CORAS-LA MINA Había una vez un glóbulo blanco llamado Belman. Un día, en el camino hacia el corazón, descubrió una vena por donde no pasaba nadie y eso atrajo su curiosidad. Anduvo hasta el final de la misma y allí encontró una especie de arma. Iba a investigarla cuando sonó la alarma. Salió corriendo de la vena y se topó con un poderoso virus, el Hechicero Rojo. Era el peor de todos. Las tropas salieron a luchar y Belman cogió el arma que había descubierto y se fue al laboratorio Riñón. Entró y al no ver a nadie preguntó: - Hola, ¿hay alguien? De una de las puertas salió un anticuerpo muy mayor. Belman dejó el arma encima de la mesa y George, que era como se llamaba el anticuerpo, se quedó mirándola, los ojos como platos y gritó: -¡Por el santo corazón, el arma reflectora! Se hizo un gran silencio y añadió: -¿Dónde la has encontrado? Belman no respondió, pero preguntó: -¿Quién es el Hechicero Rojo? George contestó: -Es un virus muy poderoso. Nosotros, los científicos, le conocemos con el nombre de Ébola – Y añadió: - Pero con ese arma le podremos vencer. -Necesitaremos más gente - contestó Belman –Llamaré a mis amigos:¡ Vena, Corazón, Arteria, venid al laboratorio Riñón, ya! Todos cogieron las armas y salieron. De repente, un rayo cayó a sus pies. Las armas empezaron a brillar y a dar vueltas. Cuando tocaron las armas, Belman y sus amigos se fusionaron con ellas. Ese era el poder secreto. El Hechicero les lanzó un rayo pero se reflejó. Belman gritó: -¡Hechicero cobarde, métete con uno de tu tamaño! El Hechicero lanzó su rayo más poderoso tres veces pero Belman lo convirtió en una esfera, se la lanzó con toda su fuerza y lo desintegró. Y ganaron la batalla. El cuerpo estaba libre de virus y desde ese día a Belman y a sus amigos se les conoce como los Reflectores del Mal. Santiago Carroquino 4º EP Cuando tenía seis años, mi abuela, que siempre era muy activa, decía que se cansaba mucho y que se fatigaba al caminar. Siempre había jugado mucho conmigo pero ahora le costaba mucho esfuerzo. •2• Un día muy caluroso de agosto le dijeron que tenían que hacerle un cateterismo para saber qué le ocurría en el corazón. - ¿Qué es eso, mamá?- pregunté inquieto. Ella me explicó que los médicos tenían que introducir una cámara por una arteria con un cable hasta el corazón. Era como hacer un viaje hasta allí para saber cómo estaba y curarla. Aquello me pareció increíble y me imaginé que yo podría hacer ese viaje en una pequeña nave para curar a mi abuela. Preparé mi nave con todos los materiales que pensaba que iba a necesitar. Estaba ilusionado y listo para entrar en un mundo desconocido para mí. Mi nave era de un material especial, transparente. Al principio no se veía nada, todo era de color rojo y la corriente me arrastraba por unos conductos con muchas curvas. Parecía que atravesaba órganos del cuerpo humano pero no los distinguía con mucha claridad. De repente, el camino se estrechaba y no podía avanzar. Lancé un misil y destruí una bola de grasa que venía hacia mí. Mi nave se tambaleaba pero logré estabilizarla y pude seguir mi recorrido sin más dificultades. Ya casi estaba en el corazón pero no podía verlo. ¿ Me habría equivocado de camino? La arteria era tan estrecha que tuve que anclar un muelle a las paredes de la arteria para poder ensancharla. Pronto la sangre empezó a circular por el conducto y a lo lejos pude ver el corazón. A medida que me fui acercando veía que al corazón le estaba llegando muy bien la sangre y que volvía a bombear correctamente. A través de la radio me puse en contacto con el centro de control para darles las buenas noticias. El corazón volvía a sentirse joven y feliz. Era impresionante ver todas aquellas cascadas de líquido por venas y arterias, todo bien organizado y coordinado. Me gustó ayudar al corazón de mi abuela. Fue una experiencia inolvidable. Daniel Esteve 6º EP Ya era la hora de salir de clase. Como siempre, Ana esperaba a que salieran sus amigas para ir todas juntas a casa. Por el camino entraban al “Frutos secos” a comprarse algo de merendar y comentaban y se reían de las tonterías que habían hecho en clase. Pero ese día, el de su cumpleaños, no fue así. Cuando salieron hacia su casa, Ana no dijo nada, no se compró nada y, sin despedirse, entró en su portal. -¡Qué rara estaba hoy Ana!, - dijo Raquel. -Sí, - contestó Julia. •3• -Seguramente ha tenido un mal día,- respondió Andrea. Y se fueron cada una a su casa. Al día siguiente, Ana ni siquiera les esperó y empezaron todas a preocuparse. -¿Qué podemos hacer? – preguntó Raquel -No lo sé,- contestó Andrea. -Ayer vi un programa en la tele que decía que si te pones al lado de una persona que esté soñando contigo te puedes meter en su interior – dijo Julia. -Podemos probar – contestaron todas a la vez. Y aquella noche, cuando Ana ya estaba dormida, se colaron en su habitación y, de repente, ¡estaban dentro de su cuerpo! ¡Había soñado con ellas! Fueron al corazón y allí se encontraron a un señor de tamaño diminuto… -¡Buenas noches! – dijo el señor. -Queremos saber qué le pasa a nuestra amiga. -Tenéis que ir al cerebro, allí es donde se almacenan los sentimientos; buscáis el apartado de “más recientes” y lo averiguaréis. Así que fueron al cerebro siguiendo las indicaciones que el señor corazón les había dado y encontraron con vídeo sobre el cumpleaños de Ana. En él le regalaban un perrito – siempre había querido tener uno – y cuando fue a cogerlo se asustó y salió corriendo… Ahora ya sabían por qué Ana actuaba de esa manera. Salieron de su cuerpo y de su casa y se dedicaron a buscar a su perrito. Lo encontraron y al día siguiente se lo devolvieron. Y Ana nunca más dejó de ir con sus amigas. Helena Hernández 6º EP Había cuatro virus que viajaban por muchos países. En una ocasión vieron un pequeño pueblo y se bajaron a experimentar. - A ver, ¿a qué niño contagiamos? – se dijeron, riéndose, unos a otros. Se asomaron a muchas ventanas y se pararon delante de una desde donde veían a cuatro niños. Y como la madre estaba gritándoles se quedaron con sus nombres. Uno era Carlos, que era muy alto; María era bajita y guapa; Jaime también era bajito y llorón y Pilar, que era muy graciosa y con los pelos rizados y revueltos. Decidieron contagiar a toda la familia y se pusieron sus mismos nombres. A Carlos empezó a picarle la nariz y estornudó y el virus casi sale volando pero se agarró a sus pelos. María tenía muchos mocos y empezó a toser. A Jaime le dolía la garganta y además tenía mocos. Y a Pilar le pasaba de todo: •4• estornudaba, tosía, tenía mocos y un terrible dolor de garganta. Estaba fatal. La madre, que era muy lista, cuando los vio pensó: -Uhhhh, estos niños están muy mal. Tengo que hacer un montón de zumos de naranja. Pero no quedaban naranjas en el frigorífico. Fue corriendo al mercado y trajo unos cuantos kilos de naranjas y se puso a hacer zumos dobles para todos. Sin miel y sin azúcar. A Carlos no le hacían mucha gracia y se los bebió de mala gana. A los otros les encantaba y poco a poco se fueron encontrando mejor. Los virus empezaron a marearse y como vieron que no tenían nada que hacer allí decidieron marcharse y buscar otros niños de los que reírse. Y cuando se iban vieron que los niños empezaban a estar contentos porque su madre los había curado. Rocío Pérez Bonilla 6º EP Era un día de invierno y Sara estaba muy enfadada, como siempre, porque su madre la había castigado. A la mañana siguiente, de camino al colegio, Sara vio un pequeño gatito que maullaba con tristeza en lo alto de un árbol. Entonces se paró y en vez de ayudarlo hizo como si nada y siguió caminando. No tenía corazón… Cuando llegó al colegio, se sentó en su pupitre de brazos cruzados y sin hablar con nadie. En el patio sólo jugaba con Pedro, que nunca se enfadaba y le ponía una sonrisa a todo. Se lo pasaban bien juntos. Cuando Sara llegó a casa seguía enfadada con su madre… De pronto, se empezó a encontrar mal, le vino un fuerte dolor de cabeza y al instante se desmayó. Su madre se acercó corriendo, pero no pudo reanimarla, así que la llevó al hospital. Su amigo Pedro fue a verla y le pidió a la doctora que le dejase unos minutos a solas con Sara. Él sabía que no era nada pero rompió a llorar y así, como por arte de magia, se metió en el cuerpo de Sara haciéndose tan pequeño como un microbio. No sabía qué estaba pasando, pero una voz grave y profunda le susurró que no se preocupara y que había sido elegido para cambiar el corazón de Sara y hacer de ella una persona mejor. Se puso manos a la obra y empezó a caminar y cuando ya parecía que había llegado se encontró con un obstáculo que le impidió caminar: eran los pulmones. Bueno, claro, vistos desde ese ángulo parecían muchísimo más peligrosos, pero Pedro no tuvo miedo y dando un salto consiguió sobrepasarlos. Muy cansado, llegó al corazón, lo examinó un poco y entonces encontró el problema: Sara •5• tenía una pequeña espina clavada, así que tiró con fuerza y consiguió sacarla dejando que latiera con alegría. Al instante, Pedro se vio fuera del cuerpo de Sara recuperando su tamaño habitual y Sara nunca más volvió a enfadarse con su madre y fue, desde ese momento, una persona más humilde y amable y, lo que es más importante, con un corazón bueno y sin espinas. Luisa Benito 6ºEP Érase una vez una ciudad llamada Cuerpo Humano. En él había sitios como la calle Esófago, la Plaza Faringe, el Lago de Jugos Gástricos,…En el lago viven los Helicobacter Pylori. También hay un fantástico parque acuático llamado Intestino Delgado, una gran montaña rusa llamada Intestino Grueso, la gran biblioteca Estómago y el hotel Corazón. Eso sí, hay villanos llamados Virus por los alrededores. Los Anticuerpos son nuestros grandes héroes. Los Glóbulos Blancos y los Glóbulos Rojos son nuestros amables ciudadanos. La lluvia se llama Pepsina. En resumen, El Cuerpo Humano es maravilloso. Pero un día, una banda de villanos se coló en la gran ciudad y lo alborotaron todo. Ensuciaron el lago y la calle Esófago y tiraron basura por la plaza Faringe. La montaña rusa y el parque acuático se estropearon. Además arrojaron por el suelo los libros de la biblioteca y desordenaron las habitaciones del hotel. Por suerte, llegaron nuestros héroes y tras una buena pelea les hicieron morder el polvo. Rocío Chóliz 4º EP VIRUS VS GLÓBULOS BLANCOS Érase una vez una niña llamada Ana. Un día estaba desayunando con su madre y empezó a notar cierto dolor en las piernas y además tenía fiebre. Su madre le dijo que sería de crecimiento. Ana fue al colegio como todos los días, pero a los diez minutos de entrar tuvo que irse, se encontraba muy mal. Su madre la llevo al médico, donde le detectaron una enfermedad no muy conocida. Consistía en que dentro de sus venas y arterias había una guerra. Los virus contra los glóbulos blancos, las defensas de nuestro cuerpo. El ejército de los virus eran millones de soldados que se habían infiltrado en el cuerpo de Ana cuando fue a visitar a su abuelo que tenía gripe y le llegaron unas gotas de saliva mediante un estornudo. El ejército de los glóbulos blancos eran menos que los virus pero •6• tenían millones de escudos y armas para contraatacar. Además cada vez que la sangre les tocaba se hacían más y más resistentes. Idearon un plan que consistía en una barrera que no dejaba pasar a los virus y, al lado, un foso que anteriormente habían cavado para que los virus se cayeran al ácido y se murieran. Pero se les olvidó poner la última pieza de la barrera por donde los virus pudieron pasar. Así que los glóbulos blancos tuvieron que tirar bombas, granadas, todo tipo de armas, lo que produjo que algunas venas y arterias se rompieran. Finalmente, los médicos tuvieron que operar a Ana de urgencias, su estado era muy grave. Afortunadamente la operación fue muy bien y en los siguientes días, gracias a los médicos y al tratamiento realizado, Ana pudo continuar con su vida como si nada hubiera pasado. Cayetana Corchero 5º EP EL GLÓBULO ROJO Érase una vez un pequeño glóbulo rojo que iba de los pulmones al corazón. Cuando llevaba un largo trecho recorrido, se encontró con un compañero viaje llamado Oxígeno y éste le preguntó: - ¿Sabes por dónde está el corazón? Quiero ir allí y me he perdido. El glóbulo rojo respondió: -¡Yo voy hacia allí! ¿Por qué no vamos juntos? Así el camino no será tan aburrido. Después de un rato subiendo y bajando por las venas se encontraron con una gran dificultad: una herida en la pared de la vena por la que iban en ese momento y les absorbía con mucha velocidad y presión. En ese instante aparecieron a la velocidad del rayo un gran número de plaquetas. Con mucho esfuerzo consiguieron cerrar la herida, pero ya era tarde y algo horrible había sucedido... ¡Habían entrado bacterias! Menos mal que estaban los glóbulos blancos para protegerlos de estos malvados microbios… Comenzaron una gran batalla y ganaron. Al final el glóbulo rojo y el oxígeno pudieron continuar su camino y llegar bien a su destino final.... el corazón. Rafael Salazar 4º EP UNA ARAÑA PEQUEÑA PERO PELIGROSA Había una vez un niño que estaba jugando a la pelota y se le cayó a un arbusto. Cuando fue a cogerla le picó una araña. Él pensaba que sólo le había picado pero como era una araña muy rara y pequeña, en vez de picarle se le metió en el •7• cuerpo y empezó a explorarlo. La araña estaba perdida, no sabía por dónde ir. Veía "toboganes" azules y rojos que eran las venas. Bajó por el rojo y acabó en una especie de esponjas dónde hacía mucho viento (eran los pulmones) y vio otra vez esos dos toboganes. Esta vez se bajó por el azul y llegó hasta una especie de cueva que de repente empezó a dar vueltas y vueltas y la araña subida a un trozo de tarta... Era el estómago. La pobre arañita estaba sola y triste, no sabía qué hacer. De repente se le ocurrió una idea: volver a los toboganes y escalarlos... pero no pudo porque estaban resbaladizos con tanta sangre. La arañita ya sí que no sabía qué hacer. Se quedó allí atrapada y se alimentaba de los restos de comida. Cuando se hizo de noche, estaba buscando un sitio para dormir y se fue a un lugar donde había una cosa roja que palpitaba sin parar y sonaba mucho. Era el corazón. Encontró un sitio cómodo y muy silencioso pero la araña no podía dormir; estaba muy asustada. Al final se pudo dormir y soñó que había podido salir de aquel laberinto, pero cuando se despertó tan contenta, se puso otra vez triste porque supo que sólo había sido un sueño. Mientras la araña seguía en el cuerpo del niño él no notaba nada. Un día, cayó enfermo y no pudo ir al colegio: estaba enfriado y no paraba de toser y de estornudar. La araña seguía atrapada. Ella, en vez de toser, no paraba de llorar. Y se le ocurrió otra idea: volver a esas cosas esponjosas donde hacía mucho viento y volver por donde había venido... pero tampoco funcionó. Entonces la arañita, mientras lloraba, empezó poco a poco a subir. Ella no sabía lo que estaba pasando pero presentía que era algo bueno. A medida que iba subiendo veía cosas que le sonaban: las esponjas donde hacía mucho viento, la cosa roja que palpitaba sin parar y los toboganes rojos y azules. Cuando llegó a la garganta vio una especie de cuerdas y las empezó a tocar. De repente el niño se puso a cantar. Entonces el niño estornudó y la araña salió disparada. ¡Qué contenta se puso cuando se vio fuera. La araña se rascó una pata para asegurarse de que no había sido un sueño, pero no, era verdad, y la arañita, tan feliz, volvió a su casa. Tan feliz... pero llena de babas. María Corella Díaz-Pisón 4o EP LOS OJOS Había una vez un pueblo llamado Cuerpolandia. Todos los pobladores estaban felices. Un día, el ojo derecho le apostó al ojo izquierdo a ver quién veía mejor. Quién ganara podría dar órdenes al perdedor durante un día. El niño de 9 años le dijo a su madre que veía mal con el ojo izquierdo. Entonces había ganado el derecho. El ojo izquierdo se enfadó y cuando le daba órdenes el derecho, él no le hacía caso. Al día siguiente el ojo izquierdo quería envenenar al derecho, y para ello hizo una pócima. Los pobladores se enteraron de que el ojo izquierdo quería envenenar al derecho y se lo dijeron. El derecho se preocupó y empezó a perder la calma. •8• Al día siguiente el ojo izquierdo le dio la pócima al derecho diciéndole que era agua. El derecho, como ya sabía que era una pócima, dijo que no tenía sed pero el ojo izquierdo le presionaba diciendo que tenía que beber. Entonces el derecho le dijo al izquierdo que sabía que era una pócima. El izquierdo se enfadó más y quiso hacer otro plan. El derecho lo sabía porque se lo dijeron los pobladores que cada vez estaban más preocupados. Todos los pobladores iban con el ojo derecho y hacían lo posible para que no envenenara al izquierdo. El izquierdo quiso matar a los pobladores y al ojo derecho, y para ello hizo un spray. El plan era echarles por la noche el spray a los pobladores y al ojo derecho. Por la mañana, los pobladores y el ojo derecho todavía estaban vivos. El ojo izquierdo no pudo matarles porque le habían puesto un parche al niño en el ojo izquierdo. El ojo derecho y los pobladores se enteraron de lo sucedido y también se enteraron de que tenía que llevar el parche durante un año. El ojo izquierdo se cansaba de no ver y se aburría. Y así fue cómo el ojo derecho fue un superhéroe y el izquierdo un villano. Sofía Aísa 4º EP EBOLUM Esta leyenda trata sobre una bacteria muy, pero que muy mala, la bacteria Ebolum. De esta bacteria decían que si te llegaba al cuerpo te podías poner muy enfermo y tenías que estar un año en cama. -¿Te has enterado de la bacteria que hablan en el periódico?- preguntó una anciana sentada en un banco, mientras daba de comer a las palomas. -Claro, ¡quién no lo sabe! Ha salido en las noticias y dicen que es muy peligrosa- dijo la otra anciana Mientras, dentro del cuerpo de un campesino: -Con este plan no podemos perder, si no nos echaran del cuerpo, cosa que no queremos, ¿no?-dijo Ebolum. -i NO! - Gritaron todas las otras bacterias al unísono. Entonces empezaron a andar cuando dos células con escudos y espadas les gritaron: -¡ALTO!, no deis un solo paso más o intervendremos, y os aseguramos que no será bueno para vosotros. Pero Ebolum y sus secuaces siguieron adelante. Los escuderos se miraron con cara de sobrados, pero vieron que un campo de fuerza empezó a crecer alrededor de Ebolum y los demás. Y siguieron. Cuando tocaron a los escuderos, éstos salieron volando rebotando contra las paredes. El campesino empezó a vomitar. •9• Querían llegar al corazón y pararlo para que el campesino falleciera. Cuando llegaron al corazón comenzó una gran vibración y todas las bacterias empezaron a tambalearse hacia atrás como en un día de huracán. Lograron agarrarse a una arteria e hicieron un conjuro para mantenerse en pie. Cuando iban a atacar al corazón se oyó una voz misteriosa que decía:-¡Oh, Dios mío, este dolor me está matando! Las bacterias se miraron entre sí para ver qué pasaba. Entonces una voz distinta dijo: -¿Pero no veis lo que le estáis haciendo a un inocente campesino?- Las bacterias no le dieron importancia y siguieron con el plan. La voz continuó: -Bueno, si eso es lo que queréis… No os dais cuenta de que si el campesino muere vosotros también. Entonces Ebolum entró en razón y dieron marcha atrás. Y cambiaron y se volvieron buenos y células y bacterias vivieron en armonía. Iker López 6º EP LA VICTORIA DE LOS GLÓBULOS BLANCOS UN día, en un país lejano, un niño llamado Manuel iba paseando por su pueblo. Se había levantado con muy buen humor porque hacía un día estupendo. Se había puesto un pantalón corto, una camiseta de manga corta del Real Madrid, - ya que hoy jugaba un partido - y sus deportivas preferidas. Como estaba tan contento, después de desayunar le pidió a su madre si podía ir a dar un paseo y se lo dijo de esta manera: - Mamaíta, por favor, ¿dejas a tu querido hijito ir a dar un paseíto ?