Motivos por Pablo Zamora Calvo DR Pablo Zamora Calvo

Motivos
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Motivos por Pablo Zamora Calvo
D.R Pablo Zamora Calvo
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Impresión 2004
Reimpresión 2007
Reimpresión 2010
Reimpresión 2012
Motivos
Prólogo
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón
porque de él mana la vida” (Salomón).
Cuando el ánimo se pierde la vida se apaga. Cuando
el ánimo no está presente, cualquier esfuerzo se torna
imposible. Cuando no hay ánimo, los problemas se trasforman
en descomunales situaciones. Cuando no hay ánimo, las
circunstancias controlan al hombre.
Cuando hay ánimo en el corazón, hay vida en el hombre.
Cuando hay ánimo lo imposible se torna posible, donde hay
ánimo también se encontrará el esfuerzo, cuando hay esfuerzo hay
resultados.
Cuando hay ánimo, se soportan las situaciones difíciles
que es necesario atravesar en la vida, citando de nuevo a Salomón
“El ánimo del hombre soportará su enfermedad; ¿mas quién
soportará al ánimo angustiado?
Esta obra tiene como fin recordarle que
independientemente de sus circunstancias; vale la pena levantarse,
vale la pena luchar, vale la pena emprender, vale la pena amar...
¡vale la pena vivir!.. cuando tenemos motivos para ello.
Para poder tener ánimo… es necesario tener motivos.
Adelante, descubra esos motivos.
Pablo Zamora
Motivos
Capítulo 1
E
l día que encontré a Haziel y pude platicar por
primera vez sobre su asombrosa historia, era
un día aparentemente igual, como los demás. Yo cursaba
el segundo año de medicina en una universidad privada.
Me importaba poco la carrera, los maestros y la sociedad,
sólo quería hacer lo que me diera la gana cuando me diera
la gana; ese día me sentía especialmente molesto porque
en la escuela amenazaban de nuevo con expulsarme.
Sabía que me habían aceptado en la escuela porque mi
madre tenía muy buenas relaciones con el subdirector
de la facultad; sin embargo, eso no bastaba para que me
dejaran en paz.
Era joven y quería ser feliz a la manera en que
yo lo entendía: tener sexo con chicas guapas, estar
divirtiéndome con mis amigos, emborracharme y
drogarme de vez en cuando. Para mí eso era la vida de
verdad.
Pero en el fondo sabía que era un infeliz, que quizá
en otro lugar u otro tiempo habría una mejor manera
de vivir. Quizá en algún lugar los problemas dejarían
de existir. No obstante, caminaba cansado porque me
había desvelado hasta temprano en la mañana; y después de soportar cinco horas escuchando a profesores
que todo lo saben, aunado a haber recibido otra vez la
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Motivos
amenaza de parte de la dirección, habían llenado de
fastidio mi vida en aquel día. Quizá mi estado de ánimo
se me notaba al caminar.
En ese preciso momento fue cuando recibí de Haziel
aquella extraña invitación a comer.
Ese fue el inicio... Las siguientes revelaciones que
escucharía de boca de Haziel habrían de cambiar
para siempre mi vida. Nos habíamos encontrado en
uno de los pasillos de la escuela, que ya se estaba quedando vacía; eran como las tres de la tarde de un día
caluroso de verano.
Había cruzado antes algunas palabras con Haziel;
no era mi amigo, era una persona bastante rara e introvertida. Pero ese día he de confesar que Haziel no era el
mismo. Me sorprendió ver en sus ojos una luz que no
estaba acostumbrado a ver en ninguno de mis amigos y
conocidos. La cara de Haziel irradiaba una vida desconocida para mí, eso me impactó tanto que no pude entender
lo que decía, hasta que repitió su invitación a comer.
Yo tenía mucha hambre pues no había desayunado
esa mañana, así que no pude negarme, aunque no
dejaba de parecerme esa invitación algo extraña.
