Palabras enguerinas PALABRAS ENGUERINAS XXIII Las lenguas, todas las lenguas del mundo, son expresiones culturales que identifican y caracterizan a las poblaciones que las hablan. Tal vez la que utiliza cada pueblo sea una de las manifestaciones culturales que mejor exprese su forma de ser, su carácter, su personalidad. Pero las lenguas no son realidades fijadas de una vez para siempre, como ocurre con un cuadro de Velázquez (La Meninas); o una escultura de Miguel Angel (el David); o una ópera de Mozart o El Quijote de Cervantes. Estas son obras que, una vez realizadas, permanecen iguales e idénticas durante siglos tal como su autor las concibió. Ahora bien, si hablamos de una lengua hemos de saber que se trata de una realidad cultural viva, abierta a cambios constantes, a influencias de otras lenguas cercanas y, sobre todo, a la influencia de los cambios de vida que sufren los hombres y las mujeres que la usan. Eso ocurre con nuestra parla enguerina, con el catalán valenciano y con la misma lengua española. El español se formó a partir del castellano de Castilla, al que se añadieron notables influencias del asturleonés y del navarroaragonés. Sin olvidar la aportación importantísima del árabe. Y hemos de saber que también el aragonés y el valenciano, al ser colindantes, se han influido mutuamente a través de los siglos, y poseen muchas palabras comunes, como no podía ser menos dada su proximidad. Lo anterior explica algunos de los aspectos que caracterizan la parla enguerina. Nuestra lengua se fue formando con aportaciones recibidas, primero de los repobladores aragoneses, a partir de la conquista por D. Jaime I en 1244. Posteriormente fue recibiendo indudables influencias tanto del valenciano como del español, lenguas que se hablan en las poblaciones con las que más hemos estado en contacto desde siempre. Y también se puede descubrir en nuestra parla enguerina una importante herencia de palabras árabes. Así, debido a múltiples influencias y continuas trasformaciones, se han ido formando todas las lenguas. Así se formó también nuestra Parla Enguerina. Y este mismo fenómeno ocurrió en otros pueblos del interior de Castellón y Valencia con los que nos hermana una misma raíz: el aragonés. Con ellos tenemos muchas palabras comunes, algunas de las cuales ahora os presentamos. MÁS PALABRAS COMUNES 1. En nuestra forma de hablar, con frecuencia se da, en relación con el español, pérdida de el sonido R cuando va en posición intervocálica, como ocurre en los casos siguientes en los que decimos: “mía que ties poco trellat”, “¿pa qué quies tú una amoto?”, “me paece que allegamos tarde”, “espate un menuto que ya tremino”, en lugar de: “mira tú que…”, “para qué quieres…”, “me parece que…”, “espérate un minuto…” Y esto también ocurre en otros casos similares. Del mismo modo también se pierde el sonido de la letra R algunas veces cuando entra en contacto con otra consonante, como ocurre en: “padastro y madastra” en lugar de “padrastro y madrastra”. (Este caso también se da en valenciano). O cuando decimos “reguñir”, en lugar de “regruñir”, Así, solemos decir: “Mi padastro me hincha a bascollás”. “La mare de Pepico, aunque es su madastra, lo cudia mu bien”. “El agüelo no para de reguñir” Por Matías Aparicio Simón -1- Palabras enguerinas 2. En otras ocasiones no se elimina la R, sino que se añade. Así ocurre, a veces, con sangrijuela, como se dice en el aragonés por su cercanía a “sangre”. Y también al nombrar la carchofa, que así se dice en valenciano y aragonés, en lugar del español “alcachofa”. Algo parecido (añadir el sonido de la R) lo encontramos en algunas palabras ya citadas, como es el caso de diarrera, chimenera, empastro… en las que introducimos una R. En español es: diarrea, chimenea, emplasto… 3. De otra parte, en posición inicial de palabra, en algunas ocasiones pronunciamos LL cuando en el español se usa L. Así ocurre en lladrar, llendre, Llorenza…O sea: ladrar, liendre, Lorenza…. Este caso, que ocurre en pocas palabras, se da tanto en valenciano como en aragonés. Y también existen curiosos intercambios, como las siguientes ocasiones: R en lugar de L, como en carabaza y no “calabaza”. V en lugar de L, como en devantal y no “delantal”. N en lugar de L, como en cansoncillo y no “calzoncillo”. 