- Su madre le respondió: - ¡Claro que sí! Manuel salió de casa en dirección al rocódromo. Por el camino se encontró a su amigo Pepe. Manuel le dijo: -Voy al rocódromo, ¿quieres echar una carrera a ver quién sube antes ? -Vale, la carrera empieza... ¡ YAAAAAAA! Pepe y Manuel echaron a correr y no llevaban más de un minuto corriendo cuando Manuel cayó al suelo. La rodilla le sangraba. Manuel, sin preocuparse de su rodilla, siguió corriendo. Mientras tanto, recordaba lo que su profesora les había explicado hacía poco: un ejército de plaquetas ya estarían corriendo por sus venas hacia su rodilla. Entre todas harían una gran muralla que no dejaría pasar la sangre. • 10 • Por eso corrió tranquilo hasta el rocódromo .Allí subió rozando la rodilla con la pared sin darse cuenta de que le seguía sangrando. Después de la carrera, contento por haber ganado, llegó a su casa. Al llegar, su madre le miró la rodilla, extrañada del mal aspecto que tenía. Al cabo de un rato, a Manuel le dolía la cabeza y la tripa . Su madre decidió llevarle al médico. El médico le dijo: -Manuel, has cogido un virus en las paredes del rocódromo, pero no te preocupes porque los glóbulos blancos te salvarán. Y comenzó la gran batalla entre el virus y los glóbulos blancos. Manuel estaba mareado. Se tumbó y cerró los ojos; mientras tanto imaginaba cómo estaría su cuerpo por dentro: los glóbulos blancos vestidos de soldados se iban acercando al virus y emprendían una gran batalla. Un día después, Manuel se encontraba mucho mejor. ¿ Qué habría pasado? Los glóbulos blancos habían vencido al virus. Seguro que los glóbulos blancos estarían haciendo pancartas de ... ¡¡¡VICTORIA!!! Inés Esteban-Porras Gil 4º EP HÉROES Y VILLANOS EN EL CUERPO HUMANO Érase una vez un glóbulo rojo que formaba parte de la circulación sanguínea de nuestro cuerpo. Nació y rápidamente se alistó al torrente con sus compañeros. Sus amigos lo llamaban Rex. Pronto se convirtió en el líder del grupo. Todos le querían y le respetaban. Un día vio que ocurría algo raro a su alrededor. Los glóbulos blancos, sus protectores, estaban muy alterados. Después de un tiempo navegando en el plasma sanguíneo, se encontró con Blas, el jefe de los glóbulos blancos de ese sector. En la conversación que tuvieron, Blas le contó a Rex lo que sucedía. ¡Virus y bacterias nos atacan por todos lados! Rex transmitió esta información a sus compañeros para que permanecieran en estado de alerta. Pero los verdaderos protagonistas entraban en acción. De todas partes llegaba ayuda, más glóbulos blancos, como Blas; plaquetas, para tapar las infecciones producidas por los virus y bacterias malignos, e incluso algunas bacteria y hongos amigos del organismo vinieron a ayudar. Empieza el combate entre héroes y villanos, y la cosa se pone cruda para los héroes, porque el enemigo se multiplica a mucha velocidad. Aún así esto no supone un problema ya que tanto bacterias como glóbulos blancos también se multiplican velozmente. Las bacterias enemigas, matan a muchos de nuestros defensores con sus toxinas, pero nuestro organismo reacciona y envía a las subdefensas de los glóbulos blancos, cuya función es quedarse pegados en la pared celular de las bacterias y de los virus para evitar que se • 11 • multipliquen y detectar dónde se encuentran. Aún así, los virus consiguen reproducirse por millones cada vez que matan a una célula. Blas, viendo cómo se fragua la batalla, ordena a sus compañeros que expulsen una niebla azul, para matar a los virus. Mientras tanto, las plaquetas actúan intentando cerrar la herida formando una especie de red, para evitar la entrada de más virus y bacterias. Todo funcionó muy bien, y aunque perdimos muchos glóbulos blancos y plaquetas, ganamos la batalla. Después del final de esta lucha, las células macrófagas se disponen a limpiar el estropicio. Una vez más, Rex y todos sus compañeros dan las gracias a su héroe Blas, que bajo su dirección y coordinación habían ganado la batalla. Y para celebrarlo, los glóbulos rojos preparan una fiesta para todos. Carmen Cecilia Muñoz Martínez 6o EP CARLA Y EL SEÑOR MARTÍN Carla estaba muy emocionada. Había sido elegida para participar en una expedición al interior del corazón. Unos doctores la metieron en una máquina y la hicieron de tamaño microscópico; luego entró en una nave pequeñísima y los doctores, con una jeringuilla especial, la inyectaron dentro de su nave a la vena cava que conduce hasta el corazón. Estaba muy nerviosa porque iba a visitar el órgano más importante del cuerpo humano, el músculo que más trabaja, el que bombea la sangre a todos los órganos de nuestro cuerpo y sin el que no podríamos vivir. Primero entró desde la vena cava a la aurícula y vio que sus paredes eran muy finas; luego pasó al ventrículo y observó que sus paredes eran más gruesas y musculosas. Cuando estaba ahí notó un fuerte golpe, el ventrículo se había contraído y le impulsaba con fuerza a la arteria para salir impulsada fuera del corazón. Este movimiento, recordó que se llamaba sístole. De ahí salió a todo el organismo para repartir toda la sangre oxigenada a todas las células y llevarles el oxígeno, al tiempo que tomaba el dióxido de carbono. Luego fue a los pulmones y en ellos hizo el intercambio de gases. En los alvéolos, dejó el dióxido de carbono y cogió el oxígeno para llevarlo a todo el cuerpo y volver al corazón. Fue un viaje muy divertido y también se dio cuenta de que por algunas venas por las que pasaba tenían unas gruesas capas de grasa que le impedía circular con facilidad con su nave. El • 12 • colesterol se había depositado en las paredes de los vasos sanguíneos y los taponaban, por eso dificultaban el paso de la sangre. Carla se dio cuenta de que el cuerpo por el que estaba viajando no era de una persona sana, sino que debía de tratarse de una persona que comía mucha comida con grasa, bollería industrial y aperitivos fritos; por eso pensó que lo primero que iba a hacer al terminar la expedición era decirle al dueño de ese cuerpo que debía cambiar de hábitos alimentarios y comer más sano, más variedad de frutas, verduras, lácteos, pescado y frutos secos y practicar más deporte, para encontrarse mejor y reducir su colesterol. Cuando Carla salió del cuerpo, la devolvieron a su tamaño original; luego le presentaron al señor Martín que era el dueño del cuerpo donde le habían introducido. Carla le advirtió que en su viaje al interior de su cuerpo había visto que tenía mucho colesterol y debía cambiar sus hábitos de vida, por eso se fue con él a celebrar que su expedición había sido un éxito y se fueron a dar un paseo y a comer unas ricas manzanas junto a un estanque del parque. Y se lo pasaron tan bien esa tarde, que desde entonces fueron grandes amigos. Lucía Ezquerra Gimeno 6º EP INCANSABLE VIAJERA Érase una vez una viajera incansable llamada Sangre. A ella le gustaba ir por todas las partes del mundo pero siempre volvía al Corazón. El Corazón era el país que más le gustaba porque le daba energía para visitar otros lugares. Antes de llegar pasaba por los Pulmones, recogía un poco de oxígeno y llegaba al Corazón con fuerzas como para recorrer el resto de países. Podía recorrer cualquier país: Cerebro, Piernas, Brazos.... Siempre regresaba agotada y tenía que volver al Corazón para coger fuerzas. A la Sangre le encantaba el Corazón, pero el Corazón tenía enemigos; el más poderoso era Infarto. Así que la Sangre buscó aliados para derrotar a Infarto. Entre ellos eligió a Vegetales, Frutas, Legumbres, Cereales y Deporte, y así entre todos pudieron vencer a Infarto. Álvaro Lahoz Marquesán 59 EP HUGO Hugo era un niño de 9 años que era muy malo; siempre pegaba a sus compañeros sin ningún motivo, no estudiaba, insultaba, se portaba mal en clase y en casa era muy desobediente. Un día, mientras Hugo estaba durmiendo, un duende apareció en su habitación e hizo que Hugo pudiera viajar a su propio corazón. Fue una larga expedición, con curvas, pasando entre los huesos y saltando venas y arterias y, al • 13 • avanzar, oían un ruido que retumbaba rítmicamente y cuanto más se acercaban, más fuerte sonaba. De repente, se encontraron delante de un corazón muy oscuro, casi negro. Hugo se quedó boquiabierto y el duende le explicó que ese era su corazón y que estaba así de negro porque reflejaba el mal comportamiento de su dueño. El duende lo llevó a la realidad y desapareció. Hugo despertó y empezó a portarse bien. Un mes después, el duende lo volvió a llevar a su corazón y vio que ahora estaba limpio y rojo. El duende se despidió para siempre y Hugo empezó una nueva vida. Manuel Tricas 6°A E.P. GLOBI -¡Hola! Soy Globi, un glóbulo rojo. Vivo en una ciudad que se llama Rojiblanco porque convivimos contentos los glóbulos blancos y rojos , pero esto no fue siempre así. Antes vivíamos separados y enfrentados los unos con los otros, hasta que un héroe nos hizo entender que podíamos llevarnos bien. Bueno, os cuento la historia: En la aldea, un día la sangre estaba sucia. Aparecieron unas cosas verdes y viscosas y todos enfermaron. Por megafonía escuchamos: -¡Soy el virus Virulento y si no me entregáis el corazón seréis mis esclavos para siempre!. Justo entonces apareció el capitán Leucocito con su ejército de glóbulos blancos y venció a Virulento, demostrando que los glóbulos blancos siempre defenderán a los glóbulos rojos. Desde entonces vivimos juntos, contentos y en armonía, en Rojiblanco porque sabemos que no podemos vivir separados. Clara Soria Tazón 5º EP TONI Y TINA Érase una vez dos microbios muy aventureros llamados Tony y Tina. Un día a Tony se le ocurrió empezar un viaje al centro del corazón y Tina aceptó la idea del viaje. El lunes a las 9:30 de la mañana Tina y Tony se pusieron manos a la obra. Después de varias horas haciendo las maletas dieron las 21:00 de la noche y fueron a casa de un niño llamado Arturo para meterse en su interior. • 14 • Llegaron a la casa pasando por el hueco de la puerta, entraron en su cuarto cuando estaba dormido y cuando Arturo abrió la boca para roncar se metieron. Bajaron por la garganta gritando de diversión y como bajaron tan deprisa, en vez de aterrizar en los pulmones aterrizaron en el intestino grueso. Al principio se asustaron porque no sabían dónde estaban pero pronto se tranquilizaron y siguieron con el viaje. Después de 5 minutos escalando y esquivando los agujeros para no caerse, llegaron al intestino delgado pero no sabían muy bien dónde estaban porque todo estaba oscuro y no se veía nada. A Tina se le ocurrió sacar la linterna que llevaba dentro de la mochila, la encendió y al momento sabían exactamente dónde estaban. Dos minutos más tarde llegaron al páncreas que estaba muy viscoso y resbalaba mucho. Casi no podían andar, pero después de varios minutos haciendo esfuerzos y sufriendo lo consiguieron y pasaron el páncreas. Después de pasar el páncreas, llegaron al estómago que estaba muy, pero que muy sucio y les daba mucho asco pero sacaron de sus mochilas unos zapatos anti suciedad y no se manchaban ni una gota. Pisaban con mucho cuidado para que los zapatos no se les cayeran, porque les venían muy grandes. Y así llegaron al hígado con algunas dificultades. Cuando pisaron el hígado no podían quitar el pie porque se quedaba pegado como cuando pisas un chicle enorme y se te pega el pie y no lo puedes quitar, pero antes de que Tina pisara el hígado ayudó a Tony para que se le despegaran porque él fue el primero en pisarlo. Tras el hígado llegaron a los pulmones que les parecieron saltarines y empezaron a saltar los dos. Y vieron encima las costillas y se les ocurrió impulsarse para poder agarrarse a ellas y dejar de saltar para poder continuar. Había tantas costillas y espacios entre ellas que era imposible llegar a la siguiente porque eran diminutos. Entonces se miraron los dos con cara de decepción porque dudaban poder continuar el viaje, pero Toni no se rindió. Tina recordó que en sus mochilas también tenían unas cuerdas. Las cogieron y con mucha puntería las lanzaron a la siguiente costilla, como vaqueros expertos y se tiraron con la cuerda atada a la cintura…Al final llegaron al corazón que estaba sano, fuerte, rojo y muy limpio como ellos se lo esperaban. Tina y Toni cogieron sus cámaras, le hicieron unas fotos al corazón y se marcharon corriendo antes de que Arturo se despertase. Paloma Gallego 5º EP • 15 • Érase una vez una niña que aspiraba a ser pintora. Un día se encontró a un pintor muy conocido llamado Velázquez quien le dijo que para convertirse en pintora primero tendría que descubrir muchos misterios y hacerse detective. La niña, muy sorprendida, emprendió su camino en busca de misterios. En su viaje llegó a Noruega donde encontró una casita alejada de la ciudad. Había oído que pesaba una maldición sobre ella y decidió entrar. La encontró polvorienta, con muebles muy antiguos y llena de plantas. Una de ellas era enorme y destacaba por encima de todas. Entró en la cocina y vio que había mucha basura desperdigada por el suelo y un escarabajo muerto del mismo color que la escalera que conducía al piso de arriba. Empezó a subir pero tropezó y cayó rodando. Un pequeño recipiente de cobre era el culpable. Intentó abrirlo pero no podía porque estaba oxidado. Por suerte, encontró una barrita de hierro y haciendo palanca y mucha fuerza consiguió abrirlo. Dentro del bote había una llave muy pequeña de oro fino. La niña pensó que tal vez con esa llave conseguiría abrir la puerta de arriba. Subió corriendo, introdujo la llave y…la puerta se abrió. La habitación estaba a oscuras pero se dio cuenta de que había muchas moscas. Al lado de la cama había una mesilla de noche y encima una lata de Coca-cola de donde cayó, tras agitarla, otro escarabajo muerto. Observando de cerca el bicho vio que llevaba un extraño collar con una llave diminuta. Encajaba perfectamente en uno de los cajones. Lo abrió y apareció una carta con el siguiente mensaje: “ Si lees esta carta eres una persona inteligente, pero aquí no acaba el misterio; la siguiente pista está al lado y te conducirá a tu próximo destino”. Era un trozo de queso seco y maloliente. “Queso, queso, queso,…” pensó. “Claro, ya está, en Francia hay mucho queso que huele a rayos”. Cogió un vuelo a París y de allí al pueblo de Roquefort. A medida que se acercaba al pueblo vio una casa antigua que parecía abandonada, semejante a la de Noruega. Entró. No había nadie. Recorrió las dependencias hasta llegar • 16 • al baño y se encontró con una rata muerta pintada de azul. Eso no le ayudaba mucho pero al final dio con la respuesta: todo el suelo de la casa estaba pintado de marrón excepto una baldosa azul. Sacó la baldosa de su sitio y descubrió que daba a una cámara secreta en la que sólo había un cartel y una silla con una nota: “Asseyez- vous “. La niña se sentó y al sentarse se hundió con la silla y fue a caer en otra sala donde estaba Velázquez. Éste le dijo: -¡Enhorabuena, niña, has resuelto el misterio! Ahora tienes tema para pintar o puedes ser detective, tú eliges. Ella eligió ser detective y llegó a ser mundialmente conocida. La historia puede que no sea del todo cierta pero si te encuentras a la detective “CUÍDATE. LA PINTORA PUEDE DAR CONTIGO.TIENE UNA LUPA INCREÍBLE”. Javier Muñoz 2º ESO Se despertó sobresaltado, abriendo los ojos instantáneamente mientras escuchaba sus propios latidos. Sentía un dolor en el pecho que apenas le permitía respirar. La luz de la luna, que entraba por la ventana, se reflejaba en sus ojos de azabache, cuyas pupilas estaban dilatadas. Desde la calle, el viento, que arrastraba con furia entre sus brazos las hojas mustias y secas de aquel invierno infernal, se hacía oír dentro de la estancia. Dejándose llevar por un impulso repentino aquel hombre de mirada penetrante y fría, salió del piso dando un portazo, llevando consigo tan sólo una tabla tapada y dispuesto a no volver allí en su vida. Justo entonces le llegó un telegrama, que nunca pudo leer: “Cuídate. La pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble.” Los Ángeles, un día antes… El flash de una cámara le llegó de frente a los ojos, provocando que apareciesen puntos en su campo de visión. Las cámaras lo enfocaban. Los periodistas le lanzaban torrentes de preguntas a las que se veía incapaz de • 17 • responder. Se trataba de una entrevista a un negociador de arte. Estaba indignado. Anna Jetsen, una de las mejoras pintoras del país, había ofrecido para una subasta , el jueves anterior, una de sus dos últimas obras; la otra, la había vendido por un elevado precio al negociador entrevistado y por alguna razón las dos obras habían sido intercambiadas. Terminada la entrevista, aquel hombre, Jonathan Sword, caminó con rapidez hacia un almacén. Las piernas le temblaban de rabia. Cuando entró se acercó con paso firme a la pintora que le estaba esperando. Ésta le sonrió con gracia, pero Jonathan sacó un revólver del bolsillo y le apuntó a la cabeza: -Yo también me alegro de verle – comentó Anna. -Pagué un dinero por mi pintura y eso es lo que quiero – masculló Sword con el arma apretándole la frente. -No ha sido culpa mía. Estoy tan indignada como usted. Yo lo único que sé es que el cuadro lo tiene otro y no sé quién es – Hizo una pausa antes de añadir otra amenaza – Si no tengo ese cuadro dentro de un par de días, te mataré. Dio media vuelta y se marchó. Lejos de allí, un adinerado amante del arte decidía el lugar dónde colocar su nueva adquisición. El lugar elegido era el adecuado y contempló, satisfecho, su obra. Poco tiempo después oyó el timbre de la puerta y fue a abrir. Su hijo había venido a visitarle. A sus veintitrés años apenas veía a su padre, así que éste pensó que aquella visita se debía a su nueva compra. Pero no pareció importarle, pues le abrazó con fuerza: -¿Qué tal? -Hola, papá. -¿Quieres venir a ver lo que hay en el salón? -Claro. Se acercaron los dos al cuadro que el padre, John Lauren, había comprado en una subasta. A su hijo no pareció gustarle el lugar que había elegido su padre para colocarlo, así que lo cogió: -¿Qué haces? – se quejó John - ¡Con lo que me ha costado elegir el sitio! • 18 • -Pues lo has elegido mal. Aquí casi no se ve. -¡Trae eso! Y tras una disputa en la que cada uno agarraba el cuadro por una esquina, se les cayó al suelo, rompiéndose el marco. El hijo se agachó para recoger las piezas tratando de enmendar el error. Su padre puso el grito en el cielo: -¡Con lo que me ha costado conseguirlo y vienes aquí a estropearme una de mis más preciadas posesiones! ¿Cómo te atreves…? El primogénito levantó entonces la vista mientras extendía la mano a su padre haciendo entrega de unos papeles. Había muchos números y letras incomprensibles. Sin embargo, pudo leer algo que sí comprendió. Había datos más que suficientes acerca del derrocamiento de un gobierno. Una obra de arte no sólo transmitía belleza… John abandonó su casa aquella misma noche temeroso de que alguien descubriese lo que tenía en su poder. Sólo había cogido el cuadro y los informes que había encontrado. Entre lágrimas de desesperación y miedo se hallaba escondido en un hotel a las afueras de la ciudad, donde había dado un nombre falso. No se había atrevido a llamar a la policía temiendo que eso pudiera ponerle en peligro mortal. Observó el cuadro hasta el anochecer, y cuando la oscuridad de la noche lo ocultó todo a sus ojos, decidió deshacerse de él. El frío era tan intenso que apenas podía soportar aquella situación por más tiempo, pero continuó avanzando por la ciudad hasta que se vio en un callejón oscuro, sin salida. Todo le parecía tan tétrico…Le parecía que algo o alguien dispuesto a acabar con su vida fuera a salir de entre las sombras. Tiró el cuadro al fondo de un gran contenedor, pero no se atrevió a hacer lo mismo con los papeles encontrados. Así que los escondió con cuidado entre sus ropas. Cuando se disponía a salir de allí sintió que le colocaban una pistola en la nuca. Con la vista nublada, aterrado, levantó los brazos, y apenas pudo oír las órdenes: -¡Los papeles! – le dijo una suave voz femenina. -¿Quién es? – preguntó con voz temblorosa. Y tras oír cómo preparaba el arma, empezó a sacarlos de donde los había escondido. -Bien,…¡dámelos! – le volvieron a ordenar. Entonces oyó un disparo y notó cómo la mujer que tenía a su espalda se desplomaba. Se trataba de Anna y quien había disparado era Jonathan. Éste ordenó: • 19 • -¡Entrégamelos! John se los entregó pero se vio obligado a continuar obedeciéndole. Tuvo que coger de nuevo el cuadro. Se lo mostró y, Jonathan, tras echarle un vistazo, empezó a apretar los dientes con fuerza. ¡Era una copia! Anna había guardado el original desde el principio. Aquellos no eran los verdaderos papeles. La ira que se agolpó en sus venas fue tal que buscaba algo sobre quien descargar pero John, hábil sin saber cómo, le arrebató la pistola y descargó todas sus balas sobre Jonathan que cayó al cuelo como un pesado fardo. John empezó a correr sin saber adónde iba. Tampoco sabía que un cuadro viajaba en un avión con destino a Nueva York, cuya autora ya no estaría allí para recogerlo. Tal vez lo subastasen y cuando eso ocurriera, alguien tendría en su poder unos secretos que podrían costarle la vida. Lucía Castells 2º ESO “Todo comenzó hace unos meses. Yo mismo, Cristopher Morris, participaba en un asesinato sin darme cuenta. Esos hechos he de relatarlos para que quede constancia de aquel caso imposible de resolver. Era abril de 1971 en el pequeño pueblo Bar Harbor, del estado de Maine, en EE.UU. Yo era el único policía del pueblo debido a la escasa población. Era un pueblo tranquilo, con poco trabajo para un policía. Mi mujer, Catherine Morris, tenía antepasados franceses. Yo nací en 1923 en Boston y en 1968 me ofrecieron el puesto en Bar Harbor, algo que no pude rechazar. Ese día de abril me llamó temprano el carnicero local, Healkrot. Había encontrado el cuerpo sin vida de su ayudante Jake Southamptom. Fui allí y me encontré con la escena macabra de su cuerpo descuartizado en el congelador de la carnicería. Le tomé declaración a Julian quien me dijo que llevaba 3 días • 20 • sin ir a trabajar debido a una gripe primaveral. Jake se había encargado de la carnicería esos días y no había pasado nada fuera de lo normal. Al rato llegaron los policías de la capital, Augusta, y me dijeron que tendríamos que trabajar en el caso. Entramos en la trastienda que estaba llena de sangre y donde había un cuadro con sangre y pintura sobre un río y un pequeño monte. No era de mucha calidad, pero lo suficiente como para llamar la atención. Los de Augusta