del
espectáculo carnavalesco», recalca Helio Orovio en su
estudio monográfico ya citado.27 También Virtudes
Feliu señala este rasgo, desde los inicios republicanos y,
según su criterio, ello «potenció el mejoramiento de
vestuarios, coreografías y adornos representativos».28
Abundan las notas aparecidas en Bohemia para
testificar el esplendor alcanzado por el espectáculo del
carnaval habanero a partir de 1959, en «el proceso de
lo espontáneo a lo coreográfico que implica el arte
de salón en la calle».29 «Millares de vecinos de La Habana,
que en calidad de espectadores habrán de pugnar por
los mejores puestos a todo lo largo del paseo del Prado
y la extensa y fresca avenida del Malecón».30 Hasta llega
a preverse que este sello distintivo pueda languidecer,
por lo que, en 1973, se toma la siguiente medida: «Para
que todos los espectadores que hayan adquirido sus
palcos puedan disfrutar del espectáculo, las carrozas y
comparsas del carnaval habanero realizarán sus
evoluciones en seis lugares diferentes a lo largo del paseo,
en cada uno de ellos por un lapso no mayor a 15
minutos y frente al jurado principal, evitando así el hacer
monótono el desfile».31 El carnaval de La Habana ha
tenido que someterse, por tanto, desde su génesis, con
mayor o menor rigor, a la dualidad entablada por la
tradición y la contemporaneidad, en un proceso
permanente de fusión entre ambas condicionantes.
En un texto que rebasa el marco de las crónicas
habituales de Bohemia sobre el carnaval habanero,
J. A. Pola señala la merma de elementos estéticos
característicos del festejo, en la edición de 1985. Entre
ellos, destaca la de la belleza de la mujer cubana, que
«dista mucho de lo que sucedía cuando existía el
certamen de la Estrella y sus Luceros. A partir de la
desaparición de este concurso [...] perdimos uno de
los atractivos que hacía singular nuestro carnaval». 32
De mayor interés, todavía hoy, resultan las
observaciones que bajo el acápite de «Fiestas por
decreto» publicara Neysa Ramón en 1987, de las cuales
cito a continuación un segmento:
No es ningún secreto que el carnaval habanero ha sido
objeto de mixtificaciones, e incluso tomado más de una
vez como campo de experimentaciones para esta o aquella
«burocrática idea» de cambiar su fisonomía —como si ello
fuera posible «por decreto»— olvidándose de paso que, a
pesar de ser la capital una gran ciudad, también los
habaneros guardan sus tradiciones carnavalescas.33
De tan justa diatriba, solo quedaría por dilucidar si
la periodista, al abogar por «devolver su legítima
fisonomía al carnaval»,34 se refiere a lo más añejo
eludiendo la imprescindible relación entre lo tradicional
y la contemporaneidad; pues, como señala Miguel
Barnet, «aun cuando su carácter [el del carnaval de La
Habana] ha asimilado modificaciones, pervive su
esencia fija y define valores».35
Por otra parte, estudios de consumo de la cultura
popular tradicional en la última década del pasado siglo,
realizados por el Centro Juan Marinello, consignan
que en la ciudad de La Habana solo 12,7% de los
encuestados escogían el carnaval entre sus preferencias.36
Un elemento de incidencia en el desfavorable dato nos
retrotrae a lo planteado años atrás por Neysa Ramón,
pues las autoras de este estudio señalan, como factor
de permanente análisis,
el papel y los niveles de intervención de los distintos agentes
de desarrollo para no coartar ni institucionalizar procesos
que por su esencia son espontáneos y no pueden ser
estructurados desde afuera, sin correr el riesgo de
empobrecerlos, formalizarlos o hacerlos desaparecer.37
La imparable relación entre lo tradicional y lo
moderno se enriquece con la paulatina llegada de
otredades dictadas por cada época, que a la larga se
incorporan a la mismidad del festejo capitalino. Las
provenientes de la inmigración desde el interior del país
han ido aportando matices permanentes, como las áreas
caracterizadas, semejantes a las trochas santiagueras, o
esporádicas, entre las que sobresale el fervor por arrollar
tras las comparsas y carrozas en medio del desfile,
todavía hoy pujante, como si en La Habana eso hubiera
entrado en la tradición más raigal y no fuese un «hecho
ajeno a la costumbre que ha predominado en la capital
históricamente [...] aunque esta es una de las formas
más sobresalientes en la forma de celebrar el cubano»,
104
El carnaval de La Habana y la Revolución
concluye al respecto Virtudes Feliu. Cuando en 1981
se organiza la posibilidad de arrollar tras las comparsas,
otro empeño por restituir elementos genuinos, se aclara
que esto sería «en los municipios, por las calles principales
hasta llegar a las trochas que allí existan».39 En otras
ediciones, desde que el carnaval se instala en áreas del
Malecón, hubo tramos por las aceras donde se podía
arrollar sin que se viera afectado el lucimiento del desfile.
De los aportes identitarios provenientes del
extranjero, sobresalen los importados desde el sur de
los Estados Unidos,40 en aspectos como la carroza
de carnaval norteamericana y algunas sonoridades en
los piquetes musicales de las comparsas que, no
obstante, en su integración al festejo habanero
encontraron un lugar en el interior de la mismidad de
este carnaval, a tal extremo que hoy no sería habanero
sin esos elementos.
No sucedió así con los aportes de origen chino,
ciertamente meritorios en agregar colorido a la
festividad, pero siempre en condición de anexo a lo
esencial. En el período republicano, la presencia de los
chinos en La Habana se apreciaba en vistosas carrozas,
que continuaron presentándose en el carnaval
revolucionario. La recuperación de La danza del león,
como parte de la labor para elaborar un Atlas de la
Cultura Popular y Tradicional Cubana (hoy Atlas
Etnográfico de Cuba) en el municipio de Centro Habana,
imprimió una revitalización de la cuota china en las
ediciones del carnaval de los años 80, en calidad de
comparsa. A finales del pasado siglo, se observa la
paulatina decadencia de esta agrupación; lamentable
situación que se acentuó en 2001 con el intento de
incorporar la conga a la coreografía asiática. La
agrupación ya no apareció en la edición de 2003. En
2005, el Barrio Chino de La Habana, ya bajo la dirección
de la Oficina del historiador de la ciudad, presentó
en el desfile una nueva concepción de la Danza del
León para espectáculo de carroza. Pero la iniciativa
no ha tenido continuidad en las ediciones posteriores,
hasta 2008.
La inserción de comparsas y otros espectáculos de
provincias, así como una representación del carnaval
veracruzano, a partir de 1984,41 tuvo el objetivo de
brindar nuevas atracciones, en condición de invitadas,
lo que alcanza altos quilates en 1990 con una delegación
del carnaval carioca.42
Sobre dos elementos axiales ha descansado
invariablemente el carnaval de La Habana, en sus
diferentes etapas, atributos genéricos carnavalescos,
devenidos emblemas: puede arreglárselas sin fuegos
artificiales, paseos de vehículos adornados, antifaces,
caretas o matracas, pero sin comparsas ni carrozas
dejaría de existir. Si aceptamos el período de 1959 a
1966 como cima de esplendor de este festejo, valdría
38
la pena recalcar su importancia en la conformación de
los perfiles estéticos más ostensibles de ambos
elementos. Tanto las carrozas como las comparsas
habaneras mantienen desde entonces paradigmas que
consiguen armonizar tradición y modernidad, mientras
singularizan ambos emblemas en relación con otros
carnavales del país e incluso más allá de las fronteras
nacionales.
Si bien es cierto que en el período republicano hasta
1959, las carrozas se destacaron por un lujoso decorado,
en alguna medida mermaba la imaginación de sus
creadores el sometimiento a la marca comercial
patrocinadora para la presentación de productos
(envases, botellas) poco dúctiles estéticamente, de ahí
que fueran más apreciadas aquellas, como las de
Tropicana y Lámparas Quesada, ya que lo anunciado
se prestaba mejor para una concepción acorde con el
artefacto carnavalesco. La sustitución, en 1960, de ese
papel publicitario de las carrozas, trajo la conveniencia
de desarrollar nuevos temas, los cuales obtuvieron
elogios de la prensa como los siguientes:
En las carrozas de excepcional gusto artístico, con sus
racimos de cubanas, predominó el mensaje educativo como
un signo de los nuevos tiempos [1961, «Año de la
Educación»]. El desfile superó, por su calidad artística y la
riqueza y variedad de su presentación, al que fuera magnífico
paseo del año precedente.43
Plena de colorido y belleza, la carroza del Ministerio de
Transporte representa un aporte extraordinario a los
«Carnavales de la Solidaridad». El original diseño, que
muestra un aterrizaje a un planeta desconocido, fue ideado
por el arquitecto Enrique Fuente.44
Entre los elementos reforzados por el carnaval de
la Revolución, despuntaban las proporciones, sobre
todo la altura, a veces desmesurada, de la carroza
habanera, la cual, en su máximo esplendor, obligaba al
espectador a alzar la cabeza, como si estuviera delante
de un edificio: «La Estrella del Carnaval y los Luceros
están situadas tan altas en la carroza que solamente las
personas en balcones pueden verlas de cerca», 45
comenta Bohemia, en 1964, sobre este rasgo, tan extremo
en este caso que solo durante el primer fin de semana
de carnaval desfilaron la Estrella y los Luceros a esa
altura, pues, además de apenas ser vistas, corrían riesgo
de accidente.
Una nueva magnificencia comienza a observarse
desde la primera carroza construida para la Estrella y
sus Luceros (1962), con atrezos, en su totalidad de
diminutos espejos, para formar una gran estrella que
se abría y cerraba. Esta carroza constituyó un elemento
escenográfico fundamental en el filme cubanochecoslovaco Para quién baila La Habana (1963), dirigida
por Vladimir Cech y protagonizada por Mayda Limonta.
Desde entonces y hasta la última presentación de las
105
Pedro Pérez Rivero
Estrellas, en 1974, las carrozas donde desfilaban
estuvieron entre las más lucidas.
De las carrozas especialmente destacadas por sus
proporciones, fue la del Sindicato de la Construcción
en 1962, osadía que este organismo superó al año
siguiente. Al respecto, se consigna en la prensa: «Es un
escenario en movimiento levantado sobre dos rastras,
ocultas mediante un ingenioso artificio».46
La del Ministerio de Comercio Interior, de 1965,
que representaba el cuento «Cenicienta», fue considerada
«una obra de arte con 200 pies de largo».47 Y desde ese
mismo año comienza a sobresalir por su altura la del
Ministerio de Comunicaciones.
El desplazamiento del carnaval de Prado hacia
Malecón facilitó aún más el destaque de la verticalidad
—antes sometido en algunas intercepciones de Prado
debido a los cables del alumbrado público—, lo cual
constituyó un verdadero desafío para diseñadores
e ingenieros, con tal de que las carrozas de los 70
compitieran por su altura.
Vuelven a destacarse por la altura la carroza de la
Estrella y otras, sobre todo la de Transportes, en el
carnaval de 1972. 48 Continúa habiendo carrozas
monumentales como las del Instituto Nacional de la
Industria Turística (INIT), Comunicaciones y
Transportes, en 1974.49
Al admirar las espléndidas carrozas de las parrandas
en la región central (Remedios, Camajuaní, Rodas,
Cabaiguán, Caibarién, entre otras ciudades),
consideradas entre las más bellas del país, notamos su
diferencia raigal en relación con las habaneras. La belleza
de estampas exóticas, sin dudas deslumbrantes en su
concepción y montaje, es apreciada en las parrandas
villaclareñas estáticamente, como si se tratara de
conjuntos escultóricos, mientras que en La Habana, los
diseños están previstos para el avasallador compás
de la conga y sus variantes musicales, según los
acontecimientos bailables de cada año. Otro tanto sucede
con el vestuario. La riqueza de los tejidos para
rememorar cortes europeas, harenes moriscos y otras
imaginerías de los parranderos, en los carnavales de la
capital son empleados en un sentido más libre de
representación mimética, e incluso pueden ser
sustituidos por materiales de escaso valor, siempre que
ofrezcan la ilusión deseada,50 lo cual reporta el sentido
medular de carnavalización, en tanto camuflaje y
reconversión.
Las labores de atrezo de la carroza habanera
dependen más de la iniciativa creadora para lograr
efectos, que de materiales convencionales para estos
fines. Tan inusitados resultan a veces estos elementos
que la población más adscrita a la tradición no suele
aquilatar el vuelo estético desplegado en ellos; así sucedió
en 1964 con la carroza de la Estrella y sus Luceros,
decorada en su totalidad con fibra (soga deshilachada),
en suaves tonalidades de color, para arrojar la impresión
celeste de nubes, con figuras antropomórficas en
movimiento, ilusión más deudora de la iluminación que
del propio atrezo.
Sin embargo, aisladamente ninguno de estos rubros
sería garante de la verdadera riqueza de la carroza
habanera. La espectacularidad, bien fundamentada en
los temas seleccionados, descansaba en coreografías que,
por la limpieza de su ejecución, a veces eran confundidas
con los más altos niveles profesionales; así, en la carroza
del INIT los espectadores creían ver a las bailarinas de
Tropicana, cuando en realidad desfilaban jóvenes
provenientes del movimiento de artistas aficionados,
entonces en permanente ascenso.
El acompañamiento musical de primera línea, 51
como continuidad de lo que se hiciera antes de
1959,52 se mantiene con creces al contar con nuevos
ritmos bailables, que el propio carnaval habanero
introducía en la popularidad; los más notorios: el
mozambique de Pello el Afrokán (1965); el dengue
(1966),53 de Pérez Prado, interpretado por la Orquesta
de Roberto Faz; el famoso «El mechón» de La
Monumental en los 70 y, años más tarde, la irrupción
del rap habanero en la edición de 2001. En 1985, J. A.
Pola se queja de «la poca utilización de colectivos
musicales conocidos en las carrozas»,54 mal en ascenso
hasta nuestros días.
Figuras de la talla de Rosita Fornés55 y otros artistas
de espacios estelares de los cuadros dramático y
humorístico de la televisión y la radio resaltaban aún
más el esplendor, así como la importancia de la carroza
en el carnaval de La Habana. El programa televisivo
Aventuras y el radial Alegrías de sobremesa, resultan de los
más recordados por su aporte a la magnificencia del
espectáculo carnavalesco capitalino. Mención aparte
merecen las múltiples incursiones de Juana Bacallao en
el festejo, presidiendo los espectáculos de carrozas.56
La carroza insignia del carnaval, dedicada al XX
Aniversario del Movimiento de Artistas Aficionados,
que presentó el Ministerio de Cultura en la edición de
1980,57 puede que concluya el ciclo de magnificencias
desplegadas en los 70.
Ilse Bulit señala que en el carnaval de 1981 las
carrozas «no eran tan aparatosas como en otros años,
pero su sencillez alcanzaba belleza, aunque no escapaban
de lo convencional en su mayoría».58 Y vuelve a destacar
la del Ministerio de Cultura, la de Comunicaciones y la
de Transporte; por su original diseño y correcto sentido
de la realización».59 Para 1985, J. A. Pola acusa que «un
pésimo diseño tuvieron parte de las carrozas que
desfilaron. Salvo honrosas excepciones, la pobreza de
creatividad fue evidente».60 Y Neysa Ramón, al año
siguiente, señala como único acierto en el rubro «la
106
El carnaval de La Habana y la Revolución
permanencia de la carroza del INTUR [Instituto
Nacional de Turismo], siempre atractiva y de buen
gusto».61
La progresiva decadencia —que no solo dependió,
como puede suponerse, de los recortes presupuestarios
al no ser ya financiadas las carrozas por los sindicatos
sino por las direcciones de cultura del Poder Popular—
fue atenuada por la imaginación creadora en algunos
territorios. Así encontramos en 1988 y 1990 la grata
presencia de Arroyo Naranjo con temas locales como
el Zoológico Nacional y el movimiento de
microbrigadas de La Güinera.62 Y en el período iniciado
en 1996, que llega a nuestros días, han sobresalido las
presentadas por Habana del Este y Marianao.
Sin embargo, por lo general, la poca imaginación
creativa volcada en las carrozas fue otra de las limitantes
de peso en el más reciente período carnavalesco. Así
encontramos, en la edición de 2007, tanta chapucería
en los atrezos que, en su mayoría, parecen inacabadas.
Las insuficiencias se agudizaron con la iluminación de
luz fría; lo cual hace recordar la enorme cantidad de
bombillas incandescentes desechadas un año atrás, que
hubieran sido excelentes en estas y otras carrozas de las
fiestas populares del país, utilizándolas sin detrimento
de la necesaria revolución energética que se lleva a cabo.
No obstante, cabe saludar la labor desarrollada por
Horacio Marturell,63 para la FEU —con los mismos
recursos que el resto, incluidas las luminarias—, por el
acertado aprovechamiento de materiales reciclados para
un vistoso atrezo.64 Esta carroza obtuvo el primer
premio otorgado por el jurado y fue elogiada por los
concurrentes como la oferta más agradable de su
categoría en 2007.65 Tan desfavorables situaciones
tuvieron en 2008 mejorías en el uso de bombillas
incandescentes y en la eliminación de otro desacierto
constatado desde inicios del nuevo milenio: algunas
carrozas eran confeccionadas en otras provincias,66 lo
que distorsionaba la perspectiva estética habanera.
Por constituir un ingrediente medular en el
patrimonio que significa el carnaval de La Habana, las
comparsas han contado con estudios más permanentes
y puntuales, sobre todo las consideradas tradicionales,
que en la más reciente edición del festejo (2008)
sumaban seis: El Alacrán y Componedores de Bateas,
fundadas en 1908; Las Bolleras, La Sultana y Los
Marqueses de Atarés, constituidas en 1937, y La Jardinera,
que desfiló por primera vez en 1938. La presencia de
estas comparsas, y otras lamentablemente desaparecidas,67
no ha sido del todo sistemática, aunque ha habido
meritorios esfuerzos por su recuperación, como los
desplegados en 1973 para la reorganización de
Componedores de Batea y, en 1981, a favor de La Sultana.
La base sonora para el desplazamiento de las
comparsas, desde sus antecedentes fundamentales en
las fiestas del Día de Reyes, es la conga, género musical
bailable que Helio Orovio no vacila en reconocer como
«el que mejor expresa la identidad cubana».68 Aunque
menos estudiada que los complejos del son o la rumba,
argumenta Orovio, debe ser contemplada como signo
urbano de cubanía en su condicionante mestiza.
A propósito de los nexos entre tradición y
modernidad, las comparsas habaneras a veces son
observadas incongruentemente, con una concepción
temporal estática en la designación de la categoría
«tradicional». Los Guaracheros de Regla, fundada en
1959, ha constituido una atracción indispensable en el
festejo, como las carrozas o los muñecones. Agregaría
a ese dato las propias características de la agrupación,
muy apegadas, desde que desfiló por primera vez, al
formato tradicional de la comparsa habanera. Sin
embargo, prosigue disputándose los premios con
propuestas similares a las de la FEU, casi tan añeja
(1961), aunque con un marcado espíritu vanguardista
en los modelos carnavalescos capitalinos.
Para competir con más bríos, los de Regla han
concebido crecientemente elementos coreográficos, de
vestuario69 u otros, que atentan contra su perfil originario,
en mi criterio, más respetable. Estos argumentos
encuentran una apoyatura en criterios mucho más
cercanos al momento de la aparición de la comparsa:
en la década de los 70, la prensa califica a Los
Guaracheros de tradicionales en dos ocasiones.70 Y se
le otorga un Premio especial, en 1980, fuera de los
rangos de tradicional o moderna. 71 En 2002, la
agrupación obtiene el Premio Memoria Viva, otorgado
por el Centro Juan Marinello, en el acápite de
preservación de tradiciones. Entre los indicadores
palmarios de la modernidad descuellan una coreografía
no prevista para la ejecución en parejas, sino en bloques
de comparseros, el apoyo de carrozas (espectáculos de
comparsa y carroza) y el empleo de arreglos musicales
más libres en la conga y otras sonoridades típicas de
carnaval.
La de la FEU, fundada en 1961, ha marcado las
máximas diferencias, al mantenerse hasta la actualidad
como uno de los espectáculos más aplaudidos. No
obstante, cada período del carnaval de la Revolución
ha contado con insignes comparsas modernas. En
la década de los 60 se destacó la del Sindicato de la
Construcción, mientras que en la etapa actual, desde
1996, La Giraldilla de Marianao manifiesta gran
pujanza, por solo citar dos ejemplos notorios. También
en este último período, los Caballeros del Ritmo y
Jóvenes del Este dan fe del arraigo de la cultura popular
tradicional en los municipios de San Miguel del Padrón
y Habana del Este, respectivamente. En las ediciones
de 2003 hasta 2007, una nueva comparsa, constituida
por alumnos de la ENA, pone de manifiesto la
107
Pedro Pérez Rivero
necesaria evolución para la pervivencia del mayor
emblema del carnaval habanero.
Hasta aquí la presentación de coordenadas que no
obstante su apretada síntesis, permiten reconocer el peso
extraordinario del triunfo de 1959 en el festejo popular
tradicional más relevante de la capital cubana, acreedor
por tanto, de cualquier esfuerzo por su restablecimiento
como uno de los grandes patrimonios culturales de la
ciudad y de la nación.
17. Carlos Venegas, «El malecón habanero», Revolución y Cultura,
n. 4, La Habana, 1994, p. 46.
18. Miguel A. Masjuán, «Carnaval de la juventud 1977», Bohemia,
a. 69, n. 27, La Habana, 8 de julio de 1977, p. 58.
19. En 1982 se reincorpora La Sultana, después de veintisiete años
sin desfilar.
20. Comienza a consignarse en la prensa la selección de la Estrellita
y de un personaje varón, para presidirlo. Se celebra en la Ciudad
Deportiva. Véase Javier Rodríguez, «El carnaval habanero ya tiene
su estrella», Bohemia, a. 55, n. 8, La Habana, febrero de 1963, p. 13.
21. Virtudes Feliu Herrera, ob. cit., p. 6.
Notas
22. No ha sido tradición del carnaval habanero bailar tras las
comparsas y carrozas (arrollar) durante el desfile, aunque hoy pueda
parecerlo, dada la gran inmigración de otras provincias, donde sí
constituye tradición.
1. Virtudes Feliu Herrera, «Valoración histórica de la gestión del
carnaval de La Habana», ponencia presentada al taller Validación de
estudios y propuestas para la revitalización del carnaval de La Habana,
organizado por la UNESCO, La Habana, marzo de 2006, p. 2.
23. El disgusto que esto ocasiona puede constatarse en las encuestas
aplicadas a los concurrentes en ambas ediciones, aplicadas por el
Área de Investigaciones de la Dirección Provincial de Cultura de
Ciudad de La Habana. En cuanto a las quejas sobre el carnaval
infantil, véase Pedro de la Hoz, «La otra cara del carnaval», Granma,
La Habana, 7 de agosto de 2008, p. 6.
2. Ibídem, p. 3.
3. Helio Orovio, El carnaval habanero, Ediciones Extramuros, La
Habana, 2005, p. 7.
4. Ibídem, p. 13.
24. Miguel Barnet y Jesús Guanche, ob. cit., p. 3.
5. Virtudes Feliu Herrera, ob. cit., Helio Orovio, ob. cit., y otros
investigadores coinciden en este criterio.
25. Miguel Barnet, «Carnaval de La Habana», Bohemia, a. 82, n. 29,
La Habana, 20 de julio de 1990, p. 86.
6. La más notoria se produjo en el carnaval de 1912 entre las
comparsas El Alacrán y El Gavilán.
26. Dora Alonso, «La comparsa en sus cuarteles», Bohemia, a. 53,
n. 8, La Habana, febrero de 1961, p. 80.
7 La respuesta aprobatoria fue presentada en un detallado informe,
en presencia de notables intelectuales de la época: Elías Entralgo,
Salvador García Agüero, Emilio Roig de Leuchsenring, José Luciano
Franco. La ponencia «El carnaval de La Habana, pasado, presente y
futuro», presentada por Miguel Barnet y Jesús Guanche al taller
citado consigna estos datos y además incluye segmentos sustanciales
de la respuesta. Véase en Catauro, La Habana, n. 14, 2006.
27. Helio Orovio, ob. cit., p. 13.
28. Virtudes Feliu Herrera, ob. cit., p. 4.
29. A. Castillo, «Las comparsas por dentro», Bohemia, a. 54, n. 7, La
Habana, 18 de febrero de 1961, p. 80.
30. Reinaldo Peñalver Moral, «¡Bienvenido su majestad Momo!»,
Bohemia, a. 63, n. 26, La Habana, 2 de julio de 1971, p. 41.
8. Helio Orovio, ob. cit., p. 15.
9. Véase Virtudes Feliu Herrera, ob. cit.; Helio Orovio, ob. cit., y
Margarita Mejuto Fornos, «Diagnóstico acerca de la participación
comunitaria en el carnaval de La Habana», ponencia presentada al
taller citado, p. 2.
31. Sin firma, sección «En Cuba», Bohemia, a. 65, n. 28, La Habana,
13 de julio de 1973, p. 51.
32. J. A. Pola, «¿Una nueva imagen para el carnaval?», Bohemia, a.
77, n. 32, La Habana, 9 de agosto de 1985, p. 22.
10. José Luis Masso, «Las fiestas populares del carnaval», Bohemia,
a. 52, n. 8, La Habana, febrero de 1960, p. 60.
33. Neysa Ramón, «Dichas y desdichas del carnaval habanero»,
Bohemia, a. 79, n. 29, La Habana, 17 de julio de 1987, p. 6.
11. Sin firma, sección «En Cuba», Bohemia, ob. cit., p. 74.
34. Ibídem, p. 7.
12. Sin firma, «Primer carnaval socialista», Bohemia, a. 54, n. 8, La
Habana, febrero de 1962, p. 56.
35. Miguel Barnet, «Carnaval de La Habana», ed. cit., p. 86.
36. Cecilia Linares Fleites y María Carla Alzugaray Rodríguez, «Sobre
el consumo cultural de la población cubana de hoy», en Pensamiento
y tradiciones populares: estudios de identidad cultural cubana y
latinoamericana, Centro de Investigaciones de la Cultura Cubana
Juan Marinello, La Habana, 2000, p. 265.
13. Oscar Niemeyer, «Recordando el carnaval», A Plena Voz, n. 22,
Caracas, 2006, p. 39.
14. Sin firma, «Carnaval de julio en La Habana», sección «En Cuba»,
Bohemia, a. 62, n. 27, La Habana, julio de 1970, p. 11.
15. Sin firma, sección «En Cuba», Bohemia, a. 67, n. 27, La Habana,
julio de 1975, p. 63; y J. A. Pola, «Carnaval del pueblo», Bohemia,
a. 67, n. 28, La Habana, julio de 1975, p. 46-7.
37. Ibídem, p. 266.
16. El desfile se instala definitivamente en el Malecón, con exclusión
del área del Prado. Véase Roberto Casín, «La sonrisa de La Habana
corre hacia el Malecón», Bohemia, a. 65, n. 29, La Habana, 20 de
julio de 1973, p. 71.
39. Sin firma, «Carnaval de La Habana 1981», Bohemia, a. 73, n. 28,
La Habana, 10 de julio de 1981, p. 52.
38. Virtudes Feliu Herrera, ob. cit., p. 7.
40. Al respecto puede consultarse José Vega Suñol, Norteamericanos
en Cuba, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2004.
108
El carnaval de La Habana y la Revolución
41. J. A. Pola, «Ya empezó el carnaval», Bohemia, a. 76, n. 29, La
Habana, 20 de julio de 1984, p. 39. Las crónicas en torno al carnaval
habanero, publicadas por esta revista en años posteriores, reseñan
estos espectáculos invitados, que en alguna medida se han mantenido
hasta nuestros días.
57. Ilse Bulit, «Carnaval del pueblo», Bohemia, a. 72, n. 29, La
Habana, 18 de julio de 1980, pp. 36-7.
42. Félix Contreras, «Cariocas y habaneros en carnaval», Bohemia,
a. 82, n. 30, La Habana, 27 de julio de 1990, p. 85.
59. Ídem.
43. Sin firma, Bohemia, a. 53, n. 8, La Habana, febrero de 1961.
61. Neysa Ramón, ob. cit.
44. Sin firma, «Carnaval de la solidaridad», Bohemia, a. 58, n. 10, La
Habana, 11 de marzo de 1966.
62. Estas propuestas obtuvieron segundo y primer premio,
respectivamente, en el acápite de carrozas espectáculos.
45. Javier Rodríguez, «Carnaval de pueblo», Bohemia, a. 56, n. 10,
La Habana, 15 de marzo de 1964, p. 44.
63. Las tan aplaudidas carrozas del INTUR en la década de los 60
se debieron a este diseñador, quien además introdujo, como
elementos estructurales de las grandes carrozas, servicios sanitarios
dentro de ellas y el aforamiento de las plantas eléctricas, que
anteriormente las carrozas arrastraban detrás como un antiestético
elemento.
58. J. A. Pola, «¡Y vino la conga!», Bohemia, a. 73, n. 29, La Habana,
17 de julio de 1981, p. 47.
60. J. A. Pola, «¿Una nueva imagen...», ed. cit.
46. Rafael Sánchez Lebret, «La revista musical de los obreros de las
construcciones», Bohemia, a. 55, n. 11, 22 de marzo de 1963, p. 63.
47. Sin firma, «Y sigue el carnaval», Bohemia, a. 57, n. 11, La Habana,
12 de marzo de 1965, p. 54.
64. Como ya ha sido consignado, el lucimiento de los atrezos de la
carroza habanera no siempre han dependido de materiales costosos.
En momentos en que se desplegaban y hasta despilfarraban grandes
recursos, la FEU presentó sus carrozas con atrezos semejantes a
este o empleando polietileno, sin que ello le restara belleza.
48. Frank Echevarría y Bernardo Marqués, «Carnaval ´72», Bohemia,
a. 54, n. 29, La Habana, 21 de julio de 1972, pp. 62-6.
49. J. A. Pola y Gaspar Sardiñas, Bohemia, a. 66, n. 29, La Habana,
19 de julio de 1974, pp. 54-5.
65. Puede constatarse en la mencionada encuesta aplicada por la
Dirección Provincial de Cultura de La Habana.
50. Antonio Vasallo, director de la comparsa de la FEU, asegura
que en algunas ocasiones los esplendorosos brillos de atrezos,
vestuarios y tocados provenían de chapas de cerveza y recortes de
latas (intervención en el taller de la UNESCO, ya citado).
66. En las ediciones de 2003 y 2005, algunas de las pocas carrozas
presentadas fueron confeccionadas en talleres matanceros y
villaclareños. En 2007 solo una fue realizada fuera de La Habana,
mientras que en 2008, todas se fabricaron en la capital.
51. La orquesta Riverside reforzada acompañó a la carroza de la
Construcción en su máximo esplendor, (véase Rafael Sánchez
Lalebret, ob. cit.), mientras que la también muy celebrada de
Transporte, en 1966, contó con Pacho Alonso y sus Bocucos (véase
«Carnaval de la solidaridad», ob. cit.); este destacado intérprete
posteriormente se presentó con la carroza de la Industria Ligera.
En la década de los 80 se destacó la orquesta Monumental, y la Dan
Den, bajo la dirección de Juan Carlos Alfonso. Véase Helio Orovio,
ob. cit., p. 16.
67. Entre ellas Los Dandys de Belén, que no sobrevivió a la
suspensión del carnaval entre 1992 y 1995.
68. Helio Orovio, ob. cit., p. 13. En este libro, el investigador
dedica a la conga un capítulo en el que sintetiza el devenir histórico
de este género musical, así como su diferenciación entre La Habana
y la región oriental del país.
69. Sobre todo en 2001, con una concepción inspirada en los
espectáculos de cabaret parisinos de principios del siglo XX. En
2007 tampoco su vestuario obtuvo reconocimiento alguno por
parte del Jurado, a pesar de su belleza, por no ajustarse a la propuesta
de la comparsa para esa edición.
52. Celia Cruz y la Sonora Matancera, el Conjunto Casino, Senén
Suárez y otros destacados artistas son mencionados en Helio Orovio,
ob. cit., p. 15.
53. «Carnaval de la solidaridad», ob. cit., y «Y sigue el carnaval»,
ob. cit., respectivamente.
70. Reinaldo Peñalver, «Fabricando momentos de alegría», Bohemia,
a. 62, n. 27, La Habana, 9 de julio de 1971, p. 46; y Miguel A.
Masjuán, «Carnaval de la juventud 1977», Bohemia, a. 69, n. 27, La
Habana, 8 de julio de 1977, p. 58.
54. J. A. Pola, «¿Una nueva imagen...», ob. cit., p. 22.
55. Notoria resultó su interpretación del personaje de Cleopatra en
la carroza presentada por el INIT en el «Año de la solidaridad», de la
que aparece una foto en Bohemia, a. 58, n. 10, La Habana, 4 de
marzo de 1966.
71. Véase Ilse Bulit, «Hasta el próximo año, carnaval habanero»,
Bohemia, a. 72, n. 31, agosto de 1980, p. 66.
56. Sobre todo las de la Alimentación y la Industria Ligera, en las
que fue un hito su interpretación de «El perico está llorando», en
1977. La edición de 2008 tuvo su cierre con una carroza que hizo
regresar al carnaval habanero a Juana, con su actual grupo
acompañante.
©
109
, 2008
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
no. 56: 162-175, octubre-diciembre de 2008.
Energía, tierra, agua
y otras especies en peligro
Rafael Betancourt
Erik García Machado
Alejandro Montesinos
Daysi Vilamajó
Rafael Hernández
Rafael Hernández (moderador): En ocasiones le hemos dedicado análisis, debates
y discusiones a la problemática del medio ambiente —y existe un número reciente
de Temas dedicado a agricultura y medio ambiente—; se trata de un tema tan
importante que queremos volver sobre él en este debate. Se dice que la energía, el
suelo, el agua, y la diversidad de especies naturales, son recursos no renovables,
que están en peligro de extinción. Sin embargo, el desarrollo científico ha podido
encontrar históricamente fuentes alternativas de combustible o de energía; la baja
producción agrícola no depende tanto, muchas veces, de la escasa disponibilidad
de tierras fértiles, sino más bien de factores políticos y sociales; los océanos y las
aguas subterráneas no parece que estén a punto de extinguirse, y la desaparición
cíclica de especies ha sido parte de la evolución natural durante períodos geológicos
en que otras especies, no el hombre, predominaban sobre el planeta. ¿En qué medida
la afectación a esos recursos depende del comportamiento humano y no de factores
naturales que lo rebasan?
Daysi Vilamajó: Me voy a referir en específico a las especies en peligro de extinción.
Cuando hablamos de biodiversidad, no se trata solamente de especies, sino también
de la variabilidad genética, los ecosistemas, los paisajes, y hasta la biosfera.
Cuando se habla del efecto del cambio climático sobre la extinción de especies,
o de los efectos antrópicos del desarrollo económico-social de las comunidades
humanas, no se quiere soslayar la necesaria evolución y la desaparición de algunas
especies y la aparición de otras. Lo que está haciendo el hombre es acelerando el
Panel de discusión realizado en la Galería Servando, del ICAIC, el 29 de noviembre de 2007.
162
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
proceso, no dando tiempo a que ocurra el reemplazo natural de especies, porque
está propiciando la desaparición de hábitats y la fragmentación de ecosistemas.
Cuando desaparecieron los dinosaurios, no estaba el hombre y su mal manejo de
los recursos naturales; sin embargo, ocurrió en un tiempo geológico de millones
de años, que permitió que se desarrollaran otras formas de vida; los mamíferos
estaban evolucionando, estaban llegando a los diferentes nichos, o sea, había una
preparación de la naturaleza para el desarrollo de otras formas de vida que
reemplazaron a aquellas. Eso fue un reemplazo natural.
En la botánica ocurre lo mismo, si talamos un bosque, y nadie más lo toca,
puede surgir otra forma de paisaje, otro ecosistema que evoluciona hacia la sabana,
hacia la llanura herbácea.
Se habla de que la próxima guerra será por el agua, y eso ya lo estamos viendo
en muchos lugares; por tanto, no podemos ver estos segmentos aislados, porque
si hablamos de un enfoque ecosistémico, al perder el agua, la tierra o cualquier
otro elemento, los demás van a ser afectados.
Erik García Machado: La vida del hombre es muy corta, su existencia en la
tierra y su percepción actual sobre la naturaleza es relativamente reciente. En
períodos geológicos anteriores, ocurrieron fenómenos mucho más catastróficos
que los que nosotros estamos percibiendo ahora; por ejemplo, la desaparición de
los dinosaurios ocurrió durante el evento más reciente de extinción masiva —es
el que más conocemos, porque hay muchas películas y libros sobre ello—, pero
hubo otros eventos que fueron aún más trágicos para la vida en nuestro planeta,
como el paso del período Pérmico al Triásico, que implicó la desaparición de más
del 90% de las especies marinas existentes en aquel momento. En la actualidad,
se están estudiando los eventos que ocurrieron a lo largo de muchos millones de
años, y que condujeron periódicamente a tales variaciones en la diversidad
biológica; sin embargo, como se ha podido constatar, la vida es capaz de continuar
gracias a la variación que existe en la naturaleza, en las poblaciones, donde siempre
hay formas que se van a adaptar a las condiciones siguientes. La preocupación
por la diversidad biológica debe concentrarse en preservar la diversidad genética
en las poblaciones, para que el proceso de selección natural permita la continuación
de la vida.
La gran preocupación, ahora que tenemos conciencia de lo que pasa, es
mantener el entorno en el cual vivimos y explotar los recursos disponibles de
manera racional, sin afectar las formas de vida y el confort que tenemos en la
actualidad.
Alejandro Montesinos: Para responder la pregunta inicial se debe partir de que
lo renovable o lo no renovable se considera solamente desde una dimensión humana;
o sea, se trata del tiempo y el espacio humanos. La energía es una propiedad de la
materia; no es renovable ni no renovable; existe independientemente de nuestra
conciencia. La energía, el agua, el suelo, las especies son renovables —o al menos
pueden serlo— o no, solo para nuestra historia, para la historia de una especie; es
decir, el tiempo de nuestra especie.
Valdría la pena cuestionarse a qué llamamos lo sostenible. Yo lo veo en dos
principios muy vinculados: primero, lo que el hombre recolecta y utiliza, no debe
sobrepasar la capacidad de regeneración; y segundo, el ritmo de emisión de residuos
debe ser igual al ritmo de asimilación de los ecosistemas. La sabiduría de nuestra
especie debe involucrar todas las aspiraciones, presentes y futuras, para utilizar
los recursos disponibles, tanto los naturales como los humanos, de manera que
no sobrepasemos la capacidad de generación de nuestro hábitat y de nuestras
relaciones humanas.
163
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
Rafael Betancourt: Quisiera destacar dos indicadores: la huella ecológica y el
índice de planeta vivo. Efectivamente, es real la afectación de estos recursos. Lo
primero es que la huella ecológica, que mide el impacto de la humanidad sobre la
Tierra, se ha triplicado desde 1961, y eso excede la capacidad de regeneración del
planeta en 25%. La huella ecológica mide la demanda humana sobre la biosfera, en
términos del área de suelo y agua, imprescindibles para proveer los recursos que
empleamos para producir los elementos que consumimos y absorber los desechos
que producimos; eso incluye las tierras agrícolas, la foresta, las áreas de pesca, la
producción, o sea, donde se producen los alimentos, el agua, la fibra, la madera
—la que consumimos, pero también la necesaria para absorber el CO2 emitido por
la quema de los combustibles fósiles y los desechos del consumo—, y el espacio
para fabricar la infraestructura: puertos, carreteras, viales. Esta huella ecológica,
triplicada en cuarenta años, rebasa la capacidad del planeta de absorber o de
reproducir los recursos que necesitamos para vivir.
El índice del planeta vivo es la medida de la biodiversidad mundial y está basado
en la población de especies vertebradas. Este indicador muestra una rápida y continua
pérdida de biodiversidad. De 1970 a 2003, se estima que ha bajado en 30%, y
sugiere que estamos degradando los ecosistemas a un ritmo sin precedentes en la
historia; que estamos convirtiendo los recursos en desechos, mucho más rápido de
lo que la naturaleza es capaz de lograr el proceso inverso. El mensaje es claro y
urgente: llevamos veinte años excediendo la capacidad del planeta de mantener
nuestros estilos de consumo, nuestros estilos de vida, y tenemos que parar, para
lograr un equilibrio entre el consumo y la capacidad de la naturaleza de regenerarse
y de absorber los desechos.
Rafael Hernández: Mi pregunta se relaciona con la sobrevivencia dentro del
planeta. ¿La disminución de especies y recursos disponibles no puede ser resuelta
por la propia ciencia? ¿No podrá esta encontrar formas para multiplicar la
disponibilidad de recursos naturales, incrementar la cantidad de animales que se
producen en cultivo y de alimentos a través de la biogenética? ¿Conseguir, por
ejemplo, que China produzca diez veces más arroz utilizando plantas transgénicas;
desarrollar formas de energía y de su consumo como alternativas a las actuales?
Si tenemos que seguir comiéndonos los animales y las plantas, haciendo cosas de
madera o empleando el plástico proveniente del petróleo, que es un recurso no
renovable, ¿dónde conseguir los alimentos y la energía que necesitamos? Podemos
tratar de cambiar los patrones culturales de consumo, pero eso no va a garantizar
que se requiera menos energía y menos agua. Muchos de estos recursos no son
fácilmente renovables. ¿Debemos reservarlos; o no nos queda otro remedio que
explotarlos? ¿De qué fuentes alternativas podemos sacarlos, si no explotamos las
actuales? ¿De dónde obtendremos la madera, si no es de los árboles? ¿De dónde los
peces y los animales, si no es de donde están?
Alejandro Montesinos: El problema de la humanidad en estos momentos no es
solo energético, aunque hoy hablamos principalmente de crisis energética. Esa crisis
es provocada de manera ficticia, porque existen fuentes suficientes para satisfacer
nuestras necesidades. El problema radica en el espacio y las relaciones
socioeconómicas. El problema futuro va a ser de crisis alimentaria. Aunque siempre
ha habido una dicotomía entre crisis energética y crisis alimentaria, hoy atendemos
a la crisis energética, en tanto los que tienen acceso normalmente a los medios de
comunicación, sobre todo los primermundistas —que tienen asegurada la
alimentación—, se preocupan más por los temas energéticos. Lo que hoy llamamos
fuentes alternativas han sido las que siempre ha empleado el hombre hasta hace
doscientos o trescientos años. La energía solar, ya sea térmica o lumínica, el viento,
164
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
el agua y la biomasa —que también se derivan de ella—, fue el sustento de esta
humanidad. Como resultado de un salto histórico, y por un proceso que implicó un
nuevo sistema socioeconómico, se privilegiaron otras fuentes que estaban ahí, se
emplearon de manera intensiva, sin racionalidad; surgieron determinadas fuerzas
productivas, y por eso hemos llegado al semiholocausto actual. Sobra energía para
todas las necesidades reales concretas de hoy. Lo que sucede es que, en tanto bien
socioeconómico, es un instrumento de poder; quien tenga acceso a las fuentes
energéticas que se utilizan en la contemporaneidad, tiene asegurada una buena
parte de la capacidad para detentar el poder. Las fuentes renovables de energía
están dispersas de manera abundante en todo el globo terráqueo; por tanto, no se
puede tener un control sobre ellas, ni siquiera democrático, porque cualquiera puede
utilizarlas. De hecho, la primera fuente energética que utilizó el ser humano fue la
energía química de su cuerpo, en tanto somos biomasa; y esa energía vino del Sol,
porque en el proceso de evolución nos alimentamos de la energía de la biomasa y
empezamos a crear instrumentos.
