Triste memoria del desentendimiento

Triste memoria del desentendimiento:
la Ciénaga Grande de Santa Marta y sus
transformaciones socio-ecológicas
Sebastián Restrepo Calle*
Carolina Leal Granados**
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Javeriana
revista
La triste memoria del desentendimiento de la sociedad colombiana con los
ecosistemas anfibios debe reconstruirse como punto de partida para escribir
otras nuevas más vitales. En la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales nos
interesamos por comprender trayectorias de cambio de ecosistemas estratégicos
y por ambientar diálogos sociales amplios que nos acerquen a la reconciliación.
L
a situación que enfrenta la Ciénaga Grande de Santa
Marta relata una historia trágica, recurrente y obscena sobre las formas en las que como sociedad nos
hemos relacionado con ecosistemas tan vitales como
los humedales. Triste desentendimiento de nuestra realidad
anfibia. Su narrativa de deterioro se repite diariamente en
todos los humedales del país, no importa si hablamos de
pantanos y turberas paramunas, lagos de alta montaña,
áreas de inundación de pequeños cauces de altitudes
medias, o de todas las ciénagas y planos de inundables de
los grandes ríos colombianos y sus deltas. Así, el colapso
ecológico de los humedales en colombia, encarnados en el
drama del complejo de humedales de la Ciénaga Grande de
Santa Marta y Pajarales, se ve como un lujo vergonzante
que se ha dado nuestra sociedad. Los daños ambientales
irreparables causados a estos ecosistemas no solo suponen
pérdidas en la compleja red de interacciones que configuran su integridad ecológica, sino enormes perjuicios para
el bienestar de nuestra sociedad. ¿Qué aprendizajes nos
quedan de esta triste historia? ¿De qué manera podríamos
transformar positivamente estas trayectorias de daño y
deterioro? ¿Será posible pensar en éticas colectivas de cuidado sobre el ambiente, particularmente sobre ecosistemas
estratégicos?
Los humedales son uno de los ecosistemas más dinámicos y
productivos que se conocen. Se caracterizan, principalmente, por estar relacionados con suelos húmedos o anegadizos, acoger vegetación que soporta la constante influencia
del agua, así como por mantener una muy rica y abundante
biodiversidad (Mitsch y Goselink, 2015). Debido a su impresionante complejidad ecológica, los humedales son reconocidos porque prestan importantes servicios a la sociedad:
regulan los caudales y purifican cuerpos de agua, permiten
* Profesor-Investigador del Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Facultad de Estudios
Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana. [email protected]
** Estudiante de Ecología. Practicante del Proyecto Identidad Socioecológica de Ciénagas del Bajo
Magdalena, del Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Facultad de Estudios Ambientales
y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana.
Fotografías de Sebastián Restrepo Calle
Cienaga Grande de Santa Marta - Colombia
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anterior que algunas sociedades han construido relaciones
profundas con los humedales y los han gestionado de manera eficiente, al punto tal de que se ha llegado a reconocer que
las acciones humanas hacen parte de la dinámica misma de
estos ecosistemas. Simplemente fascinante.
No obstante, las transformaciones de estos ecosistemas han
sido dramáticas en los últimos años. Se dice que su extensión
actual es de cerca del 9 % de la superficie global planetaria, y
que es resultado de la disminución de más del 50 % ocurrida
durante el siglo xx (Finlayson y D’Cruz, 2014). Particularmente en el contexto de la región Neotropical, las tasas de pérdida de humedales son las más altas existentes (alrededor del
2 % anual), estimándose que en Colombia, cerca del 24 %
de los humedales existentes han desparecido principalmente
por causa de la ganadería y la agricultura (Davidson, 2014;
Patiño & Estupiñán-Suárez, 2016). Estudios recientes del Instituto Humboldt (Flórez-Ayala et. al., 2015), demuestran cómo
en este momento Colombia cuenta con un total de casi 31
millones de hectáreas de humedales las cuales representan
el 26 % del territorio nacional tanto continental como insular.
Estos ecosistemas se pueden entender a partir de diferentes
categorías asociadas con sus frecuencias de inundación que
se enmarcan en cinco grandes territorios hidrográficos: el
más extenso es la Orinoquía, seguido del Amazonas y Magdalena-Cauca y por último Caribe y Pacífico. Evidentemente
estamos a tiempo de reaccionar.
Regímenes de cambio ecológico en la
Ciénaga Grande
El complejo de humedales de la Ciénaga Grande de Santa
Marta y Pajarales corresponde a zonas inundables marino-costeras en el delta del río Magdalena, con una extensión
de cerca de 132.000 hectáreas. Es un mar de agua dulce y
salada que se extiende entre las ciudades de Barranquilla y
Santa Marta, en una región sumamente seca y muy vulnerable a los cambios en las dinámicas climáticas. Es también
un ecosistema muy rico en especies vegetales y animales:
alberga cuatro de las cinco especies de mangle que existen
en el país, así como al menos 40 especies de peces, algunas
de ellas importantes para la economía de las cerca de 25.000
personas que viven en cuatro pueblos aledaños y tres palafíticos (Torres et. al., 2016).
