La pérdida del reino Apóstol Sergio Enríquez O. Estudio de Pastores Guatemala, 17 de septiembre del Año de la Misericordia Es necesario que examinemos detenidamente todo lo que la Biblia narra le ocurrió al pueblo de Israel, ya que el mismo es sombra y figura para nosotros, el Israel espiritual. A este respecto, cabe mencionar que una de las cosas que los condujo a ellos a errar fue el hecho de encontrarse faltos de conocimiento en cuanto a la forma apropiada de presentarse delante de Dios; esto a raíz de que los sacerdotes habían dejado de enseñarles correctamente todo lo relacionado a la ley y a las ofrendas. Por otra parte, habían hecho alianzas con pueblos que practicaban la adoración a dioses paganos y ellos mismos terminaron siendo arrastrados a tales prácticas, lo cual no solo fue considerado como desobediencia y rebelión, sino también como actos abominables ante los ojos de Dios. A pesar de las advertencias que el Señor les diera a través de la boca de Sus siervos, los profetas; este pueblo continuó haciendo lo malo, razón por la cual fueron desgajados de la Vid Verdadera y en su lugar, nosotros los gentiles, fuimos injertados para que fuéramos participantes de la rica savia de la raíz del olivo. Sin embargo, recordemos siempre que esas ramas fueron arrancadas porque no creyeron en Cristo, y nosotros disfrutamos de Su favor y de Su gracia porque sí hemos creído en Él. Así que no nos consideremos tan importantes, más bien debemos temer en lo que podría suceder si permitimos que la soberbia nos inunde el corazón y comenzamos a desobedecer el mandato de Dios. Nosotros somos siervos del Altísimo y una de nuestras funciones es enseñarle la sana doctrina al pueblo para que obtengan el pleno conocimiento de Dios y cómo deben presentarse ante Su presencia; solo así podrán permanecer injertados en la Vid y no perder el reino. Y esta es una tarea que debemos llevar con responsabilidad, amor y diligencia. Bajo el entendido de lo antes expuesto, veamos entonces como es que el pueblo de Israel perdió el reino; esto con el fin de examinar nuestra propia vida en el espejo de la Palabra y conocer si estamos cometiendo los mismos errores que ellos cometieron en el principio y podamos así enmendarlos. La narrativa bíblica nos revela que todas las “religiones” profesadas desde tiempos antiguos eran paganas; a excepción del pueblo de Israel, quienes fueron escogidos por Dios para que le sirvieran y adoraran. El Señor le había dado oportunidad para ello primeramente a toda la humanidad pero todos lo desecharon; razón por la cual a partir de Génesis capitulo 12 comenzamos a ver como Dios cambia ese plan y decide tratar únicamente con una nación que apartó para Sí mismo (Israel). Esta a su vez fue formada en los lomos de Abraham, quien la Biblia dice que fue constituido amigo de Dios porque le creyó a Él y su fe fue tomada por justicia. Ahora bien, el pueblo formado en los lomos de Abraham se dividen en tres categorías: polvo, arena y estrellas. Igualmente de entre ellos fueron tomados algunos hombres para que fungieran como reyes y sacerdotes entre el pueblo; sin embargo, como mencionáramos anteriormente, ellos le fallaron a Dios y fueron desechados, aunque no para siempre, pues una vez se cierre el paréntesis de la gracia iniciará el trato del Señor con Israel nuevamente. En Mt 21:43 LBA vemos que a raíz de la desobediencia de Israel, Dios le quita varias cosas y entre ellas está incluido el reino de Dios, el cual le fue dado a una nación para que produzca sus frutos. Esta nueva nación somos nosotros, los gentiles que hemos creído y recibido a Jesús en nuestro corazón; pero también se incluyen a aquellos judíos que se han convertido al Evangelio del Señor Jesucristo. Por otra parte, hemos sido constituidos reyes y sacerdotes para Dios y su Padre, según leemos en Ap 1:5 LBA; pero si no hacemos la voluntad del Señor también podríamos terminar perdiendo el reino, tal como le sucedió a Israel. Aun cuando fuimos limpiados de nuestros pecados mediante Su sangre preciosa y el Señor ya no se acuerda más de ellos, si nos descuidamos en nuestro peregrinar, podemos volver a caer en pecados y desagradar a Dios; por ello debemos revisar nuestro campamento constantemente y procurar la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Partiendo de esta premisa, veamos qué cosas pueden provocar el que perdamos el reino de Dios. -Rebelión y desobediencia (1Sam 15:23 LBA): El ser rebeldes y desobedientes es considerado