EL DÍA, domingo, 28 de junio de 2015 p1 BATALLAS ESPECTRALES en Canarias, un fenómeno paranormal acreditado en otras latitudes, contado por testigos. 6/7 del domingo revista semanal de EL DÍA RECUERDOS DEL PASADO DUELO EN EL TRASATLÁNTICO “BEGOÑA” POR LA MUERTE DE SU CAPITÁN (1969) Texto: Manuel Marrero Álvarez (exdelegado de la Compañía Trasatlántica Española en Canarias) E l 20 de julio de 1969, muy temprano, llega a Santa Cruz de Tenerife la turbonave "Begoña", cumpliendo su tradicional itinerario de línea regular, procedente de los puertos americanos de Kingston, Puerto España y La Guaira, con un total de 1.122 personas a bordo, de las cuales 780 eran pasajeros en tránsito, 138 destinados a este puerto y una dotación compuesta de 204 tripulantes. Su silueta comenzó a vislumbrarse en la lejanía del sur de la isla pasadas las cinco de la mañana y, según se aproximaba a puerto, su alumbrado resplandecía y se distinguían sus tradicionales colores, chimenea y casco negro, con el resto pintado en blanco, sobresaliendo el intenso azul de las fundas de sus botes salvavidas. El buque toma práctico en el antepuerto y se adentra en la dársena, avanzando lentamente hasta la sección quinta del muelle Sur, donde, a la voz de “fondo”, ordenada desde el puente de mando al oficial de proa, echa al mar el ancla con seis grilletes de cadena para iniciar el reviro y posterior atraque unos minutos más tarde en la mencionada sección. El barco tiende a escorarse ligeramente a estribor debido a su poco lastre y porque en las cubiertas de esa banda la casi totalidad de los pasajeros se arremolinan a pesar de la hora temprana, intentando los destinados a Tenerife reconocer a sus familiares y amigos que acuden al muelle a recibirlos, tras muchos años de ausencia en Venezuela; y los de tránsito, por ser los primeros en querer desembarcar y aprovechar al máximo para recorrer la ciu- dad durante la corta estancia del buque en puerto. Al propio tiempo, los empleados de Cepsa y Junta de Obras del Puerto preparan en tierra sus mangueras para el inmediato suministro de combustible y aguada. El "Begoña" y su hermano gemelo, el "Monserrat" –este con una cubierta menos–, adquiridos en Italia a mediados del año 1957 con motivo del incremento de la emigración española a Venezuela, fueron unos barcos extraordinariamente populares y dejaron un recuerdo imborrable en los miles de isleños que viajaron en ellos, formando un vínculo entrañable en la vida marinera de este puerto, efectuando escalas regularmente y de forma continuada hasta el final de sus días de mar, unos tres lustros más tarde. Pertenecían a la flota de la centenaria Compañía Trasatlántica Española y estaban adscritos al servicio de pasajeros, Southampton, norte de España, Canarias, Centroamérica y Antillas Británicas. Desde el muelle, donde esperábamos al buque como representantes de la naviera, pudimos divisar circunstancias extrañas en el puente de mando que nos hicieron pensar que algo anormal tenía que estar pasando, ya que su capitán titular no se encontraba en su puesto y era el primer oficial quien daba las órdenes de maniobra junto al práctico. Además, no salía al alerón a saludarnos gorra en mano, como era su costumbre siempre que su buque llegaba o partía de Tenerife. Una vez amarrado al muelle, nuestra inquietud se vio lamentablemente justificada al decirnos los médicos de a bordo que el capitán Luis Foyé debía ser desembarcado con urgencia en Santa Cruz para su reconocimiento y tratamiento en tierra, debido a su mal estado de salud, agravado en las últimas horas. Por tal motivo, se solicitan los servicios de El trasatlántico “Begoña”, que mandaba el capitán Luis Foyé. Archivo Manuel Marrero. una ambulancia de Cruz Roja, que se coloca junto a la escala para recoger al enfermo y trasladarlo hasta una clínica de la capital donde quedará hospitalizado. Como detalle de su gran personalidad, debemos reseñar que era tal su orgullo y sentido del honor, que a pesar de su delicada situación, se negó a bajar a tierra en camilla, haciéndolo a pie. Asume el mando de la nave el primer oficial José González Conde y una vez efectuadas las operaciones de desembarque y embarque de pasajeros y aprovisionamiento, el buque reanuda su navegación a las 13.00 horas del mismo día, zarpando con destino al puerto gallego de Vigo y al de Southampton, en el sur de Inglaterra. Tras varias intervenciones quirúrgicas, los facultativos nada pudieron hacer por salvar la vida de este prestigioso y joven capitán, falleciendo once días más tarde de su desembarco, el 31 del mismo mes, a la temprana edad de 45 años, causando gran sorpresa y profundo dolor en la familia Trasatlántica por lo inesperado, dada la excelente salud de la que aparentemente gozaba el Sr. Foyé. También en Santa Cruz tuvo enorme repercusión su muerte, debido a la cantidad de canarios que viajaron en los buques mandados por él, especialmente en su última etapa del "Begoña", y cuando desempeñaba el cargo de primer oficial en otros barcos, dejando siempre el mejor de los recuerdos debido a su amabilidad y exquisita atención a bordo. Las muestras de dolor quedaron patentes en las manifestaciones de condolencia recibidas en las oficinas de los agentes-consignatarios de la compañía Trasatlántica, Sres. La Roche, al tiempo que el puerto tinerfeño y sus gentes, que tantas veces visitó y del cual decía que era un placer llegar a él por las buenas condiciones técnicas y las facilidades que siempre en- contraba su barco en todas las operaciones relacionadas con la escala, rememoran con nostalgia al ilustre marino y amigo Luis Foyé, que en ocasiones comentaba: “No concibo atracar en Tenerife y no bajar a tierra, a sentarme un rato en el Bar Atlántico y contemplar mi barco y el mar frente a mí, mientras saboreo una taza de café o una jarra de cerveza”. Asimismo, al referirse a los pasajeros del archipiélago que embarcaban en el buque de su mando los representantes de la naviera en este puerto escuchaban de él frases tan halagadoras como: “Buena gente son estos canarios; personas muy tranquilas que jamás causan problemas a bordo”. Pero a pesar de las bondades del capitán Foyé, éste era un hombre de carácter, introvertido y muy difícil verlo sonreír, aunque los que compartieron con él momentos de trabajo y amistad, justificaban su extraña personalidad como producto de su difícil y escalofriante juventud. Y es que, con apenas 17 años, se alistó en la 3ª Compañía de la 1ª Bandera de la Legión Española de Voluntarios, y en los años 1941 a 1943 con el grado de cabo 1º, combatió junto al ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial con la División Azul. Vivió y luchó por sus ideales, asumiendo en todo momento que cada uno es dueño de sus actos y que el camino elegido había sido el correcto, acorde a sus principios. Estas causas influyeron, sin duda, a forjar un hombre enérgico y de grandes convicciones, llevando siempre consigo las ideas de la disciplina que adquirió en esa primera etapa de su vida. Tuvo enemigos, ¡quién no!, algunos contrarios a sus ideas, que él jamás exteriorizó; otros, por sentimientos de envidia, pero quienes le conocimos personalmente sabemos que fue un hombre respetuoso con todos; con sus superiores y con sus subalternos, p2 domingo, 28 de junio de 2015, EL DÍA EN PORTADA aceptando con educación y máxima deferencia aquellas personas con opiniones e ideas diferentes a las suyas. Dicen que fue un hombre autoritario y no es verdad; más bien era tímido y reservado, exigiendo, eso sí, el máximo respeto a su intimidad. Por sus acciones en el frente de batalla lucían en su pecho varias condecoraciones y era, sin duda, en esa época el capitán de Trasatlántica que ostentaba más distinciones y honores, aunque prácticamente todos conseguidos por méritos de guerra, durante su servicio en la División Azul; entre otros, la Cruz de Hierro de 2ª clase, que le fue concedida el 26 de enero de 1944. Gustaba salir a tierra de uniforme, donde prendían los pasadores reflejando tales símbolos, causando admiración en la gente de la calle que observaba a un marino mercante tan condecorado. Como consecuencia de ello, también entre muchos de sus compañeros oficiales y