EnfermedadJuventud

La divina
enfermedad de
la juventud
Emma Godoy
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“¡Juventud, divino tesoro!”
Tesoro? No tanto, no tanto. Atinó más Rubén Darío
al aclarar: “la divina enfermedad de la juventud”.
¡Vaya que si hay distancia entre “tesoro” y
“enfermedad”! Porque, oigan ustedes, ¡qué mal se
sentía una cuando tenía 15 o 25 años! La juventud ¡sufre tanto!
Ésa es la verdad. ¿Cierto o no? Díganmelo los jóvenes y las
muchachas que leen esto.
No estarán de acuerdo conmigo los viejos que añoran los años
mozos. Lástima que ya olvidaron las torturas que padecieron
entonces, y sólo quieren recordar que se divertían y no
cargaban sobre los hombros las responsabilidades propias
del adulto. Ya perdieron la memoria de sus ansiedades,
depresiones, soledad y desesperación. ¿No escribieron su
diario? Hojéenlo y se compadecerán de sí mismos, y se
alegrarán de haber dejado atrás esa crisis.
Yo, desde que releí mi diario, comprendo mejor a los jóvenes.
Bueno sería que los padres y madres de familia hicieran un
esfuerzo por recordar aquellos estados de ánimo sobre los que
la mente echó pronto un velo, por ser tan dolorosos. Estarán
mejor capacitados para conducir a sus hijos.
¿Es triste ser joven?
Si la etapa juvenil fuera todo lo dulce que nos cuentan los
poetas, la cifra estadística de suicidios sería cero en esa edad,
para acumularse en la madurez y senectud. No es así. Todo
lo contrario. Son más que los adultos, los muchachos que
desprecian la vida. Un alto porcentaje, aunque no llegue al
suicidio, halla desabrida la existencia; peor aún: aborrecible.
Por eso corren en los automóviles sin frenar en las esquinas o
en las curvas de las carreteras. Hay también en ello deseo de
Emma Godoy
(1918-1989)
Nació en Guanajuato,
Guanajuato, y murió en
la Ciudad de México. Se
caracterizó por la profunda
religiosidad que manifestó a
través de los diversos géneros
que cultivara: biografía, cuento,
novela, poesía, crítica de arte
y ensayo filosófico en el que
trató básicamente temas éticos.
Algunas de sus obras: Pausas y
arena (1948); la obra de teatro
Caín, el hombre (1950); la novela
Érase un hombre pentafácico
(1961) con la que ganó el
Premio Ibero-American Novel
Award 1962, otorgado por la
Fundación William Faulkner,
de la Universidad de Virginia,
Estados Unidos; los ensayos
Las doctrinas hindúes y el
pensamiento occidental (1967);
Sombras de magia. Poesía
y plástica (1968); Mahatma
Gandhi. La victoria de la no
violencia (1969), entre otras.
Colaboró en revistas culturales
como Ábside (1940-1977),
El libro y el pueblo (1963),
Cuadernos de Bellas Artes
(1964) y en otras como Kena y
Casa. Sus restos reposan en la
Rotonda de las Personas Ilustres,
en el panteón de Dolores del
Distrito Federal.
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aventura, anhelo de probar su fuerza, afán de dominio, reto a las leyes; pero
debajo, en el subconsciente, azuza el deseo de destruir y de destruirse. Si
chocan o dan siete volteretas, ¡nada tienen que perder!
Es un mito la juventud feliz. Jamás la edad abrileña ha sido un paraíso,
en ninguna época de la historia, aunque lo es todavía menos en la hora
actual. Sólo que mirada retrospectivamente desde la cumbre adulta, hay una
resistencia secreta a rememorar las angustias que entonces padecimos.
Pero, ¿cuáles son en concreto las penas que se pasan durante la juventud?
