Vida Compartida y Corresponsabilidad en la Misión: Laicos y Consagrados. Sandra Inés Flores Rivera, cmst Vida consagrada, transformación y apertura. Inicio señalando el proceso de cambio en el que nos encontramos, este marca transformaciones, invita a reestructuras interiores y exteriores en nosotras, nuestros institutos, movimientos o familias laicales al compartir un carisma; nos hace preguntarnos los rasgos de nuestra identidad con sus nuevas expresiones y las tendencias de nuestra manera de compartir la vida y la misión. Las relaciones con toda la comunidad cristiana se van configurando cada vez mejor como cambio de dones en la reciprocidad y en la complementariedad de las vocaciones eclesiales (Vita Consacrata 31). Hemos protagonizado y experimentado grandes cambios: De una vida consagrada desde el paradigma de “huida del mundo” a “estar en el mundo; lo que hace emerger un estilo de vida consagrada inserta en medio de realidades humanas y en apertura al otro (pobre, excluido, diferente)1; las invitaciones a integrarnos en los planes pastorales de conjunto entre agentes pastorales, diferentes movimientos laicales, requiriendo relaciones más inclusivas”; cambios en la auto-comprensión de la consagración, ya no como estado de perfección, sino como seguimiento de Jesús ; la misión es una pasión por Jesús y al mismo tiempo una pasión por su pueblo: nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia (EG 268). ¿Qué tanto nos han afectado o hemos permitido ser afectados y afectadas, por estas transformaciones? Comprender esto es esencial en nuestro ser y quehacer de consagrados y consagradas que condicionan nuestras maneras de compartir vida y misión con los laicos(as). Identidad y llamado. Identidad es el reconocimiento a sí mismo, a mi misma, por características propias que permite tener conciencia por la memoria, de mi unicidad y diferencia con el otro, la otra, como alteridad. A los consagrados nos exige una confianza razonada, conscientes de que el otro, laico, laica, es tan débil y humano como nosotros, paso previo e indispensable para una verdadera creatividad en la tarea encomendada 2. A los laicos les compete dar un verdadero salto de madurez, ser verdaderamente conscientes de que la corresponsabilidad en la misión es mucho más que gestión o ejecución, toca aspectos profundos y esenciales de identidad, auto aceptación, memoria y autovaloración. 1 Hna. Raquel Giusepponi plantea en su tesis: “Vida Religiosa Alterada ” en el interjuego de las subjetividades, 2012. 2 Vida Nueva. No. 2.933 marzo 2015. 1 La fuerza de la misión específica, nos pone en comunicación con Dios, con otros y otras, es la expresión de la comunión o lo comunitario del carisma. Este impulso del Espíritu nos ama, se encarna y nos humaniza, nos constituye identidades: laico, laica, consagrado, consagrada, permitiendo una coparticipación, un compartir con profundidad, una mutua relación, interacción, interdependencia y corresponsabilidad. Este desafío ya recogido en Vita Consacrata 32: “La llamada a seguir a Cristo con una especial consagración (vocación universal), es un don de la Trinidad para todo un pueblo de elegidos. Viendo en el bautismo el común origen sacramental, consagrados y consagradas comparten con los fieles (laicos) la vocación a la santidad y al apostolado”, tiene su eco en Aparecida 11: “…en virtud del bautismo, laicos y consagrados, nos hace un llamado a ser discípulos misioneros de Jesucristo repensando profundamente y relanzando con fidelidad y audacia la misión para responder a la sed de Dios que tienen nuestros pueblos”. Nos podemos preguntar ahora ¿Qué estamos llamados a compartir laicos y consagrados? ¿Un llamado, una experiencia del amor de Dios que nos convoca y envía a una misión? Comunión de Vida y Misión. José María Arnaiz en su libro “Vida y misión compartidas, laicos y religiosos hoy” (2014) señala que a la base de esta relación esta el Carisma como un mismo pozo que nos surte del agua a ambos, que nos permite compartir la vida y la misión, como una misma familia en el espíritu, permitiéndonos ser parte de una eclesiología de comunión. Señalo de Arnaiz, solo dos aspectos comunes a reforzar entre laicos, laicas y consagrados, consagradas que permitan una especial y complementaria capacitación para el servicio: 1) Compromisos eclesiales y profesionales que pueden fortalecer la interrelación, ayudar a armonizar vocación y profesión; trabajo y presencia; servicio eclesial y vida ciudadana. 