subalternos, donde creo que se encontraba el grupo de los envidiosos, era conocido como el “Capitán Medallas”. Rendía pleitesía a sus pocos amigos y nadie podía negarle su alta profesionalidad, rectitud y el orgullo que sentía por ser capitán de la Compañía Trasatlántica Española, aunque su gran personalidad le hiciera llevar a rajatabla aquello que le confiere la ley, de que durante la navegación le da tal poder de mando que nadie a bordo está por encima del capitán, convirtiéndose en el “primero después de Dios”, según expresión sajona. Su primera responsabilidad como capitán la ejerció en el carguero “Ruiseñada”, pero él se oponía a que lo calificaran de tal manera porque decía que no era lo mismo mandar un carguero que “estar al mando de un buque de carga de la Trasatlántica Española”, con un nombre ilustre que honraba al que fuera presidente de la Naviera, conde de Ruiseñada, biznieto del marqués de Comillas y fundador de la compañía. Por ello, mientras fue capitán de dicho barco, al que mantenía con una imagen impoluta, impuso la obligación a todos los oficiales de usar durante su estancia a bordo el uniforme reglamentario, y en especial en las horas del comedor, tal como se hacía en los buques de pasaje, a pesar de que en el resto de la flota de carga de la compañía no fuera obligatorio. Asimismo, igual que siempre se hizo en la centenaria Naviera, no permitía al personal del puente de mando sentarse en momento alguno durante la guardia, debiendo permanecer en pie durante las cuatro horas de servicio. Como curiosidad, cabe contar que estando de primer oficial en el “Satrústegui” bajo el mando del capitán Jaume, éste hizo subir al puente un taburete para que en su guardia descansara de vez en cuando, toda vez que padecía grandes dolores en una pierna como consecuencia de las heridas sufridas en la guerra por la explosión de una bomba. No solo rechazó el mismo, sino que lo hizo retirar del puente inmediatamente. El “Ruiseñada” era un buque de 5.135 toneladas de peso muerto, 106 metros de eslora y servía la línea MediterráneoCentroamérica, con escalas en Tenerife en su viaje de retorno. Disponía de camarotes para alojar hasta 12 pasajeros, que con frecuencia se ocupaban en su totalidad. Todavía recordamos las comidas que teníamos en el desaparecido restaurante La Riviera, después de la obligada visita a mediodía al comandante de Marina, donde el maitre Santiago Domínguez mostraba su admiración por la personalidad del capitán, aunque nosotros siempre pensamos que tal vez fuera por las condecoraciones que lucía. En el viaje extraordinario que el "Monserrat" realizó a Australia a mediados del mes de mayo de 1959, con su capacidad al completo de pasajeros vascos y griegos, el buque tuvo una travesía muy aciaga en el viaje de ida por culpa de algunas averías en su sistema de propulsión y por un motín a bordo originado por los pasajeros griegos, afortunadamente sofocado por la tripulación con la inestimable ayuda de los 170 pasajeros vascos. El barco lo mandaba el capitán Jaume y llevaba de primer oficial a nuestro protagonista Luis Foyé. Asimismo, en su vuelta a España, cuando navegaba por el Índico, a una 600 millas al sur de la isla de Socotora, el viaje se convirtió en odisea al recibir una llamada de auxilio del buque italiano “Avior”, que, con 21 tripulantes, sufría una vía de agua y se encontraba en peligro de hundimiento. En medio de un fuerte temporal del sudoeste, el "Monserrat" luchó durante cuatro días contra las inclemencias del tiempo, salvando finalmente a la totalidad de la tripulación, en tanto que el buque italiano desaparecía bajo las aguas poco más tarde. El capitán Jaume y los tripulantes que intervinieron en el salvamento fueron condecorados con la Cruz del Mérito Naval de primera clase con distintivo rojo, mientras que el Sr. Foyé, que no participó en la operación por recomendación expresa del capitán debido a sus problemas físicos y a pesar de sus deseos de contribuir en el rescate, fue el único oficial de puente que no entró en el grupo de tales condecoraciones. Su ingreso en la Compañía Trasatlántica Española se había producido el año 1953 con ocasión de la entrada en servicio de los buques mixtos “Guadalupe” y “Covadonga”, de 14.800 toneladas y construidos en Bilbao para cubrir el servicio Norte de España-Costa Este de Estados Unidos. Acababa de cumplir 29 años y lo hizo como tercer oficial del primero de ellos, permaneciendo en la naviera hasta su fallecimiento, 16 años más tarde. Sus restos mortales, embalsamados, El capitán Luis Foyé con sus condecoraciones en 1965. Archivo capitán Rafael Jaume. estuvieron depositados durante cuatro días en Santa Cruz de Tenerife, hasta la llegada, el 4 de agosto, de la motonave “Satrústegui”, en su regreso de América, que sería la encargada de transportar el cuerpo hasta el puerto de Barcelona, su lugar de residencia en vida. El barco, una vez más, venía al mando de Rafael Jaume, que fuera su entrañable amigo y al que tuvo de primer oficial durante muchos años, tanto en la citada motonave como en el buque "Monserrat". Nos consta que Luis Foyé profesaba al capitán Jaume auténtica admiración y amistad, considerándole su mejor amigo en la compañía. Pero antes de que este definitivo traslado se produjera, la turbonave "Begoña" vuelve a Tenerife en su nuevo viaje a América cumpliendo su itinerario de línea regular y lo hace el 2 de agosto a las cinco de la tarde, fecha en que se esperaba que el capitán enfermo estuviera totalmente restablecido y volviera a tomar el mando del barco. Sin embargo, la vida no lo quiso así y ahora llevaba dos días muerto. La noticia de la muerte fue dada a conocer a bordo a través de un radiotelegrama enviado por la gerencia de la naviera en la travesía Vigo-Tenerife. Tampoco para nosotros el buque parecía el mismo, tal vez porque lo contemplábamos con sentimientos nostálgicos, pero daba la impresión de que la parte espiritual de las 1.100 personas que viajaban, 900 pasajeros y 200 tripulantes, la habían trasladado a la nave para dar la razón a aquellos que dicen que los barcos tienen alma, porque aquella tarde observamos que todo era diferente. En el buque se respiraba mucha tristeza, extendiéndose esta sensación incluso hasta los dos remolcadores que colaboraban en las operaciones de atraque. Las banderas del barco ondeaban a media asta y muchos miembros de la tripulación mostraban su consternación y su llanto, sentimientos a los que parecían unirse los pasajeros en tránsito pues la algarabía de otros viajes fue sustituida por un silencio sepulcral. Casi todos los tripulantes libres de servicio se trasladaron al tanatorio donde se encontraba el féretro, para rendirle su último homenaje. El "Begoña" continuó viaje a América, al mando de su nuevo capitán, González Conde, quien tomó el relevo el día 20 de julio, cuando desempeñaba plaza de primer oficial y después de embarcar en Tenerife 96 pasajeros con destino a Venezuela. En el momento de su partida, a las 2100 horas, una gran cantidad de humo negro salió por su chimenea, como queriendo transmitir que el barco estaba de luto y sufría el dolor por su capitán muerto. No hubo música de pasodobles ni lanzamiento de confetis y serpentinas a la salida, ni tampoco lanzó las tres pitadas largas de saludo al puerto como era tradicional. En silencio y lentamente soltó amarras, levó ancla y zarpó “avante poca” hasta el abandono de la dársena, en que, ahora sí, metió “avante toda” en pleno océano Atlántico y se perdió allá en el horizonte, por el sur de la isla, con destino al puerto venezolano de La Guaira. Atrás quedó el cuerpo sin vida del que había sido su capitán, cuyo ataúd fue conducido a bordo de la motonave “Satrústegui” bien entrada la noche, produciéndose la salida a la una de la mañana, hora triste como el ambiente que se respiraba en el desatraque, donde ondeaba la bandera del buque a media asta, tanto a la salida de este puerto como a la llegada a Cádiz y a su destino final, en Barcelona. Y en aquella hora intempestiva de la medianoche, desde la explanada del muelle Sur, contemplábamos la partida del buque y despedíamos los restos mortales de un hombre de honor como fue el capitán Foyé, quien