“Y la Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron”

“Y la Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron”
- Jn 1, 5 La alegoría que hace el evangelista San Juan acerca de la Luz, nos explica
cuál ha de ser la actitud del creyente ante la adversidad: Cuanta más
obscuridad hay, cuando lo que nos rodea es caótico, triste, gris; es cuando el
creyente; el que tiene Fe, Esperanza y Amor; debe ser la Luz que ilumina a
otros.
Ahí el ejemplo de tantos y tantos cristianos, que en épocas de crisis o
persecución, se convirtieron en Luz para otros. Luz que da ejemplo y
esperanza.
Nosotros como lasallistas lo tenemos muy claro, debemos dar ejemplo a
través de la Fe, la Fraternidad y el Servicio.
Hay mucho por hacer, y ese hacer está en nuestras manos.
Lasallistas: ¡Seamos Luz de México!
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“Las personas no son recordadas por el número de veces que
fracasan, sino por el número de veces que tienen éxito. No fracasé,
sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”
- Thomas Alva Edison Cuando murió Edison, inventor de las bombillas eléctricas, se le hizo un gran
entierro, y en el discurso de despedida se dijo de él una hermosa alabanza:
“Si alguno - declaró el orador - hubiese observado la tierra desde un lejano
planeta cuando nació Edison y la volviese a contemplar ahora que Edison ha
muerto, subiría de categoría la tierra en clasificación de los astros, sería
ahora una estrella, porque ha aumentado su luz gracias a las innumerables
bombillas eléctricas”
Es una hermosa alabanza que se tributó en honor de Edison.
¿Y qué diremos de Jesucristo?
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“El talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad”
- Goethe La Tempestad y el Sol hicieron una apuesta sobre cuál de ellos era más
fuerte. La prueba consistía en forzar a un caminante a quitarse la capa. El
que lo lograra, sería el ganador.
La Tempestad azotó rugientemente al caminante, pero él no se quitó la capa,
sino que por el contrario, se envolvió bien con ella.
Entonces comenzó el Sol a brillar, a calentar, a quemar, hasta que el
caminante se quitó la capa y se la puso sobre el brazo. El Sol había ganado
la apuesta.
Algo semejante sucede en la vida. El hombre tranquilo es más fuerte. El
corazón del hombre es como el capullo, que en tiempo frío permanece
cerrado, pero se abre cuando hace Sol.
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"La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes
de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días."
- Benjamín Franklin En 1953 se estrenó una película espectacular llamada “el hundimiento del
Titánic”. Uno de los momentos cumbres era la escena en que un iceberg
partía el casco del Titánic como quien abre una lata de sardinas. Eso creó un
conflicto a los técnicos de sonido de la casa productora FOX. El guión
requería que se grabara en la banda sonora el horrible chirriar del hierro y el
acero del casco al ser partido por el iceberg, pero era un sonido difícil de
conseguir artificialmente en esa época.
Los técnicos probaron el arrastre de toneladas de hielo sobre otro hielo
inmóvil. Fracasaron. Alguien sugirió colocar unas pilas de enormes cajas de
madera bajo una gran compresora que, al aplastarlas y hacer rechinar las
madera y astillas, hiciera el sonido del hierro rozando y abriendo el casco,
pero también fracasó.
Estaban ya desesperados los técnicos cuando un modesto trabajador que
cargaba cosas de utilería para los escenarios se le ocurrió una idea genial. Se
dirigió al despacho del director de producción. Dejó caer sobre una mesa de
cristal del despacho un leve montoncito de bicarbonato. Presionó con el dedo
pulgar el montoncito de bicarbonato y lo frotó contra el cristal.
Aquel leve sonido fue grabado y posteriormente se amplificó cientos de
veces y aquel sonido que se escuchó en la película, aquel sonido terrible y
trágico que hacía retumbar las salas de cine no era otra cosa que un polvillo
de bicarbonato sobre el cristal de una mesa bajo la presión del pulgar de un
trabajador que cargaba cosas de utilería.
Tal vez nuestra acción, en realidad, no sea más que eso: un simple cristal,
un montoncito de bicarbonato, un peón. Pero si confiamos en Dios, Él
cuidará de ampliar infinitamente el sonido de nuestra pequeña acción.
