LA FAMILIA SUÁREZ VEINTIMILLA – Sencillez y

FAMILIA SUÁREZ VEITIMILLA,
LA SENCILLEZ EN EL SERVICIO A LOS DEMÁS
(Todos ellos hicieron de su vida una hermosa aventura)
Esta familia es para Ibarra como una fuente en cuyo fondo brillan como perlas la poesía y
el heroísmo; la santidad y la honestidad; el fuego de amistad y, principalmente, la
humildad.
Ellos, haciendo una donación de sí mismos, han brillado en la entrega total a los demás,
al punto del sacrificio personal. Han brillado para su Ciudad y su País, para las letras de
Hispanoamérica y la literatura mundial; para la Iglesia y la hispanidad americana. Al final
de sus días nos han entregado un ejemplo de ciudadanía y de coherencia con sus valores
católicos.
Ha trascurrido más de 130 años desde que este viejo tronco familiar constituye su hogar
en la ciudad de Ibarra, entre las calles Vicente Rocafuerte y Gabriel García Moreno
esquina. Hermosa casa de ladrillo visto, de las primeras construidas en ese material, que
en su tiempo ocupaba al menos un cuarto de manzana. Aquí crecieron Francisco,
Mariano, Jorge, Carmela, Carlos, y Rafael, hijos legítimos de los señores doctor Rafael
Suárez España y Matilde Veintimilla García. Rafael Suárez España, era de origen
ambateño.
Los Suárez Veintimilla vivieron un tiempo en Otavalo y se trasladaron a Ibarra a inicios de
este siglo. Doña Matilde Veintimilla fue hija de Mariano Veintimilla y Josefa García Rocha.
El doctor Suarez era médico de profesión pero no ejercía, Y sólo en casos extremos asistía
a sus familiares y amigos cercanos. Se definía más bien como agricultor, era un hombre
muy expansivo y alegre, que hablaba en voz alta. Eran muy conocidas las reuniones en su
casa donde invitaba a sus amigos al juego del tresillo. Allí asistían personajes como Víctor
Villota y Segundo Flores Rosales. Doña Matilde era una mujer de contextura pequeña, más
bien morena, muy piadosa y devota de Santa Marianita, ante cuyo altar de la Iglesia
Catedral rezaba y escuchaba misa todos los días; hablaba en tono quedo y ella era dulce,
incluso para reprender. La familia vivía de la actividad agrícola, pues poseía en propiedad
las haciendas La Banda y La Victoria.
Los hermanos Suárez Veintimilla se educaron en este ambiente de piedad, sencillez y
generosidad extrema. Al respecto, se cuentan muchas anécdotas como aquella de que el
día que doña Matilde se sorprendió al ver que sus hijos estaban a obscuras en las
habitaciones porque habían regalado todos los focos a las familias pobres de la ciudad.
Educados fundamentalmente en los valores morales del catolicismo, en la búsqueda vital
hacia ideales trascendentes como el heroísmo en el servicio a la Patria, en la búsqueda
de la santidad, y la sensibilidad estética, todos ellos hicieron de su vida una hermosa
aventura.
FRANCISCO SUÁREZ VEINTIMILLA
El hijo mayor, nació el primero de junio de 1.895. Fue bautizado el 6 de Junio en la Capilla
de las Hermanas de la Caridad. El despuntar del nuevo siglo fueron años en que el país
estaba asolado por la guerra civil entre conservadores y liberales. El triunfo de Alfaro fue
visto como una grave amenaza para las familias tradicionales de la ciudad que se
refugiaron en su fe, en el apego a sus hermandades y cofradías. En ese ambiente creció
Francisco, digamos como imbuido de un espíritu de cruzada frente a la religión que se
encontraba amenazada, y también estimulado por el amor a la patria que era parte de
la construcción ideológica del Estado liberal laico.
Francisco, al igual que sus hermanos, venían del mundo de los libros y la gran biblioteca
familiar alimentaba las lecturas sobre la aventura épica, y la donación de sí mismo en
aras de una causa justa o de trascendencia religiosa. De sus lecturas venía una habilidad
para la prospección estratégica. Francisco veía venir, en pocos años, una amenaza del
Perú, creía con gran certeza que vendría una invasión, y por un sentido de servicio a su
Patria, antes que por vocación militar, decidió que el propósito de su vida era prepararse
para defender al Ecuador.
