José Luis González Llamas Universidad de Valladolid Tfno 00 34 600 35 65 70 Correo: [email protected] LA TRANSMISIÓN ORAL ENTRE LOS MAPUCHE Resumen Para el pueblo mapuche, al igual que para diversos grupos indígenas, la oralidad ha sido el modo básico de transmisión cultural. A través de su lengua, el mapudungún1 –“hablar de la Tierra”–, han venido manifestando las peculiaridades de su cosmovisión, vinculada estrechamente con la naturaleza. Tanto en la vida cotidiana como en los actos rituales utilizan ciertas expresiones orales con las que se ha conseguido formar a las nuevas generaciones, contactar con las fuerzas sobrenaturales, convivir en sociedad bajo los preceptos del derecho consuetudinario y al az mapu –la manera correcta de vivir en la tierra–. Entre estas formas específicas, acompañadas de un lenguaje gestual, se puede distinguir el epew –cuento–, el nütxam –diálogo–, el ül –canto–, el pentukun –saludo protocolario– o el ngülam –consejo–. Los procesos migratorios hacia el ámbito urbano a partir de las primeras décadas del siglo XX supusieron el inicio de la decadencia en referencia al uso de los testimonios verbales. En la actualidad los procesos globalizadores y la tendencia a la homogeneización suponen un desafío para la continuidad de las especificidades de los pueblos. Como se señala desde la UNESCO, las tradiciones y expresiones orales en lengua materna se consideran uno de los ámbitos donde se manifiesta el patrimonio cultural inmaterial. Por este motivo se insta a su reconocimiento, salvaguardia y recuperación en aras del mantenimiento de la diversidad cultural. 1 Se ha optado por utilizar esta grafía, no obstante puede aparece con otras como mapudungun, mapudungu o mapuchedungun. 1 La revitalización de su lengua propia puede contribuir decisivamente a la cohesión desde el interior de la sociedad mapuche y es una excepcional herramienta de resistencia contra el poder. La memoria compartida, el repertorio de referentes de pertenencia, se configura como un buen acicate para la persistencia de su propia identidad étnica que los proyecte hacia el futuro. Palabras Clave: oralidad mapuche, patrimonio cultural inmaterial, diversidad cultural, identidad étnica. Introducción La oralidad, que se puede definir a grandes rasgos como la expresión de la palabra hablada o las manifestaciones de carácter oral del lenguaje, es la forma elemental de comunicación humana. De acuerdo con Ong (1987: 17) la escritura, considerada como una estructura secundaria, no hubiera sido posible si previamente no hubiera existido algún tipo de testimonio verbal. Durante un largo tiempo, las culturas indígenas han contado como único medio de comunicación con el habla, siendo este el modo de reproducción y transmisión de sus costumbres, creencias, experiencias o conocimientos. La verbalización, en consecuencia, ha venido formando parte de un repertorio cultural específico que configura de forma manifiesta los rasgos de identidad particular y compartida, determinando o delimitando una entidad única. De acuerdo a lo anterior, los términos auditivos propios de un grupo humano han sido los únicos a través de los cuales se ha podido transferir de forma fidedigna el mensaje deseado, que de otro modo no hubiera sido factible. Para que adquieran los significados en plenitud es necesario, como señalan Caniguan y Villarroel (2011: 17), que se utilicen en un determinado contexto, de acuerdo a los parámetros que estructuran su cosmovisión. 2 Considerando que la comunicación oral es un eje fundamental de las interacciones sociales, es evidente que tanto hablante como oyente-es deben mantener cierta “sintonía”, de modo que quienes escuchan entienden y son partícipes de los modos en que se producen los diversos tonos, cambios de entonación, las distintas intensidades, repeticiones, pausas o movimientos corporales. Es necesario señalar, además, que las variaciones en la forma de comunicar a través del acto verbal depende del momento –actos cotidianos o ceremoniales– o de los interlocutores –familiares, miembros de comunidades cercanas o visitantes de otras tierras–. El ámbito de la oralidad comprende una amplia serie de manifestaciones, como pueden ser, adivinanzas, cuentos, mitos, poemas o cantos, que cada sociedad utiliza como para formar, fortalecer o dar continuidad a una memoria colectiva, y en definitiva mantener viva su cultura. Cierto es que la palabra dicha, al contrario de la escrita, desaparece una vez acaba el periodo sonoro. No obstante, en la memoria de los oyentes permanece el momento en que se produjo, los gestos