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"La piedra que los constructores desecharon,
en piedra angular se ha convertido."
- Mc 12, 10 La sala de la subasta estaba llena. El subastador había ya vendido varios
artículos cuando tocó el turno a un violín viejo y estropeado. Lo mostró y
preguntó:
- ¿Algún postor?
Tan estropeado estaba el violín que se dibujó una sonrisa en todas las caras
de los presentes.
Un hombre gritó: - Un chelín (actualmente equivaldría a un peso con 10
centavos)–
La gente no pudo contener una carcajada, y surgieron voces de: <¡Déselo
usted!> <¡Que se lo quede!>
El subastador hizo una pausa y dijo: - Tal vez algún violinista desearía
probarlo.
Un anciano tomó el estropeado instrumento, lo apoyó debajo de su barbilla y
afinó las cuerdas; luego el anciano consiguió tales y tan exquisitas melodías
que al final el violín fue subastado por 100 libras (actualmente equivalente a
2230 pesos).
¿Qué había ocurrido? Una mano maestra lo había tocado y revelado valores
escondidos. Así somos los seres humanos, respondemos según nos toquen.
A veces nosotros solos sentimos que somos inútiles, que poco o nada
valemos, pero bajo la mano de nuestro Maestro recobramos el valor que Él
ha puesto en nosotros, y con su gracia podemos hacer grandes cosas: Todo
lo puedo – dice San Pablo – en aquel que me conforta (Flp 4, 13).
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"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre
la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo."
- Ap 2, 20 El célebre pintor Holman Hunt acompañaba una vez por su estudio a unos
visitantes, que se detuvieron ante su famoso lienzo: “Luz del mundo”
(Nuestro Señor con una linterna en la mano, llamando a una puerta).
-Sin duda, ha olvidado usted algo aquí – dijo uno de los visitantes -. No hay
picaporte en la puerta.
- No es un error – replicó el artista -. Esa puerta representa el corazón
humano, que se abre solamente por dentro. Nuestro Señor está fuera y
espera que le digamos: “Entra”. Él nunca forzará la entrada, nos toca a
nosotros invitarle o no, conforme queramos.
Algunos católicos lo hacemos esperar afuera, esperando de una pascua a
otra, sin darnos cuenta que podemos invitarlo a pasar todos los días de
nuestra vida, porque Él está siempre afuera esperando: “Mira que estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa
y cenaré con él y él conmigo” Ap 3, 20
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"En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos
míos más pequeños, a mí me lo hicisteis."
- Mt 25, 40 El gurú, que se hallaba meditando en su cueva del Himalaya, abrió los ojos y
descubrió, sentado frente a él, a un inesperado visitante: el abad de un
célebre monasterio.
̶ ¿Qué deseas?”, le preguntó el gurú.
El abad le contó una triste historia:
En otro tiempo, su monasterio había sido famoso en todo el mundo
occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia
resonaba el armonioso canto de sus monjes. Pero habían llegado malos
tiempos: la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la
avalancha de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia se hallaba
silenciosa. Sólo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y
rutinariamente sus obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo
siguiente:
̶“¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta
situación”?
̶“Sí”, respondió el gurú, “un pecado de ignorancia”.
̶ “¿Y qué pecado puede ser ése?”.
̶“Uno de ustedes es el Mesías disfrazado, y no lo saben”. Y, dicho esto, el
gurú cerró sus ojos y volvió a su meditación.
Durante el penoso viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía cómo su
corazón se desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había
vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no
había sido él capaz de reconocerle? ¿Y quién podría ser?
¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El hermano
administrador? ¿O sería él, el hermano prior? ¡No, él no! Por desgracia, él
tenía demasiados defectos…
Pero resulta que el gurú había hablado de un Mesías “disfrazado”… ¿No
serían aquellos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el
monasterio tenían defectos… ¡y uno de ellos tenía que ser el Mesías!
Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había
averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros: ¿el Mesías…
aquí? ¡Increíble! Claro que, si estaba disfrazado… entonces, tal vez… ¿Podría
ser Fulano…? ¿O Mengano, o…?
