El supuesto espionaje alemán en Tenerife previo a la

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LAS PRIMERAS
CIUDADES JARDÍN
del
mundo, las británicas. Una visita de
la mano de Antonio Salgado. 6/7
del domingo
revista semanal de EL DÍA
El supuesto espionaje alemán
en Tenerife previo
a la Primera Guerra Mundial
Texto: Carmen María Estévez García
(licenciada en Geografía e Historia)
“La crisis de fin de siglo, el trauma y los
fundados temores que siguen a la
derrota (con Estados Unidos) de 1898 y
la paz de París, que liquida los últimos
vestigios del viejo imperio ultramarino
de España, otorgan un papel geoestratégico a las Islas Canarias que continúa
hasta los días de la I Guerra Mundial y
se hace especialmente intensa en sus vísperas, inserta en el juego de zonas de hegemonía que protagonizan Alemania,
Gran Bretaña y Francia” (Espadas Burgos, 1987).
L
a política internacional del
Gobierno español, en base a
losescasosmediosdematerial
de defensa y la imposibilidad
de resistir el Archipiélago
Canario a un bloqueo, es dar fácil entrada
a las peticiones de concesión de los distintos países. El ministro de Instrucción
Pública, Rodríguez San Pedro, en carta
de 9 de agosto de 1908, al ministro de
Estado, García Prieto, dice: “Hemos
considerado siempre como un mal en sí
mismo el que haya en aquellas islas depósitos extranjeros, pero será un mal
menor que pertenezcan a individuos de
distintas nacionalidades.
“La presión de empresas alemanas para
penetrar en Canarias va en aumento desde
el comienzo del primer decenio del siglo
XX. El interés alemán se intensifica a través de empresas científicas y técnicas, como
la de lograr medios propios de comunicación entre el Imperio alemán y sus colonias de África. Otro centro de interés proviene del desarrollo de la climatología
y de las extraordinarias condiciones que
las Islas Canarias –en especial Tenerife–
ofrecen para dichos estudios” (Espadas
Burgos, 1987).
El hotel Taoro –conocido indistintamente como Balcón o Inglés– se ubica
en un paraje elevado del Puerto Orotava (Puerto de la Cruz) que se denomina Monte Miseria, y abre sus puertas el 22 de diciembre de 1890. En 1905,
la compañía berlinesa Kurhaus Betriebs
Gesellschaft, de Charlottenburg, arrienda
el Gran Hotel a The Taoro Company Ltd.
por la cantidad de 2.000 libras anuales,
y pasa a llamarse, a partir de la aper-
tura del 1 de noviembre de ese año, Gran
Hotel Humboldt–Kurhaus (llamado
también sanatorio Humboldt u hotel
Humboldt). El consejo directivo de la
sociedad está formado, entre otros, por
Adolfo Woermann (director de la
naviera del mismo nombre), Dr.
Pannwitz (secretario de la Asociación
Internacional contra la Tuberculosis),
Dr. Hoffa y Mr. Ravané. El representante
de la misma es Rudolf Schapper, y el
gerente, Rudolf Hegger. “Se inicia para
el hotel una nueva etapa en la que asumirá el papel de importante bastión alemán en el sector turístico, hasta entonces, un feudo británico” (Martín Hernández, 1988).
Ante la crisis estructural que padece
la compañía Taoro, ésta vende el 30 de
julio de 1907, mediante documento privado, a la sociedad Kurhaus Betriebs
Gesellschaft el edificio del Gran Hotel,
con sus jardines y terrenos anejos, así
como todos sus enseres y mobiliarios.
La empresa alemana se compromete a
saldar el precio de venta (37.000 libras
esterlinas), junto con los intereses de
compra (6% anual), hasta el año 1913
como máximo.
bservatorio
Meteorológico del
profesor Hergessell
(foto profesor Müller,
1910).
El plan inicial de la nueva compañía
pretendía hacer del hotel la estancia central de un sistema de establecimientos
curativos que se hallarían dispersos por
el Valle de La Orotava. “Para ello se preparó un moderna instalación hidroterápica
y se proyectó la construcción de pequeños chalets situados a diversas alturas”
(M. H., 1988). Además “de la creación
de un sanatorio antiberculoso en la zona
del Teide” (E. B., 1987). Para ello se contrata a tres médicos: uno permanente,
el alemán Peipers, y dos adjuntos, el inglés
F. Lisherman y el español Jorge Pérez
Ventoso (1860–1920).
El 5 de febrero de 1909, el doctor Jorge
Pérez Ventonso presenta una instancia
oficial en el Ayuntamiento de La Orotava, a nombre del germano Gotthold
Pannwitz (1861–1926), para realizar
algunos estudios en las inmediaciones
de la Fuente de La Grieta, en las Cañadas del Teide, para conocer las condiciones climatológicas de la zona. El permiso se concede el 15 de febrero de 1909.
El 23 de febrero de este mismo año se
embarca desde Hamburgo el material
científico, un potente generador para
producir electricidad y dos barracones
o casetas –uno propiedad personal del
káiser Guillermo II, donado por éste al
doctor Hugo Hergesell–.
El 13 de marzo de 1909 llega la comisión científica alemana, presidida por
el Dr. Hergesell y acompañado por el Dr.
Pannwitz,pararealizarlosestudiosmeteorológicos en las Cañadas del Teide. A
su llegada, realizan una segunda instancia solicitando al Ayuntamiento de
La Orotava, para la creación de un observatorio meteorológico, 25 hectáreas formandoun cuadradoque tiene 500metros
de lado y medidos desde la fuente denominada La Grieta, 340 metros al Norte,
350 metros al Este, 160 metros al Sur
y 150 metros al Oeste; el arrendamiento
de esta parcela se realiza por un total
de 5 años y por 16 pesetas como
máximo al año por hectárea; y el contrato comenzaría en abril de ese mismo
año.
