--·---------··---------- II CONGRESO DE PSICOANÁLISIS DE LAS CONFIGURACIONES V INC ULARES El vínculo y el fantasma Bernardo Daniel Katz "No es a su conciencia a lo que el sujeto está condenado, es a su cuerpo que se resiste de muchas maneras a realizar la división del sujeto". Jacques Lacan La vincularidad es fundamental para pensar nuestra práctica. Los vínculos entre sujetos son un producto de las particularidades de cada época y cultura y a la vez, productores de subjetividad. Nos preguntamos: subjetividad ¿es lo mismo que sujeto del inconciente? Veamos: el cuerpo, nuestro cuerpo, el real pero también el representado y libinizado es el soporte más formidable para el asentamiento de los procesos unificatorios e identitarios. Y el yo, ese yo corporal freudiano, es su más sólido 'coordinador'. El yo de una persona, ese 'nuevo' acto psíquico, se construye con los paradigmas de c~da época y cultura. Y en tanto gregario por necesidad, se relaciona con otros yoes, en estructuras intersubjetivas. Primera noción a cuestionar (como consecuencia de lo anterior) es la del psicoanálisis individual: la presencia del analista como otro muestra sobradamente que los sujetos que en este dispositivo emergen, son también producto de una relación vincular. En todo caso, se supone que es más sencillo (y creemos que no es más que un velo imaginario) acotar la presencia del analista para que por fin, realmente, haya "un solo sujeto en análisis". Vayamos a la práctica. Decir que hay un solo sujeto en análisis implica, en principio, tratar de hacer jugar lo menos posible el yo del analista. Entendiéndose al yo como homólogo a sujeto y a subjetividad. Pero no significa solo eso. Significa preparar un campo donde recibir, escuchar y trabajar con el sujeto del inconciente. Como es notorio estamos proponiendo una esencial diferenciación entre sujeto del inconciente y el yo como sujeto. Concepto estrictamente psicoanalítico. 381 1. Il CONGRESO DE PSICOANÁLISIS DE LAS CONFIGURACIONES VINCULARES En nuestra práctica se instituye un campo que permite una operatoria dotada de una finalidad: permitir la emergencia del sujeto del inconciente. Del interjuego de significantes marcados por la época y la historia del analizante surge la verdad deseante. Razón de ser del psicoanálisis. Trabajemos ahora desde dentro de esta operatoria. El intento es, teórica (e idealmente) reducir al analista a ser una oreja. Pero lo cierto es que todo el resto del cuerpo del analista y su posición subjetiva también están presentes en esa escucha. Y no solo como un defecto u obstáculo indeseables sino precisamente como aquello que sitúa al analista en una, y no otra, posición transferencial. Dicho de otra forma: porque su subjetividad le hace obstáculo es que el analista puede no escuchar algo y por este punto de no escucha (y por aquellos otros que sí escucha) es que se van a producir los fenómenos transferenciales que son condición de posibilidad del campo operatorio del psicoanálisis. Sabemos que las consecuencias negativas de plantear la subjetividad del analista como un defecto son las vergüenzas y ocultamientos de los analistas, por ejemplo en las supervisiones, porque se dan cuenta que una palabra por ellos dicha, o un silencio o una ocurrencia no planteada pero sí pensada, o incluso la interpretación que hicieron, muestra su posición subjetiva en el análisis que conducen. Y desde el superyo psicoanalítico "eso está muy mal". En este punto en particular ¿que diferencia hay entre un análisis individual, de pareja, de grupo, por ejemplo? Ninguna, siempre hay más de una subjetividad en juego porque la del analista cuenta. Supongamos que realmente entrenamos tan bien a un psicoanalista que se transforma pura y exclusivamente en una oreja. Ahí la cosa se complica. Si el analista escuchase todo lo que dice un paciente y su presencia estuviese reducida a ser estrictamente esa oreja, el análisis sería perfecto pero llegaría hasta el límite del Principio del placer, nunca más allá de él. La transferencia surge allí donde no se escucha, pero no se escucha porque algo del decir del analizante alcanzó al analista. Cuando se deja de ser oreja, aparece en la escena un analista "afectado", lejos del supuesto ideal. La explicación de este estado de cosas es más sencilla que su posibilidad de manejo: sabemos que el objeto que causa el deseo es precisamente la falta de objeto elevado a la condición de causa. Dicho de otro modo: es la falta de objeto la que causa el deseo y si el analista quiere estar en ese lugar (de objeto causa), debe tender a ser 'oreja' pero aquí esta metáfora empieza a fallar porque no debe ser ni eso: Lacan, por ejemplo, necesitó crear el término "des-ser del analista" para referirse a esto. Pero volvamos a ese analista todo oreja que dejamos antes de este cuestionamiento: si cumpliese perfectamente su cometido, la serie descifradora del discurso inconciente no tendría fin: el sujeto seria una deriva continua. 