En el caso de la crisis energética, estamos realmente asustados, y el que no lo
esté no tendrá la capacidad de buscar fórmulas para salir de la crisis civilizatoria
que afrontamos. Pero no hay que temer: disponemos de suficiente energía. El hombre
tiene todos los conocimientos necesarios para realizar todas sus actividades con
energía solar; pero la gran mayoría de las patentes mundiales sobre el uso de las
fuentes renovables de energía están en manos de los petroleros con el objetivo de
cobrarlas, y después no vamos a poder utilizarlas, porque con todos los orificios
que le estamos haciendo a la Tierra, sacando metales, va a ser un poco difícil que el
suelo sea renovable.
Las herramientas, las tecnologías, los procesos no son agresivos ni perversos; lo
perverso es el uso que de ellos hace el hombre. Hay que centrar la atención en los
recursos suelo y agua, y no solo desde una perspectiva ecológica edulcorada,
fundamentalista, sino porque lo que se nos avecina es una crisis alimentaria que
realmente va a dar al traste con todo el deseo de convivencia con todos y para el
bien de todos.
Daysi Vilamajó: En principio, me gustaría referirme a que no hay ecologismo
fundamentalista. Debiéramos discernir entre el ecologismo, en su sentido político,
y la ecología como ciencia. La ecología no es aquella de los que, a ultranza, han hecho
campañas para impedir que maten al oso panda. Eso puede ser una forma de tratar
de conservar la naturaleza, pero la ecología ha transitado por un desarrollo como
ciencia que excluye la creencia —desde los años 70— de que tener, por ejemplo,
áreas protegidas de máxima restricción era la solución mágica para el problema de
la pérdida de la diversidad biológica, o de paisajes en general. Desde el año 92,
en la Cumbre de Río, eso es historia. Se sabe que el hombre tiene que comer y
seguir desarrollándose. ¿Cómo lo logramos, cómo mantenemos el confort y nuestra
calidad de vida? Conservar conlleva proteger y usar. Cuando nos referimos a este
término, hay que tener en cuenta que las soluciones son múltiples, porque múltiples
son las causas y los problemas. ¿Debemos seguir explotando o reservando? Debemos
hacer las dos cosas, pero tiene que haber un equilibrio, y una mayor eficiencia. Por
ejemplo, muchos de los terrenos designados para la agricultura —en nuestro país y
en otros—, están subutilizados. Hay un gran arsenal de metodologías: está el
Ordenamiento ecológico territorial, el Ordenamiento forestal; pero en la práctica
esto no funciona así y se hace un uso no racional, o se abandonan tierras. Se transita
por las decisiones políticas, los problemas sociales, las migraciones en general, sobre
todo en nuestra América, donde es muy frecuente la emigración de los campos a las
ciudades, porque las comunidades humanas empiezan a buscar el modo de vida
165
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
que promueven los medios masivos de comunicación; se abandona la vida de campo,
la vida del pescador. Entonces, los problemas son multicausales; no solo es la
depredación y la producción, sino cómo y para qué producimos.
Otro aspecto sobre el que me gustaría ampliar, porque quizás quedó dicho
tangencialmente, es lo referido a la diversidad genética. Yo no soy de la idea de que
la biotecnología sea la solución a los problemas. En un momento dado, en un caso
específico, pudiera serlo; pero es muy cuestionable, porque no permite la variabilidad
genética, el reproducir una especie con su misma riqueza genética. La lucha contra
los transgénicos no es una batalla a ultranza, ni de esos ecologistas que quieren que
haya las diecisiete mil variedades de maíz por los colores; es que esas variedades
que, por ejemplo, tenía la República mexicana, daba la posibilidad de que, si entraba
una plaga, no se morían todas las milpas, no se acababa la producción de maíz en
México; sin embargo, en este momento tienen un problema grave por la entrada del
maíz transgénico. Es verdad que ha sido preparado para que sea más fuerte, para
que produzca más, para que el grano sea más grande, más dulce; pero la diversidad
biológica es grandiosa, y entonces surge una nueva enfermedad que estaba latente,
pero como había tantas razas y variedades de maíz, atacaba a lo mejor a una milpa
de un campesino, y no se echaba a ver; pero si ataca a ese transgénico, se acaba la
producción de maíz desde Canadá hasta Centroamérica, porque no estamos
preparados para eso.
Como decía el doctor Richard Levins, de la Universidad de Harvard, que trabaja
desde 1978 con nosotros, no hay nuevas ni viejas enfermedades; el SIDA estaba
latente, solo hizo falta que alguien rompiera su equilibrio con la naturaleza para
que se convirtiera en una pandemia que todavía no somos capaces de eliminar.
Entonces, cuando hablamos de conservación de la diversidad biológica, estamos
hablando también de salvaguardar las posibilidades de desarrollo de la vida del
hombre sobre la tierra, y en la posibilidad de que los bienes y servicios sean variados,
porque tampoco a ninguno de nosotros nos gusta comer una sola cosa, de un solo
sabor. Cuando hablamos de calidad de vida, también estamos hablando de todo eso.
Y en cuanto a si vamos a hacer las cosas sintéticas o de madera, se pueden hacer
de madera, porque hay bosques productivos con maderas de crecimiento rápido,
que se siembran y se preparan para poder ser talados; o sea, hay soluciones; el
problema es no creer que con una sola, se tenga todo.
Erik García Machado: La cuestión ambiental es muy compleja porque interviene
en ella el deseo que tenemos de mantener sus beneficios; pero, a la vez, usarlos.
Entonces surgen los problemas económicos y políticos. A veces, discutiendo planes
de conservación o restricción de utilización de determinados recursos, no estamos
necesariamente de acuerdo con ellos, aunque sabemos que hay que conservarlos.
Voy a citar un caso específico: las tortugas marinas. En estos momentos existe una
moratoria, establecida por el Ministerio de la Industria Pesquera (MIP), para su
explotación en nuestro país, debido a resultados de diversas investigaciones, pero
también producto de una fuerte presión internacional. Sin embargo, si nos detenemos
a pensar en los hechos históricos, veremos que todas esas especies, al igual que
muchas otras, fueron utilizadas también por otros países de forma indiscriminada,
y ahora algunos de ellos, con mejores opciones económicas, obligan a restringir el
uso de ese recurso que para nosotros es importante. Sin embargo, hay que señalar
que la explotación debe realizarse sobre bases de sustentabilidad y conservación.
La biotecnología no es solo lo que usualmente entendemos; existe hace mucho
tiempo. El hombre produce organismos por diferentes métodos, como, por ejemplo,
los peces en estanques artificiales. ¿Cuál es el gran problema? La introducción de
métodos artificiales a gran escala también generó otras situaciones. Por ejemplo,
166
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
cuando se requiere una gran masa de proteínas, hay que utilizar otros recursos para
alimentar esos organismos, además de verter al medio otra serie de subproductos y
desechos que lo degradan. La explotación de peces, utilizada como fuente de
proteínas para otras producciones animales, ha ido disminuyendo en gran medida,
porque en la naturaleza se han ido agotando los stocks naturales. Este es el caso, por
ejemplo, de la producción de camarones, que a nivel mundial ha crecido
extraordinariamente. Eso ha traído consigo una degradación del ambiente donde se
establecen estas estaciones, por muchas razones, desde la destrucción de toda la
región —que incluye la tala de mangles—, hasta la utilización de antibióticos que
se vierten al medio para evitar enfermedades.
El caso de la biotecnología lo considero una opción interesante por la cuestión
demográfica. Por ejemplo, hace cincuenta años, en Cuba había, aproximadamente,
la mitad de las personas que somos en este momento; por lo tanto, ahora hay que
hacer un uso mayor de los recursos naturales que tenemos.
En cierta medida, violamos una serie de elementos naturales. En la naturaleza
hay una autorregulación muy importante: si una especie pierde la regulación desde
el punto de vista demográfico y sus poblaciones crecen extraordinariamente, llega
un momento en que se queda sin alimentos y automáticamente las poblaciones
colapsan, es decir, regresan a niveles anteriores. Nosotros estamos tratando de violar
eso; somos muchos más de mil millones en la Tierra, y el número va en aumento.
Esto genera una crisis alimentaria, pero aun así, en cierto sentido, no nos
preocupamos del crecimiento demográfico. Por otro lado está el problema de que
vamos a envejecer y a entrar en un ciclo cerrado. En Cuba, por ejemplo, queremos
llegar a los 120 años, tener más hijos y la población entonces no será de once
millones, sino de veinte, con muchas personas mayores, y entonces la cantidad de
jóvenes tiene que crecer para poder mantener los veinte millones de personas que
habrá en ese momento, y así sucesivamente. Hay muchos elementos para considerar.
Rafael Betancourt: Quiero referirme al concepto de ciencia y ecología. Es
interesante cómo en la última década han aparecido nuevas disciplinas que, a partir
de la ecología, se dividen en dos grandes grupos: la relacionada con otras disciplinas,
como la biología; y la concerniente a las ciencias sociales, como la ecología social,
la ambiental, la urbana, la industrial. Por lo tanto, las dinámicas de los ecosistemas
hoy difícilmente se pueden estudiar desvinculadas de las sociales y eso le da otro
carácter al concepto.
Sobre la pregunta de si debemos explotar los recursos o reservarlos, y de qué
fuentes alternativas podemos sacarlos, concuerdo con mis colegas en que hay
que reservar algunos recursos y explotar otros; pero la decisión no es fácil porque
no es solamente técnica y política, como muchas veces ha sido en nuestro país,
sino que tiene que tomar en cuenta la consideración de la opinión pública, de la
comunidad. Por ejemplo, tenemos algunos casos positivos de preservación de
recursos valiosos, como el de las Cuchillas del Toa, donde se iba a construir una
gran hidroeléctrica con capital coreano, en los años 80, y tuvimos la suerte de que
interviniera el capitán Antonio Núñez Jiménez y alertara a Fidel y a Raúl de la
barbaridad que se iba a cometer. Actualmente, es uno de los lugares de protección
de la biosfera más importante del Caribe.
Otra decisión fue explotar el archipiélago de los Jardines del Rey, y gracias a eso
tenemos turismo en la costa norte de la región central del país. En su momento fue
cuestionable, pero hay situaciones que obligan a explotar los recursos. Todas esas
decisiones tienen sus costos y sus beneficios, pero hay que ser valientes y participar
en la toma de decisiones, porque creo que debe ser de una forma mucho más
participativa, abierta, transparente, de lo que ha sido hasta ahora en nuestro medio.
167
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
Antes de considerar nuevas fuentes alternativas, hay que pensar en el ahorro, el
re-uso, el reciclaje, la recuperación de las áreas degradadas. Tenemos que ahorrar,
sobre todo los recursos agua, energía y tierra; tenemos que reciclar. Por ejemplo, la
Empresa de Recuperación de Materias Primas procesó 380 toneladas métricas de
materiales en 2006, e ingresó 250 millones de pesos al país, pero no se procesaron
muchos productos no metálicos porque no tienen valor exportable, carecemos de
mecanismos comerciales para su aprovechamiento. Comunales recoge una gran
cantidad de cartón y papel, pero no se la puede vender a las papeleras, que están
pidiendo desesperadamente papel reciclado para pulpa, porque su objeto social
los obliga a venderle los recursos a Materias Primas. Pero esta tiene sus camiones
recogiendo los refrigeradores, lo que le va a producir una enorme cantidad de recursos
cuando los reciclen como metal. Mientras tanto, el cartón está en los rellenos
sanitarios y las papeleras no tienen pulpa. Estos son mecanismos no ecológicos
—lo serían si les diéramos un carácter social— que están impidiendo que
estas cosas fluyan.
Como decía García Machado, existen tecnologías que pueden reducir
significativamente la emisión de CO2 y el calentamiento global. El desafío es pasar
de una economía mundial de la energía basada en el carbono, a otra apoyada en la
energía renovable y en el hidrógeno. Algunas tendencias son positivas; por ejemplo,
la tasa de crecimiento anual entre 1990 y 1998 de la energía eólica, es de 22%; de la
fotovoltaica, de 16%; del petróleo, solo 2%; y el carbón tuvo un retroceso; aunque
China —responsable de 60% del aumento de la quema de carbón mundial en los
últimos diez años— ha aumentado muchísimo su consumo para producir energía
eléctrica. Sin embargo, en el último Congreso del Partido Comunista, los chinos se
pronunciaron por el desarrollo sostenible, así que tenemos la esperanza de que
hagan algunos esfuerzos en ese sentido.
Algunas nuevas prácticas industriales tienen perspectivas en nuestro país. Una
de ellas es la producción más limpia, una forma de atajar el problema de la
contaminación industrial al principio del tubo y no al final; o sea, un enfoque que
plantea, en primer lugar, el ahorro de la materia prima, sobre todo el agua y la
energía, en el proceso de producción; pero también es la reconversión o utilización
de los subproductos industriales convirtiéndolos en otros productos útiles. También
ahí hay ciertas limitaciones; por ejemplo, la Empresa Láctea produce para la
alimentación humana, pero de los subproductos se puede generar alimentación
animal. En Bayamo, la industria láctea genera una serie de subproductos de la
producción de quesos que son ideales para alimentar a los cerdos. Pero como su
objeto social es producir alimento para humanos, no la dejan vender alimento animal;
entonces todos los granmenses compran el yogur como si fuera para ellos y se lo
dan a sus cerdos.
Otra cosa es cómo impulsamos un sistema de movilidad que no contamine,
basado en los peatones, en el transporte no motorizado, y en el transporte público
motorizado, porque no hay nada más ineficiente y más desigual que el automóvil
privado y toda la infraestructura que se crea alrededor de él. Yo me pregunto qué
ha pasado con la voluntad ciclística que teníamos en los 90; desgraciadamente,
para nosotros la bicicleta está asociada a un remedio del Período especial, y no
a una solución de otra índole.
Y por último, quiero mencionar que Cuba pudiera seguir el ejemplo de Costa
Rica, que en mayo de 2007 declaró estar haciendo planes para reducir a cero sus
emisiones de gases de efecto invernadero para el 2030; y se propone hacerlo en
transporte, agricultura e industria, así como en las plantas eléctricas que usan petróleo.
Ellos tienen una ventaja: solo 4% de su energía se produce a partir de este; 79%
proviene de las hidroeléctricas, y 18% de la eólica y geotérmica. El gobierno, además,
168
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
está subsidiando, a través de un impuesto, el combustible a los agricultores que
desarrollan fincas forestales y capturan el carbón mientras protegen las cuencas
hidrográficas y la biodiversidad. Nosotros, como país, pudiéramos planteárnoslo.
Costa Rica, si cumple su plan, va a ser el primer país carbono-neutral. Nueva Zelanda
también se lo está proponiendo, para lo que está introduciendo, por ejemplo, los
vehículos eléctricos.
Rafael Hernández: ¿El público tiene preguntas o comentarios?
Armando Chaguaceda: Betancourt se refería a soluciones que imbricaran lo
técnico y lo político. Quizás se pueda reducir el gasto de energía y el consumo de
materia prima por unidad de producto, y eso se relacionaría, incluso, con la tendencia
del ecocapitalismo y el comercio de producciones limpias. Pero, ¿de qué manera se
puede reducir la velocidad de rotación del capital y la cuota de ganancia? Si
se logran producciones más limpias, se puede vender más, incluso hacer un negocio
éticamente agradable, pero se pueden consumir cosas limpias, en la medida en que
se pueda reducir el consumo por producto. Pero a la vez tiene que vender más para
tener más ganancias; ahí se me traba el paraguas. Al final es un tema político. Alguien
ponía el ejemplo de Costa Rica; es cierto que existe una tradición de energía limpia
y políticas públicas, pero al mismo tiempo hay una expansión del consumo privado, y
el problema de San José es la cantidad de autos que tiene, están pidiendo incluso un
programa de reubicación de su población. Todo el mundo vive en la periferia y hay
una fiebre de comprar autos nuevos. O sea, hay políticas públicas, a nivel macro,
pero se produce una expansión de la mercantilización de la vida en muchos aspectos,
y la gente quiere comprar más y más. ¿Cómo y en qué medida se puede avanzar
desde las políticas públicas, si por otro lado se favorece el consumo privado
desmedido? ¿En qué medida el ecocapitalismo o las fórmulas de mercantilizar lo
ecológico impulsan la tendencia a incrementar la cuota de ganancia y la velocidad
de rotación del capital?
José Carlos Urra: Yo tengo varias preguntas sobre algo que dijo la compañera
Vilamajó. Ella apuntaba que no se podían ver las causas de los problemas y los
efectos del impacto medioambiental de una sola manera; pero yo considero que
hay un grupo de causas fundamentales, vinculadas con las relaciones entre el hombre
y la naturaleza, y muy directamente con la producción. El tema de la producción lo
estamos viendo desde una dimensión humana, social y política. No se puede desligar
el asunto del tema político; la producción tiene que ver con la manera en que se
produce.
Anteriormente se planteó que la ciencia y la tecnología deben ser neutrales. Yo
no estoy de acuerdo. El curso que han tomado se relaciona mucho con los intereses
de clase. La ciencia se ha desarrollado más en la industria armamentista que en la
ecología. La humanidad ha sufrido el impacto severo de la primera por su producción
masiva. Otra cosa es el combate meramente científico. Me preocupaba este tema,
pero habría que preguntarse, ¿desde qué punto de vista se está abordando la ciencia?
Porque para mí también hay que incluir las ciencias políticas y las sociales, como
modelo de desarrollo concebido para una humanidad sostenible.
Jesús Pajón: Básicamente los temas que se han traído a colación se las traen, y de
hecho hoy en día la comunidad científica internacional, y nacional, hace múltiples
congresos sobre estas cuestiones, de manera tal que las preguntas están vigentes y
no tienen respuestas categóricas. En los últimos tiempos se ha sobredimensionado
un poco la acción antrópica del hombre en el efecto del cambio climático, pero hay
que colocarlo en su justa medida: cuándo se debe a las tendencias naturales del
planeta y cuándo a la acción del hombre; en última instancia hay que superponer el
169
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
efecto inducido por el hombre a las tendencias naturales. Durante el período
cuaternario, y particularmente dentro del pleistoceno, en los últimos 750 000 años,
ha habido cuatro períodos glaciales y otros tantos interglaciales; en estos momentos
estamos en un período interglacial; el anterior a este ocurrió hace 125 000 años y
tuvo características muy parecidas a las actuales. De hecho, en Cuba, en la costa
sur de Guanahacabibes, hay distintos niveles de terrazas. Una de ellas, la «+7», es
un indicador del nivel del mar hace 125 000 años. Eso se debió fundamentalmente
a un aumento de la pluviosidad, a un derretimiento de los glaciares. Existen diferentes
causas: factores astronómicos, el cambio en la órbita de la Tierra, problemas de
vulcanismo, eventos catastróficos, etc. Actualmente, estamos en un interglacial
parecido a aquel, de manera que el efecto inducido por el hombre hay que ubicarlo
en los últimos quinientos años, más o menos. Entonces, dentro del cambio climático
hay tendencias naturales que juegan con lo que muy correctamente se planteó aquí:
el factor de escala, o sea, del tiempo de vida que se analice. Hay eventos que duran
mil años, diez mil años, incluso cambios climáticos que se conocen como «abruptos»;
uno de ellos ocurrió en la transición del pleistoceno tardío al oloceno. Durante este
proceso ocurrió un cambio climático abrupto que duró unos quinientos años: la
temperatura cayó bruscamente, entre dos y cuatro grados, dentro de una tendencia
sostenida al aumento.
En estos momentos, hay un proyecto internacional conocido por «Polo-EcuadorPolo», de la Comisión Internacional de Geosfera y Biosfera. Tiene cinco transectos
en el mundo estudiando estos problemas muy relacionados con las dimensiones
humanas. Uno va sobre Europa, otro sobre Asia, sobre el Ártico, el Antártico, y el
último pasa sobre América, y precisamente sobre Cuba, que es una zona de
interconexión hemisférica donde hay registros naturales que abarcan corales,
sedimentos cuaternarios, suelos, formaciones de cuevas, estalagmitas, etc., que
pueden ser estudiados por distintos métodos. El proyecto está estudiando
precisamente esta variabilidad climática debido a las tendencias naturales, para
después superponerlo a la acción del hombre.
Rafael Hernández: ¿Eso quiere decir que si hay muchos huracanes ahora, no se
debe al calentamiento global, sino a que los huracanes suben y bajan cíclicamente?
Jesús Pajón: En mi criterio, la mayor o menor cantidad de huracanes no está asociada
objetivamente al calentamiento global. Hay una nueva tendencia a estudiar, dentro
de la paleoclimatología, los paleohuracanes, o sea, a través del estudio de las bandas de
crecimiento de las estalagmitas y del contenido de los isótopos de oxígeno,
relacionado con las paleotemperaturas y las paleoprecipitaciones. Uno puede coger
una estalagmita de una cueva que tenga determinadas características y conocer,
con cierto margen de error, la temperatura y la cantidad de lluvia que cayó en ese
instante.
Osvaldo Franco: Yo quisiera que el compañero Montesinos ampliara un poquito
más el planteamiento de que el problema no es energético, ¿si no hay crisis energética,
por qué el petróleo está alcanzando los cien dólares por tonelada?, ¿cómo entender
la paradoja de convertir algunos alimentos en biocombustibles?
Felo Rojas: Me gustaría que Betancourt me responda la siguiente pregunta: ¿usted
esboza o sugiere soluciones a todos esos encontronazos del papel reciclable, del
queso? ¿Hay soluciones que puedan ser digeribles por las organizaciones políticas
o administrativas del país?
Seriosha Amaro: Recientemente se han pensado algunas soluciones o medidas
para prever el impacto ambiental sobre el uso de determinadas zonas del país para
170
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
la explotación petrolera o turística. Por ejemplo, hay una serie de lugares de
importancia potencial para la extracción petrolera, sobre todo los cayos del área
Sabana-Camagüey, y en especial el cayo Paredón Grande. Este tiene un gran valor
desde el punto de vista biológico, porque en él se localizan determinadas poblaciones,
relictos de especies, de fauna cubana, o de subespecies endémicas. Ahí tenemos un
ave en particular, el víreo de Bahamas, endémica de Cuba, y si se pierde el acervo
genético en ese cayo, la especie se extingue para siempre, y desconocemos el estatus
que tenga en Bahamas, único lugar donde vive, fuera de Cuba.
Rafael Hernández: Ahora le paso la palabra al panel.
Alejandro Montesinos: Respondiendo a la pregunta sobre el agotamiento de ciertos
recursos, quisiera por lo menos dejar mi criterio: el petróleo no se va a acabar;
desaparecerá la especie humana si continúa con el uso intensivo e irracional que
tenemos en estos momentos. Esto sucederá, independientemente de todos los ciclos
solares o los de la Vía Láctea, si prevalece la depredación producida por el hombre,
en un mundo donde, nos guste o no, impera la propiedad privada sobre los medios
de producción y la propaganda primermundista nos incita a consumir obsesivamente.
El hombre es un ser político, pero también cultural, y debemos dirigirnos hacia una
cultura solar, cuyos vectores pueden ser: 1. El progresivo e inevitable cambio de la
estructura energética mundial, desde los hidrocarburos y combustibles fósiles y
nucleares hacia la energía solar, directa e indirecta. 2. El acceso a la educación con
iguales oportunidades para todos, desde la herencia humanista y hacia el
enriquecimiento espiritual e intelectual del hombre. 3. La seguridad alimentaria de
todas las personas, con énfasis en la agricultura ecológica y los alimentos naturales.
4. La asunción de un sistema de salud preventivo que incorpore la sabiduría
ancestral. 5. El aseguramiento de una vida plena y armónica con los procesos de la
naturaleza, como soporte ideológico para preservar nuestro hábitat y las
imprescindibles socio y biodiversidad. 6. El fortalecimiento de las relaciones
interpersonales y entre los pueblos, sobre la base de la ética y el amor, en paz y con
la brújula de la solidaridad.
Básicamente, hoy las guerras se producen por el poder sobre algunos tipos de
combustibles, e incluso uno en particular, el nuclear, tampoco es renovable. Se
atacó a Iraq porque tiene petróleo, se hostiga a Venezuela porque tiene petróleo,
a Irán se le prohíbe construir sus centrales de generación eléctrica a partir de la
energía nuclear, porque de ahí se pueden producir armamentos nucleares; pero,
sobre todo, porque el petróleo y el combustible nuclear permiten la concentración
de la generación de energía, fundamentalmente la eléctrica, y esa concentración
facilita a unos pocos dominar a todos.
¿Qué sucede con la energía solar? Que es descentralizada y no se puede bloquear.
Sin embargo, las tecnologías para su aprovechamiento están en manos de los dueños
del petróleo, y el acceso a ellas es muy difícil. El costo de producción de los paneles
solares ha disminuido en los últimos quince años decenas de veces, mientras los
precios casi no disminuyen. Esto indica un problema de manipulación política y
económica. En este momento vivimos en un mundo neoliberal fascistizante, que
tiene el dominio de los combustibles fósiles y nucleares, y sus ideólogos están
preocupados no porque se vayan a agotar, sino por conservar esa herramienta de
poder. El mundo está ante una catástrofe por problemas energéticos, pero existen
alternativas para solucionarlos sin recurrir al petróleo ni a los combustibles nucleares;
y tiene la capacidad de generar tecnologías, equipos y procesos para satisfacer sus
necesidades energéticas. Sin embargo, el agua existe en una cantidad finita, y la
seguimos contaminando más; el suelo es uno solo y lo seguimos contaminando;
¿con qué?, con petróleo, con los desechos de las centrales termonucleares. No es
171
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
que no haya crisis energética; es que de esa crisis se puede salir con voluntad política
y con una cultura que tenemos que crear entre todos. Yo le llamo, metafóricamente,
cultura solar. El problema energético es solucionable, en cambio el tema de la
alimentación resulta un poco más complicado, porque la base energética actual
atenta y contamina el agua y el suelo.
La conversión de alimentos en combustibles es otra manipulación. Lo que se
avecina es una crisis alimentaria. ¿Para qué sirven los biocombustibles? No nos
engañemos: lo que asegura es que los honestos ciudadanos que manejan los
abundantes autos del norte se sientan más tranquilos con su conciencia, porque
están utilizando un combustible más limpio; sin importar la demanda de los famélicos
estómagos del sur. Entonces resulta una gran farsa, como el caso de Costa Rica,
que tiene 79% de satisfacción de su demanda eléctrica porque hizo lo que el Estado
cubano impidió cuando desestimó la idea de convertir el afluente del Toa en fuente
hidroenergética para producir energía eléctrica a gran escala. La energía hidráulica
es renovable, pero si utilizarla elimina la posibilidad de preservar la biodiversidad,
el camino no se dirige hacia el desarrollo sostenible. Si para producir biodiesel
se utiliza, por ejemplo, el piñón de botija, se le están dando nutrientes al suelo y se
promueve la biodiversidad; pero si se utiliza maíz —componente primario de la
cultura ancestral de los latinoamericanos—, trigo o soya, estamos tomando productos
primarios de la alimentación mundial para mover autos. La ciencia no es parcial.
Con ella tenemos posibilidades de empezar a desarrollar la automoción a partir del
hidrógeno, pero no se hace porque los bolsillos no se llenan con hidrógeno. Si
aprendemos a producirlo de manera sostenible, no nos pueden vender nada en una
gasolinera. Le aplicamos energía solar al agua y obtenemos hidrógeno para luego
combustionarlo, y al final obtenemos energía y agua otra vez. Se trata de un ciclo
sin contaminar nada.
Daysi Vilamajó: Volviendo a uno de los temas anteriores, es verdad que hay ciencias
que desprecian a otras, y como la ecología ha sido una de las más despreciadas, me
gustaría referirme al asunto. La ecología puede ser considerada también una ciencia
social devenida a partir de la biología, en la medida en que los biólogos necesitaron
explicarse los procesos desde la parte social de las poblaciones biológicas, y surge
la fitosociología, la etología. Estas son ciencias sociales que explican la forma de
relacionarse de otras especies. La parte que estudia las comunidades humanas, recibió
el nombre de sociología. A pesar de las diversas tendencias, como la social, urbana,
etc., la ecología es una sola, y es la ciencia que trata de explicar todas esas relaciones.
Los ecosistemas son sistemas complejos, que pueden ser un bosque o una ciudad.
En un ecosistema urbano está presente el ser humano y toda la parafernalia que ha
creado en su desarrollo, pero vuelve a haber relaciones ecológicas. Por eso me
cuestiono por qué a las producciones más limpias les dicen producciones ecológicas.
La ecología estudia la forma en que se relacionan las especies y también el hombre
como especie. Lo que este hace frente a la naturaleza se puede estudiar desde el
punto de vista ecológico, por eso en una evaluación de impacto ambiental hay
impactos negativos y positivos. Y volvemos a la diversidad biológica, cuyo concepto
más amplio dice que es la variabilidad genética entre especies, ecosistemas, paisajes
y diversidad cultural. «Toda obra es perfectible» fue uno de los principios básicos
del Convenio de Río. En ese momento definió muy bien que al conservar la
diversidad biológica, se debería preservar y defender también la diversidad cultural,
las poblaciones indígenas y rurales y sus conocimientos tradicionales. Por otra parte,
están las decisiones humanas. Hay decisiones sociales y políticas que dan al traste
con esa diversidad. Antes de que se comenzara la línea básica de la cayería SabanaCamagüey, se hicieron recomendaciones para que el desarrollo turístico se realizara
172
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
de una forma más amigable. Recuerdo que se propuso que el pedraplén no pasara
por Cayo Las Brujas —al norte de Santa Clara— porque había una formación vegetal
que abrigaba especies endémicas únicas, vegetales y animales. Tiempo despúes, en
el noticiero se anunciaba cómo avanzaba el pedraplén de Villa Clara, y se enfocaba
desde una óptica muy positiva el hecho de que la brigada que ahí trabajaba estaba
sacando el material para construir el pedraplén del propio Cayo Las Brujas. No me
infarté de milagro y cuando fui a protestar, el decisor sacó lo que se había publicado
y discutido en talleres y me dijo: «Aquí dice que no pase el pedraplén, no dice nada
de que no se coja para cantera». Por eso siempre hablo de la multicausalidad; la
capacidad del que va a dirigir una obra de ese tipo es cuestión muy importante. Las
ciencias sociales, en ese sentido, son decisivas, y por eso hay un boom de la educación
ambiental, dirigida no solo a los niños y a las comunidades rurales, sino hacia los
tomadores de decisiones.
Erik García Machado: Sí, eso es muy importante. Hace poco, en el periódico se
publicó un hecho con respecto a las arenas del Toa, y se decía que se podía explotar
determinada cantidad de ellas, para lo que había una regulación de determinado
tiempo, que después tuvo concesiones. ¿Se tomaron las medidas necesarias para
que eso no pasara? A veces hay decisiones que se convierten en catástrofes.
A nosotros, los investigadores de determinadas áreas de las ciencias, nos resulta
difícil obtener recursos para trabajar que, en última instancia, se utilizan para tratar
de resolver múltiples problemas existentes, para tratar de educar a las personas en
esas cuestiones, a las cuales no se les da, muchas veces, soluciones que son sencillas
y que, en gran medida, tienen que ver con la educación, no solamente de los niños,
como decía Daysi; hay que educar a todo el mundo, sensibilizar a todo el mundo.
Los tomadores de decisiones son personas muy importantes dentro de este proceso
y es necesario que estén conscientes de las consecuencias de sus disposiciones,
porque las personas y las generaciones que están atrás son las que las sufren.
Actualmente, el agua es uno de los tópicos más frecuentes en la televisión: «vamos
a quedarnos sin agua», «la crisis siguiente será por su causa», pero ¿nosotros tomamos
alguna decisión a nivel social, de país, para que no haya problemas con ella?,
¿tenemos esa conciencia clara? A veces nos percatamos de que hay lugares donde
existen fuentes continuas de agua desperdiciándose, cuya canalización no regresa
al río, sino que va directamente al mar, por lo tanto, hay que esperar al ciclo natural
para que esa agua vuelva nuevamente a los lugares de donde la sacamos. A veces,
visitamos lugares cuyas fuentes de agua están agotadas porque se ha bombeado
indiscriminadamente.
Hablamos de la crisis de la alimentación. En Cuba tenemos un problema, eso
está claro, pero ¿utilizamos racionalmente los recursos? Esa es otra discusión
necesaria. Yo pienso que, por ejemplo, la mecanización, la utilización de recursos
de alta productividad es muy importante, y ahí se incluye la biotecnología a un
nivel razonable; porque, como se habló hace un rato, el problema de la biotecnología
es quién la tiene. Las grandes empresas biotecnológicas generan un producto y
tratan de imponerlo en el mercado, y se acabó todo lo demás. Eso es política, y son
los mecanismos económicos que existen actualmente. La biotecnología no es ese
gran brujo maligno al que hay que tenerle miedo; es a las concepciones erradas con
respecto a ella.
El otro día estuve en el Congreso de la Sociedad de Zoología, y en una de las
sesiones, relacionada con los problemas del mar, se referían al estado de los corales
en Cuba. Estos presentan un problema conocido como blanqueamiento, que consiste en
la pérdida de los organismos microscópicos que en simbiosis con ellos les aportan
alimentos y les dan color. Eso está bastante asociado a problemas de temperatura.
173
R. Betancourt, E. García Machado, A. Montesinos, D. Vilamajó, R. Hernández
Pudiera ser que las barreras coralinas cubanas estuvieran en peligro; pero los trabajos
plantearon que no estaban en estado de deterioro, lo cual no quiere decir que no se
trabaje en ellos. Usualmente no tener problemas implica no estar priorizado.
Para terminar, me voy a referir al problema de la especie. La evolución es un
proceso continuo, cuyo resultado, en la mayoría de los casos, no se hace visible en
un lapso de diez o cincuenta años. Los cambios no los vemos y a veces somos un
poco sentimentales y queremos conservarlo todo. Dentro de toda la diversidad
biológica, vamos a conservar aquella que nos permita mantener el futuro de las
especies. Por eso es importante conservar una especie local, pero a veces hay que
determinar si tiene o no un futuro, qué se va a hacer en esa región. Hay elementos
multifactoriales que hay que tener en cuenta para decidir si conservamos una especie;
cuántas otras cosas y servicios de ese ecosistema pudiéramos perder.
A veces el empleo turístico de un área brinda más dinero que la explotación
comercial de sus recursos. En última instancia, se prefiere hacer un turismo que
permita observar, hacer a las personas conocer los elementos naturales que están
disfrutando, y decirles: «esta es una especie que solamente está acá», o «esta especie
tiene un ciclo de vida con tales características». Eso es importante, y es una cultura
que mundialmente se va difundiendo, y que tiene muchos beneficios, porque no
cuesta nada más que mantener las instalaciones turísticas que estén bien concebidas
para ese fin.
Rafael Betancourt: Alguien me preguntó acerca de la decisión de explotar algunos
cayos de la costa norte en función del petróleo. No tengo ningún conocimiento al
respecto. No soy de los científicos ni de los decisores. Creo que sería mucho más
útil —en el marco de esta apertura de la cultura de debate— que estas cosas se
conozcan, se hablen, se discutan, se presenten en la televisión. Que no sea solamente
en un taller científico y que un día los decisores dijeran una cosa por televisión y
nos infartemos, porque no teníamos ninguna idea del impacto, de los costosbeneficios de determinada decisión. Creo que ya es hora de que este tipo de discusión
salga de los círculos cerrados y se convierta en objeto de un debate más amplio.
Podemos, como aquella frase célebre de la Cumbre de Río, «pensar globalmente,
pero actuar localmente». Lo primero es promover el desarrollo local; necesitamos
descentralizar la toma de decisiones, la actuación, la gestión económica, ambiental,
para aprovechar los recursos y los conocimientos que están en la base. Este país
tiene una excelente estrategia ambiental nacional; pero se queda en los papeles si
no se territorializa, si no se convierte en la estrategia ambiental provincial, municipal.
Tiene que ser una estrategia en la cual todos estemos involucrados como ciudadanos.
Debemos conocer los principales problemas, los planes de acción, y llevarlos a la
práctica. Un ejemplo es el proyecto Agenda 21 Local, que se desarrolla en cuatro
ciudades de Cuba: Bayamo, Holguín, Santa Clara y Cienfuegos. Tiene como fin
fortalecer la capacidad de liderazgo de las autoridades locales para integrar la solución
de los problemas urbano-ambientales con el desarrollo local y el planeamiento
espacial de la ciudad y hacerlo a través del consenso de todos los actores locales.
En la consulta urbana efectuada en Bayamo referente a la estrategia del proyecto,
uno de los temas identificados como críticos —coincidente en casi todas las ciudades
de nuestro país—, fue la movilidad urbana. A esta reunión se invitó a la Asociación
de Cocheros, entidad representante de los trabajadores por cuenta propia. Allí se
confrontaron la policía, transporte, vialidad, ingeniería de tránsito, con los cocheros,
para buscar soluciones que les permitan mejorar un servicio de transporte urbano
que la población utiliza muchísimo.
Otro tema importante es la contabilidad y la transparencia de los recursos
empleados y los desechos, la medición de los impactos ambientales es una
174
Energía, tierra, agua y otras especies en peligro
información que permite la toma de decisiones, y las entidades económicas deben
asumir no solamente el costo de los recursos que toman de la naturaleza, el agua y
la energía, sino también lo que se deposita en ella. Por ejemplo, como ciudadanos,
deberíamos pagar por la recogida de residuales sólidos, por el alcantarillado; como
no lo hacemos, no le damos valor. Estos son costos que le imponemos a la naturaleza
y deberíamos asumirlos como ciudadanos, y también las empresas que contaminan
el medio ambiente, las que vierten residuales a los ríos y a las bahías.
Por otra parte, la infraestructura que estamos construyendo ahora es la que va
a perdurar durante cincuenta o cien años: las carreteras, las ciudades, las viviendas,
las plantas generadoras, las industrias, determinarán la intensidad de nuestra huella
ecológica en el futuro, si vamos a generar sostenibilidad o, por el contrario, un
déficit ecológico. El modelo de construcción de viviendas que estamos estableciendo
sigue siendo extensivo, y va a requerir una gran cantidad de redes viales y transporte
motorizado. En lugar de lograr densidad en las ciudades, las estamos extendiendo.
Y por último, los programas energéticos cubanos se pudieran ampliar en
muchísimas formas. Por ejemplo, sin cargo al gasto público, podemos sustituir los
vehículos privados de transporte individual y colectivo; si los que los poseen
participan en la compra y modernización de los vehículos, si se les dice a los boteros
de Línea y de 23 que tienen posibilidad de cambiar a una camioneta Toyota de
nueve plazas, de diesel, que no contamina como el viejo Chevrolet o el Buick, pero
que tiene que pagarlo, o que se va a crear una cooperativa estatal, a la que ellos
deben contribuir, disminuiríamos muchísimo el gasto de combustible y la
contaminación ambiental. Estas son decisiones políticas difíciles. Pudiéramos hablar
de la utilización de vehículos eléctricos, pudiéramos hablar de una autonomía
empresarial que permita la gestión ambiental rentable. ¿Por qué no es posible ahora?
Porque esa empresa no tiene ganancias si genera un ingreso adicional; en cambio, le
cuesta, porque se lo cargan al plan de producción, y no existe ninguna posibilidad
de beneficiar a la empresa o a sus trabajadores. Pudiéramos recuperar, además,
como decía, la voluntad ciclística, el fomento de una peatonalidad segura y dar
incentivos a los particulares para la construcción de viviendas ecológicas con recursos
propios.
Rafael Hernández : Hemos disfrutado de un panel espectacular que se ha
complementado muy bien y que ha generado una reflexión y una profundización en
los problemas. No creo que estos queden resueltos, porque no es ese el objetivo de
esta sesión, sino lograr visualizarlos en su complejidad e interconexión, pues no
tienen una respuesta simple ni única. Muchas gracias a todos.
Participantes:
Rafael Betancourt. Economista urbano. Gerente regional del Instituto Canadiense
de Urbanismo.
Erik García Machado. Subdirector de investigaciones del Centro de Investigaciones
Marinas, CITMA.
Alejandro Montesinos. Director de la Editorial Cubasolar y de la revista Energía y tú.
Daysi Vilamajó. Investigadora Titular del Centro Nacional de Biodiversidad,
Instituto de Ecología y Sistemática, CITMA.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de la revista Temas.
©
175
, 2008
no. África
56: 29-37,
de 2008.
Impactos de
enoctubre-diciembre
Cuba: cincuenta
años
Impactos
de África en Cuba:
cincuenta años
David González López
Cátedra Amílcar Cabral. Universidad de La Habana.
C
ualquier caracterización de la sociedad cubana
posterior a 1958 tendría que incluir, necesariamente,
su extraordinaria interacción con África. Y ello no solo
por el fuerte contraste con los decenios republicanos
anteriores al advenimiento del poder revolucionario,
cuando las políticas oficiales y los intereses de los estratos
sociales dominantes ignoraban y despreciaban a un
continente que ofreció a Cuba un enorme aporte
demográfico y cultural, sino también por el considerable
impacto renovado que el continente ha tenido desde
entonces sobre los cubanos, y que ha contribuido a
moldear nuestro perfil nacional y revolucionario de
múltiples maneras.1
Es harto conocido que en los casi cuatro siglos que
duró la llamada trata negrera, Cuba experimentó un
fuerte influjo humano. La sociedad esclavista utilizaba
al negro no solo como instrumento de trabajo, sino
también —como lo hiciera Europa— para construir
en él la imagen del «otro» que contribuiría a fortalecer
el ego blanco de las clases dominantes, al atribuirle al
africano todos los defectos y vicios de los que se
suponían desprovistos a los europeos y, en menor
medida, a sus descendientes criollos por mero
determinismo racial. Pero ello no pudo impedir ni la
mezcla de variados colores, ni el acercamiento y ulterior
fusión cultural para crear una nueva realidad criolla y
mestiza: incluso, en ciertos casos, los propició, por la
curiosidad y las expectativas que despertó el constructo
del mito negro.
La fusión cultural hallaría su máxima expresión en
la integración y la convergencia de ideales de nuestras
luchas independentistas del siglo XIX, que iban a constituir
—según los términos en que el revolucionario Amílcar
Cabral definiera ese fenómeno un siglo más tarde— la
expresión política organizada de la cultura de un pueblo
en lucha, en tanto representaba, de un lado, un producto
o acto de cultura y, de otro, un factor productor,
generador, de ella.
Sin embargo, con la frustración de la independencia,
tras la intervención norteamericana en una guerra que
los criollos de distintas razas iban ganando, unidos, se
frustraron también los ideales libertarios, en primer lugar
los de una república de plena igualdad racial. La llamada
«guerrita» de 1912 significó una advertencia a los negros
a aceptar su posición subalterna, y todo lo negro —lo
de algún origen africano— se convirtió nuevamente en
29
David González López
objeto de rechazo, desprecio o burla de la sociedad
dominante, a pesar de —por ejemplo— su creciente e
innegable presencia en las artes, las letras y sobre todo
la música, y de la popularidad en constante expansión
—que no respetó las barreras raciales— de los
elementos religiosos de origen africano.
Si bien África prácticamente no existía como entidad
política independiente en aquella primera mitad del siglo XX
—en la etapa de la república mediatizada solo se
establecieron muy formales relaciones diplomáticas con
Etiopía y, más tardíamente, con Egipto—, no pueden
olvidarse factores como el retorno de cierto número
de libertos a África, la popularidad de las ideas
panafricanas de corte garveyista en Cuba —con mayor
peso entre los inmigrantes del Caribe anglófono— o
acontecimientos puntuales, pero significativos como la
movilización de una intelectualidad, sobre todo negra
y mestiza, liderada por José Luciano Franco, frente a la
invasión italiana a Etiopía en 1935.
La cultura dominante, cada vez más norteamericanizada,
relegaba la imagen de África a la que brindaban las
películas de Tarzán. Muchos aportes culturales de origen
africano, como las formas más populares de música,
eran despreciados o edulcorados por la cultura oficial
o incluso, sencillamente, prohibidos —como el caso
de muchas manifestaciones religiosas de igual origen—,
al tiempo que tendían a proliferar ejemplos abiertos y
encubiertos de discriminación racial.
