IMPORTANCIA DEL DISCIPULADO EN LA EDUCACIÓN CRISTIANA Por Julio César Orozco Rector Una genuina y verdadera educación cristiana se fundamenta en el cumplimiento de la gran comisión establecida en Mateo 28: 19-20. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Ensenándoles todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. La educación cristiana, sea la de la escuela dominical, la de formación de líderes cristianos o la educación impartida por los colegios evangélicos debe dar repuesta efectiva al reto de la gran comisión. El propósito de toda educación cristiana debe ser el de discipular a los creyentes en torno a Jesucristo y su evangelio. De lo contrario no sería educación cristiana. La tarea de hacer discípulos implica un acuerdo de entendimiento entre por lo menos dos partes: un discípulo y un discipulador. Del mismo modo, incluye un “estar de acuerdo” sobre la tarea a desarrollar. Nadie puede ser obligado o forzado a ser discípulo. El estudiante debe estar de acuerdo con su maestro para aprender y así poder desarrollar su potencial espiritual “de acuerdo” con el evangelio. El discipulado cristiano se refiere a todas aquellas acciones de aprendizaje y crecimiento en el evangelio de Jesucristo. Implica un conocimiento a enseñar/aprender (la doctrina del evangelio), un maestro discipulador (el que enseña), y un discípulo dispuesto a aprender la enseñanza de su maestro. El discipulado cristiano es la herramienta establecida por el evangelio para instruir a los santos en los planes y propósitos de Dios para sus vidas. DISCIPULADO: RENOVACIÓN Y CAMBIO Algunas veces se suele creer que el discipulado es para los nuevos creyentes del evangelio, y que por lo tanto, los que ya conocen o saben de Jesucristo y su evangelio no tienen necesidad de aprender más sobre la Palabra, o que simplemente no es necesario dedicarle tanto tiempo al aprendizaje de lo que ya conocen. Sobra decir que en la medida en que nuestras vidas avanzan en el camino necesitamos aprender nuevas cosas de parte del Señor. Cuando avanzamos en la crianza de los hijos, en la relación de pareja, luego en la relación con el prójimo, los nietos por venir, todo esta dinámica de cambios nos obliga a prepararnos (discipularnos) en los nuevos escenarios de cambio. Cuando nos negamos al cambio y a los nuevos aprendizajes es cuando se presentan los grandes “quiebres” de la fe y la confianza en el evangelio. Cuando un creyente deja de estudiar/aprender la Palabra, más temprano que tarde, dejará de crecer en su vida espiritual; empezará a experimentar quebrantos en su relación con Dios y distorsiones en la fe en Jesucristo. De otra parte, si bien el discipulado de los nuevos creyentes corresponde al liderazgo de la iglesia, no debemos olvidar que el discipulado de nuestra casa (hijos y cónyuge) es tarea indelegable de la persona a cargo del grupo familiar. Es decir, sea quien sea la cabeza del grupo familiar, el padre, la madre o un tercero respondiente, éste será el responsable de la formación discipular del grupo familiar a su cargo. Entendiéndose que este grupo familiar es convertido al evangelio de Jesucristo. Con relación a la educación escolar cristiana, ésta debe ser un complemento y soporte a los procesos de discipulado que desarrolla la iglesia y la familia. Sin embargo, son tantas las visiones del mundo, las dificultades, problemas y retos a enfrentar al interior de las aulas de clase, que se hace necesario que el colegio establezca unas directrices claras y fundamentales que puedan orientar el proceso discipulador que desarrollan la iglesia y la familia. No que éstas hagan mal su tarea, más bien, que desde el marco de la educación y la interacción social, el colegio puede aportar luces para comprender un poco mejor las complejidades, dificultades y expectativas de la tarea de discipular en Cristo y para Cristo, desde el contexto sociocultural y educativo en que están inmersos los niños y jóvenes de la actualidad. LA GRAN META ESPIRITUAL DE LOS PADRES CRISTIANOS Muchas son las responsabilidades que los padres debemos enfrentar en el día a día con relación a la crianza y formación espiritual de nuestros hijos. Todas estas necesidades nos obligan a discernir lo