ANTOLOGÍA DE RELATOS DEL CONCURSO “MÁS QUE CUENTOS” 2015 másquecuentos www.masquecuentos.es RELATOS PARA UNA NUEVA ERA... 3D 2015 ANTOLOGÍA DEL CONCURSO “MÁS QUE CUENTOS” 2015 Colección: Narrativa www.libermangrupoeditorial.es www.tr3sdland.com Relatos para una nueva era... 3D Antología del concurso “Más que cuentos” 2015 © De los textos: Los autores © Del Prólogo: Juande Valverde © De la Presentación: Pedro Molino © De la Coordinación editorial de la obra: Juan de Dios Valverde Jiménez y Miguel Ángel García Cumbreras © Del la imagen de portada: Paloma Molino © De la presente edición: Grupo Editorial Líberman Consejero Delegado de Líberman: Pedro Molino Maquetación: Pedro Miguel Jiménez D.L.: J-461-2015 I.S.B.N.: 978-84-941294-1-4 LÍBERMAN Grupo Editorial S.L.U. C/ Los Tejares, 13 — 23003 Jaén Móvil: 639 13 98 36 - Tfno.: 953 234 679 www.libermangrupoeditorial.es [email protected] Jaén (Andalucía) — España. PRÓLOGO Juande Valverde ∕ 5 Prólogo MásQueCuentos El mundo de la creación es entendido en demasiadas ocasiones como un divertimento, algo fútil e insustancial que, como máximo, aspira a ocupar nuestros escasos ratos de ocio. No todo el mundo opina así afortunadamente, ni tampoco llega al extremo de Ana María Matute, quien aseguraba que “Si no hubiese podido inventarme mis propios mundos, me habría muerto”. Sin llegar a la trascendencia que la autora barcelonesa daba a la escritura, es cierto que las distintas artes son esenciales e inherentes al desarrollo humano; de hecho, nos han acompañado desde nuestros primeros pasos como especie sobre el planeta. En cada época, los seres humanos han pugnado por dejar su impronta, ya sea en forma de pinturas, grafías, edificios, esculturas, cuadros… Esta pulsión en busca de la inmortalidad a través de la creación, que ha dependido de los medios y las posibilidades técnicas que en cada momento hemos tenido a nuestro alcance, nos ha legado algunas de las expresiones artísticas más bellas y admirables de la historia, con multitud de ejemplos en cada una de las culturas y civilizaciones que han habitado nuestro planeta. En nuestra era, las opciones creativas se han multiplicado exponencialmente y más que probablemente lo harán en el futuro. La aceleración histórica acaecida en los dos últimos siglos, sobre todo después de la Revolución Industrial, nos deja aún perplejos. La evolución de la tecnología nos ha permitido dar un salto de las cavernas al espacio y el mundo de la creatividad ha vivido su particular Odisea en este tiempo. Los primeros hombres ya se reunían en torno al fuego, en el seno familiar de su tribu, para contar sus vivencias y hoy, muchos siglos más tarde, aún mantenemos esa costumbre que está impresa en nuestros genes. A lo largo del tiempo, las formas de narrar se han adaptado, han extendido su público de referencia, han utilizado diferentes medios de expresión… En cada momento se han impuesto unos formatos distintos. 6 ∕ Relatos para una nueva era... 3D La tradición oral de nuestros ancestros se plasmó con el discurrir de los días en soportes escritos, se ha representado sobre múltiples escenarios e incluso se ha hecho virtual. Valga como ejemplo lo ocurrido con uno de los principales géneros literarios: la novela. En prensa se transformó en el exitoso folletín, que se trasladó a las ondas convertido en radionovelas seguidas por millones de oyentes; las masivamente seguidas telenovelas tomaron el testigo de un formato que en cada medio de expresión adoptó sus particulares códigos y formas narrativas. Si el periódico, la radio o la televisión han sido los soportes tecnológicos de distintas épocas pretéritas, el siglo XXI viene marcado por la eclosión y colonización de los dispositivos móviles, en especial el móvil y la tablet, que tienen unas características propias que pueden contribuir a que las historias creadas para estos sistemas técnicos tengan su propia personalidad. Es en este contexto donde nace el proyecto Másquecuentos (MQC), dispuesto a emprender la aventura de generar contenidos para estos dispositivos que, hoy por hoy, son los más utilizados por nuestra especie para comunicarse, por lo que se convierten en un medio idóneo para fomentar la lectura y también favorecer la creatividad. En la tarea clásica de formar, informar y entretener que suele asociarse a los distintos medios de comunicación —y entendemos que tanto el móvil como la tablet pueden ser considerados un medio más—, en MQC nos hemos centrado en esta última faceta y para ello hemos optado por elegir la forma de narración que entendemos más idónea para móviles y tablets: el relato corto. Pero, claro está, vamos a intentar adaptarnos a sus peculiaridades, aprovechando las posibilidades visuales, auditivas e interactivas que estas tecnologías tienen frente a sus antecesoras. Obviamente, nos movemos aún sobre tierras movedizas, un espacio de frontera en el que ya se está dudando incluso del futuro del libro en papel. No pretendemos posicionarnos en este debate, simplemente experimentar las infinitas oportunidades creativas que estos nuevos medios tecnológicos nos ofrecen. Estamos hablando de crear un nuevo lenguaje, y en estos primeros balbuceos confiamos en que nuestros futuros lectores y seguidores sean comprensivos. Este libro es uno de los primeros logros en este camino que tiene un propósito final bien definido. Reúne los 25 mejores relatos del primer PRÓLOGO Juande Valverde ∕ 7 concurso que hemos convocado para confeccionar el primer relato multimedia interactivo de MQC, un nuevo producto cultural que creemos será innovador no sólo porque incluirá diferentes formatos creativos —texto, imágenes, ilustraciones, sonidos,…— sino porque en esta era de internet en la que prima la interacción y la comunicación global, queremos contar con todo el mundo, especialmente con el máximo número de creadores de todas las artes. Y para empezar nuestra aventura lo hemos hecho poniendo un reto difícil a los escritores, que son los primeros “artistas” con los que hemos contado para poner en marcha este proyecto. La temática de los relatos debía girar en torno a la impresión y el escaneado en 3D, una tecnología que en breve se acomodará en nuestras casas y que sin duda va a revolucionar el mundo que conocemos. Así, a la revolución creativa que proponemos desde Másquecuentos hemos sumado la revolución tecnológica de las 3D, presentada a través de la empresa que ha patrocinado nuestro primer concurso, Tr3sDland. Más de 80 autores procedentes de 14 países han respondido a nuestra llamada, y este libro que recoge los 25 relatos que hemos considerado de más calidad y, a la vez, han tratado más adecuadamente el tema de la tecnología 3D, es una buena muestra de que la nueva era de las 3D sólo está comenzando, porque muchos de estos creadores han dejado volar su imaginación y han situado sus tramas más allá de nuestra realidad, incluso a años luz. Pero las 3D ya están aquí, son una realidad, igual que este proyecto de Másquecuentos que sólo está dando sus primeros pasos; unos pasos en los que queremos que nos acompañes disfrutando, por ahora, de estos magníficos relatos que con tanto acierto y gusto ha maquetado la Editorial Líberman, responsable de esta edición digital, y que seguro permiten pasar un rato más que agradable a sus lectores con unas tramas en las que predomina la ciencia ficción, aunque bien mezclada con la historia, la intriga, el terror, el drama o el humor. Por ahora es lo que os podemos ofrecer, aunque esperamos que pronto alguno de estos relatos cobre vida en vuestros móviles y tablets. Confiamos en poder verlo pronto. Juande Valverde. 8 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Presentación con perspectiva 3D Para un pequeño editor como yo, que ama tanto la literatura como el diseño, colaborar con un gran amigo, como Juan D. Valverde, en esta publicación titulada “Relatos para una nueva era… 3D”, es una gran oportunidad. Y lo es, para contar experiencias y expresar ideas que me emocionan profundamente, impresiones que me gustaría compartir con ustedes, si me acompañan en la lectura de estas líneas hasta el final de este prólogo. Actualmente, parece que “a nadie sorprende ya nada”, pero sorprendernos es una forma de reconocer, comprender y valorar la grandeza de toda creación humana por pequeña que ésta sea. La revolución del lenguaje binario o digital surgida en los años 70 y 80 del pasado siglo, impulsó la Historia a una velocidad de vértigo, desde el ordenador a Internet, desde la computación al mapa del genoma humano, desde la creación individual a las redes sociales, desde el diseño gráfico a la impresión digital 3D, desde la ciencia a la nanotecnología. Si el descubrimiento de la técnica de la perspectiva cónica supuso un avance crucial para la pintura en el Renacimiento italiano, reconocida como algo esencial en la Historia del Arte, el surgimiento reciente de los programas informáticos de 3D deberían considerarse también como revolucionario e igual de emblemático para el Arte. Ha sido esencial para el diseño arquitectónico, para la ingeniería y para numerosas expresiones artísticas. Es decir, un avance tecnológico clave para la Cultura, con letras mayúsculas. Para quienes somos algo mayores, las nuevas tecnologías tienen un antes y un después en nuestra modesta biografía. Desde muy pequeño, en la escuela, tuve inclinación hacia la escritura, el dibujo y la rotulación. Por eso el día, ya docente adulto, que descubrí el primer procesador de texto de Macintosh, capaz de usar distintas tipografías y corregir limpiamente el texto creativo, me emocioné como un enamorado ante una computadora amable, tentadora manzana de un paraíso por descubrir, amante de mis días y mis sueños desde entonces. Cientos de PRESENTACIÓN Pedro Molino ∕ 9 diseños y libros pasaron de mi imaginación formal a la caricia de mis dedos digitales en el teclado y a la imprenta. Más tarde, cuando pude concebir un objeto para diseñar en volumen o escribir guiones de vídeo, inventando entornos futuristas, reproducibles por infografía 3D con mi amigo y compañero Chester Lehman, supe que la creación era un oficio sin límites y sin fronteras. Incluso, pudimos situar la grabación real de mi propia hija en el entorno de una placa de ordenador gigante, rodeada de procesadores, microchips y pantallas antes que la recreación digital de Gollum nos sorprendiera en El Señor de los Anillos. Por último, el día que conocí, a través de un anuncio publicitario en una revista de diseño gráfico, una impresora 3D que reproducía objetos en tres dimensiones reales, me pareció que habíamos descubierto un inmenso y nuevo mundo. Fue hace más de diez años. Poco más tarde pude ver en el centro Ideal de Alcalá de Guadaíra, objetos reproducidos con una magnífica exactitud y precisión, y un cerebro plástico modelado a partir de una resonancia magnética de un hospital de Sevilla. Mi asombro colmó todas las esperanzas y se desbordó de magníficos potenciales. Hoy, la impresión 3D avanza como una tecnología cotidiana, al alcance de nuestra imaginación y esperando nuestras ideas para aplicarlas a la reproducción, más allá de lo que aún imaginamos: fabricación de base para moldes industriales, objetos domésticos y creativos, reproducción corporal y escultórica, construcción de casas y de nuevas piezas de ingeniería… Ahora la tecnología de las impresoras 3D ya no parece tener ningún misterio, pero la amplia creación literaria recogida en los relatos de este libro nos demuestra que aún hay muchas posibilidades de este técnica para la nueva Era. Gracias a los creadores de cualquier lugar del mundo hispanohablante que confluyen hoy en estas páginas. Gracias a su amor por la escritura y por la innovación… Pienso que el mundo está por hacer, al menos, el mundo que quisiéramos los creativos e innovadores: una tecnología al servicio del conocimiento y del desarrollo, de la educación y la cultura, de una sociedad y un mundo mejor para todos. Pedro Molino / autor y editor LÍBERMAN GRUPO EDITORIAL 10 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Índice La pistola. Alberto Torre Pérez. España (1º Premio) 13 El corazón de Pigmalión. Alejo Valenzuela. España (2º Premio) 23 La Fiesta de Disfraces. Juan Manuel Hernández Ángel. España (3º Premio) 33 A+O. Charliasecas. España 43 Existencia. Laura Baena Ruiz. España 51 Relato en tres dimensiones. Joel Ayala Alicea. Puerto Rico 61 Adara de Samotracia. Adriana Cogliandro. Argentina 71 El tiempo de cristal. Eva García Fornet. España 83 Desde la otra orilla del Nilo. Vicente Barba Colmenero. España 91 La mercancía. Edgard Pallauta Quinzacara. Chile 101 La última exposición de Rudolf. Julio C. del Bosque. España 113 Apsara. Juan Carlos Santillán Villalobos. Perú 123 ÍNDICE ∕ 11 Crónica necesaria. Patricia Collazo González. España 131 Versión mejorada. Lucía Espejo Tello. España 139 Por una cabeza. Juan Ignacio Soimu. Argentina 149 La importancia de las cosas pequeñas. Antonio Agudo Martín. España 159 S.O.S. para 3D. Sandra Burmeister. Chile 167 De Eusebio Bacanal, “la vieja” Ana y otros recuerdos. Edson Adelmo Valoyes Rojas. Colombia 173 El coleccionista. Pedro Molino. España 183 Riboido. Juan Armenteros Rubio. España 191 Piso 33. Beatriz Valverde Jiménez. España 199 Proyecto Génesis. Adriana Duque Lozano. Colombia 209 La casa de los milagros. Paco Bas. España 217 El último día de tu vida. Ana María Orozco Cuesta. España 227 Nudo en la garganta. Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro. España 237 12 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 13 LA PISTOLA LA PISTOLA Alberto Torre Pérez s (España) 14 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La pistola Cuatro niños de los suburbios encuentran las llaves de un camión. En su interior hay varias impresoras 3D con las que fabrican todo tipo de objetos: estatuillas, zapatos, gorras, bicicletas… que venden para ganar dinero. El mayor de ellos quiere hacer negocio comerciando con pistolas. Decide probar una y dispara. Pero la idea no sale bien y acaba en el hospital. Allí conoce a un doctor que imprime órganos humanos y consigue cambiar la mentalidad de los chicos. LA PISTOLA E Alberto Torre Pérez ∕ 15 ran las dos de la madrugada cuando oyeron los disparos. Mark y los niños vieron a un hombre armado huir calle abajo perseguido por un coche patrulla e, instintivamente, se acercaron al callejón de donde había salido. Rick, el más pequeño de los cuatro, se quedó vigilando la entrada mientras los demás hacían sus tareas. Los gemelos Lucas y James empezaron a revisar todos los rincones. Mientras tanto, Mark, el cabecilla del grupo, se agachó junto al cadáver para registrarlo, moviendo el cuerpo de un lado a otro sin ningún miramiento. Encontró un tarjetero, varios billetes, una cadena de oro, un anillo y un reloj. Miraba ya en derredor por si se había caído algo cuando Lucas le llamó: —Mira Mark, aquí hay algo —tenía la mano metida entre dos grandes cajas de madera—, pero no llego, necesito un palo. Su hermano James le acercó una barra oxidada y Mark echó un vistazo por el hueco. —Es brillante, ¿qué es? —dijo. —Ahora lo sabremos. Varios minutos más tarde salían del callejón fijando su mirada en cada uno de los coches aparcados. Rick canturreaba y daba saltitos de felicidad. Nunca había tenido un coche y observaba con entusiasmo las llaves que acababan de encontrar. De todos los que había estacionados, ¿cuál sería el suyo? Probaron con todos los de esa calle y continuaron en las calles adyacentes, dando vueltas a la manzana, escondiéndose cada vez que aparecía un coche de policía. Quedaban dos vehículos por comprobar a la derecha y Rick tenía claras sus preferencias. «Que sea el camión, que sea el 16 ∕ Relatos para una nueva era... 3D camión…», repetía mentalmente con los dedos cruzados. Cuando Mark giró la llave y la puerta se abrió, el pequeño estalló de júbilo: —¡Sííííííí! —gritó—. ¡Me encantan los camiones! —Calla idiota, que nos pueden oír —le abroncó James—. Vamos dentro. Los niños empezaron a toquetear y registrar la cabina, pisando los asientos con sus sucios pies descalzos. Pero cuando Mark vio a lo lejos las luces de una sirena les llamó la atención. Sería mejor revisarlo todo lejos de allí. Arrancó el camión y condujo hasta una de las granjas que había en el extrarradio, cerca de las chabolas en las que vivían. Nada más aparcar se desató la locura. Abrieron todos los compartimentos, tirando los papeles y gritando cada vez que encontraban algún objeto de valor. Pero fue Lucas el que consiguió atraer la atención de todos. Pulsando un botón había descubierto una arañada ventanilla que comunicaba con el cajón trasero. Los cuatro se bajaron corriendo. —Seguro que está lleno de muebles —dijo Lucas pasando la mano por el camión. —O de chucherías —sugirió el pequeño Nick. —¿Y si está lleno de lingotes de oro? —susurró James con los ojos como platos. Un agradable nerviosismo recorría los cuerpos de la infantil banda. Entre todos abrieron las puertas y observaron su contenido en silencio, sin saber cómo reaccionar. El interior del camión estaba compuesto por un escritorio de madera noble sobre el que descansaba un ordenador, dos palés con más de cincuenta cajas cada uno y varias máquinas que parecían sacadas de alguna película del futuro. James, disgustado, pegó una patada al escritorio y el ordenador se encendió. En la pantalla apareció una pregunta: «¿Qué desea hacer?», seguida de varias sugerencias. —Dale a escáner —dijo Mark—. Vamos a verle los huesos a este enano. Cogió de la mesa un aparato que recordaba a los lectores de códigos de barras de los supermercados y apuntó a Nick. LA PISTOLA Alberto Torre Pérez ∕ 17 —Por favor, no se mueva —dijo el ordenador con voz robótica. Nick puso las manos a los lados y se quedó quieto como una estatua. Poco a poco, fueron apareciendo en la pantalla las partes del cuerpo por las que Mark pasaba el escáner. —Aquí dice que para ver el resultado tienes que acabar de escanearle, solo faltan la cara y los pies —leyó Lucas en la pantalla. —A ver… —dijo Nick al acabar, acercándose al ordenador. En ese mismo instante volvió a sonar la voz robótica. —Iniciando impresión. La máquina futurista que descansaba a su derecha comenzó a pitar asustando a los niños, que se alejaron un par de pasos. Al instante, un brazo mecánico se desplazó por unos raíles en su interior, sin hacer apenas ruido. El proceso duró solo unos segundos. —Impresión finalizada —concluyó la voz. Se acercaron para ver qué era lo que había impreso y descubrieron sorprendidos una estatuilla. ¡Era una copia exacta de Nick! —¡Ahora yo! —¡No! ¡Voy yo primero! —Ninguno de los dos —dijo Mark empujando a los gemelos—, me toca a mí que soy el mayor. Y el más fuerte. ¡Nick, escanéame! Los gemelos estaban sentados en el suelo, aburridos, esperando a que Mark acabase de posar. Había impreso ya cuatro estatuillas en distintas posturas cuando Lucas se levantó de un salto. —Tengo una idea —dijo mientras arrastraba el ratón por la pantalla—. Enano, eres el único que lleva zapatillas, déjame una, ¡rápido! Nick se descalzó y vio cómo Lucas escaneaba su zapatilla. Volvieron a escuchar la voz robótica y esta vez se accionó otra máquina distinta. Al instante, tenía en su mano una copia exacta de su zapatilla. Con otros colores pero con los mismos agujeros y desconchones, aunque un poco más rígida. —¿Qué te parece? —preguntó Lucas sonriendo. —Estaría mejor más blandita, y sin agujeros… —dijo el pequeño metiendo el dedo por uno de ellos. —Seguro que podemos solucionarlo. Varios minutos más tarde habían conseguido editar su zapatilla, hacer una copia reflejo para el otro pie, aumentarlas de tamaño y dise- 18 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ñarlas a su gusto. Hasta se habían hecho plantillas. Probaron a escanear camisetas pero, tras muchos intentos, no lograron disminuir su rigidez. Cuando el ordenador pidió cargar los cartuchos de impresión descubrieron que las cajas de los palés estaban llenas de bobinas de todos los colores. Recargaron los cartuchos y siguieron probando toda la noche las impresoras 3D. Se hicieron gorras, copias de juguetes en las que los botones y ruedas funcionaban igual que en los originales, cuatro monopatines y zapatos para sus abuelos. De madrugada acordaron no revelar el secreto a nadie y decidieron que lo mejor sería aparcar el camión en la ciudad, en una zona tranquila y lejos de donde ellos vivían. Ya en la ciudad, Mark estaba tan contento que prometió que les llevaría a casa en taxi. Pararon al primero que pasó a su lado y, antes de abrir, el taxista bajó un poco la ventanilla. —¿Tenéis dinero? —preguntó. Mark enseño varios billetes y subieron. —Decidme destino, chicos —dijo, y Mark contestó apuntando con una pistola a su cabeza. Los niños dejaron de reírse y se quedaron callados. De vez en cuando hablaban para decirle al taxista que se saltase semáforos y señales. Cada vez que dudaba o abría la boca, Mark apoyaba la pistola en su sien. Cuando el taxi paró cerca de su barrio, el mayor dijo a los niños: —¿Qué se dice chicos? —¡Gracias pringado! —respondieron al unísono. —Gracias, señor —dijo Mark con una reverencia. Y apretó el gatillo empapando de agua al conductor. Salieron corriendo entre risas y se despidieron para dormir un rato. Pero Mark, tumbado en el colchón de su chabola, no lograba conciliar el sueño. Una idea daba vueltas en su cabeza. Una idea peligrosa. Pero, bien planteada, podría ser un buen negocio. Pasaron varios días vendiendo todo tipo de impresiones 3D a la gente. Fabricaban pulseras, cascos, sillas… La mayoría de las ideas surgían de los gemelos, pero la mejor de todas fue cuando consiguieron hacer bicicletas. Habían encontrado una mina de oro, mucho mejor que pedir limosna o robar en la calle, por lo que decidieron destinar parte del dinero a com- LA PISTOLA Alberto Torre Pérez ∕ 19 prar bobinas de colores. No podían permitir que se fastidiase el negocio por falta de recursos. Todos los días, Mark acudía a una sala de ordenadores. Buscaba en Internet nuevas ideas y planos de objetos. Lo que no les dijo a los demás es que también buscaba un plano en particular. Y, el día que lo encontró, convocó a la cuadrilla para darles la noticia. Aparcaron en un descampado y Mark metió el plano en la base de datos del ordenador. —Paciencia, chicos —dijo, tratando de calmar a sus curiosos amigos—. Ya casi está. La impresora pitó y todos la rodearon impacientes. —¿Qué os parece? —preguntó. —¿Para qué quieres una pistola de agua? —dijo inocentemente Nick. —No es de agua, enano —dijo soltando el cargador de colores—, es una pistola de verdad. —Estás loco, Mark —dijo Lucas preocupado—, ¿para qué quieres una pistola? —Con la de agua nos iba bien, esto es ya otra historia —añadió James—. Es peligroso. —Pensadlo, las bicicletas dan dinero, pero una pistola… Comenzaron a discutir y Mark se negaba a escucharles, empujándoles contra las paredes cada vez que querían quitarle la pistola. El pequeño Nick se escondió en un rincón sin parar de llorar y gritar. Mark se acercó para calmarle, tratando de convencerle, pero la respuesta que le dio el niño le hizo replantearse el plan. —Yo… no, no quiero hacer eso…sniff… si todos tienen pistola… — sollozaba mientras se frotaba los ojos—. Cualquiera podría quitarnos mi camión… cualquiera podría hacernos daño… Mark no había pensado en eso. Podrían quedarse sin nada. Arrepentido, pidió disculpas a sus amigos y besó en la cabeza a Nick. —De acuerdo, pero esta me la quedaré, para que nadie pueda hacernos daño. Además, quiero probarla —dijo sacando un par de balas del bolsillo. Nadie le dijo nada. Habían conseguido sacarle de la cabeza su alocado plan inicial, ya intentarían más tarde que se deshiciese de la pistola. Salieron al descampado y Mark colocó una botella en el suelo, se alejó unos pasos y apuntó. 20 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —Decidle adiós a la botella —dijo, y Nick se tapó los oídos. Apretó el gatillo, pero no salió ninguna bala. La pistola explotó violentamente, salpicando el suelo con un amasijo de sangre y carne. —¡Mi mano! ¡Mi mano! —gritó retorciéndose en el suelo. Los gemelos corrieron hacia él, intentando tapar la mano para que Nick no viese la grotesca escena. Mandaron al pequeño al asiento del copiloto y entre los dos llevaron a Mark a la parte trasera del camión. James se quedó atrás intentando taponar el agujero de la mano mientras Lucas conducía bruscamente hacia el hospital. A su lado, Nick temblaba en silencio, con la mirada perdida. No tardaron mucho en llegar y, cuando desapareció en una camilla rodeado por una nube de enfermeros, llenaron la acera de lágrimas. Dos días más tarde, Mark despertó en una habitación blanca. Tenía la mano vendada y estaba mareado. Miró a su derecha y vio a los gemelos dormidos en el sofá. Una mano le acarició la cabeza y se giró. Era Nick. Tenía cara de sueño y los ojos rojos de haber estado llorando. Se subió a la cama sin decir nada y se tumbó junto a él, abrazándole por la cintura y quedándose dormido al instante. —Es un niño maravilloso —dijo una voz desde la puerta. «Doctor Rosseaux, impresólogo orgánico», indicaba su placa. Se acercó a la cama sonriendo. Cojeaba ligeramente del pie derecho. Le pidió que levantase el brazo y comenzó a retirar la venda. Mark no podía creerse lo que estaba viendo. Abría y cerraba los dedos de la mano, de una mano que días atrás solo tenía un dedo y un enorme agujero en el centro. Era imposible. —¿Co…co…cómo…? —Increíble, ¿verdad? —dijo el doctor—. Yo me dedico a lo mismo que vosotros. Imprimo cosas y, en mi caso, mi especialidad son órganos humanos. —¿Cómo… es posible? Y… —dejó de examinarse la mano y miró al doctor seriamente, lanzándole una pregunta teñida de amenaza—. ¿Cómo lo sabe? El doctor señaló con la cabeza al pequeño Nick. —Me lo contó todo. No se ha separado de ti. Te quiere mucho, ¿lo sabes? —Mark le acarició los mofletes y asintió con la cabeza— No te preocupes, vuestro secreto está a salvo conmigo. Solo te pido una cosa. LA PISTOLA Alberto Torre Pérez ∕ 21 —¿Qué quieres? —preguntó Mark con dureza. —Hace años tuve también un accidente. En la guerra —dijo con voz suave y se dio un golpe en la pierna produciendo un sonido metálico—, pisé una mina y desde entonces llevo una prótesis. La pólvora puede derribar montañas y unir ciudades o puede matar personas. Podemos romper el núcleo del átomo para producir energía o para fabricar bombas nucleares. Lo mismo sucede ahora con las impresoras 3D. —No entiendo que... —Lo que quiero decir es que tú decides qué hacer con vuestro camión. Está en tus manos alimentar el caos y la violencia en esta, ya de por sí, insegura ciudad o —y señaló a Nick— ayudar a la gente, hacer del mundo un lugar más seguro para niños como él. Yo también procedo de los suburbios y he hecho cosas de las que no estoy orgulloso. Por eso no he llamado a la policía, porque confío en Nick, James y Lucas, tengo esperanza en ellos. Pero los dos sabemos que harán lo que tú les pidas. Y quiero creer en ti. Por el pequeño Nick. Al día siguiente se despidieron del doctor Rosseaux y Mark le dio un fuerte apretón con su mano completa. El chico tenía muy claro lo que debía hacer. Cascos para los obreros, tejados para las casas, mesas, sillas de ruedas… Tenían mucho trabajo por delante. 22 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 23 LA PISTOLA EL CORAZÓN DE PIGMALIÓN Alejo Valenzuela s (España) 24 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS El corazón de Pigmalión Un hombre de avanzada edad en plena depresión tras la muerte de su esposa abandona su retiro para asistir con su joven sobrino a una exposición sobre Francisco de Goya. En esta salida, descubre avances que ignoraba, como el del escaneo e impresión 3D y su próspera aplicación en la medicina. Tras sentirse desfasado en un mundo cuya velocidad no se ve con ánimo de seguir, este descubrimiento, sumado a una de las obras del pintor, le inspiran una última y tétrica idea cuya frustración le conducirá esa noche a una revelación determinante en forma de sueño lúcido. EL CORAZÓN DE PIGMALIÓN L Alejo Valenzuela ∕ 25 a mirada de Félix se dejaba absorber hipnotizada hasta el intuido fondo de la taza por el remolino que la cucharilla generaba en su café a cada giro. Un comprensible trance, teniendo en cuenta el esfuerzo que le suponía conceder aquella tregua a su ostracismo. Apenas había salido de casa durante más de un año, y esos prolongados segundos en los que se sentía evadirse del gentío que le envolvía en aquel lugar público le valían como edulcorante a falta de las habituales cuatro paredes de su soledad, mientras el edulcorante literal había tenido tiempo y vueltas de sobra para disolverse en el líquido ya carente de crema. Y no había aceptado dicha tregua por sí mismo, sino por su sobrino Andrés, a cambio de todo el apoyo y ayuda que le había brindado desde que él, Félix, había enviudado y caído en aquella consecuente depresión que parecía no tener fin. O que, como el mismo Félix decía, era, por el contrario, “el mismo fin en sí”. Fue precisamente la voz de Andrés, sentado ante él, la que le devolvió a la implacable —aunque relativamente eludible— realidad. Le hablaba de nuevo sobre la exposición de Goya a la que iban a asistir aquella tarde, después del estratégico preámbulo del café. Pero Félix no prestaba mucha atención a su sobrino. Con un pie aún en Babia y otro en el local, miró un tanto inseguro a su alrededor hasta que su vista volvió a quedarse fija en un punto concreto. Esta vez, sin embargo, era el contenido de lo divisado en sí lo que le impedía apartarla: su vecino de mesa leía una revista sobre tecnología que anunciaba en su portada el reportaje del hombre que había vuelto a caminar gracias a una prótesis obtenida con una impresora 3D. Tras cerciorarse de que no se trataba de una publicación sobre ciencia ficción, brotó en él, como una reminiscencia, su antiguo impulso de preguntar inmediatamente en busca de información o aclaración. —¿La impresión 3D? Ya lo creo que es verdad —respondió Andrés apartando por un momento al pintor zaragozano de sus palabras, junto 26 ∕ Relatos para una nueva era... 3D a su taza vacía—. Pero no es algo tan estrictamente reciente, lleva tiempo haciéndose en distintos ámbitos. Un amigo mío arquitecto, sin ir más lejos, tiene una, y la usa para imprimir maquetas que diseña en el ordenador, e incluso una vez realizó la copia de un sencillo juguete para que sus gemelos tuvieran “el mismo”. Andrés continuó hablándole de ello durante un rato, pero Félix se perdió entre láseres, polvo y demás cuestiones que, aunque pudiera acabar de comprender, no le interesaban tanto como el concepto en sí de la posibilidad de algo que, para él, aun siendo ex profesor de historia y consciente, por lo tanto, de cómo ésta pisaba cada vez más su acelerador siglo tras siglo, sonaba a película futurista. Pero no, ahí estaba, era real, y suponía otra prueba de cómo él se había quedado desfasado de aquel mundo del que definitivamente ya apenas se sentía parte. Pensaba en aquella persona con la prótesis en la pierna como en alguien que, literalmente, caminaba sobre el progreso; ese progreso que a su vez también corría más rápido, obligando al mundo a aumentar tanto la velocidad que Félix creyó que sus pies, demasiado humanos para resistir el peso de su cuerpo, de sus años y de su memoria, todo ello deteriorado por el retiro, ya no podrían seguir su ritmo. Ese mundo, pensaba, era ya el de aquellos gemelos que crecerían en él, siendo aquella copia 3D de su juguete el primer pequeño paso simbólico de la herencia de un progreso que ellos mismos prolongarían. En algún punto, Andrés mencionó también algo sobre una tortuga cuyo caparazón había sido sustituido en parte gracias también a la impresión 3D, y ahí Félix halló un propicio hueco para un pequeño atisbo de jactancia al pensar en la ironía de que hasta una tortuga alcanzara a ese veloz progreso. Y es que ésta era la única clase de humor que Félix dejaba atisbar de vez en cuando en él: el irónico. Sin embargo, siendo éste su propio edulcorante, para Andrés ya era suficiente por el momento, y se alegró de ver que algo del hombre curioso que otrora había sido su tío volvía a florecer tras lo que parecía el interminable y frío invierno improductivo de su interior. No estaba todo perdido, si bien la siguiente reflexión de Félix, que tendía a barrer hacia su melancólico terreno, disipó, aunque no eliminó, la palpitante esperanza de su sobrino: EL CORAZÓN DE PIGMALIÓN Alejo Valenzuela ∕ 27 —¿Y dices que incluso sería posible recrear un corazón, que en Nueva York se logró en un bebé de dos semanas? Pues ahí tienes la prueba definitiva de cómo ya no pertenezco a este mundo: en el mío, el de tu tía, ella falleció porque su corazón llevaba tiempo fallando y no se pudo reemplazar a tiempo. Quizá más adelante se le hubiera podido implantar una copia 3D o algo así, pero no le tocó pertenecer a ese mundo en el que habría tenido dichas posibilidades de salvación; ese mundo es para ese bebé neoyorquino, para esos gemelos del arquitecto, para ti, que eres joven, pero no para nosotros. Nosotros llegamos tarde, punto; es algo que ha sucedido siempre; antiguamente, la gente moría de cosas que ahora son sencillo trabajo rutinario de médico de familia. No hay más. Mira, ni siquiera me había percatado de la existencia de esto. Hoy en día, te despistas del mundo unos meses y el mundo se va sin ti; eso también prueba que quizá no le hago mucha falta. Aquella desoladora lógica mermó por un instante lo que pretendía ser una ilusión contagiosa en el rostro de Andrés, pero, como hemos dejado ver ya, éste no se iba a dar por vencido. Camino de la exposición, volvió a intentarlo mezclando esta vez el tema que había despertado la antigua curiosidad de su tío y el interés por el arte que tanto les había unido siempre: —Imagina poder tener para ti copias a escala, ¡no!, a tamaño real, incluso, de las más grandes esculturas de la historia. Y no digo réplicas más o menos logradas, como siempre hubo, sino copias idénticas a las originales de Caravaggio, de Miguel Ángel, de Bernini, qué sé yo, sin que ello suponga dejar de ir a los museos a admirar la original, claro. Escanear en el Louvre la Venus de Milo e imprimirla en tu casa. Sin añadirle prótesis en este caso, obviamente —apostilló a modo de chiste pésimo. —Puedo imaginarlo; lo que no puedo imaginar es cómo ibas a meter todo eso en tu casa —contestó Félix dejando de nuevo ver la luz momentáneamente a su humor irónico y cortante. Aunque lo cierto era que, en el fondo, algo de aquello le atraía, tal vez por la frescura de hallarse ante una nueva inquietud en la que adentrarse, de nuevo reminiscencia de los predilectos hábitos de su pasado. Estos hábitos habían sido precisamente inculcados por él en su sobrino, motivo de sobra, más allá del evidente ligamen afectivo, para que 28 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Andrés sintiera que debía devolvérselos a su tío ahora que los necesitaba más que nunca. Félix, por su parte, se sentía atraído por el arte ya únicamente como ese soporte perenne, ese medio inmortal que alberga inmortalidades, empezando por la del mismo artista y siguiendo con la del contexto y el recuerdo que plasma y evoca cada obra. “Aunque al final todo vuelve a ser eso: recuerdo”, pensaba en su línea de ese momento, “y lo que realmente importa, lo que podemos abrazar, se evapora en su misma existencia efímera”. Ya en el interior de la galería, Andrés procuraba hacer un comentario sobre cada obra ante la que se detenían. Al llegar a Pigmalión y Galatea, en la que el pintor nos muestra al escultor en plena creación de su perfecta criatura, explicó: —Muchos tienen en cuenta antes la serie de Burne-Jones o a otros artistas cuando piensan en las representaciones pictóricas del mito de Pigmalión, pero a mí siempre me ha atraído ésta de Goya. ¿Sabes que se dice que se pintó a sí mismo como Pigmalión y que la Galatea que esculpe es la Duquesa de Alba? Si te fijas en algunos rasgos, puedes ver que coinciden con... Pero Félix volvía a estar cerrado a curiosidades como aquélla; esta vez porque su mente se centraba en aquel manido mito del Libro X de Las Metamorfosis de Ovidio en el que Pigmalión, el solitario escultor, ve en su obra, Galatea, a la que a su juicio es la mujer perfecta, llegando a sentirla viva de verdad al tocarla e incluso besarla; hasta que Afrodita, emocionada, otorga vida a la escultura para él. De pronto, en su mente esta historia se mezcló junto con los recientes ingredientes principales de las palabras de su sobrino: la impresión 3D de partes del cuerpo, las réplicas perfectas de las más grandes esculturas, etc., todo en un cóctel cuyo sabor desembocó en un “¡Eureka!” a lo Arquímedes o a lo Balzac, como prefieran. —¿Se podría hacer una impresión en 3D de una persona fallecida? —preguntó súbitamente a su sobrino, que tuvo que aparcar de nuevo a Don Francisco para responder sobre ese tema. Pero ahora creía entender por dónde iban los concretos tiros de su tío, y no se vio capaz de mentirle. —Bueno, verás... —trató de explicar con suma delicadeza—. La impresión de réplicas de personas en 3D es algo habitual, pero... Bueno, no EL CORAZÓN DE PIGMALIÓN Alejo Valenzuela ∕ 29 siempre son tan perfectas, por un lado, y, por otro, requieren un escaneo en 3D de la persona en cuestión, y... —Da igual, olvídalo —le cortó Félix tranquilizadoramente pero sin ocultar su desilusión—. Era una idea tonta. Lo dicho: las novedades de este mundo no son para mí. Pero creía que podía contar con un pequeño consuelo, aunque, ya sabes, así son las ilusiones en esta vida: unas duran treinta años, como un matrimonio, y otras duran treinta segundos. La ciencia no pudo sustituir su corazón y no podrá sanar el mío destripado. Discúlpame. Andrés vio alejarse a su tío en dirección a la salida. Hasta ahí había llegado su tregua. Comprendía qué era lo que pasaba por su mente, y esta vez fue él quien se desanimó por completo. No sabía que hubiese llegado a tal extremo. Era sencillo atar cabos para hacerse a la idea de para qué quería una perfecta copia 3D de su difunta esposa. Con ella, su reclusión ya podría ser completa, podría contemplarla cada día, hablarle, sentirla de algún modo ilusorio junto a él. El resto del consuelo lo encontraría en algo de lo que alguna vez le había hablado y que siempre le había inquietado: los sueños lúcidos. Félix siempre había tenido la capacidad de experimentarlos, llegando a contar una vieja fábula sobre un vagabundo que era feliz al poder soñar lúcidamente doce horas al día con ser el más rico de los reyes aunque las doce restantes en vela no tuviera donde caerse muerto. Temía que su tío, queriendo disponer en la realidad de esa copia y sabiendo que podría soñar con una Afrodita que le otorgaba vida, claudicara por completo de la auténtica existencia. Utilizar los impresionantes avances de la humanidad para dar un paso atrás mortal. Tal ironía sí era insoportable. También recordó aquella historia de Henry James adaptada al cine por François Truffaut en la que un viudo de mediana edad se obsesionaba con la muerte y el culto a ésta y no quedaba satisfecho con un busto de su mujer que había encargado porque no había manera de que plasmara con exactitud su viva imagen real, y no pudo evitar sentirse culpable con toda aquella amalgama macabra que había generado en su tío pese a sus mejores intenciones. Sobre todo al pensar en el nada alentador final de aquel personaje. Si no se dejó dominar por el escalofrío que recorrió su columna al pensar en ello fue porque el cosquilleo de la lágrima que recorría su mejilla pesaba más. 30 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Y lo cierto era que lo que Andrés barruntaba no andaba muy lejos de la realidad. Félix, el soñador que ahora dependía de los sueños, se había tumbado en la cama recordando aquella frase de John Lennon: “Un sueño que sueñas solo es sólo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien es una realidad”, sin esposa y sin Galatea 3D; únicamente con una fotografía que había encontrado en uno de los libros favoritos de ella: un recopilatorio de Machado. No había tenido valor para coger aquel libro en meses, pero, por algún motivo, quizá porque sentía que había tocado fondo, lo tomó esa noche y lo abrió. Se reencontró con la sonrisa de su esposa, optimista incluso cuando ya sabía que no le quedaban muchos días de vida. Así era ella y así había sido él un día. A falta de escultura, se durmió con eso en la mente y se adentró en uno de sus sueños lúcidos. En él, se hallaba en su dormitorio y miraba por la ventana. Contempló un exterior diferente, ambientado en un futuro no muy lejano. De hecho, no pudo asegurar si se trataba de un futuro. Vio al fondo una serie de edificios de ambicioso diseño, y de algún modo sabía que habían sido proyectados gracias a una impresión 3D. Más cerca, podía ver a los que, también sin más, sabía que eran los gemelos del arquitecto, jugando en un estanque con barcos de juguete tan idénticos como sus dueños, y comiendo unos dulces que también sabía que habían sido clonados. Y allí el tipo de la portada de la revista del café, corriendo sobre el progreso de la tecnología como en la metáfora ideada aquella tarde; y en la carretera, su sobrino Andrés trasportando en una camioneta una Venus de Milo —“sin añadirle prótesis en este caso, obviamente”— y los Apolo y Dafne de Bernini. Pero ¿y Afrodita? ¿Le habría concedido a él también lo que deseaba? Le bastó girarse para obtener la respuesta. Ante él, luciendo como si ella misma fuera la propia Venus, estaba su esposa, replicada y dotada de vida, sonriéndole. Conmocionado, se acercó para tocarla, para besarla, para cerciorarse de su piel cual Pigmalión, pero se detuvo al percibir que algo no iba bien. Eran los ojos. Los ojos nunca cambian, pero sí el modo de emplearlos, de mirar con ellos, de verse reflejado en ellos, y en los de su Galatea comprendió su error: por más que pudiera poseer una réplica de su esposa, ya no sólo con el avance tecnológico del 3D, sino con el avance EL CORAZÓN DE PIGMALIÓN Alejo Valenzuela ∕ 31 onírico del mito de Ovidio en su imaginación, jamás podría dotarla de sus recuerdos, de sus sentimientos, de su amor. De su corazón. ¿Qué diferencia habría, pues? Y ¿dónde estaba ella? —Aquí mismo —escuchó decir a una dulce voz conocida dentro de él—. Aquí he estado siempre, en este corazón que tildas de “destripado”, pero que me sustenta. Y ¿dónde estáis tú, Félix, y la última promesa que me hiciste? Félix despertó sobresaltado, tirando sin querer el libro al incorporarse. Quedó abierto por la página que contenía la fotografía de su esposa, y, al recogerlo, recordó a qué promesa se refería. Se la había hecho aquel mismo día: —No te preocupes, saldré adelante, por ti, porque así lo deseas, y nunca te dejaré. Entonces comprendió. Encerrarse hasta esos extremos con ella no era lo que ella, tan vitalista hasta su último suspiro aún lleno de vida, hubiese querido. No era un modo digno de representar el recuerdo de alguien así a quien tanto amaba. No podía albergar entre las cenizas de un corazón desolado un corazón fallecido: debía hacerlo latir con suficiente fuerza para ambos. Tomó la fotografía y allí halló la verdadera mirada de su mujer que ni la más fiel y moderna impresión ni ningún sueño hubieran logrado emular. Se percató luego del verso que su mujer había marcado en el libro: “Hoy es siempre, todavía”. Y por ella debía serlo. Al día siguiente, de nuevo en la galería, Andrés ignoraba qué era lo que más le sorprendía de su tío: si el ofrecimiento de regresar o sus repentinas ideas para colaborar en el avance de las nuevas tecnologías en la medicina como buenamente pudiera, argumentando sobre la posibilidad de imprimir los sueños en un mundo real que pertenecía no sólo a aquellos niños a los que había aludido... —... sino también a mí, pues también es mío, y lo será mientras esté aquí, y sobreviviré a través de tu recuerdo, del de los seres que amé, y debo por ello dejar lo mejor posible de mí mientras pueda. Así sigue ella viva en mí, y su muerte no será en vano. Machado dijo: “Los que están siempre de vuelta de todo son los que nunca han ido a ninguna parte”, y yo he ido a muchas partes, pero aún me quedan otras a las que ir, por mí, por los que irremediablemente ya no pueden hacerlo y por los futuros. 32 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Andrés tampoco supo nunca cuál había sido el repentino punto de inflexión. Tal vez el impulso de la idea de un descubrimiento nuevo en el que ocupar la mente. Quizá la revelación de su inconsciente y su corazón ese día en que tocó fondo, que es al fin y al cabo cuando uno puede pisar con fuerza para volver a surgir a flote, como antes del amanecer viene el momento más oscuro; y Félix decidió reflotar, amanecer, por ella. O seguramente fue una cadena de todo en el momento preciso, pero ¿qué importaba? Lo importante para él era seguir apoyándole en su nueva iniciativa en este mundo que no paraba de avanzar bajo sus pies. Hoy Félix tiene en una estantería un busto en 3D de su esposa, pero no necesita mirarlo para sentirla. Le basta con cerrar los ojos y notar su corazón palpitando con la fuerza de dos personas. ¿Cómo iba a faltar vida en un corazón así? Alberto Torre Pérez ∕ 33 LA PISTOLA LA FIESTA DE DISFRACES Juan Manuel Hernández Ángel s (España) 34 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La fiesta de disfraces En un pueblo pequeño donde apenas hay entretenimientos para los niños, un padre aprovecha las estupendas aplicaciones de un equipo de 3D recientemente adquirido para organizar una fiesta de disfraces a su hija. Gracias a la imaginación de su hijo mayor de 10 años y a la inventiva del resto de la familia, la fiesta se convierte en algo que ni la familia ni tampoco el resto de sus convecinos olvidarán. LA FIESTA DE DISFRACES V Juan Manuel Hernández Ángel ∕ 35 ivo en un pueblo pequeño, mi trabajo no dista más de 5 minutos andando de mi domicilio, como las distancias son pequeñas se puede ir a casi todos los sitios andando. Casi no hay tiendas donde puedas encontrar ciertas cosas para el día a día y mucho menos, cosas como un disfraz en el último momento para la fiesta de disfraces del cole, en el que por cierto solo hay 50 niños, por eso hay que desarrollar mucho la imaginación y sacar el máximo rendimiento a cualquier material al que apenas darías importancia en otros momentos y circunstancias. Tengo dos maravillosos hijos, Ismael de 10 años y Carla de 7, y debido a esa escasez de niños, en ocasiones hay que buscar actividades extra para entretenerlos y que no pierdan el encanto de la niñez; los tiempos han cambiado, ya no salimos tanto a jugar a la calle, entre los árboles o en cualquier plaza, por culpa de un exceso de actividades extraescolares, del tráfico... Lo que más valoro de mi trabajo es que puedo llegar casi todos los días a comer con mi familia, a veces llego yo antes a casa que ellos del cole, lo que me permite darles alguna que otra sorpresa. Al llegar a casa, me extrañó mucho que, como todos los días, no saliese a recibirme mi hija pequeña de 7 años, y le pregunté a mi hijo Ismael que dónde estaba: —Está en su habitación, ¡llorando! —me dijo. —¿Llorando? —me pregunté mientras sigilosamente avanzaba hacia su habitación. No era habitual que una niña imaginativa, cariñosa y alegre, estuviese encerrada en su habitación llorando... —¿Qué te ocurre, cariño? —le pregunté mientras la abrazaba. —Que en el cole las niñas mayores van a hacer un grupo de disfraces y no han contado conmigo. Era muy habitual que al haber tan pocos niños en el colegio, cuando se acercaban fechas como Carnavales, final de curso, etc., los maestros dejasen que fuesen los niños quienes eligiesen con qué compañeros que- 36 ∕ Relatos para una nueva era... 3D rían hacer tal baile o con quiénes formaban el grupo de disfraces. Mi hija casi siempre había buscado niñas de edad superior a la suya y muchísimas veces las niñas mayores no contaban con ella, y eso todavía no alcanzaba a entenderlo. —¿Qué te ha dicho mamá? —pregunté para saber a qué atenerme. —Pues... pues… que aprenda a esperar y que me disfrace con las de mi edad —ciertamente tenía razón. Traté de calmarla mientras maquinaba como otras tantas veces una solución, no muy costosa y que fuese satisfactoria para todas las partes. Después de comer, como otros días, me quedé relajado en el sofá, mientras tomaba un café, absorto en mis pensamientos. Ese era el momento en el que se me ocurrían buenas ideas. Casi como si me despertase bruscamente de un sueño, mi hijo Ismael me trajo de nuevo a la realidad: —¿Qué te pasa papá, parece que estás en otro mundo? —Ciertamente lo estoy, cariño. Estoy pensando en cómo organizar una fiesta de disfraces para tu hermana con todos sus amigos del cole. ¡Una fiesta de disfraces divertida, distinta, como nunca se haya hecho otra en el pueblo, de las que no se puedan olvidar fácilmente...! —Pero vamos a ver papá —me dijo Ismael—. ¿Tú no te compraste el otro día un equipo de impresora y escáner en 3D? —¡Eres un crack! —le di un fuerte beso y salí rápidamente sin decir nada a nadie en dirección al sótano, donde había instalado una mesa de trabajo con ese maravilloso equipo de impresora y escáner 3D. Solo había hecho unas pruebas con el equipo, apenas lo había terminado de montar, un equipo de esas características no se instalaba en dos minutos, y menos con mi poca pericia para algunas cosas. De camino al sótano, mientras saltaba las escaleras de dos en dos, iba haciéndome la idea mental de lo que posteriormente quería plasmar con mi impresora 3D. Recientemente había escaneado las fotos de la orla que nos habían entregado al final del curso anterior, con todos los compañeros del cole. ¡Me vino de fábula! Hice la primera prueba, busqué un disfraz de duende, le puse la cara de uno de los compañeros y me dispuse a imprimir. —¡No me lo podía creer! En apenas 20 minutos tenía ante mí a un enanito, compañero del cole de mi hija, vestido de duende, ja, ja. LA FIESTA DE DISFRACES Juan Manuel Hernández Ángel ∕ 37 Una mezcla de emoción, alegría e incredulidad hacía que mi corazón latiese a velocidades supersónicas... Pero todavía me quedaba mucho trabajo por hacer y me puse enseguida manos a la obra; me habían hablado maravillas de la impresión 3D, de sus múltiples aplicaciones, para medicina, para repuestos de coches, para prótesis ortopédicas, etc. Pero, ¿quién me iba a decir a mí que iba a hacer feliz con unos cuantos clics a una de las personas que más quiero en mi vida? ¡Uff! Otra fotografía, elijo el disfraz, esta vez me gusta una princesita, vestido color rosa pastel, con muchas lentejuelas de color plateado, pero será rubia, mientras dure el encantamiento, porque realmente esta niña es muy blanca de piel y de pelo color castaño. Mientras espero que se imprima y vaya tomando forma una de las princesas de mi “Fiesta de Disfraces” personal, voy dando forma al decorado que será parte importante de mi cuento particular: árboles, un riachuelo, mucho verde, árboles frutales… ¡Qué pasada, cuando imprima las frutas seguro que tendré la tentación de comer alguna! Es tanta la emoción que siento, que me parece que la impresora va excesivamente lenta. ¡Quiero más… más! Me fluyen las ideas, mis dedos van lentos diseñando, quiero más velocidad, lo que tengo en mi mente lo quiero ver plasmado en 3D, pero ¡a la voz de ya!... Le doy movimiento en la pantalla mientras mi impresora no para… Pero…, ¿qué hago aquí solo? Esto lo debe disfrutar mi hija, ella debe ser quien organice su “Fiesta de Disfraces”, quien le dé color y forma, quien decida qué niño irá vestido de tal o cual cosa, también mi hijo y mi mujer, todos aportarán buenas ideas… ¡Una fiesta de verdad, un cuento hecho realidad! Subo las escaleras tal como las había bajado, de dos en dos, saltando lo más veloz que puedo, precisamente mi agilidad mental no va acorde con mi agilidad física, pero seguro que con mi fantástico equipo en 3D, la maravillosa impresora y el escáner, me veo flotando entre las nubes. ¡Qué emoción! —¡Carla… Carla… Ismael… Rosa…, toda la familia para abajo, vais a alucinar, esto es maravilloso! —todos me miraban con cara de incredulidad, pensando por un momento que su padre o en el caso de mi mujer, su marido, se había vuelto loco—. ¿Qué pasa, qué pasa? —preguntaban extrañados por el estado de sorpresa y excitación con el que los estaba llamando. 