Benjamín Nahum - Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre el

contemporanea Historia y problemas del siglo XX | Año 5, Volumen 5, 2014, ISSN: 1688-7638
Entrevista | 167
Benjamín Nahum:
Investigar y divulgar, «un deber autoimpuesto»1
Cecilia Moreira2 y Lucía Rodríguez3
— Usted siempre cuenta que se formó en la educación pública, nos gustaría saber a qué escuela y a qué
liceo fue y qué recuerdos tiene de esa época…
Benjamín Nahum (bn): Por si eso llegara a ser interesante, fui a la escuela n° 88 que no tenía
nombre, tenía número, escuela de varones, en las calles Estero Bellaco y Monte Caseros, varones
solo. Nos daban cada cachetada los maestros que ni te cuento, pero era lo que se acostumbraba en
la época, porque para lidiar con treinta y cinco o cuarenta chiquilines en una clase si no le dabas
un sopapo a uno medio avivado no funcionaba la clase, pero eran buenos maestros, eran hombres
capaces…
— Eran todos varones
bn: Todos varones, los alumnos y los maestros, recién en sexto año tuvimos dos maestras,
muy buenas. Una estuvo en la primera mitad del año y la otra en la segunda mitad del año. Muy
pacientes, porque había que aguantar cuatro horas con treinta, treinta y cinco o cuarenta varones.
Era una época muy distinta, muy distinta. Te ponías la túnica y vos no sabías si el que estaba al
lado era millonario o era hijo del carbonero que había en el barrio.
— ¿Usted vivía ahí en el barrio de la escuela?
bn: Seguro… La escuela estaba en Estero Bellaco y Monte Caseros, o sea cerca de Garibaldi y
Bulevar Artigas, donde vivía. Una linda escuela realmente, fueron años de mucho compañerismo.
— ¿Después mantuvo contacto con algún compañero de esa época?
bn: Sí, cómo no. Con dos hasta hoy, así que llevamos alrededor de unos 70 años de amistad.
— ¿Y a qué se dedicaron esos amigos?
bn: Uno entró a trabajar en la ute durante muchos años, hizo varios años de la Facultad de
Arquitectura, Juan Murrone. Y el otro, Armando Pereira, hizo también varios años de Escribanía
y después entró al Banco República y trabajó ahí cuarenta años. Es gente de otra época.
— ¿Fue una decisión de la familia que fuera a la escuela de varones o…?
bn: Era la única escuela que había en el barrio. La escuela de la tarde era «Costa Rica» y era de
niñas y varones, pero la escuela de la mañana era solo de varones. En la mañana empezabas a las
ocho y terminabas a las doce, así que frío, lluvia, invierno, lo que fuera, había que ir.
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Entrevista realizada el martes 1° de julio de 2014 en la biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas y de
Administración de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.
Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la
República, Uruguay.
Instituto de Ciencias Históricas, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de
la República, Uruguay.
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contemporanea
— ¿Era importante en su familia la educación?
bn: Sí, seguro, en la familia de todos los inmigrantes. Mi padre era inmigrante. Emigró cuando tenía 18 años de Turquía, judío sefaradí, o sea de ascendencia española, hablaba ladino [el
idioma de los españoles en el siglo xv] cuando vino y le costó poco acostumbrarse a hablar el
castellano de la ciudad. No como los judíos que venían del centro de Europa que solo hablaban
yiddish y no los entendía nadie absolutamente y les costó mucho aprender el castellano. Y claro,
el ideal de todos los que vivíamos en el barrio (italianos, gallegos, armenios, algún turco como
te digo) era que los hijos estudiaran, porque ninguno de ellos había podido estudiar. Y la verdad
es que la sociedad uruguaya daba lugar al ascenso cultural, que significaba para todos ellos un
escalón en el ascenso económico y social; salir de los trabajos manuales, no porque no les gustara,
porque todos los hacían, uno era carpintero, el otro era sastre, el otro era hojalatero, el otro era
zapatero. El zapatero era armenio, era el único hombre que sabía turco y hablaba en turco con mi
padre para recordar viejos tiempos; la única vez que oí a mi padre hablar en turco fue entonces,
con el zapatero armenio.
— ¿A qué se dedicaba su padre?
bn: Era tendero, una pequeña tienda de barrio. Y como todos los que vinieron de afuera a
trabajar, trabajaba una cantidad de horas por día. El asunto de la ley de ocho horas de trabajo no
corría para los que tenían o un negocito propio o un oficio que ejercían en su casa. Me acuerdo
del hojalatero, que era el que arreglaba los primus. El primus era la principal herramienta para
calentar y hacer la comida, y le llevabas las ollas que se agujereaban y las soldaba y todo, era un
personaje importantísimo. Lo mismo que el zapatero que te ponía la media suela del zapato, o el
sastre que te cosía pantalones…
— ¿Y su madre colaboraba?
bn: Y seguro, ¿cómo no va a colaborar?
— ¿Trabajaba también como tendera o en la casa?
bn: Como tendera, como madre y como ama de casa. Y entonces cuando te decían «¿oficio de
su madre?», nada, labores, no hace nada… y trabajaba más o menos veinte horas sobre veinticuatro. Y eso era lo que pasaba con todas. Porque el herrero podía tener la herrería, pero después iba
y descansaba en su casa, y la mujer sin horario, llevando la casa y cuidando a los hijos…
— ¿Y cuántos hermanos tuvo?
bn: Una hermana mayor.
— E iba a la escuela de la tarde
bn: Sí, fue a la escuela de la tarde porque había niñas. Y después fue al Instituto Crandon, porque en aquella época el Instituto Crandon daba, y hoy también, una salida laboral muy apetecida
por las muchachas jovencitas, porque preparaba para secretariado. En la época era inglés, máquina
y dactilografía, que hoy ya nadie sabe lo que es la dactilografía. […] Y con esas herramientas
hacían una buena carrera. Todas las amigas de ella hicieron esa misma carrera. Era una vida bien
de barrio, con el tablado en la esquina en los carnavales y en primera fila nosotros, todos los chiquilines del barrio, y jugar a la pelota en la calle, y pasar el verdulero con un carro porque no había
ferias y tenía una balanza que se colgaba del dedo y entonces venían las doñas y le pedían «¿me da
un kilo de papas?», y entonces ponía la papa en la balanza que estaba colgada de este dedo, y todo
era así. Cuando empezó a aparecer la leche en botella de vidrio fue todo un acontecimiento, yo
me acuerdo perfectamente todavía, era chico pero igual me acuerdo, cuando trajeron una heladera
después de la segunda guerra a mi casa. Porque lo que se usaba como heladera era un cajoncito
contemporanea
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de madera forrado de lata y pasaba el hielero, como se decía, que vendía barras de hielo, pero vos
comprabas cinco centésimos, entonces con un martillo con dientes cortaba un pedacito de hielo
y vos lo ponías ahí en la heladera, y si no al aire.
— ¿Se acuerda en qué año llegó su padre a Uruguay?
bn: Sí, ¿cómo no? En 1923.
— ¿Venía con su madre?
bn: No, solito, como acostumbraban a venir los inmigrantes. Y se bajó acá porque se encontró
con un coterráneo que le dijo «vení a Montevideo que yo tengo familia». Ese después resultó
cuñado, que era lo siempre pasaba, porque cuando venían «paisanos», quienes ya residían les
daban trabajo, cobijo y a veces la propia casa. Eso pasó con todas las colectividades. Mi esposa,
que es de ascendencia libanesa, cuenta exactamente lo mismo: el abuelo, que era el veterano de
la colectividad libanesa, Alejandro Safi, era el que recibía a los muchachos jóvenes libaneses. Les
daban un cajoncito con mercadería (agujas, hilos, dedales, broches) y recorrían las calles, casa por
casa, para la venta al menudeo. Y después, como el abuelo tenía varias hijas, las iba «colocando»
con confianza y se hacían cargo.
— O sea que su madre también era hija de inmigrantes.
bn: Sí, sí, claro, por supuesto. Vino un par de años después que él. Lo gracioso de la venida de
mi padre fue que me dijo que vino un 23 de agosto y el 25 de agosto ya estaba vendiendo banderitas uruguayas en la Plaza Independencia.
— Tenía ojo para el negocio…
bn: Sí, para el gran negocio, como te imaginarás de gran nivel…
— ¿Y en la casa mantuvieron costumbres?
bn: Y seguro, ¿cómo no?, fijate que en el tema de la alimentación, por ejemplo, no había italiano que no hiciera él los tallarines porque no había casas de pasta. Entonces, una de las cosas
que me cuenta mi esposa, que tuvo mucha vinculación con italianos, era que los sábados de noche
se pasaban haciendo la masa, cortaban los tallarines y los dejaban ahí para el domingo, porque el
domingo era la gran comilona de pasta. Y en esa tarea contribuía toda la familia.
— ¿Y en su casa qué se comía?
bn: Y se comían comidas que habían sido tradicionales de los judíos sefaradíes, ¿qué te puedo
decir?: mucho arroz, mucha verdura, tomate, zapallos, zanahorias, zapallito, pollo. Yo ayudaba a
mi madre en la cocina, porque estaba sola en la cocina, y cuando yo más o menos había terminado
de estudiar lo suficiente, once, once y media me iba a la cocina y le daba una mano para preparar
el almuerzo.
