5. Los textos - Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

5. Los textos
(por orden alfabético, que no es el orden en el que suenan, indicado en otra parte de la
instalación)
Gabriela Bejerman (1973)
“dos pianos” (2012)
somos naranjas como la luna, lu
somos ella que flota por encima de la ciudad adonde van de joda
los jóvenes nuestros súbditos, nuestra droga social
los dejamos dando vueltas en la pista
con sus sombreritos de paja y sus gafas
con sus pantalones americanos y sus tocados de planta
hemos buscado con ellos los afeites de la magia
aprobamos los hallazgos colocando un tobogán
las locas madrinas, nos hicieron un tango para cantar en taxi
ahora nos lleva ese chofer de 33
gratis, le pagamos cantando
viste cuando los sueños se acuestan a dormir
se diluyen en la cama con tul para los bichos
y así hasta la terraza desde donde se ve uruguay, unas luces
por arriba nos pasan los aviones
nos muestran su panza de insecto
nos hacen vibrar las cuquis
nos dejan darnos la mano siempre más, y en la punta de los dedos
nos damos besos
Fuente: A los besos, 2013
Jorge L. Borges (1899 -1986)
“La fundación mitológica de Buenos Aires” (1926). A partir de 1964, cambia de
nombre: “Fundación mítica de Buenos Aires”.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas*.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Fuente: Obra Poética, 1964
*La lectura de Borges sigue la versión de Cuaderno San Martín (1929): “Presenciada de
auroras y lluvias y suestadas”. Borges cambia el título del poema y el verso para la
edición de la Obra Poética.
Gabriela Cabezón Cámara
La virgen cabeza (2009)
Para empezar, algo hay: villas y villas y más villas. Basta con seguir las curvas de la
distribución de la riqueza en Argentina para que no queden dudas.
Y si a alguien no le basta con los gráficos, sepa que dice Cleo que dice la Virgen que hay
cada vez más villas en Buenos Aires y que las villas siguen siendo tan parecidas a los
jardines del Edén como los monos a los cohetes que llevan turistas a la luna.
Fuente: La virgen cabeza, 2009
Arturo Carrera
“El rosedal” (1989)
Pescan aquí,
los niños.
Sin remordimientos
Una vez que se cercioran.
Una vez que la brevísima
certeza colma la certidumbre
en el oído
de lo jugado:
A mirar la presencia
como a un humito
en eso que se fue como anzuelo y carnada
y vuelve como rotonda espera,
la vieja
que limpia el agua
las mojarras solubles,
allá
alejadito o escondido entre los troncos
el que quiere pescar:
en la Rosaleda, el Rosedal
y el cisne
con su estela real
como un plumoso
farito.
(De niño ese silencio y estupor,
esa melena que crecía en la expresión
del balbuceo; el esfuerzo o pena
de no poder decir del día
a qué altura del fin, del pie,
del arco iris…)
porque también era mi vía no pensar… no sé…
también era saber un continuo
o nada: ese murmullo extramuros
de huéspedes que sollozan
aquí entre las rosas
aquí no hay aguas minadas,
ni el anzuelo es un imán, tampoco mármol;
ni acero, ni azúcar.
Amor continuo
(y muerte
no).
Fuente: Children’s Corner, 1989
Copi (1939-1987)
Fragmento de Copi (entrevista de Bernard Bouthier y Jacqueline Wester) para el
programa Zoom (1966)
Copi: -Parce que mes parents étaient exilés de… pendant toute la période péroniste. J’ai
été en Argentine il y a six mois, j’ai été pour dix jours. Et pendant les premiers cinq jours,
enfin, ça allait: j’étais très content de rencontrer ma grande mère et tout ça, mais ensuite
j’avais peur de… Je me sentais tellement loin de tout, tellement... J’avais peur de rater
l’avion, des choses idiotes comme ça, qui ne peuvent pas arriver… Je crois que j’ai une
réaction contre ça, je veux m’adapter, enfin. Et c’est faux aussi, c’est une chose qui ne se
fait jamais. C’est faux.
