Centro Universitario Emmanuel Kant Justine de Sade: el masoquismo encubierto. Lic. Irene Ximena Larios Chagas Las letras del Marqués de Sade nos entregan uno de los relatos más brutales en la historia de la literatura, fue acusado y encarcelado en diversas ocasiones bajo los cargos de envenenamiento, sodomía, maltrato, entre otros. La mayoría de sus obras fueron escritas en el encierro, el relato de Justine, o los infortunios de la virtud es una de las excepciones, fue escrito a su salida de la cárcel de La Bastilla, en él, el autor se mofa del cristianismo y su imperativo de redención y virtud a través del sacrificio y el sufrimiento. Por lo tanto, Justine es una obra que merece una reflexión en torno a los planteamientos psicoanalíticos respecto al masoquismo. La novela trata de una joven que ha quedado huérfana, ante su desdicha, abandonada y sin recursos, se propone seguir el camino de la virtud, decisión que la separa de su hermana Juliette, la cual erigirá llevar una vida comandada por el libertinaje. En cada página el lector sufrirá junto a la protagonista una serie de desgracias que parecen no encontrar fin. El dolor se coloca como el eje temático predominante a lo largo del libro, un dolor que aparentemente es encontrado por el personaje accidentalmente, sin embargo aparecen indicios que permiten vislumbrar un posicionamiento particular y sutil que lleva a Justine a colocarse en el lugar de la víctima constantemente. En 1924 Sigmund Freud plantea una distinción entre el masoquismo erógeno, el masoquismo femenino y el masoquismo moral, éste último 1 implica una necesidad de castigo que se juega a nivel inconsciente. Desde una perspectiva metapsicológica, la tensión se encontrará entre las instancias del yo y el superyó. Respecto al masoquismo moral Freud señala: Es que en general todo padecer masoquista tiene por condición la de partir de la persona amada y ser tolerado por orden de ella; esta restricción desaparece en el masoquismo moral. El padecer como tal es lo que importa; no interesa que lo inflija la persona amada o una indiferente; así sea causado por poderes o circunstancias impersonales, el verdadero masoquista ofrece su mejilla toda vez que se presenta la oportunidad de recibir una bofetada.1 A lo largo toda de la obra Justine insiste en contar sus tragedias a cada persona nueva que conoce, con el fin de generar compasión en los otros; sin embargo se encuentra con crueldades que superan las experiencias previamente relatadas, pareciera que al mencionar las quimeras vividas incitara un deseo en el otro por herirla. La narración en primera persona nos ofrece unas líneas en las que podemos vislumbrar la necesidad de castigo distintiva en el masoquismo moral, en los escasos momentos en que nadie la castiga, ella misma se reprocha: «¡Tendré que ser de nuevo la víctima de mis buenos sentimientos, será de nuevo castigado como un crimen mi deseo de acercarme a lo que la religión tiene de más representable!» 2 . Comprendemos además esta constante desdicha desde la perspectiva de la compulsión a la repetición, donde aquello reprimido, vinculado a la sexualidad infantil se repetirá incesantemente, generando un displacer a nivel consciente paralelo a una satisfacción inconsciente que concierne a la pulsión de muerte. El Marqués de Sade insiste en la descripción de lo que podemos interpretar como goce masoquista, siempre inconsciente y carente de significantes. En este caso la acción repetida intenta recubrir aquello gozoso, como lo señala Juan David Nasio: «En el inconsciente, el goce no tiene representación significante precisa, pero tiene un lugar, el del agujero. De 1 2 Freud, Sigmund, Obras Completas, XIX, p.171. Sade, Marqués de, Justine, o los infortunios de la virtud, p. 205. 2 un agujero en el seno del sistema significante, siempre recubierto por el velo de los fantasmas y de los síntomas»3; de esta manera el lector puede darse una idea de cómo se juega la sutileza de la pulsión de muerte que se desliza bajo una aparente moralidad y virtud religiosa. La novela también nos ilustra sobre la forma en la que se exhibe el masoquismo moral disimulado por una justificación de ferviente fe en las voluntades de Dios. Justine se dirige a su Dios, aseverando que los sacrificios que ella padece son en defensa de sus principios religiosos, enviados por él para hacerla merecedora de un lugar en el paraíso. La protagonista explica: Tengo grabados unos principios religiosos que, gracias al cielo, no me abandonarán jamás. Si la providencia me hace penosa la carrera de la vida, es para compensarme de ello en un mundo mejor. Esta esperanza me consuela endulza mis penas, apacigua mis quejas, me refuerza en la adversidad, y me lleva a desafiar todos los males que Dios quiera enviarme. Esta alegría se apagaría inmediatamente en mi alma si yo acabara por mancillarla con crímenes, y junto al temor de los castigos de este mundo, me