Chicos y chicas desearían vivir en continuas diversiones. No quisieran
asumir ninguna responsabilidad. ¡Pero esto no se puede! ¡Y hay que
contrariarles! Cada vez que se les niega un permiso para una fiesta o la
excursión, hacen el berrinche del siglo. Y estas situaciones son inevitables,
pues así es lo debido. Además, no sólo se les tiene que frenar en lo que
desean hacer, sino que se les pone a hacer lo que no desean. El estudio y
el trabajo son cargas abrumadoras de las que no hallan cómo zafarse. ¡Y
ni modo! Hay que cumplir con esos deberes. Las cosas tienen que suceder
así, pues la vida obliga a resolver los problemas económicos o a prepararse
para solventarlos en lo futuro. Si no, ¿qué sería de esos chicos mañana? Mas
no ven esto y a veces nadie se los hace ver. Entonces, la juventud se rebela.
“¡Libertad!”, grita. Y no se da cuenta de que la libertad que pide es libertad
para hundirse. El ser humano es “un animal de inhibiciones”, y con estas
contrariedades se les está iniciando en el oficio de ser hombre.
Hormonas, cambios, responsabilidades
Son pues inevitables dichas amarguras. Pero hay más, mucho más.
Nuestro estado de ánimo depende en grandísima parte de las hormonas y
chalonas que secretan las glándulas endocrinas: hipófisis, epífisis, tiroides.
Un miligramo de más o de menos en la sangre, nos cambia el humor y
hasta podría volvernos locos. Pues bien, el paso de la niñez a la juventud
consiste precisamente en la puesta en marcha de las glándulas sexuales.
Tal irrupción nueva de sustancias tan poderosas en la corriente sanguínea
provoca estados mentales extraños, a veces febriles, a veces depresivos.
Como que el “yo” ya no se reconoce a sí mismo por sus cambios tan
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bruscos. El muchacho no se encuentra, no se reconoce, a ratos le parece
que son muchas las personas dentro de él y que no cuenta con ninguna.
Los jóvenes se sienten pues temerosos, débiles, desorientados. Algunos
suelen expresarlo con la agresión igual que los animales heridos, atacando a
mordidas a quienes se les acercan. Otros se aturden con mucho ruido en la
radio, o yendo a diversiones sin parar. Mas de pronto, especialmente cuando
se quedan quietos y solos, caen en la más pesada de las melancolías. Nada
les importa. Todo les da igual. La existencia no tiene interés alguno.
De ese estado de ánimo cambiante, exaltado o depresivo, ansioso siempre,
derivan otros problemas como el de la indecisión de la voluntad. ¡Ah,
cómo se sufre cuando a cada paso la vida fuerza a uno a tener que decidir
algo: y un ratito uno piensa que sí y a la hora siguiente piensa que no, y
después que siempre sí! ¡Qué rabia da contra uno mismo! La mayoría de
los jóvenes padece de indecisión. No sabe lo que quiere. Los chicos se
desesperan de no saberlo. Entonces prefieren hacer lo que en ese preciso
momento desean, es decir, su capricho, antes que se les pase la ventolera.
Esto molesta muchísimo a los adultos, pero molesta todavía más a quien lo
padece. El joven no puede depositar su confianza en sí mismo, pues sabe
que lo traicionaría fácilmente su volubilidad. ¡Y qué duro es saber que ni de
sí mismo se puede fiar!
Esta sensación de inseguridad se ahonda al añadir el desvalimiento del joven
para bastarse en sus necesidades. El chico que trabaja desde la secundaria
no lo sufre tanto, pero el hijo de familia, que, desgraciadamente, todo lo
recibe de sus padres, se le agrava la angustia al saberse impotente. Allí está
frente a él la vida con sus grandes dificultades. La ve al observar los trabajos
y las penas que pasan su padre, su madre y los mayores en general. Eso será
lo que les espera. Piensa que tendrá que llegar a ser adulto y cargar también
con esos problemas, ¡y se siente tan débil! No reflexiona en que, para
entonces, ya será más fuerte: él sólo compara su flaqueza con la tarea que
le espera. ¡Qué miedo siente de la existencia! Ayer, uno de esos muchachos
me decía lo que he oído mil veces de labios juveniles: “Quiero morir joven”.