El 28 de marzo de 1909, el doctor Hergesell se entrevista con el ministro del
Estado español, Manuel Allendesalazar,
y con el coronel de Ingenieros Vives y
llegan a un acuerdo para que España
utilice los dos barracones que se hallan
en Tenerife como un observatorio
aerostático provisional, enteramente español, y que se permita a los científicos
internacionales utilizar sus instalaciones para sus estudios.
Las casetas se instalan finalmente por
los militares españoles en La Grieta, Cañadas del Teide, a principios de abril de
1909, bajo las órdenes del capitán de
armas de Ingenieros A. Gordejuela.
En el verano de 1909, Gotthold
Pannwitz solicita permiso –como secretario de la asociación internacional contra la tuberculosis–, mediante el embajador español en Berlín, Polo de Bernabé,
para instalar un sanatorio en el mismo
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domingo, 15 de marzo de 2015, EL DÍA
EN PORTADA
lugar escogido para el observatorio meteorológico.
En un informe reservado, de 28 de
septiembre de 1909, del ministro de
Estado al de Gobernación se habla del
Dr. Pannwitz como una personalidad
con más visos de agente, e incluso de
aventurero, que de científico, y se atribuye una nefasta influencia sobre
aquellas personas que asocian sus
intereses a las empresas del activo doctor.
El impago de los intereses de la anualidad de 1909, por parte de la sociedad
Kurhaus, lleva al presidente de la
empresa Taoro a la posibilidad del inicio de un expediente de desahucio. El
12 de septiembre del mismo año, la Junta
General de la Taoro acepta la transacción entre las sociedades. Pero algunos
accionistas, principalmente los hermanos
Jorge y Víctor E. Pérez y Ventoso, en una
junta extraordinaria de la sociedad Taoro,
del 17 de octubre del mismo año, anulan lo acordado en la junta general.
Dentro de la Taoro hay actitudes encontradas, pues mientras los hermanos
Pérez y Ventoso están empeñados en
recuperar la propiedad del hotel desahuciado a los alemanes, les es favorable
a éstos el secretario de la Taoro, Felipe
A. Machado del Hoyo–Solórzano,
cuñado de los Pérez y Ventoso. Por su
parte, “la Kurhaus, que había mantenido
durante estos años a Jorge V. Pérez y Ventoso como médico del hotel, le sustituye
por el médico británico el doctor Santiago
Ingram” (E. B., 1987).
El doctor Santiago Ingram o James
Ingram (1860–1933) llega “a Tenerife alrededor del año 1906” (Baillon, 1995). Anteriormente había ejercido “su profesión
en África occidental, Camerún Británica,
llamada en aquellos tiempos la tumba
del hombre blanco” (Baillon, 1995).
El pleito del Gran Hotel Humboldt–Kurhaus se encona durante los
dos años siguientes, viéndose envueltos la autoridad judicial de Tenerife, el Gobierno Civil, el Gobierno de
Madrid y la embajada de España en Berlín.
El doctor francés Leon Bourgeois de
Paris, como presidente de la Unión Internacional contra las enfermedades tuberculosas, y la embajada alemana en
España piden al Gobierno español la construcción de una estación internacional
para la investigación meteorológica en
el Monte Guajara (las Cañadas del
Teide).Eldoctorfrancéspresideunacomisión internacional que llega a la isla el
15 de marzo de 1910; se hospeda en el
hotelHumboldt–Kurhausyel20demarzo
se instala en las casetas del Teide
El capitán general de Canaria manifiesta al Gobierno español, el 20 de mayo
de 1910, que el Dr. Pannwitz había construido sin autorización una caseta
muy cercana a las provisionales existentes.
El 11 de julio de 1911, el cónsul alemán en Tenerife ruega se dé vía libre
para reparar las casetas de las Cañadas
del Teide y para la construcción de una
torre de piedra.
Una comisión científica internacional llega a La Orotava el 17 de octubre
de 1911 para la búsqueda de un lugar para
del acondicionamiento “con capital británico” (Martín Hernández, 1988), bajo
la dirección del germano Christian H.
Trenkel, “antiguo propietario del hotel
Martiánez” (LA PRENSA, 22–11–1912).
BIBLIOGRAFÍA
Baillon, Austin. (1995). Misters británicos en
Tenerife. Ediciones IDEA. Santa Cruz de
Tenerife.
Batista Martín, José Julián. El Teide y la cura
sanatorial. Fundación Respira–Fundación Española del Oulmón–SEPAR.–
Espadas Burgos, Manuel (1981). El interés alemán por Canarias en vísperas de la Primera
Guerra Mundial. En homenaje al profesor
Antonio Domíguez Ortiz.– Ministerio de
Educación y Ciencia, p. 745–756. Madrid.
Espadas Burgos, Manuel (1987). Empresas cien-
Observ atorio de
Izaña, inaugurado el
1 de enero de 1916.
(foto Joaquín
Gonzalez, años 20) y
Gran Hotel
Humboldt 1905-12
(imagen Unión Postal
Universal)
tíficas y penetración Alemana en Canarias.
la estación meteorológica. Y dicha
comisión propone dos lugares como apropiados para la observación: uno en las
Cañadas (una franja de 200 metros de
anchura a un lado y a otro de las montañas Cabezón e Izaña; y una extensión
de 1.000 metros cuadrados en la montaña de Guajara), y otro en la montaña
de Ofra (en la capital de la isla).
Por otra parte, “las cartas cursadas
durante 1912 al ministro y subsecretario
de Gracia y Justicia (Trinitario Ruiz Valarino) desde el ministerio de Estado interesándose por la marcha del pleito
–ganado por el Dr. Pannwitz en la
Audiencia y que se encuentra ahora pendiente de la decisión del Tribunal
Supremo– indican hasta qué punto se tiene
interés en que triunfe la apelación efectuada por la sociedad Taoro y que el hotel
volviese a manos españolas” (E. B., 1987).
En una carta, del 25 de abril de 1912,
del embajador alemán, conde de Ratibor,
al ministro de Gracia y Justicia, se queja
el embajador de que el cambio del juez
municipal perjudica a la empresa alemana y pone la balanza a favor de los
adversarios.
