MUY INTERESANTE HISTORIA EL MISTERIO DE LOS TEMPLARIOS cruz El Temple, una orden guerrera, mística y rica Sello de la Orden del Temple. La humildad y pobreza de los caballeros queda patente en los dos templarios compartiendo una misma cabalgadura. El texto de la inscripción contiene caracteres griegos y latinos: Sigillum Militum Xpisti, que significa “Sello de los Soldados de Cristo”. 4 muyinteresante.com.mx FOTO: GETTY IMAGES El poder de la Los templarios eran mitad monjes y mitad soldados. Prometieron vivir de manera humilde y devota, aunque en el camino hicieron una gran fortuna salpicada de siniestras leyendas. La codicia por estos tesoros precipitó su trágico fin. Por María Lara Martínez S i hubiera que rescatar del baúl del pasado a un personaje que representara el destino del ser humano en cualquier época, sin duda resultaría un acierto escoger como prototipo al templario. Ayudó a otros a llegar a la cumbre y fue obligado a tocar fondo. La Historia es maestra de la vida y, como tal, podemos asumir más de una enseñanza si ponemos en el centro de la mirada al “pobre caballero de Cristo” que, doscientos años después, finalizó su ciclo transitando de santo a hereje, por no poder ni querer el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, devolver la deuda contraída por su abuelo, San Luis, salvado de la Séptima Cruzada por el ejército de los templarios. FOTOS: CHÂTEAU DE VERSAILLES/ FRANCE; GETTY IMAGES Aventura trepidante Estos leales jinetes supieron gestar un proyecto inteligente en el momento adecuado. Desde 1095, Europa era escenario de la Primera Cruzada predicada por Urbano II como respuesta a la expansión del islam. En las campañas realizadas en este marco de Guerra Santa participaron nobles de las principales cortes europeas; unos, animados por cuestión de fe y otros, más bien, por granjearse el favor de Roma. Esta primera expedición culminó en 1099 con la toma de Jerusalén por parte de los defensores de la cruz. Algunos participantes se instalaron en Judea para consolidar el dominio cristiano y, entre ellos, había un grupo de nueve caballeros, erigidos en protectores de los peregrinos que emigraban a Tierra Santa. La dirigencia del círculo recaía en el francés Hugo de Payns y en el flamenco Godofredo de Saint-Omer, quienes entre 1119 y 1120 impulsaron su constitución en forma de corporación militar y religiosa. La agrupación Milicia de los Pobres Caballeros de Cristo recibió otros apelativos como Caballeros de la Ciudad Santa, Caballeros del Templo de Salomón de Jerusalén o Santa Milicia Jerosolimitana del Templo de Salomón, si bien la denominación Orden del Temple fue la que causó furor. En 1128 se convocó el concilio de Troyes para conferir reconocimiento oficial a la mesnada. La vida diaria del monje-soldado estaría integrada por pasajes de sencillez, pobreza, castidad y oración: como exhibe su sello, dos jinetes en un mismo corcel cabalgando en silencio camino de la Ciudad Santa. En pocos años ya sumaban 30.000 hombres y 9.000 encomiendas. Las viejas coronas les entregaron más de cincuenta fortalezas que garantizaban su puesto preeminente en Francia, Alemania, España, Portugal o las Islas Británicas. Consiguieron la confianza de los nobles, que les hicieron enormes donaciones. En especial los sostenían con sus ingresos aquellos que no podían viajar a Galilea; de este modo contribuían a adquirir para sí una parcela de cielo desde la zanja del castillo. Pasaron de ser pobres de espíritu a ricos en peculio, pues tuvieron una idea ingeniosa, ya que, al organizar la logística de las Cruzadas, cubrieron un espacio y pusieron en marcha la primera multinacional y el primer macro-Estado, con un sistema bancario del que la contemporaneidad es deudora. Además de ser tratantes de caballerías, manejaban letras de cambio, cheques y un lenguaje cifrado para operar movimientos en las casas de encomienda. El misticismo los alentaba, pero a la vez respondían a las necesidades materiales en la plenitud de la Edad Media como mecenas del gótico. En la primera mitad del siglo XII lograron entrar en Portugal gracias al mecenazgo de la condesa Teresa, y en la actual España por el apoyo recibido de Ramón Berenguer III, conde de Barcelona. Uno de los hombres más celebrados de la reconquista de Jerusalén, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, terminó