[Copi: -Porque mis padres se habían exiliado de… durante todo el período peronista.
Estuve en Argentina hace seis meses; estuve diez días. Y durante los primeros cinco días,
en fin, todo iba bien: estaba contento de ver a mi abuela y todo eso, pero después
comencé a tener miedo de… Me sentía tan lejos de todo, tan… Tenía miedo de perder el
avión, cosas así de tontas, que no pasan… Creo que reacciono contra eso; en fin, quiero
adaptarme. Pero a la vez es un engaño, es algo que nunca se logra. Es un engaño.]
Fuente: Zoom (productores: André Harris y Alain de Sedouy), co-producción del Office
national de radiodiffusion télévision française, 28 de julio de 1966, en sitio del Institut
National de l’Audiovisuel, http://www.ina.fr/video/CPF07011432/copi-video.html
Julio Cortázar (1914-1984)
“Conducta en los velorios” (1962)
En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio.
Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente
los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a
dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven
entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente
cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque
los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su
cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos,
escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los
dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o
se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas.
Fuente: “Conducta en los velorios”
en Historias de Cronopios y de Famas, 1962
Edgardo Cozarinsky (1939)
“(Early Nothing)” (1977)
Nacimos en una ciudad llamada Buenos Aires y allí vivimos muchos años. La ciudad es,
según la ley, un distrito federal y la capital de la Argentina, una república en el extremo sur
de América del Sur, cuya tendencia endémica parece ser la de vivir por debajo de sus
medios, así como la de su capital es vivir por encima de los suyos. El crecimiento
desmedido de ese puerto mercantil, su irritación ante los dispersos territorios reunidos en
ese país, al que de todos modos no presta demasiada atención, su sensibilidad para las
modas importadas y el prestigio de la simple distancia: todos estos rasgos de su carácter
han sido reconocidos tanto por hombres de letras como por políticos tránsfugas. Ahora
que ya no tenemos que soportar sus ataques de desvalimiento y arrogancia, cuando
pensamos en la ciudad, advertimos que, si ese divorcio realmente existe, somos hijos de
Buenos Aires y no de la Argentina. Porque es el gusto a cloro del agua de la canilla, el
urbanismo salvaje y la locuacidad confianzuda de su gente lo que nos formó, no la vacía
inmensidad de las pampas, ni los cristalinos lagos de montaña, ni las selvas desganadas.
Fuente: Vudú urbano, 1985
Washington Cucurto (1973)
“Las calles de antes” (poema inédito)
Ahora que el nuevo gobernador
Quiere modernizar al barrio,
Construir un Pasaje de las Artes
Que ayudaría al turismo y a la inversión
De libreros y comerciantes, todo el mundo
Se opone y ha caído mas de una lágrima.
Estas calles hechas bolsa por las que camino
Llena de niños y de perros, un día que no veré,
Se convertirán en importantes peatonales.
El boom inmobiliario será un boom del turismo.
Yo no lo veré, soy demasiado joven para permanecer
En el futuro en estas mismas callecitas.
Pero sucederá, estoy seguro.
El metro cuadrado valdrá 3500 dólares
Y a la tierra la venderán en frasquitos.
Sucederá, yo no lo veré, pero estoy seguro.
Los conventillos se extirparàn como un cáncer
De las manzanas del barrio. Habrá horrendos desalojos.
Será duro. Llorarán
Las familias,
Los niños,
Las calles se llenarán de pañales y camas.
Habrá guerra. Prenderán fuego la comisaría.
Y estas mismas calles se llenarán de recuerdos.
Sí, estas callecitas hechas bolsa!
No soy horoscopero, pero los queridos yotibencos
Serán derribados por un solo golpe de pala.
