Los Hijos de la Guerra Los hijos de la guerra* Carlos Iván Degregori y José López Ricci, 1990 ––¿Qué sabes del Bacalao? ––Está peor que palo de gallinero ––¿Sigue fumando? ––Recontra, para eso nomás ya vive. ––¿Y su mujer; sus hijos? ––Ya lo botaron de su casa. ––Se jodió el flaco; creo que todo empezó en Ayacucho, ¿no? ––Sí, tengo patas que también han sido infantes y cuentan que el Bacalao era un maldito, arrasaba con todos, se los tiraba a todos con su metraca, hasta los bebes. Y pobre del cojudo que no lo siguiera, le sacaba la mierda. Fíjate que se encerraba solito en un cuarto y nadie sabía lo que hacía, hasta que una vez de sapo uno de ellos vio por una rendija que estaba jalando pasta. Dicen que se pasaba tres, cuatro días sin dormir y que cuando les daba vuelta a los serranos paraba zombie. ––Pobre flaco. ––Creo que está pagando por lo que ha hecho. Era de noche cuando llegué. Es indispensable que mencione el temor que me producen estas visitas. A pesar de haber pasado mis primeros 27 años de vida en la zona, de un tiempo a esta parte se agudiza esta sensación. Barrios Altos, mi barrio, donde conocí a Pancho. Llegué y, como las últimas veces, comprobé mi condición de forastero. No encontré a ninguno de mis contemporáneos. Me dirigí a la plazuela y me deposité en una de las pocas bancas enclenques que sobreviven al tiempo y la desidia. Intenté recordar. Vivíamos en la misma quinta, yo le llevaba dos o tres años. Era un niño tranquilo, un poco tímido, lo hacíamos pelear con otros de su edad y mayormente salía mal parado. Cuando éramos adolescentes esta misma plazuela era punto de encuentro. Solíamos tirarnos nuestros tragos y yerba. Él era uno de los motores de nuestra bohemia, contaba chistes colorados * Los hijos de la guerra. Jóvenes andinos y criollos frente a la violencia política. Carlos Iván Degregori - José Lopez Ricci, Desco 1990 )83( )83( Antología Cronológica Sobre la Violencia interminablemente, cantaba sus valses, tocaba su cajón, era un eximio bailarín. En sus primeros años en la Marina estuvo por Centroamérica y vino con el estilo de baile caribeño que impresionó a todos. ––¿Qué sabes de Nicario? ––Se va el lunes a Paraguay. ––¿A Paraguay? ––Es que desde el shock no tienen ningún pedido, la producción está paralizada, se han quedado con un solo trabajador aparte de la familia. ––Pero, ¿cómo así Paraguay? ––Es que tiene un primo mayor allá. Yo los fastidio y les digo que quieren reeditar la epopeya de los Huancahuari. Han pasado los años y el pampón está totalmente cercado. Los invasores fueron reubicados pero el propietario decidió dividir y vender el enorme terreno en lotes industriales. Dentro del cerco hay una intrincada ciudadela de ladrillo donde se mezclan viviendas y manufacturas informales. Como la primera vez, comprobé mi condición de forastero. Felizmente di con ellos. Nicario estaba por partir, más adulto, con más aplomo y unos bigotes que le aumentaban la edad, mejor vestido aunque siempre con su look provinciano. Le habían dicho que los paraguayos eran más bien conformistas y que había oportunidades para los extranjeros. Partía con un paisano, por tierra y con un maletincito de deportes por todo equipaje. A reeditar la hazaña. La primera vez que llegué este era un enorme pampón acabadito de invadir, y yo venía a hacer un reportaje para una revista. Miles de esteras, el humo de las cocinas, los piquetes de autodefensa, los muchachos nerviosos, la policía rodeándolos y allí, perdidos entre la multitud, los Huancahuari. No es que acabaran de llegar a Lima. Como la mayoría de invasores, eran “excedentes” de antiguos asentamientos tugurizados. Hilario me vio de casualidad, conversamos, me habló de su hermano Nicario. El sí acababa de llegar a Lima, felizmente. Hilario estaba feliz. Varios años después, comprometido por antiguas reciprocidades andinas, Nicario me contó su historia. Esta es la historia de dos jóvenes, uno criollo, otro andino cuyas vidas resultaron por un momento entrelazadas por la violencia, en Ayacucho, hada 1983. Los testimonios no pretenden ser representativos, parecen ser incluso casos extremos. Demasiado exitoso Nicario, demasiado arruinado Pancho. Más aún, los acontecimientos bélicos relatados cubren el período menos terrorista de Sendero Luminoso (198182) y la contraofensiva más sangrienta de las FFAA (1983-84). Finalmente, Nicario se retiró del escenario de la violencia antes de que la guerra sucia lo envileciera, mientras Pancho yse sumergió en ella hasta consumirse1. Pero ambas historias Es necesario precisar, además, que la información de los dos testimonios no es exactamente equivalente, pues fueron recogidos para dos investigaciones diferentes realizadas en el Instituto de Estudios Peruanos. Se trataba de:”Respuestas campesinas ante la violencia política en la década de 1980”, a cargo de Carlos Iván Degregori, quien recogió la historia de Nicario; y “Metas y aspiraciones de jóvenes de sectores populares”, a cargo de Jurgen Golte y Norma Adarris, en la que participaron José López Ricd y Aldo Panfichi, quienes recogieron la historia de Pancho. 1 )84( )84( Los Hijos de la Guerra son ilustrativas y, por su propio carácter extremo, dramatizan algunos rasgos fundamentales del Perú de los años 80 y de su juventud: los abismales desconocimientos mutuos entre andinos y criollos, la violencia, el racismo y el autoritarismo. Ayudan a comprender, además, los alcances y límites de la aceptación senderista en ciertos sectores juveniles, y por qué muchas veces la respuesta del Estado y las Fuerzas Armadas a la violencia senderista ha resultado contraproducente. Los relatos de Nicario y Pancho se presentan intercalados y divididos en capítulos. Al final de cada capítulo hacemos algunos comentarios, muy breves pues los testimonios hablan por sí solos .2 Nombres y lugares han sido cambiados para proteger a los protagonistas. 1. Final de infancia NICARIO La selva Yo nací en Rumi, provincia de Cangallo, departamento de Ayacucho. Mi padre, Edilberto Huancahuari, también es de Rumi, mi madre de Ninapampa, una comunidad vecina. El era agricultor y herrero. Mi madre ayudaba con el ganado, también tejía ponchos, mantas, fajas. Todavía viven. Cuando todavía éramos chicos nos íbamos a la selva. Íbamos creciendo, necesitábamos estudiar, esas cosas, ya teníamos que salir a la selva. A mí me gustaba porque había bastantes frutas, al menos siempre íbamos así, como a comer frutas, todo tipo de frutas. Había mandarinas, plátanos. Llegábamos a cualquier sitio así donde necesitaban trabajadores. Desde el lunes hasta el sábado trabajábamos, desde la mañanita hasta la tarde, de allí a descansar. Con los narcos normal nomás, no había problemas. Ellos buscaban muchachos de confianza. Por ejemplo, yo ya había regresado como tres veces y, según ellos, me habían visto que era tranquilo, callado, por eso me dijeron, “¿sabes? vas a trabajar conmigo”. Entonces yo iba, ayudaba. Trabajábamos desde las cuatro de la mañana hasta las once de la noche, moviendo el líquido de la coca, sacando la droga con kerosene, sacando del pozo agua al cilindro, así en ese plan todo el día. Me regresé porque en ese momento yo estaba enamorado de una chica, en Rumi. Ellos me insistían, “no te vayas, trabaja con nosotros, un añito nomás; en Ayacucho, en cualquier lugar que quieras te voy a comprar tu casa”. Pero yo por ella me regresé y cuando he llegado a Rumi la chica ya estaba con otro. Ya así me quedé, a estudiar nomás. Nuestro análisis se restringe estrictamente a la comparación entre Pancho y Nicario. Un conjunto de reflexiones sobre la relación entre SL y el campesinado, a partir del testimonio de Nicario, pueden verse en el artículo de Carlos Iván Degregori: “Jóvenes y campesinos ante la violencia política, Ayacucho 1980-1983. En: Poder y violencia en los Andes; actas del 2do. coloquio del Grupo de Trabajo de historia y antropología andina, CLACSO. Centro Bartolomé de las Casas. Cusco. En prensa. 