Las políticas que desde enero de 1959 comenzó a
aplicar el poder revolucionario triunfante fueron muy
pronto apuntando a una redistribución de las riquezas
nacionales y, por consiguiente, a remodelar las relaciones
sociales, incluidas las raciales. Los ambiciosos programas
puestos en marcha de inmediato —específicamente en
esferas como la educación, la salud, la vivienda, el
empleo, el deporte, etc.— beneficiarían, en primer lugar,
a las familias pobres, entre las cuales la población negra
y mestiza estaba sobrerrepresentada en relación con
su peso demográfico real en la Isla. En cuanto a los
principios éticos, el nuevo régimen promovió la idea
de una sociedad regida por relaciones de solidaridad
entre las personas, y no por una creciente
mercantilización, como había sido la norma en la
sociedad prerrevolucionaria.
Estos esfuerzos en la política interna tendrían su
perfecta correspondencia en la proyección exterior del
Gobierno revolucionario, sobre todo en la defensa
inflexible del principio de la igualdad soberana entre
las naciones, la extensión de una constante solidaridad
multifacética a los demás países subdesarrollados y el
apoyo a los movimientos de liberación nacional en todo
el mundo. El arraigado antagonismo que nos
profesaron sucesivos gobiernos norteamericanos tuvo
que ver tanto con el nuevo proyecto cubano en política
interna como con el accionar exterior revolucionario,
para el cual África proveería un escenario privilegiado.
Muchos expertos cubanos argumentan que no puede
hablarse en propiedad de una política cubana post1958 para el África, pues —arguyen— en realidad lo
que existe es una para el mundo subdesarrollado, como
se ha venido expresando, por ejemplo, en la activa
participación de Cuba en el Movimiento de Países no
Alineados desde su creación, en 1961, y cuya presidencia
ocupa hoy por segunda vez.
Son numerosas las razones para sostener que existe
una clara y precisa política cubana para África. Ello se
debe a la declarada percepción de la dirigencia
revolucionaria respecto al papel de los africanos y sus
descendientes en toda nuestra historia y a la coincidencia
en el tiempo —y, más allá, en deter minadas
percepciones claves— del triunfo de la Revolución
cubana y la primera oleada de las independencias
africanas. Aunque la autoproclamación del proceso
cubano como el inicio de una segunda oleada libertaria
latinoamericana establecía claramente el terreno
primordial de acción y asociación del nuevo gobierno,
este no podía dejar de contemplar con enorme interés
los acontecimientos que por aquella fecha —en especial
y masivamente a partir de 1960— se estaban
produciendo en África. Pocos años después, hacia allí,
precisamente al Congo, se dirigió el Che Guevara y un
grupo de cubanos para poner en marcha la praxis del
internacionalismo solidario, antes de partir al altiplano
latinoamericano en Bolivia.
Cuando se repasa el casi medio siglo de vínculos de
la Cuba revolucionaria con África, se perciben varios
rasgos dominantes, entre los cuales, a mi juicio, tres
resultan fundamentales:
l
l
l
Su coherencia: la correspondencia entre el discurso
político y la acción concreta, o entre «el dicho» y «el
hecho» a lo largo de un extenso marco temporal.
Su inmutabilidad: la permanencia de sus principios
básicos a través de los años y a pesar de ciertos ajustes
y cambios.
Su adaptabilidad: su capacidad de operar en escenarios
y condiciones cambiantes que han afectado al África,
a Cuba y al mundo en general.
El ejercicio de la política exterior cubana se basa en
la solidaridad con el mundo subdesarrollado, e incluso
con sectores modestos de países ricos. La ausencia de
ganancias o condicionamiento político, económico o
de otro tipo en la prestación de la solidaridad ha sido
igual para todas las regiones del mundo. Sin embargo,
los argumentos referidos a la ayuda al África han sido
claramente singularizados: el propio presidente Fidel
Castro argumentó en su momento el «deber de
compensación» que los cubanos teníamos con África,
30
Impactos de África en Cuba: cincuenta años
circunstancia alguna, con ningún país, para no aplicar la
misma arma promovida por los Estados Unidos entre
sus gobiernos latinoamericanos aliados contra nuestro
proceso—, Cuba rompió relaciones con Israel, y se
unió a las naciones africanas que daban ese paso como
condena a la ocupación de territorio africano —la
Península del Sinaí— por parte de las tropas sionistas,
a raíz de la guerra árabe-israelí de 1973. Veintiún años
después, respondiendo a una solicitud del Congreso
Nacional Africano y dadas las especiales circunstancias
del caso, el gobierno cubano (a pesar de no haber
participado en ejercicios de observación electorales,
considerándolos deber y derecho del país que realiza
los comicios) accedió a enviar a un grupo de expertos
cubanos que integraron la Misión Observadora de
Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA, según sus
siglas en inglés).
En sus primeros decenios, la cooperación cubana
fue más intensa con un grupo de países cuyos gobiernos
tenían mayor afinidad política con la Isla. Sin embargo,
desde fines del siglo pasado se acentuó la tendencia a
una prestación más expandida por todo el continente
africano. Actualmente, son muy pocos los países
africanos que no han recibido en su suelo a cooperantes
cubanos o no cuenten con nacionales graduados en
Cuba.
Incluso la salida del poder de gobiernos africanos
en cuyos países existía una colaboración cubana de vieja
data no significó el cese de la ayuda, que prosiguió sin
sobresaltos —son los casos de la República Popular
del Congo a mediados de la década los 60, Guinea
Bissau en 1980 y 1999, o Zambia, Cabo Verde, o Sao
Tomé y Príncipe del 1990 al 1999— o bien se reanudó
tras un período de ajustes (Etiopía).
Hasta la segunda mitad del decenio de 1970-1979 la
cooperación cubana se extendía gratuitamente al país
receptor, incluidos los costos de viaje hacia y desde África
de los cooperantes cubanos. Pero su creciente
popularidad hizo que para ese entonces aumentara
enormemente el número de países africanos que la
solicitaban, y esto condujo a una variante en 1977: los
países receptores que poseyeran capacidades financieras
para compensar al menos una fracción de los gastos
—y Angola era, en aquel instante, el único caso africano,
gracias a sus ingresos por la producción de petróleo—
así lo hicieran, para permitir que Cuba ampliara su
asistencia a los países carentes de esa posibilidad de pago.2
El nuevo arreglo duró muy poco tiempo, porque después
del acceso al poder de la administración Reagan en 1981,
la intensificación de la guerra devastó la economía
angolana y Cuba regresó a la antigua práctica de sufragar
todos los gastos de la misión.
En los años transcurridos desde entonces, y en la
medida en que fueron concluyendo las guerras en África
y la cooperación se expandió a otros países beneficiarios
en virtud del crucial papel desempeñado por los
africanos y sus descendientes en nuestras guerras
independentistas y revolucionarias, en su aporte a la
construcción de la nación cubana y en la creación de
riquezas que sucesivas generaciones de todas las razas
han disfrutado. De ese modo, muchos años antes de que
cobraran auge las reclamaciones africanas de
indemnización por los siglos de trata y esclavitud, Cuba
—que no fue una de las potencias coloniales beneficiadas
con la extrema explotación esclavista— se puso al frente
de los reclamos con un ejemplo que, hasta el momento,
ninguna antigua metrópoli ha osado seguir.
Curiosamente, la naturaleza altruista de la política
de Cuba para África fue un elemento de particular
antagonismo con el gobierno neoconservador de
Ronald Reagan a lo largo de la mayor parte del decenio
de 1980-1989. Los estrategas reaganianos del roll-back
no impugnaron el compromiso cubano de llevarse de
Angola solo «los cadáveres de nuestros muertos» una
vez firmada la paz en ese país porque ello fuese falso;
todo lo contrario. Sostenían que precisamente por no
tener Cuba intereses —léanse minas, fábricas, empresas,
ferrocarriles, etc.— de su propiedad a proteger en
Angola, su presencia militar en ese país resultaba
«ilegítima» y, por tanto, «subversiva» respecto al orden
internacional establecido. En contraste, pocos años antes
—uno de los breves instantes de racionalidad de la
administración de James Carter en su paso por la Casa
Blanca—, el representante ante Naciones Unidas,
Andrew Young, había expresado públicamente que las
tropas cubanas significaban un factor «estabilizador»
en Angola.
Cuba nunca le brindó a África lo que le sobraba,
sino compartió sus modestas existencias. Un primer
momento que sentó pauta ocurrió en 1963, cuando
había perdido prácticamente la mitad de los seis mil
médicos existentes en la Isla en 1959 y se proponía
extender los servicios de salud a las regiones del país
que carecían de ellos. Entonces, la Argelia recién
independizada y abandonada de golpe por casi todo
el personal francés médico especializado, solicitó ayuda.
Cuba no vaciló en enviar una brigada de salud que
prestó de forma gratuita sus servicios.
La práctica de apoyar a los pueblos en su justa lucha
independentista fue a menudo costosa, porque enturbió
en determinada medida las relaciones con ciertas
potencias europeas, importantes frente a la hostilidad
de los Estados Unidos; por ejemplo, con Francia y
España, por el apoyo cubano a los patriotas argelinos
y la solidaridad con los luchadores saharauíes. Han
ocurrido incluso instancias en las que Cuba ha pasado
por alto principios bastante esenciales de su política
exterior cuando así lo han demandado nuestras estrechas
relaciones con África. Un ejemplo se presentó cuando
—contrariando la política de no romper relaciones, bajo
31
David González López
con mayores capacidades de pago, se han ensayado
otros arreglos para compartir los costos que esto genera.
Así, por ejemplo, en la Cumbre Sur del Grupo de los
77 en La Habana, en 2000, varios países africanos de
relativo poder económico se comprometieron a
contribuir con un fondo que posibilitaría a tres mil
médicos cubanos más prestar servicios en África.
Por lo general, en todos los casos los costos siguieron
siendo mínimos para los países receptores de la ayuda,
que se mantuvo casi de forma gratuita. Para que se
tenga una idea, en el frente de la salud, hacia principios
de agosto de 2008, había 1 886 cooperantes cubanos
en treinta países africanos;3 de ellos, solo 660 —poco
más de la tercera parte— respondían a esquemas de
cooperación compensada, para un total de diez países
africanos —la tercera parte de los beneficiados—,4 pero
en tres de estos últimos (Angola, Etiopía y Nigeria)
podemos encontrar las dos variantes.
Nos hemos detenido más en la esfera de la salud
porque constituye el sector más emblemático de la
cooperación con África, al punto de que oscurece otras
prestaciones de gran importancia. De manera general,
hacia 1998 —aun en tiempos de limitaciones
económicas— unos 2 809 especialistas cubanos
laboraban en 84 países de cuatro continentes, en su
mayoría (1 157) en África. Hasta el año 2000, sumaban
138 805 los técnicos civiles cubanos que habían laborado
en el exterior, 76 771 de ellos (55%) en África.5
En 2004, Cuba tenía relaciones de colaboración con
51 países africanos, mantenía 46 comisiones mixtas
intergubernamentales de colaboración con ellos y en
un solo año había alcanzado la cifra récord de 22
sesiones celebradas de esas comisiones. Ese mismo año,
logró desarrollar 86 proyectos en 31 países africanos.6
Muchos académicos occidentales suelen preguntarse,
respecto a la ayuda cubana a África, cuánto cuesta en
términos económicos. Las cifras totales varían según
el cálculo que se aplique. Un estudio de 1992 estimó el
costo del conjunto de la cooperación económica cubana
a todo el Tercer mundo entre 1963 y 1989, en un
aproximado que oscilaba entre 1 500 y 2 000 millones
de dólares.7 Otro calcula que de 1975 a 1988, el valor
de la ayuda cubana sumó más de mil millones por año.8
Cualquiera de las dos cifras representa un altísimo
porcentaje del Producto interno bruto (PIB) cubano.
Incluso, durante los años críticos del llamado Período
especial —entre 1990 y 1998—, la Isla realizó
donaciones cuyo valor se estima en 22,3 millones.9
El estrecho vínculo político con África se evidencia
también en el hecho de que el país mantiene relaciones
diplomáticas con 53 de los 54 países de ese continente,10
cuenta con embajadas en treinta de esos países11 y
alberga en La Habana misiones diplomáticas al máximo
nivel de veintidós naciones africanas,12 lo cual representa
un hecho sin precedentes no solo para un país
latinoamericano, sino también para la inmensa mayoría
de los países no africanos del mundo.
La cooperación cubana —reflejo de la histórica
lucha nacional por hacer valer su soberanía frente a los
intentos hegemónicos de sucesivos gobiernos
norteamericanos— ha estado totalmente desvinculada
de cualquier condicionamiento de tipo políticoideológico o económico. La no imposición de un
«modelo» particular a los países receptores se evidenció
en la introducción de programas de estudio para miles
de estudiantes extranjeros, en su inmensa mayoría
africanos, en la Isla de la Juventud que, en lugar de
cursar Geografía o Historia cubanas, cubrían las
necesidades de perfeccionamiento de la lengua oficial
de sus países, junto con su propia geografía, historia,
etc., impartidas por profesores de sus nacionalidades.
Ello no ha impedido, sin embargo, que —según hemos
podido comprobar en encuestas realizadas por el
Centro de Estudios de África y Medio Oriente
(CEAMO) entre graduados africanos de diversas
generaciones y países— en su inmensa mayoría los
antiguos alumnos se sientan profundamente agradecidos
e identificados con Cuba, su cultura y su política. Existen
casos como el de los etíopes graduados en la Isla, quienes
se autodefinen como «etiocubanos» para subrayar la
empatía con Cuba.
El funcionamiento de estas escuelas resultó una
experiencia única en la solidaridad prestada a África
por cualquier país extra continental, así como en la
interacción de grandes cantidades de jóvenes africanos
de orígenes nacionales diversos con la población cubana
de una zona de nuestro archipiélago,13 aunque esta se
ha mantenido significativamente en centros de estudio
a lo largo de todo el país en las últimas décadas. Téngase
en cuenta que entre 1961 y 2007 se han graduado en
Cuba no menos de 30 719 alumnos provenientes de
42 países del África subsahariana, 17 906 de ellos en
niveles medios de enseñanza, y 12 813 en niveles de la
educación superior; otros 5 850 africanos han recibido
en ese período adiestramiento de especialistas
cubanos.14
Por otra parte, la cooperación educacional CubaÁfrica, con la experiencia de la Isla de la Juventud,
comenzó a partir del traslado a Cuba de cientos de
niños namibios huérfanos como consecuencia de un
ataque sudafricano al campamento de refugiados de
Cassinga, en el sur de Angola, cuyo gobierno carecía
de las condiciones para atenderlos en aquella coyuntura.
Más tarde, alrededor de una decena de países africanos
contaron con una o varias escuelas secundarias, técnicas
o institutos pedagógicos en la Isla de la Juventud, por
la que pasaron miles de sus jóvenes. Muchos
32
Impactos de África en Cuba: cincuenta años
La cooperación con África ha permitido a los técnicos y
profesionales cubanos aprender a laborar en condiciones
muy difíciles de trabajo y de vida, y a exponerse a las raíces
y consecuencias extremas del subdesarrollo y la explotación
colonial y neocolonial.
ubicados en la capital, hasta el arribo de la primera
brigada médica de 35 integrantes en 1996. El PIS se
implantó allí desde junio de 1999 con 158 médicos y
otros profesionales cubanos de la salud. Pero, en general,
el trabajo de los médicos cubanos se reflejó de
inmediato —entre otros indicadores— en la mortalidad
infantil, que se redujo en 34%, de 121 por cada mil
nacidos vivos en 1998 a 61 en 2001.17 Para el año 2002,
el PIS se había extendido a siete provincias para dar
cobertura a 98% de la población del país, con
246 cooperantes, de ellos 193 médicos.18
En esta misma esfera, se ha extendido recientemente
a África subsahariana también la Operación Milagro.
Gracias a ella, han recuperado la vista, en un centro
oftalmológico en Mali, 6 247 pacientes de ese país y
1 065 angolanos.
La cooperación cubana tiene, en determinados
países, dos objetivos esenciales que la distinguen de la
que prestan otros países: evitar el robo de cerebros,
una vez formados los profesionales y desarrollar,
paralelamente, condiciones que hagan innecesaria esa
ayuda en el futuro. Esto se ha manifestado tanto en
la cooperación civil como en la militar; por ejemplo, la
presencia de tropas cubanas ha ido acompañada del
entrenamiento a las fuerzas locales. La intensa
cooperación médica posibilitó, desde sus primeros años,
la formación de personal local de la salud y la apertura
de escuelas de medicina en las que profesores y alumnos
alternan las labores docentes con el servicio a la
población, tal como funciona en Cuba.
Retomando el caso paradigmático de Gambia, la
creación de una pequeña Facultad de Medicina con
apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
permitió iniciar la formación de treinta jóvenes en esa
carrera. En otros casos, ingresan en las escuelas de
medicina en Cuba; así, por ejemplo, mientras en agosto
de 2008 había en Guinea Ecuatorial 167 cooperantes
cubanos de la salud, por esa misma fecha veinte jóvenes
ecuatoguineanos cursaban estudios en la Escuela
Latinoamericana de Medicina (ELAM); Mali, con
122 cooperantes cubanos en la misma esfera, tenía
51 alumnos en la ELAM. Lo mismo puede decirse de
la educación: el envío de profesores cubanos se
simultaneó con (o fue remplazado por) programas de
formación de maestros del país receptor. Un punto
permanecieron largos años en Cuba, donde cursaron
toda su enseñanza secundaria y universitaria, e incluso
estudios de posgrado.
El esfuerzo solidario cubano con África ha
repercutido en numerosos contingentes de graduados
en Cuba en determinados países africanos, entre los
que no es raro hallar dirigentes políticos, ministros,
empresarios y otras figuras de importancia nacional e
internacional, como el tanzano Salim Ahmed Salim,
quien ocupó el cargo de Secretario General de la
Organización para la Unidad Africana (OUA). El
programa de alfabetización Yo sí puedo, diseñado en
Cuba, se aplica en cinco países de África subsahariana,15
donde han aprendido a leer y escribir más de 73 000
personas y se encuentran en clases más de 7 000. Al
simplificar el aprendizaje, sobre todo en el caso de
lenguas muy complejas, y acortar el tiempo requerido
para alfabetizar a cada individuo, este método abarata
los requerimientos de la campaña y hace asequible la
erradicación del analfabetismo, incluso en países muy
pobres y de altos índices de ese flagelo.
En muchas naciones de África subsahariana la
presencia de un grupo de cooperantes cubanos
repercute de manera inmediata sobre la esfera social.
Ello ha resultado evidente en el creciente número de
países a los que se ha llevado el Programa Integral de
Salud (PIS), diseñado y aplicado por primera vez en
Cuba. Veintitrés en total se hallan en este caso16 —la
mitad de los que conforman el África subsahariana—, y
en ellos la presencia médica cubana modifica
rápidamente los indicadores de mortalidad infantil o
materna. La aplicación del PIS permitió extender la
cobertura de salud a más de 48 millones de personas,
casi 20% de la suma de sus poblaciones. Los 5 463
cooperantes cubanos en la esfera de la salud brindaron
más de 42 millones de consultas, realizaron más de seis
millones de trabajos de terreno, 600 000 partos y
1,7 millones de actividades quirúrgicas, aplicaron más
de cinco millones de vacunas y salvaron más de un
millón de vidas; o sea, algo más de 2% de la población
atendida.
En Gambia, uno de los ejemplos más dramáticos,
se contaba apenas con dieciocho médicos gambianos
—su población es de 1,8 millones de habitantes— y
veinte de otras nacionalidades, prácticamente todos
33
David González López
culminante de esta experiencia fue —de nuevo— el
funcionamiento, en la Isla de la Juventud, de un Instituto
Pedagógico exclusivamente para alumnos zimbabwes.
A partir de 1975 las relaciones de solidaridad entre
Cuba y África experimentaron un aumento espectacular.
La independencia de Angola, el 11 de noviembre de
ese año, representó un parteaguas en términos del
intercambio humano con ese continente, en tanto en
un momento dado a partir de esa fecha podíamos
hallar a más de 50 000 cubanos cumpliendo misiones
internacionalistas en labores civiles o militares en
África.19
Pero los medios de comunicación dominantes en
el mundo se concentraron a partir de entonces en la
presencia militar cubana, con la que levantaron una
considerable alharaca, pasando por alto dos elementos
fundamentales. El primero, la importantísima presencia
de contingentes de combate cubanos en Angola —y
un par de años después en Etiopía—, no careció de
precedentes, pues ya en 1963 Cuba había enviado tropas
a la recién independizada Argelia (casi ignoradas por la
prensa internacional de entonces) en circunstancias
comparables a los casos de Angola y Etiopía: lo que
más varió fue probablemente la escala de la operación,
pues el objetivo esencial seguía siendo idéntico: ayudar
a repeler una agresión proveniente del exterior contra
el territorio de la nación receptora. El segundo aspecto
es que la cooperación civil cubana en África ha sido
más constante y permanente, y se ha extendido a mayor
cantidad de países y formas distintas a la militar. Aunque
desde muy temprano los programas de cooperación
civil tuvieron variados contenidos (asistencia en la
agricultura, construcción de carreteras, aeropuertos,
viviendas, fábricas, o lo que es aun más difícil,
reconstruirlas tras los destrozos de una guerra), los de
mayor demanda estaban relacionados con esferas
sociales en las que Cuba experimentó notables avances
desde los primeros años de Revolución: salud, educación
y, luego, los deportes.
Este tipo de cooperación con el Tercer mundo se
inició con el convenio firmado con la República de
Guinea en 1960.20 El intercambio de maestros cubanos
y estudiantes africanos se produjo poco después del
envío de los primeros médicos. Las primeras brigadas
de colaboradores tuvieron por destinos a Argelia,
Guinea y Tanzania. A mediados de los años 60 había
maestros cubanos desde Mali hasta el Congo
(Brazzaville); muy pronto arribaron a Cuba los primeros
becarios provenientes de Guinea, Congo (Brazzaville)
y, posteriormente, Angola.21
Entre los rasgos que han distinguido la cooperación
cubana con África respecto a la prestada por los demás
países del mundo, hay que mencionar su adaptabilidad
a las condiciones locales, expresada en las modestas
condiciones en que viven nuestros técnicos y especialistas
y en el alto nivel de integración y aceptación que alcanzan.
Esa capacidad de adaptación fue puesta a prueba en
los difíciles años del Período especial, cuando Cuba
sufrió una brusca caída de alrededor de 40% de su
producción. En contraste con lo que ocurría en Europa
oriental, a finales de los 80 y a principios de los 90,
donde a los estudiantes se les canceló la beca de un día
para otro, en Cuba los planes de estudio se fueron
reduciendo gradualmente en la medida en que los
jóvenes se graduaban y regresaban a sus países. En la
Isla de la Juventud y en otros centros de estudio de
nuestro país, millares de jóvenes africanos compartieron
con los cubanos las carencias y limitaciones hasta su
graduación. En algunos casos, como el del Instituto
Pedagógico zimbabwe, trasladado al país de origen de
los estudiantes, se continuó operando allí con personal
docente cubano, solución que resultaba menos costosa.
Desde mediados de la década de los 90, aunque
continuaban las difíciles condiciones del Período
especial, la colaboración cubana con África experimentó
un nuevo repunte y pocos años después alcanzó niveles
sin precedentes. Esto reafirma la sólida base de los
vínculos cubanos con ese continente.
Una importante y singular característica de estos
nexos tiene que ver con los casos excepcionales de
asesoría militar y tropas cubanas de combate en suelo
africano y denota claros, precisos y permanentes
principios en su ejecución. Uno de los más significativos
es que esa ayuda militar se ha ofrecido a solicitud de un
gobierno legalmente establecido o de un movimiento
de liberación reconocido por la OUA. Entre 1960 y
1963 (año en que se funda esta organización) los países
africanos se hallaban divididos en dos grupos: el de
Casablanca (que reunía al pequeño conjunto que
esbozaba una política más progresista o radical), y el
de Brazzaville, donde se contaba una mayoría de
gobiernos menos radicales o abiertamente neocoloniales.
Era natural que la joven Cuba revolucionaria se inclinara
más hacia el primero (integrado por la Ghana de
Nkrumah, la Guinea de Sekou Touré, el Egipto de Nasser
y el Mali de Modibo Keita) y que a través de este, entrase
en contacto con diversos movimientos de liberación
nacional, como los de los patriotas argelinos,
sudafricanos y de países bajo dominio portugués. No
obstante, en cuanto se funda la OUA y se disuelven los
grupos precedentes, la política cubana siempre tuvo
muy en cuenta las posiciones de esta y extendió un fuerte
apoyo a la unidad del continente en el marco del Tercer
mundo y a las luchas descolonizadoras y anti-apartheid.
El discurso oficial cubano tuvo siempre una proyección
de elogio y respeto hacia la OUA y destacó, como su
principal virtud —al margen de sus limitaciones— la
ausencia de las potencias neocoloniales, en contraste
34
Impactos de África en Cuba: cincuenta años
con la Organización de Estados Americanos (OEA),
en la que la presencia del gobierno norteamericano la
convertía en una especie de ministerio de la metrópoli
para las neocolonias.
Otra razón de admiración para la dirigencia cubana
fue el decidido apoyo que brindaba la OUA a los
movimientos de liberación africanos, así como las
firmes posturas que adoptaba en asuntos atinentes a la
soberanía, la no injerencia exterior en los asuntos internos
de las naciones y otros principios del Derecho
internacional. Muy poco después de su fundación, y
con la bendición de su Comité de Liberación, Cuba
comenzó a prestar apoyo activo a los patriotas del
Partido Africano de la Independencia de Guinea y Cabo
Verde (PAIGC) en Guinea Bissau. En 1973, la extensión
del territorio liberado a casi todo el país y el
funcionamiento de un Estado en lucha dirigido por el
PAIGC determinó el hecho, sin precedentes, de que
esa república en armas fuese admitida como miembro
pleno en la ONU.
De nuevo habría que reiterar que cuando Cuba ha
enviado tropas a África a solicitud de un gobierno
legalmente establecido, el papel de dichos contingentes
se ha limitado estrictamente a defender al país y no
a involucrarse en luchas internas ni en misiones de
contrainsurgencia. Al cesar la agresión o amenaza y/o
solicitarlo el país receptor, las tropas han abandonado
puntualmente el territorio. El caso de Etiopía resulta
paradigmático, en tanto las tropas cubanas defendieron
la integridad territorial contra la invasión somalí, pero
nunca se involucraron en las luchas contra los
movimientos rebeldes internos, que luego tomaron el
poder y formaron un gobierno que hoy tiene excelentes
relaciones con la Isla y valora altamente el apoyo que
esta brindó a su nación.
Los históricos vínculos de solidaridad de Cuba con
el Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA)
resultan paradigmáticos. Aunque en el país existían otros
dos movimientos anticoloniales, el MPLA era no solo
el más cercano a Cuba desde el punto de vista
ideológico, sino el de mayor apoyo interno en Angola,
y por ello era el más interesado en competir con sus
adversarios en las urnas y no en el terreno militar. Pero
el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA),
apoyado militarmente por el Zaire de Mobutu, y la
Unión Nacional para la Independencia Total de Angola
(UNITA), con considerable apoyo sudafricano, también
lo sabían, y por ello desbarataron los Acuerdos de
Alvor y optaron por la alternativa bélica. Después
de treinta y tres años y cientos de miles de muertos, las
elecciones multipartidistas celebradas en Angola, en
octubre de 2008, confirmaron al MPLA en el poder
con más de 80% del voto popular, dejando minúsculas
cifras de apoyo para los moribundos FNLA y UNITA.
En Angola las tropas cubanas permanecieron quince
años y solo se enfrentaron a las fuerzas de la UNITA
cuando estas atacaron a los contingentes cubanos o
peleaban junto a las fuerzas invasoras sudafricanas.
Durante esos años el gobierno cubano expresó su
disposición de repatriar sus contingentes en cuanto
Sudáfrica evacuara el sur del país y ofreciera garantías
solemnes a Angola de no volver a atacar su territorio.
Cuba jamás vinculó la presencia o el retiro de sus tropas
con otros asuntos (por ejemplo, la independencia de
Namibia y/o la eliminación del sistema del apartheid),
aunque en un instante crucial de la guerra —los días
heroicos de la resistencia en torno a Cuito Cuanavale—
la máxima dirección cubana declaró su disposición a
mantener sus fuerzas en Angola para salvaguardar
la independencia de ese país, de ser preciso, hasta la
mismísima caída del apartheid. Fueron, de hecho, los
Estados Unidos quienes establecieron como condición
para la independencia de Namibia la retirada militar
cubana de Angola. Tanto se debilitó el régimen del
apartheid en la etapa final de la guerra, que los acuerdos
del sudoeste africano, firmados en diciembre de 1988,
abrieron el camino a una veloz independencia de
Namibia y al comienzo de negociaciones internas
sustantivas en Sudáfrica incluso antes del regreso total
de las tropas cubanas: poco más de cinco años después
de la firma, las elecciones de 1994 en Sudáfrica
marcaron el derrumbe definitivo del régimen y la llegada
al poder del Congreso Nacional Africano (ANC, por
sus siglas en inglés).
Una última característica de la proyección cubana
hacia África, muy poco discutida en el exterior, está
asociada con el grado de apoyo interno con que cuenta
dicha política entre la población cubana. Al margen de
la educación solidaria y altruista que las fuerzas dirigentes
del Estado cubano se esfuerzan por impartir a sus
ciudadanos, se desplegó una fuerte campaña, en todas
las esferas de la sociedad, para el mejor conocimiento
de ese continente. África ha ocupado en los medios de
difusión, en estos años, un sitio mucho más próximo
al que merece, en comparación con lo que ocurre en la
prensa plana, radial o televisiva de cualquier otro país
de nuestro continente. Desde los años 60, la historia
del continente surgió como disciplina independiente en
las universidades cubanas, y a partir de entonces se han
multiplicado las instituciones relacionadas con este; por
ejemplo, el CEAMO, la Casa de África de la Oficina
del Historiador de la ciudad de La Habana, entre otras.
Desde muy temprano, los cubanos hemos tenido
acceso privilegiado a las ideas de las más grandes
personalidades de la política africana como Amílcar
Cabral, o del arte, como la cantante Miriam Makeba,
o el Ballet de Guinea, o a las mejores muestras del cine
africano. La existencia en La Habana de un Parque de
35
David González López
los próceres africanos, que honra a los fundadores de
esas jóvenes naciones —escala obligada de los visitantes
africanos de alto nivel—, es una iniciativa sin precedentes
en el mundo. La cantidad de obras literarias de ese
continente publicadas en Cuba —en su mayoría primeras
traducciones al castellano— no tiene igual en ningún otro
país latinoamericano, e incluso en muchos del Primer
mundo. De ahí que figuras tan destacadas como los
Premios Nobel Wole Soyinka y Nadine Gordimer
manifiesten una solidaridad tan completa con Cuba.
Pudiera lograrse mucho más, pero lo hecho hasta
ahora es impresionante, como sus resultados en la
familiarización del cubano con África. Además,
constituye un elemento crucial el contacto entre ambos
pueblos. Cerca de medio millón de cubanos han vivido
en África durante extensos períodos, en misiones de
cooperación civil, militar u otras, una cifra extraordinaria,
sin precedentes para un país no africano de solo once
millones de habitantes y que jamás fue potencia colonial.
Igual de sorprendente resulta la cifra de más de 30 000
africanos graduados en Cuba en estos años —contando
solo los del África subsahariana, pues si agregamos los
del norte, se aproximaría a los 40 000.
Ha habido personas en el mundo que se preguntan:
¿qué le ha proporcionado África a Cuba en estos
treintinueve años?, ¿qué ha conseguido o espera
conseguir Cuba de África? No mucho en la esfera
económica, aunque es significativo el hecho de que el
aporte de aquellos países con condiciones para pagar
servicios médicos compensados permita extender la
ayuda gratuita a otros que no pueden hacerlo, lo cual
aumenta el número de beneficiarios africanos de
asistencia en el terreno de la salud. Por ser pobres o
poseer economías de pequeña escala, se aprecian
doblemente gestos como el de Etiopía, al cancelar una
deuda cubana pendiente por valor de 2,5 millones de
dólares,22 o el de Guinea Ecuatorial al hacer donativos
a la ELAM, y más recientemente su contribución de
dos millones de euros para la recuperación tras los
ciclones Gustav y Ike,23 por solo mencionar algunos
ejemplos. Del mismo modo, aunque nuestras
economías, por lo general, no son complementarias,
existen notables ensayos de fórmulas para aumentar el
intercambio bilateral. Uno de ellos fue el trueque, a
principios del difícil decenio 1990-1999, que se concertó
con Uganda, país que recibiría productos
electrodomésticos y medicamentos cubanos a cambio
de frijoles negros, lo cual indicó los altos niveles de
confianza existentes entre nuestros países, debido a que
los ugandeses no consumían, ni jamás habían cultivado,
dicho frijol.
Lo más evidente que África ha concedido a Cuba
en los últimos años ha sido su enorme y cada vez más
constante y generalizada solidaridad, algo fundamental
para un país como Cuba, que sufre constantes amenazas
de la mayor potencia mundial. África es probablemente
el continente cuyos representantes votan a favor de
Cuba de manera más firme en foros internacionales,
aun cuando la mayoría experimenta fuertes presiones
de los representantes norteamericanos y su gobierno y
a menudo las consecuencias de esta solidaridad en la
suspensión de algún que otro crédito o facilidad.
Más allá, la cooperación con África ha permitido a
los técnicos y profesionales cubanos aprender a laborar
en condiciones muy difíciles de trabajo y de vida, y a
exponerse a las raíces y consecuencias extremas del
subdesarrollo y la explotación colonial y neocolonial.
Ello constituye un notable aporte a la formación
profesional y política de la generación más joven de
médicos, maestros y colaboradores cubanos, mejor
entrenados para encarar las dificultades en su suelo
patrio y poner en ejecución la creatividad enriquecida
por la práctica durante sus tensas experiencias africanas.
Pero quizás sea más importante que África haya
posibilitado a los cubanos poner a prueba la
profundidad de sus compromisos internacionalistas y
sus valores humanos, así como su espíritu de
solidaridad, de compartir con otros pueblos e
individuos necesitados.
Aunque el final de la década 1980-1989 y los inicios
de la siguiente trajeron para los cubanos el profundo e
impactante sinsabor del derrumbe del campo socialista,
el desmembramiento de la Unión Soviética y las severas
consecuencias de ambos hechos en la esfera de la
economía y la vida cotidiana, los acontecimientos que
por esa misma fecha se iban desarrollando en África
meridional permitieron una importante compensación
moral, en tanto contemplamos los frutos del largo
esfuerzo de nuestra presencia militar en Angola y nos
supimos agentes de un cambio radical en el curso de la
Historia en una lejana región del mundo.
Desde principios de los 60 y hasta 1989, 2 289
cubanos y cubanas dieron sus vidas en misiones
militares, y otros 204 en misiones civiles en África. 24
En su mayoría —1 426 de ellos— fueron víctimas de
enfermedades o accidentes. Todos acudieron
voluntariamente a cumplir sus deberes internacionalistas,
más imperiosos en el caso de África, porque murieron
convencidos del papel fundamental que los africanos
desempeñaron —también con altísimo riesgo para sus
vidas— en la construcción, consolidación y defensa de
nuestra nación.
África se ha convertido en una página importante
de la historia personal y familiar, al mismo tiempo que
nacional. La experiencia africana ha permitido a los
cubanos, una vez más, cerrar filas en torno a lo que ha
sido —y sigue siendo— un proyecto nacional de gran
envergadura basado en el reconocimiento de la fuerza
36
Impactos de África en Cuba: cincuenta años
de los valores morales que han colocado para siempre
a Cuba en los libros de historia de otras zonas del
mundo.
10. Marruecos constituye la única excepción.
11. Angola, Argelia, Benin, Botswana, Burkina Faso, Cabo Verde,
Egipto, Etiopía, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Guinea
Ecuatorial, Kenia, Libia, Malí, Mozambique, Namibia, Níger,
Nigeria, República del Congo, República Democrática del Congo,
Senegal, Seychelles, Sudáfrica, Tanzania, Túnez, Uganda, Zambia,
Zimbabwe, y se estudia la apertura de otras más.
Notas
12. Angola, Argelia, Benin, Burkina Faso, Cabo Verde, Egipto,
Etiopía, Gambia, Ghana, Guinea, Guinea-Bissau, Guinea
Ecuatorial, Libia, Malí, Mozambique, Namibia, Nigeria, República
Árabe Saharaui Democrática, República del Congo, Sudáfrica, Yibuti
y Zimbabwe.
1. Las principales ideas que se exponen en este texto se fueron
desarrollando a partir de trabajos individuales o colectivos realizados,
en su mayoría, desde la primera mitad de la década de los 80 en el
Centro de Estudios de África y Medio Oriente (CEAMO), en
particular: David González y Armando Entralgo, «Cuban Policy
Toward Africa», en W. Smith y E. Morales, eds., Subject to Solution:
Problems in Cuban-US Relations, Lynne Rienner, Inc., Boulder y Londres,
1988, pp. 47-57; «Cuban Policy for Africa», en Jorge Domínguez y
Rafael Hernández, eds., US-Cuban Relations in the 1990s, Westview
Press, Boulder, San Francisco y Londres, 1989, pp. 141-53; «Southern
Africa and Its Conflicts: The African Policy of the Cuban
Government», en L. A. Swatuck y T. Shaw, eds., Prospects for Peace and
Development in Southern Africa in the 1990s, Centre for African Studies,
Dalhousie University, University Press of America, Nueva York y
Londres, 1991, pp. 117-32; «Cuba and Africa: Thirty Years of
Solidarity», en J. Erisman y J. Kirk, eds., Cuban Foreign Policy Confronts
a New International Order, Lynne Rienner, Inc., Boulder y Londres,
1991, pp. 93-105; «Cuba et l’Afrique: Quel Avenir?», Aujourd’hui
l’Afrique, n. 42, París, septiembre de 1991, pp. 16-19.
13. Había también escuelas de nicaragüenses y coreanos, pero por
su volumen y diversidad nacional fueron los planteles africanos los
que dejaron la más profunda huella en la Isla.
14. Hedelberto López Blanch, ob. cit.
15. Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Mozambique, Nigeria y
Tanzania. Se preparan condiciones para el comienzo del programa
en otros cuatro: Angola, Namibia, Sierra Leona y Swazilandia.
16. Botswana, Burundi, Burkina Faso, Eritrea, Etiopía, Gabón,
Gambia, Ghana, Guinea-Bissau, Guinea Conakry, Guinea
Ecuatorial, Lesotho, Malí, Namibia, Níger, Ruanda, Sierra Leona,
Swazilandia, Tanzania, Yibuti y Zimbabwe siguen aplicando el
programa. En Chad y Liberia se estuvo aplicando, pero por el
momento está suspendido debido a diversas dificultades.
2. Edith Felipe, «La ayuda económica de Cuba al Tercer mundo:
evaluación preliminar (1963-1989)», Boletín de Información sobre
Economía Cubana, v. I, n. 2, CIEM, La Habana, febrero de 1992.
17. Patricia Grogg, «Ayuda cubana reduce mortalidad infantil en
dos países», Asheville Global Report Online/ Noticias en Español, n. 84,
Asheville, 24-30 de agosto de 2000.
3. Angola (342 cooperantes), Botswana (53), Burkina Faso (9),
Burundi (8), Cabo Verde (37), Eritrea (50), Etiopía (11), Gabón
(29), Ghana (185), Gambia (138), Guinea (12), Guinea Bissau
(35), Guinea Ecuatorial (167), Lesotho (12), Mali (122),
Mozambique (126), Namibia (146), Níger (1), Nigeria (5), Ruanda
(31), Sao Tomé y Príncipe (9), Seychelles (22), Sierra Leona (4),
Sudáfrica (144), Sudán (1), Swazilandia (20), Tanzania (13),
Uganda (5), Yibuti (16) y Zimbabwe (133). Estas cifras, al igual
que las demás referidas a la cooperación y contenidas en el presente
artículo son tomadas del resumen de datos del Ministerio de
Relaciones Exteriores (MINREX) sobre cooperación cubana con
países del África subsahariana correspondiente al mes de agosto de
2008, salvo en los casos en que se indique una fuente distinta.
18. «Cuba y la cooperación…», ob. cit.
19. Ivette García González, ob. cit., p. 6.
20. Eugenio Espinosa, «La cooperación internacional en las
relaciones internacionales de Cuba», disponible en
www.redem.buap.mx.
21. «Cuba y la cooperación…», ob. cit., p. 5.
22. David González, «Civilian Cooperation Between Cuba and
Ethiopia (Summary)», en Muestra fotográfica y evento académico
preparados en el marco de las jornadas de celebración por la amistad entre
Etiopía y Cuba, publicación bilingüe español-amárico, AAU Printing
press, Addis Abeba, 2007, p. 34.
4. Angola (312), Cabo Verde (37), Etiopía (3), Mozambique (126),
Nigeria (1), Sao Tomé y Príncipe (9), Seychelles (22), Sudáfrica
(144), Sudán (1) y Uganda (5).
23. «Gobierno de Guinea Ecuatorial dona a Cuba dos millones de
euros», Granma, La Habana, 28 de octubre 2008, p. 4.
5. Hedelberto López Blanch, «Cuba y África están eternamente
unidas», Granma, La Habana, 20 de julio de 2008, p. 7.
24. «Total de caídos durante el cumplimiento de misiones militares
y civiles, así como las causas de su muerte», Bohemia, v. 81, n. 50, La
Habana, 15 de diciembre de 1989, p. 33.
6. «Cuba abre al mundo su corazón solidario», Publicación semanal de
la Biblioteca Nacional José Martí, a. 1, n. 1, La Habana, 9 de enero de 2004.
7. Edith Felipe, ob. cit.
8. Ivette García González, «Esencias, principios y práctica de la política
exterior de Cuba», disponible en molinamiguel.webpress.com.
9. «Cuba y la cooperación internacional en ciencia y tecnología»,
disponible en www.undp.org.cu.
©
37
, 2008
56: 197-202,
octubre-diciembre
2008.
La memoria siempre arde: verdades,no.política
cultural,
y futuro endeCuba
L a memoria siempr
e ar
de:
siempre
arde:
ver
dades, política cultural
verdades,
y futur
o en Cuba
futuro
Lázaro Israel Rodríguez Oliva
Investigador. Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.
A
ctualizar ha sido uno de esos verbos que se ha
sobrecargado en el uso informático, hasta que un
día uno se percata de que, en efecto, el pensamiento, la
sociedad, la vida toda, se actualiza no por una operación
mágica de teclazo, sino por su propia evolución. En la
solución informática, cuando se actualiza, se desecha
lo viejo, mientras que en los procesos de cambio social
la actualización no se produce por la misma vía. No
siempre la recuperación del pasado viene por el
reconocimiento de lo valioso o los estorbos, sino que,
justamente, cada escenario social funda muchas de sus
arbitrariedades como consecuencias «naturales» de su
historia, y desecha, como en el invento tecnológico,
todo el acervo no pertinente para las operaciones
sucesivas. Esto no debería pasar en la vida real, pero
así sucede.
En lo que se refiere a recuperación y actualización
de la memoria colectiva, la esfera pública cubana ha
sido protagonista, en los últimos tiempos, de varios
episodios cardinales por su escala, profundidad y
alcance a la hora de pensar el futuro de las políticas
culturales en la Isla. Uno de ellos fue la reacción de un
grupo de intelectuales cubanos ante la aparición
en televisión de tres de los protagonistas de una ola de
abusos de poder en el campo cultural, acontecidos en
la década de los 70: Jorge Serguera, del Instituto
Cubano de Radiodifusión (actual ICRT); Luis Pavón
Tamayo, del Consejo Nacional de Cultura, y Armando
Quesada, de la Dirección de Teatro de ese Consejo.
