“¿Por qué dejáis a solas al que os ama?”

“¿Por qué dejáis a solas al que os ama?”
Grabado de Juan Bernabé Palomino. >
Transverberación de Santa Teresa, 1752
“Era de muy buena estatura, y en su mocedad hermosa, y aun después de vieja parecía harto bien: el cuerpo
abultado y muy blanco, el rostro redondo y lleno, de buen tamaño y proporción; la tez color blanca y encarnada, y cuando estaba en oración se le encendía y se ponía hermosísima, todo él limpio y apacible; el cabello,
negro y crespo, y frente ancha, igual y hermosa; las cejas de un color rubio que tiraba algo a negro, grandes
y algo gruesas, no muy en arco, sino algo llanas; los ojos negros y redondos y un poco carnosos; no grandes,
pero muy bien puestos, vivos y graciosos, que en riéndose se reían todos y mostraban alegría, y por otra parte
muy graves, cuando ella quería mostrar en el rostro gravedad; la nariz pequeña y no muy levantada de en
medio, tenía la punta redonda y un poco inclinada para abajo; las ventanas de ella arqueadas y pequeñas; la
boca ni grande ni pequeña; el labio de arriba delgado y derecho; y el de abajo grueso y un poco caído, de muy
buena gracia y color; los dientes muy buenos; la barba bien hecha; las orejas ni chicas ni grandes; la garganta
ancha y no alta, sino antes metida un poco; las manos pequeñas y muy lindas. En la cara tenía tres lunares
pequeños al lado izquierdo, que le daban mucha gracia, uno más abajo de la mitad de la nariz, otro entre la
nariz y la boca, y el tercero debajo de la boca. Toda junta parecía muy bien y de muy buen aire en el andar, y
era tan amable y apacible, que a todas las personas que la miraban comúnmente aplacía mucho” (Francisco
DE RIBERA, La Vida de la Madre Santa Teresa de Jesús, fundadora de las Descalzas y Descalzos Carmelitas,
Salamanca, 1590).
“La figura de Santa Teresa constituye el máximo exponente femenino de la mística católica, siempre menospreciada o sospechosa a ojos de la Iglesia. Sus inciertos orígenes familiares, sus experiencias como fundadora
de la Orden de las Carmelitas Descalzas, así como su ambigua relación con la Inquisición y las autoridades
religiosas del siglo XVI han fascinado a pensadores y estudiosos a lo largo de la historia. Guiada por una
idealización amorosa de Dios Padre, a veces llevada hasta la pasión más violenta, Teresa de Ávila fue una
mujer inteligente y sensible, fuera de su tiempo y siempre irónica. Ésa es la imagen que nos dan sus obras,
puesto que la escritura representó para ella una vía de análisis y exploración de sí misma y de su unión con
Dios” (Julia KRISTEVA, “La pasión según Teresa de Ávila”, Quaderns de la Mediterrània, 12, 2009).
1
VIDA Y OBRA DE TERESA DE JESÚS
“Tiene tan divinas mañas, que en tan gran acerbo trance sale triunfal del
lance, obrando grandes hazañas” (“Traspasada”)
1515
Teresa nace en la ciudad de Ávila un 28 de marzo hija de padres piadosos. Cuando Teresa contaba dos años
Lutero proclama sus 95 tesis en Wittemberg. A los trece pierde a su madre y vive en el hogar paterno en
compañía de primos y sirvientes. Su padre la recluye en un convento de agustinas, allí empieza a preocuparse
por su salvación y la conveniencia de profesar como monja.
1535
Ingresa en el Carmelo de la Encarnación de Ávila, cae enferma y un curandero casi termina con su vida.
Durante tres años padece una extraña deshidratación, sufre un colapso de tres días aparentemente irreversible, hasta el punto de tener dispuesta la tumba e incluso haberse rezado un funeral por su alma. Los años
siguientes se mueve entre episodios de poderosa inspiración y charlas insustanciales intentando conseguir
limosnas para su comunidad. Necesita ayuda externa, pero los confesores no aciertan a intuir el drama
interior de aquella monja culta, espiritual, honrada y generosa que no acertaba a conciliar su natural facilidad
por la amistad y su relación con Cristo.
