Paternidad Consciente Herramientas para pasar del padre ausente

Paternidad Consciente Herramientas para pasar del padre ausente al padre plenamente presente Ponencia presentada en el V Coloquio de Estudios de Varones y Masculinidades. 14-­‐16 enero 2015, Santiago de Chile. Autor: Ps Mg Bruno Solari, Instructor de Mindfulness, Director Consultora Mindfulness y Coordinador Mindfulness Instituto del Bienestar. [email protected] / [email protected] Resumen: Durante los últimos años se ha visto crecer el interés de muchos hombres por ejercer una paternidad involucrada, que comparta roles con sus parejas y aporte activamente en etapa de crianza de los hijos. Al mismo tiempo se evidencia la falta de herramientas y modelos a los cuales recurrir para poder llevar a cabo esta tarea. El texto introduce la paternidad consciente como una nueva mirada a la paternidad comprometida. Este concepto surge al alero de la práctica de mindfulness, y se relaciona con cultivar una presencia atenta y cuidadosa a las situaciones en que nos relacionamos con nuestros hijos. La paternidad consciente requiere estar atentos a cada situación que ocurra con los hijos, permaneciendo abiertos y flexibles, con una actitud compasiva, de aceptación y no juicio. A través de esta práctica, se puede otorgar una base segura a los hijos sobre la cual podrán desplegar, con confianza, todas sus potencialidades. La paternidad nos pone la vida de cabeza Ser padres es una tarea muy compleja que nos desafía al máximo ya que, junto con llenarnos de alegría, ternura y felicidad, nos genera muchas situaciones de frustración, contactándonos con nuestra vulnerabilidad más profunda. A menudo nos enfrenta con el “no saber qué hacer” ni “cómo responder de la manera correcta”. Por lo mismo llama la atención que en una época tan llena de manuales de todo tipo como la nuestra, no existan muchas alternativas a la hora de buscar apoyo en el proceso que implica la paternidad. La mayoría de los libros al respecto señalan aspectos descriptivos acerca de lo esperable y deseable según cada etapa de gestación y/o desarrollo del bebé. Lamentablemente, y confirmando la idea planteada por Han de encontrarnos en una sociedad del rendimiento (1), muy a menudo ocurre con este tipo de textos que los padres se llenan de ansiedad y de autoexigencias porque su hijo no realiza las tareas esperables para su edad o porque ellos no están haciendo las cosas de manera correcta, que es tal como aparece descrito en los manuales. Es menos común encontrar libros que orienten sobre la experiencia interna de ser padres, (aunque algunas novedades comienzan a aparecer, por ejemplo, el libro “Sin palabras. Diario de un Embarazo”1, que comparte la experiencia de la autora en su proceso de embarazo y parto). Mucho menos probable aún es dar con libros que traten sobre la experiencia de ser 1 Valdivia, P. (2014). Sin palabras. Diario de un Embarazo. Santiago de Chile, Editorial Hueders. 1 padres hombres. Tal parece que como señala Kreimer, “acondicionados desde que nacemos para ser fuertes, aguantadores, independientes, los varones nunca recibimos educación sobre el valor de la intimidad y la crianza” (2, p. 123). Lo anterior parece reflejar lo que señala Kabat-­‐Zinn: “vivimos en una cultura que de forma generalizada no valora el ser padres como un trabajo válido e importante. Se considera perfectamente aceptable que la gente entregue el 100% de sí mismos a sus carreras, a sus relaciones o a encontrarse a sí mismos, pero no a sus hijos. Y se insinúa además que ofreciendo una atención constante y abierta al niño solo se consigue “malcriarlo” (3, p.21). Sin embargo debiera ser crucial contar no solo con libros y manuales, sino que también con cursos de entrenamiento que entreguen herramientas para ser padres, ya que siguiendo a Lozowick, la responsabilidad de criar a un niño es literalmente la responsabilidad por el futuro de la humanidad (4). Si de verdad consideramos que ser padres es una tarea crucial