5. Los textos (por orden alfabético, que no es el orden en el que suenan, indicado en otra parte de la instalación) Gabriela Bejerman (1973) “dos pianos” (2012) somos naranjas como la luna, lu somos ella que flota por encima de la ciudad adonde van de joda los jóvenes nuestros súbditos, nuestra droga social los dejamos dando vueltas en la pista con sus sombreritos de paja y sus gafas con sus pantalones americanos y sus tocados de planta hemos buscado con ellos los afeites de la magia aprobamos los hallazgos colocando un tobogán las locas madrinas, nos hicieron un tango para cantar en taxi ahora nos lleva ese chofer de 33 gratis, le pagamos cantando viste cuando los sueños se acuestan a dormir se diluyen en la cama con tul para los bichos y así hasta la terraza desde donde se ve uruguay, unas luces por arriba nos pasan los aviones nos muestran su panza de insecto nos hacen vibrar las cuquis nos dejan darnos la mano siempre más, y en la punta de los dedos nos damos besos Fuente: A los besos, 2013 Jorge L. Borges (1899 -1986) “La fundación mitológica de Buenos Aires” (1926). A partir de 1964, cambia de nombre: “Fundación mítica de Buenos Aires”. Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron por un mar que tenía cinco lunas de anchura y aún estaba poblado de sirenas y endriagos y de piedras imanes que enloquecen la brújula. Prendieron unos ranchos trémulos en la costa, durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo, pero son embelecos fraguados en la Boca. Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo. Una manzana entera pero en mitá del campo expuesta a las auroras y lluvias y suestadas*. La manzana pareja que persiste en mi barrio: Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga. Fuente: Obra Poética, 1964 *La lectura de Borges sigue la versión de Cuaderno San Martín (1929): “Presenciada de auroras y lluvias y suestadas”. Borges cambia el título del poema y el verso para la edición de la Obra Poética. Gabriela Cabezón Cámara La virgen cabeza (2009) Para empezar, algo hay: villas y villas y más villas. Basta con seguir las curvas de la distribución de la riqueza en Argentina para que no queden dudas. Y si a alguien no le basta con los gráficos, sepa que dice Cleo que dice la Virgen que hay cada vez más villas en Buenos Aires y que las villas siguen siendo tan parecidas a los jardines del Edén como los monos a los cohetes que llevan turistas a la luna. Fuente: La virgen cabeza, 2009 Arturo Carrera “El rosedal” (1989) Pescan aquí, los niños. Sin remordimientos Una vez que se cercioran. Una vez que la brevísima certeza colma la certidumbre en el oído de lo jugado: A mirar la presencia como a un humito en eso que se fue como anzuelo y carnada y vuelve como rotonda espera, la vieja que limpia el agua las mojarras solubles, allá alejadito o escondido entre los troncos el que quiere pescar: en la Rosaleda, el Rosedal y el cisne con su estela real como un plumoso farito. (De niño ese silencio y estupor, esa melena que crecía en la expresión del balbuceo; el esfuerzo o pena de no poder decir del día a qué altura del fin, del pie, del arco iris…) porque también era mi vía no pensar… no sé… también era saber un continuo o nada: ese murmullo extramuros de huéspedes que sollozan aquí entre las rosas aquí no hay aguas minadas, ni el anzuelo es un imán, tampoco mármol; ni acero, ni azúcar. Amor continuo (y muerte no). Fuente: Children’s Corner, 1989 Copi (1939-1987) Fragmento de Copi (entrevista de Bernard Bouthier y Jacqueline Wester) para el programa Zoom (1966) Copi: -Parce que mes parents étaient exilés de… pendant toute la période péroniste. J’ai été en Argentine il y a six mois, j’ai été pour dix jours. Et pendant les premiers