Cuentos y otras historias 8 - Hermanos del Sagrado Corazón

CORAS-LA MINA
Había una vez un glóbulo blanco llamado Belman. Un día, en el camino hacia el
corazón, descubrió una vena por donde no pasaba nadie y eso atrajo su
curiosidad. Anduvo hasta el final de la misma y allí encontró una especie de arma.
Iba a investigarla cuando sonó la alarma. Salió corriendo de la vena y se topó con
un poderoso virus, el Hechicero Rojo. Era el peor de todos. Las tropas salieron a
luchar y Belman cogió el arma que había descubierto y se fue al laboratorio
Riñón. Entró y al no ver a nadie preguntó:
- Hola, ¿hay alguien?
De una de las puertas salió un anticuerpo muy mayor. Belman dejó el arma encima
de la mesa y George, que era como se llamaba el anticuerpo, se quedó mirándola,
los ojos como platos y gritó:
-¡Por el santo corazón, el arma reflectora!
Se hizo un gran silencio y añadió:
-¿Dónde la has encontrado?
Belman no respondió, pero preguntó:
-¿Quién es el Hechicero Rojo?
George contestó:
-Es un virus muy poderoso. Nosotros, los científicos, le conocemos con el nombre
de Ébola – Y añadió: - Pero con ese arma le podremos vencer.
-Necesitaremos más gente - contestó Belman –Llamaré a mis amigos:¡ Vena,
Corazón, Arteria, venid al laboratorio Riñón, ya!
Todos cogieron las armas y salieron. De repente, un rayo cayó a sus pies. Las
armas empezaron a brillar y a dar vueltas. Cuando tocaron las armas, Belman y
sus amigos se fusionaron con ellas. Ese era el poder secreto. El Hechicero les
lanzó un rayo pero se reflejó. Belman gritó:
-¡Hechicero cobarde, métete con uno de tu tamaño!
El Hechicero lanzó su rayo más poderoso tres veces pero Belman lo convirtió en
una esfera, se la lanzó con toda su fuerza y lo desintegró. Y ganaron la batalla.
El cuerpo estaba libre de virus y desde ese día a Belman y a sus amigos se les
conoce como los Reflectores del Mal.
Santiago Carroquino 4º EP
Cuando tenía seis años, mi abuela, que siempre era muy activa, decía que se
cansaba mucho y que se fatigaba al caminar. Siempre había jugado mucho
conmigo pero ahora le costaba mucho esfuerzo.
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Un día muy caluroso de agosto le dijeron que tenían que
hacerle un cateterismo para saber qué le ocurría en el
corazón.
- ¿Qué es eso, mamá?- pregunté inquieto.
Ella me explicó que los médicos tenían que introducir una
cámara por una arteria con un cable hasta el corazón. Era
como hacer un viaje hasta allí para saber cómo estaba y
curarla. Aquello me pareció increíble y me imaginé que yo
podría hacer ese viaje en una pequeña nave para curar a mi
abuela.
Preparé mi nave con todos los materiales que pensaba que iba
a necesitar. Estaba ilusionado y listo para entrar en un mundo desconocido para
mí. Mi nave era de un material especial, transparente. Al principio no se veía
nada, todo era de color rojo y la corriente me arrastraba por unos conductos
con muchas curvas. Parecía que atravesaba órganos del cuerpo humano pero no
los distinguía con mucha claridad. De repente, el camino se estrechaba y no
podía avanzar. Lancé un misil y destruí una bola de grasa que venía hacia mí. Mi
nave se tambaleaba pero logré estabilizarla y pude seguir mi recorrido sin más
dificultades. Ya casi estaba en el corazón pero no podía verlo. ¿ Me habría
equivocado de camino? La arteria era tan estrecha que tuve que anclar un muelle
a las paredes de la arteria para poder ensancharla. Pronto la sangre empezó a
circular por el conducto y a lo lejos pude ver el corazón. A medida que me fui
acercando veía que al corazón le estaba llegando muy bien la sangre y que volvía
a bombear correctamente. A través de la radio me puse en contacto con el
centro de control para darles las buenas noticias. El corazón volvía a sentirse
joven y feliz. Era impresionante ver todas aquellas cascadas de líquido por venas
y arterias, todo bien organizado y coordinado. Me gustó ayudar al corazón de mi
abuela. Fue una experiencia inolvidable. Daniel Esteve 6º EP
Ya era la hora de salir de clase. Como siempre, Ana
esperaba a que salieran sus amigas para ir todas
juntas a casa. Por el camino entraban al “Frutos
secos” a comprarse algo de merendar y comentaban y
se reían de las tonterías que habían hecho en clase. Pero ese día, el de su
cumpleaños, no fue así. Cuando salieron hacia su casa, Ana no dijo nada, no
se compró nada y, sin despedirse, entró en su portal.
-¡Qué rara estaba hoy Ana!, - dijo Raquel.
-Sí, - contestó Julia.
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-Seguramente ha tenido un mal día,- respondió Andrea. Y se fueron cada
una a su casa.
Al día siguiente, Ana ni siquiera les esperó y empezaron todas a
preocuparse.
-¿Qué podemos hacer? – preguntó Raquel
-No lo sé,- contestó Andrea.
-Ayer vi un programa en la tele que decía que si te pones al lado de una
persona que esté soñando contigo te puedes meter en su interior – dijo
Julia.
-Podemos probar – contestaron todas a la vez.
Y aquella noche, cuando Ana ya estaba dormida, se colaron en su habitación
y, de repente, ¡estaban dentro de su cuerpo! ¡Había soñado con ellas!
Fueron al corazón y allí se encontraron a un señor de tamaño diminuto…
-¡Buenas noches! – dijo el señor.
-Queremos saber qué le pasa a nuestra amiga.
-Tenéis que ir al cerebro, allí es donde se almacenan los sentimientos;
buscáis el apartado de “más recientes” y lo averiguaréis.
Así que fueron al cerebro siguiendo las indicaciones que el señor corazón les
había dado y encontraron con vídeo sobre el cumpleaños de Ana. En él le
regalaban un perrito – siempre había querido tener uno – y cuando fue a
cogerlo se asustó y salió corriendo…
Ahora ya sabían por qué Ana actuaba de esa manera. Salieron de su cuerpo y
de su casa y se dedicaron a buscar a su perrito. Lo encontraron y al día
siguiente se lo devolvieron. Y Ana nunca más dejó de ir con sus amigas.
Helena Hernández 6º EP
Había cuatro virus que viajaban por muchos países. En una ocasión vieron un
pequeño pueblo y se bajaron a experimentar.
- A ver, ¿a qué niño contagiamos? – se dijeron, riéndose, unos a otros.
Se asomaron a muchas ventanas y se pararon delante de una desde donde
veían a cuatro niños. Y como la madre estaba gritándoles se quedaron con
sus nombres. Uno era Carlos, que era muy alto; María era bajita y guapa;
Jaime también era bajito y llorón y Pilar, que era muy graciosa y con los
pelos rizados y revueltos.
Decidieron contagiar a toda la familia y se pusieron sus mismos nombres. A
Carlos empezó a picarle la nariz y estornudó y el virus casi sale volando pero
se agarró a sus pelos. María tenía muchos mocos y empezó a toser. A Jaime
le dolía la garganta y además tenía mocos. Y a Pilar le pasaba de todo:
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estornudaba, tosía, tenía mocos y un terrible dolor de garganta. Estaba
fatal.
La madre, que era muy lista, cuando los vio pensó:
-Uhhhh, estos niños están muy mal. Tengo que hacer un montón de zumos de
naranja.
Pero no quedaban naranjas en el frigorífico. Fue corriendo al mercado y
trajo unos cuantos kilos de naranjas y se puso a hacer zumos dobles para
todos. Sin miel y sin azúcar. A Carlos no le hacían mucha gracia y se los
bebió de mala gana. A los otros les encantaba y poco a poco se fueron
encontrando mejor. Los virus empezaron a marearse y como vieron que no
tenían nada que hacer allí decidieron marcharse y buscar otros niños de los
que reírse. Y cuando se iban vieron que los niños empezaban a estar
contentos porque su madre los había curado. Rocío Pérez Bonilla 6º EP
Era un día de invierno y Sara estaba muy enfadada, como siempre, porque su
madre la había castigado.
A la mañana siguiente, de camino al colegio, Sara vio un pequeño gatito que
maullaba con tristeza en lo alto de un árbol. Entonces se paró y en vez de
ayudarlo hizo como si nada y siguió caminando. No tenía corazón… Cuando
llegó al colegio, se sentó en su pupitre de brazos cruzados y sin hablar con
nadie. En el patio sólo jugaba con Pedro, que nunca se enfadaba y le ponía
una sonrisa a todo. Se lo pasaban bien juntos. Cuando Sara llegó a casa
seguía enfadada con su madre…
De pronto, se empezó a encontrar
mal, le vino un fuerte dolor de
cabeza y al instante se desmayó. Su
madre se acercó corriendo, pero no
pudo reanimarla, así que la llevó al
hospital. Su amigo Pedro fue a verla
y le pidió a la doctora que le dejase
unos minutos a solas con Sara. Él sabía que no era nada pero rompió a llorar
y así, como por arte de magia, se metió en el cuerpo de Sara haciéndose tan
pequeño como un microbio. No sabía qué estaba pasando, pero una voz grave
y profunda le susurró que no se preocupara y que había sido elegido para
cambiar el corazón de Sara y hacer de ella una persona mejor. Se puso
manos a la obra y empezó a caminar y cuando ya parecía que había llegado se
encontró con un obstáculo que le impidió caminar: eran los pulmones. Bueno,
claro, vistos desde ese ángulo parecían muchísimo más peligrosos, pero
Pedro no tuvo miedo y dando un salto consiguió sobrepasarlos. Muy cansado,
llegó al corazón, lo examinó un poco y entonces encontró el problema: Sara
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tenía una pequeña espina clavada, así que tiró con fuerza y consiguió sacarla
dejando que latiera con alegría.
Al instante, Pedro se vio fuera del cuerpo de Sara recuperando su tamaño
habitual y Sara nunca más volvió a enfadarse con su madre y fue, desde ese
momento, una persona más humilde y amable y, lo que es más importante,
con un corazón bueno y sin espinas. Luisa Benito 6ºEP
Érase una vez una ciudad llamada Cuerpo Humano. En él
había sitios como la calle Esófago, la Plaza Faringe, el
Lago de Jugos Gástricos,…En el lago viven los
Helicobacter Pylori. También hay un fantástico parque
acuático llamado Intestino Delgado, una gran montaña
rusa llamada Intestino Grueso, la gran biblioteca
Estómago y el hotel Corazón. Eso sí, hay villanos llamados
Virus por los alrededores. Los Anticuerpos son nuestros
grandes héroes. Los Glóbulos Blancos y los Glóbulos Rojos
son nuestros amables ciudadanos. La lluvia se llama
Pepsina. En resumen, El Cuerpo Humano es maravilloso.
Pero un día, una banda de villanos se coló en la gran ciudad y lo alborotaron
todo. Ensuciaron el lago y la calle Esófago y tiraron basura por la plaza
Faringe. La montaña rusa y el parque acuático se estropearon. Además
arrojaron por el suelo los libros de la biblioteca y desordenaron las
habitaciones del hotel. Por suerte, llegaron nuestros héroes y tras una
buena pelea les hicieron morder el polvo. Rocío Chóliz 4º EP
VIRUS VS GLÓBULOS BLANCOS
Érase una vez una niña llamada Ana.
Un día estaba desayunando con su madre y empezó a notar
cierto dolor en las piernas y además tenía fiebre. Su madre le
dijo que sería de crecimiento. Ana fue al colegio como todos
los días, pero a los diez minutos de entrar tuvo que irse, se encontraba muy mal. Su
madre la llevo al médico, donde le detectaron una enfermedad no muy conocida.
Consistía en que dentro de sus venas y arterias había una guerra. Los virus contra
los glóbulos blancos, las defensas de nuestro cuerpo. El ejército de los virus eran
millones de soldados que se habían infiltrado en el cuerpo de Ana cuando fue a
visitar a su abuelo que tenía gripe y le llegaron unas gotas de saliva mediante un
estornudo. El ejército de los glóbulos blancos eran menos que los virus pero
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tenían millones de escudos y armas para contraatacar. Además cada vez que la
sangre les tocaba se hacían más y más resistentes.
Idearon un plan que consistía en una barrera que no dejaba pasar a los virus y, al
lado, un foso que anteriormente habían cavado para que los virus se cayeran al
ácido y se murieran. Pero se les olvidó poner la última pieza de la barrera por donde
los virus pudieron pasar. Así que los glóbulos blancos tuvieron que tirar bombas,
granadas, todo tipo de armas, lo que produjo que algunas venas y arterias se
rompieran. Finalmente, los médicos tuvieron que operar a Ana de urgencias, su
estado era muy grave. Afortunadamente la operación fue muy bien y en los
siguientes días, gracias a los médicos y al tratamiento realizado, Ana pudo continuar
con su vida como si nada hubiera pasado. Cayetana Corchero 5º EP
EL GLÓBULO ROJO
Érase una vez un pequeño glóbulo rojo que iba de los pulmones al
corazón. Cuando llevaba un largo trecho recorrido, se
encontró con un compañero viaje llamado Oxígeno y éste le
preguntó:
- ¿Sabes por dónde está el corazón? Quiero ir allí y me he
perdido.
El
glóbulo rojo respondió:
-¡Yo voy hacia allí! ¿Por qué no vamos juntos? Así el camino no será tan
aburrido.
Después de un rato subiendo y bajando por las venas se encontraron con una
gran dificultad: una herida en la pared de la vena por la que iban en ese
momento y les absorbía con mucha velocidad y presión. En ese instante
aparecieron a la velocidad del rayo un gran número de plaquetas. Con mucho
esfuerzo consiguieron cerrar la herida, pero ya era tarde y algo horrible había
sucedido... ¡Habían entrado bacterias! Menos mal que estaban los glóbulos
blancos para protegerlos de estos malvados microbios… Comenzaron una gran
batalla y ganaron.
Al final el glóbulo rojo y el oxígeno pudieron continuar su camino y llegar bien
a su destino final.... el corazón. Rafael Salazar 4º EP
UNA ARAÑA PEQUEÑA PERO
PELIGROSA
Había una vez un niño que estaba jugando a la pelota y se le cayó a un arbusto.
Cuando fue a cogerla le picó una araña. Él pensaba que sólo le había picado pero
como era una araña muy rara y pequeña, en vez de picarle se le metió en el
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cuerpo y empezó a explorarlo. La araña estaba perdida, no sabía por dónde ir.
Veía "toboganes" azules y rojos que eran las venas. Bajó por el rojo y acabó en
una especie de esponjas dónde hacía mucho viento (eran los pulmones) y vio
otra vez esos dos toboganes. Esta vez se bajó por el azul y llegó hasta una
especie de cueva que de repente empezó a dar vueltas y vueltas y la araña
subida a un trozo de tarta... Era el estómago. La pobre arañita estaba sola y
triste, no sabía qué hacer. De repente se le ocurrió una idea: volver a los
toboganes y escalarlos... pero no pudo porque estaban resbaladizos con tanta
sangre. La arañita ya sí que no sabía qué hacer. Se quedó allí atrapada y se
alimentaba de los restos de comida. Cuando se hizo de noche, estaba buscando
un sitio para dormir y se fue a un lugar donde había una cosa roja que palpitaba
sin parar y sonaba mucho. Era el corazón. Encontró un sitio cómodo y muy
silencioso pero la araña no podía dormir; estaba muy asustada. Al final se pudo
dormir y soñó que había podido salir de aquel laberinto, pero cuando se
despertó tan contenta, se puso otra vez triste porque supo que sólo había sido
un sueño. Mientras la araña seguía en el cuerpo del niño él no notaba nada.
Un día, cayó enfermo y no pudo ir al colegio: estaba enfriado y no paraba de
toser y de estornudar. La araña seguía atrapada. Ella, en vez de toser, no
paraba de llorar. Y se le ocurrió otra idea: volver a esas cosas esponjosas
donde hacía mucho viento y volver por donde había venido... pero tampoco
funcionó. Entonces la arañita, mientras lloraba, empezó poco a poco a subir.
Ella no sabía lo que estaba pasando pero presentía que era algo bueno. A
medida que iba subiendo veía cosas que le sonaban: las esponjas donde hacía
mucho viento, la cosa roja que palpitaba sin parar y los toboganes rojos y
azules. Cuando llegó a la garganta vio una especie de cuerdas y las empezó a
tocar. De repente el niño se puso a cantar. Entonces el niño estornudó y la
araña salió disparada. ¡Qué contenta se puso cuando se vio fuera. La araña
se rascó una pata para asegurarse de que no había sido un sueño, pero no,
era verdad, y la arañita, tan feliz, volvió a su casa. Tan feliz... pero llena de
babas. María Corella Díaz-Pisón 4o EP
LOS OJOS
Había una vez un pueblo llamado Cuerpolandia. Todos los
pobladores estaban felices. Un día, el ojo derecho le
apostó al ojo izquierdo a ver quién veía mejor. Quién
ganara podría dar órdenes al perdedor durante un día. El niño de 9 años le dijo a
su madre que veía mal con el ojo izquierdo. Entonces había ganado el derecho. El
ojo izquierdo se enfadó y cuando le daba órdenes el derecho, él no le hacía caso.
Al día siguiente el ojo izquierdo quería envenenar al derecho, y para ello hizo una
pócima. Los pobladores se enteraron de que el ojo izquierdo quería envenenar al
derecho y se lo dijeron. El derecho se preocupó y empezó a perder la calma.
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Al día siguiente el ojo izquierdo le dio la pócima al derecho diciéndole que era
agua. El derecho, como ya sabía que era una pócima, dijo que no tenía sed pero el
ojo izquierdo le presionaba diciendo que tenía que beber. Entonces el derecho le
dijo al izquierdo que sabía que era una pócima. El izquierdo se enfadó más y
quiso hacer otro plan. El derecho lo sabía porque se lo dijeron los pobladores
que cada vez estaban más preocupados. Todos los pobladores iban con el ojo
derecho y hacían lo posible para que no envenenara al izquierdo. El izquierdo
quiso matar
a los pobladores y al ojo derecho, y para ello hizo un spray. El plan era echarles
por la noche el spray a los pobladores y al ojo derecho. Por la mañana, los
pobladores y el ojo derecho todavía estaban vivos. El ojo izquierdo no pudo
matarles porque le habían puesto un parche al niño en el ojo izquierdo. El ojo
derecho y los pobladores se enteraron de lo sucedido y también se enteraron
de que tenía que llevar el parche durante un año. El ojo izquierdo se cansaba de
no ver y se aburría. Y así fue cómo el ojo derecho fue un superhéroe y el
izquierdo un villano. Sofía Aísa 4º EP
EBOLUM
Esta leyenda trata sobre una bacteria muy, pero que muy mala, la bacteria
Ebolum. De esta bacteria decían que si te llegaba al cuerpo te podías poner
muy enfermo y tenías que estar un año en cama.
-¿Te has enterado de la bacteria que hablan en el periódico?- preguntó una
anciana sentada en un banco, mientras daba de comer a las palomas.
-Claro, ¡quién no lo sabe! Ha salido en las noticias y dicen que es muy
peligrosa- dijo la otra anciana
Mientras, dentro del cuerpo de un campesino:
-Con este plan no podemos perder, si no nos echaran del cuerpo, cosa que no
queremos, ¿no?-dijo Ebolum.
-i NO! - Gritaron todas las otras bacterias al unísono.
Entonces empezaron a andar cuando dos células con escudos y espadas les
gritaron:
-¡ALTO!, no deis un solo paso más o intervendremos, y os aseguramos que no
será bueno para vosotros.
Pero Ebolum y sus secuaces siguieron adelante. Los escuderos se miraron con
cara de sobrados, pero vieron que un campo de fuerza empezó a crecer
alrededor de Ebolum y los demás. Y siguieron. Cuando tocaron a los
escuderos, éstos salieron volando rebotando contra las paredes. El
campesino empezó a vomitar.
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Querían llegar al corazón y pararlo para que el campesino falleciera. Cuando
llegaron al corazón comenzó una gran vibración y todas las bacterias
empezaron a tambalearse hacia atrás como en un día de huracán. Lograron
agarrarse a una arteria e hicieron un conjuro para mantenerse en pie.
Cuando iban a atacar al corazón se oyó una voz misteriosa que decía:-¡Oh,
Dios mío, este dolor me está matando!
Las bacterias se miraron entre sí para ver qué pasaba. Entonces una voz
distinta dijo:
-¿Pero no veis lo que le estáis haciendo a un inocente campesino?- Las
bacterias no le dieron importancia y siguieron con el plan.
La voz continuó:
-Bueno, si eso es lo que queréis… No os dais cuenta de que si el campesino
muere vosotros también.
Entonces Ebolum entró en razón y dieron marcha atrás. Y cambiaron y se
volvieron buenos y células y bacterias vivieron en armonía.
Iker López 6º EP
LA VICTORIA DE LOS GLÓBULOS BLANCOS
UN día, en un país lejano, un niño llamado Manuel iba
paseando por su pueblo. Se había levantado con muy
buen humor porque hacía un día estupendo. Se había
puesto un pantalón corto, una camiseta de manga corta
del Real Madrid, - ya que hoy jugaba un partido - y sus deportivas
preferidas. Como estaba tan contento, después de desayunar le pidió a su
madre si podía ir a dar un paseo y se lo dijo de esta manera:
- Mamaíta, por favor, ¿dejas a tu querido hijito ir a dar un paseíto ?- Su
madre le respondió:
- ¡Claro que sí!
Manuel salió de casa en dirección al rocódromo. Por el camino se encontró a
su amigo Pepe. Manuel le dijo:
-Voy al rocódromo, ¿quieres echar una carrera a ver quién sube antes ?
-Vale, la carrera empieza... ¡ YAAAAAAA!
Pepe y Manuel echaron a correr y no llevaban más de un minuto
corriendo cuando Manuel cayó al suelo. La rodilla le sangraba.
Manuel, sin preocuparse de su rodilla, siguió corriendo. Mientras tanto,
recordaba lo que su profesora les había explicado hacía poco: un ejército de
plaquetas ya estarían corriendo por sus venas hacia su rodilla. Entre todas
harían una gran muralla que no dejaría pasar la sangre.
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Por eso corrió tranquilo hasta el rocódromo .Allí subió rozando la rodilla con
la pared sin darse cuenta de que le seguía sangrando. Después de la
carrera, contento por haber ganado, llegó a su casa.
Al llegar, su madre le miró la rodilla, extrañada del mal aspecto que tenía. Al
cabo de un rato, a Manuel le dolía la cabeza y la tripa . Su madre decidió
llevarle al médico. El médico le dijo:
-Manuel, has cogido un virus en las paredes del rocódromo, pero no te
preocupes porque los glóbulos blancos te salvarán.