Fotografía de Sebastián Restrepo Calle
Cienaga Grande de Santa Marta - Colombia
la reproducción de diferentes especies, ofertan alimentos a
una gran parte de la población mundial, favorecen la protección contra tormentas y eventos climáticos extremos, ofrecen
beneficios materiales y de importancia para la buena salud
y sustentan importantes construcciones culturales. Es por lo
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El desentendimiento histórico que como sociedad hemos tenido de la Ciénaga se resume en dos asuntos principales: por
un lado el hecho de no haberla entendido como un sistema
dinámico, complejo y frágil, transformándola sin dimensionar
las graves consecuencias generadas en términos ecológicos
y sociales, y por el otro, la abstención consciente de intervenir
de forma activa para revertir su deterioro. Así, el daño de este
ecosistema se resume en el cambio constante de regímenes
ecológicos que tienen efectos acumulativos en el estado del
ecosistema. Estos cambios pueden ser graduales o sorpresivos y, en muchos casos, incluso irreversibles. Se trata de una
cadena de causalidad que es casi inimaginable, y que todavía
no hemos podido comprender en detalle. (ver Gráfica 1)
Gráfica 1.
Mapa de transformaciones
1. ´Vía Ciénaga-Baranquilla (1956-1963).
2. Cambio de boca natural Pueblo Viejo a ‘La Barra’
(1956).
3. Extracción de mangle (1960-1976).
4. Construcción de diques sobre el Magdalena y tributarios (1960-1970).
5. Vía Palermo-Sitio Nuevo- Remolino (1970).
6. Box-culverts vía Ciénaga-Barranquilla (1989).
7. Construcción de canales para reconectar el río
Magdalena (1996-1998).
8. Deterioro de canales de conexión (2000-2010).
9. Diques y desecamiento (2015).
10. Mortandad de Manglares (2010-2016).
11. Desvío de ríos (2010-2015).
12. Deforestación e Incendios (2014-2016).
Las transformaciones de la Ciénaga iniciaron muy temprano
en el siglo xx y son el resultado tanto de los cambios en las
dinámicas hidrológicas de las cuencas del Magdalena y el
Cauca que limitaron los flujos de agua y sedimentos que
llegaron a la ciénaga, como de las alteraciones físicas que ha
sufrido el cuerpo de agua en los últimos años. Hacia 1930 el
establecimiento de actividades agrícolas y pecuarias empezó
a disminuir el área inundada del humedal, no obstante fue
entre 1956 y 1960 que la Ciénaga tuvo su impacto más fuerte
con la construcción de la vía entre Ciénaga y Barranquilla,
la cual implicó que se modificara su boca de interconexión
con el mar. Esta afectación tuvo consecuencias importantes
sobre las dinámicas de intercambio de agua salada y dulce,
generando una muerte masiva de manglares que supuso una
reducción del 50 % de su área en la Ciénaga (Vilardy et. al.,
2011). Estas transiciones del manglar tuvieron consecuencias sobre patrones biogeoquímicos, favoreciendo fenómenos de cambio en cascada que afectaron principalmente las
pesquerías de peces y bivalvos.
Este fenómeno se empezó a agravar desde 1960 hasta la
actualidad con la construcción de diques para evitar inundaciones en tierras agrícolas, o incluso para ganarle áreas
cultivables al humedal. De la mano de estas intervenciones
y posteriormente de la construcción de la vía Palermo-Sitio
Nuevo-Remolinos, los diques y canales que conectaban el
complejo de ciénagas y el río Magdalena dejaron de ser
funcionales. Pese a las acciones de las autoridades ambien-
El daño de este ecosistema se resume
en el cambio constante de regímenes
ecológicos que tienen efectos acumulativos
en el estado del ecosistema. Estos cambios
pueden ser graduales o sorpresivos y, en
muchos casos, incluso irreversibles.
tales enfocadas en intervenir hidráulicamente el complejo
cenagoso, los canales colapsaron por la concentración de
sedimentos y la colonización de vegetación acuática. Así,
recibió el nuevo siglo con nuevos eventos de mortandad de
peces por la falta de oxígeno disuelto en el agua, la hipersalización del suelo y del agua y una altísima vulnerabilidad de
las poblaciones ya diezmadas del manglar, que hoy anuncian
otro evento catastrófico con un área estimada de manglar
muerto de 2.000 hectáreas.
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En términos generales, cinco regímenes interrelacionados de
cambio ecológico explican las tragedias históricas, actuales e
incluso futuras de la Ciénaga.