cinq jours, enfin, ça allait: j’étais très content de rencontrer ma grande mère et tout ça, mais ensuite j’avais peur de… Je me sentais tellement loin de tout, tellement... J’avais peur de rater l’avion, des choses idiotes comme ça, qui ne peuvent pas arriver… Je crois que j’ai une réaction contre ça, je veux m’adapter, enfin. Et c’est faux aussi, c’est une chose qui ne se fait jamais. C’est faux. [Copi: -Porque mis padres se habían exiliado de… durante todo el período peronista. Estuve en Argentina hace seis meses; estuve diez días. Y durante los primeros cinco días, en fin, todo iba bien: estaba contento de ver a mi abuela y todo eso, pero después comencé a tener miedo de… Me sentía tan lejos de todo, tan… Tenía miedo de perder el avión, cosas así de tontas, que no pasan… Creo que reacciono contra eso; en fin, quiero adaptarme. Pero a la vez es un engaño, es algo que nunca se logra. Es un engaño.] Fuente: Zoom (productores: André Harris y Alain de Sedouy), co-producción del Office national de radiodiffusion télévision française, 28 de julio de 1966, en sitio del Institut National de l’Audiovisuel, http://www.ina.fr/video/CPF07011432/copi-video.html Julio Cortázar (1914-1984) “Conducta en los velorios” (1962) En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. Fuente: “Conducta en los velorios” en Historias de Cronopios y de Famas, 1962 Edgardo Cozarinsky (1939) “(Early Nothing)” (1977) Nacimos en una ciudad llamada Buenos Aires y allí vivimos muchos años. La ciudad es, según la ley, un distrito federal y la capital de la Argentina, una república en el extremo sur de América del Sur, cuya tendencia endémica parece ser la de vivir por debajo de sus medios, así como la de su capital es vivir por encima de los suyos. El crecimiento desmedido de ese puerto mercantil, su irritación ante los dispersos territorios reunidos en ese país, al que de todos modos no presta demasiada atención, su sensibilidad para las modas importadas y el prestigio de la simple distancia: todos estos rasgos de su carácter han sido reconocidos tanto por hombres de letras como por políticos tránsfugas. Ahora que ya no tenemos que soportar sus ataques de desvalimiento y arrogancia, cuando pensamos en la ciudad, advertimos que, si ese divorcio realmente existe, somos hijos de Buenos Aires y no de la Argentina. Porque es el gusto a cloro del agua de la canilla, el urbanismo salvaje y la locuacidad confianzuda de su gente lo que nos formó, no la vacía inmensidad de las pampas, ni los cristalinos lagos de montaña, ni las selvas desganadas. Fuente: Vudú urbano, 1985 Washington Cucurto (1973) “Las calles de antes” (poema inédito) Ahora que el nuevo gobernador Quiere modernizar al barrio, Construir un Pasaje de las Artes Que ayudaría al turismo y a la inversión De libreros y comerciantes, todo el mundo Se opone y ha caído mas de una lágrima. Estas calles hechas bolsa por las que camino Llena de niños y de perros, un día que no veré, Se convertirán en importantes peatonales. El boom inmobiliario será un boom del turismo. Yo no lo veré, soy demasiado joven para permanecer En el futuro en estas mismas callecitas. Pero sucederá, estoy seguro. El metro cuadrado valdrá 3500 dólares Y a la tierra la venderán en frasquitos. Sucederá, yo no lo veré, pero estoy seguro. Los conventillos se extirparàn como un cáncer De las manzanas del barrio. Habrá horrendos desalojos. Será duro. Llorarán Las familias, Los niños, Las calles se llenarán de pañales y camas. Habrá guerra. Prenderán fuego la comisaría. Y estas mismas calles se llenarán de recuerdos. Sí, estas callecitas hechas bolsa! No soy horoscopero, pero los queridos yotibencos Serán derribados por un solo golpe de pala. Las familias pobres