tomaron fotos a todo y se fueron. Me dijeron que a los dos días volverían a tomar declaración a más gente y que habían colocado policías en las salidas del pueblo. A los dos días volvieron diciéndome que ya tenían al asesino, un tal Louis Quimbant. Louis había amenazado a Jake muchas veces porque tenía deudas de póker y tras haber esperado meses a que le pagara decidió pegarle un tiro. Todo era muy raro. ¿Por qué dibujaría eso? Se fueron y decidí investigar pero no conseguía ningún dato nuevo. A los 15 días descubrí una nota en la chimenea de casa en la que ponía: “Cuídate, la pintora”. Pensé que tendría algo que ver con la escena de la carnicería. Fui al archivo de casos de Augusta y me encontré un caso sin resolver: un pirómano que quemó una comisaría en Augusta y dejó una nota que ponía: “Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble”. El caso se cerró y nunca más se volvió a saber nada. Fui a hablar con mi tío Paul Morris, comisario de Augusta en esa época. Me dijo que dejara el caso, que hiciera otra cosa. Que ese caso me cambiaría la vida. Le prometí que lo dejaría pero no fue así. A los pocos días iba caminando por el bosque con mi mujer cuando encontramos un cadáver. Era Pierre Biscout, el cura del pueblo. Tenía un tiro de bala y un cuchillo clavado en la cabeza. Los de Augusta volvieron e investigaron. Concluyeron que había sido el otro cura, Trevos McGuinghley. Al parecer no se llevaban muy bien. Los dos asesinatos eran extraños. Me parecían demasiado fácil las conclusiones. Dos asesinatos en pocas semanas y sin ninguna relación en este pequeño pueblo. Era tan extraño que me pareció que no podía ser posible. Los de Augusta me dijeron que no había más que investigar. Todas las pistas eran claras, todo parecía indicar que habían sido los que ellos habían detenido. • 21 • Pasaron dos semanas y, de repente, me llegó la noticia de que mi tío había sido asesinado. Paul había muerto de envenenamiento. Cianuro en una taza de café. Mi tío me había advertido de algo peligroso. Quizás Paul había investigado demasiado y se lo habían cargado. ¿Pero quién? Pedí a Robert Mouhert, comisario de Augusta, y amigo mío, que me dejara entrar en el caso, pero se negó alegando que era familiar mío. A los tres días Robert apareció muerto en un aparcamiento de Augusta. Llevaba una carpeta sin papeles. Tenía cuatro disparos de bala en la cabeza. Lo curioso es que era la misma pistola que había matado a mi tío. Estaba registrada en Berlín. Varios agentes pidieron que la embajada alemana les dijera de quien era. Dijeron que había pertenecido a un soldado de la Segunda Guerra Mundial que ya había muerto, Fred Kalent. En su casa, en Washington, encontraron la misma nota de antes. Entonces, por fin, se dieron cuenta de que todo tenía que ver. El FBI entró entonces en la investigación. Fue entonces cuando fui a ver a mi madre un día para peguntarle cosas sobre mi tío. Me dijo que no me debía decir nada y que dejara el caso. Me dijo lo mismo que mi tío. A las dos semanas apareció mi madre muerta. Se había suicidado. ¿Por qué lo hizo? No lo sé. Fue entonces cuando me vino a ver Margaret Lafloid, amiga de la familia. Me contó todo lo que había pasado, y quien, según ella, era el asesino. Sabiéndolo todo me dispuse a tirarme por la ventana. Quien lea esto tendrá que pensar mucho hasta dar con el múltiple asesino. La verdad era insoportable.” Al leer la carta no pude imaginar qué habría pasado. Yo, Catherine, mujer del muerto, sabía lo que tenía que hacer. Fui a hablar con Margaret. -Hola. Tú debes de ser Catherine, mujer de Cristopher. ¿Qué quieres saber? -Necesito saber por qué Cristopher se quitó la vida. -¿De verdad? ¿No lo sabes? ¿Tantos años juntos y nunca supiste nada?. Empecemos. 1943. Tu marido era soldado y participaba en el desembarco de Normandía cuando mató por accidente a un niño de 3 años francés. Eso fue lo que le cambió. Tal fatal suceso y los demás muertos de guerra le traumatizaron. Mató a mucha gente y se volvió loco. Cuando regresó a Boston me encargué de su bipolaridad extrema. Lo traté durante meses. Parecía que • 22 • su enfermedad había remitido hasta que mató a su padre. Me pagaron a mí y a los policías mucho dinero para que me callara y no revelase que había sido él. Su familia no quería que acabara en un manicomio. Le seguí tratando y pareció que todo había parado. El primer muerto, Jake, lo mató él. Una noche cuando tu marido estaba borracho le entró un ataque de bipolaridad y lo mató. Al cura lo mató también por el mismo motivo. A tu tío, porque sabía demasiado y lo mismo a su amigo y a su madre. Ya lo sabes todo. La pistola se la había robado a un soldado en la guerra. Y eso es todo. Fin de la historia. Ahora vete y no vuelvas. Había estado casada con un monstruo, pensé. Todo era muy extraño. La escena y las notas. La mujer no me había dicho todo. Investigué durante meses hasta que supe la verdad. Y descubrí que Margaret era la verdadera asesina. Cogí una pistola y fui a verla. Comencé a hablar dejando entrever la posibilidad de que no había sido Cristopher. Al final le dije todo lo que sabía y empezó a decir que yo también estaba loca. Que todo lo de la pintura y las notas era un signo, en psicología criminal, de locura. Yo sabía que era ella la asesina, no yo. Yo no estaba loca. La maté y ahora dejo esta nota diciendo que fue ella la asesina. Cuando leas esto tú sabrás qué hacer, yo estaré en algún país remoto. Adiós. Pablo Rodríguez 3º ESO Héctor estaba aterrorizado. No sabía dónde estaba. Y por supuesto ni el cómo ni el porqué había aparecido allí. Sólo sabía que debía escapar. Escapar y vengar a Carla. No hacía mucho que el instituto, como cada año, había organizado un viaje de fin de curso, sólo que esta vez había algo que lo hacía diferente: en esta ocasión, en vez de ir a una localidad cercana, como de costumbre, se iban a París. Según la directora, Doña Ángeles Romero, un antiguo alumno había dejado escrito en su testamento que todos sus bienes fueran donados al • 23 • centro. Algo extraño porque esa persona tenía familia ¿Por qué donó su herencia al centro? ¿Tan importante era para él? Héctor estaba eufórico. Iba a hacer realidad su sueño: ¡por fin podría visitar el Louvre! Él no provenía de una familia adinerada y apenas había salido del pequeño pueblo donde vivía. Por ello, le hizo mucha ilusión que aquel viejo instituto regalase a todos sus alumnos un viaje a París. Llegó el día del vuelo. Tenía miedo. -¿Sabes cuántas películas de miedo en las que se estrellan aviones he visto últimamente? -Tranquilo, yo he hecho esto cientos de veces -, exageró Carla, su mejor amiga. –Tú, siéntate, relájate y disfruta del viaje. Confía en mí. -Confío en ti, lo sabes. Una mirada cómplice brilló en los ojos de ella. Él la sonrió y ella le cogió la mano. Aquel intenso instante fue el único que podía recordar. Conocía a Carla desde los siete años y, desde entonces, su corazón sólo latía por ella. En ese momento el avión despegó. Héctor cerró los ojos y se limitó en la semana que le esperaba. Cuando llegaron al hotel, sus caminos se separaron. Chicos a una zona, chicas a otra. Eso incluía también ciertas visitas del itinerario previsto. Al despedirse, Héctor le entregó una nota a su amiga. “¿Hacemos una locura?” Habían hablado de ello mil veces. Un día se escaparían y visitarían el Louvre juntos. “Hoy, sé que es precipitado pero es el mejor momento”, contestó ella. Llegado el momento se escaparon sin que nadie se diese cuenta. Observaron con detenimiento multitud de cuadros. -¿Te imaginas vivir en un cuadro?, -dijo Carla – A los personajes de los cuadros nadie los valora por guapos o feos, altos o bajos, delgados o rellenitos,… -¡Dame la mano! – dijo él enérgicamente – En una ocasión mi abuela me dijo que si dices tres veces un deseo en voz alta, se cumple. Terminada la visita era hora de despedirse. Carla le dio un beso y continuó con la broma de los papelitos: “Te quiero”. … “¿Dónde estoy?”, - pensó Héctor. Era un lugar extraño. No acertaba a describirlo. ¿Era plano? ¿Se había cumplido, tal vez su deseo? -¡Corre, escóndete! - gritó un chico. -¿Quién eres?¿Qué es este sitio? • 24 • -¿No lo sabes? Estamos en “El gran lienzo de Maribel”, un lugar terrible. Maribel es la pintora. Tienes que huir. Si te encuentra te matará o…te borrará. Héctor se asomó por la ventana. Vio a un niño que gritaba pidiendo auxilio. De repente, una luz le cegó. El niño se había convertido en cenizas. -¿Qué le ha pasado? ¿Ha sido Maribel? ¡He de encontrar a Carla! -¡Ten cuidado!. La pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble. Héctor no conocía el lugar y dar con ella le pareció casi imposible. De pronto vio un inmenso pincel que perseguía a Carla. Trató de atraer la atención de aquella brocha gigante pero era demasiado tarde. Héctor se quedó boquiabierto, mudo. Estaba aterrorizado. No sabía exactamente dónde estaba, cómo había llegado hasta allí y, sobre todo, cómo salir de aquel infierno. Sólo sabía que debía escapar. Escapar y vengar a Carla. Patricia Romo 2º ESO Sin lugar a dudas el viaje más sorprendente que he realizado hasta la fecha comenzó con aquella misteriosa e intrigante carta de remitente anónimo. Yo, Matías, un niño de diez años, jugaba alegremente con mi hermana en casa en el Madrid de 1937. -¡Matías, ven, por favor! -¡Voy mamá! – dije yo bajando las escaleras a toda prisa. Encontré a mi madre en nuestra pequeña cocina con un gran fajo de cartas en la mano. - Toma, ha llegado una carta para ti. Yo, extrañado, tomé el sobre y subí a mi cuarto. Ya allí, me senté en mi escritorio y me dispuse a abrir la extraña carta que ni contenía remitente ni dirección alguna. Abrí el sobre y leí:” Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble”. El mensaje me dejó aún más extrañado que la ausencia del nombre del autor en el sobre. • 25 • Los días siguientes mi vida transcurrió con normalidad, no volví a recibir carta alguna y, por supuesto, tampoco ningún mensaje misterioso. Pero una mañana cuando volvía de comprar el pan vi algo que me sorprendió: vi a un mendigo con una larga barba blanca y una ropa extremadamente roída. En realidad no me sorprendió el mendigo, pues había cientos en Madrid entonces, sino el cartón que sujetaba en su temblorosa mano derecha. Escrito había un texto que decía: “Yo soy la pintora.” Este texto me hizo recordar la ya olvidada carta que había recibido una semana antes. ¿Tendría alguna relación esta frase que acababa de leer con el sobre que había recibido por correo? -¿Tú … tú eres la pintora? – pregunté con cierto temor. -Aquí lo dicta esta frase – dijo el mendigo con una cortesía no propia de la gente que vive en la calle. Tuve un primer impulso de salir corriendo pero decidí quedarme debido a una irreprimible curiosidad. -Toma – me dijo el mendigo entregándome una gran lupa con una extraña lente. Dicho cristal no era redondo como cabría esperar; era triangular. -¿Qué es esto? – pregunté. -Pues una lupa. Creo que es evidente – respondió el extraño personaje. Llevado por una curiosidad irrefrenable extendí mi mano hacia la lupa. En el momento en el que mi temblorosa mano tocó el objeto experimentó un sensación que no había vivido nunca. De repente mis ojos dejaron de funcionar, lo veía todo negro y notaba como si fuera a toda velocidad, algo así como si fuese montado en un coche. Tras unos diez segundos y sin previo aviso caí sobre una superficie arenosa y fui deslumbrado por una cegadora luz de sol. Cuando mis ojos se acostumbraron a la intensa radiación pude observar el espectacular paisaje que tenía ante mí. Me hallaba en un paisaje desértico y, en el horizonte, se • 26 • podían apreciar tres grandiosas pirámides rodeadas de un extraño mercado lleno de coloridos toldos. ¡Estaba en Egipto! -¡Hola, pequeño, ¿estás bien? – preguntó un desconocido. -Sí, gracias –respondí. Al observar al propietario de esta voz vi a un hombre alto y musculoso que lucía un elegante turbante y me tendía la mano para levantarme. Yo la tomé y me erguí. -Hola, mi nombre es Hisham – dijo el hombre - ¿Cómo te llamas? -Matías – respondí. -Bien, Matías, ¿dónde están tus progenitores? -Progeni…qué? – pregunté extrañado. A pesar de tener padres el hecho de que a esa edad no conociera el significado de progenitores hizo que Hisham se equivocara. -¿Eres huérfano entonces? – preguntó Hisham -Qué significa huérfano? -Da igual, déjalo – respondió impaciente el egipcio – Ven, yo te cuidaré. Seguí a Hisham y viví con él tres días, posiblemente las mejores setenta y dos horas de mi vida. En Egipto pude ver hermosas pirámides, aterradoras esfinges y espléndidas ciudades. Vi una cantidad de maravillas inimaginables. Pero, de repente, me evaporé, desaparecí. Por segunda vez experimenté esa extraña sensación; por segunda vez, mis ojos dejaron de funcionar y por segunda vez lo vi todo negro. De improviso me vi al lado del mendigo que se hacía llamar la pintora. -¿Qué tal, te agradó el viaje? – preguntó el mendigo. Yo, extrañado, miré al mendigo y le pregunté: -¿Has sido tú? -Correcto – respondió el misterioso -¿Por qué? ¿Por qué me has hecho viajar a Egipto? ¿ Eres mago? - La razón es muy sencilla pero permíteme que te responda a la pregunta con otra cuestión – contestó el hombre - ¿Hay algún miembro de tu familia en la guerra? - Sí, mi padre lucha en el bando republicano –respondí. -Perfecto, ¿te sientes triste o preocupado por él? -¡Claro, puede morir en cualquier momento! – contesté ofendido. -Pues por eso mismo te he hecho vivir esta experiencia, - aclaró el mendigo– Todas las personas, ya sean adultas o jóvenes se refugian en los relatos y en • 27 • los cuentos, especialmente durante la guerra. Cuando hay sufrimiento en el mundo la única cápsula de escape a la felicidad son las historias. ¿Y qué mejor historia que una que has vivido de verdad? Pedro García 2º ESO Hola, me llamo Alex, aunque aquí, en comisaría, nadie me llama así. Pero no he venido a hablar de mí sino de ella. Y, ¿quién es ella? os preguntaréis… Pues veréis, no es sencillo… Ella era la persona más increíble que jamás he conocido y es que no creo que exista una palabra que pueda describirla mejor. Nadie sabía su nombre; sin embargo, todos habían oído hablar de ella. la llamaban…la pintora. Algunos creían que se debía a que, cuando investigaba un caso, las ideas, teorías, testimonios, pruebas,…iban dibujando en su cabeza “un cuadro”, hasta que descubría la verdad. Sí, ella era detective. La mejor que ha habido y la mejor que habrá. Por eso era tan importante. Todo sucedió un trece de marzo cuando el jefe de policía desapareció. Por aquel entonces yo era un estudiante iluso que quería llegar a ser periodista. La noticia llamó mucho la atención en la universidad y nos pusimos a investigar. Al cabo de una semana el cuerpo fue encontrado en el almacén de un supermercado. Lo desconcertante era que tenía una pistola en la mano, y no presentaba signos de que le hubieran disparado. La policía se llevó el cuerpo. Tras la autopsia la policía reveló a la prensa que había muerto de un ataque al corazón. Pasó el tiempo y no se encontraron pistas fiables. Yo, por mi parte, me colé en el almacén para investigar por mi cuenta, pero…me sorprendieron. Entones apareció ella. Pidió toda la información sobre el supermercado, la escena del crimen y sobre el difunto. Misteriosamente ninguna cámara de seguridad había grabado nada. Recopilada la información se encerró en su despacho. No se supo de ella en los dos días siguientes hasta que un joven fue a visitarla. Aquel joven era yo. No podía quitarme de la cabeza el caso. Fui a su despacho, llamé y abrí la puerta. Ella estaba sentada en su silla y me miró. • 28 • Tenía una lupa en la mano. Yo le hice varias preguntas pero no me contestó. Tras varios minutos de silencio se levantó y dijo: “Acompáñame, si quieres”. Yo la seguí sin dudarlo. Me llevó al supermercado mientras yo me preguntaba “¿No han investigado aquí ya?” Se dirigió a una de las esquinas del almacén y me mostró la lupa… -“¿Ves esto?”, me dijo. “Es un objeto muy especial”. Tras decir esto cogió la lupa del revés y extrajo del mango un pequeño difusor y empezó a rociar el suelo. Pronto aparecieron unas manchas azules. -“Restos de sangre”, dijo ella. Volvimos a comisaría y ella se puso a rellenar unos informes. Al rato, me dijo: -Persigue tus sueños, no te rindas. Tú escribes tu destino, tú recorres tu propio camino. Que nadie te detenga. Ella había conseguido resolver el caso. El jefe de policía pretendía asesinar a un personaje importante y lo consiguió, justo antes de sufrir un ataque cardíaco. Alguien había pretendido rescatar el cuerpo para exculparle pero…Bueno, si, de verdad, os interesa el caso leed el artículo que publiqué en el periódico el 26 de abril con el titular:”Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble”. Y, efectivamente, conseguí mi sueño de ser periodista para después abandonarlo. La pintora tenía razón. Ella me había revelado mi verdadera vocación y, sí, me había hecho darme cuenta de que quería ser como ella, la persona más increíble que había conocido. Sin embargo, al poco tiempo desapareció y nunca volví a saber de ella. En cuanto a mí, como ya he dicho antes, nadie me llama Alex… Ahora me llaman…El Pintor. Raquel Canalejo 2º ESO Era un día de verano caluroso y soleado. Desde mi ventana podía observar a los pájaros surcando el cielo despejado y de un azul intenso… Mi nombre es Elisabeth. Cuando vi que mis amigos se acercaban a mi casa, me dispuse a preparar mi mochila de la piscina, ya que me iba a ir con ellos como hacemos todos los días, cuando ocurrió algo muy extraño: empecé a marearme y me caí por las escaleras de mi casa. Al poco tiempo me recompuse del golpe que me había dado contra el jarrón de la escalera que creía que no, pero era • 29 • duro y firme. Abrí la puerta y... ¡no sabía quiénes eran aquellas personas que estaban delante de mí! No lo entendía. Una chica de mi edad, piel morena y pelo oscuro a la altura de los hombros, dio un paso adelante y dijo lo que debía ser mi nombre, “Elisabeth”, un nombre poco corriente para una chica que vivía en un pueblo de Aragón, Biel. -Elisabeth, ¿estás bien? Pareces... distinta, rara – dijo a la vez que me agarraba del brazo y me conducía al exterior de una casa. Instantes después averigüé su nombre, era Nuria. -Sí, sí... Sólo estoy un poco mareada, nada más – repuse intentando no delatarme, como si todo fuera normal. Cuando llegamos a la piscina que, por cierto, era bastante grande, con un césped alrededor para tomar el sol y un par de árboles altos que proporcionaban al lugar una sensación agradable y acogedora, tenía una vaga sensación de que ya había estado allí, como si conociera ese lugar desde hacía años. Después de merendar junto a esos extraños para mí, nos dispusimos a meternos en el agua. Nada más meterme mi cuerpo se enfrió y mis pies no reaccionaban a los mensajes que emitía mi cerebro. Hasta que no empecé a moverme, no entré en calor… Antes de volver a tirarme al agua, Nuria me atacó a preguntas, para las que yo no tenía respuestas. Al final de lo que pareció un interrogatorio, nos volvimos a meter, pero esta vez me tiré a lo que debía ser la parte que no cubría de la piscina porque me di contra el suelo otro potente golpe…y tuve la misma sensación que al salir de mi casa y del golpe que me había dado unas horas antes. ¡Había recuperado la memoria! Ya lo recordaba todo: mis amigos, la piscina a la que había ido desde que tenía cuatro años, mi pueblo...Cuando se lo conté todo a mi mejor amiga, Nuria, -menos mal que seguía recordando todos estos años de amistad inquebrantable-, dijo: -¡Pero tú estás loca!; anda, déjate de paranoias y nunca jamás vuelvas a darme esos sustos, por favor.