• Cambio de canales y flujos hídricos: modificaciones de
cursos de agua que interfieren en el balance entre aguas saldas y dulces, y que cambian los flujos de sedimentos entre el
río Magdalena y la Ciénaga.
• Salinización del suelo y el agua: determinado por los
cambios hidráulicos en el ecosistema, la concentración de
sales aumenta el estrés en plantas y animales, disminuyendo
su capacidad de soportar disturbios y acelerando su muerte.
• Transición de manglares: son cambios abruptos en las
poblaciones de las especies de mangle, en el caso de la Ciénaga relacionados con su mortandad masiva y la sucesión de
planos lodosos hipersalinizados.
• Hipoxia: fenómenos de agotamiento de oxígeno disuelto
en el agua asociados a su eutrofización, los cuales causan
muertes masivas de peces.
• Colapso en las pesquerías: son eventos catastróficos de
muertes de peces, que pueden estar asociados con eventos
de hipoxia o con el deterioro gradual y en cascada de las
cadenas tróficas de las que dependen.
Los efectos de los cambios de régimen ecológico en la Ciénaga apenas empiezan a estudiarse. No se conocen en detalle
las implicaciones de estos sobre los diferentes componentes
del ecosistema, y mucho menos sobre los procesos ecológicos de los cuales dependen servicios vitales para el bienestar
humano. Desde la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales estamos haciendo ejercicios encaminados a reconstruir
estas historias de cambio y comprender mejor cómo éstos
afectan procesos locales de uso y manejo de los ecosistemas.
Asumimos que esta apuesta puede enriquecer las discusiones sobre la gestión del territorio y los ecosistemas, al tiempo
que pueden abrir ventanas de oportunidad para promover
transformaciones positivas en el ambiente y la sociedad.
La Ciénaga hoy: entre la urgencia y la memoria
Los recientes eventos de muertes masivas de mangle y de
peces en la Ciénaga son una señal de que el proceso de
transformación sigue avanzando y que está alcanzando un
nivel crítico. Acontecimientos como la construcción de diques
mayores a 20 kilómetros de largo, la discusión en ciernes
sobre los diseños para la ampliación de la vías ya existentes
o las inversiones millonarias anunciadas por el Ministerio
de Ambiente para su recuperación, nos invitan a reflexionar
sobre sus posibles efectos sobre los regímenes ecológicos
actuales. Nos enfrentamos urgentemente al dilema social
de tomar decisiones, ojalá acertadas, sobre un ecosistema
altamente amenazado, pero también a no repetir la historia
del dominó de las contingencias de las transformaciones
ecológicas.
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La magia de los ecosistemas anfibios, como la Ciénaga
Grande y el resto de humedales del país, tiene que ver con
su capacidad de mantener una importante heterogeneidad
biológica y social que garantice que se mantengan vivos tantos sus procesos ecológicos como los servicios que de ellos
se desprenden. La identidad de estos sistemas contempla la
presencia de seres humanos que viven en ellos y de ellos, y
que tienen un carácter amplio y diverso. Así, la transformación
es también su impronta. Por lo anterior, pensamos que se
hace necesario un mayor discernimiento sobre lo que supone
el cambio en los ecosistemas de humedal, y la forma en la que
desde la gestión, como sociedad, respondemos a él.
La conservación de los ecosistemas y la buena gestión de los
mismos convocan a instituciones comprometidas con el país,
pero también a sectores y actores sociales sensibles al cuidado de la naturaleza. No desentendernos de los humedales es
reconocerlos profundamente y construir un consenso social
amplio para su gestión. De esta manera, se hace necesaria la
construcción de una ética colectiva respecto a la importancia
de la vida anfibia en el país, en donde los humedales sean
mejor valorados socialmente y se eviten aquellas posiciones
en las que son vistos como barreras para el desarrollo o
áreas desaprovechadas. Este ejercicio de reconocimiento
deberá centrarse en la apreciación de la vida y su complejidad, así como en la importancia de ésta para el bienestar
humano. El reconocimiento, en este caso, es ante todo una
oportunidad para la reconciliación con la naturaleza. Y con La
Ciénaga, construir una nueva mejor historia .
RJ
Bibliografía
Davidson NC. 2014. How much wetland has the world lost? Long-term and recent
trends in global wetland area. Marine and Freshwater Research 65(10): 934–41.
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Mitsch WJ & Gosselink JG. 2015. Wetlands. New Jersey: Jon Wiley & Sons.
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Vilardy SP, González JA, Martín-López B, & Montes C. 2011. Relationships
between hydrological regime and ecosystem services supply in a Caribbean
coastal wetland: a social-ecological approach. Hydrological Sciences Journal 56(8):
1423–35. DOI:10.1080/02626667.2011.631497.