roid”, como les siguen llamando con “El abuelo

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La casa del entrevistado se localiza en el
margen del “Arroyo de
las víboras”
El hijo de Don Chuy
nos muestra su colección de almanaques
“El abuelo” y su hijo
Chuy posan para la
fotografía
instantánea de blanco y negro, la Polaroid 95 de puro fierro. El primer rollo de
esa cámara instantánea era para ocho
fotos nada más. Después de un tiempo se hizo una conferencia de estudio
para ampliar más el rollo. Ya después
fue de 10 y cambié a la Polaroid 600,
ya de color, y más económica”.
En 2001, Polaroid Inc. cayó
en bancarrota, pero el filme
conocido como Polaroid siguió produciéndose hasta
en 2008, cuando se anunció
su descontinuación. Sólo
pueden encontrarse algunas ediciones especiales o
cartuchos caducados, en
venta por Internet para las
cámaras Polaroid 600, a un
elevado costo.
La Instax 200 que utiliza Don Jesús
tiene un costo aproximado a los 100
dólares y el filme se comercializa en 15
dólares por cada 20 fotografías.
En un buen día, Don Jesús logra
vender hasta cuatro imágenes; los días
malos ni una sola.
Dolores nos cuenta que hace años
se reunían todos los fotógrafos de la
zona en la cafetería. Y detalla la situación actual de Don Jesús en relación a
la disolución de la tradición de la fotografía instantánea:
“Regularmente le solicitan las fotos
ya no tanto por la foto en sí misma,
porque usted sabe que con la tecnología ya no es necesario un fotógrafo
de esta índole. Pero a él más bien ya lo
apoyan por sus años. Le compran fotos para ayudarlo, para que tenga para
comer. Él no ha dejado de trabajar.
Aunque, como dice él, no saca mucho,
sólo los 50 o 100 pesos para comer. Y
él es muy bueno para comer. Le lleva
sin falta la cena a su hijo, que tiene una
enfermedad mental…”.
Don Jesús ofrece amablemente sus
fotos a los comensales. Ninguno acepta. La foto cuesta 50 pesos. Alguien
con un Smartphone de 8 mil pesos ha
de pensar que es mucho dinero.
Sin embargo, ninguna imagen de
Instagram podrá igualar las texturas
de una foto instantánea. La nostalgia
es inevitable, ya algún cliente decidirá
que es el día de tomarse una “pola-
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roid”, como les siguen llamando con
“El abuelo”.
Llegan las 21:00 horas, y don
Jesús emprende su camino al Club
Safari. Un tanto retirado de La Nueva Central, sobre las Calles Mejía y
Francisco Villa. Es el cumpleaños de
la cajera, el ambiente es festivo. Ella
le compra una foto “para el recuerdo”.
Don Jesús camina alrededor de la barra, los que venden dulces le regalan
una paleta, las chicas que trabajan en
la barra juguetean con él.
Así se pasan las horas hasta el
final de la noche. Logra vender seis
fotografías, fue un buen día para las
“polaroid”.
Toma un taxi de sitio que le cobra
40 pesos para llevarlo hasta la colonia Insurgentes, justo a las faldas del
cerro.
Su precaria vivienda se sostiene
justo al borde del “Arroyo de las víboras”. La precariedad es mucha, Don
Jesús y su hijo viven en condiciones
insalubres.
Al siguiente día Don Jesús despierta a las 14:00 horas. Chuy, su
hijo lo auxilia para vestirse, ya que un
problema pulmonar le impide agitarse
demasiado.
Chuy posa entusiasmado para la
cámara y nos muestra su colección
de almanaques y libros.
“Somos muy pobres”, dice Don Jesús. Su condición lo explica todo.
Aferrarse a un trabajo en decadencia
es lo único que le queda para sobrevivir. Una fotografía sostiene las frágiles
vidas de Don Jesús y su hijo.
Un día más comienza en la cafetería central y después al club Safari.
Ojalá encuentre a una pareja o grupo
de amigos que, con la efervescencia
de la fiesta, le den un sí a Don Jesús
Arrieta Ibarra, y así pueda regresar a
casa con la cena que su hijo espera,
al lado del “Arroyo de las víboras”.
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