- Casi me asusto de lo atacada que estaba. Y todo volvió a la normalidad. Subí a mi casa nada más salir de la piscina y lo escribí todo en mi portátil. ¡Vaya día de locos! Aitana Marquina Bueno 2ºESO • 30 • Presentadora: Hoy, miércoles, 12 de Octubre, en Zaragoza se celebra el día del Pilar, un día muy importante para todos los zaragozanos. Para ver cómo se viven las fiestas vamos a la calle… Estamos en la plaza del Pilar, vamos a hablar con esta señora que tengo aquí, al lado. Presentadora: - Buenos días. Sonia: - Buenos días. P: - ¿Qué tal está pasando estas fiestas? S: - Pues muy bien, nos reunimos toda la familia, salimos con los amigos... P: - ¿Cómo las está viviendo? S: - Con alegría y emoción. P: - Veo que lleva flores para la Virgen. S: - Sí, todos los años voy con el grupo de mi pueblo, Sos del Rey Católico. P: - Lleva un traje característico, no he visto ninguno igual. ¿Puede decirnos qué representa? S: - Me lo he puesto porque hace años en mi pueblo, las mujeres lo llevaban así: el mantón negro y una falda que era como iban a trabajar al campo. P: - ¿Ha ido a las ferias, a la Expo o a algún concierto en el Pilar? S: - Fui a las atracciones de las ferias con mis hijos; también al concierto de Malú y Orozco. El problema fue que en el de Malú había muchísima gente y no se podía ni pasar y no lo disfruté mucho. P: - ¿Qué es lo que más te ha impresionado? S: - El ambiente que hay en las calles y lo participativo que es todo el mundo. P: - Gracias por su tiempo, le dejamos continuar. S: - Gracias a ti. Periodista: - Ahora vamos a entrevistar a Marcelo que está viendo cómo pasan todos con las flores. Periodista: - Hola, Marcelo. Marcelo: - Hola. P: - Usted no es de aquí, ¿verdad? M: - No, soy de la República Dominicana, he venido porque me dijeron que era una experiencia muy bonita. P: - ¿Le está gustando? M: Sí, mucho. P: - ¿Qué le ha parecido lo más interesante? M: - Pues los trajes son muy bonitos, cómo está quedando la Virgen con todas las flores alrededor y cuánta gente participa. P: - ¿Se va a quedar más días? M: - Sí, a la Ofrenda de Frutos ya que viene gente de otros lugares a traerle alimentos típicos a la Virgen y también para ver los fuegos artificiales. P: - Bueno le dejamos seguir disfrutando de esta preciosa Ofrenda de Flores. Y yo también os dejo a vosotros porque me tengo que preparar para pasar en esta Ofrenda a la Virgen del Pilar. Ana Chicapar 2º ESO • 31 • Se hacía más que difícil olvidar el último día en el que Vasili y Alexander estuvieron juntos. Era un día soleado del mes de mayo de 1918. Los rayos solares golpeaban de lleno la estrella roja que relucía en la cabeza del “Dragón”, el tren que transportaba al ejército rojo de una punta a otra del país. En uno de los pocos vagones en los que había suficiente espacio para respirar, descansaba, sentado en el suelo y fumando un cigarrillo, el comisario del partido, - al cual estaban encomendados los demás soldados-, bastante apartado de los camaradas con los que compartía el vagón. Alexander Garlenski, un voluntario de avanzada edad, fue de propio a hablar con el comisario. Entró por la escalerilla al vagón blindado y al acercarse comenzó diciendo: - Comisario… - Te he dicho mil veces que me llames por mi nombre - interrumpió éste con tono amistoso y ofreciéndole una calada, a lo que Alex negó con la cabeza-. - Lo siento, Vasili. - Eso ya está mejor; bueno…, ¿qué querías? - Verás, es un tema serio, probablemente lo más importante de lo que jamás hemos hablado. - Eso es difícil… hablando de tiempos de guerra… - Ya lo sé, pero creo que ha llegado el momento. Me da la impresión de que no aguantaré más ocultándotelo… - Alex, eres para mí como un hermano, suéltalo ya. - Verás… -tragó saliva- quiero desertar… Vasili estuvo unos segundos sin decir nada, tan sólo una mirada fija a los ojos de Alex, a quien el silencio se le hizo eterno. - Me has dejado a cuadros -empezó el comisario, que miró hacia otro lado, apartando la mirada de Alex- … aunque era previsible. - ¿Qué harás? - Tranquilo, no intentaré retenerte, cada uno es libre de hacer su elección…- una leve • 32 • sonrisa, ambos pensaron que sería uno de sus últimos momentos juntos-… pero, ¿por qué me cuentas esto? Sabrás que no todos van a ser tan comprensibles como yo… - Porque… eso no es lo importante del asunto. - Entonces…, ¿qué es? - Tú lo has dicho, Vasili, somos como hermanos, llevamos meses luchando y conviviendo juntos, me enseñaste a leer y escribir, e incluso, a tener esperanza en la vida; te debo mucho… pero te quiero pedir una última cosa… - No tengo todo el tiempo… -los ojos de Vasili empezaban a desprender pequeñas lágrimas por las mejillas al revivir esos momentos - dímelo ya. - Quiero que hagamos un juramento…- Vasili asintió con la cabeza- si muero antes que tú y esta maldita guerra sigue en pie… cuida de mi hermano, no tiene a nadie más… - “Nico”…- susurró el comisario. Alexander había nacido en una familia pobre a las afueras de Petrogrado. No tenía padre, y su madre había muerto cuando contaba solo 11 años en el parto de su hermano Nico, quien había estado bajo su cuidado hasta que partió a la guerra. En ese momento Nico le prometió que, si caía, ocuparía su lugar en las tropas con su propio alistamiento. - Desde que empezó esta guerra… -continuó Alex- …no sé nada de él, quiero verle y no confío en que sepa cuidarse por sí solo aunque ya sé que es mayor… - Nunca se es mayor para cuidarse en la guerra -susurró de nuevo el comisario-. - Exacto, no confío en que viva mucho, ya que hasta ahora ha vivido del pillaje y de la suerte, pero eso no garantiza precisamente un futuro estable, y menos aun si eres soldado voluntario. Tiene casi los 30, pero sigue pareciendo un chico de 15, cuídalo, por favor. El comisario se levantó y Alex le imitó el gesto, se remangó y estrecharon sus manos. - Lo haré -dijo Vasili, clavando su mirada en Alex. - Gracias, sabía que podía confiar en ti… - Pero… -interrumpió Vasili- yo también te tengo que encomendar algo…- miró al suelo y continuó- … mis padres tampoco están vivos, así que si yo caigo primero, cuida de mi tío Josef y de mi querida Natasha. • 33 • - Así lo haré, hermano. Se dieron un abrazo conteniéndose las lágrimas. Probablemente sería el último momento que se vieran. En la siguiente parada, Petrogrado, Alexander se dispersaría entre el polvo proveniente de las pisadas de los miles de voluntarios, atravesaría esas piedras del color de la luna, ante las cuales se erguía el inmenso tren, e iría a ver a su hermano. Probablemente es la historia más triste y a la vez más hermosa que Vasili me ha contado acerca de mi difunto hermano. Y puedo decir que es cierta pues aquel “Nico” del que hablaban era yo. Daniel Boldova 1ºBACH del complejo vacacional. Sabía que tarde o temprano llegaría alguna mala noticia. Llevaba más de cinco años sin recibir ninguna carta hasta el día de hoy: unos patos, inversores extranjeros, querían apropiarse del estanque en el que vivía desde pequeño para convertirlo en una urbanización de lujo para patos jubilados. Tenía un plazo de dos semanas para abandonar el estanque y así comenzar la construcción Desde el primer momento me opuse a esta decisión ya que la veía injusta. Pasaron 48 horas sin nada que destacar, pero unos días más tarde llegaron los patos inversores con diversas amenazas para que dejara mi casa en sus manos. Me negué rotundamente. Los siguientes días me llegaron diversas órdenes judiciales que parecían falsas y escritas por los propios inversores con lo que no les di ningún valor administrativo. Cuando llegaron las últimas horas de plazo, y con las máquinas excavadoras junto a mi casa a punto de derribarla, me fui corriendo a la comisaría más cercana para denunciar a los inversores por la inmediata construcción de un complejo en el estanque en el que había vivido hasta ahora, sin ningún título escrito de propiedad. La denuncia provocó la automática suspensión temporal de la construcción del complejo. Volví a casa tranquilo y al llegar a casa vi cómo abandonaban mi terreno. Me fui a nadar un rato y conseguí pescar un par de peces para cenar. • 34 • Pasaron un par de meses hasta recibir una notificación de la Justicia indicándome la fecha del juicio. Llegado el juicio y tras indicarle al juez las alegaciones por ambas partes, éste, después de una larga deliberación, dictaminó la ilegalidad de la construcción del recinto, dándome la razón. Como compensación por las molestias ocasionadas el juez consideró que debían darme granos y semillas suficientes para subsistir durante tres años. Volví a casa rápidamente, aliviado por la resolución del juez y con la tranquilidad de saber que iba a seguir viviendo en mi casa por mucho tiempo. Ninguna banda de patos especuladores me echaría del que ha sido mi hogar durante todos estos años. Daniel Guiral 2º ESO EN QUÉ PIENSAN LOS COCODRILOS EN REPOSO… La semana pasada estuve con mi familia en el acuario de Zaragoza y nada más entrar, después de pasar varios tanques de agua inmensos con peces de todo tipo, algunos rarísimos que no había visto nunca, llegamos a una gran sala donde había varios cocodrilos del río Nilo. Me acerqué al pasillo central y allí, detrás de un cristal, estaban dos enormes cocodrilos a tres metros de mí, quietos, como descansando, con cara desafiante pero sin moverse. Me quedé mirándoles fijamente durante varios minutos pensando si serían de mentira, de goma o de cartón ya que no hacían ni un solo gesto ni movimiento. De repente, uno de ellos, abrió de par en par su boca como si estuviera bostezando, mostrando sus afilados dientes y volvió a quedarse inmóvil pero ahora con la boca abierta. Entonces me quedé sentado mirándolos de nuevo para ver cuál iba a ser su siguiente movimiento y me preguntaba en qué podrían estar pensando estos bichos cuando se pasan tanto rato quietos, como reposando. Entonces me dije, ¿y si este "animalito" se me queda mirando fijamente, me hipnotiza y, cuando no me dé cuenta, se lanza sobre mí para comerme? Entonces me puse a pensar en todas las cosas en las que los cocodrilos pueden pensar cuando están en esa posición de reposo. ¿Podrían estar pensando en comida?. Seguro que sí. Pensará : "si estoy así de quieto, éste se me despista y cuando se descuide, ¡zas!, ¡me lo zampo!" ¿Estará quieto para no gastar calorías, no pasar calor y • 35 • así no tener que beber agua? Seguro que también. Además tienen pinta de no estresarse mucho pero imagino que si te pones frente a él mirándole, como lo hice yo, tal vez piense: "Pero, ¿por qué me mira ese tío tan fijamente?, ¿es que me está vacilando?"...Y no creo que se quede quieto. Es difícil adivinar lo que pueden llegar a pensar los cocodrilos cuando están en reposo, pero te aseguro que si algún día me encuentro alguno de frente sin ninguna protección, estoy seguro de que no me quedaré quieto intentando averiguarlo sino que me daré la media vuelta y me faltará selva para salir corriendo. David Pradilla 2º ESO “HISTORIA EN UN ASCENSOR….” El domingo pasado fui al Hospital Miguel Servet a visitar a un amigo que había tenido un accidente de moto con su padre. Después de esperar unos minutos hasta que llegó el ascensor, entré en él junto a otras seis personas de diferente sexo y edad. Cuando iba por la planta tercera, el ascensor se paró repentinamente y se fue la luz. Al apagarse la luz, dos chicas que estaban junto a un hombre mayor de unos 70 años se pusieron histéricas. Una de ellas empezaba a perder el sentido así que le hicimos hueco como pudimos y la tumbamos para que se relajase. Visto lo visto, nos iba a tocar esperar un buen rato, así que me acerqué al señor mayor y le pregunté: -Perdón, señor, ¿estas chicas venían con usted? Y el dijo: - Sí, son mis nietas Laura y María, pero no me trates de usted, chico, dime ¿cómo te llamas? - Eduardo-, contesté. – Yo soy Tomás, encantado. -Entonces un hombre adulto de mediana edad preguntó: - Perdón, ¿alguien tiene cobertura?, debo llamar a mi jefe.- Lo miré un instante y me di cuenta de que era el hombre que trabajaba con mi padre, así que me acerqué y le dije: - ¿Oscar? El respondió: - Hombre, Eduardo, ¿qué tal? Y le contesté: • 36 • - Bien, bien, a visitar a un amigo que ha tenido un accidente. Oye, no te preocupes que avisaré yo a mi padre de que nos hemos quedado colgados. El puso cara de alivio, estaba deseando oír eso. - Gracias-, dijo. Saludé a su mujer y a su hijo pequeño que había crecido mucho desde la última vez que le vi. Entonces me giré y me di cuenta de que estaban en la esquina las dos nietas de Tomás, una ayudando a la otra a incorporarse. Me acerqué para ayudarlas y la chica mayor me miró y me preguntó: - ¿Quién eres? – Eduardo, encantado; tú eres María, ¿no? – No, soy Laura, pero ¿qué más te da? Me quedé alucinado. Yo solo quería ayudarla y ella no quería mi ayuda. – Solo quería ayudar-, le dije, a lo que ella respondió con un: - Si quieres ayudar, déjanos en paz-. Me di media vuelta, cabreado, pero sin decir nada y justo entonces volvió la luz. Los primeros en bajar fueron Oscar y su familia seguidos de Tomás junto a sus nietas. Me despedí: – Adiós, Tomás –. Y él se giró con lágrimas en los ojos: – Hasta la próxima-, me contestó. Yo no entendía qué ocurría hasta que miré más allá y vi a Laura y a María meterse en una sala donde ponía: “Observación-Tumores”. Entonces lo entendí todo. Laura se había comportado así porque estaba angustiada por su madre o su padre. Me dio mucha pena pensar cómo lo debían estar pasando tanto Tomás como sus nietas. De repente me acordé de que tenía que llamar a mi padre porque si no a Óscar le iba a caer una buena… Eduardo J. García 4º ESO LAS CALABAZAS ESQUELÉTICAS Me desperté, abrí los ojos, intenté dormirme de nuevo pero era imposible. Me había desvelado. Me duché y bajé a desayunar, me puse la mochila y, decidida, salí de casa. No era un día normal como los demás. Entré en el ascensor cuando de repente noto que baja cada vez más • 37 • despacio hasta que se para. Dejo de respirar por un instante y me tiro al suelo pensando qué será de mí si no llego puntual. Cojo el móvil dispuesta a llamar a mi madre para que me saque de allí pero es imposible, no hay cobertura. Al segundo escucho un horripilante sonido que proviene del rellano y que me pone los pelos de punta. Por fin tengo algo de cobertura pero decido no arriesgarme a llamar o gritar por miedo a lo que sea que hay fuera. Una interminable hora después vuelve la luz al ascensor, y aún sigo tumbada en el suelo, temblando. La puerta se abre y me levanto, cojo la mochila y saco la cabeza. Cuando cruzo el patio interior, miro atrás y veo unas calabazas con un esqueleto naranja chillón haciendo ese sonido que había escuchado antes. Me intentan alcanzar pero lo impido corriendo tan rápido como puedo. Llego al colegio y le digo al profesor que me he quedado dormida, ojalá hubiera sido todo un sueño… A la hora de irnos a casa me digo a mí misma: Cuando llegue subiré sin hacer ruido por las escaleras… Ana Poza 2º ESO MI NOVIA, MI ESQUELETO Y YO Esta historia sucedió hace siete años, cuando yo sólo tenía trece añitos. Sucedió que la semana anterior a Halloween mi esqueleto de ciencias, llamado Frank, tomó vida, se vistió como yo y ganó un concurso de disfraces. Entonces, cuando volví de entrenar de balonmano y vi a Frank vestido y con un trofeo en la mano, me extrañó tanto que llamé a mi novia Eva. Ella decía que no se lo podía creer y que seguro que le estaba tomando el pelo. Cuando terminé de hablar con Eva decidí poner una cámara oculta en mi cuarto y cerrar la puerta y así si Frank se movía lo sabría al instante. Cuando sonaron las doce en el reloj, repentinamente Frank se movió y se puso a probarse mi ropa. Pasadas las tres de la mañana el esqueleto probarropa volvió a su esquina y se quedó inmóvil otra vez. Para demostrarle a Eva que era cierto, a solo cuatro días para Halloween, la invité a dormir a mi casa. • 38 • Eva, Frank y yo quietos en un cuarto hasta que dieron las doce. Igual que la noche anterior, Frank se movió, pero en vez de intentar asustarnos o huir asustado nos saludó totalmente despreocupado y como quien no quiere la cosa se fue a mi reproductor y puso música. Decidí hablarle directamente intentando parecer valiente delante de Eva. Pero antes de que yo pudiera hablar Frank se me adelantó y dijo : “¿Qué os parece si en Halloween salimos a gastar bromas?”. Como no sabíamos qué responder nos empezó a contar su vida. Cómo se llamaba su hermano, por qué se hizo esqueleto de muestras, etc. Después vino mi turno y antes de poder hablar dijo que sobre mi ya sabía demasiado porque llevaba mucho tiempo en mi cuarto. Así que Eva le contó más o menos casi todo y que a ella le encantaba Halloween pero que a mí me daba miedo. Al enterarse de esto Frank nos propuso hacer los disfraces más terroríficos de toda la historia. Puede que no fueran los más terroríficos del mundo pero sí que daban miedo. El día de Hallloween yo salí vestido de zombi con gusanos y todo, Eva de bruja vampira y Frank, pues de esqueleto. Ese año me lo pasé tan bien y me dieron tantas chuches que hasta hace poco era impensable para mí no volver a celebrar Halloween. Aunque lo único malo es que después Frank ya no volvió a cobrar vida. Por si acaso, cuando me aburro como chuches de Halloween y lo visto con mi ropa. Probablemente no pase nada, pero me entretiene y me recuerda el mejor Halloween de toda mi vida. Daniel Martínez Carnicer. 2º ESO - Te voy a querer siempre. - ¿Eso no es demasiado? - Tienes razón. Te querré casi siempre, toda la vida, pero no todo el tiempo. ¿Por qué la gente se atreve a prometer cosas imposibles? ¿Por qué • 39 • crean sueños, expectativas, para luego sólo decir un “lo siento”? Creen que esas dos palabras arreglan las cosas, cuando solamente producen más dolor… David no sabía medir sus palabras; cada sonido que salía de su boca rompía en más pedazos el corazón de Marta. -Él me contaba lo ocurrido la noche anterior. Yo no pude seguir escuchando sus excusas; él sabía lo que hacía y siguió, no le importaban mis sentimientos, él continuó excusándose con un “no pude evitarlo, lo siento, no se volverá a repetir”... Me di cuenta de que no se merecía mis lágrimas, él no me merecía. Me evaporé, como cuando intentas coger una pompa de jabón y explota. Lo abandoné en aquel banco, en el que habíamos vivido nuestra historia. Llegué a casa y sólo tenía ganas de sumergirme en la piscina y no salir nunca. Pero no podía… No podía huir de la realidad. Tenía algo claro: hay empezaba mi nueva vida. Bastaba ya de preocupaciones, de ser la niña dulce a la que todos engañaban. A partir de hoy los papeles cambiarían… Carlota Utrilla Ferrández 4º E.S.O. REBELIÓN DE LIBROS EN INDEPENDENCIA Esto empezó un 23 de abril, día de San Jorge, en el Paseo de la Independencia. Parecía una feria de libros normal, como todos los años. Había un librero muy mayor, llamado Jorge, que exponía todos los años pero éste notaba cosas raras en los libros antes de ponerlos en el expositor: Dejaba libros de la misma editorial en una mesa, del mismo autor en otra y, al día siguiente, se los encontraba todos revueltos. Hubo una cosa que le sorprendió especialmente: en unos cuantos libros de la editorial Barco de Vapor, en la página 89, había una R mayúscula. Le llamó la atención y decidió investigar. Se dio cuenta de que todas las páginas 89 de esos libros se referían a un • 40 • capítulo relacionado con una rebelión, y al estar marcadas además con la R se confirmaba el hecho. Entonces se puso a pensar y a preguntarse: Si hay una rebelión, ¿de qué va ser? ¿Será tan grande como la de Túpac Amaru en 1780? Tras todas esas preguntas le tocaba poner a la venta sus libros en Independencia. Jorge se esmeró en colocarlos de manera que llamaran la atención de la gente, para vender lo máximo y así ganarse su sueldo. Como siempre había vendido muy bien los de Barco de Vapor, los colocó en el centro del puesto, en un lugar destacado. La venta fue bastante mal. Jorge no paraba de quejarse porque había vendido poquísimos libros, nadie había pedido los que pensaba iba a vender mejor. Cuando iba a empezar a recoger todo, se dio cuenta de que había unos cuantos libros en el centro de la mesa que no podía retirar, era como si estuvieran pegados. Entonces Jorge llegó a la conclusión de que lo que estaba sucediendo era muy raro, como algo mágico que le quería decir algo. Nunca le había pasado algo parecido. Con la ayuda de unos amigos, recogieron todos los libros y los volvieron a colocar en las estanterías de su librería, excepto los misteriosos libros de la R que decidieron dejarlos en el almacén. Al día siguiente, Jorge fue muy temprano a la librería; no había podido dormir bien. Fue directo al almacén y sorprendentemente los libros habían desaparecido y en su lugar había una nota que decía: “Jamás podrás vender los libros marcados con una R; están encantados. Es una colección que no se puede vender, sólo regalar a niños que no tienen posibilidad de comprarlos. Recuerda que nunca has querido colaborar con nadie; por eso, los libros se han rebelado y no quieren seguir estando en tu librería. Quieren viajar por todo el mundo en busca de niños con ganas de leer”. Jorge pensó que había sido un egoísta toda su vida y se arrepintió de no haber colaborado. Al día siguiente, leyó en el periódico la noticia de que un librero anónimo había donado una colección de libros a un colegio del Perú, y en la puerta del colegio había dos iniciales formadas con libros de la colección: J.G. Entonces, Jorge pensó que aquello era una señal y que podía cambiar y ser más generoso. David Pradilla 2º ESO • 41 • SOLO Con la puesta de sol y la llegada de la noche sentía, entre aquella inquietante calma, cómo los sufrimientos de las personas se agudizaban en silencio; sentía el dolor que ellos padecían pero no en mi carne, en mi mente. Cada noche moría uno o dos más, implorando una ayuda que sabían que no iba a llegar por mucho que suplicaran… Durante el día aprovechaba para salir a buscar comida, esperando que la llegada de la noche siguiente no fuera tan cruel como la de la noche anterior pero, lamentablemente, siempre me equivocaba. Con la aparición de una tenue luna mi corazón se aceleraba, esperando que durante la cacería de esa noche fuera yo el que dejara de sentir. Rezaba, falto de fe; comía, falto de hambre; dormía, falto de sueño. Me miraba al espejo, preguntándome a mí mismo qué había sido de aquel líder al que sólo los recuerdos impedían que se desvaneciera en el olvido. Sin duda, lo que más me aterraba de aquellas noches era que, una tras otra, me sentía más humano. Nunca olvidaré lo acontecido la noche anterior, aquella en la que cayó el