que realmente es valioso e importante para el cumplimiento de los propósitos de Dios en nuestras familias. La forma más indicada de conocer qué es lo que Dios espera de los padres de familia, particularmente de los esposos, ha sido establecida en Malaquías 2:15. En la parte final de este versículo, el Señor comunica a través del profeta el gran propósito de los matrimonios creyentes (cristianos): …Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. (VRV 1960). Claramente se nota la intención de Dios al constituir familias de creyentes: levantar una generación o descendencia para Dios. Una generación de hijos e hijas entregados al Señor, a su reino, sus planes, sus propósitos. Por el contrario, el profeta Oseas afirma que el no disponer ni afirmar a nuestra descendencia para Dios, significa traicionar el honor del Señor. Según este profeta, no instruir (discipular) a nuestros hijos en los caminos del Señor es como engendrar hijos que no son para él. El texto de Oseas en el capítulo 5:7 en la versión NTV afirma: Traicionaron el honor del Señor, engendrando hijos que no son de Él. Ahora su falsa religión los devorará junto con sus riquezas. De lo anterior se puede concluir que la gran meta espiritual de los padres y las familias es la de levantar hijos (descendencia) que amen a Dios. El Señor busca padres y matrimonios que enseñen a sus hijos a honrar, escuchar, obedecer, conocer, servir y entregarse a Jesucristo sin temores ni dudas. También, de acuerdo con el texto de Oseas, se puede inferir que los padres o familias que no se esfuerzan por afirmar y establecer a sus hijos en el evangelio de Jesucristo, no solo traicionan el honor del Señor y deshonran su Nombre, también se exponen a que sus bendiciones y riquezas sean consumidas y devoradas. Ante este panorama tan retador, los padres de familia cristianos nos vemos en necesidad de tomar decisiones en la dirección correcta. Es decir, prepararnos y alistarnos para responder a Dios de la mejor y más entusiasta manera para hacer de nuestra casa y nuestra familia nuestro primer campo de discipulado. Por el honor del Señor, por la dignidad de su Nombre y por el buen testimonio del Evangelio, es nuestra obligación levantarnos en el nombre del Señor y hacer la tarea que tenemos que hacer: Levántate, porque ésta es tu obligación, y nosotros estaremos contigo; esfuérzate y por mano a la obra (Esdras 10:4). Antes de adentrarnos en qué contenidos o temas vamos a estudiar en nuestro discipulado familiar y escolar, es muy importante establecer unos principios sobre los cuales va a fundamentarse nuestra práctica discipular. PRINCIPIOS DEL DISCIPULADO SEDEVITA 1. Estar de acuerdo. Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo (Amós 3:3). El grupo familiar debe establecer el acuerdo y compromiso de activar su misión discipular. Del mismo modo, deben estar de acuerdo con las orientaciones discipulares dadas por la pastoral cristiana del colegio y del liderazgo de su congregación. Es importante caminar de acuerdo, entender que la vida cristiana no es de soledades ni aislamientos. Estar de acuerdo, significa buscar compañeros de viaje idóneos que nos ayuden a aprender y crecer de la mejor manera. También, es asegurarnos que estamos hablando el mismo lenguaje del evangelio, que valoramos la santidad y la obediencia a la Palabra como un atributo y cualidad exclusiva de los hijos de Dios, y que caminaremos de acuerdo con los aprendizajes que recibimos del evangelio. A esto se le llama “alinear” nuestras vidas con el molde de la Palabra de Dios. 2. Pensar bíblicamente. Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, (2Tim. 3:16). Este es el desafío de utilizar la escritura para pensar conforme a la mente de Cristo. Enseñar, corregir, instruir, redargüir etc., debe hacerse conforme a la Palabra de Cristo. Pensar bíblicamente obliga a cambiar nuestra manera de pensar conforme a los que dice el Señor a través de la Palabra. Esto nos llevará a cambiar nuestro lenguaje y actitudes hacia nuestro grupo familiar. El lenguaje del padre de familia será el del pastor que anima, que levanta y que inspira a desarrollar la fe en Cristo. 