Las familias pobres deberán emigrar hacia
Parajes mas lejanos y pobres, hacia otras orillas
De otros futuros arroyos.
Yo no estaré, no lo veré, pero estoy seguro, sucederá.
Llevarán en sus corazones como yo, esta tarde,
En que me dirijo a tomar el bondi, por las calles mugrientas,
Hechas bolsa, coloridas, llenas de gente, la imagen
Del conventillo, los chicos en la calle y la cumbia.
Los edificios tocarán con sus antenas los rayos del sol
Formando un moderno y ecologista dispositivo nuevo
Electrónicos que dará luz a los locales que venderán pulseritas.
Aunque a la mayoría nos echen, nos obligen a emigrar
No podrán evitar que en nuestros corazones lattan
Nuestros queridos conventillos.
Fogwill (1941-2010)
“Llamado por los malos poetas” (2002)
Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.
Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.
Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)
Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).
Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)
Fuente: Últimos movimientos, 2004
Raúl González Tuñón (1905-1974)
“Los ladrones” (1941)
Ven a verlos por la mañana
con la gorra hasta las orejas.
Han desvalijado a las viejas
del Asilo de las Hermanas.
Dilapidarán sus dineros
con mujeres y malandrinos
en pocilgas y merenderos,
en milongas y clandestinos.
Oirán un tango de Pracánico
y en lo del Pena ole con ole
mientras sueñan con Rocambole
las muchachas en el Botánico.
Del parque Goal el payador
humedecerá sus mejillas
cantando sombrías coplillas
de sangre, de muerte y de amor.
A la noche con la mamúa
irán de pura recalada
a besar la crencha engrasada
que cantó Carlos de la Púa.
Y son humanos, inhumanos,
fatalistas, sentimentales,
inocentes como animales
y canallas como cristianos.
Ninguna angustia los desgarra
cada cual vive como quiere.
Cuando la madre se les muere
le ponen luto a la guitarra.
Fuente: Canciones del tercer frente, 1941
Isol (1972)
“Llueve” (canción inédita, 2013)
Y llueve aquí y llueve aquí
y llueve aquí
Lo que te rehuye
lo que te espanta
respira en tu alma
Abrió tu ventana
un pajarito
un gato dormido
el sol en el agua
el viento en las hojas
el álamo canta
Y Llueve aquí y llueve aquí y llueve aquí.
Tamara Kamenzain (1947)
“Odio Buenos Aires” (1998)
Odio Buenos Aires.
Su luz mortecina magnifica
la vaguedad
de estos versos que ni siquiera son
letras de tango.
Que quede como odio
toda intención de decir
"mi ciudad"
en el condensado muerto de su luz
yo ya no escribo
ni me seduce
el ánima pobrecita de sus barrios
deambulo sin ningún tipo
de sentimiento
yiro insensible
por esta noche de lápices
por esta humedad que me acalambra
la resma de papel.
(Mejor en mi casa
y apago la radio)
Que la música se vaya muda
y las palabras no alcancen
para borrar el amargo.
Es un decir.
Mejor me duermo
con la estampita en la mano
una postal la tengo en la cabeza
toda iluminada
arrugo el obelisco en el fondo
y rezo para mí por vos
mi Buenos Aires.
Querido.
Contracturas de mesa de luz
vaso del agua mansa
sutura iluminada en las persianas:
todo parece un tango.
Escribir es igual a pasarse de moda
envejecer en Darío
dejar que se engañen de uno
los otros. En un poema de Néstor Perlongher
alguien se pregunta
¿Qué es para mí Domínico, qué es Quilmes
qué es Ezpeleta con sus zaguanes inundados?.
Quedó sin respuesta
toda intención de decir
“mi ciudad”
el fantasma de Néstor en el suburbio
qué es para él
se pregunta hoy la calle desolada
que fue mejor dicho
si ya sus dichos pasaron de moda
te vas para no volver
amigo muerto en tu infancia
cuando escribir todavía era
una manera de preguntarle a alguien.