Al mismo tiempo, “varios telegramas
de sociedades científicas germanas se preocupan por el asunto y se interesan ante
el gobierno español por la definitiva sentencia que pudiera perjudicar a la sociedad Kurhaus, impidiendo las expediciones
científicas proyectadas” (E. B., 1987).
El doctor alemán Wolf, con los correspondientes permisos del Gobierno
español, coopera con García Lomas en
las observaciones que se realizan en las
instalaciones provisionales en las Cañadas, sobre marzo–abril de 1912.
El 24 de mayo de 1912, el rey español Alfonso XIII firma un decreto para
el establecimiento de un observatorio
Aerológico en Tenerife, en Izaña; aunque no se inauguraría hasta el 1 de enero
de 1916.
“A pesar de los fallidos planes de
Pannwitz y Hergessel en Las Cañadas del
Teide, la presencia de científicos alemanes
aumenta con el transcurso del tiempo en
forma de expediciones temporales que
vienen alojarse en las casetas que formaban
el observatorio provisional alemán”
(Ory Ajamil y González Lemus, 2003).
Asimismo, “la sociedad Taoro hace
sesión de todos sus bienes a sus acreedores –constituidos en un Comunidad
presidida por Carlos J.R. Hamilton
Monteverde (1870–1967)– por escritura
del 16 de febrero de 1912, ante el notario Hipólito González Rebollar de la ciudad de La Laguna” (LA PRENSA,
26–8–1912).
“La Comisión administrativa de la
Comunidad incauta los bienes de la misma
a la sociedad Kurhaus Betriebs Gsellschaft,
con el consentimiento del representante, por no haber satisfecho las 1.625
libras esterlinas de las anualidades de
intereses vencida a finales de junio” (LA
PRENSA, 26–8–1912).
El 15 de diciembre de 1912, se abre al
público el Gran Hotel Taoro, después
El pleito del hotel Taoro (1907–1912).
Anuario de Estudios Atlánticos (AEA), 33,
p. 221–235. Madrid – Las Palmas de Gran
Canaria.
González Lemus, Nicolás (2003). Viajeros, naturalistas y escritores de habla alemana en
Canarias (1815–1915). Ediciones Baile del
Sol. Tegueste.
Guimerá Ravina, Agustín (1991). El hotel Taoro
(1890–1990). Litografía Romero, S. A.– Santa
Cruz de Tenerife.
LA PRENSA (26–8–1912). Santa Cruz de
Tenerife.
LA PRENSA (22–11–1912). Santa Cruz de
Tenerife.
Martín Hernández, Ulises (1987). La presencia
extranjera en el Valle de La Orotava. Editorial Labris. La Laguna.
Martín Hernández, Ulises (1990). La presencia
extranjera en Tenerife. Litografía Romero,
S. A. Santa Cruz de Tenerife.
Martín Hernández, Ulises (1988). Tenerife y
el expansionismo ultramarino (1880–1919).
Litografía Romero, S. A. Santa Cruz de Tenerife.
Ory Ajamil, Fernando de (1998). Ciencia y diplomacia hispano–alemana en Canarias
1907–1916. Edi torial Edirca. Canarias.
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Ponce Marrero, Javier (2002). La rivalidad
anglo–alemana en Canarias en vísperas de
la Gran Guerra. Anuario de Estudios
Atlánticos (AEA), 48, p. 133–152. Madrid –
Las Palmas de Gran Canaria.
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EL DÍA, domingo, 15 de marzo de 2015
Guillermo
Camacho,
veinte años
de la muerte de
un ilustrado
Texto: Antonio Luque Hernández
A
veces, después del
mediodía, don Guillermo, ya muy anciano,
bastón en mano, bajaba
trabajosamente las escaleras de su morada, la Casona de la
Hacienda de Los Príncipes, y por la
calle que lleva su nombre, bordeando la “casa de la Parra”, y daba
un corto paseo hasta la nueva parroquia de Nuestra Señora de la Concepción, resurgida en 1993, cual
ave Fénix, de las cenizas del templo,
desaparecido víctima del feroz
incendio acaecido el desde entonces
aciago día 5 de noviembre de 1978.
A solas, daba gracias a Dios de
poder verla nuevamente en pie. La
iglesia incendiada había sido centro
de su devoción, y a ella dedicó su
magistral trabajo “La iglesia parroquial de la Concepción de Realejo de
Abajo”.
Don Guillermo fue el mayor de los
cinco hijos que tuvieron el general
Guillermo Camacho González y
María del Carmen Pérez Galdós y de
Ciria. Detras de él, Caridad, María de
los Dolores, María del Carmen
–ambas fallecidas en la infancia– e
Ignacio. Como todos sus hermanos,
retuvo el interés y la callada labor de
sus padres: aquella virtuosa doña
María del Carmen, siempre amable
y solícita, y aquel caballeroso don Guillermo, cuya rectitud le exigía extremada firmeza y corrección.
Ahora regresa lentamente, rostro
ceñudo, andares marciales pese a la
pierna ortopédica y las más de nueve décadas que soportan sus espaldas; se detiene a veces, no sólo para
retomar aire, sino para algo también
íntimo como es admirar el campo,
la ladera de Tigaiga y el mar. Ya en
casa, solo en su pequeño salón, observa sosegado el panorama que se
contempla a través de su ventana, un
cuadro muy familiar para él, por lo
que los recuerdos acuden en tropel
y así rememora retazos de lo que su
vida, ejemplar para los demás, ha sido.
Durante muchos años, Los Realejos constituyó el centro de su existencia. Había llegado allí en su primera infancia, faltando sólo unos
meses para el desatroso final de la
guerra de Cuba, concluida a fines de
ese mismo año de 1898 por los
Acuerdos de París. Don Guillermo
acostumbraba a decir con cierto
ingenio que Los Realejos y París tenían
dos semejanzas: ambas eran villas
y sus estadios de fútbol se llamaban
por igual Los Príncipes. Entonces su
familia pasaba el estío en “Los Príncipes” (1) ; ahora venía a su mente el
recuerdo de su abuela Dolores, pulcra y cariñosa, siempre pendiente de
su numerosa familia y del buen funcionamiento de la Hacienda, pero con
tiempo para dedicarlo a sus nietos,
a los que embelesa contándoles
ocurrentes anécdotas del abuelo
Celedonio y de su Cuba natal. Inolvidables veranos, sin duda, de su
infancia realejera.