Y comenzó la gran batalla entre el virus y los glóbulos blancos. Manuel
estaba mareado. Se tumbó y cerró los ojos; mientras tanto imaginaba cómo
estaría su cuerpo por dentro: los glóbulos blancos vestidos de soldados se
iban acercando al virus y emprendían una gran batalla. Un día después,
Manuel se encontraba mucho mejor. ¿ Qué habría pasado? Los glóbulos
blancos habían vencido al virus. Seguro que los glóbulos blancos estarían
haciendo pancartas de ... ¡¡¡VICTORIA!!! Inés Esteban-Porras Gil 4º EP
HÉROES Y VILLANOS EN EL CUERPO HUMANO
Érase una vez un glóbulo rojo que formaba parte de la
circulación sanguínea de nuestro cuerpo. Nació y
rápidamente se alistó al torrente con sus compañeros.
Sus amigos lo llamaban Rex. Pronto se convirtió en el
líder del grupo. Todos le querían y le respetaban.
Un día vio que ocurría algo raro a su alrededor. Los
glóbulos blancos, sus protectores, estaban muy alterados. Después de un
tiempo navegando en el plasma sanguíneo, se encontró con Blas, el jefe de
los glóbulos blancos de ese sector. En la conversación que tuvieron, Blas le
contó a Rex lo que sucedía. ¡Virus y bacterias nos atacan por todos lados!
Rex transmitió esta información a sus compañeros para que permanecieran
en estado de alerta. Pero los verdaderos protagonistas entraban en acción.
De todas partes llegaba ayuda, más glóbulos blancos, como Blas; plaquetas,
para tapar las infecciones producidas por los virus y bacterias malignos, e
incluso algunas bacteria y hongos amigos del organismo vinieron a ayudar.
Empieza el combate entre héroes y villanos, y la cosa se pone cruda para los
héroes, porque el enemigo se multiplica a mucha velocidad. Aún así esto no
supone un problema ya que tanto bacterias como glóbulos blancos también
se multiplican velozmente. Las bacterias enemigas, matan a muchos de
nuestros defensores con sus toxinas, pero nuestro organismo reacciona y
envía a las subdefensas de los glóbulos blancos, cuya función es quedarse
pegados en la pared celular de las bacterias y de los virus para evitar que se
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multipliquen y detectar dónde se encuentran. Aún así, los virus consiguen
reproducirse por millones cada vez que matan a una célula. Blas, viendo cómo
se fragua la batalla, ordena a sus compañeros que expulsen una niebla azul,
para matar a los virus.
Mientras tanto, las plaquetas actúan intentando cerrar la herida formando
una especie de red, para evitar la entrada de más virus y bacterias.
Todo funcionó muy bien, y aunque perdimos muchos glóbulos blancos y
plaquetas, ganamos la batalla. Después del final de esta lucha, las células
macrófagas se disponen a limpiar el estropicio. Una vez más, Rex y todos sus
compañeros dan las gracias a su héroe Blas, que bajo su dirección y
coordinación habían ganado la batalla. Y para celebrarlo, los glóbulos rojos
preparan una fiesta para todos.
Carmen Cecilia Muñoz Martínez 6o EP
CARLA Y EL SEÑOR MARTÍN
Carla estaba muy emocionada. Había sido elegida para
participar en una expedición al interior del corazón.
Unos doctores la metieron en una máquina y la hicieron de
tamaño microscópico; luego entró en una nave pequeñísima
y los doctores, con una jeringuilla especial, la inyectaron dentro de
su nave a la vena cava que conduce hasta el corazón.
Estaba muy nerviosa porque iba a visitar el órgano más importante
del cuerpo humano, el músculo que más trabaja, el que bombea la
sangre a todos los órganos de nuestro cuerpo y sin el que no
podríamos vivir.
Primero entró desde la vena cava a la aurícula y vio que sus paredes eran muy
finas; luego pasó al ventrículo y observó que sus paredes eran más gruesas y
musculosas. Cuando estaba ahí notó un fuerte golpe, el ventrículo se había
contraído y le impulsaba con fuerza a la arteria para salir impulsada fuera
del corazón.
Este movimiento, recordó que se llamaba sístole. De ahí salió a todo el
organismo para repartir toda la sangre oxigenada a todas las células y
llevarles el oxígeno, al tiempo que tomaba el dióxido de carbono. Luego fue a
los pulmones y en ellos hizo el intercambio de gases. En los alvéolos, dejó el
dióxido de carbono y cogió el oxígeno para llevarlo a todo el cuerpo y volver
al corazón.
Fue un viaje muy divertido y también se dio cuenta de que por
algunas venas por las que pasaba tenían unas gruesas capas de
grasa que le impedía circular con facilidad con su nave. El
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colesterol se había depositado en las paredes de los vasos sanguíneos y los
taponaban, por eso dificultaban el paso de la sangre. Carla se dio cuenta de
que el cuerpo por el que estaba viajando no era de una persona sana, sino
que debía de tratarse de una persona que comía mucha comida con grasa,
bollería industrial y aperitivos fritos; por eso pensó que lo primero que iba a
hacer al terminar la expedición era decirle al dueño de ese cuerpo que debía
cambiar de hábitos alimentarios y comer más sano, más variedad de frutas,
verduras, lácteos, pescado y frutos secos y practicar más deporte, para
encontrarse mejor y reducir su colesterol.
Cuando Carla salió del cuerpo, la devolvieron a su tamaño original; luego le
presentaron al señor Martín que era el dueño del cuerpo donde le habían
introducido.
Carla le advirtió que en su viaje al interior de su cuerpo había visto que
tenía mucho colesterol y debía cambiar sus hábitos de vida, por eso se fue
con él a celebrar que su expedición había sido un éxito y se fueron a dar un
paseo y a comer unas ricas manzanas junto a un estanque del parque.
Y se lo pasaron tan bien esa tarde, que desde entonces fueron grandes
amigos. Lucía Ezquerra Gimeno 6º EP
INCANSABLE VIAJERA
Érase una vez una viajera incansable llamada Sangre. A ella le gustaba ir por
todas las partes del mundo pero siempre volvía al Corazón. El Corazón era el país
que más le gustaba porque le daba energía para visitar otros lugares. Antes de
llegar pasaba por los Pulmones, recogía un poco de oxígeno y llegaba al Corazón
con fuerzas como para recorrer el resto de países. Podía recorrer cualquier
país: Cerebro, Piernas, Brazos....
Siempre regresaba agotada y tenía que volver al Corazón para coger fuerzas.
A la Sangre le encantaba el Corazón, pero el Corazón tenía enemigos; el más
poderoso era Infarto. Así que la Sangre buscó aliados para derrotar a Infarto.
Entre ellos eligió a Vegetales, Frutas, Legumbres, Cereales y Deporte, y así
entre todos pudieron vencer a Infarto. Álvaro Lahoz Marquesán 59 EP
HUGO
Hugo era un niño de 9 años que era muy malo; siempre pegaba
a sus compañeros sin ningún motivo, no estudiaba, insultaba,
se portaba mal en clase y en casa era muy desobediente.
Un día, mientras Hugo estaba durmiendo, un duende
apareció en su habitación e hizo que Hugo pudiera viajar a su
propio corazón. Fue una larga expedición, con curvas,
pasando entre los huesos y saltando venas y arterias y, al
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avanzar, oían un ruido que retumbaba rítmicamente y cuanto más se
acercaban, más fuerte sonaba. De repente, se encontraron delante de un
corazón muy oscuro, casi negro. Hugo se quedó boquiabierto y el duende le
explicó que ese era su corazón y que estaba así de negro porque
reflejaba el mal comportamiento de su dueño. El duende lo llevó a la realidad
y desapareció.
Hugo despertó y empezó a portarse bien. Un mes después, el duende lo
volvió a llevar a su corazón y vio que ahora estaba limpio y rojo. El duende se
despidió para siempre y Hugo empezó una nueva vida.
Manuel Tricas 6°A E.P.
GLOBI
-¡Hola! Soy Globi, un glóbulo rojo. Vivo en una
ciudad que se llama Rojiblanco porque
convivimos contentos los glóbulos blancos y
rojos , pero esto no fue siempre así. Antes
vivíamos separados y enfrentados los unos
con los otros, hasta que un héroe nos hizo
entender que podíamos llevarnos bien.
Bueno, os cuento la historia:
En la aldea, un día la sangre estaba sucia.
Aparecieron unas cosas verdes y viscosas y todos enfermaron. Por megafonía
escuchamos:
-¡Soy el virus Virulento y si no me entregáis el corazón seréis mis esclavos para
siempre!.
Justo entonces apareció el capitán Leucocito con su ejército de glóbulos blancos y
venció a Virulento, demostrando que los glóbulos blancos siempre defenderán a los
glóbulos rojos. Desde entonces vivimos juntos, contentos y en armonía, en
Rojiblanco porque sabemos que no podemos vivir separados.
Clara Soria Tazón 5º EP
TONI Y TINA
Érase una vez dos microbios muy aventureros llamados Tony y
Tina. Un día a Tony se le ocurrió empezar un viaje al centro
del corazón y Tina aceptó la idea del viaje. El lunes a las 9:30
de la mañana Tina y Tony se pusieron manos a la obra. Después
de varias horas haciendo las maletas dieron las 21:00 de la
noche y fueron a casa de un niño llamado Arturo para
meterse en su interior.
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Llegaron a la casa pasando por el hueco de la puerta,
entraron en su cuarto cuando estaba dormido y cuando
Arturo abrió la boca para roncar se metieron. Bajaron por
la garganta gritando de diversión y como bajaron tan
deprisa, en vez de aterrizar en los pulmones aterrizaron
en el intestino grueso. Al principio se asustaron porque no
sabían dónde estaban pero pronto se tranquilizaron y siguieron con el viaje.
Después de 5 minutos escalando y esquivando los agujeros para no caerse,
llegaron al intestino delgado pero no sabían muy bien dónde estaban porque
todo estaba oscuro y no se veía nada. A Tina se le ocurrió sacar la linterna
que llevaba dentro de la mochila, la encendió y al momento sabían
exactamente dónde estaban. Dos minutos más tarde llegaron al páncreas
que estaba muy viscoso y resbalaba mucho. Casi no podían andar, pero
después de varios minutos haciendo esfuerzos y sufriendo lo consiguieron y
pasaron el páncreas. Después de pasar el páncreas, llegaron al estómago que
estaba muy, pero que muy sucio y les daba mucho asco pero sacaron de sus
mochilas unos zapatos anti suciedad y no se manchaban ni una gota. Pisaban
con mucho cuidado para que los zapatos no se les cayeran, porque les venían
muy grandes.
Y así llegaron al hígado con algunas dificultades. Cuando pisaron el hígado no
podían quitar el pie porque se quedaba pegado como cuando pisas un chicle
enorme y se te pega el pie y no lo puedes quitar, pero antes de que Tina
pisara el hígado ayudó a Tony para que se le
despegaran porque él fue el primero en
pisarlo. Tras el hígado llegaron a los pulmones
que les parecieron saltarines y empezaron a
saltar los dos. Y vieron encima las costillas y
se les ocurrió impulsarse para poder agarrarse
a ellas y dejar de saltar para poder continuar.
Había tantas costillas y espacios entre ellas
que era imposible llegar a la siguiente porque eran diminutos. Entonces se
miraron los dos con cara de decepción porque dudaban poder continuar el
viaje, pero Toni no se rindió. Tina recordó que en sus mochilas también
tenían unas cuerdas. Las cogieron y con mucha puntería las lanzaron a la
siguiente costilla, como vaqueros expertos y se tiraron con la cuerda atada
a la cintura…Al final llegaron al corazón que estaba sano, fuerte, rojo y muy
limpio como ellos se lo esperaban. Tina y Toni cogieron sus cámaras, le
hicieron unas fotos al corazón y se marcharon corriendo antes de que
Arturo se despertase.
Paloma Gallego 5º EP
• 15 •
Érase una vez una niña que aspiraba a ser
pintora. Un día se encontró a un pintor muy
conocido llamado Velázquez quien le dijo que
para convertirse en pintora primero tendría
que descubrir muchos misterios y hacerse
detective. La niña, muy sorprendida,
emprendió su camino en busca de misterios.
En su viaje llegó a Noruega donde encontró una casita alejada de la ciudad.
Había oído que pesaba una maldición sobre ella y decidió entrar. La encontró
polvorienta, con muebles muy antiguos y llena de plantas. Una de ellas era
enorme y destacaba por encima de todas. Entró en la cocina y vio que había
mucha basura desperdigada por el suelo y un escarabajo muerto del mismo
color que la escalera que conducía al piso de arriba. Empezó a subir pero
tropezó y cayó rodando. Un pequeño recipiente de cobre era el culpable.
Intentó abrirlo pero no podía porque estaba oxidado. Por suerte, encontró
una barrita de hierro y haciendo palanca y mucha fuerza consiguió abrirlo.
Dentro del bote había una llave muy pequeña de oro fino. La niña pensó que
tal vez con esa llave conseguiría abrir la puerta de arriba. Subió corriendo,
introdujo la llave y…la puerta se abrió.
La habitación estaba a oscuras pero se dio cuenta de que había muchas
moscas. Al lado de la cama había una mesilla de noche y encima una lata de
Coca-cola de donde cayó, tras agitarla, otro escarabajo muerto. Observando
de cerca el bicho vio que llevaba un extraño collar con una llave diminuta.
Encajaba perfectamente en uno de los cajones. Lo abrió y apareció una carta
con el siguiente mensaje: “ Si lees esta carta eres una persona inteligente,
pero aquí no acaba el misterio; la siguiente pista está al lado y te conducirá a
tu próximo destino”. Era un trozo de queso seco y maloliente. “Queso, queso,
queso,…” pensó. “Claro, ya está, en Francia hay mucho queso que huele a
rayos”.
Cogió un vuelo a París y de allí al pueblo de Roquefort. A medida que se
acercaba al pueblo vio una casa antigua que parecía abandonada, semejante a
la de Noruega. Entró. No había nadie. Recorrió las dependencias hasta llegar
• 16 •
al baño y se encontró con una rata muerta pintada
de azul. Eso no le ayudaba mucho pero al final dio
con la respuesta: todo el suelo de la casa estaba
pintado de marrón excepto una baldosa azul. Sacó la
baldosa de su sitio y descubrió que daba a una
cámara secreta en la que sólo había un cartel y una
silla con una nota: “Asseyez- vous “. La niña se sentó
y al sentarse se hundió con la silla y fue a caer en
otra sala donde estaba Velázquez. Éste le dijo:
-¡Enhorabuena, niña, has resuelto el misterio! Ahora
tienes tema para pintar o puedes ser detective, tú eliges. Ella eligió ser
detective y llegó a ser mundialmente conocida. La historia puede que no sea
del todo cierta pero si te encuentras a la detective “CUÍDATE. LA PINTORA
PUEDE DAR CONTIGO.TIENE UNA LUPA INCREÍBLE”. Javier Muñoz 2º
ESO
Se despertó sobresaltado, abriendo los ojos instantáneamente mientras
escuchaba sus propios latidos. Sentía un dolor en el pecho que apenas le
permitía respirar. La luz de la luna, que entraba por la ventana, se reflejaba
en sus ojos de azabache, cuyas pupilas estaban dilatadas. Desde la calle, el
viento, que arrastraba con furia entre sus brazos las hojas mustias y secas
de aquel invierno infernal, se hacía oír dentro de la estancia.
Dejándose llevar por un impulso repentino aquel hombre de mirada
penetrante y fría, salió del piso dando un portazo, llevando consigo tan sólo
una tabla tapada y dispuesto a no volver allí en su vida. Justo entonces le
llegó un telegrama, que nunca pudo leer: “Cuídate. La pintora puede dar
contigo, dispone de una lupa increíble.”
Los Ángeles, un día antes…
El flash de una cámara le llegó de frente a los ojos, provocando que
apareciesen puntos en su campo de visión. Las cámaras lo enfocaban. Los
periodistas le lanzaban torrentes de preguntas a las que se veía incapaz de
• 17 •
responder. Se trataba de una entrevista a un negociador de arte. Estaba
indignado. Anna Jetsen, una de las mejoras pintoras del país, había ofrecido
para una subasta , el jueves anterior, una de sus dos últimas obras; la otra, la
había vendido por un elevado precio al negociador entrevistado y por alguna
razón las dos obras habían sido intercambiadas.
Terminada la entrevista, aquel hombre, Jonathan Sword, caminó con rapidez
hacia un almacén. Las piernas le temblaban
de rabia. Cuando entró se acercó con paso
firme a la pintora que le estaba esperando.
Ésta le sonrió con gracia, pero Jonathan
sacó un revólver del bolsillo y le apuntó a la
cabeza:
-Yo también me alegro de verle – comentó
Anna.
-Pagué un dinero por mi pintura y eso es lo que quiero – masculló Sword con el
arma apretándole la frente.
-No ha sido culpa mía. Estoy tan indignada como usted.
Yo lo único que sé es que el cuadro lo tiene otro y no sé quién es – Hizo una
pausa antes de añadir otra amenaza – Si no tengo ese cuadro dentro de un
par de días, te mataré.
Dio media vuelta y se marchó.
Lejos de allí, un adinerado amante del arte decidía el lugar dónde colocar su
nueva adquisición. El lugar elegido era el adecuado y contempló, satisfecho, su
obra. Poco tiempo después oyó el timbre de la puerta y fue a abrir. Su hijo
había venido a visitarle. A sus veintitrés años apenas veía a su padre, así que
éste pensó que aquella visita se debía a su nueva compra. Pero no pareció
importarle, pues le abrazó con fuerza:
-¿Qué tal?
-Hola, papá.
-¿Quieres venir a ver lo que hay en el salón?
-Claro.
Se acercaron los dos al cuadro que el padre, John Lauren, había comprado en
una subasta. A su hijo no pareció gustarle el lugar que había elegido su padre
para colocarlo, así que lo cogió:
-¿Qué haces? – se quejó John - ¡Con lo que me ha costado elegir el sitio!
• 18 •
-Pues lo has elegido mal. Aquí casi no se ve.
-¡Trae eso!
Y tras una disputa en la que cada uno agarraba el cuadro por una esquina, se
les cayó al suelo, rompiéndose el marco. El hijo se agachó para recoger las
piezas tratando de enmendar el error. Su padre puso el grito en el cielo:
-¡Con lo que me ha costado conseguirlo y vienes aquí a estropearme una de mis
más preciadas posesiones! ¿Cómo te atreves…?
El primogénito levantó entonces la vista mientras extendía la mano a su
padre haciendo entrega de unos papeles. Había muchos números y letras
incomprensibles. Sin embargo, pudo leer algo que sí comprendió. Había datos
más que suficientes acerca del derrocamiento de un gobierno. Una obra de
arte no sólo transmitía belleza…
John abandonó su casa aquella misma noche temeroso de que alguien
descubriese lo que tenía en su poder. Sólo había cogido el cuadro y los
informes que había encontrado. Entre lágrimas de desesperación y miedo se
hallaba escondido en un hotel a las afueras de la ciudad, donde había dado un
nombre falso. No se había atrevido a llamar a la policía temiendo que eso
pudiera ponerle en peligro mortal. Observó el cuadro hasta el anochecer, y
cuando la oscuridad de la noche lo ocultó todo a sus ojos, decidió deshacerse
de él.
El frío era tan intenso que apenas podía soportar aquella situación por más
tiempo, pero continuó avanzando por la ciudad hasta que se vio en un callejón
oscuro, sin salida. Todo le parecía tan tétrico…Le parecía que algo o alguien
dispuesto a acabar con su vida fuera a salir de entre las sombras. Tiró el
cuadro al fondo de un gran contenedor, pero no se atrevió a hacer lo mismo
con los papeles encontrados. Así que los escondió con cuidado entre sus
ropas. Cuando se disponía a salir de allí sintió que le colocaban una pistola en
la nuca. Con la vista nublada, aterrado, levantó los brazos, y apenas pudo oír
las órdenes:
-¡Los papeles! – le dijo una suave voz femenina.
-¿Quién es? – preguntó con voz temblorosa. Y tras oír cómo preparaba el
arma, empezó a sacarlos de donde los había escondido.
-Bien,…¡dámelos! – le volvieron a ordenar.
Entonces oyó un disparo y notó cómo la mujer que tenía a su espalda se
desplomaba. Se trataba de Anna y quien había disparado era Jonathan. Éste
ordenó:
• 19 •
-¡Entrégamelos!
John se los entregó pero se vio obligado a
continuar obedeciéndole. Tuvo que coger de
nuevo el cuadro. Se lo mostró y, Jonathan,
tras echarle un vistazo, empezó a apretar los
dientes con fuerza. ¡Era una copia! Anna
había guardado el original desde el principio.
Aquellos no eran los verdaderos papeles. La ira que se agolpó en sus venas fue
tal que buscaba algo sobre quien descargar pero John, hábil sin saber cómo,
le arrebató la pistola y descargó todas sus balas sobre Jonathan que cayó al
cuelo como un pesado fardo.
John empezó a correr sin saber adónde iba. Tampoco sabía que un cuadro
viajaba en un avión con destino a Nueva York, cuya autora ya no estaría allí
para recogerlo. Tal vez lo subastasen y cuando eso ocurriera, alguien tendría
en su poder unos secretos que podrían costarle la vida.
Lucía Castells 2º ESO
“Todo comenzó hace unos meses. Yo mismo, Cristopher Morris, participaba en
un asesinato sin darme cuenta. Esos hechos he de relatarlos para que quede
constancia de aquel caso imposible de resolver. Era abril de 1971 en el
pequeño pueblo Bar Harbor, del estado de
Maine, en EE.UU. Yo era el único policía
del pueblo debido a la escasa población.
Era un pueblo tranquilo, con poco trabajo
para un policía. Mi mujer, Catherine
Morris, tenía antepasados franceses. Yo
nací en 1923 en Boston y en 1968 me
ofrecieron el puesto en Bar Harbor, algo
que no pude rechazar.
Ese día de abril me llamó temprano el carnicero local, Healkrot. Había
encontrado el cuerpo sin vida de su ayudante Jake Southamptom. Fui allí y me
encontré con la escena macabra de su cuerpo descuartizado en el congelador
de la carnicería. Le tomé declaración a Julian quien me dijo que llevaba 3 días
• 20 •
sin ir a trabajar debido a una gripe primaveral. Jake se había encargado de la
carnicería esos días y no había pasado nada fuera de lo normal. Al rato
llegaron los policías de la capital, Augusta, y me dijeron que tendríamos que
trabajar en el caso. Entramos en la trastienda que estaba llena de sangre y
donde había un cuadro con sangre y pintura sobre un río y un pequeño monte.