382 Inatrapable e inmodifica · ~ para otro significante" . Ejemplifiquemos: un ~ bien que le hace sentir e-"' pensar las situaciones de analista. Dice que por est . He aquí esa línea recta _ producción del sujeto de Sin embargo, recién e bronazo, ese látigo, esa v -- a viene a contornear, ahí r ambos es que para el paci la línea recta se curva, des:: dramatiza. 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Ejemplifiquemos: un paciente explica que continúa analizándose por lo bien que le hace sentir ese cimbronazo que le marca una nueva manera de pensar las situaciones de su vida. Ese cimbronazo es la interpretación del analista. Dice que por esto, bien vale analizarse. He aquí esa línea recta que avanza, nómada, metonímica y que anuncia la producción del sujeto del inconciente. Sin embargo, recién cuando el analista pueda entender que él es ese cimbronazo, ese látigo, esa vara, ese objeto sádico que la pulsión del analizante viene a contornear, ahí recién comprenderá porqué otro motivo ignorado por ambos es que para el paciente 'vale la pena seguir analizándose'. Recién ahí la línea recta se curva, desnudándose el goce en ese análisis. El fantasma se dramatiza. Recién allí el analista está en condiciones de operar para que el deseo gane 'terreno' a la pulsión. Este es el campo operatorio del psicoanálisis y sigue siendo su grano de verdad irreemplazable y explica porqué los conceptos de sujeto del inconciente y del deseo no pueden ser abandonados. Este analista-cimbronazo y su paciente masoquista ¿cómo se produjeron? Algo del decir del analizante entró por la oreja y conmovió al analista, porque él también es alguien al que el decir del otro le aviva sus propias series inconcientes y sus propias fuerzas pulsionales. Así, sin saberlo, se ofrece como objeto de la pulsión. El trabajo parece una línea recta pero es un círculo repetitivo. Recién al romper esto, la falta de objeto irrumpe y con ella el deseo. No hay análisis del significante que no quede atrapado en las demandas de amor de la transferencia. El dispositivo analítico coincide con la estructura del fantasma. Para ocupar el lugar de objeto debe des-subjetivarse todo lo posible y es por no poder hacerlo del todo, que podrá ocupar un lugar en el fantasma del analizante. Segunda cuestión: si lo anterior es correcto, o sea: si no se puede pensar el setting psicoanalítico como una estructura intersubjetiva, entonces ¿cómo pensar lo vincular? ¿Queda reducido a lo fantasmático? \ Creemos que este es el punto a pensar para que lo vincular no parezca contradictorio con lo que es el corazón mismo de la operación psicoanalítica. Si el sujeto del inconciente (que no es) solo se relaciona con el Otro (que no existe) a través de la producción del objeto que tanto hace consistir al Otro como al sujeto (llamamos a esto el fantasma), ¿cómo pensar el vínculo entre sujetos? Hay dos respuestas interesantes. La primera ha consistido en poner el acento en los efectos de presencia en 383 ::=--- ... 1 ·'"'~m1~m1~:m::''l~:,¡¡¡;iíl · - ,,mmml'W' II CONGRESO DE PSICOANÁLISIS DE LAS CONFIGURACIONES VINCULARES los análisis. Tener que trabajar con varias personas a la vez nos puso ante la realidad de discursos que se acotan, desmienten, contradicen entre ellos, apareciendo varias versiones de cada hecho. Al igual que en los mitos, no es uno más importante que otro. La verdad que portan se sostiene precisamente del cotejamiento de todos. Este es su valor fundamental: desnudan permanentemente que cada versión activa algunos elementos mientras silencian otros. Cuando el analista interviene, lo hace bajo la impresión de que su palabra también es otra posible versión. Constatación