Para las familias aristocráticas, la carrera militar era casi una vergüenza; sus padres, sin
embargo, apoyaron su proyecto de vida y decidieron darle la mejor educación. Se
embarcó para España en el año 1.917. Su carrera fue meteórica. Fue aceptado en la
Academia de Caballería de Valladolid donde descolló, por su audacia, capacidad
intelectual y don de gentes. Obtuvo la Cruz al Mérito Militar y sus profesores y
compañeros le entregaron una insignia de oro. El Rey de España le recibió en audiencia
especial y le entregó un retrato suyo con un sincero autógrafo.
El Periódico ABC de Madrid, junio 25 de 1.922, expresaba:
"Ha sido traído a Ceuta desde el campamento de Beni-Aros, donde falleció, el cadáver del
alférez honorario Francisco Suárez Veintimilla, natural de la República del Ecuador. Cayó
herido el día 19, en el avance sobre Zamade Siddi-Issef el Tallidi, dónde se batió
heroicamente".
Francisco dejó su sangre en la tierra árida de África. Buscó ir a este lugar no para
encontrar la muerte; fue a buscar el cumplimiento del ideal trascendente: defender la
bandera que le acogía y buscar la experiencia que necesitaba para defender a su Patria.
Fue mortalmente herido en combate con los moros, y expiró en el campo de batalla con
solo 27 años de edad. Francisco era un hombre adelantado a su tiempo, su crítica a la idea
del “progreso” capitalista y su defensa de los derechos de la naturaleza parecen estar
escritas, con un gran fervor, por un joven actual.
“Nos dicen que los hispanos y los hispanoamericanos no somos civilizados”
Expuso- "No somos ciegos civilizados, es verdad; no sabemos vivir como requiere lo que se
llama el progreso moderno, porque no sabemos torturar a la naturaleza para satisfacción
de todos nuestros caprichos y egoísmos; porque no sabemos las reglas del interés
compuesto y del tanto por ciento. Porque no pretendemos convertir en oro todo lo que
tocamos, y para que no nos pase lo que a aquel rey de la leyenda; porque caminamos
siempre con la cabeza alta, los ojos fijos en las estrellas y en lo que hay más allá…; porque
es nuestro corazón demasiado sensible a todos los nobles sentimientos, porque nuestra
alma demasiado desprendida de la tierra, demasiado elevada y espiritual".
En Quito se levanta un monumento conmemorativo a Francisco, erigido con el auspicio
de la Colonia Española y el Gobierno Ecuatoriano. Ir a su monumento en Quito, es
necesario, para decirle que es parte de nuestra reserva moral en los tiempos que corren y
para la crisis que viene.
MARIANO SUÁREZ VEINTIMILLA
Mariano Suárez Veintimilla es un hombre imbuido de un gran espíritu de servicio.
Elegante, respetuosamente radical en sus convicciones católicas, conservadoras, valiente
al enfrentarse a los gobiernos liberales. Convencido de sus principios, amaba
profundamente a su ciudad natal y siempre añoró retornar a ella .Pudo volver a la Ciudad
Blanca luego de graduarse de abogado y doctor en jurisprudencia y ejerció aquí su
profesión con pulcritud, demostrando un gran conocimiento del Derecho. Incursionó
también en el periodismo y fue fundador de medios de comunicación tales como el
semanario “El Clarín”. Fue articulista de opinión de los semanarios “El Clarín” y “Estrella
Polar”. Su estilo era frontal y valiente, no tenía temores ni dubitaciones en señalar lo que,
según su criterio, no estaba correcto en el ámbito político nacional.
Ascendió rápidamente en la política nacional, siempre coherente con sus principios,
armado de una gran capacidad de oratoria, respetuoso de las opiniones de sus
contradictores. Todos, incluso sus oponentes políticos, le consideraban un amigo
brillante. En varias ocasiones fue diputado, ministro de Agricultura y del Ministerio del
Tesoro. Fue, además, vicepresidente de la República y honró a la provincia de Imbabura
cuando alcanzó la presidencia de la República, del 3 al 16 de septiembre de 1.947. Pese a
que tuvo el apoyo de todas las fuerzas políticas para permanecer en el poder, prefirió
abrir el camino para la transición democrática y convocó a un congreso extraordinario
para entregar el poder al doctor Julio Arosemena Tola. Durante su vida recibió muchos
reconocimientos; entre ellas, la condecoración Abdón Calderón otorgada por el Gobierno
Nacional del Ecuador; y además, la Legión de Honor en el grado de Oficial conferida por el
Gobierno de Francia. Falleció en la ciudad de Quito, el 23 de octubre de 1.980.