deberán emigrar hacia Parajes mas lejanos y pobres, hacia otras orillas De otros futuros arroyos. Yo no estaré, no lo veré, pero estoy seguro, sucederá. Llevarán en sus corazones como yo, esta tarde, En que me dirijo a tomar el bondi, por las calles mugrientas, Hechas bolsa, coloridas, llenas de gente, la imagen Del conventillo, los chicos en la calle y la cumbia. Los edificios tocarán con sus antenas los rayos del sol Formando un moderno y ecologista dispositivo nuevo Electrónicos que dará luz a los locales que venderán pulseritas. Aunque a la mayoría nos echen, nos obligen a emigrar No podrán evitar que en nuestros corazones lattan Nuestros queridos conventillos. Fogwill (1941-2010) “Llamado por los malos poetas” (2002) Se necesitan Betos, Titos, Carlos que escriban poemas. Alejandras y Marthas que escriban. Nombres para poetas, anagramas, seudónimos y contraseñas para el chat room del verso se necesitan. Una poesía aquí del cirujeo en la veredas. Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones. Una poesía de los salones de lectura de versos. Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones. Una poesía de los salones de lectura de versos. Una poesía por las calles (venid a ver los versos por las calles...) Una poesía cosmopolita (subid a ver los versos por la web...). Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver poesía en el pesebre del amor...) Fuente: Últimos movimientos, 2004 Raúl González Tuñón (1905-1974) “Los ladrones” (1941) Ven a verlos por la mañana con la gorra hasta las orejas. Han desvalijado a las viejas del Asilo de las Hermanas. Dilapidarán sus dineros con mujeres y malandrinos en pocilgas y merenderos, en milongas y clandestinos. Oirán un tango de Pracánico y en lo del Pena ole con ole mientras sueñan con Rocambole las muchachas en el Botánico. Del parque Goal el payador humedecerá sus mejillas cantando sombrías coplillas de sangre, de muerte y de amor. A la noche con la mamúa irán de pura recalada a besar la crencha engrasada que cantó Carlos de la Púa. Y son humanos, inhumanos, fatalistas, sentimentales, inocentes como animales y canallas como cristianos. Ninguna angustia los desgarra cada cual vive como quiere. Cuando la madre se les muere le ponen luto a la guitarra. Fuente: Canciones del tercer frente, 1941 Isol (1972) “Llueve” (canción inédita, 2013) Y llueve aquí y llueve aquí y llueve aquí Lo que te rehuye lo que te espanta respira en tu alma Abrió tu ventana un pajarito un gato dormido el sol en el agua el viento en las hojas el álamo canta Y Llueve aquí y llueve aquí y llueve aquí. Tamara Kamenzain (1947) “Odio Buenos Aires” (1998) Odio Buenos Aires. Su luz mortecina magnifica la vaguedad de estos versos que ni siquiera son letras de tango. Que quede como odio toda intención de decir "mi ciudad" en el condensado muerto de su luz yo ya no escribo ni me seduce el ánima pobrecita de sus barrios deambulo sin ningún tipo de sentimiento yiro insensible por esta noche de lápices por esta humedad que me acalambra la resma de papel. (Mejor en mi casa y apago la radio) Que la música se vaya muda y las palabras no alcancen para borrar el amargo. Es un decir. Mejor me duermo con la estampita en la mano una postal la tengo en la cabeza toda iluminada arrugo el obelisco en el fondo y rezo para mí por vos mi Buenos Aires. Querido. Contracturas de mesa de luz vaso del agua mansa sutura iluminada en las persianas: todo parece un tango. Escribir es igual a pasarse de moda envejecer en Darío dejar que se engañen de uno los otros. En un poema de Néstor Perlongher alguien se pregunta ¿Qué es para mí Domínico, qué es Quilmes qué es Ezpeleta con sus zaguanes inundados?. Quedó sin respuesta toda intención de decir “mi