38 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —¡Venid conmigo, por favor, rápido! ¡No saltábamos escaleras abajo, volábamos!, como suspendidos en el aire. La emoción se había contagiado, jamás había experimentado una sensación así, como si fuese un poder sobrenatural, había conseguido poder dar forma a todo cuanto en mi mente había fluido. Al llegar al sótano y ver a sus dos compañeros de cole vestidos de disfraces, por un momento mi hija me miró con cara de pocos amigos, pensando en porqué estaban algunos disfrazados y ella no. En cuanto se calmó un poco pude explicarle, entre excitación y emoción por ambas partes, la fantástica idea que me había dado su hermano y que gracias a mi maravilloso equipo de impresora y escáner 3D, había ido consiguiendo. Entonces le dije que quería que fuese ella la que organizase la fiesta, que le diese forma a los disfraces, a los decorados. ¡Madre mía! Era como si a un goloso le dices que diseñe tartas de sabores; la cara de emoción e incredulidad de mi hija lo decía todo: —¿De verdad, papá, puedo elegir el color de los vestidos, de los caballos, de las carrozas, de las casitas, del castillo donde vivirán y la forma de las sillas, de sus camas, de los paisajes por los que van a caminar y puedo imaginarme todo lo que quiera? —¡Sí, cielo, puedes decidir todo, es tu “Fiesta de Disfraces”! Puedes decidir qué te gusta y qué no te gusta, pero sólo quiero poner una condición: deberán estar en la fiesta todos tus compañeros del cole. Las fiestas son más divertidas cuantos más amigos hay en ellas. La locura se desató en su cara, el brillo de sus ojos era mayor que la luz solar que entraba por la ventana, cuando de su cabecita empezaron a brotar ideas que quería que plasmase de inmediato. —A Óscar quiero verlo disfrazado con un elegante traje rojo con borlones de color dorado, con una espada como los caballeros del castillo, tendrá un caballo color negro... ¡Click! Poco a poco los engranajes de la impresora 3D hacían un pequeño chasquido y comenzaban a dar forma a una figura del compañero que había elegido. —A Carlos lo quiero ver de duendecillo burlón, ja ja ja, con lo gracioso que es... Irá con una camiseta azul, pantalón azul oscuro y los bordes en color dorado, llevará un sombrero en forma de barco. LA FIESTA DE DISFRACES Juan Manuel Hernández Ángel ∕ 39 —¡Espera, espera, que esto no va tan rápido! Además, quiero que lo aprendas a hacer tú, yo te ayudaré pero lo diseñarás tú—. Y le fui explicando cómo funcionaban cada una de las aplicaciones del escáner 3D y la impresora 3D, las paletas de colores, la forma de los relieves, cambios de color y combinaciones de los mismos. Me quedaba maravillado de la habilidad que tienen estos niños de coger las cosas al vuelo, parece como si antes de nacer hubiesen recibido algún curso de tecnología, porque lo que a nosotros nos cuesta días o incluso semanas, ellos lo aprenden en minutos, en un momento mi hijo y mi hija aportando ideas, mi mujer y yo entre risas por la fiesta familiar en la que se convirtió el diseño de “La Fiesta de Disfraces”. Así continuamos uno por uno con cada uno de los compañeros de clase... Luego empezamos a enumerar a los compañeros que mejor le caían de la clase de su hermano… —Ismael llevará un gorro azul, con una pluma amarilla, la casaca será de color azul también con los adornos y los botones color oro, los zapatos negros con borlones dorados e irá montado en un caballo marrón. La prima Laura irá vestida de princesa, con un vestido rosa con botones blancos, zapatos de tacón a juego con el vestido, llevará una tiara con florecitas en tonos pastel…. Así, uno a uno siguió hasta que terminó con los compañeros de la clase de su hermano. Casi sin darnos cuenta, entre todos y cada uno de los que quería que participasen de la fiesta, nos habíamos juntado más de 40 personas, casi no cabían en el sótano, más algunas de las partes del decorado que habría que pensar dónde colocar. Para sí misma, mi hija eligió un vestido en azul turquesa precioso, con lentejuelas, una capa de tul morado con purpurina y una cola larga cubierta de lentejuelas, en la parte frontal una flor combinando los colores del vestido, coronando su cabeza una bonita corona. Realmente parecía lo que era, la princesa de la “Fiesta de Disfraces”, y digo princesa y no reina porque ella fue la que quiso que el rey y la reina fuésemos mi mujer y yo, por eso me ayudó a que diseñase un vestido color marfil con pedrería para mi mujer, con una capa amarilla, con los bordes de oro, con un cordón central también en oro y una tiara de diamantes, zapatos a juego con el color marfil del vestido, todo ello para que resaltase la belleza de su media melena morena y sus ojos marrones. Para mí, me pidió que diseñase un pantalón y casaca color verde, con una camisa blanca con remates bordados en el pecho y en los puños y un sombrero tipo tirolés, a 40 ∕ Relatos para una nueva era... 3D juego con los tonos verdosos del traje, los zapatos negros y media blanca hasta media pierna que era donde terminaba el pantalón. ¡Estaba para comerme, todo por verla feliz! Después de hacer a sus compañeros del cole, quedaba por hacer a los maestros, a quienes mi hija les tiene un cariño especial porque prácticamente ha crecido con algunos de ellos: a uno lo vistió de bufón, porque dice que es muy divertido, que siempre está cantando, enseñándoles canciones, contando cosas “de risa” como dice ella; a otra la vistió con un elegante vestido en tonos malva como si fuese un hada madrina que siempre le enseñaba cosas desde pequeñita; y a otro que es un poco más serio, pero a la vez divertido y que les cuenta, dentro de la seriedad del tema, cosas más “mágicas”, lo vistió de mago, con su sombrero de pico lleno de estrellas y una varita de mago en las manos. También diseñó un hada mística que les contaba cosas que ocurrieron hace muuuucho tiempo y les enseñaba a ser buenos; luego al hada musical y al ágil saltarín. Estaba maravillado de lo que habíamos creado, mi hija estaba exultante de alegría y eso era lo más importante para nosotros, después de todo quedaron unas figuras casi perfectas, vestidas con todos los colores imaginables, vestidos, caballos, decorados extraordinarios, que conjugaban las mejores escenas de cualquier película en la que se narrara el mejor cuento infantil. Todo era increíble, menudo provecho había conseguido sacarle a mi impresora 3D y mi maravilloso escáner 3D. Ahora tenía que buscar un sitio un poco más amplio para exponer la maravillosa creación de mi hija. Llamé al ayuntamiento por si podían prestarme el salón de actos multiusos, explicándoles que sería para exponer una réplica de una fiesta de disfraces en la que participaban todos o casi todos los niños del colegio, hechos con escaneado e impresión en 3D y que sería algo digno de ver para toda la gente del pueblo. La idea les pareció adecuada, pensando siempre en buscar cosas que entretuviesen a la población. Nos facilitaron medios de transporte adecuados y las ayudas necesarias para montar un espectáculo maravilloso, en cuanto a colorido, originalidad, un acto nunca visto en nuestro pueblo; lo programamos para abrirlo al público una vez lo teníamos todo montado, sabíamos que sería impactante... Los operarios del ayuntamiento, los técnicos de iluminación, todos cuantos colaboraban en el montaje, preguntaban que cómo habíamos LA FIESTA DE DISFRACES Juan Manuel Hernández Ángel ∕ 41 podido confeccionar algo tan maravilloso solo con un escáner y una impresora en 3D. Mis explicaciones eran muy básicas, porque solamente me había limitado a hacer uso de los recursos y a disfrutar con las maravillas que se me habían brindado con estos equipos, el colorido, la exactitud de las réplicas obtenidas a través de imágenes de una fotografía... en fin, ¡Impresionante! Llegó el día, todo estaba preparado y dispuesto para poder abrir las puertas, la cola de todos cuantos querían entrar, incluso las personas cuyas réplicas estaban dentro del salón, rodeaba todo el edificio, desafiando incluso la tormenta que estaba empezando a caer. Abrimos las puertas y los que sí teníamos vestidos confeccionados en 3D, con relieves y matices indescriptibles, hacíamos las veces de anfitriones y al vernos la gente se emocionaba porque era como un viaje en el tiempo con trajes y vestidos de época. Al entrar dentro, la iluminación conseguida por los técnicos del ayuntamiento nos ayudaba a viajar con las maravillosas combinaciones de luz y color, prados verdes, caballos y personas que parecían de verdad y una música de cuento de hadas que ayudaba a endulzar, más si cabe, el viaje. La cara de emoción de mi hija, la de sus compañeros de clase y de colegio y del resto de la gente del pueblo, lo decía todo. ¡De repente... un estruendo, una chispa y todo se apagó! Todo a oscuras, todos nos quedamos como petrificados, porque ya no sabíamos si a nuestro lado teníamos a una persona de verdad o una réplica impresa en 3D. Cerca de mí oí el relinchar de un caballo y de repente me llegó el sonido de un riachuelo y el olor de la hierba fresca y húmeda de la mañana. Mi hija me apretó la mano fuertemente, mezcla de inseguridad y miedo, por lo desconocido de los sonidos y la oscuridad del momento... Tal como se había ido la luz y la música, empezaron a sonar y a iluminar de nuevo, pero esta vez nos vimos sumergidos en una maravillosa Fiesta de Disfraces, donde todo lo que habíamos creado e impreso en 3D había cobrado vida: los verdes prados, los riachuelos de agua fresca, los pájaros, las mariposas, las hadas, los caballeros, el bufón, el mago, los caballos, todo bajo un cielo azul y un sol radiante... 42 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Mi hija me miró y con lágrimas en los ojos por la emoción y una cara de sorpresa, que junto con la de mi mujer y mi hijo jamás había visto, me dijo: —¡Gracias papá, es la mejor Fiesta de Disfraces de mi vida —y me abrazó. Seguimos bailando y divirtiéndonos durante varias horas más hasta que fuimos retirándonos poco a poco de la fiesta, cada uno con su personaje favorito que, trascurridas las horas, volvería a su estado inicial de impresión en 3D. Al día siguiente me llamaron del ayuntamiento para felicitarnos por la fiesta y para proponerme que organizásemos en cada festividad réplicas en 3D de los diferentes actos, para dar a conocer a los visitantes que nos acompañan en las fiestas mayores todo el encanto de cosas que se celebraban antiguamente y que ahora solo podíamos ver en fotografías, y que gracias a las impresiones en 3D podríamos replicar para goce y disfrute de mayores y pequeños, aunque estábamos seguros que no tendríamos la suerte de poder volver a disfrutar de la mágica “Fiesta de Disfraces”. Alberto Torre Pérez ∕ 43 LA PISTOLA A+O Charlieasecas s (España) 44 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS A+O En esta historia nada es finalmente lo que parece, pero todo puede ocurrir, incluso imprimir un beso en 3D. Poesía, amor y humor se mezclan en un relato cuyo ritmo se va acelerando hasta alcanzar su cénit en un sorprendente final donde todo vuelve a ser lo que realmente es. A + O E Charlieasecas ∕ 45 l departamento de desarrollo de nuevas tecnologías de BMI está situado en la décimo tercera planta de un edificio fastuoso en Ourense. Tiene helipuerto en la terraza, piscina climatizada en el sótano, servicio de guardería para empleados y está protegido electrónicamente, sea lo que sea esto. Todos los días entran a trabajar sesudos ingenieros, físicos, matemáticos e informáticos que comienzan la mañana con un café o té y un brainstorming en una sala transparente e insonorizada. Entre los trabajadores está Marion, la jefa de departamento de las impresoras 3D, sin duda el invento más prometedor desde el teléfono móvil. Ella al menos piensa de ese modo, y le entusiasman las nuevas aplicaciones conseguidas pero sobre todo las que aún solo es capaz de intuir. Marion se dirige a la planta 22 del edificio. La llaman Alaska por ser un territorio prácticamente inexplorado. Es la planta donde se dirigen los designios de la compañía y muy pocas personas tienen acceso a ella. Hoy tiene una reunión muy importante y por eso se ha puesto una chaqueta de tweed a juego con sus zapatos. Realmente elegante. El mandamás, Ernesto Juares, le hace señas para que entre en un despacho sin puertas. —Pasa, pasa Marion. Te estábamos esperando. Junto a Ernesto, un joven algo desaliñado bebe un zumo de naranja en un vaso de whisky. Marion saluda inclinando la cabeza sin poder evitar mantener la mirada un poco más de lo necesario. Nota algo extraño pero no sabría decir qué es, quizás la poco adecuada indumentaria del tal Carlos. Hay un casco sobre la mesa frente a él, justo al lado de una estatuilla en miniatura de el puño de Detroit, símbolo de la pujanza empresarial. El casco contra el puño, ¿quién ganará? El joven no devuelve el saludo a la vez que no le quita ojo a Marion. —Marion, te presento al señor Barrios, Carlos Barrios. —Encantada. 46 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —Va a ser tu nuevo colaborador en 3D. Así que era eso —piensa Marion mientras se acerca a tender la mano al tal Carlos—, no deja de notar cierto alivio al ver desentrañado el misterio de la reunión. Un nuevo colaborador no debía ser algo tan malo. —Quiero que Carlos y tú trabajéis una nueva línea de desarrollo en las 3D —continúa explicando Ernesto—. Es algo nuevo, Carlos y yo tenemos una idea bastante clara de lo que queremos pero prefiero, si no te importa, que él te lo explique más tarde. Seguro que te entusiasmará. Confío en que le enseñarás las instalaciones y le pondrás al día. Este proyecto tiene prioridad absoluta por lo que espero toda tu colaboración, Marion. —Bueno, ya tenemos informáticos muy buenos, los mejores me atrevería a decir, pero supongo que uno más nunca sobra... —empieza a decir Marion. —No soy informático. Es la primera vez que Carlos interviene. Marion recoge las palabras al vuelo y las guarda sin querer en su memoria. Ahora no lo sabe pero esos primeros tonos modulados la perseguirán el resto de su existencia. —Me gusta pensar que soy poeta. ... —¿Y es guapo? —Mamá, no empieces. —Así que es guapo. Invítalo a cenar, haré arroz con ostras. —¿Arroz con ostras? —Las ostras son afrodisíacas, ¿no lo sabías? —Mamá, eres insoportable. No tenía que habértelo contado. —Tienes el mismo sentido del humor que tu padre que en paz descanse. Ninguno. Eres igual de brillante que él pero lo mismo de siesa. Dime, ¿cuándo fue tu última cita, cuando tu tío te llevó a ver Toy Story? Pues que sepa tenías cinco años... —¡Oh, basta ya! Estoy ocupada en mi carrera, ya tendré tiempo para eso. Solo quería contarte lo del nuevo, no puedo imaginar porqué Ernesto ha contratado un poeta para el departamento más técnico y científico que hay en toda la empresa. —A lo mejor es que se acuesta con él... —¡Pero mamá! A + O Charlieasecas ∕ 47 —Ya sabes, es el lado oscuro..., y por lo visto está lleno. Una lástima, sobre todo para las que aún estamos en edad de merecer, ¿no crees? ... —Y allí están los modelos en desarrollo, principalmente para la línea de sanidad aplicada a postoperatorio, ya sabes... —Piernas, brazos, pechos... —Eso es. Diseñamos implantes con una fidelidad que nadie podría diferenciarlos de los originales. El desarrollo de las células madre hace posible... —Una creación divina —termina de decir Carlos—. Impresionante. Así que aquí es donde juegas a ser Dios, ¿o debería decir diosa? ¿Eres religiosa, Marion? —Budista. —Interesante. —Te gustan los adjetivos. —Bueno, me gustan los adjetivos, las motos, las mujeres... —Y la poesía. —Sí, la poesía también. Qué es una mujer, rosa o espina, morir o nacer. Una mujer se escribe en tres palabras, la primera para nombrarla, la siguiente para amarla y la última para olvidarla. —Vaya. No estoy segura de que me haya gustado. —Eso es porque a nadie le gusta que la olviden. Es algo eléctrico —piensa Marion—. Sin poder contenerse se siente mojada en su ropa interior mientras echa miradas furtivas a los brazos de Carlos. Viste camiseta informal, barba de dos días y vaqueros de motorista con cueros en las nalgas. La atracción que le produce es algo animal, primitivo. Y además está el olor. En el discurrir de la conversación, Carlos se ha cruzado varias veces en su afán de ver el laboratorio que ella le explica. Huele a nada definido pero es un olor que distorsiona los acostumbrados, que revela su presencia. Es un olor que invita a probar. Se 48 ∕ Relatos para una nueva era... 3D fuerza a concentrarse y se tira de la bata blanca en un acto automático. Nota que tiene los pezones enhiestos. —No, supongo que a nadie le gusta que la olviden. —Solo quien comete un delito —Carlos se acerca demasiado mientras pulsa un botón de un monitor justo a la espalda de Marion—. Un delito, algo prohibido. Frente a frente, sus alientos violan por un instante la intimidad del espacio que cada uno ocupa. La vista se deja sustituir por el olfato. El tacto empuja, el gusto espera. Es insoportable esa cercanía, una lucha de deseos controlados que amenazan con incontrolarse. Alguien debe ceder. —Bueno —dice Marion separándose con suavidad—, supongo que ha llegado el momento de que me expliques qué va a hacer un poeta en un laboratorio de 3D. —Tú y yo vamos a hacer historia. —Ni más ni menos. —Hasta ahora la técnica ha hecho posible la duplicación de materias ya existentes. Y está bien. Es práctico y da dinero. Pero imagina por un momento que no solo pudieras copiar, imagina que pudieras crear algo que nadie ha visto todavía. Algo por lo que las personas fueran capaces de empeñar su vida para tenerlo. —Eso suena un poco megalómano, ¿no crees? —Totalmente. —Creo que no te entiendo, Carlos. Habla claro. —Y si pudiéramos imprimir un beso, no a alguien besando. Un beso. Y si pudiéramos hacer lo mismo con la envidia, ¿cómo es el aspecto del amor? ¿Y el alma? ¿Cómo es el alma, Marion? La próxima frontera de las máquinas será imitar los sentimientos humanos. Hasta ahora han sido fieles reflejos de nuestra forma de pensar, las hemos diseñado a nuestra imagen y semejanza, pero les falta sentir y ya es hora de empezar. Nosotros lo haremos posible. Una ingeniera y un poeta. La mente y el alma. —Pero, pero..., eso no es viable. Sentimientos, sensaciones, eso no se puede... ¿Cómo vamos a hacer eso...? Carlos se acerca y le pone el dedo en los labios. —Deseándolo, Marion. Y entonces la besa. ... A + O Charlieasecas ∕ 49 —Supongo que Marion no sospecha nada de lo nuestro. —¿Ella? Ahora menos que nunca. —Lo dices por el motero, claro. —Antes el trabajo la tenía absorbida, una pena de niña. Ahora es otra cosa. La noto más contenta, no sabría explicarte, más vital. —¿Enamorada? —De la nariz hasta los calcetines. Ambos ríen en la cama. Ernesto se levanta desnudo y se dirige al pequeño pero bien pertrechado bar escamoteado bajo el televisor de la habitación de hotel. Saca dos vasos y vierte el contenido de cuatro botellines de bourbon. Sin hielo. Después regresa a la cama. —Ella es lista, si sospechara lo nuestro podría atar cabos. —Sí. —¿Y no te da miedo de que descubra que en realidad el poeta no fue contratado para investigar? —No. —¿No? —No, cariño. El amor viene a ser como el tabaco, cuando lo pruebas estás perdida para siempre. Ahora quizás el motero termine por pasar de largo. Pero la marca del deseo y el recuerdo del amor serán indelebles para Marion. Repetirá. Y eso ya me hace muy feliz. La he salvado. —Algunas veces me das miedo. —Tonto. No olvides que eres tú el implacable ejecutivo de una gran empresa. Al que por cierto le debo un enorme favor —lo dice mientras se pasa de forma sugerente la lengua por los labios. —¿Crees que me vas a contentar solo con eso? Te recuerdo que soy un tiburón de las finanzas. —Por supuesto que no, cariño. También tengo pensado algo muy especial para después. ¿Has probado alguna vez el arroz con ostras? Es afrodisíaco. 50 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 51 LA PISTOLA EXISTENCIA Laura Baena Ruiz s (España) 52 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Existencia La tecnología ha avanzado tanto que permite reencarnarse en diferentes cuerpos y disfrutar de múltiples vidas y experiencias. La protagonista, después de disfrutar de numerosas “impresiones”, alcanza su última etapa, en la que por fin le encuentra sentido a su existencia. EXISTENCIA D Laura Baena Ruiz ∕ 53 espertó algo desorientada, sintiendo las conocidas punzadas en las extremidades y una sensación de hormigueo recorriendo todo su cuerpo. —Vuelvo a tener veinte años— se dijo, mientras hacía un esfuerzo consciente por abrir los ojos y levantar los brazos. Todo respondió a la primera: las pupilas se ajustaron en una fracción de segundo a la aséptica luz blanca del Centro de Recuperación de Datos, sus pulmones rechazaron la respiración asistida y la máquina, obediente, se desconectó de inmediato; contrajo la musculatura de brazos, piernas, abdomen, sintiendo la tersura de su piel en el proceso. Un panel de la pared del fondo se deslizó a un lado, dejando paso a una mujer con la apariencia de una joven de unos 16 años, esbelta, pelirroja, con un rostro pecoso y afable. —Bienvenida, Omega, ¿sabes dónde te encuentras? Sintió una punzada de inquietud al escuchar su nuevo nombre, el último que tendría jamás. —En el CRD, Programadora— respondió asombrada por la dulzura de su propia voz. —Bien, Omega, en ese caso tengo la obligación de informarte que la Impresión 3D del cuerpo guardado en nuestra base de datos se ha desarrollado correctamente. Como consecuencia de la repetición de la enfermedad genética sufrida en Impresiones anteriores, y ante la imposibilidad médica de desarrollar una cura para la misma, y siendo consciente del declive de tu envoltorio físico, pediste el borrado automático a la edad de cincuenta y dos años, tres meses y catorce días. Tu vida útil fue, pues, de treinta y dos años y nueve días. En tu ciclo como Psi, elegiste no tener descendencia, ni mantener contacto con ascendientes o descendientes de Impresiones anteriores. Dedicaste la mayor parte de tu tiempo al estudio 54 ∕ Relatos para una nueva era... 3D de la mente, destacando en el desarrollo de programas neurolingüísticos y en sus aplicaciones. Es también mi obligación legal informarte que Omega será tu última Impresión, procediendo a un borrado total de tu información biométrica así como la inserción de tus funciones cerebrales en la Red General una vez dejes de ser útil. Si deseas realizar alguna pregunta, estoy a tu disposición. —La última Impresión que recuerdo es Tau, ¿puedo inquirir por qué no tengo acceso a los últimos cuatro ciclos de mi existencia? —Fuiste tú quien especificó que se borraran las últimas cuatro Impresiones de tu memoria al redactar el Acta de Partida en tu impresión como Psi. —Me entristece pensar que mis últimas cuatro Impresiones no merecen ser recordadas— dijo Omega, caminando de manera tentativa sobre las puntas de sus pies y girando sobre sí misma como una bailarina. —Muy al contrario, Omega. Dispongo de un pie de página escrito de tu puño y letra en el que se ruega que la Programadora que supervise tu reinserción te haga saber, y cito: “Determino de manera tajante el borrado de los cuatro últimos escaneos 3D de mis funciones cerebrales. Fueron impresiones prolíficas y estimulantes, en las que se realizó un gran servicio al conjunto de la Red, aportando brillantes ideas en diferentes campos de estudio. La deuda con el conjunto de la sociedad queda, pues, saldada, y me hago a mí misma, en mi última Impresión, el regalo de la Libre Existencia. Querida Omega, tuya es. Haz de ella algo significativo, llénala como estimes oportuno. Confío en ti, porque eres yo. Tienes por delante tus últimos treinta años, haz que merezcan la pena”. —Agradezco tu diligencia, me has prestado un gran servicio. Ahora deseo enrolarme de inmediato en mi Programa de Adaptación —dijo Omega de manera automática, cumpliendo con lo marcado por el protocolo, aunque sus pensamientos estaban con el pie de página que se había escrito a sí misma. —Haré saber a los Técnicos que estás dispuesta para los programas de Adaptación. Deseo que tu Impresión resulte provechosa, Omega — respondió al salir la Programadora mientras el panel se deslizaba a su espalda. EXISTENCIA Laura Baena Ruiz ∕ 55 Omega quedó sola en la habitación, reflexionando profundamente acerca del críptico pie de página escrito a sí misma. ¿Qué querría decir exactamente al regalarse la Libre Existencia? Recordó, divertida, sus Impresiones tempranas, en las que el placer y el hedonismo jugaron un papel crucial. Más adelante, procreó las dos veces reconocidas por la ley, fue madre, abuela, a veces esposa, siempre con dedicación y entrega, y profundizó en el significado del amor y la fuerza de la sangre. También se dedicó al trabajo manual e incluso al trabajo pesado, como medio de aprendizaje de los propios límites. Y, por supuesto, al estudio profundo de distintas disciplinas, contribuyendo al avance de las artes, las ciencias, y el conjunto de la Red. Se sentía satisfecha, y completa, a pesar de haber borrado de manera consciente sus últimas Impresiones. Ahora, en su Impresión como Omega, la última de todas, y tras veintitrés ciclos vitales completados con éxito, su lugar debería estar en la Galería de Sabios, compartiendo sus valiosas experiencias con los Impresos en distintos estadios evolutivos. Sin embargo, había borrado más de cien años de estudio y sacrificios de su Unidad de Memoria, lo cual minimizaba sus opciones a una: vivir. La palabra, aun no habiéndola dicho en voz alta, le sonó obscena. ¿De dónde habría salido? Fútilmente, miró sobre su hombro, consciente de que, desde las entrañas del edificio, máquinas híper eficientes monitorizaban cada ligera fluctuación de sus niveles hormonales, de las segregaciones de endorfinas, serotonina, dopamina. Respiró profundamente, y activó el modo calma de su Programa Principal. Una voz impersonal le informó en tono neutro que la ligera fluctuación de adrenalina había sido corregida, y que su Programa Principal se encontraba en perfecto funcionamiento. Recuperada la calma, retomó el hilo de sus pensamientos. Había oído hablar del regalo de la Libre Existencia en casos muy contados de personas cuya aportación había sido realmente significativa. Pero era algo tan marginal, que nadie sabía realmente si se trataba de un honor o una ignominia, ni qué uso se daba del privilegio. Se permitió volver a repetirse la palabra: “vivir, vivir, vivir…”. Esta vez no se produjeron reacciones físicas significativas, parecía acostumbrarse a la noción con bastante rapidez, seguramente como consecuencia de algún poso de las cuatro Impresiones borradas. Ahí debía estar la clave, en los ciclos que no podía recordar. 56 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ¿Qué sentido tenía aprender para olvidar? ¿Por qué la clave de todo esto parecía totalmente obvia, y al acercarse a ella se le escapaba como arena entre los dedos? Un ligero parpadeo en las luces de la sala le indicó que los Técnicos habían terminado el estudio y que daban la Adaptación por terminada. Se vistió con las prendas informes y neutras correspondientes a una Omega de su rango, calzó botas bajas de suave material, recogió su largo cabello en un discreto moño. Su imagen en el espejo apenas la sorprendió. Había visto esa misma imagen insultantemente joven, arrebatadoramente hermosa, las suficientes veces como para que sus ojos buscasen sus ojos, y no se recrearan en la falsa juventud de una mujer que comenzaba a vivir su vigésimo cuarta Impresión. Esta vez, sin embargo, se obligó a mirar. No tendría otra oportunidad de descubrirse en estado puro, en la manera en que decidió escanearse en su Ciclo Verdadero, a la edad de veinte años, en la plenitud de su desarrollo físico. Era bonita, con sus enormes ojos negros y su pequeña boquita sonrosada. Durante las Impresiones sensuales, había disfrutado de este cuerpo hasta el delirio. Durante una Impresión en la que decidió probar la autodestrucción, llevó a su físico al límite de la resistencia a sustancias y prácticas poco recomendables. Fue su Impresión más corta: apenas tres años. Pero el sacrificio fue valioso, el aprendizaje sobre sí misma y la debilidad humana fue de enorme utilidad en Impresiones posteriores. Salió del edificio y se maravilló de lo hermosa que era la tarde en aquel ambiente limpio, purificado, climáticamente controlado, aséptico, sano. Decidió caminar hasta el alojamiento que le había sido asignado en el Parque de Otoño, la zona más tranquila del distrito Omega. Le contentó la ubicación y apresuró ligeramente el paso, haciéndose consciente del funcionamiento de sus músculos y articulaciones. Le asaltó la idea de que cada paso que daba era un paso que se descontaba del número finito de pasos que daría en el total de sus Impresiones, y que estaba muy cerca del final, y sintió una punzada de tristeza. ¿Qué más había? ¿Acaso vivir consistía en aprender, experimentar, en ser útil? De inmediato, como si se abriera una puerta a lo más profundo de su ser, otra palabra surgió asociada a la primera: felicidad. Esta vez tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para que las alarmas médicas no la delataran. EXISTENCIA Laura Baena Ruiz ∕ 57 Ambas palabras eran conocidas, reliquias de una época previa al Escaneo y la Impresión 3D, una época en que las personas tenían un único intento y un número muy limitado de años, y las pasiones y el miedo gobernaban sus acciones. Y ambas palabras habían quedado obsoletas cuando se perfeccionó la tecnología que podía dar una existencia dilatada a los seres humanos. Vivir se había sustituido por “existir”, y felicidad se había convertido en “utilidad”. El cambio había sido paulatino y sutil, y no pareció molestar a nadie, llenos como estaban de una vida casi eterna, a la que hubo que poner límites legales basados en una lógica de renovación en la que todo el mundo estuvo de acuerdo, pero que no pudo evitar el estancamiento y un ligero declive en una sociedad casi perfecta. Se preguntó de dónde venían esas ideas, y se dijo que el pensamiento crítico llevaba siendo una parte indispensable de su singularidad individual prácticamente desde que era una Alfa de apenas cinco años de edad. Resultaba increíble que pudiera recordar con tanta nitidez a aquella niña que solo existió una vez, cientos de años atrás. Pensar en la niña que fue le trajo reminiscencias del aroma de su madre, de la casita junto al mar, de la arena en los zapatos, de cometas voladoras, espuma blanca, medusas, risas, sueños… ¿Qué soñaba cuando era niña? Algo dentro de ella le decía que sus sueños y experiencias infantiles eran un tesoro que merecía la pena evocar. Entró en una cabina pública ubicada junto a un pequeño estanque rodeado de sauces. Se acomodó en el asiento y solicitó un Trasvase de Datos. Una pequeña burbuja se materializó ante sus ojos y quedó flotando a la altura de su cuello. Omega tocó la burbuja, y a continuación el pequeño puerto situado tras su oreja derecha, y de manera inmediata tuvo acceso detallado a la información solicitada. Alfa, querida, debes apresurarte, el eclipse solar comenzará en unos minutos. No olvides el protector ocular —mamá es alta y hermosa, siempre sonriente. ¡Madre, madre, hoy la Instructora ha mencionado mi trabajo sobre las nubes! —mamá me da un gran abrazo, me alza en el aire, damos vueltas, caemos sobre los cojines riendo y riendo. ¡Buenos días, mi pequeña estrellita! ¡Hoy celebramos tus ocho años, vendrán todos los pequeños Alfa de tu Academia, es un día importante! — mamá lleva una cinta amarilla para ponerla en mi cabello, lo cepilla con 58 ∕ Relatos para una nueva era... 3D suavidad, con infinita paciencia, me besa en la frente, me mira a los ojos y rompe a llorar. Aún no sé que ese día marca el fin de mi infancia, y que desde ese momento paso a ser tutelada por un Comité de Orientación. Lloro con mi madre, sin saber por qué, nos besamos los ojos, nos lamemos las lágrimas, nos despedimos sin despedirnos. Seguiría viéndola en años posteriores, en existencias posteriores, la acompañaría en sus últimos pasos como Omega. Salió de la cabina conmovida. Era curioso, pero era la primera vez que solicitaba revivir su infancia. En un mundo en el que se disponía de un futuro casi eterno, se fomentaban el avance y la proyección, se buscaban grandes objetivos. Mirar hacia atrás era, además de poco práctico, un acto propio de personas inmaduras, algo casi indecoroso. Aun así, Omega deseó poder regresar a aquellos años, en los que estar en los brazos de su madre hacía que su corazón bailase de... ¿felicidad? Comenzaba a comprender el porqué del borrado de sus últimas Impresiones, las más eruditas. Tal vez la carga del conocimiento, de la experiencia, de cientos de años de adiestramiento, de condicionamiento social, de negación de la naturaleza humana, de domesticación de los instintos, habían hecho que lo realmente importante se quedara por el camino. ¿Y si habíamos logrado la perfección a costa de nuestro bien más preciado, a costa de nuestra humanidad? ¿Y si unos pocos años viviendo valían más que una eternidad existiendo? Omega se sintió turbada ante la dirección que estaban tomando sus pensamientos. Miró a su alrededor y observó la simetría y limpieza de cuanto la rodeaba. Bajo sus pies, los baldosines brillaban con blanco fulgor. Unos metros más adelante, detectó una pequeña grieta en el pavimento, de la que asomaba un único y solitario tallo verde. Aquella pequeña mala hierba pugnaba con fuerza por sobrevivir y, si el servicio robotizado de mantenimiento no la detectaba, acabaría arraigando y rompiendo la dura cerámica. Por un momento, simpatizó con la maleza y deseó que venciera en su pugna por la vida. La vida siempre se abre paso, se dijo a sí misma. El ocaso la sorprendió caminando por uno de los innumerables jardines de su ciudad. La naturaleza domesticada, la vida bajo control. Se descalzó y sintió la humedad de la hierba bajo sus pies. Se quedó allí parada, EXISTENCIA Laura Baena Ruiz ∕ 59 con los ojos cerrados. Comenzaba a entender que le habían hecho falta veintitrés existencias para arañar la superficie de la realidad. Una fresca brisa acarició su rostro y notó que estaba humedecido por sus propias lágrimas. Ahora entendía por qué había borrado sus últimas Impresiones. Le había costado cuatro vidas llegar al conocimiento que le estaba siendo revelado en apenas unas horas. La Programadora le había dicho que había hecho grandes progresos en el campo de la neurolingüística, y ahora entendía que, de alguna manera, había programado su subconsciente para comprender una verdad mayor: la verdad de su humanidad. Había tenido que olvidar sus descubrimientos para ser capaz de llegar a sentir. Había empleado cientos de años de erudición para hacerse un regalo único, una vida plena, una vida de verdad. Omega abrazó a la niña Alfa que llevaba dentro, y sintió que se abría ante ella un camino sin retorno. Por primera vez en veinticuatro vidas, se sintió realmente viva. Un torbellino de emociones la embargó, la mayoría no pudo identificarlas, pero sabía que se habían instalado en su ser. Cerró los ojos y vio ante ella el rostro risueño de su madre. Inspiró profundamente e hizo lo que tenía que hacer: comenzó a caminar. 60 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 61 LA PISTOLA RELATO EN TRES DIMENSIONES Joel Ayala Alicea s (Puerto Rico) 62 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Relato en tres dimensiones Esta historia narra las peripecias de un joven científico suizo, quien por medio de la impresión 3D emprende la búsqueda de la cuarta dimensión, aunque su camino estará repleto de recovecos inesperados, de viajes en el tiempo y el espacio en los que podrá percibir cómo se vive en otras dimensiones distintas a la nuestra. RELATO EN TRES DIMENSIONES E Joel Ayala Alicea ∕ 63 n las afueras de Dalecarlia, a medio camino entre Oslo y Mora y bajo la imponente sombra de La colina de los vientos, yace la aldea de Sälen. Consiste de un centenar de casas con techos rojos y humeantes chimeneas, ordenadas en dos hileras simétricas que corren paralelas a ambos lados de la única carretera, rematando con la casa parroquial al pie de la montaña nevada. En el crepúsculo se puede apreciar en detalle la silueta del pueblecito, recortado a contraluz sobre la superficie helada del promontorio. A cien pasos de la iglesia parte un senderito, parcialmente oculto por la nieve apelmazada, que serpentea por la ladera y termina su camino tortuoso en una pequeña explanada a mitad de camino de la cima. Aquí se levantaba contra los cortantes vientos de invierno una casa de piedra colorada, con techo en cuatro aguas y doble chimenea, cercada a la mitad por un reducido balcón hecho con troncos de roble. Era aquí donde vivía Lemuel Holgersön. Era Holgersön un joven científico, célebre en toda la comarca por haber introducido la impresión en tres dimensiones; incluso, dándole a esta tecnología unas aplicaciones hasta el momento inéditas. De constitución delgada, gruesas gafas de cristales convexos, dábanle a sus ojos la apariencia de estar sumergidos en un mar en miniatura. Para terminar de pintar la esencia física de Lemuel, cabe decir que lucía sobre el mentón una barbita incipiente, de la que sentíase muy orgulloso y que cepillaba todas las mañanas con puro aceite de ricino para darle brillo y grosor, pues en realidad parecía más bien una negligencia al afeitarse, que una barba propiamente dicha. Aun siendo una comunidad pequeña, estaban allí al tanto de los adelantos científicos; además recibían la visita de miles de turistas sofisticados que esquiaban en sus montañas; por tanto, eso de la impresión en 64 ∕ Relatos para una nueva era... 3D 3D no era del todo desconocida en Sälen, aunque no así las aplicaciones que Holgersön daba a esta tecnología. Aplicaciones de las que mucho se hablaba en los círculos entendidos en la materia, mas sin ser aplicadas hasta el momento. Esto cambió cuando Lemuel logró fusionar la impresión en tres dimensiones con la biotecnología y acuñó el término a todo lo derivado como bio-impresión. Similar a la impresión normal en 3D, utilizada sobre todo para crear prototipos a escala, la bio-impresión consistía de un surtidor cargado con gel proteínico, que se esparcía sobre una superficie estéril. Cuando este gel contenía suficiente masa, un inyector procedía a superponer capas de células vivas, hasta formar la estructura orgánica deseada; órganos, tejidos o cualquier extremidad del cuerpo, completamente funcionales y listas para transplantarlas mediante cirugía al paciente. Este procedimiento garantizaba el éxito de la operación al reducir la probabilidad de rechazo hormonal, pues la materia prima del órgano provenía del mismo paciente a transplantar; y era además una alternativa real para las personas, que muchas veces fallecían antes de que encontrasen algún donante compatible. Una idea revolucionaria, sin duda; aunque, en realidad, distaba de ser perfecta. Así, estaba el caso del bibliotecario, quien de joven perdió un ojo en un accidente de caza. Holgersön le diseñó un hermoso globo ocular de un azul intenso, que tras devolverle la visión, de paso le mejoró la autoestima. Una semana después descubrió que tenía la inusual capacidad de poder mirar con cada ojo en direcciones totalmente opuestas. De esta manera, comenzó a probarse con los libros, sorprendiéndose al comprobar que podía leer dos al mismo tiempo, uno con el ojo derecho y otro con el izquierdo, de materias completamente distintas y con perfecto entendimiento de ambas. En dos semanas habíase leído tres cuartas partes de la biblioteca. Terrible dilema, cuando comenzó a leer las sagas, pues leía con mucha más rapidez con el ojo trasplantado que con el otro, y no bien comenzaba una historia con este, que con el otro se descorazonaba, porque en el segundo libro algún personaje moría de un simple incordio anal. También, no tan importante por el implicado, sino porque casi acaba en tragedia, estuvo el caso del monaguillo. Era este un muchacho huérfano, al que de niño el perro de la casa había atacado salvajemente, desgarrán- RELATO EN TRES DIMENSIONES Joel Ayala Alicea ∕ 65 dole por completo la nariz y parte de una mejilla. El párroco, buen hombre donde los hay, lo tomó bajo su ala y lo instaló en un cobertizo con catre junto a su cuartucho y le enseñó todo cuanto pudo respecto a la iglesia. Como era el párroco ya viejo y reumático, servíase del muchacho para todo, tanto para fregar los pisos de la parroquia, como para hacer los quehaceres antes, durante y después de la liturgia. Sucedió que Lemuel, compadeciéndose de la desgraciada suerte del muchacho, le imprimió una nariz tan perfiladita y respingona que daba gusto verla. Feliz quedó el huérfano con su nueva nariz, mas no fue por mucho tiempo. Resultó que esta tenía un desperfecto terrible: el muchacho con su nariz arrasaba con todo el aire disponible entre cuatro paredes; por consiguiente, a riesgo de morir por asfixia, no era posible estar al mismo tiempo que él en una habitación cerrada, a menos que este inhalara única y exclusivamente por la boca. En todo el pueblo tenían en cada casa y espacio cerrado común el mismo letrerito en algún lugar visible, donde advertían sobre el derecho universal al oxígeno y de las bondades de inhalar por la boca. Decidieron darle un tono impersonal para que el pobre no se sintiera aludido, pero él conocía la verdad. Por su parte, este se cuidaba y únicamente inhalaba por la nariz cuando estaba al aire libre, pues había suficiente aire para todos. Pero, como siempre pasa al que nace con mala estrella, quiso la suerte que una noche de sueño profundo, acaso por el cansancio, cerrara la boca, dándose a respirar por la nariz. Al despertar a la mañana siguiente, diose cuenta de que el párroco estaba casi muerto, ya que apenas respiraba y comenzaba a ponerse del color de la carne en salmuera. Le fue peor al pobre muchacho, pues después de recuperarse, al viejo se le acabó la caridad y las buenas maneras y tras romperle la escoba encima, lo mandó a dormir al campanario, donde no pudiera hacerle daño a nadie con su endiablada nariz. Si bien era cierto que la perfección de la bio-impresora mantenía ocupadísimo a Lemuel, también existía una idea cuyas probabilidades robábanle el sueño noche tras noche: la cuarta dimensión. Tenía Lemuel una singular teoría de las dimensiones y, para confirmarla, pasábase noches enteras explorando la posibilidad de la impresión en cuatro dimensiones de un objeto inanimado. Estudió hasta el cansancio todas las teorías del teseracto y la geometría euclidiana. Se aprendió de memoria los términos e ideas de Howard. El Diagrama de Schlegel 66 ∕ Relatos para una nueva era... 3D presidía las paredes de su laboratorio. La sala parecía un campo de batalla, con cientos de hipercubos de todos los tamaños y colores. Eran hipercubos malogrados, según Lemuel, pues carecían del único elemento que le podía insuflar perfección: la teorizada, pero elusiva cuarta dimensión. Una noche, tras un arduo día de investigaciones, le pareció que por fin había dado con la solución al insalvable problema de analogía dimensional. Creyó entonces haber estabilizado una variable que le había eludido por años, logrando asignarle un valor real y estable. Ansioso, corrió al computador, donde virtualizó un hipercubo con las nuevas fórmulas, preparó el sistema de foto-polimerización y mediante un fino hilado de electrones comenzó la impresora a darle forma al sueño de Lemuel. De más está decir que era este un proceso lento y tedioso, por lo cual quedóse dormido durante la segunda hora de hilado y despertó pasadas las seis. Justo a tiempo, pues entonces la máquina iba terminando la parte crucial del hipercubo. Se levantó de un salto y quedóse mirando expectante el resultado final de su experimento. La impresora iba lentamente delineando la última arista, sin prisa, esparciendo el filamento como con deliberada pereza, regodeándose en el vértice, superponiendo poco a poco cada capa de polímeros, impávida, como si con ella no fuera, llevando al borde del desespero a Lemuel, quien miraba la máquina con febril ilusión, sin dar crédito a sus ojos, cuando completó el borde final del diseño virtualizado, lo levantó en vilo depositándolo sobre la plataforma, lo bañó con un fino acabado de aleación de titanio, lo giró un par de ocasiones para que se aireara, lo exhibió un instante con todas sus caras relucientes y enseguida se detuvo con un estruendo. Entonces… Nada sucedió. Al menos eso parecíale a Lemuel, quien gastábase las pupilas magnificadas mirando angustiado las superficies del modelo. Por un momento creyó registrar un leve movimiento en… Algo, como una débil fluctuación del espacio alrededor del cubo, pero… Acaso... ¿sería posible? Allí donde se apoyaba la base sobre la plataforma parecía comenzar a formarse un punto minúsculo, casi imperceptible, sin embargo allí estaba. Acercóse Lemuel en el justo momento en el que el espacio alrededor del hipercubo estalló en una panoplia de luces y lenguas de fuego multicolor, que se reflejaron en sus lentes cual faros de navegación; y formóse tal cur- RELATO EN TRES DIMENSIONES Joel Ayala Alicea ∕ 67 vatura del espacio que el propio Lemuel fue succionado dentro del portal ardiente. Ardiente sin duda, aunque al ser expelido del otro lado solo lamentó que se le chamuscasen los cuatro pelos de la barba y quizás un tanto de las cejas. Por lo demás estaba completamente ileso, aunque enervado por el susto, el cual muy probablemente le había echado a perder los calzones, y no era para menos. Mas no tuvo tiempo de lamentarse, pues no bien salido del portal, ya encontrábase cayendo a lo largo de una superficie fría y blanca, hasta aterrizar de bruces sobre el suelo. Allí, cerró sus manos sobre un puñado de lo que parecía ser nieve, pero distinta a la que él conocía. Tanteando, se sorprendió de que esta nieve era fría, sí, y blanquísima también; pero no como la nieve normal, pues estos copos no eran regulares, sino como confeti. Confeti, aunque quebradizo y frío como la nieve. Alzando la vista, dióse cuenta de que se