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martES 04 de agosto de 2015
Montevideo, Uruguay · martES 04 de agosto de 2015 · Nº 42
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día del
FUTURO
Taller vivencial en el Instituto de Formación Sexológica Integral. / fotos: alessandro maradei
El imperio de los sentidos
Expertos visualizan una sexualidad cada vez más libre, diversa y tecnológica
Las formas de transitar la sexualidad cambian todo el tiempo. Las nuevas
prácticas y los discursos oscilan entre el conservadurismo y la liberación,
mientras que la balanza parece inclinarse hacia donde está el poder, aunque
no sea fácil verlo. En un país que se jacta de ser vanguardista por su nueva
agenda de derechos, el discurso políticamente correcto deja en evidencia
que aún falta camino para traspasar el tabú. Especialistas vinculados a
la temática ponen en tela de juicio conceptos como heteronormatividad,
androcentrismo y misoginia.
Desde el arte rupestre orientado a
genitales y a mujeres que representan
la fertilidad han pasado unos 20.000
años. En ese período, los egipcios
aceptaron el incesto y los griegos permitieron la homosexualidad mientras
los judeocristianos condenaban estas
prácticas. La lujuria se convirtió en
pecado capital y la masturbación, en
una práctica impropia. Pero los tiempos se transforman. El auge de nuevas
formas de pensamiento, que cambiaron el orden establecido, empezó a
liberar a los cuerpos del encorsetamiento social.
Las idas y vueltas de la sexualidad
occidental dan cuenta de una construcción cultural que cambia según el
contexto histórico y político. Por eso,
desde la perspectiva de la psicóloga
Alejandra López, coordinadora del
programa de Salud Reproductiva, Sexualidad y Género de la Universidad de
la República (Udelar), se trata de una
práctica social específica que tiene dimensiones erótico-placenteras, ya sea
autoeróticas o heteroeróticas (con “un
otro”). Para la psicóloga, la sexualidad se produce en contextos sociales
específicos y va cambiando según
los acuerdos sociales, lo cual determina ciertas expectativas de desempeño. Pero no se trata solamente del
acto coital, sino que comprende una
trama de símbolos codificada por las
personas que se inscribe en la psique
desde la socialización más temprana.
Para López, la sexualidad ocupa un
lugar primordial en la construcción
de la identidad. Además, la sexualidad no puede observarse separada de
las relaciones de poder que coexisten
en una sociedad, como los sistemas
de sexo-género, étnico-raciales, generacionales y las relaciones entre
clases sociales.
De esta forma, la identidad de género se construye en torno a los genitales y da origen a la masculinidad
y a la feminidad, ambas “construidas
a la fuerza”, ya que “no son naturales en lo absoluto”, especificó Mirta
Ascué, sexóloga y confundadora del
Instituto de Formación Sexológica
Integral (Sexur). Estas dos maneras
de transitar el mundo tienen características inherentes a todos los seres
humanos. Hombres y mujeres poseen
de igual manera ternura, contención,
coraje, fuerza, y “pueden echar mano
de cualquiera de estas energías cuando las necesiten”, agregó Ascué. Para
ella, la concepción de géneros polariza estas características y las coloca
en determinados cuerpos.
Por su carácter construccionista, según López, la sexualidad no
es un instinto humano, sino que las
sociedades buscan modos específicos de vivirla que sean funcionales
al orden social y por eso cualquier
práctica disruptiva es sancionada
moralmente. La antropóloga Susana
Rostagnol, coordinadora del grupo
Género, Cuerpo y Sexualidad de la
Udelar, coincide con esta mirada. Si
se compara el deseo sexual con el de
comer, lo natural es la sensación de
hambre, pero comer es un acto cultural, señaló la antropóloga.
Sin embargo, tanto el etólogo
Fernando Nieto como la presidenta
de la Unión Trans del Uruguay, Alejandra Colette Spinetti, relacionan
la sexualidad con un instinto: “De la
misma manera que funciona el corazón, funciona también la sexualidad”,
dijo Spinetti, y agregó que en el caso
del ser humano implica también una
dimensión psicológica y emocional,
donde cambian las opciones sexuales.