De vuelta en Santa Cruz, asistirá
al colegio de los Padres del Corazón
de María, los populares “padritos”,
donde inició sus estudios. Todavía
tuvo en sus rodillas a aquel niño
lozano y travieso, para nosotros
don Guillermo, su célebre abuelo
materno, el bizarro Ignacio Pérez Galdós, capitán general que fue de
Canarias en 1900 y que volvió a serlo
poco después, entre 1903 y 1905. Más
tarde, inicia en Las Palmas de Gran
Canaria su segunda enseñanza, en
El ilustre realejero
posa con uniforme
militar. Foto de la
revista Personajes en
la Vida de Canarias.
el Colegio de San Agustín, en el barrio
de Vegueta.
Se veía a sí mismo, con quince años,
en los estudios atento y responsable,
travieso y alegre en el recreo,
jugando a la pelota con otros jóvenes. Y los veranos reiteradamente en
la Hacienda de los Príncipes, en Tenerife. Se vivía de día, era tiempo de
hacer excursiones. Incansable explorador de los altos de Tigaiga, de los
resolados y peligrosos riscos de El
Guindaste, batidos por el mar. Felices días en la playa del Socorro, de
hacer y recibir visitas de veraneantes amigos. En Los Realejos aprendió a ensoñar.
Concluyó la segunda enseñanza con
la calificación de sobresaliente. Después, en 1916 y con dieciocho años,
ingresó en la Academia Militar de Toledo; fines de semanas en Madrid,
en la casa de la calle Hilarión Eslava,
donde cohabitaban sus tíos abuelos
José Hermenegildo Hurtado de Mendoza, su esposa Carmen Pérez Galdós y su celebérrimo hermano don
Benito, por entonces enfermo y
casi ciego, pero todavía genial. El trato
familiar con su joven y jovial sobrino
fue para su famoso tío una bocanada
de aire fresco y para Guillermo
vivencia inolvidable.
En 1919 regresó, con el despacho
de alférez, a Canarias. Su primer servicio de armas lo realiza en Las Palmas de Gran Canaria, luego fue
destinado a Melilla; participa en peli-
grosas acciones de guerra, entre las
que descuella el desembarco de
Alhucemas, que propició el final de
la Guerra del Rif. En 1923 era un bisoño
capitán que deseaba imitar la brillante
carrera del abuelo Ignacio, por ello
ingresó en el Cuerpo de Estado
Mayor, de la Escuela Superior de Guerra. Realizó las prácticas en el Regimiento de Artillería de Las Palmas.
Una lesión, en acto de servicio, le
motivó la amputación de la pierna
derecha. El parte errado lo excluyó
del Cuerpo de Mutilados de Guerra,
así que, tras un breve tiempo en el
Servicio Topográfico del Ejército, es
declarado inútil. Convaleciente, se
trasladó con su familia a Barcelona; su padre fue ascendido al
empleo de general de Brigada y destinado a la Comandancia General de
Artillería de la 4ª Región (Cataluña), un mando que las circunstancias
políticas del país hacían particularmente difícil. Allí sirvió a las inmediatas órdenes de Su Alteza Real el
Infante Don Carlos, capitán general
de Cataluña, abuelo materno del rey
Juan Carlos I, quien varias veces le
recordó luego, en cartas que guarda
celosamente en su archivo familiar,
la estima que llegó a merecerle su leal
cooperación.
Recuerda que a fines de marzo de
1931 el Infante Don Carlos le confirmó
al general Camacho que el expediente para el ingreso de su hijo Guillermo
en el Cuerpo de Mutilados de Gue-
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rra por la Patria estaba aprobado y
pendiente de la firma de Su Majestad, para su inmediata publicación
en el Boletín, pero otra vez la aciaga
suerte le acompañaba, pues con la
proclamación de la Segunda República el documento quedó sobre la
mesa. Si bien, ulteriormente, logró
el ingreso en el cuerpo de mutilados
de guerra por la patria, al tiempo que
se le concedía el Diploma de Estado
Mayor.
Pero no todo fueron pesadumbres.
El destino le deparó un encuentro venturoso, pues conoció a la joven
Pilar de Alós y Fontcuberta, hija de
los marqueses de Dou; la simpatía
fue mutua y el amor prendió enseguida. Coincidían en casi todo,
pequeñas y grandes cosas, los
momentos de felicidad son raros y
gratos y es delicioso fijarlos en la
memoria. Se casaron en Barcelona,
el 27 de abril de 1935, y llegaron a convivir seis décadas. Sus tres hijas, tan
distintas y tan fraternalmente unidas: Concepción, fallecida el 21 de
junio de 1989 –¡pobre Conchita!, en
ella se reunían las condiciones de la
mujer simpática y risueña, cuya
definitiva ausencia oprimió los últi-
domingo, 15 de marzo de 2015, EL DÍA
mos años de sus padres–; María del
Carmen, casada con Juan Domingo
Jiménez Fregel, de quienes proceden
sus amadas nietas Carmen Rosa, Pilar
y Begoña, y, por último, María de las
Mercedes, licenciada en Historia y
viuda de Manuel Sarmiento Peñate.
La piedad y las letras presidían de
manera ejemplar el hogar de los Camacho y Alós.
Al iniciarse la Guerra Civil hizo, en
unión de su padre, acto de presencia inmediata en el Gobierno Militar
de Las Palmas, donde prestó servicios en el Estado Mayor. Terminada
la contienda, e impulsado por una
clara vocación hacia el estudio, se
matriculó en la Universidad de La
Laguna, alcanzando en 1944 el
grado de licenciado en Derecho, para
seguidamente dedicarse con brillantez y eficacia a la docencia.