no solo para un hijo en particular, sino que para la sociedad en general, sería muy útil contar con herramientas y espacios de encuentro que permitan preparar y entrenar en las habilidades necesarias para la crianza, especialmente para poder manejar las exigencias, demandas y crisis emocionales que genera la paternidad. Porque, como ya se ha dicho, es una tarea muy desafiante. Como dice Toledo, “los hijos nos ponen a prueba todo el tiempo, pues tienen una energía inagotable y la dejan en evidencia justo cuando nosotros venimos en un tren de vida de por sí exigente” (5, p.110). Kabat-­‐Zinn refuerza el comentario: Ser padres es la catástrofe al completo. Multiplica el nivel de estrés en muchos ámbitos. Nos hace vulnerables como no lo habíamos sido hasta ahora. Nos exige que seamos responsables en facetas en las que no lo habíamos sido antes. Nos desafía y nos roba el tiempo y la atención que normalmente dedicábamos a otras cosas, incluido a nosotros mismos, como nada lo había hecho con anterioridad. Ser padres crea caos y desorden, provoca sentimientos de incompetencia, ocasiones para discutir, pelear e irritarnos, supone ruido e interminables obligaciones y recados (3, p.67). Al mismo tiempo, la paternidad nos entrega oportunidades diarias para relacionarnos directamente con la energía más poderosa de la vida: una sonrisa de nuestros hijos puede hacernos olvidar noches de insomnio; una mirada nos puede contactar con la pureza del ser que tenemos frente nuestro. La paternidad nos permite llenarnos de energía y maravillarnos por el milagro de la vida, siempre cambiante y en movimiento. Padres ausentes Si concordamos en que la paternidad es una tarea muy importante, ¿por qué históricamente el hombre ha estado ausente en esta función? Probablemente la clásica división de roles del patriarcado ha perpetuado que el espacio de los hombres sea el mundo exterior y del trabajo. Según Kreimer, “casi todos los que indagan sobre la relación padre-­‐hijo atribuyen el origen del distanciamiento a la Revolución Industrial: el hombre abandona el trabajo en la granja y se traslada diariamente a la fábrica (…). Cuando el hombre sale de casa, empiezan a acallarse las nociones arquetípicas de lo que significa ser hombre y a ser reemplazadas por otras, derivadas de la estructura patriarcal” (2, p. 136). Si bien este modelo de padre ausente y a la vez proveedor se ha repetido en términos generales y con matices hasta nuestros días, en los últimos años cada vez más hombres han comenzado a involucrarse de forma más comprometida con la paternidad. 2 Al respecto, en los últimos años se han comenzado a observar, entre otros, dos fenómenos relevantes: En primer lugar, una fragilización del contexto laboral, asociado a procesos propios de la globalización debido a los cuales suele haber fusiones y compras de compañías, lo que ha significado que los años de permanencia en el mismo lugar de trabajo han disminuido bruscamente (en cuestión de una o dos generaciones ha quedado en el pasado la imagen del trabajador que pasaba toda la vida en el mismo trabajo) y la incertidumbre frente al futuro y el estrés laboral se han hecho cada vez más habituales. Podríamos decir que hoy en día es muy poco común que los hombres aspiren a pasar todos los días de su vida en el mismo trabajo, ya que existen reales probabilidades de perderlo de un momento a otro. Esta situación de eventualmente contar con más tiempo para estar en la casa y compartir con sus hijos, lejos de ser aprovechada, suele generar más ansiedad en los hombres ya que socava fuertemente su histórico rol de proveedor. Durante los últimos 25 años diversas investigaciones han documentado variados síntomas negativos asociados al desempleo: síntomas depresivos, ansiedad, síntomas somáticos, baja autoestima y bajo bienestar general. Estar desempleado o la pérdida del trabajo puede ser altamente estresante, ya que la pérdida afecta la identidad de la persona y, durante los períodos de desempleo, las