Fuente: Tango Bar,1998
Martín Kohan (1967)
“A esta plaza la cuidan…” (2012)
Allí donde concluye la calle Florida, con elegancia y sin aspavientos, se encuentra una
módica plazoleta circular. En su centro se eleva una estatua de Esteban Echeverría: luce
el vate cabizbajo, pensativo, y su capa no vuela al viento. Para sorpresa del curioso, la
plazoleta lleva, por nombre Juvenilia, un libro de evocación escolar que no escribió
Echeverría sino, muchos años más tarde, Miguel Cané. ¿Por qué erigir la estatua de otro
autor en la placita Juvenilia? Por qué bautizar con la obra de otro el lugar en que destaca
la figura de Echeverría? ¿No toleraba Buenos Aires una plazoleta llamada El matadero?
¿No toleraba, en todo caso, una plazoleta llamada Dogma socialista? ¿Hay más clásicos
en la literatura argentina que plazas y plazoletas en la ciudad?
Fuente: “A esta plaza la cuidan…” en
Correo argentino (Apuntes urbanos), 2012
Leónidas Lamborghini (1927-2009)
“Villas” (1972)
Los niños juegan en el borde de basura de las aguas podridas
de la laguna sopa las proteínas escondidas escondidas
y mueren como moscas 65 mueren por mil
un buzo tuvo que bajar al fondo para rescatar allí escondidas
-Mire señor, mire aquí
Doctor: en medicina. En el primer año no debe faltarles nada
primer grado segundo grado tercer grado
-En el primer año es como construir un edificio hay que ponerle los cimientos
sopa
sopita
Fuente: Partitas, 1972
Osvaldo Lamborghini (1940-1985)
“La Madre Hogarth” (1977)
Cuanto más límpidas te parezcan
Las aguas del lago
Y aun cuando creas
Rebosar de plenitud
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando contemples
Con mirada ascendente y pura
El triunfo de los pájaros
Y la derrota de las olas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Cuando vayas al encuentro
De la amada o el amado
Sintiéndote seguro
Del esplendor de sus pupilas
Igual recuérdame
Yo soy tu proveedora de droga
Y no me abandones
Prematuramente
No te comportes
Como un ingrato
Recuérdame siempre
Yo soy tu proveedora de droga
Fuente: Poemas 1969-1985, 2004
Daniel Link (1959)
Montserrat (2006)
Muchas personas suelen corregir nuestra afirmación de que vivimos en Montserrat
diciendo que en Independencia empieza Constitución, y como nosotros estamos, respecto
de Independencia, dos cuadras hacia el sur, sería más lógico que nos adscribiéramos a
esa circunscripción. Según la topología municipal el dato es cierto, pero cualquiera que
conozca Constitución comprenderá que su ecología es radicalmente diferente de la
nuestra, de modo que es un poco injusto meter todo en una misma bolsa: Constitución
(donde vive Andrea Giunta) está dominado por la gigantesca estación de trenes que van
hacia el sur (del país y del mundo), sus urinarios y la prostitución callejera (que aquí existe
pero en cuotas más bien módicas). Si bien en algún momento me pareció que era justo
que S. y yo fuéramos reconocidos como "las locas de Constitución" (en oposición a "las
locas de Palermo", que son tantas que es lo mismo que decir todos los habitantes de ese
barrio, es decir: ningún rasgo distintivo), nuestra timidez y el estilo de vida completamente
recatado que llevamos nos alejó de una denominación tan... perlongheriana. Modificamos
los límites del barrio según nuestra sensibilidad, porque en realidad el barrio empezó a
moldearnos a nosotros.