Tienen pánico de ser adultos. Por eso, aunque terminen la carrera, preferirían
no titularse: en el examen profesional, más que recibirse de algo se recibe
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uno de adulto. También usan otro subterfugio: siguen con modos y mañas de
niño para hacerse la ilusión de que llegar a mayores todavía tardará.
Necesitan nuestra ayuda
A las pesadumbres enumeradas hay que sumar la afectiva: los muchachos
dejan de recibir las caricias de sus padres en cuanto entran en la pubertad.
Y siguen deseando aquellas muestras de ternura, pero les da vergüenza
implorarlas. Piensan que ya no se les quiere como antes.
¡Cuánto les entristece! Y entonces se agudizan los celos por el hermano o la
hermana que imaginan es ahora el preferido de los padres. Se suceden sin
interrupción las riñas hogareñas, por lo cual las reprimendas de los papás
llueven a granel. Creyendo que sus padres le son hostiles, en el corazón del
muchacho cada día algo llora más. Le queda un recurso, el recurso de todos
los celosos: hace sufrir a quienes se ama. Y ya tenemos al muchacho rebelde
que no cesa de dar dolores de cabeza a la familia. ¡Qué fecunda imaginación
tiene para causar disgustos! Mas esa vergüenza de amador desdeñado se
vuelve contra él. Fue mala su táctica, pues los padres, naturalmente, le
propinan enormes regaños, y él se siente cada vez más alejado de quienes
desearía ser queridísimo.
No quiero terminar sin advertir que la edad juvenil tiene también sus lados
risueños. Mas eso ya lo han cantado hasta la saciedad los poetas y era
necesario hacer resaltar la zona oscura que los adultos no quieren considerar,
y desde la que claman angustiados los muchachos pidiéndonos a nosotros, los
mayores, que les ayudemos dándoles la mano para cruzar con menos congoja
la divina enfermedad de su juventud.
Emma Godoy, “La divina enfermedad de la juventud”, en Que mis palabras te acompañen, edición especial de la revista
Kena, México: Ferro, 1972, pp. 94-97.
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Lo que dicen
las palabras
I. Escriban las palabras que corresponden a las siguientes definiciones.
Selecciónenlas entre: solventarlos, zafarse, chalonas, congoja,
hormonas, volubilidad, claman, subterfugio, endocrinas, desdeñado.
Proteínas conocidas como factores de crecimiento.
Visto con indiferencia, con menosprecio.
Exigen o piden con vehemencia.
Inconstancia, cambio de opinión frecuente.
Pretexto o recurso que se utiliza para sortear o evitar una dificultad
o un compromiso.
Solucionarlos.
Sustancias que son producidas en glándulas y se transportan por la
sangre, regulan la actividad de algunos órganos o sistemas.
Angustia o pena muy intensa.
Librarse de algún peligro o situación.
Glándulas que vierten directamente en la sangre los productos
que segregan.
II. Escriban sobre la línea la palabra que corresponda a los significados de las siguientes voces:
azuza
hostiles
retrospectivamente
febriles
implorar
subconsciente
glándulas endocrinas
Que vierten directamente en la sangre los productos que segregan.
Calenturientos.
Pedir con ruegos o lágrimas.
Muestran oposición o enemistad.
Que no llega a ser consciente.
Que les incita o estimula.
Que se remonta al pasado, recuerda el ayer.
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¿De qué se
trató?
Elijan la opción que mejor conteste a las siguientes preguntas.
¿Cuál es el propósito de la totalidad del artículo?
a) Pedir a los padres que lean el artículo, que comprendan mejor a sus hijos.
b) Hacer un análisis de cómo es la juventud actual, las razones de su comportamiento y de sus
reacciones.
c) Hacer recomendaciones a los jóvenes para que comprendan el por qué parece que sus padres no
los entienden.