Estudioso de la Historia y relevante
publicista (2), sus obras nos dicen de
su esclarecido talante espiritual,
por las que mereció públicos reconocimientos (3).
La ventana del pequeño salón da
a la calle y una de sus puertas a la
alegre terraza, iluminada con el sol
de la tarde. Y a la puesta de sol, hay
Guillermo
Camacho con el
autor de este trabajo.
Camino de Icod el
Alto y el patio de la
Hacienda Los
Príncipes (foto
revista Personajes en
la Vida de Canarias).
un tiempo en que sus rayos inciden
en el interior de la estancia de tal modo
que por unos minutos su reflejo hace
que toda la blanca estancia se llene,
con inusitada luz, de un rojo rutilante
que ilumina levemente la figura de
don Guillermo. Abre los ojos y,
satisfecho, cruza las manos, mien-
tras hace un guiño de complicidad
a su querida Pilar, sentada plácidamente a su vera. Lentamente, el
ámbito se va llenando de sombras.
Entre tanto, don Guillermo da gracias a Dios por haberle concedido todo
el tiempo de su ya extensa y productiva vida.
NOTAS:
“Historia y genealogía de la casa de Camacho de San Miguel de La Palma” y “Ascendientes por varonía de Don Julián Jiménez
Falcón en la Isla de Gran Canaria- Ascendientes por varonía, en las parroquias de
Nuestra Señora de la Concepción y De Santiago Apóstol de Los Realejos, de Doña Rosa
Fregel y Hernández”, “Ascendencia de los
Pérez Galdós”, publicada en el Anuario de
Estudios Atlánticos; Iglesias de la Concepción y Santiago Apóstol, publicado en
1983.
(1) La Hacienda de Los Príncipes la adquirió Celedonio Camacho y Pino, en Madrid, el 14 de mayo de 1867, ante el notario Mariano García Sancho, a Juan Bautista
Cabrera y Bernui Pérez de Saavedra y Arguayo, marqués de Villaseca, conde de Villanueva de Cárdenas, XIV Adelantado de las
Islas Canarias. Al terminarse los trámites,
en 30 de junio de 1876, había muerto el marqués, después de instituir heredera universal
a su mujer, María del Carmen Pérez de Barradas y Bernui, y ya esta señora estaba casada
en segundas nupcias con Teobaldo de Saavedra y Cueto, senador del Reino, maestrante de Sevilla, primer Marqués de
Viana desde el 2 de julio de 1875, creado
Grande de España el 20 de marzo de 1893.
(2) De entre los trabajos de Guillermo
Camacho y Pérez Galdós, además de los mencionados en el texto, recordamos “El cultivo de la caña y la industria del azúcar en
el siglo XVI”, “Cultivos de huerta en Gran
Canaria”, La Hacienda de Los Príncipes (1943),
(3) Don Guillermo estaba en posesión de
numerosas condecoraciones y distinciones.
Entre ellas, la de Caballero Placa de la Real
y Militar Orden de San Hermenegildo; dos
Cruces Rojas al Mérito Militar y al Mérito
en Campaña. Y fue Hijosdalgo a Fuero de
España, cofrade de la Ilustre y Noble Esclavitud de San Juan Evangelista de La
Laguna e Hijo Adoptivo de la Villa de Los
Realejos, municipio que dio su nombre a
una de sus más importantes vías públicas.
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EL DÍA, domingo, 15 de marzo de 2015
INVESTIGACIÓN
EN PORTADA
TURISMO
Teodoro Ríos
Teodoro Ríos nació en Cabaiguán, Cuba, en 1917. Fue el tercer hijo de padres emigrantes de la isla de
La Palma. Su padre, Ignacio, no consiguió que se interesara por el comercio familiar ya que su único interés, desde muy niño, fueron los colores y las
formas. De vuelta en Canarias, en 1929,
el joven Teodoro trabaja diseñando para una empresa de bordados, al tiempo que estudia pintura en la Escuela
de Artes y Oficios de Santa Cruz de La
Palma. En 1933 se traslada a Santa Cruz
de Tenerife, donde trabaja, esta vez,
dibujando para una empresa de fundición metalúrgica. Una tarde, el conocido dueño de una finca de La Cuesta le compra el paisaje que estaba dibujando en sus terrenos por una suma
que superaba su sueldo semanal. Ese
día supo que dejaría su trabajo en la fundición para dedicarse única y exclusivamente a la pintura.
En 1934 celebra su primera exposición individual en la Casa de la República de Santa Cruz de La Palma. Luego, viaja a Madrid para estudiar en la
Escuela de Bellas Artes de San Fernando,
pero la Guerra Civil aborta sus ilusiones. Ante la imposibilidad de proseguir
su formación académica, se convierte en un autodidacta. Expone su obra
en el Círculo de Bellas Artes de Santa
Cruz de Tenerife, y en distintas salas
de Madrid, figurando también como
escenógrafo de teatro en Madrid y en
Canarias. En 1945 funda en Madrid, con
otros pintores, la Agrupación Española
de Acuarelistas. En 1947 forma parte
del grupo de Pintores Independientes
Canarios y presenta seis obras. En estos años recibe distintos premios. En
1949 se reúne en Nueva York con su hermano Santiago, actor profesional en Cuba, país donde residirá junto con su mujer y sus tres hijos. Dedicado exclusivamente al retrato y al paisaje hasta abril
de 1959, en esta década, destacan los
distintos murales realizados con la técnica del fresco y los retratos dedicados
a la escritora cubana Dulce María
Loynaz, cuya imagen se muestra en la
ilustración, y a la esposa del presidente
de la República, Prío Socarrás, entre otros.