tantas veces nos correspondió en vida con su afectuoso saludo desde el puente de mando. Murió el capitán y amigo, aunque solo esto último afectaba a nuestros sentimientos, porque su mando fue reemplazado al instante; “a rey muerto, rey puesto”. Pero el amigo que ahora nos dejaba para siempre era algo diferente; era irremplazable y solo podíamos lamentar y llorar su muerte. Por ello, en la soledad de la noche y la tristeza del momento, venían a nuestra mente algunas estrofas y la voz melódica del gran Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído, que ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido”. En la Real Basílica Nuestra Señora de la Merced, de la Ciudad de Barcelona, se celebró una misa solemne oficiada por el párroco del templo, reverendo Lorenzo Castells, a la que asistieron, además de sus padres, hijos y hermana, directivos de Trasatlántica y numerosos capitanes y oficiales de buques surtos en el puerto. En la ceremonia, el oficiante se refirió al fallecido diciendo que, “además de su impecable caballerosidad, su notable cultura y su bien probado patriotismo, era un profundo creyente que ante la inmensidad de todos los mares, bajo la cúpula azul de todos los firmamentos, supo elevar su mirada a la altura con la fe de los convencidos y con la devoción de los limpios de corazón”. Poco tiempo más tarde, recibimos una carta manuscrita de su hermana Maribel, desde Barcelona, en la que, entre otras cosas, nos decía: “Querido amigo Manuel, el motivo de estas líneas es enviarte unos recordatorios de los funerales de mi muy querido hermano Luis (q.e.p.d.), que sé erais buenos amigos y que fuiste a visitarle durante su estancia en la clínica, cuyo detalle te agradezco mucho... Recibe afectuosos saludos de... Maribel Foyé”. p3 EL DÍA, domingo, 28 de junio de 2015 HISTORIA SOCIAL Las rutas de un panadero en la Villa de San Juan de la Rambla (1949-1965) Texto: Ángel Tomás Beltrán Hernández A mis abuelos Tomás y Lolita E ste artículo tiene dos metas principales: a primera es ofrecer una aproximación a la “historia desde abajo” (1), una rama de la Historia Social; la segunda meta era escribir un artículo que llegase al gran público, enfatizando en el recuerdo de un personaje entrañable de San Juan de la Rambla, en el norte de la isla de Tenerife. A nivel más próximo, la “historia desde abajo” es un modelo de narración histórica que tiene por objeto ofrecer un estudio desde la perspectiva de la gente común. Esta forma de hacer historia debería darse con más frecuencia puesto que, indagando en los testimonios que nos proporcionan personas así, tendremos acceso a una amplia fuente de información desde otros enfoques, quizás desconocidos para muchos, en contraposición, a lo habitual en muchos artículos y libros de historia. Es decir, textos que narran lo acontecido en personalidades políticas o de otra condición. El protagonista de esta encomiable historia es Tomás Hernández García (2), natural del municipio de Los Realejos. En 1949, comenzó a trabajar en la panadería de la Villa de San Juan de la Rambla. Por aquel entonces, residía en Tigaiga (barrio del Realejo Bajo (3), por lo que se desplazaba caminando hasta San Juan casco. Su tarea inicial consistía en ir a Santa Catalina (La Guancha) para buscar el trigo y la leña. Volvía a trasladarse a Tigaiga, porque llevaba los sacos de trigo al molino. De ahí, regresaba a San Juan para hacer el pan. La ardua tarea requería esfuerzo, no sólo por la carga o el trayecto en sí. En ocasiones hacía varios desplazamientos en un día. Por ello, su ingenio le llevó a construir un carro de madera para trasladarse y transportar mercancías. La fabricación la llevó a cabo en solitario. Por lo tanto tardó algún tiempo en reunir los materiales necesarios. La estructura –obsérvese la fotografía– podríamos decir que guarda cierta similitud con las “pivas”(4) que siguen utilizándose en el trabajo agrícola. Las ruedas gozaban de un diseño peculiar: los rodillos, reciclados de la maquinaria de la panadería, estaban encajados entre sí, unidos a un soporte de madera y recubiertos con goma; el sistema de freno estaba compuesto de dos partes, por un lado una cuerda hacía girar la dirección hasta inmovilizar las rue- das delanteras, por otra, en la viga central un pedal metálico hacía frenar las ruedas traseras. En la zona de carga, una baranda servía de protección no sólo para evitar que cayera al suelo el género que transportaba, también velaba por la seguridad de los “pasajeros”. La puerta de la parte trasera era de utilidad como bandeja y expositor de la mercancía. Sus puntos de reparto eran: Tigaiga, La Rambla, Las Aguas, San Juan, Santa Catalina, Santo Domingo, Buen Paso, en Icod de los Vinos, y en repetidas ocasiones subió a San José y a La Guancha. “En más de una ocasión hice muchos panes brujos a aquellas personas que yo sabía que lo estaban pasando mal” cuenta Tomás Hernández. Y a la pregunta de si los dueños se daban cuenta, añade: “Había que andarse con mucho ojo, pero si tenía que repartir 60 panes, decía que me habían dado a repartir 54 ó 55. Más no se podía, porque entonces sí se daban cuenta. Era una época de muchas necesidades donde pasamos muchas penas”. Tomás se granjeó el cariño de las personas con estos gestos de amabilidad y con el tiempo su carro se hizo muy popular a consecuencia también de la escasez del momento. Su fama alcanzó tal punto que, además, ayudaba a sus vecinos. Como a Rosendo Hernández Hernández, “Panchón” (5), propietario de una pequeña venta en la calle Estrecha, a la que Tomás prestaba sus “servicios de transporte”. Pero, sin duda alguna, para lo que más le entusiasmaba valerse de su carro era para ir con su familia de paseo y a las fiestas. Llegó a subir a bordo hasta once personas. “Íbamos como sardinas en lata, pero se pasaba bien; eran otros tiempos”. En la carretera del barrio de Santa Catalina, cuando pasaba el “Vulca”(6), Tomás lo adelantaba. Su chofer, Francisco, tenía que frenar bruscamente llegando a pelearle, porque lo retrasaba. En otra ocasión, en la calle El Calvario, que queda en pendiente, un grupo de niños subieron al carro, haciendo que perdiera los frenos, se deslizase calle abajo a gran velocidad (con los niños dentro) recorriendo unos 30 metros y chocara contra un muro. Por suerte, los pequeños no sufrieron ningún daño, ni siquiera se asustaron lo más mínimo, y, según Tomás, “de no haber salido y llamarles la atención, lo hubiesen vuelto a hacer”. En las fiestas de Buen Paso, un familiar que residía allí le regaló una rueda de churros para repartirlos al llegar a San Juan. Cuando llegó la hora de recogerse, subieron al carro. Iban cantando y tocando las palmas por el camino y no se percataron de que los churros caían al suelo. A su llegada, sólo les quedaba uno. “Por aquel entonces una rueda de churros costaba unas 10 pesetas y no estábamos para lujos; todos nos quedamos con esa espinita de que se cayeran los churros por el camino”. En el casco de San Juan, dos her- NOTAS (1) Burke, Peter. Formas de hacer historia. (1993). (2) Nació en 1933, vivió en Tigaiga su niñez y parte de su adolescencia. Se casó en San Juan de la Rambla y tuvo siete hijos. Falleció el 30 de diciembre de 2013, en San Juan de la Rambla. (3) El Consejo de Ministros de 23 de diciembre de 1954 acordó la fusión entre el Realejo Alto y el Realejo Bajo en un solo municipio. Los Realejos. El acuerdo se hizo público a través del Boletín Oficial del Estado el 6 de enero de 1955. AA.VV. Cincuentenario Fusión Los Realejos. Los Realejos, cinco décadas. (2005). El carro en 1960. De izquierda a derecha: Tomás el panadero, José de la luz, Pepito de la farmacia, Panchón y, a las riendas, Felipe el bobo. Foto cedida por Rosario Hernández Velázquez. (4) Piva o Pyva. (De la marca comercial). f. Motocultor que se emplea para arar y como transporte. Corbella, D. y Corrales, C. Diccionario ejemplificado de canarismos, Vol. I y II. (2009). (5) En la fotografía del carro, el señor de la corbata. (6) Nombre por el que se conocía a la guagua. Hay quien lo denomina “Vulcan”. La pérdida de la “n” posiblemente se deba a la tradición oral. (7) Ventorrillo. m. Tienda ambulante hecha hasta hace unos