— ¿Había que estudiar en la escuela?
bn: Sí, había que estudiar pero no mucho, no te pedían mucho. Sabés que había un texto
único, que se llamaba así «el Texto único», tenía temas de matemática, temas de idioma español,
temas de historia, temas de geografía. Entonces te decían «mañana vamos a ver América del
Norte», entonces vos solito ibas al Texto único y leías sobre América del Norte. Después te ponían
un mapa en frente de la clase y te mostraban las características. No era una cosa agobiante, que
hubiera que estudiar mucho, no, pero aprendías, aprendías porque los maestros eran conscientes,
trabajaban en clase, veían quién podía estar más atrasado o menos despierto. Imagináte que en
general en esos hogares de inmigrantes no había un libro, era raro que hubiera un libro. Mi padre
leía porque tenía un afán enorme por aprender y leyó toda su vida. No había leído nada en la
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escuelita que había ido en Turquía cuando era niño, pero en general… Se compraba el diario, eso
sí. Incluso a veces se compraba un diario en la mañana y un diario en la tarde, increíblemente. Y se
leía mucho el diario, sobre todo El Día, porque como El Día tiraba para los trabajadores, entonces
era muy común que leyeran El Día.
— ¿Su padre tenía una ideología obrerista o…?
bn: No, no tenía, no. Eso de la ideología obrerista y de los anarquistas fue un sector muy
pequeño de la clase obrera. Yo ya lo he dicho en otras ocasiones: Batlle tuvo que dedicar muchos
editoriales para tratar de convencer a los obreros de la jornada de ocho horas porque el obrero que
venía de trabajar dieciséis y diecisiete horas, venía para «hacer la América», o sea, ¿cómo iba a trabajar la mitad de su jornada habitual?, de ninguna manera lo podía entender, porque si trabajando
como trabajaba allá apenas sobrevivía, acá pensaba que le iba a rendir más. O sea, si se sentía bien,
¿por qué iba a trabajar la mitad de lo que él acostumbraba a trabajar antes? Entonces había que
machacar y machacar para que comprendieran que la limitación de la jornada de trabajo era por
su bien. Pero, además, eso no se aplicaba a la gente que tenía un pequeño negocio o un pequeño
taller. El zapatero nunca estaba ocho horas taca taca como dice el tango, siempre estaba doce o
catorce horas por lo menos. Y lo mismo los demás, el hojalatero, el herrero, el albañil, el sastre. No,
no había una ideología «obrerista», lo que querían era paz y tranquilidad porque venían de lugares
convulsionados muchas veces y la gran esperanza era que el hijo subiera un escalón social, que no
hiciera el trabajo manual o que no hiciera tareas que a veces eran muy sacrificadas, como las suyas.
Y veían que el país daba esa oportunidad. No te creas que era muy común el hecho de la educación primaria gratuita, como se hizo acá, y obligatoria además. No había asignación familiar para
el que iba a la escuela, iba, punto, pero empujado por sus padres, sorprendidos de tener esa ventaja.
— ¿Y después en la época liceal?
bn: Sí, liceo n° 8, siempre con el ocho yo, que estaba en 8 de Octubre donde ahora creo que
está la Médica Uruguaya.
— Sigue estando por ahí.
bn: ¿Ah, sí?, ¿se mantiene?, no sabía, porque había un anexo para los primeros años que estaba
en la misma 8 de Octubre pero más cerca de Garibaldi. Ahí era el primer año y había como ocho
grupos. Y después, el liceo en sí, el liceo grande, segundo, tercero y cuarto, estaba más o menos
donde está ahora la Médica Uruguaya. Una enorme casona, típica de la época, con un fondo de
una cuadra, una cosa preciosa. Incluso hicimos allí los alumnos una especie de club estudiantil,
poniendo las chapas en el techo de un salón para tener un espacio para juntarnos, jugar o ir a
charlas. El director era Rodolfo Usera Bermúdez, que fue decano de Química, porque él era
químico, muy buena persona; y cuando faltaba algún profesor venía y nos daba una clase de química, nadie entendía ni medio porque el nivel de él era tan alto que era imposible para los chicos
de segundo o tercer año de liceo seguirlo. Aunque ya en tercero teníamos química, entonces se
suponía que algo debíamos saber. Era una persona excelente.
— ¿Y el liceo era mixto?
bn: Sí, el liceo, sí. Pero te cuento: hasta segundo año las chicas y los chicos nos tratábamos de
usted. Hoy parece rarísimo, yo me acuerdo perfectamente, de usted. Y llevábamos pantalón largo,
ojo, ¿eh?
— Porque a la escuela iban de pantalón corto.
bn: Y seguro, algún muy desarrollado se ponía pantalón largo, pero en general te lo ponían en
primer año de liceo, algunos en segundo porque eran tan chiquitos…
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Entrevista: Benjamín Nahum | 171
— ¿El interés por la historia surgió ahí, surgió antes…?
bn: Sí, surgió ahí porque en cuarto año yo tuve a María Luisa Coolighan Sanguinetti como
profesora de Historia Nacional y era muy buena docente, y ahí me empezó a interesar la historia, como que el pasado tenía cosas de mucho interés que me atraía conocer. Y bueno, después
del liceo, en Preparatorios en el iava [Instituto Alfredo Vásquez Acevedo]. Eso también es otro
dato lindo de la época, era el único Preparatorios que había y teníamos unos docentes que eran
impresionantemente buenos: Carlitos Real de Azúa, José Pedro Díaz, Roberto Ibáñez, Lincoln
Machado Ribas, Natalio Moffa…
— ¿Real de Azúa fue profesor suyo?
bn: No, Carlitos no fue mi profesor pero como era un hombre tan dado, y tan abierto además,
podías hablar con él en cualquier momento, en el patio, en cualquier lado. Salvo en la época de la
dictadura, donde todo el mundo le huía porque él hablaba con el mismo desenfado que había hablado siempre y resulta que había una cantidad de profesores entre comillas, de pelito muy corto
y de aire muy marcial en la Sala de Profesores, entonces te dabas cuenta que esos señores estaban
en tren de espiar y como Carlitos decía cualquier cosa contra la dictadura, te comprometía lo que
hablaba, pero eso fue mucho después.
— ¿Y cuándo cree usted que pensó en la Historia como profesión?
bn: No, como profesión no, ahí mismo en el iava tuve la suerte de tener en primer año de
Preparatorios como docente de Historia a Lincoln Machado Ribas, que era un personaje irrepetible. Era abogado, no ejercía, un apasionado de la historia. Teníamos un programa que empezaba
allá en prehistoria y terminaba anteayer de mañana, pero con muy buen criterio agregó China e
India, porque eran culturas que desconocíamos por completo. Así que a las veinte y pico de bolillas que tenía el programa vigente, todavía le agregó varias sobre China y varias sobre India. Y
claro, nos deslumbró porque nadie sabía nada de eso. Era otra época totalmente distinta, porque
en esa época, que eran los años 40 y principios del 50, los docentes por única vez en la trayectoria
que yo conozco estaban bien pagos, y muchos juntaban en unos años parte de su sueldo y se iban
a Europa. Claro, era la cuna del saber. Lincoln Machado me despertó un gusto muy grande por la
historia, porque leíamos muchísimo y teníamos interés por conocer. No para salvar la materia en
sí, sino por saber historia. Era un hombre excepcional en ese sentido, después como vio que a mí
me gustaba mucho me invitó a la casa, puso la biblioteca que tenía a mi disposición. Fue el único
hombre que yo supe que cuando estuvo en Europa compró la Enciclopedia Francesa entera, la de
Diderot, y se la trajo acá, a Uruguay, y la tenía en su biblioteca. En ese entonces se leía mucho, o
a mí me dio por leer mucha historia, y tenía muy buenos compañeros, muchachos muy jóvenes,
teníamos diecisiete años nomás en ese momento.
— ¿Se acuerda de compañeros de esa época?
bn: Sí, ¿cómo no?: los dos exministros, Leonardo Guzmán y Didier Opertti, y el destacado
constitucionalista Alberto Pérez Pérez;4 y después gente muy amiga, que ya falleció, como Diego
Pérez Pintos que era poeta también, o Esteban Otero que era un gran lector. Y entramos los tres
al ipa [Instituto de Profesores «Artigas»], porque a ellos le daba por la literatura, a mi me daba
por la historia, y nos presentamos y entramos. Yo igual fui un año a la Facultad de Derecho para
4
Leonardo Guzmán fue ministro de Educación y Cultura entre el año 2002 y el 2004 durante la presidencia
de Jorge Batlle y Didier Opertti fue ministro del Interior entre los años 1995 y 1998 durante la segunda
presidencia de Julio María Sanguinetti y, luego, Canciller de la República hasta el año 2005 durante la presidencia de Jorge Batlle. Alberto Pérez Pérez, abogado constitucionalista, profesor y exdecano de la Facultad de
Derecho de la Universidad de la República.
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contemporanea
ver cómo era y no me gustó nada. Hice Derecho Constitucional, lo salvé, y dije hasta aquí llegó mi
dedicación al derecho, prefiero la historia. Y ahí me presenté al ipa, donde había prueba de ingreso y había tope, eran diez nada más los que podían entrar cada año en cada asignatura. Entramos
siete, seis muchachas y yo, como te das cuenta no me podía escapar.
