1 Quiero comenzar estas palabras con un sentido agradecimiento a

Palabras de Luis Alberto Moreno
Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo
Asamblea de Gobernadores
14 de septiembre de 2015 – Washington, D.C.
Quiero comenzar estas palabras con un sentido agradecimiento a ustedes,
nuestros Gobernadores, por la renovación de este voto de confianza que me
compromete, aún más, a seguir trabajando por el progreso de América Latina y el
Caribe.
El honor que me han hecho al respaldar mi nombre no sólo me llena de orgullo,
lo asumo también como la señal de que hemos escogido el rumbo correcto, algo muy
significativo en estos tiempos tormentosos que afectan a la región.
Empiezo este nuevo y último mandato con la mirada bien puesta en el futuro,
pero no olvido el camino que hemos recorrido juntos.
Me siento afortunado de haber contado con el consejo de los aquí presentes,
quienes han sido determinantes para que esta institución ocupe el lugar de
preponderancia que tiene. Sea éste el momento para reconocer a nuestro personal,
cuya dedicación ejemplar y capacidad de adaptación a las circunstancias merecen el
aplauso de todos.
Cuando hace diez años fui designado como Presidente del Banco, las
circunstancias que nos rodeaban eran muy diferentes a las actuales.
En 2005 la mayoría de nuestros países experimentaban un ciclo de crecimiento
rápido, comparable al de hace medio siglo.
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La conjunción de abundante liquidez internacional y altos precios de las materias
primas exportables, dio origen a un círculo virtuoso que se expresó en una mayor
actividad económica, más inversión y un excelente ritmo de generación de empleo.
En el plano social, esta dinámica nos abrió una ventana de oportunidad que fue
muy bien aprovechada, nunca antes tantos latinoamericanos y caribeños salieron de la
pobreza y forman parte de la clase media. Hoy somos más prósperos, más educados y
más sanos que en cualquier momento pasado de nuestra historia.
Por cuenta de los vientos que soplaron a nuestro favor y de políticas públicas
adecuadas, la región cumplió con una parte importante de los objetivos del milenio
establecidos a finales del siglo pasado. Para citar un par de casos concretos, la meta
de disminuir a la mitad el porcentaje de personas con ingresos inferiores a 1 dólar con
25 centavos diarios se alcanzó en 2008, mientras que la de reducir en dos terceras
partes la mortalidad de los niños menores de cinco años se consiguió en 2013.
Por supuesto,
nos falta mucho para alcanzar los estándares propios de
sociedades más desarrolladas, pero las brechas que todavía existen no justifican
demeritar lo que se ha conseguido.
En estos años transcurridos, la economía global vivió más de un sobresalto. La
crisis financiera internacional que estalló a finales de 2008 puso a prueba nuestra
capacidad de respuesta.
En ese momento quedó claro que habíamos aprendido las lecciones del pasado,
pues superamos la prueba con éxito, sin dificultades en la balanza de pagos o
problemas en nuestros sistemas financieros.
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Ahora que el ciclo alcista en las cotizaciones de los productos básicos ha
terminado, vuelven a surgir los interrogantes sobre la capacidad que tenemos de
remontar la corriente.
No hay duda, las cosas se han tornado más difíciles para muchos de nuestros
países, e incluso, en algunos casos hay retrocesos que encienden luces de alarma.
El descontento con la situación económica tiene también ramificaciones políticas
que se sienten con más fuerza en aquellas naciones donde la democracia es vibrante y
goza de buena salud.
Ante esas circunstancias, podemos llorar sobre la leche derramada, como en la
conocida fábula, o tomar el toro por los cuernos, como afirma el dicho popular.
Pienso que la opción de actuar pone a prueba el liderazgo para acometer
reformas que ya eran necesarias y ahora son todavía más urgentes.
Me refiero especialmente a la mejora de nuestra productividad, un tema en el
cual nos hemos enfocado con particular insistencia aquí en el BID y que forma parte
central de la Estrategia Institucional.
En más de un caso los cuellos de botella que hemos identificado se resuelven
con buenas políticas, no necesariamente con mas recursos financieros.
Ese es el caso de la calidad de la educación o de las rigideces que todavía
afectan el buen funcionamiento del mercado laboral. Incluso, la necesidad de
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modernizar la infraestructura puede encontrar soluciones en el uso de asociaciones
público-privadas, que exigen ante todo reglas de juego confiables para ser exitosas.