último. Me quedé solo y recuerdo cómo a aquel hombre, al que apenas conocía, le rogaba que no me abandonara, aunque sabía que ya no me escuchaba. Me aferré, con el alma desgarrada, a aquella mano que ya no tenía pulso y, como un desalmado, lloré. Nunca había experimentado un dolor tan intenso al sentir que no me quedaba nadie más. No lo entendía, cómo un pueblo entero había sido eliminado por completo por la mismísima parca, vestida de epidemia, y yo seguía vivo, como un último baluarte, inmune a ella. Una maldición que me recordaba que nadie aliviaría mis últimos gritos y lamentos y que mi nombre, una vez agotado mi tiempo, desaparecería por completo y jamás se recordaría. Y por eso escribo esto, la historia de lo que pasó aquí, la historia de un pueblo maldito que reservó el peor castigo al que no fue contagiado, siendo afortunados los que murieron antes que él. Y sin más dilación te felicito, y en parte me enorgullezco, pues si eres consciente de estar viviendo, significa que estas líneas, empapadas por el lamento y la desolación, sirven para algo y, al fin, puedo despedirme de alguien en esta vida, pues esto no es más que una nota de… Daniel Boldova 1º BACH • 42 • decepciÓn navideÑa Me dijo que se llamaba Amelia y era mayor, muy mayor. Las arrugas surcaban la cara de la mujer que tenía delante, demostrando lo mucho que había vivido. Su sonrisa bonita y sincera, me animaba a escuchar y a creer lo que tenía que decirme. Sus ojos azules como el cielo, estaban llenos de bondad, y me miraban con amor, pero también con tristeza. Esa viejecita que tenía delante me dijo que la habían enviado para ayudarme a ser más feliz, dijo que ella era mi regalo de Navidad, dijo que este año no me iban a dar el broche, ni el tocadiscos que había pedido, sino que era yo la que iba a regalar cosas a los demás, y a pesar de tener un aspecto tan frágil que parecía que se la iba a llevar una ráfaga de viento, me enfadé con ella, pero aun así, ni por un momento se me ocurrió desobedecerla después de que ella me preguntase si era feliz, pues aunque yo no quería reconocerlo, sabía que no lo era. La seguí por la calle, andando bajo la nieve, percatándome de que nos alejábamos de la parte de donde yo vivía y nos adentrábamos en los suburbios de la ciudad, una zona que mis padres me habían prohibido pisar. Llegamos a un orfanato, donde nos abrió la puerta una señora que debía rondar los cincuenta años. Se notaba que nos estaba aguardando, o al menos que esperaba a Amelia, porque después de observar mis ropas, me miró como si yo no pintase nada allí; sin embargo, no puso objeciones cuando entré seguida de Amelia ni cuando cerré la puerta tras de mí. En el momento que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, tan solo interrumpida por unas pequeñas velas, descubrí que allí acurrucadas había unas niñas pequeñas. Amelia sacó algo de comida de una bolsa y empezó a repartírsela. Ellas la cogieron hambrientas. Por la forma como se la comieron, me dio la impresión de que hacía días que no tenían nada que llevarse a la boca; sin embargo eso para mí era algo impensable, pues yo provenía de una de las familias más ricas de la ciudad, era la hija del alcalde y, por lo tanto, en mi casa, nunca había faltado de nada. De vuelta a mi casa, cuando terminamos de darles la comida, Amelia me dijo que había cincuenta orfanatos más en la ciudad llenos de niños y niñas que lo único que pedían para Navidad era un plato de comida, y que muchas veces ese deseo no se veía cumplido, así que, en contra de lo que me habían enseñado mis padres, (según ellos no tenía que mezclarme con gente menos privilegiada), decidí ayudar a los niños pobres de los orfanatos. Así, cada día de esa Navidad, mientras mis padres estaban cenando o comiendo con gente importante, Amelia aparecía en la puerta de mi casa y nos recorríamos los orfanatos de toda la ciudad, dándoles comida. Cuando me hice más mayor y Amelia dejó de venir a recogerme, yo seguí repartiendo alimentos y otras cosas indispensables a los niños y niñas. Mientras tanto, cumplí veintidós años y mis padres murieron dejándome su fortuna. Con el dinero, hice construir una casa donde habitarían los niños y niñas sin padres, encargándome personalmente de buscarles un nuevo hogar, encontrando así la felicidad que cuando todavía era una niña me había prometido Amelia. Así me encontré, sentada en un banco de un parque, rodeada de mis nietos, contando mi historia, la última de todas, la que aún me quedaba por narrarles, la • 43 • única basada en hechos reales. Les miré a los ojos, esperando ver una muestra de reconocimiento, algo que me hiciera pensar que habían entendido mi historia, que habían comprendido que la verdadera Navidad no consistía en recibir regalos, sino en darlos, pero, por desgracia, sólo vi muestras de aburrimiento, ni siquiera los pequeños me escuchaban. Entonces me percaté de que una niña, de unos once años me miraba, ¡me estaba escuchando!, tenía los ojos brillantes de la emoción, y los labios se le curvaban en una sincera sonrisa, y aunque me decepcionó saber que la mayoría de los niños no me entendían ni encontrarían el verdadero sentido de la Navidad, me consoló saber que al menos habría una niña que prestaba atención a mi historia, y que seguiría viviendo la verdadera Navidad como debe ser, ayudando a la gente sin esperar recibir nada a cambio. Elva Olloqui 2º ESO Gideon: ¡Sube la colina, rápido, yo te cubro…! Michel: ¡No podemos seguir, nos alcanzarán! Gideon: Sí podemos, avanza, corre, sigue, no mires atrás. Michel: ¡Hay miles de obstáculos desconocidos, es una locura! Gideon: Podemos lograrlo si pones de tu parte. ¡Mira a la derecha! ¡Dispara! Michel: Por aquí, sígueme, parece que mejora el campo de batalla. Gideon: Te lo dije, si te rindes antes de intentarlo nunca alcanzas el objetivo. Michel- ¡Alerta!, cuatro drones a tu izquierda, ¡al suelo!... Gideon: Cúbreme, voy a ver si estamos cerca… Michel: Un campo de minas… estoy perdiendo la esperanza. Gideon: ¡Espera!, una gruta, paremos un segundo. Relájate, respira hondo, este no es el modo de alcanzar un sueño, no puedes rendirte… lucha de una vez. Michel: No creo en ese sueño, vinimos aquí por ti, puedes seguir tú solo si quieres, conmigo nos matarán. Gideon:-Es fácil rendirse, amigo, más fácil que luchar. Deja escapar tus sueños y tu vida no tendrá sentido; este campo de batalla es la vida, puedes seguir con los tuyos o quedarte atrás, es tu decisión. Te arrepentirás… Emilio Juan Usón 2º ESO • 44 • Nunca lo hubiera imaginado de él, eran amigos desde pequeños. Se llevaban muy bien y jugaban a todo juntos, el tiempo era muy corto con él y compartían aficiones. Siempre había pensado que, como era un amigo de verdad, podía confiarle todos sus secretos. Tenía muchos más amigos con los que pasarlo bien, era muy sociable y hacía amigos a troche y moche, eso no era ningún problema, pero a él le consideraba uno de sus mejores amigos. El tiempo pasó y entre juegos, piscina y balones, llegó un día en el que ya eran mayores; bueno, no sé si mayores del todo, pero ya no eran niños pequeños. De pronto, empezaron los cambios para todos; cambios en cuanto a la ropa, a las conversaciones, al ambiente de clase… Nunca pensó que pasaría algo así. Su mejor amigo ya no era el mismo; risas y miradas raras, cambio de aficiones y, de pronto, parecía un extraño. “Supongo que será la edad del pavo “, pensó, “eso que dicen los padres”. No parecía importante, aunque ya no jugaban tanto juntos…, porque todas las “enfermedades” se pasan. Un día le contó un secreto, una cosa que sí era importante para él, como siempre se habían contado todo, no creía que eso hubiera cambiado. Pero descubrió que sí, ya todo había cambiado: le salió rana. Eso ya no era un amigo. Alguien que no guarda un secreto o que lo utiliza contra ti, ya no es un amigo, es una “decepción”. De todo se aprende , y se dio cuenta de que era con todos igual, no dejaba títere con cabeza. De momento, habrá que ver en quién confiar otra vez. Sin confianza no hay amistad. Quién no te conozca, que te compre… aunque te devolverá en cuanto te conozca, estoy seguro, chaval. Emilio Juan Usón 2º ESO • 45 • Era un día soleado. Hacía unos cuarenta grados y estaba caminando por el parque Mil Hojas, el cual lleva hasta mi colegio cuando, de repente, escuché un ruido procedente de unos arbustos. Alarmado por ese extraño ruido, me acerqué y miré en el interior, pero no encontré nada y seguí caminando hacia el colegio sin darle mayor importancia. Ya en la puerta del cole, me disponía a entrar cuando volví a escuchar ese extraño ruido. Yo, en ese momento, me asusté un poco y comencé a correr en dirección a mi clase. Al llegar me encontré a todos mis compañeros. Todo parecía normal hasta que volvió a sonar aquel espantoso sonido. Todos mis compañeros me miraron con cara de sorprendidos y algunos me preguntaron por el sonido, pero yo les decía que no tenía nada que ver con eso. En la segunda hora tocaba ir a informática y ahí es donde pasó lo peor. Cuando estábamos en la sala de los ordenadores, volví a escuchar el sonido y entonces, sin ningún tipo de duda, me di cuenta de que ese horrible ruido procedía de mi mochila. La mochila pareció cobrar vida, como si estuviese poseída por un espíritu loco, que la hiciese saltar y dar volteretas. No sin temor, me decidí a abrirla y comprobar lo que había dentro. Para mi sorpresa, y sin saber cómo se había metido, había un espantoso pavo; pegué un grito y el profesor de informática vino corriendo hacia mí. ‘¿Estás bien? ‛, preguntó. Pero al ver al ave se quedó petrificado. Entonces el animal, aprovechando el momento de confusión, saltó de la mochila y fue directo a la cara del profesor. Me quedé estupefacto, incapaz de moverme para ayudarle y parecía que a mis camaradas les pasaba lo mismo. El profe iba gritando por toda el aula cosas como: ‘¡Quitadme esta estúpida bestia de encima!, ¡Ayuda!‛ … En ese mismo momento entré en acción y agarré al pavo por detrás y lo metí en la mochila. -Esto es lo que pasó, señor director. -¡Ajá!, ¿así que esto es todo? -Sí. -Vale, pero ¿Cómo se te metió el pavo en la mochila? -Pues, como ya le he dicho, lo ignoro, pero supongo que fue cuando me acerqué a los arbustos. -Voy a pensar…………….. Castigado dos semanas y con el pavo paseando contigo a todas partes. Gabriel Urgel 2º ESO • 46 • En un lugar de Aragón, de cuyo nombre prefiero no acordarme, se encontraba, acompañado únicamente por un perro viejo, un anciano. Este hombre, no tenía nada que hacer y se dedicaba solamente a pasar horas y horas delante del televisor; sólo veía películas de caballeros andantes, sus favoritas. Así pasaba días sin comer y bebiendo sólo lo necesario hasta que una buena mañana se le estropeó el usadísimo aparato. No tuvo más remedio que salir a comprar uno nuevo. Al poco rato de salir a la calle, se encontró cara a cara con una extraña criatura que le miraba desafiante. Sin dudarlo, cogió su armadura, su lanza, su escudo y su caballo, y se lanzó a la pelea. Esa misma mañana y a esa misma hora pasaba por allí un policía, quien al ver semejante tumulto de gente, entre divertida y asustada al mismo tiempo, decidió acercarse a ver qué pasaba. Y se quedó atónito al ver semejante escena: un hombre de edad avanzada, vestido con un albornoz, que parecía ser de la tienda de al lado, una tapadera de papelera y una bicicleta, y que no paraba de atizar y maldecir con un bastón ¡a un buzón de correos! Al final hicieron falta cuatro policías para detener al anciano, que se resistía a abandonar la "pelea" mientras maldecía y repetía continuamente el nombre de Dulcinea. Una vez llegaron a comisaría, el comisario allí presente observó cómo cuatro de sus hombres entraban a duras penas con un anciano a rastras que se oponía y se resistía a voz en grito. Pero todavía quedó más impresionado cuando el anciano se levantó de un brinco, le palpó la cara unos segundos y le dijo: " Amigo Sancho, ¿eres tú?". Guillermo Piedrafita 2º ESO • 47 • EL HALCÓN Y SU JAULA Hace algún tiempo un señor iba paseando por un mercadillo. Entonces un vendedor le ofreció un crecepelo y lo compró pensando que le solucionaría su calvicie. Cuando llegó a su casa se lo echó en una parte de su cuero cabelludo para ver cómo reaccionaba. Y resulta que se le cayó el poco pelo que tenía en esa zona dejándolo más calvo de lo que ya estaba. Entonces el señor se enfadó y se fue furioso hasta donde estaba el puesto en el que había adquirido aquel producto, pero, para su sorpresa, cuando llegó vio que ya no estaba. Al día siguiente fue a visitar a su madre junto con su mujer y sus hijos. Y le explicó todo lo sucedido; entonces su madre le dijo : “ ¡Ay, hijo, eres como un halcón en su jaula ! “ Su hijo, muy extrañado, le preguntó : “ ¿ A qué te refieres con eso, mamá? “ Ella contestó :“ Hace muchos años había una familia que vivía en el campo. El padre, la madre y sus dos hijos subsistían con el trabajo del padre. Tenían una jaula inmensa en el jardín, con muchos halcones , de los cuales a uno de ellos le faltaba una pata y lo llamaban Cojito . Cada día, cuando les iban a dar de comer, Cojito intentaba huir, quería ser libre , pero por más que lo intentaba nunca lo conseguía . Un mes más tarde al señor le despidieron de su trabajo, así que tuvo que vender los halcones, entre otras muchas cosas, para sacar dinero mientras estaba en paro . Un día tras otro venían personas de todo tipo a comprar las aves rapaces, pero ninguno escogía a Cojito, porque siempre intentaba escaparse y se volvía loco, y además era cojo . Un día se rindió y dejó de intentar huir. Justo en ese instante entró una veterinaria que tenía muchos animales en su casa y con una voz dulce dijo: “Yo quiero ése , es muy bonito y muy valiente, y además le podré proporcionar los cuidados necesarios para su pata”. Y así Cojito consiguió salir de la jaula y tuvo cuidados de lujo hasta su muerte “, concluyó la abuela . Con esta historia quiero decirte, hijo mío, que no te tiene que importar tanto tu aspecto , y que por mucho que te ofrezcan soluciones imposibles no te tienes que dejar engañar, como le pasaba a aquel halcón. Isabel Puig Ortega 2º ESO • 48 • LA INSCRIPCIÓN DE SAN JORGE Os voy a hacer un breve resumen de lo que ha pasado porque no tengo mucho tiempo. Esos científicos acompañados de soldados no tardarán en llegar… Me llamo John Smith y soy un investigador e historiador estadounidense de la universidad de Wisconsin. Hace semana y media fuimos a España porque habíamos sido invitados a una conferencia sobre arqueología, organizada por una empresa llamada OAPAC. Acabado el evento, ya estábamos recogiendo las cosas para volvernos a EEUU cuando salió en las noticias algo muy curioso: Que en las Cuevas de Altamira se había encontrado una inscripción en piedra en una lengua desconocida, muy antigua posiblemente, la cual según los paleógrafos, era una mezcla de arameo y griego. Aproximadamente un día y medio después, se tradujo la inscripción que parecía decir: “San Jorge”, y inscripción, algo identificar, “Repko”. en medio de la deteriorado y sin Me quedé bastante sorprendido con la noticia, ya que, en realidad, mi apellido era Repko. Pero mi desapareció un día de así que mi madre se volvió a padre casa y ya no volvió, cambiar el apellido al de soltera, y también me lo cambió a mí. Nadie sabía esto. Solo yo y mi grupo de trabajo. Rápidamente nos desplazamos hasta Cantabria, pero a mí me asaltaban las dudas. ¿Qué tenía que ver San Jorge en España, si había permanecido durante su vida en Oriente? ¿Y por qué aparecía mi verdadero apellido grabado en piedra en unas cuevas del paleolítico? He de decir que, desgraciadamente, no me ha dado tiempo a resolverlo. Desde que se descifraron las inscripciones, alguien ha estado persiguiéndonos. Los mismos tipos, los mismos todoterrenos negros… Quizá la OAPAC tenga algo que ver. Creo que es la misma gente que está llegando a nuestro escondrijo. El caso • 49 • es que cuando llegamos a Cantabria, pudimos pasar a ver la inscripción durante un tiempo limitado, ya que se había restringido la zona. La gente no sabía si era una broma de alguien, o si de verdad pasaba algo. Al caer la noche, desanimados por no haber encontrado nada aparentemente anormal, volvíamos desanimados a nuestro “campamento” cuando un anciano, de unos 90 años de edad, me cogió del brazo y me dijo que él lo sabía todo. Que sabía quién era yo, que sabía lo de las cuevas y por qué en Cantabria… Pero distinguí entre la noche uno de esos malditos todoterrenos negros aparcado a 20 metros de nosotros. Como por acto reflejo, mi equipo, yo y el anciano empezamos a correr. Las luces del coche se pusieron en marcha y avanzaron hacia nosotros, pero uno de mis colaboradores se había dado más prisa y traía la furgoneta. Nos montamos y en centésimas de segundo estábamos intentando librarnos de un todoterreno negro por las calles de Santillana del Mar hasta que, gracias a la habilidad de conducción de Patrick, pudimos escapar de él. Llegamos a una casa abandonada, a unos 20 km de Santillana, y allí hemos permanecido hasta ahora. Tengo que averiguar estos misterios. Quizá nos habían tenido engañados durante todo este tiempo y ahora que hemos descubierto la punta del iceberg nos quieren callar para siempre. No sé si volveré a escribir sobre este tema. Quizá sea demasiado peligroso. Estoy viendo por la ventana cómo tres todoterrenos negros están entrando en el descuidado jardín de mi ruinosa casa. Creía que estábamos a salvo, pero veo que me equivocaba… Jesús Sacramento 3º E.S.O. • 50 • Isla Annenkev 23-mayo-2061 Sr/Sra: Mi nombre es James Vrost y escribo esta carta desde la remota isla de Annenkev. Apuesto a que ni siquiera sabía de la existencia de esta isla, y si estaba al tanto de la misma sería por los planes de invasión actuales. Aquí, en Annenkev, la vida no es fácil. Ahora el frío hace la vida casi imposible. Ya ni siquiera los tan comunes pingüinos son fáciles de encontrar y creo que, en cierta medida, eso es lo único que ha impedido nuestra invasión. Soy consciente de que este repentino interés por nuestra pequeña isla se debe al temprano final del tratado Antártico que cumple, dentro de un mes exacto, un siglo de existencia. Esta fecha también va a marcar el final de la validez del mismo. Entiendo que nuestra pequeña isla, debido a su posición estratégica, es un punto clave para preparar la avanzadilla de la invasión del continente. He de reconocer que no sé cuál, de las aún vigentes cláusulas, piensa romper primero: si el asentamiento de bases militares, la contaminación de este territorio virgen con residuos nucleares o el aprovechamiento de sus recursos. Pero me veo obligado a hacerle la pregunta de por qué. ¿Por qué la gran batalla llevada a cabo en el hemisferio norte, entre las grandes potencias, tiene que acarrear tantos problemas a esta pequeña población tan peculiar que hasta estuvo considerada lugar de Especial Interés Científico durante años? ¿Por qué somos nosotros los que debemos temer salir a la calle si son ustedes los que sacarán provecho de la utilización de los recursos de este continente hasta vaciarlo por completo? ¿Por qué el ser humano es capaz de estas cosas tan atroces sólo para conseguir un poco más de petróleo o una buena posición en caso de una posible guerra? ¿Por qué? Ha de entender mi descontento. Ustedes mismos, un siglo atrás, firmaron este acuerdo de duración indefinida. ¿Por qué entre todas las guerras y disputas sólo podían estar de acuerdo en que era el momento de terminar con este acuerdo? Ustedes mismos consideraron la Antártida como un lugar de gran interés natural, ¿por qué destruir lo construido? ¿Y por qué llevarse la vida de cientos de personas inocentes con ello? ¿Por qué han de ser tan • 51 • egoístas y crueles. ¿Por qué no podían dejar las cosas como estaban? ¿De dónde viene ese afán por destruirlo todo, por acabar con los otros, pisotearlos y negarles su derecho a vivir y ser felices? Discúlpeme si he sido incorrecto o mal educado. Es sólo que la fecha se acerca y posiblemente mi muerte con ella. Ya que ustedes son los que tienen el poder de tomar semejante decisiones he supuesto que serán los que sabrán dar respuestas a todas estas preguntas. Sólo quiero creer que mi inminente muerte no habrá sido en vano. James Vrost, 19 años. Laura Vinués 4º ESO SOLA EN MEDIO DE UN MONTÓN DE GENTE ¿Muchas veces te has sentido solo o sola, sin que nadie se preocupe por ti o sin que nadie te hable? ¿Esos momentos en los que necesitas a alguien con quien compartir tus dudas, tus decepciones, tus temores; alguien con quien llorar en su hombro y darte cuenta de que no tienes a nadie para ello, y piensas que el mundo se te cae encima y tú no puedes sujetarlo ni hacer nada para evitarlo? Las amistades van y vienen. Amigos que crees en ellos te pueden dar una puñalada en la espalda cuando menos te lo esperas; gente que va contigo y te critica a tus espaldas; amigos de toda la vida que consideras como hermanos y cambian y ya no te hablan porque a los demás no les gusta cómo eres; y así podría seguir enumerando situaciones y circunstancias. Es en esos momentos cuando te das cuenta de las verdaderas personas, aquellas que te quieren, las