Los dialectos del castellano

Javier Sánchez Abarca
Lengua castellana y Literatura
TEMA 3.VARIEDADES GEOGRÁFICAS DEL ESPAÑOL.
Los dialectos del castellano.
Introducción
La extensión del castellano o español en toda la península no supuso uniformidad total de
usos lingüísticos. El proceso de normalización lingüística no pudo borrar las variedades que
constituyeron una constante en la historia lingüística de la península. Especialmente en zonas rurales
perduran hoy rasgos dialectales arcaicos que resultan análogos en regiones distantes, no sólo de la
península, sino también en América. Todo esto nos lleva a formularnos estas dos preguntas: ¿Qué es
un dialecto? ¿Qué es una lengua?
La noción de dialecto tiene un carácter genético: Históricamente, toda lengua es un dialecto
de aquella de la cual procede. Así el castellano, el catalán, el francés… son dialectos del latín y el
andaluz, canario, dialectos del castellano. El latín mismo es un dialecto del indoeuropeo. A partir de
aquí hay dialectos que se transforman en lenguas y otros que siguen siendo dialectos. El requisito
fundamental para que un dialecto se convierta en lengua es tener una norma lingüística propia, un
modelo ideal de lengua, al que aspira todo hablante al intentar expresarse correctamente: así, el
andaluz es un dialecto del castellano porque al escribirse no refleja su habla, sino la norma
castellana.
Las lenguas se diversifican al extenderse por el espacio. Si a la expansión se le añaden
factores de carácter político y cultural, además de la evolución lógica que produce el paso del
tiempo, se puede llegar a producir la diferenciación de una lengua. Surgen así los dialectos: sistemas
lingüísticos derivados de una lengua, viva o muerta. Es el caso de las lenguas romances, productos
de la fragmentación del latín.
Como características fundamentales de los dialectos podemos señalar su subordinación a
otra lengua, ya que el hablante de un dialecto sitúa su ideal lingüístico en una lengua superior y más
general, a la que tiene conciencia de pertenecer. Además, el dialecto no se encuentra suficientemente
diferenciado de la lengua de la que depende. Del mismo modo podemos mencionar su escasa
nivelación dado que los rasgos dialectales no son unitarios y no están normalizados, es decir, que
las diferentes características gramaticales, léxicas y fonéticas no son compartidas por todos los
hablantes de un dialecto. Los dialectos, a diferencia de las lenguas, no gozan de una tradición
literaria, ya que los rasgos dialectales difícilmente se plasman en forma escrita porque los hablantes,
al escribir, utilizan la lengua general. Las raras excepciones llegan a constituir una tradición literaria.
Por todo ello, y extrapolando todos estos datos a la lengua castellana, podemos ver como todos los
hablantes del español forman una comunidad lingüística, pero todos los hablantes no hacen uso
homogéneo de la lengua. Las variedades históricas, geográficas, sociales o de competencia
comunicativa impiden la uniformidad del idioma.
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Para evitar la fragmentación del idioma existe la norma, que corresponde al modelo
lingüístico que toda la comunidad de hablantes entiende como culto. La norma establece lo que es
correcto y lo que es incorrecto, y desde este criterio se impide que la disgregación del idioma llegue
a imposibilitar la comunicación entre los hablantes del español de diferentes zonas. No existe una
única norma, pues ésta se debe adaptar al modo de expresión de las personas cultas que emplean
algunas variedades dialectales y que no se consideran incorrectas. No se debe pensar que los
hablantes de una sola zona son los propietarios del idioma o que los hablantes de un determinado
lugar son los que utilizan el buen español.
La diversificación dialectal del castellano nos conduce a señalar una gran zona dialectal con
una enorme tendencia innovadora (Andalucía, Canarias y América), conocida con el nombre de
variedad meridional, y otra –la mitad norte peninsular- mucho más conservadora, conocida con el
nombre de variedad septentrional. Entre ambas podríamos señalar una zona de transición o
intermedia (Extremadura, Murcia y Castilla-La Mancha) en las que se comparten rasgos de ambas
variedades. Así mismo, y dado el auge que presenta el fenómeno del bilingüismo en algunas
regiones de nuestro país, también destacaremos algunos rasgos del habla castellana en las zonas en
las que esta convive de igual a igual con otra lengua.