2 )85( )85( Antología Cronológica Sobre la Violencia PANCHO El micro Yo he nacido en el Callao. Mi papá era de Barrios Altos pero vivía en el puerto. Mi mamá es trujillana. Vine a Barrios Altos a los 7 años. Después acá se separaron mis viejos. Es que mi hermana se enamoró del Tito (muchacho del barrio) y salió encinta. Mi vieja se oponía, mi viejo no. Para ella Tito era poca cosa. Yo estaba a favor del viejo...hasta que el viejo se quitó. Yo ya estaba chambeando, en micro, era cobrador. Mi tío era palanca, entonces ya chambeaba con él. Me pagaba muy poco. “Este me está cabreando”, yo pensaba, hasta que un día dije “ya, anda con la tuya”. Chambeé un día más y le di cajón. Si se dio cuenta o no se dio cuenta, está en su conciencia que me estaba explotando, pues, qué buena vaina. Cuando mis viejos se separaron dejé de estudiar un año, pero mi viejo me dijo “no, anda al colegio”. Mi relación con mis hermanos era tirante. Un día mi hermano me tiró agua caliente; claro que no estaba hirviendo, hirviendo, pero me quemó. Le metí un cachetadón, le metí un combo, le rompí los dientes pero él seguía. ––Tú lo que quieres es que me vaya ––le dije. Eso delante de mi vieja, así que me llegó y me fui. Me amanecía afuera, como chambeaba hasta tarde, ¿no? Dormía en los micros. Yo estudié primaria fuera del barrio. Mi mamá no quería que nos juntáramos con la gente de acá. Pero de ahí pasé al Nicolás de Piérola y repetí primero de media. Entonces pasé al Modelo. Era un cambio pues rotundo, de colegio nacional a colegio particular. ‘Ta que la gente hacía lo que quería ahí, timbeaban al fondo, llevaban ron, parábamos atrás. Te estoy hablando de segundo de media, teníamos 14, 15 años. Ahí estudié hasta tercer año. El cuarto estudié de noche. Ya murió mi viejo pues, del corazón. Después ya chambeaba en el micro en las tardes y en la noche me iba al colegio. La salida del hogar materno anuncia el fin de la infancia. Un viaje: a la selva del río Apurímac Nicario, a la selva de cemento Pancho. Pero para este último, esa suerte de rito de iniciación coincide con el quiebre familiar y la frustración educativa; su “chamba” es un mero cachuelo para sobrevivir luego de su primera derrota. Para Nicario, por el contrario, el trabajo en la selva se inscribe dentro de la planificación familiar para que prosiga sus estudios. También la madre de Pancho tenía una estrategia de movilidad social, que se inscribía dentro de las pautas culturales criollas tradicionales: diferenciar a sus hijos, que Pancho estudie fuera del barrio, que la hija no se case con alguien que fuera “poca cosa”. Cuando Pancho repite año lo traslada a un colegio menos exigente para que “siga en carrera”, lo cual resulta contraproducente. A una cierta “ética del trabajo” se contrapone una suerte de facilismo y/o escapismo. Los dos muchachos se mueven en la informalidad, al filo de la navaja y al filo de la ley. Pero, sorprendentemente, la imagen que da Nicario de los narcos es más favorable que la que ofrece Pancho de su propio tío. Hay que tener en cuenta que Nicario no habla de las mafias de )86( )86( Los Hijos de la Guerra intermediarios sino de campesinos cocaleros que elaboran pasta básica. Pero tal vez su breve alusión a su vida en la selva ayude a comprender por qué tantos miles de campesinos serranos se enrolan en el circuito de la coca con tanta facilidad. II. Reclutamiento y nueva identidad NICARIO Sendero En esos tiempos todavía no existía Sendero, ¿no? Claro, ya más o menos se escuchaba, pero poco, solamente pintaban paredes, llenaban de piedras las carreteras. Entonces nadie tomaba importancia, en esos tiempos. Los primeros eran de la Universidad de Huamanga, que empezaron a salir a organizar a diferentes comunidades. En Mayu han llegado a tener bastante gente. Pero en ese tiempo solamente asistían a las reuniones tres, cuatro personas, poca gente nomás había. Mayormente eran jóvenes estudiantes. Eso era el año 81. En mi comunidad había unos tres, cuatro jóvenes estudiantes. Pero eran bien cerrados. Sí, la juventud sabíamos que ellos estaban metidos en eso, pero nosotros no tomábamos importancia en ellos y más bien los insultábamos, los fastidiábamos: oportunistas, aventureros, ¿no? Entonces no nos contestaban nada, nos miraban y se reían. La juventud éramos independientes, pero siempre dábamos un apoyo, en Cangallo sí participábamos en los mítines de cualquier grupo de izquierda, pero menos de derecha, ¿no? Cuando yo estaba en segundo año de secundaría, yo fui el primero que asistí, de mis contemporáneos, a sus reuniones. Me invitó uno que era de la Universidad de San Cristóbal. Entonces yo, bueno, fácilmente acepté... Porque en ese tiempo, era el 82, ya tenía bastante acción el Sendero. Entonces ya toda la juventud nos poníamos a conversar sobre eso, ya queríamos asistir, pero nadie nos decía vamos a la reunión. Pero esa vez me invitaron, porque éramos amigos, entonces yo acepté. A la Asamblea fue un mando militar, que dirigía. Bueno, él ya estaba tiempo, desde el 79. Como ya estaba tiempo en Sendero ya tenía su cargo; entonces él vino con su metralleta, y yo––con miedo todavía–– me acerqué. Me presentó y tenía voz gruesa: sí compañero, así, con sus botas, todo, me saludó, y al otro, al que me invitó, le dijo: vienes a tal sitio y te vamos a esperar ahí... Éramos como doce personas. De Rumi solamente éramos dos, y los demás eran de la comunidad de Mayu, ahí era la reunión. El mando más que nada explicaba sobre Mao, cómo había empezado y cómo había llegado al poder y también de cómo se estaban llevando las acciones y cuánta gente; ya estaban aumentando en esos meses, y qué pensaba el camarada Gonzalo sobre que estaba aumentando Sendero. Después, bueno, terminó la asamblea y nos pidieron opiniones. Los que habían asistido anteriormente ya sabían expresarse, cómo dar el saludo al camarada, porque las reuniones primeramente empezaban saludando al camarada Gonzalo, un saludo combativo, ése era su lema. Pero como yo asistía la primera vez no sabía nada. Empezaron a hablar y ya me llegaba a mí. Entonces yo dije: )87( )87( Antología Cronológica Sobre la Violencia –– Compañeros, discúlpenme, yo vengo primera vez a la asamblea y todavía no soy capaz de presentarme ante ustedes así. –– No –– me dijo ––, puedes hablar, solamente queremos tu decisión, a ver si puedes asistir a las otras asambleas o solamente has venido a observar. Así me dijo. Otros daban su decisión, que estaban dispuestos en cualquier momento para salir junto con los compañeros a luchar por el partido. Todos decían eso y yo también, cuando me dieron, la palabra dije que sí, yo también estaba dispuesto a salir. Eso dije porque todos decían que estaban dispuestos. Entonces si yo de repente decía que no estaba dispuesto todavía, de repente me empezaban a criticar, porque existía crítica y autocrítica. Entonces así terminamos la asamblea. Bueno, de ahí ya empezaron a pasarme la voz en las siguientes semanas. Yo a mi amigo le pasé la voz, ¿no? Como nos dieron de tarea en esa primera reunión, todos tenían la obligación de llevar uno o dos compañeros de confianza, para que de esa manera aumente, entonces yo a mi amigo lo llevé, que era ahijado de mi mamá. Las reuniones ya eran continuas, a veces dos a la semana, en diferentes comunidades. Nos daban tareas. Y sobre la línea, nos hablaban de que había mucha burocracia en el Perú y muchos delincuentes, muchos rateros, violadores y eso era el objetivo de Sendero, hacer desaparecer todo eso. Y estaba cumpliendo con eso, ¿no? Por ejemplo, siempre ya cuando uno asiste a las reuniones lleva su lista. Saben que en la comunidad tenemos estos señores que son abigeos, rateros; entonces a esa persona primeramente se le llama la atención. Los que estaban en el grupo (armado) se encargaban de eso. Nosotros les pasábamos la voz, los llevábamos hasta la esquina ¿no? Ellos tocaban la puerta y conversaban. Si en caso siguiera robando o haciendo cualquier cosa, en la próxima ya lo iban a matar. PANCHO La Marina Yo salí llamado. Me inscribí en la Marina. Mi viejo no me vio entrar a la Marina. Él me decía: ––Yo te hago entrar, yo tengo una carta de recomendación de un vicealmirante. Pero falleció mi viejo. La vida de recluta era jodida, en la isla (San Lorenzo) pues, casi dos años. Ahí en la isla, los instructores. Apenas bajados de la lancha, un sargento dio unos gritos: ––¡Fíjense bien, gran puta, carajo! ¡Al ser bautizados están en esta maldita isla dejan de ser un civil de abajo, mierdas! Puta que rampando nos llevó hasta la explanada, marche, pato, rampando, marche, pato, rampando, pa’su madre, y de ahí comenzó, pum, pum, una sacadera de mierda, porque todo ese ejercicio físico es para que pierdas lo que tienes de civil, te cambian todo lo niña que puedes ser, te quitan todo lo que viene de casa, o sea te vuelves más hombre, más capaz de ti mismo. Ranas, pato, canguro, planchas. Sin salir, tres meses y medio... Mi primer franco, me vine pa’l barrio. ‘Ta que tanto tiempo que no veía comida buena; ‘ta que me hizo daño el seco de pescado que hizo mi mamá, me jodió el estó- )88( )88( Los Hijos de la Guerra mago, ya me había desacostumbrado. En el barrio me vacilaban por el uniforme: ––¡Oe, hey, heladero! Otras veces el vacilón era ir a comer ceviche a la Furia Chalaca, al Tiburón. Íbamos una mancha de cinco puntas, no mucha gente, de Barrios Altos, de La Victoria, también iban algunos cholos pero eran bien pulentas. Entonces estaba de policía naval. De ahí fue que me presenté a la infantería de marina. Ahí los entrenamientos eran con balas de verdad. Las balas pasaban cerquita, zum, a un negro le sacaron la bota, a mí me sacaron el taco, ‘cha que con las balas. ––¡No puedo caminar, me dieron, me dieron! –– dije. ––¡Camina chonch’e tu madre!