— ¿Y ahí conoció a su esposa?
bn: Ahí conocí a mi futura esposa. ¿Sabes qué?, es destacable lo que les estaba diciendo, de
los muy buenos docentes que había en el iava y luego en el ipa, que era el escalón superior de la
cultura, porque recién por esos años se había creado la Facultad de Humanidades, en el 45. Hasta
ese momento no había otro nivel terciario para la literatura o la historia, la Facultad de Derecho
se llamaba de Derecho y Ciencias Sociales, pero de ciencias sociales tenía muy poco. Entonces,
cuando después se creó el ipa en el 49 por ley y empezó a funcionar en el 51 una cantidad de
gente que sabía bien que tenía esas inclinaciones a la filosofía, o la matemática,, empezó a entrar
también. Y a mí no me interesaba la Facultad de Humanidades porque la postura de [Carlos] Vaz
Ferreira era el conocimiento por el conocimiento y me pareció muy limitada, un poco egoísta. En
cambio [Antonio] Grompone, como resultado de una discrepancia que todavía no se ha zanjado,
fundó el ipa y yo me anoté en el ipa en Historia porque me gustaba la historia, pero yo no sabía
si me gustaría enseñar, si me gustaría la docencia pero, claro, tuvimos grandes profesores que te
volcaban hacia la docencia con su ejemplo nomás. Yo siempre digo y repito porque creo que tiene
validez universal: lo que nos dijo Elia Rodríguez de Artucio, que era nuestra gran profesora de
Didáctica, «si quieren una profesión que dé gratificaciones espirituales es ésta, ahora si buscan las
materiales, no». ¡Qué razón tenía!
— A la hora de elegir, bueno, primero Derecho y después cambiarse para la opción de ipa…
bn: No, no me cambié, al contrario: yo hice el ipa e hice Derecho para ver cómo era…
— ¿Al mismo tiempo?
bn: Y di un examen nomás, Constitucional, que era lo más parecido a lo que me podía gustar
a mí desde la historia, lo demás no me interesó para nada.
— ¿Su familia participó de esa decisión, lo apoyaron?
bn: No, me dejaron siempre entera libertad para elegir. Y además ellos no tenían el nivel, cultural quiero decir, como para aconsejarme tomá para este lado o tomá para este otro.
— Pero lo apoyaron, usted estudió apoyado por sus padres y no trabajó.
bn: Sí, totalmente. No trabajé. Empecé a trabajar estando en el ipa en el año 57 cuando estaba en tercero, cuando me dieron la primera suplencia. Esa era una de las cosas que te ayudaba,
porque cobrabas, siempre a fin de año, vos podías entrar a trabajar en marzo cuando empezaban las clases pero nunca estaban prontos los papeles para cobrar los sueldos hasta diciembre.
Entonces con esos pesos comprabas libros, que era lo que a vos te interesaba, a lo que más podías
aspirar, o te hacías socio de Cineclub. Podías ir al teatro, podías ir a los conciertos, no eran entradas prohibitivas para estudiantes. Pero, bueno, ahí te dabas cuenta si te gustaba la docencia o
no. Y realmente me empezó a gustar porque tenía grandes docentes, que no es que te obligaran
pero te hacían leer mucho, y uno leía mucho. Yo me acuerdo, leía ocho horas seguidas, como te
daba la vista y la espalda leías muchísimo. Y fijáte con qué docentes, a quién te puedo mencionar,
a todos: Gustavo Beyhaut, por ejemplo, que nos daba Historia Contemporánea, era apasionante,
después [ Juan E.] Pivel [Devoto] daba Historia Nacional y no era la Historia Nacional que uno
sabía que se daba, la batalla tal, en la fecha tal, el «viejo» (¡lo llamábamos así con afecto y solo
tenía 48 años!) hablaba de todo. Para mejor nos daba clase allá en la calle Sarandí 620, donde
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Entrevista: Benjamín Nahum | 173
estaba el ipa, los sábados de tarde, en la Ciudad Vieja no había nadie absolutamente. Entonces
él empezaba a las dos, dos y media, porque salía del Museo [Histórico Nacional] que quedaba
ahí a pocas cuadras y venía y hablaba y hablaba y hablaba. Hasta que mi futura esposa Clara Safi
dijo: «Profesor, vamos a interrumpir un poco, porque con tres o cuatro horas seguidas de clase
nos cansamos, perdemos la atención», «Ah y si interrumpimos ¿yo qué hago?» le contestó Pivel.
«Tomamos un café» le respondió Clara. Entonces él, desde ese día, iba al bar que estaba en la
esquina, que se llamaba «La Bolsa», en la esquina de Misiones y Sarandí, dejaba encargado el
café para él y nosotros y venían con el café a las cuatro. Y esa hora era la más divertida porque
te contaba cosas picarescas, la muchacha tal con el senador fulano, que el matrimonio tal, que
el noviazgo eterno del presidente zutano, cualquier cosa. Porque sabía inmensamente, de todo
sabía, era impresionante lo que sabía. Teníamos clase también en [Historia] Americana I, con
[Washington] Reyes Abadie, pero Reyes Abadie era un noctámbulo, que pasaba las noches en
«El Sorocabana». Grompone le había fijado una clase a las ocho de la mañana con nosotros, por
lo que resultó que nos hicimos muy amigos todos, los siete que estábamos en el grupo, porque
nos íbamos a pasear a la Rambla cuando él no venía, y venía poco. Si se acostaba a las cuatro, a las
ocho cuando venía estaba o dormido o recién levantado, pero cuando daba las clases bien, eran
estupendas. Pero, eran poquitas; por eso Grompone venía y lo llamaba «Reyes, hay que venir a
la clase», «Sí, doctor, sí, doctor», y bueno, cuando se despertaba venía. Y a Perla Artucio, gran
impulsora del ipa y de nosotros como docentes, la tuvimos en un pedestal, era docente nata, te
trasmitía la responsabilidad de ser docente. Y también la esposa de Grompone, María Carbonell,
otra gran docente y gran mujer.
— Y esa diferencia de enfoque, Vaz Ferreira y Grompone, Humanidades-ipa, ¿usted la tenía presente en el momento de la elección?
bn: No, lo que pasa es que, como te digo, de Humanidades se veía algo como muy personal,
muy centrado en el conocimiento por el conocimiento y nada más, y los que fuimos al ipa estábamos buscando más contactos con la sociedad, más posibilidades de aportar. No sé, eso yo lo tuve
muy claro desde el principio, que la educación es una forma de sembrar, que puede ser que solo te
siga el cinco por ciento o el diez por ciento de los alumnos pero no importa. El hecho es que vos
podés «abrir» cabezas. Es decir, no enseñar sino decirle al muchacho o a la muchacha «existe este
mundo de conocimientos» y hacer que le interese entrar. Eso solo los despierta, eso solo les amplía
los panoramas. Es un poco personal la elección que tenés que hacer pero la gente que entró con
nosotros, un poco antes, como entró [ José Pedro] Barrán un par de años antes, Germán Rama,
todos tuvieron el mismo entusiasmo por dar, por ayudar a aprender. Y a nosotros nos ayudaron
tanto, que era una obligación moral tratar de compensar lo que te habían dado a la vez tú dando.
Yo empecé en el 57 con una suplencia en Las Piedras, mirá lo que son las épocas…
— ¿Cómo iba hasta allá?
bn: En tren. Empezaba la clase a las ocho, entonces yo me levantaba a las seis, tomaba el
tren de las siete y llegaba a la estación de Las Piedras a las ocho. Claro, me iba corriendo al liceo
pero ya eran ocho y cinco. Un día, dos días, tres días, al cuarto día me llama el director, que era
el escribano Oreggioni, padre del Beto Oreggioni, uno de los fundadores de la editorial Arca, y
me dijo: «joven [yo tenía veinte años] la clase empieza a las ocho». Bastó: me levanté a las cinco,
tomé el tren de las seis, llegué a Las Piedras a las siete, esperé hasta las ocho menos cuarto en la
puerta a que abrieran el liceo y llegué de ahí en adelante puntualmente. No eran ocho y cuarto
u ocho y media, eran ocho y cinco y la clase empezaba a las ocho. Me lo dijo una sola vez y se
acabó. Daba clases ahí Arturo Rodríguez Zorrilla, el que después fue inspector de Secundaria y
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contemporanea
candidato a presidirla, mucha gente muy bien… allí fue Perla Artucio con la entonces amiga y
compañera de clase Clara Safi, a ver mi clase y comentarla, y se tuvo que tomar el tren. Pero era
peor para las profesoras, pobres, yo me acuerdo perfectamente que iban a Canelones, que quedaba
más lejos que Las Piedras, y en invierno, iban con la frazada, en el tren no había calefacción, no
había nada, con una frazada con que se cubrían las piernas y adentro metían una bolsa de agua
caliente, porque demoraba en llegar a Canelones como media hora o tres cuartos de hora más.
Yo llegaba congelado porque duraba una hora el viaje hasta Las Piedras, imagináte las pobres
muchachas que iban a enseñar en el liceo de Canelones. Pero íbamos, no faltábamos nunca, nunca
se faltaba, yo lo digo en broma pero lo sentíamos así, tenías que dar parte de enfermo grave o de
muerto «previo aviso» para faltar, porque si no… se daba por seguro que vos ibas a ir cayeran rayos
o centellas, vinieras de Montevideo o de a la vuelta del liceo.
— Otras épocas…
bn: Eran otras épocas ¿y sabés qué creo? otras vocaciones, porque depende mucho de si tenés
vocación o no, si lo elegís porque vos querés hacerlo, porque te parece que sos útil haciéndolo o
si te lo tomás como un trabajito cualquiera, entonces vas, no vas, es lo mismo. Por eso creo que
cualquier trabajo se hace con ganas, con voluntad, pero el docente lo único que tiene que tener,
además de cierto nivel de conocimientos, es vocación. Si no siente vocación por lo que está
haciendo, si no siente la inclinación por lo que está haciendo, no es docente. Esa es la gran discrepancia que yo tengo con la Universidad desde hace muchos años, donde hay muy pocos docentes.