1. Variedades septentrionales
Corresponden a la zona de origen y primera expansión del castellano y son las más
conservadoras en cuanto a evolución lingüística. Comprende el norte de España con un límite
impreciso que se podría trazar por Salamanca, Ávila, Madrid, Guadalajara, Cuenca y el norte de
Albacete. A grandes rasgos, se caracterizan por la distinción entre los fonemas /s/ y /z/ y la
pronunciación no aspirada de /s/ final de palabra.
Además de esto, sus rasgos más destacados son:
1. La acentuación del posesivo antepuesto al nombre: mí libro, tú casa.
2. Pronunciación de la –d final de palabra y de la c- en el grupo ct- como –z: Verdaz,
Madriz, Aztor, Reztor.
3. Introducción de –s en la segunda persona del singular del pretérito perfecto simple:
salistes, vinistes.
4. Perdida de la d en la forma de participio: he cantao
5. Empleo del leísmo, laísmo y loísmo.
6. Uso del infinitivo para la segunda persona plural del imperativo: Ser buenos y traerme la
silla.
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2. Variedades meridionales: el andaluz y el canario
Los territorios que parten desde el sur de Ciudad Real y Albacete se consideran una
modalidad dialectal innovadora, de origen no latino, que se divide en dos dialectos: el andaluz y el
canario.
2.1. El andaluz
Abarca prácticamente las ocho provincias de esta región e influye en otras como Badajoz y
Murcia. Es el dialecto peninsular de mayor prestigio social y extensión. Lo hablan ocho millones de
hablantes y es patrimonio cultural de todos los andaluces sin distinción de clase ni de cultura, lo que
supone una enorme aceptación y prestigio social, que no tienen los demás dialectos.
Debido a los distintos repobladores que se situaron allí con la Reconquista, se pueden
distinguir dos zonas: el área oriental (Almería, Jaén, Granada, Córdoba y parte de Málaga)
caracterizada por la pérdida de consonantes finales; y el área occidental, que se caracteriza por la
aspiración de la h- inicial, la aspiración de –s final y la sustitución del vosotros por ustedes.
Pese a estas diferencias, el andaluz presenta rasgos comunes en todas sus zonas que podrían
resumirse en los siguientes:
1. Yeísmo: alteración de los sonidos palatales "ll" e "y"; se pronuncian igual: "llano”,
"yelmo".
2. El seseo: pronunciación de /S/ en lugar de /C/: zapato/ sapato; cerilla/seriya cien/sien.
3. El ceceo: pronunciación de /C/ en lugar de /S/ ( zoñar por soñar).
4. El fonema africado /ch/ se pronuncia fricativo: mushasho.
5. Intercambio de las consonantes finales de sílaba R, L: sordao/soldado, er cielo.
6. Desaparción de R y L posición final: saltá / saltar; papé/papel.
7. Relajación de la -s al final de sílaba o palabra: querido por queridos
8. El fonema africado /ch/ se pronuncia fricativo: mushasho.
9. Relajación de las sonoras intervocálicas que se eliden. Vestío / vestido; deo/ dedo;
Graná/Granada
10. Aspiración de la h. artarse, los ombres.
11. Aspiración de j: treba ar, itano.
12. Empleo de diminutivos –illo, -illa, -ico, -ica.
13. Apócope de la –d final: verdá.
14. La forma ustedes se ha extendido en perjuicio de vosotros en el andaluz y, mucho más,
en el canario.
15. Introducción en el léxico de abundantes gitanismos y arabismos.
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2.2. El canario
Se desarrolla tras la conquista de las islas en el siglo XV. Tiene muchos rasgos comunes con
el andaluz debido a que Canarias actuó como plataforma para los viajeros a América. Al mismo
tiempo, recibe también las influencias lingüísticas del otro continente, por eso hay una importante
similitud en la entonación con algunas variedades americanas. El canario comparte con el andaluz: el
seseo, la aspiración de -s en final de sílaba, el yeísmo y la neutralización de -r y -l implosivas. El
canario se caracteriza además por:
La aspiración de h- inicial y –s final de sílaba.
