EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015 p1 LA ASOMBROSA historia de Antonia Tejera, “La Iluminada de Candelaria”, una médium que aún tiene seguidores. 6/8 del domingo revista semanal de EL DÍA La escritura es el espejo del alma. La exposición “Grafología de Autores Canarios” como ejemplo didáctico de animación a la lectura Texto y fotos: Francisco Javier León Álvarez [email protected] ¿Q ué habita detrás de cada uno de nosotros, en esa imagen que se refleja cuando nos miramos en un espejo, en los gestos diarios que conforman nuestra esencia más profunda, en las palabras que transmiten sentimientos y expresan emociones? ¿Cómo somos bajo esa piel en la que subyace el tiempo caduco, aquel que rige cada paso que damos desde el mismo momento en que nacimos? En nuestro largo periplo a través de este planeta hemos adquirido capacidades que nos diferencian de los animales, un marco evolutivo en el cual la escritura ha jugado un papel tan o más importante que el descubrimiento del fuego y la penicilina. Aprender a escribir nos abrió la puerta para expresar de forma gráfica todos los pensamientos que antes se transmitían únicamente por vía verbal y se convirtió en un arma de tal envergadura que los más poderosos han frenado históricamente cualquier intento de acceso a la misma por parte de los más desfavorecidos al convertirse en una de las armas que favorece el razonamiento, la creatividad y la independencia. La invención de la imprenta de caracteres móviles hacia mediados del siglo XV, de manos de Johannes Gutenberg, fue una de las mayores revoluciones en la Historia, pues contribuyó a universalizar el libro a través de su impresión mecánica. Esto supuso que, desde entonces hasta la actualidad, los lectores tuviesen en sus manos textos impresos a partir de máquinas, con lo cual en ningún momento entraron en contacto directo con la obra redactada a mano por el autor en cuestión. Por eso, inmersos en la era de los medios de comunicación de masas, donde cada vez más impera lo digital, sentimos una acusada curiosidad cuando se exhiben manuscritos porque queremos conocer cómo era la escritura de sus autores y su grado de legibilidad, generándose esa sensación extraña de que quizás estamos aprendiendo a desaprender lo que tanto nos costó por el camino. Precisamente, es aquí donde co- Dedicatoria de Rafael Arozarena en “Cerveza de grano rojo”, perteneciente al fondo bibliográfico de la Biblioteca Pública Municipal de La Orotava mienza nuestro marco de actuación a través del estudio grafológico, es decir, a tratar de describir o descubrir la personalidad de alguien a partir de su escritura (perfil grafopsicológico), algo que no hay que confundir con la pericia caligráfica (cotejo de los grafismos), utilizada para dictaminar sobre la autenticidad o falsedad de una firma o un escrito. La exposición “Grafología de Autores Canarios” vio la luz el 25, 26 y 27 de abril de 2014 dentro de los diversos actos de la Feria del Libro de La Orotava (Tenerife), en el marco incomparable de la plaza de La Constitución y bajo la atenta mirada del solemne Liceo Taoro y el laberinto masónico de los Jardines Victoria, el lugar perfecto para una simbiosis entre cultura, ocio y aprendizaje, y desde entonces se ha expuesto en diversos lugares de Tenerife debido a la expectación suscitada y al interés mostrado por quienes disfrutaron de ella por primera vez. La muestra tuvo como epicentro el trabajo realizado por Miguel Ángel Hernández, técnico de cultura del Ayuntamiento de esa localidad, y Jordi Solsona, grafólogo de origen catalán, y supuso una ruptura con el modelo tradicional asociado a las exposiciones basadas en simples paneles estáticos donde se aporta información visual y de contenido, pero sin buscar la originalidad y la combinación multidisciplinar para trabajar distintos aspectos de una manera amena y con un fuerte carácter divulgativo. Por eso, el propio Solsona nos regaló una frase en la que se sintetizaba todo este magnífico esfuerzo y hacía un llamamiento cargado de esperanza para que valoremos la importancia que tiene la escritura en nuestro latir y respirar. Porque gracias a ella hemos crecido hasta cotas personales inimaginables: “Cada caligrafía tiene vida propia, en sus textos todavía late el pulso por construir un mundo mejor”(1). La base para llevar a cabo este proyecto consistió en desarrollar un estudio grafológico de los textos originales escritos por diez escritores representativos de las letras canarias, para conocer cómo eran sus personalidades y qué aspectos influyeron directamente en su creación literaria. Se trataba de un trabajo novedoso porque hasta esos momentos la información relativa a cada uno de ellos se basaba en dar conocer todo lo relativo a su vida y obras a partir del análisis de documentación histórica y del estudio crítico de estas últimas, pero no se había indagado en el interior de su ser, sin el cual no se puede entender cómo se gestaron los argumentos de las mismas. No es de extrañar que nuestro grafólogo enfatizase que “escribir es como dejar testimonio de tu presencia, una manera de perdurar en el tiempo, mientras lo digital nos habla de inmediatez y volatilidad”, añadiendo, en relación precisamente a la era digital en la que estamos inmersos: “No me preocupa mucho si corre peligro de extinción el arte de la escritura manual: estoy mucho más preocupado por la supervivencia del ser humano como especie. Empecemos por garantizar eso; luego la evolución ya dirá lo qué ocurre con buena parte de nuestras capacidades”. Por este motivo, era necesario buscar nuevos alicientes para captar el interés de los visitantes con suma rapidez con el objetivo de contribuir NOTA (1) Quiero agradecer a Miguel Ángel Hernández su amabilidad, compañerismo y apoyo para que este artículo saliese adelante, facilitándome todo lo relativo para elaborarlo, así como también a Jordi Solsona por los comentarios y explicaciones relativas a la importancia de la grafología y a este proyecto en especial. En realidad, todo el trabajo es de ellos, incluida parte de los textos que figuran aquí: yo simplemente soy un pequeño ladrón autorizado para acercárselos a sus casas. p2 domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA EN PORTADA a divulgar contenidos de la literatura canaria, estimular la lectura y acercarse a la grafología como una fuente de indagación de nuestro yo. Para