de los que fue acompañada y los significados que todo ello encierra. Las tradiciones y expresiones orales, como se recoge en la Convención de para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO (2003), están consideradas parte esencial del patrimonio inmaterial de los grupos humanos, el sustrato fundamental de la cultura propia a través de la cual se transmite la cultura. Son, además, un eje esencial de la diversidad cultural que en la actualidad está amenazada por la paulatina urbanización, la emigración o la industrialización, y en último término –como se indica en la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales de la UNESCO (2005)– por la globalización, que produce cierta estandarización. 3 En los procesos mundializadores se producen, sin embargo, dos tendencias: homogeneización y heterogeneización que conviven en una pugna permanente. Según Appadurai (2001: 30), las interacciones globales no están causando un problema de uniformización porque no están desapareciendo los particularismos culturales. Así lo señala García Canclini (2006: 6), para quien la globalización no es lo opuesto a las culturas locales, es decir, que no hay un auténtico antagonismo, sino –utilizando las palabras de Roland Robertson– “constante glocalización”, es decir una tensión y coexistencia entre los fenómenos transnacionales y locales. La palabra en la cultura mapuche y sus manifestaciones El pueblo mapuche se ha caracterizado tradicionalmente por la oralidad, o como señala Golluscio (2006: 31) “es una cultura centrada en la palabra”. A la llegada de los conquistadores, en el siglo XVI, en el extenso territorio que va del río Choapa –en la actualidad la Región IV– hasta el golfo de Reloncaví –isla de Chiloé–, de lo que es hoy Chile, existiría cierta unidad lingüística por medio del mapudungún –mapu, tierra; dungú(n), lengua, habla–. Como pueblo ágrafo, la comunicación oral ha estado presente en todos los ámbitos de la vida tradicional, tanto en los actos cotidianos como en aquellos considerados como especiales. A través de la palabra hablada se ha venido transmitiendo su propio repertorio cultural. Las técnicas de producción verbal están asociadas, indica Painequeo (2012: 208), a la forma en que los indígenas conciben el mundo, por lo tanto, tienen una estrecha relación con la lógica propia, en la que se prefigura un espacio singular simbólico. Éste sólo alcanza su valor de significación plena en su contexto específico, vinculado a un lugar, un momento, una estética y lenguaje gestual. 4 El habla de los mapuche en la sociedad tradicional ha estado muy vinculada a la educación de los jóvenes, con la que se ha tratado de ejercitar su memoria. Por esta razón la acción verbal se caracteriza, como afirma Bengoa (1996: 66), por su riqueza descriptiva y por el culto por los detalles. De un modo similar lo considera Guevara (1913: 312-313) al afirmar: Cada tipo de mentalidad funciona con su lengua peculiar. Por lo tanto, al mecanismo mental del araucano de tiempos pasados correspondían formas propias de espresión (sic). Nótase en la lengua araucana la característica de espresarse (sic) los detalles concretos que en las indo-europeas se callan. El rasgo saliente de la lengua era antes, como lo es todavía, la precisión minuciosa de los detalles. Describía con exactitud admirable la situación, los movimientos, las distancias, las formas i (sic) los contornos de los objetos i (sic) de los seres. El lenguaje por jestos (sic), complementario del oral, estaba mui (sic) esparcido en la antigüedad. Aún no han olvidado algunos viejos el movimiento espresivo (sic) i variado de las manos, que acompaña al lenguaje oral o se usa separadamente como especificación de un pensamiento entero. En las danzas de índole relijiosa (sic) se emplea todavía este lenguaje mímico, bien comprensible para el indio. Había también una acción májica (sic) en innumerables palabras (…). En la vida cotidiana o en momentos especiales, es decir, bajo circunstancias variadas –entre los familiares, los miembros de la comunidad o ante la llegada de extranjeros–, la comunicación oral ha servido para “entretener, enseñar, valorar, despedir, formar, fortalecer, saludar, sanar, conquistar, entregar un mensaje, etc.” (Painequeo, 2012: 210). En la actualidad, desde una perspectiva diacrónica, se tiende a continuar con la división en etapas que estableció Walter J. Ong (1996) en relación al tránsito de la palabra hablada a la escrita. Así lo consideran Iván Carrasco (1990) y Hugo Carrasco (2002) en el caso de la sociedad mapuche, quienes distinguen tres fases: una primera denominada “oralidad absoluta”, correspondiente al periodo prehispánico, previo a la imposición del castellano, momento en el que la lengua es eminentemente oral, sin la existencia de ningún sistema de escritura. 