La pronunciación de ch- casi como y: muyayo. (sonorización)
La sustitución de “vosotros” por “ustedes” (rasgo coincidente con el andaluz occidental).
Confusión de r y l al final de sílaba: calpintero.
Vocaliza las consonantes interiores agrupadas: padre/ paire; cuerpo/ cuerpo
Uso del pretérito perfecto simple en lugar del pretérito perfecto compuesto.
Comí/He comido
7. En el léxico es llamativa la presencia de algunos americanismos, fruto de los fuertes
vínculos migratorios con los países de allende el Atlántico (guagua), y de algunas voces
del guanche, de la lengua autóctona anterior a la conquista : gofio ( masa hecha con
harina de maíz), baifa ( cabra).
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3. Variedades de transición
Se agrupan bajo esta denominación el extremeño y el murciano, que se hablan en los
territorios intermedios entre las zonas norteñas y meridionales y que, por tanto, comparten rasgos
lingüísticos de ambas variantes.
3.1. El extremeño
El extremeño es una modalidad lingüística hablada en el noroeste de Extremadura y una parte
del sur de Salamanca. Tiene una importante influencia histórica del leonés y una influencia
constante del castellano y del andaluz.
Se habla con mayor o menor vitalidad en las comarcas salmantinas de EL Rebollar, sur de
Ciudad Rodrigo y Béjar, al igual que en la provincia de Cáceres en las comarcas de Sierra de Gata,
Las Hurdes, Valle de Alagón, Valle del Jerte, Valle del Ambroz, Monfragüe, y en la comarca de Las
Villuercas-Guadalupe.
En el resto de Extremadura las hablas tradicionales son formas de castellano que comparten
rasgos meridionales. En el extremeño alternan los fenómenos de procedencia leonesa, en el norte de
Cáceres, como la permanencia de la f- inicial latina (farina), cierre de o, e finales (esu, esi) o
conservación de –e final latina(rede), y los de origen andaluz en la provincia de Badajoz, con la
pérdida de la s final de palabra y aspiración de la /s/ final de sílaba (niño, mi_mo), aspiración de j y
de h: (mujer, higo), confusión entre r y l finales de sílabas (farda, acabal).
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3.2. Murciano
Murcia fue un punto de encuentro de aragonenses, castellanos, valencianos y mozárabes. Por
tanto, se trata de otra habla de tránsito al compartir rasgos con el aragonés, el valenciano (catalán) y
el andaluz (por su proximidad geográfica).
En el murciano, junto a arcaísmos castellanos, hay numerosos rasgos fonéticos compartidos
con el andaluz oriental (aspiración de s final de sílaba y pérdida de la s final de palabra y abertura de
la vocal anterior, confusión entre r y l , y g y b ( fartar, armolzal, abuja), abertura de la a en el
diptongo ei (paine, trainta) , cambio de b por f y de g por j, precedidas de s ( desfaratar, la fota, des
jracia), perdida de la d en el prefijo des- (e faratar, “desbaratar”, e trozar, “destrozar), sufijo ero, era (
follaero, “alboroto”, “confusión”), risera (“risotada”), incrementos nasales (muncho, lenjos), etc.
Además, cuenta con un interesante vocabulario, en muchos casos de influencia catalano-aragonesa :
repretar (“apretar”), llampo (“relámpago”).
4. Características de los dialectos históricos (astur- leonés y aragonés) o hispánicos.
Por razones sociohistóricas, la extensión y el prestigio del castellano redujeron la posibilidad
de expansión y desarrollo del leonés y el aragonés, dos dialectos derivados del latín vulgar.
Actualmente los dialectos históricos constituyen un conjunto de hablas que se utilizan en
territorios donde la lengua general es el castellano. Las fronteras, imprecisas en algunas zonas, del
leonés con el gallego y del aragonés con el catalán, determinan una gran influencia de estas lenguas
en todos los niveles lingüísticos.