Una cosa era cierta: si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que
pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto
y consideración. “Nunca se sabe”, pensaba cada cual para sí cuando trataba
con otro monje, “tal vez sea éste…”.
El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo
desbordante. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser
admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de
los monjes, radiantes del espíritu de Amor.
EL MESÍAS DISFRAZADO, Anthony de M ello
"A Dios nadie le ha visto nunca. Si no nos amamos unos a otros,
Dios mora en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la
perfección."
- 1Jn 4, 12 Dice la historia que Benjamín Franklin, el célebre sabio, se hacía sumamente
simpático a los niños y que muchas veces, cuando estos le veían por la calle,
le rodeaban y hasta le besaban la mano.
- Señor Franklin – le dijo un día un pequeño -, usted que es tan sabio,
¿podría decirme dónde se ve a Dios?
Sonrió el anciano y, mostrando al niño el cielo inundado de Luz, le dijo:
- Procura mirar al sol de frente.
El pequeño lo intentó, pero en seguida se tuvo que tapar los ojos.
- No puedo. El Sol me deslumbra.
Entonces Benjamín Franklin le contestó:
- Pedías ver a Dios y ni siquiera puedes mirar al sol de frente. Hijo mío, a
Dios no se le puede ver con estos ojos. Dios es el foco infinito de sabiduría y
bondad, más que el Sol lo es de calor y de Luz. Estudia mucho. Procura ser
más bueno cada día, así te irás aproximando a Él y lo verás reflejándose en
el fondo de tu alma.
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“Miremos más que somos padres de nuestro
porvenir que no hijos de nuestro pasado”
- Miguel de Unamuno Una historia china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo
para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando
los vecinos del anciano labrador se acercaban para condolerse con él, y
lamentar su desgracia, el labrador les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte?
¿Quién sabe?
Una semana después, el caballo volvió de las montañas trayendo consigo
una manada de caballos. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su
buena suerte. Este les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién
sabe?».
Cuando el hijo del labrador intentó domar uno de aquellos caballos salvajes,
cayó y se rompió una pierna. Todo el mundo consideró esto como una
desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena
suerte? ¿Quién sabe?».
Una semana más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados
todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron
al hijo del labrador con la pierna rota le dejaron tranquilo. ¿Había sido buena
suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién sabe?
Todo lo que a primera vista parece un contratiempo. puede ser un disfraz del
bien. Y lo que parece bueno a primera vista puede ser realmente dañoso.
Así, pues, será postura sabía que dejemos a Dios decidir lo que es buena
suerte y mala y le agradezcamos que todas las cosas se conviertan en bien
para los que le aman.
Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu
enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren
por quienes los persiguen, para que sean
hijos de su Padre que está en el cieloMt 5, 43-45
Un día el magnate húngaro Laurencio preguntó al emperador alemán
Segismundo (1410-1437) por qué no solamente respetaba las vidas de sus
enemigos vencidos y sus haciendas, sino que además los trataba como
amigos. Laurencio consideraba que era preferible exterminarlos.
- Tal vez lleves algo de razón. Obra prudentemente quien destruye a su
enemigo. Pero yo pienso que quien trata al enemigo con benevolencia
convierte en amigo a un enemigo. –
En este relato verídico, el emperador alemán cumple el máximo ideal del
cristianismo: desterrar el mal; lo cual no significa que se debe acabar con los
malos, sino convertirlos.
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Un árbol bueno no puede producir frutos malos,
ni un árbol malo producir frutos buenos.
- Mateo 7, 18 Una vez una madre estaba muy preocupada porque su hija frecuentaba una
amistad mala y no podía comprender el peligro al que se exponía si no se
decidía pronto a abandonarla.
- ¿Qué mal hay en ello? – decía la hija -. La llevaré por el buen camino. Haré
que se vuelva buena.
Un día su madre le pidió meter en la despensa una canasta llena de peras,
pero… con una un poco echada a perder. La niña le dijo a la mamá que esa
pera iba a echar a perder a las demás, pero la mamá no le hizo caso.
Pasó una semana y la niña sacó la canasta con las peras y al verlas todas
echadas a perder se enojó mucho, pues se había cumplido lo que había
dicho. Entonces la mamá la llamó a que se sentara junto a ella y le dijo:
Mira: bastó una pera para echar a perder a las demás, y tú me dices que
harás que tu mala amistad se vuelva buena.
