HISTORIOGRAFÍA CLÁSICA NACIONALISTA: Tito Livio y Nepote Al llegar a la época de Augusto nos encontramos con Titus Livius (59-16 d. C.), quien, sin duda alguna, es uno de los mayores historiadores de Roma, y que constituye un ejemplo a seguir para sus predecesores: es la brújula que marca el norte. Se convierte en mayor representante del género historiográfico, junto con otros. El clasicismo es un equilibrio de pensamiento, de sensibilidad y de forma. En Roma, la evolución literaria alcanza una extraordinaria rapidez dado el febril auge de los variados modelos griegos unido a la inestabilidad política y social de ése último siglo anterior a nuestra era. Sin duda, los más representativos de esta época, tal y como ya hemos mencionado anteriormente, son Virgilio, Horacio y Tito Livio -no olvidemos a Cicerón, que se adelantó treinta años al clasicismo latino-. Estos tres autores, como decíamos, nacieron entre el 71 y el 59, y vivieron ya los finales de la República. En el 52, Pompeyo se proclamó cónsul único; en el 49, empieza la guerra civil; en el 44, César cae asesinado; tras un período de desordenes inauditos, Octavio no logra dominar todo el Occidente hasta el 36 y no acaba con Antonio hasta el 31. Ya por aquel entonces, Tito Livio, que era el más joven de los tres, contaba con 28 años. Fue provechoso para los tres haber vivido este período de transición entre la paz pasada y la futura, que instauraría más adelante Octavio con su defensa de la moral de los antepasados, restauración de los antiguos cultos, primacía de Roma e Italia sobre las provincias, etc. A pesar de sus diferencias políticas -seguidor de Bruto Horacio, pompeyano Tito Livio y cesariano y monárquico Virgilio-, todos aunaron su ingenio para cantar al nuevo sentimiento de liberación romano. Con la llegada de la nueva paz, las condiciones sociales fueron favorables para que se aunara el gusto del público junto con el refinamiento artístico de los grupos aristocráticos. El arte tendía a convertirse en un negocio del estado sin llegar a perder ese matiz personal carismático de cada autor. Reflejo de ello es el auge de las bibliotecas que, a la vez, promovieron las lecturas comunes (recitationes). Además, se conserva la tradición de los círculos literarios y de las protecciones aristocráticas, como Mecenas, que escogió a Virgilio, Horacio y Propercio o Mesala, con Tibulo, Emilio Macer, Valgio Rufo o Cornelio Severo. También es cierto que ello les otorgaba un puesto de honor para con el emperador, como le ocurrió a Horacio, al que se le ofreció una plaza como secretario que rechazó cortésmente; o a Tito Livio, como educador del joven Claudio. Así, la obra de los artistas está íntimamente relacionada con este hecho de cercana relación al mundo político: Horacio escribe el canto para los Juegos Seculares; Virgilio La Eneida, en la que mezcla las tradiciones de Roma con las de la familia Iulia; y Tito Livio su obra historiográfica, un monumento a la Roma imperial. Aún así, no se trata de una mera adulación personal como en las generaciones precedentes, sino que en ellos se percibe una discreción en el elogio e incluso recato, para invitar a los ciudadanos a gozar del encanto de las letras y las artes y a obviar las preocupaciones políticas y administrativas. Tito Livio nació en Patavium, la actual Padua. Esta gran ciudad se hacía eco de un gran prestigio dentro del mundo latino, pues contaba con gran número de caballeros, lo que era indicio de su gran poderío. Al principio contaba con cierta independencia con respecto al núcleo romano, apoyándose mutuamente en cuestiones bélicas. Tras numerosos incidentes, pasó a ser considerada como municipio romano en el 49 a. C., por lo que, para cuando Tito Livio nació, Padua ya estaba completamente romanizada. Según la tradición, ésta habría sido la única ciudad, junto con Roma, fundada también por un troyano, Antenor, quien escapó de Troya y arribó en Paflagonia, en el norte de Anatolia, la actual Turquía. Allí, tras la muerte del soberano, habría liderado a su pueblo por el norte de Mediterráneo hasta llegar a la esquina septentrional del Adriático y los conduciría