DISCURSO PRIMERO DE MAYO 2015. GONZALO PINO BUSTOS; SECRETARIO GENERAL DE UGT PV Trabajadores y trabajadoras Compañeros y compañeras En este primero de mayo estamos a punto de coger un tren que nos deje en una nueva estación que esperamos que esté gobernada por las fuerzas de progreso. Los trabajadores y trabajadoras queremos dejar atrás 20 años de fuegos de artificio que nos han dejado una Comunidad más pobre, más desigual y con menos oportunidades. Es mucho el esfuerzo que tenemos que hacer para recuperarnos de dos décadas en las que se gobernó sin pensar en el interés general de los que habitamos en esta tierra, derrochando los recursos que aportábamos todos, especialmente, no lo olvidemos, la clase trabajadora. Ahora que sentimos una honda preocupación por el presente y por el futuro, que tenemos motivos para el desasosiego, también tenemos razones para la esperanza. En esta nueva etapa, los sindicatos de clase vamos a aportar propuestas y experiencias, pero también vamos a exigir. Exigiremos decencia a nuestra clase política porque ser decente es no permitir que un trabajador cobre 500 euros por trabajar ocho horas al día. Porque ser decente es impedir que una familia se quede sin vivienda por no tener dinero para pagar el alquiler o la hipoteca. Porque ser decente está reñido con permitir que uno de cada cuatro niños valencianos sea pobre y no tenga para comer. Porque ser decente es no privatizar los servicios públicos con los que se hace negocios de amiguetes. Porque ser decente es, en definitiva, defender que la desigualdad no es un mal endémico, sino que es producto de unas políticas determinadas, y que por tanto, se puede (y se debe) acabar con ella. Y no podemos olvidarlo en este 1º de Mayo: nada más indecente, más dramático y más devastador que 588.880 valencianos y valencianas desempleadas (y con casi nulas expectativas de un trabajo decente), y una tasa de paro entre los jóvenes superior al 52%. La crisis ha hecho visibles comportamientos intolerables en una sociedad sana. Ahora asistimos a las consecuencias de la corrupción, con espectáculos lamentables de políticos que día sí y día también se enfrentan a los juzgados por haber convertido 1 en su patrimonio personal, lo que era el patrimonio de todos. La derecha quiere un estado minimalista para quedarse con este negocio que para ellos es lo público, siempre sostenido con los impuestos de todos los trabajadores y trabajadoras. El maná de las privatizaciones y de las obras faraónicas que hoy nos ha llevado a la ruina. Los ejemplos de este mal hacer son muchísimos y variados. Ciudades de la luz y Terras Míticas que se venden a precio de saldo, Palaus de las Artes que se caen a pedazos, Fórmulas Uno a precio de oro, aeropuertos para peatones, cajas de ahorro vendidas por un euro, y comidas con duques e infantas que a cambio de prebendas lograban saciar la vanidad de los que tenían que trabajar para lograr el bienestar de todos los que vivimos en esta Comunidad. No es de extrañar que el conjunto de la sociedad haya perdido la confianza. No es difícil entender que todas las instituciones tengamos problemas de credibilidad. Y evidentemente, la falta de credibilidad es incompatible con el buen funcionamiento de la sociedad. La confianza no se puede restablecer con discursos, con palabras, con propaganda. La confianza se gana con hechos y día a día. Y ha de ser alimentada por todos los que vivimos aquí porque ninguna persona puede imponer a los demás, ni tan siquiera con las mejores intenciones, la confianza. Es hora de gobernar con políticas de izquierdas, de progreso y con rigor, donde se aprecie con nitidez las diferencias, porque ningún sistema político es sostenible en democracia si sus beneficios son solo para una minoría privilegiada. No será posible salir de la crisis sin justicia social y hoy la Comunidad Valenciana es una de las sociedades más desiguales de España y de Europa. La precariedad laboral está en el origen de esta situación injusta, por tanto todos debemos tener en el horizonte, como principal objetivo, la creación de buenos empleos, porque nos devolverá la justicia y la cohesión social a nuestra sociedad, nos permitirá iniciar la recuperación económica y será el requisito indispensable para que vivamos con calidad democrática. Continuar por la senda en la que cada vez más personas queden marginadas, excluidas y crónicamente desempleadas o precarizadas, sin perspectivas de futuro, crea tensiones, fracturas sociales y produce un malestar de imprevisibles consecuencias. Los sindicatos de clase no podemos permitir que estos trabajadores y trabajadoras queden excluidos. Una prestación de ingresos mínimos, financiada con los impuestos, será necesaria para asegurar la atención de las necesidades más esenciales de los desempleados sin recursos económicos. 2 De esta crisis tenemos que salir todos o, de lo contrario, no saldremos. ¡Y el tiempo se agota! El primer paso que se tiene que dar es la derogación de la Reforma Laboral porque destruye empleo y porque los nuevos contratos que se han creado son precarios, basura, que fomentan que cada vez haya más trabajadores que aunque hayan logrado volver al mercado de trabajo, no han logrado salir de la pobreza. Esta pobreza de nuevo cuño, esta nueva categoría social de trabajador y pobre, el precariado, es además de injusta poco inteligente. Es un mal negocio porque reduce la capacidad de consumo de miles, de millones de personas, y debilita nuestro mercado interno; además de hacerle un flaco favor a la productividad y competitividad de las empresas. No podemos compartir la alegría del gobierno cuando presume haber creado miles de puestos de trabajo. No podemos compartirla porque sabemos que la gran mayoría no son indefinidos sino que son temporales y a tiempo parcial: es