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No se dejen engañar: “Las malas compañías
corrompen las buenas costumbres.”
1Cor 15,33
Un astuto charlatán llegó a cierto pueblo en donde había muchas mulas que
daban patadas a los pobladores. Aquel charlatán preparó muchos paquetitos
bien cerrados y los llevó a la plaza. Estando ahí se puso a vocear lo
siguiente: <Tengo un remedio infalible contra las patadas de las mulas. Con
este remedio, el que ha sido pateado se curará al momento, y el que nunca
ha sido pateado, jamás recibirá una patada. Además cuesta poco: ¡Sólo 50
centavos!>
Toda la gente del pueblo se arremolinó para comprar el remedio. Pero el
charlatán les dijo: <Tengan cuidado; escuchen con atención: el remedio hará
efecto sólo si lo sacan del pequeño envoltorio en secreto, y sin que nadie los
vea> la gente le creyó y cada uno esperó hasta llegar a su casa para abrir
secretamente el envoltorio.
¿Qué había dentro? Un pedazo de hilo de tres metros y un pedacito de papel
que decía: “Para no recibir patadas de las mulas, hay que estar lejos de ellas,
a la distancia del largo de este hilo” Aquellos aldeanos habían sido estafados
y corrieron a la plaza para exigir al charlatán que les regresara su dinero,
pero éste se había ido ya…
Sin embargo, ¿no tenía razón? ¿no era aquel remedio efectivo? Así también,
aquel que no quiera que le ataque el veneno de las malas compañías, huya
de ellas y manténgase siempre a distancia.
“Comete pecado todo aquel que sabe hacer el bien y no lo hace”
- Santiago 4, 17 Hace mucho tiempo, un joven portugués de nombre Juan, se fue a las Indias
a buscar fortuna y a los pocos años regresó a Lisboa con varios barcos
cargados de riquezas. <Ahora – se dijo – voy a jugarles una mala broma a
mis parientes y amigos.> Se puso unas ropas rotas y sucias que traía y fue a
ver en primer lugar a su primo Pedro.
-Aquí tienes a tu primo Juan, que después de pasar unos años en las Indias
vuelve a su patria. Ve cómo he quedado. ¿Puedo permanecer en tu casa por
algún tiempo?
-Lo siento, pero no me queda sitio en casa.
Juan fue visitando uno tras otro a varios parientes y amigos, y en todas
partes le cerraban la puerta. Volvió pues a sus barcos, se vistió con lujosas
vestiduras, dio un paseo por la ciudad con un gran séquito de sirvientes y
compró una mansión en la calle más importante.
Dos días bastaron para que en la ciudad no se hablara de otra cosa que de
sus riquezas. <¡Quién hubiera podido imaginarlo! – decían los parientes y
amigos que tan fríamente le habían recibido - . ¡Ah, si lo hubiéramos sabido,
de otra manera hubiéramos actuado!. Pero no hay nada que hacer ahora.
Hemos perdido para siempre una buena oportunidad>
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“El dinero no huele (Pecunia non olet)”
Proverbio Latino
El Padre León, un religioso capuchino del convento de Versalles, se presentó
un día en casa de un rico banquero de París. Éste, al ver su pobre hábito, lo
miró con desprecio y le dijo que esperara. Así lo hizo durante más de dos
horas. Todos los que llegaban eran recibidos antes que él; pero finalmente,
cuando no había más gente esperando, le tocó su turno.
- ¿Qué es lo que desea? – Le preguntó el banquero en tono impaciente.
- Vengo a devolverle 40 000 francos que un penitente, arrepentido de su
robo me ha entregado. Él confesó que lo robó a usted.
El banquero entonces avergonzado de su comportamiento, le pidió mil
perdones por haberlo hecho esperar, y tomó el dinero, que tan lejos estaba
de creer que aquel humilde capuchino le traía.
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“La riqueza ennoblece las circunstancias del hombre,
Pero no al hombre mismo”
- Kant El capitán de un buque francés invitó cierto día a un príncipe africano a
admirar las maravillas de su buque y el aparato de su maquinaria de vapor,
mas como advirtió que el príncipe apenas se admiraba con lo que veía, le
preguntó:
- Qué te parecen nuestro progreso y civilización?