personas pueden estar agitadas o deprimidas, no tan solo por la situación económica, también por la falta de estructura y satisfacción que proveían su trabajo (6). Y es que, siguiendo a Olavarría, “entre los mandatos más determinantes en la vida de un hombre está el que señala que los hombres se deben al trabajo, porque trabajar significa ser responsable, digno y capaz, atributos que caracterizarían a la hombría en su fase adulta plena. El trabajo les da a los varones autonomía y les permite constituir un hogar, ser proveedores, cumplir con su deber hacia la familia, protegerla, ser jefes de hogar y autoridad en su familia. Este mandato es percibido como una gran presión sobre ellos y en general, la pérdida del trabajo y la cesantía son vividas como una profunda pérdida de valor y provocan crisis en su autoestima que afectan al conjunto de sus vivencias” (7, p.16). Por otro lado, en las generaciones más jóvenes que recién ingresan o con pocos años en el mundo laboral formal, conocida como generación millenium o milenio, cobra cada vez más importancia encontrar un trabajo que les aporte sentido (8). Elementos tales como la relación trabajo-­‐familia y el poder emprender negocios propios son relevantes para estas personas. Los hombres jóvenes de esta generación suelen otorgarle una creciente importancia a ejercer una paternidad comprometida y sin las divisiones clásicas de roles patriarcales, sino que generando relaciones complementarias, de apoyo y colaborativas. Así aparece retratado, por ejemplo, en el reciente libro Papá en Rodaje, testimonio vivencial de un padre primerizo: “En nuestro caso, las posibilidades de marcar presencia en esta etapa estaban (y siguen estando) claras: podemos repartirnos la responsabilidad lo más posible entre los dos (al menos, en el papel), y pretendemos seguirlo haciendo hasta que las fuerzas nos lo permitan” (5, p.31). Al mismo tiempo, en muchas situaciones se hace evidente la falta de modelos de paternidad a seguir para estos jóvenes padres. Más adelante se señala en el mismo libro: “Seguro que nuestros papás y abuelos “ayudaban” en casa como si naturalmente ese trabajo no estuviera en la descripción de sus funciones. Era prácticamente más una paleteada. Hoy el 3 género masculino sabe que esto ha pasado, más allá de que todavía encontremos algunos casos de hombres que son atendidos por sus parejas” (5, p. 64). Paternidad Consciente La paternidad consciente significa tomarnos muy en serio la tarea que implica ser padres y poner toda nuestra intención en ver a nuestros hijos de forma directa y con claridad, es decir, más allá de nuestros deseos, temores o expectativas. Verlos tal y como son en sí mismos. Significa también colocar nuestra intención en ser una fuente de amor incondicional para ellos y expresarlo a través de nuestra presencia plena (3). La paternidad vista desde este punto de vista conlleva una enorme responsabilidad, y no solamente por el poderoso efecto que tendremos en la formación de nuestros hijos, sino que, nuevamente siguiendo a Lozowick, la paternidad consciente no se trata solamente del bienestar de una sola persona, sino que del presente y futuro de la sociedad completa (4). Para poder llevar adelante una tarea de esta envergadura, la paternidad consciente requiere no solo que llevemos toda nuestra atención y consciencia a las tareas diarias y cotidianas relacionadas con la crianza. Implica también que estemos dispuestos a desarrollar un trabajo interior que nos ayude a llevar la luz de la consciencia a nuestras vivencias relacionadas con nuestra propia infancia, nuestros padres y las expectativas que albergamos al convertirnos en padres. Al cultivar una atención honesta y compasiva sobre estos aspectos, seremos más conscientes acerca de cuándo los proyectamos de forma automática sobre nuestros hijos, y al mismo tiempo, les otorgará a ellos una mayor libertad para poder tomar sus propias decisiones, sin tener que satisfacernos permanentemente. Desde