1554
“Conversión” de Teresa ante una imagen llagada de Cristo. Alcanza sus primeras visiones místicas. La lectura
de las Confesiones de San Agustín y las enseñanzas de un jesuita recién ordenado le ayudan a vencer la
ambigüedad.
1556-1560
Experimenta visiones, transverberaciones y raptos que se suceden con cierta frecuencia. Incomprendida por
distintos confesores que llegan a juzgar sus vivencias como obra diabólica, padece una tremenda congoja
interior, aumentada por la quema de muchos libros espirituales. San Pedro de Alcántara será su gran consuelo, pues certifica la autenticidad de su oración y sus facultades.
1560
En septiembre se reúne en su celda con otras monjas y familiares y decide fundar un monasterio nuevo,
según la regla primitiva, con renovado fervor y la profunda intención apostólica de ayudar a los “defendedores” de la Iglesia. Su itinerario se apoyó –más que en sus revelaciones particulares– en la obediencia a sus
confesores y los permisos de los superiores.
“Sea mi gozo en el llanto, sobresalto mi reposo
mis tesoros en pobreza y mi triunfo en pelear”
“Herida vais del Serafín, Teresa,
corred al agua, cierva blanca y parda,
que la fuente de vida que os aguarda,
también es fuego, y de abrasar no cesa” (Lope DE VEGA, Rimas sacras, 1614)
Teresa de Cepeda y Ahumada –más conocida como Teresa de Jesús– fue una de las grandes figuras hispanas de la renovación espiritual del siglo XVI, cuando murieron Garcilaso de la Vega y Francisco de Rojas y
nacieron Fray Juan de los Ángeles, San Juan de la Cruz, Miguel de Cervantes y Lope de Vega. Es el siglo de las
grandes conquistas americanas, los libros de caballería, el esplendor universitario en Salamanca y Alcalá de
Henares y la multiplicación de las vocaciones religiosas.
Hija de una familia de once hermanos con orígenes hebreos por parte paterna, entendía que para acercarse
a Dios había que practicar un desprecio total del mundo y sus hipócritas dádivas. Sólo entre asperezas, fatigas
y penitencias se llegaba al corazón de Cristo.
Teresa empezó a escribir por mandato de su confesor y sobrellevó con infinita paciencia sus enfermedades,
los desengaños y las acusaciones de la Inquisición (por inclasificable, mística y mujer); despuntó por la
confianza absoluta con que acudía en todas las dificultades al redentor Crucificado y el invencible valor que
demostró ante infamias y desgarros.
2
LOS LIBROS QUE LEYÓ TERESA
El padre de Teresa era aficionado a la lectura, al morir su primera esposa poseía La Gran Conquista de Ultramar, La Coronación y El laberinto de Fortuna de Pedro de Mena. Siendo niña, en
compañía de su hermano Rodrigo, leyó vidas de santos, aunque también disfrutó del Amadís de Gaula. Un
fantasioso celo que la llevó a intentar marchar hasta tierra de moros para alcanzar el martirio. Parece plausible que Teresa leyera los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, el Lapidario de Alfonso X, el
Cancionero de Juan de Mena, el Tractado de amores de Arnalte y Lucenda, la Cárcel de amor de Diego de San
Pedro y tal vez la Celestina de Fernando de Rojas y a Garcilaso de la Vega.
1562
El 24 de agosto funda San José de Ávila, el primer monasterio de Carmelitas Descalzas. En la ciudad se produce un gran alboroto y sufre grandes dificultades para obtener los permisos pertinentes. Vive cinco años
tranquilos y escribe unos apuntes que serán el primer esbozo del Libro de la Vida.
1567-1582
Fundación de diecisiete conventos de monjas y dos de frailes Carmelitas Descalzos (Ávila, Medina del Campo,
Malagón, Valladolid, Toledo, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz,
Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos, más los masculinos de Pastrana y Duruelo).
1571-1574
Es nombrada priora del convento de la Encarnación.