años con cañas y sábanas, hoy con otros materiales, que se arma en ferias y fiestas para la venta, especialmente de bebidas, cierto tipo de comidas y golosinas. Corbella, D. y Corrales, C. Diccio- manos que padecían discapacidad psíquica, Felipe y Antonio, solían ir a las fiestas solos. Coincidían con Tomás la mayor parte de las veces, ya que el panadero también trabajaba en un ventorrillo (7). Concluidos los actos, le pedían regresar a casa en el carro. Tomás sabía que a ellos “les hacía mucha ilusión”, así que los llevaba. Ahora bien, a pesar de su discapacidad, estos dos hermanos eran personas trabajadoras y educadas. Tenían por costumbre sentarse en la parada de la guagua (8) y la gente, al verlos abanando, identificaba al pueblo de San Juan de la Rambla como el de los bobos. Por este motivo, el municipio con título de Villa otorgado por el rey Alfonso XIII en 1925 (9), comenzó a conocerse con ese calificativo(10). A mediados de la década de los sesenta, los dueños de la panadería compraron un Jeep (11) y el carro de Tomás cayó en desuso, quedando aparcado en un oscuro y húmedo salón, en los bajos de su lugar de trabajo. Viendo el deterioro que le ocasionaba el tiempo, prefirió que sirviera como combustible para el horno de la panadería antes de contemplar su mal estado. En definitiva, este relato muestra la capacidad de ejercitar el ingenio ante la falta de medios para subsistir. La posguerra española fue una época de miedos y oscurantismo, que abarcó desde 1939 hasta 1959. Esta historia es el ejemplo de que todo, con empeño y determinación, se pude conseguir. Su protagonista no sólo supo ideárselas para que su oficio fuera más sencillo, sino que consiguió lo mismo con muchas personas de la villa ramblera y pueblos limítrofes. Hay una frase de David Hume que resume lo que he tratado de explicar: “La oscuridad es efectivamente penosa para la mente, como lo es para el ojo, pero sacar la luz de la oscuridad, por el esfuerzo que sea, ha de ser deleitable y producir regocijo”. En la actualidad, incluso años después de su fallecimiento, si mencionamos a “Tomás el panadero”, las gentes que vivieron la oscura etapa antes mencionada de la historia de España recuerdan con rostro sonriente el artesanal vehículo que tantas anécdotas protagonizó. Muchas han quedado en el tintero; es un riesgo de la tradición oral. No obstante, siempre intenté prestar la máxima atención a las numerosas charlas que mantuve con Tomás, siendo fiel en la información que iba adquiriendo, fiel ejemplo de la “historia desde abajo” y, sobre todo, fiel al feliz recuerdo del “carro de mi abuelo”. nario ejemplificado de canarismos, Vol. I y II. (2009). (8) Guagua. (Posibl. traída de Cuba, donde pudo formarse a partir del ingl. waggon y de la loc. adv. de guagua, de balde). f. Autobús [= vehículo automóvil de transporte colectivo y trayecto fijo, que se emplea habitualmente tanto en el servicio urbano como interurbano]. Corbella, D. y Corrales, C. Diccionario ejemplificado de canarismos, Vol. I y II. (2009). (9) Hernández González, Manuel. Tenerife. Patrimonio histórico y cultural. (2002). (10) Felipe Díaz Hernández, “El Bobo”, sentado a las riendas del carro. (11) Un Land Rover, matrícula TF-10108. p4 E n el revolucionado mundo del desarrollo del fenómeno socio-económico del turismo venimos desde hace años soportando las opiniones de muchos personajes que no han conocido ni tan siquiera la Cartilla Turística Escolar, con la que el recordado ministro de turismo español Manuel Fraga Iribarne instruía a los españoles desde su más tierna infancia en los valores de este acontecimiento que ha transformado el mundo. El sector de viajes y turismo a nivel mundial emplea a más persona que la fabricación de automóviles, la minería y los servicios financieros combinados, según una investigación del World Travel&Tourism Council (WTTC). El Informe Benchmarking 2015 compara viajes y turismo con otros ocho sectores que se consideran que tienen amplitud similar y presencia global a través de 26 países. La investigación muestra que viajes y turismo ocupa la tercera posición entre los ocho sectores investigados. La industria de viajes y turismo emplea a nivel mundial: 7 veces más que la fabricación de automóviles (14 millones), 5 veces más que la fabricación de productos químicos (20 millones), 4 más que la banca (27 millones); 4 más que la minería (27 millones), y 2 veces más que los servicios financieros (29 millones). Según el informe, viajes y turismo es el segundo sector de mayor crecimiento a nivel mundial y su pronóstico de crecimiento anual es del 3,9% en los próximos diez años, por lo que el crecimiento de este sector superará al de la economía global que esta estimado en un 2.9% anual. De acuerdo con este reporte, viajes y turismo generaron 7,6 billones de dólares en contribución al PIB en 2014, por lo que es el cuarto sector más grande del mundo, después de la minería, servicios financieros y minoristas. Para David Scowsill, presidente del WTTC, los resultados de esta investigación demuestran la enorme importancia de los viajes y turismo en la creación de puestos de trabajo en todo el mundo, así como que esta industria ofrece más empleos que la fabricación de automóviles, la minería y los servicios financieros combinados. Hasta aquí, lo que podemos llamar una introducción al examen sobre turismo que viene. La capacidad de carga del territorio Asusta pensar lo que pasaría en muchos lugares del mundo si se siguiera –como se pretende seguir– con un desenfrenado auge en la construcción cuando ya estamos viendo cómo, sencillamente, se han destrozado idílicos paraísos para el desarrollo turístico, porque la ignorancia y al afán económico han permitido superar su capacidad de carga, aunándose a ello la desaparición de sus más ancestrales señas de identidad, que eran, precisamente, el valor fundamental en el que se apoyaba su irrupción en el privi- domingo, 28 de junio de 2015, EL DÍA El fenómeno del turismo no es, ni ha sido nunca, un juego para un conjunto de opiniones. Se trata de un movimiento socio-económico mundial que tiene mucho que ver con la cultura de la paz y el porvenir de La Humanidad EL TURISMO QUE VIENE, A EXAMEN Un esclarecedor informe del Consejo Mundial del Turismo Texto: Antonio Pedro Tejera Reyes (del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo, de las Naciones Unidas) legiado mundo de lo destinos turísticos. La isla de Mallorca, en España, es un buen ejemplo de lo que aquí apuntamos y que conocemos muy bien, por no nombrar otros tristes destinos acosados por el afán del crecimiento de las cifras de recepción turística y del lucro económico, sin pensar en el daño irreparable que hacen, del cual los ejemplos están a la orden del día por todas partes, con edificios de hoteles y apartamentos turísticos abandonados, comercios cerrados y miles de personas en las listas del paro. Todo un panorama que está ahí, a la vista de todos, y sobre cuyo escenario seguimos viendo publicadas las más increíbles y disparatadas opiniones de quienes no entienden de este tema, Arriba, costa del municipio de Arico, un paisaje marino donde aún predomina el color blanco que inmortalizara el genial César Manrique. Abajo, cartilla turística escolar del año 1960. ni entenderán nunca, porque les falta la preparación necesaria para ello, algo un poco complicado de conseguir para quienes solo han pensado en su lucro personal y nunca en el bien que pueden hacerle a la comunidad. Ponerse a opinar sobre la calidad del turismo, su promoción, lo que se debe hacer o no hacer para consolidar el mismo en determinado lugar, etc. es cosa fácil en un mundo donde “el papel lo aguanta todo”, como se dice vulgarmente. Se queda uno perplejo cuando ve cómo se desorienta totalmente a la opinión pública, hablándole de estacionalidad, turismo de lujo, cultural, de aventuras, etc., etc., cuando los conocimientos y la óptica de quienes opinan se ve claramente que adolece de un mínimo de conocimientos sobre el tema. O sea, que no conocen siquiera la célebre cartilla que mencionamos al principio de este comentario. Que conste que no tratamos el tema solo a escala local o nacional, tenemos últimás referencia