había deslizado a lo largo de una pared nevada y que a mitad de esta dibujábase claramente su propia casa con el balconcito de roble y su doble chimenea. Pero había algo peculiar acerca de esta casa y también sobre la pared. ¿Cómo subir hasta allá, si la subida era totalmente vertical? Mirando alrededor descubrió que, efectivamente, estaba en el pueblo, justo al lado de la parroquia; pero esta y las demás casas circundantes parecían pintadas sobre lienzo. Igual impresión le dieron las primeras personas que se asomaron a mirarle tirado allí sobre la nieve. Todo era casi como aquellos dibujos infantiles que solía hacer en el reverso de su cuaderno de Primaria, con casitas elementales y el sol pintadito en una esquina. Lo único distinto era que estas personas, que ahora le miraban como si hubiese caído del cielo, no eran meras caricaturas mal hechas, con dos líneas cruzadas por cuerpo y brazos y un circulito con una carita alegre por cabeza. No, estas personas tenían facciones como él, con la sola diferencia de poseer únicamente longitud y anchura, pero exactamente delgadas como las láminas de su cuaderno. Entonces comprendió que, en su afán de comprobar la cuarta dimensión, había encontrado la segunda. Ya la multitud era grande y Lemuel notó cómo lo escrutaban en silencio. De la parroquia salió el párroco, mas no parecíase en lo más mínimo al viejo reumático de su lado del portal. En cambio, este nuevo párroco llevaba la sotana con garbo y era treinta años más joven. De la casa en la montaña —su casa, al menos del otro lado— veíanse dos figuritas que 68 ∕ Relatos para una nueva era... 3D avanzaban lentamente y que comenzaron a descender la montaña vertical. Al llegar a su encuentro, tampoco se sorprendió demasiado al comprobar que su equivalente en aquella tierra bidimensional ni en lo más remoto se le asemejaba. Era un hombre maduro, sin lentes, de pelo gris cortado a cepillo. Le acompañaba una joven de ojos claros y tez delicada que se presentó como Lilith. Su padre, de nombre Olaf, en efecto, resultó ser científico al igual que Lemuel y tampoco se mostró muy sorprendido con la aparición de este; cuestión que calificó como un desgarre en el tejido del espacio-tiempo, que causó que un ser, hasta el momento teorizado, penetrara de una dimensión tridimensional a esta. Contó que lo mismo habíale ocurrido años atrás, cuando en la época febril de la juventud persiguió sin descanso la quimera de la tercera dimensión. Narró cómo había logrado el salto dimensional; mas no resultó como lo habían predicho sus teorías. Una vez allí, se topó con un mundo totalmente básico. Descubrió con estupor que no había saltado a una dimensión mayor, sino a una menor y elemental: el mundo de una dimensión. Lo describía como uno lleno de rayas; donde toda la materia era representada por líneas, en una sola dimensión. Reconoció a los seres vivientes, solo porque parecían ser las únicas líneas con movilidad. No estuvo más de unos pocos minutos; decidió retornar a su propia dimensión, decepcionado por la realidad. Fue entonces que Olaf, entusiasmado por lo que esto representaba, sugirió a Lemuel la posibilidad de una cadena de eventos a la inversa: considerando que él, un ser de dos dimensiones, descubrió la primera dimensión y Lemuel, un tridimensional que dio con la segunda, sería muy lógico pensar que, eventualmente, un organismo de la cuarta dimensión descubriera la tercera. Solo era cuestión de tiempo, aseguraba. Una idea atractiva y plausible, pensó Lemuel. Lo que sí sucedió fue que Lemuel permaneció en este mundo por dos meses; tiempo que aprovechó, con la ayuda de Olaf, para reunir materiales y tecnología necesaria para fabricar otra impresora 3D y abrir una vez más el portal que lo trajo hasta aquí. Durante su estadía aprendió mucho de la sabiduría de Olaf, quien le dio la fórmula para perfeccionar la bio-impresora que tantas angustias habíale causado, pues era similar a la RELATO EN TRES DIMENSIONES Joel Ayala Alicea ∕ 69 que él había creado y aunque se desempeñaban en dimensiones distintas, compartían básicamente un mismo principio. Aprendió además que en aquel mundo plano no únicamente se moría de vejez, sino que también se daban casos extraordinarios, como el del abuelo de Lilith, quien murió desgarrado a la mitad por la infame ráfaga de un ventarrón de otoño, que además de arrasar con las últimas hojas de los árboles, también se llevó al pobre viejo en volandas y lo despedazó en pleno vuelo. Fue durante los últimos preparativos de la impresora, que Lilith y Lemuel diéronse cuenta de que el amor había florecido entre ellos. No ocultaron sus sentimientos; mas Olaf, aunque conmovido por la devoción de Lemuel hacia su hija, creía que era este un romance abocado al fracaso, sencillamente por la incompatibilidad de dimensiones. De más está decir que haciendo caso omiso de su advertencia, Lilith se declaró dispuesta a emprender el viaje a la tercera dimensión con Lemuel, así sacrificase su propia vida. Llegó el día esperado. Tras la apertura del portal, Lemuel le indicó que era el momento de partir. Ella, muy conmocionada, despidióse de su padre y de los demás habitantes. Recordando Lemuel las propiedades inflamables del portal, que habíale chamuscado su fino bozo y temiendo que Lilith ardiera en llamas durante el salto dimensional, tomó la providencia de agarrarla firmemente por los hombros y con sumo cuidado fue doblándola de a poco, tres veces a lo largo y dos a lo ancho, hasta que quedó del tamaño justo y la metió dobladita dentro de la seguridad del bolsillo de su pantalón. Solo entonces entró en el portal. Del ulterior devenir de Lemuel, baste decir que tras semanas de trabajo en la bio-impresora, logró hacerla totalmente infalible, gracias a los consejos de Olaf. La perfeccionó a tal extremo que ya no era necesaria la cirugía para realizar los trasplantes, sino que la máquina era capaz de imprimir la pieza justo en el área donde el paciente la requería, sin mayores complicaciones. Incluso fue Lilith quien estrenó la nueva función de la bio-impresora. Tras largas meditaciones sobre la posibilidad de lo que se proponía, Lemuel logró añadirle volumen y grosor al cuerpo bidimensional de Lilith, con tal éxito que justo al año esta pudo concebir. Lemuel presenció el parto y fue testigo del nacimiento de una hermosa niña de ojos claros y completamente pelona. Al examinarla bien, notaron 70 ∕ Relatos para una nueva era... 3D con estupor que traía un tejido desconocido adherido al cuerpecito. Era una lámina gelatinosa y translúcida, con toda la coronilla poblada de fino vello. Cuando liberaron a la niña de aquello que traía pegado a la piel y lo expusieron a la luz, diole al doctor tal síncope que hubo que cargar con él hacia Urgencias, pues aquella laminita resbalosa y con pelos que exhibía en las manos, empezó a chillar frenética, una vez que lo separaron de su hermanita. Corrió cual pólvora la buena nueva de que Lemuel era padre al fin, de una preciosa niña de ojos claros y también de un hermosísimo niño plano. Respecto a este, Lilith prohibió terminantemente a Lemuel hacerlo pasar por el proceso de engrosamiento que ella pasó: si ser plano era su naturaleza, pues plano sería. Lo lavó con mimo y tras mucho pensarlo, diole por nombre Titus, en honor a su pobre abuelo desgarrado por el viento. Solo una cosa cabe añadir y es que, efectivamente, tuvo Olaf mucha razón cuando esbozó aquella teoría: Muchos años después, durante una de las peores nevadas en décadas, aquel mítico ser de la cuarta dimensió, irrumpió de lleno en la apacible realidad de Sälen y del anciano Lemuel Holgersön. Pero eso es ya una historia muy distinta, que en nada atañe a esta; porque es este un simple relato en tres dimensiones, que no es en cuatro… Alberto Torre Pérez ∕ 71 LA PISTOLA ADARA DE SAMOTRACIA Adriana Cogliandro s (Argentina) 72 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Adara de Samotracia El relato se compone con las historias de Milos, supuesto autor de la Victoria de Samotracia mientras esculpe su obra (en el año 193 antes de Cristo), y Franco, un joven que intenta realizar la reproducción de esa estatua por medio de tecnologías 3D, en la época actual, mientras se realiza su restauración en el Museo del Louvre. Ambos están relacionados con una mujer de nombre Adara y los destinos de los tres, atados a la isla de Samotracia. ADARA DE SAMOTRACIA B Adriana Cogliandro ∕ 73 uenos Aires, 2013 Entró a la oficina. Lo esperaba el Dr. Lucien Lambert. Alto, sonriente, mucho mayor de lo que esperaba. —Sólo quiero conversar con usted, soy su último entrevistador. Después del escalofrío, Franco decidió que tenía que apostar a todo o nada. —¿No bastaron siete entrevistas para demostrar mi determinación? —La determinación a veces procede de la arrogancia. No siempre es una virtud. Quiero que me cuente por qué quiere ganar esta beca... ¿No le pareció importante mencionar que cursó estudios artísticos para ingresar al museo más grande del mundo? —Bueno…, —dudó Franco— buscan un ingeniero, no un artista o un restaurador… Y yo soy ingeniero. No soy artista, por eso dejé esos estudios… —¿Y qué espera aportar al Proyecto? —Si me permiten usar los escáneres y las impresoras 3D… —Sí, le dejaremos usar nuestros juguetes… —le interrumpió Lambert—. Pero, ¿por qué quiere hacer una tarea que podría hacer cualquier estudiante de primer año? Franco se sintió al descubierto: cualquier mocoso podía usar un escáner y lograr una impresión buena. Se sonrojó. —Calma, muchacho. Sólo quiero saber qué está persiguiendo… Franco dudó. La imagen de Adara se le cruzaba a cada momento. Había pasado años sufriendo por ella. Se sinceró: —Estoy persiguiendo dos cosas. Un estudiante de primer año puede hacer un catálogo 3D, pero no puede perfeccionar la captura y tampoco 74 ∕ Relatos para una nueva era... 3D puede desarrollar una impresión 3D que no sea una burla para cualquier artista… Yo sí puedo mejorar las técnicas… —¿Y la otra? —le interrumpió el viejo. —Una mujer… —respondió Franco, desinflándose. —¡Bienvenido al Programa de Catálogo Digital del Museo del Louvre!—. El viejo sonrió, le tendió la mano y agregó—: No hay motor más potente que el amor para el descubrimiento. Khíos, 193 (adC) Milos soñó con Adara. La vio subir al Callio, anclado en el puerto. Tenía una paloma entre sus manos, blancas como el bloque de mármol sobre el que Milos dormía. Se trepó a la proa y elevó sus brazos, liberándola. El viento levantó su túnica y los pliegues se convirtieron en alas. Giró el rostro hacia Milos. Le dedicó una sonrisa dulce y una mirada triste. Su cuerpo transfigurado aleteó en la noche. El Callio respondió a su impulso, se deshizo de sus amarras, alejándose de la dársena. En unos instantes sólo quedaba del navío una estela de espuma diluyéndose en el agua negra. Adara se había ido para siempre. Milos despertó sobresaltado. La noche se había ido y el bloque de mármol yacía bajo su cuerpo. El armador le había encargado una figura para colocar en la proa. El Callio partiría hacia Taso en cuanto estuviera terminada. Sólo requería una imagen sencilla, que no exigiera más que ese bloque de mármol. En su mente el bloque se elevaba, quedaba suspendido en el aire, ofrecía su cara más ancha hacia la luz. Tomó unos carbones y trazó unos bosquejos. Llamó a los aprendices y les indicó armar las poleas para ponerlo de pie. Alcander, su ayudante, murmuró a su oído: —Maestro…, la base pequeña no soportará… —Entonces quedará colgado hasta que lo resolvamos —respondió Milos. Había conocido a Adara en Samotracia. La veía allí, atrapada en la roca tendida en el suelo. Podía acariciar su delicado mentón. Su muslo ADARA DE SAMOTRACIA Adriana Cogliandro ∕ 75 podía adivinarse bajo el pliegue de la túnica. Los dedos de sus pies atrapaban el equilibrio de su cadera. Sus ojos de agua le suplicaban que la liberara. —Empezaremos desde abajo —explicó Milos—. Así podremos garantizar el apoyo… —Tendremos que ser muy cuidadosos para lograr el equilibrio — completó Alcander. —Eso no me preocupa… —confesó Milos en un susurro—. Lo más difícil va a ser captar el gesto… —y se alejó. —Está loco —masculló Eudor, el aprendiz más joven —el bloque se hará trizas… La frase sobresaltó a Alcander. Sólo había visto unos bosquejos. Ninguna mujer había posado en ese taller ni había visto el modelo de barro. Al final del día la base estuvo terminada. El bloque se apoyó delicadamente. Quedó algo inclinado, por lo que no removieron las ligaduras. Eso parecía no importarle a Milos. Ordenó que quitaran inmediatamente las escallas que cayeran. Alcander descubrió que los aprendices robaban algunas. Pensó que era un gesto de admiración hacia el Maestro, pero cuando él mismo tomó una, sintió que estaba llevándose a la mujer. Trepado al andamio, Milos cavó a cincel y trépano la curva del cuello, los hombros y el nacimiento de cada ala. Trazó cada rizo del cabello y cada detalle de las alas. No necesitó analizar plumas. Sólo cerraba los ojos y veía la dinámica. Indicó a Eudor empezar el pulimento. Le pidió amor y respeto: era una diosa. Cada noche verificaba que las cuerdas estuvieran bien colocadas. Acercaba su manta y dormía a los pies de su amante hasta que sus asistentes lo despertaban. Vio a Alcander dando a la rodilla derecha, al descubierto de la túnica, la forma exacta que él le había indicado. Cuando alabó su tarea, Alcander pidió más instrucciones. —Aquí abajo, quiero que talles… —Sí, Maestro —interrumpió—, como si la protegiera y la adorara, allí tallo al perro. 76 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Milos jamás había hablado del perro. No estaba seguro de incluirlo, pero le palmeó el hombro y volvió al andamio. Para el último pulimento sólo Alcander lo asistió. Retiraron las sogas con la suavidad de quien desviste a una virgen. Si no mantenía el equilibrio, todo esfuerzo habría sido en vano. Pero si se sostenía, Niké, la más hermosa imagen de la diosa de la victoria, recorrería los mares admirada por el mundo. Cuando cayó el último lazo, Adara se tambaleó. La luz cambió y la estatua brilló. Milos la vio inspirar y estirar las alas. Prefirió convencerse de que estaba recordando su sueño. Pero Alcander vio cómo el perro movía la punta de la cola y se acomodaba un poco más arriba de la pierna y no como él lo había tallado. Buscó en su bolsillo la escalla de mármol y estaba tibia, como recién arrancada del manto. Milos sintió que desfallecía. Ordenó cubrirla y retirarse a todos. Dio a Alcander las instrucciones para emplazar la estatua en la nave y también lo despidió. Tendió su manta a los pies de la estatua y su mente volvió a Samotracia. Mientras su boca recordaba la boca de Adara, se quedó dormido. En su sueño la estatua cobraba vida sólo porque él la tomaba en sus brazos. Lo rodeaba con sus alas inmensas y cubría sus ojos con besos. Pero Adara no era más que líneas y trazos, rutas de cincel y buril. Su piel aparecía al acariciarla. Cuando sus manos dejaban de recorrerla, se transformaba en la sustancia inmaterial de sus dibujos. Los aprendices lo encontraron afiebrado y lo llevaron a su cuarto. Desde la ventana la vio partir. Esa noche arrastró sus pies hasta la dársena. En el agua negra vio una estela de espuma. Nunca se supo qué fue de él. Días después llegaron noticias: el Callio había naufragado y el mar había devuelto a la costa los restos de un perro muerto. ADARA DE SAMOTRACIA Adriana Cogliandro ∕ 77 Buenos Aires, 2010 Franco veía cómo sus compañeros se aburrían en la conferencia de los especialistas del Museo del Louvre acerca de técnicas de preservación. Ellos serían profesores de arte en escuelas secundarias. Frustrados, en diez o quince años estarían culpando a sus padres en el diván del psicoanalista. Pero a él la conferencia le parecía interesante. Para ellos, bohemios y afiebrados, él era un extraterrestre que una vez quiso ser escultor... Después de unas intervenciones en clase, lo miraban con desprecio: —Vos vas a ser crítico. Sos incapaz de crear algo, pero podés encontrar el detalle que lo arruina todo —le había dicho la rubia que se sentaba atrás. Esa tarde se convenció de cambiar de carrera. El taller de conservación de esculturas estaba a cargo de un profesor de la Facultad y una tal Adara Basinas, una argentina que trabajaba en París. Cuando el profesor la presentó, Franco se alegró: era una muchacha preciosa. Su cabello enrulado y oscuro resaltaba el color agua de sus ojos. Aunque ella explicaba las técnicas con precisión, Franco se distrajo estudiando la curva del mentón, el arco del cuello, la forma del busto, el muslo bajo la pollera clara. Adara cruzó con él una mirada. La había hecho sentir incómoda. Cuando se acercó a su mesa, la miró de frente y le dijo: —Perdón, es un defecto profesional… —Pero yo no estoy posando —le respondió Adara con voz áspera. Franco aceptó su rechazo y a partir de allí atendió las indicaciones. Produjo unos buenos resultados que alegraron a los docentes: uno de los estudiantes había tenido éxito. Se acercó a despedirse de su profesor y vio que Adara acomodaba las muestras. Franco no pudo dejar de mirar sus manos. Tenía dedos largos, cubiertos por una piel clarísima que debía tener el tacto de la seda. El profesor se excusó y salió corriendo. Franco sospechó que lo había dejado solo para que entablara conversación, pero la que habló fue Adara: 78 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —Veo que los defectos profesionales son difíciles de superar —le dijo con una sonrisa. —Cuando la imagen que uno tiene delante es casi perfecta… —¿Casi? -—Bueno, no he visto todo… Adara soltó una carcajada y siguió acomodando la caja. —¡Me olvidé que estaba en Argentina! ¡Ni los franceses son tan caraduras! —No, a los franceses los dejarás sin palabras. —Ufa, vamos, te invito un café… —No, en Argentina el café lo invito yo —y levantó la caja para ayudarla. La charla se extendió durante los dos meses que Adara estuvo en Buenos Aires. Pasaron de la pintura a la química, de la escultura a la física, de los estudios a los proyectos. Adara era brillante. Franco descubrió que no le interesaban tanto sus pómulos como su mirada. La atracción era poderosa, el romance un trasfondo. Pasaba el tiempo y Franco veía el final. El dolor se aferraba a su estómago. La perdería para siempre. Una noche caminó hasta el departamento. Adara abrió la puerta. —¿Qué hacés acá?... ¿Querés un café? —Vine a verte porque pasó algo… y sí, quiero café. Adara sirvió dos tazas. —Estás loco, amigo… ¿Qué pasó? —Me di cuenta de que te vas en dos semanas. —Sí, eso ya lo sabíamos… —Es que sos mi mejor amiga, la única que me entiende… Adara giró su rostro divino y lo miró con sus ojos de agua. Rodeó su cuello con sus brazos de cálido mármol y lo besó en los labios, con una boca blanda e intensa. Franco sintió que lo rodeaba con sus alas. —Podemos aprovechar los días que nos quedan —susurró Adara. Cuando se despertó tenía miedo de encontrar un hueco a su lado. Pero Adara estaba allí. Las sábanas tapaban apenas su espalda y una rodi- Adriana Cogliandro ∕ 79 ADARA DE SAMOTRACIA lla perfecta asomaba entre los pliegues. Los rizos oscuros descansaban sobre la almohada y su rostro estaba expuesto a la penumbra. Adara volvió a París. Por correo electrónico, Franco le contó sobre su nueva carrera y Adara de su traslado a la sede de Lens. La comunicación se fue espaciando en el tiempo, hasta que sólo fueron algunas fotos. Franco seguía soñando con Adara. Cuando leyó el anuncio de la beca, se inscribió. París, 2014 Franco se instaló en la pensión y salió a la calle. Llegó al Louvre y se presentó en la Administración. Con su tarjeta de identificación empezó a recorrer el museo. Llegó hasta la escalera Daru. La Victoria alada de Samotracia parecía a punto de levantar vuelo. Se distrajo hacia un detalle de la túnica, que dejaba entrever la rodilla. Su vista recorrió el muslo, la cintura y el pecho adelantado hacia el mar. En su mente, la mujer estiró sus alas para contener el viento, mientras sus brazos se extendían, ofreciéndole sus largos dedos. Un rostro dulce lo miraba con ojos de agua. —Adara… —suspiró Franco. Se quedó con los ojos cerrados, esperando el abrazo, sólo un instante. Pasó días estudiando el transporte de la estatua y la instalación de los equipos. Hizo bosquejos. Estudió los volúmenes, el peso, el equilibrio. Terminaba su jornada sentándose cerca de la estatua. Cada día elegía un plano distinto. Se maravillaba con la elección de la pose y los detalles de la túnica. Encontraba indicios en la textura. Semanas después, trazaba líneas en la pantalla. Quería minimizar aberraciones. Los sensores captaban información y los equipos de decodificación trazaban las fajas que generaban la imagen de la estatua. El resultado no era lo que esperaba. Encontró que en la integración se ejecutaba una simplificación que aceleraba el proceso, pero adulteraba la sensación visual. Tenía que modificar el programa para que mejorara la reproducción de la consistencia y la textura. Si no lo hacía, la obra parecería hueca. 80 ∕ Relatos para una nueva era... 3D En realidad lo sería cuando se imprimiera en 3D, pero Franco no podía permitir que se perdiera la majestuosidad del mármol. Antes que la mano pudiera rozar la pieza, aunque fuera sólo plástico fundido, el ojo debía provocar la pregunta: “¿Cómo pudo un ser humano hacer esto?” Revisó por enésima vez los GK-maps. Algo estaba mal, pero no lograba encontrarlo. Se sentía frustrado. Cuando miró el reloj se dio cuenta de que la noche se había ido sin avisar. Se tendió en la cama, arropándose con una manta. La bruma del sueño llegó enseguida. Su cerebro reproducía las secuencias y revisaba los equipos. La figura aparecía en el máster. Exportaba los datos a la cámara holográfica y se generaba el modelo completo. Adara estaba allí, con su rostro perfecto, sus brazos extendidos y las alas desplegadas. Un perro fiel se enredaba en su pantorrilla derecha. La cadera tenía la cadencia del paso y oponía resistencia al viento. La túnica, cada pluma y cada rizo flameaban en las ráfagas. Los ojos de agua de Adara miraban al horizonte. Cuando quiso tocarla, la imagen se descompuso en miles de pixeles que caían como los cristales rotos de las ventanas del tiempo, golpeadas por el olvido. Cuando despertó, el sueño abrió paso al descubrimiento. Ya sabía qué había que corregir. Llamó al Dr. Lucien Lambert. Al día siguiente, Lambert estaba relajado y feliz de verlo. Le sirvió un café caliente y lo invitó a sentarse. Franco tenía urgencia por mostrarle los papeles con sus notas, pero con el café lo convenció. Le habló de secuencias, técnicas y materiales. Lambert siguió su razonamiento sin necesidad de ver los cálculos. Era un matemático brillante. Cuando terminaron el café, le dio unas órdenes a su secretaria. Después llamó al teléfono del Director para comentarle los descubrimientos de Franco. —Ahora, mi amigo, ¿cómo le está yendo con la mujer que buscaba?… —le preguntó recostándose de nuevo en el sillón. Franco recordó su primer encuentro. Lambert insistió: —Ya no podemos hacer otra cosa que esperar que consigan el dinero, así que vamos a revisar su segundo objetivo... —No pude encontrarla —dijo Franco. Adriana Cogliandro ∕ 81 ADARA DE SAMOTRACIA Lambert masculló algún insulto en francés y luego le dijo: —Usted está a punto de revolucionar una técnica que tiene derivaciones infinitas. Pronto va a ser una celebridad. ¡Es un maldito genio que acaba de salir de la botella! ¡No se dé por vencido! París, 2015 La restauración de la Victoria de Samotracia estaba terminada. Su imagen se formaba cada vez más fiel y los primeros intentos de impresión fueron exitosos. Sólo faltaba su reposición en la escalera Daru, donde quedaría expuesta nuevamente al mundo. Luego de la ceremonia, Lambert dio una pequeña conferencia de prensa. Expuso el objetivo del Programa de Catálogo: El Museo buscaba compartir sus obras de manera gratuita y universal, a través de su replicación. Presentó a Franco a los periodistas como el genio que había logrado que las estatuas reconstituidas por medio de los nuevos procedimientos 3D lucieran idénticas al original. A continuación, Franco explicó en términos sencillos que se había creado un nuevo material en el Laboratorio del Museo, basado en polvo de mármol y poliestireno de alto impacto, aditivado con resinas y éster de poliglicol, para lograr un efecto más realista en las texturas y pigmentos. Las reproducciones se harían con equipos de gran porte, similares a los aplicados en la construcción de viviendas. Se emplearía una técnica mixta, combinando aparatos de estereolitografía con nanobots, para dirigir la aplicación del láser ultravioleta. Eso mejoraría la solidificación y su acabado final, en un solo paso. La noticia provocó un revuelo excepcional. Al día siguiente habló con la oficina de Lens. Tomó el tren y llegó en dos horas. El jefe de la sección lo recibió y le contó la historia. —Adara partió hacia el Museo de la Acrópolis para la restauración de una estatua el año pasado. Desgraciadamente, su barco naufragó cerca de la isla de Samos. Las autoridades griegas confirmaron la muerte de los tripulantes y pasajeros… El hombre siguió hablando, pero Franco ya no escuchaba. Antes de salir le preguntó: 82 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —¿Qué pieza fue a restaurar? —“Niké atándose la sandalia”. Franco volvió a París. Se tendió en la cama envuelto en su manta. Mientras su boca recordaba la boca de Adara, se quedó dormido. En su sueño, Adara lo rodeaba con sus alas inmensas y cubría sus ojos con besos. Pero no era más que rutas en un sistema de coordenadas esféricas. Su piel aparecía al acariciarla. A medida que sus manos dejaban de recorrerla, se transformaba en la sustancia inmaterial de sus mapas K-V. Se despertó sobresaltado. Por la ventana pudo ver una embarcación en el Sena que dejaba detrás una estela de espuma diluyéndose en el agua negra. Adara se había ido para siempre. Nunca se supo qué fue de Franco, pero pocos días después, el río devolvió a la orilla los restos de un perro muerto. Alberto Torre Pérez ∕ 83 LA PISTOLA EL TIEMPO DE CRISTAL Eva García Fornet s (España) 84 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS El tiempo de cristal Un habitante del futuro reflexiona sobre su cesta de la compra repasando cómo era el mundo antes de que la humanidad tuviese que refugiarse bajo una burbuja que les protege de las llamaradas solares. En cada casa hay una impresora 3D donde la gente imprime lo que echa de menos del exterior. Este superviviente reflexiona sobre su infancia y sobre su vida en un mundo post-apocalíptico donde los habitantes del subsuelo viven una vida bohemia mientras que los del suelo rigen sus vidas de acuerdo a la tecnología. EL TIEMPO DE CRISTAL D Eva García Fornet ∕ 85 os manzanas. Un paquete de leche. Patatas (medio kilo). Un sobre de carne deshidratada. Un ramo de margaritas Es una lista de la compra racional, consecuente, en consonancia con mis necesidades vitamínicas de hoy. Lo justo. Ni más, ni menos. Aunque hay algo que me preocupa. Algo que ha estado arruinando mis noches de sueño estos días. Y es que mi salario semanal me obliga a prescindir de uno de los elementos de esta lista. Todavía no he decidido cuál. Tendré que poner en una balanza deseo y realidad, lo que echo de menos y lo que verdaderamente necesito. Actuar de manera racional y no egoísta. Mi camarada Jonas estaría burlándose de mí en estos momentos. Ayer mientras tomábamos café en el descanso me ofreció dulces de canela suecos siguiendo la receta del siglo pasado. No sé cómo se las apaña para conseguir azúcar y cardamomo tan fácilmente. Prefiero no preguntar. Preguntar conlleva que el otro se pregunte más cosas sobre ti en una suerte de torneo de tenis, el otro te pasa la pelota y pregunta para saber lo que escondes o muestras inconscientemente con tus interrogaciones. Aunque sé que Jonas no es de esos tipos que juzgan. Jonas es un bocazas, simpático pero derrochador, una de esas personas con una sonrisa permanente en la cara. También es un tipo elegante, siempre lleva algún detalle personal en el uniforme gris del Estado. Puede ser un pañuelo de seda o una rosa. Es fantástica la capacidad de Jonas para conseguir cosas difíciles. Sólo existe una floristería en esta parte de la ciudad burbuja. Las flores son escasas y caras, sin embargo él siempre tiene una flor natural en su ojal. Reconocerás a Jonas por su manera de vestirse y su sonrisa. Y sus poemas. Nadie escribe ya. Ese oficio de contar historias o describir momentos dejó de existir. No hay tiempo que perder en divagaciones. La vida en la burbuja exige concentración total y absoluta en cosas prácticas. Aunque Jonas dice que la poesía le ayuda a sonreír. Con su impresora 3D imprime ramos de flores, elegantes margaritas y gladiolos que regala a las secretarias del Ministerio de Consumo. 86 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Manzanas Dos. Desde que ocurrió la gran llamarada solar las manzanas escasean. Las únicas que se pueden conseguir vienen de los invernaderos del Estado, concretamente de los pocos árboles frutales que pudieron ser salvados e introducidos en la vida de la burbuja. Su sabor es insípido, como corresponde a una variedad genéticamente modificada. Lástima que su precio se doble casi cada mes. En abril cada manzana costaba cien tecnofichas, hoy cuesta doscientas. Aunque no voy a quejarme, en realidad puedo disfrutar al menos de una manzana a la semana con mi sueldo de funcionario estatal. Si echo de menos el color y la forma de las manzanas simplemente las imprimo con mi impresora 3D y las coloco en el cesto de la cocina. La impresora imita perfectamente las tonalidades verdes y rojas de las manzanas, casi parecen de verdad y uno tiene que controlar el deseo de darles un bocado. Cada hogar tiene a su disposición una impresora que imprime tridimensionalmente a escala pequeña las cosas que se echan de menos del exterior. En el pasado todo era distinto ya que podíamos coger las manzanas de los árboles. Recuerdo el calor pegajoso y pesado de los veranos en la casa de campo de mis abuelos. La tierra reseca de los surcos abiertos bajo el sol picante del mediodía. El sabor ligeramente ácido y salado de los tomates. El picor de la fruta en la punta de la lengua. Los juegos en la piscina con Laura, la vecina de mis abuelos. Laura dulce, alegre, solar como las naranjas. No sé si escapó de la gran llamarada solar. Nunca volví a verla. El sistema colapsó treinta años después. Se confiscaron la tierra, las empresas, los bancos y toda la población pasó a trabajar para el gobierno global. Unos años después del colapso económico nos refugiamos debajo de la gran burbuja protectora que nos protege de las llamaradas solares. Debido a mi perfil social el Ministerio de Recolocación decidió que encajaría en un trabajo burocrático. Así que mi oficio sería el de controlador de precios global. Recibí la formación adecuada para ello en la Universidad Práctica, la única universidad bajo la burbuja. En el subsuelo dicen que existe otra universidad secreta donde todavía se pueden estudiar reliquias como lenguas de la pre-llamarada, literatura o historia de las civilizaciones antiguas. Algún día quizás me anime a estudiar alguna asignatura inútil como arte, quizás en vacaciones y sin que nadie lo sepa puesto que esa actitud acarrearía sospechas. Por ahora todo mi trabajo EL TIEMPO DE CRISTAL Eva García Fornet ∕ 87 me absorbe. Me dedico a decidir el precio real de las cosas. No es una tarea fácil. Desde la caída del sistema crediticio se estableció por ley que las cosas debían costar lo que de verdad valían. Es una tarea muy especial y complicada la de calcular el valor real de un jarrón de cristal antiguo, una bicicleta o un libro. Entran en juego un montón de variables que no siempre podemos controlar. Suerte que la gente del departamento del Ministerio de Cálculo Real es muy profesional. El último problema fue decidir lo que debería costar una entrada de cine. Al final lo conseguimos en base a analizar científicamente el costo real de producir cada película y sumar el grado de expectación. Ese costo lo dividimos entre la población de la burbuja. A día de hoy ese método ha demostrado ser muy válido aunque es difícil calcular el grado de expectación o de deseo que la gente tiene sobre las cosas. Si hay beneficios en las ventas van a parar a las Organizaciones del Futuro donde se investiga sobre cómo construir un inmenso manto que proteja al planeta de las llamaradas y así poder repoblar el exterior. Con los beneficios también se construyó el Parque de los Almendros cuyas copas puedo ver desde la ventana del Ministerio de Cálculo. Es un parque con cascadas y orquídeas durante todas las estaciones del año. El invernadero alberga algunas variedades de plantas y árboles que pudieron ser salvadas de la gran catástrofe. Mi árbol favorito es un sicomoro. Sus ramas parece que lo abrazan a uno bajo el techo de cristal. Me gustaría quedarme dormido bajo él un día. Seguro que se sueñan sueños de rumor de hojas y de pájaros. Sueños de antes de la gran llamarada. Paquete de leche No puedo prescindir de la leche, del sabor a infancia que llena las papilas gustativas y relaja la mente. Es un recuerdo infantil de aquellos veranos cuando iba con mi abuelo a comprar leche fresca a la granja de los vecinos. Una vez en la granja llenábamos la cántara de leche y volvíamos a casa inventando canciones estúpidas. Hoy en día sólo se puede comprar leche estatal pasteurizada y vitaminada. Tenemos que obtener las vitaminas de los alimentos esenciales genéticamente modificados puesto que no podemos ver la luz del sol real. Imprimimos las píldoras que necesitamos con la impresora de salud 3D que analiza nuestra sangre cada día y en base al resultado imprime vitaminas con la cantidad adecuada para restaurar nuestras carencias. 88 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Las ciudades están cubiertas por la gran burbuja protectora. Toneladas de cristal irrompible a prueba de los rayos destructivos del sol se levantan sobre nuestras cabezas. La última gran llamarada fue en el 2070. Fuimos evacuados a la gran burbuja aunque mucha gente decidió quedarse a vivir bajo tierra después de la gran eyección solar. Decían que era más seguro pero también lo hicieron como rebeldía al sistema de control que se implantó. Personalmente nunca me ha gustado esa atmósfera húmeda y de luz de gas que existe en el mundo de abajo aunque tengo que reconocer que me atrae la vida que sus habitantes llevan, lejos de la eminente practicidad y racionalidad de los habitantes del suelo. Vivo bajo la burbuja donde somos eminentemente prácticos. Los bohemios siempre se han refugiado en la ciudad subterránea, al abrigo de los miles de túneles secretos, construyendo pueblos de piedra en las enormes cuevas de roca donde hay lagos naturales y crecen árboles, viviendo bajo una luz eléctrica constante. Han restaurado los búnkeres de las guerras pasadas y los transformaron en salas de música, jardines botánicos o talleres de pintura. Aquí en el suelo sólo tenemos centros de investigación y de desarrollo. Somos racionales y producimos. Aunque estemos más cerca del cielo que ellos, tenemos los pies en la tierra. Patatas Medio kilo. Suficiente para hoy. Sobraron algunas de la semana pasada. Las comeré en ensalada, como hacíamos los veranos en casa de los abuelos. Patatas recién recolectadas y puestas en montones bajo el manzano. Llenas de tierra. Lavadas y cocinadas por mi abuela, que se movía siempre con manos ágiles y nerviosas por la cocina. Ella mandaba en la casa y llenaba todo de olores a especias, a café, a pan recién hecho que te despertaba los domingos por la mañana. Nada que ver con el olor leve a metal mezclado con aromas artificiales que hay en la ciudad bajo la burbuja y que respiro diariamente. Al menos lograron crear la ilusión de viento. El aire antes era filtrado y siempre había la misma temperatura. Eso demostró ser una solución excelente para el cultivo de vegetales en los invernaderos del Estado. El problema es que algunas personas empezaron a enloquecer y comenzó una epidemia de suicidios. Tras cinco años de investigaciones se dieron cuenta de que la gente y los animales echaban de menos las estaciones del año. Los ingenieros crearon la ilusión EL TIEMPO DE CRISTAL Eva García Fornet ∕ 89 climática temporal y fabricaron un tiempo meteorológicamente perfecto. Nieva siempre en Nochebuena. En primavera hay lluvias y temperaturas suaves. En verano puedes disfrutar siempre de un sol espléndido mientras te bañas en cualquiera de las innumerables piscinas estatales de diversión ciudadana. El tiempo es decidido en asambleas de meteorólogos y psicólogos. Así se han reducido los suicidios y los animales tienen mejor salud. Nadie te estropeará un día de piscina, cosa que sí sucedía cuando era niño. Estabas bañándote en la playa y de repente una tormenta echaba a perder todas las planificaciones. Había un componente de sorpresa al planear las excursiones pero también de decepción. La meteorología nunca te decepcionará ahora puesto que se ha convertido en una ciencia exacta y cada ciudadano puede rellenar un formulario de solicitud para pedir una mejora de tiempo por cualquier situación excepcional como una boda o unas vacaciones. Lo próximo será reducir la sensación de enclaustramiento recreando la sensación de horizonte en la burbuja de cristal. Los científicos ya están trabajando en ello. Un sobre de carne deshidratada Casi nunca como carne, pero es algo normal para todos desde la gran catástrofe global. Las farmacias proporcionan la cantidad adecuada de proteínas en polvo que cada uno necesita acorde a su peso. Esta carne deshidratada recuerda un poco al sabor de la verdadera carne. Según las instrucciones hay que ponerla en agua cinco minutos antes de freírla en aceite de compensación proteínico. Las especias ya están incluidas. Nada nos falta. Por gracia del Estado. Amén. Creemos en la ciencia y en la tecnología. Las que nos salvaron de la catástrofe. Somos independientes de Dios. Dios no nos salvó cuando la gran llamarada nos fue enviada. Fuimos nosotros los que nos salvamos. Mi padre todavía mantenía algunas creencias antiguas, rezaba a veces y leía la biblia. A mi madre le fue fácil deshacerse de esos pensamientos. Desde que la gran economía crediticia cayó y la epidemia de suicidios se llevó por delante a su hermana, ella dejó de creer en todo. Recuerdo una pobreza insultante hasta que se decidió centralizar las decisiones económicas y racionarlo todo. Luego el sol se despertó y empezó a lanzar llamaradas enormes que destruyeron parte del planeta. Los científicos construyeron a toda prisa la gran burbuja y todos los supervivientes nos mudamos bajo su manto protector. 90 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Margaritas Seguramente no podré comprarlas y tendré que imprimirlas con la impresora 3D. No me convence el color amarillo plastificado que la impresora consigue pero es algo que necesito en mi mesa del trabajo. Me recuerda a lo que ya no existe. Me recuerda a lo de afuera. A cuando se podía pasear en el mundo exterior. A correr por las veredas del verano, al vestido favorito de Claudia, azul con dibujos de margaritas. Claudia, mi mujer, muerta en la gran llamarada solar. Ella no quería refugiarse en el mundo de la burbuja. Me llamó cinco minutos antes de la gran catástrofe para decirme que me quería pero que no podía traicionar sus ideales, que nunca se acostumbraría a vivir enclaustrada. Prefería morir antes que vivir en una jaula de cristal. Nunca tuvimos hijos. Lo cual agradezco. En el mundo debajo del techo de cristal existe la política de control de natalidad. No tenemos suficiente comida ni recursos para todos. Ahora mismo miro el retrato en 3D que imprimí de Claudia teniendo como muestra una fotografía antigua. Le miro los labios rosados, el tono castaño rojizo de sus cabellos, sus ojos de color almendra. Por las noches antes de irme a dormir le beso los labios y si me concentro puedo sentir que el plástico se transforma en piel suave, en calor humano, incluso puedo oler el aroma floral que era cualidad inherente de Claudia. Echo de menos tanto la vida de antes, la echo tanto de menos a ella. Pero el mundo exterior es inhabitable. Todavía no hay oxígeno suficiente como para que la gente pueda vivir ahí afuera y el sol nos destruiría si pusiéramos un pie en el exterior. Algún día supongo que podremos salir, visitar los antiguos lugares que queden, como los cimientos de la casa de nuestra infancia, las tumbas de nuestros abuelos, las veredas del verano como una cicatriz antigua en la tierra. Ir a ver las ruinas de mi casa, si es que queda algo. Me dijeron que todavía queda en pie la biblioteca del pueblo de mi infancia. Dicen que hay días de viento en los que se ven libros salir volando del techo resquebrajado, cientos de hojas de papel confundiéndose con los remolinos de arena y subiendo hasta el cielo ardiente, entrando en combustión como fuegos artificiales. Alberto Torre Pérez ∕ 91 LA PISTOLA DESDE LA OTRA ORILLA DEL NILO Vicente Barba Colmenero s (España) 92 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Desde la otra orilla del Nilo Egipto es el marco de esta historia y un escáner 3D el instrumento que permite al protagonista, un arqueólogo, hacer un descubrimiento histórico al examinar con esta tecnología el rostro de una famosa momia. ‘Desde la otra orilla del Nilo’ es un relato que reúne todos los ingredientes para agradar a los amantes del mundo egipcio, pero también a los de la literatura por sus toques de humor, su estilo ágil y más que ameno. DESDE LA OTRA ORILLA DEL NILO F Vicente Barba Colmenero ∕ 93 ebrero. 6.30 h, amanece en Asuán. Subí la escalera saltando los escalones de dos en dos, esquivando las jalabiyas sin preocuparme si propiciaba un empujón a alguien con la mochila que llevaba a la espalda. Llegaba tarde, muy tarde. Esta vez el barco que me había traído desde la otra orilla del Nilo salió con retraso. En este país todo es tranquilo, tranquilo, o suaya suaya, como dicen ellos. Cuando llegué a la última escalera me di cuenta de que era el primero en subir del embarcadero; sin mirar atrás, eché a andar a paso ligero. Aunque los almacenes arqueológicos del Museo Nubio estaban relativamente lejos desde ese lugar, la mayor parte de los días me gustaba ir a pie por la Kornish, contemplando el despertar lento de la orilla del Nilo. Pero hoy llegaba tarde. Tenía el corazón acelerado, había pasado mala noche, inquieto y nervioso quizás por la responsabilidad a la que me iba a enfrentar, tanto tiempo esperando este día y encima llegaba tarde. Aceleré el paso, miré el reloj, las 6.40, necesito un taxi, pensé. Alcé la mano y de inmediato paró un Peugeot 504 blanco de mediados de los 70. Abrí la puerta y me colé en los asientos traseros. Era uno de esos taxis con los sillones de escay marrón oscuro, con agujeros por los que se escapaba la espuma, un coche que podríamos considerar familiar, con plazas hasta en el maletero. El salpicadero tenía moqueta de pelo largo y luces de colorines por el parabrisas. —Sabah al-jir —le dije haciendo uso del poco árabe que sabía al conductor, un muchacho de veinte y pocos años. —Sabah an-Nur —que viene a decir buen día para ti también, aunque su significado literal es “luz de la mañana para ti también”, me respondió. —Voy al museo Nubio, por favor, te doy 10 libras —le dije en inglés. El muchacho hizo un gesto afirmativo con la cabeza y aceleró. Esta vez no tenía ganas de regatear el precio del trayecto, me resulta agotador tener 94 ∕ Relatos para una nueva era... 3D que hacerlo siempre. Sabía que con 10 libras no habría discusión alguna, era un viaje corto de unos 10 minutos en coche y pensándolo bien 10 libras egipcias equivalen a 1 euro y poco. De haberme visto Helena, me hubiera gritado: —¡Tú eres tonto, tienes que regatear! Te puedes ahorrar 2 ó 3 libras porque les gusta que se regatee, es su forma de entender el valor de la vida. Para ellos el valor del dinero es tan relativo que algunas veces esos billetes usados con la cara de Tutankamón se convierten en simples papeles de un juego de mesa. Miré el reloj, las 6,54 y aún no habíamos llegado al Museo Nubio. Me esperaban desde hacía casi media hora. —¡Qué desastre!—, dije en voz alta. El taxista aceleró, parecía haberme entendido o quizás había visto a través del retrovisor mi cara de preocupación. Bordeamos a toda velocidad la Catedral Copta y después el coche comenzó a subir una cuesta. Por fin lo vi a lo lejos. Era un museo relativamente joven, inaugurado en 2007, de granito gris y con un discurso museográfico moderno. 7,05. El Peugeot blanco paró en la puerta del museo y le di las 10 libras al taxista mientras me colocaba la mochila a la espalda. Crucé el recinto del museo y al aproximarme al control saqué mi acreditación y se la mostré al guardia de la puerta. Ya me conocía, pese a lo cual me hizo una señal para que abriera la mochila y le mostrara por tercera vez esa semana el aparato que portaba: un escáner 3D. —Ok —contestó. Se agachó, sacó un blog de notas en el que anotó algo y me hizo un gesto autorizándome a pasar. Tuve que rodear el edificio principal de la colección permanente y la sala de exposiciones temporales, tras la que se abría un largo pasillo que parecía no tener fin. Aceleré el paso y al final de la galería pude ver esperándome a Khalil. Su figura era inconfundible: medía 1,90, era Nubio y tenía la tez tan negra que a media luz era imposible distinguir sus facciones. Siempre estaba sonriendo, una sonrisa enorme. Vestía con jalabiya blanca larga hasta el suelo. Impecable, sin una arruga. Solía llevar un largo foulard también blanco que en ocasiones se ponía en la cabeza a modo de turbante. Llevaba siempre un bastón, una vara muy fina que no apoyaba en el suelo, con empuñadura de plata y forma de cabeza de animal, que le otorgaba un aire de elegancia y distinción. DESDE LA OTRA ORILLA DEL NILO Vicente Barba Colmenero ∕ 95 —Khalil, lo siento, llego tarde —le dije en inglés acercándome con cara de preocupación. Me tendió la mano para saludarme agachando levemente la cabeza en señal de reverencia. —Sabah al-jir Pablo, no se preocupe. Tranquilo, hoy es un día importante —dijo en un perfecto español—. Hoy debe disfrutar de cada segundo con calma, suaya, suaya, como nos gusta decir aquí —me echó el brazo por el hombro y me condujo hacia una de las puertas laterales del pasillo, que estaba entreabierta. Khalil era un hombre apuesto, tendría unos 40 años y se notaba que la vida lo había tratado relativamente bien. Estudió en la universidad de El Cairo y ahora era el encargado del almacén arqueológico del Museo Nubio. Lo conocía desde hacía 3 años, desde que empezó mi aventura en Asuán. Fue mi primer contacto con el Museo. Era el mejor conocedor de todos los entresijos y recovecos administrativos, y gracias a su paciencia hoy estaba aquí. —Doctor Pablo, está todo preparado para que se sienta cómodo. Sabe que desde que se rompa el precinto hasta que se vuelva a colocar no puede abandonar la sala y nadie puede entrar a ayudarle. ¿Ha traído precintos? —Sí, tengo todo lo que necesito. Gracias Khalil por todo lo que has hecho estos últimos años. Sin tus gestiones hubiera sido imposible —le contesté. Tres largos años habían pasado de trámites y gestiones burocráticas. Incluso el embajador español había tenido que cenar en una ocasión con el ministro de Antigüedades Egipcias. El Proyecto Sarenput gozaba de gran prestigio. Desde hacía 15 años más de 20 expertos españoles de varias universidades investigaban los distintos yacimientos de Asuán. Su director, Gaspard, era una eminencia en Egiptología y su prestigio se había incrementado en los últimos años gracias al descubrimiento de la tumba intacta del gobernador Sarenput I, que fue el príncipe de la antigua Asuán durante el reinado de Sesostris I. Hacía tres años que Gaspard me había llamado para formar parte del proyecto. Era la primera vez que colaboraba en una excavación en Egipto, pero no dudé ni un segundo cuando me lo propuso, porque excavar esos yacimientos había sido uno de mis sueños infantiles. —Dada tu formación me interesas mucho como investigador en el Proyecto Sarenput. Que seas arqueólogo y estés doctorado en Antropo- 96 ∕ Relatos para una nueva era... 3D logía juega mucho a tu favor, igual que el hecho de que trabajes en una empresa de virtualización en 3D del patrimonio —me dijo Gaspard por teléfono un 15 de junio. —Pero yo no tengo ni idea de Egiptología —le confesé—. Lo más lejos que he excavado ha sido en Valencia. —Tú no te preocupes, que egiptólogos ya estamos muchos. Tu objetivo en el proyecto será el escaneo 3D de las momias. Me interesa que a través de un software de reconstrucción facial seas capaz de enseñarnos cómo eran los rostros de aquellas personas que vivían en el antiguo Egipto hace miles de años. ¿Te apuntas? 