Lee aquí el pregón de José Luis Ferris

Alacant, Pregón Fogueres 2015
Bona nit. ¡Molt bona nit, Alacant!
Miguel, benvolgut Miguel Valor, Alcalde d’esta ciutat; Belleses del Foc d’Alacant:
Carmen i Daniela; Dames d´Honor; President de la Federación de Fogueres: Manolo Jiménez;
Andrés, regidors, autoritats…
¡Alacantins…!
Gràcies per haver vingut. Gràcies per no faltar a la crida.
I vos done les gràcies, vos òbric el cor, per haver-me acceptat per a pregonar la festa, la
nostra festa, des del balcó d'esta plaça.
Si congeláramos por un momento, por un segundo, este instante: la última luz de la
tarde sobre nuestras cabezas, la plaza del ayuntamiento en su plenitud, este balcón, el reloj que
señala más allá de las nueve, y el silencio… Si pudiéramos detener este momento, digo, todo
sería como un sueño.
Hace unos días, cuando me comunicaron que debía ser el pregonero de les Fogueres de
Sant Joan de 2015, intuí que esa noche, por la inquietud, tardaría en dormirme. Sin embargo,
me equivoqué. No solo descansé profundamente sino que, además, tuve un sueño.
“He tenido un sueño”, decía Martin Luther King en su más recordado discurso. “He tenido un sueño”, dije yo también a la mañana siguiente; un sueño en el que me veía en el punto
más elevado de la ciudad, en una de las almenas del castillo de Santa Bárbara, como el diablo
Cojuelo, contemplando, acariciando con los ojos, las calles, las plazas, los edificios, los monumentos, las avenidas, los barrios de Alicante… “Todo cuanto ves eres tú mismo” –dijo alguien a mi espalda–. Y ocurrió que al girarme tropecé con un tipo robusto y barrigón, de ojos
saltones, cara ancha y bronca, pañuelo al cuello y blusón oscuro. Se presentó sin ceremonias.
Alargó el brazo con energía y me estrechó la mano con la fuerza de un estibador portuario: “El
Tío Cuc, pa servirle”. Y a bien que me sirvió aquel hombre para recordar y comprender, en lo
que dura un sueño, lo que es y lo que fue el Alicante de mi vida.
–Nunca serás un buen pregonero si ignoras lo que el pueblo espera de ti. Y lo primero
que espera de un hombre como tú es que seas completamente sincero, que uses el corazón y el
pensamiento a partes iguales.
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A punto estuve de responderle con la misma franqueza cuando me interrumpió poniendo más seriedad en sus palabras:
–Permíteme que te haga tres preguntas, o mejor, permíteme que te someta a tres pruebas para ver si eres digno del cargo que se te ha encomendado.
Me sentía generoso, como en casi todos los sueños que he tenido. Animé al Tío Cuc a
comenzar y le seguí la corriente poniendo cara de alumno aplicado.
–Ésta es la prueba de la lealtad –exclamó–. Uno ha de ser leal a su tierra, a su pueblo, a
sus raíces, a su cultura. Quien no cuida y defiende ese tesoro se merece un billete al país de los
asnos.
Me hizo reír, pero cortó mi carcajada planteando la primera de las cuestiones.
–Dime tres palabras que te resulten adorables, más bellas que las demás:
Le respondí con rapidez, sin pensar demasiado:
–Amor, vida, sentido.
–No está mal –dijo también con rapidez–. Ahora construye una frase con esas mismas
palabras.
Me acordé de una cita de Dostoievski que empleé no hace mucho en un acto solidario
de la Cruz Roja, y contesté: “Amar la vida más que a su sentido”.
–Estupendo, escritor –dijo el Tío Cuc–, pero yo cambiaría una palabra, si te parece
bien: “Amar Alicante más que a su sentido”. Porque esa es la verdad –insistió–, la pura verdad. Amar esta ciudad a pesar del sinsentido en que la hemos convertido entre todos. Edificios
históricos desaparecidos, improvisación, amnesia colectiva… Nos estamos olvidando de quiénes somos, apenas recordamos de dónde venimos y no sabemos bien hacia dónde vamos.