inclusive a escalas internacionales. La osadía, el capital y la ignorancia llegan a todas partes, aunque se puede comprar un libro, pero no el conocimiento. Menos aún la experiencia. Conocemos de cerca el denodado esfuerzo que algunos ilustres empresarios han hecho y hacen por desarrollar sus empresas turísticas, que es lo mismo que propiciar el ideal de un mundo mejor para todos. Hemos visto morir a ilustres personajes que se pasaron la vida haciendo el bien desde la dirección y gerencia de pequeños y grandes hoteles; participando con sus funcionarios y con sus clientes en ese místico escenario del movimiento turístico, donde todos tenemos un papel que desempeñar. El turismo de hoy –las personas que hacen turismo– ha adquirido una preparación muy superior al que viajaba hace treinta o cuarenta años. Hoy hay unos sectores sociales incorporados a este movimiento cuyas necesidades hay que analizar e intentar cumplimentar. Esto no quiere decir que haya desaparecido el turista acostumbrado a determinados servicios de calidad y asistencia. Esta simple reflexión, nacida de la experiencia de muchos años trabajando en el sector sin ninguna otra ambición que satisfacer el deber cumplido, nos deja profundamente desconcertados cuando vemos cómo siguen pululando, cada vez más, personajes entrometidos en los entresijos de esta monumental y enjundiosa conquista mundial que es el turismo sin que, al parecer, haya nada que los contenga. La ambición humana no tiene límites, y hay quienes en su ignorancia la apoyan. Nada mejor para terminar este pequeño trabajo que las palabras del mensaje del secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Taleb Rifai, ofrecido con motivo del Día de Medio Ambiente, algo íntimamente relacionado con cuanto comentamos aquí: “Cada año, los turistas son más de mil millones de emprendedores de viajes internacionales. Muchos aspiran a descubrir los tesoros de la naturaleza que sostiene nuestro planeta, que son majestuosos paisajes de costa virgen, a través de la rica biodiversidad de los continentes y el medio marino. Nuestro patrimonio natural es uno de los mayores activos para el turismo: es una fuente de vitalidad para el sector turístico mundial y proporciona medios de subsistencia y desarrollo inclusivo para millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, nuestros recursos naturales y la biodiversidad se enfrentan a retos ambientales sin precedentes. El consumo y la producción desenfrenada en las últimás décadas tiene un impacto directo en nuestro entorno natural: ponen en peligro los ecosistemás frágiles, especies en peligro de extinción y los hábitats naturales, a menudo con consecuencias irreversibles. Viajar por el mundo nos hace conscientes de la belleza inagotable de nuestro planeta y nos invita a jugar su papel en la preservación de nuestro patrimonio común”. Sabias palabras de quien entiende perfectamente la situación. p5 EL DÍA, domingo, 28 de junio de 2015 INVESTIGACIÓN EN PORTADA TURISMO Diego Crosa y Costa Nació en Santa Cruz de Tenerife el 11 de abril de 1869. Fueron sus padres Ángel Crosa y Jorge, destacado miembro del cuerpo consular y hombre de negocios, y Evencia Costa y de Grijalva. Murió el 25 de noviembre de 1942. Es más conocido por el seudónimo “Crosita”, que él mismo eligió para firmar sus trabajos. Singular personaje, de alegre y festiva personalidad, fue anfitrión de todas las gentes de la cultura que visitaban la isla y muy querido por todos los que le conocieron. Hombre polifacético, además de poseer grandes dotes como dibujante, fue también un afamado caricaturista, pintor, poeta, articulista, autor de teatro, actor... Muy amigo de la familia Estévanez, visitaba con frecuencia la casa de Gracia, en La Laguna, participando en las tertulias que se celebraban allí, y colaboró activamente en el periódico de Patricio Estévanez, el “Diario de Tenerife”. En su poesía transmite su sentido del humor, que era original, ingenioso y cargado de crítica social y política. Poseía una especial sensibilidad y un profundo cariño hacia todo lo relacionado con su tierra, escribiendo algunos de los mejores romances y coplas de la literatura canaria y muchas de sus folías son ya piezas imprescindibles de nuestro acervo folklórico tradicional. Su obra gráfica, en la cual la arquitectura tradicional es casi siempre la principal protagonista, la encontramos junto a muchos de sus escritos en las revistas Gente Nueva (fue también su director), Hespérides, y sobre todo en el periódico de su amigo Leoncio Rodríguez, La Prensa. Fue un notable acuarelista, de dibujo claro y suave, de luminoso colorido. Por desgracia, la mayoría de su obra pictórica se encuentra en Inglaterra, pues fueron los turistas ingleses que venían de vacaciones al Puerto de la Cruz sus mejores clientes. Así lo definía Carlos Gaviño de Franchi: “El buen humor –cielo azul de las almas–; la risa sin veneno; el desgobierno; la improvisación simpática, y también aquella corrección dilecta, fruto de un acabado dominio de sí mismo, constituyen la solera de su carácter. Sus bisabuelos fueron italianos; pero en este caso la vivacidad latina, los nervios impacientes –siervos del sol– del meridional, quedaron perfectamente sujetos entre las mallas exquisitas de la educación británica. Solterón travieso y artista, más hermano, por motivos raciales, de Boccaccio que de Rabelais, Crosa es –¡valga la frase!– un guanche magistralmente encuadernado a la inglesa”. Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 21 (técnica mixta sobre papel de acuarela) p6 domingo, 28 de junio de 2015, EL DÍA CLAVES DEL CAMINO Batallas espectrales en Canarias Fenómenos inexplicables en campos de combate entre guanches y conquistadores Texto: José Gregorio González L a literatura paranormal acumula una variopinta e ingente cantidad de apariciones espectrales, casos que tradicionalmente no sólo nos han puesto en la senda de una supuesta supervivencia tras la muerte, sino también ante la posibilidad de que, en ciertas circunstancias –determinadas aparentemente por la intensidad de las emociones que acompañan a un proceso de muerte especialmente violenta o dolorosa–, ese instante quede grabado de alguna manera en el escenario en el que se desarrolla. En estos casos el entorno actuaría como una esponja o soporte de grabación en el que se almacenaría el dramático desenlace, un registro al que ocasionalmente podrían acceder personas a las que se presupone especialmente receptivas. En principio, ese parece ser el marco explicativo más plausible para ciertas apariciones espectrales recurrentes así como para la fenomenología paranormal asociada a escenarios en los que se han cometido crímenes especialmente sanguinarios. Y puede que también nos permita entender una serie de casos en los que las apariciones son de corte colectivo, es decir, episodios en los cuales los testigos informan de apariciones grupales que en unos casos pueden estar relacionadas con las víctimas de grandes siniestros, como podrían ser terremotos o incendios, y en otros, los que aquí nos interesan, con el escenario de batallas en el pasado que se reproducen de forma espectral. Hasta cierto punto sería lógico pensar, dentro de la poca lógica que podemos asignarle a lo paranormal, que el dolor, el terror, la agresividad y los instintos más primarios que emergen en una cruenta batalla carguen de manera intensa y perdurable el entorno en el que se desarrolla. Sin embargo, como en tantas ocasiones, la evidencia resulta devastadora frente a esa lógica aparente de tal manera que hay infinidad de campos de batalla en los que no se ha reportado ningún fenómeno extraño, ya sea por ausencia de actividad paranormal o bien por tratarse de lugares en los que el tránsito de personas no es habitual y por lo tanto no hay nadie expuesto a tales manifestaciones. No obstante, hay interesantes y documentadas excepciones en este llamativo campo de la fantasmogénesis colectiva. Posiblemente el más conocido, y además el que pasa por ser él único episodio de aparición fantasmal reconocido oficialmente por una nación, concre- Los archivos de lo paranormal reservan un espacio muy especial para un tipo de casuística muy