De regreso a Tenerife, cuelga en el
Café El Águila, de Santa Cruz, una exposición de pinturas y collages que titula
“Emancipaciones Plásticas”, como
un irónico desafío técnico a cierta mediocridad vanguardista y petulante. Durante los siguientes treinta años, Teodoro pinta incansablemente retratos y
paisajes, y muestra su obra en numerosas exposiciones. Sus últimos trabajos
se caracterizaron por figuras grotescas
y paisajes en obras de trazo suelto y libérrima inspiración, como las series de
“Caras y caretas” del Carnaval, y “Barrancos imaginarios”. Falleció en 1992,
a los 74 años.
Serie “Pintores canarios”, cuadro Nº 8
(técnica mixta sobre papel de acuarela)
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domingo, 15 de marzo de 2015, EL DÍA
VIAJES
LAS PRIMERAS CIUDADES JARDÍN
DEL MUNDO.
La pionera, Letchworth; la segunda, Welwyn Garden City
Texto y fotos: Antonio Salgado Pérez
D
esde 1976, la organización
Cursos Intensivos Británicos, que dirige Pat Pickett
de Trujillo, sigue enviando
al condado de Hertfordshire –situado entre Cambridge y
Oxford– a numerosos alumnos tinerfeños, y de otras islas, en busca del aprendizaje del idioma inglés, ubicándose en
varias localidades de la citada circunscripción anglosajona, entre ellas,
Welwyn Garden City.
A Welwyn Garden City (en adelante
W.G.C.) le cabe el honor de ser la segunda
“ciudad jardín” del mundo tras recoger, y perfeccionar en gran medida, el
modelo de la vecina Lechtworth, que
fue la pionera en este aspecto. Por otra
parte, el diseño de ésta –y no deja de
ser curioso– incluye la incorporación
de la primera rotonda del mundo, construida en 1909.
W.G.C. es una ciudad de 44.000 habitantes, inserta en el condado de Hertfordshire, a 32 kilómetros de Londres.
Como su propio nombre indica, es una
ciudad jardín con urbanismo planeado a principios del siglo pasado. Fue
fundada por Ebenezer Howard en
1920 y diseñada por Louis de Soissons.
Y surgió poco después del éxito obtenido en la aludida pionera.
Howard incentivó la creación de las
llamadas “garden cities”, ciudades
de extensión limitada, planeadas urbanísticamente y rodeadas de un cinturón permanente de tierra agrícola. El
modelo de ciudad jardín se creó para
fomentar el desarrollo de zonas suburbanas, de entre ciudad y naturaleza, que
representaba una descentralización planificada de las urbes.
Ebenezer Howard (1850-1928), que
era estenógrafo del Parlamento británico, siempre mostró un enorme interés por los problemas sociales, y su propuesta para la creación de ciudades
pequeñas, completas, con todas las funciones urbanas, se desarrolló principalmente como un medio para acabar
con el caos de la gran ciudad y mejorar las condiciones de las viviendas.
Howard pregonó, y luego lo llevó a
cabo en W.G.C., que “en las grandes ciudades las calles están bien iluminadas,
pero durante el día hay muy poco sol
y el aire está viciado; tiene imponentes edificios palaciegos, pero también barrios marginados. Por el contrario,
en el campo, y en localidades como
W.G.C., se puede disfrutar de la belleza
de la naturaleza, aunque la vida social
es menos intensa. Las vistas son más
Vista panorámica
de Wewyn Garden
City.
Ebenezer Howard,
en Lechtworth, en
1911.
Welwyn Garden
City en los años
veinte.
amplias; hay parques, bosques y aire
puro. Las casas están situadas en ventilados y soleados emplazamientos”.
En la actualidad la denominación de
“ciudad jardín” tiene un significado muy
preciso dentro de la terminología urbanística. No se refiere exclusivamente a una parte de la ciudad con jardines, sino a un tipo especial de ciudad.
En un congreso celebrado en 1920, en
la primera ciudad–jardín que se construyó en el mundo, la señalada Letchworth, la Asociación Inglesa de Urbanismo y Ciudades-Jardín acordó la
siguiente definición de ciudad-jardín: “Una ciudad proyectada para
favorecer sanas condiciones de vida y
de trabajo, con un tamaño tal que haga
posible una plena dimensión de la vida
social, rodeada de un cinturón rural y
con todo el suelo de titularidad pública
o cedido para su uso por parte de la
comunidad”.
Es curioso dejar constancia de que
cuando en aquellas lejanas ocasiones
se les preguntaba a sus habitantes si estaban satisfechos con Letchworth como
centro industrial, generalmente la respuesta era afirmativa, sin reservas; y
cuando se les solicitaba que indicaran
las ventajas que encontraban en dicha
ciudad hacían especial hincapié “en las
buenas casas, en la ausencia de hacinamiento, de alcoholismo y en la limpieza de la ciudad”.
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EL DÍA, domingo, 15 de marzo de 2015
VIAJES
El Howard Center,
con fachada de
museo (izquierda), y
la fuente
conmemorativa de la
coronación de la
reina Isabel II, de
1953.
Homenaje a sir
Ebenezer Howard,
fundador de la
ciudad. A la derecha,
un rincón de esta
ciudad integral.
Quienes hemos tenido la oportunidad de residir con cierta asiduidad en
Welwyn Garden City, sin alturas en edificios, de recoletos bulevares y casas
con vestigios georgianos, nos percatamos
de que con sus curvas, recodos y numerosas calles sin salida ( “cul de sac”) ,
la configuración de sus contornos
parecen ser simplemente el resultado
de una disposición al azar. Pero, a decir
verdad, y tras haberla visto in situ, se
observa que, como ha analizado el reputado arquitecto danés Steen Eiler Rasmussen, “guarda una relación con la
geografía del terreno y con la vegetación existente y que ha sido integrada
en el conjunto de un modo encantador”.
Reconocidos técnicos en materia urbanística coinciden en que W.G.C. “con
sus magníficos robles añejos y sus casas
confortables, presenta un aspecto mucho más idílico que cualquier otra del
mundo situada sobre una línea férrea”.
Aquí se ha cuidado mucho la atractiva
apariencia de las zonas residenciales.
