«Ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero y de la

ConVosotros
@diocesiscr
Semanario de la Iglesia en Ciudad Real
Año XXXIV – n.º 1700 – D.L.: CR-91/1988
Domingo, 7 de junio de 2015
«Ellos lo vencieron en
virtud de la sangre del
Cordero y de la palabra
del testimonio que habían dado, y no amaron tanto su vida que
temieran la muerte»
Apocalipsis 12, 11
Custodia en el templo de Santiago, en Ciudad Real
Corpus Christi
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
Falleció el sacerdote
Tomás Lozano
El sacerdote Tomás Lozano Rivas, natural
de Torre de Juan Abad, falleció el pasado martes 19 de mayo en Almodóvar del Campo, a la
edad de 78 años. La misa exequial se celebró al
día siguiente en Almodóvar del Campo.
Tomás Lozano Rivas nació en 1937 en Torre
de Juan Abad. Ingresó en el Seminario en 1949
y fue ordenado sacerdote en marzo de 1961.
Tras su ordenación, fue destinado a Navalpino, como cura ecónomo, hasta 1963. Después
estuvo como misionero en Colombia hasta
1971. En ese año es nombrado como coadjutor a la parroquia de Santo Tomás de Villanueva en Tomelloso hasta 1980. En ese año es
trasladado como párroco de La Asunción de
la misma localidad, misión que ejerció hasta 1990. Desde 1976 hasta 1989 fue arcipreste
del, entonces, Arciprestazgo de Tomelloso.
Tras su paso por esta localidad, fue enviado
como párroco in solidum a las parroquias de
Almodóvar del Campo y de Tirteafuera, cargo que desempeñó hasta julio de 2012. Desde
entonces, quedó como adscrito a la parroquia
de Almodóvar. Falleció el 19 de mayo. Nuestro
Obispo D. Antonio presidió la misa exequial
al mediodía del miércoles 20 de mayo.
«La pobreza que es tomada por solo Dios, no a menester
contentar a nadie sino a Él»
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
Carta de nuestro Obispo
Amar a Dios
sobre todas las cosas
M
entiroso! Se atreve a
decirnos la Palabra
de Dios en la primera carta del apóstol
san Juan: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a
su hermano, es un mentiroso; pues
quien no ama a su hermano, a quien
ve, no puede amar a Dios, a quien no
ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame
también a su hermano» (4, 20-21).
Ciertamente la Solemnidad del
Corpus, que celebramos en este domingo, es ocasión de expresar nuestro amor a Jesucristo presente en el
Sacramento acompañándole en la
Procesión si nos es posible. Con corazón agradecido a Dios Padre, que
nos ha dado la cercana presencia de
su Hijo en la visible Eucaristía, adoramos la Santísima Trinidad, pues el
Espíritu Santo en nosotros nos da el
conocimiento de la fe, la fuerza del
amor y mantiene viva nuestra esperanza de poseer plenamente lo que
aquí no alcanzan los sentidos. ¡Dios
está aquí!
Esta maravilla es aún mayor cuando caemos en la cuenta de lo que nos
ha dicho San Juan en la carta que he
toda nuestra capacidad de amar se
expresa con unas monedas sueltas...
En este Corpus los miembros de
la Iglesia andamos inquietos con
Nepal y la campaña de, por desgracia, muy larga duración, que hemos
emprendido con esa primera ayuda,
pero que ha de contar con muchos
recursos económicos y de personas
que planifiquen lo que se puede ha-
Amar con las entrañas mismas del
corazón amoroso, misericordioso de
quien nos da la libertad verdadera
porque me capacita para amar
cer mañana, y pasado mañana, cuando, poco a poco, desaparezca de los
telediarios el terremoto como noticia.
Cáritas, invisible por cierto para los
medios de comunicación, seguirá
allí.