singular, la relativa a los ecos espectrales de antiguas batallas, un tipo de fenómeno que compensa su incuestionable escasez con la espectacularidad que presentan los pocos y desconcertantes casos documentados hasta la fecha. En el último año la investigación ha puesto al descubierto varios episodios ocurridos en Canarias, casos que podrían estar vinculados con las batallas que enfrentaron a guanches y conquistadores. tamente por el Public Record Office, es el ocurrido en relación con la batalla de Edgehill, en Inglaterra, acontecida el 23 de octubre de 1642. La contienda fue la primera batalla de la guerra civil inglesa, que enfrentó al ejército parlamentario comandado por el conde Essex Robert Devereux con las tropas del rey Carlos I, conducidas por el príncipe Rupert del Rin. Unos 30.000 hombres combatieron por espacio de varias horas, sembrando el campo de batalla de muertos y también de decenas de moribundos que fueron dejados a su suerte en el mismo lugar de la contienda. Tal vez en la crudeza de aquel enfrentamiento, que terminó sin un vencedor definido, se encuentre la clave de lo que acontecería unos meses después. Fue al caer la noche en la víspera de la Navidad cuando unos pastores que cruzaban el desolado campo de batalla se dieron de bruces con lo inexplicable. Tras escuchar voces y gritos surgidos de la nada, así como el choque de armaduras y el relinchar de caballos, apareció con pasmosa nitidez ante sus ojos una reproducción de la batalla en el cielo, con tanta definición que era posible distinguir a los bandos y contemplar los más mínimos detalles de la contienda. Presa del pánico, los testigos contaron en la cercana aldea de Keinton, en Northamptonshire, lo observado y tanto esa noche como en los días sucesivos numerosos lugareños Hoya La Matanza, en San Juan de la Rambla. incrementaron la lista de testigos, hasta el punto de que, debido a la notoriedad del asunto, durante el mes de enero de 1643 se llegó a publicar un panfleto describiendo los hechos bajo el título A Great Wonder in Heaven. La credibilidad atribuida a tan inusuales apariciones condujo a Carlos II a enviar al lugar a una comisión real para clarificar el asunto, dándose la circunstancia de que los propios investigadores se convirtieron en testigos de la aparición, llegando a identificar incluso a varios de los combatientes espectrales, entre ellos al abanderado del rey, sir Edmund Verney. Mientras tanto, los aldeanos se organizaron en cuadrillas para dar sepultura a los restos de los soldados caídos que habían quedado abandonados en el lugar, buscando con ello que aquella interminable batalla finalizara. Al parecer, al cabo de tres meses comenzaron a remitir las apariciones, lo que no ha impedido que incluso en nuestros días la zona sea considerada encantada y se continúe afirmando que una parte de los fenómenos se reproduce en torno a las fecha de su aniversario, algo similar a lo que ocurre en la cercana Naseby. También allí, escenario el 14 de junio de 1645 de otro cruento y decisivo enfrentamiento de la guerra civil, parecen haber perdurado a nivel espectral los ecos de la batalla, de manera que tal y como sucede con los ejércitos de Edgehill, los lugareños siguen comu- nicando ocasionalmente que la batalla se sigue librando en un plano invisible. Aunque no es excesivamente abultada, la casuística existente en diferentes partes del mundo deja poco margen a la duda acerca de la rotundidad con la que se manifiesta, debiéndose incluir en territorio nacional el emblemático caso de Belchite el Viejo, en Zaragoza. Miles de personas perdieron la vida en los combates y bombardeos que sufrió la localidad en el verano de 1937, convirtiéndola desde entonces en una auténtica ciudad fantasma. Una pesada atmósfera de desasosiego impregna inmediatamente al visitante del lugar, generando un abanico de sensaciones que con toda razón podríamos atribuir a la sugestión. Sin embargo, el material psicofónico recogido en la zona por diversidad de investigadores despeja cualquier duda acerca de la impregnación real que sufre el lugar. La abultada fonoteca paranormal de Belchite incluye el eco de explosiones, aviones, motores y maquinaria pesada que parece rememorar los momentos más virulentos de aquellos combates, grabados por curiosos e investigadores con los más variados soportes durante décadas. Con todo, la potencial actividad paranormal que allí concurre no parece percibirse de forma abierta y consciente, algo que sí parece ocurren en los casos recogidos en Canarias. Jinetes espectrales La Conquista de las Islas Canarias terminó oficialmente hacia finales del siglo XV, perdurando durante algunas décadas más las escaramuzas y contiendas menores entre las tropas castellanas y los grupos de guerreros guanches que se alzaron en armas, principalmente en Tenerife, tropas indígenas refugiadas en zonas inaccesibles que representaron una incómoda resistencia contra el ejército invasor. La historia y la tradición oral han preservado la memoria de alguna de estas contiendas, como sucede con la célebre batalla de Acentejo, aunque también, y a un nivel que nos resulta incomprensible, la impronta de algunos sangrientos combates parece haber impregnado determinados lugares, dando pie a fenómenos de difícil explicación. Estamos ante una casuística muy poco estudiada, en cierta medida silenciada durante siglos por motivos que sería interesante analizar pero que ahora comienza a aflorar. El primero de los episodios que nos interesa tiene como escenario el norte de Tenerife. La historia emergió indirectamente hace unos años, en el transcurso de una meritoria investigación sobre la música tradicional y las costumbres de Icod de los Trigos, un trabajo coordinado por la profesora Carmen Nieves Luis. Esa investigación permitió, asimismo, la recopilación de información sobre un linaje familiar conocido como Los Alzados, un apelativo que apuntaba a su vinculación en siglos pasados con guanches rebeldes que se ha- p7 EL DÍA, domingo, 28 de junio de 2015 CLAVES DEL CAMINO bían alzado en armas contra la invasión de sus tierras. La historia concreta que nos interesa ocurre en la llamada Hoya la Matanza u Hoya el Reventón, ubicada donde hoy en día se localiza el parque recreativo de La Tahona, en el municipio de San Juan de la Rambla. La toponimia es interesante y en referencia al origen de dicha denominación los autores del estudio señalan que “todas las personas entrevistadas manifestaron no conocer el origen del nombre, pero sí que se trataba de un lugar muy especial, donde solían ocurrir cosas “raras”, que nada tenían que ver con las brujas, y por eso lo calificaban entre los lugares llamados, por tradición, “sitios pesados”. Esta singularidad del lugar se sustenta en testimonios como el de Casiano González Pérez, un informante que describía la zona como “un sitio pesao”, “un sitio malo pa’ caminar porque hasta el cuerpo te pone miedo, si vas caminando. Notas como si te fuera a pasar algo”. Como es sabido, dentro de la toponimia del misterio y de lo mágico un “lugar pesado” es un espacio denso, que genera malestar, inquietud, que la gente tiende a evitar por temer que pueda ocurrirle algo inexplicable, desde una aparición a desorientarse y correr el riego de perderse. Pues bien, fue en el seno de la familia Los Alzados, analizada en profundidad en el referido estudio, donde los folcloristas encontraron una historia sorprendente asociada a ese lugar y a la tradición de las sensaciones y fenómenos inquietantes que allí concurrían. La vivió a mediados del siglo XX Eugenio González Rodríguez, quien frecuentaba la zona como cazador en las noches de luna llena. Dos sobrinos suyos, Adolfo y Casiano González Pérez, fueron los que compartieron el episodio con los investigadores al haber fallecido el testigo principal, de cuyos labios la escucharon en las pocas ocasiones en las que se atrevió a recordar lo sucedido. Al parecer, Eugenio regresaba de cacería pasadas las doce de la noche y al llegar por un barranco al camino que conduce al Llano las Arvejas se tropezó con lo que definió sin dudarlo como soldados, soldados que le cortaban el paso y que no lo dejaban pasar. “¡Dice que había una de soldados