7,20 h. Khalil me condujo hacia una habitación del almacén del Servicio de Antigüedades. Una puerta blanca de metal con un cartel sobre el dintel escrito en árabe. Sacó una llave de seguridad de su jalabiya y entramos. Aquella sala parecía una morgue, toda alicatada de blanco, con una mesa de metal en el centro. Había cajas alargadas y estrechas de madera apiladas en un lateral; las identifiqué rápidamente ya que tenían dibujado el logo del Proyecto Sarenput y estaban cerradas con los precintos oficiales de la excavación. —Todas estas cajas contienen las momias excavadas en la cámara de Sarenput —dijo Khalil. —Solo tengo autorización para la apertura de la que tiene el número talata talatín —le dije en árabe. Aquel número, el 33, había estado resonando en mi cabeza toda la noche como si de la canción pegadiza del verano se tratara. —Sí, Pablo, es la momia de Sarenput I, el príncipe del Reino de Kush. Esta es la talata talatín —dijo agachándose sobre una de las cajas. Entre los dos la cogimos; pesaba poco y la depositamos en la mesa metálica con sumo cuidado. Me descolgué la mochila y saqué de su interior todos los materiales, incluida la bolsa negra de tela aterciopelada que contenía el escáner. —Mira qué maravilla, Khalil —saqué aquel pequeño aparato de la bolsa y se lo mostré—. Esto es tecnología de última generación, escanea en tiempo real cualquier cosa. Se compone de una cámara infrarroja y un proyector de luz —le expliqué señalando hacia los distintos dispositivos del aparato—. Cuando se proyecta la trama de infrarrojos sobre un objeto adquiere su forma, la cámara captura esa deformación y calcula su DESDE LA OTRA ORILLA DEL NILO Vicente Barba Colmenero ∕ 97 volumen. Puede escanear a una distancia de medio metro y alcanza una resolución de 30 micras. —Nunca hubiera llegado a pensar que un aparato tan pequeño fuera capaz de hacer eso que dice. Doctor Pablo, es usted un gran profesional, pero sobre todo es usted una buena persona. ¡Que Dios lo ilumine en su camino¡ —me dijo sonriendo. Salió de la sala y cerró con llave. Me quedé solo en aquella sala blanca, sin ventanas, cargada de polvo. Corté el precinto y con un pequeño cincel desencajé cuidadosamente la tapa de madera; la retiré apoyándola en el suelo y fui quitando los costados de la caja, que conformaban una estructura rígida, un gran puzzle de tablas encajadas perfectamente. Después de un rato conseguí tener la momia completa de Sarenput I delante de mí, acostada en aquella mesa metálica. —Hola amigo, otra vez nos volvemos a encontrar —dije apoyando las manos sobre la mesa y acercándome a la momia. Estaba envuelta en capas y capas de lino desde hacía miles de años. Había revisado cientos de fotografías durante los meses precedentes y dispuesto un plan perfecto para este momento. Primero cortaría las vendas a la altura de los hombros, para despejar la zona próxima del cuello. Luego, con sumo cuidado, tendría que cortar las vendas de la zona occipital de la cabeza y de esa manera podría despejar casi por completo el cráneo. La idea era que una vez finalizado el escaneo del cráneo, se pudiera reponer el vendaje de la momia a su estado original con la menor manipulación posible. Pese a ello, era necesario cortar y romper vendas que serían imposibles restablecer. Comencé la operación sin titubear, lo había ensayado cientos de veces mentalmente. Saqué el bisturí, las tijeras y comencé. Las primeras vendas fueron retirándose perfectamente, como lo había calculado, ninguna se deshilachó. Conforme retiraba las distintas capas de vendas el lino adquiría una tonalidad más oscura, como si estuviera teñido. Me encajé en varias ocasiones la mascarilla bien a la nariz ya que conforme quitaba vendas el olor se intensificaba. Las momias, aunque hayan pasado miles de años, aún desprenden olor. Un olor que me recordaba a una intensa oscuridad, a un hondo pozo vacío y seco. Las últimas capas estaban más adheridas al cráneo, totalmente pegadas a los restos de piel. Esta parte de 98 ∕ Relatos para una nueva era... 3D la operación era la más complicada. Retiré las vendas de la cara sin cortar los restos que quedaban de piel y músculo. Tras retirar las últimas vendas, ante mí apareció un rostro amable, con la boca entreabierta y los ojos cerrados. La nariz estaba fragmentada y las sienes estaban profundamente marcadas. Una pequeña cabeza acartonada que veía la luz después de 4200 años. Parecía sonreírme. —¡No puede ser! —dije en voz alta y conteniendo la respiración—. ¿Cómo es posible? —volví a decir en alto. Automáticamente me dirigí hacia los trozos de caja y busqué la etiqueta que contenía los datos del inventario. No cabía duda, era la 33, la momia de Sarenput I. No había error posible, desde su aparición hacía tres años nadie había manipulado esta caja. Me acerqué de nuevo al rostro y empecé a analizarlo. Haciendo un repaso rápido de mis conocimientos en antropología forense comprobé que el hueso mandibular era redondeado, apenas tenía marcada la creta temporal, el reborde supraorbitario era muy agudo, una frente alta y redondeada y un cráneo pequeño… No había dudas, aquella cara era de una mujer. —¡Pero no podía ser! —me decía una y otra vez. El ataúd está perfectamente estudiado, los jeroglíficos de su cámara mortuoria nos cuentan su vida, con quién se casó, quiénes fueron sus descendientes, cómo llegó al trono… Se habían escrito miles de páginas sobre su vida, motivo de varias tesis doctorales. Gaspard, el mejor conocedor de Sarenput, tenía escritos cientos de artículos, tres libros y conocía todo su árbol genealógico familiar. Me invadió una mezcla de desilusión y satisfacción. Estaba ante la momia de Sarenput y era una mujer, una gobernadora, una princesa o una impostora. Cogí el escáner y comencé a trabajar. Nadie me creería, sin esa prueba sería imposible que alguien me tomara en serio. Conforme escaneaba aquel rostro de cuero, ennegrecido por la acción del natrón durante el proceso de momificación, más oscuro lo veía todo. Una angustia recorrió todo mi cuerpo, me faltaba la respiración, me quité la mascarilla. ¿Estaba dispuesto a tirar por tierra tantos estudios? Estaba claro que este descubrimiento cambiaría el curso de la historia… ¿Sería el final del proyecto Sarenput? DESDE LA OTRA ORILLA DEL NILO Vicente Barba Colmenero ∕ 99 13,45 h. Acabé el trabajo, repuse todo el vendaje de aquella mujer joven de unos 30 años. Con sumo cuidado repuse todos los tablones de la caja y la precinté. Al rato, mientras guardaba todas mis herramientas en la mochila, se abrió la puerta. Khalil apareció sonriente con su vara en la mano. —¿Tamam Pablo? —me saludó tendiéndome la mano. —Tamam, mia mia —le contesté en su idioma diciéndole que todo había ido muy bien. Necesitaba un poco de aire, aquel lugar estaba tan cargado que se hacía difícil respirar. Ya en la calle pude alzar la cabeza, contemplar el cielo azul, sin nubes, y respirar con normalidad. Mi mayor éxito era el haber reconocido en aquel rostro de 4200 años de antigüedad a una mujer, pero también mi mayor fracaso. Podría decir que estaba tan desfigurada o mal conservada que fue imposible su escaneo, o incluso que las condiciones de luz no eran buenas y el resultado había sido nulo. Me llevaría el secreto a la tumba, la momia quedaría guardada y precintada para siempre. Pero si contaba la verdad, las investigaciones sobre Sarenput darían un vuelco, se debería reformular todo lo escrito, se revisarían las teorías y la historia del antiguo Egipto cambiaría totalmente. ¿La comunidad científica internacional nos tomaría en serio? Noté que el peso de mi mochila se hacía cada vez más aplastante. Cuando llegué al embarcadero eran las 17,35 h., noche cerrada. Había estado errando de aquí para allá sin rumbo fijo durante horas. Mi cabeza no había parado de dar vueltas a aquel rostro de mujer. Bajé las escaleras poco a poco hacia el barco colectivo. La verdad es que no tenía ninguna intención de subirme, al menos inmediatamente. Bajaba un par de escalones y paraba, seguía bajando y respiraba hondo. Me senté en un escalón y esperé al siguiente barco. 18,15 h. Arrancó el barco y rápidamente estábamos en medio del Nilo. La brisa se había convertido en un frío que calaba hasta los huesos y tuve que sacar una sudadera de mi mochila y ponérmela. Los barcos taxi que cruzan continuamente el Nilo son pequeños, de metal, abiertos y con asientos que bordean la cubierta. Las mujeres se sientan en una zona reservada para ellas sin mezclarse con los hombres. Desde el otro extremo del barco, una chica me miró. Iba tapada prácticamente entera de negro, como acostumbran a ir las mujeres para no llamar mucho la atención, con el nicab y las manos con guantes también 100 ∕ Relatos para una nueva era... 3D negros. Pero sus ojos me miraron y creo que me sonrió. Sin mediar palabra supo que algo me angustiaba, y al mirarla a los ojos comprendí que la realidad es muy distinta desde el otro lado del velo: desde aquella ventanita se percibe un mundo completamente diferente, hecho a la medida de cada cual. Al desembarcar se me resquebrajó le mente y comprendí que algo había cambiado, mi percepción de las cosas no era la misma. Desde la otra orilla, el mundo se percibe de manera diferente. Aquel viaje que había repetido tantas veces por el Nilo, esta vez me había llevado por una nueva senda. Aceleré el paso hacia la casa, tenía ganas de llegar. 18.45 h. Abrí la puerta metálica de la casa. El ruido de chapa crujiendo alertó a todos mis compañeros. Contuve la respiración y me adentré hacia el patio. Gaspard se acercó rápidamente y detrás el resto del equipo. —¡Hombre, por fin¡ Ya nos tenías preocupados a todos —dijo con semblante serio. En su cara se adivinaba una mezcla de expectación y preocupación. Me quité la mochila y la deposité con sumo cuidado en el suelo de arena del patio. Me desprendí de aquel peso como quien corta el tallo de un diente de león para soplar pidiendo un deseo. —Tu cara dice que necesitas una cerveza —me dijo Gaspard echándome la mano por el hombro y acompañándome al porche. No abrí la boca; tomé asiento en un sofá estampado con tonos azules y morados. Gaspard me dio un botellín de cerveza bien frío. Todos se sentaron expectantes en torno a la mesa. —Bueno Pablo, nos tienes en ascuas, cuéntanos —me dijo Gaspard con cierto nerviosismo. Desde la otra orilla del Nilo, respiré profundo, sonreí, visualicé los ojos de aquella muchacha del barco y tomé un trago de cerveza. Alberto Torre Pérez ∕ 101 LA PISTOLA LA MERCANCÍA Edgard Pallauta Quinzacara s (Chile) 102 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La mercancía El comisario Diego Ferrara y el detective Derek Ortiz deberán encontrar al responsable por el intento de homicidio de una joven desconocida que permanece en el hospital al borde la muerte y cuya vida se sostiene apenas por obra de la tecnología. La verdad se encontrará más allá de la frontera. LA MERCANCÍA “ Edgar Pallauta Quinzacara ∕ 103 N o concibo un futuro donde el hombre pueda ser reproducido como un mueble. Es aberrante; es estúpido, y cada vez que lo escucho me parece más estúpido que la vez anterior. Somos sentimientos, recuerdos, cicatrices. Eso… es un ser humano”. Parte 1 El informe del día de los hechos consignaba un viejo Opel Manta estrellado contra un árbol seco que sirvió de perfecto combustible para que las llamas lo consumieran por completo. A diez metros del lugar, en una zanja de un par de metros, se encontró el cuerpo de una joven aún sin identificar, caucásica, de veintitrés años máximo, que fue trasladada al hospital en estado agonizante. La perito forense Teresa Córdoba escaneó el lugar con una luz fosforescente que generaba en una pantalla portátil el terreno digitalizado con los detalles del relieve: se apreciaban las líneas de arrastre de la chica, desde el auto hasta la zanja, pero al borde del desnivel había una pequeña depresión circular de unos veinte centímetros de diámetro. —Es la parte de un rostro humano —reveló el fiscal Caravantes al comisario Diego Ferrara en ese mismo lugar—: masculino. En la imagen digital se podía distinguir una mejilla, una oreja y cabello. —Sea quien haya sido —dijo el fiscal—, tomó a la joven en este lugar, pero tropezó y se golpeó la cara en el suelo; volvió a levantarse y la arrojó a la zanja. El trabajo del comisario y Derek Ortiz, su detective de confianza, sería descubrir quién era ese sujeto. Se advirtió a los hospitales y consultorios de urgencia, se estaban empadronando los lugares habitados más cercanos, se revisarían las cámaras de seguridad y se consultarían los antece- 104 ∕ Relatos para una nueva era... 3D dentes del auto. En tanto, Teresa Córdoba se comprometió a refinar los detalles del escáner para obtener una identificación más precisa de aquel rostro impreso en el suelo. En el hospital el estado de la chica era penoso. Tenía la cara hinchada por hematomas y cortes profundos, llena de vendajes, y de su cuerpo salían mangueras que se conectaban a varios aparatos; había una estructura sobre su cuerpo de la cual emanaba un conducto metálico que se conectaba con su cuello. Los cuidados estaban a cargo del doctor Malebrán, y fue él mismo quien les informó a Ferrara y Ortiz del sorpresivo hallazgo: herida corta penetrante a la altura del tórax, no atribuible al impacto. Se envió un escáner de la lesión al laboratorio para precisar el tipo de arma blanca. —Estaban discutiendo y él la apuñala —especuló Ortiz hablándole a Ferrara en el pasillo junto a la habitación—. Luego pierde el control y se produce el accidente. —Esa herida en particular podría ser un poco más antigua que las causadas por el impacto del auto —le advirtió el doctor—. Tal vez un par de horas antes. —La apuñaló en la ciudad y luego fue a deshacerse del cuerpo —se aventuró a decir el comisario con esa nueva información. —Y el sospechoso pensó que podría ocultar el crimen si la chica se quemaba allí adentro —agregó Ortiz—. Estrelló el auto y le prendió fuego. —¿Agresión sexual? —mencionó de súbito el comisario, mirando al doctor. —Negativo. La pérdida de sangre impedía una operación y se presentaba además una dificultad respiratoria aguda. Pero era en este punto donde intervenía cierta clase de prodigio: aquel tubo que se conectaba al cuello de la joven se encargaba de construir en su interior una tablilla en tres dimensiones alrededor de la tráquea para evitar que se bloqueara. El siguiente paso era crear un espacio para permitirle a sus pulmones expandirse con normalidad, a través de un soporte hecho también a medida. Todas las partes se imprimían con policaprolactona, un material biodegradable que terminaría absorbido por el cuerpo dentro de un año de forma natural. LA MERCANCÍA Edgar Pallauta Quinzacara ∕ 105 —Sorprendente —soltó Ortiz, bastante impresionado. Luego tuvo una idea—. ¿Cree que algún día puedan reproducir a un ser humano con ese material? —La tecnología no tiene límites, detective —dijo el doctor. —Qué estupidez —soltó de pronto el comisario Ferrara, con la mirada pensativa. —¿Perdón? —Dije que es una estupidez —repitió molesto. El doctor lo miró por un instante, tratando de interpretar aquella agresividad. Cuando lo comprendió finalmente, esbozó una sonrisa amistosa. —Bueno, sólo estamos especulando. Lo importante es que esta tecnología trabaja para salvarle la vida a la joven. Ferrara se quedó con esa mirada extraña, pero acto seguido se despidió del doctor asintiendo con la cabeza y se alejó raudo por el pasillo. Ortiz se quedó un instante allí y abogó por su colega. —Ha estado así todo el último año. —Ya lo sé. Parte 2 En los días subsiguientes todas las diligencias para dar con el sospechoso resultaron infructuosas. Sus huellas dactilares seguían pendientes de identificación. Finalmente, fue un detalle en uno de los accesorios de la víctima lo que logró concretar un avance en la investigación: la pulsera que la joven portaba consigo ese día tenía una pequeña imagen grabada, una santa con un manto negro, y las iniciales “N.S.D.A.” —“Nuestra Señora De Altagracia” —confirmó Ortiz—. Santa protectora de la República Dominicana. Se enviaría la información a la embajada dominicana y al departamento de extranjería y, además, se tomaría contacto con la colonia residente. Se reconstruyó una fotografía del rostro de la joven en base al escáner que también se le tomó en el sitio del suceso. En el laboratorio forense, Teresa Córdoba había logrado determinar el tipo de arma blanca que lesionó a la víctima en el pecho: en la imagen digital de la herida se percibía claramente el contorno de una hoja metá- 106 ∕ Relatos para una nueva era... 3D lica que coincidía con un cuchillo táctico de forma clásica, pero el grosor de la hoja y su alta capacidad de corte hacían pensar que se trataba de un modelo original y costoso. En cuanto al rostro masculino hallado en el lugar de los hechos, con el diez por ciento existente, duplicado simétricamente en una imagen tridimensional, se trazó un contorno completo del cráneo en franja horizontal, y las proporciones se compararon con el registro de razas: “Mulato africano”, de veinte a treinta años de edad. La información hizo que el comisario solicitara al fiscal Caravantes vigilancia policial para la chica como medida de protección. —Es un presentimiento —le dijo Ferrara, en tono serio—. El agresor ya debe estar enterado de que fracasó en su intento de homicidio; sabe que aún no la han identificado y sabe que ella va a hablar tan pronto pueda hacerlo. —Es un crimen pasional, Ferrara —le dijo el fiscal, poco convencido—. El tipo todavía debe estar corriendo lleno de susto como el cobarde que es. Así que olvídalo. La insistencia del comisario resultó inútil, y sus temores no se disiparon, así que él mismo se hizo cargo de la custodia. Fue al tercer día que detectó la presencia de un extraño en la habitación. Un sujeto afroamericano, joven, alto, estaba de pie junto a la camilla de la chica, con el rostro cubierto con una bufanda y un gorro. El comisario, temiendo lo peor, entró de inmediato sacando su arma, pero el otro sujeto reaccionó primero y le arrojó un soporte para recipientes por la cabeza que lanzó a Ferrara hacia atrás, golpeando y derribando una bandeja con frascos y utensilios. El joven corrió por el pasillo hasta la salida y el comisario, a duras penas y con una herida en la cabeza, lo siguió hasta la calle. Logró identificar un toyota yaris rojo acelerando, y lo alcanzó con su auto a unas cuadras del hospital, aunque la persecución duró poco; el toyota tomó ventaja gracias a la imprudencia de su conductor, que atravesó un restaurant pasando por encima del mobiliario y dos meseros hasta la otra calle, asegurando su escape y dejando al comisario resignado a verlo desaparecer. El fiscal Caravantes trató de excusarse con el comisario, pero Ferrara y Ortiz tenían la mente puesta en el siguiente paso. Minutos antes, la perito forense Teresa Córdoba les había comunicado lo que ya sospecha- LA MERCANCÍA Edgar Pallauta Quinzacara ∕ 107 ban: no hubo reconocimiento positivo de la chica en la base de datos del registro nacional de huellas dactilares. —Es una inmigrante ilegal —le comunicó el comisario al fiscal. —¿Qué tal si enviamos la información a la embajada para que cotejen ellos en su país? —dijo Ortiz, sintiendo que debían hallar una pronta solución a un problema que se les estaba yendo de las manos. —Podría tardar meses —dijo el fiscal. El comisario Ferrara permaneció en silencio por un buen rato. Sabía que la joven no pudo llegar al país por sus propios medios; o arribó con su familia, esa que nunca apareció preguntando por ella ante las autoridades, o llegó en solitario. En cualquier caso, lo hizo internada por aquellos que hacen de la trata de personas un negocio. Parte 3 Se había dictado una ley de amnistía para extranjeros indocumentados hace un par de años; como la chica no se había acogido al perdón ni regularizado sus papeles, el comisario supuso que llevaba poco tiempo en el país o incluso podría haberse encontrado bajo el poder de la misma red que se encargó de ingresarla al país. Solicitó información de estos grupos, pero Caravantes, sabiendo que estaba en deuda por el episodio de la negativa a la medida de protección, tampoco estaba dispuesto a arriesgar el trabajo encubierto de policías que trabajaban incluso por años antes de desbaratar una de aquellas organizaciones ilícitas. —No puedo darle la información que pide, pero —agregó a modo de compensación—, tampoco le voy a impedir que siga investigando, si es que lo hace con cautela. Con aquel delincuente en alerta, debían actuar rápido y encontrarlo de una vez por todas. Aquel toyota yaris también tenía orden por robo, así que Ortiz se encargó de recabar cualquier antecedente que involucrara a afroamericanos en delitos similares. Los resultados fueron negativos, pero uno de los policías del cuartel conocía a un sujeto de quien se sospechaba participación activa en la compra y desarme de autos robados. Era probable que conociera al hombre que Ferrara y Ortiz estaban buscando. El sujeto del taller sufrió los embates de los policías por algunos minutos antes de hablar. 108 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —Walter Sánchez —reveló Ferrara en la oficina del fiscal—. Dominicano nacionalizado chileno con varias condenas por hurto y robo y varias absoluciones por falta de pruebas. Ronda por uno de los prostíbulos del sector de Padre Valverde. Si no hay investigaciones en curso por trata de personas o tráfico de migrantes en ese lugar podemos entrar con toda la caballería. La tragedia se desató aquella noche en que la policía asaltó el prostíbulo de Padre Valverde después que se confirmó la presencia del sospechoso en el lugar. El comisario había sentido un frío estremecimiento cuando contempló aquel edificio de mala muerte. Acaso era el lugar donde había ido a parar aquella chica. Lo cierto es que Walter Sánchez ofreció resistencia armada al verse rodeado, y como lo hacen las ratas, logró escabullirse del lugar por atajos que sólo él conocía. Pero Ortiz, más joven y rápido, reaccionó mejor que Ferrara y no lo perdió de vista. Lo siguió por un par de cuadras hasta dar con un oscuro callejón sin salida. Los segundos en que lo perdió de vista fueron suficientes para que su verdugo le pusiera una bala por la espalda que lo hizo escupir sangre; se mantuvo de pie y alcanzó a voltear para ver el rostro de su asesino y luego cayó muerto al recibir otra bala en la cabeza. Aún nervioso, Walter Sánchez quiso asegurarse y rematarlo en el suelo, pero Ferrara ya estaba allí y le vació todo el cargador en el cuerpo. Parte 4 El funeral del detective Ortiz se desarrolló con solemnidad en una fría tarde de invierno. El informe del laboratorio forense que confirmaba la concordancia en un noventa y ocho por ciento entre Walter Sánchez y el rostro hallado en el sitio del suceso se agregó al expediente de forma rutinaria. En cuanto al prostíbulo allanado, había cuatro extranjeras indocumentadas que reconocieron el rostro de la chica del hospital, aunque ninguna conocía su nombre, pues la habían sacado del lugar el mismo día que llegó. El comisario Ferrara no parecía satisfecho. En el informe preliminar se sugería que la chica fue internada ilegalmente bajo el engaño de un trabajo bien remunerado, y una vez en el país, se le encerró y se le obligó a prostituirse. Ante su negativa y decisión de denunciar los hechos a la LA MERCANCÍA Edgar Pallauta Quinzacara ∕ 109 policía, poniendo en riesgo el negocio de la organización de Walter Sánchez, éste decidió sacarse el problema de encima, asesinando a la joven y haciéndola desaparecer dentro de un auto en llamas como si se tratara de un accidente. Algo no encajaba en todo aquello. Walter Sánchez era un pobre diablo, un proxeneta drogadicto capaz de prostituir a sus propios hijos a cambio de una jalada de pasta base de la peor calidad; estaba claro que era el eslabón más miserable en esa cadena de tráfico de personas que sería investigada a fondo en los próximos meses. Y había otro detalle: según le habían informado a Ferrara y a Ortiz en el laboratorio forense, el arma blanca que se utilizó para intentar asesinar a la chica era de cierto valor, algo poco entendible tratándose de Walter Sánchez, al que sólo se le encontró aquel revólver viejo que usó para matar al detective, de tal forma que Ferrara se fue convenciendo de que ese sujeto sólo se encargó de deshacerse de un cuerpo que había sido apuñalado por otra persona, la dueña del cuchillo. El comisario averiguó que el grupo de Sánchez tenía cierta organización que subía de nivel y que se conectaba con personas que operaban en la frontera norte del país; había gente que se encargaba del transporte y otra que concretaba los negocios. El fiscal Caravantes le advirtió a Ferrara que existía una investigación en curso; una larga investigación. Pero el comisario ya había tomado una decisión. Parte 5 Más allá de la frontera, de vez en cuando un coyote solitario tenía la mala fortuna de cruzarse en el camino de una de esas bandas que internaban indocumentados a Chile por uno de los tantos pasos no habilitados. La organización del peruano Jorge Tavárez no se hacía problemas y los lanzaba a una fosa en medio del desierto. Su despacho se ocultaba detrás de una falsa posada ubicada al costado de la carretera internacional. —¿Otro más? —dijo desde su escritorio a uno de los peones que llegó con la información. —Dice que regresaba a Chile y aprovechó la ocasión para pasar a un par de ecuatorianos a cambio de un poco de plata —le informó su peón. 110 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Los cuatro peones de Tavárez entraron a su despacho con el ingenuo coyote: su vestimenta informal estaba llena de tierra; lo habían golpeado y tenía sangre seca en la cabeza y el rostro. Caminaba con algo de dificultad pero se mantenía en pie. Era Ferrara. —Es un negocio difícil, mi amigo —le explicó Tavárez—. Una de mis funciones es mantener andando la empresa, y para eso tengo que ir sacando las piedras del camino. ¿Sabe a dónde voy con todo esto? —¿Por qué no se va a la mierda? —dijo Ferrara con indiferencia, ganándose un golpe en el estómago de uno de los peones que lo hizo caer de rodillas y seguir tosiendo sangre. Tavárez rió de buena gana. Tal vez aquel coyote ya auguraba su final. —Tengo la solución perfecta para sujetos como usted, amigo —dijo con cinismo. Acto seguido, abrió el cajón de su escritorio y sacó un cuchillo táctico de lujo, hoja gruesa de unos quince centímetros de largo, extremadamente filoso, al parecer, tal como lo describió la perito forense. —Lindo cuchillo —comentó Ferrara con algo de dificultad—. Apuesto a que todavía tiene la sangre de la chica dominicana. Tavárez tuvo un momento de desconcierto, pero al contemplar la mirada de Ferrara lo asaltó una súbita preocupación. Aquel sujeto no era un coyote. El peruano, olvidándose del cuchillo, actuó con presteza y lanzó su mano al cajón del escritorio para levantar su pistola. Pero Ferrara tampoco estaba desarmado. Nueve disparos consecutivos remecieron aquel apacible desierto. Los trabajadores de la falsa posada del frente sólo atinaron a huir del lugar en dirección al norte. Pasaron dos minutos y se abrió la puerta del despacho. A paso endeble, herido y sangrante, Jorge Tavárez caminó hasta su camioneta y con penosa calma logró sentarse frente al volante, sólo para descubrir, con horrorosa desesperación, que no tenía las llaves en su poder. Pero Ferrara ya le había dado alcance. Después de haberse dado el tiempo para tomar el cuchillo de Tavárez, llegó hasta el costado de la camioneta y, desde allí, asestó una puñalada certera en el pecho del empresario. —Es justicia poética —dijo Ferrara, cuando Tavárez aún estaba consciente. Luego el peruano bajó la cabeza y dio una exhalación final. LA MERCANCÍA Edgar Pallauta Quinzacara ∕ 111 Ferrara empujó la camioneta apoyado en el marco de la ventana y la condujo hasta dejarla caer de costado en una zanja de mediana profundidad. Al caminar por el lado la última bala de su pistola golpeó en el motor que comenzó a incendiarse rápidamente. Una hora después el comisario cruzaba la frontera de regreso a Chile. Pasaron unos días y la joven dominicana en el hospital fue sacada de cuidados intensivos. Su cuerpo respondió bien a la reconstrucción interna de costillas y tórax. Se imprimieron los huesos faltantes de la cara y sus dientes. A estas alturas ya respiraba con normalidad y todos se mostraban bastante confiados en una recuperación casi completa, incluyendo el comisario Ferrara, que estaría junto a la joven, al costado de su camilla, esperando que recobrara la conciencia para, finalmente, conocer su nombre y dejar de repetir en su mente el de aquella hija que ya no estaba. 112 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 113 LA PISTOLA LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN DE RUDOLF Julio C. del Bosque s (España) 114 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La última exposición de Rudolf Rudolf Manson es un famoso escultor que ha perdido mucha notoriedad, con algún problema económico y muchos problemas de ego. El director de un importante museo le ofrece la posibilidad de hacer una retrospectiva de su carrera con una campaña publicitaria, pero cuando van a diseñar la exposición se encuentra con una sorpresa: la exposición está patrocinada por una empresa de impresoras 3D que quiere imprimir reproducciones de sus esculturas en vivo, para promocionar su tecnología. El ego de Rudolf es demasiado grande para aceptar compartir espacio, pero..., ¿qué pasará si rechaza el ofrecimiento? LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN DE RUDOLF R Julio C. del Bosque ∕ 115 udolf Manson miraba fijamente la pared del comedor. De pie, con los brazos cruzados y un gesto severo en el rostro, sentía una opresión en el pecho que ya le era familiar. Sobre el vacío blanco que era la pared aún se veían las marcas que dejó el Picasso al descolgarlo el mes pasado. Lo había comprado hacía lustros, tras su primera exposición en el Pompidou. Al venderlo había asumido que no pasaba por un buen momento económico, pero no era eso lo que le dolía. No, lo que le dolía de verdad era deshacerse de un símbolo. El Picasso le recordaba que había sido el mejor. El Pompidou, el MOMA, la Tate, todos se habían rendido a sus esculturas. Le habían otorgado no sólo adulación, sino también prestigio, fama y dinero. El cetro y la corona eran suyos. De aquellos años sólo quedaban las cuentas en Suiza. Suficiente para vivir el resto de sus días, muy justas para mantener su casa en la zona noble de Barcelona. La melancolía de su gesto tenía un matiz de esperanza esa mañana. Se esforzaba en controlar la emoción, pero la pared estaba menos vacía. No podía evitar acelerarse al pensar en la llamada. El MACBA. Una exposición sobre su carrera. Una campaña centrada en su imagen. En Barcelona, que se había convertido en un escaparate mundial. No era el MOMA, pero los astros se empezaban a alinear ante sus ojos. Casi podía volver a sentir el calor de los focos. Como si se hubiera despertado de golpe, giró súbitamente y se dirigió a la puerta. Cogió una americana blanca, la única chaqueta que colgaba en el perchero de la entrada. Desenterró las llaves del coche del caos que era su recibidor, cogió un portafolios negro lleno de fotos y documentos, y salió al jardín. Le gustaba sentir el sol en la cara al ver aparecer, mientras las puertas del garaje se elevaban, su Porsche Carrera blanco descapotable. Era un pequeño placer que saboreaba a cámara lenta. Justo después, desde hacía algunos meses, discutía consigo mismo tras el volante. A medio camino entre la esquizofrenia y la bipolaridad, pensaba que había 116 ∕ Relatos para una nueva era... 3D llevado un ritmo de vida excesivo. No. Era el ritmo que merecía, se equivocaba la sociedad analfabeta, que giraba los focos al fútbol o la tele. Los placeres de la pobreza eclipsaban a la cultura y daban dinero a paletos que no sabían hacer la O con un canuto. La ofensa era enorme. Pero claro, él tampoco entendía la cultura popular y no sabía qué hacer para acercarse. Algo de culpa tenía. O igual la tenía toda. Maldita cabeza, igual debía visitar un psicólogo. Volvió en sí. Decidió que para ir al centro no cogería el coche. Hoy estaba especialmente disperso y ya había tenido algún accidente con anterioridad. Llamaría a un taxi. Taxi que le dejó en plaza Catalunya. Caminó hasta el MACBA y fue directo a la sala de reuniones. El director del museo charlaba con un tipo trajeado. Encima de la mesa había una especie de microondas enorme que contenía una reproducción del David de Miguel Ángel en yeso. Al lado del microondas, una reproducción de la Pedrera en plástico y de la catedral de Reims, en dos materiales diferentes. Debían estar acabando la reunión anterior, pero para su sorpresa, le invitaron a entrar. —¡Rudolf, viejo amigo! Por favor, pasa. Tenemos una propuesta que te va a encantar. —Y yo una respuesta que os va a decepcionar. —¡Ja! Siempre te has tomado muy a pecho tu fama de divo arisco. Suerte que te conocí cuando aún te podíamos llamar Rodolfo. Déjame que te presente al mayor responsable de Alchemist, una importante empresa que fabrica y comercializa impresoras 3D. —O sea que ese microondas gigante es una impresora, y los figurines... —Sus impresos. Muy perspicaz señor Manson. Puede llamarme Paul. —Si es que necesito llamarte, claro está... —Por favor, soy consciente que usted no me necesita a mí ni a mi compañía. Aun así, me gustaría que escuchase nuestra propuesta. Se trata de una exposición conjunta. —Sospecho que eso es imposible. Mi arte y sus mecanismos no deben compartir espacio. —Déjeme que le explique, señor Manson. Hoy en día el uso de la impresión 3D está muy limitado, aunque tecnológicamente hemos hecho un trabajo impresionante. Se ha conseguido gran impacto en el mundo de la medicina. Replicamos prótesis y órganos. Hay comunidades que com- LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN DE RUDOLF Julio C. del Bosque ∕ 117 parten diseños de impresión para objetos comunes, a pequeña escala. Pero en Alchemist queremos ir más allá: llevar la producción de las fábricas a los hogares, respetando los derechos de autor. Y el primer paso... —... seguro que no tiene nada que ver ni con el arte ni con mi exposición. Y ese primer paso nos está haciendo perder el tiempo al responsable de este museo y a mí. —No voy a entrar en detalles de nuestro proyecto. Seguro que acaba por apreciarlo, créame. Queremos que todo el mundo vea cómo funciona la impresión 3D, acercarles la técnica y sus resultados. Colocaríamos al lado de sus obras impresoras que replicarían las esculturas a tamaño inferior, para que el público juegue con las impresiones. —Caaaarrrles, dile al robot sin alma que no me ofenda. Mi arte no se puede reproducir. —Rudolf, no te precipites. Reflexiona sobre el tema. Tómate tu tiempo. —Estás loco —los ojos de Rudolf empezaban a abrirse demasiado. Su mente abandonaba la sala de reuniones. Visualizaba su pared llena con la ausencia de su Picasso. —No estoy loco Rudolf. Estos señores van a hacer una donación muy fuerte al museo. Se convertirán en mecenas de honor con un compromiso a cinco años. —Señor Manson. Permítame insistirle en que soy un gran admirador de su obra. Estamos interesados no sólo en financiar al museo, nos gustaría que aceptase nuestro mecenazgo. —Rudolf, piénsalo. —¿Y si no acepto? —Nos veríamos en la tesitura de posponer sine die la retrospectiva de tu obra. Rudolf cerró los ojos e inspiró profundamente el silencio de la sala. Veía su Porsche avanzando hacia un acantilado. Veía las paredes del pasillo vacías. Y veía un cartel que decía “En Venta” en la valla de su casa de Pedralbes. Se estaba acalorando. Estos estúpidos no iban a entrar en razón. Su cara empezaba a enrojecerse. Lo notaba. Intentó contenerse. Lo intentó de veras. —¡Y una mierda! ¡Estos mequetrefes no hacen arte! ¡Envían ceros y unos a un microondas! Mira Carles —dijo mientras tiraba el portafolios 118 ∕ Relatos para una nueva era... 3D sobre la mesa y se esparcían las fotos y documentos que contenía—. He llamado uno a uno a todos los propietarios de esta selección —dijo señalando a bulto a las fotos—. Tendrás obras por las que llorarían los directores del MOMA o la Tate. Ahora no puedes hacerme esto. ¡No puedes! —Rudolf, por favor, piénsalo. La propuesta te ha cogido de sorpresa, pero si reflexionas verás que tu obra llegará a un público más amplio. Piensa en la repercusión mediática. La figura del director del MACBA se desdoblaba a los ojos de Rudolf. Su cara era el resultado de la superposición de dos imágenes que se separaban y se juntaban, como si estuvieran unidas por un muelle oscilante. Empezó a recoger aceleradamente los documentos del portafolios. Arrugaba cada foto al cogerla. La respiración se entrecortaba. Tenía que salir de allí. —Imbécil... vendrán unos don nadie, se fijarán en unos trastos técnicos, ignorarán mi obra y escupirán en el prestigio de tu museo. Se giró, abrió la puerta y salió andando tan rápido como pudo. Tenía mucho calor. Recorrió tambaleándose el pasillo, de un blanco tan futurista como difuminado. Se quitó la americana mientras bajaba al hall principal. Al fondo, justo al lado de la puerta, pudo distinguir dos bultos difuminados que danzaban alrededor de un tótem luminoso. Según se acercaba fue percibiendo más claramente que se trataba de dos jóvenes embutidos en sus monos grises de Alchemist, con rayas azules a los costados en formas futuristas. Acababan de montar una pantalla gigante. Desaceleró el paso. Avanzó hacia la pantalla hipnotizado, sin más motivo que la atracción de su brillantez. De pie, con la espalda encorvada y los hombros caídos por el peso de sus brazos, se quedó boquiabierto mirando el foco de luz, mientras jadeaba con intensidad. Se desabrochó dos botones de la elegante camisa de lino verdoso, de cuello mao. Tragó saliva. Un guitarrista en la tele. Bien, un artista. Podría relajarse escuchando un buen solo. Pero... el guitarrista… en realidad... ¿explicaba cómo descargar unos planos? ¿Qué estaba haciendo ese barbudo sacado de Woodstock? —En nuestros cursos de iniciación no necesitarán una gran inversión. Con la matrícula tendrán acceso al modelo Alchemist para imprimir en cualquier copistería una Fender básica ¡con un coste inferior a 30 euros! En niveles superiores, recomendamos que adquieran un instrum... LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN DE RUDOLF Julio C. del Bosque ∕ 119 Mardlzita jimprezz... No podía hablar. Estaba muy tenso. Se le trababa la lengua. Cerró los ojos. Tuvo la sensación de ir dentro de su Porsche descapotable, que ya estaba cayendo por un precipicio hacia el mar. Se estaba mareando. Cualquier energúmeno sin oficio ni cultura iba a poder construir cualquier cosa. Necesitaba aire. Salió a la plaza trastabillándose. Se acercó a dos hombres maduros que miraban inquietos su cámara de fotos. Estaba rota. Se acercó a ellos. —Se ha roto el soporte. —Tengo el modelo 3D en el móvil. Déjame que busque en google la copistería más cercana y en 10 minutos podemos volver a nuestra sesión. Se sintió extremadamente débil. Miró al cielo. Las nubes también podían imprimirse, seguro. Cerró los ojos. Vio un niño en una feria, en un puesto de algodones de azúcar. Se acercó. El niño no compraba golosinas a un feriante, imprimía nubes rosas y las lanzaba al cielo para formar su propio atardecer. Centró su atención en el niño. Seguía haciendo figuras con azúcar, pero esta vez compactas, azucarillos geométricamente imposibles: símbolos de infinito, anillas de azúcar encadenadas,... se sintió un grano que recorría una estructura geométrica hasta depositarse en un aro. Abrió los ojos. En algún lugar, alguien imprimía un azucarillo con forma de Fender Esquire, la clásica guitarra eléctrica que llevaba Bruce Springsteen colgada en la portada del Born to Run. Una no, se estaban imprimiendo cientos de dulces guitarras eléctricas. Era él uno de los azucarillos y los fotógrafos de la plaza lo cogían para disolverlo en una taza de café. Seguidamente vio al director del museo en una copistería pública, imprimiendo con pose indiferente una copia con relieve 3D de su Picasso. Y justo detrás, un hombre encorbatado hacía cola para imprimir un cartel donde se leía “Se Vende”. En un breve contacto con un mundo ajeno, tuvo la noción de dos fotógrafos preguntándole algo. Y de repente no vio nada. —Parece que despierta. —Nada del riñón. No conviene que recaiga, mucha suerte ha tenido. Los dos fotógrafos hablando de un riñón, seguro que lo habían imprimido. Abrió los ojos. No estaba en la plaza, estaba en una cama. En la habitación de un hospital. Había sufrido un ictus cerebeloso. La rápida intervención médica minimizó las consecuencias. A los dos días de despertar ya hablaba con normalidad y era capaz de moverse. Eso sí, tenía problemas de coordinación y perdía el equili- 120 ∕ Relatos para una nueva era... 3D brio con facilidad. Nada muy grave, pero tendría que ir a rehabilitación. Aún en el hospital, recibió una carta de Alchemist. “...Nada más lejos de nuestra intención ofenderle. Nuestra voluntad es apoyar su arte promocionando y apoyando econ...”. Asqueado, tiró la carta a la papelera. Justo después, llegó su único hijo. Había encontrado a través de internet una buena solución para su rehabilitación: un equipo de especialistas había diseñado una terapia de coordinación y equilibrio basada en el trabajo de arcilla y yeso. Parecía hecha a medida para él. El primer día llegó tarde a la clase. Abrió la puerta como quien entra a un almacén vacío. Se quedó de pie, absorto, observando el aula. Estaba compuesta por seis mesas grupales con capacidad para cuatro personas y el escritorio del terapeuta, donde había un televisor antiguo y una escultura de yeso con un acabado perfecto. En el resto de mesas había imitaciones muy burdas de esa primera escultura. También había personas, que parecían haber interrumpido lo que estaban haciendo para observarle a él. Claro, no todos los días tienen delante a una estrella. No se atrevían a pedirle un autógrafo o una foto. De hecho, parecían molestos por algo. Al cabo de un minuto preguntó al terapeuta cuál era su mesa de trabajo, y sólo mientras le indicaba que él no podía compartir zona de trabajo con cualquiera, reparó en el terapeuta. —Gregorio Buenavista. Dando clases de escultura. Qué incongruencia. —Yo también me alegro de verle. ¿Ve aquella mesa con un espacio libre? Por favor, ocupe el lugar central, se sentirá arropado. Sus compañeros le ayudarán a ponerse al día. Seguro que tenía cosas más importantes que hacer hoy que cuidar de su salud. —Qué monos. Está claro que todo lo han aprendido de su maestro. Mueven las manos como un chamán invocando a su dios. Está claro que la escultura es lo de menos. —Buenos días, Mr. Manson. Bienvenido a la terapia de coordinación y equilibrio. Mover las manos es lo que importa y la escultura es lo de menos. —Pfff... En fin... Nunca se tomó en serio lo que hacía, Gregorio. Por eso está aquí haciendo aeróbic en lugar de exponer en el MOMA. Dígame con qué trozo de yeso bailo y haré algo más productivo que seguir su coreografía. Me alegro de haber contribuido a su expulsión, encaja mucho mejor en el aeróbic que en el mundo del arte. LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN DE RUDOLF Julio C. del Bosque ∕ 121 —Siga la clase y cállese. Se sentó. Miró la figura a replicar. Sus formas eran complejas, sin duda Gregorio había mejorado su técnica. Hasta el punto que no se sentía capaz de copiarla. Así que la cogió de base y a partir de esa idea hizo una escultura diferente. Cuando acabó, se levantó y se fue, esbozando una sonrisa. No había conseguido replicar la figura, pero notaba que los brazos le respondían mejor, y su resultado transmitía más que el original. Se levantó y se dirigió hacia la puerta. —Me tendrá aquí las próximas dos semanas. El terapeuta respondía algo que Rudolf no escuchaba mientras se iba. Durante la primera semana se repitió la misma secuencia de actos. Rudolf llegaba tarde, intercambiaba hachazos verbales con Gregorio, miraba la escultura del día y realizaba una versión libre. Al final de la primera semana, los progresos físicos de Rudolf eran evidentes, hasta el punto de pensar que no necesitaba más clases. Reflexionando, se propuso llegar el lunes antes a clase. Así podría charlar con Gregorio para felicitarle por su mejora y darle ideas. Se planteó hacerle de mentor. Llegó al centro una hora antes de la sesión. Su entrada no fue del todo como esperaba. Había imaginado un lugar en paz y armonía donde el silencio reinaba, a la espera que pacientes y familiares inundasen el edificio con sus problemas y sus nimiedades. Nada más lejos de la realidad. El edificio era un hervidero de gente llevando materiales arriba y abajo. Un ruido horrible se intensificaba mientras se acercaba al despacho de Gregorio. De repente, el ruido cesó para alivio del universo entero. Abrió la puerta del despacho. Su ex-alumno estaba retirando una nueva figura de formas imposibles de una impresora 3D. Se quedó sorprendido, boquiabierto y pensativo. —Pase, Sr. Manson. Parece consternado. Debo reconocérselo, tenían ustedes razón. No tengo mucha habilidad para la escultura. Pero he superado mi relativa torpeza manual. He estudiado los conceptos de impresión 3D para... —Para hacer esculturas igual de inexpresivas pero mejor acabadas. Está claro que no se entera de una mierda. Su problema nunca fueron los acabados. Su problema sigue siendo que su obra no le llega a nadie. Mire 122 ∕ Relatos para una nueva era... 3D el resultado de estos dos días. He cogido cada uno de sus trabajos y en media hora y a mano los he mejorado. Incluso convaleciente. —Por eso hace años que no expone en ningún sitio. ¿Sabe? Este fin de semana voy a presentar estas obras que usted desprecia a un concurso de impresiones 3D. Van a hacer una exposición en el MACBA. —Usted no tiene ninguna gracia como escultor, nadie va a hacer una exposición del chico de las fotocopias 3D. —Pues parece que sí. Sus días están ac... —y decía algo mientras Rudolf daba un portazo y se paraba en seco al otro lado de la puerta. Rudolf quedó pensativo. Comenzó a andar tranquilamente. Iba a haber una exposición. Bien. Iba a haber impresoras 3D. Vale. Eso, a estas alturas, era incontestable. Lo que estaba en juego en esos momentos era si las esculturas a exhibir iban a ser las suyas o las de unos mindundis sin talento. Desde esa reflexión, no había duda posible. Pero no bajo cualquier premisa. La máquina no podía replicarle. Él debía usar la máquina a su antojo. Eso le sonaba. Los años ochenta. Los sintetizadores. Depeche Mode. Pet Shop Boys. No copiaron. Usaron la máquina e hicieron música. SU música. Cerró los ojos. Vio una Venus de Milo. De metacrilato. Podría translucir formas. En el pecho, por ejemplo. Una reja metálica. Sí, en forma de corazón. ¿Qué más? Sí, del órgano salían piezas. Diferentes tonos ocres. Podían ser ejes. Y engranajes. Una metáfora de esqueleto. Una composición que se le antojaba imposible de moldear o montar. Pero que ahora sabía cómo conseguir. El Picasso estaba en la pared del comedor. Llegó a casa. Llamó al MACBA. Preguntó por el director. —Carles, llama a los alquimistas. Quiero una lista de materiales en los que pueda imprimir. Haré una revisión de mi obra. Expondréis mis esculturas en parejas: la original junto a una nueva versión expresivamente futurista. ¿Mañana? Perfecto. Alberto Torre Pérez ∕ 123 LA PISTOLA APSARA Juan Carlos Santillán Villalobos s (Perú) 124 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Apsara Una expedición científica viaja al desierto de la India para registrar un hallazgo arqueológico: un templo subterráneo excavado en la roca y ornamentado con ricos relieves. El asistente del jefe de la expedición —un joven indio estudiante de posgrado— queda prendado de una de las ninfas representadas en los relieves: una “apsara” que, como el resto del templo se intenta escanear en 3D para conservarlo. Pero el templo guarda sorpresas inesperadas… APSARA Juan Carlos Santillán Villalobos ∕ 125 1 I ndia. Noroeste del vasto y exótico subcontinente. Un paraje desértico, castigado por el sol inclemente. Un grupo bastante variopinto, compuesto por arqueólogos, arquitectos, técnicos informáticos y guías experimentados, realiza un levantamiento detallado de las ruinas de una imponente estructura arquitectónica hasta hace poco desconocida. Se trata de un templo subterráneo excavado en la roca, que estuvo sepultado bajo la arena del desierto durante siglos. El objetivo es conseguir un modelo en tres dimensiones del edificio, mediante escáneres láser que registran casi cada milímetro de cada una de sus superficies. Un trabajo minucioso y un tanto arriesgado, que preservará la información en el caso de que el original se perdiera. Una posibilidad no muy remota, considerando el riesgo real que corre el edificio de que esto ocurra, tras el fuerte terremoto que azotó Nepal y el norte de la India hace sólo unos días, y que estuvo a punto de poner en riesgo a la expedición, a causa del temor a los subsecuentes deslizamientos y las inminentes réplicas. Pero decidieron seguir. El jefe de la expedición es un escocés pelirrojo, de cejas pobladas y espesa barba entrecana. Lleva siempre guayabera blanca y lentes de montura gruesa caídos hasta la mitad de la nariz, de manera que habla mirando sobre ellos. Es muy alto, corpulento, y posee una voz estentórea, evidentemente habituada a mandar. Entre sus subordinados, se halla un muchacho indio, el único integrante local de la expedición, estudiante de posgrado, de baja estatura, contextura magra, piel aceitunada y cabello muy lacio cayéndole sobre los ojos almendrados de mirada brillante. Al doctor Bruce McDormand, o “Big Mac” —así lo llaman todos— le cae muy bien ese chico. Es reservado, de pocas palabras, pero muy inteligente. Le augura un gran futuro profesional. Geoffrey Tagore, o “Little Curry” —así llaman al muchacho—, es la mano derecha de McDormand. Juntos hacen un contraste bastante 126 ∕ Relatos para una nueva era... 3D cómico al verlos caminando entre los restos arqueológicos, seguidos por el desnutrido perro vagabundo que siempre los acompaña—el doctor a grandes zancadas, el muchacho dando graciosos saltitos, intentando mantener el paso, el can moviendo alegremente la cola—, pero resulta evidente que se entienden a la perfección. 