esta perspectiva el hecho de ser padres conscientes no solo nutre a nuestros hijos, sino que también nos da muchas oportunidades para sanar nuestras propias heridas. En este sentido la paternidad consciente es entendida como una práctica espiritual: en la medida en que nos involucramos en ella, puede llegar a transformarnos completamente. Así, la experiencia que tenemos de nosotros mismos, nuestros hijos y nuestros padres, puede verse totalmente transformada en el proceso de llevar la luz de la atención y la presencia plenas a nuestras vidas. Como toda práctica espiritual, la paternidad consciente nos desafía al máximo. Nos obliga a desarrollar nuestra fuerza de voluntad y nos da la posibilidad de ampliar nuestra perspectiva, considerando las situaciones cotidianas que nos ocurren bajo un nuevo prisma, como oportunidades para cultivar la conexión con nosotros mismos y con nuestros hijos y para tratarnos de manera más amigable y con menos juicios. Por lo mismo, Jon Kabat-­‐Zinn señala que “ser padres conscientes es una llamada a despertar a las posibilidades, beneficios y retos de la paternidad con una nueva consciencia e intencionalidad” (3, p.23). Continúa Kabat-­‐Zinn, “lo que realmente implica la paternidad consciente es un giro de la consciencia: una nueva forma de ver que resulta de fijar nuestra atención en el momento presente, y que permite que emerja lo mejor de nosotros y de nuestros hijos” (3, p.33). Al iluminar con una atención no enjuiciadora nuestras acciones podremos permitir que se despliegue nuestra mejor versión de nosotros mismos y también de nuestros hijos, ya que lo que nos ocurre a nosotros como padre se refleja en ellos como hijos. Por ejemplo, muchos 4 hijos que sienten que no cuentan con la atención que necesitan, suelen solicitárnosla de maneras en muchos casos, muy evidentes, a través de gritos, pataletas, golpes, problemas en el colegio, etc. Según Kabat-­‐Zinn, “Esto significa que todos salimos beneficiados si conseguimos ser tan conscientes de las necesidades emocionales y físicas de nuestros hijos como de las nuestras propias, y si trabajamos, conforme a sus diferentes edades, para encontrar formas en las que todos recibamos lo que más necesitamos. Sólo por incorporar esta clase de sensibilidad en nuestra labor de padres aumentaremos instantáneamente la conexión con nuestros hijos. Porque nuestro compromiso con ellos se percibe a través de la calidad de nuestra presencia, incluso en los momentos difíciles (3, p. 26). Trabajar con nuestra atención y consciencia puede llegar a generar cambios transformadores en nosotros, ya que como señala Loy, vivimos en una sociedad con déficit de atención generalizado, constantemente expuestos a bombardeos de avalanchas de información (9). Para Han los logros culturales de la humanidad se deben a una atención profunda y contemplativa, que en la actualidad está siendo reemplazada por la hiperatención, “una atención dispersa que se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre diferentes tareas, fuentes de información y procesos” (1, pág. 35). Como padres conscientes cultivamos la presencia plena hacia nuestros hijos, ya que nuestra atención y cuidado hacia ellos se expresa y se experimenta en la calidad de la relación que mantenemos en cada instante. Y las más de las veces esta presencia se juega en los momentos cotidianos que vivimos con nuestros hijos: la forma en la que pasamos el pan, la forma en que los despertamos para llevarlos al colegio, la forma en que jugamos con ellos (3). Como lo expresa Toledo: “Pienso como padre que la decisión de poder estar esas cuatro semanas siguientes al parto en casa junto a Darío y la Andrea ha sido una de las mejores opciones de mi vida, pues me permitió generar un lazo estrecho con mi hijo, uno tan profundo que sólo reconocemos ambos al mirarnos” (5, p.82) Un punto importante a destacar, es que ser abiertos, tolerantes y comprensivos no quiere decir que seamos ingenuos, pasivos o permisivos. En muchas