4.1. El Astur –Leonés
El leonés, formado por un conjunto de variedades románicas, se extiende por Asturias, centro
y oeste de Santander, norte y oeste de León, oeste de Zamora y Salamanca y norte de Cáceres. Se
considera que las hablas del dialecto asturiano, llamado bable, son las de mayor coherencia y
vitalidad. Hay tres variedades fundamentales del bable, aunque carecen de uniformidad: el
occidental, el central y el oriental. La diversidad lingüística es muy grande por lo que se señalan
algunos rasgos.
1. Diptongación de o y e breves latinas: vengo> viengo
2. Introducción de una i ante la vocal final: gociu>gozo; blandiu>blando.
3. La vocal final -o se cierra en -u, y la e en i: lobo> llobu; montes>montis
4. La -o final se pierde en Asturias en la terminación -ino: camín, molín, padrín.
5. La f- suele mantenerse: forno/horno; formiga/hormiga
6. La l- inicial se hace ll:llobru/lobo; lluz/ luz
7. La n- inicial se palatalizó en ñ:ñido, ñariz
8. El grupo consonántico mb- se mantiene: palomba, chumbo/ plomo( lat:
plumbum), llombu/ lomo( lat: lumbus).
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4.2. El Aragonés
El aragonés de halla constituido por un conjunto de hablas que carecen de unidad y cuya
extensión se reduce a los valles pirenaicos de Ansó, Hecho, Aragües, Lanuza, Biescas, Sobrarbe y
Ribagorza. Es decir, se extendía por todo Aragón y parte de Navarra. Hoy, salvo algunos restos
aislados, queda reducido a algunos valles del Pirineo de Huesca.
1. Diptongación de o y e breves latinas, en condiciones que no lo hizo el castellano:
fuella> hoja (lat: folia), tiengo>tengo( lat: teneo).
2. La diptongación de esas vocales dio, a veces, ua e ia, respectivamente:
i. buano< bueno( lat: bonus), tiampo> tiempo( lat: tempus).
3. Se perdieron frecuentemente las vocales iniciales: melico/ ombligo ( lat:
umbilicus), jada/ azada( lat: asciata).
4. Mantenimiento de la f- inicial latina: faba/haba, forca/horca.
5. Conservación de -p-,-t-,-k- intervocálicas, que en castellano dieron -b-, -d-,-g-:
napo/nabo, maturo/maduro,lacuna/laguna.
6. Conservación de la -d- intervocálica: piedes> pies( lat: pedes).
7. El grupo ult dio uit: muito/mucho( lat: multus).
5. Otras variedades del castellano
Incluso en las zonas en que el castellano se considera como modelo de norma culta y de uso
estandarizado existen usos peculiares de tipo dialectal, que caracterizan al habla de estas regiones:
En el castellano central de Castilla la Vieja, Madrid y norte de Castilla La Mancha se
producen fenómenos significativos como la pronunciación como z de la d final de palabra (
Valladoliz, verdaz) el uso frecuente de leísmo, laísmo, loísmo, o la relajación de la d intervocálica en
los participios en –ado.
En el castellano de Aragón, conocido castizamente como habla baturra, resalta la tendencia a
pronunciar como llanas las palabras esdrújulas (medico, pájaro), el uso de la muletilla pues al final
de la frase y los diminutivos acabados en ico.
En las zonas bilingües en que el castellano comparte el uso con el gallego, el catalán o el
vasco, adquiere rasgos de entonación, de pronunciación de los fonemas y de construcción sintáctica
asimilados de la lengua autónoma. Este es el caso de la cerrazón de e, o en i, u, en Galicia ( esi,
pradu); la sustitución de la d por la t al final de palabra ( verdat, virtut) o el uso del verbo impersonal
haber en plural ( habían muchas personas) en el ámbito del catalán; o la alteración del orden de las
palabras o el uso peculiar de los tiempos verbales, en el dominio del vasco.
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