5 La segunda, definida como de “oralidad inscrita”, donde la cultura dominante impone la letra impresa, se transcribe el mapudungún y posteriormente se traslada al castellano. Para Carrasco (2002: 84), es entonces cuando la cultura mayoritaria influye en la etnoliteratura mapuche y ésta empieza a adecuar sus posibilidades a la escritura. Se trata de un traspaso en los límites culturales, donde coexiste lo oral con lo manuscrito. Una tercera, que llega a la actualidad, es la de ”escritura propia”, en la que los propios autores mapuche generan textos de manera autónoma a la narración oral, es decir, codifican su pensamiento en letra impresa. La escritura, que comenzó a ponerse en práctica en el territorio mapuche tras iniciarse la evangelización relegó en parte a la expresión oral, sin embargo, afirma Montecino (2007: 24), nunca consiguió que ésta dejara de mantenerse como “fuente constante, cotidiana y privilegiada de comunicación entre las personas”. En consecuencia, la práctica verbal no desapareció en su función de transmisora del saber y la memoria. Según Contreras (2007: 3), de las diversas adquisiciones culturales tomadas de los españoles, la sociedad mapuche nunca adoptó la escritura como algo propio, relegándola a espacio secundario. Esta afirmación vendría a poner en duda que haya existido un tránsito pleno desde la oralidad al documento escrito. Es en este sentido como se pronuncian dos de los creadores mapuche actuales: el distinguido poeta Elicura Chihuailaf y el polifacético Lorenzo Ayllapán2. Ambos afirman que sus obras están concebidas bajo los parámetros de la oralidad –a pesar de que se encuentren impresas– para ser relatadas o cantadas, no leídas. En el caso de ambos citados se ponen de manifiesto, desde un contexto naturalista, los conceptos que configuran la cosmovisión mapuche –la noción dual o la su concepción sobre la tetrapartición– remitiendo a la memoria, al pensamiento mítico, recreando una simbiosis entre lo terrenal y lo espiritual. Conocido como üñunche –hombre pájaro–. Reside en la comuna de Puerto Saavedra en la región de La Araucanía. Fue declarado Tesoro Humano Vivo por la UNESCO en el año 2012. 2 6 En la cultura tradicional mapuche han existido, y hoy no han desaparecido por completo, especialistas en el manejo de la palabra; personas con ciertas cualidades en la práctica del “saber decir”. Así, los weupifes, son los que transmiten los saberes a través de historias dentro de la comunidad; los werkenes –voceros, mensajeros– encargados de trasladar mensajes a otras comunidades; o los negenpine –dueños de la palabra– que dirigen las oraciones en las diversas rogativas y, por sus conocimientos, son estimados asesores filosóficos y espirituales. En general se pueden distinguir dos modalidades de expresiones orales, las que se pueden considerar poéticas y las que no; las que tienen una melodía o carecen de ella. En cualquier caso, en mayor o menor medida, se acompañan de variaciones en la entonación de la voz, de ciertos gestos, onomatopeyas, miradas o exclamaciones. Las más singulares manifestaciones –caracterizadas por su minuciosidad descriptiva– con las que el mapuche de vida tradicional ha venido expresando y transmitiendo su particular cultura son: Epew: definido como cuento o relato sobre mitos y leyendas –fenyentun–, en los que aparecen personajes humanos, animales, –también animales personificados– o entes superiores, con gran dosis de fantasía, donde es común hacer constantes menciones a un contexto natural. Se caracterizan porque han sido el método utilizado por los mayores, generalmente alrededor del kütralwe –fogón–, para entretener y enseñar a los más jóvenes a través de metáforas. El objetivo final es que los niños aprendan su historia, a comportarse, a ser respetuosos y respetados, honrados y leales –a ser Che– y puedan ellos transmitir los conocimientos en el futuro. En las comunidades solían existir especialistas, dotados de extraordinarias cualidades para esta función. En la actualidad apenas quedan algunos, entre los que hay que mencionar a la señora Paula Painén3. 3 Afincada en la comuna de Padre Las Casas, región de La Araucanía, fue reconocida como Tesoro Humano Vivo por la UNESCO en el año 2010. 