ocasiones puede que sea necesario intervenir y actuar con decisión o decir “no” de manera clara y fuerte. En ese sentido, no hay una receta única, salvo estar conectado con la situación en cada momento. (3). Como señala Kabat-­‐Zinn, “más que una respuesta correcta, la practica de la paternidad consciente nos pide proceder con la intención de permanecer en la situación con una actitud abierta. Y sin que nuestra propia incomodidad o el deseo de arreglar, corregir o enseñar nos hagan recurrir precipitadamente a soluciones “prefabricadas” (3, p. 64). Por lo mismo, para ser padres conscientes no hay un modelo ideal con el que debamos compararnos o al que aspirar. La práctica de la paternidad consciente no se trata de compararnos con una norma o un estándar ideal, lo que permite liberar de las exigencias y el cansancio de la sociedad del rendimiento (1), sino que más bien es un proceso continuo de pulir nuestra atención, y nuestra capacidad de estar presentes y de actuar en función de esta presencia (3). Mindfulness Dado que la paternidad consciente surge al alero de la práctica de mindfulness, nos detendremos en las próximas líneas en la definición y alcances de mindfulness. 5 El concepto de mindfulness se originó en la tradición budista y su la práctica comparte lugar con otras enseñanzas y prácticas budistas, cuyo objetivo es reconocer y desarrollar el potencial innato de felicidad, sabiduría y compasión de todos los seres humanos (10). En el contexto occidental, la definición más extendida de mindfulness es la formulada por Jon Kabat-­‐Zinn, pionero en la introducción de estas prácticas en ámbitos científicos y académicos. Según él, “mindfulness alude a la capacidad de prestar atención a la experiencia del momento presente, con una actitud de aceptación y no juicio. Para este autor, la práctica de mindfulness es el corazón de la meditación budista. Mindfulness ha sido traducido al español como “Atención Plena”, “Conciencia Plena” y “Presencia Plena/Conciencia Abierta”. A la vez, muchos autores prefieren no traducirlo y dejar el término en inglés”. (10, pág. 205). El año 1979 Jon Kabat-­‐Zinn diseñó un programa de tratamiento para pacientes con estrés y dolor crónico basado en la práctica de mindfulness, Mindfulness-­‐Based Stress Reduction (MBSR). Para desarrollarlo se basó en ejercicios provenientes de la meditación budista y su objetivo fue enseñarle a los participantes, a través de clases prácticas y actividades para realizar en casa, una nueva manera de relacionarse con su experiencia: cultivando una mayor apertura, menos juicio y amabilidad o compasión (10). En el contexto de la paternidad consciente cultivamos esta actitud de aceptación, apertura y no juicio colocando el foco en la relación con nuestros hijos, en el entendido que una presencia atenta y cuidadosa les otorgará una base segura sobre la cual podrán desplegar, con confianza, todas sus potencialidades. Esta capacidad de nosotros como padres de acompañar, sosteniendo y conteniendo las emociones de nuestros hijos, les entrega seguridad para que puedan desenvolverse de manera más flexible y abierta ante los desafíos propios de la vida. La paternidad consciente requiere entonces que cultivemos la apertura a cada situación que ocurra con nuestros hijos, permaneciendo tan abiertos y flexibles como seamos capaces, con una actitud compasiva, de aceptación y no juicio. En este punto es importante aclarar que tanto la paternidad consciente como mindfulness se consideran una práctica, en el sentido de que sus beneficios y efectos se potencian con la práctica repetida y sostenida en el tiempo, es decir, se profundiza con la repetición. No es un estado a alcanzar, sino que es una cualidad de relacionarse con las experiencias en cada momento. Uno de los beneficios de practicar mindfulness asociados a la paternidad es comprender la diferencia entre el “modo hacer” (resolvedor de problemas) y el “modo ser” (simplemente permitir que ocurra lo que ya está