Fuimos a la cafetería de la escuela y ordenamos dos
hamburguesas y sendos refrescos.
Después de las acostumbradas pláticas intrascendentes, como sucede cuando se encuentra uno con una
persona ajena, Haziel me miró seriamente y me dijo:
—¿Sabes que fui “al otro lado” y regresé?
Me sentí desconcertado y pensé: “¿Qué me importa
a mí si fuiste a Estados Unidos a ver a Mickey y regre10
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saste?” A pesar de lo que pensé le contesté:
—¿Sí?, ¿y por qué regresaste?
—¡No!, ¡creo que no me entendiste, Jimmy! ¡Yo fui a
donde van los muertos, pero regresé! Me atraganté con
el bocado, y no pude pronunciar palabra. Mis ojos se
abrieron atónitos ante tan repentina y rara confesión,
y me le quedé mirando, como cuando se mira a alguien
que dice una loquera como si fuese una verdad.
—¡Sí, Jimmy! ¡Yo estuve en ese lugar y viví situaciones que me gustaría compartir contigo!
—Pero, ¿es cierto eso “del otro mundo”, Haziel? ¿No
es “puro rollo”?
—¡Claro que es cierto! ¡Yo estuve allí! —replicó Haziel.
Lo dijo con tanta seguridad que pensé que estaba
hablando con un desquiciado. Aunque he de admitir
que antes había escuchado comentarios de amigos
de mis padres acerca de personas que habían regresado del más allá y habían escrito libros con sus
experiencias; sin embargo, nunca me imaginé lo
cerca que se encontrara de mí una persona con
semejante historia.
En ese momento llegó Rahab, una compañera igual
de desubicada que yo, a quien lo único que le importaba
era divertirse. Se sentó en mis piernas, pero pronto la
hice a un lado para luego solicitarle a Haziel:
—¿Por qué no me cuentas tus experiencias?
—Claro, pero eso será en otra ocasión —me contestó
Haziel al momento que se levantaba para marcharse.
Rahab me invitó a su casa y supe que quería algo
de diversión. La acompañé en su auto hasta la puerta
de su casa; como siempre, sus padres no se encontra11
Motivos
ban, aunque he de confesar que era igual si estaban o
no, de todas maneras Rahab hacía lo que quería. Ellos
estaban tan ocupados con sus “rollos” que ni les importaba. Sorpresivamente le dije que no quería entrar, que
tenía cosas que hacer en mi casa; se molestó y me dijo
que entonces tomara un camión urbano para irme.
Salí del auto sin decir palabra y me dirigí a mi casa.
Esa tarde y esa noche sólo pude pensar en lo que
Haziel me había revelado. ¿Será posible que exista el
más allá?, ¿cómo será?
Me acosté ensimismado en mis pensamientos y, al
mirar a través de la ventana de mi cuarto, pude ver el
cielo con algunas estrellas y la luna llena en todo su
esplendor, mientras pensaba en el mundo del más allá.
Recordé que ese día había planeado salir con mis
amigos por la noche, pero la obsesión sobre la historia
de Haziel logró que esa cita se me olvidara y cobrara
poca importancia.
En ese momento recordé a mi padre quien había
fallecido hacía escasos cuatro años. Él fue siempre
un buen hombre, aunque durante mucho tiempo tuvo
serias dificultades con mi madre; él, durante toda mi
adolescencia me ayudó a ver el mundo de otra manera.
Pero desde que murió, mi vida empezó a transitar
por sitios que seguramente él no habría aceptado;
sin embargo, nunca antes en esos tres años yo había
reparado en ello. Aunque me consideraba ya un adulto,
sentí en ese momento lo mucho que lo extrañaba.
Por otro lado, desde que mi padre murió, a mi madre
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pareció surgirle su verdadero yo, ya que hoy sólo va a
fiestas y le sobran invitaciones para salir, pues ella es
una mujer de treinta y nueve años a quien no se le nota
la edad y sigue luciendo muy hermosa.
