Acuerdo 83: qué universidad imaginamos Hubo un tiempo en que creía posible una participación comunitaria en las decisiones del Consejo Universitario de la UACM, pero la prueba repetida de que, independientemente de las personas que lo conforman, el CU en sus diferentes legislatura ha sido incapaz de articular mecanismos/procesos de participación de la comunidad universitaria, me ha vuelto completamente pesimista. Por ello estas líneas van dirigidas a mis compañeros estudiantes y docentes con la intención de poner sobre la mesa unos pocos puntos de discusión al respecto del acuerdo 83, o mejor, con pretexto del dicho acuerdo (y ya si los compas del CU algunøs de los cuales me son muy queridos las leen y toman en cuenta, salimos de gane). La “participación activa, permanente y vinculatoria a los estudiantes” Históricamente la Universidad redujo la participación de estudiantes y académicos a una democracia representativa que, antes de la deliberación, el consenso y el respeto a las diferencias, promueve el voto como mecanismo último. Los órganos de gobierno en la UACM confían en el voto y en la representación como si fueran la manifestación última de la democracia, y desdeñan o son muy torpes para imaginar y probar en la práctica otras formas de participación y de decisión. La representatividad y su idealista asamblea de votaciones, aleja a los representantes de sus comunidades, y los sumerge en una dinámica propia. Esta forma reduccionista de entender la democracia universitaria ha sido completamente ciega a los procesos constructivos de la participación, ha supuesto un vacío político y un sujeto político abstracto. El rector Aboites habla ahora de la construcción de una cultura de participación, lo cual es excelente, pero que no tiene ningún asidero en las prácticas sociales de la universidad. La participación de la comunidad ha sido siempre desapercibida, desacreditada o desechada mientras no siga unos lineamientos, vías y procesos ordenados previamente . Se abjura de todo lo que no sigue un supuesto proceso racional de participación, el cual termina, sin embargo, con el menos racional de los criterios: el volado de la votación. Un ejemplo de esto es la participación en los dos Congresos Universitarios, de la cual se desechó un gran porcentaje de propuestas, argumentos, datos, enfoques que hablaban de cosas como los problemas de la oferta académica porque no eran el punto . Ahora el acuerdo 83 nos trae de nuevo el discurso idealista de la exposición de motivos sobre la participación de la comunidad y en específico de løs estudiantes, observando lo obvio: que estos no tienen ninguna injerencia en la administración universitaria. No tienen participación en la oferta académica, así como tampoco en: el crecimiento de la matrícula escolar, la contratación de profesores, la evaluación de planes de estudio, el calendario escolar, los trámites como cambio de carrera o de plantel, los criterios de certificación, etcétera. El CU se olvida aquí de su propio argumento cuando alguien les señala eso mismo: “sí tienen decisión, pero tienen que ser consejeros universitarios”. Parece que se dan cuenta de que la representación no basta, pero, pregunto aquí a løs compas estudiantes: ¿puede llamarse “participación activa” la propuesta de procedimiento en la que se aterriza el acuerdo?, ¿esa “consulta electrónica general” corresponde con su ideal de democracia universitaria, puede considerarse una práctica de participación comunitaria? Dice el punto dos del procedimiento: 2. Durante la quinta semana previa a que termine el semestre, se realizarán consultas electrónicas generales vía sistema a los estudiantes. En ellas, los estudiantes podrán indicar hasta cinco asignaturas que tienen intención de cursar en su plantel de adscripción, conforme a los planes de estudio vigentes y la oferta de optativas propuesta por las academias por plantel, indicando el turno de su preferencia. En estas consultas, los estudiantes también podrán manifestar hasta dos opciones de profesores para cubrir las asignaturas solicitadas, conforme al censo académico validado. Estas encuestas (de las cuales no se dice con qué criterios de relevancia serán interpretadas) se tomarán en cuenta por la Coordinación de Plantel (tampoco se dice con qué criterios) para elaborar la malla horaria, y por el “sistema”, para determinar la asignación de profesores. Mucho dice de qué universidad imaginamos si pensamos que estas encuestas significan una participación activa en las decisiones académicoadministrativas. Detrás de este acuerdo subyace una idea descafeinada de democracia, una idea de participación que es todo lo contrario a la participación. El “trabajo auténticamente académico” Cito la exposición de motivos del acuerdo 83: un principio más de esta propuesta, es buscar desconcentrar las fases de la gestión escolar referentes a la elaboración de la oferta académica, malla horaria y asignación de grupos, (Concentradas en las academias, la junta de enlaces de academias, los Colegios y Coordinación Académica.) ya que esto ha traído una serie de defectos en la docencia misma, tales como: la repetición excesiva de académicos en una licenciatura y cursos, la apertura innecesaria de algunos cursos, la concentración de algunas unidades académicas en algunos turnos y horarios, entre otras, causadas básicamente porque las academias tomaron el asunto de repartirse