ocurriendo). Habitualmente funcionamos desde el “modo hacer”, buscando la manera de resolver problemas y encontrar soluciones. El problema paradójicamente, es que muchas veces consideramos que las situaciones o emociones que no nos gustan o nos incomodan son problemas a resolver (11). Al darnos espacio para actuar desde el “modo ser” comenzamos a permitir que las cosas ocurran tal como ya están ocurriendo en este momento. Lo paradójico es que si aplicamos esta consciencia a lo que tenemos delante en cada momento, sin insistir en que sea de una determinada manera, esta misma disciplina nos proporcionará una estabilidad mental y una apertura y claridad de corazón que serían inalcanzables si luchásemos por conseguirlas forzando un resultado o una solución determinados (3). Ser padres es en muchas ocasiones agotador y, al igual que con la práctica de mindfulness, requiere que trabajemos duro. Como ya hemos visto se trata de una disciplina, un constante 6 llamamiento a que recordemos estar siempre presentes y a que veamos y aceptemos a nuestros hijos tal y como son, al tiempo que compartimos con ellos lo mejor de nosotros (3). Mindfulness se cultiva en dos niveles: formal e informal. Por nivel formal se entiende fundamentalmente la práctica de la meditación, para lo cual es recomendable contar con una guía que cuente con experiencia al respecto. El nivel informal de la práctica de mindfulness se refiere a aprovechar todos las situaciones de nuestra vida diaria para cultivar nuestra capacidad de estar plenamente presentes. En este contexto, nos referimos a aprovechar todos los momentos en que estamos con nuestros hijos como una oportunidad para cultivar la presencia plena: hacerlos dormir, mudarlos, darles de comer, salir a pasear, jugar con ellos, etc, etc. Para Kabat-­‐Zinn la práctica de mindfulness se sostiene en los siguientes siete fundamentos (12), que relacionaremos con la paternidad consciente: Fundamentos de Mindfulness aplicados a la paternidad consciente: 1. No Juzgar: Si con la práctica de mindfulness cultivamos una actitud abierta y respetuosa hacia nuestra experiencia, en la paternidad consciente cultivamos la consciencia del efecto que pueden tener nuestros juicios y descalificaciones en nuestros hijos y su desarrollo emocional. 2. Paciencia: La paternidad consciente pone a prueba nuestra paciencia y nos da muy a menudo oportunidades para desarrollarla con nuestros hijos, siendo conscientes y respetuosos de sus propios ritmos y necesidades, más que anteponer automáticamente las nuestras. 3. Mente de principiante: Con nuestros hijos pequeños la práctica de este fundamento se nos hace muy evidente y es que ellos pueden transformarse en unos verdaderos maestros al mostrarnos una actitud de curiosidad ante cada situación de la vida. 4. Confianza: La práctica de mindfulness nos permite desarrollar una confianza básica en nosotros mismos mismos y en nuestras emociones, que surge al darnos cuenta de que podemos mantenernos y sostener nuestras experiencias, sean cuales sean éstas (10). En el contexto de la paternidad consciente somos conscientes de la importancia que tiene el transmitir esta confianza básica hacia nuestros hijos y sus capacidades, en lugar de atemorizarlos frente a cada nueva experiencia. 5. No esforzarse: Más que no esforzarse, este fundamento hace referencia al esfuerzo justo, ya que, si bien la práctica de mindfulness requiere mucho trabajo y esfuerzo, fundamentalmente consiste en no-­‐hacer y aprender a permanecer con nuestra experiencia en cada momento (10, p. 208). En el contexto de la paternidad consciente tomamos consciencia del estrés que podemos generar en nosotros mismos y en nuestros hijos si actuamos desde el sobre esfuerzo y la exigencia por querer siempre hacer las cosas de manera perfecta. El esfuerzo justo en este contexto significa comprender que hacemos lo mejor que podemos con las herramientas con las que contamos hoy en día. 6. Aceptación: Para desarrollar la paternidad consciente resulta clave cultivar la aceptación y así poder aprender a relacionarnos con lo que está ocurriendo en este momento más allá de nuestras expectativas, temores o deseos. Este fundamento nos permitirá responder en lugar de reaccionar cuando aparezcan las dificultades con nuestros hijos. 