ello cada uno de los paneles se estructuraría formando tres grandes vértices: –La imagen correspondiente al escritor al que hacía referencia, acompañada de su fecha de nacimiento y muerte. En un período como el actual, donde priman lo visual, las formas y colores en continuo movimiento, es inconcebible hablar de alguien de manera abstracta; de ahí que había que ponerle cara como estímulo visual de enorme importancia, porque la gente necesitaba asociar un rostro con los textos e identificar rasgos característicos en su piel. Tampoco olvidemos que existe un desconocimiento dentro de la sociedad canaria de quiénes son los autores más representativos de nuestra literatura, cuando en realidad conforman uno de los conjuntos más enriquecedores de todo el territorio nacional en relación a la ecuación espaciotiempo, teniendo presente que la historia del archipiélago canario abarca poco más de cinco siglos, frente al carácter milenario de la Península, gracias a la gran variedad de civilizaciones y culturas que han formado su idiosincrasia, y en la que han tenido cabida una ingente pléyade de escritores de fama universal. –Un fragmento manuscrito de alguna de sus obras donde se pudiera apreciar cómo escribía, acompañado de su correspondiente firma. –La interpretación grafológica del contenido del punto anterior, en la cual se fue analizando la forma que tenían de escribir, qué rasgos de sus letras destacaban más y su significado en relación a su personalidad. Pero los paneles no eran meros instrumentos de transmisión de información, sino que estaban llenos de sentimientos, vivencias, fracasos, miedos, odios y deseos de libertad, hasta el punto de que “permitían entablar un diálogo con escritores que dejaron su huella plasmada en su momento sobre el papel”, tal y como apunta Miguel Ángel Hernández. Todo ello garantizaba que se despertase la curiosidad y el deseo de aprender algo más en la vida, y se abriera una puerta para que muchos de quienes disfrutaron de ella y conocían a alguno de los personajes decidiesen adentrarse en la lectura de sus textos, teniendo presente que “leer es algo tan íntimo que nace de unos deseos personales”, en palabras de Solsona. Además, la exposición tenía otra vertiente nada desdeñable: a los asistentes se les planteaba la posibilidad de que aquel les realizase un estudio para mostrarles los distintos aspectos que conformaban su personalidad, siguiendo el mismo proceso técnico reseñado para los escritores de los paneles. Con estas pautas de actuación bien definidas, relacionamos a continuamos los aspectos más destacados de los diez autores seleccionados y el meticuloso trabajo grafológico realizado por Jordi Solsona, lo que nos permitirá conocer por primera vez cómo eran más allá de su entorno dominado por el papel, la creatividad y los personajes ficticios en los que navegaron por su particular visión del mundo que les tocó vivir. José de Viera y Clavijo (Los Realejos, 1731-Las Palmas de Gran Canaria, 1813). Este sacerdote está considerado como el realejero más ilustre y destacó por su ingente producción literaria, siendo su obra más conocida “Noticias de la historia general de las Islas de Canaria”, que comenzó a escribir en 1763. Fue una persona satisfecha de sí misma que ante los demás exhibía sus habilidades, deseando que sus opiniones se tuviesen en cuenta, inmerso también en explicaciones directas y casi incontestables. Tuvo una gran capacidad para conseguir sus propósitos sin necesidad de enfrentamientos, a la par que abrumaba con la gran cantidad de datos que acumulaba en su mente prodigiosa. Solía actuar coherentemente en virtud de sus necesidades, utilizando la lógica y el sentido común en su discurso. “La escritura retrata al hombre que ha encontrado un motivo para vivir, y se dedica a él con tesón y entusiasmo”. No obstante, toda su esencia estuvo marcada por la influencia materna, de la cual heredaría el instinto por la investigación, el deseo de aprender y la fortaleza por mantenerse firme hasta conseguir lo que desease, a la vez que desarrolló un lado femenino con el cual captó la sensibilidad de las personas que le rodeaban, característica que le permitió entrar en los círculos donde tuvo acceso al conocimiento y el poder. María Joaquina Viera y Clavijo (Puerto de la Orotava (actual Puerto Detalle del panel dedicado a Mercedes Pinto de la Cruz), 1737-Las Palmas de Gran Canaria, 1819). Los pocos datos que conocemos sobre su vida la vinculan al entorno de su hermano, a quien acompañaría en todo momento. Fue bastante elegante y llena de vitalidad, destacando por su gran nervio y buen temple; se desvivía por las personas a las que quiso. Su gran inteligencia la convirtió también en una adelantada a su tiempo en lo que respecta a la forma de pensar, tal y como le sucedería a Mercedes Pinto, creándose una identidad artística en la sociedad patriarcal de esa época. Logró que se la conociese por su propio trabajo, pese a la sombra alargada de la figura de su hermano, al que vivió entregada y procuró las atenciones oportunas. Aunque de apariencia tranquila y frágil, aspiraba a convertir en realidad todas sus ideas, y para ello gestionaba de manera excelente sus estrategias personales con el fin de hacerse escuchar. “Sus reacciones eran vehementes cuando se trataba de defender sus creencias”, para lo cual poseía muy buenos recursos dialécticos. Como en el caso de José de Viera, la sensibilidad siempre estuvo presente, desarrollando un agudo sentido crítico que le permitió detectar las intenciones de otras personas. “Sus reacciones eran vehementes cuando se trataba de defender sus creencias”. Tomás de Iriarte y Nieves Ravelo (Puerto de la Orotava (actual Puerto de la Cruz) 1750-Madrid, 1791): poeta de la Ilustración y el Neoclasicismo, se caracterizó por un fuerte deseo de pertenecer a diferentes grupos y de ser aceptado por la sociedad, defendiendo su modo de vida frente a cualquier crítica. Era una persona segura de sí misma, aunque sin grandes estridencias, desarrollando una gran crea- tividad, así como la capacidad para mantener el esfuerzo hasta lograr sus objetivos. No obstante, era propenso a reacciones demasiado rápidas ante lo que le emocionaba, sin importarle las consecuencias que eso tuviese para los demás. De mentalidad agresiva cuando se sentía atacado, realizaba concesiones excesivas cuando consideraba que el otro era superior en fuerzas. En el plano amoroso no se sintió correspondido sentimentalmente o no supo expresar sus emociones como deseó. Toda esta combinación nos demuestra que se trataba de un hombre a caballo entre las emociones y la razón, ingenioso más que inteligente, extrovertido, siempre activo, conversador, aparentemente feliz, pero donde también habitaba la melancolía “como si se sintiera incapaz de alcanzar intensos momentos de felicidad porque no encontraba el valor para lanzarse abiertamente hacia aquello que más deseaba”, lo cual abre la posibilidad de que quizás tuvo algún tipo de amor imposible o el ideal frustrado de vivir de forma más auténtica. Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920): está considerado el gran representante de la novela realista española del siglo XIX, cuya prolija producción literaria se cimentó en su formación autodidacta. Escribía con una letra de tamaño pequeño, nerviosa y tan rápida que en ocasiones se hacía ilegible, lo que demuestra que era inquieto y que “le invadía el deseo de conocer la vida en primera persona”, al mismo tiempo que reflejaba mucha seguridad en sí mismo. Esto le llevaría a acercase a la gente para conocer de primera mano cómo era su día a día, mezclándose con el pueblo para capturar su esencia hasta reflejarla en sus célebres “Episodios Nacionales”, las novelas históricas de carácter costumbrista, donde retrató la idiosincrasia de la gente de su tiempo. De carácter indómito, incapaz de doblegarse ante las injusticias, defendió hasta la extenuación los valores en los que creía, haciendo gala de su personalidad obstinada. Mercedes Pinto Armas de la Rosa y Clos (La Laguna, Tenerife, 1883Cuidad de México, 1976). Fue una escritora, dramaturga, oradora y periodista cuya pasión por escribir fue tal que ya a los catorce años de edad había obtenido galardones en diferentes con- p3 EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015 EN PORTADA cursos de ámbito regional, si bien acabaría destacando por las novelas “Él” (1926) y “Ella” (1934), así como por su postura feminista a favor del divorcio, por la cual fue desterrada tras expresarla en una conferencia, si bien acabaría exiliándose en Uruguay. Mercedes fue exponente de una personalidad arrebatadora, cuya escritura “brinca sobre los renglones, busca enlazar las letras para ir directa, desborda imaginación y argumentos”. Se trató de una mujer sin miedo, que se enfrentó de lleno a la vida, en una muestra de que estaba dispuesta a romper los moldes de la sociedad patriarcal que la oprimía porque el papel de la mujer era el de estar sojuzgada a su marido. Esto le llevó a defender sus ideas por encima de todo, creyendo en lo que decía. Fue “una mujer que se exponía, decidida, impetuosa, atrevida, honesta, ocupada en mil asuntos”. Ponía ímpetu y pasión en todo lo que hacía porque estaba convencida de que sus palabras eran necesarias para el conjunto de la sociedad, desembocando en una lucha social con la que no pretendía la igualdad de sexos, sino la igualdad entre el género humano. “Su compromiso era tan auténtico como los trazos de su escritura: sin adornos, rápidos, feroces”. Habitó en la coherencia al reflejar en sus textos la forma que tenía de pensar, al mismo tiempo que se caracterizó por ser honesta, racional, exhaustiva y dinámica. Tomás Morales Castellano (Moya, Gran Canaria, 1884-Las Palmas de Gran Canaria, 1921): el gran iniciador y representante del Modernismo poético canario estaba lleno de deseos de alcanzar un lugar en la sociedad, pero sin egolatrías, contribuyendo con aportaciones personales, pero sin estar en posesión de la verdad. “El método, el análisis, la hipótesis inicial para contrastarla con la realidad y llegar a conclusiones que arrojen luz”. Solsona resalta el valor de “Las rosas de Hércules” (1919-1921), donde “expresa los cantos al reconocimiento de la humanidad por su labor en la construcción del mundo”. La amistad con todas aquellas personas que le rodearon también fue su carta de presentación, aunque era muy meticuloso a la hora de escogerlas, lo mismo que su rigor para aprender las lecciones de anatomía con el fin de ejercer su profesión de médico con la máxima calidad. “El estilo modernista de las obras de Tomás era el simbolismo de su profundo deseo por evolucionar y contribuir así en la mejora del ser humano”. También destacó su carácter utópico, por lo que, de vivir Panel con el texto correspondiente a Pedro García Cabrera y su interpretación grafológica. en la actualidad, estaría “involucrado en todas las mareas humanas” de transformación social y política, es decir, en lucha con el pueblo. Agustín Espinosa García Estrada (Puerto de la Cruz, 1897-Los Realejos, 1939): fue la figura clave del panorama vanguardista insular y se le ha otorgado un papel central como creador de la moderna prosa en Canarias durante las décadas de 1920 y 1930, destacando por su novela surrealista “Crimen” (1934) y sus colaboraciones en la revista La Gaceta Literaria. Se caracterizó por su excepcional capacidad de análisis, además de por una enorme confianza en sí mismo y en sus ideas. “Estos rasgos le conducen a afirmar que el patrimonio de la razón no pertenece a nadie. Hace de la humanidad su bandera”. Se trataba de un hombre de gran creatividad, inteligencia práctica, ternura, lógica, valor y respeto hacia los demás, capaz de encontrar la respuesta más simple a cualquier problema. Esto último se debía a que podía consumir y procesar gran cantidad de información en poco tiempo, lo que provocaba que su mente estuviese trabajando continuamente. “El esfuerzo que eso supone explica que se refugiara en los mundos oníricos del surrealismo, donde todo es posible y la realidad es capaz de representar la fantasía que no cabe en una visión unívoca de los elementos”. El hecho de firmar solo con su nombre manifiesta el orgullo de quien supo que todo cuanto fue y logró se debió gracias a su esfuerzo personal, sin la ayuda de nadie, pese a la oposición de mucha gente a la que quiso. En esencia, podemos afirmar que fue un luchador nato que afrontó los objetivos con voluntad ganadora, rodeado de una enorme honestidad, que le llevó a expresar sin pudor alguno lo que pensaba, pero siempre dentro del respeto hacia los demás y rodeado de una gran humanidad. Pedro García Cabrera (Vallehermoso, La Gomera 1905Santa Cruz de Tenerife, 1981): fue el gran poeta representativo de la Generación del 