como un pecado de adivinación, iniquidad e idolatría; y ambas actitudes son conducentes a que una persona deseche la Palabra del Señor, lo cual a su vez conlleva el que Él deseche a esa persona para que no sea rey. Saúl fue desechado como rey delante de Dios a causa de su desobediencia cuando desechó las palabras de Dios; y a pesar de que le rogó al profeta Samuel, ya no fue tomado más en cuenta por el Señor, 1Sam 15:26 LBA. Es necesario que cuidemos la salvación que nos ha sido dada, al igual que nuestro llamado a ser reyes y sacerdotes, pues de lo contrario nos será quitado el mismo. De estos versículos bíblicos se desprende el hecho de que una persona que desatiende las palabras dadas a través de los siervos del Altísimo, lo que en realidad está haciendo es desechando a Dios y, por tanto, corre el peligro de él también ser desechado. Igualmente nosotros, los ministros, tenemos la responsabilidad de mantener las distancias debidas con las ovejas que pastoreamos para que no les demos lugar a que nos desechen y, por consiguiente, desechen al Señor y la autoridad que Él ha delegado en nosotros. 1 Este estudio puede imprimirse y reproducirse por cualquier medio siempre y cuando se cite la fuente de donde se obtuvo. www.ebenezer.org.gt La pérdida del reino Apóstol Sergio Enríquez O. Estudio de Pastores Guatemala, 17 de septiembre del Año de la Misericordia -Insensatez (1Sam 25:14 FTA): Otra situación que puede conducirnos a perder el reino de Dios es el desechar a Sus mensajeros o delegados por causa de la insensatez. Ahora bien, aquí es necesario poner un equilibrio exhortando a todos a tener cuidado con aquellos que, sin haber sido enviados por sus autoridades o cobertura ministerial, se presentan para inquietar con palabras al pueblo de Dios; perturbando sus almas (Hch 15:24). Por otra parte, vemos que a Nabal se le requirió una ofrenda y él desechó con desprecio no solo a los mensajeros sino también el ofrendar. Es necesario que les enseñemos a las ovejas la importancia del diezmar y el ofrendar al Señor, no sea que por falta de ese conocimiento terminen menospreciándolo y, por ende, siendo desechados como reyes delante del Dios Altísimo. -Menospreciar el rocío, la lluvia y el escudo de los valientes (2Sam 1:21 SRV): El rocío de Dios es el discurso -la palabra-, mientras que la lluvia es figura de la enseñanza del Señor. Los valientes son prototipo de nosotros, los siervos de Dios; y el escudo puede ser varias cosas; por ejemplo, la fe, la palabra, la protección que Dios da, etc. Si nosotros, o el pueblo, dejamos de darle el debido valor a todas estas cosas, correremos el riesgo de perder el reino de Dios al ser desechados por nuestro Rey y Señor. -Ser impíos (2Sam 23:6 VMP): Existen tres clases de cristianos: justos, impíos y pecadores. Los impíos son aquellos que habiendo tenido piedad, la pierden; mientras que el pecador es aquel que jamás ha aceptado a Cristo en su corazón. Las características de una persona impía son: tratan mal a sus mascotas (bestia); piden prestado y no pagan, huyen sin que nadie los persiga y maquinan contra el justo, entre otras. Cuidemos a las ovejas que pastoreamos enseñándoles a no caer en el perfil de los impíos. -Menospreciar el sabio consejo de los ancianos (1Re 12:8 VMP): El guiarnos con base a nuestras propias ideologías desechando así la palabra de consejo que Dios nos da a través de Sus siervos, es otra de las razones por las cuales podemos perder el reino. Parte de la sabiduría del sabio es el pedir el consejo oportuno. Recordemos que la gloria del anciano es su sabiduría; su conocimiento. Reconozcamos que el Señor es Dios: Él nos ha hecho y somos suyos, su pueblo, las ovejas que Él guarda. Somos linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada para Él; por tanto, vistámonos de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Ejerzamos el llamado que Él nos ha hecho de forma apropiada y enseñemos a las ovejas que nos han sido dadas a pastorear el que deben honrar al Señor, nuestro Dios, y obedecerle en todo para que no les suceda como le sucedió al pueblo de Israel, a quienes por su mal proceder les fue quitado el reino. Procuremos que todo cuanto hagamos sea del total agrado de nuestro Padre Celestial. ¡Amén! Redactado por: Hna. Natalie Marie Figueroa 2 Este estudio puede imprimirse y reproducirse por cualquier medio siempre y cuando se cite la fuente de donde se obtuvo. www.ebenezer.org.gt
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