¡Qué maravilla hacernos cargo
de la misericordia de Dios! Ejercer la
Caridad significa amor, amor a Dios y
a los hermanos
citado: «quien ama a Dios, ame también a su hermano», frase a la que se
le puede dar la vuelta: «quien ama a
su hermano está, de alguna manera,
amando a Dios». Lo dijo el Señor:
«tuve hambre y me distéis de comer». No ocultamos la importancia
de la Solemnidad del Cuerpo entregado del Señor, el Corpus, cuando
hacemos la colecta y llamamos a la
jornada «Día de la Caridad». Caridad significa amor, amor a Dios y a
los hermanos. Ciertamente nos puede salir una caricatura mentirosa si
rados tan
d i g n o s
como los
nuestros.
Sí, ciertamente,
«Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor, Dios está aquí».
Por eso sigue la letra de nuestro
himno eucarístico español con un
capacidad de amar con la que Dios
me ha dotado cuando le he pedido
perdón por mis pecados y me he sentido nuevo, con la nueva vitalidad
que tiene la fuerza de su amor. Sentir
muy dentro que me lleva a ofrecerme
como voluntario, a echar una mano,
a dejar parte de los ahorros, sencillamente a ser misericordia, corazón de
Dios en las necesidades de los hermanos, abriendo caminos de futuro
y nuevas oportunidades de vivir en
casas que no se caigan, en lugares habitables, en países que sean conside-
reclamo misionero de invitación a
sentir muy dentro la alegría de este
encuentro con Jesucristo y con los
hermanos: «Venid adoradores adoremos a Cristo Redentor». Invitemos
a otros a sentirse igualmente amados
y perdonados de los egoísmos que
nos atan, para así poder amar con las
entrañas mismas del corazón amoroso, misericordioso de quien nos da la
libertad verdadera, la libertad, que
lo es, porque me capacita para amar,
que abre horizontes insospechados
donde actúan las pequeñas fuerzas
con las que contamos y somos. Expresamos nuestro amor a la Eucaristía. ¡Alegre y Feliz día del Corpus!
Vuestro obispo,
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
JOAQUÍN GUTIÉRREZ VILLAR
Entre las advertencias de la sabiduría popular se haya aquella que proclama: «¿Te llevas bien con tu hermano? Eso es que no has partío». Es una
llamada de atención que nos llena de
tristeza y desesperanza, porque refleja
las desavenencias familiares que puede
desencadenar el reparto de la herencia. Lejos de tomarla como un regalo
inmerecido, se convierte en fuente de
conflictos y enfrentamientos. La codicia de los hijos malogra los esfuerzos y
sacrificios paternos. La avaricia rompe
las relaciones.
Sin embargo, Jesús, en el Evangelio
de Mateo 6, 20-21, nos invita: «Haceos
tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí está tu
corazón».
Las obras de misericordia, las ayudas que prestamos a los hermanos más
desfavorecidos, se convierten en certera
inversión. Aquello que damos al necesitado no es un gasto inútil, ni una pérdida, sino una ocasión que propiciamos
para que el empobrecido recupere su
dignidad.
La cuestión de fondo de nuestro actuar reside en preguntarnos: ¿En qué o
en quién depositamos nuestra confianza? y ¿cómo apreciamos al semejante?
Si nos miramos al ombligo y buscamos
la posesión, si nos enrocamos en la comodidad y nos ofuscamos por el disfrute, el otro aparecerá como un estorbo
para la satisfacción de nuestras aspiraciones.
Por el contrario, si miramos a nuestro alrededor y reparamos en las circunstancias que condicionan la vida de
los demás, si nos ponemos en su pellejo
y asumimos su situación, estaremos en
disposición de sentir compasión y po-
nernos a su servicio. Así actuaba Jesús
ante la miseria humana: «¿Qué quieres
que haga por ti?» (Lucas 18, 41).
La solidaridad con los pobres nace
de un corazón compasivo, que intuye
que incluso su propia felicidad depende de esta actitud misericordiosa. Son
los otros los que nos hacen buenos,
porque su situación nos saca de nuestro propio egoísmo y nos reclama una
respuesta positiva. Seremos buenos samaritanos si nos dejamos afectar por la
necesidad ajena.
No se trata de heroísmo, sino de
convencimiento. Cuando reconocemos
en el otro al hermano que nos necesita, cualquier ayuda se da por supuesta,
incluso el propio sacrificio. Y si Dios es
nuestro Padre… sobran las palabras.