––me gritaron––. ¡Rampa, mierda! Si no estás muerto, cojudo, todavía puedes matar senderistas. Eso ha sido el 77. Terminé los exámenes invicto. También nos enseñaban geografía, historia, la guerra con Chile, todo eso. Es necesario defender al Perú, ¿no?, el patriotismo, esa vaina. También doctrina antisubversiva, guerra de guerrillas. Nuestro lema era: pensamientos rápidos para decidir, imaginación para combatir, moral para seguir adelante. Yo seguía jugando con mis amigos fulbito. Pero... la gente se te pega. Te ven uniformado, te ven chambeando, todo el tiempo están atrás tuyo. Pero después te ven caer, olvídate, nadie te da la mano. Hay una cosa que yo he visto y lo vi. Cuando el árbol está plantado todo el mundo se cobija bajo la sombra, pero cuando el árbol cae todo el mundo se va a hacer leña. Es bien fúnebre. Los jóvenes parecen seducidos por la parafernalia del poder: armas, botas, voz de mando; el uniforme en el caso de Pancho. Seducidos, además, por el prestigio de las instituciones a las cuales se integran. Una que siempre lo tuvo, otra comienza a tenerlo entre los jóvenes de Rumi, que antes la menospreciaban. Tanto la Marina como SL son vistos como canales de movilidad social3, y tanto Pancho como Nicario hacen ostentación del nuevo poder y prestigio del que gozan. Recuérdese que una de las primeras tareas de los reclutados por SL era reventar dinamita. Según un paisano contemporáneo de Nicario, los escolares “reventaban por reventar nomás”. Habría que referirse también al sentido de aventura que el enrolamiento tiene para ambos jóvenes. Pero Pancho se inscribe en una institución cristalizada, mientras Nicario ingresa a militar en una organización en construcción y, por tanto, más porosa a pesar de su jerarquización. Pancho encuentra barreras más inmediatas a su avance que, al menos en el imaginario de él y su familia, sólo pueden ser franqueadas por medio de los viejos mecanismos criollos. Si la madre trataba de casar bien a su hija, el padre trata de (o sueña con) conseguir recomendaciones al hijo para que ingrese a la Marina. Para más datos sobre la militancia en SL como canal de movilidad social, véase el artículo citado de Carlos Iván Degregori. 3 )89( )89( Antología Cronológica Sobre la Violencia III. La guerra NICARIO Rurni Como ya yo me entregué al partido, estaba ya en Sendero, mi primera acción fue por el aniversario del pueblo en agosto. Nos habían hecho juramento a varios, nos nombraron jefes de grupo de diferentes comunidades. De mi comunidad hasta esa fecha ya estábamos como algo de quince o dieciséis. Casi toda la juventud ya estábamos, rápido avanzamos, casi en tres meses, casi todos entramos. Llegamos a la plaza justo cuando estaban sirviendo almuerzo, gritando: ––¡Viva la lucha armada! ¡Que viva la guerra de guerrillas! Y las señoras y los campesinos se quedaron callados cuando entramos, y uno de los compañeros tomó la palabra. ––Algunas personas, señoras nerviosas, de repente nos van a matar –– decían. Como ya estábamos organizados, en ese momento algunos estábamos izando banderas en el parque mismo, y algunos estaban poniendo muñecones con letreros ‘a los soplones así vamos a matar’, así cuellos cortados. Otros estábamos dando a los comuneros un folleto que se llamaba “Guerra de guerrillas” y solamente cobrábamos por el papel. Bueno, el que tomó la palabra dijo que ellos estaban en defensa de los campesinos. Entonces los campesinos, cuando les preguntaron, todos decían que estaban de acuerdo. Sí, también podían colaborar. De ahí leyeron una lista de los soplones que hablaban en contra del partido, o sea que se cuiden, que no vuelvan a hablar. Los del pueblo asistimos así encapuchados. Éramos diferentes del grupo (armado), éramos la defensa del pueblo... como milicia. Cuando había cualquier acción, a nosotros primero nos llamaban y nos encontrábamos los responsables de las comunidades con mando militar y mando político, después nosotros nos reuníamos con todos los militantes, fijábamos la fecha y programábamos alguna acción. Éramos bastantes, como doscientos y tantos. Mayormente eran muchachos que estaban estudiando secundaria. Cuando nos daba una tarea, por decir, el jefe del grupo con nosotros se reunía y nos decía para tal fecha ustedes tienen que izar una bandera, pintar las paredes en una comunidad, poner piedras en las carreteras y hacer reventar dinamita. Esa noche no solamente nosotros entramos en acción sino en todas las comunidades. Entonces, por decir ¿no?, primero la dinamita, lo que reventaba era en la provincia misma. Ya todos ya teníamos una hora fija ¿no? ––En Cangallo va a reventar a las siete en punto. Pero ustedes a las siete ya tienen que estar en su sitio –– nos ordenaban. Entonces nosotros ni bien que reventaba prendíamos la dinamita y ya estaba izado todo. Allpachaka Todo era bien organizado. Por ejemplo, un asalto que se ha hecho era el asalto a la ganaderia de Allpachaka (fundo experimental de la universidad). Para eso han planificado como dos meses. Algunos compañeros se dedicaron a estudiar cuánta gente trabajaba y a ver si había policías. Averiguaron como un mes y medio. Después nos llama- )90( )90( Los Hijos de la Guerra ron a los mandos militares y políticos y nos plantearon que necesitaban apoyo de todas las comunidades y participación de todos los militantes, y aunque no sean militantes pero que asistan al asalto y que no tengan miedo, no hay policía, nada. Así nos plantearon y nosotros aceptamos. Entonces, faltando pocos días para la acción llamaron a reunión a todos los militantes. Nos reunimos en X., que estaba lejos de la carretera, por lo menos 180, de toda la provincia. Ya todo planificamos: dónde vamos a encontrarnos, a qué hora vamos a salir y así. Nos concentramos en la comunidad de A., en esa zona hasta inclusive ya estaban los compañeros andando libremente con su arma, una zona prácticamente liberada, ¿no? De todos sitios llegaban. Cada uno llevábamos nuestro fiambre, como cancha, queso, papa, que ya antes de eso habíamos reunido de todas las comunidades. O sea, a los campesinos que estaban de acuerdo les hemos pedido preparar el almuerzo, y de todas las comunidades se había juntado como tres cuartos de cereales. Ya en A. estábamos como quinientos y tantos, seiscientos, y solamente de nuestros sectores. De Chuschi, de esos sitios llegaban a B., otra comunidad. Entonces nos fuimos todos a B., y ya estábamos como novecientos y tantos y seguían llegando todavía de otras comunidades. Así alcanzamos algo de 1400, bastante. B. está cerca ya de Allpachaka, como cuatro, tres horas caminando. Bueno, a Allpachaka entramos de día. A las 5 a.m. todos los del partido estamos acorralando a la comunidad de Allpachaka, ordenando que nadie salga. Otros grupos estaban entrando a sacar a todos los campesinos al parque, y si en caso encontraban a alguien en su casa amenazaban que le iban a dar castigo. Entonces toda la gente ahí mismo salió. Y bueno, en el parque ha tomado la palabra el mando político de la zona de Cangallo y Huancapi. El tomó la palabra. Yo en esos tiempos todavía no entendía muy bien cuánto déficit tenía el Perú frente a EE.UU., cuánto debíamos. Cuando él dijo cuatrocientos millones de dólares o algo por ahí que teníamos de déficit, entonces no entendía muy bien, “qué será eso”, yo dije. Y nos habló que en Lima se mantenía a los grandes oficiales como a un toro que no produce nada, como un novillo. Un novillo no tiene valor en la sierra, un toro sí todavía tiene valor, trabaja, pero un novillo no, es mucha grasa, ni para arar, nada. Entonces como a un novillo se mantenía en Lima a los grandes oficiales, a los grandes ministros y a las personas que trabajaban en los ministerios como Educación, Salud, cantidad de gente, y el pueblo los mantenía, había mucha burocracia. Frente a eso Sendero Luminoso estaba luchando y la meta era llegar al poder mediante la guerra de guerrillas del campo a la ciudad, eso era nuestra meta: del campo a la ciudad. Nuestra meta también era no vender los productos que nosotros cultivábamos en la comunidad. ––...para que de esa manera la gente que está en la capital, la gente que no trabaja se mueran de hambre –– decían––, porque nosotros los campesinos somos los únicos que damos de comer a los grandes, a los millonarios. Y en ese tiempo planeaban: ––De acá a cuatro años, cinco años, no vamos a dejar entrar comida a Lima, todos los que están en Lima van a morir de hambre. )91( )91( Antología Cronológica Sobre la Violencia ––¿Y los pobres? Ellos decían: ––Van a regresar, tienen que regresar a luchar con