7 El más conocido de entre los epew es el del mito de su creación, en el que, representando el bien y el mal, las culebras Cai-Cai y Tren-Tren mantienen una lucha: Allá en el mar, en lo más profundo, vivía una gran culebra que se llamaba Cai Cai. Las aguas obedecían las órdenes del culebrón y un día comenzaron a cubrir la tierra. Había otra culebra tan poderosa como la anterior que vivía en la cumbre de los cerros. El Ten Ten aconsejó a los mapuches que se subieran a un cerro cuando comenzaran a subir las aguas. Muchos mapuches no logaron subir al cerro y murieron, transformándose en peces. El agua subía y subía, y el cerro flotaba y también subía y subía; los mapuches se ponían los cantaritos para protegerse de la lluvia y el sol; y decían: Cai, Cai, Cai; y respondían: Ten, Ten, Ten; hicieron sacrificios y se calmó el agua, y los que se salvaron bajaron del cerro y poblaron la tierra. Así nacieron los mapuches (Bengoa, 1996: 9)4. Escultura de madera que representa a las serpientes Cai-Cai y TrenTren. Plaza de Nueva Imperial. 4 Existe una gran variedad de interpretaciones sobre este mito. El presentado corresponde a un relato recogido cerca de Purén, en la provincia de Malleco. Afirma Bengoa que una parte del relato se acompaña con movimientos de las manos y sonidos como de lluvia que cae sobre el techo. 8 Ül: se trata, según Caniguan y Villarroel (2011: 36) de un discurso poético expresado a través del canto. Se configura, por tanto, como un tipo de alocución artística-melódica que los mapuche han desarrollado desde tiempos inmemoriales. A través de la acción, el ülkantufe –cantor, poeta–, con su destreza en la improvisación y memoria, transmite sus emociones a los oyentes. Se realiza en forma lírica, acompañada de una melodía que evoca sentimientos como alegría, dolor, esperanza. No son necesarios instrumentos musicales, sin embargo en ocasiones se acompaña con el sonido acompasado del cultrún –tambor–. Su práctica se lleva a cabo en momentos cotidianos, como puede ser en los trabajos comunales –por ejemplo en la construcción de una ruka (vivienda tradicional)– o en las labores del hogar; especiales o ceremoniales, como un mafün –rito de casamiento–, la práctica del palín –deporte de carácter religioso de origen ancestral–, entierros, o la celebración de un nguillatún –rogativa más importante en la cultura mapuche–. A pesar de que el protagonista es el intérprete a través de la construcción y ejecución de su propia obra, los oyentes se convierten también en actores, que comparten, dice Painequeo (2012: 210), el repertorio de significaciones que representa, de acuerdo a las costumbres del az mapu5 en el sector. Con su práctica se rememoran retazos de la historia de la familia o la comunidad, recordando a los antepasados. Se trata además de una importante herramienta pedagógica, un recurso útil en la educación de los menores, a través del cual se transmiten, de un modo lúdico, normas y valores. A través del ül, la machi –autoridad religiosa– se pone en contacto con los seres del más allá para que influyan en la sanación de enfermos o la propiciación de buenas cosechas 5 Esta expresión se utiliza para definir el conjunto de comportamientos de acuerdo a las características socio-culturales, espirituales y geo-espaciales de un territorio. Se utiliza también aludir a una serie de normas que conforman las leyes naturales –asimilable al derecho consuetudinario– a modo de un código ancestral de carácter ético-jurídico. 9 Nüxam: significa conversación o diálogo. Se trata de una expresión verbal en la caben las narraciones de historias, relatos –vividos o conocidos porque alguien los contó–. En la cultura tradicional mapuche los más pequeños son instruidos para ser buenos en esta práctica. Ngülam: se puede definir como consejo, enseñanza, educación. Relacionado con la transmisión de conocimientos. Según Golluscio (2006: 96), se trata de una expresión discursiva estructurada en la que “el enunciador, a partir de ciertas condiciones y del cumplimiento por parte del destinatario de las conductas, las actitudes o los estados personales “aconsejados”, enuncia –y anuncia– consecuencias positivas para aquél, predicciones construidas como enunciados aseverativos y, en general, evaluativos”. Pentukun: saludo protocolario. Se trata de un tipo de alocución utilizado para conseguir establecer o mantener relaciones entre personas o grupos. Se configura en forma de ritual entre dos personas o más donde se establece un tipo de diálogo consistente en preguntar y responder, con la finalidad de conocer o anunciar. Así, por ejemplo, se informa sobre el estado en el que se encuentran los interlocutores, sus familias o comunidades y los acontecimientos que se han producido desde la última vez que se vieron. Va acompañado de un contacto físico a través de apretones de manos o de abrazos. La conversación está repleta de calificativos, descripciones intercaladas, con variadas entonaciones –que pueden denotar disgusto, alegría o resignación– y gestos. Para cumplir el protocolo, realzado por el ambiente de solemnidad que se crea, se toma el tiempo necesario, lo que suele producir disertaciones muy largas. 