La Coronilla de la Divina Misericordia y los moribundos

4.- LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA Y LOS MORIBUNDOS
[Extraído de “Cenacle Formation Manual” Eucharistic Apostles of the Divine Mercy - by Brian and Susan Thatcher]
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La Coronilla a la Divina Misericordia se originó de una visión que tuvo Santa Faustina de un ángel, ejecutor de la ira de
Dios. Su petición al ángel de no castigar a los seres humanos no significó nada frente a esta ira divina. Sin embargo, en
aquel momento sintió en su alma el poder de la gracia de Jesús, y las palabras con las que suplicó a Dios fueron las
siguientes: “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo hijo, nuestro Señor
Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros.” (Diario,
475)
A la mañana siguiente, cuando entró en la capilla, escuchó estas palabras en su interior: “Cuantas veces entres en la
capilla reza en seguida esta oración que te enseñé ayer. Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta
oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero
rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro,
dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave
María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para
terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo
entero” (476)
Jesús también le pidió a Sta. Faustina insistentemente que le ayudara a salvar almas, rezando por los agonizantes: “Hija
mía, ayúdame a salvar a un pecador agonizante; reza por él esta coronilla que te he enseñado” y Faustina relata: “Al
empezar a rezar la coronilla, vi a aquel moribundo entre terribles tormentos y luchas. El Ángel Custodio lo defendía, pero
era como impotente ante la gran miseria de aquella alma; una multitud de demonios estaba esperando aquella alma.
Mientras rezaba la coronilla, vi a Jesús tal y como está pintado en la imagen. Los rayos que salieron del Corazón de Jesús
envolvieron al enfermo y las fuerzas de las tinieblas huyeron en pánico. El enfermo expiró sereno. Cuando volví en mi,
comprendí la importancia que tiene esta coronilla rezada junto a los agonizantes, ella aplaca la ira de Dios” (Diario, 1565)
En el Diario, hay por lo menos 35 apuntes donde Jesús insiste orar por los agonizantes:
“Reza incesantemente esta coronilla que te he ensenado. Quienquiera que la rece recibirá gran misericordia a la hora
de la muerte. Los sacerdotes se la recomendarán a los pecadores como la última tabla de salvación. Hasta el pecador
mas empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita. Deseo que el mundo
entero conozca Mi misericordia; deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en Mi
misericordia”(Diario 687)
“Hija Mía, anima a las almas a rezar la coronilla que te he dado. A quienes recen esta coronilla, Me complazco en
darles lo que Me pidan. Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte
será feliz”(Diario 1541)
“Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen
junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca del agonizante es rezada esta coronilla, se
aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la
dolorosa Pasión de Mi Hijo” (Diario, 1797)
Imagínate cuántas almas se salvarían, si los fieles oraran sin cesar la Coronilla confiando en la misericordia, por las miles
de personas que mueren a cada hora en todo el mundo! Nuestro Señor prometió que concedería su insondable
misericordia a la hora de la muerte, a aquellos que recen la Coronilla, así como a cada alma por la que se rece. La
Apóstoles de la Divina Misericordia La Calzada-Calahorra Logroño tf 625684040 –[email protected]
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[Extraído de “Cenacle Formation Manual” Eucharistic Apostles of the Divine Mercy - by Brian and Susan Thatcher]
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confianza es la raíz de la promesa. Necesitamos la fe de un niño, como dice Jesús en el Evangelio: “En verdad les digo:
quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Marcos 10:15).