hasta el interior, asentándose como los conocidos Vénetos. En realidad, su origen indoeuropeo se remonta a los ilirios. Con los propios datos que el autor nos proporciona sobre sí mismo y su persona, junto con lo que se sabe actualmente del contexto cultural, político y social de entonces, algunos testimonios epigráficos relacionados con su figura, y las referencias que se hallan en otras fuentes, podemos reconstruir en gran medida su biografía: Todo parece indicar que habría iniciado su gran trabajo en su ciudad natal y habría proseguido en Roma, no sin antes pasar por Grecia, pues nos consta que dominaba el griego a la perfección y que incluso había leído a los clásicos historiadores antiguos griegos pues, entre otros, Polibio había sido una gran fuente de inspiración para él. A raíz de una inscripción hallada en Padua, Tito Livio habría sido hijo de Gayo y esposo de Casia Prima, con la que habría tenido dos hijos, Tito Livio Prisco y Tito Livio Longo, el mayor de los cuales habría muerto siendo muy joven y el otro habría llegado a progresar y tuvo una hija que casó con el orados Lucio Magio, mencionado por el padre Séneca. Por dedicarse a un trabajo con escasa remuneración, como es el caso de historiador, se cree que pertenecía a una familia acomodada de las que abundaban en Padua. Las referencias que otros autores nos dan de él, apuntan a un carácter amable y sociable pero serio, que además le ayudaba a crecer en su gran fama. A pesar de las numerosas opiniones y alabanzas políticas que Tito Livio hace en su obra a personajes históricos no muy bien apreciados entonces por la casa imperial romana, como Escipión, Pompeyo, Casio, Bruto, etc., supo ganarse el aprecio del César Augusto y una privilegiada relación con el mismo. Se cree también que dejó constancia de otros escritos de los que nada ha restado hasta nuestros días. El más famoso es la ‘Epistola ad filium’, en la que recomienda a su hijo leer a Cicerón y Demóstenes, como modelos de elocuencia. Se cree que murió en Padua en el 17 d. C., tal y como indica San Jerónimo en su Crónica. Tito Livio fue acusado en repetidas ocasiones por Asinio Polión, un aticista en estilo bastante importante en su época cultural, social y políticamente, de “patavinita”, que parece hacer referencia bien al estilo o escuela literaria de la que participa Livio como seguidor de Cicerón, o bien puede ser interpretado este término como alguna característica o conjunto de rasgos del lenguaje del escritor. Pero ello fue desmentido a su vez por otros grandes autores que elogiaban y admiraban indiscutiblemente a Tito Livio, como Séneca el padre, Quintiliano y Tácito, entre otros. Escribió una Historia de Roma desde los orígenes, es decir, desde su fundación en el 753, hasta la muerte de Druso, hijo adoptivo de Augusto, hermano de Tiberio y padre, abuelo y bisabuelo respectivamente de Claudio, Calígula y Nerón. Estos libros fueron llamados por el autor “Ab urbe condita libri”, que consistían en un compendio de 42 libros, de los cuales sólo han llegado hasta nuestros días unos 35, sin olvidar una serie de 85 fragmentos, sumarios y resúmenes de todos los libros, excepto dos. Parece ser que se ha dividido Ab urbe Condita -no se sabe bien si por el mismo o por un uso posterior- en décadas, es decir, en grupos que abarcan diez años. De los 35 que se conservan, veamos estas agrupaciones: - 1º década: Libros I - X (753 - 292 a. C.): se distingue claramente entre el I, que es la historia de los reyes, y del II al V, que abarca desde el principio de la República hasta la ocupación de los Galos y su liberación. Hay otro fuerte cambio a partir del VI hasta el final, como si de una composición pentádica se tratase. Ya desde el largo prólogo de unas doce líneas, se advierte al lector que se entra en un nuevo período de la historia romana. Se trata de un nuevo nacimiento tras la liberación. - 3º década: Libros XXI - XXX (218 - 201 a. C.): básicamente, nos habla aquí Livio de la Segunda Guerra Púnica o “Anibálica”. - 4º década: Libros XXXI – XL (201 -179 a. C.): comienza con un prólogo en el que recapacita y se enorgullece, a la vez, de todo el gran trabajo