En la Universidad no se hizo conciencia todavía del hecho de que hay mucha gente que dicta
clase de lo que sabe, pero no hace docencia.
— ¿En algún momento sintió que dejó de ser estudiante y que pasaba a hacer investigación histórica?, ¿cómo fue ese pasaje?
bn: No, en aquel momento no pensé en la investigación histórica. Descubrí que podía ser
docente, descubrí que podía ser profesor de los muchachos de Secundaria y eso me alentó mucho
para mejorar en todo lo posible, para aprender, para estudiar mucho, para leer mucho. Después
lo que me hizo volcar también para el lado de la investigación fue que tuve la oportunidad de
realizar el único viaje de estudios que se hizo en el ipa. Lo hicimos en el 59 a Estados Unidos,
visitando institutos de formación docente. Fue muy útil realmente porque veías cómo en otro país
se hacía lo que hacíamos aquí, y trajimos un informe completísimo sobre el funcionamiento de
cantidad de instituciones de formación docente que visitamos.
— ¿Y usted se acuerda de algunas diferencias que había con la formación docente nuestra?
bn: Sí, claro, había diferencias porque estaban en otro clima cultural diferente al nuestro, ellos
con sus famosas high schools y demás, tenían otra metodología y sobre todo un aparato material estupendo, desde el edificio hasta los laboratorios… El grupo de viaje era de estudiantes que salían a
vender las rifas del autito que rifábamos. Íbamos a ir a Europa pero hubo una fuerte devaluación
que nos cortó la ida a Europa. Yo pude ir después a Europa porque había un primo de mi padre en
París, entonces aproveché. Y bueno, lo que vi en Estados Unidos que la gente trabajaba en investigación, y lo que vi en Europa después, que todos trabajaban en investigación, me estimuló para
plantear a mi vuelta: «vamos a ver si hacemos algo, si investigamos algún tema». Y bueno, reuní
a cinco o seis compañeros del ipa y les propuse que hiciéramos un equipo de trabajo para investigar. En aquel momento estaba el boom de la revolución cubana, año 59, 60, pero ¿qué íbamos a
investigar de Latinoamérica si no teníamos archivos y casi no había libros sobre América Latina?,
entonces dijimos «lo único que podemos hacer es mirar los papeles que hay acá, del Uruguay». De
aquel pequeño grupo de cinco o seis personas, el único que se embarcó en la tarea de empezar a
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Entrevista: Benjamín Nahum | 175
ver cómo se hacía, porque en el ipa no nos enseñaron a investigar, fue Barrán. Y ahí empezamos
a trabajar juntos y yo fui a hablar con Pivel después, por el 60, 61, y le dije «mire, nos interesaría
hacer investigación, no sabemos cómo pero ¿usted no necesita algún ayudante de investigación?,
Barrán y yo estamos disponibles», y justo él había empezado un trabajo que era una recolección
de documentos sobre la historia económica y financiera del Uruguay.5 Un primer tomo tenía que
ser sobre tierras, entonces dijo: «primero van al Archivo General de la Nación, después al Archivo
de Gobierno y Hacienda y ahí buscan todas las compras, las ventas, las mercedes, las concesiones
desde la primera que encuentren [1734 fue la primera que encontramos], en adelante». Y bueno,
ahí trabajamos un par de años, aprendiendo, cómo se hacía una ficha…
— ¿Y él se tomaba el tiempo de explicarles y enseñarles o ustedes fueron aprendiendo-haciendo?
bn: Mirá, más aprendimos haciendo. De vez en cuando le mostrábamos las fichas y él decía
«sí, esto está bien, le falta tal cosa, le sobra tal otra, acá habría que poner esto, acá habría que poner
esto otro», pero sobre todo haciendo. Porque lo veíamos de vez en cuando, porque él tenía muchas
cosas más para hacer, llegó a Ministro de Instrucción Pública en aquella época, así que imagináte,
y por supuesto estaba dirigiendo el Museo Histórico y además daba clase y además hacía política.
— Por eso daba clase los sábados de tarde…
bn: Pero le encantaba a él, porque como estaba bien distendido de tarde no tenía más nada
que hacer, las clases eran muy buenas, un disfrute realmente. Bueno, entonces así empezamos a
ver de a poco cómo eran los materiales y cómo eran los documentos, y a frecuentar el archivo, y
nos empezó a gustar eso también. Pero no había sido una decisión de primera.
— Entonces el entusiasmo surgió un poco a raíz del viaje…
bn: ¿Sabés por qué? porque yo veía que en todos lados hacían investigación y nosotros, por
lo menos la gente joven, no hacía nada de investigación. Y no es porque no tuviera capacidad, es
porque no había un clima propicio para eso. En Humanidades recién empezaba…
— El oficio de historiador estaba en construcción
bn: Sí, sí, seguro. Bueno, los que había, que había varios, se habían hecho autodidactas, eran
[Eugenio] Petit Muñoz, era Pivel, era [Agustín] Beraza, no sé quien más decirte, antes Pablo
Blanco Acevedo, un poco antes Eduardo Acevedo, pero…
— No había una profesionalización del oficio
bn: No, para nada, se suponía que esa tarea era la de Facultad de Humanidades, pero no
veíamos mucho impulso en la Facultad de Humanidades tampoco y la prueba está: salieron casi
tantos historiadores del ipa como de Humanidades, en fin…
— Y ese equipo de trabajo, que se inició como usted nos contaba, duró mucho tiempo, más de veinte
años…
bn: Sí, sí. En el 63 era el sesquicentenario (fijáte vos, yo llego al bicentenario), y en [el semanario] Marcha habíamos empezado a hacer crítica bibliográfica de algunos libros de historia de
cualquier lugar que vinieran, éramos bastante atrevidos porque éramos muy jóvenes y poco leídos,
a pesar que leíamos muchísimo. Pero que te llamara [Carlos] Quijano para colaborar en Marcha
era como que te ponían una medalla acá, impresionante, porque a Marcha la integraba la intelectualidad uruguaya, los tipos más destacados en tareas intelectuales, todos estaban en Marcha.
5
Pivel Devoto, Juan E. (dir.) Colección de documentos para historia económica y financiera de la República Oriental
del Uruguay. Tomo i: Tierras, 1734-1810. Colaboradores Benjamín Nahum, José Pedro Barrán y Elisa Silva
(Montevideo: Ministerio de Hacienda, 1964).
176 | Entrevista: Benjamín Nahum
contemporanea
— ¿Y por qué cree que los llamaron?, ¿qué habían hecho como para que…?
bn: Yo que sé, habíamos empezado a trabajar con el librito ese que yo alguna vez les mencioné,
las Bases económicas de la revolución artiguista6… Para nosotros fue un librito, fijáte que eso fue porque Barrán escribió un artículo en Marcha sobre el Reglamento [Provisorio de la Provincia Oriental
para el fomento de su campaña y seguridad de sus hacendados, 10 de setiembre de 1815, y yo otro sobre
las Instrucciones del año xiii. En aquel momento todo cumplía ciento cincuenta años, año más,
año menos, y entonces [Heber] Raviolo, que recién había fundado en el 61 [la Editorial] Banda
Oriental, lo llamó a Barrán y le dijo que le había interesado mucho el trabajo, a ver si se animaba a
hacerlo en libro, y entonces como ya estábamos trabajando juntos Barrán me dijo «¿qué te parece
si hacemos algo?», «y bueno, nos animamos», le contesté, «pero al nivel que podemos nosotros,
o sea para los muchachos, para los estudiantes». Y la primera edición fue eso, una recopilación
de lecturas que habíamos hecho y la única novedad fue que pusimos el acento en lo económicosocial y no en lo político, que era lo tradicional. Cada vez que te referías a Artigas era eso. En fin,
y después como estábamos haciendo aquella investigación encontramos algunos papeles jugosos
que venían bien para el libro y ya en la segunda edición le agregamos algunos hallazgos y en la
tercera también… Y eso nos volcó más a la tarea de la investigación y nos convenció de que para
hacer investigación tenías que hacerla sobre el país, sobre la historia nacional, porque ¿dónde ibas
a encontrar otros archivos?, no te ibas a ir a Europa, no ibas a escribir desde acá la historia de
Francia. Entonces seguimos trabajando en nuestros archivos, los que ya habíamos conocido por
el trabajo de Pivel. Yo ya lo he dicho en otra ocasión: en aquellos años primeros de la década del
60 el país estaba viniendo en bajada desde todo punto de vista, económico, social, político, se veía
que el país se estaba viniendo abajo, decayendo, y eso nos impulsó a preguntarnos cómo el país
había pasado de una situación de relativa estabilidad y bienestar social en el 40 y en los primeros años del 50 a esto de ahora (los 60). Y nos pusimos a ver para atrás desde cuándo podíamos
arrancar para dar luego una explicación de la época que estábamos viviendo nosotros. Eso es
habitual, el historiador se pregunta de acuerdo a su presente, aborda una temática que tiene cinco
años o aborda otra que tiene ciento cincuenta, pero la pregunta se la sugiere el presente que está
viviendo y a nosotros nos pasó eso. Claro, no nos dábamos cuenta en ese momento. Yendo para
atrás y yendo para atrás a ver cuándo el Uruguay pudo considerarse Uruguay, cuándo salió de la
estancia cimarrona (para decirlo de alguna manera) y para no ir a la colonia, llegamos a la Guerra
Grande. La verdad es que el país quedó a la miseria en ese tiempo, y dijimos «este es el punto
cero y de acá para adelante veremos cómo se puede organizar la investigación». Y bueno, surgió
la Historia rural [del Uruguay moderno], que nunca pensamos que iba a tener tantos tomos ni que
iba a abarcar tantos años.7
6
7
Barrán, José Pedro y Benjamín Nahum. Bases económicas de la revolución artiguista (Montevideo: ebo, 1964).