nosotros. Tomamos el fundo, porque los quesos que producían ni siquiera les hacían probar a los trabajadores. De eso se enteró el partido, que esos quesos no se comían acá en Perú, se exportaban de frente a Holanda, creo, algo por ahí nos enteramos, y tomando el nombre de la Universidad habían creado ese centro de ganadería, y en realidad la universidad no recibía ningún beneficio; por eso es que se tomó esa decisión. Habían cuatro toros, eran toros grandazos. Entonces esos cuatro toros primeramente matamos. Los matamos y empezamos a descuartizar. Como habían peroles, empezamos a cocinar. Cocinamos papas con carne, hicimos sopa y repartimos a todita la gente, y a las señoras también le hemos dado esa tarea, de que traigan sus ollas y cocinen en las ollas grandes que tienen y que traigan leña para cocinar. Todititos hemos comido. Sobró. Y de otras comunidades que se habían enterado vinieron así las viejitas a pedir que les regaláramos carne, papa o cualquier cosa que había. A eso de las 2, 3 de la tarde llegaron y nosotros dijimos: ––Bueno, que se agarren nomás todo lo que puedan y que se lleven. Había en Allpachaka camas, catres, mesas, quesos, vinos, todo había. Entonces teníamos que sacar, regalar y lo que ya no podía llevar nadie, a romper. Almacenado había bastante. Por lo menos ocho corralones. Nosotros fuimos un sábado y justo iban a sacar el día lunes los quesos, a buena hora habíamos llegado. Y hemos quemado donde estaban concentrado las avenas, hemos roto las puertas, hemos tumbado las paredes. Y habían chanchos, cuyes, también los soltamos. Del ganado hemos matado lo que hemos podido. Pero cuando estábamos matando las campesinas empezaron a llorar: ––¡Al pobre ganado por qué lo matan así! ¿Qué culpa tienen? Como seguían llorando las señoras, pobrecito que esto, lo dejamos, pero ya habíamos matado como la cuarta parte, como ochenta ganados. Era nuestra intención matar todos, pero no hemos podido por la lloradera. Cuando ya nos habíamos venido, un señor con su caballo (fue) de frente a Ayacucho. A avisar lo que estaba pasando había ido. Entonces al día siguiente pasó el noticiero de radio La Voz. Nosotros en esos momentos estábamos en el camino, regresando, y como algunos compañeros llevaban radios chiquitos, escuchamos y bueno, contentos nosotros, ¿no? Muerte Ya en esos tiempos se llegó a nombrar nuevas autoridades. Nosotros convocamos (una asamblea) para nombrar nuestras autoridades verdaderas de la comunidad. Las antiguas no protestaban porque del presidente su hijo mismo estaba ya en el partido, decidido, también su hijo lo ha convencido a él. Las nuevas autoridades hacían justicia. Ajusticiamiento en mi comunidad no ha habido pero en otras comunidades sí. Ajusticiamiento era pues eso, ¿no?, tomarla a la persona sin que se entere, de un momento a otro capturarla en su casa. Si la persona estaba hablando mal, o por a o b cometían muchas cosas contra el partido, entonces ahí )92( )92( Los Hijos de la Guerra ya a las personas se les hacía su ajusticiamiento. Por ejemplo, si pasaban a los guardias de Cangallo una lista de los compañeros que estaban militando en la comunidad, entonces eso era ya prácticamente un delito para el partido. Claro, los familiares tenían pena, pero no sabían, esta clase de ajusticiamientos era de un momento a otro. Se han hecho varios en C., D., E. De frente se llegó al parque y hemos juntado a toda la gente. La gente miraba y decían: ––Si en caso nos enteramos algo, así veamos a alguien que está haciendo algo del partido, es mejor quedarnos callados. Si los policías vienen, nuestra palabra tiene que ser “no sabemos, no sabemos”. Ellos mismos decían eso. Nosotros también teníamos que dar esa recomendación. Algunos no estaban de acuerdo pero se aguantaban, no decían nada, se quedaban callados nomás y algunos campesinos, algunas campesinas, se iban llorando. Siempre daba miedo y pena cuando se mataba delante de la gente. El nuevo poder Entonces ya había nuevas autoridades, y las nuevas autoridades llamaban para faenas comunales, donde ya se sembraba para el partido, (cultivos) como cebada, trigo, papa, maíz. Las comunidades tienen siempre sus terrenos, en eso sembrábamos. Ya no era para la comunidad sino para que se abastezcan los compañeros que están en el campo, así para cualquier cosa, para trabajar, o cuando hay personas que no tienen qué comer. Algunas personas tienen pocas cha- cras; entonces a esas personas se les puede ayudar. Así tipo faena se sembraba, plantando en cuatro esquinas de la chacra una bandera. Donde más acogida ha tenido es en Chuschi. La comunidad tenía como cuatro o cinco hectáreas, más, como ocho hectáreas de terreno. Entonces se ha hecho un barbecho con 60 yuntas de toro, que nunca esa cantidad se había reunido. Las yuntas eran de Chuschi mismo y todas las comunidades que están cerca; también llegaban de F., algunas de A. Se ha sembrado prácticamente desde las siete de la mañana hasta las seis y media de la tarde con 60 yuntas. Al empezar (se) reventó doce dinamitas, a las doce seis dinamitas, en la tarde doce dinamitas. El trabajo era exitoso, primera vez estaba haciendo ese trabajo el partido y se estaba haciendo en la comunidad de Chuschi. Pero no logró cosechar el partido porque entró el ejército. PANCHO Ayacucho Bueno, a fines del 82 el almirante nos dijo que íbamos a Ayacucho, que habían formado un contingente tipo inglés, porque todos éramos profesionales. O sea, que íbamos a cumplir una misión excelente. Yo me cagaba de miedo. Aquél que te dijera que no tenía miedo era un idiota. ¿Miedo? En todo momento. Pero a mí me gustó la situación. Al final quien se va a morir se muere, a la mierda. Nos contábamos chistes y así pasamos el viaje en avión. Cuando llegamos nos metieron a Los Cabitos, 4 ó 5 días. Éramos los pioneros de la Marina. Íbamos a buscar nuestra zona para establecemos. Yo era cus)93( )93( Antología Cronológica Sobre la Violencia todio del comandante, me sentía tranquilo porque pensaba que el comandante era lo máximo. Era bien prudente. Nosotros teníamos uniforme verde olivo. Los sinchis sacaron un uniforme bien parecido; ellos acostumbraban hacer lo que querían y a nosotros nos echaban el pato. ––Han sido los marinos –– decían. Lo que hicimos fue que nos quitamos el casco y nos pusimos una gorra de lana. Nos decían yanaumas (cabezas negras), pero al menos nos distinguían por la ropa, porque los sinchis eran unos abusivos. Tú ves, la situación de Ayacucho es bien deplorable porque por ahí no ha pasado la mano del gobierno, y llegó un idiota que era comunista y les comenzó a inculcar la única conciencia política que había llegado al lugar. Así no sepas nada, ya te inculcan algo político como el comunismo y, pues te vuelves comunista. Además la mano del gobierno no había hecho nada por Ayacucho, había tanta pobreza. Muerte El primer “frío” fue un poco difícil. En una patrulla que hacíamos para la selva, pescamos a un camión, lo paramos. Era de noche, pedimos documentos a todos sus ocupantes, revisamos todo hasta que encontramos unos cepillos y baquetas, que eran instrumentos para limpiar escopetas. ––¡¿De quién es esto?! –– grité. Nadie me respondió. En el otro camión encontramos a un cholo, le pedimos documentos, después lo revisamos y le encontramos otra baqueta. Inmediatamente lo arrestamos. El no hablaba nada. Yo reaccioné y le mandé una patada en los huevos: ––¡Así que resultaste terruco! –– le dije, mientras le daba su yapa. Nosotros habíamos acondicionado una salita que la llamábamos sala de cuidados intensivos. Ahí era donde se le daba tratamiento de guerra, pero no tortura. Si era bueno, te mentía. Pero si hablaban, de ahí lo mandábamos a Cabitos. Ahí se encargaban de tumbarlo o dejarlo libre. El primer “frío” es bravo. Había un sargento que era bien desgraciado. Agarraba y los torturaba. Son fallas que uno comete, pero este pata se pasó. Después nos preguntábamos: ––¿Cómo le damos vuelta? Lo amarraron a un árbol al cholo, se le rompió el pescuezo y no moría. Un par de tiros terminaron con el cholo, que en paz descanse. ––Bueno, ¿y ahora dónde lo colocamos? ––Cualquier sitio es igual, total, la puna es tan grande. Pero alguien tenía que asumir. Si el másmás está fallando, alguien tiene que asumir. Yo siempre he sido así. Entonces fuimos a depositar al pata, cómo apestaba, estaba tieso. El primer “frío”, pensaba, nos dio los muñecos pero después pasó. Combate El momento más difícil ha sido en una emboscada que nos hicieron. En esa emboscada murieron tres patas. ¡Olvídate! ¿Has visto las películas? Así era. Nosotros estábamos en la zona que en una emboscada se denomina “zona de muerte”. A ti lo único que te queda es buscar cobertura y tirar cuerpo a tierra, rápidamente fijarte por dónde disparan menos y por ahí