27, marcado por su detención durante la Guerra Civil. Su escritura era nutrida, robusta y rápida, llena de energía y sensibilidad, aspectos propios de quienes “sienten la vida porque experimentaron casi todas las emociones que caben en un ser humano”. Bajo esa piel habitaba un hombre seguro y contundente, que sabía escuchar a los demás, y eso le llevó a poder explicar hasta lo más elemental. Pero también era pura bondad, que desbordaba a raudales con su voz y presencia. Desarrolló un fuerte apego a sus raíces isleñas, característica que también quedó reflejada ampliamente en su obra literaria. No obstante, los años irían desgastando al poeta, lo cual tuvo su correlación en su escritura, aunque su trazo seguía siendo seguro y nutrido. “El ser humano expuesto a los cambios vive en una continua inestabilidad”. Domingo López Torres (Santa Cruz de Tenerife, 1910-sin determinar, 1937). Hablar de la Guerra Civil española es hablar de dolor por la gran cantidad de intelectuales que murieron o fueron desaparecidos por ser contrarios al Alzamiento Nacional de Franco. Nuestro poeta y pintor vio truncada su existencia con tan solo veintisiete años de edad al ser arrojado al mar en un lugar indeterminado próximo a Santa Cruz de Tenerife. Su escritura reflejaba dualidad, influenciada por la época convulsa en la que vivió, hasta el punto de que “la realidad le aplastaba”, rasgo perceptible en los cambios de tamaño de las letras. Se refugió en el surrealismo. “Lo que se avecinaba (la Guerra Civil) le impulsaba a combatir y por eso luchó con la palabra, los gestos y su obra hasta caer preso. Su carácter nervioso y agitado necesitaba acción. Cogió los pinceles y pintó sueños. Dibujó su anhelo de libertad e igualdad”. Se trataba de una persona hipersensible, lo cual influyó en toda su obra y en el mensaje que le trasmitió a la sociedad, a la par que fue siempre combativo en su discurso intelectual y literario. Se vinculó directamente con el pueblo, apoyando a sus compañeros de ori- gen obrero. “El arte de sus pinceles y el de sus letras fue siempre para los demás. Siempre al lado del más débil. Solidario, como su caligrafía”. Rafael Arozarena Doblado (Santa Cruz de Tenerife, 1923-2009). Constituyó uno de los escritores más importantes del ámbito canario, galardonado además con el Premio Canarias de Literatura en su edición de 1988, y nunca se pudo librar de la angustiosa fama de su novela “Mararía” (1973), que condicionó toda su existencia. En lo personal expresaba un infinito deseo de libertad, mostrándose siempre luchador y amable, a la vez que escuchaba atentamente y atendía a las necesidades de los demás. También estuvo muy apegado a la realidad del territorio insular. Fue un claro exponente del esfuerzo sostenido –a pesar de todos los obstáculos que pudiese encontrarse– por sobreponerse al medio y manifestar su propia opinión. No obstante, su vida también estuvo rodeada de continuas preocupaciones personales, contra las que tuvo que esforzarse más de lo que hubiese deseado para superarlas. Nada de eso frenó la vitalidad que desprendía, ya que le llevó incluso a mostrar un anhelo por adentrarse en el futuro, “pues lo intuía más humano que el presente que le tocó vivir”. A través a esta iniciativa nos hemos dado cuenta del gran potencial que encierra la grafología, ese test proyectivo de personalidad de carácter fehaciente en el cual juega un papel esencial quien realiza el informe oportuno. Por eso Jordi Solsona se sincera al afirmar que “el porcentaje de buenos profesionales no es muy alto. Para mí no existe una buena grafóloga o un buen grafólogo si no saben mucho sobre la condición humana en general”, además de que siempre hay que ir a lo seguro en los análisis correspondientes y no proyectar suposiciones, que lo único a que contribuyen es a alejarse de la realidad. Cae la tarde en la plaza de La Constitución y entre el aroma a café, el bullicio de niños que juegan a ser dueños del tiempo, los ancianos que pasean hablando de fútbol y las mujeres sentadas en los bancos agarrando sus respectivos bolsos contra el pecho, como si les fuese la vida en ello. Un grupo de nubes avanza lentamente recordándonos a Agustín Espinosa, el personaje que más le llamó la atención a nuestro “arqueólogo de la escritura” por su caligrafía pequeña, ágil, rápida, simplificada y clara, en la cual se percibía la combinación de humildad e inteligencia, cuya sombra era la de una persona de inteligencia brillante y amigo de sus amigos. Y en este punto es el momento preciso para recordar que esta exposición es atemporal y no queda supeditada a convencionalismos de calendario, lo que supone que sus creadores abren las puertas para que continúe su periplo por otros lugares del ámbito insular. No dudes en escribirnos si estás interesado en que visite tu localidad. p4 domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA BALCÓN DE VENEZUELA LAS ISLAS CANARIAS Y SUS PERSONAJES ERNESTO G. ZAMORANO MARTÍN Y SUS VIVENCIAS Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes (del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo, de las Naciones Unidas) S iempre hemos mantenido que suprimir los puertos francos en Canarias era el atropello y el crimen mayor que se podía perpetrar contra las Islas. El tiempo nos ha dado, de sobra, la razón. Aquel paraíso de las compras que permitía una constante actividad comercial en Canarias pasó a la triste historia que se está viviendo en las Islas, donde hasta la adquisición de un simple libro en el exterior paga más por el impuesto de entrada que el precio del citado libro. Aquella frenética actividad comercial atraía a un componente de turistas, fundamentalmente de la España peninsular, que cargaban en Canarias con todo lo que fuesen productos importados, desde tabaco hasta las más cotizadas marcas de elementos electrónicos: relojes, cámaras fotográficas, televisores, etc., junto a las prendas de vestir de Adidas, Nike, Lacoste… o las más elegantes creaciones de las marcas internacionales: Cartier, Chanel, Versace, Gucci, Carolina Herrera, etc., etc. Era un mundo donde el empleo estaba garantizado para el que quería trabajar, y donde la sociedad canaria aprovechaba la situación para vivir dentro de un burbuja de prosperidad, saboreando los mejores productos internacionales en la mesa, acompañados de los más exquisitos elementos que se producían en el mundo entero, desde cangrejo