A lo que contestó el príncipe africano:
- Con todo este progreso, ¿Sabrán ustedes hacer un solo grano de trigo?
El capitán se quedó sorprendido con tan inesperada respuesta, hasta que al
final para poder responder al príncipe africano, habló como ateo, diciendo:
- Para hacer un grano de trigo no es necesaria la sabiduría; eso lo hace la
naturaleza.
- Ahora entiendo – replicó el príncipe africano – por qué los europeos son en
algunas cosas más ignorantes que nosotros, pues todos los negros sabemos
quién hace el trigo, mas ustedes, con toda su civilización, todavía lo ignoran.
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Alabado seas, mi Señor, por la hermana Agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
- San Francisco de Asís El agua que consumes no sólo es la que sale de la tubería de tu casa. De
hecho, la mayor parte del agua que consumimos no la vemos porque está
contenida en los procesos para producir los bienes que utilizamos. Al agua
necesaria para producir un bien se le llama agua virtual (el adjetivo 'virtual'
se refiere al hecho de que la mayor parte del agua utilizada para producir un
bien no está contenida en dicho bien), y al volumen total de agua que se
utiliza para producir los alimentos y servicios consumidos por un individuo o
comunidad y para disolver sus contaminantes se le llama huella hídrica. La
huella hídrica promedio de México es de 1350 metros cúbicos por habitante
por año, ligeramente superior al promedio mundial, que es de 1240.
Algunos datos interesantes del agua virtual utilizada para algunos productos
son:
Un coche, por ejemplo, si bien contiene físicamente apenas una mínima
cantidad de agua (el radiador por ejemplo), requiere de 400,000 litros para
su producción. Lo mismo pasa con otros bienes, como los alimentos. Un
kilogramo de carne de puerco, por ejemplo, requiere de entre 3,000 y 6,000
litros para su producción. Un kilogramo de pollo, entre 2,400 y 3,500 litros, y
un kilogramo de carne de res entre 13,000 y 140,000 litros. En contraste, un
kilogramo de arroz requiere de 1,600 litros, uno de trigo 850 litros, y uno de
maíz 500 litros. Se ha estimado que para producir una hamburguesa
promedio se han consumido 2,400 litros de agua, para una taza de café 140
litros y para una de té 35 litros.
Otros productos por ejemplo: una papa 25 litros, una manzana 70 litros, un
jitomate 13 litros, una naranja 50 litros, una rebanada de pan 40 litros, una
rebanada de queso 50 litros, un huevo 135 litros, una bolsa de papas fritas
185 litros, litros, una camiseta de algodón 2 mil litros, un par de zapatos (piel
de bovino): 8 mil litros, una hoja de papel tamaño carta 10 litros, un
microchip 32 litros, un vaso de leche 200 litros, un vaso de jugo de manzana
190 litros, un vaso de jugo de naranja 170, una copa de vino 120 litros y un
vaso de cerveza 75 litros.
La ONU, basada en expertos de todo el mundo, espera que la población del
planeta se estabilice en alrededor de 10 mil millones de habitantes para
2050. Eso quiere decir que por cada dos personas que observas hoy, habrá
tres un par de generaciones adelante. Estos datos nos deben hacer pensar
que debemos actuar ante las situaciones locales y globales de escasez de
agua.
El Papa Francisco nos dice en su carta encíclica LAUDATO SI’ : “estamos
llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea
lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y
plenitud”.
Ahorrar el agua y utilizarla de manera eficiente es algo que debemos hacer
como hábito, por ejemplo cerrar la llave mientras nos enjabonamos, utilizar
cubeta para lavar el coche o un vaso para lavarnos los dientes, poner una
cubeta debajo de la regadera mientras esperamos a que salga el agua
caliente, etc.
Y tu ¿Qué acciones realizas para cuidar y ahorrar el agua?
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“El afán de las riquezas obscurece el sentido de lo justo y lo injusto”
- Antífanes En un café se encontraban varios hombres. Todos contemplaban a la gente
rica que salía del teatro y abordaban sus vehículos para volver a casa, de
esta manera la conversación se centró en la igualdad de los hombres.