La mayoría de las calles son amplias,
con márgenes de hierba a ambos
lados de la calzada y senderos en lugar
de aceras, de modo que en su conjunto
sus parcelas parecen pertenecer más
al campo que a la ciudad. Se ha conseguido introducir con éxito jardines
delanteros sin vallas, como los que se
pueden ver en Estados Unidos, a pesar de que, por lo general, en Inglaterra los dueños tienden a cercar sus propiedades.
La mayoría de los residentes en esta
ciudad trabaja en los centros industriales
de ésta y el resto en lugares que no dis-
Calles limpias, con
márgenes de
césped a ambos
lados de la calzada.
tan los quince kilómetros. Por lo tanto, no se trata de la clásica ciudad dormitorio sino de una auténtica ciudad
integral. Es un sitio, por ejemplo, muy
apropiadoporlascomodidadesqueofrece
en escasas distancias. Y posee notables
vías de comunicación en trenes y
autobuses.Atesoramásjardinespormetro
cuadrado que casas. Resalta su impoluta limpieza. El grafiti sería como un
insulto ambiental: no existe. No se ven
policías, posiblemente porque no son,
a primera vista, necesarios. En su centro comercial, donde surgen firmas del
prestigio de John Lewis, Waitrose,
Sainbury·s, etc, se pueden solucionar
todos los problemas domésticos; se pueden cubrir todas las necesidades, de forma
especial en el Howard Centre, con fachada
de museo, donde se sitúa el compendio de la zona comercial más importante
de la ciudad, edificio erigido en memo-
ria del ya citado Ebenezer Howard. Dicho
centro, y como ya habíamos adelantado,
cuenta con una estación de ferrocarril
que pasa desapercibida por su estratégica
situación.
La zona industrial, que es muy importante –Shredded Wheat, Roche, Sigma
Corporation, Vega Group, Xerox, etc–,
está localizada en la periferia de esta
ciudad-jardín. En sus “subway” hay galerías de fotos antiguas donde el civismo
de la población no las ha adulterado con
rayas ni tachaduras. Lo que observamos en el suelo son, simplemente, las
románticas hojas del otoño.
La columna vertebral de la ciudad es
Parkway, un parque que, a pesar de sus
escasas dimensiones, ha sido calificado como “una de las vistas más
espléndidas del mundo desde una perspectiva urbanística”.
Como anécdota podríamos decir
que ninguna de las vías de la ciudad
tenía la designación de “street” (calle),
ya que a los nombres de éstas se les aplicaban palabras como “lane”, “way”,
“park” o “close”, dando una sensación
de sitios tranquilos y sin tráfico. Pero
dicha costumbre, por error, se incumplió por primera vez en el año 2005, en
que una de las calles fue calificada de
“street”. También resulta curioso uno
de los deseos que formuló Ebenezer Howard: que cada una de las casas de la
ciudad original contase con un manzano en el jardín para que se produjesen suficientes frutos para sus habitantes.
La serie británica de televisión
“Superstars”, emitida con gran éxito
a través de la BBC durante los años
setenta y ochenta, se rodó en W.G.C.
También en esta ciudad, y concretamente en la calle Longcroft Lane, se inauguró la primera boutique-hotel para gatos,
que hoy sigue prestando sus servicios
en la ciudad que, como ya hemos apuntado, fundó Howard en 1920 con el sanísimo propósito de que las condiciones
de vida y de trabajo fuesen más saludables que en las grandes ciudades, sin
necesidad de que esta existencia fuese
más cara.
Para finalizar nuestra experiencia en
W.G.C. vamos a transcribir parte de las
palabras que, en su día, y enamorado
de la campiña británica, Howard le dedicó
al campo: “El campo es el símbolo del
amor de Dios y cuida de los hombres.
Todo lo que tenemos y todo lo que somos
proviene de la tierra. Ella ha formado
nuestros cuerpos y a ella retornan. Ella
nos alimenta, nos viste, nos abriga y
nos protege. En su seno descansamos.
Su belleza inspira el arte, la música, la
poesía. Su fuerza mueve todas las ruedas de la industria. Es la fuente de toda
salud, de toda riqueza, de todo conocimiento. Pero la plenitud de su dicha
y sabiduría no ha sido todavía revelada
al hombre. No lo será nunca mientras
perdure esta aberrante y antinatural separación entre sociedad y naturaleza. El
campo y la ciudad deben estar casados;
de esta unión dichosa nacerá una
nueva esperanza, una nueva vida, una
nueva civilización. Mi propósito es
demostrar cómo se puede dar un primer paso en esta dirección mediante
la creación de un imán campo-ciudad,
precisamente basándome en principios
de sentido común y lógica”.
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domingo, 15 de marzo de 2015, EL DÍA
www.eldia.es/laprensa
Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 971
PSICOLOGÍA CONTEXTUAL:
todos queremos sentirnos bien
L
a vida, desde los ojos de
quien la vive, es una experiencia única y radical.
Mientras avanzamos por ella
aprendemos a abrazar con
gusto y amor muchas de sus partes,
momento a momento. Incluso pudiera
parecer una injusticia el no sentirnos
capaces de llenarla de mayor y mayor
cantidad de esos buenos momentos.
Todos queremos lo mejor para nosotros mismos y para quienes tenemos
a nuestro lado; todos queremos ser felices y sentirnos bien, y nadie desea sufrir;
todos aspiramos a alcanzar nuestras
metas, todos queremos tener nuestra
vida y entorno bajo control. También
el dinero, las relacionesy hasta nuestras emociones, sentimientos, pensamientos. En definitiva, ¿quién no se
encuentra ya en el camino de la búsqueda imperturbable de la felicidad,
o la búsqueda de la felicidad imperturbable? Tenemos fe, creemos en un
futuro remanso de paz, en una sonrisa sin final, en una solución para cada
problema, en un alivio para cada mal.
Y, sobre todo, en un alivio con prontitud. Lo queremos todo ya.