ruso o cubano, hasta la famosa mantequilla inglesa y las mejores marcas mundiales de caviar. A nivel popular, el celebré “cambullón” ofrecía mercancías y precios al alcance de una población que, con el impulso del turismo, salía de la miseria provocada por la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Lo vivimos. Dentro de este particularísimo escenario, aparecieron en Canarias “los indios” –de India, por supuesto–, cuyos establecimientos comerciales ofrecían las últimas novedades en toda una larga batería de productos importados, cuyos precios eran de auténtica competencia, y que hacían el deleite de una asombrada población, a la que le llegaban las últimas novedades de todo lo que se incorporaba al mercado mundial: alimentos, medicinas, del mundo electrónico, de la moda… Los establecimientos de Maya fueron una principal referencia dentro de este escenario, donde la competencia, la calidad y el lujo –todo hay que decirlo– se combinaban con un esmerado servicio de atención al público y un conocimiento profundo de los productos que ofrecían. Maya, hoy desaparecido en Santa Cruz de Tenerife, era un punto obligado para comprar los más refi-nados artículos, los cuales se encontraban pulcramente clasificados en las distintas plantas de un hermoso edificio en la misma estrada de la ciudad, desde su puerto de mar. Ernesto Zamorano y la historia de Maya Desde que, en 1953, don Tirthdas, procedente de la India, llegó a Santa Cruz de Tenerife y abrió en plena plaza de la Candelaria –entrada a la ciudad desde su puerto de mar– su comercio “Herminia”, su trayectoria fue un dechado de prosperidad. Diez años más tarde, don Tirhdas –con sus hijos Kishinchand, Ramesh y Harisunder– continuaría su exitosa acción comercial con la transformación en lo que fue una referencia en la ciudad como el centro comercial del mayor prestigio: Maya. En 1984 se inauguraría su espléndido edifico, que hoy ha sido clausurado. Maya llegó a tener más de 400 empleados directos y unos 2.000 entre sus colaboradores. Representó a las marcas internacionales del prestigio de Nikon, Olympus, Hitachi, Akai, Chinon, Brother, Longines… A este mundo del comercio internacional, dentro de Maya, el isleño Ernesto Zamorano, se incorporó en el año 1974, procedente del Consulado Británico, donde había permanecido durante 21 años y que fue cerrado en esas fechas, En Maya desarrolló la labor de secretario, para culminar su empresa como director del centro comercial, donde actuó hasta el año 2002, cuando se jubiló. En ese escenario visitó un extenso número de países, siempre movido por la gestión empresarial, tales como Japón (17 veces), China, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Tailandia, India, Indonesia, Kuala Lampur, Kuala Trengganu, Kenia, Líbano, Malasia, Venezuela, Costa Rica, Brasil, Chile, México, EE.UU., Colombia, Argentina, Alemania, Francia, Italia, Grecia, Mónaco, Países Bajos, Reino Unido y Suiza. Con su legado de honradez, laboriosidad e innata aptitud para las relaciones públicas, Ernesto Zamorano siempre destacó en su cargo dentro de Maya como una referencia de conocimiento y habilidad para la gestión S.M. la Reina Sofía firma el Libro de Visitantes Ilustres en el centro comercial Maya, de Santa Cruz de Tenerife, bajo la expectante mirada del director del establecimiento, Ernesto G. Zamorano Martín. comercial, lo cual le convirtió en un elemento insustituible para la empresa, ganándose el aprecio y la confianza de quien fuese el líder de la casa, Ramesh Baharwani. Inseparable compañero de éste, máximo rector de los propietarios del espectacular comercio, y nuestro particular querido amigo el tristemente fallecido Ramesh Baharwani, Ernesto compartió las mejores horas felices de este emblemático centro comercial, punto obligado de visita de cuantos turistas o visitantes ocasionales llegaban a la isla, fuesen de la categoría que fuesen. Estampas para el recuerdo En el reducido espacio que nos permite un reportaje de prensa, no podemos dejar de referirnos a la presencia de Ernesto Zamorano acompañando al llorado Ramesh en Vene- zuela, en un viaje de incentivos, con un grupo de cerca de cien comerciantes de Canarias, en un acto protocolar en el hotel Eurobuilding de Caracas, con la presencia de nuestro querido amigo el fallecido embajador de España en el citado país, Alberto de Armas García, donde tuvimos el honor de cantar para ellos con Los Guanches de Venezuela, en una memorable jornada. Aparcado queda el intento de un personaje canario-venezolano ¿? que intentaba venderle a Ramesh unos terrenos en el país, en lo cual creemos fue determinante nuestro particular consejo. Ello nos llevó juntos, hasta Isla Margarita, con la exhibición incluida de sus perlas en la casa de los Ávila, la degustación del pastel de morrocoy o las suculentas langostas del Caribe. Eran otros tiempos. p5 EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015 INVESTIGACIÓN EN PORTADA TURISMO Ángel Romero Mateos Nació en Cádiz en 1875, aunque a los cinco años se trasladó con su familia a Santa Cruz de Tenerife. Hijo del litógrafo Ángel Romero Tardido, el empresario litógrafo más sobresaliente de la ciudad andaluza, su padre estableció en la capital de Tenerife la imprenta que aún lleva su nombre, y en la que trabajaron varios artistas del siglo XX como Juan Davó y González Martín. De hecho, Ángel Romero fue profesor de Davó y le transmitió los principios y conocimientos de quien fuera su maestro, Joaquín Sorolla. El joven Romero emprende, alrededor del año 1893, un nuevo viaje a su ciudad natal, en cuya Academia de Bellas Artes ingresa para después pasar a la madrileña de San Fernando. La enseñanza oficial no tardaría en aburrir al artista, por lo que decidió suplirla ingresando en el taller del pintor Manuel Domínguez Sánchez. Este último, pensionado en Roma en 1864, se adhirió primero a la estela de los nazarenos antes de virar el rumbo hacia el realismo posromántico que le inspiró el pintor Eduardo Rosales. A principios de siglo Romero Mateos se convierte en alumno del gran Joaquín Sorolla, que, con treinta y siete años, emergía del naturalismo y del realismo social que había estudiado en pintores como Jules Bastien-Lepage y Adolf Menzel. Aunque la influencia de Sorolla en Romero se tiende a asociar con el luminismo posimpresionista, éste sin duda recogió parte de la impronta realista que caracterizó la primera manera del valenciano. Al poco de regresar a Canarias, Romero Mateos colabora en la revista “Gente nueva” con dibujos como “Pancho el bobo” (1900), que apareció en portada de la publicación y que nos remite al realismo social. Tras la primera etapa de su pintura (1895-1905), caracterizada por una paleta sobria y tonalidades oscuras, el color hará irrupción paulatinamente, coincidiendo con una evolución hacia el realismo folclorista donde la huella sorollana se manifiesta plenamente. Las influencias del autor se aprecian en pinturas como “De vuelta del mercado”, óleo sobre lienzo de 1904. Después de un paréntesis de cuatro décadas durante el cual Romero Mateos abandona prácticamente la pintura, la retoma, sin innovaciones notables, hacia el final de su vida, que acaba en 1953. Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 14 (técnica mixta sobre papel de acuarela) p6 domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA CLAVES DEL CAMINO LA ILUMINADA DE CANDELARIA La asombrosa historia de Antonia Tejera Frente a los clásicos y populares enigmas canarios, la historia heterodoxa del archipiélago está plagada de capítulos desconocidos protagonizados por personajes y acontecimientos sorprendentes. Uno de esos capítulos le corresponde por mérito propio a Antonia Tejera Reyes, una humilde tinerfeña que, a consecuencia de sus facultades mediúmnicas, fue conocida durante décadas por el sobrenombre de “La Iluminada de Candelaria”. Texto: José Gregorio González H an transcurrido 25 años desde que aquel recorte de prensa cayó en nuestras manos. Ilustrado con fotografías y algún dibujo, en aquella hoja informativa del periódico La Tarde se hablaba de un personaje especial, una joven que por la época en la que fue redactada la crónica, septiembre de 1927, sorprendía a propios y extraños con su insólito comportamiento y una serie de fenómenos aparentemente sobrenaturales que giraban en torno a ella, encandilando a la muchedumbre. En aquella sábana de papel se plasmaba el inicio de una historia ciertamente curiosa, narrada con la distancia personal y la agudeza profesional del cronista de la locuaz prensa de principios del siglo XX. Ese fue nuestro particular descubrimiento, allá por el año 1990, de la figura de Antonia Tejera Reyes, “La Iluminada de Candelaria”. Su historia nos fascinó y qué duda cabe que de poder viajar en el tiempo su escenario sería uno de nuestros destinos. Contemplar la fascinación que ejerció entre miles de personas, el silencio y la expectación que generaban sus apariciones en público, o acompañarla cámara en ristre camino al templo mariano escoltada por la Guardia Civil bien valdrían este viaje imposible. El personaje y los acontecimientos que protagonizó nos cautivaron, y también lo hizo el hecho de que el colectivo de seguidores, simpatizantes y personas agradecidas que durante décadas estuvieron en torno a ella continuara reuniéndose años después de su fallecimiento con cierta regularidad para recordarla y seguir analizando sus mensajes, ayudados por la audición de las desgastadas cintas de casete que conservaban grabadas con las locuciones que en vida les brindaba en estado de trance. A pesar del pomposo sobrenombre que el pueblo le puso y que su ayuntamiento adjudicó a una calle en 2001 para recordar su memoria, con el tiempo averiguaríamos que la Hermana Antonia, como gustaba ser llamada, siempre fue una mujer sencilla aun habiéndole tocado ser protagonista durante décadas de un amplio espectro de fenómenos aparentemente extraños, y tal vez por ello contradictorios, que surgieron y se desarrollaron en buena medida en un complejo marco histórico de convulsiones sociales, crudeza vital y libertad limitada. Curaciones inexplicables, don de la profecía y mediumnidad fueron algunas de las rarezas que tuvieron como epicentro a una mujer cuyo lúcido y profundo discurso, a pesar de no haber aprendido a escribir y a leer hasta la última etapa de su vida, le valió desde muy joven el sobrenombre de “La Iluminada”. La joven del rostro encendido Cuentan los que la conocieron, a medio camino entre la realidad y el recuerdo popular idealizado, que el sobrenombre de “La Iluminada” se lo pusieron los niños del municipio de Candelaria cuando en su juventud, tras sustituir espontáneamente al párroco al frente de la catequesis, éste, a su regreso, contempló emocionado cómo la alterada y juguetona chiquillería se mantenía calmada y ensimismada ante Antonia Tejera Reyes. El cura se había ausentado por unos minutos, momento en el que Antonia, que hasta ese momento venía ejerciendo de silenciosa ayudante, se acomodó en la silla del clérigo y retomó la lección donde aquel la había dejado. Desde la distancia y con discreción el clérigo observaba y escuchaba, cautivado por la fluidez, claridad y profundidad de la enseñanza que salía de la boca de la joven, casi analfabeta como la mayoría en su tiempo, creyendo ver en un momento determinado un halo luminoso rodeando su cabeza, quien sabe si producto de una mera ilusión o quizá por el casual efecto de las luces que entraban en el santuario a través de las cristaleras. La escena en su conjunto le hizo exclamar que realmente aquella niña parecía iluminada, adjetivo que de inmediato convirtieron en mote los pequeños una vez fuera del templo, gritando entre juegos y alborozos “¡iluminada, iluminada”! Ese fue el comienzo de la particular odisea de una mujer que el paso del tiempo nos presenta investida des- Antonia en estado de trance de temprana edad con ciertos dones que la convierten en una auténtica celebridad en su época y cuyo consejo para las más variadas cuestiones era requerido por personas de toda condición, venidas de los rincones más dispares de las Islas Canarias, y solicitado incluso, primero por carta y luego por teléfono, por aquellos que emigraron desde Canarias a Venezuela y otros destinos en busca de un por- venir. Aunque nuestra protagonista falleció en la capital tinerfeña en 1983, la sola mención de su nombre continúa desatando entre quienes la conocieron un aluvión de recuerdos que no hacen sino ensalzar hasta la mitificación la personalidad y la vida de esta mujer que para mucha gente demostró poseer cualidades para adelantarse al futuro, sanar enfermedades y p7 EL DÍA, domingo, 10 de mayo de 2015 CLAVES DEL CAMINO obrar otros fenómenos interpretados entonces como prodigiosos. Los que la conocieron y convivieron