4. Otro caso frecuente es el cambio de fonemas dentro de la misma palabra. Así ocurre en: presona, naide, nesecitar, nesecidad, drento (en lugar de persona, nadie, necesitar y necesidad, dentro) y otros que son propios del antiguo enguerino y del aragonés. Pero existen otros ejemplos en los que también se dan estos cambios, que son utilizados por muchos hablantes y en todas partes, sin distinción de edad, como es el caso de: berbaje, pedricar, Grabiel, aguaredas…que en español son: brebaje, predicar, Gabriel, aguaderas... Tarañina viene del valenciano “taranyina” y del aragonés “tararaña”. En español “telaraña NOTA: Natividad Nebot, la autora que estamos siguiendo, opina que la presencia de estos casos “es un fenómeno propio del español vulgar”, y que poco a poco se está perdiendo, aunque se mantiene, como ocurre en otras palabras, en el habla de las personas mayores. 5. Veamos ahora algunas palabras enguerinas cuyo origen es el aragonés y que empiezan por F. “Falaguera”, que en castellano aragonés es el nombre del “helecho”, pero que en enguerino tiene otros significados, ya vistos en la entrega nº 20. “Fotre”, que entre nosotros es una exclamación indicando que nos han molestado, asustado, ofendido… ¡Fotre, la faena que me han hecho! En aragonés se dice “Foter”, con el significado de fastidiar, robar, dar una bofetada, faltar al respeto, tener relaciones sexuales… “Fuchina”, palabra que tiene el sentido de escapar, esconderse, huir…, que es el mismo que se le da hoy en nuestra parla. ¿Otra vez has hecho fuchina a la escuela? La palabra viene del fuchir aragonés y fugir valenciano (huir de, apartarse de). Su origen se encuentra en la voz latina fugere. Pero al faltar a la escuela nosotros decíamos “hacer bueyes”. Por Matías Aparicio Simón -2- Palabras enguerinas “Forcat”. Es el nombre del antiguo arado tirado por un solo animal. De esta palabra hemos hablado extensamente en el capítulo nº 2. Añadimos aquí que en aragonés y también en valenciano se le decía “forcate” y “forcall”. De ahí viene nuestro “forcat”. “Fartón”, hartazgo. Y también glotón. En enguerino decimos “hartajonero”. “Faba”: tonto, simple, bobalicón. “Otra vez t’han engañau, ¿estás faba o qué? “Falz”: es la “hoz”, del latín “falce”. En valenciano y aragonés, “falç”. “Figa”: en aragonés se dice del hombre flojo, muy delicado. “Feta”: se refiere a una mala pasada, una faena o acción dañina. “Vaya feta que t’han hecho. Mira que vender el bancal sin avisarte”. . 6. ALGUNAS PALABRAS ESPECIALES. Existen algunas palabras en nuestra parla que exigen una atención especial. De todas las posibles elegimos tres. En ellas, además, veremos la relación que el enguerino tiene con el aragonés y con el valenciano. La 1ª: Yemo, hiemo, guiemo: De las tres maneras lo oíamos pronunciar en nuestra parla. Se refieren al estiércol, material tan abundante como útil y necesario en otras épocas. Era preciso eliminarlo –sacarlo– de las viviendas-. Servía para abonar los campos y enriquecer las tierras. Ha dado lugar a infinidad de anécdotas. Uno de los sainetes más conocidos –Nocturno en Zalamera– se basa en el acarreo de este material por una calle a lomos de burros con la consiguiente falaguera que traían consigo. Las tres formas de nombrarlo proceden del término aragonés “yemo” (estiércol), pero su origen se remonta a la palabra latina FEMUS. Con el tiempo, el aragonés perdió la F inicial. Lo mismo ocurrió en la parla enguerina. Sin embargo en el valenciano se mantuvo la F y al nombrar la basura y el estiércol se dice FEM. La 2ª: Alizón: Se trata de una clase de hierba bien conocida. Algunos de los autores más famosos en nuestra parla usan esta palabra para distinguir una especial forma de ser de los enguerinos, algo propio de nuestra cultura y de nuestros comportamientos. Y califican todo ello de alizonenco. No es fácil definir en qué consiste ese carácter alizonenco ni en qué ocasiones resulta acertado aplicar ese adjetivo, pero todos comprendemos que, cuando escuchamos decir: “Vamos a representar una pasaíca alizonenca”, nos estamos