Ahora se puede dar la gran vida ya que mi padre
tenía un seguro de vida con una suma considerable.
Pero al paso que va, no sé si le durará un año más.
En el fondo, creo que ella nunca quiso verdaderamente
a mi padre, ahora puedo ver lo diferentes que eran.
Parece que mi hermanita y yo estamos solos contra
el mundo. No sé si sea esto la causa de mi rebeldía,
o será que lo tomo como excusa para mi comportamiento.
Al voltearme, mis ojos se posaron sin querer en una
foto de mi padre que conservaba sobre mi buró, en la
cual estábamos juntos en la graduación de uno de mis
años de preparatoria. Lloré al sentirme de nuevo solo,
y me dormí.
Aún no sabía que con los sucesos de los días
siguientes, todo cambaría en mi vida.
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Motivos
Capítulo 2
A
l día siguiente busqué a Haziel por toda la
escuela y no lo encontré. Ricard, uno de mis
amigos, se me acercó al salir de la escuela y me recordó
que ese día habría una fiesta en su casa; me dijo que
había invitado a todos los del clan.
Por la noche me dirigí a la fiesta en mi carro (un
VW arreglado que me había comprado mi madre), pero
antes pasé por Racia, una joven despampanante a
quien desde hacía más de tres meses había tratado de
seducir, pero no lo había logrado. Racia era una muchacha un poco extraña y le gustaba mucho divertirse con
nosotros; sin embargo, no quería acercarse de más con
ninguno, parecía disfrutar emocionando a todos. Racia
salió de su casa con un vestido negro sumamente corto
como los que siempre acostumbraba vestir, con el cual
se le veía casi algo más que las piernas; por cierto, las
más bonitas piernas de la universidad.
Era difícil manejar con semejante vista al lado.
Llegamos a la fiesta temprano. Afuera casi no se escuchaba ningún ruido, pero ya dentro podíamos escuchar el heavy-metal que a Ricard tanto le gustaba. Al
entrar, me sorprendió ver a Haziel, quien en cuanto me
vio se acercó, me abrazó y me dijo que estaba esperán14
Motivos
dome. Me sentí algo incómodo con su proceder frente a
mis amigos, pero pronto me di cuenta de que él era la
persona más solicitada en aquel grupo; muy a pesar de
traer tenis nacionales y una camiseta algo corriente,
lo cual hacía que resaltara en la fiesta. Sin embargo,
su chispa y la vida que irradiaba era contagiosa y verdaderamente especial. ¿Por qué era tan diferente este
Haziel del que veíamos por los pasillos de la universidad, siempre rebelde, pero tímido y escondido?
¿Sería que realmente vivió una historia paranormal?, ¿O se había vuelto loco?
En ese momento casi todos brincaban, tomaban e
intentaban bailar. Ricard paró de súbito la música y dijo:
—Les presento a Haziel, un alien del tercer tipo, que
nos quiere contar su historia en el más allá.
Todos se quedaron sorprendidos; éramos diez jóvenes en total. Ricard continuó diciendo:
—¡Los que no quieran escuchar, se pueden retirar!
Sinesio y Tarsilia, quienes en ese punto estaban
entrados en su acción particular y un poco ebrios ya,
se molestaron y se marcharon.
Los demás nos acomodamos a escuchar la historia
más interesante que jamás habíamos escuchado…
Esta historia la he querido transcribir lo más fiel
posible a lo que escuché de Haziel…
Ocho jóvenes inquietos estábamos a punto de escuchar la historia que cambiaría nuestras vidas para
siempre…
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Motivos
Capítulo 3
E
n cierta forma solemne y a la vez muy
emocionado, Haziel comenzó a hablar…
—Siempre fui un muchacho solitario, pues mis
padres se divorciaron cuando yo tenía dos años de
edad. Viví con mi abuela Rebeca hasta cumplir los
trece. Mi padre le daba dinero a mi abuela para que
ella se ocupara de mis gastos; mi abuela vivía muy
amargada y desde chico me castigaba con severidad.