con ella coinciden en destacar la honradez como una de sus principales virtudes. Jamás aceptó que le pagaran, no tuvo propiedades, repartía cuanto tenía y su sustento lo dejaba con desconcertante confianza en manos de la “providencia”, que siempre “cumplía” con ella cuando interiormente la escuchaba sentenciando lapidariamente su inquietud con frases como: “Pon el caldero al fuego, que ya vendrá la comida”. Una adolescencia de trances Nacida prácticamente con el siglo, un 9 de febrero de 1908, Antonia llevó la vida normal de cualquier joven hasta pasada su adolescencia, periodo tras el que comenzaron a manifestarse una serie de extraños fenómenos que desembocarían en su proyección pública como “pitonisa”, “médium”, “milagrera”, “exorcista”, y otros términos parecidos. Ya en su infancia, incluso cuando apenas era un bebé, se le atribuyó alguna curación espontánea dentro de la propia familia, pero es evidente que tal vez esas apreciaciones surgidas de su entorno familiar nacieran de la devota necesidad de encontrar con el paso de los años “signos” precoces que presagiaran su especial condición desde la propia cuna. Morena, fuerte y guapa, su carácter alegre y la especial habilidad que demostraba para el baile y el canto que jamás la abandonó, la convirtieron en invitada imprescindible en toda fiesta y baile que se organizaba en Candelaria, donde vivía con sus padres y cuatro hermanos –uno de los cuales llegó a ser alcalde del pueblo– en una humilde casa de los altos de Candelaria, muy cerca de la iglesia de Santa Ana, inmueble que sigue en pie a escasos metros de la calle que el Ayuntamiento le dedicó. De su biografía es necesario reseñar que tuvo dos hijas, Irma e Imelda, casándose nuestra protagonista con Karl Eduard Johannson, hombre que en su infancia había tenido diversas experiencias fuera de lo común en el ámbito de lo extraño y que fue sanado por la que poco después sería su esposa. Su vida familiar no impidió que con frecuencia se reunieran en torno a ella con cierta periodicidad numerosas personas que asistían a sus trances y recibían mensajes y consejos sobre los que posteriormente se meditaba, desarrollándose los miércoles una reunión privada y más restringida y los sábados otra en la que se aceptaba mayor asistencia, en ambos casos de forma muy discreta y siempre clandestina. De hecho, tal y como y manifestamos en las primeras líneas, hoy en día siguen reuniéndose en pequeños grupos amigos y personas cercanas a ella, algunas de las cuales nos han llegado a confiar a consecuencia de nuestro público interés por la figura de esta mujer, que ahora ella también dicta mensajes desde el más allá a través de otros médium, como La gente se agolpaba fuera de su casa (arriba). Abajo, nuestra protagonsita escoltada. parte que siempre fue de los “hermanos de buena voluntad con la experiencia de los siglos”. Fue hacia mediados de julio de 1927 cuando comenzaron a cobrar sentido los insólitos ataques que desde meses antes venía padeciendo la joven de diecisiete años, revelándose a la vista de los datos que han llegado hasta nuestros días como auténticos estados alterados de conciencia. Su propia madre rememoraba para los periodistas del histórico diario La Prensa el comienzo de las manifestaciones: “Al principio lo que le daban eran unos ataques muy fuertes. Tanto que nos asustamos y la mandamos a la capital a que la vieran los médicos. Estuvo en una clínica y de allí salió algo mejorada, aunque después, todavía en la capital, en casa de unas primas, volvió a darle el ataque. La trajimos para acá, sin embargo, y así estuvo hasta el día del Carmen, que es cuando empezamos a notar cosas extrañas”. Pero, ¿qué tipo de “ataque” experimentaba “La Iluminada”? De acuerdo con las descripciones de la época, Antonia Reyes entraba en una especie de trance –“se dormía”, en el lenguaje de la época– en el que con los ojos cerrados era capaz de desenvolverse con absoluta normalidad y sortear los obstáculos como si los pudiese ver. Truco o no, que a todas luces no lo parece pues nunca fue denunciado como tal, esta habilidad para desenvolverse a ciegas aumentaba su celebridad. Normalmente parecía mantener una conversación con alguien invisible e inaudible para los presentes, en una suerte de fenómeno de clariaudiencia que le permitía diagnosticar y predecir el futuro a los que se lo solicitaban. “Algunas veces –explicaba entonces su madre– parece que no es ella; cambia la voz y pone una cara distinta a la suya. Se le ve enterrar la barba en el pecho y po- ner ojos de muerto; entonces es cuando los párpados le tiemblan y habla con una voz rara diciendo: Creéis que estáis viendo a Antonia, pero no es Antonia. Antonia no está aquí, soy el Verbo hecho carne para redimiros de vuestras miserias y de vuestros pecados”. Durante los primeros años, experimentaba transfiguraciones, modificando visiblemente los rasgos de su rostro así como su voz en función de la “entidad” que usaba su cuerpo para manifestarse, emergiendo fragancias determinadas que variaban también de acuerdo al ente canalizado, fenómeno conocido en el argot parapsicológico como osmogénesis. La descripción recuerda claramente los estados de trance propios de la mediumnidad, fenómeno que aun no siendo exclusivo de la corriente espírita, gozaba dentro de ella de gran aceptación como medio para conocer el más allá, desde su nacimiento p8 domingo, 10 de mayo de 2015, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 979 Casa natal de “La Iluminada”. a mediados del siglo XVIII. Aunque lo normal era que se “durmiera” tras realizar unas oraciones como método de inducción al trance y no fuese consciente de los mensajes espontáneos que salían de su boca, con los años ejercería otras cualidades completamente despierta, actuando como consejera e incluso vidente, asegurando que veía “una pizarra detrás de la gente que me consulta, con letras que no sabía leer pero entendía ofreciéndome la respuesta que la gente buscaba”. A estas lecturas ella las llamaba “el postre”. De sus propias impresiones se deduce que experimentaba lo que se conoce como viajes astrales o desdoblamientos, sintiéndose acompañada, entre otros, por entes que identificaba como la Virgen de Candelaria y Juana de Arco, o entrando en conversación con Jesús de Nazaret, Moisés, Teresa de Jesús, María Magdalena, Rosa de Lima, Juan Bautista, José Gregorio Hernández, Martín de Porres, e incluso