llevado a cabo. Hay otros interesantes matices en este primer párrafo que son fundamentales para intentar comprender mejor cómo el propio Livio entendía su obra. Aquí el hilo general del relato se centra en Filipo V de Macedonia y su labor, además de otros asuntos internos como el largo proceso de los Escipiones o el escándalo de las Bacanales. - Libros XLI – XLV (178 -167 a. C.): es lo que seguramente fue la 5º década. Sólo se han llegado a conservar, y no perfectamente, los cinco primeros. Amplía su visión a tres lugares fundamentales que en esos momentos se juegan el futuro papel de su historia: Oriente (Macedonia, Perseo, Siria y Antíoco), Occidente (Hispania y los Celtíberos) y los asuntos políticos internos de Roma. Dada la inmensidad de la obra titoliviana, una ‘Historia Nacional de Roma’, se vieron obligados a publicar una suerte de resúmenes, abstractos o epítomes. Muchos fueron los que vieron la luz pero, sin duda alguna, los más representativos fueron las llamadas “períocas”. Éstas tuvieron su máximo apogeo en La Edad Media, de donde se han conservado hasta 87 manuscritos medievales, que se habrían conservado en los viejos fondos de las bibliotecas monásticas o catedralicias. El término griego utilizado para su denominación, Períocha, es un helenismo que literalmente significa “el envoltorio de algo o la corteza de un fruto”, aunque también es utilizada con ese matiz de resumen. Hoy en día existe también la tesis de que pudieron haber sido escritas por un solo autor en territorio itálico. Sea como fuere, lo cierto es que las períocas nos son útiles, indiscutiblemente, para poder rellenar aquellos espacios de vacío que ha dejado la pérdida del texto original. Dada la amplitud de la obra, también temporalmente hablando, hace que podamos diferenciar distintas marcas de estilo en las diferentes décadas de su trabajo: En la primera, el estilo es más actual, traza cuadros más breves, a menudo con efectos de contraste que resaltan vivamente. Los incisos son abundantes. En cuanto a la lengua, son abundantes los giros familiares, poéticos o enfáticos que escapan de la trama general. A medida que avanza, se vuelve más ciceroniano y en la tercera década alcanza prácticamente la perfección épica. Pierde ésta brillantez más adelante a favor de la oratoria. En su conjunto, el estilo de Tito Livio es periódico; pero cuando se estudian esos períodos resultan ser más densos y simétricos que los de Cicerón. La lengua empieza a aceptar una gran cantidad de expresiones antiguas o poéticas; las metáforas son frecuentes, vivas y atrevidas; las comparaciones aparecen a veces desarrolladas plenamente, lo que era muy raro en Cicerón. Por tanto, podemos decir que el clasicismo de Tito Livio es original. Ya desde el primer momento, desde el mismo prefacio de su primer libro, Livio nos revela la verdadera naturaleza de un texto historiográfico de la época: no estaba exento de un carácter práctico y de verdadera utilidad. Su primicia fue dotar a su pueblo de una historia completa y bien escrita, un illustre monumentum para que todos los acontecimientos que habían acaecido, los buenos y los malos, negativos y positivos, ofrecieran al lector una enseñanza, también se intentaba con ello dar una explicación fehaciente y satisfactoria a la conducta humana de su tiempo, de la personalidad de los hombres y de la naturaleza de los medios políticos y militares con los que contaban y que ayudaron a expandir el imperio. En cuanto a las posibles razones que indujeron a Tito Livio a tomar la decisión de comenzar esta gran empresa, podemos decir que el contexto histórico en el que se hallaba, el final de las guerras civiles y el advenimiento de Augusto, podrían haberle hecho consciente de que se marcaba un antes y un después en la historia de su pueblo, que se hallaba inmerso en un punto de referencia histórica crucial. Ya el propio Cicerón había recalcado la carencia de una obra historiográfica romana, una historia nacional, que reuniera todas las cualidades de la elocuencia y ciertos encantos de la poesía, lo cual debía haber decidido a un escritor consciente de sus fuerzas y ávido de gloria como