Recuerdo que un día, cuando tenía como cinco años,
se me perdió el dinero que me había dado para las
tortillas y mi abuela me pegó con el cinto hasta que
se cansó. Aunque me sentía muy lastimado, en esa
ocasión no pude ni llorar. Al estar en la primaria fui
un niño muy inseguro, le tenía miedo a los demás.
Cuando cursaba cuarto grado me di cuenta de que era
feo y por ello sufría las críticas de los demás; hasta
mis tías se burlaban de mí por esa razón. Recuerdo
muy bien a una de ellas diciéndome que yo no iba a
necesitar máscara para ir a su fiesta de halloween.
A ellas se les hizo gracioso, pero a mí me dolió en el
corazón y jamás lloré más frente a nadie.
También de lo que me acuerdo de aquellas épocas,
es que para mí una muestra de afecto por parte de mi
abuela significaba mucho, pero ella me rechazaba cuando
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Motivos
le preguntaba por qué a sus demás nietos los abrazaba y
a mí no; era peor, me decía que yo parecía mujer.
A los trece años fue cuando intenté suicidarme
por primera vez. No olvido que ese día se enojó conmigo el único amigo que tenía; yo me acercaba a él
por ser el único que me hacía caso, aunque muchas
veces también se burlaba de mí. Ese día me golpeó y
traté de defenderme pero él era más fuerte que yo. Me
sentí avergonzado en medio de todo el grupo que se dio
cuenta. Regresé a mi casa sin ganas de comer, ni de
nada. Me sentí peor que en otras ocasiones; me sentí
solo y con una gran lástima por mí mismo; me sentí
como dentro de un profundo túnel.
Y fue entonces cuando empecé a escuchar esa voz
que me repetía:
—¡No le importas a nadie! ¡No le importas a nadie!
¡Mejor quítate la vida!
Esa noche busqué unas pastillas, me había dicho
mi abuela que tuviera cuidado con ellas porque eran
mortales. Las busqué y las encontré en su ropero; las
bajé y me tomé varias. Las manos me temblaban pero
ya nada importaba. Esa noche recuerdo que vomité
y vomité hasta que mi abuela escuchó el escándalo;
vio las pastillas y en menos de una hora estaba en el
hospital sometiéndome a un lavado de estómago. No
lo logré entonces, pero lo que logré es que mi abuela
llamara a mi padre para que fuera por mí.
Por la tarde él llegó y me llevó consigo a su casa.
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Motivos
En ese momento pensé que las cosas para mí cambiarían en la casa de mi padre, pero nunca pensé que
fueran a empeorar.
La casa de mi padre estaba en un barrio de clase
media. Según él, tenía amigos que eran importantes.
En ese tiempo era contador de una empresa refresquera
de la ciudad. Vivía solo y quería por supuesto seguir
haciéndolo. Cada semana llevaba a la casa mujeres con
las que se encerraba hasta entrada la noche. Parecía
que se daba la gran vida; sin embargo, yo sabía que
era un infeliz. Hablaba conmigo sólo lo necesario. Y eso
sí, me daba dinero para gastar. Quería que yo siguiera
estudiando en el colegio donde estaba cursando la
secundaria y así lo hice.
En ese período seguí sufriendo agudas depresiones
en las cuales sentía que no valía la pena seguir
viviendo, pero mi padre consiguió que la psicóloga
de la escuela me diera consejos o terapia (no sé
bien cómo se le llama); esas pláticas con Paloma me
ayudaban, pero no creo que me estuvieran curando.