materias y horarios en la mayoría de los casos, como su principal tema de discusión y trabajo. El desgaste producido por este diseño centralizado destruyó en muchos casos la posibilidad de realizar trabajo auténticamente académico . (cursivas añadidas) Este párrafo está lleno de afirmaciones para las cuales no se da ningún sustento. Como es costumbre de las decisiones del CU, no se presenta un diagnóstico ni información de ningún tipo para sostener juicios. Cuando el CU habla de la realidad de la universidad su dicho es la realidad . Se ha vuelto tan rutinario que nadie parece sorprenderse ya de que el “máximo órgano de gobierno” decida sobre la vida de la universidad sin elementos académicos. Cómo puede llamarse a esto “debate de altura”. Y no es que se necesiten datos para que las afirmaciones sean incuestionables, sino al revés, para que sean contrastables, debatibles, mejorables. Cuando la ex rectora, Esther Orozco, pretendió sustentar sus medidas (al lado de una parte del CU) y sus difamaciones con su autodenominado diagnóstico, muchas voces solicitamos precisamente un espacio de deliberación sobre los datos que mostraba, porque no tenían coherencia ni rigor metodológico. Recibimos insultos a cambio. Ahora no tenemos ni asomo de datos para debatir. Sin sustento empíricoargumentativo no se entiende cómo el CU llegó a la conclusión de que su propuesta para mejorar los lineamientos y procedimientos de la oferta académica, malla horaria y asignación de profesores sea la mejor posible (menos aún cuando no se ha hecho pública la versión estenográfica de la sesión en que se discute y aprueba el acuerdo 83). Sin mostrar el sustento por el cual se toma el acuerdo, el séptimo transitorio del mismo acuerdo que indica que se tomarán adecuaciones en base a “las aportaciones que este acuerdo suscite por parte de la comunidad”, resulta vacío. Ligado a esta falta de sustento del acuerdo, la propuesta adolece de criterios de relevancia. Algunos de los elementos del acuerdo que requieren criterios de decisión o evaluación, y estos no se indican: el registro de asistencia no indica qué criterios se utilizarán para analizar la información y utilizarla; no se informa de criterios para que los docentes añadan materias optativas a la oferta académica; no se indica con qué criterios se designa el comité dictaminador de la oferta académica (un estudiante y un profesor de las licenciaturas o posgrados), ni tampoco con qué criterios dictaminará este comité; tampoco los hay para fundamentar la carga docente en dos o más días; lo mismo pasa con la evaluación del cumplimiento de la agenda académica. Se menciona que la Coordinación del Plantel, con base en la oferta histórica, resultados de certificación, características de cada plan de estudios, información relativa a las asistencias a cursos, resultados de las consultas a los estudiantes y lineamientos específicos aprobados por el Consejo de Plantel para la conformación de la malla horaria en los términos de estas dispocisiones, elabora la propuesta de oferta académica del semestre ¿A qué de todo esto se le da más peso o valor, cómo se construye la información por ejemplo de la “oferta histórica”, cómo se toma en cuenta la consulta a estudiantes, se usará algún tipo de representatividad estadística? No hay criterios. ¿Es este el trabajo auténticamente académico que imaginamos para la universidad?. Las “necesidades académicas” de løs estudiantes Cito la exposición de motivos otra vez: las presentes Disposiciones contemplan considerar y hacer vinculantes las necesidades académicas de los estudiantes , por lo cual, el realizar consultas electrónicas a los estudiantes y permitir que un órgano colegiado en el cual participan estudiantes como lo es el Consejo de Plantel apruebe la oferta académica es, sin duda alguna, un paso importante y considerable en lo que respecta a la participación de los estudiantes en asuntos académicos de su interés (cursivas añadidas) Quiero abordar en este punto el asunto de quién define y desde dónde las necesidades académicas de løs estudiantes. El acuerdo 83 supone tácitamente que los cursos y licenciaturas aprobadas y la malla horaria que organiza asignaturas en franjas de hora y media (y tres horas) y otras muchas realidades académicoadministrativas, no tienen ningún problema, la causa de todas las dificultades académicas, nos dicen, son esas (quién sabe de dónde salidas y alimentadas) academias que se reparten las materias y horarios. Pero, compañeros estudiantes, ¿qué es una necesidad académica para ustedes?, ¿qué es una necesidad académica definida en el marco de nuestra universidad? ¿Acaso las problemáticas de la educación superior, para las cuales la UACM se planta como una alternativa, se reducen a organizar eficientemente la oferta académica? No. Como lo he mencionado en muchas ocasiones y foros con anterioridad, la UACM reproduce la estructura básica de la educación superior tradicional en su misma organización académicoadministrativa de planes y programas. La UACM es contradictoria de corazón. Se embellece con los principios de multidisciplina y flexibilidad curricular y, al mismo tiempo, organiza sus cursos en unidades curriculares estancas y fósiles llamadas licenciaturas. Pregona alternativas a los procesos de enseñanzaaprendizaje, y, en paralelo, los enclaustra en mallas horarias y aulas cerradas, en las que, semestre tras