Livio a emprender tal colosal tarea. Bien es cierto que Livio tuvo que enfrentarse a importantes dificultades antes de comenzar, como el de las fuentes de información. Lógicamente, no existía un orden público asignado para tal tarea, por lo que los pocos textos existentes sobre la antigüedad del pueblo, se hallaban dispersos en diferentes lugares, y no carentes todos ellos de formas dialectales y arcaísmos de lengua y escritura, a lo que se añade el problema de la cronología. A parte de ello, Tito Livio carecía de una formación práctica posibilitada por la toma de algún mando o magistratura, como Polibio, Salustio o César. Los antiguos, especialmente los romanos, concebían la historia de dos maneras distintas: el de la historia perpetua, donde se por ejemplo la obra de Tito Livio; y las historia episódica, como la de Salustio sobre Catilina o Yugurta. También escribieron Anales un contemporáneo de Livio, Fenestella –nacido según San Jerónimo en el 52 a.C. y muerto el 19 d.C.-. Es para muchos escritores posteriores una fuente fecunda en relación con la historia de las costumbres y del derecho político y sacro, razón por la que nos han llegado muchos detalles de su desaparecida obra. Si Livio permitía al lector experimentar la influencia del poder romano sobre el mundo civilizado de su tiempo, el celta romanizado Pompeius Trogus, escribió en sus Historiae Philippicae, divididas en 44 libros, una historia universal del mundo antiguo, centrada sobre la promoción de Macedonia a gran potencia y su desmembramiento en reinos: Sed MacedonesRomana fortuna vicit. Sólo habló de Roma y Occidente en un apéndice. Se ocupó también de la etnografía y la geografía. Su obra ofrecía un contraste agudo con la de Livio por su tendencia crítica frente a Roma. Sólo se conserva en el abreviadísimo extracto de un tal M. Iunianus Iustinus, que probablemente perteneció al siglo III. TITO LIVIO (59 a.C.-17 d.C.) – ESQUEMA. IDEAS CLAVE 1. Datos biográficos y perfil humano - Nace en Padua (Patavium) de familia acomodada y conservadora. - En Roma en el año 30 a.C., conoce a Augusto. - Historiador, pero no político. - Recuperador del pasado. - 142 libros, Ab Urbe Condita (hasta la muerte de Druso en el año 9 a.C.). - Junto con la Eneida de Virgilio, abanderada literaria del programa político de Augusto: Roma y su vocación de dominadora de pueblos. 2. Obra Literaria - Primeros siglos en pocos libros. - Más extensa a medida que se aproxima a la época del autor. - Historia del pueblo “que está a la cabeza de todos los del universo”. - Décadas”: se han conservado tres décadas y media, 35 libros y aún incompletos: - *Década primera (libros del 1 al 10) - *Década tercera (libros del 21 al 30) - *Década cuarta (libros del 31 al 40) - *La mitad de la Década quinta (libros del 41 al 45) - Resúmenes (periochae) de cada libro, atribuidas a Floro (siglo II d. C.) - Trabajó 40 años, hasta 142 libros (de los 150 que pretendía) 3. Concepto de Historia. Fuentes - Fuentes: Polibio y los analistas. - Argumento: fortuna populi romani. - Protagonista: senatus populusque romanus. - Obra ética y didáctica. - Modelo: Isócrates (siglo IV a.C.): verdad e imparcialidad. - Ético como Salustio. Pretende: amor a la patria, el respeto al mos maiorum, la concordia civil y la religiosidad. - Tradición, un dogma. No seguirla antipatriótico. - Busca pruebas de grandeza e indaga motivos de superioridad. - Roma de Livio: in aeternum urbe condita (4,4,4). - Pietas y Virtus. - Bellum iustum: la dominación romana era el imperium iustum y moderado de los mejores. - Modifica ad peius la historia ajena. - Historiador de gabinete. Psicologista: retratos, discursos, descripciones de multitudes. Cornelio Nepote De Cornelio Nepote no conocemos ni su praenomen, ni el lugar de su nacimiento, aunque sí que provenía del norte de Italia, ni las fechas de nacimiento y muerte (100?