deslizarte. Caes )94( )94( Los Hijos de la Guerra o pasas. Nos emboscaron, te contaba, pero tuvimos la suerte de romper la emboscada y contraatacar. Habíamos enfriado a varios. La falla fue después. Estábamos repasando a los muertos para ver si aún quedaba uno vivo. Si era así, lo tumbábamos ahí al toque. Uno de ellos había quedado maltrecho y no nos habíamos dado cuenta. Hizo un solo disparo. Para tal mala suerte cayó en una mochila con granadas adentro. Ese tiro hizo que percutaran las granadas. El sargento voló en pedazos. El otro pata que estaba cerca de él estaba con las piernas destrozadas, el pata empezó a suplicar que lo mataran: ––¡No tengo pies! ––gritaba––. ¡Mátame, cuñao, por favor...! Le metimos torniquete por todos lados a fin que no se desangrara. Fue horrible, llamamos por radio y nada, no venía el maldito helicóptero. Los de la FAP eran unos malditos... simplemente no les importábamos. Los del Ejército sí tenían cojones. Combate es combate, compadre. Yo los respeto a estos patas, los terrucos, porque al enemigo yo pienso que se le debe respetar, de ninguna manera subestimarlo. Mueren por sus ideas al igual que nosotros. Después empezamos a hacer acciones en favor de la comunidad. Por ejemplo, repartíamos leche en polvo, aceite, avena también, todo esto era para ganarnos a la gente. Como la gente sufría una pobreza bien aguda, mandaban ese tipo de ayuda. Por cada tres familias un saco de leche, una lata de aceite. La guerra de hecho te raya. Parece mentira, pero mientras tú estás tumbándote gente le vas agarrando el gusto, te llega a gustar, te va vacilando y eso es cagado. Sí- quicamente te afecta. Yo no creo en nadie, te loqueas. Me dejó cagado, yo también hacía tratamiento... los colgaba. Humo A veces nos prendíamos. Era la tensión. Una vez encontramos a unos patas en una quebrada. Los detuvimos y luego los revisamos. No encontramos nada. Luego les quitamos las ropas y encontramos a la altura del estómago una especie de mochilita. Era pasta básica. Estos patas estaban llevando nada menos que cinco kilos. Eran burritos. Nosotros, pues, somos criollos. Yo antes ya me había tirado mis petardos. Estaba acompañado por un pata negro del Callao, así es que los paramos de cabeza para ver si tenían plata y nada. Nos sentíamos con una pica, con una cólera pues no habíamos encontrado billete. Tú sabes, para los cigarritos, las cervecitas o la bebida. Entregamos la merca pero antes de devolverla yo pelé. Nos prendíamos por las noches, a veces salía con el negro a cumplir una misión y en el camino nos prendíamos. Al poco tiempo nos enteramos que del paquete de cinco kilos sólo habían entregado unos cuantos gramos y a los burritos los habían soltado. Allá la pasta es más pura y por lo tanto no te hace tanto daño. Aquí no, aquí la patean, hay que saber dónde comprar. Sexo, racismo y muerte Yo para revisar a una mujer lo primero que hacía era desvestirla. Vieja o joven, le metía los dedos igual. Hubo una vez, aunque no )95( )95( Antología Cronológica Sobre la Violencia lo creas, yo había encontrado un petardo, perdón, dos. Es que tienen una chucha bien grande. Fue mientras la revisaba, le abrí las piernas y el petardo asomó un poquito. ––¿Y esto? –– pregunté. La seguí revisando minuciosamente y en los ovillos de la falda encontré mechas y detonadores. Ahí estaban, era increíble pero cierto. Así que a partir de ese ejemplo empecé a revisar a todas las cholas. Claro que no todas eran quedadas. Había algunas que te pedían pinga y lógico, yo atracaba. A veces chiquillas de trece años, pero anda a verlas... eran una bala. También te digo que tú te metes con una chola y se queda contigo. Es que quizás como uno es criollo ellas lo verán distinto. Para ser sincero, para mí el cholo es como el animal... Lo hace y luego se duerme. Además, tú sabes cómo es el tiempo, la costumbre. Yo me acuerdo que al comienzo las rehuía porque no me gustaban: ––¡Fuera de acá, chola de mierda! Pasaban quince días y... ––...pase Ud., señorita. Y al mes y medio... ––¡Mamacita...! En fin, tú entiendes, ¿no? Esto pasa en cualquier parte del mundo. En el Vietnam, en fin, por los siglos de los siglos amén. Te voy a contar una anécdota. Un día estuvimos de patrulla alrededor de 15 días. El jefe de patrulla era un completo patán, un imbécil, idiota, el cual toda su vida había sido un pelele de escritorio, pero como era el más antiguo lo habían puesto de jefe. Un día nos dieron una chola para que le demos curso. Pucha y ahora por dónde, buscamos y encontramos una choza deshabitada pero con todas sus comodidades, muebles, televisor. Es que era zona de narcos. Nos insta- lamos ahí, todos pasaron de uno en uno con la pobre chola. Me acuerdo que previamente los patas la vistieron bien con su vestidito y todo la pusieron bien a la chola. Me acuerdo también que el jefe de patrulla no quería que la tocásemos y yo le repliqué: ––Tú estás bien cojudo, la orden ya está dada, hay que darle curso a esta chola y nada más. Me acuerdo que decía: ––Yo soy virgen, yo soy virgen. ––¡Fuera de acá, chola! Por supuesto que no era virgen. Aquí uno aprende a ser mierda. Después los chibolos la tenían como a un yo-yo. Ya después le dimos curso. Guerra sucia Mira, cuando los terrucos te atacan te mandan a los cholos, te los mandan por delante. Los cholos que van con la huaraca le ponen el “ queso ruso”, lo prenden y comienzan a huaraquear y lo lanzan hacia su objetivo. ¡Tienen una puntería! Desde 150 metros dan en el blanco. Yo tengo una marca en el tobillo. Y los líderes están atrás, pues, esperando, de cincuenta quedarán tres, cuatro, y esos sí tienen armas, tienen metraca o tienen fusil. El resto huaraca, queso ruso,o escopeta. Tú piensas pues, ‘ta que nos estamos matando entre peruanos, estamos tumbando a nuestra gente. Pero qué hacemos pues compadre, nos van a tumbar a nosotros, ni modo. Es una ideología que ellos tienen, pues, no saben lo que es democracia. Ellos lo único que saben es comunismo y Sendero Luminoso, nada más. Nosotros no defendíamos a Belaunde, defendíamos al pueblo. A veces íbamos a )96( )96( Los Hijos de la Guerra terrenos también devastados por los terrucos, mujeres quemadas vivas, mujeres encinta, las abrían así, las degollaban. Chibolos así como mi hijo, muerto, degollado. Es que les decían: “ataquen esa zona”, y ellos atacaban, atacaban y mataban a todos. Una vez habían matado a cuarenta, salvamos como a doce heridos. Había un cholo de quince años que tenía dos cortes en el pulmón, en la espalda. Dos heridas en el pulmón, qué horrible. A veces pensábamos: “qué hacemos acá matándonos entre nosotros mismos. Que salgan éstos”. Tú a veces te rayas. (“¡Ya pues, que salgan!”) Comienzas a gritarles y cuando salen y los ves que salen corriendo, (“¡salgan, pues!”), pasan como cobardes, no como hombres. ––¡Muerte, yanaumas!––nos decían––. ¡Muerte, yanaumas!. Te vamos a matar, en quechua. Habían chiquillos que se loqueaban. Se loqueaban. A uno yo lo bauticé. Cuando te toca dar curso a alguien, entonces tú le cedes el paso al que nunca ha enfriado gente, para que sienta esa experiencia y cuaje un poco mas, porque hay gente que no lo resiste. Y a veces inculcado por otros, en este caso yo, ¿no?, le decía: ––Dale vuelta. Agarraba y cargaba su fusil. ––No, puñal. Con cuchillo, que el hijo de la gran puta no sabía por dónde meterlo; quería meterlo en la misma columna. Se lo puso así y se dobló la mano. ––Ven chibolo, toma tu bayoneta, termínalo. Así –– le dije. Y ¡puaj!, le di un bayonetazo y a la mierda, porque yo le di en los pulmones, en el bobo y después ya lo hice volar. Ellos mismos te piden: ––Mátame con balas. Pero con balas no, porque tenías al periodismo detrás de ti. El periodismo es un arma de doble filo, porque esta es una guerra no convencional, es una guerra no declarada, es una guerra sucia por tanto, ¿me entiendes? Siempre es así la guerra de guerrillas, métetelo en la cabeza, en todas partes del mundo, es una guerra sucia en la que vale todo. La guerra confronta a nuestros protagonistas con su ubicación real dentro del país: geográfica, étnica, clasista. Desde esa ubicación surgen visiones diferentes del país. Para Pancho, el Perú es algo dado: el Perú oficial, el Perú criollo, que no incluye, salvo tal vez en lugar subordinado, a los “cholos”. En muchos niveles, para Nicario el Perú es un casi total desconocido. Pancho es asombrosamente lúcido sobre las causas de la violencia: pobreza, ausencia de democracia, ideología extremista. Pero algo le impide actuar de acuerdo a esa lucidez. Una suerte de concepción fatalista del orden establecido, que a través del racismo establece tena distancia abismal con los “otros”: cholos, ignorantes, ante los cuales siente una mezcla de desprecio y miedo (cuando habla de respeto se