que te apoyan en todo momento aunque ni tú confíes en ti mismo. Esos son los amigos de verdad, los que siempre están ahí, incluso en los peores momentos. Hay una frase que dice: “Un amigo es alguien que lo sabe todo de ti y a pesar de ello te quiere”, porque a pesar de que te hayas equivocado en el pasado o hayas discutido muchas veces con él le sigues y te sigue queriendo como a un hermano, porque hasta los mejores amigos siempre se enfadan de vez en cuando. Muchas veces crees que nunca encontrarás tu sitio, que no hay ningún hueco para ti en el mundo, pero hay que tener esperanza porque todo el mundo tiene un lugar donde sentirse querido. Puede que en ocasiones sientas que no hay nadie, que estás solo en medio de un montón de gente, pero piensa también en los que te aprecian de verdad y te llevan en algún lugar de su corazón. Ana Chicapar 2º ESO • 52 • YA NO SOY MÁS TU PRINCESA He descubierto que las hadas no existen, ni tampoco los finales de cuento; que cuando algo va mal no puedo darme la vuelta y esconderme en tus brazos, y que cada vez que me caigo tengo que levantarme y luchar por lo que quiero, como me enseñaste. Siempre he sido tu princesa, tu niña pequeña, la que corría a buscarte cuando algo le asustaba y tenía miedo. Ya no soy esa niña a la que enseñaste a montar en bicicleta y a leer; ni la niña a la que tenías que darle la mano al entrar en el mar. Me he hecho mayor y ya no veo trols y ogros en las rocas, ni creo que detrás de los libros fantásticos haya historias reales. Me enseñaste que la magia existe. Yo creía que te referías a brujas y hechizos; pero con los años lo he entendido. La magia existe y está en pequeños detalles: en una sonrisa o en una mañana de primavera, en conseguir lo que te propones y en pasar una mañana o una tarde con las personas que te quieren. Ahora estoy nerviosa. Hoy es el gran día, el día de mi boda. Me cojo de tu brazo para entrar en la iglesia y no puedo dejar de imaginarme a tu princesa, a esa niña pequeña que se reía y aún se ríe por cualquier cosa. Pero, lo siento, papá, ya no veo más a tu princesa. Esa niña creció y hoy se va a casar; eso sí, nunca hubiera llegado donde hoy estoy, si no hubiese sido tu…,aunque algo me dice que en tu corazón lo sigo siendo y lo seré siempre. Gracias, por haberme dejado ser tu princesa, papá. Lucía Chocarro 2º ESO JARDÍN DE INVIERNO Hacía un día de primavera espléndido. El parque vestido de colores primaverales, lucía más bonito que nunca para Isabel. Ella y Claudia esperaban en la Rosaleda, la cual tenía todas las rosas abiertas, desprendiendo un delicioso aroma que atraía a las abejas. Se sentían emocionadas y algo nerviosas. Felipe y Carlos aparecerían en breve. Tan nerviosas estaban que no paraban de mirar el espejo asegurándose de que el maquillaje estuviera perfecto. • 53 • Y es que Isabel se estaba enamorando de Felipe, un apuesto caballero que hacía poco había conocido; se había puesto su vestido favorito, de color azul marino y había recogido su pelo en una trenza dejando ver así los pendientes que Felipe le había regalado. Pasaban los minutos y no aparecían. Isabel comenzaba a pensar que Felipe le había dado plantón, cuando lo vio entrar acompañado de Carlos por la entrada de la rosaleda. Todas las dudas que había tenido se disiparon para dar paso a una enorme alegría, haciendo que el corazón se le acelerara como nunca antes. Sentía que tenía catorce años de nuevo, viéndose envuelta en su primer amor, en vez de veinticuatro, una mujer hecha y derecha. Los chicos se habían retrasado al no encontrar la Rosaleda, típico de Felipe, la orientación no era lo suyo. Una vez explicado el contratiempo comenzaron a pasear. Claudia y Carlos se habían marchado a la fuente y ellos se dirigían al jardín de invierno. Mientras caminaban sus manos se rozaron y Felipe entrelazó sus dedos con los de ella. Isabel estaba más feliz que nunca, su corazón latía tan deprisa que los latidos que había creído los más rápidos de toda su vida parecían ahora caracoles. Notó cómo sus mejillas se teñían de rojo por la alegría y que no podía parar de sonreír. Ya estaban en el jardín de invierno, y se estaban acercando al lago cuando sintió frío, un frío propio del invierno. Notó cómo le caía algo en el pelo y al tocarlo apreció que estaba jasco, nada sedoso. Cogió lo que había caído y al mirarlo vio que era un copo de nieve. ¿Un copo de nieve?, se preguntó, ¿cómo podía ser posible?, aún no era invierno. Estaban en el jardín de invierno pero en plena primavera; al levantar la vista de su mano vio que todo el parque se había teñido de blanco y el lago estaba helado. Cerró los ojos, los abrió de nuevo… y ya no estaba en el jardín de invierno, ni tampoco en el parque, sino en su habitación. Nada más que un sueño, un recuerdo de hacía muchos años, un dulce recuerdo… Se giró y vio entre la niebla de sus cataratas a Felipe a su lado, cogiéndola de la mano, como en el parque hacía tantas años. Su corazón aún se emocionaba al recordarlo. Había sentido frío porque era invierno y no primavera. Entre la niebla divisó el sifonier en el cual descansaban tantas fotos… su boda, los bautizos, comuniones y bodas de todos sus hijos y de sus nietos tan adorados. Sonrió en la penumbra de su habitación, rememorando tantas escenas desde aquel comienzo en el parque, en el jardín de invierno. Tocó su pelo, ahora blanco como la nieve por las canas, miró una vez más a Felipe entre la niebla y cerró los ojos para seguir soñando con su primer beso en el jardín de invierno. Lucía Chocarro 2º ESO • 54 • CCOONNVVEERRSSAACCIO IONNEESSCCOONNMMI I SSOOM MBBRRAA - ¿Qué vas a hacer ahora sin tu sombra? Es la pregunta que todo el mundo me hacía desde que mi primo Sam desapareció. Mi nombre es Micah Mandel y tengo catorce años. Soy un afroamericano de origen senegalés que ha pasado toda su vida en los suburbios de Nueva York. Cuando tenía cinco años mi madre murió y tía Helen se hizo cargo de mí y de mis dos hermanos pequeños. Sam y yo siempre estuvimos juntos; tanto, que nos llamaban “la sombra”. A pesar de ser mi mejor amigo, no le había contado a qué me dedicaba últimamente. Podría haber intentado sacar algo de dinero recogiendo chatarra o, como Sam, de dependiente en una gasolinera por la noche. Pero, como tantos chicos del barrio, opté por algo más lucrativo y menos esforzado, terminé vendiendo droga. Sabía que tía Helen y Sam no lo aprobarían jamás y por eso, en los últimos meses, les había estado evitando. -Micah, tu primo Sam no ha vuelto, le ha tenido que pasar algo- dijo tía Helen. Me estremeció la idea de verlo tirado en el suelo, sin vida. En un barrio como éste, era una imagen que había visto muchas veces. Mis ojos se aguaron con rapidez y decidí alejar esos pensamientos inmediatamente. -Quizás se ha entretenido- le dije, intentando calmarla. Me encaminé hacia “La Central”, un edificio abandonado donde recogíamos la droga para luego venderla por la calle. Miré a todos los lados antes de pasar por el agujero de la verja. Cuando estaba frente a la gran puerta oxidada que daba paso al interior, la idea de que le hubiera pasado algo a Sam me paralizó. Permanecí estático, no sé cuánto tiempo, hasta que noté la presencia de alguien y me giré. Sam se encontraba frente a mí, con las manos enterradas en los bolsillos de su chándal blanco. Le estreché entre mis brazos para luego propinarle un golpe en su hombro izquierdo. • 55 • -Eh, ¿eso a qué viene?- se quejó, sobándose la parte dolorida. -¿Sabes el susto que nos has dado? Creíamos que no volveríamos a verte con vida. - Micah, estoy aquí para ayudarte. -¿Ayudarme? -Sí, llevo mucho tiempo intentando hablar contigo pero me has evitado; ¿vendes droga, Micah? Mi corazón se aceleró, me había descubierto. Ya me lo había preguntado en varias ocasiones pero, simplemente, había cambiado de tema. Ahora era distinto, con él delante, no había manera de esquivar la pregunta. -Yo… sí- agaché la cabeza y miré mis zapatos intentando escapar de su mirada. Sabía que vivía de las adicciones y desgracias de la gente, vendiendo sustancias que los mataban poco a poco, pero me permitía llevar un nivel de vida que no había tenido nunca. -Micah, ¿no comprendes que es peligroso? Imagínate que la fastidias y te matan. ¿Qué pasará con los pequeños? ¿Por qué no me lo has contado? -Sam, ya no somos niños. No necesito oír tus consejos más, ni pedirte permiso para nada; puedo tomar mis decisiones sin consultarte. Y en cuanto a los niños, lo hago por ellos. -No intentes justificarte. Sabes que no está bien lo que haces. Tú no eres como esa gente. -¡Lárgate, ya no eres mi sombra!- le grité. -Te equivocas también en esto, Micah, siempre seré tu sombra, tu conciencia. En ese momento, mi teléfono sonó. Me encontraba completamente aturdido, como recién despertado de un sueño. Comprobé que estaba solo frente a la puerta. No entendía nada y el teléfono, impaciente, no dejaba de sonar. -¿Diga? • 56 • -Hola, Micah- la voz de mi tía, Helen, sonaba entrecortada y se podía apreciar fácilmente su llanto. -¿Qué pasa?- la preocupación se hizo presente en mi voz. -Es Sam, está muerto. La policía ha dicho que lo mataron ayer en la gasolinera. Un drogadicto entró a robar y le pegó un tiro por la espalda. -¿Ayer?, pero si yo, hoy,… ahora mismo, él…- balbuceé Me quedé petrificado frente a “La Central”. Alguien me dijo que entrara, pero me alejé de allí corriendo. En casa de tía Helen, lloraban y maldecían en lo que se había convertido el barrio desde que la droga se instaló en sus calles. Alguien empezó a enumerar los muchachos que habían muerto víctimas de su consumo. Una mezcla de tristeza, vergüenza y culpabilidad me obligaron a salir a la calle. Sentado en la acera, sentí repugnancia hacia mi persona. De alguna manera, yo había contribuido a su muerte y a la de muchas otras personas a las que no conocía. Tía Helen me abrazó y susurró: -¿Qué vas a hacer ahora sin tu sombra, Micah? Con los ojos llenos de lágrimas la estreché entre mis brazos y le dije: -Está conmigo, tía, siempre estaremos juntos. Tenía razón mi primo, su sombra me acompañaría siempre, solo que ahora era mi conciencia. Entonces, levanté la vista al cielo y dije: -Te haré caso, Sam. Lucía Pérez 2º ESO MÁS VALE BURRO VIVO QUE SABIO MUERTO Elizabeth pertenecía a la nobleza londinense de la época victoriana, en la que la familia era el eje central de sus vidas, y el hogar, el lugar idílico donde cuidarla. El padre se encargaba de mantenerla y sus decisiones eran incuestionables. La mujer casada, madre y esposa, era propiedad de su esposo. • 57 • La niñez de Elizabeth se desarrolló recluida en habitaciones donde las niñeras se ocupaban de sus juegos, comidas y lecciones de piano y canto. Cuando cumplió quince años, sus responsabilidades se resumían en la visita dominical a la iglesia y las veladas cantando alrededor del piano, jugando a las cartas o haciendo labores, como el resto de las señoritas de su edad. Sin embargo, Elizabeth tenía más intereses que su rutinaria vida adolescente. Sentada en un rincón del salón, asistía en silencio a las reuniones de su padre con políticos, industriales y resto de la alta sociedad, en la que acordaban medidas para aumentar aún más sus beneficios. Mientras, el resto de la población, malvivía en una realidad social, que la joven observaba desde su coche de caballos, cuando asistía a fiestas en las que las chicas de su edad, conocían a sus futuros maridos. Compartió con su familia estas reflexiones, y a partir de ese momento, su padre le prohibió estar presente en las reuniones, y le insistió en su deber de encontrar marido cuanto antes. El hecho de no poder compartir sus inquietudes con nadie de su entorno, hizo que se le ocurriera evadirse a través de la escritura. Durante varios años, le robó horas de sueño a la noche, para crear historias de una heroína a la que llamó, Lisa. A través de ella, experimentó situaciones fantásticas junto a personajes y lugares exóticos, en los que Lisa desafiaba su destino, sin que nadie pudiera evitarlo. Sabía que sería muy difícil encontrar editores que fueran en contra de la moralidad victoriana, que consideraba impropio de una mujer la escritura. Tampoco su familia la apoyaría y menos ahora, que cumplidos los dieciocho años, era la única hija que aún no se había casado. Así que Elisabeth decidió mandar los relatos junto a una carta a Charles Lakewood, escritor mediocre y amigo de la familia, en la que le solicitaba su ayuda para publicarlos. En cuanto los manuscritos estuvieron en manos de éste, se dio cuenta del talento de la joven y tardó poco en enviarlos a la editorial, para que fueran publicados con su nombre. Al no recibir respuesta, Elizabeth entendió que las obras no tenían el nivel suficiente y se olvidó de todo. Hasta que un día, vio en la portada del periódico en grandes titulares “La reina Victoria nombra Sir a Charles Lakewood en reconocimiento a su excelsa contribución a la cultura inglesa, gracias a la exitosa serie de libros conocidos como Las aventuras de Lisa”. En ese momento oyó la voz de Charles preguntando por ella e, inmediatamente, la puerta de la sala se abrió. Antes de que Elisabeth pudiera articular ningún reproche, él la empujó contra la pared y agarrándola del cuello le comunicó que había solicitado permiso para casarse con ella, y que sus padres se lo habían concedido. De esta forma él se aseguraba su futuro como escritor. La falta de aire junto con la noticia, hizo que la joven entrara en una especie de trance y que no opusiera resistencia cuando Charles la llevó hasta el salón, donde la esperaban sus padres y hermanas. Al verla entrar, todos se levantaron y corrieron a abrazarla, uno tras otro, mientras le daban la enhorabuena. Entonces su padre, cogió suavemente la cara de su hija, le besó con cariño la frente y le dio su bendición. En ese momento, Elisabeth supo que no podía • 58 • hacer otra cosa que aceptar su destino. Hubiera querido convertirse en Lisa, gritar que no estaba de acuerdo y que nunca se casaría con él. Descubrir a todos la verdadera personalidad de Charles, su traición, la crueldad de sus planes y echarlo de la casa sin remilgos. Pero no podía. Volvió a su habitación y, temblando, cogió una lámina de papel y humedeció la pluma en el tintero. Las lágrimas diluían las pocas letras que lograba dibujar, pero pensó en Lisa y continuó. Ahora su heroína no estaba en un país extranjero lleno de lujos y extravagancias, sino en una ciudad industrial similar a Londres. Vivía en una de las casas construidas para los trabajadores de la fábrica, baratas e insalubres, donde las familias vivían hacinadas en una habitación. Trabajaba doce horas junto a niños de 9 años, y en unas condiciones laborales deplorables, con un sueldo mísero e inferior al de los hombres, por su condición de mujer. Sus trabajos eran tan peligrosos que los accidentes, las quemaduras y las inhalaciones de gases, causaban, frecuentemente, graves enfermedades e incluso la muerte. Lisa se preguntaba cómo una sociedad que se consideraba evolucionada y culta, con una soberana tan religiosa, podía vivir de espaldas a esa realidad, permitiendo este tipo de ultrajes. Pero con arrojo y valentía, conseguía sublevar a los trabajadores de su fábrica, que dejaban de trabajar. Las huelgas se extendían por todo el territorio, se paraba la producción y el país se colapsaba. Los dueños de las industrias se veían obligados a escuchar las reivindicaciones de sus empleados. Los trabajadores creaban sus propios sindicatos, conseguían mejorar las condiciones laborales, se prohibía el trabajo infantil hasta los 14 años, y se igualaban los derechos entre hombres y mujeres. Una vez terminado el manuscrito, Elisabeth, lo envió a la editorial que había publicado el resto de los libros y adjuntó una nota en la que decía. “Solicito la publicación inmediata de este libro. Firmado, Sir Charles Lakewood”. El libro llegó a las librerías a los pocos días y, acto seguido, los periódicos se hicieron eco de las revolucionarias ideas que en él aparecían. La sociedad británica lejos de sentir vergüenza por la realidad que describía, sintió miedo. Miedo de perder lo que tenían. Los periódicos hablaban de “Ensalzamiento de la violencia entre las clases trabajadoras y pobres” y presentaron a Charles como un antipatriota. La reina Victoria le retiró el título de Sir y lo nombró persona “Non grata” en Inglaterra, con lo que tuvo que marcharse del país para siempre. • 59 • A los pocos días, Elisabeth vio en el despacho de su padre el libro con el nombre de Sir Charles Lakewood en grandes letras doradas. De nuevo, el odio se apoderó de ella. Pensó en contar a los periódicos toda la verdad sobre “Las aventuras de Lisa”, disfrutar del éxito que le había sido arrebatado y reivindicar su condición de mujer escritora. Pero, si lo hacía, tendría que asumir también éste último libro, el que había conseguido tambalear los cimientos de la flemática sociedad británica, y por el que Charles estaba desterrado. Después de unos minutos, Elisabeth sintió la necesidad de poner el punto y final a este capítulo de su vida, y decidió que ya no habría más aventuras para Lisa. Antes de olvidarlo para siempre en un cajón, abrió el libro por la última página, y con su pluma, escribió algo que había oído muchas veces desde niña, pero que nunca había entendido hasta ahora, que, repente, cobraba todo el sentido: Más vale burro vivo que sabio muerto. Lucía Pérez 2º ESO El olor a carne quemada se mezclaba con las maldiciones al inquisidor de Sintell. El hermano Braulio empezó a recitar la acusación. - A todos los hombres que se encuentran aquí se les condena por adorar a las estrellas, negar la existencia de Dios en el cielo y anunciar que la Tierra es redonda. Por todo esto se les condena a cien latigazos por cortesía del inquisidor y a morir en la hoguera para la purificación de sus almas - dijo solemnemente el hermano Braulio. En ese mismo momento aparecieron doce figuras esbeltas y encapuchadas acompañadas de seis soldados de la guardia personal del inquisidor, todos ellos equipados con armadura y espada. Los verdugos se fueron poniendo en posición para azotar a sus víctimas hasta sólo ver sangre seca en sus capuchas y • 60 • preparados para servir a su señor a la hora de cometer atrocidades. La plaza se empezó a llenar y los gritos e insultos hacia los herejes se hicieron tan sonoros que solo se oía una multitud chillando y levantando todo tipo de utensilios de agricultura puntiagudos y señalando con ellos a los acusados. Las trompetas sonaron y el silencio de la muchedumbre se propagó por toda la plaza dejando al descubierto los alaridos y los continuos azotes a los herejes. Las salpicaduras de sangre llegaron hasta el hermano Braulio que se encontraba a mi lado. Los dos pertenecíamos a la Inquisición desde hacía ya seis años. Nos separaba la edad y el día de llegada a la abadía o mejor dicho a la fortaleza del santo oficio, pues el hermano Braulio llegó dos días después de que yo me hospedara. El hermano Braulio se presentó en aquella ocasión con una cota de malla que llevaba la insignia de la orden de los cruzados y una espada de más de dos metros sobre su ancha espalda y pidiendo el reposo del alma en un lugar tan pacífico como se suponía que sería la casa del Señor. Sin embargo, lo que nadie pensaría nunca es que desde lo más profundo de la abadía solían salir quejidos y súplicas de los desdichados allí retenidos, producidos por los muchos verdugos y soldados que el inquisidor escondía en los sótanos de un humilde convento. Mis pensamientos se esfumaron al salpicarme sangre en la cara. A lo lejos aparecieron el inquisidor y doce caballeros que lo escoltaban. El inquisidor desmontó cerca de los verdugos que seguían azotando a los restos de cadáveres que ardían en la pira. Le puso la mano al verdugo más cercano para que se detuviera antes de que repitiese la flagelación al cuerpo sin vida. - Ya has hecho lo posible por salvar el alma de este condenado y Dios te lo agradecerá con la vida eterna.