Novedad: Educar sin culpa Optimismo y entusiasmo para padres y docentes Tras años de experiencia como padres, psicólogo y conferencista, Alejandro De Barbieri acaba de publicar un manual para “ayudar a padres y educadores a perder el miedo y la culpa que sienten al educar”. De Barbieri afirma que le duele que los padres no estén convencidos de que son ellos los primeros expertos y que el docente no esté convencido de que él es el primer (o segundo) experto en el proceso de educar. Pretende ayudar a ambos a recuperar su rol en la vida de sus hijos y a cambiar la realidad de nuestra sociedad. El autor dice que vivimos una realidad en la que los padres simbólicamente han dejado huérfanos a sus hijos y que la intención del libro es devolverles la paternidad y el valor de educar. En el capítulo dedicado a los docentes De Barbieri afirma que nos encontramos frente a niños y adolescentes que no respetan la autoridad, El libro es “una apuesta a la psicología preventi- ansiosos, demandantes, exigentes, víctimas de va” y “una vuelta a los valores elementales de la la tiranía del deseo. Para ellos, dice el autor, ser educación, como el prefeliz es desear cada vez servar la vida, el querer más y por tanto, queda“Nuestros docentes lo mejor para los hijos, mos todos víctimas de deberían ser personas el frustrarse para poder lo instintivo. Por tanto, caminar y una apuesta que enseñen que tener un una de las tareas claves por sostenernos en este educador es frustrar proyecto de vida es soñar, del tiempo de aislamiento al alumno para que haga es asir el futuro”. existencial”. algo con lo que le pasa y 30 “Cuando el docente se siente libre, es creativo, no vuelve a utilizar las mismas fotocopias de hace años”. no sea víctima pasiva de esos instintos. Agrega que la dificultad aumenta cuando no solo los alumnos no están siendo educados por sus padres, sino que tampoco se acepta un consejo o señalamiento de parte del docente. De Barbieri afirma que los profesores y maestros están solos y abandonados en su tarea, y además, son víctima del desprestigio social, al no sentirse valorados por los padres y alumnos, lo cual desgasta y desmotiva. A estas exigencias agrega la necesidad de “ser divertido”, dinámico y entretenido para motivar y finalmente enseñar. Citando a Julián Marías, el autor dice que el profesor tiene que despertar deseos, aunque no pueda satisfacerlos. “Deseo de saber, sin duda; más aún: deseo de ver, de mirar, de preguntarse, de quedarse perplejo…”. “El profesor pesimista es un domador; domador de sueños que, sin darse cuenta, deja que los niños sean esclavos de sí mismos”. 31
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