refiriendo a un tipo de sainete en el que aparecerán costumbres enguerinas, en el que se habla nuestra parla y se ironiza sobre algún aspecto de nuestra vida colectiva. Por Matías Aparicio Simón -3- Palabras enguerinas Pero volvamos al alizón. ¿De dónde procederá tan famosa palabra? Antes de nada, en español al alizón se le llama “cerraja”. Y su nombre técnico en botánica es “sanchus oleraceus”. Aclarado este punto hay que decir que la cerraja, o sea, lo que nosotros en enguerino llamamos alizón, es una hierba muy conocida y abundante en todas nuestras comarcas. Se le puede encontrar tanto en los bancales como en las orillas de los caminos. Los entendidos saben que existen varias clases de alizones y que algunas especies son comestibles e, incluso, pueden tener propiedades medicinales a través del “agua de cerrajas”. Son buen alimento para las caballerías y también para los conejos, aunque eran especiales para los perdigotes. Se reconocen fácilmente en que son plantas compuestas de tallo hueco y ramoso, hojas jugosas y flores amarillas. Los nombres que recibe, si nos situamos en Aragón, Valencia y Cataluña, varían poco de unas regiones a otras. Los más frecuentes son: lletsó, llecsó, llicsó, llensó, llisón y lisón. Pero en Enguera decimos alizón. ¿Por qué esta diferencia con nuestro entorno? No es tanta como parece y tiene su explicación. Ya dijimos al principio que las palabras son como seres vivos, que cambian con el tiempo y la situación de las personas que las usan. Pues bien, dicen los entendidos que esos nombres seguramente proceden del latín LACTITION, palabra que procede de LACTE, leche en español, y en catalán valenciano LLET. De ahí a decir llicsó o llensó sólo hay un paso. ¿Pero cómo hemos llegado en Enguera a decir alizón? El que esto escribe piensa que ha sido por influencia árabe. Si añadimos al principio de llinsón o llisón el artículo árabe AL, tendremos un allisón o al-lisón, sonidos ambos muy cercanos a nuestro alizón, un nombre más de los muchos creados por los enguerinos. Este es un buen ejemplo de los curiosos cambios que pueden sufrir las palabras. Pues también cada una de ellas tiene su historia particular. La 3ª: Alión – Alionero: En esta palabra nos encontramos con un ejemplo similar al anterior. El árbol al que nosotros llamamos ALIONERO, en castellano es conocido como ALMEZ y también se le dice LODORERO. Y el nombre de su fruto o semilla es la ALMEZA, o también el LODOÑO o LIRÖN, según regiones. Pero a ese fruto nosotros, desde hace siglos, llamamos ALIÓN y al árbol ALIONERO. El alión es un fruto redondo, pequeño, negro cuando madura y comestible. De jóvenes, los chicos jugábamos a disparar el diminuto hueso redondo a través de un cañuto, generalmente en dirección a las niñas. El árbol, el alionero o almez, se halla por todas partes en la zona mediterránea: Aragón, Cataluña, Valencia, etc. Puede alcanzar una altura de 12 metros o más. En cada uno de estos territorios su nombre varía ligeramente: lledoner, lladoner, llidoner, llatonero o latonero (estos dos últimos se usan en Por Matías Aparicio Simón -4- Palabras enguerinas Aragón)... nombres derivados de su fruto: lledó, lladó, llidó o lliró… Por cierto, en Castellón existe mucha devoción a la “Virgen del Lledó”. Sin embargo, en Enguera continuamos utilizando los nombres alión y alionero. ¿De dónde proceden estas diferencias? Nada podemos afirmar con certeza. Pero conviene que sepamos que los nombres “alionero”, “lledoner”, “llidoner” y demás tienen también su raíz en una palabra original del árabe: “Al-mays”. Observemos que el nombre enguerino mantiene el artículo inicial árabe “al” y la terminación ero, tan frecuente en aragonés ¡y en enguerino! Así, decimos: cirigüelero, membrillero, pomera, olivera, garrofera, alionero, albercoquero…. Pero más aproximaciones nos resultan difíciles de precisar. Estaremos a la espera de lo que aporten los expertos. Mientras tanto seguiremos cogiendo los aliones que nos proporcionan los alioneros, tan abundantes estos en nuestro término, y comiendo sus frutos maduros. Matías Aparicio Por Matías Aparicio Simón -5-
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