Desde la etología se estudia el
comportamiento animal y el humano
es un animal más. En esta disciplina,
la sexualidad se aplica a las especies
más emparentadas con los humanos,
como los primates. Ambos tenemos
más sexo del que necesitamos para reproducirnos, remarcó Nieto y explicó
que las conductas sexuales en el grupo
de los primates se han liberado de la
función reproductiva.
Por eso la sexualidad humana
está separada de los fines reproductivos, aunque muchas veces aparezca
una mirada fusionada, señaló López.
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Por ejemplo, hay una perspectiva
adultocéntrica, que deja afuera a los
niños y a los adultos mayores. Así,
la sexualidad, según la psicóloga, es
comprendida dentro del período de
fertilidad de la mujer.
El poder en tu cama
La sexualidad está atravesada por la
política, la negociación, la dominación, el sometimiento, la religión y el
mercado. Así se transforma este espacio sociocultural en un territorio de
poder. Para entender más cabalmente
la sexualidad y toda su complejidad
se necesita una revisión histórica y el
lente de género. Actualmente, los expertos coinciden con lo que adelantó
Michel Foucault: la sexualidad es un
dispositivo de control social.
Para Nieto, la sexualidad es un
espacio de comunicación muy particular entre los seres humanos, donde
se comparte información emocional,
psicológica y química, y se accede
a un inventario completo del otro.
“Establecer un tabú en este sistema
de comunicación es una muy buena
estrategia que favorece la fragmentación y la incomunicación entre las
personas. Cortar el apasionamiento,
aquello que te conecta directamente
con el instinto y que no requiere del
lenguaje verbal [acción que “apaga el
instinto”], es una manera de ejercer el
control”, sentenció el etólogo.
En este sentido, López se basó en
la teoría del sociólogo Pierre Bourdieu
para explicar que la dominación se reproduce a través de distintas formas
de violencia simbólica que son menos
perceptibles, que están naturalizadas.
De esta forma, actualmente “estamos
consintiendo determinadas prácticas
de discriminación que ya son parte
del repertorio”.
No es casual que una de las instituciones religiosas que históricamente colocó a la sexualidad en el
plano del pecado y el tabú haya sido
la Iglesia católica. Más allá de que la
postura laica del Estado uruguayo caló
hondo en la sociedad, las concepciones judeocristianas imperan en todo
occidente. Según la sexóloga Ascué,
a las iglesias concurren las personas
más reprimidas y con las concepciones más atravesadas sobre su cuerpo: las mujeres, que a su vez son las
que principalmente se encargan de
educar sobre sexualidad al interior
de sus familias.
Para entender mejor las concepciones actuales de la sexualidad, Ascué se refirió a la época del disciplinamiento de la población uruguaya
del siglo XIX, que el historiador José
Pedro Barrán relata en sus libros.
Desde el “encorsetamiento del cuerpo” hasta la prohibición de reírse a
carcajadas, hablar con los hombres,
los juegos, el carnaval, los baños públicos. La escuela vareliana siguió domesticando al uruguayo y separaba
en las aulas a las niñas de los varones.
Androcentrada, falocentrada, coitocentrada, heterocentrada, misógina, y, por lo tanto, homofóbica, es la
línea conceptual que expone Ascué
para explicar los fundamentos principales que sostienen la sexualidad
de los uruguayos. Esta lista de “centrados” no hace más que demostrar el
perfil reduccionista y de dominación
masculina -la masculinidad hegemónica no necesariamente implica a los
hombres, explicó Rostagnol- que se le
da al tema por estas latitudes.
Ascué argumentó que la sexualidad es “totalmente androcentrada”,
porque “el punto de referencia y el deseante es el hombre”. De este concepto
se desprende naturalmente el de falocentrada: “La idea de una sexualidad
genital sin pene es como impensable”
aclaró la sexóloga, de ahí viene “el típico chiste que cuestiona qué hacen
dos mujeres juntas en la cama”.
La imagen mental que se hace la
mayoría de los seres humanos cuando
se le menciona la palabra sexo es la de
un hombre y una mujer realizando el
coito, por eso también es heterocentrada -no admite otra forma que no
sea la heterosexual- y coitocentrada.