Y qué decir de nuestras instituciones con escasa capacidad de respuesta a la
hora de impartir justicia o atender las exigencias de una ciudadanía que demanda
acciones rápidas y efectivas de sus dirigentes.
Ahora que las cosas se han vuelto más desafiantes, no podemos confundir lo
urgente con lo importante.
Urgente es atender los desafíos del presupuesto del próximo año. Importante es
hacer sostenibles las cuentas públicas en el mediano plazo, tanto en materia de
ingresos como de gastos.
Se trata de crear las condiciones para contar con una base productiva diversa,
que privilegie la innovación y propicie la inversión privada.
Reconociendo que el terreno es más difícil ahora, ratifico mi optimismo en
América Latina y el Caribe y en nuestra capacidad para construir sociedades más
modernas y justas.
Confío en que sabremos estar a la altura de los desafíos de estos tiempos, a
sabiendas de que si tomamos las decisiones correctas, saldremos fortalecidos de la
prueba.
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Para este fin, el Banco Interamericano de Desarrollo ofrece su respaldo con
entusiasmo. Atrás quedaron las dudas sobre la relevancia de instituciones financieras
como la nuestra.
Hoy el papel que nos corresponde genera pocos cuestionamientos, ya sea en
momentos de estrechez o de abundancia.
A lo largo de estos años pudimos responder a las inquietudes, dejando en claro
que nuestro valor agregado proviene tanto de la provisión de crédito como del apoyo en
materia de asistencia técnica y conocimiento.
En el BID consolidamos este enfoque con el realineamiento, una profunda
reforma interna, por la que conseguimos un balance entre los ejes temáticos y los
regionales.
Me complace mucho constatar que los resultados alcanzados con las
reformas adoptadas, han sido reconocidos por la Oficina de Evaluación Externa.
Registro con satisfacción, por ejemplo, nuestro esfuerzo de descentralización,
hoy somos más cercanos a nuestros clientes y esa cercanía nos permite entender
mejor sus necesidades y responder oportunamente cuando se nos requiere.
En forma paralela, hemos avanzado mucho, somos un modelo a seguir en lo que
atañe a la igualdad de género. De poco serviría promover el cierre de brechas
injustificables, si no marcamos la pauta en nuestra propia casa.
En 2005, el 15% de las posiciones de la alta gerencia eran desempeñadas por
mujeres, hoy esta cifra asciende a 35% y seguimos trabajando para que esa tendencia
continue.
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Mientras que nuestra pertinencia se hacía innegable, en el año 2009 quedó en
claro que necesitábamos un mayor músculo financiero para atender las necesidades
de una región que nos exigía más.
El Noveno Aumento de Capital fue un proceso particularmente enriquecedor,
que además nos llevó a mejorar el “qué” y el “cómo” de nuestro trabajo.
Las cifras son elocuentes. Antes del 2008, el Banco aprobaba alrededor de 7000
millones de dólares a través de 100 operaciones por año, aproximadamente. En 2014,
nuestro financiamiento ascendió a 13.600 millones de dólares en 167 operaciones.
Hacia adelante, el cambio del escenario financiero internacional junto con la
adopción de las metas de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, creará
necesidades adicionales frente a las que no podemos ser indiferentes.
En tal sentido, seguiremos desarrollando mecanismos para profundizar el uso
más eficiente de nuestro capital.
Sabemos que las metodologías de las agencias calificadoras limitan nuestra
capacidad para actuar de forma contracíclica, lo cual nos obliga a ser innovadores
utilizando, por ejemplo, instrumentos financieros de intercambios de riesgo crediticios
entre multilaterales y la integración al capital ordinario del Banco de nuestro Fondo de
Operaciones Especiales.
El acompañamiento de nuestros accionistas a estos esfuerzos en el seno del
G20 será de la mayor importancia.
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No obstante lo anterior, si fuera necesario revisar nuestra capacidad crediticia, lo
haremos con el foco en los principios que han asegurado históricamente la reconocida
solvencia financiera del BID.
Reitero que nuestra importancia va mucho más allá de los números. Somos una
institución relevante, que ha sabido acercarse a los países prestatarios de forma ágil y
transparente y que no pierde su voluntad de adaptarse a nuevas realidades.