11° edición en 2007.
Barrán, José Pedro y Benjamín Nahum. Historia rural del Uruguay moderno (Montevideo: ebo, 1967-1978).
Tomo i: 1851-1885 (Montevideo: ebo, 1967). Tomo ii: 1886-1894. La crisis económica (Montevideo: ebo,
1971). Tomo iii: Recuperación y dependencia (1895-1904) (Montevideo: ebo, 1974). Tomo iv: Historia social
de las revoluciones de 1897 y 1904 (Montevideo: ebo, 1972). Tomo v: La prosperidad frágil (1905-1914)
(Montevideo: ebo, 1977). Tomo vi: La civilización ganadera bajo Batlle (1905-1914) (Montevideo: ebo, 1977).
Tomo vii: Agricultura, crédito y transporte bajo Batlle (1905-1914) (Montevideo: ebo, 1978).
contemporanea
Entrevista: Benjamín Nahum | 177
— Y que iba a tener consecuencias como Batlle, los estancieros y el imperio británico8
bn: Bueno sí, tampoco eso. Te digo, sinceramente, realmente lo hicimos como un comienzo
de explicación a ver por qué habíamos llegado tan alto en determinado momento y estábamos
cayendo en forma acelerada. En el 68 nos dieron el año sabático en Secundaria y ahí nos metimos
en la Biblioteca Nacional y estuvimos trabajando mucho.
— Usted ha contado en otras oportunidades cómo se fue gestando cada tomo. Lo que queríamos conversar es sobre la propia conformación de un equipo, su perduración en el tiempo…
bn: Cuando a mí se me ocurrió iniciar el camino de la investigación invité a cinco o seis compañeros del ipa, toda gente muy bien, muy capaz y muy inteligente, pero cuando nos reunimos
para ver realmente si empezábamos a trabajar en algo, el único que vino fue Barrán.
— ¿Cómo le parece que se pudo sostener un equipo tanto tiempo y con un ritmo de trabajo tan
intenso?
bn: Porque éramos muy trabajadores los dos, muy ansiosos los dos, realmente. Nos tomamos en serio la tarea al punto tal que no era retribuida, lo único que teníamos era el sueldo de
Secundaria, y con eso nos alcanzaba, los dos éramos solteros. Nunca pensamos que lo que estábamos haciendo tenía que ser retribuido, pago, entonces lo hacíamos porque estábamos convencidos
de que era importante hacerlo, no importaba que te pagaran o no te pagaran, no importaba que te
llevara diez horas por día o te llevara una, no, lo querías hacer por hacerlo. Y conseguimos el año
sabático porque alguien nos dijo «miren que lo pueden pedir», ni enterados estábamos. Y como
nos lo dieron (ahí Alfredo Traversoni nos apoyó, era el Inspector de Historia) nos metimos en la
Biblioteca Nacional y… hasta nos dieron un cuartito para nosotros. Los enloquecimos porque el
trabajo era con máquina de escribir, y con dos máquinas de escribir a cien por hora la gente que
estaba en los cuartos de al lado estaba enferma por el ruido, pobre. Yo me acuerdo siempre de
Herminia Costa Valle, que era jefa de una de las secciones de la Biblioteca, que salía con dolor de
cabeza todas las tardes. Ese trabajo no fue tomado como un encargo o como una empresa que la
hacemos en nuestro tiempo libre porque nos da la gana, no, no, fue tomado como un deber, una
obligación moral de explicarnos a nosotros mismos por qué habíamos partido de esa realidad
y estábamos viendo todos los días una cosa totalmente diferente. Cada dos por tres en el 68 se
armaba lío con los estudiantes en 18 de Julio y teníamos que salir por atrás de la Biblioteca al
templo metodista saltando por la ventana.
— ¿Cómo era compatibilizar la vida familiar con un ritmo de trabajo tan alto?
bn: Y trabajábamos cuando no dábamos clase. Yo tenía clase toda la mañana en el ibo
[Instituto Batlle y Ordóñez] y entonces tenía toda la tarde libre, hasta que vino la nena, en que
fue semilibre pero de cualquier manera, ella jugaba ahí con sus cosas y yo trabajaba. Y nos fuimos
arreglando, ya no podías dedicar diez horas por día pero dedicabas cinco, seis. Las esposas aguantaban, ¿qué iban a hacer?, y por eso creo que duró tanto tiempo la tarea, porque la consideramos
como un deber moral, no te lo imponía nadie, nos lo impusimos nosotros. Esto había que hacerlo
8
Barrán, José Pedro y Benjamín Nahum. Batlle, los estancieros y el imperio británico (Montevideo: ebo, 19791987). Tomo i: El Uruguay del novecientos (Montevideo: ebo, 1979). Tomo ii: Un diálogo difícil: 1903-1910
(Montevideo: ebo, 1981). Tomo iii: El nacimiento del batllismo (Montevideo: ebo, 1982). Tomo iv: Las
primeras reformas: 1911-1913 (Montevideo: ebo, 1983). Tomo v: La reacción imperial conservadora. 1911-1913
(Montevideo: ebo, 1984). Tomo vi: Crisis y radicalización: 1913-1916 (Montevideo: ebo, 1985). Tomo vii:
Lucha política y enfrentamiento social. 1913-1916 (Montevideo: ebo, 1986). Tomo viii: La derrota del batllismo,
1916 (Montevideo: ebo, 1987). Los tomos v y vii fueron escritos por el profesor José Pedro Barrán.
178 | Entrevista: Benjamín Nahum
contemporanea
porque era importante investigar cómo era el país antes para explicar qué era lo que estaba pasando en el país ahora (en los 60).
— Una vez que termina esa etapa de trabajo conjunto después de la dictadura, cuando Barrán
empieza su camino en Humanidades y usted acá en Ciencias Económicas tras su pasaje por Formación
Docente en el 85, ¿cómo fue proyectar el trabajo en solitario?, ¿qué cosas fueron cambiando?
bn: Algunas cosas cambiaron de orientación, por ejemplo a Barrán le interesó más el tema
de la sensibilidad que ya habíamos empezado a abordar en algún tomo anterior [de la colección
Batlle, los estancieros y el imperio británico], El Uruguay del novecientos por ejemplo, y a mí siguió
interesando más el aspecto económico-social porque había visto que había determinados rasgos
de la evolución histórica del país que habían perdurado muchos años. El asunto de la propiedad
de la tierra, el asunto de la dependencia del exterior… ¡antes de ser país teníamos deuda pública,
una vocación impresionante! Entre eso y el contrabando te puedo decir que son los dos rasgos
nacionales y eso lo hacía muy dependiente al país. Entonces, cualquier proyecto nacional que
hubiera, y cuando estudiamos batllismo había un proyecto, no escrito pero había un proyecto, no
podía caminar o si caminaba era con muchas limitaciones, con muchos obstáculos. Y la prueba
está en que lo pararon, lo pararon desde adentro del partido y lo pararon desde afuera del partido,
y lo liquidaron. Y lo que nos impresionó de ese batllismo es que no era solo un esquema de país
ideal, de «país modelo», fue el contenido moral que tenía el proyecto. Era un intento de enaltecer
al ser humano en sus dos versiones, porque lo que hizo por el despegue de la mujer fue notable,
pero enseguida ves que también se hizo una defensa de los niños y al lado se hizo una defensa de
los viejos, entonces las partes más débiles de la sociedad fueron empezando a tomar importancia
porque se pusieron de relieve y se pusieron de manifiesto las carencias que había, que no se consideraban carencias en la época: si fulano es pobre es porque cuando era joven no trabajó y no hizo
plata y si ahora que tiene 65 años no tiene qué comer que se jorobe. Entonces el Estado dice no,
el Estado le va a dar una pensión por una cuestión de humanidad. Y los caballos con carrito no
pueden circular por la calle porque los castigan y a los animales hay que respetarlos, entonces no
se puede tener animales en mal estado y no se puede hacer más corridas de toros, porque la misma
moral que se aplica al ser humano se debe aplicar a todo ser viviente. Eso nos impactó porque por
primera vez vimos un proyecto político que no era solo político, o que no se basaba solamente
en cuestiones materiales sino claramente morales. Fijáte que en esos editoriales de El Día que te
decía, en que Batlle trataba de convencer a los obreros que la jornada de ocho horas era buena, hay
un editorial que cuando lo leí me marcó, lo leí hace cuarenta años y lo recuerdo perfectamente,
dice: «8 horas para trabajar, 8 horas para descansar y 8 horas para poder acariciar a los hijos». Que
un político diga una cosa de esas y la diga con sinceridad porque le parecía que entre las cosas que
tenía que hacer el hombre, no el trabajador, el hombre, era por supuesto trabajar, por supuesto
descansar, pero también tener tiempo para cultivarse, también para leer, también para estar con
sus hijos, para educar a sus hijos. Entonces decís, esto es algo realmente nuevo y nos impactó. Casi
todo lo que habíamos leído antes de la historia del país era sobre los políticos que pelean por el
poder. Unos están en el poder y no lo largan bajo ninguna circunstancia y los otros recurren a las
revoluciones para llegar al poder. Pero ese tipo de concepto moral, de humanitarismo, que Batlle
adoptó… ¿Y fue muy limitada su aplicación? Sí, fue, pero yo creo que marcó al país porque siempre se ve como una meta que habría que alcanzar algún día y algunas de esas ideas se pudieron
llevar a cabo y otras no. Pero eso no creo que le quite valor moral al proyecto, porque uno con los
años se da cuenta que una cosa es tener un plan en la cabeza y otra es llevarlo a la práctica, eso
es muy difícil. Fue lo que pasó con el propio batllismo, lo que pudo poner en práctica fue una
pequeña parte de lo que había pensado.