a caballos! ¡Soldados con caballos en aquel barranco, unos a un lado y otros a otro, lleno de caballos!”, recordaba Adolfo, rememorando las confidencias de su tío. A pesar de la sorpresa y del comprensible temor que se adueñó de su ánimo, el testigo logró reaccionar, buscando una vía de escape que le permitiera sortear a los misteriosos jinetes. En su huida tomó varios caminos y descendió por zonas de barranco, sintiendo las cabalgaduras a sus espaldas hasta alcanzar una zona por la que en condiciones normales un jinete a caballo no se arriesgaría a pasar. Sólo ahí, en ese punto, se detuvieron los jinetes y cesó el alboroto que le acosaba a sus espaldas mientras huía. Un detalle interesante de este ca- Casiano González Pérez. so es que el testigo vive la experiencia con absoluto realismo, de manera que se siente vigilado y acosado por jinetes a caballo, a los que intenta esquivar. Parece en todo momento que aquello está sucediendo realmente, y como tal Eugenio afronta la situación, optando por un camino alternativo por el que los caballos no pueden cruzar. “Primero lo quiso cruzar por arriba y no pudo, porque los caballos estaban por delante y por detrás, y entonces lo cruzó por debajo porque allí dejaron de perseguirlo”, explicaba su sobrino Casiano. Junto a él recorrimos el lugar de los hechos así como el trayecto que debió de seguir su tío sorteando a aquellos hombres a caballo, y aunque la zona ha cambiado levemente y hoy cuenta con pista que facilita su tránsito, no cuesta nada imaginar la compleja huida que debió de acometer el protagonista de aquel encuentro. Estamos ante una experiencia que, cuando menos, genera perplejidad y acerca de cuya realidad su protagonista no mostró la menor duda durante el resto de su vida. Descartando, lógicamente, que pudiera tratarse de jinetes reales, y considerando que el lugar era una zona “pesada”, la mejor pista a seguir para intentar entender lo ocurrido nos la aporta la toponimia y la tradición histórica vinculable al lugar. “Hoya la Matanza” evoca un escenario luctuoso, marcado por algún episodio trágico, belicoso incluso sí tenemos en cuenta que tradicionalmente ese territorio formaba parte de las zonas de refugio de los mencionados alzados, y por tanto, escenario de refriegas entre éstos y los mercenarios que arribaron a Tenerife para hacer frente a las rebeliones y acabar con los focos de resistencia guanche. Es más que probable que la Hoya la Matanza fuese el escenario de una de esas contiendas, y que como consecuencia de ello este rincón quedase marcado o impregnando, generando esos fenómenos que le han granjeado la fama de “lugar pesado”. ¿Fue perseguido Eugenio por los soldados que participaron en esa batalla? Quien sabe. Acosados por lo invisible Un segundo episodio, sí cabe más interesante por haberse dado en una época más reciente y por contar con varios testigos, tuvo lugar en el monte de Las Lagunetas, en el municipio de La Esperanza, aproximadamente hacia el año 1986. Cuatro amigos se dispusieron a pasar varios días de acampada ajenos a que el destino, en forma de misterio, les tenía reservada una inquietante sorpresa. Ernesto Daniel Zamorano fue el informante que nos brindó detalles sobre el acoso invisible que experimentaron la primera y única noche que pasaron en el lugar. La llegada, la elección del lugar idóneo para instalar la tienda y el montaje de la misma habían transcurrido con normalidad, pero durante la noche, en medio de una conversación trivial, comenzaron a escuchar en la lejanía un ruido y bullicio que aumentaba en intensidad, como si se aproximara a la zona en la que habían instalado su campamento. “Se oían ese jaleo de caballería, de gente vociferando, como si estuvieran haciendo cargas. Escuchamos ruidos de espada, de metales chocando. Aquello era muy curioso y extraño… nos interrogábamos sobre lo que estábamos oyendo, hasta el punto de que llegamos a un momento en el que sentimos algo de angustia”. Uno de los presentes, primo de nuestro informante, se mostró especialmente afectado por lo que estaba sucediendo, hasta el punto de insistir en marcharse en plena noche, algo que finalmente no ocurrió al hacerle entender que era una temeridad. La experiencia se prolongó durante bastante rato, un tiempo difícil de precisar ya que la angustia y la incertidumbre convertía cada segundo en una eternidad. “No pudimos pegar ojo, esperando a ver qué sucedía. Cada vez se escuchaba más cerca. No veíamos nada… alumbrábamos con las linternas esperando ver polvareda o algo, pero allí sólo se percibían aquellos sonidos que estaban a pocos metros de nosotros”. Entre aquel alboroto los jóvenes distinguieron expresiones propias de un castellano antiguo, vetusto y en desuso, nada habitual en nuestro habla. Ernesto recordaba palabras como “cargad” o “avan- Nura, descubriendo la luz Emilio Bourgon es, sin lugar a dudas, un personaje histórico para lo que hemos dado en llamar “mundo del misterio”, tanto en Canarias como a nivel nacional. Formó parte, junto a Paco Padrón y Manuel Jesús Santos, del grupo de pioneros que desde Canarias impulsaron la investigación y divulgación de estos temas fronterizos en los años setenta del siglo pasado, a veces incluso desde la clandestinidad. El tiempo no ha pasado en balde y sin duda son muchas las experiencias insólitas, e incluso increíbles, que Bourgon ha podido acumular en estas décadas, aunque confiesa que escribir unas memorias está lejos de sus objeti- vos. Ha encontrado en la novela un vehículo para compartir algunas de las cosas que ha conocido y experimentado en relación con la espiritualidad y trascendencia humana, dando forma a Nura, descubriendo la luz, editado por Escritura entre las Nubes, un cuidado y exquisito relato que hará las delicias del lector. Ambientado en una tierra que es como su segunda casa, Egipto, pone en el eje central de la trama a una niña llamada Nura, presentada como un ser muy especial. Una novela para ser leída con serenidad, descubriendo las múltiples lecturas de cada párrafo. Nada se ha dejado al azar. zad”, lo que añadía desconcierto. En cierta manera daba la impresión de que una batalla invisible pero audible se estaba librando a unos metros de donde ellos estaban. Sobra decir que en cuanto amaneció salieron de allí a toda prisa y no volvieron. “No tenía sentido pasar más tiempo en ese lugar”, concluye nuestro testigo. No se tiene constancia de batallas en la zona y la única vinculación plausible que se podría establecer, a partir del tipo de percepciones sonoras que tuvieron, es que se tratase del eco de algún episodio relacionado con la Conquista de Tenerife. Aquellos parajes se convirtieron en la vía de escape de los conquistadores que lograron sobrevivir a la Batalla de Acentejo en tierras matanceras. Desesperados ante la estrategia y la rotundidad que mostraron en el combate los guanches, los castellanos huyeron por donde pudieron, muchos de ellos monte arriba alcanzando La Esperanza. Desde allí, si hacemos caso a la tradición, vieron los fuegos de su campamento en la costa de Añaza y vislumbraron la posibilidad de superar aquel infierno, la esperanza de salvar su vida, dejando la huella de aquel sentimiento en la toponimia. El tercero de los casos ocurridos en Tenerife del que tenemos constancia tiene como testigo al investigador y folclorista canario Javier Miranda. Junto a un amigo, durante la víspera de una noche de San Juan, se vio envuelto en una experiencia sumamente desconcertante. Miranda no esconde sus dudas y escepticismo ante la naturaleza de lo ocurrido, pero desde luego no titubea al afirmar que aquello fue real y no producto de la sugestión o algún tipo de alucinación. Ocurrió en el mirador de El Contador, en los altos de Arico, lugar en el que se habían detenido para tomar algunas fotografías de las hogueras del Sur de Tenerife. Eran las 3 de la madrugada cuando algo invisible se les vino encima. “No sabría cómo explicarte lo inexplicable. Oímos un ruido de una manada de caballos. Además creímos advertir ciertos sonidos metálicos en medio, como de cosas metálicas…. tal vez los estribos o algo de eso, de caballería”. Aquella singular onda sonora fue rotunda, cercana y realista, no