−25?); las que se dan son aproximativas, Si sabemos que vivió la mayor parte de su vida en Roma, sin ambiciones ni cargos políticos, entregado a su vocación de escritor, con acceso a las tertulias literarias más selectas. Su carácter apacible le granjeó muchos amigos, entre los que cabe destacar a Ático, el culto e íntimo amigo de Cicerón, al propio Cicerón y al poeta Catulo, que le dedicó su obra en el poema dedicatoria que la encabeza. Su obra fue muy extensa y variada. Su obra de más aliento fue titulada De viris illustribus, que abarca 16 y que contenía las vidas de los más grandes hombres de Roma y del extranjero, -sobre todo de Grecia- en el campo militar, político y literario. Pertenecía al género de la biografía histórica y estaba escrita en plan de vidas paralelas entre romanos y no romanos. De esta obra sólo nos ha llegado el libro III, De excellentibus ducibus exterarum gentium (‘De los eminentes generales de naciones extranjeras’), con veintitrés biografías, veintiuna de ellas de generales griegos -Milciades, Temístocles, Pausanias, Epaminondas…- y dos de generales cartagineses -Almícar y Aníbal-. Tenemos, además, sendas biografías de Catón y Ático. Nepote tiene de la historia una concepción ejemplarista. Los datos históricos sólo le interesan como medio necesario para poner de relieve el ejemplo moral -positivo o negativo- del héroe. Como historiador es mediocre, con tal carencia de imaginación dramática y de ideas generales, ceñido sólo a la anécdota personal, aunque debe reconocerse que es un maestro en el relato de anécdotas llenas de encanto. Su obra sirvió desde muy pronto como texto para la educación de la juventud, por su aludida intencionalidad moral. Su lengua tampoco resiste ni la más ligera comparación con la de César o Cicerón; es monótona y con frecuencia descuidada, sin brillo ni elegancia. Sólo a veces, sobre todo en las enumeraciones de las virtudes de los héroes, su estilo se impregna de calidades retóricas. CAMBIOS DE ORIENTACIÓN EN LA HISTORIOGRAFÍA IMPERIAL: Tácito y Suetonio Período argénteo (14-116 d. C.) En este período sufre el género histórico el colapso propio del despotismo político imperante. Los que no se avinieron a la adulación sufrieron la persecución oficial de los tiranos. Desaparece la idea de romanidad, cayendo los ideales de Augusto. Las obras históricas en el siglo siguiente a la época de Augusto, compartieron inicialmente el destino de la oratoria: el pronunciarse por la República, la crítica al emperador o a favor de sus favoritos podía acarrear peligros para el autor, como le ocurrió a A. Cremutius Cordus, quien habiendo tratado bajo Augusto los comienzos del régimen imperial, fue acusado en el 25 como admirador de Bruto y Casio, muriendo más tarde en una huelga de hambre. Sus Anales fueron condenados al fuego por posicionarse contra Tiberio, pero divulgados secretamente, y más tarde, editados por su hija Marcia. Por el contrario, parece que no despertó ningún tipo de alarma la aparición de las Guerras Germánicas, de Aufidius Bassus, ni su Historia de los Césares, obra que continuaría Plinio el Viejo. Solamente se han conservado dos obras de ‘monárquicos’ del tiempo de Tiberio: C. Velleius Paterculus – nacido probablemente en Capua- compuso dos libros para el cónsul del año 30 –M. Vincio- un compendio de historia romana que llegaba hasta dicha fecha. Se ha perdido su título junto con el comienzo de la obra. Si Veleyo carece de independencia a la hora de narrar la historia antigua, resulta valioso como historiador contemporáneo del inicio del Principado –el único cuyas obras han llegado a la actualidad-. Su estilo retórico se excede al referirse a Tiberio con expresiones hiperbólicas – mediocritas nostra-. La narración de lo vivido resulta viva e impresionante. Los ejemplos históricos de un tal Valerio Máximo, en Factorum et dictorum memorabilium libri novem, se hallan en un nivel inferior. Se publicaron poco después de la caída de Sejano (31) y también están dedicados a Tiberio, tratándose más bien de una colección de material ordenado con finalidades retóricas y organizado por materias –conforme al esquema conocido por Nepote, Varrón y Plutarco, que divide los asuntos en Romana y extera-. El vocabulario tanto de Veleyo como de Máximo es esencialmente clásico. Quintus Curtius Rufus escribió en 10 libros unas Historiae Alexandri Magni Macedonis a modo de novela en tiempos de