Seguía sintiéndome un joven solitario a quien nadie
le interesaba como amigo, un joven torpe, porque
no era muy brillante en la escuela, y un joven feo,
porque ninguna muchacha se interesaba en mí.
Sentía que nadie me quería.
Mi padre no quiso seguir pagando las sesiones
porque, según él, yo ya no las necesitaba.
Al no tener ya con quién desahogarme, me sentía
peor que antes. Fue en ese tiempo que comencé a beber
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Motivos
en mi casa de las bebidas alcohólicas que mi padre
tenía, eso me hacía sentir bien por un momento. Sin
embargo, poco a poco me empecé a sentir de nuevo
dentro de un laberinto sin salida.
Sentía más cerca la certeza de que nadie me quería.
Y empezaron mis periodos depresivos junto con mis
experiencias con el alcohol, en los cuales, a los diecisiete
años, duraba días bebiendo sin salir de mi casa. Mi
padre no sabía qué hacer conmigo. En ese tiempo fue
cuando sucedió. Había tenido una discusión con mi
padre, él quiso golpearme y por primera vez no me dejé,
me defendí propinándole un golpe en la cara; no le pegué
duro, pero él se detuvo al momento y empezó a gritarme,
me gritó lo que siempre me decía: ¡Desgraciado!, ¡nada
más eso faltaba! ¡Nada más para eso sirves! ¡Eres un
malnacido! Y todas aquellas frases que ya me había
acostumbrado a oír desde niño, pero ese día no quise
escuchar más. Salí a la calle en ese momento, y quise
morirme, ya no soportaba más, ¡nadie me quería!, ¡no
servía para nada! Tomé la navaja que había comprado
meses antes. Al salir de mi casa me dirigí al callejón de
al lado del parque. La calle estaba casi a oscuras. Estaba
decidido a terminar con todo… a quitarme la vida…
Me senté sobre la banqueta, sudaba y estaba temblando. Me decía a mí mismo:
—¡Adelante: quítate la vida!, ¡nadie te quiere!
¡Esta vida es un infierno! ¡Ten valor, quítate la vida!
—escuché de nuevo dentro de mí esa voz, pero con más
fuerza que antes.
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Motivos
En ese preciso momento, en un arranque de desesperación, tomé la navaja, la del filo más grande, y sin pensarlo más corté la parte de mi muñeca izquierda, donde
más se veían mis venas. Sentí un ardor y me asusté al
ver salir un chorro de sangre con mucha fuerza.
Cuando reaccioné, quise arrepentirme, quise gritar
(estaba aterrorizado), pero no salió nada de mis labios.
Al momento había perdido el conocimiento. Fue en ese
momento cuando inició mi experiencia…
Sentí que salía de mi cuerpo y me elevaba. Vi mi
propio cuerpo tirado en la calle; la sangre seguía
saliendo por mis venas rotas. Al principio vi que estaba
solo, pero tiempo después pude ver que empezaba a
juntarse gente. Yo seguía elevándome hacia la luz. Y
antes de perder de vista mi propia escena, vi a mi padre
acercarse corriendo hasta mí como un desesperado.
En eso sentí que algo luminoso me rodeó y a pesar
de lo extraño que parezca, me sentí seguro y en paz. En
un momento entramos a un lugar oscuro, parecía que
habíamos traspasado el mismo universo y entrábamos
en otra dimensión. Sentí la presencia de algo malo y al
instante vi varios seres como sombras con orificios que
parecían pequeños ojos encendidos de fuego que me
miraban con gran odio y con desprecio; sentí su maldad
y me dio miedo. Sin embargo seguía rodeado de la luz
y esa luz me habló; no eran precisamente palabras,
simplemente entendí su mensaje, y su mensaje era:
“No tengas miedo mientras estés conmigo. Los
espíritus del mal están reclamando tu espíritu para
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Motivos
llevárselo al hades, donde ellos moran; dicen que les
perteneces.” No sabía qué significaba hades, pero me
dio gran temor esa palabra.