2) La inserción en la realidad. Donde los laico tienen el principal aporte desde su lectura de la realidad del mundo en que viven, y que esta realidad demanda una respuesta. Quien nos dice de manera sintética que: “lo que es propio no es exclusivo” refiriéndose al carisma; y “lo que es común no puede faltar a nadie”; pensando en la autenticidad e identidad; recordándonos que lo que es diferente, distingue a cada uno y enriquece al conjunto. El documento de Aparecida, nos señala: “luces y sombras en nuestro actuar conjunto y corresponsable”, comparto algunos testimonios recogidos de laicos y laicas amigos, representándolos en los niveles de la vida compartida que señala Arnaiz: 2 1) Coadjutoria. Cuando pedimos servicios especializados o puntuales a los laicos, sirviéndonos de ellos. Quiero señalar la co-responsabilidad que ya algunos ministros ordenados viven con los laicos(as) mediante los consejos parroquiales y la planificación conjunta. 2) Colaboración. Compartimos la pastoral, pero es la vida consagrada quien diseña programas y planes a solas. Quiero dejar constancia de que en la vida consagrada existe una mayor valoración del laicado, no solo como "colaboradores" sino como protagonistas en la Iglesia. 3) Coparticipación. Hay un trato de mayor igualdad participando todos en todo. Llego una agente pastoral de salud a visitarme para compartirme su caminar pastoral en la diócesis que acompañaba, me hablo de redes, de llegar a las agentes pastorales de las capillas, valorando su servicio y entrega, compartir materiales formativos, y construyendo juntos y juntas el conocimiento que durante años de servicio han logrado en la práctica fiel las agentes pastorales. Fueron ellas quienes me enseñaron la espiritualidad de esta pastoral y me contagiaron su amor por este servicio sencillo pero importante. Es necesarios resaltar aquí, iniciativas que existen entre consagrados(as) y laicos(as) no solo en las asociaciones vinculadas a las congregaciones sino en distintas plataformas pastorales en las iglesias locales. 4) Compañía. La amistad se potencia, la vida y misión son compartidas. Aquí me viene a la memoria la experiencia que tuve en el año 2000 al ser acogida por una comunidad religiosa en Tarma cuando estaba de paso a Cerro de Pasco, con sorpresa me encontré a cuatro hermanas y una laica haciendo comunidad, compartiendo la vida y la misión desde su carisma. Quiero concluir este tercer aspecto con los datos que se recogieron con ocasión del Encuentro sobre el carisma y laicado organizado por la CLAR en Santiago de Chile (2012) y citado por Arnaiz. El 73% de las experiencias nacieron de decisiones propuestas de congregaciones que buscaban continuar sus obras o proyectos y la mayoría femeninas. El 21% nació del deseo de laicos con funcionamiento y estructura propia, ellos convocaron a los religiosos. Conclusión. El Papa, en ocasión del Año de la Vida Consagrada, escribe, dirigiéndose también a los laicos que con los consagrados "comparten ideales, espíritu, misión", dice es: "una gracia que puede hacerlos más conscientes del don recibido" y celebrar con toda la "familia" “estar presentes como expresión del único don de Dios" para "enriqueceros y apoyaros recíprocamente". Cada vez más se advierte el deseo de una formación conjunta en torno al carisma, diversas vocaciones y misión; pocos grupos cuentan con un plan bien elaborado de formación conjunta. Se reconoce estar en búsqueda y no ser fácil encontrar paradigmas 3 que garanticen el buen futuro, la vinculación está suponiendo una mejor identificación de los elementos de la común identidad cristiana3. Preocupa saber delegar, potenciar cada vocación y complementarse en la acción. La indefinición de la identidad puede ser un obstáculo para la corresponsabilidad. Es importante perder el temor y pasa por una reafirmación de la identidad positiva, no por competencia, sino reforzando lo que es don y riqueza que hace singular el estilo de vida, para mayor presencia y complementariedad. El sentido vital del religioso, la religiosa no está solo en las acciones sino en su ser. Necesitamos tratar a los laicos y laicas como adultos y con una fe madura. La práctica de la justicia tiene que ser un eje articulador de entre laicos y religiosos. Se requiere un camino de reflexión compartida de ambas identidades, de reconciliación entre ambos estilos de vida, con caminos de formación, dialogo y vida compartida. El laico tiene que empezar a valorar su propia vocación como seguidor de Jesús y como un miembro importante de la Iglesia. La iglesia es importante sea un espacio de fraternidad y comunión que aúne a religiosos y laicos. 3 “Vida y misión compartidas, laicos y religiosos hoy” de José María Arnaiz, 2014. 4
© Copyright 2024