Claudio. Sigue, a través de una fuente intermedia, la historia novelada de Clitarco, con un estilo parecido al de Séneca. Entre todos los autores de la época destaca Gayo Cornelio Tácito (55-120 d. C.) A la muerte de Nerón, en el 68, sobrevinieron a Roma diversas guerras civiles. Galba, Otón y Vitelio se sucedieron como emperadores en un mismo año y todos ellos perecieron de muerte violenta. Luego vinieron tiempos mejores con los Flavios pero no fue hasta los Antoninos cuando se alcanzó la verdadera libertad, cuando se aunaron entonces la libertad de pensamiento y palabra, y la seguridad personal. Aunque en el fondo no fuera tal, aspiraba a acercarse a aquel retoñar augusto, a una nueva resurrección nacional. Prueba de ello es, por ejemplo, la restitución del Senado, que había sido malvadamente transfigurado bajo el reinado de Vespasiano y Tito. Los nuevos senadores supieron apreciar su nueva posición designada desde el pasado, por lo que aquel lejano amor por lo antiguo se volvió de nuevo a Roma, la misma exaltación de la moral, aunque ahora un tanto retórica; la misma emoción ante la virtud, un poco parlera; sensibilidad saludable que tiende al sentimentalismo. Las frivolidades y corrupciones permanecen, aunque también es cierto que la consciencia social acaba determinándose y hay algunos preceptos filosóficos en las leyes y costumbres (los esclavos reciben mejor trato, se ampara a los niños pobres, etc.). Al igual que en el clasicismo anterior, ahora surgen nuevas personalidades que son capaces de plasmar el presente respiro tras los males vividos. Tales como Tácito, Juvenal, o Plinio el Joven alaba su ciudad con un espíritu estrictamente nacional. Su tradicionalismo se remonta al clasicismo y, a través de éste, a la herencia republicana. Aún así, no se llegan a alcanzar la magnificencia de tal literatura. La oratoria y la filosofía comienzan a decaer; en su lugar florecen géneros como el panegírico o la sátira. Realmente nos hallamos ante un falso nacionalismo, motivado principalmente por causas políticas, como el miedo a un cosmopolitismo con Oriente. La religión también ahora se vuelve vana, supersticiosa y sin entusiasmo, pierde adeptos frente a otras religiones que surgen con fuerza como el judaísmo o cristianismo. En cuanto a la literatura, cabe decir que también fue grandemente influenciada por el clasicismo y los autores de esta época. Se vislumbra ya a partir de aquí la decadencia. Los mismos emperadores son los primeros en prestar poca atención a las letras, lo que da pie a la sucesiva decaída de las lecturas pública y, por tanto, de la cultura general. Todo ello queda sustituido por lo que realmente interesaba al pueblo, espectáculos sangrientos. Será de nuevo la lengua griega la que consiga su ventaja sobre el latín como instrumento del pensar universal. Pertenece a la alta aristocracia, pues ya su padre, ya su tío, fue procurador de la Galia Belga, por lo que pertenece Tácito al orden ecuestre. Estudia retórica con el hispano Quintiliano. Participa activamente en la vida política, ya que fue nombrado cónsul en el 97 y, más tarde, procónsul de Asia, tras haber recibido los honores senatoriales en el 78, el mismo año que se casó; yerno de Agrícola, el conquistador de Britania. No se entregó a la historia hasta después del 97. Tácito vuelve a la historia moralizante que defendía Cicerón y busca una forma de ejemplarizar mediante valores adecuados y pasadas para salvar la situación. Le da, pues, a la historia un giro moralizante. Su obra se caracteriza por su imparcialidad. Ante la cruda realidad de los hechos se refugia en un pesimismo moralizante que le lleva a analizar con maestría psicológica acontecimientos y personajes encumbrados. El estilo literario lleva el sello de una gran originalidad, aunque recuerde al de Tucídides o Salustio. Es lo más opuesto a la buscada simetría del período ciceroniano. Conciso hasta la oscuridad, también emplea neologismos y giros arcaicos. Sus obras son: - - - Dialogus de oratoribus es una historia de la elocuencia romana, haciendo observar la relación entre el declive de la oratoria y la aparición del poder absoluto. Agricola, donde