En eso llegó una sombra con espíritu de burla, y su
carga de odio y maldad era mayor que la de todos los
demás. Al acercarse hasta la luz que me rodeaba, sentí
que se tensó. La luz disminuyó frente a esta sombra a
quien llamaron Apolión.
—¡Éste me pertenece! —entendí que dijo con su voz
de gran autoridad, pero era tan fea, que sentí que venía
del mismo infierno. Al escuchar a su jefe, las demás
sombras rieron y se burlaban de la luz, que todavía
me rodeaba. Al fijarme un poco más en esta luz, vi que
representaba fuerza, autoridad y alegría.
Sin embargo, me dijo: “Parece que traen órdenes de
que te deje partir con ellos, pues según dicen, tú perteneces a la oscuridad, pero también sé que tienes la
oportunidad de regresar, aunque depende de alguien
que insistentemente pide por tí en la tierra desde hace
tiempo. Hemos enviado a que la despierten para que
pida por tí, es tu única salida para que regreses, esperamos que esa persona entienda el mensaje.”
En ese momento sentí el jalón de Apolión hacia
si, las demás sombras como que lo festejaron y yo
sentí temor y desesperación como jamás antes había
sentido. Les aseguro que no tienen ni idea de lo que se
puede sentir al estar cerca de esos seres tan malignos.
La oscuridad total me rodeó; sentí que el ambiente de
ese lugar era de maldad. Sé que algunos de ustedes
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Motivos
han sentido a veces con ciertas personas o en algunos
lugares malas vibras, o algo así. Bueno, es lo mismo
pero en grado superlativo.
Empecé a descender en ese hoyo negro y profundo.
Entre más bajaba, más miedo sentía. Gritaba, clamaba
y lloraba sin lágrimas, ¡pero sentía que nadie me escuchaba! ¡Me sentía tan solo y desamparado como jamás
antes me había sentido! Entre más bajaba, más sentía
la maldad, el odio y la venganza.
A lo lejos empecé a escuchar gemidos, lamentos y
gritos de dolor y de sufrimiento como jamás había escuchado ni se pueden imaginar. Eran apenas audibles,
pero me imaginé que estaban siendo atormentados.
La sombra negra que me abrazaba y jalaba puso
sus ojos en mí, y pude atisbar toda la maldad y el odio
que sentía hacia mí, como nunca había visto.
—“Tú viviste de acuerdo con nuestras maquinaciones; tú ya antes eras de las sombras, por eso te tocará
a ti también sufrir conmigo” —entendí que me dijo.
Y de nuevo escuché la risa del infierno que emitían
las dos sombras.
Grité, lloré. Estaba aterrorizado, ahora sí que estaba
arrepentido de querer morir.
El ángel había hablado de una sola oportunidad.
—¡Yo no tuve la culpa! —grité.
—¡Sí!, ¡yo no tuve la culpa! ¡Eso dicen todos! —me
arremedaban y se burlaban más de mí.
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Motivos
En eso se acercaron a una velocidad no concebida
por mí, tres luces blancas. Eran tres seres rodeados
de luz. Uno de ellos traía un papel enrollado. Las sombras me soltaron. Entre esos tres seres reconocí al
primero que me había rodeado. Me volvió a envolver y
los otros iban frente a nosotros quitando las sombras
en el camino de regreso hacia arriba. Temí preguntar
lo que estaba pensando. Pero uno de los seres pareció
adivinarlo y entendí que me dijo: “Si hubieras cruzado
la línea, jamás hubieras podido regresar del hades.”
Sentí un inmenso alivio.
En eso entramos a otra especie de dimensión; los
colores en aquel universo nuevo estaban siempre llenos
de luz. Aquellos colores eran totalmente desconocidos
para mí. En cuanto entramos, empecé a sentir una alegría y una paz que nunca antes había sentido.