ciudad” el fantasma de Néstor en el suburbio qué es para él se pregunta hoy la calle desolada que fue mejor dicho si ya sus dichos pasaron de moda te vas para no volver amigo muerto en tu infancia cuando escribir todavía era una manera de preguntarle a alguien. Fuente: Tango Bar,1998 Martín Kohan (1967) “A esta plaza la cuidan…” (2012) Allí donde concluye la calle Florida, con elegancia y sin aspavientos, se encuentra una módica plazoleta circular. En su centro se eleva una estatua de Esteban Echeverría: luce el vate cabizbajo, pensativo, y su capa no vuela al viento. Para sorpresa del curioso, la plazoleta lleva, por nombre Juvenilia, un libro de evocación escolar que no escribió Echeverría sino, muchos años más tarde, Miguel Cané. ¿Por qué erigir la estatua de otro autor en la placita Juvenilia? Por qué bautizar con la obra de otro el lugar en que destaca la figura de Echeverría? ¿No toleraba Buenos Aires una plazoleta llamada El matadero? ¿No toleraba, en todo caso, una plazoleta llamada Dogma socialista? ¿Hay más clásicos en la literatura argentina que plazas y plazoletas en la ciudad? Fuente: “A esta plaza la cuidan…” en Correo argentino (Apuntes urbanos), 2012 Leónidas Lamborghini (1927-2009) “Villas” (1972) Los niños juegan en el borde de basura de las aguas podridas de la laguna sopa las proteínas escondidas escondidas y mueren como moscas 65 mueren por mil un buzo tuvo que bajar al fondo para rescatar allí escondidas -Mire señor, mire aquí Doctor: en medicina. En el primer año no debe faltarles nada primer grado segundo grado tercer grado -En el primer año es como construir un edificio hay que ponerle los cimientos sopa sopita Fuente: Partitas, 1972 Osvaldo Lamborghini (1940-1985) “La Madre Hogarth” (1977) Cuanto más límpidas te parezcan Las aguas del lago Y aun cuando creas Rebosar de plenitud Igual recuérdame Yo soy tu proveedora de droga Cuando contemples Con mirada ascendente y pura El triunfo de los pájaros Y la derrota de las olas Igual recuérdame Yo soy tu proveedora de droga Cuando vayas al encuentro De la amada o el amado Sintiéndote seguro Del esplendor de sus pupilas Igual recuérdame Yo soy tu proveedora de droga Y no me abandones Prematuramente No te comportes Como un ingrato Recuérdame siempre Yo soy tu proveedora de droga Fuente: Poemas 1969-1985, 2004 Daniel Link (1959) Montserrat (2006) Muchas personas suelen corregir nuestra afirmación de que vivimos en Montserrat diciendo que en Independencia empieza Constitución, y como nosotros estamos, respecto de Independencia, dos cuadras hacia el sur, sería más lógico que nos adscribiéramos a esa circunscripción. Según la topología municipal el dato es cierto, pero cualquiera que conozca Constitución comprenderá que su ecología es radicalmente diferente de la nuestra, de modo que es un poco injusto meter todo en una misma bolsa: Constitución (donde vive Andrea Giunta) está dominado por la gigantesca estación de trenes que van hacia el sur (del país y del mundo), sus urinarios y la prostitución callejera (que aquí existe pero en cuotas más bien módicas). Si bien en algún momento me pareció que era justo que S. y yo fuéramos reconocidos como "las locas de Constitución" (en oposición a "las locas de Palermo", que son tantas que es lo mismo que decir todos los habitantes de ese barrio, es decir: ningún rasgo distintivo), nuestra timidez y el estilo de vida completamente recatado que llevamos nos alejó de una denominación tan... perlongheriana. Modificamos los límites del barrio según nuestra sensibilidad, porque en realidad el barrio empezó a moldearnos a nosotros. Fuente: Montserrat, 2006 Gabriela Massuh (1950) “Citi-marketing” (inédito) Existe un mecanismo global que la jerga especializada