hace una semblanza de su suegro y nos lo presenta como ideal del alto funcionario de Estado, criticando a Domiciano. Germania constituye una obra geo-etnográfica de primera clase, pero sobre todo establece una confrontación entre Roma y Germania, entre una civilización en buena parte artificial y otra en estado casi de naturaleza. Esta obra está ligada a la anterior. Tiene un doble valor: Tácito es el primer historiador romano que se preocupa por saber qué habrá más allá del Imperio. Demuestra un interés por el otro lado (Tácito recupera el interés de Heródoto plasmado en la frase “has de conocer al enemigo”. Otra cosa importante es que Tácito considera un ejemplo a los germanos, porque es un pueblo austero, guerrero pero honrado que respeta las costumbres, no se preocupa por el poder, no tiene vicios. El mundo romano necesita más sencillez y austeridad, copiar a los germanos en este sentido, porque el mundo romano ha perdido esas características. Tácito era incapaz de saber los problemas que iban a generar los germanos en el futuro. Historiae en 12 o 14 libros que narran los acontecimientos del Imperio desde Nerón hasta Domiciano, es decir, del 69-96. Sólo nos han quedado los cuatro primeros libros y el comienzo del quinto. Annales en 16 o 18 libros que empalma con la anterior desde Augusto hasta la muerte de Nerón. También querría haber incluido a Nerva y Trajano, pero no tuvo tiempo para ello. Sólo quedan del 1 al 4 y del 12 al 15. En ella Tácito enlaza con el final de la obra de Tito Livio. La idea que transmite es la preocupación de cómo es posible que los valores entren en decadencia de forma tan rápida. El remedio que Tácito propone es que el mundo romano debe convertirse en un estado tecnocrático (gobierno de los funcionarios), tienen que gobernar los más altos funcionarios, que son los más preparados, lo más sabios. No le importa que la República volviera. Para Tácito, el historiador debe ser neutral (no adular ni criticar al emperador). Desde el punto de vista de la crítica, es muy difícil hallar una justificación lógica de su obra. Para empezar, se discute si el Diálogo es realmente suyo o no, por lo ciceroniano en extremo. Tampoco se está de acuerdo con respecto a la verdadera intención que se desprende del Agrícola o de la Germania. Incluso se ha llegado a dudar de la autenticidad de las Historias y los Anales. Aunque hay que tener en cuenta la complejidad de las influencias sufridas por Tácito y las posibilidades de renovación del artista. Pasó de la elocuencia a la historia. Ya en el Diálogo hay un sentido histórico; en las obras históricas se ve una clara formación retórica. Tácito siente siempre la necesidad de encadenar los sucesos históricos. En un principio sólo quiso relatar para la posteridad el período de los Flavios, pero por ello se vio obligado a concatenar éste con el pasado como justificación del presente; así se remonta hasta el fundador del Imperio. Está clara, pues, la inquietud moral que sentía Tácito y la penetración filosófica que lleva a cabo, pues ante todo le interesan los móviles humanos, más incluso que las causas generales. Su objetivo es de carácter moral, ya que ensalza las virtudes y castiga los vicios. Quizá esta psicología suya se deba mucho a Séneca. También se desprende de su obra un gran carácter pesimista, pues cree más en el mal de la raza humana que en el bien de la misma. Llega a analizar las almas de las masas en sus movimientos cambiantes. Frente a ello, se opone a Tito Livio, más sensible a la moralidad pública que a la de los individuos; y a Salustio, cuyo pesimismo psicológico es menos profundo, menos variado, y parece más convencional. Tácito busca retratar efectos en el arte, persigue la emoción dramática y la consigue a través de la antítesis con el vicio frente a la virtud, luz y sombra. Es, sin duda, un gran pintor, los cuadros se suceden indiscutiblemente en su obra con retratos psicológicos no carentes de movimiento, es decir, acontecimientos. En las Historias, Tácito ensayó un nuevo estilo y una nueva lengua que llevó a la perfección en los Anales: una gran variedad de vocabulario, nutrido de