subempleo de la peor calidad. La Reforma Laboral ha tenido muchos efectos terribles para la clase trabajadora y uno de los más dañinos es que nos ha devuelto a los florecientes tiempos de la economía sumergida. El empleo a tiempo parcial, al igual que ocurre con las horas extraordinarias injustificadas, termina siendo en demasiadas ocasiones un buen refugio para la economía sumergida. La Comunidad Valenciana es una de las autonomías de España que más sufre este mal. En 2014, 200.000 empleados trabajaron en la economía sumergida. O lo que es lo mismo, fueron explotados por empresarios sin escrúpulos que generan de esta forma uno de cada diez empleos. Y esto, no solo hay que denunciarlo, estas prácticas hay que combatirlas desde ya. Y no solo por los sindicatos de clase, que ya lo hacemos; a los empresarios y a las distintas administraciones, también hay que exigirles soluciones y respuestas contundentes inmediatas. La negociación colectiva, desde el desastre social, técnico y legal de la última reforma laboral (al que ha puesto, en parte, coto las últimas decisiones del Tribunal Supremo), solo ha servido para intentar desregular, aún más, las relaciones laborales, debilitar nuestros derechos y empobrecer nuestros salarios hasta límites inaguantables. Los empresarios, muchas veces con toda la torpeza del mundo, creyeron encontrar la gallina de los huevos de oro en la aplicación torticera de esta reforma, 3 con el único fin de quitarnos derechos a los trabajadores. Se ha demostrado: no lo han conseguido. Pero esto no significa que esté todo el trabajo hecho, todo lo contrario: los sindicatos de clase, la clase obrera, hemos de mantener nuestra acción sindical más exigente y dura que nunca en la empresa, en el tajo, en la calle y donde haga falta, para defender lo que unos y otros nos quieren arrebatar, y que no se lo vamos a consentir. El 11 por ciento de los trabajadores de esta Comunidad no está dado de alta en la Seguridad Social. Cobran en dinero negro y no tienen derechos. El futuro gobierno que salga de las urnas este mes de mayo tiene el deber y la obligación de acabar con este drama. Así se lo vamos a exigir. Para ello tiene que destinar los recursos que sean necesarios para perseguir a estos explotadores y defraudadores, y tiene que abrir las ventanas de la transparencia para acabar con la opacidad de esta Administración que no permite a los sindicatos acceder a los datos que la Inspección de Trabajo maneja relativos a la economía sumergida. Más medios significa, además de acabar con una de las injusticias más grandes que sufren los trabajadores, recaudar cientos de millones de euros por parte de la Hacienda pública valenciana todos los años. La explotación de los trabajadores y las trabajadoras, que esta Reforma Laboral ampara, no nos permite, ni nos permitirá, despegar y situarnos en primera línea. La recuperación no es posible si nuestro gobierno autonómico sigue mirando para otro lado y sigue dejando hacer a estos delincuentes. Esta Comunidad, como este país, tiene sobre todo un problema de ingresos, y ese problema se traduce en recortes en obras públicas, en recortes en la puesta en marcha de planes de empleo, en recortes en investigación, en Educación, en Sanidad, en dependencia, y en tantos otros servicios de nuestro de Estado de Bienestar. Necesitamos nueva savia que proteja nuestro joven Estado de Bienestar. Los sucesivos gobiernos que desde hace 20 años ha tenido nuestra Comunidad Valenciana se han empeñado en hacer todo lo posible para dejarlo en la ruina. Han reducido el presupuesto en sanidad, en educación, en ciencia. Han entregado a precio de saldo a los intereses privados lo que era de todos y de todas. Si no somos capaces de sanar y hacer cicatrizar esta gran herida, nuestros servicios públicos nuestros derechos sociales, al fin y al cabo-, emergerán como propiedades privadas, a las que solo podremos acceder si tenemos dinero. No podemos permitir bajo ningún 4 concepto volver a un estado menguante que nos devuelva otra vez a la caridad y a la beneficencia. Desde que la crisis hizo acto de presencia en 2008 todo ha sido destrucción. Destrucción de empleo, destrucción de derechos, destrucción de servicios. Nuestro contrato social, el que nos dimos en la Transición, con grandes dosis de generosidad, está dinamitado. Tenemos la obligación de sentarnos y construir entre todos uno nuevo. Tenemos que ser capaces de sacar lo mejor de cada uno de nosotros, ser capaces de movilizar energías, de despertar voluntades y poner nuestra inteligencia y buen hacer al servicios de las mayorías, al servicio del interés general. Dejadme que aquí haga un punto y aparte y me refiera a esos compañeros y compañeras que por defender los derechos de todos y todas, por defender, y ejercer, el derecho Constitucional a la huelga se encuentran ahora en la incalificable situación de estar inmersos en procesos judiciales o administrativos, que en cualquier país democrático, y a cualquier demócrata, causaría vergüenza y sonrojo. Compañeros y compañeras, sabed que desde aquí volvemos a exigir que se tomen inmediatamente las decisiones que sean precisas para que todos los afectados por la defender el derecho constitucional a la huelga queden libres de toda carga legal, jurídica o administrativa de las que nunca deberían haber sido víctimas. Y que sepan que con estas prácticas no nos van a amedrantar, no nos van a callar. Todo lo contrario, nos reafirman más que nunca en la lucha sindical y en la defensa de los derechos democráticos, laborales y sindicales de todos los trabajadores y las trabajadoras. Compañeros y compañeras, celebremos este Ciento veinticinco Aniversario del Primero de Mayo más reivindicativamente que nunca. ¡A por el cambio necesario! 5
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