Es difícil acercarnos al tema de Dios y de la muerte, ya que será el momento de encontrarnos cara a cara con nuestro
Señor y rendirle cuentas de la vida que hemos llevado. ES en este momento de nuestro encuentro con Jesús que nos
daremos cuenta de la gravedad de nuestros pecados, y nos preguntaremos si Dios podrá perdonarnos. Sin embargo, nos
consuelan las palabras de Éxodo 34:5-7: “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él [Moisés], proclamando el
nombre de Jehová. Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso;
tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado…”
Jesús también le pedía rezar por las benditas almas del purgatorio que tanto sufren y tan pocas personas oran por ellas:
“En aquel tiempo le pregunté a Jesús: ¿Por quién debo rezar todavía? Me contestó que la noche siguiente me haría
conocer por quien debía rezar. Vi al Ángel de la Guarda que me dijo seguirlo. En un momento me encontré en un lugar
nebuloso, lleno de fuego y había allí una multitud de almas sufrientes. Estas almas estaban orando con gran fervor, pero
sin eficacia para ellas mismas, solo nosotros podemos ayudarlas. Las llamas que las quemaban, a mi no me tocaban. Mi
Ángel de la Guarda no me abandonó ni por un solo momento. Pregunté a estas almas ¿Cuál era su mayor tormento? Y
me contestaron unánimemente que su mayor tormento era la añoranza de Dios, Vi a la Madre de Dios que visitaba a las
almas en el Purgatorio, Las almas llaman a María “La Estrella del Mar”. Ella les trae alivio. Deseaba hablar más con ellas,
sin embargo mi Ángel de la Guarda me hizo seña de salir. Salimos de esa cárcel de sufrimiento. [Oí una voz interior que
me dijo: Mi misericordia no lo desea, pero la justicia lo exige. A partir de aquel momento me uno más estrechamente a
las almas sufrientes. (Diario 19-20). En otra ocasión Jesús le dijo: “Entra a menudo en el purgatorio, ya que allí te
necesitan. (Diario, 1738)
Por todo lo anterior, los Apóstoles de la Divina Misericordia debemos fomentar que se rece la Coronilla cada hora en las
capillas de adoración en todo el mundo, implorando misericordia para las almas que mueren en esa misma hora y para las
almas olvidadas del purgatorio. Jesús dijo a Sta. Faustina: Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos,
me pondré entre el Padre y el alma agonizante, no como el Juez justo, sino como el Salvador misericordioso (Diario
1541). Asimismo debemos trabajar incansablemente para que haya una mayor comprensión y amor a la Eucaristía, Ya que
Dios no tiene límites de tiempo o espacio, sólo podemos rezar y tener la confianza que tendría un niño en Su misericordia,
y pedir no sólo por los que mueren en aquella hora, sino por los que ya han muerto y por los que morirán en el futuro.
Recordemos que la Coronilla a la Divina Misericordia es una oración eucarística que Jesús diseña en estos últimos
tiempos, y que nos brinda como nunca la extraordinaria oportunidad de ejercer nuestro sacerdocio real al unirnos al
sacrificio de Jesús en la Cruz por la salvación del mundo. También nos permite unir nuestras súplicas a las de María
Santísima, a quien el Papa Juan Pablo II ha llamado “La perfecta colaboradora y cooperadora en el sacrificio de Cristo”
(inseg XIX/1, 1996), convirtiéndonos también nosotros en colaboradores y cooperadores con ella.
La promesa es que Jesús concederá infinita misericordia a la hora de la muerte, a cada alma que rece la Coronilla y para
cada alma por la que se rece. En virtud de que la Iglesia nos enseña que Jesús está presente en Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad en el Santísimo Sacramento, ofrecemos al Padre a su Hijo único, un regalo que no puede rehusar. La oración
abarca la Eucaristía, la Cruz y el amor que el Padre Misericordioso y su Hijo tienen por cada uno de nosotros. Además
,contamos con la bendición Apostólica que su Santidad Juan Pablo II concedió a los que rezan la Coronilla a la Divina
Misericordia por los enfermos y moribundos durante la Adoración Eucarística.
Por ello, debemos confiar en su infinita misericordia en cuanto a lo que le dijo a Santa Faustina: “Hija Mía…. Tu empeño
debe ser la total confianza en Mi bondad, el Mío, darte todo lo que necesites. Me hago dependiente de tu confianza; si
tu confianza es grande Mi generosidad no conocerá límites” (Diario 548)
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Conforme recitemos la Coronilla en una actitud de confianza en la presencia de nuestro Señor durante la adoración,
podremos estar seguros de que seremos una vasija de misericordia, ya que seremos reflejo de estas palabras de Santa
Faustino: “Una vez, cuando la imagen estaba expuesta en el altar, durante la procesión de Corpus Cristi [174], cuando el
sacerdote expuso el Santísimo Sacramento y el coro empezó a cantar, los rayos de la imagen traspasaron la Santa Hostia y
se difundieron sobre el mundo entero. Entonces oí estas palabras: A través de ti, como a través de esta Hostia, los rayos
(184) de la misericordia pasaran al mundo. Después de estas palabras un gran gozo penetró en mi alma” (Diario 441).
En otra ocasión escribió: “Este mismo día, mientras estaba en la iglesia esperando la confesión, vi. los mismos rayos que
salieron de la custodia y se extendieron por toda la iglesia. Eso duró todo el tiempo del oficio; después de la bendición [se
proyectaron] sobre ambos lados y volvieron a la custodia. Eran claros y transparentes, como el cristal. Pedí a Jesús que se
dignara incendiar el fuego de su amor en todas las almas tibias. Bajo estos rayos se calentaría el corazón aunque
estuviera frío como un pedazo de hielo, aunque fuera duro como una roca, se volvería polvo” (370)
Animaros a que se rece la Letanía de la Santa Eucaristía y la Coronilla a la Divina Misericordia cada hora en todo el mundo
por los enfermos y moribundos, especialmente durante la Adoración Eucarística, en presencia de Nuestro Señor
Misericordioso
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