de que el gran otro que encarnamos (o la gran oreja) no es un lugar cómodo, sino más bien imposible. ¿Hemos sentido esta impresión en los análisis? Si la respuesta es no, estamos obviando nuestra presencia en las sesiones y amparamos el goce al analizar, refugiándonos en nuestra 'ausencia' tras la escucha. El lugar de objeto del fantasma para el analista no tiene otra función que permitir su ruptura, cada interpretación apunta a esto. Creemos que en cada situación en que esto se produce, el analizante es un sujeto deseante no alienado en el Otro y al mismo tiempo , y porque la ruptura de las situaciones fantasmáticas hacen caer al objeto-analista y a toda la constelación histórica que él arrastra, el analista puede ser otro sujeto para el analizante. A esto llamamos una experiencia vincular. De ahí la importancia de este acento en lo presencial pero no se nos escapa que esto es posible porque todos los efectos derivados de la ausencia-falta están jugando puntualmente en cada una de estas situaciones. Cada una hace de telón de fondo para la otra y no vemos la posibilidad de pensar una clínica de la presencia en forma aislada como tampoco una teorización que la tome como único eje. La segunda respuesta tiene que ver con una original forma de pensar los tres registros lacanianos. Cada sujeto lleva en sí lo imaginario, lo simbólico y lo real. En la relación con los otros, éstos se me aparecen como semejantes (me identifico imaginariamente con el otro), como diferentes (es el aspecto simbólico del otro) y como ajenos (aquello que no podemos simbolizar ni imaginar del otro, lo real inalcanzable). Como esta caracterización también cuenta para uno, en los vínculos habría puntos de fusión e indiscriminación donde el semejante aparece como otro yo, otros en los que es inasimilable la diferencia del otro y otros donde los demás se nos aparecen como opacos, siniestramente desconocidos y mostrándonos que también en nosotros hay territorios inabordables. Nos parece una idea interesante sobre todo en la clínica para pensar situaciones puntuales. Pero creemos que tiene un riesgo cual es el de ontologizar al sujeto. Que cada sujeto sea imaginario, simbólico y real y se relacione con otros sujetos de igual factura tiene como premisa partir de la base que cada 384 II CONGRESO DE Ps1coANÁL1s1s DE LAS CoNFIGURACJONES VINCULARES sujeto es uno con diversos aspectos, o sectores o registros. Y sin embargo creemos que estos registros lacanianos deben servir para mostramos precisamente que el sujeto no preexiste, sino que es una construcción. Y que nunca hay un sujeto que 'tiene' lo real, lo simbólico y lo imaginario sino que estos tres registros son los que lo producen. Última cuestión Postulamos que el modelo que más permite pensar en concordancia con estas ideas es el de entramado en red. Después de todo, pensar una sesión como una recta que avanza pero que al mismo tiempo va girando sobre sí misma gracias al objeto analista, a la larga va tejiendo una red. Aunque parezcan conceptos tan disímiles (y lo son), las corrientes psíquicas freudianas, los nudos borromeos, las lógicas inconsistentes, las estructuras rizomáticas, coinciden en la necesidad del concepto de red para sostenerse. Y nos muestran el grado de complejidad al que llega nuestro pensamiento. Aquí complejo alude a no-uno, Como siempre: lo real nos obliga a suponer. Bibliografía Freud, S. "Sobre la dinámica de la transferencia", 1912, Amorrortu, 1980. Lacan, J. "El objeto del psicoanálisis", Anagrama, 1970, Pág. 51. Lacan, J. Seminario del acto psicoanalítico, 1968. Lacan, J. Seminario de los cuatro conceptos fandamentales, 1964. Revistas de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Resumen El sujeto del inconciente se produce no solo por la relación entre significantes en su derivar sino por la torsión que implica en su recorrido la presencia de la pulsión. Tratamos de pensar cuándo el analista puede llegar a ocupar el lugar de objeto para dramatizar así la escena fantasmática con el analizante. La ruptura del fantasma permite que el analista pueda ser otro sujeto para el analizante: llamamos a esto, el corazón mismo de la experiencia vincular. Pensamos que el modelo que mejor expresa estas ideas es el de entramado en red. 385
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