llama pomposamente citymarketing. Un mecanismo que en los últimos años, más que lavarle la cara a las ciudades, se las ha borrado sustrayéndoles especificidades y esencias. En todos lados las mismas cadenas de hoteles, barrios de oficinas, lofts decorativos, torres compitiendo por la altura y la primera fila, helipuertos para quienes puedan costearse vapor o helicóptero propio, restaurants, discotecas y la obra de algún arquitecto estrella, preferentemente foráneo. Nada de esto es necesario y en todas partes es igual: un paraíso en formol para seres de probeta que no se enferman, no sufren y nunca se mueren. Los espacios públicos son pretexto para gigantescas plataformas de publicidad en las que empresas y corporaciones (en su mayoría transnacionales) compiten por el logo más grande en el espacio más visible. Aplastado por la polución ambiental, auditiva, visual y espacial, cualquier porteño que intente trasladarse a pie de un lado a otro, terminará haciendo equilibrio en una cornisa suspendida entre colectivos rasantes, bicicletas a contramano, rejas de hierro, obras en construcción y, por supuesto, publicidad. La calle, esa calle que era nuestra por más que estuviera fuera de nuestras viviendas, tiene hoy dueños habilitados para intervenir en lo que era de todos: el cielo, el horizonte, la libre movilidad, el acceso al río, la vista al río, el aire, las plazas, lo que sea. El lado de afuera de nuestra intimidad hogareña es un gran territorio ocupado y solo nos está permitido transitar por sus hendijas. Ese espacio, antes compartido por una multiplicidad de seres que recibían el mote de “vecinos”, se transformó en una tierra de “nadie” dominada por un vértigo que sólo invita a la fuga. Sylvia Molloy (1940) “Patagonia” (2003) En ese entonces (hablo de mediados de los cuarenta) Aeroparque consta de una serie de galpones descuidados y, a esa hora (que no necesariamente era de madrugada, en invierno todavía es de noche a las seis), prácticamente deshabitados. Un mozo cansado, detrás de un mostrador, prepara café. Tiene la radio encendida, oigo una música que durante mucho tiempo recordaré como la música más triste que conozco. Tendré ocho años. Fuente: Varia imaginación, 2003 María Moreno (1947) “A modo de oración” Hay un tiempo pasado que impone sus capas geológicas en la esquina de Bartolomé Mitre y Ecuador. Se deposita en flores de plástico del santuario de Cromañón, en las cintas arrugadas, en las fotos digitales que van virando al azul o al rojo. La flores falsas duran pero no son insensibles al polvo de los seis años transcurridos ; a la tierra levantada por las ruedas de las formaciones de la estación; de los pies de sus viajeros que la lluvia apenas dispersa y se estanca entre los pliegues profundos de las rosas que el pueblo prefiere para sus pompas fúnebres, rosas asociadas a los ricos pero prácticas puesto que están más allá del pulgón y del riego; rosas en las que se quiere confiar la idea de presencia cuando a lo mejor se vive lejos, en algunas de las estaciones en donde solían subir y bajar algunos de los que quizás no llegaron nunca a salir del Once con los ojos abiertos. Fuente: Revista Debate, 2012 Manuel Mujica Lainez (1910-1984) “Las fundaciones” Estaba en la quietud transparente del aire tu clara anunciación, Señora del Buen Aire, pues bautizarte así: Ciudad Santa María, era tentar prodigios desde tu primer día. ¡Y qué mayor prodigio que el de la inmensa flota que para darte vida fondeó en la playa ignota, donde encontró la hambruna en lugar del hartazgo, y que a bordo traía tanto buen mayorazgo y tanto capitán con deudas, que refresca los cuentos de la vieja novela picaresca! Fuente: Canto a Buenos Aires, 1943 Silvina Ocampo (1903-1993) “La metamorfosis” (1949) Entré por el portón del jardín silencioso. Elevaban los árboles su mole gigantesca Y morían las rosas de un cielo tenebroso. Pensé: “Antes que amanezca conoceré por fin la múltiple verdad. Me esconderé en la sombra de este antiguo follaje y hallaré claramente aquí en la oscuridad, sin que nadie me ataje, la llave del secreto que hace mi desventura”. Me detuve un instante. Como un crimen sentía mi imperiosa desdicha, mi curiosidad pura lejos del albo día. Me aproximé a la casa. No se oían mis pasos sobre las rumorosas piedritas del camino, me acerqué a tu ventana a contemplar los lazos que tramaba el destino. Sobre los vidrios helados apoyé mi cabeza y vi en la luz eléctrica de la pieza encendida lo que yo había en sueños visto con mi tristeza. Fuente: Poemas de amor desesperado, 1949 Alan Pauls (1959) El pasado (2003) Miró por la ventana y en dos minutos, no más, vio pasar el cielo del negro pleno y sin matices de la noche a un gris rojizo, y de ahí, en menos de treinta segundos, a un amarillo malsano, como de piel enferma, estriado por fugaces descargas de electricidad. Abrió la ventana: una brisa ardiente le envolvió la cara. Vio salir gente a los balcones, hombres atontados cerrar postigos, mujeres abrochándose batas o calmando bebés en sus brazos, y esos instantes de complicidad y anonimato, extrañamente suspendidos en medio de la noche, le recordaron el efecto de comunión que de chico le gustaba reconocer en las películas de cine catástrofe. Recién entonces, cuando comprendió que lo que había tomado por un temblor subterráneo era el reflejo de un estremecimiento del cielo, Rímini tuvo una idea de la magnitud de la tormenta. Estalló un trueno fenomenal, de esos que parecen hacer añicos el mundo, y recibió en la cara el golpe de las primeras gotas. En pocos minutos, ese goteo irregular, un poco vacilante, se convirtió en una cortina de lluvia feroz que impedía ver a dos metros de distancia. Fuente: El pasado, 2003 Néstor Perlongher (1949-1992) “Cadáveres” (1987) Bajo las matas En los pajonales Sobre los puentes En los canales Hay Cadáveres En la trilla de un tren que nunca se detiene En la estela de un barco que naufraga En una olilla, que se desvanece En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones Hay Cadáveres En las redes de los pescadores En el tropiezo de los cangrejales En la del pelo que se toma Con un prendedorcito descolgado Hay Cadáveres En lo preciso de esta ausencia En lo que raya esa palabra En su divina presencia Comandante, en su raya Hay Cadáveres En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada En el garrapiñiero que se empana En la pana, en la paja, ahí Hay Cadáveres Fuente: Alambres, 1987 La grabación fue editada en cassette en 1989 Ricardo Piglia (1941) La ciudad ausente (1992) Junior estaba en un bar de Retiro, comiendo salchichas y tomando cerveza y esperando ver llegar a la chica del teléfono. Un viejo baldeaba el andén vacío y el movimiento recién empezaba. La estación estaba casi fuera de uso y los trenes al Tigre funcionaban con una periodicidad incierta. Una mujer se le acercó para preguntarle si las líneas todavía andaban. Eran las seis de la mañana y la ciudad empezaba a tomar ritmo, tenía que estar atento a los movimientos sin parecer demasiado inquieto. Vigilaba la salida del subte y el hall; los ojos, como pequeñas cámaras clandestinas, fotografiaron el movimiento del auto que acababa de detenerse en la entrada de uno de los andenes para descargar los diarios de la mañana. Era la segunda edición del día. No sabían qué decir y acumulaban las noticias. Las patrullas controlaban la ciudad y había que estar muy atento para mantenerse conectado y seguir los acontecimientos