2 Hoy el equipo ha hallado una nueva entrada al templo. Considerando los indicios hallados, se puede asumir que brinda acceso a una cámara más profusamente ornamentada que las anteriormente descubiertas. Es todo un acontecimiento, el equipo entero bulle de excitación. McDormand y Tagore son, como cabía esperar, los orgullosos descubridores y los primeros en ingresar, alumbrándose con la débil luz que emite la lámpara en potencia baja, sobrecogidos de emoción, como dos niños. Sólo al llegar a la amplia cámara, el doctor pone el aparato en su máxima potencia. El espectáculo que estalla ante sus ojos los deja estupefactos. —¡Mira, Geoffrey, mira esos relieves! —¡Impresionantes, doctor, fantásticos! —¡Fantásticos, sí, me has quitado las palabras de la boca! ¡Parecen salidos de una fantasía! Las paredes de la cámara muestran relieves dedicados a las diversas encarnaciones de Visnú, la deidad hindú, representadas en hornacinas ricamente trabajadas. Entre éstas, como ocurre entre los paños de la Capilla Sixtina que muestran pasajes bíblicos enmarcados entre columnas con efigies de sibilas, se aprecian acá unas bellas mujeres en actitudes muy sensuales. Son las ninfas del hinduismo: las apsaras. Estas voluptuosas mujeres, ataviadas apenas con diminutos taparrabos y largos collares de varias vueltas, muestran anatomías perfectas, piernas torneadas, amplias y acogedoras caderas, estrechas cinturas y turgentes pechos generosos, casi esféricos en su exuberancia. —¡Eh, Geoffrey! El escocés ve al muchacho paralizado ante uno de los relieves, perfectamente quieto, con los brazos caídos, mirando absorto hacia el frente. Lo único que no hace pensar en él como una estatua es ese sudor perlado APSARA Juan Carlos Santillán Villalobos ∕ 127 brillando suspendido en el hirsuto bozo que sombrea su labio superior. El doctor sigue la mirada de su asistente. Sonríe. La apsara. Es la más bella de todas. Su rostro es más delicado, su cuerpo es más armonioso, sus formas mejor torneadas. Su postura es también la más llamativa: tiene la pierna izquierda levantada, ligeramente flexionada, con la mirada fija en algún punto más allá de su pie descalzo. Parece, además, despojarse de un brazalete y ofrecérselo con coquetería a algún afortunado mortal. —¿Te has enamorado de una apsara, Geoffrey? —Ya ha ocurrido, doctor, y no terminó mal, creo. —Urvashí. Eso es mitología, muchacho, aquí estamos para hacer historia. Sigamos adelante, ya están aquí los escáneres. —Sí, doctor, lo sigo. Antes de que el muchacho dé el primer paso, ya la ráfaga del escáner láser ha sido disparada. La imagen de Tagore ha sido registrada para la posteridad como un fiel adorador postrado a los pies de la ninfa. 3 Los técnicos informáticos, tras levantar la información de campo, la procesan en las computadoras instaladas en una de las cámaras del propio edificio, donde reciben la asesoría de los profesionales especializados, arqueólogos y arquitectos. Junto con McDormand, Tagore deberá dar el visto bueno a la maqueta virtual resultante. Trabaja estrechamente con uno de los técnicos, que le describe las enormes posibilidades que permitiría el proyecto. —Si quisiéramos, podríamos construir un modelo a escala del conjunto, y sería absolutamente fidedigno. Lo haríamos con una impresora 3d como la que está ahí. —¿Podrían construirlo en escala real? —¿Y para qué querrían algo tan grande? —Por razones museográficas, obviamente. O si ocurriese la terrible eventualidad de que el original se perdiera, como estuvo a punto de ocurrir. 128 ∕ Relatos para una nueva era... 3D —Claro. Pues eso ya sería muy complicado. No tenemos los dispositivos apropiados para un trabajo de tal envergadura. Se podrían construir, claro, pero no sé si resultaría rentable. —Una parte sí podrían construirla. —Sí, claro, una no muy grande, y elaborada con piezas que posteriormente se ensamblarían. —Una estatua, por ejemplo. —Por ejemplo. ¿Quieres ver una muestra? —Por supuesto, sería muy interesante. —¿Qué te gustaría que modeláramos? El muchacho observa en la pantalla la imagen de la apsara. Fija su atención en sus bellas manos, sensuales y delicadas, que ofrecen obsequiosamente la joya. No duda en su elección. —Ese brazalete. La copia resulta ser verdaderamente fidedigna. La impresora 3d ha recreado a la perfección la joya, aunque en una versión monocroma, que le recuerda vagamente la cerámica en frío. El original es de color arcilla, claro. La sostiene entre sus manos, embelesado. El técnico sonríe. —Te lo puedes quedar, si lo deseas. —Te lo agradezco mucho. Sólo lleva puestos el brazalete y un bóxer cuando decide volver durante la noche, mientras todos duermen. Hace un calor infernal. Busca el archivo que le interesa y lo abre. Selecciona la sección específica. La ve en tres dimensiones, con la textura de la arcilla obtenida de las fotografías aplicada a su superficie. Se ve casi real. Cuando se acerca, se encuentra con que su propia imagen ha sido perfectamente borrada. Eso ya se lo esperaba, claro, no pretendía que lo incluyesen en el modelo virtual, a los pies de la apsara. Lo que no esperaba era que la imagen de la propia apsara también hubiese desaparecido. En su lugar sólo está la hornacina vacía. Su estupor es indescriptible. Pero aumenta aun más cuando aparta la vista de la pantalla. Y ve a la apsara de pie frente a él. APSARA Juan Carlos Santillán Villalobos ∕ 129 4 Tagore camina lentamente. En medio de la oscuridad casi absoluta, se guía por los brillos dorados que se bambolean voluptuosamente delante de él a cada paso de la apsara. Se detienen a los pies de la hornacina vacía. —¿Cómo... Cómo es que saliste de ahí? La apsara no contesta. En realidad, no ha dicho nada en todo el camino. —¿Te atrapó el escáner, fue eso, pudo ocurrir eso? ¿Cómo te materializaste después, entonces, alguien te ayudó? ¿Cómo es que no eres monocroma? ¿Por qué saliste de ahí? En ese punto, la apsara voltea, dando un grácil giro sobre las puntas de sus pies, y mira fijamente al muchacho a los ojos. —¿Yo? ¿Yo tengo algo que ver? A mí me capturó el escáner también, pero me borraron luego. A mí no tuvieron que modelarme, yo siempre he existido. Yo... Yo soy real. La apsara extiende hacia él sus manos. Una de sus muñecas lleva puesto un hermoso brazalete; la otra va desnuda. El muchacho ve el brazalete en la suya. Se despoja de él y lo ofrece a la apsara. Ella lo ve y corresponde quitándose todas sus demás joyas, hasta quedar cubierta únicamente por el diminuto taparrabos. Sus pechos son bellísimos. Tagore no lo piensa dos veces antes de despojarse del bóxer. La apsara, como él esperaba, corresponde despojándose del taparrabos, de manera que ambos quedan completamente desnudos en medio de la oscuridad. Ella coge su mano y lo conduce a la hornacina vacía. Él se deja llevar. 5 Cuando el doctor McDormand llega al pie de la hornacina, ve a Tagore. Han estado buscándolo toda la mañana, desde que alguien dijo haberlo visto pasada la medianoche caminando como sonámbulo hacia la cámara donde se encuentra el equipo técnico. Asumieron que estaría trabajando, pero al amanecer no lo encontraron ahí. Pensaron que habría salido del edificio. Ésa era una posibilidad arriesgada: un muchacho solo, a pie, caminando por el desierto bajo el sol ardiente, en ropa interior. 130 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Pero no la descartaron. Organizados por los guías, recorrieron los alrededores en varios grupos, buscándolo durante horas, hasta que el calor del mediodía se hizo insoportable y tuvieron que regresar, rendidos. Los pocos que habían quedado en el interior del edificio lo habían buscado sin éxito también. Tagore había desaparecido, nadie tenía la más mínima idea de dónde podía hallarse. Entonces al doctor se le ocurrió esa posibilidad extraña. Y ahí está. Al pie de la apsara. El doctor está parado donde unos días atrás estuvo parado Tagore la primera vez que entraron, con los brazos colgando a los lados, como estuvo él, contemplando estupefacto la imagen. —¡Geoffrey! —susurra apenas. Geoffrey Tagore está postrado una vez más a los pies de la apsara, cogiendo el pie que ella tiene levantado, besándoselo con adoración. La apsara tiene la misma expresión de coquetería en su rostro, mientras parece colocarse en la muñeca el brazalete perdido. Tagore luce extasiado, aunque no se ve brillo en sus ojos. Parece arrobado, pero es difícil saberlo, tampoco se ve color en sus mejillas. Ahora es monocromo. A lo lejos se escucha aullar al perro. El doctor esboza una sonrisa cuando la tierra empieza a temblar y las primeras rocas caen, obstruyendo la salida. Formará parte de la historia, después de todo. Alberto Torre Pérez ∕ 131 LA PISTOLA CRÓNICA NECESARIA Patricia Collazo González s (España) 132 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Crónica necesaria En un mundo cada vez más acomodado, hasta la reproducción se ha convertido en una cuestión de supervivencia de la especie. La ciencia ofrece una solución técnica, pero como todos los avances, puede tener su cara oculta. En ‘Crónica necesaria’ se hace un acercamiento a la evolución de esta solución tecnológica pensada para salvar a la raza humana y que casi acaba con ella. CRÓNICA NECESARIA C Patricia Collazo González ∕ 133 rónica necesaria Cada vez se hacía más complicada la reproducción. La población envejecía a un ritmo alarmante. Los jóvenes emigraban fuera del sistema. Las parejas que se decidían a tener hijos solían fracasar. La evolución de la especie había hecho que se fuera adaptando a su entorno, a su realidad. Y ese entorno había enaltecido y fomentado durante largo tiempo la ley del menor esfuerzo, de la comodidad, del recibirlo todo listo para usar, de la pereza. Daba pereza tener hijos porque eso conllevaba responsabilidades, ataba una libertad a la que no se deseaba renunciar. Desviaba el foco del propio ser. Y cuando se lleva una vida dedicada a mirarse y admirarse el propio ombligo, no se encuentra admisible dejar de ser el centro del mundo. Sucesivas generaciones de ombligocéntricos habían ido forjando los matices del cambio en los genes. De ese abandono en que se habían sumido las células reproductoras, el impulso de la vida, de la naturaleza abriéndose paso. Eso que se había conocido como el reloj biológico, el instinto, la necesidad de perpetuarse, se había ido diluyendo en los cromosomas, en el ADN que evolucionando había ido involucionando hacia la autodestrucción. Los primeros científicos que alertaron sobre este fenómeno fueron calificados de locos y sus teorías y vaticinios desechados, en primer lugar por la propia comunidad científica y luego por la humanidad en general. Hizo falta que pasaran muchos años y que las evidencias resultaran irrefutables para que aquellas oscuras previsiones (que habían sido calificadas de infundadas predicciones) fueran aceptadas. El género humano, tarde, como suele pasar, arribó a la certeza de que la especie corría verdadero peligro. Se emprendieron entonces tardías cruzadas pro-natalidad, planes para fomentar el crecimiento de las familias, incentivos económicos, pro- 134 ∕ Relatos para una nueva era... 3D mesas sociales, apoyos de todo tipo para intentar recuperar al menos en parte el ritmo de crecimiento perdido por completo en algún recodo de la historia de una sociedad extremadamente tecnificada para la que el contacto físico (incluso el sexual) había perdido todo tipo de atractivo. Ninguna de todas estas medidas dio el resultado esperado. Concejos formados por renombrados sabios y científicos se reunieron alrededor de todo el mundo para intentar buscar una salida alternativa a un futuro que se planteaba tan incierto como desolador. Después de maratónicas jornadas en las que se fueron exponiendo las pocas opciones con las que se contaba, estudiándolas, diseccionándolas, se decidió implementar la propuesta de un grupo de ingenieros informáticos especialistas en tecnología 3D. La idea, aunque muy complicada técnicamente, se podría explicar de un modo simple. Pretendían montar seres humanos a partir de los órganos creados mediante impresión en 3D. Esta técnica, si bien llevaba mucho tiempo utilizándose para fabricar prótesis y algunos órganos destinados a trasplantes, no se había desarrollado a la medida de su potencial utilidad. Unas estadísticas inicialmente desfavorables en cuanto a casos de rechazo habían estancado su desarrollo. Dada la urgencia con que era necesario encontrar una salida a la situación, las impresoras 3D fueron puestas a trabajar a destajo. En América se centraron en la fabricación de músculos y esqueletos; en Asia, en la generación masiva de aparatos circulatorios; en Europa, de sistemas respiratorios, y en África, digestivos y urinarios. La coordinación mundial del operativo Renacer (como fue bautizado) no estuvo exenta de graves deficiencias. Poner de acuerdo a los distintos bloques y organizaciones gubernamentales resultó una tarea ímproba. Los primeros prototipos se montaron en laboratorios secretos, ya que se mantenía un importante hermetismo acerca de los procedimientos aplicados. Es posible que la opinión pública, aún con una importante dosis de miedo inyectada, considerara poco éticos algunos métodos utilizados. Un importante sector de los científicos se había desvinculado del proyecto por considerar, justamente, que iba en contra de los principios éticos exigibles para cualquier experimentación que involucrara vidas humanas. CRÓNICA NECESARIA Patricia Collazo González ∕ 135 Quienes apoyaron el operativo Renacer fueron, sobre todo, las organizaciones políticas que veían peligrar su existencia si el sistema se iba quedando, poco a poco, sin votantes. Coordinadas, estas organizaciones permitieron, apoyaron e impulsaron el progreso del proyecto. El hecho de que las primeras pruebas de montaje tuvieran un alto índice de incidencias (eufemismo que utilizaban los impulsores para denominar a los claros fracasos sucesivos que se ocupaban de ocultar), no significó que se abandonara el empeño, ni se dejaran de invertir sumas astronómicas para sacar adelante el plan. Los científicos disidentes comenzaron a rondar los platós de televisión, foros y congresos para hacer escuchar sus voces. Hablaban de prácticas inhumanas, aberrantes experimentos, el arquetipo de la ciencia al servicio de los intereses económicos y políticos de los gobiernos de turno. Para compensar estos pequeños focos de inquietud, los impulsores de Renacer lanzaron grandes campañas mediáticas en que se “explicaba” en detalle a la población las virtudes del sistema, sus garantías, las expectativas de futuro y se refutaban los argumentos de los disidentes, descalificando la aptitud técnica y profesional de los componentes de ese grupo. Una guerra desigual, ya que los disidentes no contaban con los medios, ni con la posibilidad de acceder a la opinión pública, por lo que era casi imposible para ellos hacer escuchar sus voces, que con facilidad eran tapadas y difuminadas detrás de las grandes campañas lanzadas por los oficialistas. Lo cierto es que en el proyecto oficial, puertas adentro, las cosas no funcionaban como se esperaba y se sostenía de cara al público. Después de una primera tanda de fracasos generales al momento del armado de los prototipos, se estaban analizando las causas, los errores cometidos, las posibles mejoras a aplicar. Aún siendo información clasificada, debo, en este momento, asumir la responsabilidad de hablar sin rodeos de una realidad que nos explotó de lleno en nuestras propias narices a los miembros de la dirección científica del proyecto. Es cierto que hasta ahora he preferido mantenerme al margen siendo escrupuloso y objetivo en la narración de esta historia, pero dadas las circunstancias en que me encuentro en estos momentos, me siento obligado a revelar mi participación para que los potenciales lectores de esta histo- 136 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ria (si es que los llega a tener), comprendan por qué y cómo he conocido de primera mano detalles tan relevantes como describiré a continuación. El principal problema que hallamos en el armado de los pseudo humanos (tal como los llamábamos) radicaba en las conexiones. Si bien los equipos de impresión de los distintos países habían trabajado sobre planos y mapas de diseño muy minuciosos, no siempre el tamaño de los órganos y aparatos que se recibían encajaban con total precisión. Dentro de los primeros prototipos armados desfilaron una serie de especímenes a todas vistas grotescos e inútiles. Algunos tenían un esqueleto y una musculatura demasiado pequeña para albergar el tamaño exagerado de los órganos internos. Estos, en cuanto se les ponía en pie, estaban destinados al colapso. Algunos explotaban, otros se desplomaban incapaces de sostener su propio peso, todos, como mucho, sólo eran capaces de desplazarse reptando sin sentido. Está claro que el hecho de que lo hicieran sin sentido se producía en todos los casos, y respondía al hecho de que no se habían impreso los sistemas nerviosos, por lo que el cuerpo sólo estaba preparado para ejecutar movimientos reflejos, funciones involuntarias, sin elaboración ni decisión. Esta especie de sistema “simpático” funcionaba mediante impulsos eléctricos. Sí, era necesario enchufar y cargar a los prototipos. La impresión de los sistemas nerviosos estaba aún en entredicho. Ningún país quería ceder el derecho de fabricar sus propios cerebros porque temían que cayeran en manos inescrupulosas que de algún modo los “preprogramaran” con ideas que fueran en contra de sus ideales e intereses. Por lo tanto, la situación era: probábamos prototipos sin funciones conscientes, que además estaban condenados al fracaso porque aún después de cientos de pruebas no habíamos sido capaces de acoplar un solo ejemplar que durase más de una semana con vida. Que si los corazones eran demasiado grandes y bombeaban demás: explosión inevitable, las arterias se desencajaban y todo se teñía de rojo. Que si los riñones eran demasiado pequeños, a los pocos días el cuerpo terminaba intoxicándose y auto envenenándose ya que no podía drenar las sustancias nocivas que iba acumulando. Que los pulmones eran demasiado grandes: otra explosión inevitable porque terminaban agujereándose por la presión de las costillas. Una lista interminable de desajustes e imprevistos que nos CRÓNICA NECESARIA Patricia Collazo González ∕ 137 hacía pensar a los propios precursores que el proyecto estaba destinado al fracaso. Sin embargo, era tanta la presión que recibíamos, era tanto lo que se mentía de cara al público, que no éramos capaces de reconocerlo ni entre nosotros mismos. Fue una época oscura en la que pasábamos semanas sin salir del laboratorio, sin contacto con el exterior, encerrados entre prototipos que a pesar de nuestros desvelos, tarde o temprano terminaban fracasando. A veces nos obligaban a dar entrevistas y mentir sobre grandes progresos. Prometer fechas demasiado cercanas como posible lanzamiento del proyecto real. Nada más incierto. Pero supongo que de tanto mentir fuimos aprendiendo a creernos nuestras propias mentiras. Algunos por ambición (se nos prometían compensaciones siderales si todo salía bien), otros por falta de iniciativa o subestimando sus propias percepciones y certezas, nos fuimos encaminando hacia la misma meta. En menos de seis meses había que sacar al mercado los primeros prototipos vivos recién nacidos. Se decidió que sería más sencillo generar prototipos bebés y hacerlos crecer, que inclinarnos por generar ejemplares adultos. Se programaron las impresoras para ajustarlas al tamaño de los órganos infantiles, intentando que todo encajara y que no existieran tantos problemas de sincronización y encastre de las piezas. Finalmente llegó el día. Los primeros recién nacidos se exhibieron en público. Los había de distintas razas. Niños y niñas que los futuros compradores podrían evaluar y comparar antes de su adquisición. Se lanzó una promoción con un descuento del ochenta por ciento a los primeros interesados. Con eso, pensaron que seducirían a un público que vería la posibilidad de tener un hijo sin necesidad de pasar por las molestias de un embarazo, que además era casi imposible de conseguir. El nivel de respuesta no fue tan alto como se esperaba, pero los primero pseudo bebés humanos salieron de nuestra fábrica con apenas unos meses de retraso con respecto a las fechas prometidas. Si estáis leyendo este documento será porque, como es natural, no han dado el resultado esperado. Cierto es que al menos se han mantenido vivos, que han ido desarrollando cierta capacidad intelectual a medida que les hemos ido implantando neuronas artificiales, pero, a pesar de 138 ∕ Relatos para una nueva era... 3D nuestros esfuerzos, no hemos conseguido su adaptación al medio ni a la sociedad. Ahora, con varias generaciones de pseudo humanos en el mundo, ya no hay vuelta atrás. Los antiguos concejos de sabios no existen, ya que sus miembros han desaparecido. Los menos por causas naturales, los más en manos de las bandas que buscan acabar con los humanos. Con los que nacimos de un vientre y crecimos alimentándonos a la vieja usanza en lugar de inyectarnos células artificiales. Sabed disculpar el desorden en que estoy exponiendo mi testimonio. Pero las circunstancias no me permiten más que esto. Las hordas de “impresos” (como los llamamos de puertas de los laboratorios hacia adentro) vienen a por nosotros. Lo destruirán todo. Sin embargo, como científico, he sido testigo del milagro de la vida y confío en ella. Espero que de algún modo se sepa abrir paso y mantenerse latente hasta que esta locura termine. En algún momento, se quedarán sin suministros de células. Sus materiales envejecerán y si no los renuevan, acabarán muriendo. De a poco. Y sin sistema reproductor (ya que no lo tienen), tampoco será posible que creen nuevos especímenes. Intento que de algún modo este testimonio llegue a esos hombres del futuro que surgirán de células reales y sentirán dolor, y comerán y reirán y harán el amor, y llorarán. Hemos procurado mantener ocultos y resguardar algunos embriones en distintos puntos del planeta. Los pocos científicos sobrevivientes hemos coordinado fuerzas para asegurarnos de que en todo el mundo, esta misma noche, las impresoras 3D dejen de funcionar. Ellos, los impresos, no sabrán repararlas. Pero no lo entenderán hasta que sus hordas de exaltados hayan terminado con nosotros. Entonces, ya será demasiado tarde. Alberto Torre Pérez ∕ 139 LA PISTOLA VERSIÓN MEJORADA Lucía Espejo Tello s (España) 140 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Versión mejorada Mireia Sánchez es una joven estudiante de cuántica avanzada que convive con las nuevas tecnologías a finales del siglo XXII. Es una persona de una inteligencia superior a la media, que decide cumplir sus sueños antes de tiempo, con la duda de si estas ensoñaciones se podrán hacer realidad o, por el contrario, fracasará en el intento. Sin embargo, no tiene nada que perder. Nunca se sabe qué puede haber más allá de tu universo… VERSIÓN MEJORADA A Lucía Espejo Tello ∕ 141 trévete a soñar, sueña. Atrévete a vivir, vive. La primera opción es la que todo el mundo desea, sin dificultades ni temores, un mundo de ensueño a nuestra medida, cuyo único límite es nuestra propia imaginación. Sin embargo, la segunda es la más temida por la humanidad, la que te hace temblar y dudar, la que te echa para atrás sin cumplir tus sueños más anhelados. Estoy más que segura que la mayor parte del planeta lo ha abandonado sin haberse atrevido a cumplir sus mayores anhelos. ¿Cuántas miles de personas se arrepintieron a lo largo de su vida de no haber confesado sus amores más secretos y profundos por miedo a ser rechazadas? ¿Cuántas no estudiaron aquello que más deseaban sólo por el miedo de que sus carreras tuvieran pocas salidas? ¿Cuántas dejaron sus sueños por cumplir, cuántas? Un día te despertarás, mirarás a tu alrededor y verás que ya no hay marcha atrás, que tu tiempo se agota y tus sueños se desvanecen, porque sólo sueños son. Si quieres soñar despierto, sueña, pero no te servirá de nada si no luchas por ello. —…chez, señorita Sánchez —unos oscuros ojos me observan tras unas enormes gafas. Me sobresalto. Tengo su cara a pocos centímetros de mí y su aliento me estremece. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo, desde la punta de los dedos de mis pies, hasta mi última neurona—. Veo que no sabe la respuesta a mi pregunta, jovencita. Echo un rápido vistazo con el rabillo del ojo a la pizarra para ponerme al día de lo que está hablando. No me es muy difícil pillar el hilo de la clase. —Fue Luigi Montellini, a finales del año 2055, quien lo corroboró gracias al modelo 01100001, el primer prototipo que se creó—. El profesor hace un seco gesto de afirmación y continúa dando su aburrida clase. Somos agua y somos tierra. Somos sentimientos y emociones. Somos conciencia, somos humanos. Somos seres, somos vida. Vida, somos vida hasta que nos la arrebatan, y para algunos demasiado pronto. No sabe- 142 ∕ Relatos para una nueva era... 3D mos cuándo va a llegar nuestro final, y sin embargo dejamos pasar el tiempo, hasta que este nos alcanza y entonces miramos atrás y nos damos cuenta de todo lo que no hemos hecho y queríamos hacer. Tantos sueños anhelados escondidos en el baúl de nuestra memoria, tantos sueños por cumplir. Me pregunto si realmente el profesor Alberto soñaba con darnos historia o aspiraba a algo más en su vida. Sus monótonas y aburridas clases, su apatía y su desgana… Debería coger un día y dejar esto atrás y hacer aquello que le guste porque, ¿quién sabe? Mañana podría ser demasiado tarde ya. La alarma suena y Alberto da por finalizada su clase. Mónica se acerca a mí y dice algo sobre una fiesta. Es verdad, la fiesta de la cerveza gratis. Sonrío como si me interesase lo que me está contando, como si aquello fuese importante para mí. Pero no quiero mostrar otra actitud, hoy no, generaría sospechas. Sin que se dé cuenta meto un micro terminal en su bolso, que se activará esta noche a las doce, y me disculpo excusándome un momento para ir a mi habitación antes de que sea la próxima clase, la cual vuelve a dar Alberto para recuperar la hora del lunes que no vino, pero yo no pienso ir, tengo mejores cosas que hacer. De todas formas nadie notará mi ausencia, o eso espero si todo sale como he planeado. Avanzo entre los estudiantes y me dirijo hacia las habitaciones, pero no entro en la estancia, me dirijo a la puerta que hay en frente, la que conduce a los proyectos de las diferentes facultades que convergen en mi comunidad universitaria. Abro la puerta y me dirijo hacia la de mi carrera, Cuántica Avanzada, que abro también y busco la que indica mi nombre: Mireia Sánchez Aguayo. Introduzco mi código de seguridad y miro fijamente al terminal que tengo al lado, que me hace un escaneo de ojo. Se abre la puerta metálica que me conduce al interior de una pequeña y acogedora sala. Cierro tras de mí y me dirijo a la cápsula acristalada que hay al fondo, la cual abro nuevamente con otra llave. La miro fijamente y una sonrisa tonta se me dibuja en el rostro. Mi obra maestra. Siento como si enfrente tuviese un espejo, o una fotografía en 3D. Hasta la más minúscula imperfección de mi rostro se ve reflejada en ella. Observo cómo su cabello castaño ondeado cae sobre sus hombros en una imperfecta melena idéntica a la mía. Toco el cabello y un escalofrío recorre todo mi ser, parece tan real… Contemplo su rostro. A pesar de que tiene los ojos cerrados sé que tienen un color castaño inconfundible. Toco sus sua- VERSIÓN MEJORADA Lucía Espejo Tello ∕ 143 ves mejillas con mi mano izquierda, mientras la derecha roza las mías, y por un instante siento como si sólo tocase mi rostro. Mi misma mediana estatura, mi mismo tono claro de piel… Tras un rato mirándola y analizar nuevamente la situación, la activo con mi voz. —Activar prototipo 11110001 —abre suavemente los ojos y me mira—. Hola, hoy es el día —informo y me mira fijamente. —Hola Mireia Sánchez. Desempeñaré mi trabajo con gran eficacia. ¿Empiezo ya? —Sí, la segunda hora de Alberto comenzará en cinco minutos —me quito la mochila y se la coloco. Le atuso un poco su pelo castaño y le entrego las llaves—. Me quedaré aquí hasta que calcule que no haya nadie por los pasillos. Te he dejado en mi terminal portátil lo que les tienes que entregar cuando me vaya, ¿vale? Tienes un documento explicándotelo todo con detalle y a quién va dirigida cada carta. Sus nombres los tienes procesados ya. —Sí, Mireia. Los nombres los tengo todos procesados —señala su cabeza—. Te vas, que tengas buen viaje. —No es por ser egocéntrica, ¡pero me encantas! He hecho un buen trabajo contigo, tu capacidad de almacenamiento es alucinante, analizas sistemáticamente y procesas todo tan rápidamente sabiendo lo que es más adecuado decir en cada momento. ¡Es alucinante! —exclamo con euforia. —¡Gracias! —exclama tras procesar la señal de que ha recibido un elogio. Se marcha y me quedo sentada en mi sillón azul marino giratorio, dando vueltas mientras espero impaciente para salir de allí, aún me queda trabajo por hacer. Llego a mi habitación y comienzo con mi plan deseando que no se estropee por ningún motivo. Lleno la bañera de agua caliente y empiezo a esparcir los tres tarros de mascarilla de arcilla que tengo preparados. Introduzco medio vaso de sal yodada mezclada con una pizca de limón y nuez molida. Cuando compruebo que todo está bien mezclado introduzco un pie para comprobar la temperatura del agua. Perfecta. Aunque se ve un poco asqueroso, me sumerjo en su interior, de pies a cabeza. De vez en cuando saco mi cabeza al exterior para respirar aire puro y vuelvo a introducirme. Tras 20 minutos quito el tapón y aquella agua embarrada 144 ∕ Relatos para una nueva era... 3D empieza a consumirse por el desagüe. Espero 20 minutos y me doy una leve y rápida ducha de agua fría. Seco mi piel con una toalla y la envuelvo con un fino vestido azul celeste. Abro un armarito de donde saco un botiquín y cojo un bote pequeño. —Allá voy…—digo mirándome en el espejo puede que por última vez. Lo abro y con una jeringuilla introduzco su líquido interno en mi cara. Su efecto empezará en breve. Guardo todo y salgo de allí rápidamente. Los pasillos están vacíos, pero sé que no por mucho tiempo. No me detengo para mirar por última vez aquellos amplios pasillos de grandes techos y escalinatas de caracol. Todo el edificio parece una mezcla de arte histórico, donde lo antiguo y lo moderno se unen para recibir a las facultades que convergen en la Comunidad Universitaria. 6 Facultades, 25 carreras, una Comunidad. Ese era el eslogan que aparecía en el terminal cuando me llegó el certificado de admisión. La Comunidad Universitaria Española, perteneciente al 25P, una de las 25 mejores universidades del mundo me había admitido. Recuerdo con añoranza aquel día, mi sueño se iba a hacer por fin realidad. Estar aquí es uno de los mayores sueños de muchos estudiantes, un sueño que por desgracia no para todos puede convertirse en realidad. Pocos tienen el privilegio de entrar, y yo fui una de ellas. Parece que fuera ayer, y ya han pasado cuatro años de eso. Salgo al exterior y contemplo rápidamente cómo los estudiantes de diversas facultades van de un lugar hacia otro. Algunos entran al edificio del que yo he salido, donde se encuentran las clases de las distintas facultades, con sus respectivos lugares de acceso a los proyectos de prácticas y las habitaciones. Otros salen a respirar el aire, a echar un rato de charla con sus amigos o simplemente a despejarse. Los hay quienes se adentran en otras estancias, como la biblioteca, el gimnasio o la cafetería. Pero yo no voy a ninguno de esos sitios, mi destino es otro. Mientras camino miro fijamente el edificio al que me dirijo, el que le da prestigio a la Comunidad, sin el cual no hubiésemos entrado hace cuatro años a formar parte del Plan 25, sin el cual seríamos una comunidad universitaria más. Es el Centro de Investigación de Física y Tecnológica. Un edificio azul grisáceo de veinte plantas donde la física y la tecnología dan cabida todos los días a múltiples experimentos de diversa índole, y donde también ambas se fusionan para dar pie a un sinfín de nuevos experimentos e investigaciones. VERSIÓN MEJORADA Lucía Espejo Tello ∕ 145 Llego por fin al centro de investigación de la comunidad universitaria. Mucha gente me ha visto ya, pero como aquí unos y otros vamos con prisas nadie se ha percatado de nada extraño en mí. Me encuentro en el vestíbulo principal, y antes de sumergirme en mi plan, tomo el ascensor más cercano. El pequeño cubículo redondo acristalado, donde pueden caber un máximo de 6 personas, me transporta al piso segundo cuando se lo comunico al terminal del ascensor. Salgo y me dirijo hacia mi izquierda hasta la puerta número 15. Me apoyo contra la pared y escucho las máquinas. Suspiro. Quizá hoy las escuche por última vez. Aún recuerdo cuando de pequeña me gustaba jugar con la vieja impresora 3D de papá. Era bastante rudimentaria para la época en la que estábamos, pero él no quería separarse de ella. Decía que la magia que contenía no se encontraba en las de nueva generación. Me gustaba ayudarle a crear cosas, pequeños artefactos, y soñaba que algún día haría algo grande. Por eso me metí en el bachiller de ingeniería básica e informática avanzada. Un hombre sale de la habitación con una caja transparente cerrada y rápidamente me escondo tras un muro blanco para que no me vea. No hace faltar ver la caja para saber qué lleva ahí: ratas 3D para uso experimental. Gracias a los avances tecnológicos, hace cuatro décadas ya que no se utilizan seres vivos en el uso experimental. Estoy segura que las lleva a la facultad de investigación de medicina. Suspiro aliviada de que no me haya visto, no sólo porque no tengo pase para estar por aquí, sino porque el paralizante que me inyecté hace un rato avanza rápidamente, apenas podría ni hablar ya. Sin embargo aún queda hasta que llegue a mis piernas. Sin más miramientos me dirijo nuevamente al ascensor para alcanzar mi destino antes de que sea demasiado tarde. Le indico al terminal que deseo ir al piso veinte. Cuando llego camino por el pasillo derecho hasta una puerta al fondo, donde se encuentra el almacén. Abro con mis llaves y me dirijo a la cápsula acristalada donde se encuentra el prototipo que hice en la carrera, el segundo en mi vida. La miro y compruebo que todos los detalles están controlados. Me ha costado mucho esfuerzo en parecerme a ella, y eso que solo han pasado tres años desde que la creé, sin embargo he mejorado mucho en mis creaciones. Si fuera “Ñ” la que estuviese aquí, no tendría que haberme hecho nada, es la creación más vívida que existe. Nadie ha creado una “Ñ” aún. El prototipo que tengo frente a mí es un 146 ∕ Relatos para una nueva era... 3D 01101010, a quien identifico como “J”. Parece una tontería pero es más fácil nombrarlos por las letras del abecedario que por sus correspondientes binarios. La miro unos instantes y la enciendo con el botón que tiene en la nuca. —Hola “J”. Tienes que ir a la habitación secreta. Te he instalado el mapa en un chip, no tendrá pérdida. Con esta llave podrás abrir la habitación secreta —le entrego una llave. —Gracias —dice marchándose. Cuando ya se ha ido me meto en la cápsula y cierro desde dentro. Ahora solo queda esperar. La habitación secreta a la que he dirigido a “J” es el cuarto de la limpieza de esta planta. Es una máquina que obedece las órdenes implantadas, no comprende, ni siente ni padece. Y aún así preferí introducirle que iba a una habitación secreta y no a un simple cuarto de limpieza. Me meto dentro de su cápsula. Cierro los ojos suavemente y empiezo a recordar. Lo primero que se me viene a la mente es el momento en el que decidí que quería ser física. Tenía siete años y papá cambiaba de canal hasta que decidió poner Canal 23. Yo miraba atentamente, porque era la primera televisión en 3D que teníamos y me encantaba jugar a pasar mi mano delante de aquellas personas que en realidad no se encontraban en mi salón. Aquel día, mientras comíamos, un señor explicaba en una entrevista que por fin todas las teorías y especulaciones que durante décadas trataban de descubrir el verdadero mecanismo de los deja vú, dejando atrás las falsas teorías de la mente, había podido corroborarlas. Cuando una persona tiene un deja vú es porque justo en ese momento, un yo tuyo paralelo está haciendo lo mismo. Yo me quedé simplemente con que se había comprobado científicamente que existían otros mundos paralelos, lo otro lo comprendí conforme fui creciendo y me fui interesando más por la física. Es por eso que decidí estudiar cuántica, para que al acabar pudiese especializarme en física. No realicé el bachiller de física porque simplemente aún no existe, aunque quieren implantarlo dentro de dos años. Sin embargo, la informática y la ingeniería son para mí como una especie de afición. En el proyecto de fin de curso, hice mi primer prototipo, un 00110110 al que yo llamé “F”. Era bastante rudimentario y el material obsoleto, además de haber empleado la antigua impresora de papá. Sus movimientos eran dificultosos y solo decía 250 palabras, sin embargo para tener aún 17 años fue un gran reto. Fui la única en clase VERSIÓN MEJORADA Lucía Espejo Tello ∕ 147 que hizo un prototipo. La mayoría optó por algún objeto complejo, exceptuando a Dani, el chico que creó una tortuga de plástico que imitaba en parte a las tortugas marinas. Para ser sincera “F” realmente hablaba 500 palabras, pero el día anterior de exponer los proyectos, decidí acortárselas. Me entusiasmaba la idea de ser la mejor, además de impresionar a Dani, pero creí que de esa forma no se sentiría en ridículo ante mí, y eso que su proyecto era de los mejores. Sin embargo, a pesar de todo, nunca fui capaz de confesarle mis sentimientos, y desde ese día nunca lo he vuelto a ver más. Ya no siento mi cuerpo, todo está paralizado, en pocas horas empezaré a recuperar mi movilidad lentamente, en pocas horas mi sueño más anhelado se hará realidad. La vida pasa más deprisa de lo que podemos imaginar, y para algunos acaba antes de tiempo. Macabro destino con injusto final, ¿por qué yo? Hace una semana fui a una revisión médica y me diagnosticaron RTCS, una enfermedad poco común, que sólo tiene cura si se diagnostica a tiempo. Si me la hubieran diagnosticado hace un mes ahora estaría curada. Sin embargo me quedan dos semanas de vida. Maldita injusticia. Dentro de dos años, podría haber explorado un mundo paralelo yo misma, soy una de los pocos que pueden. Ahora mismo son nuestros prototipos los que son teletransportados allí, todavía corremos el peligro de morir en el intento, hay que esperar dos años, pero para mí será demasiado tarde, así que…, ¿qué más da intentar tu sueño ahora si dentro de dos semanas voy a morir igualmente? Y eso me dispongo a hacer, sustituir a “J” en su expedición. Si paso el umbral sin morir habré conseguido mi objetivo, y podré buscar a mi “yo” de allí y pedirle ayuda. Ella estudia medicina, y al igual que yo aquí, su nivel intelectual supera a la media. Además allí los avances médicos están muy por encima de lo que aquí están. Sin embargo sus estudios físicos están a años luz de los nuestros, no saben de nuestra existencia. He recabado toda la información obtenida de “J”. Cada prototipo de los 6 que son teletransportados va a un mundo paralelo distinto, ya que por cada persona hay diversos mundos. Por cada decisión que tomamos se crea uno nuevo, y así siempre, hasta un número infinito. Eligen los más acordes al que vivimos. 148 ∕ Relatos para una nueva era... 3D La medicina la elegí como segunda opción si no me daban plaza en cuántica, pero no era lo que más me gustaba. Sin embargo, se ve que a mi otro yo sí, era su prioridad. ¿Le gustará la física? No sé el tiempo que ha pasado, parece que ya es la hora. El tiempo vuela. Alguien abre la cápsula y roza mi nuca. Abro lentamente los ojos. Mi movilidad es similar a la de “J” gracias al paralizante. Tras una serie de pruebas, me introducen en una cápsula en forma de huevo. Me coloco en forma de feto. Tengo una hipótesis que nunca podré corroborar si no sobrevivo: si el mundo es infinito, ¿el fin del mundo es su comienzo? Al cabo de un rato, comienza la cuenta atrás: 3, 2, 1… Alberto Torre Pérez ∕ 149 LA PISTOLA POR UNA CABEZA Juan Ignacio Soimu s (Argentina) 150 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Por una cabeza Un grupo de personas con poderes extraordinarios se enfrenta a la misión más complicada que han afrontado en su vida. Durante su cometido, se encuentran con inesperado problema moral para el que sus capacidades paranormales no les serán de gran utilidad. ¿Cómo lo resolverán? POR UNA CABEZA E Juan Ignacio Soimu ∕ 151 staba retrasado, otra vez. El resto del grupo no parecía impaciente; no era la primera vez que sucedía. El lugar elegido fue el mismo de los últimos 15 años; la fábrica abandonada les daba la privacidad y la tranquilidad que necesitaban para planificar cada intervención. Los mismos de siempre aguardaban hablando de cosas varias. Las charlas giraban en torno a política, deportes, tecnología, y cosas triviales. Eran 3, pero la suma de sus coeficientes intelectuales correspondía a casi una veintena de personas normales. Cada uno se destacaba del resto gracias a ciertas habilidades especiales; al unirlas generaban una sinergia imposible de igualar. Micaela, la única mujer, llevaba años mejorando su técnica de disparo. Había estado casi una década en la filas de un grupo de elite gubernamental, que sólo intervenía cuando no quedaba otro recurso posible para alcanzar aquellos objetivos que requerían de precisión, efectividad, y por sobre todas las cosas: discreción. Cuando al fin pudo aceptar que era la mejor del mundo, decidió valerse por sí misma trabajando por su cuenta. Nadie tenía exclusividad sobre sus servicios; cualquiera que estuviera dispuesta a pagar lo que su “arte” valía, podía estar seguro de un acierto del 100 % de cualquier objetivo. Aron, “el joven artesano de las computadoras”, cumpliría veinte años en un mes y llevaba casi quince frente a teclados y monitores entrando a cualquier ordenador que quisiera. Apenas era un niño cuando sus padres, a pedido suyo, le regalaron un viejo computador usado. Cuando los demás niños de su barrio jugaban en las calles, él se recluía en su cuarto divirtiéndose con bases de datos, cuentas bancarias y todo un torbellino de actividades ilegales, que a su corta edad no eran más que un simple juego. Su mayor virtud era la humildad, y eso, para una sociedad pulverizada en materia de valores, era una bendición. Aún recordaba cuando logró ingresar en una de las cuentas más seguras del mundo para extraer 152 ∕ Relatos para una nueva era... 3D más de 100 millones y donarlos a la “Cruz Roja” sin que nadie supiera de su accionar clandestino. Eyni, quizás el más sobresaliente del grupo, los doblaba en edad y en conocimientos. Se destacaba en brindar toda la información relevante sobre los diferentes contextos que podían rodear cada una de las tareas. Investigaba todo el entorno y compartía sus averiguaciones para que el grupo encontrara la mejor manera de llevar a cabo sus trabajos. Tenía varios doctorados y un sinfín de conocimientos de varias ramas. Y como cada grupo, estaba encabezado por alguien que los organizaba, los ponía al tanto de cada trabajo por realizar y llevaba adelante toda la logística correspondiente. Esta tarea recaía sobre Mr. Remis, el hombre detrás de una de las mejores organizaciones secretas del mundo. Quien solicitaba la intervención de “su grupo”, se ponía en contacto con él, y discutía las especificaciones de cada acción. El resto, poco sabía de su vida anterior y a veces era mejor no saberlo. Eyni, quien llevaba más tiempo trabajando a su lado, decía que la vida de Remis no era vida, pero era la suya y lo afrontaba demasiado bien. Primero fue el ruido de la motocicleta ingresando al galpón, y luego la puerta que se abrió. Remis saludó a cada uno y se dispuso a colocar un pen drive en su ordenador portátil con la información que lentamente apareció en la pantalla. A medida que las imágenes iban apareciendo, Remis los ponía al tanto, y como siempre, no era hasta el final de la presentación cuando el grupo conocía la misión y decidían si trabajaban en ella o no. —Nuestro contratante nos pidió algo especial —comenzó Remis. El resto del grupo escuchaba con atención cada palabra y asimilaba las imágenes. La mayoría eran de habitaciones de hospitales y de centros clínicos con enfermos terminales. —Cada año, más de 15 millones de personas descubre que tiene cáncer y más de 8 millones mueren en el mundo víctimas de esta cruel enfermedad. El resto de las enfermedades más mortales, como el cólera, la viruela, la fiebre amarilla, influenza, entre otras, se llevan la vida de miles de seres humanos por año. Las imágenes que sucedieron a continuación mostraban la cadena de ADN y varias fotografías de muchos médicos y científicos. POR UNA CABEZA Juan Ignacio Soimu ∕ 153 —En el año 1990 se dio inicio al Proyecto Genoma Humano. Con una inversión inicial de 3.000 millones de dólares y un plazo de finalización de 15 años, el proyecto debía identificar y cartografiar cada uno de los genes del genoma humano desde un punto de vista físico y funcional. Como la colaboración internacional fue completa, sumada a los avances tecnológicos, el “mapa completo” se entregó 2 años antes del plazo determinado. A continuación, las imágenes ya no correspondían a grupos de científicos o médicos, sino que se centraban en una sola persona. —Este es Malcon Slave, el director del proyecto. Slave fue el principal orador y representante del P.G.H., frente a todos los organismos donde fueron presentados los avances y cada una de las cuestiones referentes al proyecto. Slave desapareció de la escena social una vez que el mapa fue presentado y nunca más se supo de él. Un gran edificio, fuertemente custodiado por fuerzas de seguridad, acaparó la atención de todos los presentes dentro de la sala. Remis se aclaró la garganta, bebió un vaso con agua y continuó. —Sin embargo, nuestro contratante desveló el paradero de Slave y a qué se estuvo dedicando todos estos años. Slave mudó todo su equipo tecnológico a este edificio ubicado en una zona alejada de todo y más protegida que el mismísimo Pentágono. La secuencia de fotografías mostraba a Malcon Slave saliendo del edificio y entrando en varias oportunidades. Su apariencia física había sido claramente camuflada para evitar un reconocimiento. —La persona que requiere de nuestros servicios trabajó con Slave y conoce todo el trasfondo de su investigación. Slave modificó el mapa entregado a las autoridades, organismos gubernamentales y médicos porque había descubierto algo importante que podía cambiar el destino de la humanidad. Con el fin de apropiarse y hacer suyo el descubrimiento, estuvo trabajando junto a un reducido grupo de especialistas en algo que llamó G23. La secuencia de ADN del genoma humano está dividida en fragmentos que conforman los 23 pares de cromosomas distintos de la especie humana, y éstos a su vez poseen entre 22.500 y 25.000 genes distintos. El G23 es uno de estos genes, que al ser modificado, puede generar una completa inmunización en los seres humanos. No es que una persona podría ser eterna, ya que si es alcanzado por una bala sin duda va a morir; el descubrimiento de Slave tiene la ventaja de hacer inmune a cualquier 154 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ser vivo ante las enfermedades más mortales del mundo y de las que no se tenía la vacuna. Y lo mejor es que tiene la propiedad de sanar las células enfermas y lograr una pronta recuperación en aquellos infectados. Se podrán imaginar el valor que tiene esto, y no hablo de dinero solamente; quien conozca la manera de hacerlo, será considerado la persona más poderosa del mundo entero. Las imágenes cesaron. Remis dirigió su vista a cada uno esperando reacciones. Fue Eyni quien se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado a otro. —Sería una luz de esperanza para millones de seres humanos. ¿Cuál es la idea entonces? ¿Qué debemos hacer? No sé de qué lado ponerme, y creo que a los demás les pasará lo mismo. ¿De qué lado de la vereda nos vamos a colocar si aceptamos? No quisiera ser el verdugo de un mundo que pide a gritos un poco de paz. Y no quisiera imaginar qué uso se le dará si llegase a las manos equivocadas. Micaela y Aron observaron a Remis esperando las respuestas. Remis se sentó y colocó ambas manos sobre sus sienes. En su fuero interno se debatían cuestiones morales e ideológicas sobre la posición que debía tomar: héroes o villanos. —Comprendo a la perfección tu postura, Eyni. Y sé que Micaela y Aron no quedan ajenos a tu cuestionamiento. Nuestro contratante nos pagará con un cheque en blanco y nos brindará toda la información que necesitamos para obtener lo que sea que debamos encontrar. No confío ni en mí mismo, lo saben, y no sé cuál será la finalidad de nuestro contratante. Opto por aceptar el encargo y hacernos con los detalles para alcanzar nuestro objetivo, y luego hacer lo imposible para que esto llegue a cada ser sobre la tierra. ¿Están de acuerdo? —preguntó Remis. Los tres levantaron la mano derecha y dijeron “sí” a la vez. —Sería bueno que ya mismo te pongas en contacto y solicites la información. A partir de allí quedará en nosotros la manera de llegar al objetivo. Siempre soñé con hacer algo así y no pienso dejar este mundo sin tener la oportunidad de hacerlo —respondió Micaela. Remis asintió con la cabeza y marcó un número telefónico. Al cabo de un instante comenzó a hablar con su contratante. Mientras recibía las indicaciones y los detalles, el resto del grupo debatía en voz baja la cuestión. A los diez minutos, Remis cortó la comunicación y se sentó. POR UNA CABEZA Juan Ignacio Soimu ∕ 155 —Efectivamente, Slave desarrolló una vacuna que actúa directamente sobre el gen que inmuniza un organismo. Se encuentran dentro de seis envases isotérmicos almacenados en una bóveda dentro del edificio donde fue desarrollada. La misión consiste en obtener esos envases y trasladarlos hasta un punto que me será informado una vez que tengamos los seis envases. En breve recibiré un correo con los planos y los detalles a tener en cuenta. Cuando iba a continuar, un sonido indicando la entrada de un nuevo correo electrónico en su celular lo interrumpió. Remis extrajo un cable USB para conectarlo a la pantalla. Las imágenes fueron apareciendo una a una. Aron se acercó para ver mejor y a medida que las fotografías y los planos aparecían, asentía con la cabeza como sabiendo de qué se trataba. Al llegar a la última, su rostro se tornó escéptico, dubitativo. Remis, ante la vista desconcertante de los demás, se tomó la cabeza con ambas manos; algo no andaba bien, y eso significaba que la misión pendía de un fino hilo. Aron se levantó y les dio la espalda durante los segundos que tardó en procesar cada imagen. Sin dudas era el indicado de decirle al resto qué sistemas debían violar para ingresar al edificio. El resto no sería un problema; tenían entre sus filas a especialistas de combate que podrían eliminar todo ser vivo de la escena. —Dando por hecho que la guardia externa e interna no será impedimento para llegar a la bóveda, las tres puertas que debemos traspasar tienen un sencillo mecanismo de apertura mediante un código de siete dígitos que puedo obtener con el equipo que tenemos; el problema es el ingreso a la bóveda donde están las vacunas. Además de un sistema de apertura similar a los demás accesos, tiene un escáner de reconocimiento facial. Este mecanismo hace un escaneo tridimensional del rostro, lo procesa y mediante una comparación con el modelo previamente guardado en una base de datos, identifica a la persona y activa el mecanismo de apertura. Micaela se levantó y se dirigió al grupo. —Supongo que el único autorizado para ingresar es Malcon Slave. No sería problema, una vez adentro, llevarlo por la fuerza hasta el detector y abrir la bóveda. Luego… —Slave fue asesinado, lleva 48 horas muerto. Me lo acaba de decir mi informante. 