refiere más a aquel que inspira un enemigo peligroso). La visión que Nicario como “senderista de base” tiene del Perú es altamente ingenua. Son ejemplos sus ideas sobre una Lima estrangulada y el necesario regreso de los pobres urbanos a la nueva república rural; sobre la organización de la producción: el partido pide no cultivar )97( )97( Antología Cronológica Sobre la Violencia para el mercado y dirige siembras colectivas que en algo recuerdan a aquellas que se hacían en las tierras del sol...o del terrateniente. Esas dos visiones cuajan en ejércitos que se plantean una guerra total: matas o te matan, guerra sucia. Es el choque de concepciones maniqueas y excluyentes. Ambos ejércitos ponen por delante la ideología, la defensa de determinados valores “sagrados”, no negociables. Pero existen diferencias. Da la impresión que se enfrentan un ejército señorial, “semifeudal”, para usar terminología senderista, contra otro colonial. Nicario se ha enrolado en un ejército de nuevos señores que desplazan a los antiguos señores abusivos y se imponen sobre el campesinado. A pesar de que estamos en la etapa más “utópica” de Sendero Luminoso, ya despuntan el autoritarismo (desconocimiento de autoridades campesinas) y la violencia terrorista: no sólo en los “ajusticiamientos” sino en el carácter de “poder emboscado”4 que asume SL desde un principio (listas de soplones). Que un ejército de jóvenes se imponga en el medio rural revela la existencia de una brecha generacional muy notoria en la juventud andina, producida por el ingreso tan rápido al mundo moderno: mercado, Estado, escuela, migración, medios de comunicación, producen en los Andes una profunda ruptura, que se agudiza con la incorporación de los adolescentes a SL. Los jóvenes van a so- meter/convencer a los comuneros adultos, mientras en Lima Pancho tiene que huir o “darles cajón” a los adultos que lo rodean. Aunque parezca paradójico, las jerarquías por la edad parecieran tener mayor vigencia en el mundo urbano que en el rural. Pancho es un invasor, el mundo andino se le aparece totalmente ajeno, exótico, extranjero. Un testimonio recogido en La Mar, desde la otra orilla del abismo étnico, es el eco de las angustias de Pancho (cuando “se raya” y les grita a los senderistas que salgan) y dramatiza esa incomunicación cultural tan radical. Los infantes, quién sabe si Pancho no integró esa patrulla, salen a perseguir senderistas que se refugian en las alturas, lejos de su alcance: “Más o menos a medio o un kilómetro de distancia de donde se encontraba la Marina, Sendero les gritaba en quechua para que comprenda todo el campesinado. Les decía: ––Hay llapo chichuwarmi, chay llapa maricón, chay llapa misirable, llapa allqu, yanaumakuna, cha ykuna qamuchun l:ayman ñoqankuwan tuparakunankupaq, pilionankupaq’. Como los marinos no entendían quechua, sus acompañantes les traducían diciéndoles: ––Así los están insultando: Mujeres preñadas, maricones, miserables, perros, cabezas negras, vengan a encontrarse con nosotros, a pelear con nosotros. Y ellos respondían: Sobre el terrorismo como “poder emboscado”, una suerte de panóptico invisible, para usar la terminología de Foucault, véase el trabajo de Norberto Bobbio: El futuro de la democracia, Fondo de Cultura Económica, México, 1986. 4 )98( )98( Los Hijos de la Guerra ––¡Díganles a esos conchasusmadres, granputas terroristas de mierda que bajen para pelear acá, si son hombres que bajen para luchar acá!”. Pancho invasor echa a andar un mecanismo clásico: se distancia de los “otros” cholos, mujeres, “terrucos”, para poder ejercer violencia sobre ellos. Pero no resiste su propia lucidez; entonces, para mantener distancias “se prende” de la droga y paradójicamente incrementa su violencia: viola, cuelga, mata...pero acaba liquidado. No tiene, como los cuadros senderistas de años posteriores, una ideología fundamentalista que le permita matar fríamente en nombre de una utopía monstruosa). IV. El cansancio de los guerreros NICARIO El ejército Cuando llega el ejército, más miedo les ha dado a las señoras. Las campesinas empezaron a juntarse y a llorar ¿no? Su palabra era: ––Seguro ya nos van a matar a todos, ahora ya ha venido el ejército –– decían. De la comunidad para arriba es curvas y curvas, de ahí como 50 carros del ejército empezaron a bajar, a eso de las 8 de la mañana. Yo estaba mirando de la escalera de mi casa y salgo afuera. Las señoras se habían reunido en la esquina y todos, todos lloraban, “ahora seguro nos van a matar a todos”, diciendo. Las señoras lloraban, para acá, para allá, todos lloraban. Pero los carros pasaron nomás de frente hasta Cangallo. Nuestra idea era que íbamos a tener más apoyo más bien con el ejército, porque todos los que están en el ejército eran hijos de personas pobres, con hambre y miseria ¿no? Esa era nuestra idea de los muchachos del partido, y más bien así en las reuniones hablábamos: ––Nos conviene que salga el ejército. Eso decían los mandos, que íbamos a tener más apoyo y que ellos también se iban a incorporar al partido, los que estaban en el ejército eran así, hijos de campesinos. Nosotros buscamos reunir a todos los campesinos. Pero ellos estaban más preocupados por salir de Rumí, tomaban sus ropas, sus paquetes y se venían a Ayacucho. Empezaron a venir helicópteros, aviones de guerra, los campesinos ya prácticamente estaban con miedo, ya no querían participar. De repente nos encuentran en una reunión y preguntan: ––¿Con qué vamos a defendemos? No tenemos suficientes armas. Nosotros decíamos que no se preocupen, que los íbamos a defender. Pero ya no había apoyo, ahí es donde perdió apoyo el Sendero. ––Si se enfrentan vamos a enfrentamos, yo sé que vamos a tener éxito –– decían los mandos. Pero no teníamos casi armas, solamente así tipo granada, dinamita nomás teníamos, pero como metralletas, revólveres o FAL, no teníamos. Entonces ha habido un choque de un grupo con el ejército, ahí se tuvo una caída de cuatro compañeros y cuatro armas. En ese momento entramos a una reunión todos los militantes y todos los guerrilleros de todo Cangallo. Hasta inclusive pensamos todavía hacer un enfrentamiento al ejército )99( )99( Antología Cronológica Sobre la Violencia en la carretera, pero ya no se ha podido. Los guerrilleros estaban dispuestos, pero las milicias de las comunidades ya prácticamente estaban atemorizadas. Después en G. hubo enfrentamiento, de las seis de la mañana fue el enfrentamiento hasta las cuatro de la tarde. De Sendero han caído doce personas, más que nada los principales; del ejército han caído como cinco o seis. Ya no era como enfrentarse con los guardias, ahora era un poco difícil. Entonces en diferentes comunidades comenzamos a hacer reuniones, seguido, día y noche, prácticamente ya no se descansaba. A los campesinos se les decía que no tengan miedo y que siempre vamos a seguir operando en la zona, los íbamos a cuidar. Después, como a los diez días, se convocó a una asamblea de toda la provincia de Cangallo. Comisiones han llegado también de Vilcashuamán, Huancapi, Huanta, San Miguel. Me contaron, porque yo no asistí, que habían decidido repartir a todos los departamentos, de cada grupo cuatro guerrilleros y además el mando político. El resto se quedó en Ayacucho, manteniendo las reuniones con los campesinos, haciendo acciones, pero ya no eran como antes, eran pocas. Es que ya el ejército empezó a patrullar las comunidades, a hacer masacres y atropellos en las comunidades, inclusive se agarraban ganados como toro, chancho, se lo llevaban para comer, empezaron a romper las puertas, tumbar las casas, a pegar a los campesinos, las campesinas, llevarlos presos a la provincia y hacerlos desaparecer. Entonces ya tenían miedo los campesinos. A mí no me tocó porque yo tenía mi hueco, ahí dormía. De mi casa más abajo nomás, en el barranco, nunca me pasó nada. Mi misión era seguir manteniendo a toda la gente del pueblo, pero la gente del pueblo ya no querían asistir a las reuniones; ya solamente entre los militantes manteníamos reuniones. Los militantes también estábamos participando como guerrilleros de día y de noche, desde el momento que llegó el ejército, de día y noche. Y llegó un momento en que ya teníamos que decidirnos, ¿no?, quiénes se van con el partido y quiénes se quedan manteniendo con los comuneros. Se necesitaba en el partido como 34 decididos. Han habido como cincuenta y tantos. Como el partido nunca rechaza a los decididos todos se fueron. Yo me quedé todavía manteniendo, quedábamos cuatro o cinco, así nomás. Teníamos contacto con la guerrilla. Ellos estaban más que en las alturas. Cuando pasaban les dábamos comida. Nos hablaban que no tengamos miedo, que se va a retirar el ejército. Ya yo también prácticamente me había desanimado, es por eso que