algo difuso y lejano. Fue como si ese tropel se les viniera encima. ¿Batallas en la zona? ¿tránsito de caballería?... quien sabe. La tradición oral sitúa estos parajes también como refugio de los guanches alzados, pero no es posible ir más allá de esa leve y en cierta medida endeble sugerencia. Este tipo de episodios forman parte, como hemos indicado, de una casuística emergente que se ha mantenido olvidada o silenciada y que, tal vez, sólo tal vez, esté en el camino de ser más visible y conocida. Si realmente se trata de ecos de antiguas batallas o de otro tipo de manifestación no lo sabemos, pero de pleno descartamos que sean invenciones de los testigos, alucinaciones o confusiones con fenómenos naturales. Quién sabe. p8 domingo, 28 de junio de 2015, EL DÍA www.eldia.es/laprensa Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 986 LA INTIMIDAD DE NUESTRO TIEMPO Texto: Alejandra González Ruiz (licenciada en Psicología, ColegiadaT-2350 [email protected]) N o hace mucho tiempo, la intimidad era un valor preciado, entendiendo por ésta esa pequeña parcela que cada sujeto habita fuera de toda mirada. Hoy por hoy, el pudor, la vergüenza, la reserva han perdido “prensa”. Las nuevas tecnologías, en particular de la información, junto al auge de las redes sociales, han contribuido a que la intimidad logre despertar la atención de gran cantidad de gente, cambiando la forma de entender lo privado. Esta nueva manera de entender lo privado me suscitó un recuerdo: el de mi diario íntimo, aquel cuaderno de tapa dura provisto de un candado donde narraba y registraba reflexiones y hechos importantes de mi adolescencia. Escribía sueños, malestares, temores… así como las experiencias más significativas de cada día. El diario íntimo era mi espacio privado. Hojas redactadas sin ninguna ambición de repercusión pública, no destinadas a salir de los confines de mi secreto personal. Actualmente, los diarios íntimos han caído en desuso. En su lugar proliferan medios de expresión que nada tienen que ver con la reserva de antaño: redes sociales, foros, blogs, correos electrónicos, chats… En todos ellos se juega la intimidad, intimidad determinada por la subjetividad de la época en que vivimos, donde los límites de lo íntimo y lo privado se ven desdibujados. La intimidad pública La tecnología ha revolucionado, entre otras cosas, los hábitos tradicionales de los sujetos en relación a los lazos sociales, a las formas de vincularse y de expresarse. La técnica de la ciencia, junto al desarrollo de sus dispositivos, ha influido en los modos de gozar de los sujetos. Fue Lacan, en 1973, quien introdujo el concepto de “gadget” (dispositivo, artefacto, artificio) para referirse a los objetos de consumo producidos y ofertados por la lógica capitalista como promesa de plena satisfacción. Pronosticaba así la introducción de los “gadgets” en la vida e intimidad de las personas, tendiendo a aislar al sujeto, prescindiendo cada vez más de los otros, sumiéndolo en un goce autoerótico y solitario. El crecimiento exponencial de dispositivos, en particular los de uso personal (teléfonos móviles, tabletas, ordenadores…), ha transformado a las pantallas en “espacios siempre abiertos” que ambicionan el “todo puede ser vis- to”. A través de ellas se puede “mirar” la vida de los demás y se pueden dar a conocer aspectos de la propia. La virtualidad ofrece así una vía a través de la cual se introduce la intimidad en lo más público, prestándose los sujetos como objetos de miradas. La posibilidad de conexión con decenas de personas al mismo tiempo que brinda la tecnología parecería llevar a la exhibición de aquello que antes quedaba reservado al plano más íntimo y secreto. La mirada, que siempre proviene del otro, tiene una incidencia fundamental en los seres humanos. Somos mirados desde antes de nacer (ecografías) y al nacer continuamos siendo objetos de miradas; crecemos en una sociedad con múltiples ojos sobre nosotros: mirada exterior que no proviene solamente del ojo humano, sino de múltiples “objetos-mirada”: cámaras de vigilancia, escáneres oculares, corporales, redes sociales… Gerard Wajcman, psicoanalista y escritor, en su libro “El ojo absoluto” dice: “Una mutación sin precedentes está teniendo lugar en la historia de los hombres. Hoy el ser humano nace al Ojo universal. Antes de ver, incluso antes de nacer, el hombre es, primero, un ser mirado… está teniendo lugar otra mutación. No la de que los hombres vendrían al mundo con un tercer ojo en medio de la frente, sino la de que nacen con un ojo encima de ellos que los mira fijo. El hombrecito, ya antes de ser presa de la videovigilancia, al llegar al mundo e, incluso, antes de llegar, se encuentra bajo la mirada. Esto cam- bia al mundo tanto como al niño. ¿Cómo concebir que pasearnos con un ojo encima no habría de cambiar hasta nuestro ser?”. El acto de ver se ha convertido en un arma poderosísima, señala Wajcman. El ideal que anima a nuestra sociedad contemporánea es la transparencia, en la que convergen la sociedad del espectáculo y la de la vigilancia. Todos quieren ver todo; todos quieren ser vistos por todos. Vale recordar aquí las palabras pronunciadas en 1968 por Andy Warhol, artista plástico y cineasta: “En el futuro, todos serán famosos mundialmente por 15 minutos”, palabras que parecían vaticinar el actual poder de los medios de comunicación y el apogeo de los “reality shows”. Las nuevas modalidades de expresión son expuestas a los millones de ojos que tienen acceso a la Red. Las redes sociales y canales (YouTube), que parecen estar al servicio de las personas, son un síntoma de importantes transformaciones en la subjetividad contemporánea, nuevas formas de exponer la intimidad. La intrusión en la vida privada toma la forma de incitar a mostrarlo todo; la intimidad se transforma en un espectáculo a la espera de que se abra el telón. Lo que surgió como un ideal hoy se ha transformado en un imperativo que toma la forma de “todo debe ser visible”, añadiendo un goce y disfrute en el mirar y en ser visto. El secreto y el pudor de tiempos pasados abrieron camino a una exhibición sin velo. Al modo de un “reality show” se va relatando el día a día: “con cara de cansado después de un duro día de trabajo…”, “a punto de coger un avión hacia…”. Cuantos más detalles mejor ¡y si se acompaña de una foto, más toavía! No sólo hay que contar, sino también mostrar, evidenciar… El imperio de las imágenes se ha hecho presente. La intimidad de nuestro tiempo entra así en una contradicción en tanto que vivimos en una cultura de las apariencias, del espectáculo y de la visibilidad, donde la intimidad resulta ser cada día menos íntima. En palabras de Miquel Bassols, psicoanalista lacaniano, “la paradoja en la que vivimos, de un ideal de transparencia, se pone rápidamente en contradicción con la preservación de la intimidad que, por otra parte, está cada día más en peligro”. “Nos pasamos el día en un laberinto de códigos, passwords, todo tipo de contraseñas para preservar lo más íntimo y privado, y resulta que en cualquier momento todo eso se deshilvana y lo que parecía más resguardado de la intimidad aparece al descubierto, a cielo abierto. A la vez, nos encontramos con el fenómeno inverso: hay también una extraña satisfacción en hacer aparecer la intimidad en lo más público”. Nos encontramos inmersos en un mundo que intenta la homogeneización de los sujetos. Un mundo que se afirma en el “todo hay que exhibirlo”, donde parece impensable gozar sin excesos y sin el dominio de las imágenes. Frente a esta tendencia a la uniformidad, ¿es posible salvaguardar el misterio de la subjetividad? Subjetividad que nos hace diferentes a unos de otros. Todo dependerá de lo que decidamos hacer: oponer nuestro margen de libertad (en relación a la norma) para encontrarnos como seres individuales y con deseo propio, o entrar al ruedo del capitalismo, que nos incita a consumir vorazmente, no sólo objetos, sino también vidas ajenas. Es tarea de cada uno reinventar ese espacio privado, fuera de toda mirada, que posibilita el mirarse a sí mismo. Mirada no siempre clara, sino enigmática y en ocasiones oscura.
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