Esa confrontación dio lugar a una sucesión de
conferencias y debates, que coincidió con la convocatoria
—y realización en abril de 2008— del Congreso de la
Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
Recientemente ha aparecido el libro La política cultural
del período revolucionario: memoria y reflexión,* que recoge
las conferencias sobre el proceso, convocadas por el
Centro Teórico-Cultural Criterios. Esos textos y su
proyecto intelectual serán el eje de este artículo, con
énfasis en aquellos aspectos que considero importantes
para pensar el presente y el futuro desde la vuelta al
pasado. Confieso que pocos libros me han dado tantas
ganas de reseñarlos como este, en el sentido de que me
* Eduardo Heras León y Desiderio Navarro, eds., La política cultural
del período revolucionario: memoria y reflexión, Centro Teórico-Cultural
Criterios, La Habana, 2008.
197
Lázaro Israel Rodríguez Oliva
produce muchas «fugas» para reflexionar sobre lo que
más me preocupa: el futuro del país y la contribución
que pudiera hacer, desde mi campo de trabajo, a los
estudios de las políticas culturales.
Decir que estamos hablando de un libro
trascendental no sería exagerado; que sea una obra aún
incompleta no lo demerita. Pienso que La política
cultural… es un producto intelectual que se conecta con
una tradición de activismo revolucionario, tan necesario
para buscar-crear-realizar todas las vías posibles para
la socialización del saber sobre una sociedad, su época
y sus cambios. El volumen presenta un conjunto de
conferencias sobre la política cultural cubana de los años 70
—con su antes y su después—, realizadas, a puertas
cerradas, para invitados. En vista de que los 3 000
ejemplares editados han sido insuficientes, sus editores
han facilitado un libre acceso digital,1 que agrega otra
posibilidad de difusión, dentro y fuera del país.
El eje de mi comentario estará planteado en
términos de la relación entre memoria-política culturalverdad y pasado-presente-futuro. El choteo, tan usual
entre nosotros, no se hizo esperar cuando Ambrosio
Fornet, en la primera línea de su trabajo, recuerda cómo
«cuando despertamos, el dinosaurio todavía estaba allí»,
aludiendo, espero, tanto al reconocidísimo cuento de
Augusto Monterroso como a la canción de Fito Páez
que augura su desaparición. Este es un libro que recupera
la figura de un dinosaurio doblegado de al menos tres
patas; de un dinosaurio llamado dogma, abuso de
poder, censura, que a diferencia de los naturales extintos,
pervive, ahora acorralado por la respuesta consecuente
de algunos intelectuales cubanos y el apoyo institucional de
reconocer el error.
La política cultural... habla de una ganancia de los
intelectuales y su conciencia, como críticos
comprometidos, frente a toda arbitrariedad que pueda
poner en riesgo la continuidad del humanismo de la
Revolución y, sobre todo, su perfectibilidad. No se trata
de rescatar solo la vivencia del conflicto, sino el alcance
de una experiencia de recuperación colectiva de ese
difícil momento. La publicación expresa un
posicionamiento político —que no creo se dude que
sea revolucionario, rebelde ante lo injusto— con
respecto a una historia distante, pero nada olvidada,
como dieron cuenta los hechos de la ciberprotesta.
Resulta obvio que cuando los organizadores del
ciclo decidieron explicar que este tendría una dinámica
de «memoria y reflexión», querían recuperar la memoria
donde está viva, o sea, donde se dan aún hechos y
circunstancias que ese pasado no supera aún. Este es
justamente uno de sus logros, porque el libro no solo
enfoca la cuestión de «los tipos de línea dura» de los
70, sino que plantea un problema fundamental sobre
la implicación, impacto, y carácter de esa «dureza». Si
una tesis queda clara en él, es la que enfatiza la
preeminencia de la colonización de la episteme soviética
en su línea más ortopédica de las formas libertarias de
la Revolución cubana.2 Como acertó Mayra Espina en
otra publicación,
El clima de libertad creativa, típico de los 60, se debilita
bajo la influencia de una política orientada a implantar el
modelo soviético de relaciones en el campo cultural y
científico. Las disciplinas sociales particulares quedaron
sometidas a la filosofía marxista leninista —en su versión
soviética dogmática, manualista, pragmática, exclusivista y
empobrecedora, que aparecía como ámbito de teorización
integrada de lo social— y a un excesivo tutelaje ideológico,
que cerraba los espacios de polémica.3
Para un joven como yo, resulta muy difícil entender
los rejuegos que llevan a reencauzar así el proyecto,
sometiéndolo a lo que parecería más bien su contrario.
Colonialidad y sovietización significarían lo mismo, en
el sentido de que el encuadre del pensamiento social
supuso la instauración de una nueva dominación cultural
sobre la norteamericana y la española, heredada a través
de una agenda de visiones del mundo y modos de
entenderlo.4 En otro texto, también Fernando Martínez
Heredia significaría, sobre todo, la dinámica que se dio
en este contexto en lo que él llama la relación entre el
poder y el proyecto en la Revolución cubana.
A fines de los 60 y principios de los 70 aquel proyecto
[el inmensamente grande de la Revolución] confrontó
límites férreos, al no poder el país salir rápidamente del
subdesarrollo y no avanzar la liberación en América Latina.
Cuba tuvo que adecuarse a una nueva situación. Aunque
en la práctica el proyecto no desapareció, se proclamó que
habíamos sido idealistas, que quisimos ser demasiado
originales, en vez de aprender modestamente de las
experiencias de los países hermanos que habían construido
el socialismo con anterioridad. La economía y la ideología
se sujetaron a la URSS y se abrieron camino procesos de
burocratización. Se consideró antisovietismo y
diversionismo ideológico todo lo que se diferenciara de
esa sujeción.5
En medio de esas tensiones, se impuso la
manualización positivista, con disfraz marxista, de
la experiencia social y con ella, lo que Espina llama «la
formación de un pensamiento artificialmente
homogéneo, la hipertrofia de la función ideológica del
pensamiento social y la depresión de sus funciones crítica
y utópica».6 Sobre este ámbito, La política cultural... habla
de diversos recursos utilizados para fiscalizar los
medios de producción cultural a favor de intereses y
compromisos, así como de los mecanismos mediante
los cuales se entroniza un canon ofensivo de la diferencia,
e intolerante de la disidencia, incluso dentro de los
marcos del cambio revolucionario, por cuestión de
atrincheramientos doctrinales.
La conferencia de Fernando Martínez Heredia,
«Pensamiento social y política de la Revolución» (p. 141),
198
La memoria siempre arde: verdades, política cultural, y futuro en Cuba
profundiza en las condiciones y concesiones en que se
dio ese recorrido del pensamiento; se refiere a un
escenario «paralelo» a la política cultural, como se lo ha
concebido hasta ahora: el de ensayistas e investigadores,
no precisamente del tema del arte y la literatura, dentro
de la concepción de intelectuales y creadores, y el campo
de la docencia.
Al proponer una tipología y breve explicación de
las corrientes de pensamiento presentes en la sociedad
cubana de los 60, Martínez Heredia trata de mapear lo
que él llama «el pensamiento social elaborado»; con el
propósito de deslindar un campo de fuerzas que afecta
la práctica política en un contexto donde la tensión entre
tradición e innovación estaba fraguando el horizonte
mismo de la Revolución. El materialismo dialéctico
(dia-mat) —exportado por la URSS— era un «cemento
ideológico», metáfora recuperada por el historiador
para enfatizar la imagen del interés de petrificación del
pensamiento que la corriente pro estalinista del marxismo
impuso.
Otro aspecto original de la conferencia de Martínez
Heredia es justamente su esfuerzo por recuperar la
memoria en sus vertientes analíticas y anecdóticas
—esta última tratada de forma menos manifiesta que
otros autores del libro. Rescata las preguntas de la época
que tenían como centro el pensamiento dogmático:
«¿vendría a participar, a ayudar a la Revolución, o sería
solo un certificado que le expedían y una doctrina que
ella aceptaba? ¿Y cuál marxismo asumiría la Revolución
cubana?» (p. 145). Para reactivar la memoria es vital esa
recuperación de las preguntas que han sido respondidas
parcialmente e incluso, que todavía no han tenido una
respuesta. Si la personificamos tanto en la dirigencia
como en nosotros mismos, la Revolución no puede
mirar a las nubes y silbar cuando se le hace una pregunta
dura. El silencio, con el argumento de la maldita
circunstancia del enemigo por todas partes, y la propia
comodidad de quien debe responder, no pueden
quedar como norma de desarticulación de la duda, de
evasiva que desarma la posibilidad de los argumentos
y la fuerza del prestigio del proceso. Orden
revolucionario no debe significar encuadre ortodoxo
ante el temor del peligro de la pérdida del estatus de
pertenencia.
El Premio Nacional de Ciencias Sociales 2007 insiste
en la necesidad de hacer un análisis del dogmatismo, en
sí mismo, dentro de una agenda de investigación, sobre
todo allí donde sería más útil: en las causas de «su
pervivencia y su pertinacia», y «a qué fenómenos y
aspectos de la vida social responde, para combatirlos
mejor» (p. 157). Es sorprendente la actualidad que tienen
los llamados diez rasgos del dogmatismo que anuncia
Martínez Heredia para pensar el tipo de ciencias sociales
y de estudios culturales que hacemos hoy, sobre todo
en lo que se refiere a las limitaciones que todavía existen
desde el punto de vista del apoyo institucional para la
producción de este tipo de saber. Aunque no es nuevo
en su planteamiento mismo, su sistematización resulta
de mucha validez para tener una escala del problema.7
El mundialmente famoso episodio de la «cacerías
de brujas» es otra de las páginas negras de la historia de las
políticas culturales en Cuba. La magnitud de la infamia,
como política institucional, erigida por funcionarios
caracterizados por el dogma y la homofobia, no ha
sido lo suficientemente discutida, sobre todo porque,
como otras reversiones, nos hizo recolocar el proceso
emancipador de la Revolución en un momento
histórico involutivo, algunos de cuyos vestigios no
hemos superado del todo, y que no se ubica en ninguna
temporalidad «realmente existente», sin conseguir
tampoco un proyecto social inclusivo y revolucionario
que supere el capitalista, dominante en sus formas más
avanzadas.
Todos los autores del libro comentado tratan de
documentar el vacío, siempre desde la sospecha-casiconvicción de que «las casualidades» se favorecen de la
desmemoria, para una fatídica resurrección de
oportunistas. De ahí el bloque de voces con sentidos
comunes: la recuperación de la memoria, para evitar
tanto el «lavado de biografía», según Desiderio
Navarro, como la vuelta reconfigurada de una línea
caracterizada en el libro como dogmática, excluyente,
contrarrevolucionaria.
En el interés de buscar las causas de las cosas,
Navarro rescata, de la producción comunicativa de los
e-mails intercambiados, citas de otros intelectuales para
ubicar al lector en un mapa bien logrado de la convulsa
problemática de los juegos de poder y, sobre todo, los
modos de instrumentalización de la política en el tiempo
de «los duros», como los llama Reynaldo González.
Con ese afán de lograr una historicidad, Navarro,
citando otros trabajos suyos —excesivamente quizás,
aunque de innegable vigencia—, trata de buscar vínculos
de continuidad intelectual en la convulsa intermitencia
de la esfera pública cubana: Criterios con Pensamiento
Crítico, por ejemplo, según él, la primera víctima de la
guillotina censora. Lo hace, en especial, reconociendo
la existencia de mecanismos de administración de la
memoria y el olvido, la operatividad de la censura en
medio de un proceso mediante el cual las discrepancias
estéticas se convertían en discrepancias políticas, como
sugiere Fornet (p. 26).
El propio Fornet, para ubicar su bautizo del
término de «quinquenio gris», evoca el «pacto de
silencio», una complicidad con la que visibiliza el
problema de la censura no solo del lado del censor
sino de su coetáneos y de los intelectuales mismos. Su
revisita del concepto muestra una lucidez intelectual y
199
Lázaro Israel Rodríguez Oliva
una fuerza que impresiona por su convicción, alcance
y pertinencia. Se ve en la necesidad de explicar desde
dónde habla, en un esfuerzo no solo epistemológico
—o metodológico— sino político y ético. Está
convencido de la madurez intelectual del campo cultural
que hizo frente al nuevo desmán, y a la institucionalidad
firme que entiende las razones de la inconformidad
del ofendido. Su propuesto «rodeo al concepto», incluye
aspectos no solo cronológicos (históricos), sino otros
factores, por así decirlo, políticos, internacionales y
personales. En su conferencia desfilan más de un sujeto
con niveles protagónicos en la trama de los hechos,
no siempre oídos en los lugares comunes del relato de
lo sucedido. Su intervención es crítica y responsable,
consecuente y exigente, sobre todo porque ve la
Revolución «como la posibilidad real de cambiar la vida»,
y por ello hace un balance que no excluye lo que llama
la desmesura de algunas reacciones del liderazgo
histórico con respecto a sucesos internacionales.8
Por su parte, la conferencia de Mario Coyula, tras el
críptico y desesperanzado título de «El trinquenio
amargo y la ciudad distópica: autopsia de una utopía»
(p. 47), lanza un crítico abordaje de los vaivenes de la
práctica profesional del arquitecto como artista, en el
campo del medio construido. Su análisis es duro
cuando habla de los procesos de desprofesionalización
de la arquitectura en la rutina productiva de la
construcción, con un enfoque histórico matizado por
un estilo cargado de opiniones siempre adjetivadas. El
respetado arquitecto, desde su honestidad característica
—e insisto en esto porque es un signo de identidad
discursiva— explica no solo las condiciones de
posibilidad de la ciudad de hoy, a partir de las políticas
constructivas de la Revolución en el poder, sino de los
procesos culturales más amplios que se encuentran
afectando la moral revolucionaria y su riqueza
emancipadora anticapitalista. Su planteamiento de la
«contrarrevolución cultural», para referirse a los procesos
políticos de la etapa, es coincidente —y por tanto
elocuente— con todas las conferencias, desde el punto
de vista de definiciones. Todas establecen tensiones de
continuidad-ruptura, teniendo en cuenta lo que significó
la Revolución en los 60 y la historia que tuvo después la
práctica política y la sociedad en la Isla.
El análisis-testimonio de Eduardo Heras León, «El
quinquenio gris: testimonio de una lealtad» (p. 69), me
conmovió mucho, y destaco la validez de su énfasis
experiencial en el ejercicio de la recuperación de la
memoria colectiva. Con recursos narrativos constatables,
se mete de cabeza en las circunstancias del encuentro de
varias generaciones distintas ante el común embate
de la censura. Su hipótesis encuentra, en ese compartir de
lo fatídico, la «unidad del movimiento intelectual
cubano» (p. 70). Esto facilita que emerjan preguntas
que considero muy útiles para debates sucesivos: ¿hay
un movimiento intelectual cubano?, ¿quedó demostrada
su conciencia de mismidad, como diría Carolina de la
Torre, tras la guerra de los e-mails?, ¿o simplemente se
dio la articulación concurrente del grupo dentro de
un horizonte revolucionario, ante la presencia de un
contrarrevolucionario funcional que limitó su vida o la
de otros?
Quizás el caso de Heras retrate con detalle hasta
dónde puede llegar el extremismo al censurar a los
cantores mismos de la gesta. Estamos frente a una
devolución con sangre basada en el recurso de un
instinto de conversación, que le es propio a Heras, y
que siempre salvará a los hombres de los monstruos
de la razón. Véase su relato de un episodio personal de
suicidio que, como mínimo, lleva a preguntarse cómo
la institucionalidad se dio el lujo de recurrir a basamentos
orwellianos para fundar argumentos nuevos para el
consenso necesario. ¿Dónde estaban los revolucionarios
dentro del poder para poner fin a tamaño
contrasentido? ¿Puede pasar de nuevo algo así? Este es
un valor que siempre tendrá La política cultural...: mover
las ideas moviendo sentimientos, en esa búsqueda de la
claridad con las emociones, que explican lo dicho y
hecho. Otros quizás lo vean como dificultad para el
logro de la objetividad en la recuperación de lo ocurrido.
Este es un libro de gente distinta entre sí, de varias
generaciones que compartieron la entronización de un
canon de comportamiento político dentro de la cultura.
En esta confluencia generacional e intelectual, Arturo
Arango entra al análisis de la etapa desde la perspectiva
de la poesía, con el tema titulado «Con tantos palos
que te dio la vida: poesía, censura y persistencia»
(p. 95), revisita el período desde los altibajos que tuvo
la poesía, sobre todo porque este género —quizás por
su carga subjetiva— tuvo su protagonismo. Arango
deja en claro, al hacer su recorrido por diversos grupos
como los de El Puente, Orígenes, Ciclón, Lunes de Revolución,
que
esos enfrentamientos fueron, en ocasiones, estrictamente
literarios. Pero con frecuencia escondían encendidas luchas
por el control de instituciones o del poder en todo el ámbito
de la cultura y, como es natural, solían formar parte de las
peleas que acompañaron las principales definiciones
ideológicas en el seno de la Revolución cubana. (p. 96)
Así, se ratifica la tesis de que lo que está detrás de
esta concepción al uso de política cultural, es el límite
de la expresión y los mecanismos de ejercicio de fuerza
y seducción para lograrlo. De hecho, Arango ha visto
«Palabras a los intelectuales» como lo que es en el campo
político-cultural: «la regla de oro para fijar los límites
de la libertad de expresión» (p. 98), y no un documento
rector de la política cultural, como se le ha visto. Tal
afirmación se subraya porque, muchas veces, en el interés
200
La memoria siempre arde: verdades, política cultural, y futuro en Cuba
acertadas, como se les había confiado para su puesto.
Muchas veces se habla de «los distantes», o se dice
solamente: «un alto dirigente», «las vacas sagradas del
pavonato» o «un departamento».
Si bien reconozco todo el esfuerzo por
desempolvar estos hechos, quizás mi inexperiencia en
estos azares tormentosos me lleve a exigir la verdad
completa, la memoria devuelta con todas sus letras,
basada en el hecho de que el que tenga que responder,
responda como revolucionario, y en consecuencia con
sus actos. Este es un turno del ofendido, a lo Roque
Dalton, pero faltan muchas fichas en esta historia que
no se aclaran, antes bien se vuelve más rompecabezas,
cuya figura a reconstruir es el poder mismo y sus
historias, silenciadas por los ofensores.
Otro detalle que señalar es la ausencia referencial en
lo que respecta a personas citadas, particularmente
cuando tienen una función en el seguimiento de la trama.
El esfuerzo por recuperar la memoria implica también
superar la contingencia que ha caracterizado la
convocatoria, y la fragmentación que puede darse en
esa recuperación en los espacios de discusión
disponibles, sobre todo para quienes no vivimos esa
etapa. Quizás las conferencias no pudieron resolver del
todo este aspecto, algo que sí hubiera sido necesario
hacer en el proceso editorial.
Retomo la idea de que el análisis del tipo de política
cultural, pese al valor de esta propuesta, sigue estando
dentro del lenguaje del poder institucionalizado. Al
objetivarse la política cultural en la relación entre el
Estado y los intelectuales, este recuento no supera los
propios referentes que consagran qué es política cultural
y qué no. Pero es justo decir que se trata de una
dimensión importante de lo que sería el campo de acción
de las políticas culturales, aunque, como se explicó antes,
es solo un eje de acción de lo que debería ser el encargo
de estas.
Para concluir, me gustaría celebrar la presencia, en el
panorama editorial cubano, de este otro libro que
documenta la historia de las políticas culturales.9 Me alegra,
sobre todo, la iniciativa de que aquellas conferencias,
privadamente públicas, se hayan convertido en este
producto que visibiliza una salida al debate inconcluso,
acontecido en lo que Desiderio Navarro llama la
«ciberesquina caliente», que tuvieron un seguimiento en
el propio ciclo de conferencias, y en el congreso de la
UNEAC, también publicado y televisado. La llamada
guerra (el episodio mediático de los correos) superó «la
catarsis» con que el poder mismo define cualquier
inconformidad y mostró, como se dijo, la madurez con
que los intelectuales cubanos podían tratar un tema
sensible, sin que la Revolución se tambaleara en sus
principios; participar en un debate y canalizar los
humores, todavía calientes, de personas silenciadas,
de plantear este medular discurso como la piedra
angular, se prioriza un sentido de la relación políticacultura solo en términos de intelectuales y política, y
a los intelectuales se los asume como los creadores de
excelsas obras dentro de la esfera del arte y la literatura.
De esta forma, se desconoce, de algún modo, el papel
que deben tener las políticas culturales, desde su
institucionalidad, en la promoción de los mecanismos
de socialización de la producción cultural. La literatura
contemporánea y las propias prácticas de políticas
culturales abren este campo a espacios más amplios
de producción social de cultura que tocan otros
aspectos políticos y culturales como participación,
ciudadanía y movimientos sociales.
Este destacado narrador y ensayista tiene un lugar
privilegiado en la estructura del ciclo-libro. Se incluye,
al final, otra conferencia que dictara en el taller La
política cultural de la Revolución, organizado por el
propio Navarro y la Asociación Hermanos Saíz,
justamente para responder al descontento producido
en no pocos jóvenes por sentirse excluidos de las
invitaciones a la conferencia de Ambrosio Fornet
—la primera del ciclo—, en Casa de las Américas, el
30 de enero de 2007, en pleno furor de los
ciberdebates. El autor trató de ubicar su memoria
como joven que vivió aquellos sucesos, y hay que
celebrar la sinceridad con que reconoce haberse
sentido parte de un juego: «tardamos en comprender
que nosotros mismos estábamos siendo utilizados, que
éramos parte de una operación que ahora se llamaría
«formación de escritores emergentes» (p. 167). «Pasar
por joven (con notas al pie)» es un retorno a la vivencia
del escritor en medio de un mundo lleno de
incomprensiones adultocéntricas, que lo tenían como
susceptible de ser corrompido por la ideología
capitalista (p. 165). Así dice:
Los dogmas nos fueron inoculados, los tuvimos, como
bacterias, en nuestra sangre, y fue principalmente nuestra
práctica artística, las contradicciones que ella desencadenó,
lo que, como anticuerpo generado por el mismo
organismo, comenzó a provocar que estableciéramos una
relación conflictiva con el ambiente en que nacíamos al arte
y la literatura». (p. 167)
Destacables en esta propuesta son las notas al pie
—anunciadas desde el título—, muy útiles porque dicen
tanto como el cuerpo del texto y, sobre todo, recuperan
una dimensión explicativa de quién es quién y qué hizo,
que se echa de menos en la mayoría de los textos
anteriores.
Un aspecto que considero un error estratégico del
ciclo y del libro —con excepciones como las de Fornet
y Arango en algunos momentos— es que no se mientan
por su nombre sujetos importantes, sobre todo si tienen
que ver con altos dirigentes que no tomaron decisiones
201
Lázaro Israel Rodríguez Oliva
apoyo a la Revolución. Nosotros somos la Revolución»
(p. 73). Lo otro es confusión disfrazada de certezas.
marginalizadas, excluidas de la producción de sentido y
su socialización en aquella época.
Pudiera, a manera de cierre, esbozar algunos de los
que considero triunfos de claridad de los debates del
ciclo y del libro. Estos aspectos constituyen, en sí
mismos, retos importantes para el planteamiento de
qué políticas culturales necesitamos en el país que todos
queremos. Reconozco lo inacabado de esta propuesta,
pero estos son los que destaco, además de lo ya dicho:
Notas
1. Véase el sitio web del Centro Teórico-Cultural Criterios,
www.criterios.es/cicloquinqueniogris.htm.
2. La referencia a la idea de colonización se apoya en los trabajos
sobre colonialidad del saber y del poder ampliamente desarrollados
por el Grupo Modenidad/Decolonización, al que están asociados
entre otros, Aníbal Quijano, Enrique Dussel, Ramón Gosfroguel y
Catherine Walsh. Para una sistematización de esta perspectiva, véase
Edgardo Lander, ed., La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales: perspectivas latinoamericanas, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 2005; Santiago Castro-Gómez y Ramón Gosfroguel,
eds., El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más
allá del capitalismo global, Universidad Javeriana y Siglo del Hombre
Editores, Bogotá, 2007; Catherine Walsh, ed., Estudios culturales
latinoamericanos: retos desde y sobre la región andina, Universidad Andina
Simón Bolívar y Abya Yala, Quito, 2003; Pensamiento crítico y matriz
(de)colonial: reflexiones latinoamericanas, Editorial Universidad Andina
Simón Bolívar, Quito, 2005.
1. Incuestionabilidad del derecho a la información en
un contexto donde los cubanos y cubanas han
aumentado sus capacidades intelectuales y han gozado
de altos niveles de educación. Navarro lo plantea en
términos de equidad comunicacional, algo fundamental,
para conseguir el propósito, muchas veces repetido
en los discursos políticos, de conquistar «toda la
justicia».
2. Pertinencia de la confianza y claridad en la necesidad
de superar los mutuos prejuicios entre intelectuales
y políticos y, sobre todo —por su propia posición
de poder designado— restaurar la confianza de los
políticos en el saber, algo que también ha sido
enfatizado en casi todos los espacios que tienen los
estudiosos, académicos, creadores e intelectuales para
compartir sus criterios.
3. Utilidad de los espacios de debate, de discusión, de
reinvención del futuro. Esto, que subraya Navarro
en su presentación, es un secreto a voces, emergente
en los diálogos de todos y todas en Cuba hoy:
3. Mayra Espina, «Cuba: la hora de las ciencias sociales», en Rafael
Hernández, comp., Sin urna de cristal. Pensamiento y cultura en Cuba
contemporánea, Centro Juan Marinello, La Habana, 2003, p. 33.
4. Véase Rafael Plá y Mely González, coords., Marxismo y revolución.
Escena del debate cubano de los 60, Editorial de Ciencias Sociales y
Centro Juan Marinello, La Habana, 2006.
5. Fernando Martínez Heredia, «El poder debe estar siempre al
servicio del proyecto» (entrevista), en Julio César Guanche, El
ejercicio de pensar, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan
Marinello, La Habana, 2008, p. 65.
el silenciamiento, confinamiento y desdeñamiento de la
crítica social realizada por la intelectualidad y el pueblo en
general permite que los problemas sociales y los
correspondientes malestares crezcan, se multipliquen y se
acumulen más allá de lo que una tardía apertura del debate
crítico público podría enfrentar. (p. 23)
6. Mayra Espina, ob.cit., p. 34.
7. Aunque consecuencia de la misma compartimentación de la
sociedad y su asignación a áreas de saber, a la usanza del positivismo
más vulgar, tampoco el discurso intelectual —y la propia
institucionalidad cultural— reconoce una igualdad de estatus entre
el pensamiento social y la creación intelectual. De hecho, el tema de
la memoria en la historia intelectual no es nuevo. Por ejemplo,
Rafael Hernández, en el prólogo a Sin urna de cristal... (ed. cit.),
subtituló un acápite de su recorrido por la época de los 60 «Memoria
y desmemoria», como antesala a la «postración intelectual» que se
dio a partir de la «influencia dogmatizante» del nubarrón de la
URSS por los campos de la Isla.
4. Convencimiento de la inclusión dentro del proceso
revolucionario del diferente, y de hecho el rechazo
a toda forma de exclusión, principalmente, a la
homofobia como política institucional, característica
de documentos en algunos momentos rectores de
la política cultural, y su instrumentalización sucesiva.
5. Optimismo fundado en la fuerza cambiante de la
Revolución, en su concepto y compromiso, y lealtad
de las personas implicadas a los ideales que la
fundamentan.
8. Lanza, de esta manera, algunas hipótesis todavía por estudiar,
como la relación entre la carta de algunos intelectuales a Fidel en
Le Monde, París, 9 de abril de 1971 (el hecho de ver a Carlos
Franqui como fiscal de la Revolución) y la introducción del tema
cultural en el tristemente célebre Primer Congreso de Educación y
Cultura (23-30 de abril de 1971).
Siempre pienso que hay algo de error en pensar
que debe haber una política cultural, que la Revolución
«debe aplicar». Esta, en sí misma, es una política cultural
porque es un proyecto de transformación de las
relaciones sociales, y no una entelequia abstracta,
metasujeto, por encima de la gente. Quizás a eso se
refiere Heras León cuando cita a Reynaldo González
reseñando un cuento suyo: «No tenemos que jurar
9. Recientemente habían sido publicados, como mínimo, Graziella
Pogolotti, comp., Polémicas culturales de los 60, Letras Cubanas, La
Habana, 2006, y Andrés Abreu, Los juegos de la escritura o la reescritura
de la historia, Casa de las Américas, La Habana, 2007.
©
202
, 2008
no. 56: 85-94,
de 2008.
La política social cubana: principales
esferasoctubre-diciembre
y grupos específicos
La política social cubana:
principales esferas
y grupos específicos
María Isabel Domínguez
Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS).
E
ntender el desarrollo social obliga a considerar las
transformaciones sociales a través de la
interpenetración de factores en planos diversos, entre
los que resulta imprescindible considerar, al menos, dos
niveles: las transformaciones materiales y espirituales
en las condiciones de vida de la población, en la
estructura social y en las dimensiones de la equidad; y
las transformaciones en la conciencia y la cultura, las
formas de actividad y las relaciones sociales. Esto
significa que el desarrollo social tiene un estrecho
condicionamiento en las esferas económica y política.
La primera no solo por ser el sustento material de los
planes concebidos, sino también por el tipo de estructura
y de relaciones que sostiene; la segunda, porque del
sistema político vigente dependerá la naturaleza de la
política social que se desarrolle, los que la impulsen, la
voluntad política del Estado para garantizarla y el tipo
de actividad social.
Hablar del desarrollo social implica, en última
instancia, hablar de la transformación de la sociedad
como un todo, aun cuando en el plano político y
académico sea común —para entender mejor los
procesos— referirse a ello como el conjunto de
objetivos y acciones dirigidos a esferas diferenciadas
de las económicas y políticas, que se denominan «de lo
social», en alusión a factores como empleo, educación,
salud, seguridad social, vivienda, etc. Los movimientos
de esta esfera impactan la actividad económica y política
a partir de su incidencia en el tipo de fuerza de trabajo;
en los cambios en la estructura social de la población,
tanto en el orden clasista como demográfico; en los
niveles de satisfacción o insatisfacción de la población
con sus condiciones materiales de vida y con la política
del Estado; todo lo cual incide en su actividad política,
entre otros factores.
La toma de posición sobre la relación entre el
desarrollo económico y el social ha estado en el mismo
centro de la teoría económica desde hace más de dos
siglos, e igualmente constituye un punto esencial en la
definición del modelo de sociedad que se desea y una
guía para las acciones políticas.
Con sus matices y grados, el asunto se divide entre
quienes consideran que si se potencia el desarrollo
económico, ello será la base para que, automáticamente,
existan las condiciones materiales para el social y para
el logro de la equidad —en este caso, el papel del Estado
85
María Isabel Domínguez
El desarrollo social en Cuba. Principales
esferas
y la política es reducido—, y entre quienes apuestan al
desarrollo social y al logro de la equidad, al menos en
sus componentes básicos, como condición necesaria
para un verdadero desenvolvimiento económico que
luego pueda revertirse en lo social, y para lo cual resulta
importante el papel del Estado y la voluntad política.
Esta contradicción ha atravesado la concepción de
desarrollo de los sistemas políticos y se ha hecho sentir
tanto dentro del modelo capitalista como del socialista,
aunque con correlaciones diferentes.
La lógica que ha guiado el modelo desarrollista de
la Revolución cubana ha privilegiado siempre, desde
su concepción misma, el desarrollo social a cuenta
incluso de su desajuste con el económico.
En un momento preliminar, como 1953, el
Programa del Moncada ya planteaba:
Aunque el desarrollo social en Cuba, los modelos
de política social diseñados, su gestión y sus resultados
han sido objeto de análisis de las ciencias sociales en
diferentes momentos, no han contado con la
sistematicidad y la integralidad requeridas, dado el
significativo peso que tienen en el modelo socialista
cubano.
Después de cierto auge a fines de los años 80
e inicios de los 90, los estudios sobre el tema perdieron
presencia, pero volvieron a emerger en los últimos años,
condicionados por la necesidad de acompañar, entender
e impulsar los nuevos procesos en curso, a la luz de un
conjunto de programas sociales y, a la vez, por la de
documentar científicamente el caso cubano para
insertarlo comparativamente en el contexto
latinoamericano e internacional de las políticas de
desarrollo social y sus impactos en el mundo de hoy.
Según algunos estudiosos, en los análisis recientes
sobre la política social cubana se reitera la idea de la
existencia de un modelo o submodelo cubano, como
forma particular y propia de intervenir sobre esta esfera.
Entre sus rasgos principales se consideran la
identificación de justicia social con igualdad social; la
sustentación en un cambio de la matriz de propiedad
sobre los medios de producción y la eliminación de las
posiciones socioestr ucturales que per mitan la
apropiación excluyente del bienestar; el carácter
universal y de cobertura total, planificado y unitario; el
Estado como principal y casi absoluto coordinador y
gestor de la política social y el desarrollo; la consideración
de las necesidades básicas como derecho de la
ciudadanía —educación, salud y amparo gratuitos, y
derecho al trabajo—, y las prioridades macroeconómicas
que priorizan el gasto en inversión social. Se aclara que
si bien muchos de estos rasgos son típicos del modelo
general del socialismo, lo particular aquí es «la celeridad,
radicalidad y extensión del proceso de implantación
de la propiedad social (y la cuasi absolutización de esta
como forma de propiedad socialista), y la estructuración
de coberturas unitarias y universalistas de servicios
sociales».2
Esta concepción de apostar al desarrollo social, aun
en las peores condiciones, posibilitó que al finalizar la
década de los años 90, la más difícil para la Revolución
en el plano económico como resultado de la pérdida
de sus vínculos con el campo socialista de Europa
oriental y el recrudecimiento del bloqueo de los Estados
Unidos,3 pudo exhibir un Índice de Desarrollo Humano
(IDH) mediano que lo colocó en el lugar 58 a nivel
mundial, y en el 15 dentro de 32 países de América
Latina.4 Estos datos evidencian la atención concedida
El problema de la tierra, el problema de la industrialización,
el problema de la vivienda, el problema del desempleo, el
problema de la educación y el problema de la salud del
pueblo, he ahí concretados los seis puntos a cuya solución
se hubieran encaminado resueltamente nuestros esfuerzos,
junto con la conquista de las libertades públicas y la
democracia política.1
A lo largo de estos cincuenta años las correlaciones
entre política económica y social han variado, marcando
períodos de absoluta prioridad de lo social,
desconectados de lo económico, como la llamada etapa
de la construcción paralela del socialismo y el
comunismo (años 60), hasta otros de mayor peso de los
mecanismos económicos, como la etapa de aplicación
del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía
(años 80), u otros de simple preservación de los mínimos
alcanzados en materia social y búsqueda de alternativas
económicas, como la etapa de crisis denominada
Período especial, pero una mirada más integral permite
apreciar la prioridad conferida a la esfera de lo social,
lo cual distingue al socialismo cubano y quizás en lo
que radique una de sus principales fortalezas para
enfrentar amenazas y problemas críticas de diversa
naturaleza.
Lo alcanzado no significa, sin embargo, una
planificación social de carácter integral que haya
considerado «lo social» como un sistema, y sus vínculos
con lo económico; de ahí que los resultados muestren
algunos desequilibrios importantes en diferentes áreas.
De igual manera, resulta interesante analizar la relación
existente entre políticas sociales universales, dirigidas al
conjunto de la población, y aquellas diferenciadas,
orientadas a grupos específicos.
Este trabajo intentará profundizar en las políticas
dirigidas a algunos componentes importantes de la
estructura social, desde la perspectiva sociodemográfica,
en particular la niñez y la juventud, así como la mujer y
las personas de la tercera edad. Estos constituyen grupos
privilegiados de esta política, en distintas dimensiones.
86
La política social cubana: principales esferas y grupos específicos
a la esfera social, más allá de las posibilidades económicas
que la han acompañado. Ese desbalance se expresa
también en las vías de acceso de la población al bienestar
social, constituidas por tres elementos fundamentales:
el salario, la seguridad social y los fondos sociales de
consumo, que garantizan servicios universales y gratuitos.
Estos últimos han representado, a lo largo de muchos
años, el principal mecanismo para el acceso a bienes y
servicios, concentrados básicamente en las esferas de
educación, salud, y seguridad social. Por ejemplo, en
2003 estas tres actividades representaron 42,2% de la
ejecución total de gastos del presupuesto estatal.5 Tales
esfuerzos se han revertido en significativos logros en
estas esferas.
En educación se han alcanzado elevados índices que
hacen de la fuerza de trabajo calificada el principal
recurso del país para su desarrollo, acompañado de la
masividad de la enseñanza primaria y media básica, el
amplio acceso al nivel medio superior y universitario,
y a enseñanzas especializadas para el arte, el deporte y
para niños y jóvenes con necesidades especiales de
aprendizaje. En el momento actual, casi la cuarta parte
del total de la población está matriculada en algún nivel
de enseñanza (27,4%). La tasa de escolarización
primaria es de 98% y la secundaria de 92%. La matrícula
en la enseñanza superior ha crecido 4,6 veces en los
últimos siete años como resultado de los nuevos
programas aplicados a la educación. 62,6% de la fuerza
de trabajo ocupada tiene nivel educativo medio superior
o universitario.6
En el plano de la salud, se ha alcanzado la cobertura
total de atención a la población. Se han ido reduciendo
aceleradamente los índices de mortalidad infantil y
materna, y por enfermedades infecto-contagiosas
a niveles mínimos; el cuadro de morbi-mortalidad es
similar al de países de alto desarrollo económico y se
ha ido ampliando la esperanza de vida. Datos recientes
muestran que la mortalidad infantil se ha reducido
a 5,8 por cada mil nacidos vivos y la de niños entre 1 y
5 años a 8, lo cual coloca a Cuba en la posición 34
entre 194 naciones.7 La mortalidad materna es de 0,4,
la más baja de América Latina de acuerdo con el Informe
de Desarrollo Humano de 2004.8 Las tres primeras causas
de muerte son las enfermedades del corazón y los
tumores malignos, mientras que en los niños de 1 a 5
años son los accidentes.9 La esperanza de vida se ha
elevado a 77 años, con dos más para la mujer10 y se
trabaja por alcanzar los 80 años, meta ya sobrepasada
en algunos territorios como la provincia de Villa Clara,
que ya exhibe una esperanza de vida de 86 años.11
La base para alcanzar tales índices de educación y
salud ha radicado en la atención priorizada a estas dos
esferas, lo cual determina que, de los seis objetivos
planteados por Naciones Unidas entre las Metas del
Milenio, 12 Cuba pueda declarar
tres logrados y
otros tres en avanzado estado de cumplimiento.13 Esto
contribuye al valor alcanzado en el Índice de Desarrollo
Humano antes comentado.
La tercera dimensión importante de la política social
cubana ha sido la seguridad social como mecanismo
complementario y compensatorio, que ha ido ganando
relevancia, sobre todo para algunos grupos, aun cuando
una buena parte de los servicios ha seguido a cargo de
los fondos sociales, que han recibido mayor atención
que los ingresos personales.
En el período entre 1997 y 2003 el salario medio
creció 32,5%14 y los gastos del sistema de seguridad
social15 26,7%,16 es decir, casi en igual proporción. En
el primer semestre de 2008, como parte de los nuevos
programas sociales, se produjo un aumento del salario
mínimo en 125%, medida que benefició a 54% del
total de trabajadores estatales (quienes representan 76%
de todos los ocupados).17 La medida elevó el salario
medio en 23%. A ello se añadió una reforma salarial
específica en beneficio de los trabajadores de los sectores
de educación y salud, lo cual refuerza la prioridad
otorgada a estas áreas. Paralelamente, se elevaron las
pensiones y otras prestaciones de la seguridad social
con un alcance general de 97% de las personas
beneficiadas por ese sistema.18
La alimentación ha formado parte de las áreas
atendidas por la política social, para lo cual se han
instrumentado, mantenido y reforzado las garantías
alimentarias básicas mediante un sistema de
racionamiento por cuotas, con atención particular a la
niñez, y a escuelas, hospitales, comedores laborales, etc.
En los últimos años se ha incrementado en más de
20% el consumo diario de calorías; las personas con
riesgo de malnutrición, incluyendo a los niños, se calculan
solo en alrededor de 2%.19
Sin embargo, no se logran satisfacer las necesidades
de la población más allá de los mínimos básicos y es
complejo mantener la estabilidad en la distribución
porque la producción agrícola resulta insuficiente, lo
que eleva los precios en el mercado no subsidiado y
son deficitarios algunos productos esenciales, como
carnes y lácteos. En el propio informe de análisis del
cumplimiento de las metas del milenio, se reconoce
que la distribución controlada de alimentos a precios
subsidiados satisface solo alrededor de la mitad del
consumo diario de calorías recomendadas.20 Otros
datos muestran que entre 2000 y 2003, el valor de la
circulación mercantil por la venta de productos
alimenticios en la red minorista se redujo en 7%.21 Si se
analiza el mismo período en unidades físicas, de
41 productos, 27 redujeron sus volúmenes, algunos de
forma significativa como la papa (57%), huevos (38%)
y leche en polvo (20%).22
87
María Isabel Domínguez
Para compensar estos déficits, se buscan soluciones
alternativas o, en algunos casos, al menos paliativas, entre
las que se destacan el impulso a la agricultura urbana,
sobre todo en las capitales, con producciones de ciclos
cortos, fundamentalmente vegetales y hortalizas; la
producción de alimentos industriales a los que se les
enriquece su valor nutricional (con aditivos de soya,
por ejemplo) o se añaden suplementos vitamínicos y
minerales —sal, alimentos para niños, etc.— y dietas
suplementarias para grupos sociales vulnerables (niños
con bajo peso, mujeres embarazadas, personas de la
tercera edad, residentes en territorios afectados por
contingencias naturales, etc.).
Otras áreas esenciales para el desarrollo social y el
bienestar de la población, como la vivienda, no han
contado con un fuerte impulso y no han estado entre
las prioridades como las anteriores —incluida la
alimentación, a pesar de las dificultades que enfrenta.
El ritmo de construcción de nuevas viviendas no se ha
correspondido con el crecimiento de nuevos núcleos
familiares; no se le ha dado la suficiente prioridad al
mantenimiento constructivo de las ya existentes, y no
se garantiza el suministro de materiales de construcción
para repararlas y mantenerlas por esfuerzo propio.
Como resultado, se ha ido acumulando e incrementando
un elevado déficit de viviendas y el estado técnico de
las existentes presenta dificultades. Solo en la capital, se
estima que 35% de las casas tiene un estado constructivo
de regular a malo y en algunos municipios —como La
Habana Vieja— esa cifra llega casi a la mitad.23
La insuficiencia y el deterioro de la vivienda vienen
aparejados con el hecho de que otras áreas del
desarrollo social, como el entorno ambientalcomunitario, tampoco han contado con los recursos
suficientes para acompañar los avances en la educación
y la salud. Según varios análisis recientes sobre el medio
ambiente urbano en La Habana, aún son muy limitados
los programas integrales para conservar y rehabilitar el
fondo edificado, los espacios públicos y la infraestructura
técnica; y muy reducidos los volúmenes de construcción
de nuevas obras y concentración de espacios, lo cual
podría conducir a una segregación espacial del
desarrollo.24 En La Habana, en los últimos años solo se
había incrementado el fondo construido en 0,5%
bianual; y las nuevas construcciones no han resuelto los
problemas más acuciantes, ya que han sido ejecutadas
por instituciones que cuentan con recursos propios para
satisfacer sus necesidades; existe la tendencia a construir
las nuevas viviendas sociales en zonas de la periferia de
la ciudad, con baja calidad constructiva y de diseño, y
escasas facilidades en el entorno.25
A fines del año 2004 se evaluó que las actuales
políticas y planes de desarrollo, sobre todo en la capital,
se encaminaran a resolver algunos de los problemas
más importantes como la rehabilitación y la ampliación
de las redes de acueducto y alcantarillado; mayor
cobertura de tratamiento del agua para el consumo de
la población; servicio de comunicaciones y combustible
doméstico, y servicio eléctrico. Sin embargo, la
reparación y articulación de la red vial, el transporte
colectivo y la construcción y reparación de viviendas
han marchado con lentitud.