—Hemos llegado —me dijo mi ángel (uno de los seres
de luz). Supe que su nombre era Trent (sí, tenía nombre).
—Éste es el tercer cielo —me dijo.
—Estarás aquí un tiempo, nos veremos después.
En ese momento me quedé solo, pero me sentía
bien; no me sentía abandonado. La atmósfera era completamente diferente, lo opuesto a la oscuridad.
Empezaba a descansar, cuando frente a mí apareció un ser con apariencia de hombre y una larga barba,
cuyos ojos como de fuego, lograban que al mirarlo inspirara autoridad.
Me miró y me di cuenta de que podía saber cómo me
sentía, sin necesidad de que yo se lo dijera.
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Motivos
—Soy un profeta —sentí que me dijo—, te daré
información que te puede servir para que conozcas lo
que hay detrás de la cortina de los tiempos, pero no te
daré toda la información de cómo puedes llegar a la
Ciudad de luz; eso tú lo tienes que averiguar, al igual
que los demás mortales del primer cielo.
Al principio no entendí claramente a qué se refería con Ciudad de luz y primer cielo, pero supuse que
primer cielo es la dimensión en la cual nosotros vivimos y que el tercer cielo como después averigüé es la
dimensión donde Dios habita.
—¿Alcanzas a ver aquella inmensa luz a lo lejos?
—entendí que me preguntó el profeta.
—Sí —le contesté, concentrando mi atención en
aquella refulgente luz que se veía como un sol. Pero
antes de aquel lugar había un gran río como mar.
—Esa es la Ciudad de luz, en ella se encuentran los
sueños más elevados de los hombres. Quienes entran
por sus puertas jamás morirán; la tristeza y el dolor no
existen en esa ciudad, en ella sólo habita el amor y la
felicidad para siempre, como ningún hombre o mujer
los ha experimentado.
No pude seguir viendo hacia la Ciudad de luz porque
era demasiado su brillo y atracción, y si donde estaba
en ese momento me hacía sentir tal alegría, felicidad y
satisfacción como nunca antes la había experimentado,
suspiré al pensar lo que habría en esa ciudad, detrás
de aquellas enormes puertas.
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Motivos
—El que cruza el río ya no puede regresar —me dijo
el profeta como adivinando mi deseo de entrar en la
ciudad, y añadió: ¡Y tú, vas a regresar!
—No, yo no quiero regresar —le reclamé.
—Si no regresas e inicias tu vida en la luz en el
primer cielo, no podrás entrar en la Ciudad de luz
—sentenció el profeta—. Pero te entregaré el mensaje
que decidió el Rey de la ciudad que te diera, el cual
podrás publicarlo cuando regreses.
“Pero si yo contase lo que hay de este lado es seguro
que todos querrían vivir en la luz” me dije a mí mismo.
El profeta había entendido.
—No, no lo harán —de inmediato me corrigió—,
el Rey ha enviado a muchos mensajeros hablándoles
de cómo andar en la luz y no les han hecho caso.
Aun en el supremo acto de su amor envió a su Hijo
único y la mayoría no le creyó. Pero en fin, espero que
este mensaje te sirva para que en la Tierra puedas
entender dos cosas: Una, que la vida en el primer cielo
tiene cosas hermosas que la mayoría de las personas
no disfruta. Y segunda, para que tú mismo llegues al
convencimiento de que no es culpa de nadie, sino tuya
solamente, el haber vivido en el primer cielo una vida
en la oscuridad, por lo que tú eres el único que decide
si caminarás hacia el hades o hacia la luz. Y si alguien
atenta contra su propia vida, ese solo acto lo condenará
a la oscuridad eterna del hades, y no todos regresarán
con otra oportunidad.
Me sentí culpable.
—Para que entiendas los grandes motivos de la vida,
regresarás al primer cielo pero en diferentes épocas
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Motivos
y circunstancias —me dijo el profeta y continuó con
algunas instrucciones. En esos lugares sentirás como
si estuvieras en la realidad, pero te aclaro que no será
real lo que verás o sentirás.