Esta última deja nuevamente de lado
a la mujer, según Ascué. Para ella, “la
respuesta sexual de la mujer tiene
poco que ver con el coito”, ya que la
investigación sexológica ha demostrado que el 80% de las mujeres no llega
al orgasmo de esta forma, sino que
necesitan una estimulación externa,
más directa con el clítoris.
Esta línea decanta inevitablemente en la misoginia. Ascué resaltó que
el mito de origen del cristianismo es
la máxima violencia contra la mujer: a
María no se le consulta si quiere tener
un hijo. “Es como una violación divina”, remató. Hasta hoy, siguen llegando mujeres jóvenes a Sexur que confirman la idea de que muchas veces las
mujeres se someten a “abrir las piernas cuando el hombre lo desea por
temor a que se vaya con otra”, o de que
“el hombre tiene que estar siempre
satisfecho sin importar qué les pasa
a ellas”, relató Ascué. Según la sexóloga, hay un nuevo discurso de que
hay que darle placer a la mujer, pero
nuevamente es “el hombre el maestro
de ceremonia, el que sabe cómo darle
un orgasmo”. Las mujeres siguen sin
aprender sobre su sexualidad, y mucho menos sobre masturbarse, práctica necesaria para lograr conocerse
más y poder llegar al orgasmo, explicó
la sexóloga. Esta situación tampoco le
hace bien al hombre, porque no se encuentra con una mujer deseante que
se haga dueña de su cuerpo.
Estos mandatos rigen para ambos
sexos, y afectan la vida y cotidianidad
de las personas. Al ser el hombre el
referente de la sociedad, su masculinidad está “hipervigilada” por su
entorno. “Le tiene que gustar las mujeres, si una mujer quiere estar con él
tiene que decir que sí, también tiene
que defenderla”, relató la sexóloga. A
su vez, las mujeres en esta sociedad
“son tremendamente machistas; si el
hombre se sale del lugar, ellas se encargan de que se vuelva allí. De esta
forma, “siguen sosteniendo este sistema”, remató Ascué.
Dicho al hecho
Si bien en los últimos años se ha dado
un discurso inclusivo, en la práctica la
sociedad no se manifiesta de manera integradora. En este pensamiento
coinciden Spinetti y Karina Núñez,
trabajadora sexual oriunda de Young
(Río Negro) y activista contra la explotación sexual comercial de niños, niñas
y adolescentes.
Según Núñez, el sistema educativo
es el primer escalón de discriminación.
Ella lo sufrió cuando era niña y sus
compañeros se burlaban de su madre
por ser trabajadora sexual. Por eso, más
tarde optó por no entrar a la escuela
de sus hijos para que ellos no vivieran
la misma situación. Por su parte, Spinetti, que es profesora de Literatura
y directora de la Escuela Nacional de
Danza Folclórica del SODRE, vive una
estigmatización sutil cuando los inspectores de Secundaria la felicitan por
su labor pero le ponen notas bajas, o
incluso cuando su médica, al enterarse
que era trans, la mandó a hacerse un
examen de VIH.
“Veo mucho discurso políticamente correcto, pero no acciones reales”,
apuntó Núñez, y agregó que no hay
propuestas de trabajo que contemplen
a las trabajadoras sexuales. Tampoco
existe una reglamentación que contemple sus derechos. Como activista de
la agrupación Mundo diverso, Núñez
reclama mayor organización de los trabajadores sexuales para generar incidencia y monitoreo, sobre todo para
que entren en uso varias reglamentaciones que “están encajonadas”, como
la reestructura de una Ordenanza Municipal de Río Negro, que reglamenta
las zonas de ejercicio del trabajo sexual,
así como las condiciones sanitarias y
edilicias de las whiskerías.
Si bien Uruguay cuenta con leyes
de vanguardia en cuanto a sexualidad, “ninguna de estas normativas es
lo que las organizaciones de la sociedad civil queríamos”, señaló Spinetti.
Para ella, el Estado es un interventor
de la vida y del cuerpo que en todo
momento hace sentir culpable al individuo, además de “normalizar bajo
un pensamiento burgués-capitalista”,
sostuvo la docente. Por eso, para las
personas trans no es prioridad casarse, sino estar insertos en la sociedad,
porque a ella no le interesa ser normal
en absoluto.