- dijo elevando la voz. Los verdugos fueron saliendo en fila hasta desaparecer entre la multitud que contemplaba la escena sin hacer el mínimo ruido. - Vuestro Señor piensa que condenar con la muerte a los que no creen en Dios significa la salvación eterna, pero se ha olvidado de que no hay ningún mandamiento que obligue a la Iglesia a reunir un ejército con el dinero que sacan de las bulas. - contestó un hereje con voz apocalíptica en una esquina de la plaza. El fuego le había quitado sus atuendos y dejado al descubierto una armadura con la cruz de la orden del temple, que deslumbró al populacho que contemplaba la escena. El hermano Braulio abandonó la postura de plegaria, ayudó al hereje a ponerse de pie y se quitó de forma brusca el hábito dejando al descubierto una armadura idéntica a la del acusado. Mientras tanto, los caballeros de la guardia personal del inquisidor desenvainaron las espadas y espolearon a los caballos hacia donde se encontraba el hermano Braulio, que desenvainó a su vez la espada con gran maestría mientras gritaba: -¡Por el séptimo rey! Miles de voces y gritos cargados de odio respondieron a la llamada del hermano Braulio, que se oían cada vez más cercanas hasta que centenares de tejas cayeron de los edificios más cercanos y fueron sustituidas por decenas de ballesteros que apuntaban a los doce caballeros sin contemplaciones. De las esquinas más • 61 • oscuras aparecían más caballeros de la legendaria Orden del Temple que avanzaban hacia los jinetes. El inquisidor fue sustituido por otros doce caballeros dejando a la población y a los monjes en medio de un conflicto bélico del que intentábamos huir la mayoría sin éxito alguno. Un caballero de la guardia personal del inquisidor descabalgó con torpeza al atravesarle una flecha su gruesa coraza. Su cuerpo quedó enterrado bajo decenas de personas que lo pisaban. El hereje había conseguido salir de la hoguera y luchaba al lado del hermano Braulio con idéntica ferocidad, pero todo cambió cuando un caballero del inquisidor arrolló al hermano Braulio mientras otros dos asestaron un par de golpes en las costillas del hereje hasta atravesar la incandescente armadura del templario. Me acerqué al hereje que, sorprendentemente, seguía con vida y gritaba mi nombre lo más alto que podía. No me lo pensé dos veces y cogí una pequeña daga que me alargó. La apreté con fuerza hasta que me sangró la mano dejando ver un mensaje oculto. Decía así: “Las estrellas son la piel del cielo y el fuego de la Inquisición es el reflejo de sus propios demonios”. Había oído muchas leyendas sobre el séptimo rey pero como toda leyenda no se sabía hasta qué punto era real. La leyenda hablaba de un séptimo rey desheredado por su propio padre y enviado al exilio eterno más allá de las montañas de Sandar, donde los caminos se hallaban llenos de malhechores y donde los herejes solían celebrar los rituales prohibidos por el Santo Oficio. Otras leyendas decían que más allá de las montañas se podía observar la fortaleza construida, piedra a piedra, por el mismísimo séptimo rey. La leyenda contaba que todos sus hermanos eran más fuertes y valerosos que él, y que éste se dedicaba únicamente al conocimiento y a la observación de todo lo que sus ojos podían ver, hasta el punto de cometer el error de publicar un libro en el que contaba todo lo observado. Ello supuso un escándalo y llevó a la retirada del libro por la Inquisición y la confiscación de sus pertenencias familiares. Pero, ¿podía ser cierta la leyenda? Y si fuera así, ¿por qué las manos de un hereje le habían entregado esa extraña daga a un joven monje como yo? Miguel Ángel Marín 4º ESO HAN DISEÑADO LA PRESENTE EDICIÓN: Nora Loscos Raquel Escriche Ramón Sobrino Pardo Javier Arroyos Carmen Cecilia Muñoz Carlota Moncasi Pilar Tena • 62 • Para comenzar este artículo diré que a mí me gusta la playa; me gusta y mucho, pero también le veo algunos inconvenientes. Os contaré… Por ejemplo, pleno mes de agosto y por fin las esperadas y merecidas vacaciones en familia. Ya instalados, vas a la playa a eso de las once de la mañana con mil trastos (flotador de patito, nevera, hamacas, palas, crema solar, toallas, etc.) y no encuentras un centímetro cuadrado libre sin toallas, hamacas o sombrillas. Tú tiras un alfiler y se pinchan ocho antes de caer al suelo. ¿Y qué haces? …(Sobre este tema deberían de hacer una película: “Misión Imposible 5: encontrar sitio en la playa”) Pero eso no es lo peor. Lo peor viene cuando te paseas de un lado a otro de la playa, como si fuese una procesión, con los mil trastos que llevas al hombro, intentando encontrar ese centímetro cuadrado libre para instalar tu campamento el cual, después de una larga e interminable búsqueda, queda montado o muy adelante en el agua, donde te mojas, o muy atrás, donde la arena quema más que en el desierto. Cuando por fin consigues un sitio más o menos decente, extiendes la toalla, te vas a tumbar y es cuando el gracioso de al lado sacude la suya y te llena la tuya de arena ¡a mí eso me enerva y me dan ganas de ponerle la toalla de turbante! Ya acomodado te dispones a almorzar y siempre, pero siempre, en el noventa y nueve por ciento de los casos, el último trozo, el más preciado, se te cae a la arena ¡Cómo lo odio!. No contento con esto y para quitarte el mal humor, te vas a dar un baño y justo cuando te metes en el agua, te viene semejante ola que… acabas un metro más atrás con medio mar en tu estómago. Totalmente cabreado vuelves a la toalla y ves a dos niños corriendo alrededor de tu “campamento” y te han llenado la toalla de arena, hasta tal punto, que casi hay que desenterrarla. Entonces yo pienso “esto es karma, ¿qué he hecho yo para merecer esto?” Pero defectos aparte, la playa también tiene su lado bueno, como esos paseos nocturnos por la orilla, descalzo, pisando la arena fresca… ¡eso no tiene precio!; bucear por los bonitos y coloridos arrecifes; pescar con red algún que otro pez despistado… La playa sería como el ying y el yang, tiene su lado bueno y su lado malo, pero desde aquí seguiré esperando esos ansiados días de playa aunque tenga que madrugar un poco para plantar mi tienda… Pablo Sanz Calvo 2º ESO • 63 • correr en libertad: Moabulu era un niño negro con la mala suerte de haber nacido en Texas en el año 1850. Sus padres eran esclavos en una granja de una familia influyente de la época. Moabulu se llevaba muy bien con el hijo de esa familia, Richard. Al principio, a los padres de Richard no les importaba que jugasen juntos, pero a la edad de doce años le explicaron a Richard, que no podía jugar con Moabulu, y le inculcaron ideas racistas. Ese año fue muy duro para Moabulu: primero perdió a su único amigo y segundo perdió a su madre debido a una enfermedad muy grave; y eso no fue todo, la familia lo consideraba lo suficientemente mayor y fuerte para trabajar. A partir de ese momento, la vida de Moabulu fue un auténtico sufrimiento: levantándose por la mañana a trabajar en el campo (sin haber desayunado); al mediodía, apenas tenían comida, simplemente un trozo de pan y un poco de agua y por la tarde, otra vez a trabajar al campo. Lo peor de ese trabajo era el capataz Bill; no tenía piedad, simplemente por descansar un momento eran unos cuantos latigazos. Prácticamente Moabulu sólo tenía un momento de descanso, la noche, y la pasaba mirando la playa de Freeport, imaginándose cómo sería sentir el viento en la cara, la arena en los pies, correr en libertad… Pasaron ocho años y Moabulu cumplió los 20, la misma edad que Richard, que pasaba a convertirse en el amo de la casa tras la muerte de sus padres. Moabulu pensó que con él las cosas cambiarían, pero todo siguió igual, incluso peor. Ese año ocurrió otra desgracia para Moabulu: su padre murió, por la misma causa que su madre. A Moabulu le dio tiempo de despedirse. Las últimas palabras de su padre fueron: “Sigue luchando, hijo; más allá de la colina puntiaguda, se encuentra la libertad. Ve a por ella y no te quedes aquí…”. Moabulu se quedó con esas palabras. Había visto cosas terribles, entre ellas la muerte de sus padres. La rabia le corría por las venas. Enterró a su padre, miró la colina y pensó en las palabras de su padre. Se armó de valor y salió corriendo en dirección a la colina, con la fortuna de llegar a la ladera sin que nadie lo viera. Seguramente, a la mañana siguiente, tras el recuento, se darían cuenta de su ausencia y saldrían en su busca, pero eso sería mañana. Moabulu se tumbó y descansó un rato. A la mañana siguiente Moabulu escuchó los gritos del capataz que se acercaba. “Falta uno, falta uno”. Guiado por el miedo, comenzó a subir por la colina, y al cabo de tres horas llegó a la cima y vio que al otro lado se encontraban los yankees. Salió corriendo hacia ellos. Al llegar le dieron comida, agua y ropas nuevas. Moabulu informó al General Keven de que al otro lado de la colina se encontraba una granja en la que unos hombres maltrataban a los negros. Sin pensarlo, el General Keven dirigió a sus tropas hacia allí y liberaron la granja. Desde ese día pudieron correr en Libertad. Pedro Gil. 2º ESO • 64 • Hace dos años, en el mar Mediterráneo, en la zona de Cádiz, había un pueblo de peces payaso que se llamaba Villa Payasos. Era un lugar muy conocido por todos los peces e ideal para pasar unas semanas de relax, fueras el pez que fueses. Pero hace unas semanas una ballena del mar de Corea invadió este maravilloso lugar para hacerse con todas sus riquezas: las perlas y el dinero que se ingresaba gracias al turismo de los demás peces. Así que la ballena Roda invadió Villa Payasos con su ejército de anguilas y su guardia de tiburones toro que acabaron con el ejército de los peces payaso en dos patadas, literalmente, ¡zas, zas! Desde ese momento el número de peces que ha visitado ese pueblo ha ido disminuyendo hasta verse reducido a un grupo de mejillones cebra que se han instalado hace dos días. Visto este panorama la ballena no ha tenido más remedio que hacer pagar unos impuestos de diez perlas a cada uno de los peces payaso. Sin embargo, todavía hay unos cuantos peces que creen que pueden librarse de esa ballena asquerosa de una vez por todas: La Resistencia Payasa o como ellos se autodenominan la LRP. Su jefe, un pez payaso grande al que todos conocen como Larry, regenta el hotel Marítimo con su esposa y sus dos hijos. En ese hotel se celebran todas las reuniones de la LRP, ya que no tienen ningún huésped excepto esos cuatro mejillones cebra. En una de esas reuniones clandestinas la conversación subió un poco de tono y los mejillones se dieron por enterados de lo que se cocía en ese hotel, así que ni cortos ni perezosos interrumpieron la reunión: -Si necesitáis ayuda para expulsar a esa ballena somos vuestra solución, - dijo uno de los mejillones. -¿Quiénes sois para creeros capaces de realizar esa tarea? - preguntó Larry. -¡Somos mercenarios, y por una cantidad de cinco perlas podemos salvaros el trasero, ¿entiendes lo que te quiero decir? - gritó el mismo mejillón. -Sí que lo he entendido, pero que sepáis que si la fastidiáis sois mejillones muertos, vosotros y también nosotros - le contestó Larry. -Eso significa que nos contratáis. Bien, yo soy Paco, el Ralph, el Murphy y este es Steve - respondió Paco. -Quedaos con estos nombres porque son los de vuestros salvadores, nosotros os vamos a sacar del lío en el que os habéis metido - comunicó Steve. -Steve, vuelve a hacer el idiota y te prometo que acabarás en el Polo Norte de la patada que te daré, ¿te queda claro? - ordenó Paco. -Sí señor - susurró Steve. • 65 • En la misma tarde de ese día el grupo de mejillones atacó el castillo dejando inconscientes a los guardias de las puertas. -Steve, de veras, tienes un arma letal - dijo Murphy. -El mérito no es mío, son las judías de ese hotel - dijo Steve. Siguieron avanzando hasta llegar al salón real, abrieron las puertas y allí estaba la ballena Roda rodeada de cientos de tiburones toro. Los mejillones y los tiburones se enzarzaron en una pelea que duro horas y cuando solo quedaban dos tiburones por abatir, algo enganchó a Ralph que lo elevó a la superficie sin que los demás pudieran hacer nada. Los mejillones, siendo uno menos que antes, siguieron luchando hasta que por fin acorralaron a la ballena e hicieron que devolviera el cargo al alcalde del pueblo y que también devolviera cada una de las perlas que había conseguido, entregando la libertad a los peces de Villa Payasos. PD: a Ralph se lo llevó un barco pesquero y seguramente ha sido cocinado al vapor. Pedro Gil. 2º ESO Cuando fue el cumpleaños de mi madre, le regalé una rosa muy bonita pero cuando se la iba a dar, a la rosa se le cayó la “o” y fui corriendo a mi habitación a por otra “o”. Pero como no tenía ninguna cogí una “i”. Así que ahora en vez de una rosa era una risa y cuando se la di a mi madre se empezó a reír, y reír y no podía parar. Tuve que ir a por un vaso de agua para que se lo bebiera y parara de reír pero por el camino a la risa se le cayó la “r” y, como tampoco tenía ninguna le puse una “p”. Volví al salón con el vaso de agua y con la palabra pisa. Mi madre iba a coger el vaso de agua, cuando de repente me dio un pisotón y del susto le tiré el agua por la cabeza. De repente oí sonar el timbre sonar muy fuerte, como si estuviera chillando. Del susto que se dio, a la palabra pisa se le cayó la “s” al suelo. La intenté volver a pegar pero no pude. Fui a mi habitación a por otra letra pero… ¡Qué horror! Ya no había ninguna. En la habitación de mi hermana tampoco había letras, así que fui corriendo a la cocina y ¡Sí!, ¡Por fin! En lo alto del mueble vi una “ñ”, la cogí rápidamente y la pegué. Abrí la puerta con la piña en la mano. Era mi padre que volvía de trabajar. Le saludé y cuando entró dijo: ¡He traído una tarta de piña para celebrar el cumpleaños de mamá! Pilar Terrado 2º ESO • 66 • ~ANORÉXICA~ Clara accionó la cerradura de la puerta y entró en su casa. Al oír que su hija entraba en casa, su madre le dijo a modo de saludo: –Hola, cielo. ¿Qué tal te ha ido en el colegio? –Normal, sin novedad –respondió Clara. Antes de que su madre continuase aquella conversación, Clara tiró su mochila al suelo y se dirigió velozmente al pasillo de la casa tras haber atravesado el recibidor. La chica llegó al pasillo, que daba acceso a otras tres habitaciones de la casa. Pasó de largo la primera puerta y cruzó la segunda, que daba acceso al cuarto de baño. Cuando entró en el baño, Clara cerró la puerta rápidamente y echó el pestillo para que nadie la molestara. Así se quedó durante diez segundos, mirando sus manos, una sobre el picaporte de la puerta y la otra agarrando el pestillo. Pasado ese intervalo de tiempo, soltó el picaporte y el pestillo y se giró lentamente. Al terminar el giro, Clara se topó con el inmaculado espejo que ahora quedaba en frente de ella y le devolvía su propio reflejo. Con lentitud, la chica levantó la mirada hasta que pudo ver con claridad la imagen que el espejo proyectaba en su reluciente superficie. Clara se acercó más al espejo y se quedó mirando fijamente su reflejo. La chica que tenía delante de ella tenía una tez pálida, los ojos hundidos, las mejillas huesudas y la cara muy delgada, consumida. La joven, imitada por el espejo, se palpó las mejillas con la punta de los dedos, como si no reconociera el rostro que tenía delante. Tras estar unos instantes observando su reflejo, Clara se quitó la camiseta, y después los pantalones. Allí, de pie y en ropa interior, la chica devolvió la mirada al cristal. La imagen que éste le devolvía era horrible: unas piernas finas y huesudas daban paso a un vientre plano y flaco. En la zona del torso, falta de musculatura, se podían contar sin dificultad las costillas. De los hombros colgaban un par de esqueléticos brazos, finos como palillos. Ante semejante visión, Clara se puso una mano temblorosa tapándole la boca y rompió a llorar. La chica notó que las lágrimas brotaban de sus ojos y corrían por sus mejillas, arrastrando con ellas el rímel con el que ella se había maquillado esa mañana para ir al colegio. Abatida, Clara se sentó en la taza del inodoro y apoyó los codos en las rodillas mientras se cubría la cara con las manos. Tapados por las palmas de sus manos, sus ojos marrones seguían rezumando lágrimas, que se mezclaban con el maquillaje y ensuciaban el rostro de la joven. • 67 • Mientras lloraba, cientos de recuerdos pasaron por la mente de Clara. Recuerdos de hacía seis meses, cuando empezó el curso escolar en un colegio nuevo. Al principio Clara pensaba que no iba a encajar en su nueva clase, pero en seguida descubrió que no fue así. A los pocos días de empezar el curso, Clara se hizo muy amiga de otras dos chicas, Rosa y Almudena. Las tres se llevaban genial: entre ellas compartían pensamientos, opiniones, dudas e inquietudes, salían de fiesta, estudiaban juntas… Arropada por la compañía de sus dos nuevas amistades, Clara se integró plenamente en su nueva clase y se ganó tanto el respeto como el aprecio de sus compañeros. Sin embargo, todo se torció tres meses después del inicio del curso. Clara reparó en que Rosa y Almudena tenían novio, al igual que la mayoría de las chicas de su curso. Esto a Clara no le importaba especialmente, pero tampoco lo vivía como si fuera algo normal. En su antiguo colegio Clara había tenido un par de relaciones, y cuando no estaba con nadie era deseada por un nutrido grupo de muchachos. Sin embargo, la chica no tenía esa sensación en su nuevo colegio. La guinda del pastel llegó un sábado por la tarde. Ese día, Clara había salido con Almudena y Rosa a dar una vuelta por la calle. Estaban hablando y riendo alegremente cuando vieron en el escaparate de un centro comercial la imagen de una modelo que lucía un conjunto de la nueva colección de invierno patrocinada por el mismo centro comercial. Riendo. Las tres amigas entraron entusiasmadas al establecimiento con la intención de probarse algunos conjuntos de la nueva colección. Clara escogió una blusa con una bufanda marrón y un vestido. Se metió en los probadores y se puso la blusa y la bufanda. La bufanda le gustaba, pero con la blusa no se veía guapa. Un poco desanimada, se quitó el primer conjunto y se probó el vestido. Cuando se miró al espejo casi se le saltaron las lágrimas del horror. Aquel estiloso y elegante vestido la hacía parecer ligeramente gorda, y Clara no se veía nada atractiva con el vestido puesto. Se quitó el vestido a todo correr, con la imagen de la modelo despampanante del cartel publicitario luciendo ese mismo vestido en su cabeza. Con rabia, dejó el vestido arrugado en un rincón del probador y rápidamente salió del centro comercial sin dar explicaciones a ninguna de sus amigas. En cuanto entró en casa, la chica cerró la puerta de un portazo y se fue corriendo al baño. Clara se miró al espejo y, de repente, se vio gorda. Gorda y fea, desproporcionada. Desde ese día, Clara empezó a comer menos y a anotar en un cuaderno los gramos consumidos en cada comida. Además, empleó gran parte de su tiempo libre en hacer ejercicio físico. A medida que pasaban los días y las semanas, Clara notó que iba perdiendo • 68 • peso corporal. Se pesaba cada dos semanas, y cada quince días la báscula le mostraba un número de kilos menor que el anterior. Esto alegró a Clara, pero seguía viéndose gorda, por lo que continuó a rajatabla con su dieta y el ejercicio… Clara volvió a sollozar. No se reconocía a sí misma. La terrorífica imagen que el espejo le había mostrado hacía unos instantes no era para nada parecida al cuerpo que ella creía que luciría tras la dieta y el ejercicio. Mientras lloraba, Clara se dio cuenta de todos los errores que había cometido durante esos últimos seis meses: había maltratado su cuerpo y perjudicado su propia salud; había dejado de lado a sus amigas y se había distanciado de sus padres. Todo lo que ella había hecho con la creencia de que lo que estaba haciendo le iba a reportar algún beneficio había acabado en un inmenso deterioro de su integridad física y en el descuido de sus relaciones familiares y amistosas. Ahora, Clara se encontraba sentada en el inodoro de su baño, llorando amargamente, triste, sola y con anorexia. Entre sollozos, se llamó a sí misma estúpida mientras apretaba los puños con fuerza a causa de la rabia que sentía por dentro. Clara siguió llorando en el cuarto de baño hasta que no le quedaron lágrimas para llorar… Ramón Sobrino Pardo 4º ESO ~MI ÚLTIMO ADIÓS~ Trato de no derramar ninguna lágrima más sobre el mantel de mi mesa. Cierro el álbum de fotos que tiene por nombre “Unidos y Felices”. Me meto entre las suaves sábanas de mi cama. Oigo a los vecinos discutir, ¡cómo no!, todos los días lo hacen. Intento pensar en algo que no sea triste, pienso en las fotos. Sonrío. Lloro. Hace ocho años que la felicidad había desaparecido, no la encontraba. Estaba ahí, estaba escondida, dentro de aquel álbum de fotos antiguas donde aparecíamos los tres. Unidos y felices. Siempre he tenido esperanzas de volver a estar unidos y felices como antes, pero poco a poco, en el largo camino de la vida, las he ido perdiendo. Y ahora, ya no queda nada. Nada. Todos estamos solos y tenemos que aprender a vivir sin la ayuda de los otros. Porque acabaremos solos, sin nadie que nos ayude. Soy Idoia, tengo 15 años. Para algunos vivir es galopar un camino empedrado de horas, minutos y segundos. Para mí vivir es estar viva. No he tenido suerte en la vida. Solo tengo 15 años, lo sé. Soy muy joven, para decir que la vida es un completo desastre. Empecemos por el principio: mis padres están • 69 • separados. Se nota, ¿verdad? No le echo la culpa a ninguno de los dos, pero ambos me arruinaron la vida. Ya sé que no soy la única que tiene los padres separados, ahora, casi la mitad de jóvenes tienen los padres separados. No fue mi intención defraudar a mis padres en cada cosa que hice, sé que no soy la mejor hija, imperfecta absolutamente,… Siempre he sido una chica adorable, simpática, alegre, divertida…, a pesar de todos los baches que me he encontrado en la vida. Pero no. Ha llegado la hora de rebelarme contra el mundo. Soy débil, muy débil y a la mínima que me digas algo sobre mi triste pasado o algo que añoro, salto. No aguanto. Se me inundan las pupilas. Cierro los ojos. Y carreras de lágrimas surgen por mis mejillas. Pero a partir de ahora, eso nunca va a suceder. Voy a ser fuerte, fuerte como el hierro. Nadie me hundirá. Yo hundiré