1562-1582
Dos décadas de plenitud humana y mística durante las que escribe, negocia y funda. Es una monja atípica,
inquieta y andariega, suspirando por la soledad de la celda y viviendo en todos los caminos, ventas o palacios.
Escribe las Fundaciones, el Camino de Perfección, Conceptos del Amor de Dios o Meditaciones sobre el Cantar de
los Cantares (coetáneo al encarcelamiento de Fray Luis de León por el comentario al mismo), las Relaciones a sus
confesores e infinidad de cartas (aunque sólo hemos conservado medio centenar, pudo haber escrito miles de
misivas, además de los propios, cartas de comprometidos contenidos memorizadas por un correo privado).
1577
En julio empieza la redacción de Las Moradas o El Castillo interior a requerimiento del padre Gracián para
ayudar a sus hermanas en la oración “que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres a otras”. Son meses
tranquilos pues el nuncio la había castigado a vivir aislada en un monasterio. El 3 de diciembre San Juan de
la Cruz es secuestrado en Ávila por los Carmelitas Calzados y recluido en Toledo.
1578-1580
Pugnas epistolares con Roma y con Felipe II por la erección de la nueva rama Carmelitana separada de los
Calzados. La incomprensión de unos y otros terminan agotándola. En Burgos tiene lugar la última de sus
fundaciones. Ve impresas las Constituciones de la orden. El Libro de la vida permanece en poder de la Inquisición hasta su muerte.
1582
Teresa muere en Alba de Tormes en brazos de Ana de San Bartolomé la noche del 4 de octubre cuando viajaba
hacia Ávila.
1614
Fue beatificada junto a San Isidro, San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, y canonizada en 1622.
Durante toda su vida mantuvo un gran amor por la lectura, recomendando a las prioras que los conventos
dispusieran de buenos libros para aleccionar a las novicias: Vita Christi (de Ludolfo de Sajonia el Cartujano),
Flos Sanctorum (la Leyenda áurea de Santiago de la Vorágine), Contemptus Mundi o menosprecio del mundo
(Thomas Kempis), Oratorio de religiosos y ejercicio de virtuosos (Antonio de Guevara, Valladolid, 1542) y los
del fray Luis de Granada y fray Pedro de Alcántara.
3
CONTEXTO RELIGIOSO Y LITERARIO
Teresa se cruzó con algunos de los más importantes literatos del siglo XVI: San Francisco de Borja,
San Pedro de Alcántara, San Luis Beltrán, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, San Juan de Dios,
San Ignacio de Loyola, Fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, Fray Luis de Granada, Fray Luis de León
(Teresa murió a los 67 años, Fray Luis de León a los 64 y San Juan de la Cruz a los 49). La personalidad de
Teresa fue glosada por Góngora, Quevedo y Lope de Vega.
Teresa había sido aconsejada por su confesor Diego de Cetina que resistiera los excesos místicos, por temor
a que fuera ella misma quien estuviera provocando esos efectos, o por evitar que se asiera a ellos. Francisco
de Borja rectifica: “Díjome que era espíritu de Dios […]. Como quien iba bien adelante, dio la medicina y
consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada,
y el caballero también holgábase mucho que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo que
podía, que era mucho” (Libro de la Vida, 24,3).
En 1560 Pedro de Alcántara se entrevistó con Teresa en casa de Guiomar de Ulloa para tratar sobre la
fundación del convento de Arenas de San Pedro. Entre ambos surgió una intensa amistad, impulsando
vigorosamente la reforma teresiana del Carmelo con la fundación del convento de San José de Ávila. Fray
Pedro fue el primer biógrafo de la santa, dedicándole tres capítulos de su Autobiografía.
Juan de la Cruz conoció a Teresa en Medina del Campo en 1567 y al año siguiente la acompañó en su
fundación de Valladolid. En 1572 marchó invitado por la santa al convento de la Encarnación de Ávila, donde
asumió las tareas de vicario y confesor de monjas, permaneció allí hasta fines de 1577, asistiendo con Teresa
a la fundación del convento de Segovia.