Si de estigmatización se trata, el
trabajo sexual tiene una carga moral
que no le permite ser una labor como
cualquier otra. “Si no fuese así, ¿qué
tendría de distinto alguien que vende
su sexualidad, con alguien que vende
su inteligencia?”, se preguntó Rostagnol, y agregó que hay muchos trabajos
que la gente realiza sin elegirlos y la
pasa mal, por eso no habría diferencia
entre cualquiera de estos oficios y el
trabajo sexual. Para Spinetti, la gran
demanda del trabajo sexual habla de
la sociedad machista en la que vivimos,
donde los hombres sólo buscan satisfacerse ellos mismos.
“Yo me pregunto en cuál de todos
los trabajos que ustedes dicen ‘dignos’
no hay una cuota de sexualidad a la
hora de negociar”, reflexionó Núñez.
Entre 2009 y 2011 ella realizó un relevamiento en nueve departamentos del
litoral y norte del país, y encontró que
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la mayoría de sus compañeras habían
empezado cuando eran niñas, por eso,
para ella, el trabajo sexual es la cara
visible de la explotación sexual comercial. “Cuanto más pequeñas empiezan, más se inhibe su sexualidad”,
sentenció, y advirtió que las niñas se
inician en el trabajo sexual desde los
nueve y 11 años. “No lo veo mal si sos
grande y podés elegir hacerlo, lo que
sí veo mal es que te tengan que chiflar
las tripas y tu cuerpo tenga que ser la
salvación”, expresó.
Según López, en los últimos años
la lucha de los colectivos que sufrieron discriminación ha reivindicado
la agenda de derechos sexuales, pero
todavía no son derechos apropiados
por la ciudadanía. “Hoy la gente te habla del derecho a no sufrir violencia
sexual, pero todavía no aparece un
discurso afirmativo como el derecho
a disfrutar de una vida sexual placentera, a elegir con quién relacionarse y
a no ser sancionado por eso”, expresó
la psicóloga, y añadió que, si bien hay
leyes, se debe seguir trabajando en la
construcción de la legitimidad.
Para Rostagnol, las idas y vueltas de la sexualidad son difíciles de
predecir: a principios del siglo XX las
proclamas anarquistas promovían el
amor libre, pero luego los fascismos
terminaron con esa idea. No obstante,
la antropóloga asegura que la aceptación de las nuevas prácticas sexuales o
del matrimonio igualitario no tendrá
vuelta atrás en la sociedad.
Unisex
Las formas de transitar la sexualidad conforman un paradigma que se
transforma constantemente. Desde su
trabajo, Núñez ha observado en este
último tiempo cambios en la forma de
relacionarse de los varones: mientras
que 20 años atrás “los chiquilines llegaban a las whisquerías desesperados
por penetrarte y ni se molestaban en
sacarte la ropa, ahora hay un sondeo
por todo el cuerpo, te miran, te tocan,
y no paran de autoestimularse con el
pene”, detalló Núñez.
La pornografía ha hecho su trabajo fino en la mente y en las prácticas
de los más jóvenes: “tienen un culto al
pene, a preguntarte qué te parece, si te
gusta, qué grande es; al mismo tiempo
buscan ponerte en las 109 posiciones
del Kamasutra antes de llegar al orgasmo”, relató. Sin embargo, según la
trabajadora sexual, en “los hombres
medianamente grandes se ven las
disfunciones eréctiles por el estrés”,
a la vez que “sienten la necesidad de
un cambio en la manera de vivir su
sexualidad, ya no tan fálica, sino más
emocional”. Deja de tener tanta importancia el pene y toman relevancia
“la piel y el oído”.