10 Desafíos en un contexto globalizado: las expresiones orales, un instrumento de resistencia A partir de la llegada de los conquistadores hispanos al territorio que ellos denominaron como el de los araucanos, se produjo una progresiva transformación cultural. En referencia a la lengua, el mapudungún comenzó a ponerse por escrito y además conocieron una lengua nueva, el castellano, que hoy hablan y entienden todos los habitantes de Chile. El declive de la comunicación oral comenzó en el momento en que una parte de la población mapuche se ve obligada a emigrar a las ciudades, a inicios del siglo XX, debido al empobrecimiento por la tenencia de la tierra –las causas de esta decadencia hay que buscarlas en lo que aconteció tras la Pacificación de La Araucanía, que terminó en 1883–. La vida en la urbe no fue fácil para los nuevos residentes, quienes sufren el desprecio y la marginación, viéndose obligados a hacer desaparecer los rastros que los “delatan”, entre ellos su lengua materna. El porcentaje de población que habita en el medio urbano hoy supera el 63%, según señalan Irarrázaval y Morandé (2007: 39). En el ámbito rural no persiste la vigencia del sistema de expresiones verbales propios de otras épocas, no obstante existen aún, señalan Caniguan y Villarroel (2011: 23), ciertos espacios –básicamente en tierras ancestrales de La Araucanía– donde se han mantenido prácticas relacionadas con la tradición oral. Esto viene a corroborar lo que indica Painaqueo (2012: 209), que en algunas comunidades no ha arraigado la escritura, y se ha dado continuidad a la palabra hablada como sistema de comunicación. Por otro lado, existe un alto porcentaje de población mapuche, fundamentalmente de jóvenes, que no sabe hablar la lengua de sus antepasados, a pesar de lo cual, se considera ésta, según señalan Irarrázaval y Morandé (2007: 42), el segundo elemento más relevante de su cultura. 11 En la actualidad, abocados a vivir bajo los códigos que impone la globalización, se viven momentos de incertidumbre en lo que tiene que ver con el uso del mapudungún, y más concretamente en sus manifestaciones orales. Los procesos mundializadores llevan aparejada una tendencia hacia la estandarización, lo que conlleva un menoscabo de los particularismos culturales. En la confrontación entre lo global y lo local se manifiestan dos dinámicas con orientaciones distintas: tendencia a la uniformidad e interés inusitado por diferenciarse. Lo indicado se constata en lo que está sucediendo en el interior de la sociedad mapuche. Quienes se consideran pertenecientes a este pueblo originario tienen cada vez más semejanzas en sus modos de vida con los habitantes de otros lugares del planeta. A pesar de ello se perciben a sí mismos como distintos, dotados de cualidades singulares que conforman su identidad étnica. El arraigo a lo propio se ha ido acrecentando en contacto con aquellos desemejantes, por los cuales se sienten dominados. Tratando de sobreponerse a una situación de subordinación se ha ido generando un progresivo apego a los repertorios que configuran su patrimonio cultural, de tal modo que éste es utilizado ahora como símbolo de resistencia identitaria. Es preciso apuntar que patrimonio e identidad van íntimamente unidos, ambos conceptos remiten a un “nosotros” que cobra significado en contraste con un “ellos” y conforma una frontera cultural que construye el ethos del pueblo. No cabe duda, a tenor de lo dicho, de que el acervo patrimonial es un instrumento de gran utilidad, aunque esté modelado a través de la reconstrucción idealizada de un pasado histórico. Si bien supone una resignificación de referentes ancestrales proporciona una conciencia colectiva. 