muy relacionado con los templarios porque sus dos hijas se casaron con dos de sus principales protectores: María, con el mencionado conde de Barcelona, y Cristina, con el señor de Monzón, en cuyo castillo de Huesca se conservó la Tizona, famosa espada del Cid. En Navarra y Aragón, en 1131, Alfonso I el Batallador convirtió a la Orden, junto a la del Santo Sepulcro y a la del Hospital, en heredera del reino, decreto testamentario que indignó a los nobles, codiciosos del tesoro. Jerusalén tomada por los cristianos En 1099 la capital de Tierra Santa fue arrebatada de las manos de los musulmanes por los defensores de la fe cristiana. El asedio se produjo durante la Primera Cruzada. [email protected] 5 MUY INTERESANTE HISTORIA EL MISTERIO DE LOS TEMPLARIOS Suplicio de fuego. En la imagen, Jacques de Molay y su compañero Geoffroi de Charney cumplen la sentencia que los condenó a morir en la pira. Los dos fueron ajusticiados en París el 18 de marzo de 1314. 58 muyinteresante.com.mx FOTO: LATIN STOCK co Un final marcado por la infamia y el martirio La hoguera odicia de la ¿Por qué cayó el Temple? Se han dado muchas respuestas a esta pregunta, pero la causa principal del ocaso de los caballeros de la cruz fue la enorme fortuna que acumularon. El papa Clemente V, doblegado ante el avaricioso rey Felipe IV, ordenó la aniquilación de los templarios, acusándolos de perversos crímenes. Por Alberto Porlan E n la interminable lista de infamias que oscurecen las páginas de la Historia, la persecución y aniquilación de los caballeros templarios en los siglos XIII y XIV ocupa sin duda uno de los primeros puestos. Y a la hora de buscar responsables de aquella monstruosidad no cabe la menor duda acerca de quién la instigó, la desarrolló y la culminó: el monarca francés Felipe IV, llamado el Hermoso, que no se debe confundir con aquel otro Felipe el Hermoso que reinó brevemente en Castilla dos siglos más tarde tras su enlace con Juana la Loca. El Felipe de los templarios pasó a las crónicas con otros sobrenombres menos agraciados. Se le conoce también como “el rey de hierro”, aunque el retrato regio más agudo y sugestivo lo hizo su contemporáneo el obispo de Pamiers: “No, el rey no es una bestia. Pero tampoco es un hombre. El rey es una estatua”. Entre otros detalles que describen su carácter personal, se cuenta que Felipe IV no contestaba jamás a quien se dirigía a él. ¿Era una estatua o tal vez un ídolo? En todo caso, un soberbio señor que no albergaba la menor duda de que le correspondía el dominio absoluto de su regio patrimonio y de que, por consiguiente, su deseo era ley. Un monarca decidido a eliminar cualquier obstáculo que limitara su poder total, la más alta expresión del predominio de la realeza sobre la nobleza feudal. Un revolucionario del totalitarismo. En ese empeño, se encontraría frente a frente con la Iglesia. Dominio francés A finales del siglo XIII, la Francia de Felipe IV era el mayor y más pujante de los reinos cristianos, con catorce millones de almas, equivalente en número a los fieles devotos dentro de Francia. El lector debe comprender la fuerza y el poder efectivo que la religión ejercía sobre las sociedades medievales. La fe ciega y el miedo a la condenación eterna eran el sentimiento más profundo de aquellas masas fanatizadas por el estamento religioso. Hombres y mujeres, poderosos o plebeyos, donaban en vida sus riquezas y propiedades a la Iglesia para el bien de su alma (pro anima sua). Los monasterios, las abadías, los conventos y las parroquias eran focos de dominio que competían sobre el terreno con los señores feudales. El amo (el marqués, el conde, el duque o el barón) imponía sus normas; el obispo, las suyas. El dilema del pueblo llano era a quién seguir cuando esas reglas resultaban contradictorias. Se suponía que el poder terrenal estaba sujeto al poder superior, el divino, representado por la Iglesia. Y, desde luego, nadie dudaba de que Dios fuera más grande que el rey, pero eso no resolvía el conflicto por completo. Al contrario, lo atizaba, porque aquí abajo el rey era el más fuerte. En 1296 los obispos franceses escribieron que la distancia entre el papa Bonifacio VIII y el rey Felipe era tan grande como la que separaba al Sol de la Luna. La Orden de los Caballeros del Temple, que