Pero ¡cuidado! siempre acecha la
tentación de considerarnos como «hijo
único», privilegiados y caprichosos. En
ese caso brotará la indiferencia, la desconfianza y el recelo ante el que reclama nuestra ayuda. La envidia anidará
en nuestro corazón, y terminaremos
por apropiarnos aquella terrible justificación de Caín: «¿Soy yo, acaso, el guardián de mi hermano?» (Génesis 4, 9).
¿Dónd
tu herm
El primer duelo, de William Bouguereau en 1888. Se conserva en el Museo Nacional de Bellas Artes de
Buenos Aires. La obra representa el lloro de Adán y Eva por la muerte de Abel .
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
FERMÍN GASSOL PECO
«Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella majestad grandísima que había visto
y miraba que era el que estaba en el
Santísimo Sacramento..., los cabellos
se me espeluzaban y toda parecía
me aniquilaba» (Santa Teresa, Vida
38,19).
Hoy, en la Solemnidad del Corpus
Christi, y ante esa misma contemplación admirable de la presencia del
Señor en la Eucaristía, Sacramento de
nuestra fe, Cáritas, la Iglesia, nos pregunta: ¿Qué hacemos con nuestros
hermanos? Jesucristo que se ofrece
como único alimento capaz de saciar nuestra hambre de eternidad…
Ven Señor Jesús, decimos después
de la Consagración, debería provocar un fogonazo de amor en nuestras
conciencias, el deseo irrefrenable en
nuestras vidas de salir a compartir la
mística de la Eucaristía con aquellos
que más nos necesitan como expresión mística de la pobreza.
¡Salir!, es lo que el papa Francisco nos pide con insistencia. «Sé que
ustedes están en la calle, ayudando a los necesitados a través de sus
obras de justicia y caridad. Salir a la
calle puede producir un accidente.
Quedarse encerrado, enferma. Pre-
fiero una Iglesia accidentada, herida
y manchada por salir a la calle antes
que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las
propias seguridades. Ustedes ayudan
a los demás a cambiar el curso de la
propia vida. Son la sal, la levadura
y la luz de la Iglesia» (Francisco a la
Asamblea de Caritas Internationalis).
En este Día de la Caridad, Jesucristo nos recuerda que no puede ser
cristiano quien no sabe ser pobre entre los descartados, entre los desechados, entre los que no cuentan, entre
los invisibles de este mundo. Ante el
paso de la custodia que sale a nuestras calles, ante esa presencia real de
nuestro Señor… nuestra actitud no
debe ser otra que de oración, postración, entrega y agradecimiento. Ante
su escandalosa pequeñez, como signo
supremo de amor por los hombres,
hecho alimento para que todos comamos de Él, no cabe sino arrodillarse
en actitud de contemplación y decir:
gracias Señor por haberte convertido para todos los hombres en pan de
vida eterna.
de está
mano?
Celebrando la fe
Amén
Sí, por extraño que parezca, esta breve palabra tiene al
final de la Plegaria Eucarística
una importancia relevante. Estamos demasiado acostumbrados a decir «amén» con abundante rutina, como si nada
pasara o solo para afirmar que
una cosa termina.
Ahora
hablamos
del
«amén» más importante de la
Eucaristía. Es como decir que
«así sea», que se ha realizado
el don del Padre al entregarnos al Hijo y que, por la acción
del Espíritu, formamos una
unidad que se consumará en
la comunión. La presencia de
Cristo es la vida nueva de la
que ahora participamos. Y, claro, la comunidad da su asentimiento a esta incorporación en
el Cuerpo de Cristo.
San Agustín lo explicaba
así en uno de sus sermones:
«A esto vosotros respondéis
“Amén”. Decir “Amén” es suscribir. “Amén”, traducido al latín quiere decir “es verdad».
Con el «amén» el pueblo
confirma la glorificación de
Dios. Supone una forma de
participación muy plena. Incluso sería deseable cantar
este amén varias veces al final
de la Plegaria porque afirma el
dinamismo trinitario de esta
gran oración eucarística.