yo también me vine a Lima. Ya no podía seguir, era muy difícil. Mis hermanos de Lima me llamaban, pero mi otro hermano, que se fue al campo el 82, la última vez que vino, vamos me dijo. Entonces yo le digo: ––¿Sabes qué? Estoy pensando ir a Lima. ––No vayas allá porque te van a chapar en el control –– me contestó. Mi hermano menor se fue al campo el 82. Inclusive en una asamblea del partido me dijo que solamente estaba así como animador, que nada de decidirme para ir al campo, me criticó. Yo tenía que reconocer, decirle “sí”, nomás. “En las próximas si me dices así yo voy a decidir”. Pero en realidad me vine. )100( )100( Los Hijos de la Guerra PANCHO La conciencia tiene mil ojos y mil oídos Después, con mis idas a Ayacucho comenzaron a fregar los terrucos, porque ellos tienen su servicio de inteligencia. A mí me jodían acá. Me seguían. A veces me tocaban: ––¿Me conoces? Yo he sido tu recluta pe. ––¿De qué contingente? ––De (...) contingente. Ahí lo agarraba, yo no había sido de ese contingente. Después me dispararon en la Plaza Dos de Mayo, bajándome de un ómnibus con un pata, estábamos viniendo así, cruzando y ¡ta-ta-tá!, al piso, compadre. No nos dieron. Mucho carro, tú sabes cómo es Dos de Mayo. Tú sientes el primer disparo y ya estás mosca pues compadre, ¿no ves que tú vienes cagado de allá? Iban a mi casa a preguntar por gente que mi esposa no conocía, a pedir cosas, a pedir fotos. Un día me pusieron una pepa en mi casa. Me robaron el televisor chiquito y encontré una granada de la Marina puesta como planta. Yo recién llegaba de Ayacucho. La llevé a la base. ––Es una broma que te quieren hacer me dijeron. ––¿Una broma? No me joda, pues, comandante –– le digo. ––Seguro alguien que te lleva bronca de acá, te ha querido gastar una broma. ––¿Una broma? ––le insisto––. ¿Con una granada de guerra? ––Claro, si te la hubieran puesto como trampa ––me contesta––, te la hubieran puesto de otra forma. A mí me la habían puesto en una forma estúpida, ¿no? Justamente agacho la cabeza debajo de la cama y ahí estaba la granada. Yo pedí, pues, seguridad para mi casa. ––No, no hay disponibilidad de gente. ––Entonces denme un arma para mi seguridad ––le digo. ––No, ni a los oficiales les damos. ––No me diga que a los oficiales no se les da, señor comandante, porque yo veo que salen con su armamento. ––¿A ti te consta? A ver dime quién es. ––No me ponga en ese plan, pues, señor. Yo no soy ningún soplón. No me querían dar apoyo y ya. Aparte de que yo tuve problemas, o sea, mira, yo me desvivía por la Marina, pero dentro, pues, hay todo tipo de gente: los arrastrados, los gusanos, que por un favor, que por un franco, se arrastran ante los superiores. Son bien marcadas las diferencias, Por ejemplo, a los oficiales nosotros les decíamos “gringos”. Olvídate, tú no puedes enfrentarte a uno de arriba porque siempre cae el de abajo. Si tú te pones de pico a pico con un oficial te ganas tu arresto, mínimo 30 días, así tengas razón. Y como yo no aguantaba pulgas, entonces paraba arrestado. No pienso quedarme toda la vida acá, así pensaba. Una vez estábamos en Ayacucho, ahí parados como tres días esperando avión. Llega el comandante de la infantería de marina en su avión particular. Había oficiales de mar que estaban siendo evacuados ¿por qué? Porque su mujer estaba delicada de salud, había abortado estando en Ayacucho y su mujer era delicadísima. Teníamos como semana y media ahí esperando en el aeropuerto. Pucha que tirando suelazo. Llega el avión, baja el Almirante, ‘ta que nosotros formamos pues, para que siquiera nos digan ah, estos son los que están regresando ya, )101( )101( Antología Cronológica Sobre la Violencia un aliciente moral, ah muchachos, qué bien, qué tal les ha ido, algo pues, que te digan algo ¿no? Nada, ni nos miró, así como te digo...Mañana me quito, pensé. Pedí mis vacaciones, me tiré los 25 días que me dieron de permiso y después me vine al toque. Por último, en ese momento ya a mí ya me había llegado todo. “Ya arreglaré mis papeles”, pensé. Hace un año y medio. Quizás ya también me había entrado algo de flojera ¿no? El cansancio de estar yendo seguido. Fueron a la guerra con expectativas e ilusiones. A Pancho su comandante le dijo que serían un ejército de elite, tipo inglés, seguro teniendo en mente la entonces reciente guerra de las Malvinas y soñándose a la cabeza de los gurkas, de quienes imitaron la crueldad, mas no la eficacia. A Nicario le dijeron que los soldados desertarían para engrosar las filas de SL. El miliciano se decepciona al constatar la distancia entre la realidad y los sueños. Las deserciones no se producen; el apoyo campesino decae; no tienen suficiente potencia de fuego. Hay una vena pragmática que en cierta medida vacuna a Nicario contra la ideologización senderista. Además, él tenía su meta muy clara desde el principio: progresar, sea por la vía del mercado o por la vía del (nuevo) Estado. Recordemos su experiencia inicial en la selva. Entonces, si el advenimiento del nuevo Estado se advierte demasiado lejano, demasiado difícil, cambia de registro. Puede hacerlo porque tiene una familia con ramificaciones en Lima, que puede ofrecerle un colchón donde caer y una plataforma para de allí lanzarse a la conquista de sus aspiraciones, esta vez por la vía del mercado. Pancho siente que sus posibilidades de promoción en la Marina están bloqueadas. No sabemos en qué medida su conducta cada vez más violenta contribuye a este bloqueo, pero él advierte razones de carácter étnico: 105 oficiales son “gringos”, habitan en otra dimensión, inalcanzable. La escena en el aeropuerto de Ayacucho dice mucho de la tragedia de algunos sectores criollo-populares, identificados con “gringos” que, en momentos cruciales, no los distinguen de los “cholos” a los cuales se creían superiores. Al final, mientras Nicario deserta para perseguir sus sueños, Pancho lo hace acosado por sus pesadillas, porque es altamente probable que las persecuciones de las que se cree víctima, que cesan totalmente una vez que abandona la Marina, hayan sido producto de sus nervios gastados. V. Los senderos que se bifurcan NICARIO El otro sendero Llegué a Lima a fines del 83; calles sucias, no me gustó. Después ya me acostumbré. Fui a casa de mi tío paterno, donde estaban mis hermanos y mis primos. Trabajé en construcción, después pintando santos de yeso, de ayudante de cocina en restaurante, hasta que mi hermano me recomendó donde un señor que tenía su taller de metal mecánica. Era matricero y fabricaba cocinas a kerosene y también cocinas eléctricas de una )102( )102( Los Hijos de la Guerra hornilla. Aprendí desde lo más simple, que era ayudar en la pintura de las cocinas, lavado de piezas con kerosene, habilitación de material para los repujados en planchas de fierro, y viendo, viendo, aprendí. Un amigo del taller me fastidiaba: ––Oye serrano, terruco, ¿por qué no regresas a tu pueblo y vendes tus llamas? Y con eso, más lo que puedes ahorrar acá, te compras tu máquina ––así me decía. Así que con tanto que me aconsejaba, empecé a comprarme fierros, casi casi ni almorzaba con tal de juntar para mi propio torno. Y así ya en 1987 tenía mi propio torno, que se ha convertido en mi brazo derecho. Me salí del taller, nos juntamos con mi hermano Alcides, y recibíamos bastantes trabajos para fabricar partes de cocinas a gas de kerosene y de mecha, hasta que recibimos un pedido de armazones de cocinas eléctricas. Ahí sí ya me independicé, nos juntamos con mis otros hermanos para poder cumplir con todo el trabajo que recibíamos. Ahora podemos hacer planchas para cocinas con horno, tostadoras para restaurantes, freidoras, y otras cosas más, porque con un torno matricero se pueden fabricar muchas cosas. Actualmente tenemos una máquina soldadora, el torno repujador, taladro eléctrico, soldadura de punto, prensa manual para hacer huecos, torno repujador, soldadura eléctrica, cizalla manual para cortar planchas de fierro, tronillo de banco y mi torno matricero. Ahora no sólo atiendo pedidos, sino también puedo hacer matrices que me pidan, así como también dar servicios. A la comunidad, bueno, no puedo regresar porque estoy buscado por la policía. Sendero yo no sé qué me diría; seguro me dicen que soy un espía de la reacción, porque me vine sin permiso. Cuando me vine habían tocado (mi caso) en asamblea. “Seguro no estará de acuerdo con la lucha, por eso sin avisar se ha ido”, diciendo. Pero no me han fastidiado. Cuando llegué acá, uno que vive en X. me llamó para una reunión, que él sabía que yo había participado allá y me citó un día para encontrarnos. “Voy a ir”, le dije, pero no fui. Después de unos tres meses me mandaron una carta de la comunidad, los compañeros que estaban en el campo, con una dirección para yo acercarme. Tampoco