Fuente: Montserrat, 2006
Gabriela Massuh (1950)
“Citi-marketing” (inédito)
Existe un mecanismo global que la jerga especializada llama pomposamente citymarketing. Un mecanismo que en los últimos años, más que lavarle la cara a las
ciudades, se las ha borrado sustrayéndoles especificidades y esencias. En todos lados las
mismas cadenas de hoteles, barrios de oficinas, lofts decorativos, torres compitiendo por
la altura y la primera fila, helipuertos para quienes puedan costearse vapor o helicóptero
propio, restaurants, discotecas y la obra de algún arquitecto estrella, preferentemente
foráneo. Nada de esto es necesario y en todas partes es igual: un paraíso en formol para
seres de probeta que no se enferman, no sufren y nunca se mueren. Los espacios
públicos son pretexto para gigantescas plataformas de publicidad en las que empresas y
corporaciones (en su mayoría transnacionales) compiten por el logo más grande en el
espacio más visible. Aplastado por la polución ambiental, auditiva, visual y espacial,
cualquier porteño que intente trasladarse a pie de un lado a otro, terminará haciendo
equilibrio en una cornisa suspendida entre colectivos rasantes, bicicletas a contramano,
rejas de hierro, obras en construcción y, por supuesto, publicidad.
La calle, esa calle que era nuestra por más que estuviera fuera de nuestras viviendas,
tiene hoy dueños habilitados para intervenir en lo que era de todos: el cielo, el horizonte,
la libre movilidad, el acceso al río, la vista al río, el aire, las plazas, lo que sea. El lado de
afuera de nuestra intimidad hogareña es un gran territorio ocupado y solo nos está
permitido transitar por sus hendijas. Ese espacio, antes compartido por una multiplicidad
de seres que recibían el mote de “vecinos”, se transformó en una tierra de “nadie”
dominada por un vértigo que sólo invita a la fuga.
Sylvia Molloy (1940)
“Patagonia” (2003)
En ese entonces (hablo de mediados de los cuarenta) Aeroparque consta de una serie de
galpones descuidados y, a esa hora (que no necesariamente era de madrugada, en
invierno todavía es de noche a las seis), prácticamente deshabitados. Un mozo cansado,
detrás de un mostrador, prepara café. Tiene la radio encendida, oigo una música que
durante mucho tiempo recordaré como la música más triste que conozco. Tendré ocho
años.
Fuente: Varia imaginación, 2003
María Moreno (1947)
“A modo de oración”
Hay un tiempo pasado que impone sus capas geológicas en la esquina de Bartolomé
Mitre y Ecuador. Se deposita en flores de plástico del santuario de Cromañón, en las
cintas arrugadas, en las fotos digitales que van virando al azul o al rojo. La flores falsas
duran pero no son insensibles al polvo de los seis años transcurridos ; a la tierra
levantada por las ruedas de las formaciones de la estación; de los pies de sus viajeros
que la lluvia apenas dispersa y se estanca entre los pliegues profundos de las rosas que
el pueblo prefiere para sus pompas fúnebres, rosas asociadas a los ricos pero prácticas
puesto que están más allá del pulgón y del riego; rosas en las que se quiere confiar la
idea de presencia cuando a lo mejor se vive lejos, en algunas de las estaciones en donde
solían subir y bajar algunos de los que quizás no llegaron nunca a salir del Once con los
ojos abiertos.
Fuente: Revista Debate, 2012
Manuel Mujica Lainez (1910-1984)
“Las fundaciones”
Estaba en la quietud transparente del aire
tu clara anunciación, Señora del Buen Aire,
pues bautizarte así: Ciudad Santa María,
era tentar prodigios desde tu primer día.
¡Y qué mayor prodigio que el de la inmensa flota
que para darte vida fondeó en la playa ignota,
donde encontró la hambruna en lugar del hartazgo,
y que a bordo traía tanto buen mayorazgo
y tanto capitán con deudas, que refresca
los cuentos de la vieja novela picaresca!
Fuente: Canto a Buenos Aires, 1943
Silvina Ocampo (1903-1993)
“La metamorfosis” (1949)
Entré por el portón del jardín silencioso.