Fíjate cómo termina una
Plegaria eucarística de Teodoro el Intérprete: «Aquí y allá
todos juntos y unánimemente
confesaremos, adoraremos y
alabaremos al Padre, al Hijo
y al Espíritu Santo, ahora y
siempre, por los siglos de los
siglos. Amén».
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
Manuel Ángel y José Luis momentos
antes de comenzar la celebración en la
que serían ordenados diáconos. El pasado
8 de noviembre de 2014.
Dos amores
El servicio
MANUEL-ÁNGEL PARREÑO CASTIBLANQUE
JOSÉ-LUIS JIMÉNEZ MANZANEQUE
Como es habitual en los que se van a ordenar,
nos piden unas palabras de testimonio. El mío
es muy sencillo, se puede resumir en lo que dice
el salmo 125: «El Señor ha estado grande con
nosotros y estamos alegres». Ciertamente todo
concurre para el bien de los que aman a Dios
(Rom 8, 28) y después de un largo discernimiento seré ordenado sacerdote. No puedo poner en
pocas palabras lo que eso supone para mí. En
estos momentos solo tengo palabras de gratitud
hacia el Señor que se ha dignado elegirme para
ser agregado al presbiterio diocesano. Los dos
grandes amores de mi alma son la Eucaristía y
la Virgen María. Ambos concurren en mi ordenación puesto que seré ordenado el 13 de junio
que, aunque es san Antonio de Padua, este año
coincide con la festividad del Corazón Inmaculado de María, y celebraré mi primera eucaristía
ese mismo día por la tarde a las 20,30 h. en la
parroquia de mi pueblo, Campo de Criptana.
Ciertamente es una caricia que la Virgen me regala. Gracias también a todas las personas que,
de un modo u otro, habéis colaborado para que
mi vocación haya ido madurando poco a poco:
el Seminario, sacerdotes, religiosas, mi familia,
amigos… a todos os tendré presentes en el altar.
Antes de despedirme, quiero animar a todos
esos jóvenes que, sintiendo inquietud vocacional, no acaban de decidirse. ¡Ánimo! que no hay
nada más hermoso que entregarse a Jesucristo.
Que la Solemnidad del Corpus nos traiga bendiciones a todos.
La vocación es un don de Dios, que nos hace a
cada uno de nosotros personalmente, para que pongamos nuestra vida al servicio de los demás. Al
igual que Jesús llamó a sus discípulos, Él sigue llamando hoy. De que nosotros queramos responder
o no a la llamada que Dios nos hace, depende que a
otros llegue el Evangelio. El pasado 8 de noviembre
de 2014 dos seminaristas éramos ordenados diáconos de manos de nuestro Obispo, y el próximo día
13, D.m., seremos ordenados sacerdotes.
Durante este curso pastoral he estado en la parroquia de san Andrés Apóstol, de Villanueva de
los Infantes, donde, como diácono, he estado dando
mis primeros pasos y he tratado de vivir sirviendo a
la Iglesia en esta comunidad, tratando de hacer mías
las palabras del propio Jesús: Yo estoy en medio de
vosotros como el que sirve (Lc 22, 27). Dos son los
servicios fundamentales que un diácono realiza
en la Iglesia, el servicio a la Palabra, especialmente proclamando el Evangelio entre otras cosas, y el
servicio la mesa del altar, especialmente preparando las ofrendas. Sin olvidar el especial encargo que
nos hace la Iglesia de cuidar y atender a los pobres
de la comunidad. Pues el servicio a la comunidad
en la Eucaristía es inseparable del servicio a los más
pobres.
Dos somos los que vamos a recibir el orden sacerdotal el próximo sábado, por eso quisiera aprovechar estas líneas, para pediros que recéis por las
vocaciones, para que haya siempre jóvenes dispuestos a escuchar la llamada y responder con alegría a
la vocación que Dios les ha regalado.
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
Fiestas del Sagrado Corazón de Jesús e
Inmaculado Corazón de María
SIERVAS DE LOS POBRES, HIJAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
RESIDENCIA DE ANCIANOS «SANTO ÁNGEL», CIUDAD REAL
Celebramos la fiesta de una persona real y
verdadera, no solo es una devoción, es el corazón
de Jesús, que late por amor a nosotros, es el Hijo
de Dios.