A raíz de esta sexualidad centrada en los genitales, la sexóloga
Mirta Ascué opinó que es necesaria
una “reeducación sexual”, en la que
los hombres puedan “despertar su
cuerpo” y entiendan que “no tienen
sólo un pene”. Para la mujeres, ad-
virtió que deben despreocuparse de
si están lindas para él o no, “porque
esto nos complica”, y “explorar más
su sexualidad, conocer sus genitales,
disfrutar más y hacerse el bocho”. Necesariamente, hombres y mujeres tienen que aprender “nuevas maneras
de emparejarse, mucho más equitativas y dialógicas”, porque “los dispositivos tradicionales de pareja basados en los estereotipos y los celos
llevan al fracaso de la pareja seguro”,
sentenció Ascué.
“Podés amar, desear y erotizarte
con muchas personas, independientemente de su sexo. Ya Foucault planteaba que los seres humanos somos
todos potencialmente bisexuales,
porque te puede atraer determinado
tipo de energía que lo puedes encontrar en un hombre o en una mujer”,
señaló Ascué. En este sentido, Spinetti
cree que la sexualidad avanza progresivamente hacia la “pansexualidad”,
una concepción que no se basa en la
atracción por el sexo o género del otro,
sino que puede ser por su forma de ser.
Spinetti, que trabaja con adolescentes,
consideró que ya “tienen otra cabeza”.
“Vamos camino a una población más
integrada”, dijo.
El etólogo Nieto opinó que la homosexualidad “existió toda la vida” y
así lo resumió: “No hay diversidad en
las cosas que importan, el beso es el
beso, seas heterosexual, gay o trans.
Las caricias, la penetración, la manera de abordar al otro, son señales
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comunicativas, signos que no pueden
tener diversidad. El sexo es uno solo
para todos”.
Los humanos, a diferencia de los
primates, tienen el neocórtex en el
lóbulo frontal del cerebro, que hace
que evalúe todo el tiempo las consecuencias de sus actos. Además, el
sexo transforma los vínculos: “Dos
amigos un día tienen sexo y la relación cambia absolutamente”. Por eso,
la “evaluación del día después” hace
que los individuos eviten las relaciones sexuales con todos sus vínculos,
apuntó el etólogo.
Si bien la sexualidad actualmente
se vive con mayor libertad que antes,
para Nieto, las personas siguen teniendo relaciones con sus parejas, ya
que el sexo todavía se asocia con lo
amoroso, aunque existe una sexualidad no vinculatoria.
El etólogo no descarta que se pueda llegar a una “sociedad promiscua”
en el futuro, ya que los seres humanos
aprenden todo. “Si nos dicen dónde
está la belleza y elegimos a la parejas
sexuales según lo que nos dicen los
medios de comunicación, perfectamente nos pueden enseñar que el incesto está demás”, ejemplificó. Para
que esto suceda, la cultura debería
cambiar completamente. Por eso,
para Nieto, lo más próximo sería que
las personas dejen de preguntarse por
“el día después”.
Florencia Pagola, Natalia Calvello
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Sex in the city
Tensiones en el campo de la sexología uruguaya
En Uruguay, la formación en sexología no está normativizada ni es oficial.
Para ser un especialista en la materia
hay que acceder a la educación privada
que ofrecen la Sociedad Uruguaya de
Sexología (SUS), el Instituto Uruguayo
de Capacitación Sexológica (IUCS),
la Sociedad de Estudios Superiores
de Sexología (Sessex) y el Instituto de
Formación Sexológica Integral (Sexur).
Además, la Sociedad Uruguaya de Medicina Sexual ofrece cursos de formación
para médicos, pero no brinda el título
en sexología clínica.
Estas instituciones, exceptuando
Sexur, conforman la Federación Uruguaya de Sexología e integran la Federación Latinoamericana de Sociedades
de Sexología y Educación Sexual (Flasses) y la Asociación Mundial de Salud
Sexual (WAS, por su sigla en inglés). Para
Agustín Cedrés, médico internista, sexólogo y presidente de la SUS, “el problema
que estamos teniendo es que hay gente
que se autodefine como sexólogo sin un
título que lo acredite”. Por eso, los integrantes de la Flasses se acreditan ante
la SUS y luego ante esta organización
internacional. Sin dar nombres, la sexóloga Mirta Ascué, cofundadora de Sexur,
opinó que “la mediatización de la sexología”, “la valijita en las despedidas de
solteras” y “la sexóloga como circo” han
generado una “lamentable chabacanización de la disciplina”. Alejandra López
prefiere hablar de “mercantilización de
la sexualidad y juegos mediáticos”, un
fenómeno que, según dijo, reproduce
“el carácter heteronormativo y la sexualidad enfocada a la genitalidad”.