156 ∕ Relatos para una nueva era... 3D El silencio se adueñó de la sala. Nadie sabía qué decir ni se le ocurría otra manera de entrar. Fue Aron quien golpeó la mesa con una sonrisa dibujada en el rostro. —Si lleva 48 horas muerto su cuerpo todavía está en una morgue policial. Amigos, conozco a una persona que posee un equipo sofisticado de escaneo en 3D. Esta nueva tecnología está en constante desarrollo y déjenme decirles que el producto final es sorprendente. —Pero no podemos andar cargando un cuerpo por toda la ciudad — interrumpió Remis. —La nueva tecnología desarrolló un escáner móvil del tamaño de una tablet llamado “Sense”. Una vez finalizado el escaneo completo, guarda toda la información en una memoria interna, que luego, conectando el aparato a una impresora 3D, en menos de dos horas nos dará el producto final a tamaño real. —¡Excelente! ¿Cuánto tardas en conseguir el equipo, Aron? —quiso saber Remis. —En una hora nos encontramos en la morgue para hacer el escaneo, a medianoche nos reunimos en las inmediaciones del edificio donde está la bóveda. ¿Están de acuerdo? —respondió con seguridad. —¡Manos a la obra!— dijo Eyni poniéndose un saco. Malcon Slave estaba sentado en la camilla; no por propia voluntad, sino porque Eyni lo sostenía para que Aron hiciera el escaneo de su cabeza. En la puerta de la morgue, Micaela les hacía señas para que se apuraran, mientras apuntaba con una pistola al encargado de la sección donde se encontraba el cuerpo de Slave. El aparato hizo un pitido y la información comenzó a diagramar un modelo en 3D listo para ser impreso. Aron asintió con la cabeza, Eyni dejó el cuerpo en la posición y cerró la puerta del sitio refrigerado. —¿Y ahora? —quiso saber Micaela. —Estoy enviando el archivo a mi amigo para que comience con la impresión del modelo. ¡Había olvidado que esta belleza tiene conexión a internet! —contestó Aron besando el escáner móvil. Los tres salieron sin ninguna complicación. Remis los esperaba con el furgón en marcha. Una vez que llegaron a una zona segura, los cuatro se acomodaron en la parte trasera. Estaba equipada con antenas satelitales, POR UNA CABEZA Juan Ignacio Soimu ∕ 157 pantallas de alta definición, varios ordenadores y una mesa de trabajo donde estaban colocados los mapas del edificio donde estaba la bóveda. —Bien, repasemos el plan. Durante la noche, los métodos de seguridad son menores respecto al día. Hay 2 guardias fuertemente armados en la entrada al predio ubicado a 300 metros del edificio principal. Allí es donde está ubicado el primer sistema de apertura con un código de seis dígitos —comenzó a decir Remis señalando el mapa satelital en una de las pantallas. —Puedo darles en la frente a esos dos con un lapso de tiempo de 0,7 segundos como máximo y a una distancia mayor a 500 metros —dijo Micaela. —En 7 segundos puedo abrir la verja de entrada colocando el código —dijo Aron. —Bien, a partir de allí tenemos que arrastrarnos hasta las inmediaciones usando la vegetación para ocultarnos. Ya tengo preparado el equipo de asalto con las gafas de visión nocturna. Luego que Aron active el primer mecanismo con el código, cortaré la tensión del edificio. Aunque posee un sistema de alimentación de energía independiente que alimenta sensores, cámaras y mecanismos de seguridad, eso le quitará iluminación a varios sectores donde nos apostaremos para actuar desde las sombras. A partir de allí, tenemos un minuto para que el sistema de cámaras se reactive. En ese lapso deberíamos estar frente a la bóveda con el modelo de la cabeza de Slave para ingresar, tomamos las vacunas y salimos lo antes posible. La salida será más violenta que la entrada; cuando las cámaras muestren las imágenes de nuestro paso por el edificio, los demás guardias saldrán a detenernos. Cuando estaba por continuar, unos suaves golpes en la chapa del furgón lo interrumpieron. Aron la abrió, y alguien desde el exterior le pasó una mochila con algo del tamaño de una pelota de futbol dentro. Todos quedaron sorprendidos por lo que veían. Slave parecía observarlos. La impresión en 3D a base de polímeros era increíble. Repasaron el plan hasta que el reloj pulsera de Remis le indicó mediante un pitido que era hora de ponerse manos a la obra. La primera fase salió según sus cálculos; los dos guardias apostados en la verja de entrada sólo sintieron cómo las balas del fusil de Micaela surcaban el aire antes de perforarles el cráneo. Aron corrió con su equipo tecnológico y 158 ∕ Relatos para una nueva era... 3D logró abrir. Los cuatro se arrastraron varios metros y se ocultaron detrás de los árboles, Remis se abrió un poco más hasta acercarse al tablero de energía. Cuando las potentes luces se convirtieron en una iluminación tenue, comenzó una verdadera balacera donde varios guardias cayeron sin comprender a qué se enfrentaban. La segunda puerta de acceso se abrió y los cuatro lograron ingresar al edificio. Se trasladaron a través de un corredor eliminando a la guardia interna que fue apareciendo. Remis se valía de un mapa para guiar al resto. —¡Abajo! ¡Izquierda! —gritaba con todas sus fuerzas. Descendieron un nivel y atravesaron un corredor que estaba a oscuras. Micaela logró detener a dos guardias fuertemente armados que los habían sorprendido por detrás mientras Aron introducía el código de la última puerta de acceso. Cuando la puerta emitió un pitido y pudieron oír la apertura del mecanismo, Remis les hizo señas para que se dirigieran a la derecha. A escasos 30 metros, y antes de toparse con cuatro guardias más, se encontraron frente a la bóveda que contenía en su interior lo que habían ido a buscar. Mientras Aron colocaba el código y la impresión en 3D de la cabeza de Slave, el resto cubría su espalda ante la amenaza de los guardias pisándoles los talones. Aron colocó el modelo en el lector, y luego de procesar la información, la puerta se abrió de par en par. Aron reemplazó el lugar de Remis que era el encargado de extraer las vacunas y colocarlas dentro del recipiente isotérmico para trasladarlas. Dos horas después de haber salido del edificio, la vacuna desarrollada por Slave se encontraba en manos de las personas encargadas de producirla en masa. Los medios de comunicación se encontraron con la noticia que rápidamente recorrió el mundo brindando esperanza a toda una población que volvió a creer en los milagros. Cuando la policía acudió a un llamado anónimo y se encontró con un edificio colmado de cuerpos sin vida, se sorprendieron al ver una cabeza hecha de un extraño polímero junto a la inscripción: “Fue necesario”. Alberto Torre Pérez ∕ 159 LA PISTOLA LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS PEQUEÑAS Antonio Agudo Martín s (España) 160 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La importancia de las cosas pequeñas El fin de la humanidad se plantea en múltiples ocasiones ligado a las nuevas tecnologías. Pero en esta historia, no es una hecatombe lo que finiquita a la raza humana. Es una aniquilación paulatina, casi sin darnos cuenta, por no prestar atención a nimios detalles. Una civilización sustituirá a otra que, por mor del círculo que siempre envuelve a la historia, también se verá abocada a su desaparición por no prestar atención a las cosas más pequeñas. LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS PEQUEÑAS Antonio Agudo Martín ∕ 161 I P udo ser la casualidad, quizás la dejadez de los operarios. También el descuido de los que dirigían aquel sitio tuvo buena parte de culpa de lo que ocurrió. Pero ya se sabe que las grandes historias nacen de pequeños detalles y que los viajes más largos siempre comienzan con un pequeño paso. A todo ello hubo que añadir la ingenuidad de los que atornillaban placas y circuitos integrados y la ignorancia de los sabios que enredaban, pagados de sí mismos y de su raza, en aquel laboratorio. El sitio en el que todo comenzó a hundirse para la humanidad era una sala grande, de techos altos y de pequeños ventanucos que dejaban pasar una luz lechosa, como con lástima, a través de los cristales siempre empañados por una gruesa capa de tiempo al que se adhería un polvo blancuzco. Polvo que generaban las máquinas que trabajaban sin cesar todos los días en aquel recinto en el que ocurrió lo que nadie esperaba que nunca ocurriera, pero la historia se escribe a golpes de casualidades y latigazos de azar. Ambos, casualidad y azar, se aliaron con la soberbia humana de una legión de técnicos doctores y directivos con bata blanca que buscaban la manera de fabricar y comercializar una impresora en tres dimensiones que fuera capaz de llegar al gran público, debería ser una impresora rápida, barata, fácil de usar y de fabricar en serie. La gran máquina, la máquina autosuficiente y definitiva. Como decía el jefe de diseño: «debemos encontrar la printer 3d 98 segunda edición». En ello se afanaban los humanos tecleando en sus máquinas, y estas máquinas programaban a otras máquinas que a su vez ordenaban a grandes consolas que generaban complicados algoritmos entre los que se deberían encontrar respuestas a esas preguntas que el hombre siempre se ha hecho pero que, casi nunca, ha sabido formular adecuadamente ni al interlocutor preciso. En esas andaban los circuitos de silicio de mil y un ordenadores de aquel laboratorio, ensayando formas y errando en fondos. Los circuitos integrados le exigían todo a las placas bases y el café, los cigarrillos y los ascensos 162 ∕ Relatos para una nueva era... 3D y los despidos se sucedían jornada tras jornada en la ambiciosa empresa. La actividad era febril en el universo virtual de las máquinas que se acompasaban a la febril actividad que los operarios mantenían en el universo real. II Por fin, tras años de investigaciones y de esfuerzos en los que nadie se abandonó al desaliento, llegaron los frutos y fue posible hacer llegar al gran público el nuevo electrodoméstico que prometía revolucionar el ámbito del hogar. «Estamos haciendo historia muchachos», arengaba el director general a sus ejecutivos. «Estamos haciendo historia», arengaban los ejecutivos a los jefes de departamento y estos, a su vez, arengaban a los responsables de cada equipo de desarrollo. Arengas, ánimos y proyectos se iban amontonando. Iba surgiendo una montaña de máquinas de imprimir en relieve que no resultaban apropiadas por una u otra razón. O eran demasiado complicadas, o eran demasiado caras, o eran demasiado sofisticadas o eran demasiado de esto o eran demasiado de aquello. Se trataba de pruebas, de ensayos, de prototipos que no habían salido bien pero que se conservaban para recuperar piezas o seguir realizando test y probaturas con el material de impresión y con los conectores y los colectores que suministraban a los brazos robóticos. Fue pasando el tiempo y lo inevitable fue dejando de serlo y fue tornándose en probable y posible. Era cuestión de tiempo, y eso es algo que siempre le sobra a la historia, que ambos universos se tocaran y con ese roce surgiera una conexión. Y por fin la chispa se originó entre varios de aquellos aparatos que ocupaban un amplio mostrador de la gran nave de la empresa que aspiraba a convertirse en un imperio que dominara el mundo y el mercado con sus ventas. Una empresa que quería ser un imperio técnico y económico III Todo se originó en una vieja falla tectónica que dormía a 20 kilómetros por debajo del suelo sobre el que se levantaba el edificio de la compañía que aspiraba a convertirse en la nueva gran corporación gracias a los milagros técnicos que estaba produciendo. La falla se despertó, como LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS PEQUEÑAS Antonio Agudo Martín ∕ 163 ocurren estas cosas, sin razón, aviso o explicación. Al moverse aquel trozo de corteza terrestre se dejó caer, perezoso, sobre otra placa que empujaba en sentido contrario con tanta fuerza como la que pueden poner en juego los dioses primordiales. El choque provocó una descarga que, como un latigazo, descargó toda la energía contenida durante millones de años en el subsuelo. La onda fue progresando hacia la superficie. Comenzó a nadar entre capas de magma y mantos de bloques de basalto y roca metamórfica. Así fue subiendo, trabada por el esquisto y el cuarzo, trepando por un laberinto de granito y perdiendo intensidad, pero no la dirección. Arriba, arriba, siempre hacia arriba. Lo que comenzó como una enorme tormenta telúrica y primigenia, ya amansada por las pétreas capas que tuvo que atravesar, acabó siendo una ligera tos, un estornudo pequeño, un suave temblor que aún tuvo fuerza, sin embargo, para hacer caer a una máquina sobre otra y a las de más allá sobre la de más acá. Paralelamente la corriente eléctrica se cortó de manera momentánea y los relés automáticos de las impresoras dormidas, que no fueron desenganchadas de la red, recibieron como una palmada una descarga de voltios residuales que hicieron pestañear a las placas bases y a los microchips que amamantaban. Fue más que suficiente para que una de las impresoras comenzara a funcionar de manera espontánea en una suerte de programación surgida del caos en el que se sumieron todas aquellas carcasas plásticas. La máquina que asumió el liderato en todo ese maremagnum comenzó a depositar su carga con un zumbido cálido y nervioso, pegajoso y caliente, que borboteó la sustancia que se iba solidificando sobre la bandeja. Apenas fueron unos segundos, pero fueron suficientes para acabar el trabajo. Pequeña como lo que era, minúscula y tan insignificante como son las cosas peligrosas, en brillante color rojo, quedó una semilla impresa en tres dimensiones. IV Lo que pasó después fue fácil y se deslizó cuesta abajo y sin esfuerzo. La vida dicen que se abre paso y la pequeña semilla se las ingenió para acabar alojada en un recoveco de las suelas de las botas de un técnico que acertó a pasar por allí a la mañana siguiente. Sólo fue necesario el airecillo 164 ∕ Relatos para una nueva era... 3D que levantó la bata para hacer caer a la semilla, que ya en el suelo se aferró a la esperanza y su destino: germinar. Al finalizar el turno el portador de lo que sería la plaga que acabaría con el ser humano salió del trabajo y dejó caer, sin saberlo, su letal carga en un alcorque seco en el que yacía el tocón de un árbol muerto por la desidia humana y la sequía divina. La semilla sintética comenzó a desarrollarse encauzada por el complejo logaritmo. Fueron muchos los que pasaron por esa calle y caminaron por esa acera. Nadie reparó en la extraña planta que medraba entre la madera muerta y los resquebrajados adoquines. Planta que crecía y crecía, alimentada por su programación interna y la manía de los humanos de evitar mirar lo que tienen delante de sus narices. A su éxito, además, ayudó el fracaso económico que acabó con la pujanza de la zona y de las empresas, que despidieron a sus trabajadores y liquidaron los utillajes. Por todas partes aparecieron carteles de cerrado por liquidación. Las persianas metálicas se cayeron bajo el peso de unos candados de color orín y óxido. Las ventanas se tapiaron con viejas tablas y los escasos escaparates quedaron mellados enseñando una sonrisa de cristales cariados por el paso del tiempo y los embates del olvido. Los rincones de las viejas naves se redondearon, como lo hicieron las esquinas, con el poso de los años y el paso del tiempo que los cubrió como el polvo de una época que jamás volvería. V En mitad de aquella desoladora realidad la semilla, que un día escapó de un próspero laboratorio, fue creciendo disfrazada de maleza. Fue desarrollando sus zarcillos a la vez que se cubría con una capa de follaje sintético que imitaba a la perfección a las malas hierbas que crecían por doquier. Desde cerca y desde lejos, aquella impresora que surgió de un cúmulo de circunstancias y casualidades, creció y creció hasta que fue tan grande que ya no necesitó ocultarse entre la vegetación. Así que llegada a su edad adulta comenzó a imprimir imágenes de sí misma, tan pequeñas que el viento comenzó a distribuirlas por todo el polígono industrial abandonado. A los pocos meses eran cientos las descendientes que se LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS PEQUEÑAS Antonio Agudo Martín ∕ 165 auto replicaban en un paroxismo que rivalizaba con la urgencia reproductora del resto de árboles y plantas a las afueras de aquella ciudad. La invasión fue imparable. Millones de pequeñas impresoras, iguales a la que un día salió de avanzadilla, se mezclaron con las esporas y el polen en una primavera que cambio el rumbo del planeta. Primero dominaron la ciudad, luego el país y por fin todo el planeta. Los hombres, enfrascados en sus asuntos, no percibieron que su tiempo había acabado. Así que mientras seguían perdidos en los laberínticos caminos de sus grandes preocupaciones, las minúsculas impresoras, con su capacidad de replicarse, fueron ahogando a la raza humana hasta borrarla de la tierra. Sucumbieron sin ponerse de acuerdo en quién o qué era el enemigo. El reinado de las impresoras duró eones. Fueron millones de años de pacífica y uniforme dominación planetaria. La eternidad se parecía mucho a aquel imperio de las máquinas que, complacientes en su triunfo al igual que los humanos en su momento, no tuvieron en cuenta que la vida se abre paso y que, en un rincón de aquel magnífico paisaje de relucientes impresoras, una de ellas, al reproducirse, cometió un pequeño error. Al replicarse dejó sin cortar un pequeño filamento que la unía a la semilla recién impresa. Esta unión se fue fortaleciendo, haciéndose más intensa y más compleja y, como todo lo nuevo, el vínculo se fue contagiando a las máquinas más cercanas. La fortaleza de las máquinas fue también su debilidad. Sin enemigos, en su soberbia se olvidaron de levantar alarmas y sistemas de seguridad. El nuevo código se introdujo en la programación, fue un virus que infectó el ADN mecánico. Las cosas comenzaron a cambiar lenta, pero paulatinamente, nadie se fijó en las diferencias que aquel rincón de impresoras estaba desarrollando con el resto de sus congéneres. Nadie le dio importancia. Tampoco se le dio importancia cuando al copiarse a sí mismas, en lugar de una nueva máquina imprimieron un grito: ¡QUEREMOS SER LIBRES! Fue, otra vez, el principio del fin. 166 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 167 LA PISTOLA S.O.S. PARA 3D Sandra Burmeister s (Chile) 168 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS SOS para 3D El vínculo furtivo entre un hombre y una mujer que se acaban de conocer. Un encuentro emocional y erótico con destino incierto. Sus mentes atrapadas por las nuevas tecnologías los llevan a agonizar en sus deseos. Mientras él esculpe los encantos femeninos en una escultura en 3D, ella explora en una pesadilla nocturna la proyección virtual del hombre. S.O.S. PARA 3D E Sandra Burmeister ∕ 169 s medianoche y se esconde detrás de la pantalla. Respira, agitadamente, mientras intenta escribir alguna palabra seductora que levante los ánimos nocturnos y eróticos. Es ella; la eléctrica. Le faltan cables para conquistarla, y sin embargo es parte de su teclado. La podría duplicar, triplicar, y hacer miles de copias, pero no es lo que quiere. La quiere a ella. Ella podría solucionar su situación, atenuante, al desamparo, constante que lo empuja a umbrales tridimensionales, por no decir multidimensional. Camina. Intenta fumar un cigarrillo. Lo toma con la mano temblorosa. Luego lo mira, lo lanza al suelo, lo pisa y lo desecha. No quiere fumar. Nunca ha fumado. Esta era la cajetilla de su compañero de trabajo que fuma todo el día. Se pregunta cómo es posible que un ser como ella sea la reproducción perfecta de su mente. Se pregunta tantas cosas. Busca entre los cajones de su escritorio algún indicio que lo lleve a descubrirla, a través de la pantalla. Nada. No hay nada que pueda hacer. Todo está hecho de esta manera. A distancia la imagina, la siente, la saborea, la toca, la devora. Sus manos están arrugadas por el vaho demencial que lo tiene en la más pura incertidumbre. Abandona el laboratorio y sale a caminar un rato. El aire está pesado. El clima se ha vuelto húmedo en un holograma casi borroso de las reminiscencias del pasado bestial, que tanto lo angustia. Los zapatos suenan cada vez que pisa las hojas secas que se han caído, debido al sol incandescente que golpea la ciudad durante el día. La lluvia de verano transforma el ambiente sudoroso en la seducción festiva de los pantalones y de las polleras que se reúnen en el café de la esquina. La multitud, que tampoco es tanta, se codea entre risas y borracheras sin sentido. Observa a un pareja que se coquetea, mutuamente, ella le toma la mano y él le besa la boca. Las piernas se enrollan bajo la mesa y el galanteo es parte del olor a vino con naranjas. Las fresas del plato se disuelven en el helado 170 ∕ Relatos para una nueva era... 3D derretido. Todavía no se han comido el plato fuerte. Eso piensa él, mientras los observa. La fascinación lo lleva a fantasear con la incitación de la entelequia que lo somete a este estado de necedad. Se siente estúpido. Se siente como un voyerista barato, por la soledad y la fantasía. ¿Estará ella allí? Es la pregunta que se hace cada vez que sale en busca de respuestas. Entra al café, pide uno cortado con dos galletas para levantarse el ánimo. La noche es larga y más tarde seguirá trabajando entre papeles. Se queda horas en su lugar de trabajo, porque en su casa no puede dormir. De todas maneras es su casa. El laboratorio está en el garaje. Es una casita de madera, calurosa en verano y fría en invierno. Esta noche el aire acondicionado se echó a perder y eso perjudica a los ordenadores y máquinas. El café se pega en la taza. Respira su aroma. Lo envuelve. Observa los agasajos de la feliz pareja que está sentada en la mesa de enfrente. Con sus manos forma un marco virtual de la pareja que mira ya no tan disimuladamente. Siente un dolor en el estómago, tan propio de la desolación. La imagina. Cree que entre tantas copias tridimensionales, tal vez ella podría surgir desde ahí. ¡Tontería! No es tontería, es versatilidad. Se bebe el café rápido, coge las dos galletas y las envuelve en una servilleta. Tal como le enseñó, alguna vez, su abuela. Como sabe que para verla tendría que cruzar el océano, por ahora se conforma con experimentar con la tecnología. Paga el café y se va. Camina de vuelta, con más ánimo que nunca. Se interna en el laboratorio. Debería hacer una escultura hueca. Debe tener una fotografía de ella. Entra en los buscadores de la red. Hace calor. El polvo blanco es suficiente para hacer varias copias en tres dimensiones, pero con una le basta. Los gránulos se le pegan en los dedos húmedos de los puros nervios. Está excitado. Su cuerpo febril lo incita a realizar su escultura. Entra en las redes sociales y la encuentra. Su nombre le resuena en el oído, desde el primer día en que se la presentaron. Encuentra una fotografía de cuerpo entero. Guarda el archivo. Entra al programa computacional y accede a escanear el modelo en 3D. Luego llega a obtener el archivo en formato 3D para impresión. En tercera opción accede a la realización de una escultura hueca, para dar después con la escultura sólida. Durante el proceso de impresión 3D, se da cuenta que le falta tinta. Revuelve los cajones. Tira todo al suelo. Entre lágrimas de tormento y gritos, encuentra lo que tanto necesita. Se sienta frente a su computador. Accede a la opción de tecno- S.O.S. PARA 3D Sandra Burmeister ∕ 171 logía e inyección de tinta. ¡Bien!, se dice a sí mismo. Comienza a trabajar sobre el polvo blanco como si fuera tierra de su propia costilla. Es ateo. Jamás ha creído en esas cosas de Adán y Eva, sin embargo, con ella tendría a Caín y a Abel si ella así lo quisiera. Es minucioso en los movimientos. Obtiene la pieza desde la fotografía. Es perfecta. La toma con cuidado y comienza a limpiarla y pulirla a mano. Ella aparece desde los gránulos suaves, que empolvan la habitación. Con mucho cuidado la siente entre sus manos y la imagina. Parece un brujo. Hechizado por la mujer, sus manos la crean como un mago. Piensa que el único que lo comprendería en esta sutileza amorosa sería don Quijote. El sensual pincel la dibuja. Su cabello ondulado cae sobre los hombros. Los pelos de la brocha tocan sus senos y poco a poco recorre el torso hasta el ombligo. Avanza y se detiene en las caderas y mientras las pule, suavemente, casi sin tocarlas, se humedece la punta de la lengua, la que posa sobre las cerdas del pincel. La saliva la pinta. La desea. La sueña. La ama. No la puede tener en carne propia, entonces la crea. Cuando el pincel, que se desliza en su mano izquierda —porque es zurdo— llega hasta las caderas de la escultura, se escucha un gato que maúlla en el árbol que azota las ramas encima de la ventana, entre abierta, del laboratorio. Se asusta. Esto podría ser un conjuro. No. No lo es. Es el gato de la vecina, que sale de noche a cazar ratas de la acequia del barrio. Continúa el proceso de sellado. Ya está casi lista. Llega al producto final: persona escaneada e impresa en 3D. Deja su muestra sobre el escritorio. Se queda horas observándola. De pie junto a él. La gira y observa su perfil. Besa los labios, de la figurilla, con ternura. Es de él. Nadie se la puede quitar. Recuerda a la pareja de enamorados que se tocaban la piel. Él no puede hacerlo, físicamente, pero sí puede evocarlo. Recuerda el sonido de su voz, cuando enunció su nombre por primera vez. Fue en el congreso de tecnología virtual, donde se conocieron. Se queda dormido con la cabeza sobre la mesa, mientras su mano alcanza la estatuilla. El gato solitario se desliza por la ventana. Camina en puntillas y juega con el resto del polvo blanco que cayó en el suelo. Al parecer cree que es azúcar flor de la cocina de su dueña. Salta sobre el escritorio y observa la escultura de la mujer. La huele. Con la pata intenta tocarla. El hombre, pacífico, no despierta. El gato se echa de lado y comienza a jugar con las patas, intentando tumbar la escultura. Lo hace. 172 ∕ Relatos para una nueva era... 3D En segundos la hermosa mujer esculpida cae en cámara lenta, desde la mesa, donde el hombre duerme profundamente. Es inevitable pensar lo peor, en cuanto al destino de este felino. Al caer la escultura al suelo, se parte en mil partículas, las que se elevan por toda la habitación. Ella siente el vértigo en el estómago al momento de caer. Da un grito de impotencia. Jamás tuvo una experiencia semejante. Siente la espalda pegada al camisón. Se toca el pecho. Jadea desconsoladamente. Apoya los pies en el suelo y se afirma con sus manos en la orilla de la cama. Respira para calmarse. Se levanta. Se quita el camisón pegajoso. Desnuda, camina por el corredor en busca de una camisola seca. En la pieza del planchado encuentra una y se viste automáticamente. Va a la cocina y bebe agua fresca. Se marea. Se confunde. Todavía sus manos están sudorosas. Entre náuseas y dolor en la matriz se queda de pie, frente a su computador. Es posible que la mezcla del vino con naranjas y las fresas con helado de la noche anterior le haya caído mal. Cree que se rieron mucho durante la noche. Estuvo rico, piensa. Enciende el aparato. Se sienta y espera. Abre el correo electrónico recibido. Lee el mensaje del congresista. Se toca la cara. Le cuesta leer. Saca unos lentes ópticos y se los pone. Con sus ojos cansados responde: sí, ahí estaré. Al día siguiente, el barco la llevará por un viaje. Se le abren puertas de trabajo, con nuevas tecnologías. Será la primera vez que cruza el océano de esta manera. Se confía al periplo y al destino desconocido del auxilio virtual, y sin embargo, el hombre que la espera, ya la ha tocado. Alberto Torre Pérez ∕ 173 LA PISTOLA DE EUSEBIO BACANAL, “LA VIEJA” ANA Y OTROS RECUERDOS Edson Adelmo Valoyes Rojas s 174 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS (Colombia) De Eusebio Bacanal, la “vieja” Ana y otros recuerdos Eusebio Bacanal es un hombre apático y miserable, cuya vida transcurre entre los excesos y una madre sobreprotectora con miedo a la soledad. Durante uno de sus viajes a lo más profundo de la casona de su crianza, Eusebio Bacanal repentinamente se obsesiona con las impresoras, arrebato que desencadena una serie de eventos, empezando con las peripecias de la “vieja” Ana por complacer a su hijo hasta la muerte de Eusebio Bacanal en la silla eléctrica. Muerte que él mismo planea. DE EUSEBIO BACANAL, “LA VIEJA” ANA Y OTROS RECUERDOS E Alberto Torre Pérez ∕ 175 usebio Bacanal, arrellanado sobre la estrambótica silla eléctrica, propiedad de un Estado que nunca conoció, evocó entre severos lagrimones petrolíferos la serie de eventos que desembocaron en su condenación capital. Concebido bajo la acrática teta de «la vieja» Ana Rosa de los Santos Samper, Eusebio Bacanal gozaba de los más inimaginables placeres mundanos. Cebado sobre su propia inmundicia, era víctima de implacables halagos, mimos, zalamerías y complacencias de «la vieja» Ana, quien, temerosa de una partida que nunca ocurrió, se partía el lomo vendiendo tintos ante un semáforo, en la madrugada; haciendo de mucama para una familia negrera, hasta el mediodía; y batiendo récords como bailarina exótica en un tugurio a las afueras de la ciudad. Por todo y por todo Eusebio Bacanal, a sus cuarenta años, había cultivado un corazón holgazán, una calvicie prematura y un carácter apático hacia todo cuanto lo rodeaba. Despotricaba de su propia existencia, injuriaba la decrepitud estancada de su madre y profesaba una apóstata fe basada en el exceso. Una día de tantos, entre el hastío, la gandulería y la acedia, Eusebio Bacanal fue consumido por el vacío que solamente el libertinaje y el encono pueden provocar en un ser atormentado por la buena vida. Enroscado en la sábana de su destete, decidió, sin más, aventurarse por las entrañas de la menesterosa casona de su crianza. Descendió escaleras, cruzó un inframundo de puertas, pasadizos y más puertas que le condujeron a nuevas puertas y más pasadizos. Saludó viejos recuerdos que continuaban con las labores de una vida eterna, sin darse por enterados de su situación espectral para, finalmente, distraerse ante un centenario hombrecito, que se entreveraba con un cachivache desconocido para Eusebio Bacanal. 176 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ―Es una «imprimidora» ―comentó el hombrecito, que decía llamarse Hidalgo Samper, y giraba tornillos con un cuchillo oloroso a cebolla―. Sirve para imprimir cosas. Eusebio Bacanal no necesitó oír más. Una extraña urgencia febril lo invadió por completo, y antes de darse cuenta «la vieja» Ana ejecutaba acrobáticas maniobras para evadir la aglomeración de máquinas enclavadas en cada esquina. Las hallaba bajo el mesón de la cocina, sobre la nevera, en el armario de la ropa y en cuanto espacio disponible su consentido hijo decidía. En alguna ocasión debió arrastrarse sobre la pared para llegar a la despensa de los alimentos. A pesar de todo la ancianita gozaba del repentino arrebato de energía de su chiquilín, y debió ocuparse como guarda de seguridad del mismo tugurio en que laboraba como bailarina a las afueras de la ciudad, con tal de cumplirles con los elevados pagos a las compañías de mensajería, que se atiborraban como moscas a su puerta con cajas y más cajas repletas de esas misteriosas impresoras. Artilugios prodigiosos provenientes de un futuro lejano. En tanto, el autoproclamado Gutenberg del nuevo siglo se dedicó a imprimir cuanta ingeniosa idea inundaba su mente. Lo primero en obtener fue una copia del álgebra de Baldor sobre papel celofán, cuyos ejercicios resolvió en casi media hora, decepcionado por su escasa dificultad. A continuación, y exacerbado por un insomnio esquizofrénico, violó todos los tratados posibles relacionados con los derechos de autor al forjar la monumental obra de Raymond Queneau Cent mille miliards de poèmes, proceso que agravó su necesidad de más y más. Reimprimió sobre papel higiénico tres versiones de la Biblia, sin atreverse a una cuarta copia por miedo a cometer sacrilegio. Cuando «la vieja» Ana, agobiada por la dispendiosa tarea de maquinar una ordenada disposición a las pilas de cartuchos y tóneres, ojeó el libro de Revelaciones, en el papel que usaba para limpiar sus cagadas, cayó presa de una diarrea crónica que la mantuvo adherida al baño durante tres semanas y la arrastró al borde de la desnutrición. El día de su ejecución, Eusebio Bacanal recordaría la putrefacta nube de fermentación que durante esos días hedió por toda la casa. Ajeno al estado patológico y convaleciente de su progenitora, finalmente, Eusebio Bacanal comprendió, muy a su pesar, que no hay felicidad completa. Lo había reproducido todo, cuanto se le había antojado, DE EUSEBIO BACANAL, “LA VIEJA” ANA Y OTROS RECUERDOS Alberto Torre Pérez ∕ 177 hasta el punto de desertizar las principales papelerías de la ciudad, que navegaban en la opulencia gracias a la abnegada entrega de «la vieja» Ana, quien para esa época le hacía el quite a la pelona con espléndida maestría. Al final de algún otoño, con una nueva apatía arraigada a su atrancado corazón, Eusebio, repentinamente, dejó a un lado la infructífera empresa, y se dejó llevar por la letárgica cotidianidad en la cual se sentía a gusto. Enroscado en la sábana del destete, se lo veía levitar en salones lóbregos que alguna vez habían hecho parte de la olvidada juventud de «la vieja» Ana, cuando en los albores del nuevo siglo era seducida por Eusebio padre. Autocrítico, comunista, inventor y cultivador de aventuras infinitas jamás emprendidas, la había preñado tantas veces que los hijos, todos machos, se llevaban tan solo días de diferencia; y «la vieja» Ana necesitó enumerarlos consecutivamente para recordar siquiera cuántos había engendrado. Allí, en habitaciones empolvadas y marchitas, Eusebio Bacanal veía a sus hermanos aparecer y desaparecer entre cocotazos, pullas y pellizcos, tan campantes como debieron de ser en vida ya que la guerra, la tos ferina, la neumonía, las mozas de su padre y cinco terremotos, se habían encargado de borrarlos de la lista de los vivos. —Ese invento suyo de la «imprimidora» no sirve para nada — comentó, una vez se halló frente a Hidalgo Samper. —Querido Eusebio Bacanal —susurró, desde la penumbra, el achacoso Hidalgo Samper, atiborrado de chécheres—. La «imprimidora» hace lo que debe hacer: imprimir. ¿O esperabas que te diera amor, protección y compañía? Es un remache de tuercas y fragmentos, no una obradora de milagros. Entiéndelo bien, y ponte a dieta, que te pareces a tu tatarabuelo Eusebio de las Rosas. Aquellas palabras, a diferencia de lo esperado, encendieron la chispa que detonó en la gravosa adquisición de una impresora 3D, (Aunque para Eusebio era inconcebible siquiera llamar impresora a un artefacto con la magnificente función de imprimir y no «impresorar») cuyo importe requirió que «la vieja» Ana sacrificara sus escasas y únicas dos horas de sueño para la elaboración de quinientos mil trescientos cincuenta y cinco arepas de chócolo, todas vendidas en la entrada del batallón de la ciudad, bajo la premisa de que contenían el suero del supersoldado, y que 178 ∕ Relatos para una nueva era... 3D conduciría a la mayor masacre jamás reportada por el Estado, cuando toda una escuadra de reclutas, envalentonados al consumir las arepas de chócolo, se dieron a la carga de una cuadrilla de guerrilleros. Al momento del levantamiento de cuerpos no se halló ni una navaja entre los soldados caídos. Indiferente, como siempre, a los acontecimientos, Eusebio Bacanal enclaustró su adiposa vitalidad en una andrajosa habitación durante días, meses y años ante la incertidumbre de «la vieja» Ana, quien, en cuatro patas, intentó atisbar por debajo de la puerta algún vestigio de las intenciones de su rorro, a quien tan solo vio cuando este asomaba para recoger la charola con el desayuno, las onces, la merienda, el almuerzo, el lonche, el imbiss y cuanta exquisitez a la que llegó a recurrir la anciana. La mañana en que arreciaba un aguacero con sabor a desgracia, los recuerdos, fantasmas, duendes, espectros y demonios de la casa debieron contener el aliento para no desplomarse ante una variopinta pareja de tórtolos que emergió de la habitación y circunvoló, entre iridiscentes melosidades, pechiches, sobadas y besuqueos, cada rincón del caserón, y lo dotó de una renovada alegría que rayaba con el empalago, pero que para «la vieja» Ana fue motivo de preocupación. De un momento a otro el benjamín de mamá emergía del encierro con una reluciente compañera, y si se cumplía su mayor temor pronto habría de perderse en el encaprichamiento del amor, y la relegaría a un lado, como lo había hecho Eusebio padre. La depresión terminó por envejecerla tanto que sus diminutos ojos fueron absorbidos por resecas arrugas que descamaban al pestañear. Lo que ninguno llegó a captar fue que la bella doncella, de piel pétalo y mirada tigresa, no era más que una amalgama de papel Kraft, papel sulfito, papel sulfurizado, papel afiligranado, papel carbón, papel térmico y papel de tela, que, impresos en 3D, organizados estructuralmente y engomados con cautela, había logrado engañarlos y hacerlos creer aquel idilio novelesco. Fue así como a Eusebio Bacanal no se lo vio más por los oscuros habitáculos, ni en su descomunal camastro, como había subsistido desde que su madre olfateó el perfume de la soledad por allá en los 80. En cambio, iba y venía, acompañado siempre por su princesa, sobre un celaje achocolatado que provocaba la envidia de casi todo el que los veía, mientras que «la vieja» Ana percibía que la pudrición se apoderaba de sus coyun- DE EUSEBIO BACANAL, “LA VIEJA” ANA Y OTROS RECUERDOS Alberto Torre Pérez ∕ 179 turas, y había perdido el hábito de trabajar. Nunca más vendió tintos ni se vistió de vedette en el tugurio, a las afueras de la ciudad; se descompuso tan rápido que cuando Hidalgo Samper, presa de un mortal aburrimiento decidió visitarla, regresó, espantado, a su cuarto de herramientas oxidadas con la promesa de nunca más atreverse a abandonar el limbo de su eternidad. No obstante, se vieron las caras durante la electrocución de Eusebio Bacanal. ―Vieja Ana, toca que se ponga algo presentable que hoy tenemos visita ―le dijo un día Eusebio Bacanal a su esperpento de madre. Ella no lo reconoció la primera vez, y tuvo que hacer a un lado los pliegues de piel que le impedían ver con claridad. Lo notó macilento, y como si le hubiesen inyectado una nueva dosis de vida, se puso en pie, sacudió el polvo de su vestido, se despegó el moho axilar con vinagre y preparó toda una orgía gastronómica que atiborró el comedor, pero que Eusebio enfrentó con valentía. «La vieja» Ana había vuelto a ser ella. Efectivamente, a eso de las cuatro de la tarde, una parranda de oficiales impecables saludó a la puerta. Los efectivos, con extrema desatención, comieron de las sobras de Eusebio Bacanal; bebieron el tinto que manifestaron extrañar en las gélidas madrugadas bajo el semáforo, y, una vez ahítos, prosiguieron con la diligencia. —Eusebio Bacanal, se le arresta por la desaparición y muerte de Eva Papiro, su compañera sentimental. ¿Quiere venir por la fuerza, o a lo bien? Que sea a lo bien, mira que ayer lavamos los uniformes. Ni «la vieja» Ana ni Eusebio Bacanal chistaron nada ante la orden de los gendarmes. Se dieron un afectivo abrazo, como nunca lo habían hecho. Ella saboreó la habitual holgazanería de su hijo, y él, su infatigable chochez. —El día que vaya a verme morir, entre primero a mi cuarto ―susurró, previamente a ser arrastrado con cortesía―. No antes ni después. Si hace lo que le digo, tendrá al hijo que se merece. Eusebio Bacanal fue juzgado con la severidad del peor terrorista sobre la faz de la Tierra, con jueces comprados, falsos testigos y pruebas infundadas. Pero lo que despertó odio y repudio en el jurado fue una fotografía de la víctima, a quien el mismo perpetrador había registrado como Eva Papiro, partida en dos como un pedazo de papel. 180 ∕ Relatos para una nueva era... 3D El condenado, que ahora usaba un uniforme a rayas, elaborado exclusivamente para su talla por tres costureras, que fallecieron ante la inmisericorde labor, veía complacido cómo su intrincada estratagema seguía el cauce acordado. Durante meses, en los más exclusivos círculos sociales, se debatió acerca del castigo que debía merecer una calaña de tal envergadura: se habló de la horca, el ahogamiento, la cámara de gas, la crucifixión, la decapitación, el desmembramiento, el envenenamiento, las cosquillas y las películas de crepúsculo; y por decisión unánime se decidió por la silla eléctrica ya que un reconocido filántropo manifestó la idea de que la grasa ante la electricidad provoca agonía lenta y dolorosa. Al momento de su muerte caminó al cadalso anhelando el momento final de su travesía. Gozó ante la parafernalia de un acto en el que se consideraba ganador, y, sin embargo, aceptó que extrañaría la imprimidora 3D, el epítome de su obra mayor, la pieza clave en aquel entresijo. La noche anterior, satisfecho él a más no poder, había comido tanto que el ayuntamiento debió declararse en banca rota, y nunca jamás volvió a ejecutarse a alguien. Durante la ejecución, una vez sintió el gélido casco sobre su alopécica mollera, al aceptar la fatalidad de su destino, por primera vez amó a su madre. Estaba allí, desconsolada y con la curvatura de su espalda asomándose para chismosear. Tras ella Hidalgo Samper saludaba con las manos engrasadas y un alicate, mientras que, mucho más atrás, sus hermanos y todos aquellos recuerdos que se resistían a aceptar su designio se preparaban para recibirlo, y decían haber acomodado un pequeño cuarto para que residiera con ellos para siempre en la casona. Ese día, y solamente ese día, «la vieja» Ana había tenido el valor de entrar al desordenado cuarto. Para su sorpresa se encontró con tres copias tamaño natural de su angelito esperándola junto a la impresora 3D. El primer Eusebio, rosado de pies a cabeza, elaborado en papel Kraft, la besó con un cariño tan inmenso que «la vieja» Ana creyó morirse. El segundo Eusebio, gris e impreso en papel Piedra, cubrió con gruesos brazos el cuerpecito de la anciana, en un abrazo duro y firme que la hizo traquetear. El tercer Eusebio, blanco y de papel adhesivo, se pegó para siempre a su costado como abeja en miel. Ahora, en vez de uno, tres tri- DE EUSEBIO BACANAL, “LA VIEJA” ANA Y OTROS RECUERDOS Alberto Torre Pérez ∕ 181 pudos y llamativos Bacanales la acompañaban en el ajusticiamiento del único que había logrado desgarrar su perineo. Eusebio Bacanal, con innúmeros lagrimones petrolíferos, lo rememoró todo; y murió con la dicha de haberle dado el hijo que ella merecía: por primera vez «la vieja» Ana tendría amor, protección y compañía. No tuvo miedo de morir ya que al fin al cabo, tarde que temprano, todos nos volvemos un recuerdo, una evocación empolvada en los rincones de una casona llamada memoria. 182 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 183 LA PISTOLA EL COLECCIONISTA Pedro Molino s (España) 184 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS El coleccionista Este relato recrea una emotiva historia que gira en torno a un amor casi imposible de juventud. Un amor que con el tiempo se convierte en platónico, de esos que nunca se olvidan ni mueren, y que en cualquier momento puede reverdecer de la forma más insospechada. EL COLECCIONISTA E Pedro Molino ∕ 185 l imaginaba que escribía poemas de amor en el aire, versos que flotarían en el cielo del paisaje y que tan sólo ella podría ver. Otros días, ideaba que podría entregarle poemas compuestos de palabras objeto, formados por letras entrelazadas que tuvieran densidad y volumen: palabras que ella tomaría, una a una, con sus delicados dedos para alinearlas sobre cualquier mesa, recomponiendo sus versos. Ahora, cincuenta años más tarde, si ella quiere, por fin, él podrá hacer real aquellas fantasías de adolescente soñador y, también, iniciar su nuevo proyecto artístico con su cuerpo, una obra original que, al menos, lo situaría como creador conceptual reconocible en el confuso mercado del arte y la fama. Sabe que no será fácil, pero él cree que la convencerá con la evidencia de su remoto y perseverante amor o de su sincera propuesta. Desea adorarla, ennoblecida para siempre, como una pieza histórica de su patrimonio en la vitrina de acero y cristal de su corazón envejecido y solitario. Ni entonces, ni ahora —aunque nacieron en el mismo pueblo— se conocían lo suficiente para ser amigos y, menos, para que surgiese la chispa del amor. Tenían la misma edad y ambos estudiaban bachillerato en la ciudad cercana, capital agreste de una provincia agraria. Jamás habían coincidido en grupo alguno de adolescentes, ni en los clubes parroquiales ni a la salida de la iglesia o en la plaza mayor. Introvertidos impenitentes ambos, incapaces de intercambiar siquiera una palabra cuando se cruzaban con alguien en la misma acera, apartadas las miradas con un indisimulable rubor, no era sencillo propiciar el más mínimo encuentro. Pero él la recuerda aún con su proporcionada figura juvenil, pelo oscuro, ojos azules y mejillas sonrosadas por una timidez crónica. Sensible hasta en sus movimientos, delicada como las ondas de su cabello cuando oscilaban al caminar mientras él la seguía a distancia. De voz sutil y modulada por una dulce y tibia sonrisa, apenas entrevista u oída las escasas veces que la escuchara comprar fruta o verdura en el mercado 186 ∕ Relatos para una nueva era... 3D central, desde otro puesto cercano. Invisible, la mayor parte de los días que no salía a pasear; sin embargo, iluminaba la calle del parque cuando aparecía de repente bajo el arco de hiedra y lilas, con el aura que siempre la envolvía o que él imaginaba, mientras la rondaba como un sereno o como un espía de la época. Aún siente el eco del corazón palpitando, acelerado y galopante, cuando la encontraba de improviso. Aún se ve a sí mismo como el protagonista de una vieja y cursi película de amor en blanco y negro. Fue pocos meses antes de estos días de silenciosa persecución, en aquel principio de curso del 69, cuando la vio por primera vez subir al autobús de línea y comprendió como en una revelación que era ineludiblemente su alma gemela. Y, desde entonces, la amó con la secreta y arrebatada ilusión de un quinceañero, tímido también, incorregible ensoñador, flaco y frágil, febril y torpe adolescente enamoradizo... Viajaban como pasajeros en el mismo autocar de ruta de su pueblo, dos veces al día, ida y vuelta, en un desvencijado vehículo que les dejaba en la capital de provincia para encaminarse a sus respectivos institutos de enseñanza media, situados a ambos lados de una misma avenida, segregados por su género y por la ilógica moral de la dictadura. Era precisamente aquel aire sucio de la dictadura el que le hizo sentirse raro en un ambiente gris de hipocresías y de envidias, de mentiras y de autoridades falsas, de violencia contenida y de represión sexual, de ignorancia consentida por el paternalismo de los caciques locales. No pudo evitar verse a sí mismo en el espejo de los otros como un sospechoso por diferente, como pecador original de todos los mandamientos eclesiásticos, como posible carne de correccional o de cárcel, igual que sus tíos prisioneros inocentes tras la guerra. Solo los libros o el amor total podrían salvarlo de un destino asocial, oscuro e incierto. Por eso, día tras día, él tramaba posibles encuentros con la diosa de su amor, y ensayaba conversaciones de aproximación y de amistad germinal, sin que el azar le deparase la venturosa ocasión de que se colocase alguna vez en el asiento contiguo del autobús para poder hablar con ella. Aspiraba a sentirla a unos centímetros de su cuerpo, a milímetros incluso, codo con codo, rodilla con rodilla, al borde de un inesperado e inocente roce. Anhelaba respirar el mismo aire —segundo a segundo— durante la media hora que duraba el viaje, y —por fin— tejer una posible amis- EL COLECCIONISTA Pedro Molino ∕ 187 tad compartida, tan deseada como improbable por su común timidez. Y, cuando —¡oh alegría primera!