contemporanea
Entrevista: Benjamín Nahum | 179
— Entonces, cuando el equipo toma diferentes caminos, ¿usted sigue pensando o sigue guiado por
aquellas preguntas?
bn: Sí, por qué no se tomó ese camino, por qué el desarrollo del país no se hizo en base a una
filosofía más humanista, más solidaria, más humana es la palabra, y se entró por otros caminos que
nos condujeron al hoy, cuando todavía no dejamos de ser dependientes, no dejamos de tener una
desigualdad social muy marcada. Estos últimos años lo están demostrando: todos los índices dan
que hay menos pobres pero que los ricos son mucho más ricos ahora que hace diez años. Entonces,
¿qué es lo que está fallando? Siempre que no seas un partidario acérrimo del sistema capitalista
tal cual está, que dice que el que es más rico es porque ha trabajado más o porque ha tenido más
oportunidad y el que es más pobre es porque es haragán. En ese caso no hay más para hablar.
— ¿Sintió que cambió mucho trabajar solo y ya no en equipo?
bn: Bueno, sí, cuando es un equipo y un equipo que se lleva muy bien como nos llevamos nosotros durante tantos años. Fijáte que cada uno escribía una cosa e inmediatamente se la pasaba al
otro y el otro tachaba, recortaba, agregaba, ponía, sugería «mirá que tenemos que leer tal cosa, mirá
que puede ser que haya un papel en tal lado«, hicimos todo así. Incluso aquellos libros que yo no
pude escribir, yo los leí todos e hice todas las sugerencias y todas las correcciones que se me ocurrían, que era lo que hacíamos habitualmente.9 No es que hiciéramos un reparto de tareas estanco,
«esto lo escribí yo y va así», no, esto lo escribiste vos pero lo lee el otro. Siempre como «abogado
del diablo», buscando las cosas que no estaban bien o que podían estar mejor, o que se podían
cambiar o perfeccionar. Siempre trabajamos así. Y bueno, así salió la obra, ninguno pensó que iba
a salir una cosa tan grande. Fijáte que ya de entrada al pobre Raviolo lo largamos con dos tomos,
el tomo primero de la Historia rural y el apéndice, entre ambos eran mil páginas. Hacía cinco años
que se había fundado la editorial y nosotros le caíamos con dos «ladrillos»… Es cierto que el Banco
República [Oriental del Uruguay] daba préstamos en dinero para que autores nacionales pudieran
publicar. Entonces íbamos allí y nos daban doscientos, trescientos pesos del préstamo para editar el
libro pero, de todas maneras, no se fundió la editorial porque dios es grande, era una inversión (en
papel nomás, mil páginas) de un disparate de plata y sin embargo Raviolo lo hizo, apostó. Aunque
no sabíamos que le iban a seguir seis tomos más, ahí quién sabe si hubiera aceptado, pero como
nosotros tampoco sabíamos no lo engañamos, éramos inocentes.
Después, trabajando solo a mí me siguió preocupando el mismo tema: cómo un país que
tenía tantas condiciones para ser distinto, más solidario, más equitativo desde el punto de vista
económico y social, menos desigual, no se pudo lograr. En parte lo veíamos, y yo lo sigo viendo,
por los problemas de la producción, la producción ganadera en grandes extensiones de tierra.
No puedo decir lo mismo ahora porque desde hace diez o quince años hay una transformación
importantísima del medio rural, pero de la época que nosotros estudiamos, hasta los años 30 por
ejemplo, no se movía nada el progreso en el campo porque la gran propiedad no necesitaba gastar
en mejoras: se vendía igual todo lo que producía, en estado bruto, la industria era mínima. Lo
otro era la dependencia del exterior: éramos tomadores de precios, del precio que se les ocurría a
los compradores y como no tenías ningún aparato que te permitiera pasar del campo al mercado
consumidor, sino que todo lo que había en el medio era extranjero (intermediación, financiamiento, transporte), resulta que hicimos la cuenta y de cada cinco zafras laneras una se iba en el pago
de la intermediación. Ahora, un país que de cada cuatro o cinco zafras pierde una, no le queda
9
A partir del año 1985 el profesor Nahum asumió tareas de gestión en Formación Docente como Inspector
Nacional de Historia en los Institutos de Formación Docente de todo el país, a pedido del profesor Pivel
Devoto, y esas tareas le impidieron participar de la redacción de los tomos v y vii de la colección Batlle, los
estancieros y el imperio británico, cuya redacción fue realizada por el profesor José Pedro Barrán.
180 | Entrevista: Benjamín Nahum
contemporanea
mucho espacio para moverse y perfeccionarse. Para peor, un país en crecimiento, con problemas
internos de guerras, revoluciones y demás, sumabas la deuda externa más el Ministerio de Guerra
y te daba tres cuartas partes del presupuesto. Entonces, ¿qué le iban a dar a la educación, al pobre
José Pedro Varela?, el uno o dos por ciento del presupuesto. Por eso me molesta que no se sepa
que un poco antes de Varela al maestro rural le pagaban con dos gallinas, que era lo que podía
pagarle el padre que trabajaba en la mitad del campo por un jornal miserable y que mandaba al
nene a esa escuelita rural.
— De esa etapa en solitario usted proyectó varias líneas de trabajo y publicaciones. Estuvo la Serie
documental,10 los Informes diplomáticos11 y los Escritos de historia económica,12 las cuales tienen
puntos en común y fueron realizadas cercanas en el tiempo; y queríamos preguntar si las concibió previamente como una unidad.
bn: No, no fue una cosa deliberada, lo que pasa es que a mí me parece que en la tarea del
historiador cuando se encuentran los documentos y los papeles, porque muchas veces vas a buscar y no encontrás nada, es muy importante darlos a conocer. Yo conocí gente que tenía o había
buscado documentos y los tenía en su casa en un cajón del escritorio, cosa que siempre me pareció
absolutamente inaceptable, absurda, porque para qué el esfuerzo si después no los daba a conocer.
10 Nahum, Benjamín. La reclamación Meillet, Serie Documental i (Montevideo: ebo, 1993); La evolución de la
deuda externa uruguaya, 1875-1939, Serie Documental ii (Montevideo: ebo, 1995); Latorre y los ingleses. La
reanudación de las relaciones diplomáticas entre Uruguay y Gran Bretaña, Serie Documental iii (Montevideo:
ebo, 1996); La creación del Banco de Seguros: otro caso de intervención diplomática europea en el Uruguay batllista
(1911), Serie Documental iv (Montevideo: ebo, 1997); La crisis de 1890, Tomo i: La correspondencia de Alberto
Nin, Serie Documental v (Montevideo: ebo, 1998); La crisis de 1890, Tomo ii: El testimonio francés, Serie
Documental vi (Montevideo: ebo, 1999); La crisis de 1890, Tomo iii: El testimonio inglés, Serie Documental
vii (Montevideo: ebo, 1999); La crisis de 1890, Tomo iv: La Conversión de 1891, la Misión Ellauri, Serie
Documental viii (Montevideo: ebo, 2000); El Banco de Londres: esbozo histórico (1863-1988), Serie
Documental ix (Montevideo: ebo, 200); Inversionistas extranjeros: el Consejo Británico de Tenedores de títulos
extranjeros, Serie Documental x (Montevideo: ebo, 2001); Las últimas revoluciones vistas por diplomáticos
extranjeros: 1897, Serie Documental xi (Montevideo: Universidad de la República-Departamento de
Publicaciones, 2004); Las últimas revoluciones vistas por diplomáticos extranjeros: 1904, Serie Documental xii
(Montevideo: Universidad de la República-Departamento de Publicaciones, 2004); Inversionistas extranjeros
1864-1930. Recopilación Documental, Serie Documental xiii (Montevideo: Universidad de la RepúblicaDepartamento de Publicaciones, 2004).
11 Nahum, Benjamín. Empresas públicas uruguayas: orígenes y gestión, Serie Escritos de Historia Económica i
(Montevideo: ebo, 1993); La deuda externa uruguaya, 1868-1930, Serie Escritos de Historia Económica
ii (Montevideo: ebo, 1994); Cuando fuimos ricos... El crédito uruguayo a Inglaterra y Francia en 1918, Serie
Escritos de Historia Económica iii (Montevideo: ebo, 1997); Acerca de la fundación del Banco de la República
Oriental del Uruguay. Los papeles Lessa (1895-1896), Serie Escritos de Historia Económica iv (Montevideo:
Universidad de la República-Departamento de Publicaciones, 2003); Uruguay-Inglaterra. Sus relaciones
financieras hasta mediados del siglo xx, Serie Escritos de Historia Económica v (Montevideo: Universidad
de la República-Departamento de Publicaciones, 2003); La nacionalización de empresas británicas de servicios
públicos 1947-1949, Serie Escritos de Historia Económica vi (Montevideo: Universidad de la RepúblicaDepartamento de Publicaciones, 2005).