Se anunció el interés de construir cien mil viviendas
por año,26 lo que significaría comenzar a atender una
de las áreas más desfavorecidas dentro de la política
social cubana, y constantemente afectada por los
impactos de los huracanes.
Si bien los recursos económicos disponibles están
por debajo de las aspiraciones de avance social, e incluso
de sus logros —por tanto, no son suficientes para dar
igual prioridad a todas las áreas—, el desarrollo social
no se ha concebido sistémica e integralmente, sino
parcelado por esferas, con lo cual los avances en algunas
se ven afectados o neutralizados por la falta de
acompañamiento de otros. Los logros educativos están
siempre en tensión con las opciones laborales
disponibles y con el sistema salarial, que durante la crisis
económica de los años 90 dejó de ser un estímulo para
alcanzar mayores niveles de instrucción y calificación y
que hoy está siendo objeto de revisión. La esfera de la
salud requiere de una mayor integración con otras,
como las de alimentación y condiciones higiénicosanitarias comunitarias y de vivienda, cuyas debilidades
limitan el alcance de la prioridad dada a la actividad de
atención a la salud.
Estos desbalances en el avance de la esfera de lo
social tienen, además, su reflejo en lo que ha ocurrido
con las ciencias sociales. El hecho de que las políticas se
establezcan de forma fragmentada, que no haya un
análisis integral de su funcionamiento, se corresponde
también con esa ausencia de visión integradora y
sistémica por parte de las ciencias sociales.
La visión disciplinaria y no problémica de los
procesos contribuye a ello, pues en muchas ocasiones
cada asunto se analiza por diferentes instituciones e
investigaciones, de forma aislada. Por ejemplo, los
problemas que se expresan en la esfera de la educación
están vinculados, muchas veces, a procesos ubicados
fuera de ella y que no se resuelven con políticas
educacionales, sino en otros campos. Lo mismo sucede
con la salud y el resto de las esferas. Por lo tanto, parece
haber un elemento común, una especie de convergencia,
no positiva, entre las ciencias y políticas sociales: la falta
de visión integradora, la parcelación y fragmentación.
Uno de los principales retos de la política social en
Cuba para potenciar lo hasta ahora logrado, es ganar
en integralidad.
88
La política social cubana: principales esferas y grupos específicos
Universalización y diferenciación de la política
social. Atención a grupos sociales específicos
los cuales estas se dirigen, y ampliar los criterios
diferenciadores para formularlas.
A pesar del predominio del enfoque universal,
muchas de las políticas, por su naturaleza y prioridades,
han diferenciado sus acciones hacia grupos sociales
específicos teniendo en cuenta, sobre todo, criterios
sociodemográficos que han beneficiado a distintos
grupos de edades y a la mujer. Para entender esas
prioridades, hay que tener en cuenta el entrecruzamiento
entre la naturaleza y la prioridad de las políticas en
función de los objetivos del modelo y la propia
dinámica de los grupos sociales, la que no siempre ha
evolucionado bajo los más convenientes patrones.
Podemos considerar, en síntesis, que los grupos que
han sido objeto, en mayor medida, de políticas sociales
específicas son la niñez y la juventud, la mujer y, más
recientemente, las personas de la tercera edad.
Desde el mismo inicio de la Revolución, dos grupos
sociales han sido objeto central de las políticas sociales:
la mujer y la niñez, con estrecha relación entre ambos,
por el vínculo directo que los une. En el año 1960 se
fundó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) como
organización que representaba los intereses de la mujer
y, a la vez, velaba por el buen desarrollo de la infancia,
junto al esfuerzo de otros organismos estatales e
instituciones sociales. Se trabajó por el derecho de la
mujer a incorporarse al estudio y al trabajo y se crearon
planes especiales de superación y empleo para sectores
específicos como las jóvenes de las áreas rurales, las
amas de casa y las prostitutas.28 Como resultado, se
logró un acelerado crecimiento de su nivel educacional.
En las dos primeras décadas, mientras el número de
graduados del sexo masculino creció en 4,76 veces, el
femenino lo hizo en 12,76 veces, es decir, triplicó
el de los hombres. Si antes de 1959 de cada diez
universitarios solo dos eran mujeres, en 1980 ya eran
cuatro, y en los años 90 llegaron casi a siete.29
Ello impactó también de forma significativa el
ámbito laboral. Antes del triunfo de la Revolución, la
proporción de mujeres incorporadas al empleo era de
alrededor de 11% de la población femenina en edad
laboral y apenas 7% de la ocupación. Ya para 1975, al
celebrarse el Año Internacional de la Mujer, estatuido
por Naciones Unidas, la cifra se había cuadruplicado
para representar 27%. Esa proporción continuó
creciendo y al iniciarse el decenio de los 90 ya se había
elevado a 40%.30
Durante esa década, debido a la crisis económica,
tuvo lugar cierto decrecimiento de la ocupación, con
mayor peso en la femenina; proceso que se ha venido
revirtiendo, de manera que hoy se ha producido una
recuperación que vuelve a colocar ese índice en 38%.31
Las oportunidades para el acceso a la educación y
al empleo fueron acompañadas de otras acciones. Se
Otra importante arista en la política social cubana y
sus efectos sobre el desarrollo, es la dinámica entre su
carácter universal y su diferenciación hacia algunos
sectores de la población, en particular componentes
sociodemográficos de la estructura social.
Muchas de las acciones de políticas han sido
formuladas con carácter universal, en el sentido de
abarcar la población en su conjunto, sin distinguir clases,
ubicación territorial, color de la piel, posición política
o creencia religiosa. Esta concepción ha sido coherente
con los principios de igualdad y justicia del proyecto
social de la Revolución; pero también consecuencia de
una intención homogeneizadora (presente en el
socialismo de Europa oriental).
Este carácter universal, que ha constituido una de
sus principales virtudes, en ocasiones se convierte en
una desventaja al tratar de forma homogénea a grupos
sociales diversos, con situaciones fuertemente
diferenciadas. En este sentido, a lo largo de décadas la
política social no tomó suficientemente en cuenta las
particularidades territoriales entre regiones y provincias
del país, e incluso entre municipios y localidades de
una misma provincia. Sobre esto se ha venido
trabajando más recientemente, al otorgar tratamiento
especial a las zonas montañosas o distinguir
problemáticas especiales en algunos territorios, bien sea
por sus potencialidades económicas, como los polos
turísticos, o por dificultades históricas o coyunturales.
Desigualdades sociales como las raciales no siempre
han sido abordadas con criterios diferenciadores en las
políticas, de manera que a grupos con desventajas
acumuladas durante siglos —como la población negra,
apenas liberada de la condición de esclavitud hace poco
más de cien años— les han sido facilitadas las mismas
oportunidades que a otros con más posibilidades de
aprovecharlas. Esto no ha favorecido un mayor ritmo
de superación de esas desigualdades.27
Uno de los programas sociales que se están llevando
a cabo desde 2000, la formación y utilización de
trabajadores sociales, puede contribuir a revertir el
hecho, pues permite evaluar las particularidades
familiares e individuales para aplicarles un tratamiento
específico y darles un seguimiento en el tiempo. Sin
dudas, esto representa un cambio significativo en la
concepción de la política social, en el sentido de
favorecer la diferenciación de las acciones a partir de
las formulaciones universales; pero se trata de un
proceso reciente que requiere perfeccionar sus
mecanismos y no excluye la necesidad de evaluar los
alcances de las políticas para potenciar sus efectos,
particularizar, en muchos casos, los grupos sociales a
89
María Isabel Domínguez
poliomielitis, difteria, tétanos, gripe, sarampión, rubeola,
parotiditis, tuberculosis infantil, fiebre tifoidea, influenza,
meningococcis B y C y hepatitis B.36
A su vez, la atención a la salud reproductiva de la
mujer se ha acompañado de acciones de educación
sexual, garantía de métodos anticonceptivos y consulta
especializada (clínica y psicológica) para la práctica del
aborto, de manera que la maternidad sea una decisión
responsable. Esto se completa con la protección legal
que garantiza los derechos de la mujer al divorcio, al
reconocimiento y manutención de los hijos por parte
del padre, aun cuando sean concebidos fuera del
matrimonio, y al reconocimiento de las uniones de
hecho, incluso para pensiones de viudez.37
Como complemento —y también como resultado
de ellas— se ha trabajado por la plena integración de la
mujer a la vida social y política. Esto se ha expresado
en los índices de incorporación a la fuerza de trabajo
más calificada del país (67,3% del total de técnicos), a
la dirección de procesos laborales y políticos (33,2%
del total de dirigentes), incluida una considerable
representación en el Parlamento (36% del total de
diputados), cifra que coloca a Cuba entre los tres
primeros países de la región latinoamericana, y entre
los primeros en el mundo.38
Todos estos logros se han acompañado de otros
efectos no planificados, como el comportamiento de
la fecundidad. Después del brusco crecimiento ocurrido
inmediatamente después del triunfo de la Revolución
—que tuvo su punto máximo entre los años 1964 y
1965, y dio lugar a una especie de baby boom, pero que
mantuvo altas tasas de fecundidad hasta 1972—, se
produjo un decrecimiento sostenido, por lo que la
población cubana no logra reemplazarse desde los años 80.
Ese comportamiento ha significado una interesante
dinámica demográfica en términos de la estructura de
edades, que ha condicionado las principales presiones
a la política social en cada momento.
En los años 60 y la primera mitad de los 70, el peso
se concentraba en los niños, lo que obligó a la política
social a atender de forma acelerada las necesidades de
este grupo social. En esa etapa, la demanda de círculos
infantiles, maestros primarios, vacunas, etc., obligó a
planes emergentes para poder satisfacerla. Ya a partir
de los años 70 y los 80, las mayores acciones se
trasladaron a satisfacer las necesidades de la población
adolescente y juvenil. Fue el momento del arribo masivo
de escolares a la enseñanza secundaria y media superior,
lo cual originó planes emergentes de formación de
profesores para esos niveles39 y a la masiva construcción
de planteles educativos del modelo de Escuelas en el
campo. En la segunda mitad de los años 80 se produjo
el crecimiento de la demanda de empleos por la llegada
a la edad laboral de la amplia cohorte de los nacidos
durante el baby boom. Ello puso en situación crítica el
destacan las realizadas en el marco del ordenamiento
jurídico, que implicaron la promulgación de leyes que
favorecieran la incorporación de la mujer al trabajo,
incluida la revisión del Código del Trabajo a fin de
eliminar restricciones y prohibiciones; se crearon
Comisiones de empleo femenino; la nueva Constitución,
aprobada en 1976 y modificada en 1992, postuló, entre
otros derechos, el acceso de la mujer «a todos los cargos
y empleos del Estado, la Administración pública y la
producción y prestación de servicios»; la creación dentro
de la Asamblea Nacional (Parlamento) de la Comisión
permanente de atención a la infancia, la juventud y la
igualdad de derechos de la mujer; la promulgación del
Código de la familia, que expresa la igualdad de
derechos y deberes de la mujer y el hombre en ese
ámbito, y la aprobación y puesta en vigor del Plan de
acción nacional de seguimiento de la IV Conferencia
de la ONU sobre la Mujer, y la creación de comisiones
gubernamentales para su cumplimiento.32 En ese marco
se inscriben también las políticas de beneficio a la
maternidad que apoyaran dicha inserción social. Leyes
y resoluciones conceden licencia retribuida por
maternidad, con garantías salariales y conservación del
puesto de trabajo por períodos que se han ido
ampliando.32
Paralelamente, desde el inicio de la década de los
60 se crearon los círculos infantiles y jardines de la
infancia, para beneficio de la madre trabajadora, los
cuales atendían a la población infantil desde los 45 días
de nacidos hasta los cinco años, cuando inician la
enseñanza primaria.33 Aunque no han llegado nunca a
cubrir las necesidades de todas las madres trabajadoras,
sí alcanzan una amplia cobertura. Ese apoyo se
complementa con el sistema de seminternados en la
enseñanza primaria y secundaria para los hijos de madres
trabajadoras, y con el sistema de becas en la enseñanza
media, sobre todo en la media superior.
Junto a las atenciones en las esferas de la educación
y el empleo estuvieron las de la salud, que favorecieron
prioritariamente a la mujer con distintos programas de
prevención temprana (por ejemplo, contra el cáncer
de mama o el cérvico-uterino), y especialmente de
atención a las embarazadas, tanto para la detección
precoz de malformaciones o trastornos en la
descendencia, como para prevenir complicaciones de
la madre durante el embarazo y el parto. La casi totalidad
de las mujeres tienen sus hijos bajo atención
hospitalaria.35
Estos cuidados, inscritos en el programa
denominado Materno-infantil —una de las prioridades
de la salud pública cubana que comprende catorce
acciones de salud sexual y reproductiva—, se
complementan con el programa de vacunación para la
niñez, con el suministro gratuito de diez vacunas que
protegen contra trece enfermedades trasmisibles:
90
La política social cubana: principales esferas y grupos específicos
tema del empleo. En 1987, punto máximo de ese
proceso, se acumuló un numeroso contingente de
jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo.40
En aquel momento, las investigaciones sociales
caracterizaron la situación como una especie de «efecto
tapón» de las generaciones mayores para las más jóvenes,
debido a la débil recirculación de la fuerza de trabajo
ya ocupada, en momentos cuando la economía no
crecía a ritmos que permitieran ampliar el empleo
disponible.41 Estas condiciones obligaron a realizar
particulares esfuerzos para revertir el problema,
buscando soluciones que permitieran una mayor
adecuación entre las demandas laborales de los jóvenes
y las ofertas disponibles.42 Para 1989, se había logrado
reducir el número de jóvenes ociosos.43 Hablamos de
un momento en que la población joven (entre 14 y 30
años) llegó a representar 33% del total, y sumando la
población infantil (de 0 a 13 años), constituía 52% del
total, es decir, más de la mitad.44
La política social se vio enfrentada al reto de
satisfacer la amplia demanda de educación básica y
superior, empleo, recreación juvenil, viviendas para las
nuevas parejas, y círculos infantiles y educación primaria
para los hijos de estas, todo al mismo tiempo. Como
se vio en el análisis por esferas, no todas las demandas
lograron cubrirse en igual medida.
Las bajas tasas de fecundidad de forma sostenida
durante tanto tiempo y la elevación de la esperanza de
vida han ido provocando un envejecimiento
poblacional, que hace que hoy la población de 60 años
y más represente 15% del total.45 Se estima que para el
año 2015 este grupo llegue a 19% y para el 2030, a 30%.46
Semejante cambio en la estructura demográfica está
obligando a la política social a redefinir algunas de sus
prioridades, pues acostumbrada a tener en el centro de
la atención las necesidades de la niñez y la juventud, el
Estado se ha visto retado por las necesidades de la
tercera edad, no siempre identificadas o tenidas en cuenta.
Aunque desde hace años se viene trabajando con
los requerimientos de este grupo social, sobre todo en
el área de la salud, con programas priorizados y la
creación de Círculos de Abuelos —pensados como
espacios de interacción entre ellos, para recibir
orientaciones sobre estilos de vida, practicar ejercicios
físicos y realizar actividades recreativas—, en sentido
general, la situación enfrenta dificultades de diverso tipo.
Según estudios realizados, el número de geriatras
resulta insuficiente para atender la demanda de este
grupo poblacional (uno por cada 9 600).47 Se considera
que la situación más crítica es la de los ancianos que
viven solos, un estimado de 9%,48 pues las instituciones
no bastan (a pesar de su incremento), y apenas incluyen
a 15% de los adultos mayores.49
Como se ha comentado, la reciente reforma al
régimen de pensiones mediante la seguridad social ha
beneficiado significativamente a este sector, entre los
más vulnerables en sentido económico, a la vez que se
amplían otros servicios, como el de la alimentación
mediante cantinas. Algunos, como el de cuidadoresacompañantes, limpieza del hogar, etc., aun son muy
reducidos.
La comprobación y concientización de los cambios
operados en la estructura social cubana, sobre todo en
la sociodemográfica, acompañados del crecimiento de
las desigualdades sociales como consecuencia de los
efectos que ha generado más de una década de crisis
económica y reajustes en el modelo socioeconómico,
indican nuevos retos a la política social, que se ha
planteado resolverlos mediante «programas» orientados
a objetivos y grupos sociales específicos, de los cuales
existen en la actualidad más de cien. Forman parte de
lo que se ha dado en llamar la «batalla de ideas», por la
formación de una cultura general integral y un
mejoramiento de la calidad de vida.
Los nuevos programas sociales dirigidos
a la niñez, la juventud, la mujer y la tercera edad
A partir de 2000, la sociedad cubana se ha planteado
potenciar el desarrollo humano, para lo cual ha definido
nuevas metas a pesar de las dificultades económicas, lo
cual ha implicado la for mulación de objetivos
estratégicos y políticas sociales concretas y medibles,
para elevar la calidad de vida de la población. Se hace
necesario elevar la calidad de los servicios, que estos
sean más personalizados e incrementar su eficiencia.50
En la actualidad, las principales prioridades quedan
recogidas en un conjunto de programas que tienen
como principales destinatarios a los grupos antes
mencionados. Entre ellas se encuentran:
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91
Los principales programas de salud:
a) El Programa materno-infantil, encaminado a
continuar reduciendo las tasas de mortalidad infantil
y materna; bajar la morbilidad y elevar la calidad de
vida de ambos.
b) El Programa de prevención y detección temprana
del cáncer de mama.
c) El Programa de prevención y detección temprana
del cáncer cérvico-uterino.
d) El Programa de salud del adulto mayor,
encaminado a elevar la esperanza de vida hasta los
80 años. Este se basa en ampliar los Grupos
multidisciplinarios de atención geriátrica, el
incremento en la formación de especialistas en
Geriatría y el reforzamiento de la atención primaria
para priorizar la prevención de enfermedades y la
rehabilitación de los pacientes, así como continuar
trabajando en el fortalecimiento de los Círculos de
María Isabel Domínguez
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Abuelos y su coordinación con las acciones
de prevención de salud.
e) El Programa de prevención, detección temprana
y atención del VIH/SIDA, que combina la
prevención a través de estrategias educativas y
suministro de condones, con el monitoreo
epidemiológico y el tratamiento a las personas
infectadas. Los resultados pueden evaluarse de
manera satisfactoria, al mantener bajas tasas de
incidencia entre la población e incluso entre los
grupos más vulnerables.49
Integración de trabajadores sociales a la evaluación
y atención de las necesidades de las familias en las
comunidades, con carácter personalizado.
Programa de apoyo a la madre soltera con hijos
menores. Se incrementaron sus ayudas económicas
y recibieron atención particular por parte de los
trabajadores sociales.
Programas de atención a los discapacitados (incluye
el apoyo económico a las madres con hijos menores
con discapacidad).
Atención particular a los niños con desventajas
sociales, con suplementos alimentarios en los casos
de malnutrición.
Programas para elevar la atención a los niños en
edades preescolares, complementando los servicios
institucionalizados a través de los Círculos infantiles
con el Programa «Educa a tu hijo».52
Atención a los niños y adolescentes en educación
primaria y secundaria mediante la reducción a 20 y
15 alumnos por aula, respectivamente.
Formación masiva de maestros emergentes
de enseñanza primaria y profesores integrales de
secundaria básica. Cambio en la concepción docente
de la secundaria básica con el paso de profesores
por asignaturas a profesores integrales.
Reparación, ampliación y construcción de escuelas.
Cambios en los programas de estudio con la
introducción de la computación y programas
audiovisuales en todos los niveles de enseñanza y
garantía de su soporte tecnológico a través de la
dotación a todas las escuelas de televisores, videos y
computadoras.
Creación de dos nuevos canales televisivos de corte
educativo e introducción de programas como
«Universidad para Todos» para impartir cursos
especializados de diferentes materias, incluyendo
lenguas extranjeras.
Ampliación del programa de los Joven Club de
Computación y Electrónica a todas las localidades
para contribuir a la cultura informática de la
comunidad, con prioridad para niños y jóvenes. Se
han graduado ya más de ochocientas mil personas.53
Pleno empleo. A partir de 2002 se comenzaron a crear
nuevos empleos en actividades vinculadas a la
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agricultura urbana, servicios básicos, maestros
primarios, profesores de computación, operadores
de salas de video, trabajadores sociales y enfermeros
—entre las de mayor amplitud— que permitieron
reducir la tasa de desocupación a la mitad (3,3% en
esa fecha).54 Se ha continuado reduciendo por debajo
de 3%.
El estudio como empleo. En 2001 se crearon los
cursos de superación integral para jóvenes entre 18 y
29 años desvinculados del estudio y el trabajo, con
remuneración y posibilidades de continuar estudios
en la educación superior. En los dos primeros cursos
ya habían egresado más de cien mil jóvenes; de ellos,
la tercera parte había ingresado en la educación
superior.55
Ampliación de la enseñanza superior a todas las
localidades del país, con el surgimiento de sedes
universitarias municipales. Este programa ha
permitido que en solo cinco años la matrícula de nivel
superior haya crecido dos veces y media, la mayor
cifra alcanzada en la historia del país,56 y que todos los
bachilleres puedan acceder al nivel terciario de
educación.57 Esto, además de ampliar la matrícula, ha
contribuido a modificar la composición social del
estudiantado universitario, extendiendo las
oportunidades educativas a sectores más amplios de
la sociedad, en particular a jóvenes procedentes
de grupos sociales con menores ventajas, y evita el
peligro de elitización de los profesionales.58
Potenciación del protagonismo juvenil en la dirección
de procesos sociales, lo que se expresa en el papel de
la organización política juvenil (Unión de Jóvenes
Comunistas) en la conducción de gran parte de estos
programas sociales, y el crecimiento del número de
jóvenes como representantes de los gobiernos locales
en los resultados electorales.59
Potenciación del liderazgo femenino, expresado en el
incremento de su presencia como representantes de
base del gobierno, aunque su crecimiento no fue tan
relevante como en el caso de la juventud (de 22,81%
en 2002 a 26,03% en la actualidad).60
Comentarios finales
Cuba ha entrado al nuevo siglo otorgándole una
prioridad mayor a la esfera de «lo social», aun cuando
esta ha estado en el foco de todo el período
revolucionario, al dar continuidad a las líneas estratégicas
desarrolladas históricamente, como las de educación,
salud y seguridad social, los grupos sociales priorizados
han sido la niñez y la juventud, la mujer y los adultos
mayores, aunque se está ampliando el alcance de las
acciones a otras esferas y grupos, y se buscan nuevos
métodos para elevar la calidad y la eficiencia de las
92
La política social cubana: principales esferas y grupos específicos
políticas y potenciar sus impactos a partir de la
concepción de los programas sociales.
Sin embargo, esos propósitos enfrentan grandes retos:
5. Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), Anuario Estadístico de
Cuba, La Habana, p. 117.
La siempre tensa relación entre posibilidades
económicas para sustentar el desarrollo social, lo cual
requiere un mayor ajuste entre los beneficios sociales
derivados del trabajo y obtenidos por la vía del
salario, pensiones de jubilación u otros ingresos de
este tipo y los provenientes de la seguridad social y
los fondos sociales de consumo.
Integralidad de las acciones que per mita su
concepción en sistema para evitar desproporciones
que desbalanceen los resultados y los neutralicen o
distorsionen, lo cual en este momento significa
prioridad para otras esferas no suficientemente
atendidas como la vivienda, los servicios higiénicosanitarios comunitarios, la red de viales y el transporte
colectivo, entre otros.
Adecuada dialéctica entre universalización y
diferenciación de las políticas para que lograr
realmente un aprovechamiento óptimo de sus
efectos a partir de aplicar políticas diferenciadoras
que consideren las desigualdades de diversa naturaleza
existentes en la población. Ello requiere fortalecer la
aplicación de otros criterios a la planificación, como
los territoriales; la consideración de otros grupos de
la estructura social cubana y no solo los actualmente
priorizados; y un mayor balance entre centralización
y descentralización en la aplicación de las políticas,
para poder dar cuenta efectiva de las particularidades
de cada problema.
La movilización de la energía y las capacidades
creativas de actores diversos —institucionales,
comunitarios e individuales— para acompañar al
Estado en la atención a la esfera de «lo social».
La mayor relación entre las ciencias sociales y las
políticas sociales, tanto en la determinación de esas
políticas como en la evaluación de sus impactos y la
efectividad de su aplicación.
7. Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE),
Millennium Development Goals. Cuba: First Report, La Habana, 2005,
p. 23.
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6. Ibídem, p. 134.
8. Ibídem, p. 26.
9. ONE, ob. cit., pp. 299-300.
10. Ibídem, pp. 79 y 82.
11. Fidel Castro, «Discurso en el Acto central por el 52 aniversario
del asalto al Cuartel Moncada», Granma, La Habana, 27 de julio de
2005.
12. Estos objetivos son: lograr que todos los niños y niñas completen
la educación primaria; disminuir la tasa de mortalidad infantil, la
mortalidad de niños entre 1 y 5 años y elevar la proporción de
infantes hasta un año vacunados contra el sarampión; reducir la
tasa de mortalidad materna; controlar y revertir el crecimiento del
VIH/SIDA; controlar y revertir el crecimiento de la malaria; y
garantizar el acceso de la población a medicamentos básicos a precios
razonables.
13. INIE, ob. cit., p. 49.
14. ONE, ob. cit., p. 131.
15. El sistema de seguridad social incluye pensiones por edad,
invalidez total y parcial y muerte; subsidios por enfermedad,
accidente y maternidad; prestaciones de asistencia social y otras
rentas vitalicias o prestaciones complementarias.
16. ONE, ob. cit., p. 136.
17. Ibídem, p. 128.
18. Fidel Castro, «Discurso en el Acto central por el 52
aniversario…», ob. cit.
19. INIE, ob. cit., p. 15.
20. Ibídem, p. 12.
21. ONE, ob. cit., p. 272.
22. Ibídem, p. 274.
23. Delegación de Ciudad de La Habana del Ministerio de Ciencias,
Tecnología y Medio Ambiente y Programa de Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (DCH-CITMA/PNUMA), Perspectivas del
medio ambiente urbano: Geo La Habana, La Habana, 2004, pp. 126-7.
24. Ibídem, p. 128.
25. Ibídem, pp. 126-7.
Notas
26. Fidel Castro, «Discurso en el Acto central por el 52
aniversario…», ob. cit.
1. Fidel Castro, La Historia me absolverá, Editorial de Ciencias Sociales,
La Habana, 1973, p. 77.
27. Debe mencionarse, como excepción de esta tendencia, el haber
considerado explícitamente a la población negra —junto a la
juventud y las mujeres— como sujetos sociales priorizados en la
promoción a cargos de dirección gubernamentales y políticos; pero
esta focalización con criterio racial no se aplicó en otras direcciones
de la política social.
2. Mayra Espina, «Reforma económica y política social en Cuba.
Perspectivas para una modernización de la gestión social», Ponencia
presentada a la Conferencia Gobernabilidad y justicia social,
FLACSO, México, DF, 2005.
3. Prácticamente todos los indicadores económicos sufrieron
afectaciones, de manera que Cuba ocupó el lugar 108 entre 174
países en cuanto al Producto Interno Bruto (PIB).
28. En 1959 se estimaba la existencia de unas cien mil prostitutas,
lo que representaba 6% de la población femenina entre 15 y 64 años,
95% de las cuales eran de origen campesino. Para 1965 ya se había
logrado reinsertar socialmente a su totalidad a través de cursos de
superación y garantías laborales. Rosa Miriam Elizalde, Flores
4. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Informe
sobre desarrollo humano, Mundi-Prensa Libros, Madrid, 1999, p. 135.
93
María Isabel Domínguez
desechables. ¿Prostitución en Cuba?, Editora Abril, La Habana, 1996,
p. 37; Comité Estatal de Estadísticas (CEE), Censo de población y
viviendas. 1981, v. 16, La Habana, 1984, pp. LXIII-LXXII.
45. ONE, ob. cit., p. 72.
46. ONE, Cuba. Proyección de la población. Período 2006-2030, La
Habana, p. 110.
29. María Isabel Domínguez, «Higher Education in Cuba:
Democratization and the Rol of Women», en M. J, Canino y
S. Torres-Saillant, eds., The Challenges of Public Higher Education in
the Hispanic Caribbean, Markus Wiener Publishers, Princeton, 2004,
p. 107.
47. Véase Alberta Durán, «El apoyo social a la tercera edad», en
Diversidad y complejidad familiar en Cuba, Centro de Estudios
Demográficos (CEDEM) e Instituto Iberoamericano de Estudios
sobre Familia (IIEF), La Habana, p. 315.
48. Ídem.
30. Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Las cubanas: de Beijing
al 2000, La Habana, 1996, p. 26; CEE, ob. cit., pp. LXIII-LXXII.
31. ONE, ob. cit., p. 135.
49. María Elena Benítez, «Familia y envejecimiento. Un enfoque
sociodemográfico», en Diversidad y complejidad familiar en Cuba,
ob. cit., p. 309.
32. Mayda Álvarez, «Mujer y poder en Cuba», en Manuel Monereo,
M. Riera y Juan Valdés Paz, comps., Cuba. Construyendo futuro, El
Viejo Topo, Madrid, 2000, pp. 83-4.
50. INIE, ob. cit., p. 9.
51. Por ejemplo, en los últimos años, la incidencia de VIH/SIDA
en la población de 15 a 24 años se ha estimado en 0,05% y a lo largo
de todo el período, desde la aparición del virus en Cuba en 1986, la
incidencia entre mujeres embarazadas ha sido solo de 0,002% (INIE,
ob. cit., p. 28).
33. La Ley 1263/74 concedía tres meses retribuidos (mitad antes y
mitad después del parto) con opciones laborales temporales
posteriores. Esta Ley se complementó con la Resolución 10/91
que aumentó el período totalmente retribuido a 4,5 meses
(1,5 antes del parto y tres después) y prestación opcional ascendente
a 60% del salario hasta que el niño arribe a los seis meses de nacido,
o licencia no retribuida hasta que cumpla un año, si la madre no
puede incorporarse a su labor (FMC, ob. cit., p. 31).
52. Este programa, coordinado por el Ministerio de Educación y la
FMC, se encamina a la educación prescolar por vías no formales
—es decir, no institucionalizadas—, y tiene como objetivo orientar
a la familia para que acompañe el desarrollo del niño con elementos
científicamente fundamentados y métodos pedagógicos en
correspondencia con las necesidades educativas del infante en esas
edades.
34. En la actualidad, los niños empiezan en los Círculos infantiles al
cumplir el primer año, pues las madres disponen de un año de
licencia.
53. «Más de 800 000 graduados en Joven Club de computación»,
Granma, La Habana, 1 de agosto de 2005.
35. Aun durante los difíciles momentos de crisis económica de la
década de los años 90, los partos hospitalarios se mantuvieron con
cobertura total: 99,8% en 1995 (FMC, ob. cit., p. 89).
36. INIE, ob. cit., p. 24.
54. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
Cuba: Evolución Económica durante 2002 y Perspectivas para 2003,
LC/MEX/L.566, Santiago de Chile, 24 de julio de 2003.
37. Olga Mesa, «El derecho familiar en la sociedad cubana», en
Diversidad y complejidad familiar en Cuba, Centro de Estudios
Demográficos (CEDEM) e Instituto Iberoamericano de Estudios
sobre Familia (IIEF), La Habana, 1999, pp. 1-15.
55. Fidel Castro, «Discurso en el Acto de inauguración del curso
escolar 2003-2004», Granma, La Habana, 9 de septiembre de 2003.
56. No es posible, con los datos disponibles, calcular con precisión
la tasa de matrícula universitaria que esta cifra representa, porque
las edades de los estudiantes no se corresponden necesariamente
con las edades en que habitualmente se realizan tales estudios, pero
debe oscilar entre 25% y 30%, lo cual coloca a Cuba entre los países
de más alta tasa de América Latina y cerca del modelo de acceso
universal al nivel terciario.
38. ONE, ob. cit., pp. 135 y 364.
39. Para ello se creó el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce
Domenech, el Movimiento de Brigadistas Pedagógicos y el de
Alumnos Ayudantes. El primero consistió en formar aceleradamente
profesores de secundaria básica con recién egresados de 10º grado
que comenzaban a impartir docencia mientras se formaban. En los
otros dos, consistió en utilizar estudiantes de años superiores para
impartir clases en grados inferiores en la enseñanza pre-universitaria
y superior, respectivamente.
57. Iraida Calzadilla, «Ofrecerán 52 000 plazas para el ingreso a la
educación superior», Granma, La Habana, 18 de marzo de 2005.
58. Por ejemplo, en el curso 2004-2005, mientras que en los cursos
regulares diurnos el 79% eran hijos de profesionales y el 63% blancos,
en las sedes municipales, el 77% eran hijos de obreros y el 51%
negros y mestizos. Enrique Gómez Cabezas, «Trabajo social a escala
local. Objetivos, vías y métodos», Ponencia presentada al Primer
encuentro Cuba-China de Ciencias sociales, La Habana, 2004.
40. María Isabel Domínguez et al., «Características generacionales
de los estudiantes y los desvinculados del estudio y el trabajo»,
Informe de investigación, Fondos del CIPS, La Habana. 1990.
41. Juan Luis Martín, «Youth and the Cuban Revolution: Notes on
the Road Traversed and Its Perspectives», Latin American Perspectives,
v. 18, n. 2, primavera de 1990, Nueva Jersey, pp. 95-100.
59. En el anterior período, cuyas elecciones se celebraron en 2002,
6,99% de los delegados de circunscripción eran jóvenes (hasta
30 años). En las elecciones de abril de 2005, la cifra se elevó
a 18,96% («Victoria de la democracia revolucionaria», Granma, La
Habana, 19 de abril de 2005).
42. Existía la paradoja de un elevado número de jóvenes sin trabajo
y, a la vez, empleo disponible, pero en áreas como construcción y
agricultura que no se correspondían con las expectativas de la
juventud, de acuerdo con sus niveles educativos y de calificación.
60. Ídem.
43. María Isabel Domínguez et al., ob. cit.
44. María Isabel Domínguez, «La juventud en el contexto de la
estructura social cubana. Datos y reflexiones», Papers, n. 52,
Barcelona, 1997, p. 73.
©
94
, 2008
no. 56:
2008.
La revolución de las cubanas:
50 67-77,
años octubre-diciembre
de conquistas ydeluchas
La r
evolución
revolución
de las cubanas:
50 años de conquistas
y luchas
Mayda Álvarez Suárez
Investigadora. Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
P
rofundas transformaciones en la condición y
posición de las mujeres cubanas han tenido lugar
en el transcurso de los últimos cincuenta años, como
resultado de la voluntad política de la dirección de la
Revolución, y de la lucha por la igualdad de derechos y
oportunidades de mujeres y hombres, encabezada por
la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y su
presidenta, Vilma Espín.
Necesidades prácticas vinculadas a sus condiciones
de vida y a la reproducción (empleo, igual salario por
igual trabajo, círculos infantiles, seminternados,
propiedad de la tierra, derechos sexuales y
reproductivos) han sido tenidas en cuenta, así como
otras de carácter estratégico, que per mitieran
cambiar su posición en relación con los hombres
(educación, cultura, preparación técnica para empleos
no «tradicionalmente» femeninos, promoción a
responsabilidades de dirección, etc.). El acceso
a importantes recursos y la posibilidad de decidir sobre
ellos, además de modificaciones a la legislación, las
instituciones y la educación estuvieron entre las medidas
más importantes. La participación de las propias mujeres
como protagonistas del desarrollo ha sido el elemento
clave de todos estos procesos transformadores.
Cuba cuenta desde 1997 con una agenda de Estado
para el adelanto de las mujeres: el Plan de Acción
Nacional de Seguimiento a los acuerdos de la IV
Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en
Beijing, en 1995; aprobado con fuerza de DecretoLey al más alto nivel del Estado y tiene establecidos los
mecanismos para su sistemática evaluación.1
Su seguimiento sistemático está a cargo de la
Secretaría del Consejo de Ministros en coordinación
con la Federación de Mujeres Cubanas, organización
reconocida como el Mecanismo Nacional para el
Adelanto de la Mujer, que acompaña este proceso
como entidad crítica ante cualquier dificultad en la
ejecución de las medidas.
Un análisis de la implementación de las políticas
a favor de la mujer en los países del continente
latinoamericano, muestra que su debilidad fundamental
es que no son políticas de Estado y, en consecuencia,
los cambios que se producen no son estables en el
tiempo ni cuentan con la participación activa de las
mujeres, al no siempre tomar en cuenta las demandas
67
Mayda Álvarez Suárez
de sus organizaciones.2 A pesar de esto, se han dado
pasos de avance en el camino de formular e implementar
políticas con perspectiva de género.
En el caso cubano, las primeras medidas estuvieron
encaminadas a dar respuesta a las necesidades de las
mujeres desde la perspectiva de sus derechos y su
participación como ciudadanas en todos los procesos.
Paulatinamente, se han ido focalizando en las relaciones
de género, sin desconocer la necesidad de medidas y
acciones específicas a partir de desigualdades existentes.3
El tema de la igualdad de género no pertenece solo
a una agenda, sino que es parte de una política
democrática y de justicia social.
Transversalizar, con una perspectiva de género,
instituciones, organismos, organizaciones, significa
transformar normas administrativas, códigos e imaginarios
internos de personas e instituciones.
La experiencia acumulada por el Mecanismo
Nacional para el Adelanto de la Mujer en Cuba y las
evaluaciones al Plan de Acción Nacional han permitido
identificar avances y obstáculos, así como los desafíos
para el futuro.4 Se constatan pasos importantes en
materia de información y divulgación de estos
compromisos gubernamentales para con la mujer, y
una mayor conciencia en los decisores de política en
los diferentes niveles e instancias del gobierno. Se
aumentaron las acciones de capacitación en género de
los implicados en diseñar, ejecutar y dar seguimiento
a estas políticas; se ha ganado en la coordinación entre
diferentes Ministerios, las demás ONG y la FMC;
también en la organización e interpretación de los datos
estadísticos, desde esa perspectiva, y en la aplicación de
este enfoque en los programas de desarrollo a nivel local.
Los obstáculos fundamentales que ha enfrentado la
institucionalización están relacionados con las
dificultades materiales y las restricciones económicas
que enfrenta el país, incluido el bloqueo de los Estados
Unidos. Otros obstáculos son los relacionados con la
designación y estabilidad del personal que se encarga
de estas actividades en ministerios e instituciones, así
como la insuficiente coordinación intersectorial para
algunas medidas del Plan que así lo requieren.
Las limitaciones para que la institucionalización de
género cumpla su mandato, además de las que afectan
a la gestión pública, son también de carácter simbólico,
basadas en creencias, códigos culturales y saberes que
sostienen las lógicas y prácticas institucionales. Por esta
razón la capacitación y la asistencia técnica a organismos,
instituciones y organizaciones sociales resultan claves para
el logro de una mayor cultura de igualdad de género y
una mayor sensibilidad frente a las diferentes
manifestaciones de discriminación de las mujeres. Se
necesita subrayar los vínculos entre la igualdad de género
y el crecimiento económico, la productividad del
trabajo, el desarrollo, los valores y la igualdad social, y
convencer de que la lucha por el logro de esta última
no es un tema únicamente de defensa de los derechos
legítimos de un sector de la población, sino una
condición para el desarrollo con justicia social.
También se requiere mejorar la calidad de la gestión
del Mecanismo Nacional. Al ser una organización
femenina masiva, estructurada desde las comunidades
y que incluye los más amplios sectores de mujeres, la
elaboración de políticas de género diferenciadas y una
atención más eficiente a los distintos grupos según
edad, raza, inserción socioclasista, orientación sexual,
constituye un reto permanente. Asímismo, hace falta
perfeccionar la estrategia comunicacional de la
organización femenina y hacer cada vez mayor uso
de la tecnología moderna y las redes informáticas para
que los mensajes de igualdad y justicia social lleguen a
todos los espacios y se conviertan en objeto de debates
y reflexión públicos.
La lógica económica de las prioridades del Estado
debe compatibilizarse con la de género, y desarrollar
las capacidades estratégicas y de gestión que permitan
contrarrestar la tendencia de algunos organismos e
instituciones a no otorgar prioridad a estos temas. Lo
más complejo resulta, por supuesto, cambiar una
cultura patriarcal, instalada por siglos en la conciencia
y en las prácticas, lo cual no se resuelve exclusivamente
con la promulgación de leyes y el accionar institucional,
sino que implica lo personal, lo familiar, lo comunitario
y la experiencia histórica. Los aspectos de la
subjetividad social e individual, vinculados con
patrones culturales discriminatorios, han condicionado
representaciones, actitudes, valores y conductas acerca
de lo femenino y lo masculino que continúan siendo
algunas de las bases de las desigualdades existentes, y
un obstáculo para mayores avances.
El problema de la autonomía de la mujer:
problemas y limitaciones
La situación de las cubanas se ha transformado
sensiblemente: políticas, programas y medidas
concretas para su adelanto, unidas a su activa
participación en todos los procesos de cambio, han
permitido la conquista de su autonomía como seres
humanos. Para fundamentar esta idea, tomaré como
base tres ejes que atraviesan tanto la vida privada como
la pública de las mujeres: la autonomía económica, la
física y la toma de decisiones, esenciales para garantizar
el ejercicio de sus derechos en un contexto de plena
igualdad.5
68
La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas
Autonomía económica
familia 63,6% de los hombres y 66,2% de las mujeres
respondieron que «en conjunto».7
De igual forma ha aumentado notablemente el
número de mujeres que se declaran jefas de hogar, aun
estando casadas o unidas. En el censo de 1953, 14% de
los jefes de hogar fueron mujeres, para 1981 esta cifra
se duplicó (28%) y en 2002 ascendió a 40,6%. Un
elevado porcentaje tiene pareja estable, lo que indica
un cierto cambio en el reconocimiento de la jefatura
de hogar femenina, lo que puede estar asociado a
diferentes factores como la recomposición de la familia
por un nuevo matrimonio donde los hijos son de la
mujer, la propiedad de la vivienda, y otros aún por
investigar.
El acceso de la mujer al empleo, a la educación, a la
vida pública, no debe ser valorado como una victoria
absoluta, ya que, aunque es un importante logro, puede
recibir manifestaciones de discriminación en diferentes
instituciones, las cuales pueden expresarse en su escasa
presencia en algunos sectores de la economía, en los
órganos de toma de decisiones, y en las afectaciones
por la doble jornada. Así, cuando se analiza la ocupación
de las mujeres, según las formas de propiedad, es
mucho menor, en el sector no estatal. Son solo 15,8%
de los ocupados. En particular, en el sector cooperativo
su participación sigue siendo aún muy baja (17,22%).
Un estudio reciente sobre la situación de la mujer
rural incorporada a formas de producción cooperativa
en la agricultura, específicamente en las Unidades Básicas
de Producción Cooperativa (UBPC) y en las
Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA),
muestra, entre otros resultados, que las mujeres se han
ido posesionando, «paulatina y discretamente», de
puestos no tradicionales para ellas: macheteras,
operadoras de combinadas cañeras, choferes de camión,
jefas de finca, etc.; pero aún es baja su presencia en
estas actividades.8 Se pudo constatar, además, que donde
esto ocurre, ellas controlan recursos importantes, incluso
los productivos, pero solo a nivel de base o de mandos
intermedios; la tecnología continúa siendo controlada
por hombres. También su presencia en niveles superiores
de dirección es aún limitada y se restringe, básicamente,
a las actividades no relacionadas con el proceso
productivo.
Los resultados de esta investigación apuntan a que
los obstáculos fundamentales para el empoderamiento
de la mujer rural siguen estando en la sobrecarga de
responsabilidades domésticas y de atención a los hijos,
unida a insuficiente preparación técnica, lo que
disminuye sus posibilidades de transitar a puestos de
mayor complejidad y remuneración salarial. De igual
forma, la responsabilidad familiar repercute en sus
ausencias al trabajo y, en alguna medida, afecta su
remuneración en comparación con los hombres.