¿Qué asunto desarrolla la autora en los tres primeros párrafos, bajo el título de ¡Juventud, divino tesoro!?
a) Pedir a los lectores adultos que recuerden su juventud y no sólo la parte grata que ésta tuvo, sino
aquella otra que los hizo sufrir.
b) Es una parte dedicada a los adolescentes en la que se les sugiere que escriban su diario para que allí
anoten lo que piensan, sienten y… sufren.
c) Pide a los lectores que revisen de nuevo el poema de Rubén Darío que se inicia diciendo: ¡Juventud,
divino tesoro/ ya te vas para no volver!
¿Cuál es el contenido de la segunda parte, la que se inicia diciendo: Pero, ¿cuáles son en concreto las
penas que se pasan durante la juventud?
a) Recomienda a los padres que no sean tan estrictos en las normas que establecen y recuerden su
propia juventud.
b) Al decir las penas de los jóvenes hace una enumeración del tipo de vida que desearían llevar, sin
preocupaciones ni responsabilidades, y cómo esto más que un beneficio sería un perjuicio para su
vida futura.
c) Se trata de explicar el cambio hormonal que tiene el adolescente y que condiciona su forma de ver
la vida.
Relean la tercera parte, la que inicia diciendo: Hormonas, cambios, responsabilidades. ¿Cuál es su
contenido?
a) Es un análisis, con criterio médico de los cambios que sufre el joven durante la adolescencia.
b) Se habla de la relación de padres e hijos y el enojo de los primeros al ver que los jóvenes no aceptan
sus responsabilidades.
c) El primer párrafo habla de los trastornos ocasionados por las hormonas; el segundo, de los estados
de ánimo cambiantes del joven y el tercero de cómo no desea crecer por miedo a las responsabilidades.
La cuarta parte se titula: Necesitan nuestra ayuda. ¿Qué se dice en ella?
a) Está dedicada a los jóvenes y se les explica por qué no reciben las mismas caricias que en su
infancia.
b) Está dedicada a los padres y se les hace ver cómo el adolescente sufre al sentir que ya no es querido
como cuando era niño porque le faltan caricias y atenciones.
c) Es un resumen de todo el artículo.
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Jueguen, dibujen, escriban,
hablen, escuchen...
Un partido de tenis
Emma Godoy describe características de la juventud
como síntomas de una enfermedad que se padece.
Para poner en práctica sus habilidades, tomar una postura y plantear argumentos para defenderla, jugarán en
una dinámica que se asemeja a un partido de tenis.
¿Qué se necesita?
1. Una lista de síntomas de la adolescencia, que se elaborará previamente a través de una lluvia
de ideas y que conservará el moderador.
2. Una pelota que puede fabricarse con periódico.
3. Un moderador, que puede ser el maestro.
4. El salón de clase dividido en dos partes, con una línea que simula la red de la cancha de tenis.
En una pared se cuelga el letrero: “estoy de acuerdo”, y en el extremo opuesto otro: “no estoy
de acuerdo”.
¿Cómo se lleva a cabo?
La lista se escribe en el pizarrón en una tabla semejante a la siguiente:
En esta columna se anotan los “síntomas de la adolescencia”.
Sí
No
Al inicio del juego, después de haber acondicionado el salón, el grupo está de pie en medio
del aula.
Quien modera lee un “síntoma” de la lista. Los participantes que estén de acuerdo con ella se
agruparán en la parte en la que dice: “estoy de acuerdo” y el resto del grupo en la contraria. Se
hace un conteo y se anota en el pizarrón el número según sí o no estén de acuerdo.
Este procedimiento se repite con todos los “síntomas” de la lista.
Al finalizar, participarán en un foro en el que se hacen comentarios sobre los resultados de la
dinámica.
Recuerden que no se trata de una competencia, sino de una oportunidad para expresar su
punto de vista.
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