12 Nahum, Benjamín. Informes diplomáticos de los representantes del Reino Unido en el Uruguay, 1903-1961,
doce tomos entre 1991 y 2003, el tomo i editado por el Ministerio de Educación y Cultura, del tomo ii
al xii por el Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República. Informes diplomáticos de los
representantes de Francia en el Uruguay, 1896-1963, seis tomos editados por el Departamento de Publicaciones
de la Universidad de la República entre 1996 y 2000. Informes diplomáticos de los representantes de Bélgica en
el Uruguay, 1832-1967, dos tomos editados por el Departamento de Publicaciones de la Universidad de la
República entre 1998 y 2000. Investigación realizada por el profesor Jorge Balbis durante su estancia de
doctorado en Lovaina. Informes diplomáticos de los representantes de España en el Uruguay, 1898-1960, cinco
tomos editados por el Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República entre 2000 y 2001.
contemporanea
Entrevista: Benjamín Nahum | 181
Entonces cuando encontraba documentos de importancia trataba de publicarlos y alguno merecía
comentarios. Por ejemplo, los Informes diplomáticos son una mina de oro, pero nadie los lee porque
son muchos tomos. Es información de valor porque eran informes que no conocía más que el
diplomático y la cancillería del diplomático y cuando ese diplomático hablaba con un ministro
uruguayo, el ministro no hablaba al gran público, hablaba en privado, entones hay cosas que jamás
dijeron en público y que no quedaron registradas y ahora las podemos conocer.
— Entonces esta colección de Escritos de historia económica estuvo pautada por la documentación,
así como sucedió con la Historia rural, que sabían del primer tomo pero no del siguiente.
bn: Claro, porque de repente encontrás documentos que te iluminan sobre un hecho. ¿Por
qué el nacimiento de Ancap?, ¿por qué tenían interés en tener un monopolio estatal de las bebidas? Porque resulta que había un francés que era el monopolista del alcohol y por supuesto lo
respaldaba su embajada, entonces la Reclamación Meillet, que es uno de los primeros libritos que
hice, es para poner eso de relieve: «miren todo lo que hicieron para frenar un proyecto nacional».
Lo mismo pasó con el Banco de Seguros. En el Uruguay, los seguros estaban en manos de varias
empresas inglesas, entonces la guerra que le hicieron al proyecto y a la creación del Banco de
Seguros fue impresionante. Y eso, ¿no es importante? Y eso, ¿no es dependencia? Yo creo que sí.
— ¿Le parece que le quedaron obras por escribir a partir de esta documentación, de la índole de la
Reclamación Meillet?
bn: Sí, claro, si buscás un poco vas a ver que hay cantidad de documentos similares. Hay material como para hacer otros trabajos. Un intento grande de hacerlo, pero que no eran episodios
puntuales, es el libro sobre las Relaciones financieras entre Uruguay e Inglaterra, que arranca en
el siglo xix cuando era la gran potencia y llega hasta que deja de serlo y toma el relevo Estados
Unidos. Y en él vas a ver cuán dependientes nos hicieron, ya no solo desde el punto de vista económico, porque era nuestro principal mercado comprador de carne, sino también desde el punto
de vista financiero porque era el mayor acreedor que el Uruguay tenía.
— En esas series de trabajos uno puede ver la permanencia de las preguntas que motivaron las
primeras investigaciones: el problema del latifundio, la deuda externa, la injerencia extranjera. Esas
preguntas de la primera época, que se van a mantener después en su trabajo en solitario, ¿cree que bebieron de los planteos teóricos cepalinos, dependentistas, que estaban circulando en la primera época de
investigación?
bn: Te puedo decir que fuimos bastante ajenos a las teorías económicas en general, por eso no
nos consideran historiadores económicos pero, bueno, son tendencias, yo digo que más que nada
son modas. El asunto es que nosotros leíamos las publicaciones del Instituto de Economía, El
proceso económico del Uruguay,13 por ejemplo, pero eran enfoques excesivamente económicos y para
nosotros la explicación no puede ser exclusivamente económica porque tenés una cantidad de variables que están jugando, que solo pueden ser explicadas desde una perspectiva histórica, porque
son muchos factores distintos. La historia no es economía y punto, es economía, es política, es
ideología, es cultura, es educación, es religión, son muchas cosas a la vez. Y si elegís un solo carril,
la explicación que vas a dar siempre va a quedar corta, no va a ser enriquecedora sino empobrecedora de esa visión. Entonces desde el punto de vista teórico, yo lo reconozco, lo reconocimos los
dos siempre, siempre fuimos bastante chatos, no nos preocupó tanto ver si desde el punto de vista
teórico coincidíamos con este o con aquel, cuanto con lo que encontrábamos en la investigación.
13 Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la
República. El proceso económico del Uruguay. Contribución al estudio de su evolución y perspectivas (Montevideo,
1969).
182 | Entrevista: Benjamín Nahum
contemporanea
Entonces yo no sé si es pluralista o cepalina o monetarista, o lo que sea, no me parece importante.
Me parece importante que fue hecha con mucha honestidad intelectual y mostrando lo que parecía más evidente y con mayor influencia en el acontecer histórico que estábamos describiendo.
Así que si dicen que no teníamos teoría… no es que no tuviéramos pero teníamos poca, por desconfianza. Una limitación nuestra puede ser, sí, yo no tengo inconveniente en aceptarlo así, pero
cuán enriquecedora es la visión histórica que no se limita a una sola disciplina.
— Y estos problemas que motivaban la investigación como la injerencia extranjera o el tema de la
deuda externa, ¿todavía hoy los ve presentes?
bn: Sí, lo que pasa es que el mundo cambió, es distinta la situación pero no creo que nadie se
anime a decir que países que tienen grandes deudas externas, como las tienen, sean inmunes a la
influencia de sus acreedores. Mirá lo que le está pasando a Argentina…
— Y en ese sentido, ¿le parece que los políticos deberían tener más en cuenta el conocimiento histórico
para tomar decisiones, o que efectivamente lo toman?
bn: Yo pienso que sí porque les puede servir. Pero solo un hombre inteligente y capaz como
Danilo Astori, cuando daba acá la materia Economía del Uruguay, dedicaba un tercio del curso a
una revisión histórica de la economía del Uruguay, pero eso lo encontrás uno en cien.
— En esta última etapa de trabajo también hizo muchas historias institucionales como la de Ancap14,
del Consejo de Educación Secundaria15…
bn: Eso es porque algunas me las pidieron y otras las hice porque a mí me parece importante
que se sepa que este país tiene determinada conformación estatista, porque en su momento esas
empresas de servicios públicos fueron fundadas con una intención que me parece muy compartible. Lo dicen varios proyectos de ley de creación, para que esos servicios no fueran exclusivos de
las clases «más acomodadas» sino que se puedan abaratar, extender y volver generales para que
las clases «menos favorecidas» puedan acceder a ellos. Entonces me parece importante que eso
se sepa porque desgraciadamente, lentamente, en alguna gente se perdió el conocimiento de para
qué existen esos organismos del Estado, por qué se fundaron y con qué objetivos se hicieron.
— Entonces es como una forma de volver al estudio del batllismo ¿no?
bn: En parte. ¿Sabés qué me interesa? poner de relieve para qué se crearon, cuáles fueron los
objetivos. Esos objetivos hoy ¿se están cumpliendo o no se cumplen? Me parece importante que
la gente saque sus propias conclusiones. Si yo pongo al comienzo de un estudio sobre la ute,16 por
ejemplo, qué era lo que decía el mensaje presidencial que la creó, «abaratar y extender los servicios
para que llegue a las clases menos favorecidas», yo quiero saber si ute hoy cumple con ese criterio
o no, y no solo la gente que trabaja en ute, la sociedad uruguaya que recibe el servicio de ute ¿está
de acuerdo con lo que hace o no está de acuerdo?
— Ese afán por hacer público los fundamentos de esas empresas, los objetivos iniciales para los que
fueron creadas, ¿lo coloca a usted en un lugar de un fuerte civismo o de defensa de los derechos cívicos de
la sociedad?
bn: Bueno, es una extensión de la docencia, cuando hacés docencia lo que estás haciendo
es tratar de despertar a la gente o tratar de «abrir» la cabeza de la gente. De esa manera estás
14 Nahum, Benjamín (coord.) Setenta y cinco años de Ancap. Lo que nos mueve es todo un país: 1931-2006
(Montevideo: Ancap, 2006).
15 Nahum, Benjamín (coord.) Historia de Educación Secundaria: 1935-2008 (Montevideo: anep, 2008). Versión
electrónica: https://www.ces.edu.uy/ces/images/stories/libros/Historia_de_Secundaria.pdf
16 Nahum, Benjamín (coord.). Historia de la energía eléctrica en el Uruguay, 1886-2013, próximamente.
contemporanea
Entrevista: Benjamín Nahum | 183
llegando a más gente que a la que llegás en una clase. Como me dijo una vez Ángel María Luna
y me sorprendió totalmente. Hace como veinte años daba un programa, un ciclo en la tele que se
llamaba «Fin de siglo», y como éramos excompañeros del liceo 8 me llamó, entonces estuvimos
hablando del pasado, el país y todo lo demás, una hora creo, ante cámaras de televisión, y cuando
terminamos me dijo: «hoy llegaste a más gente que en los veinticinco años que tenés de docente».
Quedé aplastado por la verdad de lo que me había dicho. La tecnología superaba con mucho el
esfuerzo personal.