Muchos de esos principios se hicieron evidentes tras la catástrofe que desoló a
Haití hace más de cinco años. La tragedia conmovió al hemisferio en lo que fue una
verdadera crisis humanitaria.
El trabajo continúa y los obstáculos no han sido pocos, pero no hay duda de que
pudimos aglutinar y acompañar los generosos esfuerzos regionales, sin los cuales la
recuperación de una nación querida por todos habría sido mucho más larga.
La demostración de que sabemos hacer las cosas bien resultó determinante
para
el
papel
de
secretaría
técnica
que
nos
asignaron
los
gobernantes
centroamericanos, beneficiarios del plan de la alianza para la prosperidad en el
Triángulo Norte.
Estamos trabajando en dinamizar el sector productivo, desarrollar el capital
humano, mejorar la seguridad ciudadana y fortalecer las instituciones. Lo que ya hemos
aprendido nos servirá, por ejemplo, para apoyar el desarrollo en áreas de frontera
sujetas a tensiones migratorias o aquellas que requieran atención especial en nuestros
países.
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Cuando miro el camino que hemos recorrido juntos en estos diez años, uno de
los hechos que más me complace es la disposición a la hora de cuestionar
constructivamente la forma en la que hacíamos las cosas y corregir el rumbo en los
casos en que se ha juzgado necesario.
Ese examen permanente, que comprende énfasis y procedimientos, es lo que
explica la atención prestada a temáticas específicas, sin olvidar nuestro objetivo de
siempre, que es el progreso social de los pueblos latinoamericanos y caribeños.
Iniciativas como la de energía y cambio climático, agua y saneamiento o
ciudades sostenibles, responden a las necesidades de una región en la que conviven
las reivindicaciones del pasado, las exigencias del presente y las demandas del futuro.
Ejemplos como los que menciono se combinan con la convicción que siempre
me ha impulsado sobre el papel fundamental del sector privado en nuestro desarrollo.
Ustedes bien saben que una impronta de ésta Administración ha sido ampliar el
radio de intervenciones sin garantía soberana para incluir más sectores y más
empresas.
Conseguimos logros que se expresan en un portafolio mucho más amplio de
proyectos con impacto de desarrollo en múltiples sectores. Sin embargo, con los años
llegamos al convencimiento de que necesitábamos hacer más y hacerlo mejor.
Las decisiones adoptadas en la pasada asamblea de Busán, van precisamente
en esa dirección y nos abren posibilidades crecientes para promover instrumentos
financieros de mitigación de riesgos, facilitando así la promoción del “crowding in” del
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sector privado, un aspecto determinante para el financiamiento de las metas de
desarrollo sostenible.
Ya que hablo de porvenir, nuestro trabajo para estos cinco años que hoy
comienzan no puede abstraerse de las realidades globales y regionales y sus
tendencias de largo plazo.
Para comenzar, está la evolución de nuestra población en un planeta que llegará
a los 9.700 millones de habitantes en 2050, según los cálculos más recientes de las
Naciones Unidas.
Nosotros, como región, no seremos grandes protagonistas en dicho aumento,
pero experimentaremos un alza en la edad promedio de nuestra gente que vendrá
acompañada de retos, especialmente en materia de seguridad social.
Esa perspectiva nos obliga todavía más a aprovechar, mientras esté vigente, la
ventana de oportunidad que viene con el bono demográfico actual.
Tampoco seremos ajenos a las presiones migratorias, algunas de las cuales son
evidentes por estos días. Alimentar a más individuos, vestirlos y alojarlos, aparte de
eliminar la miseria de la faz de la Tierra, es quizás el interrogante más difícil que debe
resolver la humanidad, sobre todo ante el hecho de que hemos abusado de los
recursos que nos entregó la naturaleza.
El punto de la sostenibilidad tanto ambiental como social es crucial, más aun en
un escenario de mayor demanda de productos básicos.
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Muchos de nuestros países, ricos no solo en minerales, sino sobre todo en agua
y superficie cultivable, tendrán un rol primordial en los años por venir, pero deberán
desempeñarlo acertadamente, aprendiendo de las equivocaciones y los aciertos de
naciones hoy desarrolladas.