Elevaban los árboles su mole gigantesca
Y morían las rosas de un cielo tenebroso.
Pensé: “Antes que amanezca
conoceré por fin la múltiple verdad.
Me esconderé en la sombra de este antiguo follaje
y hallaré claramente aquí en la oscuridad,
sin que nadie me ataje,
la llave del secreto que hace mi desventura”.
Me detuve un instante. Como un crimen sentía
mi imperiosa desdicha, mi curiosidad pura
lejos del albo día.
Me aproximé a la casa. No se oían mis pasos
sobre las rumorosas piedritas del camino,
me acerqué a tu ventana a contemplar los lazos
que tramaba el destino.
Sobre los vidrios helados apoyé mi cabeza
y vi en la luz eléctrica de la pieza encendida
lo que yo había en sueños visto con mi tristeza.
Fuente: Poemas de amor desesperado, 1949
Alan Pauls (1959)
El pasado (2003)
Miró por la ventana y en dos minutos, no más, vio pasar el cielo del negro pleno y sin
matices de la noche a un gris rojizo, y de ahí, en menos de treinta segundos, a un
amarillo malsano, como de piel enferma, estriado por fugaces descargas de
electricidad. Abrió la ventana: una brisa ardiente le envolvió la cara. Vio salir gente a
los balcones, hombres atontados cerrar postigos, mujeres abrochándose batas o
calmando bebés en sus brazos, y esos instantes de complicidad y anonimato,
extrañamente suspendidos en medio de la noche, le recordaron el efecto de comunión
que de chico le gustaba reconocer en las películas de cine catástrofe. Recién entonces,
cuando comprendió que lo que había tomado por un temblor subterráneo era el reflejo de
un estremecimiento del cielo, Rímini tuvo una idea de la magnitud de la tormenta.
Estalló un trueno fenomenal, de esos que parecen hacer añicos el mundo, y recibió en
la cara el golpe de las primeras gotas. En pocos minutos, ese goteo irregular, un poco
vacilante, se convirtió en una cortina de lluvia feroz que impedía ver a dos metros de
distancia.
Fuente: El pasado, 2003
Néstor Perlongher (1949-1992)
“Cadáveres” (1987)
Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres
En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres
En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres
En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres
En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres
Fuente: Alambres, 1987
La grabación fue editada en cassette en 1989
Ricardo Piglia (1941)
La ciudad ausente (1992)
Junior estaba en un bar de Retiro, comiendo salchichas y tomando cerveza y esperando
ver llegar a la chica del teléfono. Un viejo baldeaba el andén vacío y el movimiento recién
empezaba. La estación estaba casi fuera de uso y los trenes al Tigre funcionaban con una
periodicidad incierta. Una mujer se le acercó para preguntarle si las líneas todavía
andaban. Eran las seis de la mañana y la ciudad empezaba a tomar ritmo, tenía que estar
atento a los movimientos sin parecer demasiado inquieto. Vigilaba la salida del subte y el
hall; los ojos, como pequeñas cámaras clandestinas, fotografiaron el movimiento del auto
que acababa de detenerse en la entrada de uno de los andenes para descargar los
diarios de la mañana. Era la segunda edición del día. No sabían qué decir y acumulaban
las noticias. Las patrullas controlaban la ciudad y había que estar muy atento para
mantenerse conectado y seguir los acontecimientos
Fuente: La ciudad ausente, 1992
Manuel Puig (1932-1990)
Boquitas pintadas (1969)
El día jueves 23 de abril de 1937 el sol salió a las 5:50. Soplaban vientos leves de norte a
sur, el cielo estaba parcialmente nublado y la temperatura era de 14 grados centígrados.
Nélida Enriqueta Fernández durmió hasta las 7:45, hora en que su madre la despertó.