había sido fundamental para el desarrollo de las Cruzadas, fue expulsada militarmente de Tierra Santa por los sarracenos a finales del siglo XIII y se estableció en la isla de Chipre. Pero a esas alturas ya se [email protected] 59 MUY INTERESANTE HISTORIA EL MISTERIO DE LOS TEMPLARIOS PREGUNTAS Y RESPUESTAS El primer papa de la Orden de Cluny, Urbano II, entrega al líder po- pular de la I Cruzada, Pedro el Ermitaño, una copia de la bula Deus vult. ¿Cuál es el significado de la expresión latina Deus vult? S u significado es “Dios lo quiere”, y fue el grito de guerra que empujó a miles de europeos a reconquistar Jerusalén. Todo comenzó cuando los turcos tomaron la Ciudad Santa y el papa Urbano II reaccionó ante la situación. En el concilio de Clermont (1095) el pontífice inició su discurso con la expresión latina Deus vult y luego expuso las vejaciones a las que eran sometidos los peregrinos y los peligros que amenazaban a los cristianos occidentales que viajaban a Tierra Santa. Las monarquías de Europa se sumaron al llamado del papa y se convocó a la Primera Cruzada. Cabe recordar que en la Edad Media surgió un exacerbado sentimiento religioso que se unió a los ideales de la Caballería: la defensa de los más desfavorecidos y la lucha por las causas nobles. Besantes de Acre, cada uno con el símbolo de una orden militar. 76 muyinteresante.com.mx Era la moneda nacida en Bizancio que, junto con el sólido bizantino, tuvo gran prestigio en el comercio mundial de la época. Esta antigua moneda de oro o plata circuló también entre los musulmanes y en algunas regiones de la Europa occidental. En un principio se llamó sólido áureo; luego, por deformación de la palabra bizance (Bizancio), se acabaría denominando besante. Hace referencia al sólido de oro del emperador Constantino, quien pretendía mejorar la moneda romana. El empleo del besante prosiguió seiscientos años más y se podría considerar como el dólar de la Edad Media. Entre los siglos XIII y XIV se usaban los besantes de Malta, los de Valencia y el de los cruzados de San Juan de Acre. FOTOS: GALLERIE DI PIAZZA SCALA; EFE ZUMA /PRESS ¿Qué era el besante? ¿Utilizaron los templarios algún método criptográfico? En el ocaso de la Orden del Temple, allá por el siglo XIV, sus caballeros fueron procesados por múltiples crímenes, desde sodomía hasta blasfemia, y uno de los puntos que se utilizó en su contra fue la supuesta adoración por Baphomet. No se sabía qué o quién era, aunque se interpretó como un dios o ídolo al que veneraban. Algunos estudiosos posteriores al realizar un análisis demostraron que si a la palabra Baphomet se le aplica el código criptográfico Atbash resulta el término sofía, que viene del griego y significa ‘sabiduría’. Su transcripción debe hacerse partiendo del alfabeto de modo inverso, de la Z a la A: en eso consiste el método Atbash. Este lenguaje había sido utilizado mil años antes por algunos autores de los Manuscritos del Mar Muerto. Es probable que el Temple, en su estancia en Tierra Santa, pudiera haber conocido algunos manuscritos similares a los del Mar Muerto y así acceder al código Atbash. Baphomet, el supuesto ídolo o deidad del Temple, ha sido vinculado con el macho cabrío de los aquelarres, con Satanás y con otros demonios menores. ¿Quién era el drapier entre los templarios? FOTOS: EFE ZUMA /PRESS E ra el encargado del vestuario de los hermanos de la Orden. Debía tener listas las prendas que vestían los caballeros templarios: el camisote, los calzones, el chaleco con faldones por delante y por detrás y la chaqueta de armas. El drapier también vigilaba la higiene personal de los monjes-soldados: pelo corto, barba limpia y atuendo apropiado a la Orden. Todo el equipamiento de ropa y armas que se entregaba a cada caballero debía permanecer bajo su responsabilidad y no se permitía que lo compartiera con otro compañero. La vestimenta era muy completa y estaba preparada para soportar los rigores del frío y el calor. Aunque las prendas eran buenas, los templarios originarios del centro y el norte de Europa debían adaptarse a las extremas condiciones de calor de los Santos Lugares. El drapier tenía derecho a un séquito, compuesto por dos escuderos, un hombre de carga y cuatro caballos. [email protected] 77
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