No menos significativa es la velocidad con la que viene esta nueva revolución
tecnológica que estamos y continuaremos experimentado en la próxima década, la
misma que ya ha variado tantos aspectos de la vida diaria.
La posibilidad de que fuentes de empleo tradicionales desaparezcan por
completo es real y presentará grandes desafíos que también llegarán a nuestros
países.
En América Latina y el Caribe perdimos el tren de la revolución industrial. Ahora
no podemos perder el tren de la revolución tecnológica, con los beneficios y los costos
que ésta trae aparejada.
A este respecto, veo luces y sombras. El programa Connectaméricas que el BID
ha impulsado desató una verdadera oleada de creatividad que me permite ser muy
optimista sobre la lectura que la región tiene de este nuevo entorno. Sin embargo,
encuentro también a muchos empresarios y dirigentes anclados en el siglo pasado,
convencidos de que las cosas son como antes, cuando evidentemente no es así.
Cambiar esta mentalidad reclama decisiones trascendentes como las que
permitieron la evolución en la relación entre Washington y La Habana, gracias a la
iniciativa tomada por el presidente Barack Obama, que apunta a una normalización
largamente deseada por América Latina y el Caribe.
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Si las cosas siguen como van y se desmontan los obstáculos que todavía
quedan, sumando la buena voluntad de las partes, llegará el momento en el cual la
incorporación de Cuba a la familia del BID y a la gran familia Interamericana, formará
parte de nuestra agenda. Confío en que así será más temprano que tarde.
Lo anterior me lleva a mencionar un tema más amplio y no menos trascendental.
Me refiero a la democracia en las Américas, que no pasa por un momento estelar.
La falta de transparencia, de medios adecuados para transmitir información, el
autoritarismo, la eliminación de las líneas divisorias en los poderes públicos son
algunos de los peligros más latentes, que no pueden ser enfrentados con desinterés.
Afortunadamente, están los ciudadanos. Son ellos los que salen a las calles para
denunciar situaciones intolerables y señalar que la paciencia tiene un límite. Son ellos
los responsables de estos retoños de primavera en las Américas que no puede ser
efímera. Son ellos los que deben señalar el camino para que florezcan sociedades
mejores y el buen gobierno eche raíces.
No se trata de construir más Estado o más Mercado, sino de hacerlos más
flexibles y transparentes, para conseguir hacer más con menos. En esa materia, la
innovación y la tecnología también nos pueden ayudar mucho.
Sin duda, un marco institucional más fuerte nos ayudará en el BID a hacer,
también, más con menos. La labor que tenemos enfrente es ardua y seguramente
nunca terminará.
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En este contexto, quiero plantear las líneas incrementales de nuestro accionar
de aquí al final de la presente década, sin descuidar por supuesto las áreas en las que,
tradicionalmente, nos desempeñamos y las nuevas responsabilidades que nos lleguen.
Un primer énfasis es en la sostenibilidad que,
en definitiva, representa el
desarrollo integral e inclusivo de la región. Me complace registrar que en estos diez
años hemos consolidado un sistema novedoso de salvaguardas ambientales y
sociales, con el fin de mitigar riesgos.
Sin embargo, desde el diálogo inicial con los países y el diseño de nuestras
operaciones, debemos incorporar variables de sostenibilidad como mitigación y
resiliencia al cambio climático, un manejo adecuado de la biodiversidad y mayor
equidad de género.
En lo que hagamos, es indispensable tomar en cuenta la evolución de nuestras
zonas urbanas.
En el Banco nos corresponde reorganizarnos para apoyar mejor la mitigación de
impactos en nuestro capital natural. Estos impactos se derivan de actividades como la
deforestación, la minería, la degradación de tierras y humedales y la contaminación
urbana e industrial.
El segundo foco de atención tiene que ver con el concepto de conocimiento
abierto. Con la realineación, cambiamos la organización para agrupar el conocimiento
especializado y la experiencia operativa bajo un mismo espacio de trabajo, fortalecimos
el perfil técnico de nuestros empleados, aumentamos los recursos financieros y
humanos dedicados a la investigación aplicada y desarrollamos mecanismos para
aumentar la calidad, transparencia y rendición de cuentas.