3. Obediencia/sujeción. Asumir un proceso de discipulado y formación espiritual cristiana implica aprender a obedecer a los mandamientos del evangelio. En 1 Samuel 15: 22-23, el Señor hace una pregunta confrontadora con relación a lo que exige y demanda el Señor de todos aquellos que invocan su Nombre. Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como idolatría la obstinación. La obediencia a Dios y su Palabra debe ser absoluta y total. Enmarca dentro los llamados “no negociables de Dios” para sus hijos. De otra parte, la sujeción consiste en la capacidad de sujetarnos/someternos a las autoridades humanas. Por lo tanto es relativa y condicional. No estamos obligados a someternos totalmente a las autoridades humanas, pero en cuanto a las autoridades espirituales puestas por el Señor veamos lo que afirma el Señor en 2 Crónicas 20:19b: …Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén, confiad en el Señor vuestro Dios, y estaréis seguros. Creed a sus profetas y seréis prosperados. 4. Determinación/disciplina. El éxito de un proceso educativo y discipular no depende del grado de inteligencia que posea el discípulo, o de la cantidad de habilidades físicas e intelectuales que haya desarrollado. La inteligencia no asegura aprendizaje mientras no haya de por medio una decisión firme y duradera de aprender y crecer. Por eso, el apóstol Pablo exhortaba a Timoteo a estudiar las escrituras constantemente. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido (2 Timoteo 3:14). La determinación, la constancia y la disciplina harán la diferencia entre un discípulo inteligente pero fracasado en su aprendizaje y sus metas, y aquel que a pesar de sus limitaciones, crece, madura y se proyecta como un instrumento de bendición para su congregación y su comunidad. El discipulado genuino es más que un conjunto de actividades, es un “proceso” de formación espiritual de mediano y largo alcance. 5. Oración. Bien es conocida la importancia de orar sin descansar (1 Tesalonicenses 5:16-18). El apóstol Pablo no quería decir que estuviéramos hablando (orando) todo el tiempo. Más bien se refería a esa conciencia diaria de querer agradar a Dios todo el tiempo, a esa firme voluntad de querer involucrar constantemente al Señor en nuestro día a día. Una correcta vida de discipulado bíblico incluye la oración y el clamor a Dios (Jeremías 33:3). Es decir, la necesidad y conciencia de que los planes de Dios para nuestras vidas funcionarán en la medida en que los descubramos a través de la oración. Del mismo modo, nuestros planes y proyectos funcionaran y caminarán en la dirección correcta, en la medida en que los encomendemos a la voluntad y propósito del Señor. A lo largo del día, la oración debe ser nuestra primera respuesta ante cada situación inquietante, ante cada preocupación y necesidad. Para los cristianos, la oración debe ser como el aire o el agua que necesitamos para existir. Al vivir en la atmósfera de la presencia del Señor, orar todo el tiempo será tan natural como el respirar. 6. Cambio/transformación. Toda práctica discipular genuina y consistente produce como resultado cambio y transformación del discípulo y de su entorno. La Biblia llama a este cambio “dar fruto”. Juan 15:2b dice: …todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Una verdadera vida cristiana nos permite cambiar y mejorar nuestras actitudes, hábitos, palabras y comportamientos. El discipulado transformador es la respuesta de Dios para las problemáticas sociales, pues solo este tipo de discipulado puede cambiar para bien a los individuos, sus entornos familiares, y a la sociedad en general. Romanos 12:2 afirma: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Por último, aunque creamos que la tarea es ardua y compleja no olvidemos que el Señor Jesucristo está al frente de este anhelo y deseo de crecer y madurar como creyentes y como familia de Dios. En medio de todo esto, confiemos y descansemos creyendo que Dios hará, y que al momento indicado Él producirá el fruto apacible de justicia en todos aquellos que son instruidos en el discipulado de Cristo. Hagamos lo que Dios ordena que debemos hacer, porque en medio de todo, Dios hará lo suyo: bendecirnos y hacernos fructíferos.
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