Fuente: La ciudad ausente, 1992 Manuel Puig (1932-1990) Boquitas pintadas (1969) El día jueves 23 de abril de 1937 el sol salió a las 5:50. Soplaban vientos leves de norte a sur, el cielo estaba parcialmente nublado y la temperatura era de 14 grados centígrados. Nélida Enriqueta Fernández durmió hasta las 7:45, hora en que su madre la despertó. Nélida tenía el pelo dividido en mechones atados con tiras de papel, mantenidos en su lugar por una redecilla negra que ceñía el cráneo entero. Una enagua negra hacía las veces de camisón. Calzó un par de alpargatas viejas sin talonera. Tardó 37 minutos en componer el peinado diario y maquillarse, interrumpida por cinco mates que le alcanzó su madre. Mientras se peinaba pensó en los entredichos del día anterior con la cajera de la tienda, en la inconveniencia de desayunarse con café con leche acompañado de pan y manteca, en la languidez de estómago que habría de sentir a las once de la mañana, en la conveniencia de tener en el bolsillo un paquete de pastillas de menta, en el paso siempre animado y rápido de la caminata a mediodía de vuelta a su casa, en los forcejeos consabidos con Juan Carlos la noche anterior junto al portón de su casa, y en la necesidad de quitar las manchas de barro de sus zapatos blancos con el líquido apropiado. Al maquillarse pensó en las posibilidades seductoras de su rostro y en las distintas opiniones escuchadas sobre el efecto positivo o negativo del sombreado natural de las ojeras. A las 8:30 salió de su casa. Vestía uniforme de algodón azul abotonado adelante, con cuello redondo y mangas largas. A las 8:42 entró en la tienda Al Barato Argentino. A las 8:45 estaba en su puesto detrás de la mesa de empaquetar, junto a la cajera y su caja registradora. Los demás empleados, veintisiete en total, también se dispusieron a ordenar sus puestos de trabajo. A las 9 horas se abrieron las puertas al público. Fuente: Boquitas Pintadas, 1993 Ernesto Sabato (1911-2011) Sobre héroes y tumbas (1961) Un sábado de mayo de 1953, dos años antes de los acontecimientos de Barracas, un muchacho ato y encorvado caminaba por uno de los senderos del parque Lezama. Se sentó en un banco, cerca de la estatua de Ceres, y permaneció sin hacer nada, abandonado a sus pensamientos. Fuente: Sobre héroes y tumbas, 1961 Matilde Sánchez (1958) Los daños materiales (2010) Verán ustedes, la avenida Warnes tiene unas manzanas de petits hoteles y caserones elegantes. Pero a la tercera cuadra se angosta y desbarranca en una de las calles más horrendas de la ciudad. Es el imperio de las gomerías y los negocios de autopartes y a las seis de la tarde todo queda blindado detrás de persianas anti-robo. Todo se desguaza allí, todo entra en descomposición y se fragmenta y subdivide hasta alcanzar el tamaño de un tornillo. Al cabo de tres días feriados hasta parecía liberarse la carga de los materiales debido al encierro, las baterías y bujías producían un goteo eléctrico y casi podía uno tocar los iones, agrupados en racimos y colgando de las persianas. Y unas cuadras después, dado que la fealdad no conoce límite y siempre es posible afearse más y más, la calle tortuosa cede otra vez a su pulsión de baldío y se amplía en una avenida con galpones ferroviarios, depósitos de madera y cartones, y paredones mugrosos donde se inscriben consignas; y se vuelve tan irreconocible la ciudad, tan desprovista de señales en común, que se tiene la impresión de haber cruzado una frontera. Warnes es el no va más, es el fin de todo lo conocido, no es un lugar sino un tiempo, el futuro degradante al que yo cruzaba ahora. Fuente: Los daños materiales, 2010 Ariel Schettini (1966) “La Media Sombra” (poema inédito) Cuando la noche cae soy otra. Porque