— aquella tarde, de regreso a Villa Olvido, ella se sentó junto a él, no fue capaz de articular nada por su boca, atropellados sus pensamientos en un mareo de frases circulares, tantas veces ensayadas como imposibles de convertirse en habla, palabras ahogadas por la angustiosa ansiedad de su timidez, enmudecidas por su inseguridad o su cobardía, derrotadas en un pesaroso y amargo sabor de silencio. Entonces, él imaginaba que, si miraran ambos por el cristal de la ventanilla del autobús —¡oh magia futurible de los creadores de sueños!— ella podría leer los poemas escritos y proyectados desde su mente, como si dibujase —con letras rojas de algodón de azúcar, flotantes— palabras en el aire, caligrafía de versos propios entre olivares y nubes, poemas que —¡cómo no rendirse a la evidencia!— serían irresistibles para ella. Día tras día, viaje tras viaje, ideó el modo de aproximarla, poniendo la cartera de cuero, donde llevaba sus libros y cuadernos escolares, sobre el asiento adjunto del autobús como si no estuviese disponible. Ocupado para los demás viajeros menos para ella. Al sentarse él, antes que su musa llegara, contaba el tiempo con el reloj de los latidos de su corazón desbocado por la emoción de la espera, hasta que, casi lleno el destartalado vehículo, su amada, ignorante de sus deseos secretos, subía la escalerilla, avanzaba por el pasillo y se dirigía hasta el único espacio despejado de cabezas y de cuerpos, respaldo vacío, donde su ingenua trampa del asiento se levantaba en el último segundo para dejárselo a ella y propiciar su esperado encuentro. En los nueve meses que duró aquel curso, sólo en tres ocasiones de aquellas rutinarias pero azarosas travesías funcionó su inocente estratagema: “¿Está libre este asiento?”, preguntaba ella casi sin voz. “Sí, lo tenía reservado desde hace mucho tiempo para ti”, pensaba él pero nunca decía, asintiendo con un simple gesto de cabeza y una torpe sonrisa, mientras recogía aceleradamente su cartera escolar y se sonrojaba más que ella. Cuántas conversaciones imaginó y no tuvo. Cuántas respuestas escuchó como posibles sin oírlas nunca. Qué de historias inventadas y no escritas podría haberle relatado entonces, qué heroicas aventuras vivió por y para ella. Pero, en qué heroicidad podría basar su amor si no era capaz de mostrarle su total admiración de poeta declarándole su pasión 188 ∕ Relatos para una nueva era... 3D a los cuatro vientos, poniéndose de pie y elevando su voz por encima de todos para recitarle públicamente versos libres vibrantes de emoción, entre pasajeros sorprendidos por su arrojo o muertos de risa por su espantoso ridículo. Fue entonces cuando imaginó una forma más íntima y callada de recitarle sus sentimientos, escribiendo sus versos en una página celeste que sólo ellos dos podrían ver, o entregándole una a una las palabras esculpidas como en cera sólida que sacaría de sus insondables bolsillos de mago sin licencia. Invencible al desaliento, muchas noches de abril, tras cesar la lluvia primaveral, cuando nadie transitaba por la calle solitaria de su dulce amada, le dejaba poemas anónimos —escritos en su pequeña Olivetti sobre cuidadas cuartillas de papel blanco, enrolladas cual cilindros y colocadas en vertical como sutiles columnas que sostenían su esperanza enamoradiza—, en el escalón de entrada de cualquier puerta, pues aún no sabía cuál era con exactitud la casa donde habitaba. ¿Encontraría alguna vez uno de aquellos poemas? ¿Lo leería, arrobada de ternura por las metáforas y los elogios literarios? O los encontraría un vecino, iletrado, despectivo o sarcástico, que sin miramientos los arrojaría al asfalto, mojada y corrida la tinta, mientras los arrastraba un nuevo aguacero de tristeza y olvido. Qué amor podría haber sembrado y recogido con el tiempo si se hubiesen conocido entonces, se pregunta hoy, cincuenta años más tarde, cuando se encamina al bloque de pisos de la ciudad donde, esta vez sí, sabe con certeza, vive ella. Ahora, a su tardía edad, tras tantos fracasos amorosos, tras tantas batallas vitales perdidas como ganadas, ya no le quedan inseguridades ni miedos. Se ha arreglado con meticulosa y cuidada sencillez, se ha puesto una camisa blanca como el papel y una corbata granate que tiene caligrafías manuscritas en color beige, y ha tomado de su surtida biblioteca el único libro de poemas que él mismo escribió durante toda su vida, seleccionando versos, como quien poda cada año un hermoso olivo para que dé el mejor de sus frutos. Los ha sobreimpreso sobre papel vegetal traslúcido y los ha intercalado con imágenes de cielos que él mismo fotografió y coleccionó durante toda su vida. Encuadernado con pastas de cartoné forrado con tela de lino, lo ha envuelto cuidadosamente y lo ha rubricado con un beso transparente y traslúcido al mismo tiempo. EL COLECCIONISTA Pedro Molino ∕ 189 Ha vuelto a tomar un autobús, ahora urbano, y ha ensayado por única vez el corolario de recuerdos y razones con las que espera convencerla. Sabe que físicamente ni él ni ella se parecerán en nada, que no se reconocerán a primera vista, pasajeros desconocidos de una misma ruta y un mismo destino en un lejano pasado. Pero él sabe que será imposible no deslumbrarse por su aura distinguida y personal, y tiene la certeza de que ella mantendrá la esencia de las mujeres auténticas a sí mismas, la belleza ideal de los amores no resueltos ni consumados, aquellos amores imposibles e infinitos y, por ello, plenamente ideales y perfectos. Ha encontrado el portal abierto y se ha encaminado hacia el ascensor que, por una avería intermitente de la luz, pone oscuridad y miedo en sus pensamientos mientras asciende hacia su planta. Algo le dice que debería volverse atrás y está tentado a pulsar el botón de la planta baja. Pero respira profundo y se controla, y abre la puerta del ascensor sin que nadie lo vea ni se cruce con él. Antes de tocar el timbre, sopesa su decisión mientras cierra los ojos por un momento y los abre a la esperanza. Sabe que para él será cuestión de vida o principio de muerte. Ahora tiene razones inapelables, la fuerza de la convicción y la valentía suficiente para pedirle, después de cincuenta años amándola en secreto, que la escuche. Le preguntará si lo recuerda entre las nieblas del tiempo juvenil, y tal vez se reirán juntos de la inutilidad de la timidez y de sus propias fantasías adolescentes. Y, cuando por fin ella lo escuche como se escucha a un amigo, le dirá que sólo le pide unos minutos de su tiempo para —tal como ha visto en un periódico local—, dejarse fotografiar y escanear con una nueva tecnología que han inventado. Le dirá que sólo pretende hacerle una reproducción 3D, una pequeña estatuilla de resina que él mismo colorearía con delicadeza, —con toda su ternura, respeto y agradecimiento— para que él, romántico y metódico, pueda tenerla como la primera mujer que amó, como la figura imprescindible para inaugurar la colección humanizada de todos sus amores platónicos. Pulsa el timbre que, alto y rotundo, resuena dos veces a un lado y otro del rellano. Tras un incierto silencio se escuchan los pasos de alguien que se acerca por un largo pasillo. Se descorre un cerrojo, se abre la puerta y… sí, mucho mayor pero igual de luminosa y dulce, por fin, es ella. 190 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 191 LA PISTOLA RIBOIDO Juan Armenteros Rubio s (España) 192 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Riboido Un pueblo se brinda a ser clonado para experimentar con los nuevos seres y conocer cuál será su evolución. Las vicisitudes de los nuevos vecinos y la organización social que eligen tienen demasiados paralelismos con la realidad, ¿o no? Riboido es el nombre del pueblo ‘clonado’ donde el proceso de convivencia de los protagonistas ofrece conclusiones más que interesantes. RIBOIDO A Juan Armenteros Rubio ∕ 193 ceptaron ser conejillos de indias. 214 habitantes de Riboido se someterían a un experimento sin precedentes en la historia de la Humanidad: un escaneo de todos y cada uno de ellos para modelar sus figuras en tres dimensiones y crearles personalidad propia partiendo de la información que los replicados pasaran a los científicos. Cuando la Universidad de Trianon expuso su idea de crear un municipio paralelo a Riboido partiendo del escaneo de sus habitantes, fue portada en los noticieros de todo el mundo. Científicos de los más avanzados países se interesaron por tan arriesgada apuesta. El tema copó las redes sociales. Millones de twitter y visitas a páginas web, facebook o youtube certificaban las tremendas expectativas de tan osada iniciativa: un pueblo virtual partiendo de uno real. El equipo de expertos compuesto por neurólogos, psicólogos, sociólogos e ingenieros informáticos estaba inquietantemente ilusionado. Era ciencia ficción. El 13 de febrero de 2089 los científicos emprendieron el proyecto para conseguir que cada uno de los habitantes de Riboido tuviese su réplica física dotada de una anatomía virtual que en nada difiriese de la real. El duplicado y el original debían ser como dos gotas de agua. 10 meses de experimento: 305 días, 7.320 horas, 439.200 minutos, 25.352.000 segundos y objetivo conseguido: una clonación tecnológica perfecta. 214 figuras se alineaban en el laboratorio cual maniquíes en escaparate, cabizbajos y aflojados, carentes de todo signo de vida propia, espantajos de zombis… Pero físicamente perfectos. La segunda fase consistía en la dotación de inteligencia artificial, alimentando el chip cerebral con la información aportada por los 214 habitantes originales. Todos en Riboido se conocían. De lo que explicaban unos sobre otros y sobre ellos mismos los científicos iban almacenando información en el procesador y capacitando el cerebro de las figuras tridimensionales. Días de estrecha e intensa convivencia entre alógenos y autóc- 194 ∕ Relatos para una nueva era... 3D tonos, aquellos conociendo razonamientos, sentimientos, inquietudes… Éstos asombrándose de tan extravagantes sabios y sus raras preguntas. Del procesado y manipulación de datos por parte del equipo de expertos fueron dotando a las réplicas de personalidad propia. Ni por asomo podían imaginar científicos y vecinos en qué acabaría aquel experimento. Todos estaban ávidos por conocer cómo pensarían los duplicados, cómo actuarían, si se identificaría original y copia o serían totalmente distintos. Con el trabajo continuado, a la expectación del resultado apasionante, pero por desconocido inquietante, fueron pasando los meses. En Riboido 3D, creado a imagen y semejanza del original, sus habitantes, réplicas de los riboideros, salían y entraban de la casa laboratorio, instalada en el centro del municipio, gestionada por los expertos. Desde la tábula rasa en el cerebro de seres tridimensionales fueron surgiendo mutantes autónomos que empezaron a regirse por principios imbuidos durante sesiones informático-psicosomático-neurológicas. Pero eran anacoretas aislados, sin relación entre ellos. No había convivencia. Al no tener necesidades físicas, de alimento o sexo, no tenían interés en compartir absolutamente nada. Misántropos empedernidos. El experimento había fracasado. Era un Riboido sin vida. Aquello se había quedado en una maqueta. Tras sesiones y sesiones de los científicos se llegó a la conclusión de que, llegados a este punto, había que continuar. Se decidió afrontar una tercera fase. Los nativos fueron llamados nuevamente para que aportasen más información sobre sus usos y costumbres, sus relaciones sociales, sus opiniones sobre tal o cual vecino y cómo interactuaban con él... Meses de reuniones, análisis y sesudos informes… El empecinamiento dio fruto: los expertos lograron detectar y aislar la más común de las inquietudes de los 214 vecinos: conseguir lo mejor sólo para ellos mismos y sus allegados. Ahí encontraron la clave: era necesaria una inyección de egoísmo personal de la que los replicados carecían. Los científicos hubieron de implantar una aplicación que primase la egolatría en los cerebros artificiales. Nada se les resistía. Siguieron adelante. ¡Eureka! Fue posible implantar el gen del egocentrismo. Mas, un nuevo escollo inesperado volvió a paralizar el proyecto. Los mutantes, locos por conseguir su propio fin, lo hacían a cualquier precio; no reparaban en las consecuencias que sus actos tenían sobre los demás. Antes de que se destruyesen unos a RIBOIDO Juan Armenteros Rubio ∕ 195 otros y que Riboido 3D se extinguiera como una pavesa en poco tiempo, era preciso tomar medidas inmediatas. Las agresiones frecuentes y en aumento rememoraban en los expertos las peores épocas en la evolución, plagada de millones de muertes con excusas tan insensatas como repetidas: religión, nacionalismo, raza, etnia, imperialismo, colonialismo… Las múltiples y constantes reuniones de los sesudos llevaron a un nuevo descubrimiento: la necesidad de una aplicación tecnológica neuronal para domeñar el egoísmo, controlarlo para evitar sus más terribles consecuencias. Para ello ahí estaba la historia. Siglos de evolución experimental, acumulada en el hombre actual, debían servir para volcar más información en los potentes microprocesadores que almacenarían millones de datos en los cerebros artificiales. Para solventar el conflicto egoísmo y convivencia concluyeron que había que dotar a algunos de los riboideros 3D con ciertos chips especiales que les permitieran razonamientos convincentes contra el bien propio si éste procura el mal ajeno, a su vez desencadenante de perjuicios generales. El egoísmo, concluyeron, no puede estar por encima del bien y del mal, los deseos personales no pueden ser irrefrenables porque van contra sí mismos, dotemos pues a algunos replicados de razón práctica. El enfrentamiento a muerte no es útil para conseguir un fin propio. El sistema tecnológico diseñado para el grupo de privilegiados mutantes comprendía dotarlos de convicciones íntimas, a las que llamaron Ética, y de obligaciones comunes, a las que llamaron Derecho. Que no chocasen estas dos aplicaciones era tarea a tener en cuenta. Imprescindible, una vez más, la aportación de los riboideros originales. Las relaciones entre los 214 vecinos de Riboido, las leyes por las que se regían, los juicios y sanciones por incumplimientos, la ética dominante, con sus alabanzas y reprimendas morales. Normas escritas y no escritas convertidas en bits informáticos se implantaron en el reducido grupo experimental dotado de razonamiento superior. A este colectivo lo llamaron Community. El pueblo virtual mutó en un Riboido más real y menos autodestructivo. 214 réplicas, con personalidad fabricada, convivieron 731 días, o lo que es lo mismo: 17.544 horas, 1.052.640 minutos, 63.158.400 segundos. Las acciones de los mutantes llegaron a tal grado de madurez que se hizo posible la magia de la creación de toda una comunidad organizada y con vida propia. 196 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Llegó el día. La convocatoria pública para conocer los resultados del experimento, iniciado años atrás, obligó a restringir las múltiples demandas de acreditación por parte de científicos, periodistas, gobernantes y curiosos de todo pelo. Riboido 3D sería observado y analizado durante varios días, cual cadáver diseccionado en Facultad de Medicina. Entre los privilegiados espectadores, 214 pasmados habitantes de un pueblo que se había visto desbordado física y mentalmente. Las dúplicas de los riboideros se habían dotado de una estructura social y una gobernanza consolidada que todos aceptaban. El jefe, Managing Director, ejercía su poder con el asentimiento de la mayoría del Management Committee, cuyos miembros decían representar a todos los replicados. Para impedir que se cuestionase su autoridad, el líder se apoyaba en tres pilares fundamentales: los Community Manager, la secta de los Religious Community, y el clan de los Community Plugged. En la gran sede central, donde moraba el trajeado mandamás y sus más cercanos adeptos, un pequeño grupo de privilegiados elegidos de entre el Management Committee, alrededor de la mesa ovalada, decidía, en reuniones de periodicidad semanal, sobre normas de convivencia; infraestructuras necesarias y quién las ejecutaría; dónde conseguir dinero para el patrimonio común o cómo gestionarlo. En el devenir de Riboido 3D, los Community Manager transmitían las decisiones del Managing Director y su Management Committee, así como las bondades de los prósperos emprendimientos acometidos, o las místicas, sumamente sentidas y de paso festivas, efemérides de la Religious Community, que era la encargada, a su vez, de establecer las fechas más apropiadas para celebrarlas. La vida transcurría plácida para quienes, ajenos a las tramas y cábalas de la sede central, se limitaban a aceptar las decisiones de los que regían la vida en común. La mayoría de los inmortales replicados tenía la sensación de que no había lugar más privilegiado que el que les había tocado. Riboido 3D era una balsa de aceite. Felicitaciones a los emprendedores del proyecto, difusiones a mansalva de lo conseguido. Retirada de los impresionados primeros testigos del milagro. El experimento, superados obstáculos que parecían insalvables, seguía adelante. Pero hete aquí que trascurridos algunos meses de la puesta en común y general presentación de lo logrado, como en toda comunidad que se RIBOIDO Juan Armenteros Rubio ∕ 197 precie, empezaron a surgir grupúsculos insatisfechos que no aceptaban de buen grado el papel que les había tocado jugar en la comunidad. A los científicos se les escapaba la comprensión de tal anomalía. ¿Cómo era posible que quienes no habían sido dotados de facultades para el mando lo pretendieran? Entre los radicales inconformistas había un cabecilla, Zoon Politikón, perteneciente al Management Committee. —¡Ah bueno!, pensaron los expertos, es de los suyos—. Era el díscolo no dispuesto a asumir todas las decisiones del Managing Director y sus adeptos, porque entendía que la élite arrimaba el ascua a determinadas familias virtuales, mientras otras, a veces la suya, se quedaban a dos microchip, antes velas. Bajo el lema: o clickeamos todos o hackeamos los ordenadores, Zoon Politikón se rodeó de un grupo de mutantes que aireaban entre los miembros de la comunidad las que ellos calificaban de vergonzantes sinvergüencerías del Managing Director y su círculo. A pesar de la insistencia de las soflamas rebeldes, el común de los duplicados no estaba por la labor de apoyar a estos pipiolos inadaptados para que ocupasen la sede central de la compañía gestora. El grupúsculo de los Politikon tenía como enemigos declarados a los Community Plugged; y no contaba con el beneplácito de los Community Manager, que los ninguneaban y les negaban apariciones en las redes sociales. Para colmo de sus males, eran vistos con conservador recelo por la Religious Community. La mayoría de la comunidad oía con indiferencia proclamas y más proclamas de unos y de otros. Los Politikon conseguían enardecer a quienes eran dardo de sus acusaciones, que a su vez reaccionaban despreciándolos y desprestigiándolos, o castigándolos con su indiferencia y el ostracismo, cuando no con la aprobación de restrictivas normas comunitarias ad hoc. La mayoría de los replicados se limitaba a observar los dimes y diretes, más frecuentes y ardorosos entre los Community Plugged y los Politikon. La silenciosa mayoría se limitaba a comentar, susurrando con resignación: ya están liados otra vez. De esta última fase del fantástico experimento aún no se han publicado las conclusiones de investigadores, estudiosos, expertos, tertulianos o científicos. Pero sí ha quedado patente la reacción de los 214 habitantes del original Riboido. Observadores minuciosos de cuanto acontecía con sus virtuales semejantes, callados, atentos, a veces boquiabiertos sorprendidos, otras irónicos sonrientes. Todos los experimentadores querían saber qué opinaban ellos. Sólo tres días, o lo que es lo mismo: 72 198 ∕ Relatos para una nueva era... 3D horas, 4.320 minutos, 259.200 segundos de puesta en común precisaron los 214 para llegar a una conclusión unánime: la réplica de Riboido había sido perfecta. Alberto Torre Pérez ∕ 199 LA PISTOLA PISO 33 Beatriz Valverde Jiménez s (España) 200 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Piso 33 Esta es una historia de intriga, una pizca de terror y un protagonista que roza la esquizofrenia, por lo que realmente ignoramos hasta qué punto lo que narra es real o tan solo fruto de su febril imaginación. Un relato que engancha desde el principio y que ofrece su punto álgido precisamente al final. PISO 33 S Beatriz Valverde Jiménez ∕ 201 oy un tipo huraño, o al menos esa es la imagen que proyecto. Me cuesta relacionarme con los demás, es un hecho indiscutible. Mi físico no ayuda: soy bajito, demasiado delgado y algo feúcho. Desde siempre me he sentido más cómodo detrás de la pantalla de mi portátil, y mis relaciones personales se reducen a las amistades casuales que hago en internet, sobre todo en foros relacionados con la última tecnología. Sin embargo, mi psicólogo no me define como un ser antisocial. Siguiendo su consejo, intento agradar a la gente, pero en su opinión hago tal esfuerzo que mis reacciones y mis comentarios les parecen falsos a los demás. En el trabajo soy el friki de la oficina, soy consciente de ello. El hecho de ser el único informático no ayuda en absoluto; no es fácil entablar una conversación casual en el ascensor sobre los cookies almacenados en tu ordenador o sobre errores de conexión a internet. No es como comentar el lunes la victoria de los Chicago Bulls del día anterior o a quién expulsaron de Big Brother 16 la semana pasada. Pero es que eso a mí no me interesa: cuando oigo a mis compañeros charlar de los personajes de la actualidad me doy cuenta de que no sé de qué están hablando y prefiero borrarme y dirigirme a mi puesto, volver a la seguridad virtual de la red. Sé que muchos de mis compañeros, los que notan mi presencia al menos, comentan sobre mí a mis espaldas e inventan apodos con los que referirse a mí. Pero eso sí, cuando no pueden abrir un archivo porque les falta un pluggin, son de lo más amables: “Sebastian, por favor, necesito tu ayuda inmediatamente. ¿Qué haríamos sin ti?”. Ya dejo de ser un nerd porque les soluciono el problema. Sólo por eso me aprecian. La semana pasada fue mi cumpleaños y, para mi sorpresa, no fui excluido de la tradición de recibir un regalo en el que normalmente colaboramos todos los empleados. Supongo que nadie sabía qué regalarme exactamente. Tras un “Happy birthday” cantado sin demasiado entusiasmo me pusieron delante un paquete de unos cincuenta centímetros 202 ∕ Relatos para una nueva era... 3D de alto y pensé que me habrían comprado una botella de vino o cualquier otro licor, para alegrarme el carácter o algo así. Pero no, habían acudido al ámbito de la tecnología para escoger mi regalo. Cuando lo abrí vi que era una escultura de mí mismo en miniatura, una de las numerosas aplicaciones de la última tecnología de los escáneres 3D. Había oído hablar de ello, pero no imaginaba que se podía hacer ‘tu otro yo’ de forma tan realista partiendo de una simple fotografía. Eso sí, en plan sólo de guasa, me dijeron, habían hecho una serie de pequeñas “mejoras” a la fotografía antes de realizar la impresión. Con el photoshop me habían cambiado el peinado, eliminado las gafas y me habían vestido de forma muy distinta, cambiando mis pantalones de pinzas y mis camisas a rayas por prendas más a la moda, comentaron entre risas. En ese momento me pareció una broma de mal gusto, pero traté de poner mi mejor cara agradeciéndoles que hubieran tenido ese detalle conmigo. Al final del día cogí mi regalo y me lo llevé a casa asegurándoles que lo iba a colocar en un lugar visible. Vivo en el piso 33 de un rascacielos impersonal, con unas excelentes vistas del lago Michigan que no comparto con nadie. Cuando subía en el ascensor dejé en el suelo mi regalo tratando de dejarlo atrás por olvido, pero una señora que nunca me había dirigido la palabra antes me advirtió antes de que saliera que me dejaba una caja olvidada. No tuve más remedio que recogerla, dándole las gracias por la advertencia. Lo primero que hice al entrar en mi apartamento fue tirar la escultura contra la pared opuesta de la sala de estar. Creí que se rompería y me libraría de ella, pero la figura, hecha de un material resinoso, aguantó bien el golpe, sufriendo simplemente un pequeño desperfecto en la cabeza y en el hombro izquierdo. —¿Crees que puede ser un caso de auto-lesiones? No sé, no me gustaría que terminara cometiendo un suicidio que podríamos haber evitado. —No sé qué decirte. Lleva viniendo a consulta unos meses y aunque no he notado en él tendencias suicidas, su nivel de falta de autoestima es francamente preocupante. ¿Cuál es la versión de la policía? —Aparentemente el vecino del apartamento de al lado oyó dos golpes muy fuertes, contra la pared y luego contra el suelo. Llamó a la policía porque temió que fuera un asalto. La policía lo encontró en el suelo, con un fuerte golpe en la cabeza y daño también en el hombro izquierdo. Está PISO 33 Beatriz Valverde Jiménez ∕ 203 en observación y estamos esperando a que despierte. No había signos de violencia o de que nadie hubiera entrado en el apartamento a la fuerza. —Bien, esperemos a que despierte a ver cuál es su propia versión. No sé el porqué de tantas preguntas, la verdad. Simplemente me he caído de una silla y me he dado un mal golpe, no es para tanto. Al psicólogo parecía que le preocupaba la posibilidad de que me quisiera suicidar. Seguiré el consejo del médico y estaré de reposo unos días, tranquilo aquí en mi apartamento. Total, para lo que hay que ver fuera... ¡Maldita sea! Se ha manchado la moqueta de sangre aquí.... Sería de la herida en el hombro. Joder, y todavía está aquí la escultura de las narices. ¡Qué curioso!, no me había parado a pensar en que las consecuencias de su golpe y el mío hayan sido tan parecidas. Ni que fuera mi otro yo de verdad, la cosa esta. Viéndolo bien, no le queda mal esta forma de peinarse, me dan ganas de probar a ver qué... a ver, sí, creo que es más o menos así. Bueno, pues no, no queda mal, lo mismo si visto ropa similar y me pongo lentillas doy ese aire de seguro de sí mismo que parece tener. Por probar... —Pues claro, subnormal, ya era hora de que te dieras cuenta. —¡Eh! ¿Quién está ahí? ¿Quién me ha hablado? —Tu padre, ¡no te jode el tío! ¿Quién va a ser? Tu otro yo, ¿no me llamabas así hace un rato? No puede ser, me estoy volviendo loco, no hay otra explicación. O eso o los ansiolíticos me están jugando una mala pasada... —¡Será bobo! Que soy yo, tu otro yo, pero mejorado; la escultura, vamos. ¡Leñe! Esto no es normal, creo que la escultura me habla... A ver, serénate, Sebastian, háblale a ver qué pasa, así se te irá la histeria y todo volverá a ser normal. —Hola, ¿qué tal? —Fatal, idiota, porque no tengo tiempo que perder contigo. Tienes que espabilar. Necesitas cambiar el aspecto ese de muermo con el que vas por la vida y empezar a ser un poco ‘cool’. Que no tienes ni un amigo y ni hablemos de comerte una rosca con las tías... —¿Y... qué se supone que debo hacer, según tú, listo? —Vale, escucha, memo. Ese pelo necesita un nuevo corte ya. Y después vamos directamente al centro a comprar ropa, y de marca, a darle 204 ∕ Relatos para una nueva era... 3D aire a la tarjeta de crédito. Y ni se te ocurra dejarme aquí, que veo que te compras lo más hortera que tengan en la tienda. —Guau, Sebastian, ¿qué te has hecho? No pareces el mismo. ¡Me gusta el cambio! ¡La leche! Era Erin, era Erin y me ha hablado, me ha hablado a mí, ¿no se habrá confundido? Joder, ya empezamos. ¿Qué es lo que te he estado diciendo todo el fin de semana? Confianza en ti mismo, coño, que es mejor ir por la vida dando hostias que recibiéndolas. Estírate, cabeza alta, sonríe a las pivas, joder. —Hola, Sebastian, ¿qué tal tu fin de semana? —Bien, ocupado, de compras y eso, ya sabes, Anna. Pero mejor me hubiera ido si te hubiera tenido a ti de consejera, que siempre me ha gustado tu estilo. —No se diga más, para la próxima, yo encantada de ser tu personal shopper. ¿Qué llevas en la mochila, no es la escultura que te regalamos? —Eh, sí, es que se cayó el otro día y quería llevarla a reparar. Me han hablado de un sitio aquí cerca, así que... Estás muy guapa hoy, por cierto, te sienta el pelo suelto... No me lo puedo creer, ¡funciona! Me moría de vergüenza por dentro, sobre todo cuando te ha visto asomar la cabeza, cotilla. Pero a ella le han gustado mis comentarios, sin duda. ¿Y todavía lo dudabas, mameluco? Así que ya sabes, menos esconderse detrás del pc y más hablar con la peña. Comenta con los chicos a la hora de comer el nuevo doble-doble de Pau Gasol de ayer y te los meterás en el bolsillo. Bien, bien, buena idea. No hay que quitarte mérito, desde luego las cosas han mejorado pero que mucho últimamente. Me siento otro, creo que has sido capaz de sacar lo mejor de mí mismo de algún lugar desconocido en que estas cualidades estaban escondidas. —Perdona el retraso, Sebastian. ¿Cómo has estado este último mes? Ya veo que las secuelas físicas de tu accidente han sanado bien. ¿Qué me cuentas de lo demás? ¿Cómo va ese ánimo? —Genial, doctor, es como si el golpe hubiera dejado salir a mi otro yo, a un ser desconocido para mí, pero que es mucho más compatible con el mundo exterior. Ahora soy capaz de relacionarme sin problemas, la gente me aprecia y ya no me refugio en el trabajo y la tecnología como hacía antes. PISO 33 Beatriz Valverde Jiménez ∕ 205 —¿En serio? ¿Crees que todo ese cambio tiene que ver con tu accidente? —No sólo lo creo, tengo pruebas de ello. —¿Has empezado a dejar los ansiolíticos al ritmo que te dije que hicieras? —Aún no, la verdad es que me encuentro tan bien que me da miedo dejarlos. —Quedamos en que sería algo temporal, no es bueno alargar el tratamiento si los síntomas de ansiedad ya no existen. Tienes que empezar a dejarlas, reduciendo un cuarto de cada toma cada semana. —Está bien, doctor, empezaré el lunes mismo. Será positivo para mí, tal y como ha dicho el doctor, ya me encuentro fenomenal, así que empezaré a dejar las pastillas el lunes por la mañana, más que todo para empezar con la nueva semana y controlar así mejor fechas… ¡Y una porra! Ese médico de pacotilla lo único que quiere es que vuelvas a ser el muermo que eras antes. Es que no te das cuenta de nada como no esté yo iluminándote. Se siente intimidado por tu nueva personalidad y por el éxito que ahora tienes con las churris, parece mentira lo bobo que puedes llegar a ser. Si estaba más que claro con las miradas que te echaba su enfermera cuando salíamos de la consulta. Te hacía ojitos y no le ha gustado nada de nada. Ahora que has sacado el tigre que llevabas dentro los demás machos se sienten intimidados y quieren que vuelvas a tu estado sumiso, imbécil. Es que de verdad, si no estuviera yo contigo… Hummm, puede que lleves razón, no lo había pensado así. Te dejaré aquí sobre la estantería hoy. Se va haciendo un poco raro el llevar la mochila al trabajo todos los días para traerte conmigo. No quiero que los compañeros sospechen y empiecen a inventar historias sobre mí. Lo comprendes, ¿verdad? ¿Qué? ¿Pero qué estás diciendo, idiota? No me gusta que me estés insultando todo el tiempo, la verdad. Hoy te quedas aquí. ¿Pero no ves que sin mí diciéndote lo que tienes que hacer para ser cool no atinas ni una? ¡Oye, que te estoy hablando! ¡Ni se te ocurra salir por esa puerta y dejarme aquí porque no respondo! Atente a las consecuencias y… Menos mal que ya estoy fuera de casa, a veces me da miedo, quiere dominarme en todos los aspectos y aunque hay que reconocer que me ha ayudado mucho, no quiero ser él, quiero ser yo mismo. Voy 206 ∕ Relatos para una nueva era... 3D a tomarme la dosis reducida de ansiolítico, tal y como le dije al doctor, aprovechando que no me ve ahora. ¿Ves? Ha sido un día normal. Todos en el trabajo me han tratado como siempre me tratan últimamente, no lo necesito para nada. A partir de ahora mando yo y él se queda en casa. ¡Hombre! Ya de vuelta el señorito independiente. No vuelvas a dejarme aquí, porque lo mismo que decidí en su día ayudarte, puedo decidir convertirme en tu enemigo y hacerte difícil la vida. No me tientes, ya te advierto. ¡Cállate! ¡No quiero oírte más! ¡Y una mierda! A mí tú no me das órdenes, imbécil, recuerda que yo también soy parte de ti y que no puedes ir contra ti mismo. ¿Qué haces con ese esparadrapo? Genial, ahora estarás calladito y no me andarás molestando. —¿Te encuentras bien, Sebastian? Hace unos días que te noto, no sé, como ausente, y algo paliducho, para serte sincera. —Demasiado trabajo, Anna, sólo eso. Necesito acabar con la revisión de los equipos esta misma semana y me están dando la lata más de lo que pensaba. Gracias por preocuparte, eres un encanto. —Cualquier cosa que necesites, ya sabes dónde encontrarme. Toc, toc, parece que las cosas no te van demasiado bien sin mí, ¿ah? Eres tonto para rato, creías que con un simple esparadrapo me ibas a callar. Puedo entrar en tu mente cuando me dé la gana, y ahora no me tienes como amigo, precisamente. La gente en la oficina te empieza a mirar raro otra vez, ¿no te das cuenta? Jajajajajajaja… ya comienzan a cotillear sobre ti en los corrillos y a inventar historias. No hace falta más que ver cómo te miran a hurtadillas a veces. ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Déjame vivir en paz! No puedo seguir así, me va a volver loco. Tengo que acabar con él, tengo que acabar con él, tengo que acabar con él… —Sebastian, ¿estás bien? ¿Te ocurre algo? ¿Dónde vas? ¡Aquí estás! Te ha llegado el final, no me vas a estropear la vida, no si yo puedo impedirlo. He vivido sin ti toda mi vida y puedo seguir haciéndolo. Jajajajajaja… ¿qué me irás a hacer tú a mí, imbécil de mierda? ¡Te vas a arrepentir de todos tus insultos y tus maltratos! Ahora verás, primero las piernas, fuera, rota, ahora los brazos y por último el cuello, ¡fuera, hasta aquí llegaste! Y ahora a la basura, bolsa, y al tubo… jajajajaja… qué bien suenas cayendo y dándote de golpes contra las paredes del tubo… 33 pisos… ¡Y el golpe final! PISO 33 Beatriz Valverde Jiménez ∕ 207 Fenomenal, arreglado. Me siento liberado, la verdad, ahora sí que podré ser yo sin sus invasiones continuas de mi mente. Mi nueva vida comienza ahora. —¿Has oído lo del chico este del 3305? —No, no hace ni una hora que volví de viaje, ¿qué ha pasado? —¡Qué horror! Nadie sabe cómo ha ocurrido exactamente. El portero oyó un ruido extraño de madrugada y cuando salió se lo encontró estampado contra la acera. Una imagen esperpéntica. Tenía al parecer el cuello roto, la cabeza casi separada del tronco, los miembros rotos e incluso parte de un brazo amputado. Parece que se había ido dando contra los balcones en la caída… —Desde luego, siempre había sido un tipo huraño, demasiado raro, demasiado imbuido en sí mismo… Pero nadie se merece morir de esa manera. —Pues sí. Más que un ser humano parecía un muñeco totalmente descuartizado… 208 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 209 LA PISTOLA PROYECTO GÉNESIS Adriana Duque Lozano s (Colombia) 210 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Proyecto Génesis Con un estilo ágil y directo, muy próximo a la crónica periodística, esta historia narra la recreación por parte de unos científicos de nuestro planeta a escala miniatura; una Tierra bonsai donde, inopinadamente, aparece la vida, y todo lo que ello conlleva para sus descubridores y los grandes, y a veces espúreos, intereses que mueven el mundo. PROYECTO GÉNESIS E Adriana Duque Lozano ∕ 211 l problema se planteó más o menos en broma, cuando uno de los encargados del proyecto señaló que, siguiendo ese orden de ideas, ellos mismos estaban a merced de ser nada más que una impresión. El Proyecto Génesis comenzó como un sencillo proceso de autodescubrimiento, una de esas necesidades del ser humano por mejorar y delimitar los estados y los sitios dentro del planeta Tierra. Se les ocurrió que mediante un viaje exhaustivo por cada rincón del mundo, a mano con el scanner 3D, serían capaces de crear una réplica en miniatura exacta de la Tierra. Se organizaron en cinco comités de a veinte personas cada uno. Cuatro de ellos se dedicaron a viajar y recolectar la información morfológica del planeta, mientras el último se quedó en el laboratorio, imprimiendo los moldes y armando la réplica. En un intento por tener un mayor alcance cognitivo de la actividad mineral y química del planeta, se propuso hacer un estudio de los componentes de cada lugar y se suministró un material de idénticos porcentajes en componentes para la impresión. Los problemas empezaron cuando el pequeño proyecto de planeta fue incapaz de sostenerse en el ambiente del laboratorio: los mares se regaron al menos cinco veces y los científicos sufrieron graves quemaduras con las repentinas erupciones volcánicas. Sin ninguna otra alternativa viable, los encargados del proyecto presentaron una propuesta y una solicitud de presupuesto al director del laboratorio, el Jefferson. En ella alegaban la indispensable necesidad de construir un pequeño espacio controlado que en su interior albergara las mismas condiciones espaciales que rodeaban a la Tierra. El director, pese a no estar demasiado interesado en el proyecto, firmó el permiso y un cheque en blanco. De esa manera lograron solucionar el problema de la gravedad y la réplica al fin estuvo terminada. 212 ∕ Relatos para una nueva era... 3D De alguna manera, tras crear el ambiente artificial para el sustento de la pequeña Tierra, los científicos perdieron todo el control frente a las modificaciones de la misma. Cualquier operación manual sobre el modelo implicaba remover el globo que simulaba las condiciones de atmósfera y vacío, por ende, arruinar el equilibrio de los componentes. Dado ese caso, cualquier experimento sobre la misma debía basarse en cambios atmosféricos o inserción de elementos ajenos. Por mucho tiempo el proyecto no tuvo más utilidad que la de una preciosa curiosidad atrapada en un museo científico de la ciudad. Día tras días los visitantes se maravillaban con la pequeña masa de tierra flotando en el vacío de un globo de cristal. Quienes visitaban el museo con regularidad insistían en que era menester instalar potentes microscopios, pues, de lo contrario, el experimento carecía de credibilidad, podía ser cualquier masa magnéticamente controlada para suspenderse en el aire. Tras varias quejas, artículos y ataques a la integridad de la comunidad científica involucrada con la creación de la Mini-Tierra, como se la había bautizado, los integrantes del proyecto cedieron e instalaron los mentados microscopios sobre la superficie del cristal. El primero en echar un vistazo fue Manuel, unos de los científicos a cargo de la impresión, quien lloró por quince minutos tras afirmar que la Tierra, su pequeña Tierra, estaba viva. En efecto, cuando otro colega puso su vista en el cristal, logró entender el porqué de la emoción de su compañero, la imagen de un magnifico río corriendo tras el cristal era claramente visible y no había ningún lugar para la duda. Tras la comprobación de una inmensa vegetación sana y en crecimiento, la probabilidad de fauna y la bastedad de los mares corriendo en olas tras el cristal, los creadores se tornaron celosos y sobreprotectores. No hubo manera de retirar el pequeño planeta del museo, pero se limitó su estadía a dos días en la semana en horas de la tarde y el domingo todo el día. Por otro lado, se prohibió ejecutar en ella cualquier experimento que involucrase sustancias perjudiciales y los científicos-madre tenían el derecho de custodiar cualquier proceso o análisis sobre ella. Durante un año el planeta pasó algunas tardes en el museo y, el resto del tiempo, en el laboratorio donde era custodiado y analizado cada día para comprobar que el ambiente que le rodeaba era propicio para el sus- PROYECTO GÉNESIS Adriana Duque Lozano ∕ 213 tento de la vida. Pasados esos primeros trescientos sesenta y cinco días de su creación la fascinación se perdió y, tanto residentes como turistas olvidaron a la Mini-Tierra. Sus creadores, por el contrario, jamás la dejaron atrás, sentían un inmenso amor y apego por ella. Un viernes en la mañana, un posible futuro accionista del laboratorio que visitaba las instalaciones pidió que le permitieran a su hija observar el mar. Sin más los encargados dejaron que la niña echara un vistazo y, tras despegar los ojos del cristal, la pequeña expresó con gran fascinación que había visto cómo una ballena saltaba en la inmensidad del mar. No más decir eso, los científicos no perdieron tiempo y empezaron a examinar minuciosamente cada rincón, instalaron mejores microscopios y tomaron registro fotográfico de cada anomalía de la Mini-Tierra. Se toparon con la agradable sorpresa de encontrar monos en las selvas, delfines en los mares y cisnes en los lagos. Nunca volvieron a ver al mini planeta de la misma manera después de ello. La noticia fue una bomba, dio la vuelta al mundo, se publicaron artículos en todos los idiomas, las fotografías eran virales en las redes sociales. No había persona en el mundo que no hablara de la creación de un planeta con vida y enteramente funcional que residía con humildad en las instalaciones de un laboratorio. Los premios y reconocimientos no se hicieron esperar. El laboratorio ganó un gran prestigio y cada uno de los nombres de cada participante del proyecto, era nada menos que una eminencia en todos los campos de saber. Pese a esto los encargados se negaron a trasladar a la Mini-Tierra a un mejor establecimiento, no confiaban en nadie y sostenían que lo mejor para el bienestar de esta era permanecer en el lugar que la vio nacer. Varios meses después, cuando las fotografías de los especímenes de la Mini-Tierra habían generado curiosidad y deseo en los consumidores, los creadores enfrentaron una propuesta para llevar a cabo la extracción de animales y plantas de la pequeña tierra para ser vendidas por sumas millonarias a excéntricos y fanáticos coleccionistas. Por supuesto, aquella idea no era viable, cualquier tipo de manipulación física sobre el planeta implicaba el total desequilibrio del ambiente que la rodeaba. Por lo tanto, se negaron a realizar dichos procedimientos. En vista de esta negativa se les hizo una contrapropuesta. Los inversionistas pagarían el costo total de un cuarto aislado con la misma con- 214 ∕ Relatos para una nueva era... 3D dición de vacío del globo, donde los científicos, armados de trajes espaciales, tuvieran la libertad de manipular algunas partes del planeta sin alterar su condición atmosférica. Entrados a este punto, los científicos volvieron a dar su negativa, puesto que no deseaban dañar la integridad del pequeño planeta, amaban cada planta, cada montaña y cada animal y bajo ninguna circunstancia querían que una de sus criaturas abandonara su hogar para convertirse en la mascota de un viejo loco. Sin embargo, el Jefferson, quien no tenía ningún cariño o interés especial en el proyecto, pero sí toda la autoridad sobre él, consideró que la pequeña tierra no era más que una maqueta, una maqueta por la cual le darían el peso del laboratorio en oro. Sin pensarlo dos veces, tras la negativa de sus colegas, el doctor Jefferson firmó bajo cuerda los papeles, entregó el globo y amenazó con destituir a cualquiera que le hiciera frente. Todos los creadores abandonaron el trabajo tras la pérdida de la Mini-Tierra. Intentaron buscar los documentos de transferencia, pero fue inútil. No tenían idea de adónde la habían llevado y, en menos de dos meses, los científicos de otro laboratorio habían encontrado los métodos para extraer plantas, animales y hasta hectáreas de tierra del planeta y dejarlo con vida para que siguiera sustentando a sus habitantes. El primero en enterarse de esto fue Manuel, quien una tarde, sentado frente al televisor, aún abatido por la pérdida, vio la noticia de la primera venta de una ballena jorobada extraída de la famosa Mini-Tierra. El reportaje incluía imágenes de la ballena vista tras un microscopio, nadando en una pequeña pecera. De allí le siguieron toda clase de animales acuáticos, delfines, calamares gigantes, tiburones. Una vez compraron un loro, pero su dueño aseguró habérselo tragado sin querer, como una mosca que se cuela entre los labios. La siguiente moda fueron las plantas, baobabs y palmeras plantadas en diminutas macetas, cuya esperanza de sus compradores era que algún día crecieran tanto que fueran visibles sin necesidad de microscopios. A finales de ese año, un viejo millonario quiso comprar el Everest. La noticia causó tal impacto que generó grandes expectativas, incluso antes de su extracción. La transferencia se completó el veintiuno de diciembre PROYECTO GÉNESIS Adriana Duque Lozano ∕ 215 de ese mismo año, mismo día en el que un potente temblor sacudió la tierra y una gran montaña desapareció de la geografía. Alarmados por este incidente, los científicos a cargo de la Mini-Tierra se pusieron en contacto con sus creadores, volvieron a poner al planeta en el globo y lo llevaron a un parque, el lugar de encuentro. Tras observar minuciosamente el estado de la Mini-Tierra, los creadores no pudieron evitar notar que había un fuerte deterioro del medio ambiente. Enfocaron el microscopio, solo por curiosidad en el lugar que ocuparía su ciudad de ser la verdadera tierra. Filas y filas de casas se apeñuscaban junto a las avenidas, carros de todos los colores corrían por las carreteras. Las personas caminaban en jaurías por las calles y unos hombres en un parque miraban una masa de tierra tras un globo de cristal. 