JORGE SUAREZ VEINTIMILLA
El tercer hermano, hombre excepcionalmente imaginativo y despierto, muy conocedor e
interesado en los temas agrícolas. Su vida auguraba mucho, lastimosamente murió muy
joven, a los 38 años de edad, al parecer sufría de paludismo y al inyectarse quinina, que en
ese tiempo era el tratamiento recomendado, sufrió una infección bacteriana o sepsis y
falleció en el año 1.941 cuando se desempeñaba administrando las haciendas familiares
de La Victoria y La Banda. Su gestión como administrador fue una oportunidad para
ejercer su vocación por la agricultura y esto permitió cubrir los gastos familiares de la
educación en Europa de sus hermanos Mariano, Francisco y Carlos.
CARLOS SUÁREZ VEINTIMILLA
Carlos Suárez Veintimilla es el poeta mayor de la tierra imbabureña. Muchas generaciones
aprendieron a recitar sus versos desde niños. Cada monte, cada lago y cada pico
imbabureño tiene un poema del “Doctor Carlitos”. La fama de su poesía trascendió el lar
natal siendo considerado el más grande poeta religioso del siglo XX. Además es el
referente ibarreño de la alegría en el trabajo y en el esfuerzo cotidiano porque emprendió
muchas aventuras de servicio, como fundar una escuela, un colegio y otros proyectos
educativos y sociales. Todo esto conllevó gran esfuerzo y sacrificio, a veces fracasos; pero
siempre brilló por su sonrisa. Fue maestro de varias generaciones y era, según decían, un
lujo de profesor, que podía conservar la amistad de sus alumnos y alumnas sin perder el
gran respeto que se le tenía.
Estudió en la Escuela de los Hermanos Cristianos de Ibarra y en el Seminario Menor San
Diego; posteriormente ingresó al Colegio Pio Latino Americano de Roma donde estudió
Humanidades Clásicas y Ciencias Eclesiásticas. Luego pasó a la Universidad Gregoriana en
la misma ciudad de Roma y se ordenó sacerdote en el año 1. 934. Retornó a Ibarra en el
año 1.938. En este año une esfuerzos e identidad de preocupaciones con los sacerdotes
Leonidas Proaño Villalba y Luis Carvajal quienes lo poyan en la creación de movimientos
juveniles como la Juventud Obrera Católica (JOC), grupos scouts y otras asociaciones
juveniles vinculadas a gremios y corporaciones artesanales.
Su afición por el andinismo es un hecho digno de relatar: ya en la década de los 50,
jóvenes, adolescentes y niños seguían al poeta y al doctor José Flores en excursiones y
campamentos, recorriendo todos los volcanes, cordilleras y páramos de Imbabura.
Libros fundamentales de su poesía para todos los imbabureños son: Caminos del Corazón
Inquieto, Cuadernos de Ausencia de Presencia y Ábside, en 1.945; Alondras, en 1.946;
Cinco Cantos de Soledad en 1.953; Las Horas en 1.954; Serenata a la Virgen en 1.963;
Poesía en 1.973.
Murió en olor de santidad, el 13 de septiembre del 2007, habiendo donado todos sus
bienes y herencias a sus obras educativo–religiosas que aún subsisten y sirven a la ciudad
de Ibarra, como el Colegio Nuestra Señora de Fátima.
CARMELA SUÁREZ VEINTIMILLA
Carmela Suárez Veintimilla, al igual que sus hermanos, se distingue por su sencillez y
humildad y por su espíritu afectuoso, que hacía que todas las familias de Ibarra la traten
cariñosamente por el apelativo de Carmelita. Todos se honraban con su amistad y llevó su
religión de manera sencilla, sin aspavientos, demostrandose muy devota y cumplidora de
sus deberes religiosos. Su filiación política, al igual que la de toda su familia, era hacia el
Partido Conservador Ecuatoriano. Ella fue el alma femenina de la campaña de Camilo
Ponce Enríquez, no solo en Imbabura sino a nivel nacional. En esta lid electoral movilizó a
las mujeres de todo el país, principalmente, por su gran empatía y espíritu coloquial.
En Ibarra, no solo en el tiempo de campaña, los salones de la casa grande se iluminaban
con la presencia gentil de esta dama que a todos atendía por igual.
En 1.959, Carmela Suárez Veintimilla de López, llegó a ocupar, en representación del
Partido Conservador de Imbabura, una curul en el Parlamento Nacional, siendo la primera
mujer en el Ecuador que fue diputada por elección popular. Tenía una gran capacidad
para la oratoria. Sus amigos y asesores le informaban sobre la realidad de las localidades
que visitaba y Carmelita, podía hacer rápidamente un discurso sobre el tema. En épocas
de campaña daba hasta cuatro discursos diarios.