Amar esta ciudad a pesar de los pesares y salvarla con la imaginación.
No pude evitar aplaudirle allí mismo. El Tío Cuc era un verdadero sabio, un enamorado de la ciudad, y yo, al parecer, había salido airoso de la primera pregunta.
–Ahora vamos a lo que interesa –me dijo–. Si has de pregonar Les Fogueres de Sant
Joan has de saber, por encima de todo, que la Fiesta forma parte de la cultura más nuestra. Ahí
tienes la segunda de las pruebas. Demuestra tus conocimientos. Haz una defensa de aquello
que nos define, de nuestras señas de identidad, de nuestros valores. Tienes que manifestar ese
amor por lo que te rodea desde que eras niño.
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“He tenido un sueño”, pensé. O mejor, estoy en un sueño, en el corazón de un sueño,
junto a un ser inventado por la imaginación popular, el Tío Cuc. Un hombrecillo que se parece
mucho a mi conciencia y que quizá solo exista en mi pensamiento.
Pensé todo eso mientras me preparaba para enfrentarme a la segunda prueba. Carraspeé
para ajustar la voz y dejé que las palabras salieran del alma:
Decía Miguel Delibes que “un pueblo sin cultura es un pueblo mudo”.
No cabe duda de que en tiempos difíciles la cultura es, más que nunca, un bien esencial, necesario para salir del pozo. Y quien crea lo contrario es un necio.
Sin ella no hay progreso y no cabe pedirle a los pueblos, a los ciudadanos, ninguna
conducta moral. Quien piense que la cultura no es un órgano vivo, enamorante, necesario…
está condenado a la ignorancia.
Quien sabe y comparte a ciencia cierta, con los ojos cerrados, con el alma en carne viva, que la cultura y las tradiciones son la manifestación más maravillosa del corazón y la inteligencia es que va por el camino acertado, el que conduce al país de los árboles y al paraíso de
los que aman por encima del tiempo.
Jamás lo olvidéis: la cultura es la llave de la dignidad, el principio de la libertad y el
triunfo del pensamiento. La cultura nos hace vivir más intensamente la vida.
El Tío Cuc me miró de arriba abajo, me regaló una sonrisa desde su cara mal afeitada,
y exclamó:
–Cuánta verdad has soltado por esa boca. No te cambio una palabra, pero se trata de
hablar de Alicante, del orgullo de ser alicantino, de proclamar a los cuatro vientos lo que nos
diferencia.
Yo tenía muy claro que mi pregón debía ensalzar, por encima de todo, Alicante y su
fiesta grande, la de les Fogueres de Sant Joan, pero el bueno e impaciente del Tío Cuc se había
adelantado de nuevo. Pese a ello, le agradecí la observación, miré desde la almena del castillo
la inmensidad del mar, y continué.
–¡Alicantinas, alicantinos, somos los herederos de un bien innegociable y fantástico!
Debemos presumir de tener, posiblemente, la millor terra del mon. Gabriel Miró lo vio
con más claridad que nosotros: “Yo no sé si será esta tierra la mejor del mundo –decía–; pero
sé que su lumbre, su tacto, su vaho, traspasa siempre nuestra vida con una suavidad de óleo
precioso y una fortaleza de vino viejo. Desde que nacemos se nos llenan los ojos del azul de
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sus aguas. Mis ropas, mi pulso, mi piel, mis huesos, el sabor de mi lengua, todo en mí participa de las sustancias del mar...”
Pero además, está el legado que nos dejaron los hombres y las mujeres más grandes de
esta ciudad, desde el mismo Miró a Óscar Esplá, sin dejar en el olvido a Vicente Bañuls, Balmis, Figueras Pacheco, Arniches, Juan Vidal, Germán Bernácer, Rafael Altamira, Emilio Varela, Eleuterio Maisonnave, Paco Hernández, Gastón Castelló, Marina Olcina, Enrique Llobregat, Juan Francés… Sin prescindir tampoco de quienes dieron a Alicante mayor dimensión
humana y artística como Cavanilles, Eusebio Sempere, el padre Belda, Enric Valor, el Padre
Ángel, Julián Antonio Ramírez y Adelita del Campo. Hablo, cómo no, de quienes se dejaron
la vida en esta villa sin haber nacido en ella y cuyo nombre aún nos estremece: Miguel Hernández o Pantaleón Boné, mártires de la libertad. Y también de aquellos que le dieron color al
pasado y que constituyen el tejido de una misma memoria: ahí quedaron Caruso, Marieta, el
Chepa, el negre Lloma y el sargento Moquillo.