semestre, la misma estructura docentegrupo de alumnos se reproduce. Es innegable que la oferta académica en su conjunto es un desastre cada ciclo escolar, pero díganme, ¿en qué medida el acuerdo 83 ayuda a cambiar la cultura escolar autoritaria que cada día se expande más por las aulas?, ¿en qué forma puede apoyar el desarrollo de prácticas académicas que no reproduzcan las hegemonías epistémicas caducas, y el estatus quo academicista que llevará a la UACM a convertirse en otro elefante blanco? Algunos de ustedes, los he escuchado, quieren “acabar con las mafias” dentro la universidad, pero dudo mucho que el acuerdo 83, se apruebe o no se apruebe, haga algo al respecto. Si se aprueba, tendremos un procedimiento incierto (sin criterios) que se pondrá en marcha y que dejará intacta la realidad educativa de nuestra universidad. Democracia universitaria sin profesores El acuerdo 83 manifiesta que los únicos afectados con el procedimiento actual de oferta académica son los estudiantes. ¿Retórica? ¿Populismo? Tal vez. Lo que llama la atención es la omisión de las necesidades de løs académicos y su situación dentro de la universidad. De esta omisión quiero resaltar tres cuestiones. Primero, la aceptación tácita de la contratación de profesores de asignatura para cubrir grupos. Una gran mayoría (sino todos) løs académicos de la UACM conocen de primera mano la situación de estar contratado por horas en una universidad. El salario no alcanza, por lo que hay que estar correteando la chuleta en diferentes instituciones, lo que hace imposible realizar asesorías o tutorías, o participar en trabajos colegiados. La precariedad de estos contratos fue la estrategia de universidades como la UNAM para desarticular toda organización académica y política de løs académicos. No está de más decir que las contrataciones por asignatura repercuten directamente en la calidad educativa de la universidad, no porque sean “malos” profesores los contratados, sino porque no tienen las condiciones para ejercer su práctica docente con decencia. El acuerdo 83 acepta sin protestas esta realidad que comenzó a funcionar en la UACM al final de la administración de Esther Orozco y continúo en el interinato de Enrique Dussel. Ya que se llenan la boca de incluir a løs estudiantes con este acuerdo: ¿a quién de ustedes le preguntaron si están de acuerdo en la contratación de profesores por asignatura? Dirán la rectoría y el CU que no hay otra alternativa, y responderemos: ¿y cuándo la han buscado? Con nosotros no. Segundo, se dejan intactas y vulneran aún más las diferencias entre docentes (basadas en las mismas mafias que se pretende disolver). Personalmente hace mucho tiempo que me tiene sin cuidado elegir cursos, no tengo derecho más que a elegir tres materias, soy profesor de Ciclo Básico, es decir de segunda (al menos estoy mejor parado que mis colegas del Programa de Integración, los de tercera, que cada año deben peregrinar para encontrar trabajo dentro de su trabajo). Fui, en su momento, echado de academias del ciclo superior por no formar parte de su club. Y como me tienen sin cuidado sus pedigrí académicos me concentré en otras cosas. No se ve cómo el acuerdo cambie esta situación de desigualdad, en todo caso sólo parece buscar redistribuirla, porque la situación de fondo seguirá igual. Por ejemplo, todøs los profesores del Programa de Integración y el Ciclo Básico no estamos adscritos a ninguna licenciatura, motivo por el cual ya el último reglamento de titulación nos excluye de los comités de titulación, y este acuerdo de los comités de dictaminación (ver el punto 3 del procedimiento general). Tercero, se renuncia, de una vez por todas, a la colegialidad. El acuerdo 83 anuncia la muerte de la colegialidad, uno de los principios de la universidad por el que me enamoré de la UACM. El razonamiento es como sigue: “dado que las academias han degenerado en mafias que se reparten las materias, la colegialidad no funciona, por lo tanto hagamos un sistema teleinformático que asigne cursos” (y de una vez se vaya el niño al caño con toda el agua sucia). La colegialidad implica el desarrollo de valores que están en sentido contrario a esa educación que Freire llamó “educación bancaria”: valores de diálogo, cooperación, solidaridad y búsqueda de metas colectivas. El acuerdo 83 lanza por la borda estos valores y deja al docente a merced de sí mismo, en solitario pujando en el sistema por su carga horaria. Lo mismo hace con los estudiantes, a quienes, a través del dispositivo electrónico, se les pide manifiesten en solitario sus opciones. Es esto último lo más aterrador de la imagen de la universidad que me significa el acuerdo 83. Una universidad que promueve la competitividad y el individualismo en sus procedimientos y los disfraza de “participación”, que lejos de apoyar una cultura escolar diferente en la que estudiantes y académicos construyan su propia educación a través del diálogo y la cooperación, los enfrenta y separa como enemigos, ahondando las distancias en lugar de tender puentes. 15 de febrero de 2015, desde la periferia de la autonomía universitaria excarcelaria y pueblos originarios del antiguo valle de Anahuac, la Casa Libertad donde si me gusta vivir Emiliano Urteaga Urías PD1: ¿Por qué no registran su asistencia los propios estudiantes? Otro punto en que el acuerdo 83 respalda la cultura escolar establecida.
© Copyright 2024