consigo misma pero en su condición astral, es decir, que a veces en los trances los mensajes los daba “la hermana Antonia del Astral”. En el caso de la Virgen de Candelaria y Juana de Arco se trataba de un acompañamiento literal, pues a la primera la veía como una sombra y a la segunda en su caballo blanco, mientras que el guía que siempre la acompañó fue san Antonio de Padua, cual ángel de la guarda. Los que la conocieron recuerdan cómo ella misma aseguraba que estos seres espirituales al tacto “parecían de chicle”. Una vida de prodigios A lo largo de su vida Antonia continuó canalizando a muchas de estas entidades, que tal y como nos recuerda el que fue su yerno, José Manuel Pérez, autor de una cálida y sentida biografía, “La Iluminada de Candelaria”, se iden- tificaban como “los hermanos de buena voluntad con la experiencia de los siglos, que vivían en el mundo espiritual, ya desencarnados, desembarazados de la experiencia corporal”. Muchos de sus mensajes en trance fueron pacientemente pasados de cinta magnetofónica a casete, y después transcritos a papel para ser reunidos en el citado libro, concebido por su compilador Manuel Pérez como una guía de orientación y consuelo espiritual. Editada en el año 2000 y ahora reedita en formato electrónico de manera gratuita, esta obra sería la segunda dedicada a nuestro personaje, puesto que la primera, en forma de novela corta y bajo el mismo título de “La Iluminada de Candelaria”, la publicó en el año 1928 Domingo Cabrera, con el pseudónimo de Carlos Cruz, lo que da cuenta del impacto social que tuvo el caso en sus orígenes. Esa novela recoge la curación de un ciego, hecho que siempre ha sido tomado como real. Hoy en día, gracias a las cintas y al recuerdo de quienes compartieron con ella años y años de amistad y sesiones de mediumnidad, sabemos que entre sus vaticinios se encontraba la “visión de nuevos tiempos espirituales”; o la llegada de nuevas generaciones de niños “especialmente preparados, que nos asombrarán con sus preguntas y conversaciones”. Nuestra protagonista no frecuentó en absoluto las iglesias, y de hecho comulgaba con la idea de que el mejor altar era siempre la naturaleza. Por encima de los templos, el mar o las montañas se alzaban como lugares perfectos para conectar con Dios. Entre sus creencias, además de la del karma o “deuda justa entre vidas”, incluía la de que la mayor parte de las enfermedades se producían por posesiones o “persecuciones espirituales”, como gustaba en llamarlas, solucionándose con exorcismos que Antonia en su vejez ella misma realizaba de la forma más natural, con oraciones, ocasionalmente con imposición de manos o pases magnéticos y siempre con la incondicional participación de la persona afectada, que debía hacer caridad, especialmente con los niños, para que la luz y alegría que ello generaba favoreciera a los espíritus apegados y desorientados. También “cargaba energéticamente” objetos destinados a personas enfermas que no podían visitarla directamente, algo que hacía también con el agua colocando sus dedos sobre el cuello de la botella, observándose con frecuencia cómo se producía un inexplicable burbujeo cuando realizaba esta operación. No fue partidaria de amuletos, considerando que la mejor protección era la de mejorar y poner orden en la vida. La humilde falta de respuestas Desde la distancia y frialdad que nos ofrece el tiempo, se hace más sencillo, tentador e incluso políticamente correcto el perfilar una visión crítica del caso que nos ocupa, proponien- do que la joven padecía originalmente algún proceso de epilepsia o de patología histérica, que, unido a la posterior credulidad y sugestionabilidad de sus paisanos, dio forma a todo el proceso, en una época compleja en el que la gente encontraba en el mundo de la religión y de las creencias lo que no hallaba en la mesa. En este sentido, resultan muy gráficas las impresiones de los periodistas al referirse al ambiente que se respiraba en la humilde casa donde centenares de personas esperaban a que “le diera el ataque”: “El aspecto de la habitación es impresionante; mujeres y hombres de varias clases y condiciones se sientan, en sillas o en el suelo, a lo largo de las paredes. Entre ellos se ven muchos enfermos: niños paralíticos, envueltos en mantas; ciegos de vago mirar vacilante; mancos, cojos… Todo el mundo calla. De pronto, una voz rompe el silencio de la sala y todas las cabezas se vuelven en la misma dirección: ¡Dios lo haga! ¡Es mucho el poder de esa muchacha!”. Nadie puede negar que Antonia trajo un poco de esperanza a la difícil vida de muchas familias de la primera mitad del siglo XX, un tiempo de auténtica crisis que llevó a infinidad de personas a buscar su futuro fuera de las Islas. El contexto en el que se gestó la historia de nuestra protagonista fue el de una tierra afectada, al igual que el conjunto de la sociedad española, por el desencanto y la incertidumbre ante el futuro, agravado por la crisis económica internacional. En un país de gobiernos efímeros y títeres de los intereses caciquiles, la clase más baja y pobre, la de los campesinos en el medio rural, a la que pertenecía como muchos Antonia, apenas subsistía bajo la explotación de los señores, algo que con los años tampoco cambió sustancialmente quedando en la emigración a Cuba, Venezuela y otros países el único espacio para la esperanza. ¿Es posible que la joven, viéndose el centro de atención con los hechos que protagonizaba, se viera tentada a prolongarlos artificialmente buscando paliar siquiera levemente las estrecheces de la familia a través de la generosidad de quienes la visitaban? No lo podemos saber con certeza, pero atendiendo a los datos que hemos podido reunir, esta posibilidad habría que descartarla. En contra de lo que suele ocurrir ante lo que no es genuino, el tiempo ha jugado a favor de Antonia. Los fenómenos se prolongaron bajo control y dando muestra de fiabilidad por más de cincuenta años, hasta el final de su vida, el 15 de agosto de 1983, que, como no podía ser de otra manera y por los avatares de la casualidad, es la festividad de Candelaria. Cualquiera estaría de acuerdo con nosotros en que medio siglo es demasiado tiempo para mantener un supuesto engaño, un artificio del que además nunca se benefició y que cualquiera habría podido haber denunciado durante tan largo periodo.
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