Ellos inventaron, verdaderamente, el Alicante profundo. Ellos crearon, cada uno a su
manera, el sentido y el sentimiento alicantino; el orgullo de serlo.
Y para hacer más grande el prodigio, hace 87 años, unos locos encantadores capitaneados por José María Py y el alcalde Julio Suárez Llanos, se sacaron de la chistera una fiesta denominada “Fogueres de Chuan”, con che de chufa, chinchón y chirigota. “Fiestas que deben
celebrarse por primera vez en esta ciudad –decía el alcalde aquel año de 1928–, con arreglo al
programa publicado. Conviene, para darle mayor brillantez, que el vecindario se asocie a tan
feliz iniciativa, poniendo a contribución sus entusiasmos… Debemos poner cuanto de nosotros
dependa para mejorar la obra, arraigarla y que tome carta de naturaleza. Y por esta alcaldía,
apelando al patriotismo de todos, se ruega al pueblo alicantino, con singular encarecimiento,
que engalane los balcones y ventanas de los edificios urbanos con cubertones y banderolas y
los ilumine profusamente durante las noches. Se ha de favorecer la implantación de “Les Fogueres de Sant Chuan”.
Desde aquel 22 de junio de 1928 a este 12 de junio de 2015 han pasado muchas cosas.
Se cumplió el deseo de Suárez Llanos de que la celebración del fuego arraigara en la ciudad.
Aquel primer año se plantaron 9 fogueres que entraron en concurso y Alicante alcanzó la muy
estimable cifra de 20.000 visitantes. Ni siquiera los dos años de suspensión de la fiesta durante
la guerra civil pudieron acabar con ella.
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Hoy somos muchos, miles de festeros, foguerers, barraquers, belleas y damas, los que
formamos la gran familia de les Fogueres de Sant Joan d’Alacant. Esto no hay quien lo pare.
Y damos las gracias a todos los que lo hicieron posible: Pepe Abad, Lorenzo Aguirre, Conrado
Albadalejo, Manuel Albert, Raúl Álvarez Antón, Melchor Aracil, Miguel Baena, Fulgencio
Blanco, Juan Capella, Adriano Carrillo, Gastón Castelló, Julio Esplá, Manuel Collía, Miguel
Castelló, José Ferrándiz Torremocha, Eduardo Fuentes, Alfonso Garrigós, Jaime Giner, Mauricio Gómez, José González Cayuela, Francisco Granja, Ramón Guilabert, José Ángel Guirao,
Pepe Gutiérrez, Antonio Hernández, Ramón Marco, Jacinto Masanet, Julio Moreno, José Navarro, Agustín Pantoja, Antonio Pérez Nadal, José Romeu Zarandieta, Agustín Segura, Antulio Sanjuán, Otilio Serrano, Arturo Tresáncoras, Tomás Valcárcel, Luis Torregrosa…
Os queremos desde este lado de la memoria.
Gracias a ellos y a quienes continúan la estela de la celebración construyendo fogueres,
allanando el camino, la fiesta sigue.
Dentro de una semana las calles se llenarán de monumentos; la noche, de luces; las
plazas, los racós, las barracas, de pasodobles; el aire, de ese olor a pólvora que despertará de
su aturdimiento al niño que fui, aquel que en el barrio de Florida Portazgo desfilaba feliz entre
las estridencia de la traca, de aquellos estampidos que excitaban nuestra alegría con su escandaloso crepitar. Y hasta aspirábamos el humo de aquella pólvora quemada que generaba en
nosotros el placer dulce de la fiesta, el espíritu de lo infrecuente y tanto tiempo esperado, el
gozo de percibir por la vista, el oído, el gusto y el olfato la sensación de estar vivo.