No era de mucha calidad, pero lo suficiente como para llamar la atención. Los
de Augusta tomaron fotos a todo y se fueron. Me dijeron que a los dos días
volverían a tomar declaración a más gente y que habían colocado policías en
las salidas del pueblo.
A los dos días volvieron diciéndome que ya tenían
al asesino, un tal Louis Quimbant. Louis había
amenazado a Jake muchas veces porque tenía
deudas de póker y tras haber esperado meses a
que le pagara decidió pegarle un tiro. Todo era
muy raro. ¿Por qué dibujaría eso? Se fueron y
decidí investigar pero no conseguía ningún dato
nuevo. A los 15 días descubrí una nota en la
chimenea de casa en la que ponía: “Cuídate, la
pintora”. Pensé que tendría algo que ver con la
escena de la carnicería. Fui al archivo de casos de
Augusta y me encontré un caso sin resolver: un
pirómano que quemó una comisaría en Augusta y dejó una nota que ponía:
“Cuídate, la pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble”. El caso
se cerró y nunca más se volvió a saber nada.
Fui a hablar con mi tío Paul Morris, comisario de Augusta en esa época. Me
dijo que dejara el caso, que hiciera otra cosa. Que ese caso me cambiaría la
vida. Le prometí que lo dejaría pero no fue así. A los pocos días iba caminando
por el bosque con mi mujer cuando encontramos un cadáver. Era Pierre
Biscout, el cura del pueblo. Tenía un tiro de bala y un cuchillo clavado en la
cabeza. Los de Augusta volvieron e investigaron. Concluyeron que había sido
el otro cura, Trevos McGuinghley. Al parecer no se llevaban muy bien. Los dos
asesinatos eran extraños. Me parecían demasiado fácil las conclusiones. Dos
asesinatos en pocas semanas y sin ninguna relación en este pequeño pueblo.
Era tan extraño que me pareció que no podía ser posible. Los de Augusta me
dijeron que no había más que investigar. Todas las pistas eran claras, todo
parecía indicar que habían sido los que ellos habían detenido.
• 21 •
Pasaron dos semanas y, de repente, me llegó la noticia de que mi tío había
sido asesinado. Paul había muerto de envenenamiento. Cianuro en una taza de
café. Mi tío me había advertido de algo peligroso. Quizás Paul había
investigado demasiado y se lo habían cargado. ¿Pero quién? Pedí a Robert
Mouhert, comisario de Augusta, y amigo mío, que me dejara entrar en el caso,
pero se negó alegando que era familiar mío. A los tres días Robert apareció
muerto en un aparcamiento de Augusta. Llevaba una carpeta sin papeles.
Tenía cuatro disparos de bala en la cabeza. Lo curioso es que era la misma
pistola que había matado a mi tío. Estaba registrada en Berlín. Varios agentes
pidieron que la embajada alemana les dijera de quien era. Dijeron que había
pertenecido a un soldado de la Segunda Guerra Mundial que ya había muerto,
Fred Kalent. En su casa, en Washington,
encontraron la misma nota de antes.
Entonces, por fin, se dieron cuenta de
que todo tenía que ver. El FBI entró
entonces en la investigación. Fue
entonces cuando fui a ver a mi madre un
día para peguntarle cosas sobre mi tío.
Me dijo que no me debía decir nada y que
dejara el caso. Me dijo lo mismo que mi
tío. A las dos semanas apareció mi madre muerta. Se había suicidado. ¿Por
qué lo hizo? No lo sé. Fue entonces cuando me vino a ver Margaret Lafloid,
amiga de la familia. Me contó todo lo que había pasado, y quien, según ella, era
el asesino. Sabiéndolo todo me dispuse a tirarme por la ventana. Quien lea
esto tendrá que pensar mucho hasta dar con el múltiple asesino. La verdad
era insoportable.”
Al leer la carta no pude imaginar qué habría pasado. Yo, Catherine, mujer del
muerto, sabía lo que tenía que hacer. Fui a hablar con Margaret.
-Hola. Tú debes de ser Catherine, mujer de Cristopher. ¿Qué quieres saber?
-Necesito saber por qué Cristopher se quitó la vida.
-¿De verdad? ¿No lo sabes? ¿Tantos años juntos y nunca supiste nada?.
Empecemos. 1943. Tu marido era soldado y participaba en el desembarco de
Normandía cuando mató por accidente a un niño de 3 años francés. Eso fue lo
que le cambió. Tal fatal suceso y los demás muertos de guerra le
traumatizaron. Mató a mucha gente y se volvió loco. Cuando regresó a Boston
me encargué de su bipolaridad extrema. Lo traté durante meses. Parecía que
• 22 •
su enfermedad había remitido hasta que mató a su padre. Me pagaron a mí y
a los policías mucho dinero para que me callara y no revelase que había sido
él. Su familia no quería que acabara en un manicomio. Le seguí tratando y
pareció que todo había parado. El primer muerto, Jake, lo mató él. Una noche
cuando tu marido estaba borracho le entró un ataque de bipolaridad y lo
mató. Al cura lo mató también por el mismo motivo. A tu tío, porque sabía
demasiado y lo mismo a su amigo y a su madre. Ya lo sabes todo. La pistola se
la había robado a un soldado en la guerra. Y eso es todo. Fin de la historia.
Ahora vete y no vuelvas.
Había estado casada con un monstruo, pensé. Todo era muy extraño. La
escena y las notas. La mujer no me había dicho todo. Investigué durante
meses hasta que supe la verdad. Y descubrí que Margaret era la verdadera
asesina. Cogí una pistola y fui a verla. Comencé a hablar dejando entrever la
posibilidad de que no había sido Cristopher. Al final le dije todo lo que sabía y
empezó a decir que yo también estaba loca. Que todo lo de la pintura y las
notas era un signo, en psicología criminal, de locura. Yo sabía que era ella la
asesina, no yo. Yo no estaba loca. La maté y ahora dejo esta nota diciendo que
fue ella la asesina. Cuando leas esto tú sabrás qué hacer, yo estaré en algún
país remoto. Adiós. Pablo Rodríguez 3º ESO
Héctor estaba aterrorizado. No sabía
dónde estaba. Y por supuesto ni el cómo
ni el porqué había aparecido allí. Sólo
sabía que debía escapar. Escapar y
vengar a Carla.
No hacía mucho que el instituto, como
cada año, había organizado un viaje de
fin de curso, sólo que esta vez había algo que lo hacía diferente: en esta
ocasión, en vez de ir a una localidad cercana, como de costumbre, se iban a
París. Según la directora, Doña Ángeles Romero, un antiguo alumno había
dejado escrito en su testamento que todos sus bienes fueran donados al
• 23 •
centro. Algo extraño porque esa persona tenía familia ¿Por qué donó su
herencia al centro? ¿Tan importante era para él?
Héctor estaba eufórico. Iba a hacer realidad su sueño: ¡por fin podría visitar
el Louvre! Él no provenía de una familia adinerada y apenas había salido del
pequeño pueblo donde vivía. Por ello, le hizo mucha ilusión que aquel viejo
instituto regalase a todos sus alumnos un viaje a París.
Llegó el día del vuelo. Tenía miedo.
-¿Sabes cuántas películas de miedo en las que se estrellan aviones he visto
últimamente?
-Tranquilo, yo he hecho esto cientos de veces -, exageró Carla, su mejor
amiga. –Tú, siéntate, relájate y disfruta del viaje. Confía en mí.
-Confío en ti, lo sabes.
Una mirada cómplice brilló en los ojos de ella. Él la sonrió y ella le cogió la
mano. Aquel intenso instante fue el único que podía recordar. Conocía a Carla
desde los siete años y, desde entonces, su corazón sólo latía por ella.
En ese momento el avión despegó. Héctor cerró los ojos y se limitó en la
semana que le esperaba.
Cuando llegaron al hotel, sus caminos se separaron. Chicos a una zona, chicas
a otra. Eso incluía también ciertas visitas del itinerario previsto. Al
despedirse, Héctor le entregó una nota a su amiga. “¿Hacemos una locura?”
Habían hablado de ello mil veces. Un día se escaparían y visitarían el Louvre
juntos. “Hoy, sé que es precipitado pero es el mejor momento”, contestó ella.
Llegado el momento se escaparon sin que nadie se diese cuenta. Observaron
con detenimiento multitud de cuadros.
-¿Te imaginas vivir en un cuadro?, -dijo Carla – A los personajes de los
cuadros nadie los valora por guapos o feos, altos o
bajos, delgados o rellenitos,…
-¡Dame la mano! – dijo él enérgicamente – En una
ocasión mi abuela me dijo que si dices tres veces
un deseo en voz alta, se cumple.
Terminada la visita era hora de despedirse. Carla
le dio un beso y continuó con la broma de los
papelitos: “Te quiero”.
…
“¿Dónde estoy?”, - pensó Héctor. Era un lugar
extraño. No acertaba a describirlo. ¿Era plano?
¿Se había cumplido, tal vez su deseo?
-¡Corre, escóndete! - gritó un chico.
-¿Quién eres?¿Qué es este sitio?
• 24 •
-¿No lo sabes? Estamos en “El gran lienzo de Maribel”, un lugar terrible.
Maribel es la pintora. Tienes que huir. Si te encuentra te matará o…te
borrará.
Héctor se asomó por la ventana. Vio a un niño que gritaba pidiendo auxilio. De
repente, una luz le cegó. El niño se había convertido en cenizas.
-¿Qué le ha pasado? ¿Ha sido Maribel? ¡He de encontrar a Carla!
-¡Ten cuidado!. La pintora puede dar contigo, dispone de una lupa increíble.
Héctor no conocía el lugar y dar con ella le pareció casi imposible. De pronto
vio un inmenso pincel que perseguía a Carla. Trató de atraer la atención de
aquella brocha gigante pero era demasiado tarde. Héctor se quedó
boquiabierto, mudo. Estaba aterrorizado. No sabía exactamente dónde
estaba, cómo había llegado hasta allí y, sobre todo, cómo salir de aquel
infierno. Sólo sabía que debía escapar. Escapar y vengar a Carla.
Patricia Romo 2º ESO
Sin lugar a dudas el viaje más sorprendente que he realizado hasta la fecha
comenzó con aquella misteriosa e intrigante carta de remitente anónimo.
Yo, Matías, un niño de diez años, jugaba alegremente con mi hermana en casa
en el Madrid de 1937.
-¡Matías, ven, por favor!
-¡Voy mamá! – dije yo bajando las escaleras a toda prisa.
Encontré a mi madre en nuestra pequeña cocina con un gran fajo de cartas en
la mano.
- Toma, ha llegado una carta para ti.
Yo, extrañado, tomé el sobre y subí a mi cuarto. Ya allí, me senté en mi
escritorio y me dispuse a abrir la extraña carta que ni contenía remitente ni
dirección alguna. Abrí el sobre y leí:” Cuídate, la pintora puede dar contigo,
dispone de una lupa increíble”.
El mensaje me dejó aún más extrañado que la ausencia del nombre del autor
en el sobre.
• 25 •
Los días siguientes mi vida transcurrió con normalidad, no volví a recibir
carta alguna y, por supuesto, tampoco ningún
mensaje misterioso. Pero una mañana cuando
volvía de comprar el pan vi algo que me
sorprendió: vi a un mendigo con una larga barba
blanca y una ropa extremadamente roída. En
realidad no me sorprendió el mendigo, pues había
cientos en Madrid entonces, sino el cartón que
sujetaba en su temblorosa mano derecha. Escrito
había un texto que decía: “Yo soy la pintora.”
Este texto me hizo recordar la ya olvidada carta
que había recibido una semana antes. ¿Tendría
alguna relación esta frase que acababa de leer con el sobre que había
recibido por correo?
-¿Tú … tú eres la pintora? – pregunté con cierto temor.
-Aquí lo dicta esta frase – dijo el mendigo con una cortesía no propia de la
gente que vive en la calle.
Tuve un primer impulso de salir corriendo pero decidí quedarme debido a una
irreprimible curiosidad.
-Toma – me dijo el mendigo entregándome una gran
lupa con una extraña lente. Dicho cristal no era
redondo como cabría esperar; era triangular.
-¿Qué es esto? – pregunté.
-Pues una lupa. Creo que es evidente – respondió el
extraño personaje.
Llevado por una curiosidad irrefrenable extendí mi
mano hacia la lupa. En el momento en el que mi
temblorosa mano tocó el objeto experimentó un
sensación que no había vivido nunca. De repente
mis ojos dejaron de funcionar, lo veía todo negro y
notaba como si fuera a toda velocidad, algo así como si fuese montado en un
coche. Tras unos diez segundos y sin previo aviso caí sobre una superficie
arenosa y fui deslumbrado por una cegadora luz de sol. Cuando mis ojos se
acostumbraron a la intensa radiación pude observar el espectacular paisaje
que tenía ante mí. Me hallaba en un paisaje desértico y, en el horizonte, se
• 26 •
podían apreciar tres grandiosas pirámides rodeadas de un extraño mercado
lleno de coloridos toldos. ¡Estaba en Egipto!
-¡Hola, pequeño, ¿estás bien? – preguntó un desconocido.
-Sí, gracias –respondí.
Al observar al propietario de esta voz vi a un hombre alto y musculoso que
lucía un elegante turbante y me tendía la mano para levantarme. Yo la tomé y
me erguí.
-Hola, mi nombre es Hisham – dijo el hombre - ¿Cómo te llamas?
-Matías – respondí.
-Bien, Matías, ¿dónde están tus progenitores?
-Progeni…qué? – pregunté extrañado.
A pesar de tener padres el hecho de que a esa edad no conociera el
significado de progenitores hizo que Hisham se equivocara.
-¿Eres huérfano entonces? – preguntó Hisham
-Qué significa huérfano?
-Da igual, déjalo – respondió impaciente el egipcio – Ven, yo te cuidaré.
Seguí a Hisham y viví con él tres días, posiblemente las mejores setenta y
dos horas de mi vida. En Egipto pude ver hermosas pirámides, aterradoras
esfinges y espléndidas ciudades. Vi una cantidad de maravillas inimaginables.
Pero, de repente, me evaporé, desaparecí. Por segunda vez experimenté esa
extraña sensación; por segunda vez, mis ojos dejaron de funcionar y por
segunda vez lo vi todo negro. De improviso me vi al lado del mendigo que se
hacía llamar la pintora.
-¿Qué tal, te agradó el viaje? – preguntó el mendigo.
Yo, extrañado, miré al mendigo y le pregunté:
-¿Has sido tú?
-Correcto – respondió el misterioso
-¿Por qué? ¿Por qué me has hecho viajar a Egipto? ¿ Eres mago?
- La razón es muy sencilla pero permíteme que te responda a la pregunta con
otra cuestión – contestó el hombre - ¿Hay algún miembro de tu familia en la
guerra?
- Sí, mi padre lucha en el bando republicano –respondí.
-Perfecto, ¿te sientes triste o preocupado por él?
-¡Claro, puede morir en cualquier momento! – contesté ofendido.
-Pues por eso mismo te he hecho vivir esta experiencia, - aclaró el mendigo–
Todas las personas, ya sean adultas o jóvenes se refugian en los relatos y en
• 27 •
los cuentos, especialmente durante la guerra. Cuando hay sufrimiento en el
mundo la única cápsula de escape a la felicidad son las historias. ¿Y qué mejor
historia que una que has vivido de verdad? Pedro García 2º ESO
Hola, me llamo Alex, aunque aquí, en comisaría, nadie me llama así. Pero no he
venido a hablar de mí sino de ella. Y, ¿quién es ella? os preguntaréis… Pues
veréis, no es sencillo… Ella era la persona más increíble que jamás he
conocido y es que no creo que exista una palabra
que pueda describirla mejor. Nadie sabía su
nombre; sin embargo, todos habían oído hablar de
ella. la llamaban…la pintora. Algunos creían que se
debía a que, cuando investigaba un caso, las ideas,
teorías, testimonios, pruebas,…iban dibujando en
su cabeza “un cuadro”, hasta que descubría la
verdad.
Sí, ella era detective. La mejor que ha habido y la
mejor que habrá. Por eso era tan importante.
Todo sucedió un trece de marzo cuando el jefe de policía desapareció. Por
aquel entonces yo era un estudiante iluso que quería llegar a ser periodista.
La noticia llamó mucho la atención en la universidad y nos pusimos a
investigar. Al cabo de una semana el cuerpo fue encontrado en el almacén de
un supermercado. Lo desconcertante era que tenía una pistola en la mano, y
no presentaba signos de que le hubieran disparado. La policía se llevó el
cuerpo. Tras la autopsia la policía reveló a la prensa que había muerto de un
ataque al corazón. Pasó el tiempo y no se encontraron pistas fiables. Yo, por
mi parte, me colé en el almacén para investigar por mi cuenta, pero…me
sorprendieron.
Entones apareció ella. Pidió toda la información sobre el supermercado, la
escena del crimen y sobre el difunto. Misteriosamente ninguna cámara de
seguridad había grabado nada. Recopilada la información se encerró en su
despacho. No se supo de ella en los dos días siguientes hasta que un joven fue
a visitarla. Aquel joven era yo. No podía quitarme de la cabeza el caso. Fui a
su despacho, llamé y abrí la puerta. Ella estaba sentada en su silla y me miró.
• 28 •
Tenía una lupa en la mano. Yo le hice varias preguntas pero no me contestó.
Tras varios minutos de silencio se levantó y dijo: “Acompáñame, si quieres”.
Yo la seguí sin dudarlo.
Me llevó al supermercado mientras yo me preguntaba “¿No han investigado
aquí ya?” Se dirigió a una de las esquinas del almacén y me mostró la lupa…
-“¿Ves esto?”, me dijo. “Es un objeto muy especial”. Tras decir esto cogió la
lupa del revés y extrajo del mango un pequeño difusor y empezó a rociar el
suelo. Pronto aparecieron unas manchas azules.
-“Restos de sangre”, dijo ella.
Volvimos a comisaría y ella se puso a rellenar unos informes. Al rato, me dijo:
-Persigue tus sueños, no te rindas. Tú escribes tu destino, tú recorres tu
propio camino. Que nadie te detenga.
Ella había conseguido resolver el caso. El jefe de policía pretendía asesinar a
un personaje importante y lo consiguió, justo antes de sufrir un ataque
cardíaco. Alguien había pretendido rescatar el cuerpo para exculparle
pero…Bueno, si, de verdad, os interesa el caso leed el artículo que publiqué en
el periódico el 26 de abril con el titular:”Cuídate, la pintora puede dar
contigo, dispone de una lupa increíble”.
Y, efectivamente, conseguí mi sueño de ser periodista para después
abandonarlo. La pintora tenía razón. Ella me había revelado mi verdadera
vocación y, sí, me había hecho darme cuenta de que quería ser como ella, la
persona más increíble que había conocido. Sin embargo, al poco tiempo
desapareció y nunca volví a saber de ella. En cuanto a mí, como ya he dicho
antes, nadie me llama Alex… Ahora me llaman…El Pintor.
Raquel Canalejo 2º ESO
Era un día de verano caluroso y soleado. Desde mi ventana podía observar a
los pájaros surcando el cielo despejado y de un azul intenso…
Mi nombre es Elisabeth. Cuando vi que mis amigos se acercaban a mi casa, me
dispuse a preparar mi mochila de la piscina, ya que me iba a ir con ellos como
hacemos todos los días, cuando ocurrió algo muy extraño: empecé a marearme
y me caí por las escaleras de mi casa. Al poco tiempo me recompuse del golpe
que me había dado contra el jarrón de la escalera que creía que no, pero era
• 29 •
duro y firme. Abrí la puerta y... ¡no sabía quiénes eran aquellas personas que
estaban delante de mí! No lo entendía. Una chica de mi edad, piel morena y
pelo oscuro a la altura de los hombros, dio un paso adelante y dijo lo que
debía ser mi nombre, “Elisabeth”, un nombre poco corriente para una chica
que vivía en un pueblo de Aragón, Biel.
-Elisabeth, ¿estás bien? Pareces... distinta, rara – dijo a la vez que me
agarraba del brazo y me conducía al exterior de una casa. Instantes después
averigüé su nombre, era Nuria.
-Sí, sí... Sólo estoy un poco mareada, nada más – repuse intentando no
delatarme, como si todo fuera normal.
Cuando llegamos a la piscina que, por cierto, era bastante grande, con un
césped alrededor para tomar el sol y un par de árboles altos que
proporcionaban al lugar una sensación agradable y acogedora, tenía una vaga
sensación de que ya había estado allí, como si conociera ese lugar desde hacía
años. Después de merendar junto a esos extraños para mí, nos dispusimos a
meternos en el agua. Nada más meterme mi cuerpo se enfrió y mis pies no
reaccionaban a los mensajes que emitía mi cerebro. Hasta que no empecé a
moverme, no entré en calor… Antes de volver a tirarme al agua, Nuria me
atacó a preguntas, para las que yo no tenía respuestas. Al final de lo que
pareció un interrogatorio, nos volvimos a meter, pero esta vez me tiré a lo
que debía ser la parte que no cubría de la piscina porque me di contra el suelo
otro potente golpe…y tuve la misma sensación
que al salir de mi casa y del golpe que me había
dado unas horas antes.
¡Había recuperado la memoria!
Ya lo recordaba todo: mis amigos, la piscina a
la que había ido desde que tenía cuatro años,
mi pueblo...Cuando se lo conté todo a mi mejor
amiga, Nuria, -menos mal que seguía recordando todos estos años de amistad
inquebrantable-, dijo:
-¡Pero tú estás loca!; anda, déjate de paranoias y nunca jamás vuelvas a
darme esos sustos, por favor.- Casi me asusto de lo atacada que estaba.
Y todo volvió a la normalidad. Subí a mi casa nada más salir de la piscina y lo
escribí todo en mi portátil.
¡Vaya día de locos! Aitana Marquina Bueno 2ºESO
• 30 •
Presentadora: Hoy, miércoles, 12 de Octubre, en
Zaragoza se celebra el día del Pilar, un día muy
importante para todos los zaragozanos. Para ver
cómo se viven las fiestas vamos a la calle…
Estamos en la plaza del Pilar, vamos a hablar con
esta señora que tengo aquí, al lado.
Presentadora: - Buenos días.
Sonia: - Buenos días.
P: - ¿Qué tal está pasando estas fiestas?
S: - Pues muy bien, nos reunimos toda la familia, salimos con los amigos...
P: - ¿Cómo las está viviendo?
S: - Con alegría y emoción.
P: - Veo que lleva flores para la Virgen.
S: - Sí, todos los años voy con el grupo de mi pueblo, Sos del Rey Católico.
P: - Lleva un traje característico, no he visto ninguno igual. ¿Puede decirnos qué
representa?