Uno de los aspectos esenciales de la autonomía
económica, ha sido la mayor oportunidad de
independencia de la mujer para generar ingresos y
recursos propios, mediante el acceso al trabajo
remunerado. El número de mujeres de catorce años y
más que trabajaban —con o sin remuneración—era,
en 1953, de 247 674, 12% de la fuerza de trabajo total.
En 1990, esa cifra llegó a más de un millón y medio,
o sea, seis veces más.6 El año 2007 cerró con 40,04%
de mujeres en el total de ocupados en la economía. En
el sector estatal civil —mayoritario— ascendieron a
46,23% de sus trabajadores. La tasa de participación
económica femenina es actualmente de 59,1%, lo que
indica que más de la mitad de las mujeres en edad
laboral se encuentra ocupada.
Un papel protagónico en este logro lo han tenido
las Comisiones Coordinadoras de Empleo Femenino,
creadas en 1981 e integradas por representantes del
Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, de la Central
de Trabajadores de Cuba (CTC) y de la FMC. Están
constituidas a nivel municipal, provincial y nacional, y
son, desde su creación, una garantía para proteger las
prioridades de empleo a la mujer.
El análisis de cuáles son los puestos de trabajo
a que acceden las mujeres resulta esclarecedor en este
sentido. En Cuba, el empleo femenino pasó de los
puestos de menor calificación, reconocimiento y
remuneración, a un proceso de feminización de la fuerza
técnica y profesional. Hace muchos años que las mujeres
representan más de 60% de esta fuerza (65,6% en 2007),
lo que incide positivamente en la ciencia, la economía y
la sociedad en general.
Sectores cuyo desarrollo ha sido priorizado por la
Revolución, como la educación y la salud, son
predominantemente femeninos. Bastaría mencionar que
antes del triunfo revolucionario 6,5% de los médicos
eran mujeres y hoy la cifra ha aumentado a 56%. Del
personal docente en todos los niveles de enseñanza,
ellas son actualmente 69,6% y en la educación superior
52,5%. Con su aporte económico, contribuyen a elevar
los ingresos familiares y al mejoramiento de las
condiciones de vida de sus hogares, lo que tiene una
repercusión significativa en las relaciones de poder
dentro de las familias.
Este hecho ha podido ser constatado al indagar quién
toma las decisiones más importantes en la familia. En
una investigación nacional con una muestra de 1 125
familias completas (con presencia de ambos padres)
de trabajadores intelectuales y de inserción socioclasista
obrera, al preguntarle a los dos miembros de la pareja
quién tomaba las decisiones más importantes en la
69
Mayda Álvarez Suárez
En la década de los 90, se avanzó en la creación de
puestos de trabajo estables para las mujeres, quienes
alcanzaron la categoría de miembros permanentes de
las cooperativas; no obstante, aún muchas de ellas
trabajan jornadas completas; pero su labor no es
reconocida ni remunerada, ni aparecen en las estadísticas
de miembros de las cooperativas. Su trabajo es «invisible».
Existen todavía ramas específicas de la actividad
económica donde las mujeres tienen una baja presencia.
Por solo mencionar algunas, están la agricultura (17,4%),
la construcción (15,7%), la minería (19,1%). La mayor
proporción (41,5%), la ocupan las actividades «no
productivas» o de ser vicios, como comercios,
restaurantes y hoteles. En establecimientos financieros,
cajeros y bienes inmuebles representan 52,4% de los
trabajadores, y 51,3% en los servicios comunales, sociales y
personales.
Esta desproporción en algunas actividades
económicas está influida por muchos factores, entre
los que, a mi juicio, tiene un importante peso la tradición
masculina del empleo de que se trate y, por lo tanto, la
consideración de que no son empleos «propios» para
mujeres, derivada, sin dudas, del proceso de socialización
de género en las familias y la escuela, que aún presenta
rasgos sexistas.
Puede observarse que, aunque ha ido creciendo su
presencia entre los graduados de especialidades
tradicionalmente «masculinas», como la ingeniería
química, la industrial, las matemáticas, la economía, por
solo citar algunas; su más alta concentración se encuentra
en las ciencias pedagógicas, médicas y sociales y
humanistas. Esto, como es lógico, se refleja
posteriormente en el tipo de actividad económica que
desempeñan. Incluso, dentro de las ciencias médicas,
existen especialidades con baja representación femenina,
como por ejemplo, cirugía (12,3%) y ortopedia y
traumatología (10,7%).
En relación con los pagos, como ya fue mencionado
al inicio, una de las primeras medidas tomadas por la
Revolución fue la igualdad de salarios de hombres y
mujeres por trabajo de igual valor, conquista por la
que aún luchan muchas mujeres en el mundo. No
obstante las ausencias de estas al trabajo, provocadas
fundamentalmente por cuidar a los hijos y otros
familiares, originan una diferencia desfavorable de un
2% menos del salario, en comparación con los hombres
ocupados en cargos de la misma complejidad, igual
categoría ocupacional y grupo de escala salarial.9
Aún cuando las leyes y otras regulaciones cubanas
permiten a mujeres y hombres acogerse a la licencia
para cuidar del bebé y acompañar a familiares de
cualquier sexo en hospitales, sigue recayendo sobre la
mujer la mayor exigencia familiar y social de ocuparse
de tales asuntos y ello repercute no solo en su
distribución del tiempo, sino en el desempeño laboral
y la cuantía del salario que percibe. En modo alguno se
trata de la implementación de una política que afecte
en específico a las mujeres, pero se produce de hecho
una diferencia en los ingresos.
La irrupción de las mujeres en el espacio público ha
tenido lugar entonces, dentro de un profundo proceso
—lleno de contradicciones— de transformación de la
práctica y de conciencia social, en el que participan, como
protagonistas, mujeres que reconstruyen y redefinen su
papel de madre y esposa, y otras que mantienen formas
más tradicionales de vida, pero en el desarrollo de tal
proceso no todas cambian, y no solo las mujeres, sino
también los hombres.
Las relaciones equitativas de género avanzan
lentamente, dejando a la mujer una carga desproporcionada
al tener que compartir el trabajo asalariado con el trabajo
doméstico no pagado. La ruptura entre los ámbitos
«público» y «privado» aún no ha podido ser superada.
Grandes tensiones se generan al tratar de compatibilizar
vida familiar y trabajo, los cuales afectan tanto a hombres
como a mujeres en cuanto al tiempo disponible para
atender a las personas dependientes y los «quehaceres
del hogar». Sin embargo, son las mujeres las más
sobrecargadas por sus múltiples roles: su trabajo fuera
del hogar, su responsabilidad en las tareas domésticas
y su importante activismo en las organizaciones
comunitarias. En particular, las madres de niños menores
de seis años que se incorporan al trabajo asalariado,
están especialmente en desventaja. La investigación con
familias completas, ya mencionada, constató que en
59,4% de las estudiadas existía un modelo «desigual»
de distribución de tareas domésticas, en el que la mujer
deviene responsable máxima de las obligaciones.
Además, mostró que en las familias donde la mujer es
ama de casa predomina el modelo tradicional de
distribución de tareas domésticas, en comparación con
las de mujeres trabajadoras asalariadas, donde es más
equitativo, y más aún en aquellas donde las mujeres son
dirigentes. Sin embargo, de cualquier forma, todas ellas,
amas de casa, intelectuales o dirigentes, siguen siendo
las principales responsables de las tareas domésticas, y
la sobrecarga les exige mucho esfuerzo, con importantes
costos para sus relaciones sociales y familiares, y su salud
física y psíquica.10
Estudios más recientes sobre el uso del tiempo
constataron esta misma sobrecarga. La encuesta fue
realizada en municipios seleccionados de Ciudad de
La Habana, Pinar del Río y Granma y sus resultados
solo son aplicables a dichos municipios, pero en todos
ellos, ya sea en las zonas urbanas o rurales, las mujeres
dedican más tiempo al trabajo doméstico que los
hombres. Así, por ejemplo, en La Habana Vieja dedican
3,55 horas como promedio a esta labor, mientras que
70
La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas
La Revolución cubana ha tenido como uno de los pilares
fundamentes de su programa de desarrollo la eliminación
de toda forma de discriminación basada en el sexo, que
obstaculice o prive a las mujeres del disfrute de los mismos
derechos y oportunidades que los hombres.
los hombres 1,17 horas. En Bayamo, zona urbana, ellas
dedican 4,39 horas, mientras que los hombres 1,28
horas. En zonas rurales, el tiempo dedicado a estas tareas
por ambos sexos es más alta, pero se mantiene la
sobrecarga para las mujeres. En Granma, por ejemplo,
estas dedican 5,59 horas al trabajo doméstico y los
hombres 2,25 horas, como promedio.
En resumen, cuando se analiza el total de horas
trabajadas por hombres y mujeres de los municipios
estudiados (incluyendo ambas zonas) en el trabajo
remunerado y en el no remunerado (fuera o dentro
del hogar), las mujeres tributan el 29% del total del
tiempo al primero y el 71% al segundo, mientras que
los hombres 67% y 33% respectivamente.11 Mientras
que en la zona urbana el trabajo no remunerado ocupa
69% del total de horas trabajadas por las mujeres y
28% por los hombres, en la zona rural esta proporción
es de 80% para las mujeres y 40% para los hombres.
Los servicios sociales que facilitan a la familia
trabajadora el cuidado de niños y ancianos son
insuficientes y no responden a las demandas. La
construcción, reparación y ampliación de círculos
infantiles que tuvieron su mayor auge a finales de la
década de los 80, se han visto frenadas por la difícil
situación económica enfrentada por el país en toda esta
etapa y también por la resistencia a flexibilizarlos, de
acuerdo con las nuevas condiciones. Lo mismo ocurre
con otros servicios de apoyo al hogar que contribuiyen
a la compatibilización trabajo-familia.
En resumen, la sobrecarga doméstica de las mujeres
representa un obstáculo importante que limita su
desarrollo personal y social, el disfrute de su tiempo
libre, la participación en la toma de decisiones, y es
determinante en la aparición de problemas de salud.
Incidencia particular en la autonomía de estas ha
tenido la elevación de su nivel escolar y cultural. El
promedio de escolaridad en Cuba se ha elevado a
9,5 grados. Las mujeres están presentes, en condiciones
de igualdad con respecto a los hombres, en todos los
niveles de enseñanza. Datos anteriores a 1959
mostraban que la tasa neta de matrícula de niñas en la
educación primaria era solo de 56,1% y que la población
femenina con nivel superior era de 0,3%. Desde 1980,
representan más de 50% de los graduados universitarios
y desde 2000, más de 60%. En el curso escolar
2006-2007, 65% de los egresados fueron mujeres.
74,3% de las mujeres ocupadas tienen escolaridad media
superior (55,8%) o superior (18,5%), en comparación
con 55,6% de los hombres (44,4% media superior y
11,2% superior).
En correspondencia, la presencia de las mujeres en
la ciencia ha ido en aumento: son 49% de las
investigadoras de las unidades de ciencia y técnica, y
51,2% en todo el sistema de ciencias e innovación
tecnológica. En el Censo de Población y Viviendas de
1953 se reportaron solo trece mujeres científicas. En
los próximos años, se pronostica que estas cifras se
mantengan altas, pues la reser va científica es
mayoritariamente femenina. Sin embargo, su cantidad
sigue siendo menor que la de los hombres en las
categorías investigativas de mayor nivel: titulares (34,6%)
y auxiliares (42,2%), contra 59,8% de aspirantes y 54%
de agregadas. La membresía femenina en la Academia
de Ciencias es aún muy baja (26,3%). A pesar de
constituir la mayoría de los graduados universitarios
desde hace muchos años, solo 31% de los doctores en
Ciencias son mujeres y, de igual forma, 30% de los
académicos de Honor y Mérito.
Imposible desconocer que la etapa establecida para
la obtención de estos grados científicos, coincide, en
gran medida, con los años reproductivos de la mujer y
que la sobrecarga doméstica, conspira contra el
resultado exitoso y en tiempo de la obtención de
estas categorías. Se requiere, por tanto, considerar estas
diferentes condiciones para poder instrumentar
medidas afirmativas que permitan que más mujeres
logren grados científicos. Dentro del sector, se presenta
también otra desigualdad: no existe correspondencia
entre el potencial científico femenino y las que dirigen
centros de investigación. De acuerdo con cifras de 2006,
de 195 centros registrados, solo 46 (23,1%) estaban
dirigidos por mujeres.
Autonomía física
En estos cincuenta años de Revolución, uno de los
logros fundamentales para la conquista de la autonomía
de las cubanas es el control sobre su propio cuerpo. La
sexualidad femenina se ha liberado de las normas
religiosas que la asociaban únicamente con la
71
Mayda Álvarez Suárez
reproducción, y la consideraban «pecaminosa»
o condenable fuera del matrimonio. Las leyes que
amparan el pleno ejercicio de los derechos sexuales y
reproductivos de las mujeres les han posibilitado el
acceso a la información y al uso de anticonceptivos,
el derecho al aborto y, por lo tanto, la toma de
decisiones, informada y responsable, sobre el número
y espaciamiento de los hijos, en función de sus intereses y
posibilidades. Desde la década de los 70, la fecundidad
cubana es baja, condicionada por un conjunto de
factores económicos y sociales, entre los que se
encuentran la emancipación y el desarrollo alcanzado
por las mujeres. La tasa actual es de 1,43 hijos por
mujeres.
La educación sexual desde la más temprana infancia,
incluida como programa en todos los niveles de
enseñanza, ha contribuido a barrer paulatinamente las
viejas concepciones y prejuicios.
Importantes cambios han tenido lugar en las
valoraciones sociales basadas en prejuicios que
estigmatizaban a la mujer y justificaban su
discriminación, por ejemplo, la condición de ser o no
virgen al momento del matrimonio, estar divorciada,
mantener una unión consensual, tener hijos naturales
y otros. No son estas las preocupaciones de las mujeres
en la actualidad, ni las que limitan su desempeño familiar,
profesional y social. Se ha erosionado uno de los
principales bastiones del poder masculino: el control
de la sexualidad femenina.
Este proceso no ha sido sencillo, si se tiene en cuenta
que uno de los elementos socioculturales que integran
la masculinidad es la sexualidad erróneamente reducida
al concepto de instinto, y, por lo tanto, considerada
«natural e incontrolable». La sexualidad femenina, por
el contrario, se cree controlable, lo que sitúa a la mujer
siempre como «responsable» de la regulación de la
fecundidad y de la reproducción. Es ella quien debe
«cuidarse», y evitar el embarazo. Muchas, sobre todo
las jóvenes, no han aprendido a negociar en un plano
de igualdad sus relaciones, y acceden a iniciar contactos
sexuales sin la debida preparación y protección,
respondiendo a la asignación cultural de «ser
complacientes» y ante la demanda de «prueba de su
amor» de su pareja.
Es frente a un embarazo adolescente donde se
evidencian con mayor claridad las diferencias en la
socialización de género recibida por hombres y mujeres,
donde la responsabilidad del cuidado y educación de
los hijos es principalmente de la madre. Esto provoca
que quien tiene que abandonar los estudios o el trabajo
es la muchacha, posponiendo sus intereses de
superación y desarrollo profesional, mientras que la
pareja continúa su vida. La irresponsabilidad masculina
ante la sexualidad se extiende entonces al ejercicio de la
paternidad. Siguen siendo frecuentes en nuestro medio
las manifestaciones de una paternidad irresponsable,
relegada a un segundo plano, sobre todo en condiciones
de divorcio o separación. Esta construcción social de
los varones los ha colocado como espectadores en la
procreación y educación de sus hijos, lo que propicia
que se pierdan valiosas referencias y vivencias para su
propio crecimiento personal, y costos en el plano
psicológico para ellos y sus hijos.
Cada vez más hombres ganan espacio en la atención
y cuidado de sus hijos. Su presencia se nota más en
círculos infantiles, centros escolares, hospitales y en todos
aquellos lugares donde los niños asisten y se relacionan;
diecinueve hombres se han acogido a la licencia paterna,
aprobada en el 2003 a propuesta de la FMC. Sin
embargo, la responsabilidad del cuidado de otras
personas sigue siendo fundamentalmente femenina y,
muchas veces, los centros de trabajo no entienden
cuando el hombre necesita ausentarse por enfermedad
del hijo o cualquier otra situación similar. Involucrarlos
en todos los procesos vinculados a la sexualidad y la
reproducción continúa siendo una meta que alcanzar.
Durante todos estos años, la Revolución ha
continuado priorizando importantes programas de
salud dirigidos a la protección y adecuado desarrollo
biológico y psicológico de las mujeres, con una
importante repercusión en su autonomía física. Bastaría
mencionar los programas de prevención de cáncer
cérvico-uterino y de mamas, y el materno-infantil. Este
último ha garantizado la atención a embarazadas y la
salud de madres y niños.12 Como parte de él, se ha
trabajado para comprometer cada vez más a los
hombres mediante el Programa de maternidad y
paternidad responsable.
El acceso universal y gratuito a los servicios de salud
se ha reflejado en que la esperanza de vida de las mujeres
ha aumentado de 57,89 años (en el período 1950-1955)
a 80 años (2005-2007). Los análisis en relación con este
indicador muestran, no obstante, que existen reservas
para elevarlo, vinculadas con el mejoramiento de su
calidad de vida, la disminución del exceso de trabajo y
de las tensiones derivadas de la sobrecarga, así como
una mejor prevención de enfermedades como la
diabetes mellitus, las cerebro-vasculares y otras evitables
que constituyen actualmente las principales causas de
muerte femenina.
En realidad, se constatan diferencias en la calidad
de vida de hombres y mujeres que envejecen: más
mujeres que hombres declaran depresiones, artritis,
limitaciones para desarrollar actividades de su vida
cotidiana y autoperciben su estado de salud como
regular a malo.13 El proceso de envejecimiento de la
población cubana plantea nuevos retos a las políticas
de desarrollo implementadas desde 1959 en diferentes
72
La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas
campos, como los servicios especializados de salud, la
seguridad social y la vida comunitaria y familiar. La
presencia de adultos mayores en los hogares impacta
la dinámica de las familias, sobre todo cuando estos
requieren de cuidados y atenciones, lo que de hecho
sobrecarga la función económica de este grupo y
principalmente a las mujeres.
Un aspecto que las priva de su autonomía física es
la violencia contra ellas, una manifestación de la
desigualdad de género, consecuencia directa de
la persistencia de una cultura patriarcal, de conceptos y
prácticas discriminatorias. Este tipo de manifestación
tiene mayor alcance, variedad y gravedad en
dependencia de factores como el grado de violencia
estructural imperante en cada sociedad, el desarrollo
alcanzado por las mujeres y su participación en la vida
económica, política, social y cultural de cada país, así
como del nivel de conciencia social e individual en una
cultura de respeto y reconocimiento a la mujer, sus
derechos y su dignidad.
En el caso cubano, la construcción de una nueva
sociedad basada en valores humanistas como la
solidaridad, la igualdad, el respeto a los derechos y
dignidad de las personas, no es, por esencia, una
sociedad generadora de violencia. Cincuenta años de
trabajo a favor de la igualdad de derechos y
oportunidades para la mujer, y la promulgación
y perfeccionamiento de leyes que la amparan, han
permitido a las cubanas alcanzar un nivel de desarrollo,
participación y autoestima que hacen poco frecuente
la tolerancia de estos fenómenos.14 De igual forma, la
participación de la comunidad, organizada, facilita
la intervención ante estos casos. No obstante, diversas
investigaciones constatan que la violencia contra las
mujeres se produce en el ámbito doméstico por
parientes cercanos y, sobre todo, en el plano psicológico,
a través de gritos, amenazas, insultos, humillaciones, entre
otras acciones que, generalmente, no son percibidas
como violentas al no haber maltrato físico; por tanto,
la mayoría de las veces quedan en el ámbito privado y
exclusivo de la familia.
Cuando la violencia llega a ser reconocida y
denunciada, con frecuencia no recibe el tratamiento
adecuado por parte de las autoridades, en tanto
consideran que los hechos son «insignificantes y propios
del matrimonio». También existen mujeres que retiran
sus denuncias por temor a mayores agresiones o porque
esperan que «las cosas cambien». Promover relaciones
de convivencia, armoniosas y constructivas, en las
familias, la escuela y la sociedad, incrementar la
divulgación y la capacitación sobre el tema a fin de
aumentar la conciencia individual y colectiva sobre la
existencia de este fenómeno, e implementar medidas
más eficaces de protección a las víctimas y tratamiento
a los victimarios, continúan siendo objetivos prioritarios
del trabajo que se lleva a cabo actualmente por diversas
instituciones y organismos, coordinados por la FMC.
Autonomía en la toma de decisiones
La conquista de la autonomía de las mujeres incluye
la toma de decisiones. Este tema ha sido objeto de
varias investigaciones del Centro de Estudios de la Mujer
y de otras instituciones, y lo he tratado en varios artículos
en esta propia revista.15
La presencia de mujeres en puestos de toma de
decisiones ha mostrado en estos años un desarrollo
ascendente. En los organismos de la Administración
Central del Estado constituyen 38,3% de sus dirigentes.
Seis ministerios son dirigidos por mujeres (Finanzas y
Precios, Industria Básica, Justicia, Auditoría y Control,
Educación y Agricultura); las viceministras ascienden a
31 y las que dirigen a nivel provincial y municipal en
diferentes organismos ha aumentado también. Entre
las directivas, gerentes nacionales y presidentas de
entidades hay más de cien.
En particular, la evolución que ha tenido la presencia
femenina en los órganos del Poder Popular a sus
diferentes niveles, muestra interesantes aristas.16 En
nuestro país no se ha optado por un sistema de cuotas
como vía para estimular la promoción de mujeres; la
FMC diseñó una estrategia integral dirigida precisamente
a cambiar tradiciones y pautas culturales, mediante la
capacitación, la divulgación, el reconocimiento público
de los méritos y éxitos de las mujeres en esta labor,
entre otras acciones. Los frutos de dicha estrategia se
han palpado en los diferentes procesos eleccionarios
en los cuales la promoción de mujeres se ha
incrementado. Ya en la VII Legislatura (2006-2007) se
alcanzó el mayor crecimiento, a todos los niveles en
comparación con años anteriores; resultaron 27,03% de
los delegados de circunscripción elegidos, 40,63%
de los delegados a las Asambleas provinciales y
43,39% de los diputados. Con esta última cifra, Cuba
alcanza uno de los primeros lugares en representación
femenina entre los parlamentos del mundo.
Sin embargo, no puede negarse que la sobrecarga
doméstica y el cuidado de los hijos y otras personas
dependientes ha continuado siendo un obstáculo para
la promoción de las mujeres. Un ejemplo de ello fue el
decrecimiento de su número en los diferentes niveles
de dirección del Poder Popular en el proceso
eleccionario de 1993, en pleno Período especial, cuando
la influencia de la crisis económica agravó las
condiciones de vida de las familias y afectó
sensiblemente los servicios de apoyo al hogar. Al hacerse
mucho más difícil la vida cotidiana, su rigor recayó
fundamentalmente sobre la mujer.17
73
Mayda Álvarez Suárez
La responsabilidad en la cual están más representadas
las mujeres es como secretarias de las Asambleas:
59,17% en las municipales y 50% en las provinciales.
La de la dirección de la Asamblea Nacional, compuesta
por 3 miembros, también es mujer.
De un proceso eleccionario a otro se evidencia una
mayor conciencia de la justicia al elegir mujeres, y de su
importante papel en la sociedad, tanto en la población
en general como en los dirigentes que integran los
comités de dirección de las organizaciones de masas y
en las Comisiones de Candidatura a todos los niveles.
No obstante, aún no resultan suficientes las mujeres
propuestas para integrar la cantera de delegados
a asambleas provinciales y a la Nacional. Son la FMC y
la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) las
organizaciones que proponen mayor número de ellas.
En las asambleas provinciales y en el Parlamento está
establecido por ley que hasta 50% de los delegados y
diputados provenga de la base, por lo que al ser menos
las elegidas delegadas de circunscripción, disminuya su
representación directa en esos niveles.
Esto logra revertirse en cierta medida cuando las
mujeres ocupan puestos directivos en las direcciones
provinciales y nacionales de los OACE y de las
organizaciones de masas, pues cuentan con mayores
posibilidades de ser propuestas y electas, al ser su gestión
más conocida y reconocida. Nutren así el otro 50% de
la cantera de delegados provinciales y diputados.
En nuestro país existe la voluntad política y las
condiciones para el mayor acceso de las mujeres a la
toma de decisiones en las diferentes áreas, mucho más
si tenemos en cuenta que ellas son mayoría entre los
técnicos y profesionales. Continuar sensibilizando en
cuestiones de género a dirigentes y funcionarios,
a maestros, a padres y madres, a niños y jóvenes, constituye
un imperativo para lograr los cambios necesarios en la
conciencia individual y social.
Por otra parte, los patrones culturales sexistas aún
vigentes se manifiestan de manera directa en la opinión
de no proponer mujeres «para no sobrecargarlas más»,
y en el hecho de no seleccionarlas, aunque hayan sido
propuestas, lo que ocurre fundamentalmente en
las elecciones de delegados de circunscripción. A las
mujeres, sin dudas, se les impone un alto nivel de
exigencias para su selección como dirigentes, aunque
los requisitos sean los mismos que para los hombres.
Pareciera que son ellas las únicas que tienen familia, ya
que el esposo y los hijos (nacidos o por concebir) pesan
en la valoración que de ellas se hace.
Otro asunto importante es la atención y el
tratamiento que reciben una vez seleccionadas como
dirigentes. La representación social de quien ocupa un
cargo está muy permeada por un modelo masculino
de dirección, al que se le supone una forma de
organización del tiempo de trabajo y una entrega total,
que no incluye la vida familiar. Este modelo condiciona
una visión que coincide muy poco con la representación
de la mujer dedicada a su vida familiar, con menos
movilidad y posibilidades que el hombre para
solucionar problemas. Cuando ellas asumen
responsabilidades de dirección están obligadas
a desempeñarse dentro de estas reglas de juego y
generalmente se olvida que aún siguen siendo las
principales responsables de las tareas domésticas y de
los hijos. Si no hay conciencia ni comprensión de las
instituciones, se limita aún más la disposición de la
propia mujer para asumir esos cargos.
Por esta última razón, la llamada «autolimitación»
de la mujer no está solo permeada por factores
subjetivos vinculados con la autovaloración de sus
capacidades, también tiene en su base condiciones que
la limitan objetivamente. Puede observarse que es en el
nivel municipal —delegadas de circunscripción—
donde menos se avanza, lo que resulta, de cierta manera,
paradójico si se tiene en cuenta que son mujeres
principalmente las dirigentes de las organizaciones de
masas a nivel de las comunidades, y su activismo y
dedicación son reconocidos por todas las autoridades.
Otra arista del problema, es que tanto en el Poder
Popular como en los organismos de la Administración
Central del Estado, hay menos representación de
mujeres en la medida que se asciende en los niveles
donde se toman las decisiones más importantes. Así
por ejemplo, aunque se ha ido avanzando, de 169
presidentes de Asambleas Municipales, 32 son mujeres,
para 18,93%; de los catorce presidentes del Poder
Popular en provincias, solo hay una mujer.18 En el caso
del Consejo de Estado, si bien en las últimas elecciones
fueron promovidas dos mujeres más, de 31 miembros,
en la actualidad hay ocho mujeres (25,81%).
Subjetividad y género
Las representaciones sociales de ser mujer y ser
hombre han ido cambiando a lo largo de estos años.
En la práctica investigativa se ha constatado cómo
muchas cualidades consideradas propias del «ser
hombre» o del «ser mujer» —estereotipos culturalmente
establecidos— han sido rotos en nuestro contexto.
Cualidades como ser inteligentes, capaces,
trabajadoras, creativas, decididas, activas socialmente,
libres, son hoy reconocidas y atribuidas por muchas
personas al «ser mujer». La ternura, el cariño, la
responsabilidad en la familia, la dedicación, se consideran
también esenciales para «ser hombres».19 Estas mismas
características —en definitiva humanas y no sexuadas—
74
La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas
conviven con las tradicionales: dedicadas, fieles,
comprensivas, sensibles, organizadas, laboriosas, buenas
madres, buenas esposas, para las mujeres; fuertes,
valientes, proveedores econonómicamente, viriles,
agresivos, para los hombres.
Lo mismo sucede cuando las personas identifican
objetos o espacios para mujeres y hombres. A las
primeras se les atribuyen la escoba, el collar, los aretes,
el búcaro y las flores, los cosméticos; y a los hombres
nunca les falta el auto, la botella de ron, el martillo, el
machete, el cemento. Cuando se trata de espacios, unas
son colocadas en la cocina, la peluquería, la oficina, la
tienda, la escuela y el círculo infantil, y otros en la calle,
el taller, el estadio deportivo, el campo. En resumen,
estamos viviendo en un mundo en el que lo nuevo se
va imponiendo, pero aún convive con lo viejo, y todavía
existe una distancia entre los ideales igualitarios y algunas
prácticas desiguales. Sin dudas, en Cuba el machismo
se ha «erosionado»: no predomina una práctica
jerárquica masculina generalizada, y cada vez hay una
mayor proporción de mujeres y hombres que conciben
relaciones más igualitarias y menos jerarquizadas, así
como compartidas. Sin embargo, en muchos contextos,
tanto matrimoniales como institucionales, es posible
constatar aún dinámicas definidas desde lo masculino,
algunas de las cuales he descrito en este artículo.
Los procesos de socialización de niños y niñas en
las familias y otros espacios, están aún marcados por
patrones y códigos culturales esencialmente diferentes.
Un mundo de objetos, espacios y palabras parece
destinado para los niños y otro para las niñas. Las
construcciones de género se interiorizan entonces a
través de todo un trabajo de socialización entendida
como un complejo y detallado proceso cultural de
apropiación de formas de representarse, valorar y
actuar en el mundo. La intimidad sigue siendo el centro
de la educación de las niñas como clave para establecer
un mundo de vínculos interpersonales: apoyar a los
otros, comprenderlos, ayudarlos, servirles, lograr
consenso, protegerse contra los intentos de quedar fuera;
pero también es evidente que hoy se las educa, mucho
más que antes, para la independencia. Ellas «deben
valerse por sí mismas», «estudiar y trabajar para que no
dependan de nadie», «decidir su vida», «que nadie venga
a mandarlas».
La educación de los varones está centrada
fundamentalmente en la independencia: el hombre debe
saber qué hacer y decirle a los otros qué deben hacer, tiene
que ser capaz de desenvolverse en el mundo del poder y
del estatus y para tener éxito hacen falta, además de la
independencia, la decisión, la valentía, la agresividad,
la fortaleza, la capacidad de correr riesgos, el control sobre
sí mismos y no solo ser todo eso, sino demostrarlo
constantemente. En muchas familias, entonces, a los niños
no se les asignan responsabilidades domésticas, solo son
«de la calle» y asimismo se les dedica menos tiempo para
conversar de temas íntimos y personales.
En la escuela, estos patrones se reproducen, sobre
todo en el llamado «currículo oculto». Aunque niños
y niñas acceden por igual a los distintos niveles de
educación, y está establecido por ley que deben ser
tratados sin ningún tipo de distinción basada en el
sexo, las relaciones maestros-alumnos están matizadas,
de hecho, por la cultura sexista heredada, lo que se
observa a veces en la distribución de hembras y
varones para algunas actividades y tareas
extraescolares como juegos y deportes, y puede ser
también apreciado en imágenes de los libros de texto.
De manera general se ha constatado que aún no es
suficiente el conocimiento sobre género de los
educadores para el trato adecuado a niños y niñas, y a
los adolescentes, y que no siempre los mensajes
educativos que se trasmiten por los medios de
comunicación y en la literatura tienen un enfoque
de género.20
Así, a partir del reconocimiento de los avances en la
conciencia social y personal, es preciso identificar algunos
elementos que constituyen obstáculos o frenos a un mayor
adelanto en el plano de la subjetividad. Ellos son:
l
l
l
l
l
l
La biologización o naturalización de muchos de los
roles de género.
Los temores a inducir una orientación sexual no
heterosexual cuando se rompen los estereotipos de
género en la manera de educar, sobre todo a los
varones.
Las presiones sociales en algunos grupos y
comunidades que obstaculizan, o no reconocen, los
cambios.
Las contradicciones en los procesos educativos entre
la familia, la escuela, los medios de comunicación y
otros espacios formativos.
La sobrevaloración de los cambios ocurridos en la
posición de la mujer, pensando que ya «todo se ha
logrado».
La confusión de «género» con «mujer», lo que limita
la participación de los hombres en el cambio y una
adecuada transversalidad de esta categoría en las
políticas.
A modo de conclusión
Los resultados de investigaciones desarrolladas
durante todos estos años sobre el tema de la mujer y,
posteriormente, sobre las relaciones de género en la
sociedad cubana, permiten reconocer contradicciones
en las que se hace necesario trabajar para revertir algunas
75
Mayda Álvarez Suárez
A tan decisiva entrega, la Revolución ha respondido con el
más elevado respeto por sus mujeres, con la búsqueda de
cada vez más amplios y prometedores caminos por el
desarrollo de sus potencialidades, con las posibilidades de
acceso a profesiones y trabajos arbitrariamente prohibidos
para su sexo, con la más ferviente lucha contra la
discriminación de la mujer, estigmatizante rezago que es
inaceptable en nuestro objetivo de crear la sociedad más
justa y más humana que se haya conocido […] Los grandes
planes y los humanos propósitos que tenemos por delante
serán, en primer lugar, para beneficio de nuestras mujeres,
heroínas de los tiempos duros y creadoras de los tiempos
de fundación.21
de las desigualdades entre hombres y mujeres, aún
existentes:
l
l
l
l
l
l
Crecimiento de la participación de la mujer en la
fuerza de trabajo y la persistente división sexual del
trabajo doméstico.
La insuficiente infraestructura de servicios públicos
dedicados al «cuidado social» de personas
dependientes (niños, ancianos, etc.) para garantizar
la productividad del trabajo y la vida social y familiar.
La distancia entre los ideales igualitarios de muchas
personas y sus prácticas desiguales, sobre todo en la
familia y otros espacios socializadores.
El elevado papel que se le confiere a la familia en la
sociedad y las limitadas exigencias sociales al hombre
para que se involucre de manera responsable en los
procesos relacionados con la reproducción, el
cuidado y atención a los hijos, y la participación
compartida en las tareas domésticas.
El acceso de mujeres a puestos de toma de
decisiones y las exigencias establecidas a partir de un
modelo predominantemente masculino de dirección.
El desconocimiento sobre el tema de personas
encargadas de diseñar, ejecutar y evaluar las políticas
de género como forma de gestión política.
Notas
1. La elaboración del Plan de Acción fue el resultado de un amplio y
democrático debate en el que participaron organismos del Estado
y del gobierno, instituciones académicas, centros de investigaciones y
organizaciones sociales, en el Seminario nacional Las cubanas de
Beijing al 2000, donde se evaluaron los resultados obtenidos hasta
ese momento en las políticas dirigidas a la mujer, los obstáculos y
retos al futuro. Véase Federación de Mujeres Cubanas (FMC), Las
cubanas: de Beijing al 2000, Editorial de la Mujer, La Habana, 1996
y Plan de Acción Nacional de Seguimiento a la Conferencia de Beijing.
República de Cuba, Editorial de la Mujer, La Habana, 1998.
La igualdad de género alude a la plenitud humana
de mujeres y hombres y por lo mismo, parte del
reconocimiento de su diversidad. La Revolución cubana
ha tenido como uno de los pilares fundamentes de su
programa de desarrollo la eliminación de toda forma
de discriminación basada en el sexo, que obstaculice o
prive a las mujeres del disfrute de los mismos derechos
y oportunidades que los hombres. El logro de la
igualdad no ha sido condicionado a la creación de una
desarrollada base material, sino que, en todo el proceso
revolucionario, ha habido una clara conciencia de la
necesidad de que el desarrollo económico y social esté
acompañado de un profundo trabajo educativo
encaminado a eliminar los prejuicios y estereotipos
sexistas, a reconceptualizar los roles que hombres y
mujeres desempeñan en la sociedad; en fin, a una
verdadera transformación cultural de los valores y las
identidades. El camino no ha sido fácil, ni libre de
obstáculos y resistencias. Nos corresponde a todos
juntos, hombres y mujeres, construir un mundo cada
vez más justo.
Las cubanas sentimos el orgullo de vivir en un país
donde se nos respeta y se nos toma en cuenta, donde
conocemos, y por eso defendemos, el valor de la
palabra libertad y, en consecuencia, somos partícipes
activas en la construcción de una sociedad socialista
más justa, equitativa y humana. El papel que han
desempeñado las mujeres a lo largo de estos años fue
reconocido por Fidel Castro en un mensaje con motivo
del 45 aniversario de la Federación de Mujeres Cubanas:
2. Sonia Montaño, Sostenibilidad política, técnica y financiera de los
Mecanismos para el Adelanto de las mujeres, Presentación en la 39ª
reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la
Mujer de América Latina y el Caribe, CEPAL, 11 y 12 de mayo del
2006, México, D. F., 2006.
3. Como categoría de las ciencias sociales, el género es fundamental
para entender las formas de interacción entre seres sexuados
diferentes. Es, esencialmente, un hecho de cultura y de relaciones
sociales entre grupos e individuos. Las relaciones de género se
registran «no solo a nivel de comportamientos, sino en el ámbito de
las formas culturales y simbólicas de la percepción social del sexo».
Véase Ana María Goldani, Reinventar políticas para familias reinventadas:
entre la realidad brasileña y la utopía, Familias y políticas públicas en
América Latina. Una historia de desencuentros, CEPAL, Santiago
de Chile, 2007.
4. FMC, Algo más que palabras. El post-Beijing en Cuba: acciones y
evaluación, Editorial de la Mujer, La Habana, 1999; y II Seminario
Nacional de Evaluación del Plan de Acción Nacional de Seguimiento
a la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, La Habana,
2001.
5. CEPAL, Antecedentes y propuestas de observatorio de género para América
Latina y el Caribe, Santiago de Chile, 2008.
6. Federación de Mujeres Cubanas y Oficina Nacional de
Estadísticas, Estudio comparativo sobre la mujer cubana 1953-2006.
(En prensa).
7. Inés Reca, Mayda Álvarez et al., La familia en el ejercicio de sus
funciones, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1991.
8. Instituto de Estudios e Investigaciones del Trabajo (IEIT), Estudio
sobre la situación laboral de la mujer rural incorporada a las formas de
producción cooperativa, Informe de investigación, La Habana, marzo
de 2006.
76
La revolución de las cubanas: 50 años de conquistas y luchas
9. IEIT, La presencia femenina en el mercado de trabajo, en las diferentes
categorías ocupacionales y sectores de la economía, la segregación horizontal
y vertical, los salarios e ingresos en general, Informe de investigación,
La Habana, 2007.
15. Mayda Álvarez, «Mujer y poder en Cuba», Temas, n. 14,
La Habana, abril-junio de 1998, pp. 13-25, y Mayda Álvarez et al.,
«¿El poder tiene género? (Un simposio)», Temas, n. 41-42, La Habana,
enero-junio de 2005, pp. 153-157.
10. Inés Reca, Mayda Álvarez et al., ob. cit.
16. Mayda Álvarez, «La familia cubana: políticas públicas y cambios
sociodemográficos, económicos y de género», en Cambio en las
familias en el marco de las transformaciones globales: necesidad de políticas
públicas eficaces. CEPAL. Santiago de Chile, 2004.
11. Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), Encuesta sobre el uso
del tiempo, La Habana, 2002.
12. La mortalidad infantil es hoy de 5,3 por cada mil nacidos vivos
y la materna por causas directas ha disminuido sensiblemente
(21,3 por cien mil nacidos vivos) con respecto al período
prerrevolucionario cuya tasa alcanzaba 136,5. Otros programas de
salud han tenido también importantes impactos en la autonomía
física de las mujeres, como por ejemplo el Programa de Climaterio
y Menopausia, el del Adulto Mayor y otros.
17. En el año 1992, solo 13,5% de los delegados de circunscripción
fueron mujeres, lo que significó un descenso de 3,5%, con respecto
al proceso eleccionario anterior (1986), en tanto las delegadas
provinciales fueron 23,9% y las diputadas 22,8%, lo que representó
una reducción de 3,7% y 11,1% respectivamente.
18. También existen 48 vicepresidentas municipales (28,4%) y dos
provinciales (14,29%).
13. Centro de Población y Desarrollo de la ONE, CITED, OPS,
Esperanza de vida. Cuba y provincias 2005-2007 (folleto), La Habana,
2003.
19. Mayda Álvarez, Inalvis Rodríguez y Ana V. Castañeda,
Capacitación en género y desarrollo humano, Editorial Científico-Técnica,
La Habana, 2004.
14. Así lo demuestran diferentes investigaciones realizadas en Cuba
(Clotilde Proveyer, Identidad femenina y violencia doméstica, una
aproximación desde la Sociología, tesis de Doctorado, Universidad de
La Habana, 2000, y Caridad Navarrete, citada en Silvia García
Méndez et al., Expresión en Cuba del fenómeno de la discriminación
directa e indirecta contra la mujer. Medidas adoptadas para prevenir, atender
y sancionar los casos que se presenten. Medidas especiales de carácter
temporal existentes y conveniencia de aplicar otras, Informe de
investigación, La Habana, 2007. También una investigación nacional
sobre la violencia familiar en los Estados Unidos mostró que la
violencia contra las esposas tenía mayores probabilidades de ocurrir
cuando estas dependían económica y psicológicamente de maridos
dominantes (National Family Violence Survey, 1975).
20. Mayda Álvarez et al., Situación de la niñez, la adolescencia, la mujer
y la familia en Cuba, Editorial de la Mujer, La Habana, 2000.
21. Fidel Castro, «Mensaje a las federadas por el 45 Aniversario de
la constitución de la Federación de Mujeres Cubanas», Mujeres, n. 3,
La Habana, 2005.
©
77
, 2008
no. 56: 44-55, octubre-diciembre de 2008.
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
Los intelectuales
y la esfera pública en Cuba:
el debate sobr
e políticas
sobre
culturales
Anneris Ivette Leyva García
Periodista. Periódico Granma.
Abel Somohano F
Fernández
ernández
Periodista y profesor. Universidad de La Habana.
D
eclararse intelectual, tanto en Cuba como en
cualquier otro lugar del mundo, implica la
asimilación responsable de una perspectiva crítica de
la realidad. Quien, en un momento u otro, ha tratado
de desembarazarse de esta tarea, nunca ha logrado una
escabullida elegante. Específicamente en nuestro país,
a lo largo de este medio siglo, complejos motivos han
hecho que el papel crítico del intelectual y su
contribución al proyecto revolucionario se vea por
momentos limitado y en otros tantos favorecido.
Más allá de las aperturas o constricciones de los
marcos de criticidad, la organicidad de este sector
al sistema socialista cubano ha estado siempre
vinculada a una perenne interrogación en torno al
orden de cosas existente. Tal vez, visto como
tendencia, dicho comportamiento manifieste una
relación con la propia naturaleza del modelo social;
pues, según lo expresado por Jorge Luis Acanda al
interpretar a Gramsci, en la construcción del
socialismo los intelectuales deben extremar su
condición de conciencias sociales, ya que su labor
crítica «es condición [...] imprescindible del desarrollo
de la revolución».1
Este trabajo se propone analizar la polémica digital
como ejemplo de una posición histórica de la
intelectualidad de la Isla: la de erigirse en vanguardia en
lo relacionado con la interrogación crítica sobre la
realidad circundante.2 Para ello indicaremos, en esencia,
la vinculación directa de este debate con las condiciones
del espacio público cubano, y referiremos algunas
tendencias generales en determinados períodos
históricos de la Revolución, en los que el sector
mencionado se ha destacado por sus posicionamientos
transgresores en el área de confrontación ciudadana.