Alicantinas, alicantinos, dentro de una semana, Alicante será más vuestra que nunca,
las calles serán vuestras, la noche será vuestra, la luz será vuestra, el fuego será vuestro y hasta
el mar se inventará de nuevo para todos vosotros.
Es el momento de exhibir el orgullo de haber nacido en este tierra, o de vivir en esta
tierra, o de ser recibido por esta tierra bendita, por esta ciudad, por esta villa a la que muchos
consideramos la millor terra del mon.
Tan emocionado estaba con mis propias palabras que casi había olvidado al bueno del
Tío Cuc, quien me observaba sentado sobre uno de los cañones de la fortaleza.
–Ya veo que te va la fiesta, escritor –exclamó–. Y me alegro de que estés preparado para hacer un pregón más o menos decente. Ahora tienes que resolver la última de las tres pruebas.
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No supe qué decirle. Comenzaba a ser consciente de que él y yo estábamos dentro de
un sueño, de que podría despertarme de un momento a otro y librarme de la última prueba. Sin
embargo, la presencia de aquel hombre me inspiraba, en el fondo, confianza. El Tío Cuc formaba parte del imaginario colectivo que me trasmitieron mis padres, mis abuelos, y me infundía una infinita ternura. De modo que le anime a concluir y me senté a su lado.
–La noche del pregón estás obligado a provocar un fenómeno prodigioso –me dijo–,
algo que no dependa solamente de ti. Altera el reloj de la noche. Adelanta o retrasa el tiempo.
Anticipa un suceso meteorológico. Trastorna el código de las brújulas.
Solo dijo eso. Yo seguía hipnotizado mirando el cielo, las estrellas que comenzaban a
poblar la noche. Cuando bajé la vista, el Tío Cuc había desaparecido. Ni siquiera tuve oportunidad de darle un abrazo de despedida, un sencillo apretón de manos. Hasta llegué a pensar
que su presencia había sido solo eso: un sueño dentro de un sueño.
Y ahora me encuentro ante vosotros y ante el desafío de superar un reto probablemente
imposible. Cumpliendo el deseo del Tío Cuc, he de hacer algo parecido a un milagro, pero el
milagro no puedo conseguirlo yo solo. Tenemos que hacerlo entre todos. Pensándolo bien,
somos miles y miles los que amamos la fiesta; cientos y cientos los reunidos delante del Ayuntamiento. La solución es tan sencilla como juntar nuestra energía para conseguirlo.
(Proponemos un juego)
¡Alicantinas, alicantinos, amantes, enamorados de la festa mes fermosa…!
He tenido un sueño.
He soñado que la millor terra del mon se vestía de gala para celebrar sus días grandes,
los días de les Fogueres de Sant Joan.
He soñado que nuestras Belleas del Foc d’Alacant, Carmen y Daniela, vertían una lágrima de felicidad, otra de melancolía, la noche mágica, en este mismo lugar.
He soñado que no se puede ser más feliz cuando se tiene a gente como vosotros construyendo la fiesta, defendiendo la fiesta, disfrutando la fiesta.
He soñado que el orgullo de ser alicantino va más allá de cualquier etiqueta. Ser alicantino es una forma de mirar la vida, de sentirla, y una manera de estar en el mundo. “Desde que
nacemos –lo decía Miró– se nos llenan los ojos del azul de sus aguas. Mis ropas, mi pulso, mi
piel, mis huesos, el sabor de mi lengua, todo en mí participa de las sustancias del mar...”
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He soñado que la fiesta es nuestra, que el futuro es nuestro, pero sin olvidar que no hay
mañana sin memoria.
He soñado que, con permiso o sin permiso de las autoridades competentes, vamos a vivir la vida más allá de su sentido.
¡Alicante!, ¿cómo no te voy a querer…?
Alicantinas y alicantinos:
Gracias por regalarme el honor de haber sido vuestro pregonero.
Gracias por vuestra generosidad. Gracias por abrirme de par en par vuestro corazón.
¡¡Quedan inauguradas las fiestas de les Fogueres de San Joan 2015!!
¡Visca Alacant!
¡Visca la Festa!
¡Visquen les Fogueres de Sant Joan!
José Luis Ferris
Alicante a 12 de junio de 2015
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