S: - Me lo he puesto porque hace años en mi pueblo, las mujeres lo llevaban así: el
mantón negro y una falda que era como iban a trabajar al campo.
P: - ¿Ha ido a las ferias, a la Expo o a algún concierto en el Pilar?
S: - Fui a las atracciones de las ferias con mis hijos; también al concierto de Malú y
Orozco. El problema fue que en el de Malú había muchísima gente y no se podía ni
pasar y no lo disfruté mucho.
P: - ¿Qué es lo que más te ha impresionado?
S: - El ambiente que hay en las calles y lo participativo que es todo el mundo.
P: - Gracias por su tiempo, le dejamos continuar.
S: - Gracias a ti.
Periodista: - Ahora vamos a entrevistar a Marcelo que está viendo cómo pasan
todos con las flores.
Periodista: - Hola, Marcelo.
Marcelo: - Hola.
P: - Usted no es de aquí, ¿verdad?
M: - No, soy de la República Dominicana,
he venido porque me dijeron que era una
experiencia muy bonita.
P: - ¿Le está gustando?
M: Sí, mucho.
P: - ¿Qué le ha parecido lo más
interesante?
M: - Pues los trajes son muy bonitos, cómo
está quedando la Virgen con todas las flores alrededor y cuánta gente participa.
P: - ¿Se va a quedar más días?
M: - Sí, a la Ofrenda de Frutos ya que viene gente de otros lugares a traerle
alimentos típicos a la Virgen y también para ver los fuegos artificiales.
P: - Bueno le dejamos seguir disfrutando de esta preciosa Ofrenda de Flores.
Y yo también os dejo a vosotros porque me tengo que preparar para pasar en esta
Ofrenda a la Virgen del Pilar.
Ana Chicapar 2º ESO
• 31 •
Se hacía más que difícil olvidar el último día
en el que Vasili y Alexander estuvieron juntos.
Era un día soleado del mes de mayo de 1918.
Los rayos solares golpeaban de lleno la
estrella roja que relucía en la cabeza del
“Dragón”, el tren que transportaba al ejército
rojo de una punta a otra del país. En uno de
los pocos vagones en los que había suficiente espacio para respirar, descansaba,
sentado en el suelo y fumando un cigarrillo, el comisario del partido, - al cual
estaban encomendados los demás soldados-, bastante apartado de los
camaradas con los que compartía el vagón. Alexander Garlenski, un voluntario de
avanzada edad, fue de propio a hablar con el comisario. Entró por la escalerilla
al vagón blindado y al acercarse comenzó diciendo:
- Comisario…
- Te he dicho mil veces que me llames por mi nombre - interrumpió éste con
tono amistoso y ofreciéndole una calada, a lo que Alex negó con la cabeza-.
- Lo siento, Vasili.
- Eso ya está mejor; bueno…, ¿qué querías?
- Verás, es un tema serio, probablemente lo más importante de lo que jamás
hemos hablado.
- Eso es difícil… hablando de tiempos de guerra…
- Ya lo sé, pero creo que ha llegado el momento. Me da la impresión de que no
aguantaré más ocultándotelo…
- Alex, eres para mí como un hermano, suéltalo ya.
- Verás… -tragó saliva- quiero desertar…
Vasili estuvo unos segundos sin decir nada,
tan sólo una mirada fija a los ojos de Alex, a
quien el silencio se le hizo eterno.
- Me has dejado a cuadros -empezó el
comisario, que miró hacia otro lado, apartando
la mirada de Alex- … aunque era previsible.
- ¿Qué harás?
- Tranquilo, no intentaré retenerte, cada uno
es libre de hacer su elección…- una leve
• 32 •
sonrisa, ambos pensaron que sería uno de
sus últimos momentos juntos-… pero,
¿por qué me cuentas esto? Sabrás que no
todos van a ser tan comprensibles como
yo…
- Porque… eso no es lo importante del
asunto.
- Entonces…, ¿qué es?
- Tú lo has dicho, Vasili, somos como hermanos, llevamos meses luchando y
conviviendo juntos, me enseñaste a leer y escribir, e incluso, a tener esperanza
en la vida; te debo mucho… pero te quiero pedir una última cosa…
- No tengo todo el tiempo… -los ojos de Vasili empezaban a desprender
pequeñas lágrimas por las mejillas al revivir esos momentos - dímelo ya.
- Quiero que hagamos un juramento…- Vasili asintió con la cabeza- si muero
antes que tú y esta maldita guerra sigue en pie… cuida de mi hermano, no tiene a
nadie más…
- “Nico”…- susurró el comisario.
Alexander había nacido en una familia pobre a las afueras de Petrogrado. No
tenía padre, y su madre había muerto cuando contaba solo 11 años en el parto de
su hermano Nico, quien había estado bajo su cuidado hasta que partió a la
guerra. En ese momento Nico le prometió que, si caía, ocuparía su lugar en las
tropas con su propio alistamiento.
- Desde que empezó esta guerra… -continuó Alex- …no sé nada de él, quiero
verle y no confío en que sepa cuidarse por sí solo aunque ya sé que es mayor…
- Nunca se es mayor para cuidarse en la guerra -susurró de nuevo el comisario-.
- Exacto, no confío en que viva mucho, ya que hasta ahora ha vivido del pillaje y
de la suerte, pero eso no garantiza precisamente un futuro estable, y menos aun
si eres soldado voluntario. Tiene casi los 30, pero sigue pareciendo un chico de
15, cuídalo, por favor.
El comisario se levantó y Alex le imitó el
gesto, se remangó y estrecharon sus manos.
- Lo haré -dijo Vasili, clavando su mirada en
Alex.
- Gracias, sabía que podía confiar en ti…
- Pero… -interrumpió Vasili- yo también te
tengo que encomendar algo…- miró al suelo y
continuó- … mis padres tampoco están vivos,
así que si yo caigo primero, cuida de mi tío
Josef y de mi querida Natasha.
• 33 •
- Así lo haré, hermano.
Se dieron un abrazo conteniéndose las lágrimas. Probablemente sería el último
momento que se vieran. En la siguiente parada, Petrogrado, Alexander se
dispersaría entre el polvo proveniente de las pisadas de los miles de voluntarios,
atravesaría esas piedras del color de la luna, ante las cuales se erguía el
inmenso tren, e iría a ver a su hermano.
Probablemente es la historia más triste y a la vez más hermosa que Vasili me ha
contado acerca de mi difunto hermano. Y puedo decir que es cierta pues aquel
“Nico” del que hablaban era yo. Daniel Boldova 1ºBACH
del complejo vacacional.
Sabía que tarde o temprano llegaría
alguna mala noticia. Llevaba más de cinco
años sin recibir ninguna carta hasta el
día de hoy: unos patos, inversores
extranjeros, querían apropiarse del
estanque en el que vivía desde pequeño
para convertirlo en una urbanización de
lujo para patos jubilados. Tenía un plazo
de dos semanas para abandonar el
estanque y así comenzar la construcción
Desde el primer momento me opuse a esta decisión ya que la veía injusta.
Pasaron 48 horas sin nada que destacar, pero unos días más tarde llegaron
los patos inversores con diversas amenazas para que dejara mi casa en sus
manos. Me negué rotundamente. Los siguientes días me llegaron diversas
órdenes judiciales que parecían falsas y escritas por los propios inversores
con lo que no les di ningún valor administrativo. Cuando llegaron las últimas
horas de plazo, y con las máquinas excavadoras junto a mi casa a punto de
derribarla, me fui corriendo a la comisaría más cercana para denunciar a los
inversores por la inmediata construcción de un complejo en el estanque en el
que había vivido hasta ahora, sin ningún título escrito de propiedad. La
denuncia provocó la automática suspensión temporal de la construcción del
complejo. Volví a casa tranquilo y al llegar a casa vi cómo abandonaban mi
terreno. Me fui a nadar un rato y conseguí pescar un par de peces para
cenar.
• 34 •
Pasaron un par de meses hasta recibir una notificación de la Justicia
indicándome la fecha del juicio. Llegado el juicio y tras indicarle al juez las
alegaciones por ambas partes, éste, después de una larga deliberación,
dictaminó la ilegalidad de la construcción del recinto, dándome la razón.
Como compensación por las molestias ocasionadas el juez consideró que
debían darme granos y semillas suficientes
para subsistir durante tres años.
Volví a casa rápidamente, aliviado por la
resolución del juez y con la tranquilidad de
saber que iba a seguir viviendo en mi casa
por mucho tiempo. Ninguna banda de patos
especuladores me echaría del que ha sido
mi hogar durante todos estos años.
Daniel Guiral 2º ESO
EN QUÉ PIENSAN LOS COCODRILOS
EN REPOSO…
La semana pasada estuve con mi familia en el acuario de
Zaragoza y nada más entrar, después de pasar varios
tanques de agua inmensos con peces de todo tipo, algunos rarísimos que no
había visto nunca, llegamos a una gran sala donde había varios cocodrilos del
río Nilo.
Me acerqué al pasillo central y allí, detrás de un cristal, estaban dos
enormes cocodrilos a tres metros de mí, quietos, como descansando, con
cara desafiante pero sin moverse. Me quedé mirándoles fijamente durante
varios minutos pensando si serían de mentira, de goma o de cartón ya que no
hacían ni un solo gesto ni movimiento. De repente, uno de ellos, abrió de par
en par su boca como si estuviera bostezando, mostrando sus afilados
dientes y volvió a quedarse inmóvil pero ahora con la boca abierta. Entonces
me quedé sentado mirándolos de nuevo para ver cuál iba a ser su siguiente
movimiento y me preguntaba en qué podrían estar pensando estos bichos
cuando se pasan tanto rato quietos, como reposando. Entonces me dije, ¿y si
este "animalito" se me queda mirando fijamente, me hipnotiza y, cuando no
me dé cuenta, se lanza sobre mí para comerme? Entonces me puse a pensar
en todas las cosas en las que los cocodrilos pueden pensar cuando están en
esa posición de reposo. ¿Podrían estar pensando en comida?. Seguro que sí.
Pensará : "si estoy así de quieto, éste se me despista y cuando se descuide,
¡zas!, ¡me lo zampo!" ¿Estará quieto para no gastar calorías, no pasar calor y
• 35 •
así no tener que beber agua? Seguro que también. Además tienen pinta de
no estresarse mucho pero imagino que si te pones frente a él mirándole,
como lo hice yo, tal vez piense: "Pero, ¿por qué me mira ese tío tan
fijamente?, ¿es que me está vacilando?"...Y no creo que se quede quieto.
Es difícil adivinar lo que pueden llegar a pensar los cocodrilos cuando están
en reposo, pero te aseguro que si algún día me encuentro alguno de frente
sin ninguna protección, estoy seguro de que no me quedaré quieto
intentando averiguarlo sino que me daré la media vuelta y me faltará selva
para salir corriendo. David Pradilla 2º ESO
“HISTORIA EN UN ASCENSOR….”
El domingo pasado fui al Hospital Miguel
Servet a visitar a un amigo que había
tenido un accidente de moto con su padre.
Después de esperar unos minutos hasta
que llegó el ascensor, entré en él junto a
otras seis personas de diferente sexo y
edad. Cuando iba por la planta tercera, el
ascensor se paró repentinamente y se fue
la luz.
Al apagarse la luz, dos chicas que estaban junto a un hombre mayor de unos
70 años se pusieron histéricas. Una de ellas empezaba a perder el sentido
así que le hicimos hueco como pudimos y la tumbamos para que se relajase.
Visto lo visto, nos iba a tocar esperar un buen rato, así que me acerqué al
señor mayor y le pregunté:
-Perdón, señor, ¿estas chicas venían con usted? Y el dijo:
- Sí, son mis nietas Laura y María, pero no me trates de usted, chico, dime
¿cómo te llamas?
- Eduardo-, contesté.
– Yo soy Tomás, encantado. -Entonces un hombre adulto de mediana edad
preguntó:
- Perdón, ¿alguien tiene cobertura?, debo llamar a mi jefe.- Lo miré un
instante y me di cuenta de que era el hombre que trabajaba con mi padre,
así que me acerqué y le dije:
- ¿Oscar?
El respondió:
- Hombre, Eduardo, ¿qué tal?
Y le contesté:
• 36 •
- Bien, bien, a visitar a un amigo que ha tenido un accidente. Oye, no te
preocupes que avisaré yo a mi padre de que nos hemos quedado colgados.
El puso cara de alivio, estaba deseando oír eso.
- Gracias-, dijo. Saludé a su mujer y a su hijo pequeño que había crecido
mucho desde la última vez que le vi. Entonces me giré y me di cuenta de que
estaban en la esquina las dos nietas de Tomás, una ayudando a la otra a
incorporarse. Me acerqué para ayudarlas y la chica mayor me miró y me
preguntó:
- ¿Quién eres?
– Eduardo, encantado; tú eres María, ¿no?
– No, soy Laura, pero ¿qué más te da?
Me quedé alucinado. Yo solo quería ayudarla y ella no quería mi ayuda.
– Solo quería ayudar-, le dije, a lo que ella respondió con un:
- Si quieres ayudar, déjanos en paz-. Me di media vuelta, cabreado, pero sin
decir nada y justo entonces volvió la luz. Los primeros en bajar fueron
Oscar y su familia seguidos de Tomás junto a sus nietas. Me despedí:
– Adiós, Tomás –. Y él se giró con lágrimas en los ojos:
– Hasta la próxima-, me contestó.
Yo no entendía qué ocurría hasta que miré más allá y vi a Laura y a María
meterse en una sala donde ponía: “Observación-Tumores”. Entonces lo
entendí todo. Laura se había
comportado así porque estaba
angustiada por su madre o su padre.
Me dio mucha pena pensar cómo lo
debían estar pasando tanto Tomás
como sus nietas. De repente me
acordé de que tenía que llamar a mi
padre porque si no a Óscar le iba a
caer una buena…
Eduardo J. García 4º ESO
LAS CALABAZAS ESQUELÉTICAS
Me desperté, abrí los ojos, intenté
dormirme de nuevo pero era imposible. Me
había desvelado. Me duché y bajé a
desayunar, me puse la mochila y, decidida,
salí de casa. No era un día normal como los
demás. Entré en el ascensor cuando de
repente noto que baja cada vez más
• 37 •
despacio hasta que se para. Dejo de
respirar por un instante y me tiro al suelo
pensando qué será de mí si no llego
puntual. Cojo el móvil dispuesta a llamar a
mi madre para que me saque de allí pero
es imposible, no hay cobertura. Al
segundo escucho un horripilante sonido
que proviene del rellano y que me pone los
pelos de punta. Por fin tengo algo de cobertura pero decido no arriesgarme
a llamar o gritar por miedo a lo que sea que hay fuera. Una interminable
hora después vuelve la luz al ascensor, y aún sigo tumbada en el suelo,
temblando. La puerta se abre y me levanto, cojo la mochila y saco la cabeza.
Cuando cruzo el patio interior, miro atrás y veo unas calabazas con un
esqueleto naranja chillón haciendo ese sonido que había escuchado antes.
Me intentan alcanzar pero lo impido corriendo tan rápido como puedo. Llego
al colegio y le digo al profesor que me he quedado dormida, ojalá hubiera
sido todo un sueño…
A la hora de irnos a casa me digo a mí misma: Cuando llegue subiré sin hacer
ruido por las escaleras… Ana Poza 2º ESO
MI NOVIA, MI ESQUELETO Y YO
Esta historia sucedió hace siete años, cuando yo
sólo tenía trece añitos. Sucedió que la semana
anterior a Halloween mi esqueleto de ciencias,
llamado Frank, tomó vida, se vistió como yo y
ganó un concurso de disfraces. Entonces, cuando
volví de entrenar de balonmano y vi a Frank
vestido y con un trofeo en la mano, me extrañó
tanto que llamé a mi novia Eva. Ella decía que no
se lo podía creer y que seguro que le estaba
tomando el pelo. Cuando terminé de hablar con
Eva decidí poner una cámara oculta en mi cuarto
y cerrar la puerta y así si Frank se movía lo
sabría al instante. Cuando sonaron las doce en el
reloj, repentinamente Frank se movió y se puso
a probarse mi ropa. Pasadas las tres de la mañana el esqueleto probarropa
volvió a su esquina y se quedó inmóvil otra vez. Para demostrarle a Eva que
era cierto, a solo cuatro días para Halloween, la invité a dormir a mi casa.
• 38 •
Eva, Frank y yo quietos en un cuarto hasta que dieron las doce. Igual que la
noche anterior, Frank se movió, pero en vez de intentar asustarnos o huir
asustado nos saludó totalmente despreocupado y como quien no quiere la
cosa se fue a mi reproductor y puso música. Decidí hablarle directamente
intentando parecer valiente delante de Eva. Pero antes de que yo pudiera
hablar Frank se me adelantó y dijo : “¿Qué os parece si en Halloween
salimos a gastar bromas?”. Como no sabíamos qué responder nos empezó a
contar su vida. Cómo se llamaba su hermano, por qué se hizo esqueleto de
muestras, etc. Después vino mi turno y
antes de poder hablar dijo que sobre mi
ya sabía demasiado porque llevaba
mucho tiempo en mi cuarto. Así que Eva
le contó más o menos casi todo y que a
ella le encantaba Halloween pero que a
mí me daba miedo. Al enterarse de esto
Frank nos propuso hacer los disfraces
más terroríficos de toda la historia.
Puede que no fueran los más terroríficos del mundo pero sí que daban
miedo. El día de Hallloween yo salí vestido de zombi con gusanos y todo, Eva
de bruja vampira y Frank, pues de esqueleto. Ese año me lo pasé tan bien y
me dieron tantas chuches que hasta hace poco era impensable para mí no
volver a celebrar Halloween. Aunque lo único malo es que después Frank ya
no volvió a cobrar vida. Por si acaso, cuando me aburro como chuches de
Halloween y lo visto con mi ropa. Probablemente no pase nada, pero me
entretiene y me recuerda el mejor Halloween de toda mi vida. Daniel
Martínez Carnicer. 2º ESO
- Te voy a querer siempre.
- ¿Eso no es demasiado?
- Tienes razón. Te querré casi
siempre, toda la vida, pero no todo el
tiempo.
¿Por qué la gente se atreve a
prometer cosas imposibles? ¿Por qué
• 39 •
crean sueños, expectativas, para luego sólo decir un “lo siento”? Creen que
esas dos palabras arreglan las cosas, cuando solamente producen más dolor…
David no sabía medir sus palabras; cada sonido que salía de su boca rompía
en más pedazos el corazón de Marta.
-Él me contaba lo ocurrido la noche anterior. Yo no pude seguir escuchando
sus excusas; él sabía lo que hacía y siguió, no le importaban mis
sentimientos, él continuó excusándose con un “no pude evitarlo, lo siento, no
se volverá a repetir”... Me di cuenta de que no se merecía mis lágrimas, él no
me merecía. Me evaporé, como cuando intentas coger una pompa de jabón y
explota. Lo abandoné en aquel banco, en el que habíamos vivido nuestra
historia.
Llegué a casa y sólo tenía ganas de sumergirme en la piscina y no salir nunca.
Pero no podía… No podía huir de la
realidad. Tenía algo claro: hay
empezaba mi nueva vida. Bastaba ya de
preocupaciones, de ser la niña dulce a la
que todos engañaban. A partir de hoy
los papeles cambiarían…
Carlota Utrilla Ferrández 4º E.S.O.
REBELIÓN DE LIBROS EN INDEPENDENCIA
Esto empezó un 23 de abril, día de
San Jorge, en el Paseo de la
Independencia. Parecía una feria de
libros normal, como todos los años.
Había un librero muy mayor, llamado
Jorge, que exponía todos los años
pero éste notaba cosas raras en los
libros antes de ponerlos en el
expositor: Dejaba libros de la
misma editorial en una mesa, del mismo autor en otra y, al día siguiente, se
los encontraba todos revueltos. Hubo una cosa que le sorprendió
especialmente: en unos cuantos libros de la editorial Barco de Vapor, en la
página 89, había una R mayúscula. Le llamó la atención y decidió investigar.
Se dio cuenta de que todas las páginas 89 de esos libros se referían a un
• 40 •
capítulo relacionado con una rebelión, y al estar marcadas además con la R
se confirmaba el hecho. Entonces se puso a pensar y a preguntarse: Si hay
una rebelión, ¿de qué va ser? ¿Será tan grande como la de Túpac Amaru en
1780?
Tras todas esas preguntas le tocaba poner a la venta sus libros en
Independencia. Jorge se esmeró en colocarlos de manera que llamaran la
atención de la gente, para vender lo máximo y así ganarse su sueldo. Como
siempre había vendido muy bien los de Barco de Vapor, los colocó en el
centro del puesto, en un lugar destacado. La venta fue bastante mal. Jorge
no paraba de quejarse porque había vendido poquísimos libros, nadie había
pedido los que pensaba iba a vender mejor. Cuando iba a empezar a recoger
todo, se dio cuenta de que había unos cuantos libros en el centro de la mesa
que no podía retirar, era como si estuvieran pegados. Entonces Jorge llegó a
la conclusión de que lo que estaba sucediendo era muy raro, como algo
mágico que le quería decir algo. Nunca le había pasado algo parecido. Con la
ayuda de unos amigos, recogieron
todos los libros y los volvieron a
colocar en las estanterías de su
librería, excepto los misteriosos libros
de la R que decidieron dejarlos en el
almacén. Al día siguiente, Jorge fue
muy temprano a la librería; no había
podido dormir bien. Fue directo al
almacén y sorprendentemente los
libros habían desaparecido y en su lugar había una nota que decía: “Jamás
podrás vender los libros marcados con una R; están encantados. Es una
colección que no se puede vender, sólo regalar a niños que no tienen
posibilidad de comprarlos. Recuerda que nunca has querido colaborar con
nadie; por eso, los libros se han rebelado y no quieren seguir estando en tu
librería. Quieren viajar por todo el mundo en busca de niños con ganas de
leer”. Jorge pensó que había sido un egoísta toda su vida y se arrepintió de
no haber colaborado.
Al día siguiente, leyó en el periódico la noticia de que un librero anónimo
había donado una colección de libros a un colegio del Perú, y en la puerta del
colegio había dos iniciales formadas con libros de la colección: J.G.
Entonces, Jorge pensó que aquello era una señal y que podía cambiar y ser
más generoso. David Pradilla 2º ESO
• 41 •
SOLO
Con la puesta de sol y la llegada de la noche sentía, entre aquella
inquietante calma, cómo los sufrimientos de las personas se agudizaban
en silencio; sentía el dolor que ellos padecían pero no en mi carne, en
mi mente. Cada noche moría uno o dos más, implorando una ayuda que
sabían que no iba a llegar por mucho que suplicaran…
Durante el día aprovechaba para salir a buscar comida, esperando que
la llegada de la noche siguiente no fuera tan cruel como la de la noche
anterior pero, lamentablemente, siempre me equivocaba. Con la
aparición de una tenue luna mi corazón se aceleraba, esperando que
durante la cacería de esa noche fuera yo el que dejara de sentir.