Nélida tenía el pelo dividido en mechones atados con tiras de papel, mantenidos en su
lugar por una redecilla negra que ceñía el cráneo entero. Una enagua negra hacía las
veces de camisón. Calzó un par de alpargatas viejas sin talonera. Tardó 37 minutos en
componer el peinado diario y maquillarse, interrumpida por cinco mates que le alcanzó su
madre. Mientras se peinaba pensó en los entredichos del día anterior con la cajera de la
tienda, en la inconveniencia de desayunarse con café con leche acompañado de pan y
manteca, en la languidez de estómago que habría de sentir a las once de la mañana, en
la conveniencia de tener en el bolsillo un paquete de pastillas de menta, en el paso
siempre animado y rápido de la caminata a mediodía de vuelta a su casa, en los forcejeos
consabidos con Juan Carlos la noche anterior junto al portón de su casa, y en la
necesidad de quitar las manchas de barro de sus zapatos blancos con el líquido
apropiado. Al maquillarse pensó en las posibilidades seductoras de su rostro y en las
distintas opiniones escuchadas sobre el efecto positivo o negativo del sombreado natural
de las ojeras. A las 8:30 salió de su casa. Vestía uniforme de algodón azul abotonado
adelante, con cuello redondo y mangas largas. A las 8:42 entró en la tienda Al Barato
Argentino. A las 8:45 estaba en su puesto detrás de la mesa de empaquetar, junto a la
cajera y su caja registradora. Los demás empleados, veintisiete en total, también se
dispusieron a ordenar sus puestos de trabajo. A las 9 horas se abrieron las puertas al
público.
Fuente: Boquitas Pintadas, 1993
Ernesto Sabato (1911-2011)
Sobre héroes y tumbas (1961)
Un sábado de mayo de 1953, dos años antes de los acontecimientos de Barracas, un
muchacho ato y encorvado caminaba por uno de los senderos del parque Lezama. Se
sentó en un banco, cerca de la estatua de Ceres, y permaneció sin hacer nada,
abandonado a sus pensamientos.
Fuente: Sobre héroes y tumbas, 1961
Matilde Sánchez (1958)
Los daños materiales (2010)
Verán ustedes, la avenida Warnes tiene unas manzanas de petits hoteles y caserones
elegantes. Pero a la tercera cuadra se angosta y desbarranca en una de las calles más
horrendas de la ciudad. Es el imperio de las gomerías y los negocios de autopartes y a las
seis de la tarde todo queda blindado detrás de persianas anti-robo. Todo se desguaza allí,
todo entra en descomposición y se fragmenta y subdivide hasta alcanzar el tamaño de un
tornillo. Al cabo de tres días feriados hasta parecía liberarse la carga de los materiales
debido al encierro, las baterías y bujías producían un goteo eléctrico y casi podía uno
tocar los iones, agrupados en racimos y colgando de las persianas. Y unas cuadras
después, dado que la fealdad no conoce límite y siempre es posible afearse más y más, la
calle tortuosa cede otra vez a su pulsión de baldío y se amplía en una avenida con
galpones ferroviarios, depósitos de madera y cartones, y paredones mugrosos donde se
inscriben consignas; y se vuelve tan irreconocible la ciudad, tan desprovista de señales en
común, que se tiene la impresión de haber cruzado una frontera. Warnes es el no va más,
es el fin de todo lo conocido, no es un lugar sino un tiempo, el futuro degradante al que yo
cruzaba ahora.
Fuente: Los daños materiales, 2010
Ariel Schettini (1966)
“La Media Sombra” (poema inédito)
Cuando la noche cae soy otra.
Porque el día es otro y porque cuando el día cae, es la noche.
El día, la noche. El di, la no.
Pero pude haber dicho: cuando el día cae,
Exánime como queda por haber sido día todo el día,
Viene la noche y lo transforma,
Como si fuera un bicho, un animal, una bestia. La noche feroz se levanta
Y el día ya no es el día, es la noche.
El proceso se llama la media sombra.