4
< Grabado de Juan Bernabé Palomino.
Santa Teresa mostrando una alegoría
del alma y las formas de oración, 1752
LA VIDA CONVENTUAL
“Pues, ¡ea!, hijas mías, no haya desconsuelo, cuando la obediencia os
trajere empleadas en cosas exteriores, entended que, si es en la cocina,
entre los pucheros anda el Señor, y ayudándoos en lo interior y exterior”
(Libro de las Fundaciones, 5, 8)
El horario conventual se basaba en las tres “eles” (liturgia, labor y lectio) y era riguroso: Levantarse a las 4,45; oración a las 5; prima, tercia, sexta y nona a las 6; Misa a las 7 (los domingos a las 8); desayuno
a las 8 (suprimido los días de ayuno [indica Santa Teresa en las Constituciones “Hase de ayunar desde la
exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) hasta la pascua de Resurrección, excepto los domingos. No se
ha de comer carne perpetuamente sino fuere con necesidad y cuando lo mande la regla” (Cap. 3-1); “Ninguna
hermana hable en si se da poco o mucho de comer, bien u mal guisado. Tenga la priora y provisora cuidado
de que se conforme a lo que hubiere” (Cap. 6-2); “En la hora de comer no puede haber concierto, en verano
se tañerá a comer a las 10... fuera de comer y cenar ninguna hermana coma y beba sin licencia” (Cap. 6-4).])
y trabajo; examen de conciencia a las 9,50; comida a las 10; recreo a las 11 (mientras fregaban la vajilla las
encargadas); silencio a las 12; trabajo a las 13; vísperas a las 14; lectura espiritual a las 14,30; trabajo a las
15; oración a las 17; cena a las 18; recreo a las 18,45 (o fregar la vajilla las encargadas); completas a las 19,40;
silencio a las 20; maitines y laudes a las 21, examen de conciencia y lectura del punto de oración del día
siguiente; descanso a las 22,30.
La dieta conventual femenina solía estar compuesta por guisos de legumbres, potajes y verduras servidos
en escudillas, huevos, carne de carnero, cordero, cerdo, ternera, conejo, aves, arenques, trucha, bacalao, atún,
congrio, salmón, chicharro o besugo (según los días), frutas, dulces y pan (el vino estaba prohibido salvo para
las enfermas) administrada en dos comidas diarias (sobre las 10 y las 18 hs.), salvo ayunos. Cada monja disponía de servilleta, cuchillo, cuchara y vaso, atendiendo al toque de campanilla para poder sentarse, comían sin
manteles y en silencio, escuchando la lectura correspondiente.
Los conventos practicaban además la caridad ejemplar, ofreciendo la sopa boba, un plato caliente diario
repartido entre pobres vergonzantes, enfermos, tullidos, huérfanos sin oficio ni beneficio, soldados mutilados
y mercenarios retornados sin blanca, muchachas de la calle o ancianos sin recursos; a ellos iban destinadas
muchas piezas de loza.
5
TERESA DE JESÚS EN ZAMORA
Toro contó con dos conventos de los Carmelitas Descalzos, uno en el gran palacio de los Fonseca
(frente a San Julián de los Caballeros, de 1589-91) con patronazgo de Pedro de Deza –sobrino del
célebre cardenal– y otro más tardío cerca de la torre de Malpica (al sudeste de la cerca del arrabal), cuyo
retablo mayor compuso Sebastián Ducete mancomunado con Esteban de Rueda. El convento de San José de
Carmelitas Descalzas (1594-96), fundado por el caballero Gómez de Lada y su esposa Isabel Vela, se alzó entre
los primeros años del siglo XVII y 1641.
Además de un relicario con autógrafo en Morales de Toro, se conservan cartas manuscritas de Teresa en
las Carmelitas Descalzas y las Mercedarias de Toro. Parece que Teresa pernoctó en casa de su amiga Guiomar
de Ulloa (hoy del barón de Covadonga) de la ciudad de Toro. Mantuvo también amistosa relación con Ana
Enríquez, hija de los marqueses de Alcañices y esposa de Juan Alonso de Fonseca, inmersa en el círculo
vallisoletano luterano del doctor Agustín Cazalla.