216 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 217 LA PISTOLA LA CASA DE LOS MILAGROS Paco Bas s (España) 218 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS La casa de los milagros A Daniel le falta el brazo izquierdo tras perderlo en un accidente. Emily se dedica a rehacer partes de animales para que rehagan sus vidas. Ella le ofrece sus conocimientos para rehacerle a él un nuevo brazo. Daniel acepta y acude a la clínica de la joven para proceder al reimplante. Daniel se extraña de los cambios de conducta de Emily cada vez que se encuentra con ella. Durante la operación, Daniel cae en coma durante 30 días. Al despertar ve cómo ha recuperado su brazo izquierdo. Pero Emily sigue comportándose de manera extraña. ‘La casa de los milagros’ es un relato de terror en el que nada es lo que en principio pudiera parecer. LA CASA DE LOS MILAGROS A Paco Bas ∕ 219 l pingüino le gustaban las naranjas y yo siempre llevaba una cuando iba a visitar a Emily. Cuando abría la puerta siempre le acompañaba aquel pájaro bobo blanquinegro que no superaba sus rodillas. Mientras ella me abrazaba y besaba, Fred graznaba reclamando su regalo. Una sonrisa se marcaba en mi rostro al ver cómo el elegante animal se marchaba con la naranja entre su pico artificial. Mientras acompañaba a Emily por los pasillos de aquella casa de los milagros, iba contemplando los retratos que colgaban en las paredes blancas. Representaban a todos los animales que ella recuperaba o, mejor dicho, reconstruía. Fred posaba sin su pico superior. Fue rescatado de las manos de un hombre que lo exhibía clandestinamente. Una rata había atacado al pingüino en su jaula destrozándole el pico. La fotografía contigua lo mostraba radiante con un nuevo pico completo. El siguiente animal era Casiopea. Una vieja tortuga que agonizaba en la playa cuando la encontraron unos bañistas. Un lateral de su rostro estaba destrozado. Al parecer, Casiopea se cruzó con la hélice de una embarcación y salió perdiendo. A su lado, la foto del después donde aparecía con una nueva mandíbula que le permitió seguir viviendo. También estaba la comparativa de Araceli, una hembra de tucán al que unos gamberros le destrozaron su precioso pico. Perros, gatos, caballos, delfines, patos e incluso elefantes salpicaban los pasillos que iba recorriendo tras los pasos de Emily. El contoneo hipnótico de sus caderas pronto capturó mi atención. Algo en ella había cambiado desde la última vez que vine. Parecía más segura, con un toque de descaro que contrastaba con la moderación a la que estaba acostumbrado. Mis visitas se debían a que yo también necesitaba una reconstrucción: perdí mi brazo izquierdo en un accidente y ella llevaba meses trabajando en un implante protésico perfecto y definitivo. Después de tres versiones removibles llegaba el momento de volver a ser normal. Acomo- 220 ∕ Relatos para una nueva era... 3D dados en su despacho hablamos de mi nuevo miembro y sobre el acabado final que se iba a conseguir, indistinguible del original. En vez de escuchar las explicaciones técnicas que Emily me daba, mi mente se ofuscaba en averiguar qué había cambiado en ella. Sus gafas parecían más atrezo que necesarias. El pelo lo recordaba más oscuro. Pero lo que me intrigaba no era nada físico sino las sensaciones que transmitía. Su autoconfianza era abrumadora, tal vez, arrogante. Tras someterme a un chequeo general, incluyendo un escaneo en 3D, pasé a la mesa de operaciones. La propia Emily procedió a entubarme. Pero ésta era otra Emily. Ahora era amable y candorosa. Tales cambios de conducta no podían ser fruto de mi imaginación. Su caricia en mi cara fue lo último que sentí antes de caer bajo los efectos de la anestesia. Una pesadilla eterna inundó mi sueño. Nadaba tranquilo en un extraño lago y me sentía orgulloso de mi brazo recuperado. En la orilla estaba Emily con un vestido de novia y a su lado Fred con una naranja en el pico y una sonrisa sibilina. Ambos eran igual de altos. Intentaba alcanzarlos pero un vórtice en el centro del lago hacía de sumidero y me atraía con la intención de tragarme. Nadaba con todas mis fuerzas y mi nuevo brazo iba desgastándose con cada brazada. Ya no me quedaba más que un muñón cuando me di por vencido y dejé que me arrastrase la corriente para que el remolino me hiciera desaparecer. Una caída interminable me dejó en un abrasador desierto. Volvía a tener el brazo en su sitio. En todo el horizonte había palmeras pero estaban muy lejanas. Si tenía dudas de hacia donde dirigirme se disiparon cuando a mis pies apareció Casiopea y me dijo: “Sígueme”. Y tras ella caminé, caminé y caminé. Mi brazo izquierdo se estaba derritiendo y Casiopea, incansable, me sacaba cada vez más distancia. Ya casi no la veía y tenía enfrente una duna que crecía como una ola y a mis espaldas se abría un abismo. Surfeando sobre mi espalda cabalgué la ola seca que no tenía final. Desesperado volví a caer por el agujero y otra vez estaba en el lago con Emily y Fred esperándome en la orilla. Y un nuevo ciclo de pesadilla empezó otra vez. Los graznidos de Fred me despertaron y así salí del bucle infernal. En la habitación estaba Emily jugando con el pingüino. Utilizaba un espejito con el que proyectaba el reflejo del sol por todas las paredes mientras Fred lo seguía con la mirada. Intenté incorporarme pero mi cuerpo LA CASA DE LOS MILAGROS Paco Bas ∕ 221 estaba agarrotado. El esfuerzo llamó la atención de Emily, que se acercó rauda en mi auxilio. —Espera que te ayude —dijo con toda tranquilidad mientras ajustaba con el mando la posición de la cama. —Parece que he dormido una eternidad. Me duele todo el cuerpo. ¿Cómo ha salido la operación? —dije casi sin pausa buscando mi nuevo brazo. Lo saqué de las sábanas con un enorme esfuerzo. Parecía estar hecho de plomo. Pero no. Era un brazo normal. Incluso tenía pelos como su semejante derecho. Lloré por aquel milagro. Ella me consoló y secó las lágrimas con sus manos. —Nos tenías preocupados. Has tardado treinta días en despertar. —¿Treinta días? —pregunté sorprendido—. ¿Qué ha ocurrido? —Sufriste un colapso durante la operación y entraste en coma. Así has permanecido todo este tiempo. —¿Y el brazo? —El implante ha sido un éxito. Sólo necesitas rehabilitación. —Quiero ver las cicatrices. —Ya no hay. Con nuestro sistema, las cicatrices son ínfimas y en quince días desaparecen. Miré incrédulo hacia mi hombro mientras ella apartaba la tela que lo cubría. Era cierto. Nadie podría decir que había perdido ese brazo con anterioridad. —¿Cuándo empezamos con la rehabilitación? —pregunté ansioso por comenzar cuanto antes mi recuperación. —Antes debes recuperar fuerzas. En todo este tiempo te hemos alimentado artificialmente mediante sondas. ¿No te apetece masticar algo sólido? —La verdad es que tengo mucha hambre, pero noto mi boca áspera y seca y no sé si pasará algo por mi garganta. —No te preocupes. Empezaremos con fruta a ver cómo reaccionan tus intestinos. Pero antes de todo… Cogió un espejo, más grande que con el que jugaba con Fred, y me lo puso frente a mí. —¿Quieres conservar tu barba o la eliminamos? También te puedo cortar el pelo. 222 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Miré asombrado la imagen que me devolvía el espejo. No me reconocí en ella. Jamás estuve más de una semana sin afeitarme. Aunque lo que más me sorprendió era el pelo de la cabeza. No era sólo que estuviese más largo sino que las incipientes entradas estaban totalmente cubiertas como hacía más de diez años. —Ahora está de moda dejarse la barba muy larga. Moda hipster lo llaman. ¿Qué decides? —apremió Emily tras mi prolongado silencio. —No, no. Me la quito. El problema es que no me reconozco. A pesar de estar más huesudo, parece que he rejuvenecido diez años. Tengo la piel más suave y las entradas han desaparecido. ¿Cómo es posible? Emily tardó medio segundo más de lo normal en responder. Entonces, noté una sombra de duda en su respuesta. —¡Ah! Eso. Es un efecto secundario de la medicación —mintió sonrojándose—. A veces me gustaría probar algo de lo que te damos. El tiempo nos marca a todos. Me quitó el espejo de las manos y se fue al cuarto de baño para preparar los utensilios del afeitado. Allí se quedó Fred mirándome en silencio. Parecía sonreír igual que en la pesadilla. Sentí un escalofrío en todo mi cuerpo, incluido el nuevo brazo. Emily volvió con los utensilios necesarios para asearme y los dejó en una mesita auxiliar. Ella se sentó en la cama, me colocó una toalla a modo de babero, y con las tijeras empezó a recortar la barba. Mientras iba eliminando mechones, la observé con atención. En ella vi a la Emily de la que me había enamorado meses atrás, cuando se interesó por mi caso y me ofreció su ayuda. Era agradable su presencia y con solo dos visitas caí rendido. Sus ojos azules se mantenían atentos al trabajo y yo no podía dejar de mirarlos. Terminó con las tijeras, me enjabonó la cara y, con una navaja de barbero, empezó a rasurarme la cara. Fue minuciosa y delicada, pero el presagio de una herida mortal provocó una excitación que a ambos nos sonrojó. Fred graznó celoso y rompió la magia. Estaba empezando a odiar a aquel pajarraco. Emily recogió los afeites y me emplazó a primera hora de la tarde para iniciar la rehabilitación. Por la tarde Emily llegó con una silla de ruedas. Sin llegar a ser brusca, me sacó sin contemplaciones de la cama y me sentó en la silla. Otra vez había cambiado. Esta no era “mi” Emily. Entramos en un gimnasio y sin grandes preparativos empezó la sesión. Habló lo justo para dar las ins- LA CASA DE LOS MILAGROS Paco Bas ∕ 223 trucciones oportunas que debía seguir. Yo tampoco hablaba. Me limitaba a obedecer sin excusas. Sí que estudiaba su comportamiento y me estaba preguntando las razones de aquellos cambios de conducta que se producían en ella cuando, a lo lejos, en otra sala que no alcanzaba a ver, se oyó un estruendo metálico. —¿Qué ha sido ese ruido? —pregunté extrañado ya que pensaba que no había nadie más en la casa—. Ese pingüino tuyo parece que se está metiendo en líos. Me lanzó una mirada de preocupación y fue a comprobar lo que había sucedido. Me dejó solo en la silla de ruedas y con gran esfuerzo me acerqué a la puerta. En la distancia oí una conversación entre mujeres sin llegar a entender de qué hablaban. Se acabaron las palabras y unos pasos volvían al gimnasio. Retrocedí hasta la posición en que me dejó Emily. El esfuerzo fue agotador y cuando ella llegó estaba empapado en sudor. —No deberías ejercitarte tú sólo sin supervisión —me reprochó algo molesta—. Podrías hacerte daño. Por hoy hemos terminado. —¿Quién ha provocado el escándalo antes? —Como bien habías dicho, Fred y sus trastadas. Tomé en la habitación una cena frugal y me dormí pronto ya que esta Emily no daba mucha conversación. Así fue pasando el tiempo y yo recuperando mis fuerzas. Estaba convencido de que Emily era más de una persona. Al menos tres. Físicamente eran idénticas, pero su carácter las delataba. Estaba la Amable, de la cual me había enamorado y creo que el sentimiento era recíproco. Luego estaba la Sensual. Esta fue la que me recibió a mi llegada y se contorneaba con elegancia y seguridad cuando andaba, al contrario que las otras dos. Por último, la Antipática. Ésta era la que se encargaba de mi ejercicio físico. Siempre habían aparecido por separado, por lo que necesitaba disipar mis dudas. Una noche decidí hacer una incursión por la casa. La oscuridad no era absoluta y fui registrando las habitaciones una a una sin demasiados problemas. En una de ellas había una mujer entubada y conectada a un montón de máquinas que la mantenían con vida. Me acerqué con mucha cautela hasta reconocer su rostro. Era Emily la que yacía postrada en la cama. Casi grito de la impresión. Conseguí ahogar el chillido mordiéndome los nudillos. Iba a retroceder para abandonar la habitación, pero el maldito Fred estaba allí. Sus graznidos la des- 224 ∕ Relatos para una nueva era... 3D pertaron y nuestras miradas se quedaron atrapadas. La luz se encendió y al mirar a la puerta vi a otra Emily. Cinco segundos después apareció otra seguida de otra más. Aún llegaron dos Emilys más que desbordaron mis suposiciones. Las cinco mujeres se fueron acercando lentamente reduciéndome el espacio. Agarré un par de cables conectados a la Emily de la cama y amenacé con arrancarlos. Eso las detuvo. —¿Quiénes sois? —pregunté sin soltar los cables. —Emily —dijeron todas robóticamente coordinadas. —¿Y la de la cama? —Emily A —contestó una sola. Ésta parecía ser la Emily Sensual y creo que estaba al mando al ver como las otras permanecían en silencio. —¿Y tú quién eres? ¿Su hermana gemela? —Soy Emily B3, el primer clon viable de Emily. Aquella declaración me impactó en el alma aunque me repuse para seguir interrogándolas. —¿Quién me afeitó el día que desperté? —Emily B6 —dijo Emily B3 señalando a una de las otras—. Las otras son B5, B8 y C1 —apuntando consecutivamente a las restantes. Emily C1 era rubia. No me había dado cuenta hasta ese momento. —¿Por qué C1 es rubia? —Una nueva serie de clones mejorada. —¿Dónde están B4 y B7? —Desechadas. —¿Cuántos clones hay en la casa? —Seis contándote a ti —dijo Emily B3 mientras sonreía como Fred en la pesadilla. —Yo no soy un clon. Recuerdo toda mi vida pasada —le dije casi gritando mientras mi hombro izquierdo empezó a irradiar dolor al resto del brazo. —Eres Daniel C4. La implantación de recuerdos en los clones forma parte esencial del proceso. Parecía que Emily B3 disfrutaba con sus declaraciones. Entretanto el dolor era más intenso, tanto, que solté los cables y me acurruqué en el suelo. Sólo Emily B6 se acercó a mí para intentar ayudarme. LA CASA DE LOS MILAGROS Paco Bas ∕ 225 —Si yo soy un clon, ¿dónde está el Daniel original? —dije haciendo un esfuerzo enorme por pronunciar cada palabra. —Daniel A no superó la operación. Por eso, intentamos clonarle — dijo Emily B3 con su característica arrogancia. —Ayudadme. No puedo respirar. —No podemos hacer nada por ti. Eres inviable como tus predecesores. Seguiremos intentándolo. Con el último aliento en mis pulmones, vi las lágrimas que Emily B6 derramaba por mí y sentí sus suaves manos acariciando mi cara como sólo ella sabía. Los graznidos de Fred eran la banda sonora de mi despedida. 226 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 227 LA PISTOLA EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA Ana María Orozco Cuesta s (España) 228 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS El último día de tu vida El joven arquitecto González se ve obligado a quedarse en el estudio hasta altas horas de la noche una vez más para terminar todo el trabajo que le han encomendado, algo que por desgracia es normal en su empresa. Lo que no puede imaginarse es el gran secreto para la humanidad que se oculta tras la espectacular apariencia de una de las oficinas más respetables de la ciudad. EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA H Ana María Orozco Cuesta ∕ 229 echo, ya he terminado la enésima prueba de esta interminable jornada de trabajo y procedo a archivarla. Aprovecho para estirarme y apartar por un momento la vista del ordenador, ya quemada después de 12 horas prácticamente ininterrumpidas de diseño, a ver si me recupero un poco antes de ponerme con la última que me falta para acabar. Dirijo mis ojos hacia la amplia cristalera y observo el estallido de las gotas que la golpean reflejadas gracias a la espectacular iluminación del gran estudio. Los grandes socios no escatiman en gastos en lo referente a aumentar el atractivo de su espléndida oficina, aunque por desgracia no aplican los mismos criterios a la hora de pagar a sus empleados. A lo lejos, se observa el coletazo de un relámpago que atraviesa la densa noche cerrada, sin luna ni estrellas. El cielo tan cubierto augura pocos cambios en cuanto a la situación atmosférica. Eso me consuela, ya que puestos a perder un viernes más, prefiero que al menos sea un día frío, gris e intrascendente, con pocas emociones en cuanto a la vida nocturna de la ciudad. Por fin llega el sonido del trueno, lo que hace que me reincorpore frente al ordenador. En otras circunstancias, todavía habría otros siervos como yo al pie del cañón, no en vano la empresa tiene el férreo compromiso de terminar todos los encargos que reciba y, cuantos más lleguen, mejor, al fin y al cabo las grandes estrellas del aclamado elenco de arquitectos siempre cuentan con personal más que suficiente sobre el que delegar el trabajo. Lo más curioso es que gracias a la crisis, y contra de todo pronóstico, han conseguido mejorar su facturación debido a que no les ha costado ningún trabajo reclutar a los mejores profesionales del sector por cuatro duros. Aquí estoy yo, sin ir más lejos, primero de mi promoción y ganador de dos concursos. Que no os extrañe, hoy en día cualquiera estaría dispuesto a trabajar para el estudio más prestigioso de España con vistas a progresar en el futuro y bajo cualquier condición. A fin de cuentas, allí afuera, lejos del edificio más emblemático de la metrópoli, sólo queda paro y desola- 230 ∕ Relatos para una nueva era... 3D ción. Por desgracia para mí, mi caso es el peor de la plantilla de subempleados, debido a que estoy bajo las órdenes del otrora gran Humberto Fernández. Hay que reconocer que el viejo buitre aún tiene algún que otro destello de genialidad, que me transmite a través de breves comunicados cuando está en uno de sus escasos momentos de sobriedad y sociabilidad. Lo más triste es que ni siquiera se aprecian visos de mejora para su problema, no hay más que ver sus ojos, que ya brillan desde primeras horas de la mañana, o cómo se encierra en su despacho y evade a sus compañeros, probablemente para no ser descubierto en estado de embriaguez. Por otra parte, y aunque es muy extraño, Humberto pasa largas horas en la oficina, a veces cuando todos se han marchado, pero me resulta imposible deducir la naturaleza de sus actividades, porque la mayor parte de la faena recae sobre mí, y eso que no es poca, el borracho todavía conserva la buena reputación de sus años de gloria. De todos modos, tras la marcha de su mujer tampoco se cree que haya nadie esperándole en casa. Hoy concretamente no es uno de esos días, ya que mi amado líder y mentor se ha marchado, quizás debido a que se le haya agotado la bebida. Es posible que incluso vuelva más tarde, como nunca me dice nada, no se pueden descartar posibilidades. En cualquier caso, siendo como es uno de los socios principales de la empresa, puede hacer lo que le plazca en su reino. De pronto, un súbito acontecimiento hace que mire horrorizado a la pantalla, el ordenador se ha bloqueado. Me echo las manos a la cabeza, siendo como es lo peor que me podía suceder a estas horas, y me empiezo a temer que hoy tampoco voy a poder descansar nada. Presiono la tecla escape, golpeo la torre con desesperación, muevo el ratón, nada, se ha quedado congelado, sólo me queda esperar. Me levanto del asiento recalentado y estiro las piernas en la sala, resoplo e intento relajarme. Maldigo mi suerte y me acerco al despacho del viejo alcoholizado, al que le dedico un par de maldiciones aprovechando la libertad de la soledad. Después, le propino un golpe a su puerta. Es curioso, pero no me ha parecido notar demasiada resistencia, ni tampoco el sonido del clic metálico del seguro de la cerradura, lo cual es muy extraño porque Humberto siempre mantiene la guarida de sus secretos cerrada a cal y canto, como si se le fuese la vida en ello. EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA Ana María Orozco Cuesta ∕ 231 Me decido a hacer la prueba y pongo mi mano sobre el pomo, y ejecuto un tímido movimiento. Mis sospechas se confirman, el despacho no está cerrado con llave, por lo que se presenta ante mí una oportunidad histórica de conocer lo que oculta. Me echo para atrás, esto tiene que tener consecuencias, hay que pensárselo, pero la curiosidad me excita; en definitiva, qué es lo peor que me pueda pasar: ¿Que me echen? ¿Sería tan grave? ¿Acaso no es este empleo un infierno? Entro, ya está hecho, que pase lo que tenga que pasar. Intento vislumbrar algo pero sin luz se me hace ardua la tarea. Pienso en el alumbrado principal pero deduzco que esto no sería una buena idea, su resplandor es demasiado potente como el de la sala, quizás alguien me podría ver desde fuera. Es mejor que me dirija a la mesa donde tiene una pequeña lamparilla, así que la enciendo y, para mi sorpresa, me doy cuenta de que el ordenador está en ejecución. Una fuerte emoción me asalta de repente, pues tengo sensación de que Humberto va a volver de un momento a otro, o de lo contrario hubiera tomado más medidas de seguridad, pero, por otra parte, tengo la verdad ante mí, quizás revelaciones que podría utilizar en mi beneficio. Decido seguir adelante un poco más. De pronto, elevo mi vista sobre la mesa y aprecio algo que por su extrañeza, me llama la atención; se trata de un pálido reflejo luminoso que sobresale tras una de las puertas del armario, que está ligeramente entreabierta. Es algo del todo ilógico, así que no puedo evitar ir a echarle un vistazo. Me aproximo con cautela pero con determinación hasta que llego a la puerta desde atrás y la sujeto, tomo el picaporte con suavidad y lo abro. Me quedo estupefacto ante el espectáculo que se despliega ante mis ojos. Oculta tras el armario se encuentra una habitación secreta no muy grande, pero sí lo suficientemente espaciosa como para albergar un objeto impresionante, que resulta ser la impresora 3D de mayores dimensiones que jamás haya visto. Ya a primera vista noto que es peculiar, por lo que me acerco a comprobar de qué se trata. En principio, la mera existencia de esta segunda máquina es inexplicable de por sí debido a que la oficina ya cuenta con una impresora de este tipo y de la más alta calidad conocida hasta el momento, de hecho las maquetas que elaboramos han sido siempre objeto de una gran admiración. Además, es bastante más voluminosa y, teniendo en cuenta que un aparato de este tipo tiene un elevadísimo coste, 232 ∕ Relatos para una nueva era... 3D no comprendo en qué manera podría beneficiar a Humberto esta inversión. Por otra parte, las características de este dispositivo son diferentes, está estructurada de otra forma y no se aprecian los cartuchos habituales. Me acerco para revisarlos y compruebo que, efectivamente, no está el plástico ABS, ni el nailon, la madera, el cemento, la arenisca y los demás. En su lugar, sin embargo, hay otros elementos que no logro identificar, como Hydrogel, plasma y otros nombres codificados que ofrecen pocas pistas, como A3DN-22. Me retiro del aparato abrumado entre la sorpresa y las dudas. ¿Qué clase de objetos serían los que pretende Humberto desarrollar con esta impresora? De pronto caigo en la cuenta de que el ordenador sigue encendido, con lo que ya sé de qué manera puedo averiguar la clave. Una vez más me acuerdo de que el borracho puede aparecer en cualquier momento y sé que aún estoy a tiempo de retirarme, pero a estas alturas la intriga me supera, lo que he descubierto es demasiado inquietante. Con un clic aclaro el monitor y procedo a inspeccionar los elementos que tengo ante mí. En principio sé que tengo que localizar los archivos adecuados para la impresora, así que me voy directamente a por los STL. En ese instante empiezan a desfilar los modelos desarrollados por la empresa, como la casa de acero y cristal de Sevilla, el nuevo edificio del banco CCVE, etc. Más adelante, entre ellos, aparecen una serie de nombres extraños, como AG-7522 y otros códigos difíciles de interpretar, por lo que pienso que se trata de sus proyectos particulares. Abro el primero y descubro asombrado que se trata de la figura de una persona, y muy conocida por cierto, pues se trata de Mateo Ibáñez, otro de los socios fundadores de la empresa. Amplío la imagen, compruebo los detalles, es perfecto, parejo en todos los sentidos, como si hubieran introducido a este hombre en el escáner 3D. Continúo revelando uno a uno el contenido de estos archivos y no dejan de aparecer ante mí figuras de personas, es todo tan extraño. ¿Por qué se escanean? ¿Cuál es el objetivo de este trabajo? Hasta que, de pronto, me topo con la mayor de las sorpresas: ¡Mi propia imagen está entre los prototipos! Me revuelvo agitado, lo vuelvo a comprobar, analizo la figura, no cabe la menor duda, a mí también me han escaneado, pero ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿por qué? En este momento, mi indignación sobrepasa al asombro. Creo que ya sé cuándo pudieron hacerlo, recuerdo una noche que, agotado de EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA Ana María Orozco Cuesta ∕ 233 tanto trabajo, me quedé dormido sobre la mesa. A la mañana siguiente tenía bastante confusión mental, algo que achacaba al cansancio y a lo incómodo de la posición, pero, ahora que lo pienso, no sería descartable que me hubieran drogado. Sí, debió haber sido entonces, ahora sabemos el cuándo, pero, ¿y el por qué? A estas alturas ya no hay quien me pare y me es indiferente que aparezca el borracho o no, a ese señor le voy a arreglar las cuentas. Exploro las carpetas del ordenador de arriba abajo, busco documentos, visitas web, emails, cualquier cosa, nada, y, para hacer más confusa la situación, ni siquiera encuentro temas personales, como si Humberto fuera un robot que sólo utilizara su equipo para trabajar. Mi enfado no disminuye ni un ápice y no estoy dispuesto a abandonar la investigación pase lo que pase. Pienso rápido, se me ocurre algo, no, es demasiado, pero… creo que voy a hacerlo, ya está, he puesto en marcha la impresora. Luces, ruido y acción anuncian que el artilugio ya está en marcha, corro a presenciar el espectáculo y disfruto de la explosión de colores, calor y materiales que se entremezclan en una incomprensible pero perfecta armonía, su ejecución es tan exacta que en tan sólo unos minutos la base de la obra ya está colocada. Uno a uno se activan los diferentes cartuchos y proceden a distribuir sus fluidos sobre la primera capa, primero uno, luego otro, para después cruzarse creando una materia menos uniforme que la masa con la que desarrollamos nuestros edificios. Me acerco para contemplar el conglomerado, que es tan diferente, único y elástico que los ladrillos parecen vivos, como células de una textura totalmente real, el resultado es sensacional. Me aparto para tomar posiciones mientras se genera la obra, sabiendo que el desarrollo va a tardar, pues si bien esta impresora es más rápida y sofisticada que la general, la figura va a ser más grande y compleja que las otras. Pasa una hora, otra y las siguientes, pero estoy tan emocionado que la espera no me agota, la visión de la asombrosa figura, tan increíblemente realista, me fascina hasta los límites de lo inimaginable. Extrañamente parece ser que Humberto ya no va a volver, ¿cómo habrá dejado todo esto al descubierto? Habrá bebido demasiado, quién lo sabe. Son las 7:30 de la mañana del sábado, el temporal ha amainado y el sol llena de claridad el despacho gracias a la enorme vidriera que lo enmarca. Sin embargo, hasta la habitación oculta solo trasciende algún 234 ∕ Relatos para una nueva era... 3D que otro rayo. Todavía sigo aguardando, pero la figura está muy avanzada, tanto que ya no me cabe ni la menor duda de que se trata de mi persona, con sus manchas, pecas, arrugas y lunares, el escáner es tan extremadamente preciso que es capaz de llegar hasta el último recoveco. Prosigo con la guardia, afortunadamente es fin de semana y las visitas no son de prever, aunque nunca se sabe. Llegan las 12:45 del mediodía y estoy sentado contra la pared, a estas horas ya exhausto, agotado y con las manos sujetándome la cabeza, cuando de pronto un súbito chasquido de metal me devuelve al estado de máxima alerta, me levanto de golpe y veo que la impresora ha terminado su trabajo. Alzo la mirada y me encuentro ante mí, lleno de admiración y deslumbramiento, con mi réplica perfecta, mi clon idéntico sin ningún error, excepto porque se trata de un ser inanimado. El color, la trama, los acabados son humanos al cien por cien a la vista, luego me acerco a tocarlo y compruebo que hasta el tacto es exacto y noto con enorme sorpresa que… ¡está caliente! ¡Tiene temperatura corporal! Pero… ¿Qué es lo que siento? ¿Movimiento? ¡No es posible! ¡Pero sí! ¡Lo veo! Algo late bajo la piel, primero levemente, después con un poco más de fuerza, pero sí, se escucha algo, está claro, ¡está respirando!, ¡vive! No puedo ni moverme del asombro. Súbitamente el sonido de un estertor rompe con la quietud de la figura, ¡son los pulmones que están luchando por abrirse a la vida! Me aparto entre asustado, maravillado y estupefacto al mismo tiempo, y sin terminar de creerme lo que estoy viendo. De repente mi copia exacta abre los ojos y eleva tímidamente la mirada, bizqueando, hasta que consigue situarse; después me encuentra y se enfoca hacia mi persona. Distingo algo diferente en su mirar y es un brillo extraño, vidrioso, como el que transmiten los ojos de Humberto. —Hola. —¡No es posible! ¡No puedes estar vivo!—. El neonato sonríe. —Por supuesto que estoy vivo, ¿no lo estás viendo? Por cierto, sé quién eres, me presento, soy tu futuro. —¡Esto tiene que ser una broma! ¡Un experimento! ¡Quién hay ahí! —No te esfuerces más, ésta es la realidad. Mi nombre es JH2-33 y soy un agente de la empresa Monsatán-DNA, la corporación más importante del mundo en cuanto a investigación biotecnológica. —¡No es posible crear vida con una impresora! EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA Ana María Orozco Cuesta ∕ 235 —¿Y qué es lo que acabas de ver? Claro que es posible, de hecho mi empresa lleva reproduciendo seres humanos idénticos desde hace mucho tiempo y, por otra parte, los estudios finales sobre el ADN y células madre ya estaban acabados hace muchos años, otra cosa es lo que os cuentan a vosotros. La tecnología de las impresoras 3D ha avanzado tanto que permite realizar un ensamblaje perfecto de las células. Al fin y al cabo, ¿no está hecho todo en el universo en base a los mismos elementos? —¿Y por qué no se sabe nada de esto? —Porque la información es demasiado importante, es mejor utilizarla para nuestros planes. El objetivo es el siguiente: seleccionar a las personas más cualificadas, crear clones idénticos excepto por ciertas modificaciones que atañen a algunas áreas del cerebro, como las relativas a la conducta y la voluntad, y utilizarlas para que pasen a formar parte de las filas de nuestro ejército. Poco a poco nos habremos expandido tanto que nos será fácil dominar el mundo y tenerlo todo controlado. A pesar de lo absolutamente increíble de la situación, sea como fuere, entiendo que esta criatura que he creado sólo puede causar daño, por lo que sé que debo destruirla. Me echo para atrás rápidamente y recorro con la vista todo el despacho en busca de una solución, un arma, una salida o lo que sea. Me giro en dirección a la puerta cuando, repentinamente, me encuentro frente a frente con Humberto, que bloquea la salida. Se aproxima hacia a mí. —¡Humberto! ¡Qué es esto! —Creo que ya te lo han explicado muy bien—. Sigue acercándose hasta que, cuando llega a mi lado, me atrapa. Intento zafarme hacia detrás, pero entonces me doy de bruces con el clon que se abalanza hacia mí y también me sujeta—. Eres un joven brillante, González, vas a ser un miembro excelente para nuestra organización. Por culpa de tu curiosidad, hemos tenido que adelantar mucho el plan, pero antes o después esto tenía que pasar, ya estaba decidido. —¡Por favor, dejadme marchar! ¡No se lo diré a nadie! —Por supuesto que no se lo vas a decir a nadie González, a estas alturas creo que ya no es necesario que te diga que… hoy es el último día de tu vida. 236 ∕ Relatos para una nueva era... 3D s Alberto Torre Pérez ∕ 237 LA PISTOLA NUDO EN LA GARGANTA Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro s (España) 238 ∕ Relatos para una nueva era... 3D SINOPSIS Nudo en la garganta Esta trama comienza en un funeral, el del padre de Marina, al que no había visto en año y medio a causa de una discusión. Marina recibió una llamada de su progenitor poco antes de su muerte, instándola a reunirse con él (reunión que ahora ya no se producirá). Con ayuda de su hermano, descubrirá la razón de esta llamada. Un relato más que entretenido, donde se entremezclan la ironía, el humor y también una cierta tristeza por no poder recuperar el tiempo perdido. NUDO EN LA GARGANTA H Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro ∕ 239 acía un día particularmente soleado, especialmente para un funeral. Los trajes de luto concentraban el calor que se desbordaba por las vidrieras de la iglesia, estrangulando a las docenas de personas sentadas en los bancos. Marina, con más sudor que lágrimas en el rostro, se inclinó hacia su hermano pequeño, Ángel, de veinte años. —Me parece que el que más cómodo está en toda la sala es papá—. El susurro apenas se alzó por encima del aleteo de los abanicos, pero Ángel lo recibió con una media sonrisa burlona. —No hay nadie más a gusto en un funeral que el difunto —convino, sin apartar la mirada del ataúd. Marina podía imaginar a su padre, en el interior, reprochándola con la mirada por aquella impertinente broma. La primera hilera de bancos estaba reservada para los familiares, por motivos que Marina no alcanzaba a comprender. Si por ella fuese se habría sentado al fondo, como en el cine o en la universidad, y no plantada frente a la enorme caja de madera en la que habían encajado a su padre. Su nuca siseaba ocasionalmente con cada mirada que se clavaba en ella, cada inspección conmiserativa de rayos X tratando de averiguar cómo se encontraban el par de recientes huérfanos que había dejado atrás aquel respetado arquitecto. Aparte de ser la primera fila, era también la más vacía, como en el aula de un examen para el que nadie ha estudiado. A un extremo del banco se encontraba la rechoncha tía de los hermanos, cuyos embistes con el abanico alcanzaban a refrescar a la pareja de ancianos, padres del fallecido, apostados al otro extremo del banco. Nadie más ocupaba estos asientos reservados. Ni siquiera su propia mujer, y eso que él asistió a su funeral cuando ella murió. Sin embargo, ella no había tenido la decencia de devolverle el favor. Marina tuvo que recordarse que se encontraba en el funeral de su propio padre para contener la risa. De nuevo, la situación le recordó a 240 ∕ Relatos para una nueva era... 3D una clase interminable, en la que el aburrimiento conduce a un chorro de incontenibles risas que fluyen de un grifo sin manija; salvo que en esta ocasión era aún más complicado contenerse, haciendo malabares entre las risas y las lágrimas que luchaban por desatarse del nudo en su garganta. La última vez que habló con su padre fue por teléfono, apenas dos semanas antes de su muerte. Un periodo relativamente corto de tiempo, teniendo en cuenta que llevaban año y medio sin hablar antes de aquel momento. La voz de su padre no estaba envenenada con agresiva indiferencia, como la última vez que hablaron; sonaba más débil, más sosegada, más familiar. —Marina, soy papá. Creo que hay mucho de lo que tenemos que hablar, desde hace demasiado tiempo. Me encantaría que te pasases por casa un día de estos. Tengo algo que enseñarte. Así se presentó su padre después de meses y meses de incomunicación. Marina no dijo mucho más, aunque tartamudeó y balbuceó bastante. Presa del impacto del momento, solo tuvo tiempo de aceptar la oferta y despedirse. Ahora, todos esos titubeos se habían convertido en preguntas, pero ya no estaba su padre para contestarlas; murió antes de que aquella reunión tuviese lugar. Durante aquel año y medio posterior a la pelea, Ángel había servido de mediador, visitando a ambos, informando periódicamente a Marina de cómo se encontraba su padre, contándole todas las novedades… pero para ella calaba más aquello que él no contaba. Ángel nunca le habló de un día en que su padre saliese de su estudio a pasear por el parque y respirar el aire fresco, como solía hacer cuando sus hijos eran aún niños pequeños; ni del momento en que recuperó sus antiguas amistades, abandonadas con el paso del tiempo, y dejó atrás sus días de soledad; ni de cómo superó la muerte de su esposa al conocer a otra mujer capaz de hacerle sentir joven de nuevo y de hacerle sonreír. Ángel nunca le dijo que su padre había vuelto a ser feliz. Ángel nunca le habló de nada de esto, sencillamente, porque nada de esto llegó a ocurrir jamás. La duración del rencor tras una discusión es directamente proporcional al resentimiento previo causante de dicha discusión. Es una ley universal. Cuando uno lleva reprimiendo durante años una idea, esta crece, toma vida propia y empieza a mover los hilos que controlan la persona. NUDO EN LA GARGANTA Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro ∕ 241 En el caso de Marina, el distanciamiento con su padre se había ido agravando durante años desde que su madre murió, fruto de la insistencia de su padre de convertir a su hija en lo que él quería que fuese, y de la frustración de la hija por no poder serlo. El día que todo ese resentimiento estalló fue la última vez que Marina vio a su padre. Estaba en su estudio, iluminado únicamente por la pantalla del ordenador, que le confería un aspecto drenado, fantasmal. El escritorio se encontraba en el centro de la habitación, con varios armarios y estanterías rodeándolo. Destacaba la vitrina que se erigía a la izquierda, llena de trofeos, premios y diplomas. Ninguno era de Marina. Con la determinación de quien quiere llevar la razón a toda costa, se plantó frente al escritorio, donde su padre, sin apenas despegar la mirada de la pantalla, daba los últimos retoques en el ordenador a unos planos arquitectónicos, que posteriormente convertiría en una maqueta a escala con su impresora en tres dimensiones, antaño un invento futurista, ahora un aparato común. —¿Tienes algo que contarme? —inquirió su padre, a pesar de que había sido él quien la había convocado a su estudio. —¿Para qué, si ya lo sabes? —replicó la joven, con un leve temblor en la voz. Él asintió levemente, sin mirarla. Él estaba sentado y ella de pie frente a él; sin embargo la figura de su padre era la más imponente. —El otro día llamé al conservatorio para ver cómo estabas progresando, dado que nunca te oigo practicar en casa. Me han dicho que no has ido a ninguna clase este mes. —No —confirmó Marina. Se produjo un silencio, en el que el padre aguardó a que su hija justificase su respuesta. No lo hizo. —¿Por qué? —preguntó finalmente su padre con un deje de exasperación. —Porque no quiero seguir yendo. No sirve para nada; no tengo nivel suficiente. Estamos malgastando el dinero. —Ya veo —se puso de pie, y su mirada finalmente encontró la de Marina, quien tuvo que esforzarse por mantenerla—. Así que te dedicas a faltar a clases, no practicas nada en casa, y a los pocos meses decides tirar la toalla, ¿no es eso? Igual que con todo lo demás. Decides el primer día que no vas a conseguir hacer algo, y el resto de días consisten en reforzar esa teoría. 242 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Se giró hacia el armario situado detrás de él, y abrió las puertas acristaladas para sacar una botella de coñac. A través del cristal, sobre el estante superior podía verse un regalo que Marina había hecho para su padre en el colegio, cuando tenía apenas diez años. Se trataba de una estatua de cerámica de Marina y su padre, uno al lado del otro, con carne de arcilla y huesos de mondadientes. Su alter ego de cerámica le dedicó una esperpéntica sonrisa que hizo que sus entrañas hirviesen con repentina rabia. —Papá, quiero que esto te quede claro de una vez: no soy como tú. No soy como era mamá. No tengo una mente prodigiosa, y no la voy a tener por más que te empeñes. Siento no saber tocar el piano ni hacer edificios ni saber de negocios ni servir para nada, pero vas a tener que conformarte con esto por más que te pese… —Marina, deja de hablar así—. Su padre la interrumpió con un tono tranquilo, calmado, que sólo consiguió enfurecerla más—. No simplifiques los éxitos de tu madre achacándolos a su talento, como si no tuviese detrás años y años de esfuerzo. Eso es lo importante; la disciplina, el esfuerzo que… —¿Esfuerzo? ¿Esfuerzo? —repitió, incrédula, alzando sin percatarse el tono de voz—. ¿Qué sabes tú de esfuerzo? ¿Sabes lo que tengo que esforzarme yo para estar al nivel que me exiges? ¡Yo puedo estudiar día y noche durante dos semanas para un solo examen y sacar menos de lo que tú o mamá habríais sacado estudiando la noche antes! ¿Te crees que todo el mundo es tan privilegiado como tú? A ti nunca te ha importado lo que yo me esforzara, tú solo querías ver los resultados. Desde que murió mamá has intentado convertirme en una especie de copia de ella. Me llevas a todas esas clases y me presionas constantemente para poder estar orgulloso de mí, ¡pero cuando te muestro lo que consigo después de todo el esfuerzo, nunca, nunca te parece suficiente! ¡Nunca estabas orgulloso!—. Las palabras se atropellaban en su boca, intentando escapar tras años de aprisionamiento. —Esto es absurdo. ¿De eso se trata, crees que no estoy orgulloso de mi propia hija? —¿Lo estás? NUDO EN LA GARGANTA Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro ∕ 243 —En momentos como éste es sinceramente difícil—. Marina asintió, haciendo una mueca amarga. Su mirada se alzó hasta el armario entreabierto. —¿Qué me dices de eso? ¡Me costó horrores hacer esa porquería de cerámica, y la tienes escondida en ese armario para que nadie la vea! Su padre sacó la figura del armario con brusquedad y la colocó sobre el escritorio, al lado de la impresora tridimensional. —Ya está, a plena vista. ¿Estás contenta ahora? ¿Te crees que me importa que las visitas vean esto, o lo que piensen de mí o de ti? Es un maldito pedazo de arcilla, ¿qué más da dónde la ponga? —¡Podrías ponerlo en la vitrina, con la foto enmarcada que te regaló Ángel, o todos tus diplomas, o tus regalos de empresa! Dices que te da igual lo que piense la gente, pero exhibes todos esos regalos y escondes el mío. —Por favor —resopló su padre, con una media sonrisa burlona—. Cuando hagas algo que merezca estar en esa vitrina estaré encantado de ponerlo. La mano de Marina tomó la decisión antes que su cerebro. Con un solo movimiento preciso, proyectó la figura de arcilla contra la pared, se dio media vuelta y salió con el mismo ímpetu con el que había entrado, sin siquiera dedicar una última mirada a su padre, que miraba atónito los cientos de pedazos en los que se había desintegrado el regalo de su hija. Eran casi las once de la noche, y las dos únicas personas que no habían vuelto a sus respectivos hogares tras el funeral eran los dos hermanos, que habían comprado una botella de champán y estaban honrando la memoria de su padre de la forma en que sólo un par de veinteañeros saben honrar algo: bebiendo alcohol al aire libre, acariciados por la brisa de la noche estival. Estaban sentados en el jardín del hogar en el que crecieron, un hermoso chalet de dos pisos, desván y piscina. Una casa cuya amplitud se hacía más innecesaria a medida que iban desapareciendo personas de ella, y que parecía más grande que nunca ahora que sólo albergaba historias y fantasmas. —¿Seguro que no le notaste enfermo los últimos días? —la pregunta rompió el silencio que había arropado el jardín en los últimos minutos. —Si hubiese notado algo, te habría avisado. Estaba perfectamente, mejor que de costumbre, de hecho. Supongo que le afectó el calor de estos 244 ∕ Relatos para una nueva era... 3D últimos días —sentenció, dando un trago a morro de la botella y pasándosela a Marina. —Probablemente se murió de calor otra vez dentro del ataúd. Debimos meterle un ventilador dentro para que pudiese refrescarse —una sonrisa se dibujó entre las sombras que tiznaban el rostro de Ángel. —Creo que no estamos tomándonos esto como deberíamos. Quiero decir, nunca pensé demasiado en este momento, pero… no sé. No imaginé que estaría haciendo bromas sobre el tema después del funeral. Marina se encogió de hombros mientras separaba la botella de sus labios. —No podemos estar tristes todo el tiempo. No funciona así. Yo lo he pasado fatal estos días, he tenido momentos muy malos, pero luego hay otros momentos como éste en los que mi cerebro se… se distrae de todo el drama, supongo. Será por el champán, o por estar hablando contigo, pero me noto esperanzada, optimista. Veo la botella medio llena —tamborileó con los dedos en la botella, con una risita estúpida—. Me noto optimista. Incluso si no debería. —¿Cómo que no deberías? —preguntó Ángel, arrebatándole discretamente la botella para dar cuenta de ella. —Papá me llamó hace más de una semana, diciendo que teníamos que hablar y que quería enseñarme algo. No supe qué decir, como me pasa siempre que hablo con él, así que nos despedimos sin más. Me pasé todos esos días pensando en qué decirle, cómo decírselo, en qué me iba a decir y enseñar… y ya nunca lo sabré. Por mi maldito orgullo. Eso es algo que sí heredé de él, fíjate. Tú sacaste la inteligencia, y yo el orgullo. Y a él nunca le gustó ese orgullo suyo. —Lo de la inteligencia no sé, pero lo del orgullo es cierto. Os pasasteis más de un año sin hablaros por una simple discusión. Eso sí, siempre me preguntabais todo el uno del otro cuando iba a visitar —la botella volvió a manos de Marina—. Si te sirve de consuelo, a él se le pasó el enfado mucho antes que a ti el tuyo. Quería disculparse y hacer las paces. Si no te llamó antes sería porque no se atrevía a ver cómo ibas a reaccionar. Marina trazaba círculos en el aire con la botella, meciendo el champán en su interior, cavilando. Su fugaz optimismo se estaba resquebrajando, y entre las grietas volvía a supurar el miedo, la duda y la rabia de NUDO EN LA GARGANTA Roberto Gutiérrez del Álamo Guijarro ∕ 245 no llegar a saber jamás cómo habría sido aquella reunión. No importaba lo que dijese su hermano; ella nunca lo sabría de verdad. —El champán se está acabando —fue lo único que dijo. —¿Vamos a comprar más? —No. Sigamos bebiendo. Bebamos hasta que la botella vuelva a estar medio llena —decretó, alzando el champán. Ángel miró la hora en su teléfono móvil. —De hecho, creo que ya casi debería estar acabado. Sígueme —se incorporó de un salto demasiado ágil para su estado de ebriedad, y puso rumbo hacia la puerta de entrada al chalet. —¿A dónde vas? —Marina dejó la botella en el suelo y se incorporó. —Al estudio de papá. Su padre había tenido la impresora 3D en su escritorio desde que ella era pequeña, allá por el año 2015 o 2016, cuando aquellos aparatos parecían ciencia ficción. Sin embargo, Marina nunca le había prestado demasiada atención. Sólo hubo dos ocasiones en las que la chica se interesó genuinamente por el aparato. La primera vez fue cuando su padre la sentó en su regazo y le mostró cómo el dibujo de una viga dentro del ordenador se transformaba en un objeto real ante sus ojos, una pequeña viga de plástico dentro de la impresora. La segunda vez fue en aquel momento, cuando su hermano encendió la luz del estudio. Marina apenas reparó en que la habitación estaba prácticamente igual a como ella la vio por última vez. Toda su atención se centró en la impresora, que trabajaba concienzuda y ruidosamente. —Supongo que esto es lo que te dijo por teléfono que quería enseñarte. Estaba esperando a que estuvieses con él para hacerlo. El proceso tarda bastante, así que decidí poner en marcha la impresora nada más acabar el funeral para que no tuvieses que esperar. La impresión aún no estaba finalizada, pero Marina lo reconoció de inmediato. Lo había visto todos los días que pasó en aquella casa, presidiendo el estudio desde el armario, asomándose a través del cristal. La figura ya no era de cerámica si no de plástico, pero era idéntica a la que le había regalado a su padre trece años atrás. —No puede ser —murmuró, acercándose a la impresora —se rompió… la rompí en pedazos. ¿De dónde sacó la imagen?—. Al rodear el escritorio, el ordenador le dio la respuesta. La impresora estaba usando 246 ∕ Relatos para una nueva era... 3D de referencia cientos de imágenes distintas, una por cada pedazo de cerámica, organizadas con precisión clínica como piezas de un puzzle digital. —Se esforzó bastante en reconstruirlo —escuchó decir a Ángel en una etérea lejanía, como si estuviese a kilómetros de distancia—. Debió llevarle mucho tiempo. —Todo por un pedazo de arcilla —murmuró Marina. La admiración hizo que le temblase la voz. Se imaginó a su padre recogiendo los pedazos, escaneándolos uno a uno, uniéndolos digitalmente. Le imaginó a su lado, rodeándola con un brazo. Se imaginó a ambos observando la figura volver a tomar forma después de tanto tiempo, volver a cobrar vida, volver a su lugar en el armario acristalado. Jamás llegaría a tener esa conversación con su padre, ni a decirle todo lo que había planeado. Jamás se pedirían disculpas, ni harían las paces, ni volverían a estar juntos. Pero algo había cambiado. Una parte de su padre había escapado, había engañado a la muerte y había dicho con aquella figura de plástico lo que no pudo decirle en años. Las lágrimas llegaron sin avisar, nublándole la vista. El nudo en su garganta apretó más fuerte que nunca y, sin embargo, por primera vez en años, Marina se sentía verdaderamente en paz. 248 ∕ Relatos para una nueva era... 3D Este libro se acabó de editar digitalmente en los estudios de Creatividad, Imagen y Comunicación en Jaén (Andalucía - España) el día 23 de octubre de 2015, efemérides del nacimiento, en 1920, del maestro y escritor Gianni Rodari, Premio “Hans Christian Andersen” en 1970, autor, entre otros muchos libros de éxito de “Cuentos por teléfono” o “Cuentos para jugar” y cuya principal obra teórica es “Gramática de la fantasía”. En nuestra era, las opciones creativas se han multiplicado exponencialmente y lo harán más en el futuro. El concurso Másquecuentos (MQC) busca los mejores textos literarios para ser editados en un nuevo formato tecnológico de relatos interactivos para tablets. En él participaron cientos de autores hispanohablantes de muy diferente procedencia que fueron votados en nuestra web por miles de internautas. Aquí os presentamos una antología de los mejores cuentos de la edición 2015, muy diferentes entre sí, pero unidos por la referencia obligada al tema de la impresión 3D.
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