En los días finales de su vida se instaló en la ciudad de Quito, en el barrio La Floresta, calle
Andalucía, y su casa fue, al igual que la de sus hermanos, un referente para los estudiantes
ibarreños, especialmente por la cercanía a la Universidad Católica. Conservaba en esta
casa recuerdos entrañables de su familia y con especial deferencia, las reliquias un
notorio reconocimiento del Rey de España por su querido hermano Francisco. Carmelita
contrajo matrimonio con el ibarreño don Jaime López, con quien procrearon un hijo
también llamado Jaime. Aparte de sus preocupaciones por el hogar y la política, ocupaba
su tiempo en hacer un seguimiento y apoyar las obras pías y educativas de su hermano, el
poeta Carlos Suárez.
Dicen que era una maravilla oírle declamar las poesías de su hermano, era comunicativa,
disfrutaba de contar anécdotas sobre su época como estudiante en el Colegio de
Bethlemitas. Gran cocinera, heredó de su madre doña Matilde esta afición.
RAFAEL SUÁREZ VEINTIMILLA
El 26 de junio de 1.999 falleció el tercer hijo de la familia Suárez Veintimilla, Rafael, que
heredó de su padre esa alegría de vivir, siempre sonriente, comprometido con sus
amistades y su ciudad, coherente con su militancia católica.
Creció en la casona que hemos descrito, en una urbe en la que por entonces todos sus
habitantes se conocían, ciudad pacífica, cuyos ciudadanos estaban involucrados en
grandes proyectos comunes como la llegada al puerto de San Lorenzo; ciudad por lo
demás alejada del barullo político nacional.
Pero Rafael, al igual que sus hermanos, tenía miras hacia lo que sucede en el país, por eso
se vinculó a la política muy tempranamente, y casi por tradición familiar, militó en el
Partido Conservador Ecuatoriano. Fue legislador por la provincia de Imbabura y secretario
del Congreso Nacional. Aquí brillo su discurso por ser respetuoso, ameno y puntual y
porque demostraba una sólida cultura y un amplio conocimiento del Derecho Legislativo
y de la Doctrina Social de la Iglesia Católica.
Rafael se graduó de abogado y doctor en jurisprudencia, amó siempre su profesión,
descolló en el libre ejercicio, especialmente por su conocimiento en el Derecho Civil, más
concretamente en el Derecho de Sucesión. Fue representante de las corporaciones
empresariales, funcionario público en las funciones y organismos de Control del Estado. La
última labor que desempeñó fue la de miembro de la Junta Bancaria. Rafael era
reconocido no solo por sus capacidades intelectuales y desempeño político, sino porque
sabía honrar su amistad, jugarse entero por sus amigos, no era raro que sin otro interés
que servir y de su mismo patrimonio ayudara a sus amigos, a las causas sociales de
beneficencia o a las órdenes religiosas.
Su casa en Quito, ubicada en el barrio La Floresta, entre Toledo y Floresta, era un
acogedor chalet con dos patios; el de atrás tenía una hermosa pileta, aquí se reunían los
ibarreños residentes en la Capital a quienes acogía. Ellos se convocaban como en casa
propia sin ser invitados, iban y venían como en su propio hogar. Muchos estudiantes
ibarreños recuerdan cómo iban a esta casa a pedir auxilio ante alguna angustia económica
que no podía solucionarse de inmediato por la distancia tan grande en que quedaba la
ciudad de Ibarra. La señora Piedad Flores, primera administradora de un periódico a nivel
nacional, recuerda cómo ella convaleció de una enfermedad en esta casa atendida por la
excepcional matrona doña María Bucheli, esposa de Rafael Suárez, difícil entender la vida
de entrega a los demás y éxito público del Dr. Rafael Suarez sin conocer la vida de esta
ilustre dama.
El historiador Enrique Ayala Mora escribió: “Rafael Suárez tenía dos méritos difíciles de
hallar juntos. Era un agradabilísimo conversador y también sabia oír a la gente. Su talento
era saber cuándo hablar y cuando escuchar. Era por principio tolerante. En las discusiones
hallaba siempre los consensos más bien que las discrepancias. Sabía unir a la gente. Su
casa era un punto de encuentro de personas de las más diversas procedencias. Y todos
eran sus amigos.”
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
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http://es.wikipedia.org/wiki/Mariano_Su%C3%A1rez_Veintimilla