7. Soltar: Ser padres conscientes significa saber que nos equivocaremos miles de veces, pero que nuestra intención es cultivar una presencia atenta y amorosa hacia nuestros 7 hijos. De esta forma, soltar nos permite volver a empezar en cada siguiente respiración. Un ejemplo muy habitual en la paternidad consciente en el que se pueden colocar a prueba los siete fundamentos es en la diaria tarea de hacer dormir a nuestra guagua. Tal como lo expresa Toledo, este es un proceso altamente agotador y estresante: “Una noche si no me equivoco llegué al elefante número doscientos cincuenta balanceándose sobre la tela de una araña, mientras Darío me miraba como diciéndome: “No quiero que te detengas, sigue por favor” (5, p. 87). Al intentar hacer dormir a un bebé nos encontramos con una serie de obstáculos que desafían al máximo nuestras capacidades. En lugar de exasperarnos repitiéndonos preguntas tales, ¿por qué no se duerme?, podríamos explorar con paciencia, sin juicio y mente de principiante cuáles podrían ser las razones de esto. Cultivar la mente de principiante nos permitirá tener la apertura suficiente como para explorar las razones de su conducta. Al mismo tiempo, será clave en todo este proceso transmitir confianza a nuestro hijo, y esto pasa por algo tan básico como la manera en que lo sostenemos en nuestros brazos. Cultivamos la aceptación y el no esfuerzo al comprender que no podemos acelerar el proceso de hacerlo dormir simplemente porque está por empezar nuestra serie favorita. Soltar nos permite volver a empezar después de cada respiración, saber que no somos perfectos y reconocer que pasear a nuestro bebé en brazos por más de una hora en la madrugada nos ha puesto de mal humor y estamos al borde del colapso. Lo reconocemos y lo soltamos, en la siguiente respiración podemos comenzar de nuevo. Cambio social y cambio individual Un último punto importante de destacar en relación a la paternidad consciente es que, desde esta perspectiva, cualquier cambio social en los roles tradicionalmente establecidos requiere a la vez un cambio individual en cada padre. La practica de mindfulness aporta en dicho caso una herramienta concreta para desplegar el cambio individual. Tal como señala la economista Rayen Quiroga (13): “Desde la ingenuidad, me quedo con la idea de que la clave del cambio cultural y social, y por tanto la posibilidad del desarrollo de las personas humanas en tanto mejoras cualitativas en la experiencia vital, radica en el darse cuenta y en el querer cambiar nuestras emociones y acciones para recrear conversaciones neomatrísticas a partir de los espacios más íntimos y cotidianos (…). Las transformaciones necesarias para que todos y todas vivamos vidas saludables y con significado individual y colectivo, tal vez radica en algo tan simple como difícil: que los hombres y mujeres decidamos sanarnos y salvar la vida de nuestros hijos y los de otros, tejiendo relaciones con cuidado esencial, haciéndonos cargo de la maternidad y de la crianza en el amor y el respeto a la diversidad” (13, p. 353). -­‐-­‐-­‐-­‐-­‐ º -­‐-­‐-­‐-­‐-­‐ 8 Referencias 1. Han, B. (2010). La Sociedad del Cansancio. Barcelona, Herder Editorial S.L. 2. Kreimer, J.C. (1991). El Varón Sagrado. Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina. 3. Kabat-­‐Zinn, J. y Kabat-­‐Zinn, M. (1997-­‐2012). Padres Conscientes, Hijos Felices. Madrid, Editorial Faro (2012). 4. Lozowick, L. (2010). Conscious Parenting. Arizona, Hohm Press. 5. Toledo, R. (2013). Papá en Rodaje. Santiago de Chile, Ediciones El Mercurio Aguilar. 6. Vansteenkiste, M., Lens, W., De Witte, S., De Witte H. y Deci A. (2004). 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