me acerqué, de repente podía caer. Después ya no he tenido más contactos. Pero si crecen en Lima tendré pues que integrarme. No sé si puedan ganar; bueno, pueden ganar, pero yo sé que va a durar más. Los compañeros se equivocaron. Decían que para 1990 iba a haber República de Nueva Democracia. Yo creo que será para el 95, para el 2000 será. PANCHO En el Perú falta mucha tecnología Cuando me quité no podía hacer nada, pues no tenía documentos. Cachueleé, después me ligó una chamba de guardaespaldas, ya tenía para... porque yo agarré el vicio del humo. A mí me vienen más problemas, más me prendo. Pero encuentro la solución, comienzo a tener un poquito de estabilidad y me olvido. Claro que sigo con mis chelitas, ¿no?, pero me olvido de esas cosas. No pierdo la fe en Dios, terminar de sacar mis papeles y conseguir una chamba. Dentro de mi rama el futuro está en la seguridad. O sea, gente adinerada, que tienen )103( )103( Antología Cronológica Sobre la Violencia tres, cuatro, cinco industrias. Entonces tú vas a darle seguridad a costa de tu vida, pero le cobras, pues. Entonces el hombre por su vida te paga, y tú con tu vida le cobras, ¿te das cuenta? Yo les puedo dar seguridad, así esté un poco bajo de físico, porque comienzo a chambear y con mi primer sueldo me matriculo en un gimnasio compadre, comienzo a ponerme en forma. Aparte yo podría estudiar otra cosa, porque no me considero viejo, ¿ya? Una rama técnica yo puedo estudiar en dos años. Una rama que me gusta es la tornería ¿no? Tornos, mecánica, porque con una rama técnica, por decirte torno, no te vas a quedar ahuesado compadre. Ahora tú me ves en nada. Primero tengo que sacar mis documentos, lo único que me falta es la electoral. Me he dormido un montón de tiempo, por no tener plata para movilizarme. Además, yo estoy ahorita saturado, hermano. Llega mi mujer, bronca; por a o b, bronca. Y la gente del barrio: ––Oe, ¿y en qué trabajas? Ya cuando ven que tu situación decae, ya no te pasan la voz, nada. Antes, “¿y Panchito? qué tal”, me venían a buscar, mis hermanos, mi familia paraba acá, la arpía (suegra) paraba todos los días acá, “yo te cuido los bebes”. En cambio ahora, ni te miran, más bien critican y te hunden más. Te buscan los defectos y te los multiplican. A veces te acercas a conversar a un sitio donde están tomando, entonces la gente ya comienza a mirar, como diciendo ya llegó este que no trabaja, o va a entrar de camarón a chupar. Te pasan la botella con cierta rigidez, ¿no?, cierto malestar. Entonces tú te das cuenta pues. Yo me pongo por el hecho de conversar, no por el hecho de tomar. ––Sírvase––me dice. ––No, gracias ––le digo––, no quiero tomar. ¿Qué pasa? ¿Por qué te admiras? ¿Porque no quiero tomar? ¿Tengo que tomar de todas maneras? Quiero conversar, quiero reírme, ¿o no se puede estar acá? Si no se puede estar acá díganmelo ya. Mejor para evitar esos problemas donde no me llaman no estoy, pues. Yo me levanto de esto y a mí me va a llegar la gente. “Así lo vea cagado, yo no le doy la mano; se estará muriendo, que se muera pues”. Yo te dije anteriormente que soy bien frío para estas cosas. La gente criolla es pura hipocresía. La gente de la sierra es distinta, es más franca, y si te ofrece algo te lo da al toque. No te deja. Aunque hay de todo, de todo hay ahora. Es que la gente de la sierra desde chiquitos les han enseñado a valerse solos, aquí el limeño no. El limeño de chiquito tiene la patota, la mancha, ¿no? Estar en la calle. Allá no, uno, dos, tres amigos, nada más. Después ya tienen que estar solos de chiquitos sacando sus ganados, viendo sus siembras, viendo su ganado que lo llevan a pastar. Yo te digo porque lo he visto. Al momento que llega hace su negocio y tiene plata. Esta situación a mí me tiene medio consternado. Lo único que quiero, compadre, es encontrarme con algún amigo que esté más o menos relacionado para poder agarrar una chamba y poder tirar para adelante, darles estudio a mis chibolos. Yo no quisiera que mis hijos fueran militares. Yo lo que sí quisiera que fueran mis hijos es técnicos, porque acá en el Perú falta mucha tecnología. Para navidades quiero tener billete, no billete billete, un palito, medio palito, que no es nada, pero quisiera tener eso en los bolsillos, comprarles sus zapatos, su ropa, su panetón, que coman su pollo, su pescado pues compadre. )104( )104( Los Hijos de la Guerra Comienzo a chambear, compadre, yo sé que me paro de nuevo. Voy a venir acá a taparle la boca a todo le mundo. Le callo la boca a todo el mundo. Sigo creyendo en Dios y seguiré creyendo, no pierdo la fe. Me encomiendo a Dios todos los días. ‘Ta que yo le digo, converso con él, yo no tengo miedo de decirle, pucha que Señor, ¿por qué me abandonas, por qué me maltratas así? Tal vez porque he matado a tanta gente, puede ser castigo o quizás para ponerme a prueba, para que en la próxima oportunidad la chape bien y la sepa aprovechar mejor, ¿no? Una vez en Lima, Nicario tiene una familia con la que construye su futuro; y un pasado campesino, que lo ayuda en ese empeño. Pancho no tiene donde refugiarse y se hunde en un pozo sin fondo donde no parece haber último círculo. Y desde lo profundo nos da un segundo ejemplo de inútil lucidez, pues así como advertía la injusticia del orden nacional, también advierte las diferencias culturales entre andinos y criollos, y evalúa que a los primeros su socialización les otorga ciertas ventajas que pueden ser decisivas. En otro momento de la conversación, que no incluimos en el anterior resu- men, Nicario le da la razón: “El trabajo a que me dedicaba era la chacra, desde las 4 hasta las 8, antes de ir al colegio. Se aprende disciplina, persistencia para trabajar. Yo trabajaba al mando de mi papá y yo aprendí”. Se ha insistido en que las organizaciones sociales constituyen una barrera contra la expansión senderista. Es cierto, pero se ha subestimado la importancia de la familia extensa andina, entendida también como una forma de organización social. Las redes familiares, especialmente aquellas que tienen nudos más o menos sólidos en las ciudades, pueden actuar como paraguas protector, pero también como plataforma de inserción individual o grupal en el mercado. Y pueden resistir los embates de SL tanto o mejor que las comunidades.5 El equivalente a la familia en el medio cultural de Pancho serían las “relaciones”. Es pasmoso cómo no se le ocurre otra cosa que ser guardaespaldas. Su experiencia cultural previa, reforzada por su experiencia militar, lo definen como miembro subordinado en una sociedad de fuertes rezagos señoriales, de protectores poderosos a los cuales está teóricamente dispuesto a servir, dando incluso la vida. Es un pretoriano, el otro extremo SL tendría entonces sus mayores posibilidades de reclutamiento entre jóvenes no sólo descampesinizados, sino además con familias debilitadas. Dentro de ese rubro caerían, por ejemplo, los pequeños mistis en decadencia con hijos en la universidad, menos vinculados a actividades productivas, más propensos por tanto a la ideologización. Pero SL podría ganar no sólo adherentes individuales sino familias, allí donde existe mucha distancia cultural entre los padres y el hijo educado -secundario o universitario que entra a militar a SL; y donde no haya hermanos o parientes cercanos con un mínimo de recursos, que puedan ofrecer un escenario alternativo en las ciudades. Pero, sobre todo, SL podría ganar familias con una “deuda de sangre” que vengar. Por eso lo absurdo de la “guerra sucia”. Cuántos potenciales senderistas habrá sembrado Pancho en el camino de su propia destrucción. 5 )105( )105( Antología Cronológica Sobre la Violencia de la sirvienta doméstica que “da su vida” por sus patrones, retoño final de una sociedad estamental en descomposición, cada vez más violenta. Esa descomposición se advierte en la forma en que los dos protagonistas enfrentan la brecha entre la realidad y los sueños. Pancho sueña con ser guardaespaldas; Nicario aprende, ahorra, acumula y cuando ve que las puertas se le cierran, emigra en busca de nuevos horizontes. Pancho no puede sacar sus documentos pero confía en Dios, el azar, la suerte o unas “relaciones” cada vez más imposibles, mientras se hunde en la inmovilidad depresiva, todo con fondo de vals criollo. Y esto nos lleva a una cuestión final. No queremos generalizar, pero de los testimonios se deduce que, al menos ciertos sectores del mundo andino-popular, a pesar de ser supuestamente más “atrasados”, resisten mejor los efectos corrosivos de la crisis económica y la violencia política, en comparación con por lo menos ciertos sectores criollo-populares. Y resultan más modernos, aunque no parezcan ni pretendan ser en absoluto suizos. )106( )106(
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