arcaísmos, de neologismos, de giros poéticos; un manejo muy seguro de las formas verbales. Supo aligerar esta riqueza al llevar a límites extremos la concisión de los elementos de la frase, tales como elipsis, braquilogías, o incluso supresión del verbo. Pero no organiza la frase en sí misma, a modo clásico; se complace en prolongarla. En palabras de Jean Bayet, “Tácito es muy complejo: inteligente y emotivo, observador lúcido y visionario lleno de imaginación, agrio moralista y estilista siempre insatisfecho, creó una forma literaria nueva, en la que se complace; la Historia se transformó en sus manos en una documentación psicológica y, al mismo tiempo, en la expansión de su propia personalidad. […] Es, con Virgilio y Séneca, el autor más cargado de sentimiento.” TÁCITO (55-120 d. C.) – ESQUEMA. IDEAS CLAVE 1. Datos biográficos y perfil humano - (Posiblemente) de la Galia Narbonense y de familia acomodada. - Estudió Retórica y Filosofía. - Casado con una hija de Julio Agrícola, militar y diplomático. - Pretor (año 88) y cónsul (año 97). - Orador y abogado, hasta los 40 años. 2. Obra Literaria - Sentido crítico: “nosotros no sólo hemos sobrevivido a aquellos otros, sino a nosotros mismos” (Agr.3, 2). - Dialogus de oratoribus. Decadencia de la oratoria (falla educación familiar. Ejercicio ciceroniano) Teoría y falta de práctica en la formación. Régimen político autoritario). - De uita et moribus Iulii Agricolae. (94, Cuatro a. Después de su muerte) - (Menos ciceroniano, más infl. Por César o Livio). - De situ ac moribus Germaniae (98) Antropología de los pueblos germanos. (Amenaza contra la decadencia de Roma). - Historiae (106). De la muerte de Nerón (68) a la de Domiciano. 14 libros (quedan 1-4, parte del 5). - Annales (115/116): de Augusto a Nerón (68). 18 libros (q. 1-4, parte del 5, 6, 11-16). - Fuentes varias y mezcladas: acta senatus, acta diurna senatus. Edictos, memorias, panfletos, otros escritores (Aufidio Baso, Veleyo Patérculo, Plinio el Viejo...) - Juzga, induce, sugiere... - Fuentes parciales, silencios acusadores, juicio de intenciones (estilo indirecto), 3. Estilo - Evoluciona de la solemnidad equilibrada y fría de Virgilio y Cicerón, a la sugerencia de emociones, tensión, tragedia incontrolable de la historia (es un romántico avans la lettre. - Descripción de caracteres (`etopeya) propia de una tragedia. Capacidad narrativa. Concisión y carga conceptual. Lenguaje rico y preciso. Uso brillante de la sintaxis indirecta. Valor sugerente de las formas nominales para marcar o abstraer puntos de vista. Asimetrías (uariatio), palabras infrecuentes o poéticas, arcaicas o neologismos... se usan para sugerir pasiones o estados de ánimo. Elipsis, asíndeton, quiasmos... Cláusulas métricas. Gusta a los lectores de novela y de tragedia. Desagrada a los conservadores, a los historiadores patrióticos y a los tiranos La decadencia de la historiografía (117- 476 d. C.) A partir de la muerte de Trajano (117 d. C.) se inicia un largo período de decadencia que alcanza hasta la disolución del imperio de Occidente en 476 d. C. De esta etapa destaca Suetonio (75-160 d. C.) Fue muy amigo de Plinio el Joven y desempeño cargos en la administración pública como el de secretario del emperador Adriano. Su gran obra es La vida de los doce Césares (Desde Julio César hasta Domiciano) Carece de interés moral o filosófico. Sólo busca la pura biografía documentada en las mejores fuentes. De esta obra se derivan otras con el mismo carácter como la Historia Augusta que es un resumen de la vida de los emperadores desde Adriano hasta Numeriano (284 d. C.) También podemos citar otras obras como De gestis Romanorum de L. Aneo Floro, que hace un resumen del extenso Tito Livio; Breviarium ab urbe condita de Eutropio que vivió en el IV d. C. Para el emperador Valente hizo una breve historia de Roma desde Rómulo hasta el 363 d. C. Por último la obra de Amiano Marcelino, Rerum gestarum de 31 libros que narra los acontecimientos desde la época de Nerva hasta la derrota del emperador Valente ante los godos en la batalla de Adrianópolis en 378 d.C.
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