- Cada hombre – dijo un americano – tiene los mismos derechos que los
otros. Todos hemos nacido libres e iguales.
- Palabras – replicó un obrero -. Unos hombres nacen millonarios y otros en
el hospicio. Unos nacen con gran inteligencia, otros con muy poca.
- ¡Bah! – sentenció un comunista ruso -. Un hombre no importa nada; lo que
cuenta es la masa humana.
- Usted, ¿qué piensa? – preguntó el dueño de la cafetería a un anciano de
aspecto humilde.
- Yo creo que todos somos hijos de Dios – Respondió; y, colocando un
puñado de monedas de cobre sobre la mesa, prosiguió - : Aquí tienen estos
peniques; unos nuevos y relucientes; otros gastados y feos; todos son
diferentes, pero tienen el mismo valor y, sobre todo, cada uno lleva la
imagen del rey.
Toda alma humana, creada por Dios a su imagen, es preciosa a los ojos de
Dios, está destinada al cielo y ha sido redimida por la sangre de Cristo.
“Hay hombres que luchan un día y son buenos,
Hay otros que luchan un año y son mejores,
Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos;
Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”
- Bertolt Brecht El actor Salvino ponía tal intensidad en sus recitales, que a veces quedaba
exhausto. En una ocasión en que el público era más bien escaso, alguien le
dijo que no valía la pena fatigarse tanto para tan escasa gente.
- No, amigo mío – replicó el artista -. Esos pocos han pagado su dinero y
tienen derecho a que yo les dé lo mejor que tengo.
Aparte de que, cuando yo estoy en escena, me olvido de este mundo para
vivir mi personaje.
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“En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: Maestro,
¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?
Jesús le contestó: ¿Por qué me preguntas qué es bueno?
Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos.”
- Mateo 19, 16-22 Hace algún tiempo un grupo de personas sacó la cuenta de las leyes que hay
en Estados Unidos. ¿Saben cuántas contaron? Diez Millones de leyes.
Diez millones de leyes. No hay en el mundo quien haya podido leerlas
siquiera una vez en su vida; quizá ni sus títulos. Pero tampoco hay país en el
mundo en que se cometan diariamente tantos crímenes, homicidios, robos
como en Estados Unidos, donde hay al año 15,000 homicidios y robos por un
valor de 15,000,000 de dólares.
Que gran contraste: diez millones de leyes, y crímenes terribles; diez frases
cortas, los diez mandamientos de la ley de Dios y una vida feliz.
Ya lo advertía Bertolt Brecht: “Cuantas más leyes y ordenanzas se dicten,
más ladrones habrá”.
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“Para acabar, hijo mío, ten cuidado: escribir muchos libros es cosa
de nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud.”
- Eclesiastés 12, 12 Un sabio quería atravesar un lago. Invitado por un lanchero ignorante en
todo menos en su oficio, pues sabía remar y nadar admirablemente, entró en
la barca. Durante la travesía, el sabio dijo al lanchero:
- Dime, ¿sabes astronomía? - No.
- ¿Y matemáticas? -Tampoco
- ¿Y geografía? - Yo no sé nada de esas cosas; sé remar y nadar.
- ¡Qué desdichado debes ser! – le dijo el filósofo -, has perdido la mitad de la
vida.
Al cabo de poco se levantó una borrasca y el naufragio era inminente.
Entonces el lanchero dijo al filósofo:
- ¿No sabe usted nadar? Pues ha perdido toda su vida.
Y así fue: la barca volcó, y el ahora desdichado filósofo, con toda su ciencia,
pereció ahogado. El lanchero, en cambio, echándose a nadar se salvó.
¿De qué sirve mucha ciencia si no se posee la ciencia que nos salva?
Esto no quiere decir que el estudio es algo inútil, sólo hay que cuidarnos que
no nos suceda lo que a Tales de Mileto, que un día mientras miraba al cielo,
observando las estrellas, cayó en un hoyo y cuando se estaba quejando de
ello una mujer le dijo: "¡Oh, Tales, tú presumes ver lo que está en el cielo,
cuando no ves lo que tienes a tus pies"