perseguiría la dolorosa visión de los suplicios del otro, que no me abandonaría un instante en la tranquilidad que deseo.4 Este párrafo nos confronta ante un discurso que tiende a la búsqueda de un sufrimiento constante, para el personaje principal es un valor fundamental la castidad y la evitación del placer sexual, esto adquiere sentido si pensamos que el dolor es lo que rige el erotismo de la desdichada Justine. Freud explica que durante el desarrollo del infante, la pareja parental resulta introyectada en el yo, a raíz de lo cual la pulsión que toma como objeto a los padres desvía su meta, permitiendo la superación del complejo de Edipo; la introyección posibilita la formación del superyó adquiriendo el modelo de las normas transmitidas por los padres, también observa que es posible que la severidad de esta instancia aumente, ya que «parece que a raíz de una tal trasposición se produce también una desmezcla de pulsiones»5, por lo tanto existe un aumento económico en la 3 Nasio, Juan David, Cinco Lecciones sobre Jaques Lacan, p. 43. Sade, Marqués de, Op. cit. p. 52. 5 S. Freud, Obras… p. 55. 4 3 pulsión de muerte. Para Jean Alloush el cristianismo propone una «modalidad erótica centrada en Dios Padre omnipotente»6. El párrafo citado se une a una serie de pasajes en los cuales Justine hace referencia a su propio suplicio en comparación al que, según los escritos de la Biblia, sufrió el hijo de Dios durante su vida terrenal; esto resulta llamativo si consideramos que la figura de Dios representa a un ser omnipotente, por lo tanto carente de castración, pues él mismo es la ley. En su sufrimiento Justine se identifica con Cristo, que desde esta perspectiva representa lo que conscientemente desea evitar: ser una libertina. Es posible que para el personaje el erotismo se encontrara atravesado por el sacrificio y la redención a través del sufrimiento. Tras una serie de eventos desafortunados la protagonista se enamora de uno de sus agresores, un conde que gusta de los excesos y al cual se vio obligada a servir a cambio de conservar su vida, la amenaza ante su desobediencia constaba en ser devorada en vida por perros. Este enamoramiento permite el asomo de una satisfacción en el displacer, jamás confesado, ya que lo que hace atractivo al conde era aquello que ella decía rechazar. El siguiente pasaje nos proporciona la evidencia: Esta conducta me horrorizaba y afligía. Intentaba encontrar en ella motivos para sofocar en mi alma la desdichada pasión que la hacía arder, pero ¿es el amor un mal de que pueda sanarse? Todo lo que intentaba oponerle sólo servía para atizar más vivamente su llama, y el pérfido conde jamás me parecía tan amable como cuando reunía ante mí todo lo que debía empujarme a odiarle.7 La confesión de Justine nos lleva a generar una nueva hipótesis, si consideramos este amor como correspondiente a una elección de objeto de tipo narcisista, como lo describe Freud en 1914, entonces podríamos suponer que algo del conde se encuentra en la persona de la propia protagonista y que algo de la satisfacción pulsional se ve posibilitado en la relación con éste. 6 7 Allouch, Jean, El sexo del amo, el erotismo desde Lacan, p.19. Marqués de Sade, Justine… p.120. 4 El momento histórico, social y cultural durante el cual autor de Justine se encuentra ubicado (1740) resulta clave para comprender sus obras, se trataba del Despotismo ilustrado. Por este motivo, el Marqués de Sade se convirtió en un perseguido y preso político; sus novelas fueron consideradas nocivas para la sociedad de esa época. Donatain Alponse Francoise se mofaba de las buenas costumbres, de la religión, las leyes y el ideal de virtud impuesto socialmente. Justine o lo infortunios de la virtud destaca por la presencia del sarcasmo y el humor negro, la cúspide se alcanza al final de la lectura, cuando el personaje logra liberarse de sus constantes desventuras y resulta atravesada por un rayo que le produce la muerte. Iván Samaniego considera este discurso como un juego perverso de significantes: «Todo acto de perversión es posible en un acto de discurso, así el perverso denuncia su fantasma, y sin el símbolo la perversión es inexistente. (…) El sádico, se mofa, ríe, goza, a consecuencia de la victima».8 En este mismo sentido, Sade se dedica a hacer sufrir a Justine de manera sádica, se sirve del personaje no sólo como un medio de burla a la moral, sino que la utiliza como un personaje al que posiciona frente al escritor como su propia víctima, sobre la cual puede volcar todo su sadismo a través de la palabra escrita y la fantasía. Cabe reflexionar sobre una segunda dimensión, la que concierne al propio lector, el cual se ve convocado a sufrir junto a Justine cada uno de los infortunios que el Marqués de Sade le ha preparado, sin embargo continúa la lectura hasta la última página. Es precisamente este punto el que permite hipotetizar que las obras de Sade, y específicamente