Las plantas dejan de liberar oxígeno y comienzan a darle carbono al aire; la media
sombra también ataca.
como un manto cae como una bestia, la media sombra.
Soy una araña pollito, o una tarántula que hace de la oscuridad su tela.
Que teje durante el día lo inevitable de la noche.
Dejo de respirar, a la media sombra nadie respira, como una araña.
Le das lo que quiere, la ponés en ese estado y así seducida, deja de respirar.
Rafael Spregelburd (1970)
Apátrida, doscientos años y unos meses (2011)
Schiaffino: -No, señor. Yo no confundo nada.
Salvo lo que está ya desde un vamos confundido.
Cada una de estas naciones
conserva en sus museos,
palacios y jardines,
la obra de sus grandes artistas nacionales,
junto a la de sus artistas primitivos.
Las hay inciertas, las hay cándidas,
a veces grotescas y también -¿por qué no?- rudas;
mas cada una de ellas
guarda en su seno una partícula del genio de la raza
cual un empolvado frasco aún conserva
el relente de antiguo perfume ya secado.
El visitante inteligente las contempla.
Que en ellas yace, latente,
el germen que inspira una nación.
Gloria futura.
Que nuestros hombres de gobierno, nuestros críticos,
se preocupen de esta cuestión
porque es vital al desarrollo del arte nacional,
en vez de mandar buscar a Europa Tamburinis
cuando aquí tenemos arquitectos.
Pues aquí no, ahí lo han tenido
a Francesco Tamburini diseñando
el edificio, el símbolo, el cimiento:
la Casa Central de Policía,
barroca y antipampa como pocas,
o ese teatro al que llamarán Colón, o cualquier cosa,
y el colmo: nuestra propia casa de gobierno
diseñada así por extranjero
y pintada –¡por Dios!- de rosa y al capricho.
¿De veras puede la cabeza de un Estado
habitar en esa casa, ese merengue
que la historia,
que el tiempo y las vanguardias
harán el blanco de cuanta burla les dicte el terco ingenio
diciendo “el presidente tal
se asoma al balcón equis
de la oficial, leal Casa Rosada?
Pues no, así funciona nuestro Estado,
prefiriendo cualquier pseudo-artista
que nos llega con miras comerciales,
y dejando hostilizar –como se ha hechoa toda una corporación de artistas nacionales
por el grave –gravísimo- delito
de ser argentinos.”
Fuente: Apátrida, doscientos años y unos meses, mayo de 2011
Rodolfo Walsh (1927-1977)
Operación Masacre (1957)
–¿Qué nos van a hacer? –pregunta uno.
–¡Camine para adelante! –le responden.
–¡Nosotros somos inocentes! –gritan varios.
–No tengan miedo –les contestan–. No les vamos a hacer nada. ¡NO LES VAMOS A
HACER NADA!
Los vigilantes los arrean hacia el basural como a un rebaño aterrorizado. La
camioneta se detiene, alumbrándolos con los faros. Los prisioneros parecen flotar en un
lago vivísimo de luz. Rodríguez Moreno baja, pistola en mano.
A partir de ese instante el relato se fragmenta, estalla en doce o trece nódulos de pánico.
Fuente: Operación Masacre, 2004
6. Escritores (por orden de aparición)
Edgardo Cozarinsky, Manuel Mujica Lainez, Jorge L. Borges, Rafael Spregelburd, Martín
Kohan, Ernesto Sabato, Rodolfo Walsh, Néstor Perlongher, Sylvia Molloy, Arturo Carrera,
Gabriela Cabezón Cámara, Leónidas Lamborghini, Washington Cucurto, María Moreno, Ariel
Schettini, Raúl González Tuñón, Silvina Ocampo, Gabriela Massuh, Copi, Tamara
Kamenszain, Julio Cortázar, Daniel Link, Matilde Sánchez, Ricardo Piglia, Manuel Puig,