a los demás. No soy muy sociable. Tengo una par de amigas, Laia y Helena. Y luego estoy en un grupo con varias chicas. Son todas muy amigas entre sí, y después estoy yo. Voy con ellas, pero creo que no me aceptan como soy, me siento marginada. No importa. Nadie se dan cuenta. Quedan juntas pero nunca me dicen nada, y eso me molesta. Miento. Alguna vez me lo han dicho, pero muy pocas. Pero no molesto a nadie, así que no me importa. Bueno, no voy a mentir. Sí que me importa. ¿Qué amigas son ésas? No tengo whatssap y eso hace que todo se fastidie. No me llaman, no me avisan. Estoy incomunicada. Y les doy las gracias por estos últimos años que no me han dicho casi nada. Gracias, amigas. Tengo miedo de decirles algo, porque a la mínima se sobresaltarían exclamando: ¡Idoia, como puedes pensar eso! ¡Siempre te llamamos! ¿Cuándo, ahora? ¿Ahora que os he dicho esto? Un poco tarde, ¿no? Y no quiero tener más problemas y quedarme sin amigas. Un grave y serio problema. No quiero quedarme sin relacionarme con la sociedad. Tengo miedo de quedarme sola. Soy una chica bastante distraída. Te lo pueden decir todos mis profesores. Cuando puedo, me distraigo. Lo definiría como el momento de estar en mi mundo. Pienso en cosas que querrían que sucediesen o cosas del pasado, buenas sobre todo; recuerdo momentos en los que me he divertido, en los me he reído mucho, pero también suelo pensar en los malos momentos, en los que al recordarlos, lloro. Me distraigo algo así como la mitad del día. No puedo estar sin imaginarme cosas. A lo mejor es un problema. No lo sé. Tal vez. Lo tendría que mirar. No me gusta leer. Sólo leo libros específicos. No tienen que ser nada de fantasía. No me gusta leer cosas que no son creíbles, que son imaginaciones. Me gusta leer libros, -aunque también leo noticias-, en los que se desarrolla una biografía o el tema sea de una adolescente con problemas. No quiere • 70 • decir que me identifique con la joven descrita, pero me fascina el tema de la adolescencia y los problemas psicológicos, sociales…, como el trastorno bipolar, la anorexia, la bulimia, la esquizofrenia, la paranoia… ¡Hay tantos! Me encanta hablar de estos temas. Siempre que me hables de esto, te escucharé con mucha atención. Mi ídolo, Elizabeth Woolridge. Seguro que no la conoces. Es Lana del Rey. Supongo que tampoco sabrás mucho de ella. Me encanta su música, pero no es solo por la música, es ella. Me encanta como es ella. Es frágil, es una chica triste aunque demuestre que no lo es. Es una pin-up sexy, una vampiresa chic, una hippie natural o una it-girl chic. La muerte es su tema musical. Todo relacionado con la tristeza, la oscuridad, la muerte…, eso me lo transmite a mí. Me lleva a su oscuro paraíso. Me encanta. Su voz es grave y así transmite tristeza y fuerza. También tengo otro problema, soy una gorda que no para de comer. Lo admito, tengo sobrepeso, tengo bastantes kilos de más. Todas son finas y delgadas. Y luego estoy yo. Me tendría que poner en forma, lo sé. No hace falta que me lo diga nadie. Gracias a todos los que me lo han dicho. ¡Estoy gorda! Ya lo sabía. Es que es una pasión, me encanta comer. Sobre todo los pastelitos, o las galletas. Amo el azúcar. Una pastelería debajo de mi casa, se forraría. Así soy yo. Básicamente mi vida es un desastre. Cada día me pregunto por qué sigo aquí. No sé por qué. Me he intentado quitar la vida varias veces, pero no puedo; algunos piensan que es una forma de llamar la atención. No intento llamar la atención. Es algo superior a mí. No tengo suficiente valor. Pero creo que ha llegado el momento. ¿Para qué quiero vivir? A mis familiares les importo, pero no lo suficiente. O eso es lo que yo creo. ¿Amigas? No tengo. Creo que no las considero tan amigas, nos hemos fallado tantas veces… Lo único que nos une, es estar juntas. Si me muero, nadie se enterará de mi muerte. Lo sé. Soy bastante sabia aunque en las notas no lo demuestre. Mi vida ya no tiene sentido. Lo siento si decepciono a alguien. Espero que me comprendáis. No puedo seguir viviendo. La idea de terminar con este sufrimiento se hace intensa, me cubre con su manto y quiero tomarla, hacerla mía. Tantas veces lo dije, jamás lo hice... Hoy será distinto… Raquel Escriche 4º ESO • 71 • AMISTADES SORPRENDENTES Una mañana de Noviembre, como otra cualquiera, pasaba el autobús del colegio Corazonistas haciendo la ruta por los pueblos más cercanos de Zaragoza, como Ejea de los Caballeros, Uncastillo, Luesia, etc. En el transporte, haciendo tiempo, había unos chavales que destacaban un poquillo... Dos hermanos, el mayor, Mario, quince años, quería ser piloto, era un auténtico apasionado de las carreras de "drift" y de los coches en general y se dedicaba a jugar con la consola. Su hermano pequeño, Kevin, once años, era muy curioso con los mecanismos de todo tipo, le gustaba saber al detalle cómo funcionaba cada cosa y para qué servía, en especial los coches como a su hermano mayor. Soñaba con ser mecánico, fabricar, arreglar cosas, era algo que verdaderamente le llamaba la atención. Siempre llevaba un bloc de notas en el cual, durante el trayecto, se dedicaba a dibujar distintas piezas de motores: turbo, eléctrico, aspiración, natural, autocompresor... Su preferido entre todos era sin duda, el turbo, dado que tenía "par", es decir, que las ruedas giran más rápido y por lo tanto era perfecto para derrapar. Eso le encantaba. A continuación había una chica un tanto solitaria que se sentaba en el penúltimo asiento, el de la ventana, le gustaba ver cómo el frío empañaba los cristales. Era una increíble lectora, su lengua favorita era el latín, lo estudiaba ella sola por su cuenta, se llamaba Laura, trece años. También estudiaba mitología griega porque además de ser su mayor afición, también quería que estuviese relacionado de alguna manera con su futura profesión, por eso se dedicaba a leer libros antiguos durante el viaje. Luego estaba el chico que se sentaba al final del todo. Era muy bromista y gracioso. En su cartera no podían faltar: escuadra y cartabón, regla de 40m, transportador de ángulos, algunos materiales como lapiceros de grafito, blandos, medios y duros; lo que más le gustaba a la hora de dibujar algo era el carboncillo, fundamental en su bandolera. Iván, desde muy pequeño, siempre ha querido dedicarse a la arquitectura y ha trabajado en algunos planos durante estos dos años pero sólo como afición. Se dedicaba a pensar las ideas para mejorar el trabajo que ya había hecho. Una vez llegado el autobús al instituto, bajan ordenadamente y cada uno se dirige a su aula correspondiente… Mario, Kevin, Laura e Iván tienen el día tonto y acaban yendo de cuatro a seis por mal comportamiento. Una habitación con cuatro chicos desconocidos pero similares…¿qué podría salir de ahí? Llegada la hora, todos entraron en el aula y cada uno sacó su trabajo personal. Mario jugaba con la consola a hurtadillas; Kevin hizo un croquis de un motor; Laura continuó su lectura e Iván siguió adelante con su plano. En uno de esos largos y sorprendentes silencios surgieron miradas entre Mario y Kevin. • 72 • Empezaron a hablar. Mario le contó por qué prefería para correr un Ford Sierra antes que un Ferrari, él veía un coche sencillo como una joya en bruto; opinaba que cualquiera que entendiese del tema sabría que un Ferrari casi solo se usa para fardar. Kevin le escuchaba atentamente y estaba sorprendido de lo que decía. Descubrieron facetas desconocidas el uno del otro. Mientras tanto Iván levantó la cabeza dos minutos para despejarse un poco; entonces se encontró con la mirada de Laura clavada en su libro. Sintió tanta curiosidad que le preguntó qué leía. Ella le explicó en pocas palabras sus gustos y lo mismo hizo él. Una cosa llevó a la otra y comenzaron los cuatro a hablar. Al finalizar el castigo se despidieron. Al día siguiente, al salir al recreo, se reunieron todos en la cafetería para tomarse el almuerzo. Ese era el primero de muchos patios que compartirían entre risas y comentarios burlones. Durante la segunda parte de la segunda hora, la clase de plástica fue interrumpida por Francisco Rodríguez, el coordinador de secundaria, anunciando la próxima excursión a "La Seo". Iván soltó el lapicero, emocionado, porque era una catedral gótica. El resto de sus compañeros le miró de forma extraña. Al terminar las clases, Laura salió corriendo a casa, llegó, calentó la comida mientras iniciaba el ordenador, abrió Google con impaciencia y buscó información… Y, para su sorpresa, se enteró de que en La Seo podrían quedar restos de musulmanes. Quería hacer un plan con los chicos, estaba sedienta de aventura, aunque decidió no contar nada para que luego no se pudieran echar atrás, una especie de trampa. Después de una semana, por fin llegó la ansiada excursión. Cogieron sus abrigos, bocadillos y se dispusieron a subirse al autobús para ir a la catedral. A la llegada se bajó el tutor junto con el profesor de Historia y se pusieron en marcha hacia La Seo. Laura, de repente, agarró a los chicos y los llevó detrás de la Torre. Les explicó rápidamente el plan. La reacción de los demás fue muy distinta a la que ella se esperaba. Todos dijeron: "Bien, vamos en busca de algo de diversión, la visita turística es un rollo." Después sacó una hoja de papel con los supuestos restos encontrados y los guió a la torre grande. Inspeccionaron durante un buen rato una parte cada uno. De repente, con el lápiz golpeó suavemente aquellos ladrillos humedecidos y cada uno contenía una letra formando la frase "los mayores secretos humanos, se esconden en las peores entrañas." - ¿Se refiere a las mazmorras?, - preguntó Mario. - Si estuviésemos en el Palacio de la Aljafería, tal vez, pero aquí no, - respondió Laura. - Entonces, está clarísimo, coge ese pico de ahí y derriba la pared. Dice que está en sus entrañas ¿no?, - añadió Kevin. - Pero esto sólo es una excursión y modificaríamos la estructura de un monumento histórico, - replicó Iván. • 73 • - Estamos tan cerca, me parece rozar la respuesta con la yema de los dedos, dijo Laura en tono desiderativo. Kevin cogió el pico y descargó su fuerza contra la pared de ladrillo. Poco a poco, los ladrillos se fueron cayendo y encontraron un hueso; a continuación Laura procedió a limpiarlo. - ¡Un Isquiotibial! -, exclamó sorprendida y alarmada a la vez. Con cuidado metió el hueso en la bandolera de Iván y cerró bien la bolsa. -Vámonos, chicos, la clase nos echará de menos, - se oyó la voz de Laura en un intenso silencio. Bajaron de la torre y se juntaron con el grupo. Era perfecto. Estaban subiendo ya al vehículo para regresar al colegio. Tras ese duro día los chicos se quedaron solos con el tutor y le mostraron la reliquia. El profesor, asustado y asombrado a la vez, lo cogió, y después de echarles una buena bronca lo mandó examinar a un laboratorio científico. Sí, sorprendentemente, eran restos de nuestros antepasados. En ese momento Laura tenía claro qué era lo que de verdad le llenaba... Al final el hueso fue llevado al Museo Arqueológico y lo que empezó como un grupo de desconocidos, terminó como uno de amigos. Irónico ¿verdad? Mónica Roche Ruiz, 2ºESO • 74 • 1.QUEJAS… Para qué sirven las mates si solo es calcular tu cabeza da vueltas sin poder descansar. Para qué sirve la lengua si todo es analizar y algunos la utilizan para no parar de hablar. Para qué sirve la artística si te dicen pintad o dibujad y tú haces algo nada parecido a la realidad. Para qué sirve naturales si todo son clases de plantas y animales. Para qué sirve historia si todo ya pasó la rueda y el papel ya se inventó. Para qué sirve francés si es como el inglés pero escrito del revés. Para qué sirve gimnasia si tienes que correr sin poderte distraer. Para qué sirve inglés si el español mola un montón y nos entendemos mogollón. Ana Chicapar 2º ESO 2.PAPELERAS PARA GUARROS Papeleras inteligentes para ese tipo de gentes que con intención dejan la calle hecha una perdición. Papeleras inteligentes para humanos que con disimulo intentan encestar y hacen un nulo. Habrá que inventar un sistema y eso sí que tiene tema que si te pasas de guarro hasta el cuello te llegará el barro. Tendrá que llevar una alarma que si no atinas, te la arma y si dejas el papel en el suelo se acuerda hasta de tu abuelo. Esto está por inventar pero un día ha de llegar que habrá papeleras inteligentes para guarros indecentes. Pablo Sanz 2º ESO 3. PREFIERO ENSEÑAR… Si pudiera castigar, A quien lo merece, de verdad, Sería superhéroe, En la realidad Si anduviera sobre el agua, Y volara como pájaro, No sería persona, Sería gran mago. Si pudiera castigar, A quien hace llorar, Ni una sola lágrima, Se derramaría jamás. Pero como no puedo castigar, Porque me haría llorar, Prefiero enseñar, A quien no sabe volar. Lucía Chocarro 2º ESO 4.RAP DE HALLOWEEN Este es el rap de Halloween y a todos les gusta así. Un fantasma por aquí un murciélago por allá bailando sin parar. Este es el rap de Halloween y a todos les gusta así. Truco o trato • 75 • todo el rato en la noche del espanto Este es el rap de Halloween y a todos les gusta así. Moviendo el esqueleto los caderas caerán todo al compás de este rap. Este es el rap de Halloween y a todos les gusta así. Calabazas y caramelos por los suelos. Este es el rap de Halloween y a todos les gusta así. Es la noche del terror miedo a mogollón. Ana Chicapar 2º ESO 5.AMOR INVERNAL Aquella tarde de enero A través de mi ventana Te vi a ti por la calle Con la cara por el frío sonrojada Dejando tus huellas al andar Por la nieve recién cuajada Con tus orejeras puestas Y tu bufanda bien calada Ibas paseando preciosa Por la blanca calzada Te tocó cruzar la calle Y tuviste que quedarte parada Porque aquel semáforo De verde a rojo se cambiaba Fue entonces cuando me quedé Observando tu mirada Aquellos ojos marrones Que tanto me gustaban. Viste cómo el semáforo Como si de un camaleón se tratara Cambiaba del rojo al verde • 76 • Y tú el caminar reanudabas Y cuando terminaste de cruzar la calle Se cruzaron nuestras miradas Y ahí te quedaste, en la acera Mirándome enamorada En tu cara se dibujó una dulce sonrisa Y vi que un beso al aire lanzabas Beso que yo recibí Al otro lado de la ventana. Ramón Sobrino Pardo 4º ESO 6. PEZ SIN MEMORIA Esta es la historia de un pez crecido en la soledad y la vejez, no lograba recordar el camino de vuelta a su hogar. Seguía pensando mientras nadaba pero la memoria todavía le fallaba; entonces comenzó a desesperar Cuando encontró un náufrago en el mar. El náufrago comenzó a mirarlo cuando de repente intentó pescarlo pero el pez huyó a mucha velocidad y descendió a una gran profundidad. Continuó su camino y vio un gran bulto, vio una red y un gran tumulto. Se disponía a entrar cuando oyó una voz gritar… Era la voz de un salmón, si se metía sería su perdición. El pez vio la red de pescadores y se alejó de aquellos moradores. Mientras se alejaba de las redes, Divisó un gran banco de peces. A éste se incorporó y por fin en casa se sintió. Guillermo Piedrafita 2º ESO 7.POESÍA DEL CALABACÍN Había una vez un calabacín que mi madre escondió en un calcetín. Lo guardó y no se acordó donde lo dejó. Buscaba y buscaba pero no lo encontraba. Al llegar la noche lo buscaba en el coche. Cuando se hizo de día lo buscó en la galería. Y al mediodía buscó en la estantería. Poco después miró del revés y en el futbolín encontró el calabacín. Luis del Valle 2° ESO 8.AQUELLA TARDE DE AGOSTO Aquella suave brisa de agosto Que despertó esa lejana puesta de sol Íbamos paseando siguiendo la cuneta Cogidos de la mano, hablando con susurros de voz. El sol de aquella tarde testigo de nuestro joven amor Sol que nos acariciaba la piel Y nos calentaba el corazón. Esa tarde de agosto De la que no he olvidado nada Sentados juntos en la tierra, abrazados, Vimos al sol esconderse tras la explanada. Al oído, tú me decías “Te quiero” Susurrando, yo te decía “Te amo” Tu me acariciabas dulcemente el pelo Y yo cogía tu tierna y dulce mano. Y cuando el sol terminaba de enterrarse Nuestros ojos se empezaron a mirar Pero nuestros labios se llamaron Y nos comenzamos a besar. Esa suave brisa de agosto Que meció aquella puesta de sol. Yo iba caminando feliz a tu lado Esa preciosa tarde, aún la recuerdo hoy. Ramón Sobrino Pardo 4º ESO 9.LA POESÍA DE LA CALABAZA Naranja se ha tornado Cuando el mes de Octubre ha terminado El hortelano recoge su cosecha Cuando la noche de Halloween acecha Y a la calabaza le vacían las entrañas Para ponerle boca, ojos, velas y arañas Y cuando bajo disfrazada a la portería Asusto al portero y me da chucherías Es la noche del truco o trato Y al día siguiente de los huesos de Santo El día uno de Noviembre acompaño a mis abuelos con gran ilusión Y rezo en el cementerio con ellos una oración Y después, comida familiar Donde los huesos de santo van directos al paladar. Inés Martínez 2º ESO • 77 • ¿EN QUÉ PIENSA ‘EL COCODRILO‛ EN REPOSO? Era una fría noche de invierno en las oscuras calles de Pensilvania. Entre la neblina de un parque situado en los suburbios, se vislumbraba a una joven de apenas diecisiete años. Andaba encogida sobre sí misma a causa de las bajas temperaturas y a la ligera sensación de temor que le provocaba caminar sola por la calle a esas horas de la madrugada. De pronto, oyó un ruido a su espalda, alertándola prácticamente de inmediato. Miró por encima de su hombro mientras notaba cómo el miedo la consumía, impidiéndole realizar ningún movimiento más. Alguien, al que no podía ver bien a causa de la niebla, estaba detrás de ella con las manos ocultas en una gran gabardina de color oscuro. Por su complexión se podía deducir que era un hombre adulto. La joven comenzó a correr desesperadamente, pero no le sirvió de nada. El hombre no tardó en alcanzarla y taparle la boca con su mano, enfundada en un guante de cuero negro, ahogando así su grito pidiendo auxilio… El comisario Peter O’Neill leía exasperado, en su escritorio, el artículo que ocupaba las portadas de los periódicos de todo el estado: “ ’El Cocodrilo’ ataca de nuevo”. Era cierto. De hecho, esa misma mañana había llegado a la morgue el cadáver de Emma Miller y estaba siendo examinado por los forenses. Peter cerró durante unos segundos los ojos y suspiró con cansancio. No había estado en esa ocasión en la escena del crimen pero, conociendo los anteriores trabajos de aquel asesino en serie, se podía imaginar perfectamente cómo era. Siguió leyendo el artículo del periódico para, una vez más, confirmar sus sospechas. “La joven fue hallada muerta al pie de un gran árbol y, como en todas las ocasiones anteriores, ha aparecido el dibujo de un ojo abierto con un par de lágrimas tallado en el tronco. Un nuevo asesinato, al parecer sin respuesta, de El Cocodrilo.” -El Cocodrilo…- repitió el comisario. Reconocía que esta vez los periódicos sensacionalistas que seguían este caso, habían dado en el clavo con aquel sobrenombre en referencia al hecho de que los cocodrilos lloran cuando matan a sus presas. Después de seis meses desde la muerte de Emma Miller, la policía seguía sin pistas pero tampoco se había producido ningún asesinato más firmado por “El Cocodrilo”. Los medios se habían olvidado de él y todos querían creer que el asesino se sentía acorralado y temía ser descubierto si volvía a matar, todos menos el comisario O´Neill. • 78 • Su instinto le decía que por ese mismo motivo volvería a actuar; sólo era cuestión de tiempo, pero esta vez sería peor, se estaba tomando su tiempo, disfrutando de la espera, cocinando a fuego lento su próxima y posiblemente, última actuación. Esta vez sería el asesinato definitivo, el que causaría mayor dolor a los ciudadanos de Pensilvania. El comisario sabía que necesitaba adoptar con él una actitud empática, ponerse en su lugar, pensar de la misma forma, analizar su mente asesina. Y por eso Peter O’Neill se formulaba la misma pregunta desde hacía seis meses: ¿En qué piensa “El Cocodrilo” en reposo? Lucía Pérez 2º ESO REBELIÓN DE LIBROS EN INDEPENDENCIA Hoy es un día festivo, me apetece caminar, dar una vuelta. Voy por el Paseo Independencia y veo gente agolpada en los puestos de libros; me acerco un poco más, las portadas de todos los colores llaman mi atención. Me hago un hueco entre la gente en un puesto de libros antiguos… Huele raro, ¿será que la historia tiene olor? Abro alguno y encuentro una hoja de trébol prensada, una postal y una foto y me hacen pensar en la vida del que fue su propietario… Otro puesto, más libros, más olores e historias y algunos empujones. Aventuras: ¡qué bien!, ya tenía ganas. Curioseo y veo infinidad de cosas: una persecución, buceo a mucha profundidad, rafting… muy interesante. Una portada llama mi atención: “San Jorge Y el dragón”; de pronto, absorto en mis pensamientos, veo los libros que flotan… forman un dragón y un soldado con capa roja y con una pica enorme lo ataca… Bajo la vista; tanto libro y este ambiente me está haciendo ver cosas raras. Detrás de mí, oigo una voz: “Hola, Emilio, ¿te vienes a tomar algo?” “Sí, me voy con vosotros… necesito una coca cola para refrescar la mente…” Adiós, feria del libro de San Jorge, soñaré con dragones y espadas más tarde…Emilio Juan Usón 2º ESO • 79 •
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