Rezaba, falto de fe; comía, falto de hambre; dormía, falto de sueño.
Me miraba al espejo, preguntándome a mí mismo qué había sido de
aquel líder al que sólo los recuerdos impedían que se desvaneciera en el
olvido. Sin duda, lo que más me aterraba de aquellas noches era que,
una tras otra, me sentía más humano.
Nunca olvidaré lo acontecido la noche anterior, aquella en la que cayó el
último. Me quedé solo y recuerdo cómo a aquel hombre, al que apenas
conocía, le rogaba que no me abandonara, aunque sabía que ya no me
escuchaba. Me aferré, con el alma desgarrada, a aquella mano que ya
no tenía pulso y, como un desalmado, lloré. Nunca había experimentado
un dolor tan intenso al sentir que no me quedaba nadie más.
No lo entendía, cómo un pueblo entero había sido eliminado por
completo por la mismísima parca, vestida de epidemia, y yo seguía vivo,
como un último baluarte, inmune a ella. Una maldición que me
recordaba que nadie aliviaría mis últimos gritos y lamentos y que mi
nombre, una vez agotado mi tiempo, desaparecería por completo y
jamás se recordaría.
Y por eso escribo esto, la historia de lo que pasó aquí, la historia de un
pueblo maldito que reservó el peor castigo al que no fue contagiado,
siendo afortunados los que murieron antes que él. Y sin más dilación te
felicito, y en parte me enorgullezco, pues si eres consciente de estar
viviendo, significa que estas líneas, empapadas por el lamento y la
desolación, sirven para algo y, al fin, puedo despedirme de alguien en
esta vida, pues esto no es más que una nota de…
Daniel Boldova 1º BACH
• 42 •
decepciÓn navideÑa
Me dijo que se llamaba Amelia y era mayor, muy mayor. Las arrugas surcaban la cara
de la mujer que tenía delante, demostrando lo mucho que había vivido. Su sonrisa
bonita y sincera, me animaba a escuchar y a creer lo que tenía que decirme. Sus
ojos azules como el cielo, estaban llenos de bondad, y me miraban con amor, pero
también con tristeza. Esa viejecita que tenía delante me dijo que la habían enviado
para ayudarme a ser más feliz, dijo que ella era mi regalo de Navidad, dijo que este
año no me iban a dar el broche, ni el tocadiscos que había pedido, sino que era yo la
que iba a regalar cosas a los demás, y a pesar de tener un aspecto tan frágil que
parecía que se la iba a llevar una ráfaga de viento, me enfadé con ella, pero aun así,
ni por un momento se me ocurrió desobedecerla después de que ella me preguntase
si era feliz, pues aunque yo no quería reconocerlo, sabía que no lo era.
La seguí por la calle, andando bajo la nieve, percatándome de que nos alejábamos de
la parte de donde yo vivía y nos adentrábamos en los suburbios de la ciudad, una
zona que mis padres me habían prohibido pisar. Llegamos a un orfanato, donde nos
abrió la puerta una señora que debía rondar los cincuenta años. Se notaba que nos
estaba aguardando, o al menos que esperaba a Amelia, porque después de observar
mis ropas, me miró como si yo no pintase nada allí; sin embargo, no puso objeciones
cuando entré seguida de Amelia ni cuando cerré la puerta tras de mí. En el momento
que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, tan solo interrumpida por unas
pequeñas velas, descubrí que allí acurrucadas había unas niñas pequeñas. Amelia
sacó algo de comida de una bolsa y empezó a repartírsela. Ellas la cogieron
hambrientas. Por la forma como se la comieron, me dio la impresión de que hacía
días que no tenían nada que llevarse a la boca; sin embargo eso para mí era algo
impensable, pues yo provenía de una de las familias más ricas de la ciudad, era la
hija del alcalde y, por lo tanto, en mi casa, nunca había faltado de nada. De vuelta a
mi casa, cuando terminamos de darles la comida, Amelia me dijo que había cincuenta
orfanatos más en la ciudad llenos de niños y niñas que lo único que pedían para
Navidad era un plato de comida, y que muchas veces ese deseo no se veía cumplido,
así que, en contra de lo que me habían enseñado mis padres, (según ellos no tenía
que mezclarme con gente menos privilegiada), decidí ayudar a los niños pobres de
los orfanatos.
Así, cada día de esa Navidad, mientras mis padres estaban cenando o comiendo con
gente importante, Amelia aparecía en la puerta de mi casa y nos recorríamos los
orfanatos de toda la ciudad, dándoles comida. Cuando me hice más mayor y Amelia
dejó de venir a recogerme, yo seguí repartiendo alimentos y otras cosas
indispensables a los niños y niñas. Mientras tanto, cumplí veintidós años y mis
padres murieron dejándome su fortuna. Con el dinero, hice construir una casa donde
habitarían los niños y niñas sin padres, encargándome personalmente de buscarles
un nuevo hogar, encontrando así la felicidad que cuando todavía era una niña me
había prometido Amelia.
Así me encontré, sentada en un banco de un parque, rodeada de mis nietos,
contando mi historia, la última de todas, la que aún me quedaba por narrarles, la
• 43 •
única basada en hechos reales. Les miré a los ojos, esperando ver una muestra de
reconocimiento, algo que me hiciera pensar que habían entendido mi historia, que
habían comprendido que la verdadera Navidad no consistía en recibir regalos, sino
en darlos, pero, por desgracia, sólo vi muestras de aburrimiento, ni siquiera los
pequeños me escuchaban. Entonces me percaté de que una niña, de unos once años
me miraba, ¡me estaba escuchando!, tenía los ojos brillantes de la emoción, y los
labios se le curvaban en una sincera sonrisa, y aunque me decepcionó saber que la
mayoría de los niños no me entendían ni encontrarían el verdadero sentido de la
Navidad, me consoló saber que al menos habría una niña que prestaba atención a mi
historia, y que seguiría viviendo la verdadera Navidad como debe ser, ayudando a la
gente sin esperar recibir nada a cambio.
Elva Olloqui 2º ESO
Gideon: ¡Sube la colina, rápido, yo te cubro…!
Michel: ¡No podemos seguir, nos alcanzarán!
Gideon: Sí podemos, avanza, corre, sigue, no mires atrás.
Michel: ¡Hay miles de obstáculos desconocidos, es una locura!
Gideon: Podemos lograrlo si pones de tu parte. ¡Mira a la derecha! ¡Dispara!
Michel: Por aquí, sígueme, parece que mejora el campo de batalla.
Gideon: Te lo dije, si te rindes antes de intentarlo nunca alcanzas el objetivo.
Michel- ¡Alerta!, cuatro drones a tu izquierda, ¡al suelo!...
Gideon: Cúbreme, voy a ver si estamos cerca…
Michel: Un campo de minas… estoy perdiendo la esperanza.
Gideon: ¡Espera!, una gruta, paremos un segundo. Relájate, respira hondo, este no es
el modo de alcanzar un sueño, no puedes rendirte… lucha de una vez.
Michel: No creo en ese sueño, vinimos aquí por ti, puedes seguir tú solo si quieres,
conmigo nos matarán.
Gideon:-Es fácil rendirse, amigo, más fácil que luchar. Deja escapar tus sueños y tu
vida no tendrá sentido; este campo de batalla es la vida, puedes seguir con los tuyos
o quedarte atrás, es tu decisión. Te arrepentirás…
Emilio Juan Usón 2º ESO
• 44 •
Nunca lo hubiera imaginado de él, eran amigos desde pequeños. Se llevaban
muy bien y jugaban a todo juntos, el tiempo era muy corto con él y
compartían aficiones. Siempre había pensado que, como era un amigo de
verdad, podía confiarle todos sus secretos.
Tenía muchos más amigos con los que pasarlo bien, era muy sociable y hacía
amigos a troche y moche, eso no era ningún problema, pero a él le
consideraba uno de sus mejores amigos.
El tiempo pasó y entre juegos, piscina y balones, llegó un día en el que ya
eran mayores; bueno, no sé si mayores del todo, pero ya no eran niños
pequeños. De pronto, empezaron los cambios para todos; cambios en cuanto
a la ropa, a las conversaciones, al ambiente de clase…
Nunca pensó que pasaría algo así. Su mejor amigo ya no era el mismo; risas y
miradas raras, cambio de aficiones y, de pronto, parecía un extraño.
“Supongo que será la edad del pavo “, pensó, “eso que dicen los padres”. No
parecía importante, aunque ya no jugaban tanto juntos…, porque todas las
“enfermedades” se pasan.
Un día le contó un secreto, una cosa que sí era importante para él, como
siempre se habían contado todo, no creía que eso hubiera cambiado. Pero
descubrió que sí, ya todo había cambiado: le salió rana. Eso ya no era un
amigo. Alguien que no guarda un secreto o que lo utiliza contra ti, ya no es
un amigo, es una “decepción”.
De todo se aprende , y se dio cuenta de que era con todos igual, no dejaba
títere con cabeza.
De momento, habrá que ver en quién confiar otra vez. Sin confianza no hay
amistad. Quién no te conozca, que te compre… aunque te devolverá en
cuanto te conozca, estoy seguro, chaval.
Emilio Juan Usón 2º ESO
• 45 •
Era un día soleado. Hacía unos cuarenta grados y estaba caminando por el
parque Mil Hojas, el cual lleva hasta mi colegio cuando, de repente, escuché
un ruido procedente de unos arbustos. Alarmado por ese extraño ruido, me
acerqué y miré en el interior, pero no encontré nada y seguí caminando hacia
el colegio sin darle mayor importancia.
Ya en la puerta del cole, me disponía a entrar cuando volví a escuchar ese
extraño ruido. Yo, en ese momento, me asusté un poco y comencé a correr
en dirección a mi clase. Al llegar me encontré a todos mis compañeros. Todo
parecía normal hasta que volvió a sonar aquel espantoso sonido. Todos mis
compañeros me miraron con cara de sorprendidos y algunos me preguntaron
por el sonido, pero yo les decía que no tenía nada que ver con eso. En la
segunda hora tocaba ir a informática y ahí es donde pasó lo peor. Cuando
estábamos en la sala de los ordenadores, volví a escuchar el sonido y
entonces, sin ningún tipo de duda, me di cuenta de que ese horrible ruido
procedía de mi mochila. La mochila pareció cobrar vida, como si estuviese
poseída por un espíritu loco, que la hiciese saltar y dar volteretas. No sin
temor, me decidí a abrirla y comprobar lo que había dentro. Para mi
sorpresa, y sin saber cómo se había metido, había un espantoso pavo; pegué
un grito y el profesor de informática vino corriendo hacia mí. ‘¿Estás bien? ‛,
preguntó. Pero al ver al ave se quedó petrificado. Entonces el animal,
aprovechando el momento de confusión, saltó de la mochila y fue directo a
la cara del profesor. Me quedé estupefacto, incapaz de moverme para
ayudarle y parecía que a mis camaradas les pasaba lo mismo. El profe iba
gritando por toda el aula cosas como: ‘¡Quitadme esta estúpida bestia de
encima!, ¡Ayuda!‛ …
En ese mismo momento entré en acción y agarré al pavo por detrás y lo metí
en la mochila.
-Esto es lo que pasó, señor director.
-¡Ajá!, ¿así que esto es todo?
-Sí.
-Vale, pero ¿Cómo se te metió el pavo en la mochila?
-Pues, como ya le he dicho, lo ignoro, pero supongo que fue cuando me
acerqué a los arbustos.
-Voy a pensar…………….. Castigado dos semanas y con el pavo paseando contigo
a todas partes.
Gabriel Urgel 2º ESO
• 46 •
En un lugar de Aragón, de cuyo nombre prefiero no acordarme, se
encontraba, acompañado únicamente por un perro viejo, un anciano. Este
hombre, no tenía nada que hacer y se dedicaba solamente a pasar horas y
horas delante del televisor; sólo veía películas de caballeros andantes, sus
favoritas. Así pasaba días sin comer y bebiendo sólo lo necesario hasta que
una buena mañana se le estropeó el usadísimo aparato. No tuvo más remedio
que salir a comprar uno nuevo.
Al poco rato de salir a la calle, se encontró cara a cara con una extraña
criatura que le miraba desafiante. Sin dudarlo, cogió su armadura, su lanza,
su escudo y su caballo, y se lanzó a la pelea.
Esa misma mañana y a esa misma hora pasaba por allí un policía, quien al ver
semejante tumulto de gente, entre divertida y asustada al mismo tiempo,
decidió acercarse a ver qué pasaba. Y se quedó atónito al ver semejante
escena: un hombre de edad avanzada, vestido con un albornoz, que parecía
ser de la tienda de al lado, una tapadera de papelera y una bicicleta, y que
no paraba de atizar y maldecir con un bastón ¡a un buzón de correos!
Al final hicieron falta cuatro policías para detener al anciano, que se
resistía a abandonar la "pelea" mientras maldecía y repetía continuamente el
nombre de Dulcinea. Una vez llegaron a comisaría, el comisario allí presente
observó cómo cuatro de sus hombres entraban a duras penas con un anciano
a rastras que se oponía y se resistía a voz en grito. Pero todavía quedó más
impresionado cuando el anciano se levantó de un brinco, le palpó la cara unos
segundos y le dijo: " Amigo Sancho, ¿eres tú?".
Guillermo Piedrafita 2º ESO
• 47 •
EL HALCÓN Y SU JAULA
Hace algún tiempo un señor iba paseando por un mercadillo. Entonces un vendedor le
ofreció un crecepelo y lo compró pensando que le solucionaría su calvicie. Cuando
llegó a su casa se lo echó en una parte de su cuero cabelludo para ver cómo
reaccionaba. Y resulta que se le cayó el poco pelo que tenía en esa zona dejándolo
más calvo de lo que ya estaba.
Entonces el señor se enfadó y se fue furioso hasta donde estaba el puesto en el que
había adquirido aquel producto, pero, para su sorpresa, cuando llegó vio que ya no
estaba. Al día siguiente fue a visitar a su madre junto con su mujer y sus hijos. Y le
explicó todo lo sucedido; entonces su madre le dijo : “ ¡Ay, hijo, eres como un halcón
en su jaula ! “ Su hijo, muy extrañado, le preguntó : “ ¿ A qué te refieres con eso,
mamá? “ Ella contestó :“ Hace muchos años había una familia que vivía en el campo. El
padre, la madre y sus dos hijos subsistían con el trabajo del padre. Tenían una jaula
inmensa en el jardín, con muchos halcones , de los cuales a uno de ellos le faltaba una
pata y lo llamaban Cojito . Cada día, cuando les iban a dar de comer, Cojito intentaba
huir, quería ser libre , pero por más que lo intentaba nunca lo conseguía . Un mes más
tarde al señor le despidieron de su trabajo, así que tuvo que vender los halcones,
entre otras muchas cosas, para sacar dinero mientras estaba en paro . Un día tras
otro venían personas de todo tipo a comprar las aves rapaces, pero ninguno escogía
a Cojito, porque siempre intentaba escaparse y se volvía loco, y además era cojo . Un
día se rindió y dejó de intentar huir. Justo en ese instante entró una veterinaria que
tenía muchos animales en su casa y con una voz dulce dijo: “Yo quiero ése , es muy
bonito y muy valiente, y además le podré proporcionar los cuidados necesarios para
su pata”. Y así Cojito consiguió salir de la jaula y tuvo cuidados de lujo hasta su
muerte “, concluyó la abuela . Con esta historia quiero decirte, hijo mío, que no te
tiene que importar tanto tu aspecto , y que por mucho que te ofrezcan soluciones
imposibles no te tienes que dejar engañar, como le pasaba a aquel halcón.
Isabel Puig Ortega 2º ESO
• 48 •
LA INSCRIPCIÓN DE SAN JORGE
Os voy a hacer un breve resumen de lo que ha pasado porque no tengo
mucho tiempo. Esos científicos acompañados de soldados no tardarán en
llegar…
Me llamo John Smith y soy un investigador e historiador estadounidense de
la universidad de Wisconsin. Hace semana y media fuimos a España porque
habíamos sido invitados a una conferencia sobre arqueología, organizada por
una empresa llamada OAPAC. Acabado el evento, ya estábamos recogiendo
las cosas para volvernos a EEUU cuando salió en las noticias algo muy
curioso: Que en las Cuevas de Altamira se había encontrado una inscripción
en piedra en una lengua desconocida, muy antigua posiblemente, la cual
según los paleógrafos, era una mezcla de arameo y griego.
Aproximadamente un día y medio después, se tradujo la inscripción que
parecía decir: “San Jorge”, y
inscripción, algo
identificar, “Repko”.
en medio de la
deteriorado y sin
Me quedé
bastante
sorprendido
con la noticia, ya
que, en
realidad, mi
apellido era
Repko. Pero mi
desapareció un día de
así que mi madre se volvió a
padre
casa y ya no volvió,
cambiar el apellido al de
soltera, y también me lo cambió a mí. Nadie sabía esto. Solo yo y mi grupo
de trabajo.
Rápidamente nos desplazamos hasta Cantabria, pero a mí me asaltaban las
dudas. ¿Qué tenía que ver San Jorge en España, si había permanecido
durante su vida en Oriente? ¿Y por qué aparecía mi verdadero apellido
grabado en piedra en unas cuevas del paleolítico? He de decir que,
desgraciadamente, no me ha dado tiempo a resolverlo. Desde que se
descifraron las inscripciones, alguien ha estado persiguiéndonos. Los mismos
tipos, los mismos todoterrenos negros… Quizá la OAPAC tenga algo que ver.
Creo que es la misma gente que está llegando a nuestro escondrijo. El caso
• 49 •
es que cuando llegamos a Cantabria, pudimos pasar a ver la inscripción
durante un tiempo limitado, ya que se había restringido la zona. La gente no
sabía si era una broma de alguien, o si de verdad pasaba algo. Al caer la
noche, desanimados por no haber encontrado nada aparentemente anormal,
volvíamos desanimados a nuestro “campamento” cuando un anciano, de unos
90 años de edad, me cogió del brazo y me dijo que él lo sabía todo. Que
sabía quién era yo, que sabía lo de las cuevas y por qué en Cantabria…
Pero distinguí entre la noche uno de esos malditos todoterrenos negros
aparcado a 20 metros de nosotros. Como por acto reflejo, mi equipo, yo y el
anciano empezamos a correr. Las luces del coche se pusieron en marcha y
avanzaron hacia nosotros, pero uno de mis colaboradores se había dado más
prisa y traía la furgoneta. Nos montamos y en centésimas de segundo
estábamos intentando librarnos de un todoterreno negro por las calles de
Santillana del Mar hasta que, gracias a la habilidad de conducción de
Patrick, pudimos escapar de él.
Llegamos a una casa abandonada, a unos 20 km de Santillana, y allí hemos
permanecido hasta ahora. Tengo que averiguar estos misterios. Quizá nos
habían tenido engañados durante todo este tiempo y ahora que hemos
descubierto la punta del iceberg nos quieren callar para siempre. No sé si
volveré a escribir sobre este tema. Quizá sea demasiado peligroso.
Estoy viendo por la ventana cómo tres todoterrenos negros están entrando
en el descuidado jardín de mi ruinosa casa. Creía que estábamos a salvo,
pero veo que me equivocaba…
Jesús Sacramento 3º E.S.O.
• 50 •
Isla Annenkev
23-mayo-2061
Sr/Sra:
Mi nombre es James Vrost y escribo esta carta desde la remota isla de
Annenkev. Apuesto a que ni siquiera sabía de la existencia de esta isla, y si
estaba al tanto de la misma sería por los planes de invasión actuales.
Aquí, en Annenkev, la vida no es fácil. Ahora el frío hace la vida casi
imposible. Ya ni siquiera los tan comunes pingüinos son fáciles de encontrar
y creo que, en cierta medida, eso es lo único que ha impedido nuestra
invasión. Soy consciente de que este repentino interés por nuestra pequeña
isla se debe al temprano final del tratado Antártico que cumple, dentro de
un mes exacto, un siglo de existencia. Esta fecha también va a marcar el
final de la validez del mismo. Entiendo que nuestra pequeña isla, debido a su
posición estratégica, es un punto clave para preparar la avanzadilla de la
invasión del continente.
He de reconocer que no sé cuál, de las aún vigentes cláusulas, piensa romper
primero: si el asentamiento de bases militares, la contaminación de este
territorio virgen con residuos nucleares o el aprovechamiento de sus
recursos. Pero me veo obligado a hacerle la pregunta de por qué. ¿Por qué la
gran batalla llevada a cabo en el hemisferio norte, entre las grandes
potencias, tiene que acarrear tantos problemas a esta pequeña población tan
peculiar que hasta estuvo considerada lugar de Especial Interés Científico
durante años? ¿Por qué somos nosotros los que debemos temer salir a la
calle si son ustedes los que sacarán provecho de la utilización de los
recursos de este continente hasta vaciarlo por completo? ¿Por qué el ser
humano es capaz de estas cosas tan atroces sólo para conseguir un poco más
de petróleo o una buena posición en caso de una posible guerra? ¿Por qué?
Ha de entender mi descontento. Ustedes mismos, un siglo atrás, firmaron
este acuerdo de duración indefinida. ¿Por qué entre todas las guerras y
disputas sólo podían estar de acuerdo en que era el momento de terminar
con este acuerdo? Ustedes mismos consideraron la Antártida como un lugar
de gran interés natural, ¿por qué destruir lo construido? ¿Y por qué llevarse
la vida de cientos de personas inocentes con ello? ¿Por qué han de ser tan
• 51 •
egoístas y crueles. ¿Por qué no podían dejar las cosas como estaban? ¿De
dónde viene ese afán por destruirlo todo, por acabar con los otros,
pisotearlos y negarles su derecho a vivir y ser felices?
Discúlpeme si he sido incorrecto o mal educado. Es sólo que la fecha se
acerca y posiblemente mi muerte con ella. Ya que ustedes son los que tienen
el poder de tomar semejante decisiones he supuesto que serán los que
sabrán dar respuestas a todas estas preguntas. Sólo quiero creer que mi
inminente muerte no habrá sido en vano.
James Vrost, 19 años.
Laura Vinués 4º ESO
SOLA EN MEDIO DE UN MONTÓN DE GENTE
¿Muchas veces te has sentido solo o sola, sin que nadie se preocupe por ti o
sin que nadie te hable? ¿Esos momentos en los que necesitas a alguien con
quien compartir tus dudas, tus decepciones, tus temores; alguien con quien
llorar en su hombro y darte cuenta de que no tienes a nadie para ello, y
piensas que el mundo se te cae encima y tú no puedes sujetarlo ni hacer
nada para evitarlo?