el día es otro y porque cuando el día cae, es la noche. El día, la noche. El di, la no. Pero pude haber dicho: cuando el día cae, Exánime como queda por haber sido día todo el día, Viene la noche y lo transforma, Como si fuera un bicho, un animal, una bestia. La noche feroz se levanta Y el día ya no es el día, es la noche. El proceso se llama la media sombra. Las plantas dejan de liberar oxígeno y comienzan a darle carbono al aire; la media sombra también ataca. como un manto cae como una bestia, la media sombra. Soy una araña pollito, o una tarántula que hace de la oscuridad su tela. Que teje durante el día lo inevitable de la noche. Dejo de respirar, a la media sombra nadie respira, como una araña. Le das lo que quiere, la ponés en ese estado y así seducida, deja de respirar. Rafael Spregelburd (1970) Apátrida, doscientos años y unos meses (2011) Schiaffino: -No, señor. Yo no confundo nada. Salvo lo que está ya desde un vamos confundido. Cada una de estas naciones conserva en sus museos, palacios y jardines, la obra de sus grandes artistas nacionales, junto a la de sus artistas primitivos. Las hay inciertas, las hay cándidas, a veces grotescas y también -¿por qué no?- rudas; mas cada una de ellas guarda en su seno una partícula del genio de la raza cual un empolvado frasco aún conserva el relente de antiguo perfume ya secado. El visitante inteligente las contempla. Que en ellas yace, latente, el germen que inspira una nación. Gloria futura. Que nuestros hombres de gobierno, nuestros críticos, se preocupen de esta cuestión porque es vital al desarrollo del arte nacional, en vez de mandar buscar a Europa Tamburinis cuando aquí tenemos arquitectos. Pues aquí no, ahí lo han tenido a Francesco Tamburini diseñando el edificio, el símbolo, el cimiento: la Casa Central de Policía, barroca y antipampa como pocas, o ese teatro al que llamarán Colón, o cualquier cosa, y el colmo: nuestra propia casa de gobierno diseñada así por extranjero y pintada –¡por Dios!- de rosa y al capricho. ¿De veras puede la cabeza de un Estado habitar en esa casa, ese merengue que la historia, que el tiempo y las vanguardias harán el blanco de cuanta burla les dicte el terco ingenio diciendo “el presidente tal se asoma al balcón equis de la oficial, leal Casa Rosada? Pues no, así funciona nuestro Estado, prefiriendo cualquier pseudo-artista que nos llega con miras comerciales, y dejando hostilizar –como se ha hechoa toda una corporación de artistas nacionales por el grave –gravísimo- delito de ser argentinos.” Fuente: Apátrida, doscientos años y unos meses, mayo de 2011 Rodolfo Walsh (1927-1977) Operación Masacre (1957) –¿Qué nos van a hacer? –pregunta uno. –¡Camine para adelante! –le responden. –¡Nosotros somos inocentes! –gritan varios. –No tengan miedo –les contestan–. No les vamos a hacer nada. ¡NO LES VAMOS A HACER NADA! Los vigilantes los arrean hacia el basural como a un rebaño aterrorizado. La camioneta se detiene, alumbrándolos con los faros. Los prisioneros parecen flotar en un lago vivísimo de luz. Rodríguez Moreno baja, pistola en mano. A partir de ese instante el relato se fragmenta, estalla en doce o trece nódulos de pánico. Fuente: Operación Masacre, 2004 6. Escritores (por orden de aparición) Edgardo Cozarinsky, Manuel Mujica Lainez, Jorge L. Borges, Rafael Spregelburd, Martín Kohan, Ernesto Sabato, Rodolfo Walsh, Néstor Perlongher, Sylvia Molloy, Arturo Carrera, Gabriela Cabezón Cámara, Leónidas Lamborghini, Washington Cucurto, María Moreno, Ariel Schettini, Raúl González Tuñón, Silvina Ocampo, Gabriela Massuh, Copi, Tamara Kamenszain, Julio Cortázar, Daniel Link, Matilde Sánchez, Ricardo Piglia, Manuel Puig,
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