— ¿Usted cree que los libros son eso también?, ¿una manera de llegar?
bn: O era, yo no sé hoy, te digo la verdad. Hoy me siento bastante desubicado porque creo
que el camino del conocimiento cada vez menos pasa por los libros y cada vez más pasa por los
medios tecnológicos modernos, por lo menos encuentro cada vez menos gente joven con ganas
de leer y más intenciones de quedarse pegado a la computadora. Y me desconcierta, porque no sé
si la computadora va a compensar el contacto directo con el conocimiento que da el libro, no sé si
se usa para bien o solo para «facilitar» una tarea.
— Algunas de estas obras, como la del Consejo de Educación Secundaria, están disponibles en Internet
y eso masifica el acceso.
bn: Yo no soy tan obtuso como para oponerme a eso. Entonces, cuando del Plan Ceibal
pidieron incorporar a la red la Breve historia del Uruguay independiente17 dije que sí, después, del
Ministerio de Educación [y Cultura] pidieron incorporar no sé bien a qué red la Historia rural y
también dije que sí.18 La Historia rural es imposible volverla a editar y es muy positivo que la pongan a disposición de quien la quiera consultar, aunque yo no sé si va a tener muchos lectores a esta
altura. Eso también te lo digo, porque creo que cada obra histórica es un aporte al conocimiento
histórico muy condicionado y limitado por el momento en que se escribió. Entonces, va a haber
estudios posteriores que van a disentir con lo que se dijo allí o van a abrir otros caminos, o van a
hacer otros aportes de conocimientos que no figuran en la Historia rural. Lo que a mí me parece
legítimo es que lo hagas con total honestidad y pongas lo que te parece en ese momento que es
real, que es la verdad, que es lo más objetivo que puede dar un ser humano, porque es seguro que
dentro de diez o veinte años surgirán visiones distintas, interpretaciones diferentes, propuestas
distintas porque cada una es un aporte del tiempo en que se escribe. Si ese libro fue escrito en
el 60 y pico y en el 70, es lógico que cuarenta años después vengan otras interpretaciones, otros
aportes y problemáticas distintas.
— Eso es propio de la dinámica historiográfica
bn: Claro.
— Pero también pasa con obras fundacionales como la de ustedes, que generan la necesidad de un
acceso más amplio porque evidentemente son de referencia continua.
bn: Yo no sé si son o no son, duran un poco más. Sé que si hoy predomina la comunicación por
medios electrónicos yo no me voy a negar, al contrario, voy a poner a disposición de esos medios
los materiales que se consideren que pueden ser útiles para seguir avanzando en el conocimiento.
Punto.
17 Nahum, Benjamín. Breve historia del Uruguay independiente (Montevideo: ebo, 1999). 3° edición en 2002.
18 La colección Historia rural del Uruguay moderno ha comenzado a ser digitalizada y algunos de sus volúmenes están disponibles en la Biblioteca del Bicentenario: http://www.bibliotecadelbicentenario.gub.uy/
innovaportal/v/53065/51/mecweb/historia_rural_del_uruguay_moderno
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contemporanea
— Relacionado con el tema de los manuales, las colecciones y la preocupación por la difusión a nivel
de los estudiantes, queríamos preguntarle: ¿cuál cree que debe ser la función social de la historia y del
historiador?
bn: Divulgar conocimientos que no se tienen, hacerlos llegar a la mayor cantidad de gente
posible. Eso es medio del historiador y medio del docente porque es también la tarea del docente.
Hacer que gente que no tuvo la oportunidad de conocer algunas cosas, las conozca, y esa es la
tarea, de alguna manera enriquecer a la sociedad y, de ser posible, a la gente más joven que es la
que tiene el futuro por delante, que sepa, mirá que en el pasado se hizo tal cosa y fue horrible así
que ojo. O al revés, mirá se hizo tal cosa en el pasado y hoy estamos dejándola de lado. Soy más
escéptico respecto a lo segundo que a lo primero, la verdad es esa. El sistema capitalista no solo
no ha sido cambiado sino que se ha pervertido más de lo que era. El consumismo desenfrenado
que hoy vivimos es una parte absolutamente imprescindible del sistema, la prueba está, no se
hace ningún aparato que dure más de un año porque así lo tirás si se descompone —que se va a
descomponer porque está hecho para eso—, lo tirás y comprás otro. Y si no hacés eso, cierra la
fábrica y entra la desocupación y hay miseria a nivel mundial. ¿Sabes cuántos desocupados hay
hoy en Europa? están temblando por una explosión social porque son millones y dentro de esos
millones los jóvenes son los que más sufren porque hay mayor desocupación entre los jóvenes. Y
en el pasado ya hemos visto a qué da lugar eso: a regímenes extremistas de un lado y del otro, de
un color y del otro, de un extremo y del otro del espectro político, igualmente malos, y a guerras
mundiales. Es como para ponerse a pensar y dudar de qué futuro le estamos dejando a los hijos
y a los nietos.
— Volviendo a esto de la función social de la historia y del historiador y al funcionamiento actual
de la academia y sus objetivos, como usted en los 90 participó de congresos y algunos eventos académicos
queríamos saber…
bn: Sí, equivocado porque no sabía lo que era.
— ¿Por qué dejó de participar y cómo ve el actual funcionamiento de la academia?
bn: Mi participación en la academia ha sido casi nula y los pocos contactos que he tenido
me han decepcionado, así que me he apartado deliberadamente de todo tipo de reunión. A mí
me interesa más hablar mano a mano con un café por medio que concurrir a un congreso o a un
simposio o a un taller, porque ahí la gente tiene que adecuarse a determinadas normas que en
mi concepto desnaturalizan el valor de lo que se está diciendo. Entonces yo prefiero leer un libro
escrito por esa persona y no oírlo disertar en un ámbito académico, la verdad que nunca me atrajo
y cada vez me atrae menos. Prefiero leer alguna cosa que se tenga que decir porque en la escritura
hay un mayor sinceramiento, pienso, que en una exposición oral donde hay que hacer un poco de
retórica.
— ¿Y cómo ve a la academia situada en esto de la función social?
bn: A mí me parece que no se aprovecha suficientemente la técnica moderna para hacer una
expansión más fuerte de los objetivos que consigue el quehacer científico y académico en general.
Tenemos una tendencia como a encerrarnos y yo veo que la Universidad tiene como catorce o
quince facultades y la facultad número uno no sabe lo que está haciendo la número dos, la número
dos no sabe lo que está haciendo la número tres… Hay una falta de comunicación grande hacia
la sociedad y entre los propios universitarios. Me parece que eso no es tan difícil de mejorar y
sin embargo veo que los intentos que se hacen no tienen mucho éxito. Hay compartimentación,
«chacras» como decimos en criollo, y la más perjudicada es la sociedad que no se entera de muchas cosas, que en realidad se le deben porque el esfuerzo académico está basado en los aportes
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económicos de la sociedad. Entonces yo creo que desde ese punto de vista la academia no está
cumpliendo, a pesar de que hay esfuerzos valiosos que reconozco, pero no está cumpliendo plenamente con la tarea de tender a una sociedad mejor informada, más culta y más civilizada.
— Pensando en su trayectoria tan amplia ¿en qué tema se siente especialista?
bn: Ninguno, en historia, porque me sigue gustando la historia, se aprende mucho de la historia. Me enriquece volver a leer cosas que ya había leído hace cincuenta años, que pueden ser de
historia y pueden no serlo, porque mi libro de cabecera es el Quijote y me divierto tanto leyéndolo
ahora como la primera vez que lo leí.
— Y mirando su obra en perspectiva, ¿cómo se vincula con ella?, ¿qué balance puede hacer de tantos
años dedicado a esta tarea?
bn: Creo que he tratado de cumplir con un deber autoimpuesto, no me lo impuso nadie:
devolver lo que me dieron, si es posible a la mayor cantidad de gente que se pueda llegar, a través
de la clase, a través del libro o, como me dijo mi amigo Luna, a través de la televisión, que no me
hace ninguna gracia pero son los medios modernos ahora que permiten llegar a más gente, tarea
a la que el historiador y el docente se deben. Trabajé toda mi vida en función de esa convicción.
Breve biografía de Benjamín Nahum
El profesor Benjamín Nahum nació en Montevideo en 1937 en el seno de una familia de inmigrantes. Se formó en la educación pública y en 1960 egresó del Instituto de Profesores «Artigas». Se
desempeñó como docente de Enseñanza Secundaria entre 1960 y 1979 y de la Cátedra de Historia
Universal Contemporánea del Instituto de Profesores «Artigas» entre 1967 y 1973, tareas de enseñanza que se vieron interrumpidas por la dictadura cívico-militar (1973-1985). A principios de los
años 60 junto con José Pedro Barrán comenzaron sus primeras tareas de investigación histórica
bajo la dirección del historiador Juan E. Pivel Devoto. A partir de entonces Barrán y Nahum
conformaron un equipo de trabajo que se mantuvo en actividad hasta 1987, cuyas contribuciones
más importantes fueron dos series monumentales de la historiografía uruguaya: Historia rural del
Uruguay moderno (1967-1978) y Batlle, los estancieros y el imperio británico (1979-1987). Desde
1985, con el regreso de la democracia, actuó como Inspector de Historia de Formación Docente
hasta su jubilación en 1992 y como Profesor Titular de la Cátedra de Historia Económica de la
Facultad de Ciencias Económicas y de Administración. A partir de su incorporación a la vida
universitaria, en carácter de Dedicación Total desde 1992 a la fecha, emprendió diversos proyectos de investigación centrados en temas de historia económica y social, realizó importantes
recopilaciones documentales y profundizó su labor de difusión del conocimiento histórico.