Para nosotras, las Siervas de los Pobres, por
ser hijas de su corazón, no es una fiesta más, sino
que ha de ser vivido como una prolongación de
los rasgos esenciales que derivan del mismo corazón de Cristo, como misterio de su amor misericordioso, proyectado en los más necesitados
de la sociedad. Este corazón, manantial de vida
y fecundidad, nos invade y nos invita a beber de
esa agua que mana de su costado «el que viene
a mí y bebe nunca tendrá sed» y el que beba de
ese costado abierto será capaz de dar de beber a
sus hermanos sedientos: «el que esto haga en mi
nombre, tendrá su recompensa en el cielo».
Y dos corazones unidos tan íntimamente, el
de Jesús y María, no pueden estar separados uno
del otro, puesto que este intercambio de amor entre Madre e Hijo es el camino que nos conduce
a vivir más íntimamente unidos a Dios y a los
hermanos.
María, tú que has sido concebida sin pecado
original, con corazón transparente, sencillo, humilde y servicial, nada más ser engendrado el
Hijo en tus entrañas, fuiste a servir con diligencia a tu prima Isabel. Así mismo nos enseñas a
ser prolongación del Amor incondicional y signo
de la ternura de Dios hacia el género humano.
Pintura de Marko Ivan Rupnik expresando el
nacimiento de la Iglesia
Casas religiosas de la Diócesis en el Año de la Vida Consagrada
Hoy...
Dominicas de la
Enseñanza de Tomelloso
SILVIA ZAMORA CHAVES
Las Dominicas de la Enseñanza
de la Inmaculada Concepción acordaron en su capítulo general de 1984
que tres hermanas que quedaban sin
labor por el cese de la Escuala.Hogar
del Colegio Santa Rosa de Villarrubia
de los Ojos, desarrollarían su labor
docente como maestras y catequistas
en otros lugares de la Diócesis.
Las hermanas eligieron Tomelloso y trabajaron allí desde 1984
hasta 1988 como miembros de la
comunidad de Villarrubia de los
Ojos. En ese año crean una comunidad propia, con existencia oficial y aprobada a partir del año siguiente. Se situó en la calle Santos
Burillo de la población.
En la actualidad, la casa Santo
Domingo de Guzmán está en la
calle San Cristóbal, de Tomelloso,
alojando a cuatro hermanas que
ayudan en la pastoral de la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles,
en catequesis, como voluntarias
de Cáritas parroquial e interparroquial y en Pastoral de la Salud.
CV
Domingo, 7 de junio de 2015
Comentario dominical
Por Guzmán Pérez Montiel
Un menú divino
E
stán muy de moda los programas de cocina, como
Masterchef. Además, a todos nos encanta comer bien,
y nos preocupa que la alimentación
sea sana. Jesús este domingo nos
quiere alimentar con una dieta 100%
saludable. No nos ofrece exquisiteces, sino un sencillo pero muy nutritivo menú del día. El menú de cada
día: se entrega a sí mismo como alimento para nosotros, porque vive
apasionado y enamorado de todos. El
alimento de su Palabra y de su Pan
nos da la fuerza para vivir como Él,
para entregarnos y amar como Él. Si
no, sería imposible. No podemos ser
como Jesús sin Jesús.
La Solemnidad del Corpus Christi de hoy (y cada Eucaristía) nos recuerdan que estamos llamados a comulgar con Jesús, con sus opciones,
con su manera de vivir y de relacionarse con el Padre, con su modo de
Para la celebración
hacer fraternidad. Es otro elemento
de esta dieta de Jesús: la comunidad,
compartir con otros mi fe, sentir que
soy parte de la Iglesia. No es uniformidad, sino caminar en unidad
sabiendo que todos somos un cuerpo, con diversos miembros, pero con
una cabeza: Cristo.