Las amistades van y vienen. Amigos que crees en ellos te pueden dar una
puñalada en la espalda cuando menos te lo esperas; gente que va contigo y te
critica a tus espaldas; amigos de toda la vida que consideras como hermanos
y cambian y ya no te hablan porque a los demás no les gusta cómo eres; y así
podría seguir enumerando situaciones y circunstancias.
Es en esos momentos cuando te das cuenta de las verdaderas personas,
aquellas que te quieren, las que te apoyan en todo momento aunque ni tú
confíes en ti mismo. Esos son los amigos de verdad, los que siempre están
ahí, incluso en los peores momentos.
Hay una frase que dice: “Un amigo es alguien que lo sabe todo de ti y a pesar
de ello te quiere”, porque a pesar de que te hayas equivocado en el pasado o
hayas discutido muchas veces con él le sigues y te sigue queriendo como a un
hermano, porque hasta los mejores amigos siempre se enfadan de vez en
cuando.
Muchas veces crees que nunca encontrarás tu sitio, que no hay ningún hueco
para ti en el mundo, pero hay que tener esperanza porque todo el mundo
tiene un lugar donde sentirse querido. Puede que en ocasiones sientas que no
hay nadie, que estás solo en medio de un montón de gente, pero piensa
también en los que te aprecian de verdad y te llevan en algún lugar de su
corazón.
Ana Chicapar 2º ESO
• 52 •
YA NO SOY MÁS TU PRINCESA
He descubierto que las hadas no existen, ni
tampoco los finales de cuento; que cuando
algo va mal no puedo darme la vuelta y
esconderme en tus brazos, y que cada vez
que me caigo tengo que levantarme y luchar
por lo que quiero, como me enseñaste.
Siempre he sido tu princesa, tu niña pequeña,
la que corría a buscarte cuando algo le
asustaba y tenía miedo.
Ya no soy esa niña a la que enseñaste a montar en bicicleta y a leer; ni la niña a la que
tenías que darle la mano al entrar en el mar. Me he hecho mayor y ya no veo trols y
ogros en las rocas, ni creo que detrás de los libros fantásticos haya historias reales. Me
enseñaste que la magia existe. Yo creía que te referías a brujas y hechizos; pero con los
años lo he entendido. La magia existe y está en pequeños detalles: en una sonrisa o en
una mañana de primavera, en conseguir lo que te propones y en pasar una mañana o
una tarde con las personas que te quieren.
Ahora estoy nerviosa. Hoy es el gran día, el
día de mi boda. Me cojo de tu brazo para
entrar en la iglesia y no puedo dejar de
imaginarme a tu princesa, a esa niña
pequeña que se reía y aún se ríe por
cualquier cosa. Pero, lo siento, papá, ya no
veo más a tu princesa. Esa niña creció y hoy
se va a casar; eso sí, nunca hubiera llegado
donde hoy estoy, si no hubiese sido
tu…,aunque algo me dice que en tu corazón
lo sigo siendo y lo seré siempre.
Gracias, por haberme dejado ser tu princesa, papá. Lucía Chocarro 2º ESO
JARDÍN DE INVIERNO
Hacía un día de primavera espléndido. El parque
vestido de colores primaverales, lucía más bonito que
nunca para Isabel. Ella y Claudia esperaban en la
Rosaleda, la cual tenía todas las rosas abiertas,
desprendiendo un delicioso aroma que atraía a las
abejas. Se sentían emocionadas y algo nerviosas.
Felipe y Carlos aparecerían en breve. Tan nerviosas
estaban que no paraban de mirar el espejo asegurándose de que el maquillaje estuviera
perfecto.
• 53 •
Y es que Isabel se estaba enamorando de Felipe, un
apuesto caballero que hacía poco había conocido; se
había puesto su vestido favorito, de color azul marino
y había recogido su pelo en una trenza dejando ver
así los pendientes que Felipe le había regalado.
Pasaban los minutos y no aparecían. Isabel
comenzaba a pensar que Felipe le había dado
plantón, cuando lo vio entrar acompañado de Carlos
por la entrada de la rosaleda. Todas las dudas que
había tenido se disiparon para dar paso a una
enorme alegría, haciendo que el corazón se le
acelerara como nunca antes. Sentía que tenía
catorce años de nuevo, viéndose envuelta en su
primer amor, en vez de veinticuatro, una mujer hecha
y derecha. Los chicos se habían retrasado al no encontrar la Rosaleda, típico de Felipe,
la orientación no era lo suyo. Una vez explicado el contratiempo comenzaron a pasear.
Claudia y Carlos se habían marchado a la fuente y ellos se dirigían al jardín de invierno.
Mientras caminaban sus manos se rozaron y Felipe entrelazó sus dedos con los de ella.
Isabel estaba más feliz que nunca, su corazón latía tan deprisa que los latidos que había
creído los más rápidos de toda su vida parecían ahora caracoles. Notó cómo sus
mejillas se teñían de rojo por la alegría y que no podía parar de sonreír.
Ya estaban en el jardín de invierno, y se estaban acercando al lago cuando sintió frío,
un frío propio del invierno. Notó cómo le caía algo en el pelo y al tocarlo apreció que
estaba jasco, nada sedoso. Cogió lo
que había caído y al mirarlo vio que
era un copo de nieve. ¿Un copo de
nieve?, se preguntó, ¿cómo podía ser
posible?, aún no era invierno.
Estaban en el jardín de invierno pero
en plena primavera; al levantar la
vista de su mano vio que todo el
parque se había teñido de blanco y el
lago estaba helado. Cerró los ojos,
los abrió de nuevo… y ya no estaba
en el jardín de invierno, ni tampoco
en el parque, sino en su habitación. Nada más que un sueño, un recuerdo de hacía
muchos años, un dulce recuerdo… Se giró y vio entre la niebla de sus cataratas a Felipe
a su lado, cogiéndola de la mano, como en el parque hacía tantas años. Su corazón
aún se emocionaba al recordarlo. Había sentido frío porque era invierno y no primavera.
Entre la niebla divisó el sifonier en el cual descansaban tantas fotos… su boda, los
bautizos, comuniones y bodas de todos sus hijos y de sus nietos tan adorados. Sonrió
en la penumbra de su habitación, rememorando tantas escenas desde aquel comienzo
en el parque, en el jardín de invierno. Tocó su pelo, ahora blanco como la nieve por las
canas, miró una vez más a Felipe entre la niebla y cerró los ojos para seguir soñando
con su primer beso en el jardín de invierno. Lucía Chocarro 2º ESO
• 54 •
CCOONNVVEERRSSAACCIO
IONNEESSCCOONNMMI I
SSOOM
MBBRRAA
- ¿Qué vas a hacer ahora sin tu sombra?
Es la pregunta que todo el mundo me hacía
desde que mi primo Sam desapareció.
Mi nombre es Micah Mandel y tengo catorce
años. Soy un afroamericano de origen
senegalés que ha pasado toda su vida en los
suburbios de Nueva York. Cuando tenía cinco
años mi madre murió y tía Helen se hizo cargo de mí y de mis dos hermanos
pequeños.
Sam y yo siempre estuvimos juntos; tanto, que nos llamaban “la sombra”. A
pesar de ser mi mejor amigo, no le había contado a qué me dedicaba
últimamente. Podría haber intentado sacar algo de dinero recogiendo chatarra o,
como Sam, de dependiente en una gasolinera por la noche. Pero, como tantos
chicos del barrio, opté por algo más lucrativo y menos esforzado, terminé
vendiendo droga. Sabía que tía Helen y Sam no lo aprobarían jamás y por eso,
en los últimos meses, les había estado evitando.
-Micah, tu primo Sam no ha vuelto, le ha tenido que pasar algo- dijo tía Helen.
Me estremeció la idea de verlo tirado en el suelo, sin vida. En un barrio como
éste, era una imagen que había visto muchas veces. Mis ojos se aguaron con
rapidez y decidí alejar esos pensamientos inmediatamente.
-Quizás se ha entretenido- le dije, intentando calmarla.
Me encaminé hacia “La Central”, un edificio abandonado donde recogíamos la
droga para luego venderla por la calle. Miré a todos los lados antes de pasar por
el agujero de la verja. Cuando estaba frente a la gran puerta oxidada que daba
paso al interior, la idea de que le hubiera pasado algo a Sam me paralizó.
Permanecí estático, no sé cuánto tiempo, hasta que noté la presencia de alguien
y me giré. Sam se encontraba frente a mí, con las manos enterradas en los
bolsillos de su chándal blanco. Le estreché entre mis brazos para luego
propinarle un golpe en su hombro izquierdo.
• 55 •
-Eh, ¿eso a qué viene?- se quejó, sobándose la parte dolorida.
-¿Sabes el susto que nos has dado? Creíamos que no volveríamos a verte con
vida.
- Micah, estoy aquí para ayudarte.
-¿Ayudarme?
-Sí, llevo mucho tiempo intentando hablar contigo pero me has evitado; ¿vendes
droga, Micah?
Mi corazón se aceleró, me había descubierto. Ya me lo había preguntado en
varias ocasiones pero, simplemente, había cambiado de tema. Ahora era
distinto, con él delante, no había manera de esquivar la pregunta.
-Yo… sí- agaché la cabeza y miré mis zapatos intentando escapar de su mirada.
Sabía que vivía de las adicciones y desgracias de la gente, vendiendo
sustancias que los mataban poco a poco, pero me permitía llevar un nivel de
vida que no había tenido nunca.
-Micah, ¿no comprendes que es peligroso? Imagínate que la fastidias y te
matan. ¿Qué pasará con los pequeños? ¿Por qué no me lo has contado?
-Sam, ya no somos niños. No necesito oír tus consejos más, ni pedirte permiso
para nada; puedo tomar mis decisiones sin consultarte. Y en cuanto a los niños,
lo hago por ellos.
-No intentes justificarte. Sabes que no está bien lo que haces. Tú no eres como
esa gente.
-¡Lárgate, ya no eres mi sombra!- le grité.
-Te equivocas también en esto,
Micah, siempre seré tu sombra,
tu conciencia.
En ese momento, mi teléfono
sonó. Me encontraba
completamente aturdido, como
recién despertado de un sueño.
Comprobé que estaba solo
frente a la puerta. No entendía
nada y el teléfono, impaciente,
no dejaba de sonar.
-¿Diga?
• 56 •
-Hola, Micah- la voz de mi tía, Helen, sonaba entrecortada y se podía apreciar
fácilmente su llanto.
-¿Qué pasa?- la preocupación se hizo presente en mi voz.
-Es Sam, está muerto. La policía ha dicho que lo mataron ayer en la gasolinera.
Un drogadicto entró a robar y le pegó un tiro por la espalda.
-¿Ayer?, pero si yo, hoy,… ahora mismo, él…- balbuceé
Me quedé petrificado frente a “La Central”. Alguien me dijo que entrara, pero me
alejé de allí corriendo.
En casa de tía Helen, lloraban y maldecían en lo que se había convertido el
barrio desde que la droga se instaló en sus calles. Alguien empezó a enumerar
los muchachos que habían muerto víctimas de su consumo. Una mezcla de
tristeza, vergüenza y culpabilidad me obligaron a salir a la calle.
Sentado en la acera, sentí repugnancia hacia mi persona. De alguna manera, yo
había contribuido a su muerte y a la de muchas otras personas a las que no
conocía.
Tía Helen me abrazó y susurró:
-¿Qué vas a hacer ahora sin tu sombra, Micah?
Con los ojos llenos de lágrimas la estreché entre mis brazos y le dije:
-Está conmigo, tía, siempre estaremos juntos.
Tenía razón mi primo, su sombra me acompañaría siempre, solo que ahora era
mi conciencia.
Entonces, levanté la vista al cielo y dije:
-Te haré caso, Sam.
Lucía Pérez 2º ESO
MÁS VALE BURRO VIVO QUE SABIO MUERTO
Elizabeth pertenecía a la nobleza londinense de
la época victoriana, en la que la familia era el eje
central de sus vidas, y el hogar, el lugar idílico
donde cuidarla. El padre se encargaba de
mantenerla y sus decisiones eran incuestionables. La mujer casada, madre y esposa, era
propiedad de su esposo.
• 57 •
La niñez de Elizabeth se desarrolló recluida en habitaciones donde las niñeras se ocupaban de sus juegos, comidas y lecciones de piano y canto. Cuando cumplió quince
años, sus responsabilidades se resumían en la visita dominical a la iglesia y las veladas
cantando alrededor del piano, jugando a las cartas o haciendo labores, como el resto de
las señoritas de su edad.
Sin embargo, Elizabeth tenía más intereses que su
rutinaria vida adolescente. Sentada en un rincón del
salón, asistía en silencio a las reuniones de su padre
con políticos, industriales y resto de la alta sociedad,
en la que acordaban medidas para aumentar aún más
sus beneficios. Mientras, el resto de la población,
malvivía en una realidad social, que la joven observaba desde su coche de caballos, cuando asistía a fiestas en las que las chicas de su edad, conocían a sus
futuros maridos.
Compartió con su familia estas reflexiones, y a partir
de ese momento, su padre le prohibió estar presente en las reuniones, y le insistió en su
deber de encontrar marido cuanto antes. El hecho de no poder compartir sus inquietudes
con nadie de su entorno, hizo que se le ocurriera evadirse a través de la escritura. Durante varios años, le robó horas de sueño a la noche, para crear historias de una heroína
a la que llamó, Lisa. A través de ella, experimentó situaciones fantásticas junto a personajes y lugares exóticos, en los que Lisa desafiaba su destino, sin que nadie pudiera
evitarlo.
Sabía que sería muy difícil encontrar editores que fueran en contra de la moralidad
victoriana, que consideraba impropio de una mujer la escritura. Tampoco su familia la
apoyaría y menos ahora, que cumplidos los dieciocho años, era la única hija que aún no
se había casado. Así que Elisabeth decidió mandar los relatos junto a una carta a Charles Lakewood, escritor mediocre y amigo de la familia, en la que le solicitaba su ayuda
para publicarlos. En cuanto los manuscritos estuvieron en manos de éste, se dio cuenta
del talento de la joven y tardó poco en enviarlos a la editorial, para que fueran publicados
con su nombre.
Al no recibir respuesta, Elizabeth entendió que las obras no tenían el nivel suficiente y se
olvidó de todo. Hasta que un día, vio en la portada del periódico en grandes titulares “La
reina Victoria nombra Sir a Charles Lakewood en
reconocimiento a su excelsa contribución a la
cultura inglesa, gracias a la exitosa serie de libros
conocidos como Las aventuras de Lisa”.
En ese momento oyó la voz de Charles preguntando por ella e, inmediatamente, la puerta de la
sala se abrió. Antes de que Elisabeth pudiera
articular ningún reproche, él la empujó contra la
pared y agarrándola del cuello le comunicó que
había solicitado permiso para casarse con ella, y
que sus padres se lo habían concedido. De esta
forma él se aseguraba su futuro como escritor. La falta de aire junto con la noticia, hizo
que la joven entrara en una especie de trance y que no opusiera resistencia cuando
Charles la llevó hasta el salón, donde la esperaban sus padres y hermanas.
Al verla entrar, todos se levantaron y corrieron a abrazarla, uno tras otro, mientras le
daban la enhorabuena. Entonces su padre, cogió suavemente la cara de su hija, le besó
con cariño la frente y le dio su bendición. En ese momento, Elisabeth supo que no podía
• 58 •
hacer otra cosa que aceptar su destino. Hubiera querido convertirse en Lisa, gritar que
no estaba de acuerdo y que nunca se casaría con él. Descubrir a todos la verdadera
personalidad de Charles, su traición, la crueldad de sus planes y echarlo de la casa sin
remilgos. Pero no podía.
Volvió a su habitación y, temblando, cogió una lámina de papel y humedeció la pluma en
el tintero. Las lágrimas diluían las pocas letras que lograba dibujar, pero pensó en Lisa y
continuó. Ahora su heroína no estaba en un país extranjero lleno de lujos y extravagancias, sino en una ciudad industrial similar a Londres. Vivía en una de las casas construidas para los trabajadores de la fábrica, baratas e insalubres, donde las
familias vivían hacinadas en una
habitación. Trabajaba doce horas junto a niños de 9 años, y en unas condiciones laborales deplorables, con
un sueldo mísero e inferior al de los
hombres, por su condición de mujer.
Sus trabajos eran tan peligrosos que
los accidentes, las quemaduras y las
inhalaciones de gases, causaban,
frecuentemente, graves enfermedades e incluso la muerte.
Lisa se preguntaba cómo una sociedad que se consideraba evolucionada
y culta, con una soberana tan religiosa, podía vivir de espaldas a esa realidad, permitiendo este tipo de ultrajes. Pero con arrojo y valentía, conseguía sublevar a los trabajadores de
su fábrica, que dejaban de trabajar.
Las huelgas se extendían por todo el territorio, se paraba la producción y el país se
colapsaba. Los dueños de las industrias se veían obligados a escuchar las reivindicaciones de sus empleados. Los trabajadores creaban sus propios sindicatos, conseguían
mejorar las condiciones laborales, se prohibía el trabajo infantil hasta los 14 años, y se
igualaban los derechos entre hombres y mujeres.
Una vez terminado el manuscrito, Elisabeth, lo envió a la editorial que había publicado el
resto de los libros y adjuntó una nota en la que decía. “Solicito la publicación inmediata
de este libro. Firmado, Sir Charles Lakewood”. El libro llegó a las librerías a los pocos
días y, acto seguido, los periódicos se hicieron eco de las revolucionarias ideas que en él
aparecían. La sociedad británica lejos de sentir vergüenza por la realidad que describía,
sintió miedo. Miedo de perder lo que tenían.
Los periódicos hablaban de “Ensalzamiento de la violencia entre las clases trabajadoras
y pobres” y presentaron a Charles como un antipatriota. La reina Victoria le retiró el título
de Sir y lo nombró persona “Non grata” en Inglaterra, con lo que tuvo que marcharse del
país para siempre.
• 59 •
A los pocos días, Elisabeth vio en el despacho de su padre el libro con el nombre de Sir
Charles Lakewood en grandes letras doradas. De nuevo, el odio se apoderó de ella.
Pensó en contar a los periódicos toda la verdad sobre “Las aventuras de Lisa”, disfrutar
del éxito que le había sido arrebatado y reivindicar su condición de mujer escritora. Pero,
si lo hacía, tendría que asumir también éste último libro, el que había conseguido tambalear los cimientos de la flemática sociedad británica, y por el que Charles estaba desterrado.
Después de unos minutos, Elisabeth
sintió la necesidad de poner el punto y
final a este capítulo de su vida, y decidió
que ya no habría más aventuras para
Lisa. Antes de olvidarlo para siempre en
un cajón, abrió el libro por la última
página, y con su pluma, escribió algo
que había oído muchas veces desde
niña, pero que nunca había entendido
hasta ahora, que, repente, cobraba todo
el sentido:
Más vale burro vivo que sabio muerto.
Lucía Pérez 2º ESO
El olor a carne quemada se mezclaba con las maldiciones al inquisidor de Sintell.
El hermano Braulio empezó a recitar la acusación.
- A todos los hombres que se encuentran aquí se les condena por adorar a las
estrellas, negar la existencia de Dios en
el cielo y anunciar que la Tierra es redonda. Por todo esto se les condena a
cien latigazos por cortesía del inquisidor
y a morir en la hoguera para la purificación de sus almas - dijo solemnemente
el hermano Braulio.
En ese mismo momento aparecieron doce figuras esbeltas y encapuchadas
acompañadas de seis soldados de la
guardia personal del inquisidor, todos
ellos equipados con armadura y espada.
Los verdugos se fueron poniendo en posición para azotar a sus víctimas hasta sólo ver sangre seca en sus capuchas y
• 60 •
preparados para servir a su señor a la hora de cometer atrocidades. La plaza se
empezó a llenar y los gritos e insultos hacia los herejes se hicieron tan sonoros
que solo se oía una multitud chillando y levantando todo tipo de utensilios de
agricultura puntiagudos y señalando con ellos a los acusados. Las trompetas
sonaron y el silencio de la muchedumbre se propagó por toda la plaza dejando al
descubierto los alaridos y los continuos azotes a los herejes. Las salpicaduras de
sangre llegaron hasta el hermano Braulio que se encontraba a mi lado. Los dos
pertenecíamos a la Inquisición desde hacía ya seis años. Nos separaba la edad
y el día de llegada a la abadía o mejor dicho a la fortaleza del santo oficio, pues
el hermano Braulio llegó dos días después de que yo me hospedara. El hermano
Braulio se presentó en aquella ocasión con una cota de malla que llevaba la insignia de la orden de los cruzados y una espada de más de dos metros sobre su
ancha espalda y pidiendo el reposo del alma en un lugar tan pacífico como se
suponía que sería la casa del Señor. Sin embargo, lo que nadie pensaría nunca
es que desde lo más profundo de la abadía solían salir quejidos y súplicas de los
desdichados allí retenidos, producidos por los muchos verdugos y soldados que
el inquisidor escondía en los sótanos de un humilde convento. Mis pensamientos
se esfumaron al salpicarme sangre en la cara. A lo lejos aparecieron el inquisidor
y doce caballeros que lo escoltaban. El inquisidor desmontó cerca de los verdugos que seguían azotando a los restos de cadáveres que ardían en la pira. Le
puso la mano al verdugo más cercano para que se detuviera antes de que repitiese la flagelación al cuerpo sin vida.
- Ya has hecho lo posible por salvar el alma de este condenado y Dios te lo
agradecerá con la vida eterna.- dijo elevando la voz.
Los verdugos fueron saliendo en fila hasta desaparecer entre la multitud que
contemplaba la escena sin hacer el mínimo ruido.
- Vuestro Señor piensa que condenar con la muerte a los que no creen en Dios
significa la salvación eterna, pero se ha olvidado de que no hay ningún mandamiento que obligue a la Iglesia a reunir un ejército con el dinero que sacan de
las bulas. - contestó un hereje con voz apocalíptica en una esquina de la plaza.
El fuego le había quitado sus atuendos y dejado al descubierto una armadura
con la cruz de la orden del temple, que deslumbró al populacho que contemplaba la escena.
El hermano Braulio abandonó la postura de plegaria, ayudó al hereje a ponerse
de pie y se quitó de forma brusca el hábito dejando al descubierto una armadura
idéntica a la del acusado. Mientras tanto, los caballeros de la guardia personal
del inquisidor desenvainaron las espadas y espolearon a los caballos hacia
donde se encontraba el hermano Braulio, que desenvainó a su vez la espada
con gran maestría mientras gritaba:
-¡Por el séptimo rey!