Al respecto de una fallida fundación en Zamora indicaba la santa en una carta de 1575 dirigida a Teotonio
de Braganza en Salamanca: “El monasterio de Zamora se queda por ahora; lo uno, por no haber tiempo, que
será ahora bueno para las tierras de mucho calor; lo otro, porque el que nos daba la casa no parece ha acudido muy bien, y está ausente, aunque no despedido. Más también he considerado cuán trabajosa cosa es para
casa de pobreza tener fundador que no sea muy para ayudar, en especial si ha de haber patronazgo, que me
parece será mejor entrar de otra suerte comprando casa; mas será menester más tiempo. El Señor le dará
cuando sea servido que se haga”.
En Aldea del Palo (San Miguel de la Ribera) fundó San Pedro de Alcántara un convento de Franciscanos
Descalzos situado junto a la ermita de la Magdalena, auspiciado por Teresa, en una finca propiedad de doña
Guiomar de Ulloa.
6
REVERBERACIONES CONTEMPORÁNEAS
“Teresa de Jesús me parece un personaje salvaje, enormemente fuerte y al
mismo tiempo frágil; una mujer inteligente, lo que significaba estar bajo
sospecha… y respetuosa pero heterodoxa” (Juan MAYORGA, Premio Nacional de
Literatura Dramática 2013 a su obra La lengua en pedazos, inspirado en El libro de la vida)
Grabado de Juan Schorquens. Santa Teresa de Jesús según la vera effigies de fray Juan de la Miseria flanqueada por ángeles, 1625
COMISARIADO
José Luis Hernando
“En vuestra mano encendida
tened siempre una candela,
y estad con el velo en vela,
las renes muy bien ceñidas.
No estéis siempre amodorrida,
catad que peligraréis;
por eso no os descuidéis”
Del 7 de abril al 31 de mayo 2015
Biblioteca Pública del Estado
Sala de exposiciones. Plaza de Claudio Moyano, s/n. Zamora
HORARIO
Lunes a viernes
10:00 a 14:00 h. y de 17:00 a 21:00 h.
Sábados
10:00 a 14:00 h. Domingos y festivos, cerrado.
D.L.- ZA-67/2015
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Autor desconocido. Busto-relicario de Santa Teresa de Jesús, s. XVIII
(Teresa de Jesús, “A la velación de la
hermana Isabel de los Ángeles”)
Muchos autores contemporáneos se inspiraron en Teresa: Ramón J. Sender, José Bergamín, Jesús López
Pacheco, Antonio Martínez Llamas, Almudena de Arteaga, Josefina Molina, Carmen Martín Gaite y César
Leante. Sin olvidar a novelistas como Azorín y José Jiménez Lozano o dramaturgos como José Mª Rodríguez
Méndez y Juan Mayorga, las biografías de Marcelle Auclair, Olvido García Valdés y Joseph Pérez, los ensayos
de Miguel de Unamuno, Américo Castro y Giuliana di Febo o las recientes revisiones de Jesús Sánchez Adalid,
Espido Freire y Cristina Morales.
El semanario parisino Le Nouvel Observateur publicó el polémico cómic de Claire Bretécher La vie passionnée de Thérèse d’Avila. Surgieron entonces duras críticas aludiendo al humor irreverente o al anticlericalismo
primario, pero también aplausos alabando la nueva visión sobre la trayectoria vital de Teresa. Después
publicaron cómics José Luis Cortés y José Luis Serna Romera.
Los artistas Toño Barreiro, Venancio Blanco, Javier Carpintero, J.L. Coomonte, Tomás Crespo, José María
Cuasante, Cristina Domínguez, Manuel Esteban Lamas, Carlos Evangelista, Carlos Andrés Fernández, Juan
Hernández, Fernando Lozano Bordell, Ignacio Parrilla, Carlos Piñel, Antonio Pedrero, Ernesto Quero, Toyi
Pereira, Satur Vizán y Ana Zaragozá, aportan su visión actual.