¿Podríamos hacer de nuestra vida
todo aquello que deseamos? Parece
complejo, pero también es llamativo,
motivador, alentador. Sí, podría parecer un buen proyecto de vida aprender a diferenciar entre qué escogemos
y qué rechazamos para, finalmente,
lograr lo deseado. Y así, comúnmente, vamos por nuestro camino, no mirando donde no creemos que haya luz,
evitando aspectos que no queremos
para nuestra vida, y, por otro lado, sin
quitar la mirada, ni un segundo, de todo
destello deslumbrante: de alegría, felicidad y euforia. Pero no solemos mirar
lo que depende y lo que no depende
de nosotros.
Las señales del camino
¿Podríamos, acaso, seguir un camino
adecuado sin estar atentos a todas las
señales de nuestro camino, provengan de dónde provengan? Tendemos
a rechazar y, por ende, dejar de conocer lo que no nos gusta. Lo propio y
lo ajeno. A no dar lo mejor ante lo que
no creemos merecedor de nuestro
esfuerzo; a no mirar hacia nuestro dolor
con compasión, sino hacia quien
creemos que nos lo genera con odio,
miedo, rabia. Y así nos va a veces. Pero,
¿nos paramos a dar lo mejor de nosotros en las distintas circunstancias, sean
cuales sean?, ¿podríamos sacar lo mejor
de nosotros y nuestra situación si no
la abrazamos ni comprendemos de lleno, incluyendo el dolor que pueda albergar? Puede que la felicidad no sea una
Texto: Juan Jesús Aznárez Acosta
(psicólogo y terapeuta contextual.
Co-coordinador de la Comisión de Terapias Contextuales
(COP-Tenerife). [email protected]
www.contextualtenerife.com)
utopía, pero ¿es posible, o deseable,
una vida sin un momento de dolor, incomodidad o miedo?
Otra forma posible de entender la
felicidad y el sufrimiento es que
ambas son las dos caras de la misma
moneda: sentimos el dolor que surge
por la pérdida de lo amado, o el propio miedo a perderlo, precisamente
porque deseamos con demasiada
fuerza mantenerlo. Es una garrafal incomprensión de nuestro amor y felicidad, y de nuestro miedo y sufrimiento.
Y como nos relacionemos con ellos posteriormente es lo que puede hacernos
sentir que nos estamos volviendo locos,
que algo no anda bien. O nos inunda
la infelicidad.
Sin entrar aquí a discutir razones de
base, los modelos clásicos imperantes de comprensión de la humanidad
y sus particularidades nos enfocan en
ocasiones, si no se hace un análisis riguroso, hacia un camino de lucha con
nosotros mismos y nuestras circunstancias. Donde la energía que bien podría ayudarnos a salir adelante queda
orientada a hacer frente a los efectos
secundarios o derivados de la forma
de comprensión del problema, generando un círculo vicioso de sufrimiento
e infelicidad difícilmente sorteable.
Sin embargo, a la hora de acercarnos a un especialista de esta nueva
corriente nuestra experiencia será la
de una aproximación terapéutica
centrada en la aceptación y el manejo
adecuado del sufrimiento propio,
del malestar, las dificultades y el dolor
del que no podemos deshacernos. Entendemos que es normal sentirse
mal en determinadas circunstancias
y que el arte de la recuperación estriba
en el empoderamiento personal ante
la vida, y no en dejarse llevar por un
proceso protocolizado de intervención
donde nuestro papel es casi de mero
observador.
Las terapias de Tercera Generación
En los últimos veinte años, la Psicología Contextual, amparándose en
rigurosas investigaciones científicas,
ha dado pasos de gigante, mejorando radicalmente las concepciones
imperantes sobre el ser humano, la sociedad, el amor, la felicidad, el sufrimiento o la enfermedad mental, desarrollando modelos y técnicas de intervención basados en la evidencia,
que dejan atrás enormes dificultades
técnicas en el territorio del análisis de
la conducta humana. Esta rama de la
ciencia, actualmente en auge, se ha
extendido por todo el planeta y es desarrollada por investigadores y profesionales de gran prestigio a nivel mundial.
Las conocidas como Terapias de Tercera Generación o Terapias Contextuales
están demostrando su aplicabilidad
en multitud de campos de intervención, implementando y mejorando cualquier actividad relacionada con la interacción entre personas, tanto en entornos clínicos y sanitarios, como en
entornos educativos, sociales y comunitarios. A su vez, enriquecen de forma
asombrosa la labor profesional, y la
experiencia personal de todo aquel que
se aproxima a su conocimiento y aplicación práctica, independientemente
del enfoque previo que se elija.
Este modelo, que experimenta un
crecimiento exponencial tanto en su
desarrollo como en su divulgación, se
acerca a todos nosotros en una oportunidad única para los profesionales
de las Islas. Estamos hablando de una
posibilidad de actualizar de forma sustancial los conocimientos y habilidades a través del Primer Simposium de
Terapias Contextuales, que va a tener
lugar los próximos 21 y 22 de abril, organizado por la Asociación Contextual
Canarias, con la colaboración del Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz
de Tenerife, la Universidad de La Laguna, Simpromi y otras organizaciones e instituciones.
En este evento del más alto nivel científico participarán los principales investigadores y autores representantes del modelo a nivel nacional e internacional, haciendo accesible a los participantes la comprensión de los
principales enfoques que se encuentran adscritos a las Terapias de Tercera Generación, y los medios adecuados y validados para su puesta en
práctica. Contaremos con la presencia del Dr. Kelly G. Wilson, profesor
de la Universidad de Mississippi,
coautor de los modelos teóricos de base,
terapeuta y divulgador de reconocido
prestigio internacional, y otros ponentes de la talla de la doctora Mª Carmen
Luciano y del doctor Marino Pérez Álvarez, autores de innumerables libros y
artículos científicos sobre la evolución
del modelo, principales referencias
nacionales de esta “nueva psicología”.
Además, participaránotros autores y
grandes especialistas, que harán de este
evento, en su conjunto, una exquisitez única y altamente recomendable.
Entre todos podemos hacer de Canarias un contexto de desarrollo sostenible y saludable.