12 La utilización de la lengua original –donde están incluidas sus diferentes manifestaciones orales– como parte integrante del patrimonio inmaterial es, como afirma Golluscio (2006: 41), un medio privilegiado a través del cual se pueden tejer los sentidos de pertenencia y devenir. En este sentido, el uso de la palabra hablada en lengua propia se percibe como un hecho significativo, el de ser partícipes en la revitalización cultural puesta en marcha. Es por ello que en los últimos años se está rescatando el uso del mapudungún, a lo que han contribuido las iniciativas de profesionales de diversas disciplinas –historiadores, antropólogos o lingüistas–, acompañado, evidentemente, de una disposición por parte de la población mapuche por aprenderlo. En relación con lo anterior, es pertinente señalar que desde la década de los noventa se viene promoviendo un proceso de retradicionalización, que lleva aparejado un interés por recuperar prácticas rituales de carácter tradicional. Está constatado que en los últimos años, en diversas comunidades, se están volviendo a celebrar ceremonias, como el nguillatun –la rogativa más significativa– o el we tripantu –año nuevo–, que estaban en riesgo de desaparecer o ya no existían. Asimismo, en relación a lo anterior, algunas personas se han interesado por rescatar saberes y técnicas de oficios tradicionales, como el textil, la platería o la alfarería. En este sentido hay que indicar que los objetos creados son utilizados en actos ceremoniales como los anteriormente citados. 13 A modo de conclusión Actualmente, inmersos en un sistema globalizado homogeneizador, las particularidades culturales de los pueblos se sienten amenazadas, lo que equivale a decir que está en riesgo la diversidad cultural. Así lo advierten desde la UNESCO, donde se muestra gran preocupación por la desaparición de ciertos repertorios que configuran el patrimonio cultural inmaterial, especialmente en lo referente a las expresiones orales en lengua materna. La oralidad en mapudungún ha venido actuando en la sociedad tradicional como soporte de la memoria colectiva, sirviendo de mecanismo con el que reformular los fundamentos de su cultura ancestral. Ha sido el sustento de una base de pensamiento que remite a contextos históricos, un canal a través del cual se ha expresado y comprendido su particular cosmovisión. Con ella se han determinado las cualidades específicas que conforman su sistema simbólico y marcan las fronteras de su identidad social. Ciertamente las representaciones verbales particulares del pueblo mapuche se encuentran amenazadas por los nuevos modos de vida. No obstante se está produciendo un esperanzador resurgimiento. El interés por diferenciarse está provocando que una parte de la población muestre deseos de revalorizar su cultura propia. Esta dinámica se percibe como un ejercicio de reafirmación identitaria ante una sociedad dominante en la que viven subsumidos. En ese sentido sirve como un instrumento reetnificador y, en tanto, reivindicativo. Una auténtica revitalización de repertorios del patrimonio cultural hoy puede ser un recurso útil para impulsar el desarrollo local. El incremento de hablantes de mapudungún, tiene un efecto favorable en el aumento progresivo de celebraciones tradicionales y es un estímulo para la recuperación de oficios tradicionales, cuyos objetos creados son utilizados, a su vez, en los diversos rituales. 14 Lo antedicho desencadena una serie de resultados positivos por cuanto cohesiona a la sociedad, proporciona ingresos e invita al mapuche urbano a acercarse a su comunidad de origen. Todo ello puede evitar la despoblación del ámbito rural puesto que los que están asentados en él no se ven obligados a marcharse y alienta a los de la ciudad a que regresen para quedarse en las tierras que fueron de sus antepasados. La utilización de expresiones orales propias actualmente se concibe significativamente como un puente desde un ayer a un hoy, que constituye un juego de permanencias, una manera de comprender el mundo. Se entiende, por tanto, como referente de pertenencia y recurso de persistencia, puesto que contribuye a dar continuidad a aquellos mitos primordiales que configuran su ethos. El conocimiento de valores ancestrales, donde la lengua tiene un espacio privilegiado, estimula la memoria. Se escenifica el pasado en el presente evocando un sentido de la trascendencia que dignifica, redefine, reactualiza y proyecta hacia el futuro. BIBLIOGRAFÍA 15 Appadurai, Arjun (2001): La Modernidad Desbordada. Dimensiones Culturales de la globalización. Ediciones Trilce. Montevideo. Uruguay. 237 pp. Bengoa, José (1996): Historia del Pueblo mapuche (siglo XIX y XX). Ediciones Sur. Colección Estudios Históricos. Santiago. Chile. 426 pp. García Canclini, Néstor (2006): “La globalización: ¿productora de culturas híbridas?”, en: Actas del III Congreso Latioamericano de la Asociación Internacional para el Estudio de la Música Popular. 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