Miles de voces y gritos cargados de odio respondieron a la llamada del hermano
Braulio, que se oían cada vez más cercanas hasta que centenares de tejas cayeron de los edificios más cercanos y fueron sustituidas por decenas de ballesteros
que apuntaban a los doce caballeros sin contemplaciones. De las esquinas más
• 61 •
oscuras aparecían más caballeros de la legendaria Orden del Temple que avanzaban hacia los jinetes. El inquisidor fue sustituido por otros doce caballeros dejando a la población y a los monjes en medio de un conflicto bélico del que intentábamos huir la mayoría sin éxito alguno. Un caballero de la guardia personal
del inquisidor descabalgó con torpeza al atravesarle una flecha su gruesa coraza. Su cuerpo quedó enterrado bajo decenas de personas que lo pisaban. El
hereje había conseguido salir de la hoguera y luchaba al lado del hermano Braulio con idéntica ferocidad, pero todo cambió cuando un caballero del inquisidor
arrolló al hermano Braulio mientras otros dos asestaron un par de golpes en las
costillas del hereje hasta atravesar la incandescente armadura del templario. Me
acerqué al hereje que, sorprendentemente, seguía con vida y gritaba mi nombre
lo más alto que podía. No me lo pensé dos veces y cogí una pequeña daga que
me alargó. La apreté con fuerza hasta que me sangró la mano dejando ver un
mensaje oculto. Decía así: “Las estrellas son la piel del cielo y el fuego de la Inquisición es el reflejo de sus propios demonios”. Había oído muchas leyendas
sobre el séptimo rey pero como toda leyenda no se sabía hasta qué punto era
real. La leyenda hablaba de un séptimo rey desheredado por su propio padre y
enviado al exilio eterno más allá de las montañas de Sandar, donde los caminos
se hallaban llenos de malhechores y donde los herejes solían celebrar los rituales prohibidos por el Santo Oficio. Otras leyendas decían que más allá de las
montañas se podía observar la fortaleza construida, piedra a piedra, por el
mismísimo séptimo rey. La leyenda contaba que todos sus hermanos eran más
fuertes y valerosos que él, y que éste se dedicaba únicamente al conocimiento y
a la observación de todo lo que sus ojos podían ver, hasta el punto de cometer el
error de publicar un libro en el que contaba todo lo observado. Ello supuso un
escándalo y llevó a la retirada del libro por la Inquisición y la confiscación de sus
pertenencias familiares. Pero, ¿podía ser cierta la leyenda? Y si fuera así, ¿por
qué las manos de un hereje le habían entregado esa extraña daga a un joven
monje como yo?
Miguel Ángel Marín 4º ESO
HAN DISEÑADO LA PRESENTE EDICIÓN:
Nora Loscos
Raquel Escriche
Ramón Sobrino Pardo
Javier Arroyos
Carmen Cecilia Muñoz
Carlota Moncasi
Pilar Tena
• 62 •
Para comenzar este artículo diré que a mí me gusta la playa; me gusta y
mucho, pero también le veo algunos inconvenientes. Os contaré…
Por ejemplo, pleno mes de agosto y por fin las esperadas y merecidas
vacaciones en familia. Ya instalados, vas a la playa a eso de las once de la
mañana con mil trastos (flotador de patito, nevera, hamacas, palas, crema
solar, toallas, etc.) y no encuentras un centímetro cuadrado libre sin toallas,
hamacas o sombrillas. Tú tiras un alfiler y se pinchan ocho antes de caer al
suelo. ¿Y qué haces? …(Sobre este tema deberían de hacer una película:
“Misión Imposible 5: encontrar sitio en la playa”)
Pero eso no es lo peor. Lo peor viene cuando te paseas de un lado a otro de
la playa, como si fuese una procesión, con los mil trastos que llevas al
hombro, intentando encontrar ese centímetro cuadrado libre para instalar
tu campamento el cual, después de una larga e interminable búsqueda, queda
montado o muy adelante en el agua, donde te mojas, o muy atrás, donde la
arena quema más que en el desierto.
Cuando por fin consigues un sitio más o menos decente, extiendes la toalla,
te vas a tumbar y es cuando el gracioso de al lado sacude la suya y te llena la
tuya de arena ¡a mí eso me enerva y me dan ganas de ponerle la toalla de
turbante!
Ya acomodado te dispones a almorzar y siempre, pero siempre, en el noventa
y nueve por ciento de los casos, el último trozo, el más preciado, se te cae a
la arena ¡Cómo lo odio!.
No contento con esto y para quitarte el mal humor, te vas a dar un baño y
justo cuando te metes en el agua, te viene semejante ola que… acabas un
metro más atrás con medio mar en tu estómago. Totalmente cabreado
vuelves a la toalla y ves a dos niños corriendo alrededor de tu “campamento”
y te han llenado la toalla de arena, hasta tal punto, que casi hay que
desenterrarla. Entonces yo pienso “esto es karma, ¿qué he hecho yo para
merecer esto?”
Pero defectos aparte, la playa también tiene su lado bueno, como esos
paseos nocturnos por la orilla, descalzo, pisando la arena fresca… ¡eso no
tiene precio!; bucear por los bonitos y coloridos arrecifes; pescar con red
algún que otro pez despistado…
La playa sería como el ying y el yang, tiene su lado bueno y su lado malo, pero
desde aquí seguiré esperando esos ansiados días de playa aunque tenga que
madrugar un poco para plantar mi tienda…
Pablo Sanz Calvo 2º ESO
• 63 •
correr en libertad:
Moabulu era un niño negro con la mala suerte de haber nacido en Texas en el año
1850. Sus padres eran esclavos en una granja de una familia influyente de la época.
Moabulu se llevaba muy bien con el hijo de esa familia, Richard. Al principio, a los
padres de Richard no les importaba que jugasen juntos, pero a la edad de doce años
le explicaron a Richard, que no podía jugar con Moabulu, y le inculcaron ideas
racistas. Ese año fue muy duro para Moabulu: primero perdió a su único amigo y
segundo perdió a su madre debido a una enfermedad muy grave; y eso no fue todo,
la familia lo consideraba lo suficientemente mayor y fuerte para trabajar.
A partir de ese momento, la vida de Moabulu fue un auténtico sufrimiento:
levantándose por la mañana a trabajar en el campo (sin haber desayunado); al
mediodía, apenas tenían comida, simplemente un trozo de pan y un poco de agua y
por la tarde, otra vez a trabajar al campo. Lo peor de ese trabajo era el capataz
Bill; no tenía piedad, simplemente por descansar un momento eran unos cuantos
latigazos. Prácticamente Moabulu sólo tenía un momento de descanso, la noche, y la
pasaba mirando la playa de Freeport, imaginándose cómo sería sentir el viento en la
cara, la arena en los pies, correr en libertad…
Pasaron ocho años y Moabulu cumplió los 20, la misma edad que Richard, que pasaba
a convertirse en el amo de la casa tras la muerte de sus padres. Moabulu pensó que
con él las cosas cambiarían, pero todo siguió igual, incluso peor. Ese año ocurrió otra
desgracia para Moabulu: su padre murió, por la misma causa que su madre. A
Moabulu le dio tiempo de despedirse. Las últimas palabras de su padre fueron:
“Sigue luchando, hijo; más allá de la colina puntiaguda, se encuentra la libertad. Ve a
por ella y no te quedes aquí…”.
Moabulu se quedó con esas palabras. Había visto cosas terribles, entre ellas la
muerte de sus padres. La rabia le corría por las venas. Enterró a su padre, miró la
colina y pensó en las palabras de su padre. Se armó de valor y salió corriendo en
dirección a la colina, con la fortuna de llegar a la ladera sin que nadie lo viera.
Seguramente, a la mañana siguiente, tras el recuento, se darían cuenta de su
ausencia y saldrían en su busca, pero eso sería mañana. Moabulu se tumbó y
descansó un rato.
A la mañana siguiente Moabulu escuchó los gritos del capataz que se acercaba.
“Falta uno, falta uno”. Guiado por el miedo, comenzó a subir por la colina, y al cabo
de tres horas llegó a la cima y vio que al otro lado se encontraban los yankees. Salió
corriendo hacia ellos. Al llegar le dieron comida, agua y ropas nuevas. Moabulu
informó al General Keven de que al otro lado de la colina se encontraba una granja
en la que unos hombres maltrataban a los negros. Sin pensarlo, el General Keven
dirigió a sus tropas hacia allí y liberaron la granja. Desde ese día pudieron correr en
Libertad. Pedro Gil. 2º ESO
• 64 •
Hace dos años, en el mar Mediterráneo, en la zona de Cádiz, había un pueblo de
peces payaso que se llamaba Villa Payasos. Era un lugar muy conocido por todos
los peces e ideal para pasar unas semanas de relax, fueras
el pez que fueses.
Pero hace unas semanas una ballena del mar de Corea
invadió este maravilloso lugar para hacerse con todas sus
riquezas: las perlas y el dinero que se ingresaba gracias al
turismo de los demás peces. Así que la ballena Roda invadió
Villa Payasos con su ejército de anguilas y su guardia de tiburones toro que
acabaron con el ejército de los peces payaso en dos patadas, literalmente, ¡zas,
zas!
Desde ese momento el número de peces que ha visitado ese
pueblo ha ido disminuyendo hasta verse reducido a un grupo
de mejillones cebra que se han instalado hace dos días.
Visto este panorama la ballena no ha tenido más remedio
que hacer pagar unos impuestos de diez perlas a cada uno de
los peces payaso. Sin embargo, todavía hay unos cuantos
peces que creen que pueden librarse de esa ballena
asquerosa de una vez por todas: La Resistencia Payasa o como ellos se
autodenominan la LRP. Su jefe, un pez payaso grande al que todos conocen como
Larry, regenta el hotel Marítimo con su esposa y sus dos hijos. En ese hotel se
celebran todas las reuniones de la LRP, ya que no tienen ningún huésped excepto
esos cuatro mejillones cebra.
En una de esas reuniones clandestinas la conversación subió un poco de tono y
los mejillones se dieron por enterados de lo que se cocía en ese hotel, así que ni
cortos ni perezosos interrumpieron la reunión:
-Si necesitáis ayuda para expulsar a esa ballena somos vuestra solución, - dijo
uno de los mejillones.
-¿Quiénes sois para creeros capaces de realizar esa tarea? - preguntó Larry.
-¡Somos mercenarios, y por una cantidad de cinco perlas podemos salvaros el
trasero, ¿entiendes lo que te quiero decir? - gritó el mismo mejillón.
-Sí que lo he entendido, pero que sepáis que si la fastidiáis sois mejillones
muertos, vosotros y también nosotros - le contestó Larry.
-Eso significa que nos contratáis. Bien, yo soy Paco, el Ralph, el Murphy y este
es Steve - respondió Paco.
-Quedaos con estos nombres porque son los de vuestros salvadores, nosotros
os vamos a sacar del lío en el que os habéis metido - comunicó Steve.
-Steve, vuelve a hacer el idiota y te prometo que acabarás en el Polo Norte de
la patada que te daré, ¿te queda claro? - ordenó Paco.
-Sí señor - susurró Steve.
• 65 •
En la misma tarde de ese día el grupo de mejillones atacó el castillo dejando
inconscientes a los guardias de las puertas.
-Steve, de veras, tienes un arma letal - dijo Murphy.
-El mérito no es mío, son las judías de ese hotel - dijo Steve.
Siguieron avanzando hasta llegar al salón real, abrieron las puertas y allí estaba
la ballena Roda rodeada de cientos de tiburones toro. Los mejillones y los
tiburones se enzarzaron en una pelea que duro horas y cuando solo quedaban
dos tiburones por abatir, algo enganchó a Ralph que lo elevó a la superficie sin
que los demás pudieran hacer nada. Los mejillones, siendo uno menos que antes,
siguieron luchando hasta que por fin acorralaron a la ballena e hicieron que
devolviera el cargo al alcalde del pueblo y que también devolviera cada una de
las perlas que había conseguido, entregando la libertad a los peces de Villa
Payasos.
PD: a Ralph se lo llevó un barco pesquero y seguramente ha sido cocinado al
vapor.
Pedro Gil. 2º ESO
Cuando fue el cumpleaños de mi madre, le regalé una rosa muy bonita pero cuando se la iba
a dar, a la rosa se le cayó la “o” y fui corriendo a mi habitación a por otra “o”. Pero como no
tenía ninguna cogí una “i”. Así que ahora en vez de una rosa era una risa y cuando se la di a
mi madre se empezó a reír, y reír y no podía parar.
Tuve que ir a por un vaso de agua para que se lo bebiera y parara de reír pero por el camino
a la risa se le cayó la “r” y, como tampoco tenía ninguna le puse una “p”.
Volví al salón con el vaso de agua y con la palabra pisa. Mi madre iba a coger el vaso de agua,
cuando de repente me dio un pisotón y del susto le tiré el agua por la cabeza.
De repente oí sonar el timbre sonar muy fuerte, como si estuviera chillando. Del susto que
se dio, a la palabra pisa se le cayó la “s” al suelo. La intenté volver a pegar pero no pude. Fui
a mi habitación a por otra letra pero… ¡Qué horror! Ya no había ninguna. En la habitación de
mi hermana tampoco había letras, así que fui corriendo a la cocina y ¡Sí!, ¡Por fin! En lo alto
del mueble vi una “ñ”, la cogí rápidamente y la pegué.
Abrí la puerta con la piña en la mano. Era mi padre que volvía de trabajar. Le saludé y
cuando entró dijo: ¡He traído una tarta de piña para celebrar el cumpleaños de mamá!
Pilar Terrado 2º ESO
• 66 •
~ANORÉXICA~
Clara accionó la cerradura de la puerta y entró en su casa. Al oír que su hija
entraba en casa, su madre le dijo a modo de saludo:
–Hola, cielo. ¿Qué tal te ha ido en el colegio?
–Normal, sin novedad –respondió Clara.
Antes de que su madre continuase aquella conversación, Clara tiró su
mochila al suelo y se dirigió velozmente al pasillo de la casa tras haber
atravesado el recibidor. La chica llegó al pasillo, que daba acceso a otras
tres habitaciones de la casa. Pasó de largo la primera puerta y cruzó la
segunda, que daba acceso al cuarto de baño. Cuando entró en el baño, Clara
cerró la puerta rápidamente y echó el pestillo para que nadie la molestara.
Así se quedó durante diez segundos,
mirando sus manos, una sobre el picaporte
de la puerta y la otra agarrando el pestillo.
Pasado ese intervalo de tiempo, soltó el
picaporte y el pestillo y se giró lentamente.
Al terminar el giro, Clara se topó con el
inmaculado espejo que ahora quedaba en frente de ella y le devolvía su
propio reflejo. Con lentitud, la chica levantó la mirada hasta que pudo ver
con claridad la imagen que el espejo proyectaba en su reluciente superficie.
Clara se acercó más al espejo y se quedó mirando fijamente su reflejo. La
chica que tenía delante de ella tenía una tez pálida, los ojos hundidos, las
mejillas huesudas y la cara muy delgada, consumida.
La joven, imitada por el espejo, se palpó las mejillas con la punta de los
dedos, como si no reconociera el rostro que tenía delante. Tras estar unos
instantes observando su reflejo, Clara se quitó la camiseta, y después los
pantalones. Allí, de pie y en ropa interior, la chica devolvió la mirada al
cristal. La imagen que éste le devolvía era horrible: unas piernas finas y
huesudas daban paso a un vientre plano y flaco. En la zona del torso, falta
de musculatura, se podían contar sin dificultad las costillas. De los hombros
colgaban un par de esqueléticos brazos, finos como palillos.
Ante semejante visión, Clara se puso una mano temblorosa tapándole la boca
y rompió a llorar. La chica notó que las lágrimas brotaban de sus ojos y
corrían por sus mejillas, arrastrando con ellas el rímel con el que ella se
había maquillado esa mañana para ir al colegio.
Abatida, Clara se sentó en la taza del inodoro y apoyó los codos en las
rodillas mientras se cubría la cara con las manos. Tapados por las palmas de
sus manos, sus ojos marrones seguían rezumando lágrimas, que se mezclaban
con el maquillaje y ensuciaban el rostro de la joven.
• 67 •
Mientras lloraba, cientos de recuerdos pasaron por la mente de Clara.
Recuerdos de hacía seis meses, cuando empezó el curso escolar en un
colegio nuevo. Al principio Clara pensaba que no iba a encajar en su nueva
clase, pero en seguida descubrió que no fue así. A los pocos días de empezar
el curso, Clara se hizo muy amiga de otras dos chicas, Rosa y Almudena. Las
tres se llevaban genial: entre ellas compartían pensamientos, opiniones,
dudas e inquietudes, salían de fiesta, estudiaban juntas… Arropada por la
compañía de sus dos nuevas amistades, Clara se integró plenamente en su
nueva clase y se ganó tanto el respeto como el aprecio de sus compañeros.
Sin embargo, todo se torció tres meses después del inicio del curso. Clara
reparó en que Rosa y Almudena tenían novio, al igual que la mayoría de las
chicas de su curso. Esto a Clara no le importaba especialmente, pero
tampoco lo vivía como si fuera algo normal. En su antiguo colegio Clara había
tenido un par de relaciones, y cuando no estaba con nadie era deseada por
un nutrido grupo de muchachos. Sin embargo, la chica no tenía esa sensación
en su nuevo colegio.
La guinda del pastel llegó un sábado por la tarde. Ese día, Clara había salido
con Almudena y Rosa a dar una vuelta por la calle. Estaban hablando y riendo
alegremente cuando vieron en el escaparate de un centro comercial la
imagen de una modelo que lucía un conjunto de la nueva colección de invierno
patrocinada por el mismo centro comercial. Riendo. Las tres amigas entraron
entusiasmadas al establecimiento con la intención de probarse algunos
conjuntos de la nueva colección. Clara escogió una blusa con una bufanda
marrón y un vestido. Se metió en los probadores y se puso la blusa y la
bufanda. La bufanda le gustaba, pero con la blusa no se veía guapa. Un poco
desanimada, se quitó el primer conjunto y se probó el vestido. Cuando se
miró al espejo casi se le saltaron las lágrimas del horror.
Aquel estiloso y elegante vestido la hacía parecer ligeramente gorda, y
Clara no se veía nada atractiva con el vestido puesto. Se quitó el vestido a
todo correr, con la imagen de la modelo despampanante del cartel
publicitario luciendo ese mismo vestido en su cabeza. Con rabia, dejó el
vestido arrugado en un rincón del probador y rápidamente salió del centro
comercial sin dar explicaciones a ninguna de sus amigas. En cuanto entró en
casa, la chica cerró la puerta de un portazo y se fue corriendo al baño.
Clara se miró al espejo y, de repente, se vio gorda. Gorda y fea,
desproporcionada.
Desde ese día, Clara empezó a comer menos y a
anotar en un cuaderno los gramos consumidos en cada
comida. Además, empleó gran parte de su tiempo
libre en hacer ejercicio físico. A medida que pasaban
los días y las semanas, Clara notó que iba perdiendo
• 68 •
peso corporal. Se pesaba cada dos semanas, y cada quince días la báscula le
mostraba un número de kilos menor que el anterior. Esto alegró a Clara,
pero seguía viéndose gorda, por lo que continuó a rajatabla con su dieta y el
ejercicio…
Clara volvió a sollozar. No se reconocía a sí misma. La terrorífica imagen que
el espejo le había mostrado hacía unos instantes no era para nada parecida
al cuerpo que ella creía que luciría tras la dieta y el ejercicio. Mientras
lloraba, Clara se dio cuenta de todos los errores que había cometido durante
esos últimos seis meses: había maltratado su cuerpo y perjudicado su propia
salud; había dejado de lado a sus amigas y se había distanciado de sus
padres. Todo lo que ella había hecho con la creencia de que lo que estaba
haciendo le iba a reportar algún beneficio había acabado en un inmenso
deterioro de su integridad física y en el descuido de sus relaciones
familiares y amistosas.
Ahora, Clara se encontraba sentada en el inodoro de su baño, llorando
amargamente, triste, sola y con anorexia. Entre sollozos, se llamó a sí misma
estúpida mientras apretaba los puños con fuerza a causa de la rabia que
sentía por dentro.
Clara siguió llorando en el cuarto de baño hasta que no le quedaron lágrimas
para llorar…
Ramón Sobrino Pardo 4º ESO
~MI ÚLTIMO ADIÓS~
Trato de no derramar ninguna lágrima más sobre el mantel de mi mesa.
Cierro el álbum de fotos que tiene por nombre “Unidos y Felices”. Me meto
entre las suaves sábanas de mi cama. Oigo a los vecinos discutir, ¡cómo no!,
todos los días lo hacen. Intento pensar en algo que no sea triste, pienso en
las fotos. Sonrío. Lloro. Hace ocho años que la felicidad había desaparecido,
no la encontraba. Estaba ahí, estaba escondida, dentro de aquel álbum de
fotos antiguas donde aparecíamos los tres. Unidos y felices. Siempre he
tenido esperanzas de volver a estar unidos y felices como antes, pero poco a
poco, en el largo camino de la vida, las he ido perdiendo. Y ahora, ya no
queda nada. Nada. Todos estamos solos y tenemos que aprender a vivir sin la
ayuda de los otros. Porque acabaremos solos, sin nadie que nos ayude.
Soy Idoia, tengo 15 años. Para algunos vivir es galopar un camino empedrado
de horas, minutos y segundos. Para mí vivir es estar viva. No he tenido
suerte en la vida. Solo tengo 15 años, lo sé. Soy muy joven, para decir que la
vida es un completo desastre. Empecemos por el principio: mis padres están
• 69 •
separados. Se nota, ¿verdad? No le echo la culpa a ninguno de los dos, pero
ambos me arruinaron la vida. Ya sé que no soy la única que tiene los padres
separados, ahora, casi la mitad de jóvenes tienen los padres separados. No
fue mi intención defraudar a mis padres en cada cosa que hice, sé que no
soy la mejor hija, imperfecta absolutamente,… Siempre he sido una chica
adorable, simpática, alegre, divertida…, a pesar de todos los baches que me
he encontrado en la vida. Pero no. Ha llegado la hora de rebelarme contra el
mundo.
Soy débil, muy débil y a la mínima que me digas algo sobre mi triste pasado o
algo que añoro, salto. No aguanto. Se me inundan las pupilas. Cierro los ojos.
Y carreras de lágrimas surgen por mis mejillas. Pero a partir de ahora, eso
nunca va a suceder. Voy a ser fuerte, fuerte como el hierro. Nadie me
hundirá. Yo hundiré a los demás.