Los infortunios de la virtud, logran exponer una veta masoquista y otra sádica presente en el propio lector, que no es selectiva en cuanto a estructuras clínicas. Es quizás esto lo más sorprendente de la obra de este autor, la capacidad de evidenciar al neurótico en aquellos deseos que pretende reprimir, pero que a través de la fantasía, estimulada por la lectura, encuentran una salida parcial. Estas pulsiones que nada conocen de la bondad ni la maldad, de la virtud ni del vicio coexisten en 8 Samaniego, Iván. Sobre Sade y el discurso perverso, Arte, Psicoanálisis y Subjetividad, s/p. 5 cada ser humano y, como señala acertadamente Rolando Karothy, citando a Daniel Gerber: No hay pues otro mal que ese goce siempre culpable que horroriza y atrae a la vez, goce del que nadie podrá sustraerse enteramente, que empuja al sacrificio de sí mismo o del objeto. Es así como el imperativo categórico que Kant imaginó tan puro como el cielo estrellado aparece en Freud como la forma más radical de la satisfacción, la de la pulsión de muerte, el goce extremo de ser que se confunde con ya no ser.9 Como conclusión el texto de Justine, o los infortunios de la virtud de Sade nos ilustra sobre el masoquismo moral caracterizado por una necesidad de castigo que recae sobre el yo, siguiendo la teoría freudiana (1924) comprendemos que el acento no recae sobre el sadismo del superyó, sino sobre el masoquismo del yo. En este sentido, y por su estrecha relación con la pulsión de muerte, el posicionamiento masoquista, en opuesto al sadismo, constituye un peligro para el sujeto, una condena impuesta por él mismo y de la cual parece imposible liberarse, pues la desdicha se escuda en un discurso religioso. La satisfación de la pulsión que empuja al masoquismo se determina por el displacer, el sadismo vuelto hacia la persona propia como un masoquismo distinto al primario. Justine nos permite comprender la paradoja del “bien”, pues en el afán de cumplir con una estricta moral religiosa y mantener la virtud intacta, termina favoreciendo y satisfaciendo a lo que ella denomina como “malo”. Adjudicar a Dios sus acciones le permite desafanarse de la responsabilidad de su propio deseo, dando como resultado la compulsión a la repetición que la lleva a la muerte. Si su Dios es el que ha colocado esa serie de desventuras en su vida, entonces podríamos pensar que la protagonista adora a una figura más libertina y sádica que cualquiera del resto de los personajes de la narración. Esta ironía se repite en los campos donde la moral es un dogma inquebrantable, pues este afán se convierte en una serpiente que se muerde la propia cola, ejemplo de esto son la serie de 9 Rolando Karothy.El Mal, Psicoanálisis, vol. 30, no. 1, p. 75. 6 crímenes que se han cometido en nombre del bien a través de toda la historia de la humanidad. Finalmente, respecto a lo mencionado sobre la posición en la cual queda el lector del Marqués de Sade, se puede adjudicar al fantasma perverso que habita en la neurosis, en palabras de Daniel Piasek: «Freud escribió acerca de la neurosis como el negativo de la perversión. Es decir que el neurótico fantasea lo que el perverso actúa. En términos de Lacan equivale a sostener que el fantasma habitante de las estructuras neuróticas, es perverso»10. 10 Daniel Piasek, Clínica de las Perversiones. Coloquio de verano de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, s/p. 7 Bibliografía ALLOUCH, Jean, El sexo del amo, el erotismo desde Lacan, Córdoba, Literales, 2005, 254 p. CANGA, Manuel, “La imagen y el dolor: comentario sobre Sade”, Trama y fondo: revista de cultura, no. 12, España, 2002, pp. 45- 54. FERNÁNDEZ, Marianela, “Reflexiones en torno al sistema de la agresión. Consideraciones filosófico-políticas de donatien-alphonse-françois, marqués de sade y sus referencias a la naturaleza, la ley y la moral”, Cartapacio de derecho, vol. XVII, Buenos Aires, 2009. FREUD, Sigmund, Introducción al narcisismo, Obras Completas, Tomo XIV, Trad. James Strachey, Buenos Aires, Amorrortu, 1914, 391 p. FREUD, Sigmund, Más allá del principio del placer, Obras Completas, Tomo XVIII, Trad. James Strachey, Buenos Aires, Amorrortu, 1920, 305 p. FREUD, Sigmund, El yo y el ello, Obras Completas, Tomo XIX, Trad. James Strachey, Buenos Aires, Amorrortu, 1923, 352 p. FREUD, Sigmund, El problema económico del masoquismo, Obras Completas, Tomo XIX, Trad. James Strachey, Buenos Aires, Amorrortu, 1924, 352 p. KAROTHY, Rolando, “El Mal”, Psicoanálisis, vol.XXX, no.1, Buenos Aires, 2008, pp.63- 76. PIASEK, Daniel, “Clínica de las perversiones”, Ponencia en Coloquio de Verano de la Escuela Freudiana de Buenos Aires, Buenos Aires, enero de 2000. SADE, Marqués de, Justine, o los infortunios de la virtud, Barcelona, Eliber, 2012, 539p. SAMANIEGO, Iván, “Sobre Sade y el discurso perverso”, Arte, Psicoanálisis y Subjetividad, Panamá. 8
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