Corpus Christi es también el recuerdo de una presencia, es Jesús
cumpliendo la promesa de su despedida: «Yo estaré con vosotros todos
los días…» (Mt 28, 20). Cristo se hace
presente en la Eucaristía, en el sagrario. Presente no solo en las patenas,
sino —como escuché una vez decir—
también en las pateras… Porque allí
donde hay alguien que sufre, allí está
el Señor Jesús.
En resumen, celebrar el Corpus
es dejarnos amar y alimentar por
un amor inmenso y que no se reserva nada, y comprometernos a amar
como Él: «haced esto en memoria
mía». Es mucho más que un rito, es
la pasión de un amor que se hace alimento. Un menú divino.
Por Joaquín Gutiérrez Villar
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
• ENTRADA. La fiesta del Corpus es la fiesta de la presencia de Jesucristo. La adoración de su presencia sacramental nos capacita para reconocerlo y atenderlo en los
hermanos desamparados. No se puede celebrar la Eucaristía y dar la espalda a los pobres. Dispongámonos para
recibir su Espíritu compasivo y misericordioso.
• 1.ª LECTURA (Éx 24, 3 – 8). Escuchar la Palabra de
Dios supone disponerse a obedecer sus mandatos. Dichosos los que escuchan y cumplen.
• 2.ª LECTURA (Heb 9, 11 – 15). La mediación de Cristo
es liberadora. Se trata de sacrificar la propia vida para
ofrecer vida a los otros, y vida en abundancia.
• EVANGELIO (Mc 14, 12 – 16.22 – 26). Comulgar el
Cuerpo de Cristo lleva consigo identificarse con su
vida entregada y sacrificada por el bien de los demás.
Nuestra comunión sacramental es la esperanza de los
pobres.
• DESPEDIDA. Cristo está en los pobres, su Cuerpo
se prolonga en toda persona que sufre y nos necesita. Adorar al Santísimo Sacramento es disponerse a
reconocer en el otro al hermano que nos enriquece,
y a ofrecer parte de nuestros bienes para su cuidado
y promoción.
Oración de los fieles
S. Presentemos al Señor las necesidades de la Iglesia y
del mundo entero:
—Por la Iglesia: para que, dócil al Espíritu de comunión, sea signo de unidad. Roguemos al Señor.
—Por los que tienen autoridad política y económica: para
que trabajen por el bien común. Roguemos al Señor.
—Por las instituciones caritativas: para que sus ayudas
respeten la dignidad de los pobres y promocionen su
protagonismo. Roguemos al Señor.
—Por todos los que sufren: para que, mediante nuestras
obras de misericordia, sientan el consuelo de Dios.
Roguemos al Señor.
—Para que Dios incentive en nosotros la caridad. Roguemos al Señor.
S. Escucha, Padre, la oración que te presentamos en el
Día de la Caridad y ten misericordia de tus hijos. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Cantos
Entrada: Ciudadanos del cielo (CLN/709) Salmo R.: Alzaré la
copa de la salvación invocando el nombre del Señor (LS) Ofrendas: Señor del universo (CLN/H7) Comunión: Pange lingua
(CLN/O2) Despedida: Adoro te devote (CLN/O1)
Salterio y Lecturas bíblicas para la semana
II Semana del Salterio. Lunes 2Cor 1, 1 – 17 • Mt 5, 1 – 12 Martes 2Cor 1, 18 – 22 • Mt 5, 13 – 16 Miércoles 2Cor 3, 4 – 11 • Mt 5, 17 – 19 Jueves Hch 11, 21b –
26; 13, 1 – 3 • Mt 10, 7 – 13 Viernes Sol. Sgdo. Corazón de Jesús Os 11, 1 – 3 – 4.8c – 9 • Ef 3, 8 – 12.14 – 19 • Jn 19, 31 – 37 Sábado 2Cor 5, 14 – 21 • Lc 2, 41 – 51
Director: Miguel Á. Jiménez Salinas • Edita: Delegación MCS c/ Caballeros, 5 13001 Ciudad Real. Tel.: 926 250 250 • E-Mail: [email protected]
Imprime: Gráficas Garrido • c/ La Solana, 42. Pol. Ind. Larache • 13005 Ciudad Real • www.graficasgarrido.com
Moniciones