Algunos conceptos
Espacio público es una categoría escurridiza, que pende
de variables sutiles en el plano objetivo y subjetivo. No
solo es enmarcable en aquel concepto de Jürgen
Habermas, quien lo describía como el «ámbito de
nuestra vida social» en el cual se podía elaborar opinión
pública, y que en determinados casos podía requerir
de «medios precisos de transferencia e influencia»3
(periódicos, revistas, radio, y televisión). Intentamos
44
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
acoger el concepto desde una perspectiva crítica, y así
romper con aquellas ideas, como las del mismo
Habermas, que consideran este ámbito solamente como
un área para la conformación de opiniones. Hemos
decidido asumir el espacio público como una esfera de
confrontación entre actores sociales con posibilidades
de transformar la política. Tal confrontación puede
promover, a su vez, la participación activa de los ciudadanos
para delimitar, resolver y evaluar los problemas
circundantes.
La categoría de espacio público fue tratada en nuestra
investigación a partir de dos indicadores fundamentales.
El primero de ellos se refiere a las condiciones
estructurales que configuran la confrontación en el
entramado social. Este aspecto alude al debate de ideas
a través de formaciones socio-políticas mediadoras de
la discusión. Intentamos contrastar ciertas condiciones
de la esfera cultural con las dinámicas de otras áreas de
la vida nacional.
El segundo indicador es el modo en que los medios
de comunicación masiva inciden o aprovechan el debate
y la crítica social. Aunque esta dimensión puede incluirse
en el anterior aspecto, en tanto los medios pueden ser
considerados instituciones, preferimos diferenciarla
para hacer un mayor énfasis en ella. De esta forma,
cotejamos el modo de realizarse la confrontación en el
campo cultural con las condiciones de estas estructuras
socializadoras.
Al referirnos a la compleja categoría de intelectual,
hacemos un énfasis fundamental en aquellos que
componen el campo artístico-literario. No obstante,
según Gramsci, no se puede circunscribir la definición
de intelectual orgánico, a los grupos históricamente así
nombrados, sino que este marco debe ampliarse a
«todo el estrato social que ejerce funciones organizativas
en sentido lato, tanto en el campo de la producción,
como en el de la cultura y en el político-administrativo».4
Desde su punto de vista, la sociedad moderna potenció
el surgimiento de una nueva especie de intelectual que
no arrasó con la ya existente; es decir, convivieron los
«tradicionales» y los «orgánicos».5
La condición de organicidad para el intelectual
moderno es ineludible: o contribuye a la reproducción
del sistema o a su descomposición. Por un lado, los
intelectuales pueden ser considerados como «empleados
del grupo dominante para el ejercicio de las funciones
subalternas de la hegemonía social y del gobierno
político».6 En el marco de estas funciones se encuentra
lo atinente a la producción y reproducción del consenso.
En otro sentido, Gramsci llamaba la atención también
sobre la creación de una autoconciencia crítica: la
conciencia política de las capas productivas de estar
participando en el mecanismo de dominación
hegemónica. La autoconciencia, a su vez, generaría una
vanguardia intelectual encargada de organizar la
sociedad para revertir el orden de cosas. Así, el intelectual
puede llegar a personificar la conciencia crítica de su
sociedad, a convertirse en su voz autocrítica en
situaciones como las de Cuba. La autocrítica no es otra
cosa que el cuestionamiento dirigido al sistema de
relaciones, creencias y valores sociales. Como está
orientada a la supervivencia de un orden de cosas, sobre
la base de hallar y subsanar a tiempo las posibles fisuras,
debe ser ejercida por intelectuales orgánicos al sistema.
En el proceso de reproducción de la hegemonía
socialista, la labor de este sector posee un notable valor.
La interpretación de la realidad brindada por los
intelectuales podría señalar las posibles dificultades del
orden de cosas que nos rodea, y al mismo tiempo,
favorecer la legitimidad de nuestro sistema. Para ello,
se hace imprescindible un diálogo entre el intelectual y
el poder, que realmente contribuya a reconfigurar
dinámicas en todas las esferas de la vida de la nación.
El Estado que sea incapaz de asumir la autocrítica y
vea en su hueste intelectual una cantera de «agentes
inmediatos de la clase dominante», es para Gramsci un
Estado estancado que no habrá logrado alcanzar la «fase
ético-política».7
La cuestión en su dimensión histórica
Resultaría sumamente arduo exponer cómo se ha
caracterizado, en el período revolucionario, la relación
entre el compromiso crítico intelectual y sus márgenes
de participación dentro del espacio público cubano,
trataremos en lo adelante de reseñar determinadas
circunstancias que podrían constituir una guía somera
para evaluar tal conexión. El lector no hallará un
recuento minucioso del devenir de la función crítica
del intelectual en el marco del período revolucionario;
apenas le será dibujado un esbozo del camino —por
naturaleza pedregoso— por el que ha transitado esta
cuestión.
Desde los inicios de la travesía revolucionaria
cubana, que ya arriba al medio siglo, se ha podido
verificar por parte de los intelectuales cubanos un
compromiso con la construcción del nuevo modelo
social propuesto a partir de 1959.8 La magnitud de los
ejemplos que podrían dar cuenta de la interrogación
intelectual respecto a la realidad perfectible que nos
circunda, impediría una relación detallada de su
conjunto. En este sentido, se podría afirmar que durante
el período en cuestión, ese compromiso ha podido,
más o menos, mostrar su efectividad, siempre en
relación con las condiciones propias de la esfera pública
cubana.
45
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
En 1959, pese a pertenecer a varias «familias estéticas
e ideológicas» —término que la doctora Graziella
Pogolotti ha usado para describir la múltiple procedencia
de los exponentes del sector intelectual al arribo de la
Revolución— la mayoría de los integrantes de este
campo brindó su apoyo al nuevo proyecto. Según esta
autora, el compromiso moral establecido con la
propuesta de cambio, estrechó el vínculo entre las
vanguardias política e intelectual. En consonancia con
el ritmo adquirido por la vida social, la actividad del
sector alcanzó una intensidad desconocida en períodos
anteriores. Señala además que «la premura del hacer
imponía la premura del pensar [...] Sobre el derrumbe
de lo viejo crecía el espíritu de lo nuevo».9 En cuanto
a las tareas que debió asumir el intelectual orgánico al
triunfo de la Revolución, la doctora Pogolotti, esta vez
en el prólogo al libro de Alfredo Guevara, Tiempo de
fundación, expresa:
distinguió, de manera general, los años iniciales de la
Revolución, ya desde esta misma década afloraron
síntomas de algún endurecimiento en lo que respecta
a las políticas promotoras de pensamiento.
Para algunos, como Desiderio Navarro, el llamado
período gris de la cultura en la Revolución cubana, se
inicia en 1968. Otros han afirmado que antes de la
llegada del quinquenio gris (1971-1976), se podían
ya percibir prácticas institucionales no identificadas con
la esencia de «Palabras a los intelectuales», documento
en el que se considera la cultura bajo un principio de
inclusión, de respeto a la diferencia, y en el que se convoca
al diálogo entre la vanguardia artística y la política.
Ambrosio Fornet considera que no es pertinente hablar
de ciertos cambios ocurridos en los 70 sin aludir
a tensiones acumuladas en el período precedente.12
Después del «caso Padilla»13 se efectuó el Congreso
Nacional de Educación y Cultura, del 23 al 30 de abril
de 1971. Inicialmente, el evento fue pensado como un
encuentro de educadores, pero a posteriori se decidió
extenderlo al campo cultural. En su Declaración final
se sugería a los intelectuales las temáticas más
convenientes para el arte durante ese momento histórico
de la Revolución. Se «recomendaba», por ejemplo, el
tratamiento de tópicos relacionados con la literatura
infantil y el proceso revolucionario en su lucha contra
el subdesarrollo, y la necesidad de mantener «la unidad
monolítica ideológica de nuestro pueblo», para
oponerse a las «extravagancias entre los jóvenes», factor
que podía ser considerado como «dependencia cultural».
Se argumentó además que no era permisible que,
«por medio de la calidad artística, reconocidos
homosexuales» pudieran influir en la formación de la
juventud. Este aspecto es de vital importancia porque
se entronca con modos posteriores de implementación
de la política cultural. Se hace explícito el rechazo a los
intelectuales «pequeñoburgueses y pseudoizquierdistas
del mundo capitalista que utilizaron la Revolución como
trampolín para ganar prestigio entre los pueblos
subdesarrollados», y que ahora acarreaban una nueva
colonización. De esos criterios se pasaría a otros
argumentos: «El arte es un arma de la Revolución; un
producto de la moral combativa de nuestro pueblo,
un instrumento contra la penetración del enemigo». En
cuanto al trabajo artístico, se reitera en varios párrafos
la necesidad de llevar al pueblo «la verdadera cultura»,
lo que, unido a otros elementos, provoca que la
Declaración... se caracterice, de manera general, por un
enfoque didáctico desmesurado.14
Se ha dicho que con el inicio de la segunda década
de la Revolución en el poder, comenzó una etapa de
crisis ideológica y artística, caracterizada por una
definición instrumental de la cultura. A su vez, un
bosquejo de los sucesos que tuvieron lugar durante los
Era el momento de saldar deudas con el pasado, de
construir la nación postergada, de destruir las bases de la
opresión y la injusticia, de reconocer en el pasado las huellas
más fecundas, de favorecer el crecimiento de la plenitud
humana, de reconquistar la riqueza multiforme de la vida,
de propiciar en cada persona la posibilidad de convertirse
en partícipe activo no instrumentalizado. En ese proceso
tocaba a la cultura el desempeño de un papel primordial.10
Entre los factores que dan cuenta de la agilización
de la dinámica intelectual podemos resaltar el auge y la
extensión que adquirió la polémica en estos años,
acogida sin titubeos en espacios oficiales y visibles de
expresión. Los asuntos debatidos rebasaban los
aspectos gremiales, para centrarse en un cuestionamiento
de los rumbos generales que asumiría el proceso
revolucionario. En otras palabras, la labor de los artistas
e intelectuales de aquellos años se imbricaba
estrechamente con la de la nación en su sentido más
amplio. Según Roberto Fernández Retamar, «aun vueltos
sobre los problemas gremiales, habíamos ido a dar,
pues, con el meollo de la Revolución toda, la “nueva
vida moral”, dicho en términos de Gramsci, o la
construcción del “hombre nuevo”, en palabras
retomadas por el Che».11
Existen varios ejemplos lo suficientemente
ilustrativos del modo en el cual la Revolución fomentó
durante esta década espacios de polémicas en las más
diversas áreas, haciendo más rico el proceso de
reconfiguración de las esferas de la vida nacional. El
campo de la cultura artística y literaria no era una
excepción. Muchas fueron las cuestiones debatidas.
Pueden ser destacadas, entre otras, las confrontaciones
referidas a la vinculación entre la labor intelectual y
la práctica política, así como las relacionadas con la
intervención del Estado en la cultura. Aunque ese
ambiente de confrontación y de crítica perenne
46
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
Sin embargo, estos elementos no solo afectan al
campo cultural. Todo ello se manifiesta en
características generales de la esfera pública y en los
potenciales espacios de confrontación ciudadana. Como
indican varios autores, el modo con que se acogieron
fórmulas del modelo soviético dentro de los canales
formales de participación, conllevó a la adopción de
ciertas posturas burocráticas limitantes de la efectividad
de varias estructuras políticas. Dicha burocratización
propició que «tanto la comunidad como la participación
de ella en los asuntos públicos, [quedara] estrictamente
reglamentada y sujeta a procedimientos [con un] fuerte
sentido utilitario».19 Todo ello provocó, a su vez, que la
institucionalidad estatal continuara resintiéndose, incluso
en años posteriores a los 70, a causa de determinadas
tendencias negativas. Según Rafael Hernández, en el
sistema político se evidenció «la pérdida de calidad en
la participación ciudadana».20
A estas condiciones se unió la situación de los
medios de comunicación masiva. Su funcionamiento
se caracterizó por la ausencia de crítica, la descripción
de un nivel irreal de perfección y la creciente «tendencia
a repetir propagandas».21 Tales rasgos entraron en
contradicción con las prácticas mediáticas de los
primeros años de la Revolución. Nunca como en aquella
década la prensa desempeñó un papel tan decisivo en
las labores de edificación de la nueva sociedad.
Gradualmente, el periodismo cubano fue perdiendo
el dinamismo y la criticidad que lo caracterizó en los
primeros tiempos. A tal punto llegó la situación que, a
inicios de los 80, se afirmaba que la radio, la televisión
y la prensa escrita ofrecían una visión plana de las
circunstancias nacionales, de unanimidad de criterios y
dudosa ausencia de contradicciones. Una investigación
realizada por la Facultad de Comunicación de la
Universidad de la Habana, en 1989, arrojó que, en los
primeros años de la década «el poco o ningún análisis
y el tratamiento superficial de los temas, además del
escaso espectro informativo condujeron también al
estancamiento de los periodistas, quienes sustituyeron
la discusión por el triunfalismo y la apología».22
Pese a todo lo anteriormente dicho, se hace
indispensable la distinción de matices. A mediados de
la propia década de los 70, comenzaron a vislumbrarse
intentos por trascender, en el campo cultural, las
estrecheces de pensamiento, politizaciones extremas,
espíritus acríticos y prácticas de exclusión. La disposición
de conducir esta política por otros caminos se hizo
explícita con la creación del Ministerio de Cultura, en
1976. Precisamente, a la implementación de una política
cultural más inclusiva aludirán varios de los discursos
de Armando Hart, durante su período al frente del
Ministerio de Cultura. En uno de ellos se apuntaba:
«Entendemos que los principios de libertad aplicados
a la cultura no se refieren de modo exclusivo a la libertad
primeros años de la década de los 70, puede explicar
la situación reinante: el país atravesaba entonces un
período de tensiones acumuladas, entre las que
sobresalen la muerte del Che, la intervención soviética
en Checoslovaquia —que el gobierno cubano aprobó,
aunque con mucha reticencia—, la llamada Ofensiva
revolucionaria de 1968 —un proceso tal vez prematuro,
incluso innecesario, de expropiación de los pequeños
comercios y negocios privados—, y la frustrada zafra
del 70 o «de los Diez Millones», que pese a ser la más
grande de nuestra historia —como proclamaron los
periódicos— dejó al país exhausto. Sometida al bloqueo
económico imperialista, necesitada de un mercado
estable para sus productos —en especial el azúcar—,
Cuba tuvo que definir radicalmente sus alianzas. Hubo
un acercamiento mayor a la Unión Soviética y a los
países socialistas europeos. En 1972, el país ingresaría
al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), lo
que vincularía estructuralmente nuestra economía a la
del campo socialista.15
Un autor como Ambrosio Fornet, al referirse a los
inicios de esta década, apunta que fue un momento de
«exclusiones y marginaciones» en el cual el campo
intelectual se convirtió en un «páramo». Esta situación
constituía un problema, sobre todo para aquellos
«portadores del virus del diversionismo ideológico y
para los jóvenes proclives a la extravagancia, es decir,
aficionados a las melenas, los Beatles y los pantalones
ajustados, así como a los Evangelios y los
escapularios».16
En este período, y como consecuencia de las
decisiones apuntadas, el panorama del pensamiento se
ilustraba como uniforme, y se exaltaba el imperio de la
reflexión homogénea. Los espacios de crítica cuya
impronta nos había distinguido en los primeros años
de la década anterior, aquellos en los cuales se ventilaban
las divergencias entre revolucionarios y donde se
asentaba un marxismo creador y abierto, ahora
quedaban constreñidos. Sobre este «segundo viraje»,
Aurelio Alonso ha opinado que quizás uno de sus
resultados más perjudiciales haya sido la uniformización
ideológica y el empobrecimiento de la cultura del
debate iniciado en los 60.17
Ello se evidencia, entre otros ejemplos, en el cierre
o declive sufrido por varias publicaciones. Algunas
desaparecieron o modificaron sus perspectivas en torno
a la realidad circundante, resultado de la contracción
en el esquema de libertades de discusión, y los
obstáculos impuestos al pensamiento social. Para
Fernando Martínez Heredia en estos años se careció
de «un campo alternativo de criterios diversos, de
educación, de debates, en el cual otros temas, otros
procedimientos y otras posiciones marxistas pudieran
abrirse paso».18
47
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
Debe señalarse la posición trascendental de estos
creadores en comparación con un proceso como el de
Rectificación de errores y tendencias negativas, que
matizó el espacio público cubano desde 1986. Este es
uno de los momentos de confrontación crítica más
importantes de la Revolución cubana. Se hizo evidente,
en primer lugar, la necesidad de preservar el socialismo;
pero además, se promovió la interrogación sobre el
ordenamiento económico, cultural, político y social del
país. El proceso de Rectificación… constituye, de esta
manera, un antecedente importante de los debates que
desembocan en la discusión del Llamamiento al IV
Congreso del Partido dentro del espacio público de la Isla
durante los primeros años de la última década del siglo.
A la altura de 1986, «las artes (las artes plásticas en
primerísimo lugar) expresaron, a veces de manera
incontenible, desordenada, herética, los deseos y
tensiones acumuladas, no como respuesta a la
convocatoria del discurso oficial, sino como anticipación
a aquel, y también como su contraparte».29 Queda con
ello evidenciado, una vez más, la posición destacada
del intelectual cubano en la articulación de un diálogo
crítico y productivo sobre su entorno.
Como ha descrito Arango, el hecho de vivir
a merced de la alternancia entre dos tendencias —una
favorecedora y otra más restrictiva—, ha potenciado la
existencia de períodos con diferentes facilidades para
la participación política del sector. Para sustentar
su proposición, el escritor señala la etapa comprendida
entre el 1971 y 1976 como un momento de
dogmatización extrema; mientras los primeros 60 y
últimos 80 fueron años de mayor participación. 30
Como es obvio, todo momento posee sus matices y
se presta a contradicciones con cada tendencia general
señalada.
de expresión o de creación artística [...] sino que debe
entenderse también como el derecho de los escritores
y de los artistas a participar activamente en el proceso
de elaboración de la política cultural».23
Durante las palabras de clausura del Segundo
Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba
(UNEAC), el 13 de octubre de 1977, Hart señalaba la
necesidad de trabajar en la búsqueda de «soluciones
mayoritariamente aceptadas» para instrumentar la
aplicación de la política cultural propuesta por el Partido.
En este documento se hace alusión a los nexos entre
el arte en Cuba y sus matrices populares; y se reitera el
propósito de la «edificación socialista» de llevar al pueblo
las obras más logradas. Fue este un momento propicio
para mostrar el objetivo fundamental del Ministerio,
que «consiste en orientar la realización práctica de la
línea política de la Revolución en el campo cultural,
apoyándose en las tradiciones históricas de nuestra
cultura, comprendiendo que el arte y la literatura, en la
época actual, se han convertido ya en una necesidad y
en un fenómeno de masas».24
Si bien la creación de esta estructura significó una
medida oficial que procuraba, entre otros objetivos,
reencauzar la proyección y producción de la cultura
cubana, ello no quiere decir que dentro del campo se
acabaran del todo ciertos hábitos incubados en períodos
anteriores. Diversos criterios hacen alusión a las tensiones
potenciadas por las distintas corrientes de pensamiento
existentes. Es este un contexto contradictorio y, por lo
mismo, difícilmente definible en una sola tendencia.
Varios ejemplos de inicios de los 80 fundamentan
lo anterior. Entre ellos —como indica Arturo
Arango—, la oposición al largometraje Cecilia, de
Humberto Solás, en nombre del realismo socialista;
o la campaña lanzada contra «el intimismo y
hermetismo» de la generación de poetas que iba
surgiendo desde la década anterior.25 Por otro lado,
aunque al inicio de los 80, como reseña Gerardo
Mosquera, se palpaba una relación estrecha entre
intereses institucionales, percepciones de directivos de
la cultura y consideraciones de los propios creadores,
en torno al papel de ciertas manifestaciones artísticas
para interpretar la realidad cubana,26 esta vinculación
entrará en conflicto a finales de la década.
A pesar de los ejemplos anteriores, en esta década
la intelectualidad se caracteriza fundamentalmente por
una participación «más o menos efectiva en la
constitución del diseño ideológico del país».27 Aunque
no es la única manifestación artística con una perspectiva
realmente crítica en torno a la realidad circundante,
es indiscutible el importante papel desempeñado por
las artes plásticas durante el período. En los 80 los artistas
plásticos recuperan «nuevas posibilidades de acción más
acordes con la actualidad».28
Otra vuelta de hoja
Resulta impensable intentar hablar de los 90 en Cuba
sin comenzar por la precaria situación que provocó el
derrumbe del campo socialista europeo. La nueva
realidad nacional, caracterizada por profundas carencias
en todos los sentidos, hizo que se recurriera a la
implementación de medidas antes impensadas en
nuestro país, precisamente por creerse dañinas para el
sistema en construcción.
Las nuevas condiciones y reconfiguraciones
experimentadas en todas las esferas de la vida también
se proyectaron en las formas de interacción de los
intelectuales con el espacio público. Así, varios autores
han coincidido en señalar un aumento de la expresión
crítica y desprejuiciada de estos. Dicha multiplicación
ocurrió gradual y progresivamente, a medida que el
campo cultural asimilaba rasgos que le permitían
48
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
acondicionarse a la situación emergente. Entre las nuevas
características presentadas por este sector se halla una
relativa descentralización y autonomización de sus
funciones, lo cual le agenció una mayor flexibilidad en
sus capacidades de gestión, pues «ante la falta de
respaldo institucional para viabilizar sus proyectos, los
artistas [ganaron] en independencia y, con ella, en
posibilidades de expresión».31
No obstante, un creador como Leonardo Padura
ha reconocido también que, en lo referente a los
espacios expresivos con que contaron los intelectuales
a lo largo de estos años, el Ministerio de Cultura, la
UNEAC y el Instituto Cubano de Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC), supieron mantenerse como
agentes promotores y canalizadores del debate y el
pensamiento crítico.32
Por otro lado, en la década de los 90 se evidenció
además, en otros sentidos, el papel de vanguardia del
sector en la generación de la crítica profunda en el
espacio público. Para el investigador Rafael Hernández,
la carga problemática de los contenidos de las artes
plásticas, el teatro o la nueva narrativa sobre la situación
cubana de inicio de estos años se adelantó no solo a las
ciencias sociales, sino también al «debate político, en la
identificación y tratamiento de nuevos problemas».
Según su perspectiva, las diversas manifestaciones del
arte se anticiparon en el tratamiento de aspectos
espinosos en nuestra sociedad, como el referido a la
emigración, la discriminación racial y la religiosidad.
Desde la intelectualidad artística, también se visibilizaron
análisis agudos sobre cuestiones propias del impacto
del Período especial y sus efectos derivados, como son
la sobreestimación del consumo, la prostitución, las
drogas, y vinculada con todas ellas, la crisis de valores.33
Si durante los 80, fueron fundamentalmente los
plásticos quienes se apropiaron del protagonismo en
lo referente al abordaje crítico de la realidad, en la última
década del siglo se les van a sumar otros creadores. En
este período, la filmografía cubana se destacó como
una de las manifestaciones del arte que mejor acogió el
discurso crítico a través de nuevas formas de expresión.
La literatura también recurrió con frecuencia a
situaciones emergentes en el contexto cubano, y
a tópicos evitados en años anteriores. Esto sucedía a pesar
de que la situación del país afectaba, como a tantas
otras industrias, la dimensión productiva de la esfera
cultural.34
El ámbito de las letras impresas, por ejemplo, resultó
perturbado por su contracción, evidenciada en la escasa
tirada de libros y la desaparición, en los primeros años
de los 90, de varias revistas culturales. No obstante, al
trascender el momento más difícil del Período especial,
la recuperación de algunas publicaciones y la creación
de otras, se ha convertido en un acontecimiento
fundamental en la esfera pública de la Isla. Entre ellas,
pueden destacarse Temas, Revolución y Cultura, Catauro,
Opus Habana, Contracorriente, Debates Americanos, Marx
Ahora, Caminos, Cultura y Desarrollo, Casa de las Américas,
la Revista de Ciencias Sociales, Unión, Cúpula, y Arte Cubano.
Estas han albergado espacios de confrontación y
propuestas transgresoras sobre diversas temáticas:
sociedad civil, participación, cultura política, problemas
de género, auge de las religiones, relaciones interraciales,
nuevas generaciones. Además, han abordado la cultura
cubana en el exterior, el teatro y las artes plásticas como
espacios de intercambio de ideas, los temas de la nueva
narrativa, y muchos otros tópicos de gran trascendencia
en el contexto cubano. Estas publicaciones intentaron
conformar un discurso de espectro amplio y plural, de
capital importancia para la situación en la que estaba
sumergida la Isla. La cotidiana propuesta de los medios
masivos de comunicación, entre los cuales se nombra
la radio, la prensa y la televisión, condujo a que «un
volumen considerable de enfoques y tópicos vedados
en esos medios [fueran] canalizados a través del
relativamente autónomo subsistema de publicaciones
culturales».35
A pesar de los ejemplos antes señalados y de la
tendencia general de la década del 90, desde entonces y
hasta hoy han existido añejos y no siempre bien
fundamentados resquemores, que se erigen como
obstáculos a la interrogación de los intelectuales en torno
a la realidad circundante. Muchos de ellos no se
encuentran dentro del mismo campo cultural, sino en
esferas contiguas. Desiderio Navarro, menciona el
temor a que los enemigos de la Revolución acojan los
posicionamientos críticos con fines propagandísticos.
También suele aludirse a la posible perturbación que
en el pueblo podría suscitar el debate de ciertos
problemas, y el miedo a que un nuevo cuestionamiento
constituya «una heterodoxia, una disidencia que
rompería la monolítica unidad ideológica de la nación».36
Podría decirse que la reacción fóbica a la discusión
«se ha basado en el argumento de no desgastarse en la
polémica, y evitar que esta afecte la aglutinación de tejido
social» 37 en un escenario que se construye como
trinchera ante la sistemática agresión norteamericana.
Nos referimos con ello a la estructuración de una
«mentalidad de plaza sitiada» basada en la real amenaza
del enemigo. Sin embargo, como indica Julio César
Guanche:
la posibilidad de una agresión es condición sine qua non de la
existencia de una Revolución [...] No puede suceder que
la agresión determine lo que es la Revolución: la agresión
no es la autorización para que una revolución exista de una u
otra manera, sino que son las prácticas revolucionarias —la
ampliación del campo de lo posible— las que permiten
la existencia de un espacio revolucionario, cuya permanente
ampliación será precisamente la principal fortaleza contra la
agresión.38
49
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
El proyecto de nación que defendemos, perfectible sin dudas,
requiere de una renovación constante que pueda sostenerlo
dentro del abrumador proceso de selección natural global.
Para ello, se necesita del concurso de todos aquellos que
puedan aportar una mirada compleja, responsable y
constructiva, al análisis de la nada simple realidad.
potenciados a raíz del discurso de Raúl Castro el 26 de
julio de 2007, sí es posible establecer cierta comparación.
La diferencia temporal entre ambos momentos mostró
la posición de vanguardia del sector intelectual en lo
concerniente al abordaje de problemas candentes de la
realidad nacional.
«Las reservas morales y de conciencia política»
aludidas por Martínez Heredia, se evidencian, por otro
lado, en el desfasaje entre las ideas expresadas en la
polémica electrónica y ciertos esquemas de pensamiento
y dinámicas existentes en la esfera pública de la Isla.
Varios de los mensajes hacen alusión a que en el espacio
público están incidiendo un conjunto de normas, ideas
y creencias opuestas a la potenciación en el entramado
social de un intercambio crítico generalizado. Muchas
de ellas nos llegan como remanentes de los años 70, y
oponen un efecto paralizante en la dinámica de nuestra
actualidad.
Precisamente, una fuerte determinación en contra
de percepciones opuestas al debate crítico y
constructivo sobre la realidad nacional, según los
diversos actores, guió en algún momento la
conformación de la protesta. Ya en alguna ocasión,
además de prevenciones de la esfera política
relacionadas con la función crítica del intelectual, habían
existido períodos en los que ellos mismos habían optado
por un silencio deliberado creyendo actuar a favor de la
Revolución. La ruptura con esa forma de pensamiento
marcó la diferencia en enero de 2007 e hizo surgir la
confrontación electrónica.
Al referirse a los aprendizajes del quinquenio gris,
Arturo Arango, uno de los promotores del intercambio,
expone que en aquellos años se sostuvo «una
complicidad desde el silencio, como si la Revolución
pudiera seguir normalmente hacia adelante con ese
trauma encima». Tal situación, el temor al perjuicio
involuntario nacido de la complicidad, indujo a la
urgencia del pronunciamiento en la hora actual. Existió
entre los actores de la confrontación la percepción de
que había que hablar, de que «había una responsabilidad»
y no se podía hacer silencio.42
Al mismo tiempo, sobre la voluntad de los actores
incidió cierta deuda histórica. Los primeros
pronunciamientos que conformaron la red
La aceptación de las razones antes aludidas puede
llevar a ejercer tácitamente juicios desproblematizadores
del entorno, cuyo contenido se reduce a la idealización
de un estado de perfección y a la mera recitación de
apologías enceguecedoras. En oposición a ellas
podríamos apuntar entonces que la adhesión del
intelectual al proyecto revolucionario no puede ser
completa, si no se caracteriza por su criticidad y
oposición a toda práctica destinada a limitar su
intervención en la esfera pública.
El debate electrónico sobre el quinquenio gris
En los umbrales del nuevo milenio, el destacado
intelectual Alfredo Guevara postuló que «la época en
que vivimos, la sociedad en que vivimos, ha producido
fenómenos que nos llevan a situaciones muy equívocas;
y un papel del intelectual es el de encontrar para sí mismo
y desbordándose de sí mismo, su rol de brújula».39 La
forma en que los intelectuales se erigen en brújulas de
una sociedad —según la propuesta de Alfredo
Guevara— se sintió de manera especial en el intercambio
de correos electrónicos sobre políticas culturales que
se originó en nuestro país en enero de 2007. Aunque
este proceso de comunicación se caracteriza por la gran
variedad de voces desde las que se asumieron diversos
objetos de análisis, en ocasiones desde posiciones
irrespetuosas y hostiles para con el proyecto
revolucionario, aquí solo reseñaremos algunos aspectos
que a los objetivos de este artículo resultan importantes.40
A un año de transcurrido el proceso electrónico
que nos ocupa, Fernando Martínez Heredia apuntaba que
este intercambio mostró
las reservas morales y de conciencia política» que posee el
sector de los intelectuales. Desde su punto de vista, este
factor «los puso en marcha, y su actuación se ha mantenido
viva hasta hoy […], llamaron la atención al país sobre la
necesidad y la urgencia de debatir públicamente los
problemas principales de Cuba y de la Revolución. Esto ha
sido lo más trascendente de aquel debate».41
Aunque no se puede establecer una relación de
causa-efecto entre el intercambio y los debates surgidos
posteriormente en la esfera pública cubana, como los
50
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
Ello hizo que el debate digital también tratara temas
vinculados con esta institución, y los espacios dispuestos,
o no, en ella para la confrontación de ideas.45
Existe, sin embargo, otra característica de la esfera
pública cubana aludida por los debatientes que puede
considerarse como factor influyente en el surgimiento
y posterior desarrollo de la polémica digital. Cuando
en la confrontación electrónica se destaca la peculiaridad
de que tantos silencios se quiebren de esta manera inusual,
se anuncia como una de las causas la imposibilidad de
estructurar la organicidad de los intelectuales al proyecto
revolucionario a través de ciertas vías. Al hablar de vías,
los actores no se circunscriben a los lugares de reunión en
donde a viva voz se expresen los criterios, sino que aluden,
además, a las nulas oportunidades de participación en el
complejo sistema de la comunicación masiva.
Como indica Ariel, «intelectuales extranjeros publican
más en los medios de prensa que cualquier cubano».
Desde su punto de vista, esta vieja tradición de la
intelectualidad de la Isla de participar en la prensa, no
fue quebrada «a causa de un fenómeno inconsciente, ni
por problemas materiales en los medios, como la falta
de papel; sino por prejuicios y prevenciones que vienen de
la época del Consejo Nacional de Cultura».46
Aunque la polémica hubiera podido acogerse en
alguna de las publicaciones culturales, la periodicidad
que las caracteriza habría hecho inviable semejante
intento. Al referirse a los motivos por los que la protesta
surge en la esfera virtual, Arango, destaca que «desde
hace muchos años, la prensa cotidiana no tiene en su
espectro este tipo de intervenciones. Donde único
pudieran darse es en la prensa cultural, cuyo ritmo no
es adecuado para respuestas rápidas como las que
hacían falta en ese instante».47
Estas revistas poseen ciertas limitantes para articular
o extender la confrontación crítica hacia el entramado
social. Uno de estos obstáculos es el poco impacto que
puede alcanzar lo aparecido en sus páginas debido al
espectro reducido de su público tipo. Ello también ha
sido señalado por los actores del proceso de
comunicación que aludimos. Si bien es plausible la
audacia de estas publicaciones en comparación con el
discurso «sinflictivista» y acrítico de los medios, es
necesario destacar que, por su propia función, estas no
alcanzan a irradiarse en una extensión más amplia de la
sociedad. Como se señaló en varias ocasiones durante
la confrontación electrónica, el papel de las revistas
culturales no puede considerarse como sustituto de la
misión de los medios de comunicación masiva en el
espacio público de la Isla. Estos últimos, por su propia
naturaleza, según queda sugerido en varios de los correos
consultados, podrían, en una sociedad socialista como
la que se intenta construir, potenciar la conformación de
una hegemonía pluralista en donde la variedad de voces
comunicativa tuvieron un claro objetivo de denuncia.
Se basaron en el recuento de sucesos personales del
pasado, hasta entonces poco conocidos, y cuya
plataforma común eran las cuestiones de política
cultural de la Revolución. En ellos se denotaba un
tono exaltado y enardecido. Poco a poco, este tono se
fue aplacando. Se pasó de la denuncia rápida al análisis
minucioso, del recuento anecdótico al tratamiento de
cuestiones generales.
Encaja aquí entonces el rótulo de «agenda de debate
postergada», para justificar por qué el intercambio
alcanzó tamañas dimensiones. Efectivamente, existía
en el campo cultural una serie de cuestiones dolorosas
cuyo tratamiento pospuesto hincaba progresivamente
la conciencia de los afligidos. A juicio de Graziella
Pogolotti, a partir de la creación del Ministerio de
Cultura se procedió al rescate de figuras que en el
período precedente habían sido dañadas, pero la política
de reivindicación no incluyó la ventilación pública del
tema, lo que la hizo incompleta.43 Si es cierto que se
tomaron muchas medidas, nunca hubo un debate sobre
el tema en las publicaciones e instituciones del campo
cultural, según apunta la autora antes citada.
Estas consideraciones se unen a otras, relacionadas
con la necesidad de trascender la propia molestia que
dio origen al proceso de comunicación electrónico para
insertarse en el debate sobre varios aspectos candentes
que circundaban a los intelectuales. Al respecto,
Desiderio Navarro hacía un balance, en su conferencia
del 30 de enero de 2007 leída en Casa de las Américas.
A juicio de dicho autor, esta reacción de un gran número
de intelectuales cubanos, por la vía del correo
electrónico, hizo evidente «la inactividad o inoperancia
de los espacios (tanto institucionales como públicos)
ya existentes, y la inédita posibilidad de la constitución
ad hoc e inmediata de una esfera pública supletoria».
Para Navarro, estaríamos hablando de un espacio de
confrontación suplente, ya no alternativo o
complementario, dado por «la falta de otra esfera de
intercambio realmente funcionante».44
Sin llegar a los extremos a los que desde nuestra
opinión arriba el autor antes citado, al señalar la
inexistencia de una esfera de intercambio crítico en la Cuba
actual, es imprescindible indicar la importancia de la
apropiación de las nuevas tecnologías por parte de los
intelectuales. En este sentido, la idea de Navarro de analizar
la polémica digital desde las condiciones contextuales
mediadoras en su surgimiento y desarrollo se hace
especialmente reveladora.
El espíritu crítico de la polémica electrónica se
destinó, entre otros frentes, a aquellos obstáculos actuales
que podían estar actuando como limitantes del debate
en el campo cultural. A juicio de Sigfredo Ariel, y de
otros actores, el intercambio surge en un momento en
que se efectúa una crítica muy profunda a la UNEAC.
51
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
tenga cabida; además, podrían incentivar la construcción
de un diálogo productivo y directo entre los diversos
sectores sociales y la esfera dirigente.
De manera general, los criterios de los debatientes
dan cuenta de ciertas condiciones estructurantes y
estructuradas de la esfera pública cubana que se
reproducen o han incidido directamente en el desarrollo
del proceso que estudiamos. De esta forma, la situación
hasta aquí descrita propició una de las características
más acentuadas de la confrontación electrónica: el
desbordamiento temático. Este ocurrió de manera casi
natural, provocado por una añeja y creciente
posposición de problemas debatibles. La política cultural
dejó de ser el tópico exclusivo para dar paso a la
ventilación de una amplia gama de temas, gracias a las
posibilidades tecnológicas para estructurar cierta
«interactividad comunicativa».
La apertura y extensión aludidas se hacían necesarias
por diversos motivos. En primer lugar porque era
innegable reconocer que ciertas políticas restrictivas han
dejado nefastas huellas no solo en la esfera cultural,
sino también en otros sectores de la vida nacional. En
segundo término, se encontraba la urgencia de repensar
temas de incuestionable actualidad que trascendían el
marco de la cultura artístico-literaria, y respecto a los
cuales había sido tradición que nuestra intelectualidad
se expresara en espacios de discusión.
esencial del que da cuenta el mismo proceso: la necesidad
de rescatar la memoria histórica en torno a un tema como
el de la política cultural de la Revolución.48
Sin embargo, aun con la evidente voluntad política
de solucionar los aspectos criticados a través del correo
electrónico, y de apoyar las iniciativas emergidas en las
reuniones, se enfatizó, por parte de los directivos de la
cultura, la necesidad de circunscribir los debates
posteriores al campo específicamente cultural, entre
otras causas, por la imposibilidad institucional de
canalizar y responder a carencias referidas a otras esferas.
Graziella Pogolotti apunta que el Ministerio actúa
sobre un área muy específica relacionada con la cultura
en su sentido tradicional, y no tiene potestad para
intervenir en instituciones y otros circuitos en los que se
haría necesario fomentar la crítica profunda y la
polémica. 49 Esta imposibilidad institucional de
conformar un debate en relación directa con otras
esferas de la vida nacional, es consecuencia, en parte,
de la estructuración en la sociedad cubana de lo que
algunos autores llaman «circuitos de comunicación».
En nuestro contexto se ha desarrollado esta limitación
como tendencia. Indistintamente, se le puede reconocer
como sectorialización temática, circunscripción del
debate a esferas específicas o exclusivo abordaje de
tópicos por determinadas voces legitimadas.
Según Julio César Guanche, los llamados «circuitos
de comunicación» se refieren a una for ma de
organización en la Cuba actual. Para este autor, ello ha
permitido la cuadriculación «de los temas de lo social
en una infinidad de pequeños campos, en los cuales se
discute y fomenta el debate, pero que no se comunican
con el resto de los campos sociales y menos con
la sociedad en su conjunto».50 La estructuración de la
sociedad en circuitos de comunicación hace que ciertos
actores se vean obligados a limitar sus planteamientos
a un área de acción específica. En este caso, el factor
mencionado motiva las alertas constantes sobre lo
improcedente de extender el debate a otras esferas
igualmente criticables.
No obstante estos impedimentos, el ciclo de
conferencias organizado por Criterios, y la publicación
posterior de las distintas intervenciones suscitadas en
él, tiene un papel fundamental en la articulación de
respuestas a problemáticas identificadas en el
intercambio de correos.51
De manera general, las conferencias del ciclo han
intentado trascender, en parte, el marco de lo artísticoliterario en su concepción más reducida.52 El ciclo quedó
abierto el 30 de enero en la Casa de las Américas con la
conferencia de Ambrosio Fornet «El quinquenio gris,
revisitando el término», estructurado a partir de
invitaciones, lo que produjo varias críticas mediante la
vía electrónica.53 No obstante estas manifestaciones del
debate, extrapolado a esferas exteriores a lo virtual,
Del debate a la acción
Aunque fueron varias las reuniones desarrolladas para
la resolución del proceso comunicativo estudiado, las
más referenciadas en las entrevistas, correos y
documentos consultados han sido fundamentalmente
dos: las del 9 y el 12 de enero de 2008. En estas
reuniones, la posición de los agentes reguladores de la
cultura se caracterizó por el apoyo total a los
promotores de la polémica electrónica, y por la
intención de esclarecer los sucesos que le dieron origen.
Los entrevistados han dado cuenta del modo en que la
UNEAC y el Ministerio de Cultura se inclinaron por el
diálogo en las reuniones de solución. La reacción fue
a favor de ese intercambio, de la discusión y del espacio
crítico que se había creado. No obstante, no fueron
solo el Ministerio de Cultura y la UNEAC los
involucrados en el proceso, sino también el Partido. La
posición de estas instancias fue de total apoyo a las
iniciativas surgidas en las reuniones, y de involucramiento
con la organización de las ya materializadas, hasta el
momento en que se llevó a cabo nuestra investigación.
En los encuentros desarrollados entre los actores de la
polémica electrónica y los directivos de la cultura,
surgieron varias propuestas para solucionar un problema
52
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
tanto sobre el intercambio a través del correo
electrónico, como sobre el mismo ciclo de Criterios
inciden determinados factores que obstaculizan su
extensión y posterior visibilidad en el entramado social
cubano. Paradójicamente, varios de estos factores han
sido señalados como condicionantes del surgimiento y
desarrollo del proceso de comunicación electrónica. A
pesar del apoyo brindado por la UNEAC a la
confrontación, varios autores se sentían inconformes
con el modo en que se integró esta a las polémicas
posteriores. Desde el punto de vista de Fernando
Martínez, «la UNEAC estuvo débil, muy poco crítica,
y omisa, lo que agudizó la conciencia de la necesidad
de entrar a fondo en sus problemas y prácticamente
refundarla.54
Unido a estas condiciones institucionales pueden ser
destacados otros factores que dificultaban también la
extensión de esta polémica en específico en el
entramado social, pero que a la vez afectan
cotidianamente al campo cultural. La imposibilidad de
los medios de comunicación masiva de articular un
discurso crítico sobre la realidad cubana influye en el modo
en que se invisibiliza en el entramado social el debate
intelectual. De esa manera, las polémicas en el campo
cultural provocan, debido a estas y otras razones, según
ha indicado una de las expertas entrevistada en nuestra
investigación, la creación de élites en el seno de la
sociedad. «Si se tiene un conjunto de espacios en los que
se discute de manera renovadora, pero esos debates
no trascienden […] obviamente se tiende a crear dos
grupos diversos: una élite —quiera o no serlo— que
discute de manera riquísima, atrevidísima, y una masa
que sigue repitiendo estereotipos y versiones
empobrecedoras de la historia y la realidad».55
En el caso específico del proceso de confrontación
que analizamos, pueden indicarse, hasta el presente, solo
dos referencias a través de los medios de comunicación
masiva: la «Declaración del Secretariado de la UNEAC»,
publicada el 18 de enero de 2007, y la alusión tangencial
hecha por Desiderio Navarro, el 19 de noviembre de
ese mismo año, en el programa Diálogo abierto dedicado
al debate cultural en Cuba. Que la única alusión al
intercambio en el discurso mediático haya sido, durante
mucho tiempo, el documento antes mencionado,
construido por agentes reguladores externos a los
medios, está indicando nuevamente las limitaciones de
estas estructuras socializadoras para «autoelaborar» un
discurso crítico sobre la realidad de la Isla.
Intentar dilucidar el modo en que se extiende en el
espacio público el debate electrónico y el ciclo de
conferencias aludido, lleva a considerar la reproducción,
en el desenlace de este proceso, de ciertas problemáticas
que mediaron su desarrollo. Se evidencia con ello la
manera en que una polémica que intenta trascender las
limitantes características de la esfera pública, es afectada
directamente por condiciones estructurantes de esta
área de confrontación.