No soy muy sociable. Tengo una par de amigas,
Laia y Helena. Y luego estoy en un grupo con
varias chicas. Son todas muy amigas entre sí, y
después estoy yo. Voy con ellas, pero creo que no
me aceptan como soy, me siento marginada. No
importa. Nadie se dan cuenta. Quedan juntas pero nunca me dicen nada, y
eso me molesta. Miento. Alguna vez me lo han dicho, pero muy pocas. Pero no
molesto a nadie, así que no me importa. Bueno, no voy a mentir. Sí que me
importa. ¿Qué amigas son ésas? No tengo whatssap y eso hace que todo se
fastidie. No me llaman, no me avisan. Estoy incomunicada. Y les doy las
gracias por estos últimos años que no me han dicho casi nada. Gracias,
amigas. Tengo miedo de decirles algo, porque a la mínima se sobresaltarían
exclamando: ¡Idoia, como puedes pensar eso! ¡Siempre te llamamos! ¿Cuándo,
ahora? ¿Ahora que os he dicho esto? Un poco tarde, ¿no? Y no quiero tener
más problemas y quedarme sin amigas. Un grave y serio problema. No quiero
quedarme sin relacionarme con la sociedad. Tengo miedo de quedarme sola.
Soy una chica bastante distraída. Te lo pueden decir todos mis profesores.
Cuando puedo, me distraigo. Lo definiría como el momento de estar en mi
mundo. Pienso en cosas que querrían que sucediesen o cosas del pasado,
buenas sobre todo; recuerdo momentos en los que me he divertido, en los
me he reído mucho, pero también suelo pensar en los malos momentos, en los
que al recordarlos, lloro. Me distraigo algo así como la mitad del día. No
puedo estar sin imaginarme cosas. A lo mejor es un problema. No lo sé. Tal
vez. Lo tendría que mirar.
No me gusta leer. Sólo leo libros específicos. No tienen que ser nada de
fantasía. No me gusta leer cosas que no son creíbles, que son imaginaciones.
Me gusta leer libros, -aunque también leo noticias-, en los que se desarrolla
una biografía o el tema sea de una adolescente con problemas. No quiere
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decir que me identifique con la joven descrita, pero me fascina el tema de la
adolescencia y los problemas psicológicos, sociales…, como el trastorno
bipolar, la anorexia, la bulimia, la esquizofrenia, la paranoia… ¡Hay tantos!
Me encanta hablar de estos temas. Siempre que me hables de esto, te
escucharé con mucha atención.
Mi ídolo, Elizabeth Woolridge. Seguro que no la
conoces. Es Lana del Rey. Supongo que tampoco
sabrás mucho de ella. Me encanta su música, pero no
es solo por la música, es ella. Me encanta como es
ella. Es frágil, es una chica triste aunque demuestre
que no lo es. Es una pin-up sexy, una vampiresa chic,
una hippie natural o una it-girl chic. La muerte es su
tema musical. Todo relacionado con la tristeza, la
oscuridad, la muerte…, eso me lo transmite a mí. Me
lleva a su oscuro paraíso. Me encanta. Su voz es
grave y así transmite tristeza y fuerza.
También tengo otro problema, soy una gorda que no para de comer. Lo
admito, tengo sobrepeso, tengo bastantes kilos de más. Todas son finas y
delgadas. Y luego estoy yo. Me tendría que poner en forma, lo sé. No hace
falta que me lo diga nadie. Gracias a todos los que me lo han dicho. ¡Estoy
gorda! Ya lo sabía. Es que es una pasión, me encanta comer. Sobre todo los
pastelitos, o las galletas. Amo el azúcar. Una pastelería debajo de mi casa,
se forraría.
Así soy yo. Básicamente mi vida es un desastre.
Cada día me pregunto por qué sigo aquí. No sé por
qué. Me he intentado quitar la vida varias veces,
pero no puedo; algunos piensan que es una forma
de llamar la atención. No intento llamar la
atención. Es algo superior a mí. No tengo
suficiente valor. Pero creo que ha llegado el
momento. ¿Para qué quiero vivir? A mis familiares les importo, pero no lo
suficiente. O eso es lo que yo creo. ¿Amigas? No tengo. Creo que no las
considero tan amigas, nos hemos fallado tantas veces… Lo único que nos une,
es estar juntas. Si me muero, nadie se enterará de mi muerte. Lo sé. Soy
bastante sabia aunque en las notas no lo demuestre. Mi vida ya no tiene
sentido. Lo siento si decepciono a alguien. Espero que me comprendáis. No
puedo seguir viviendo. La idea de terminar con este sufrimiento se hace
intensa, me cubre con su manto y quiero tomarla, hacerla mía.
Tantas veces lo dije, jamás lo hice... Hoy será distinto…
Raquel Escriche 4º ESO
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AMISTADES SORPRENDENTES
Una mañana de Noviembre, como otra cualquiera, pasaba el autobús del colegio
Corazonistas haciendo la ruta por los pueblos más cercanos de Zaragoza, como
Ejea de los Caballeros, Uncastillo, Luesia, etc.
En el transporte, haciendo tiempo, había unos chavales que destacaban un
poquillo... Dos hermanos, el mayor, Mario, quince años, quería ser piloto, era un
auténtico apasionado de las carreras de "drift" y de los coches en general y se
dedicaba a jugar con la consola. Su hermano pequeño, Kevin, once años, era muy
curioso con los mecanismos de todo tipo, le gustaba saber al detalle cómo
funcionaba cada cosa y para qué servía, en especial los coches como a su
hermano mayor. Soñaba con ser mecánico, fabricar, arreglar cosas, era algo que
verdaderamente le llamaba la atención. Siempre llevaba un bloc de notas en el
cual, durante el trayecto, se dedicaba a dibujar distintas piezas de motores:
turbo, eléctrico, aspiración, natural, autocompresor... Su preferido entre todos
era sin duda, el turbo, dado que tenía "par", es decir, que las ruedas giran más
rápido y por lo tanto era perfecto para derrapar. Eso le encantaba.
A continuación había una chica un tanto solitaria que se sentaba en el penúltimo
asiento, el de la ventana, le gustaba ver cómo el frío empañaba los cristales. Era
una increíble lectora, su lengua favorita era el latín, lo estudiaba ella sola por su
cuenta, se llamaba Laura, trece años. También estudiaba mitología griega porque
además de ser su mayor afición, también quería que estuviese relacionado de
alguna manera con su futura profesión, por eso se dedicaba a leer libros
antiguos durante el viaje.
Luego estaba el chico que se sentaba al final del todo. Era muy bromista y
gracioso. En su cartera no podían faltar: escuadra y cartabón, regla de 40m,
transportador de ángulos, algunos materiales como lapiceros de grafito,
blandos, medios y duros; lo que más le gustaba a la hora de dibujar algo era el
carboncillo, fundamental en su bandolera. Iván, desde muy pequeño, siempre ha
querido dedicarse a la arquitectura y ha trabajado en algunos planos durante
estos dos años pero sólo como afición. Se dedicaba a pensar las ideas para
mejorar el trabajo que ya había hecho.
Una vez llegado el autobús al instituto, bajan ordenadamente y cada uno se
dirige a su aula correspondiente… Mario, Kevin, Laura e Iván tienen el día tonto
y acaban yendo de cuatro a seis por mal comportamiento. Una habitación con
cuatro chicos desconocidos pero similares…¿qué podría salir de ahí?
Llegada la hora, todos entraron en el aula y cada uno sacó su trabajo personal.
Mario jugaba con la consola a hurtadillas; Kevin hizo un croquis de un motor;
Laura continuó su lectura e Iván siguió adelante con su plano. En uno de esos
largos y sorprendentes silencios surgieron miradas entre Mario y Kevin.
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Empezaron a hablar. Mario le contó por qué prefería para correr un Ford Sierra
antes que un Ferrari, él veía un coche sencillo como una joya en bruto; opinaba
que cualquiera que entendiese del tema sabría que un Ferrari casi solo se usa
para fardar. Kevin le escuchaba atentamente y estaba sorprendido de lo que
decía. Descubrieron facetas desconocidas el uno del otro. Mientras tanto Iván
levantó la cabeza dos minutos para despejarse un poco; entonces se encontró
con la mirada de Laura clavada en su libro. Sintió tanta curiosidad que le
preguntó qué leía. Ella le explicó en pocas palabras sus gustos y lo mismo hizo él.
Una cosa llevó a la otra y comenzaron los cuatro a hablar. Al finalizar el castigo
se despidieron. Al día siguiente, al salir al recreo, se reunieron todos en la
cafetería para tomarse el almuerzo. Ese era el primero de muchos patios que
compartirían entre risas y comentarios burlones.
Durante la segunda parte de la segunda hora, la clase de plástica fue
interrumpida por Francisco Rodríguez, el coordinador de secundaria, anunciando
la próxima excursión a "La Seo". Iván soltó el lapicero, emocionado, porque era
una catedral gótica. El resto de sus compañeros le miró de forma extraña.
Al terminar las clases, Laura salió corriendo a casa, llegó, calentó la comida
mientras iniciaba el ordenador, abrió Google con impaciencia y
buscó información… Y, para su sorpresa, se enteró de que en La Seo podrían
quedar restos de musulmanes. Quería hacer un plan con los chicos, estaba
sedienta de aventura, aunque decidió no contar nada para que luego no se
pudieran echar atrás, una especie de trampa.
Después de una semana, por fin llegó la ansiada excursión. Cogieron sus abrigos,
bocadillos y se dispusieron a subirse al autobús para ir a la catedral. A la llegada
se bajó el tutor junto con el profesor de Historia y se pusieron en marcha hacia
La Seo. Laura, de repente, agarró a los chicos y los llevó detrás de la Torre. Les
explicó rápidamente el plan. La reacción de los demás fue muy distinta a la que
ella se esperaba. Todos dijeron: "Bien, vamos en busca de algo de diversión, la
visita turística es un rollo." Después sacó una hoja de papel con los supuestos
restos encontrados y los guió a la torre grande. Inspeccionaron durante un buen
rato una parte cada uno. De repente, con el lápiz golpeó suavemente aquellos
ladrillos humedecidos y cada uno contenía una letra formando la frase "los
mayores secretos humanos, se esconden en las peores entrañas."
- ¿Se refiere a las mazmorras?, - preguntó Mario.
- Si estuviésemos en el Palacio de la Aljafería, tal vez, pero aquí no, - respondió
Laura.
- Entonces, está clarísimo, coge ese pico de ahí y derriba la pared. Dice que
está en sus entrañas ¿no?, - añadió Kevin.
- Pero esto sólo es una excursión y modificaríamos la estructura de un
monumento histórico, - replicó Iván.
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- Estamos tan cerca, me parece rozar la respuesta con la yema de los dedos, dijo Laura en tono desiderativo.
Kevin cogió el pico y descargó su fuerza contra la pared de ladrillo. Poco a poco,
los ladrillos se fueron cayendo y encontraron un hueso; a continuación Laura
procedió a limpiarlo. - ¡Un Isquiotibial! -, exclamó sorprendida y alarmada a la
vez. Con cuidado metió el hueso en la bandolera de Iván y cerró bien la bolsa.
-Vámonos, chicos, la clase nos echará de menos, - se oyó la voz de Laura en un
intenso silencio.
Bajaron de la torre y se juntaron con el grupo. Era perfecto. Estaban subiendo
ya al vehículo para regresar al colegio. Tras ese duro día los chicos se quedaron
solos con el tutor y le mostraron la reliquia. El profesor, asustado y asombrado
a la vez, lo cogió, y después de echarles una buena bronca lo mandó examinar a
un laboratorio científico. Sí, sorprendentemente, eran restos de nuestros
antepasados. En ese momento Laura tenía claro qué era lo que de verdad le
llenaba...
Al final el hueso fue llevado al Museo Arqueológico y lo que empezó como un
grupo de desconocidos, terminó como uno de amigos. Irónico ¿verdad?
Mónica Roche Ruiz, 2ºESO
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1.QUEJAS…
Para qué sirven las mates
si solo es calcular
tu cabeza da vueltas
sin poder descansar.
Para qué sirve la lengua
si todo es analizar
y algunos la utilizan
para no parar de hablar.
Para qué sirve la artística
si te dicen pintad o dibujad
y tú haces algo nada
parecido a la realidad.
Para qué sirve naturales
si todo son clases
de plantas y animales.
Para qué sirve historia
si todo ya pasó
la rueda y el papel ya se inventó.
Para qué sirve francés
si es como el inglés
pero escrito del revés.
Para qué sirve gimnasia
si tienes que correr
sin poderte distraer.
Para qué sirve inglés
si el español mola un montón
y nos entendemos mogollón.
Ana Chicapar 2º ESO
2.PAPELERAS PARA GUARROS
Papeleras inteligentes
para ese tipo de gentes
que con intención
dejan la calle hecha una perdición.
Papeleras inteligentes
para humanos que con disimulo
intentan encestar y hacen un nulo.
Habrá que inventar un sistema
y eso sí que tiene tema
que si te pasas de guarro
hasta el cuello te llegará el barro.
Tendrá que llevar una alarma
que si no atinas, te la arma
y si dejas el papel en el suelo
se acuerda hasta de tu abuelo.
Esto está por inventar
pero un día ha de llegar
que habrá papeleras inteligentes
para guarros indecentes.
Pablo Sanz 2º ESO
3. PREFIERO ENSEÑAR…
Si pudiera castigar,
A quien lo merece, de verdad,
Sería superhéroe,
En la realidad
Si anduviera sobre el agua,
Y volara como pájaro,
No sería persona,
Sería gran mago.
Si pudiera castigar,
A quien hace llorar,
Ni una sola lágrima,
Se derramaría jamás.
Pero como no puedo castigar,
Porque me haría llorar,
Prefiero enseñar,
A quien no sabe volar.
Lucía Chocarro 2º ESO
4.RAP DE HALLOWEEN
Este es el rap de Halloween
y a todos les gusta así.
Un fantasma por aquí
un murciélago por allá
bailando sin parar.
Este es el rap de Halloween
y a todos les gusta así.
Truco o trato
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todo el rato
en la noche del espanto
Este es el rap de Halloween
y a todos les gusta así.
Moviendo el esqueleto
los caderas caerán
todo al compás
de este rap.
Este es el rap de Halloween
y a todos les gusta así.
Calabazas y caramelos
por los suelos.
Este es el rap de Halloween
y a todos les gusta así.
Es la noche del terror
miedo a mogollón.
Ana Chicapar 2º ESO
5.AMOR INVERNAL
Aquella tarde de enero
A través de mi ventana
Te vi a ti por la calle
Con la cara por el frío sonrojada
Dejando tus huellas al andar
Por la nieve recién cuajada
Con tus orejeras puestas
Y tu bufanda bien calada
Ibas paseando preciosa
Por la blanca calzada
Te tocó cruzar la calle
Y tuviste que quedarte parada
Porque aquel semáforo
De verde a rojo se cambiaba
Fue entonces cuando me quedé
Observando tu mirada
Aquellos ojos marrones
Que tanto me gustaban.
Viste cómo el semáforo
Como si de un camaleón se tratara
Cambiaba del rojo al verde
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Y tú el caminar reanudabas
Y cuando terminaste de cruzar la calle
Se cruzaron nuestras miradas
Y ahí te quedaste, en la acera
Mirándome enamorada
En tu cara se dibujó una dulce sonrisa
Y vi que un beso al aire lanzabas
Beso que yo recibí
Al otro lado de la ventana.
Ramón Sobrino Pardo 4º ESO
6. PEZ SIN MEMORIA
Esta es la historia de un pez
crecido en la soledad y la vejez,
no lograba recordar
el camino de vuelta a su hogar.
Seguía pensando mientras nadaba
pero la memoria todavía le fallaba;
entonces comenzó a desesperar
Cuando encontró un náufrago en el mar.
El náufrago comenzó a mirarlo
cuando de repente intentó pescarlo
pero el pez huyó a mucha velocidad
y descendió a una gran profundidad.
Continuó su camino y vio un gran bulto,
vio una red y un gran tumulto.
Se disponía a entrar
cuando oyó una voz gritar…
Era la voz de un salmón,
si se metía sería su perdición.
El pez vio la red de pescadores
y se alejó de aquellos moradores.
Mientras se alejaba de las redes,
Divisó un gran banco de peces.
A éste se incorporó
y por fin en casa se sintió.
Guillermo Piedrafita 2º ESO
7.POESÍA DEL CALABACÍN
Había una vez un calabacín
que mi madre escondió en un calcetín.
Lo guardó y no se acordó
donde lo dejó.
Buscaba y buscaba
pero no lo encontraba.
Al llegar la noche
lo buscaba en el coche.
Cuando se hizo de día
lo buscó en la galería.
Y al mediodía
buscó en la estantería.
Poco después
miró del revés
y en el futbolín
encontró el calabacín.
Luis del Valle 2° ESO
8.AQUELLA TARDE DE AGOSTO
Aquella suave brisa de agosto
Que despertó esa lejana puesta de sol
Íbamos paseando siguiendo la cuneta
Cogidos de la mano, hablando
con susurros de voz.
El sol de aquella tarde
testigo de nuestro joven amor
Sol que nos acariciaba la piel
Y nos calentaba el corazón.
Esa tarde de agosto
De la que no he olvidado nada
Sentados juntos en la tierra,
abrazados,
Vimos al sol esconderse tras la
explanada.
Al oído, tú me decías “Te quiero”
Susurrando, yo te decía “Te amo”
Tu me acariciabas dulcemente el pelo
Y yo cogía tu tierna y dulce mano.
Y cuando el sol terminaba de
enterrarse
Nuestros ojos se empezaron a mirar
Pero nuestros labios se llamaron
Y nos comenzamos a besar.
Esa suave brisa de agosto
Que meció aquella puesta de sol.
Yo iba caminando feliz a tu lado
Esa preciosa tarde, aún la recuerdo
hoy.
Ramón Sobrino Pardo 4º ESO
9.LA POESÍA DE LA CALABAZA
Naranja se ha tornado
Cuando el mes de Octubre ha
terminado
El hortelano recoge su cosecha
Cuando la noche de Halloween acecha
Y a la calabaza le vacían las entrañas
Para ponerle boca, ojos, velas y arañas
Y cuando bajo disfrazada a la portería
Asusto al portero y me da chucherías
Es la noche del truco o trato
Y al día siguiente de los huesos de
Santo
El día uno de Noviembre acompaño
a mis abuelos con gran ilusión
Y rezo en el cementerio
con ellos una oración
Y después, comida familiar
Donde los huesos de santo
van directos al paladar.
Inés Martínez 2º ESO
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¿EN QUÉ PIENSA ‘EL COCODRILO‛ EN REPOSO?
Era una fría noche de invierno en las
oscuras calles de Pensilvania. Entre la
neblina de un parque situado en los
suburbios, se vislumbraba a una joven de
apenas diecisiete años. Andaba encogida
sobre sí misma a causa de las bajas
temperaturas y a la ligera sensación de
temor que le provocaba caminar sola por
la calle a esas horas de la madrugada.
De pronto, oyó un ruido a su espalda,
alertándola prácticamente de inmediato. Miró por encima de su hombro mientras
notaba cómo el miedo la consumía, impidiéndole realizar ningún movimiento más.
Alguien, al que no podía ver bien a causa de la niebla, estaba detrás de ella con
las manos ocultas en una gran gabardina de color oscuro. Por su complexión se
podía deducir que era un hombre adulto. La joven comenzó a correr
desesperadamente, pero no le sirvió de nada. El hombre no tardó en alcanzarla y
taparle la boca con su mano, enfundada en un guante de cuero negro, ahogando
así su grito pidiendo auxilio…
El comisario Peter O’Neill leía exasperado, en su escritorio, el artículo que
ocupaba las portadas de los periódicos de todo el estado: “ ’El Cocodrilo’ ataca
de nuevo”.
Era cierto. De hecho, esa misma mañana había llegado a la morgue el cadáver de
Emma Miller y estaba siendo examinado por los forenses.
Peter cerró durante unos segundos los ojos y suspiró con cansancio. No había
estado en esa ocasión en la escena del crimen pero, conociendo los anteriores
trabajos de aquel asesino en serie, se podía imaginar perfectamente cómo era.
Siguió leyendo el artículo del periódico para, una vez más, confirmar sus
sospechas. “La joven fue hallada muerta al pie de un gran árbol y, como en todas
las ocasiones anteriores, ha aparecido el dibujo de un ojo abierto con un par de
lágrimas tallado en el tronco. Un nuevo asesinato, al parecer sin respuesta, de El
Cocodrilo.”
-El Cocodrilo…- repitió el comisario.
Reconocía que esta vez los periódicos sensacionalistas que seguían este caso,
habían dado en el clavo con aquel sobrenombre en referencia al hecho de que los
cocodrilos lloran cuando matan a sus presas.
Después de seis meses desde la muerte de Emma Miller, la policía seguía sin
pistas pero tampoco se había producido ningún asesinato más firmado por “El
Cocodrilo”. Los medios se habían olvidado de él y todos querían creer que el
asesino se sentía acorralado y temía ser descubierto si volvía a matar, todos
menos el comisario O´Neill.
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Su instinto le decía que por ese mismo motivo volvería a actuar; sólo era cuestión
de tiempo, pero esta vez sería peor, se estaba tomando su tiempo, disfrutando de
la espera, cocinando a fuego lento su próxima y posiblemente, última actuación.
Esta vez sería el asesinato definitivo, el que causaría mayor dolor a los
ciudadanos de Pensilvania. El comisario sabía que necesitaba adoptar con él una
actitud empática, ponerse en su lugar,
pensar de la misma forma, analizar su
mente asesina. Y por eso Peter O’Neill se
formulaba la misma pregunta desde hacía
seis meses:
¿En qué piensa “El Cocodrilo” en
reposo? Lucía Pérez 2º ESO
REBELIÓN DE LIBROS EN INDEPENDENCIA
Hoy es un día festivo, me apetece caminar, dar una vuelta.
Voy por el Paseo Independencia y veo gente agolpada en
los puestos de libros; me acerco un poco más, las portadas
de todos los colores llaman mi atención.
Me hago un hueco entre la gente en un puesto de libros
antiguos… Huele raro, ¿será que la historia tiene olor? Abro
alguno y encuentro una hoja de trébol prensada, una postal
y una foto y me hacen pensar en la vida del que fue su
propietario…
Otro puesto, más libros, más olores e historias y algunos empujones. Aventuras:
¡qué bien!, ya tenía ganas. Curioseo y veo infinidad de cosas: una persecución,
buceo a mucha profundidad, rafting… muy interesante.
Una portada llama mi atención: “San Jorge Y el dragón”; de pronto, absorto en
mis pensamientos, veo los libros que flotan… forman un dragón y un soldado con
capa roja y con una pica enorme lo ataca… Bajo la vista; tanto libro y este
ambiente me está haciendo ver cosas
raras. Detrás de mí, oigo una voz:
“Hola, Emilio, ¿te vienes a
tomar algo?”
“Sí, me voy con vosotros…
necesito una coca cola para refrescar
la mente…”
Adiós, feria del libro de San Jorge,
soñaré con dragones y espadas más
tarde…Emilio Juan Usón 2º ESO
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