—Te recuerdo que no debes intentar pasar el río por
más que te den ganas de hacerlo y de conocer la Ciudad
de luz, porque serás echado afuera, a las tinieblas, y
no podrás regresar jamás al sitio de donde viniste.
En cada lugar tendrás un tiempo límite, por lo que
terminará tu visita en ese lugar y estés haciendo lo que
estés haciendo, saldrás; lo sabrás por un mensajero.
Para que puedas aprender de cada lugar se te darán
dos dones. El primero es el discernimiento, para que
puedas ver las influencias de las sombras del mal en la
vida real del primer cielo.
Y el segundo, para que te puedas comportar con
libertad en cada lugar y no como siempre te has comportado, es el agua viva. Al meterte al agua viva y
sumergirte, obtendrás la limpieza de tu corazón.
En ese momento no entendí claramente toda esa
información, no sabía si la había asimilado pero no tuve
tiempo de hacer ninguna pregunta, estaba intrigado por
todo esto que según el profeta tenía que pasar; no sabía
que serían las aventuras más intensamente vividas que
una persona puede conocer aquí en la Tierra…
Nadie había dejado de escuchar cada palabra de
Haziel. Un silencio reverente llenó la sala de aquel
lugar. Estábamos escuchando un mensaje del más
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Motivos
allá, que no sabíamos aún si era real o imaginario. Las
preguntas se arremolinaban en mi mente.
Vi a Ricard, sus ojos estaban vidriosos; Rahab, al
escuchar la vida de Haziel, había llorado abiertamente,
y hoy estaba sentada como en shock. Yo sabía que tan
sólo en mi ciudad se había reconocido que más de doscientos jóvenes se habían quitado la vida el año pasado,
y este año seguramente serían más. En realidad para
algunos de nosotros la vida valía poco. ¿En realidad
existe el hades? ¿En realidad existe una ciudad de luz?
Parecían preguntas de tipo religioso. Pero tenía que
admitirlo, esas preguntas eran más importantes que:
¿Con quién me casaré? o ¿qué voy a estudiar? Racia
me abrazó y me sonrió de cerca, e instintivamente la
besé. Sentí ese beso algo diferente. No quise seguir
más. Ella tomó mi mano y la apretó entre las suyas.
En eso timbró el teléfono.
El ama de llaves de la pensión donde Tarsilia vivía
llamó alarmada por teléfono; llamaba preguntando por
la chica, pues le habían dejado el recado de que se había
accidentado, pero no le dijeron más. Así que quería saber
si nosotros teníamos idea de dónde se encontraba.
Todos nos movilizamos de inmediato, queríamos
saber en qué hospital se encontraba. Por fin lo
descubrimos y de inmediato nos dirigimos a ese
hospital; pensábamos en Tarsilia.
Llegamos al hospital casi a la media noche, pero
no nos dejaron entrar; nos enteramos de que Tarsilia
estaba en coma y Sinesio estaba fuera de peligro.
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Motivos
Después los rumores decían que los habían visto
salir de un hotel cercano, que estaban medio borrachos
y se habían pasado un alto a gran velocidad.
Esa noche no pude dormir, las sombras oscuras me
estaban obsesionando junto con la historia de Haziel.
Ya no quería volver a escucharlo, me estaba afectando. Pero al mismo tiempo quería saber acerca de
sus aventuras. Así que en cuanto amaneció me arreglé
para ir a la escuela y buscar a Haziel para saber más.
En la escuela, mis amigos ya lo habían encontrado.
Él nos pidió que esa misma tarde fuéramos a su casa y
prometió platicarnos el resto…
Éramos ocho jóvenes adentrándonos en un mundo
oculto pero fascinante. Nos esperaban más sorpresas...
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