Epílogo
A tono con lo planteado por varios estudiosos de
fenómenos similares en otros contextos, con
intercambios electrónicos como este se podría hablar
de la creación de «esferas públicas periféricas».56 En
ellas, el público se estructura a partir de sujetos activos
que no solo confrontan criterios, sino que articulan
acciones de transformación política. Según Víctor
Sampedro, estaríamos refiriéndonos a «una pluralidad
infinita de espacios sociales desde los que romper o hacer
avanzar el consenso social, la opinión pública, hacia
metas y territorios hasta ahora desconocidos. La
versatilidad e interconexión entre esos espacios de
debate resulta potencialmente ilimitada, de una riqueza
y variedad insospechadas».57 El área de interacción
ciudadana se dota ahora de nuevas complejidades. Las
posibilidades brindadas por las tecnologías de la
información y la comunicación se erigen en alternativas
para construir intercambios en los que se expresan
opiniones invisibilizadas cotidianamente.
Gracias a los recursos aportados por diversas
herramientas, la esfera virtual puede devenir cauce de
ansias reprimidas de expresión del criterio. Puede ser
identificada como espacio suplente de los tradicionales.
De hecho, una de las ventajas más estimadas de la
confrontación electrónica es la relativamente nimia
regulación que se le puede aplicar. Teniendo en cuenta
esta posibilidad, los actores pueden expresarse con
contenidos y estilos que no serían admitidos en otros
contextos. Sin embargo, dicha condición no siempre
es aprovechada en un sentido positivo, sino que, al
depender altamente de los límites éticos de cada cual,
también puede ser utilizada para introducir en el
área de confrontación electrónica vulgaridades
e impertinencias.
Otra de las prerrogativas generales que ofrece el
uso de herramientas como el correo electrónico es la
capacidad de interactuar. A partir de ella, múltiples
actores pueden reaccionar ante cualquier mensaje para
crear un tejido de opiniones confluyentes. A esto se
une la posibilidad de distintos sujetos de intervenir en
el área de confrontación desde puntos geográficos
diversos y distantes.
No obstante estas posibilidades, en cualquier análisis
sobre el impacto de las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación en un contexto en
específico, es menester relativizar su potencial liberador.
Esto se logra aludiendo a los diversos tipos de
53
Anneris Ivette Leyva García y Abel Somohano Fernández
apropiación de que son objeto los nuevos recursos. Aun
cuando a partir de ellos puedan estructurase procesos
dinamizadores de la esfera pública, surgen también
nuevas maneras de manifestarse la abulia ciudadana. El
debate electrónico posee una apariencia engañosa.
Algunos pueden limitar su participación a este tipo de
confrontación, y no considerar, sin embargo, que la
verdadera acción política se dirime fuera de lo virtual.
El desafío para los decisores políticos en un contexto
como el cubano se establece entonces en dos sentidos
fundamentales: primero, en la necesidad de reflexionar
sobre las condiciones propiciadoras de un
desplazamiento de la confrontación hacia las nuevas
esferas; y en segundo lugar, en lo imprescindible de
interactuar con estas áreas de debate, para canalizar y
potenciar acciones de transformación relacionadas con
las inquietudes orgánicas a nuestro sistema. Quizá una
de las aristas más interesantes del proceso estudiado es la
reacción de ciertos decisores ante la interacción
electrónica. Algunos supieron aprovechar la discusión y
contestar a las interrogantes de los debatientes, lo que
constituye un ejemplo revelador dentro del espacio
público cubano.
Nos interesa destacar el modo en que se ha
complejizado la esfera pública de la Isla y la forma en
que nuevas modalidades de comunicación comienzan a
cohabitar con las ya tradicionales. El debate electrónico
estudiado permite conocer matices de la voz intelectual
cubana, y marca una continuidad con esa larga y
revolucionaria tradición de inconformidad de este grupo
social con los problemas del entorno.
El proyecto de nación que defendemos, perfectible
sin dudas, requiere de una renovación constante que
pueda sostenerlo dentro del abrumador proceso de
selección natural global. Para ello, se necesita del concurso
de todos aquellos que puedan aportar una mirada
compleja, responsable y constructiva, al análisis de la nada
simple realidad. Esto per mitiría una detección
comprometida de las posibles fisuras y debilidades de la
obra colectiva. En las condiciones actuales de Cuba, se
hace trascendental la contribución del criterio —y la
acción— no solo de los intelectuales, sino de aquellos
que desde una posición orgánica al sistema aprovechen
todas las herramientas a su alcance, para extender sus
posicionamientos críticos protectores de nuestra
Revolución.
Universidad de La Habana. Su objetivo fue aludir someramente
a las características generales de una confrontación en la red
electrónica sobre política cultural, efectuada entre intelectuales
cubanos desde enero de 2007.
3. Jürgen Habermas, «The Public Sphere: an Encyclopaedia Article»,
New German Critique, a. 1, n. 3, Nueva York, 1974, p. 49. Es este el
autor de una obra fundamental referida al surgimiento de la esfera
pública burguesa: Historia crítica de la opinión pública.
4. Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, t. 5, Editorial Era,
México, DF, 1999, p. 412.
5. Los primeros responden a organizaciones económicas
precapitalistas, en las cuales asumían los roles de funcionarios del
gobierno, escribas, sacerdotes y otras formas más típicas como la
del literato, el filósofo y el artista. El orgánico, por su parte, debe su
surgimiento al desarrollo del capitalismo que trajo aparejado la
estructuración de nuevas funciones y relaciones sociales.
6. Antonio Gramsci, Los intelectuales y la organización de la cultura,
Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1960, p. 18.
7. Jorge Luis Acanda, ob. cit., p. 15.
8. Desde los prístinos momentos en que se cocía nuestra conciencia
nacional, la intelectualidad cubana comenzó a trascender las
cuestiones de alta cultura para infiltrar su interés en el dominio
de los destinos de la nación. Un buen ejemplo de ello sería el de
aquellas figuras de finales del siglo XVIII e inicios del XIX que,
desde el Seminario San Carlos y San Ambrosio, hicieron ostensible
su inconformidad con cuestiones trascendentales de la realidad
doméstica del momento.
9. Graziella Pogolotti, «Los polémicos sesenta», en Graziella
Pogolotti, comp., Polémicas culturales de los 60, Editorial Letras
Cubanas, La Habana, p. X.
10. Graziella Pogolotti, «Sobre carbones ardientes», en Alfredo
Guevara, Tiempo de fundación, Iberautor Promociones Culturales S. L.,
Madrid, 2003, p. 9.
11. Roberto Fernández Retamar, Cuba defendida, Editorial Letras
Cubanas, La Habana, 2004, p. 280.
12. Ambrosio Fornet, «El quinquenio gris: revisitando el término»,
Casa de las Américas, a. XLVII, n. 246, La Habana, enero-marzo,
2007.
13. Para encontrar mayor información sobre el caso Padilla, pueden
ser consultados Lourdes Casal, El caso Padilla: literatura y revolución en
Cuba, Ediciones Universal, Miami, s/f; Casa de las Américas, n. 65-66,
La habana, marzo-junio, 1971.
14. «Declaración final del Primer Congreso Nacional de Educación
y Cultura», Casa de las Américas, ed. cit., pp. 4-19.
15. Ambrosio Fornet, ob. cit., p. 11.
16. Ibídem, p. 12.
17. Aurelio Alonso, El laberinto tras la caída del muro, Editorial de
Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 232.
Notas
18. Fernando Martínez Heredia, El corrimiento hacia el rojo, Editorial
Letras Cubanas, La Habana, 2001, p. 102.
1. Jorge Luis Acanda, «El malestar de los intelectuales», Temas,
n. 29, La Habana, abril-junio de 2002, p. 15.
19. Haroldo Dilla, «Comunidad, participación y socialismo:
reinterpretando el dilema cubano», en Haroldo Dilla, comp., La
participación en Cuba y los retos del futuro, Centro de Estudios de
América, La Habana, 1996, p. 22.
2. Este artículo forma parte del Trabajo de diploma de los autores,
defendido recientemente en la Facultad de Comunicación de la
54
Los intelectuales y la esfera pública en Cuba: el debate sobre políticas culturales
el denominado quinquenio gris; sin embargo, otros períodos
históricos, y diversidad de tópicos fueron referenciados
frecuentemente. Uno de ellos es el centro de este artículo: el modo
en que se visibiliza la voz intelectual en la esfera pública cubana.
20. Rafael Hernández, Sin urna de cristal. Pensamiento y cultura en
Cuba, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana
Juan Marinello, La Habana, 2003, p. 20.
21. Ídem.
41. Fernando Martínez Heredia, en presentación del libro La política
cultural del período revolucionario: memoria y reflexión, 22 de febrero de
2008 (versión digital).
22. Rosa Miriam Elizalde y Grissel Pérez, «La polémica: su presencia
en programas informativos de la televisión cubana», Trabajo de
diploma, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, 1989,
pp. 33-4.
42. Entrevista a Arturo Arango, por los autores, 11 de enero de
2008.
23. Armando Hart, Del trabajo cultural. Selección de discursos, Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, pp. 310-1.
43. Entrevista a Graziella Pogolotti, por los autores, 24 de marzo
de 2008.
24. Ibídem, pp. 140-1.
44. Desiderio Navarro, «¿Cuántos años y de qué color? Para una
introducción al ciclo de conferencias de Criterios», en Desiderio
Navarro et. al., La política cultural del período revolucionario: memoria y
reflexión, Centro Teórico-Cultural Criterios, La Habana, 2008, p. 17.
25. Arturo Arango, Segundas reincidencias, Editorial Capiro, Santa
Clara, 2002, pp. 54-5.
26. Gerardo Mosquera, «Artes plásticas: un nuevo salto de venado»,
Revolución y Cultura, n. 6, La Habana, 1981.
45. Entrevista a Sigfredo Ariel, por los autores, 4 de abril de 2008.
27. Arturo Arango, ob. cit., p. 87.
46. Ídem.
28. Gerardo Mosquera, ob. cit., p. 73.
47. Entrevista a Arturo Arango, cit.
29. Arturo Arango, ob. cit., p. 28.
48. Entre estas pueden mencionarse la idea de Desiderio Navarro
de conformar el ciclo de conferencias del Centro Teórico-Cultural
Criterios, iniciado el 30 de enero de 2007; la publicación de un
libro en el que se agruparan estas conferencias, y la creación de una
Cátedra para el estudio del tópico antes mencionado.
30. Ibídem, p. 87.
31. Leonardo Padura, «Vivir en Cuba, crear en Cuba: riesgo y
desafío», en Leonado Padura y John M. Kirk, La cultura y la Revolución
cubana, Editorial Plaza Mayor, San Juan, 2002.
49. Entrevista a Graziella Pogolotti, cit.
32. Ibídem, p. 326.
50. Entrevista a Julio César Guanche, cit.
33. Rafael Hernández, «Espejo de paciencia. Notas sobre estudios
cubanos, ciencias sociales y pensamiento en Cuba contemporánea»,
en Joseph S. Tulchin et al., eds., Cambios en la sociedad cubana desde los
90, Woodrow Wilson Internacional Center for Scholars, Washington
DC, 2005, p. 162.
51. En un mensaje dirigido por Desiderio Navarro a Orlando
Hernández el 14 de enero de 2007, posteriormente publicado, se
resaltaba lo necesario de una discusión académica sobre ese período
(el quinquenio gris) de la política cultural cubana y sus «secuelas,
supervivencias y recidivas». Para este autor, la ausencia de diversas
miradas sobre el tema, «con sus descripciones, análisis,
interpretaciones, explicaciones y valoraciones», puede indicarse
como una de las principales causas de «que ese período y
los fenómenos de ese período que sobreviven o reviven en los
subsiguientes» sean ignorados por tantas personas. Véase Desiderio
Navarro en presentación del libro La política cultural..., ob. cit.
34. Daniel Salas González, «La Gaceta de Cuba: a la cultura, ida y
vuelta», Trabajo de diploma, Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana, 2007.
35. Ibídem, pp. 5-6.
36. Desiderio Navarro, Las causas de las cosas, Editorial Letras
Cubanas, La Habana, 2006, p. 18.
52. Las intervenciones de Mario Coyula sobre arquitectura y de
Martínez Heredia sobre ciencias sociales dan prueba de ello.
37. Rafael Hernández, Sin urna de cristal..., ed. cit., p. 22.
38. Entrevista a Julio César Guanche, por los autores, 18 de enero
y 28-29 de febrero de 2008.
53. Es necesario señalar el interés de los organizadores por responder
a inquietudes de sectores, inconformes (como el de los jóvenes)
con el modo en que fue conformado el primer encuentro.
39. Alfredo Guevara, Tiempo de fundación, ed. cit., p. 40.
54. Fernando Martínez Heredia en presentación del libro La política
cultural..., ob. cit.
40. El 5 de enero de 2007 se inicia un proceso de confrontación a
través de correos electrónicos relacionado con la omisión de ciertos
aspectos biográficos en la aparición en televisión de antiguos agentes
reguladores de la cultura (Luis Pavón Tamayo, Jorge Serguera y
Armando Quesada). Estos se habían caracterizado por la imposición
de grandes restricciones en el campo cultual cubano. Entre los
primeros participantes del intercambio se pueden mencionar a Jorge
Ángel Pérez, Desiderio Navarro, Arturo Arango, y Reynaldo
González. En las 72 horas siguientes, se adhirieron a la protesta
intelectuales residentes tanto en la Isla como en el exterior. Gracias
a las posibilidades de interacción del «espacio virtual», lograron
crear un área de debate caracterizada, fundamentalmente, por la
multiplicidad de perspectivas actuantes y diversidad de diálogos
internos. El debate abordó, aunque no únicamente, un tópico
necesitado de urgentes reflexiones en la Cuba de hoy: el de la
historia de la política cultural de la Revolución. Se hizo énfasis en
55. Entrevista a Esther Pérez, por los autores, 17 de diciembre de
2007.
56. Puede acudirse, entre otros, a los siguientes trabajos: Víctor
Sampedro, «¿Redes de nudos o vacíos? Nuevas tecnologías y tejido
social», disponible en www.nodo50.org, consultado el 3 de febrero
de 2008; Guillermo López García, «Comunicación en red y
mutaciones de la esfera pública», Zer, disponible en www.ehu.es,
consultado el 5 de noviembre de 2007.
57. Víctor Sampedro, ob. cit.
©
55
, 2008
no. 56: 38-43, octubre-diciembre de 2008.
Michael Chanan
Memorias
de la R
evolución
Revolución
Michael Chanan
Cineasta y profesor. Roehampton University, Londres.
A
l examinar la repercusión y el valor de la
Revolución cubana, el contexto es de importancia
capital: el lugar, la generación, la clase y las circunstancias
personales contribuyen a la conformación de las
características de quien recuerda. Hay una constante
principal: la Revolución cubana está inextricablemente
unida a dos nombres: Che Guevara y Fidel Castro,
pero decir esto en Inglaterra es, aproximadamente, lo
mismo que afirmar que en Cuba, Inglaterra se conoce
por John Lennon y la princesa Diana. (La Habana
exhibe monumentos a ambos: el primero tiene una
estatua en El Vedado, que aparece en el maravilloso
documental de Fernando Pérez Suite Habana [2003];
hay una plaza en La Habana Vieja que lleva el nombre
de la segunda.) Sin embargo, no son personas de
verdad, sino iconos, cuya inevitable polisemia permite
cambios de significado entre una generación y la
siguiente —al igual que entre diferentes clases y
posiciones ideológicas— con el efecto acumulativo de
producir un polvorín semiótico.
Existe un discurso dialógico que se desarrolla
alrededor y a través de la exposición de estos iconos
en la esfera pública, al que yo mismo he contribuido,
sobre todo con cuatro documentales que realicé en los
años 80 para el Canal Cuatro de Televisión y que tal
vez guarden todavía algún interés como documentos
históricos: la perspectiva de un inglés sobre una Cuba
poco conocida o comprendida en casa en aquel
momento (o, si a eso vamos, ahora). Esto se hace
explícito en Havana Report, filme que hice con Holly
Aylett sobre el Festival de Cine de La Habana de 1985.1
El documental sigue a un grupo de asistentes al evento
llegados de Gran Bretaña que encuentran aquel año
especialmente excitante y memorable. De regreso en
Londres, y con el apoyo de Alan Fountain en el Canal
Cuatro, se realizó la primera coproducción entre el
ICAIC y el que, en aquel tiempo, era el más dinámico
de los canales de televisión de Gran Bretaña, bajo su
primer director gerente, Jeremy Isaacs. El documental
se oponía a la corriente de los medios de difusión que
no acostumbraban a otorgar a Cuba una cobertura
favorable. Según el código oficioso operante en la
prensa y el Ministerio del Exterior, Cuba era «cosa de
Washington». De todos modos, en 1987, cuando rodé
Cuba from Inside para el espacio de sucesos de actualidad
del Canal Cuatro, Dispatches, un funcionario me dijo
38
Memorias de la Revolución
que en realidad no éramos nosotros quienes debíamos
hacerlo, sino que era algo que debía cubrir uno de los
corresponsales de Washington. El filme fue un informe
sobre los derechos humanos en Cuba, que mostraba
las condiciones de sus cárceles en el contexto del Proceso
de rectificación e incluía entrevistas a presos comunes y
políticos, y una conferencia de prensa de la Comisión
de Derechos Humanos, de carácter no oficial.
Probablemente debido a que desafiamos la visión
estadounidense sobre el tema —aunque sin exonerar al
gobierno cubano por su sistema judicial— la película
se vendió en ocho países de Europa, pero no a la
televisión de los Estados Unidos.
Casi logramos otro filme juntos, porque resultó que
una de las películas favoritas de Isaacs era Memorias del
subdesarrollo de Tomás Gutiérrez Alea (Titón) y, por tanto,
le entusiasmaba un proyecto que este planeaba dirigir,
pero nuestra adaptación de Caliban se vino abajo solo
unas pocas semanas antes de que debiéramos comenzar
la preproducción, cuando nuestro patrocinador se
retiró porque había perdido una gran cantidad de dinero
en otro filme: el drama de época, de Hugh Hudson,
sobre la revolución de 1776, un total fracaso de taquilla
después de haber sobrepasado su presupuesto en cuatro
millones y medio de libras esterlinas, tres veces más
que el de nuestra producción.
Este episodio se conservó en mi mente como el
momento en que más cerca estuve de la verdad de «la
determinación económica en última instancia», y
encontré directamente los desiguales términos de
comercio entre el capitalismo del centro y el
subdesarrollo «tercermundista» de la periferia. Hudson
gastó más en un único intento, mal realizado y carente
de control, por llegar al mercado estadounidense, que
el presupuesto anual completo de producción del
ICAIC, con el que este realizó un puñado de
largometrajes, un noticiario semanal, dos veintenas de
documentales y algunos dibujos animados. Ello no solo
se debía a la eficiencia en el trabajo —aunque a mí me
parecía que probablemente era la organización más
eficiente del país—, sino al bajo costo de la economía
subdesarrollada.2
En The Cuban Image —una historia del cine cubano
que apareció por primera vez en 1984—, escribí algo
sobre los factores económicos generales en la
producción cinematográfica capitalista. Aquí deseo
subrayar el efecto existencial del crudo encuentro con
la base económica, en la práctica, en que el ámbito del
visitante sufre un cambio de Gestalt según descubre un
sistema enloquecido donde los grandes presupuestos
expulsan a los bajos, y la obsesión comercial con el
éxito de taquilla asfixia a muchos filmes independientes,
capaces de cubrir sus costos, pero que solo atraen a
una menor cantidad de público.
Pudiera escribir aquí sobre la historia de la
representación de Cuba en el cine documental en
América del Norte y Europa. Este relato comenzaría
con uno de los primeros ejemplos de cine directo al
estilo neoyorquino, con el prometedor título de Yanki
No!, un filme sobre las actitudes latinoamericanas hacia
los Estados Unidos hecho para la cadena ABC y
producido por Robert Drew, con las secuencias en Cuba
rodadas por Richard Leacok y Albert Maysles. Es un
reportaje serio, pero tendencioso, si se le compara con
el compromiso político de los realizadores franceses,
Chris Marker, con ¡Cuba sí!, en 1961, y Agnès Varda,
con Salut les cubains, producido dos años después. Desde
la perspectiva británica, no existe prácticamente nada
de importancia, pues, hasta el inicio del Canal Cuatro,
en 1982, solo aparecieron imágenes periódicamente en
los noticiarios, cuando se producían crisis relevantes,
como la del Mariel. Pero en los años 90, la televisión
británica descubrió que era relativamente fácil filmar
en Cuba mientras se tocaran temas «culturales»; el
resultado fue una corriente estable de documentales
sobre destinos vacacionales, cacerías de cocodrilos y
ciclismo en la Isla, que en general brindaban una visión
bastante irreal de la vida cotidiana. La imagen de Cuba
ahora cambiaba. En vez de una amenaza de Guerra
fría a nuestro principal aliado, la Isla se convertía en
víctima de la intransigencia irracional de Washington;
esto se medía en admiración, por una parte, hacia los
sistemas de salud y educación igualitarios del país y,
por otra, en la evidente «falta de libertades» que,
supuestamente, llevaban a las personas a tomar balsas
para cruzar las noventa millas hasta la Florida.
Entonces, a fines de la década, llegó el enormemente
popular Buena Vista Social Club de Wim Wenders, donde
Cuba es casi un país diferente, que hace surgir la
pregunta «¿qué pasó con la política?» Como escribí en
1999, lo que ocurre aquí es que la música (y, de gran
importancia, la acústica) del pasado
se asocia a imágenes de la Cuba actual que conserva huellas
de una época pasada en nuestros propios países, como los
convertibles de los años 50, que los choferes cubanos
mantienen funcionando con tierno cuidado, que evoca
vestigios del pasado en que Wenders, como antes otros
documentalistas (yo mismo he realizado tomas similares),
permite que su cámara se detenga un rato. Estos carros han
cambiado su significado simbólico. Originalmente
representaban la modernidad de Cuba; luego pasaron a
denotar su desarrollo detenido, según los Estados Unidos
volvían sus espaldas y la Isla caía bajo el tutelaje soviético;
ahora han pasado de ser pintorescos a convertirse en trofeos
en el retro del posmodernismo, buscados por turistas
extranjeros dispuestos a pagar dinero contante y sonante
por ellos.3
El cambio del enfoque político de los filmes de los
60 al quietismo resignado de los viejos músicos, revela
menos sobre Cuba de lo que simboliza la distancia
39
Michael Chanan
ideológica de los años finales del milenio de las
posiciones izquierdistas militantes de la intelligentsia
europea y estadounidense en los rebeldes 60 y los 70,
antes del ascenso del neoliberalismo entre las clases
políticas y los niveles de gobierno de nuestros países.
La posterior caída del campo socialista, que entrañó
una severa crisis económica en Cuba, no fue la victoria
del capitalismo que a los neoliberales les gusta aparentar
—las fuerzas desencadenadas por las reformas de
Gorbachov fueron internas—; pero de todos modos
desterró inalterablemente todo tipo de utopismo de la
izquierda, debilitando fatalmente postulados socialistas
antiquísimos, sus aspiraciones y deseos, así como sus
formas tradicionales de organización de clase. Y, como
resultado, la imagen de Cuba ha cambiado.
a las sombras hasta que regresaron a primer plano a
principios de los 90.
Estos no eran una oposición política, sin embargo;
muchas veces eran miembros del Partido. Pero de esto
no sabíamos nada y, cuando hace unos pocos años escribí
sobre ello, llegué a la conclusión de que esta es la
característica clave del comunismo cubano: que existen
corrientes críticas de pensamiento marxista dentro del
Partido que aportan al debate de la mayoría más
conservadora. Pero ello difícilmente se comprende en
el exterior, y resulta en muchos errores de juicio, puesto
que incluso reporteros bien conectados, y la mayor parte
de los visitantes, nunca conocen de los debates en el
Partido. Como escribió Hans Magnus Enzensberger en
1973, «el socialismo se convierte en un asunto interno y
secreto, solo accesible a aquellos que tienen la oportunidad
de echar una mirada detrás de la fachada mistificadora».4
Por mi parte, cobré conciencia de Cuba no en 1959,
sino tres años después, cuando se produjo la Crisis de
los misiles. Todavía era bastante ingenuo —tenía solo
dieciséis años—, pero era miembro de la Campaña para
el Desarme Nuclear (CND) y durante aquellos breves
días de octubre de 1962, en que la vida ordinaria se
suspendió, los sucesos parecían una confirmación de
todos nuestros temores. Como sabíamos que si alguien
no se retractaba Gran Bretaña se vería involucrada,
también era una lección objetiva del hecho de que el país
no tenía política exterior independiente y, para rectificarlo,
la única posición racional era el desarme nuclear unilateral.
No creo que reflexioné mucho —era demasiado
ignorante para hacerlo— sobre las contradicciones de la
situación cubana, más allá de una vaga empatía por quienes
serían víctimas seguras de cualquier ataque que pudiera
producirse: el pueblo de Cuba en sí. No habría
comprendido la lógica en virtud de la cual los dirigentes
cubanos aceptaron el proteccionismo soviético en forma
de misiles nucleares. O, para decirlo con mayor precisión,
puede que tal vez entendiera la lógica, pero no simpatizara;
todavía no lo hago. En todo caso, cuando vi por primera
vez Memorias del subdesarrollo, el recuerdo de la Crisis de
los misiles que cierra el filme fue un punto crucial de
contacto con ella.
No puedo decir que estos sucesos estimularan en mí
algún interés especial por Cuba, o siquiera que esto se
produjera más tarde en esa década, cuando asistí a la
universidad y me vi envuelto en el movimiento de protesta
estudiantil. Es probable que se trate de una cuestión
generacional: los que éramos todavía estudiantes en 1968
constituíamos el personal de tropa en un movimiento
cuyas autoridades intelectuales eran mayores que nosotros
y tenían mejor conocimiento del mundo. Lo que me
resulta evidente en el atractivo de la Nueva izquierda era
que representaba una visión alternativa del socialismo en
relación con las ortodoxias del período anterior. En lo
II
Si se vuelve atrás y se ven las cosas desde la
perspectiva de un joven inglés de clase media nacido
justo después de la Segunda guerra mundial,
posiblemente el primer elemento del contexto es que
el derrocamiento del dictador cubano y la instalación
de un nuevo y juvenil régimen, que con rapidez pasó al
socialismo, se produjo en el preciso momento de la
gestación de la Nueva izquierda. ¿Qué era Cuba para
nosotros en los 60 sino parte de un complejo político
y cultural que incluía el movimiento a favor de los
derechos civiles, las guerras en Argelia (los franceses
fueron expulsados) y Viet Nam (los yanquis intervinieron),
el antimperialismo, la protesta estudiantil, la Primavera
de Praga, el cine de la nouvelle vague francesa, Bob Dylan
y los Beatles (¿o los Rolling Stones?). En retrospectiva,
aquí están los primeros indicios de un planeta
globalizado, cada vez más interconectado, en que lo
que se producía en otros continentes llegaba a formar
parte de nuestra propia conciencia mediatizada como
habitantes de este, nuestro mundo.
No debemos hablar, por supuesto, de la Nueva
izquierda como si hubiera sido una agrupación
homogénea; su primera característica, por el contrario,
fue su heterogeneidad, su ausencia de ortodoxia, incluida
la del trostkismo; solo la unía la insistencia en que debía
volver a leerse a Marx y redescubrirse una comprensión
adecuada de la dialéctica, una orientación que se hacía
manifiesta en la preferencia filosófica por Walter Benjamin
y Antonio Gramsci y en la predilección estética por
Bretch. En Cuba encontré que este último era también
un modelo para los realizadores cinematográficos, sobre
todo Titón y García Espinosa, pero Benjamin era poco
conocido. Gramsci, sin embargo, había llegado a fines
de los 60 y encontrado muchos seguidores entre artistas
e intelectuales; el efecto del quinquenio gris fue desterrarlos
40
Memorias de la Revolución
movimiento a personas de todas las tendencias, entre
ellas a una nueva cooperativa de distribución, The Other
Cinema, y a una pequeña compañía llamada ETV, afiliada
al Partido Comunista, y entre las dos compraron los
primeros filmes cubanos que se distribuyeron en Gran
Bretaña. Fui uno de los que sintieron entusiasmo y
embeleso ante estos: la reinvención del agit-prop en la obra
de Santiago Álvarez, la fusión del neorrealismo y la nouvelle
vague en Memorias... de Gutiérrez Alea.
La imagen de Cuba que comunicaban era la de un
dinámico experimento social y cultural. La intelligentsia
literaria se había apartado del elogio a la Revolución
cubana como resultado del muy lamentable «caso Padilla»,
ocurrido en 1971. Incluso la New Left Review publicaba
muy poco sobre Cuba, porque, por razones de
solidaridad, no deseaba difundir artículos críticos, como
me dijo uno de sus editores. Pero los que llegaron a
Cuba después, y a través del cine, no percibían indicios
evidentes de afianzamiento estalinista; por el contrario,
los filmes más nuevos parecían mantener la efervescencia
experimental de los años 60. La paradoja existente detrás
de esta impresión positiva es que en esa época Cuba
estaba, de hecho, sumida en una lucha de políticas
culturales contra la represión, que no era tan extrema
como los programas estalinistas del realismo socialista,
pero que, de todos modos, constituía una regresión a
posiciones paranoides y defensivas que dieron origen
a lo que Ambrosio Fornet dio el excelente nombre de
«quinquenio gris». Hubo víctimas: no se enviaba a las
parsonas a gulags, pero a veces perdieron sus empleos
privilegiados como intelectuales y tuvieron que abrirse
camino para recuperar el reconocimiento institucional.
Pero el cine es un medio que demostró ser
relativamente inmune, por razones tanto políticas como
estructurales. Si el ICAIC se benefició de la estrecha
relación existente entre Fidel Castro y su presidente
fundador, Alfredo Guevara, también la producción
cinematográfica es un dilatado proceso que siempre
entraña negociación, y el organismo se encontraba
estructurado en forma tal que los directores estaban
protegidos del trato directo con las presiones censoras
de afuera. Tal vez a eso se debiera que el cine de ficción
—«las películas»—, se orientara a tendencias y modas y
no a respuestas rápidas, lo cual es más bien tarea del
documental y la televisión. En todo caso, se logró un
equilibrio: el orden del día permitió a los directores
libertad en asuntos estilísticos, al tiempo que desalentó
algunos temas contemporáneos. En aquellos momentos
yo no sabía nada de esto —me enteré cuando comencé
a ir a Cuba en 1979— y lo que originalmente vi en ese
cine fue un lúcido objeto de deseo: un matrimonio del
vanguardismo estético y político, que evocaba el espíritu
de los años 20 en Rusia, los tiempos de Eisenstein, Vertov,
Pudovkin, Shub y los demás, la efervescencia de los
primeros años de la Revolución bolchevique, que se
referido a Cuba, esto daría origen a algunas paradojas
que crecerían a fines de los años 60. Uno de estos
momentos, que se produjo justo después del asesinato
del Che Guevara en Bolivia, fue indiscutiblemente la
reacción de Fidel a la invasión soviética de
Checoslovaquia, en 1968; una respuesta que no la
condenó, aunque al Kremlin no le gustó mucho lo que
dijo y que no era lo que muchos —dentro y fuera de
Cuba— esperaban que dijera. El resultado, unido al
efecto de la pérdida del Che, marcó un cambio en el
ethos político que se alejaba de la subjetividad
revolucionaria hacia un mayor sentido de realpolitik y la
transición de un socialismo utópico a lo que comenzó a
llamarse «el socialismo real»: no el verdadero, sino su
manifestación actual en nuestro mundo.
Aquí tal vez debiera hablar un poco sobre mis
circunstancias personales. Como ya sugerí, mi familia
era pequeño-burguesa: mi padre tenía un comercio de
prendas de vestir, pero como muchas familias judías
inglesas de entonces, se inclinaba políticamente hacia el
Partido Laborista, el viejo laborismo de la época en
que la solidaridad aún contaba. Incluso una vez hizo
campaña a favor del candidato laborista local, pero
motivado por el hecho de que este era judío y sionista.
En todo caso, mi padre pertenecía al ala izquierda del
movimiento sionista, la tendencia que veía en el kibutz
la creación más encomiable, y cuando a los once años
de edad me enviaron a un campamento de verano,
este era dirigido por uno de los grupos juveniles
socialistas. Al mismo tiempo, yo tenía un pariente mayor
que había salido definitivamente de Rusia para
establecerse en Londres a principios de los años 50 y
que en 1905 y 1917 había sido revolucionario en la
tierra de Lenin. Por varias razones, dejó el país a
principios de los años 30 y no regresó jamás. Nunca
abandonó el marxismo, pero se desilusionó enseguida
de Stalin y de la dirección en que se movía la Unión
Soviética. Él me introdujo en Marx y, a la vez, me
inculcó serias dudas sobre el comunismo como práctica
política, de modo que la crítica de la ortodoxia
comunista que hacía la Nueva izquierda me pareció
perfectamente apropiada.
Para mí, Cuba comenzó a insertarse en este espacio
después del primer 11 de septiembre, cuando el golpe
de Estado en Chile en 1973 y, sobre todo, durante los
años posteriores, con el trabajo del Comité Cultural de
la Campaña de Solidaridad con Chile, al que yo pertenecía.
La desenfrenada década se alimentó del espíritu de 1968;
los activistas proliferaron, las pequeñas revistas iban y
venían; los grupos de teatro radicales brotaban como
hongos; se creaban cooperativas de cine. Llegó una
oleada de refugiados chilenos, incluidos actores e
intérpretes, que nos explicaron la política cultural de
Unidad Popular. El cine alternativo brindó un punto de
concentración a este grupo heterogéneo que atraía al
41
Michael Chanan
consumió en la medida en que Stalin se afirmaba en el
poder, pero que aquí se traducía en un escenario nuevo
y contemporáneo. Tampoco me desengañé de esto más
tarde. Por el contrario, el espíritu experimental e
iconoclasta de los años 60 nunca ha desaparecido por
completo del cine cubano, el que, a pesar de todo el
peso de lo convencional, exhibe también una inventiva
estilística notable. El cine no es un caso aislado, porque
constituye también una fuerza impelente en otras formas
de producción cultural y en la vida cotidiana, en el arte
técnico del bricolaje, por ejemplo, que mantiene
funcionando automóviles anteriores a la Revolución.
No se puede hablar del cine sin esta relación con el
deseo, pero no se trata solo de lo privado y personal:
el deseo es también un sustantivo social y colectivo. Si el
cine cubano representaba un diálogo público sobre la
Revolución, desde afuera era una proyección del deseo
sociopolítico de un Otro que representaba un sueño
que nos unía y separaba a un tiempo, y que hoy, como
observó Jacques Derrida, se ha hecho espectral. Pero
el espectro tiene una historia. Walter Benjamin habló en
los años 30 de la oposición entre fascismo y comunismo
en relación con el arte: el fascismo producía la
estetización de la política, el comunismo la politización
de la estética. El cine cubano es un ejemplo de lo último,
pero —y esto es crucial— sin subyugar la aspiración
artística a la motivación política. Incluso una película
corriente y convencional sobre la lucha con los
contrarrevolucionarios se hace con verdadero
sentimiento (en la antigua jerga existencial, es auténtica).
Pero el proceso se postula en un diálogo imposible.
Como una vez dijo Armando Hart, el problema es
que confundir el arte y la política es un error político,
mientras que separar arte y política es otro error.
salero como las de Thomas Cook. El turismo individual
no era imposible, pero sí poco común. El sistema era
útil para dirigir la atención de los delegados a lo que los
anfitriones desearan mostrarles, y aunque no era
inexpugnable, lo colocaba en una posición esquizoide:
por una parte, la hospitalidad era genuina; por otra, el
trabajo que la gente se tomaba por uno servía para
protegerlo de la realidad, incluso cuando esta no era la
intención. El resultado es, como mínimo, un deseo de
ser justo, de ver el lado positivo; en el peor de los casos,
la denegación de todo lo impropio.
En el caso de la Unión Soviética de los años 30, los
efectos fueron desastrosos, como demuestra a las claras
Enzenzberger en su ensayo: los visitantes o no veían o
no podían a creer lo que ocurría.5 Pero el problema
realmente comienza con el regreso a casa, por una
poderosa inclinación a idealizar y romantizar. En el caso
de mi viejo pariente revolucionario, que asistió a la URSS
en los años 30, se sintió profundamente perturbado
cuando, de regreso a los Estados Unidos, intentaba
contar la experiencia y no querían escucharlo e incluso
lo acusaban de traidor a la causa. Esto cambiaría con el
inicio de la Guerra fría, y cuando Jrushov pronunció
sus revelaciones sobre Stalin, en 1956, de todos modos
continuó una política agresiva contra los países de
Europa oriental que amenazaban con apartarse de los
principios más estrictos y, por ende, la Nueva izquierda
se definía por su antiestalinismo tanto como por su
antimperialismo.
En los años 80, sobre todo con Gran Bretaña
asediada por el régimen de hierro de la señora Margaret
Thatcher, la gente enseguida captaba cualquier indicio
de romanticismo revolucionario. El interés existía. El
Festival de Cine de La Habana y otros sucesos,
ofrecidos por agencias de viaje especializadas,
comenzaron a atraer grupos considerables de visitantes.
Cuando una vez fui invitado a dirigir una escuela de fin
de semana sobre cine cubano en Dartington, asistieron
varias docenas de personas, pero el recuento que hice
no les satisfizo porque, supongo, no fue suficientemente
escéptico.
El reportero se halla en una posición comparable, en
dependencia de si se encuentra fijo en el lugar o solo de
visita, por algún trabajo. Los primeros son casi siempre
corresponsales de agencias; los últimos, periodistas
independientes con encargos de emisoras de televisión,
aunque en años recientes han aumentado los aficionados
y los estudiantes de cine. Los corresponsales tienen la
ventaja crucial de la continuidad, el conocimiento
acumulado y la experiencia del protocolo; pero los
visitantes tienen el beneficio de ser tratados como una
delegación y a veces obtienen mejor acceso a una historia
que los corresponsales residentes. Pero ambos, de todos
modos, se encuentran en una posición esquizoide, por
III
Cuando comencé a visitar Cuba, en 1979, no muchas
personas del Reino Unido lo hacían, y era relativamente
difícil llegar: no había vuelos directos y no se trataba de
un destino popular de vacaciones. Todavía tenía el tufillo
de lo que Enzensberger llamó «turismo revolucionario».
Cuba operaba el sistema de delegacija inventado por los
rusos. Los visitantes eran «delegados» a los que siempre
acogía una organización —en mi caso, el ICAIC. Los
atendía un «responsable» que también era su intérprete
(para quienes lo necesitaran), se les paseaba por los
alrededores, se les llevaba a restaurantes y al mar
los fines de semana. Quienes venían en grupos
organizados por el Partido Comunista o los sindicatos
eran atendidos por el Instituto de Amistad con los
Pueblos (ICAP) —otro invento ruso— que llevaba a
cabo giras y pastoreaba a los grupos casi con tanto
42
Memorias de la Revolución
ser, por naturaleza, escépticos a todos los círculos
oficiales y depender de ellos, al mismo tiempo. Sin
embargo, el tipo de escepticismo y el grado en que
establecen algún tipo de independencia se relaciona, en
gran medida, con el lugar de donde proceden, las
proclividades de los editores que revisan sus artículos
—los guardianes de los medios de difusión— y numerosos
factores del mismo tipo, tanto estructurales como
personales. Filtrados de varios modos, sus resultados
son los clichés y estereotipos típicos que dominan los
diversos medios en distintos países. Quienes logran escapar
de estas limitaciones son pocos y están muy alejados unos
de otros.
Enzensberger anhelaba el día en que se reemplazara
el sistema de delegacija, pero esto no se produciría, decía él,
hasta que el aislamiento de los países socialistas se superara,
y visitante y visitado disfrutaran de libertad de
movimientos, en resumen, «cuando todos tuvieran la
libertad de escoger su propia compañía... o decidieran
prescindir de ella» y «cuando la infraestructura estuviera
suficientemente desarrollada para garantizar alojamiento,
transporte y alimento para todos».6 La ironía es que el
sistema llegó a su fin en Europa oriental porque de
repente no hubo ningún socialismo que mantener aislado.
En Cuba, mientras tanto, esto se ha producido sin que
se satisfagan todas las condiciones de Enzensberger. El
Estado insular continúa asediado, la libertad de viajar ya
no está tan restringida (mucho menos para artistas e
intelectuales), y el turismo se ha convertido en una
importante industria productora de divisas, porque la
economía lo necesitaba. Hay ahora vuelos directos desde
más de una ciudad inglesa. Siempre se decía que en Gran
Bretaña el tema favorito de conversación entre personas
que no se conocen mucho era el tiempo, pero a la gente
también le gusta hablar de sus vacaciones y me ha
sorprendido saber cuántas de las personas con quienes
me encuentro van de vacaciones a Cuba, y se trata de
individuos de todas las edades, pertenecientes a diversas
clases sociales.
Lo anterior no significa que estén necesariamente
mejor informadas. Los medios de difusión siguen
adheridos a una percepción ideológicamente estrecha
en que, por valiente e ingenioso que sea el cubano
corriente, y aunque el gobierno mantenga fuertes
políticas sociales en materia de salud y educación (aunque
estas tengan limitaciones) e incluso si los Estados Unidos
permanecen irracionalmente obsesionados con castigar
a Cuba y, al mismo tiempo, tratar de seducirla, esto
solo pretende demostrar que el comunismo es
incompatible con la libertad y la democracia, y que
mientras más pronto este bastión de Occidente se quite
el yugo de encima, mejor. Puede que el comunismo
sea un sistema imposible, pero también lo es la
democracia, y debemos hablar de la «democracia real»
del mismo modo que hablábamos del «socialismo real».
La cuestión es que a muchos de los nuevos turistas no
les interesa demasiado la política del lugar. Les atrae
una combinación de clima, playas, reputación de
seguridad —sobre todo en comparación con otros
destinos del Caribe— y la alegre música que se toca en
Cuba. Algunos son turistas sexuales (he estado sentado
en la sala de embarque del Aeropuerto Internacional
José Martí esperando para abordar un vuelo demorado
y he escuchado varios cuentos sobre sus aventuras).
Entre mis amigos y conocidos, contemporáneos y más
jóvenes, muchos esperan ir antes de que todo cambie y
muchos me preguntan si queda algo del viejo espíritu
revolucionario. Alumnos y antiguos alumnos —míos y
de otros— piden regularmente consejo antes de ir,
y algunos me consultan sobre la posibilidad de filmar.
Todos, al parecer, regresan extasiados por lo abierta
que es la gente, por la vitalidad y el carácter tropical de
la cultura. Por tanto, existe un creciente tráfico de
imágenes de Cuba y, sin dudas, la forma de percibir al
país ha cambiado. Queda por ver cómo funcionará
esto en el quincuagésimo aniversario de la Revolución
cubana, cuando pueda decirse que la Isla ya ha entrado
en un período de transición; aunque transición hacia
qué es también una pregunta abierta.
Traducción: María Teresa Ortega Sastriques.
Notas
1. Por invitación del entonces presidente del ICAIC, Julio García
Espinosa.
2. A principios de los años 80, tuve la suerte de poder filmar para el
Canal Cuatro en varios países latinoamericanos, en coproducción
con equipos locales independientes. Dondequiera que fuimos
—México, Panamá, Colombia, Venezuela, Brasil— nos avergonzaba
la diferencia entre sus niveles salariales y los nuestros, pero vivían
todos de modo confortable. La diferencia entre Cuba y los demás
lugares era que en esta, aunque las condiciones eran menos lujosas,
los bajos niveles salariales eran igualitarios y el Estado mantenía
bajos precios en los comercios.
3. Michael Chanan, «Play it again, or Old-time Cuban Music on the
Screen», New Left Review, n. 238, Londres, noviembre-diciembre de
1999.
4. Hans Magnus Enzensberger, «Tourist of the Revolution», Raids
and Reconstructions: Essays on Politics Crime and Culture, Pluto Press,
Londres, 1976, p. 227.
5. Ibídem.
6. Ibídem, p. 251.
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