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En respuesta a los retos, diseñamos y creamos el repositorio institucional de
conocimiento del Banco, un hito para esta organización. Hoy cualquier persona puede
acceder a 7.000 de nuestras publicaciones, no importa en dónde se encuentre.
Sin embargo, nos queda un largo camino. El objetivo es convertir al Banco en
una institución bandera en la promoción de conocimiento abierto en la región, lo cual
comprende ofrecer publicaciones, cursos y datos a los que se pueda acceder de
manera gratuita, para que sean compartidos y reutilizados libremente.
Suena a lugar común, pero el poder del conocimiento abierto para mejorar vidas
no tiene límite. Éste fomenta innovaciones, estimula la creación de nuevos negocios e
incrementa la participación ciudadana y el monitoreo social de políticas públicas.
América Latina y el Caribe necesitan innovar y el BID necesita también innovar
para ayudar a nuestros países a ser innovadores.
Lo hecho hasta hoy es un activo intangible fundamental para avanzar la agenda
de trabajo de transparencia e integridad que la región demanda y que el Banco puede y
debe impulsar.
No puedo finalizar estas palabras sin referirme al tercer aspecto de la gestión
que viene, relacionado con las actividades orientadas al sector privado. La
determinación de consolidar el trabajo que hace el Grupo BID en la Corporación
Interamericana de Inversiones, fue el resultado de un proceso de más de quince años,
con el cual se inicia una etapa de grandes oportunidades.
Contar con una entidad especializada y adecuadamente capitalizada será una
herramienta clave para el avance regional. El objetivo que tenemos es ser más
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efectivos y al mismo tiempo crear una cultura institucional que se destaque por ágil,
flexible, selectiva y estratégica en las intervenciones que apoya.
Al eliminarse las duplicaciones existentes la entidad pronta a nacer tendrá una
mayor escala que cualquiera de las ventanillas que le precedieron, lo cual permitirá una
mayor especialización en las funciones y una más amplia variedad de actividades.
A nivel sectorial impulsaremos iniciativas que tengan impacto en el campo de la
infraestructura, en la incorporación de innovación en las actividades económicas y en
proyectos que incorporen los desafíos que nos plantea el cambio climático.
Pondremos, así mismo, una especial atención en las pequeñas y medianas
empresas por su papel en la creación de empleo y no descuidaremos el apoyo a
modelos de negocios inclusivos, contribuyendo a que todos los segmentos sociales
accedan a los beneficios de un mayor bienestar.
Nos mueve, en fin, la convicción de que el sector privado se puede involucrar
más en temas que aceleren nuestro proceso de desarrollo.
Apreciados amigos,
Deseo, para concluir, expresarle un agradecimiento sincero al gobierno de mi
país, del cual solo he recibido siempre el más integral apoyo. Los Presidentes Alvaro
Uribe y Juan Manuel Santos han tenido inmensas deferencias conmigo, al igual que
sus respectivos ministros. El liderazgo de Mauricio Cárdenas merece un especial
reconocimiento, pues es indudable que le ha aportado mucho a esta institución, como a
quien les habla.
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Me considero ciudadano de las Américas, pero jamás olvido de dónde soy.
Hace años salí de Colombia pero, en realidad, nunca me he ido.
Termino estas palabras con la reiteración de un compromiso hecho inicialmente
en 2005 y renovado en 2010. Este no es otro que el de dedicar en estos cinco años
todos mis esfuerzos, toda mi capacidad profesional, a la causa de una región que le
garantice una mejor calidad de vida a sus habitantes.
En ese propósito, sé que me acompañan los empleados del Banco, a quienes
realmente corresponden los méritos de lo alcanzado en estos años y sin cuya
dedicación no seríamos nada más que un nombre en una placa.
La distinción que ustedes me han hecho, supera con creces todos los sueños
que tuve cuando comencé mi carrera.
Arranca mi último periodo en el Banco, que tiene fecha cierta, y lo asumo con el
mismo entusiasmo del primer día.
Por tal razón, tengo claro que debo responder a semejante honor con la
promesa de trabajar más por el bienestar de nuestra gente.
Estoy seguro de que llegarán tiempos mejores, pero estos solo vendrán por
cuenta de combinar inspiración y transpiración. Para ese propósito, lo dije y lo repito,
me ofrezco con entusiasmo.
Muchas gracias.
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