Para obtener el título de sexólogo,
antes es necesario tener el de médico
o el de psicólogo. Cedrés entiende que
es necesario un trabajo en conjunto entre ambas disciplinas para lograr una
“terapia sexual” efectiva. “Un médico
puede recetar un fármaco que mejore la
erección o un lubricante para la mujer,
pero la psicoterapia también debe estar
presente”, explicó. Lejos de ese punto de
vista, Ascué planteó: “que un sexólogo
tenga que ser médico o psicólogo es una
deformación de un campo disciplinar
que no corresponde” porque “ha generado una medicalización de la sexualidad”. “La mayoría de los sexólogos en
Uruguay son autodidactas y médicos;
éstas son las tensiones de un campo disciplinar que no es académico”, remató la
sexóloga. Para López, esta situación es
“un intento de territorializar el campo
disciplinar creando la profesión de sexólogo, que tiene su origen fundamentalmente en la medicina. Tiene que ver con
territorios de poder”.
Con género
Este año la SUS cumple 50 años. Cedrés
destacó que la formación que brindan
es “integral” porque comprende las dos
ópticas, la médica y la psicológica. Es
más, uno de los referentes es su director
académico, Andrés Flores Colombino,
médico y psiquiatra de profesión, y uno
de los pioneros de la sexología uruguaya. En la SUS imparten la formación en
sexología clínica y en educación sexual.
Con una perspectiva diferente, en
2003 se fundó Sexur. En ese momento,
sus seis fundadores (entre ellos el sexólogo Ruben Campero) trabajaban en la
SUS y decidieron crear otra organización para seguir trabajando juntos. Luego se independizaron por discrepancias
y Sexur formó su camino. Ascué confesó
que tuvieron un “desencanto con la disciplina de la manera en que la estaban
desarrollando”. De esta forma, los integrantes de Sexur destacan otro abordaje
de la sexología: más “transdisciplinar”,
con la intención de “ampliar el campo”
y de focalizar su trabajo en el interior del
país, no como “el resto, que mira más
hacia afuera”, explicó Ascué.
De las cuatro ramas a desarrollar en
sexología, Sexur profundiza en la educación, la terapia y la orientación, pero
deja de lado la investigación por falta de
recursos económicos. Ofrecen la formación de educador sexual y cuentan con
el curso “Orientación Integral y Abordajes Terapéuticos en Sexualidad”, que
equivale al de sexología clínica que imparten en otros centros, pero que, según
Ascué, tiene “abordajes terapéuticos
más aplicables a las personas de hoy”.
Otra diferencia es que a este curso pueden acceder quienes hayan tomado el
curso de educador sexual en Sexur, pero
sólo “recibirán un certificado y harán
pasantía terapéutica aquellos que sean
médicos, psicólogos, parteras, fisioterapeutas o enfermeras universitarias”,
resaltó la sexóloga. El resto (maestros,
profesores, asistentes sociales, entre
otros) puede desarrollar la orientación
integral, que sirve para trabajar con grupos, pero no para hacer terapia.
Según Ascué, en Sexur le dan importancia al involucramiento de la persona durante la formación, a la revisión
de sus actitudes personales en torno a
las temáticas que se trabajan, y al trabajo
con el cuerpo. Realizan talleres vivenciales, dramatizaciones, armonización
corporal, danza, música, y todo lo que
trabaje el autocuidado y el autoconocimiento de cada persona. Ascué entiende
que la “sexología oficial” suele ser mucho más racional y de transmisión de
conocimientos “que de un involucramiento real de quien se forma”. Además,
consideró que tardaron mucho en darle
relevancia a temas de “género, diversidad y derechos”. Cedrés confirmó que
Sexur “trabaja más desde la perspectiva
de género, mientras que nosotros abordamos la terapia sexual”. Por esto, Sexur
no se ha inscripto a la Flasses: “Tenemos fuertes discrepancias en cómo se
desarrolla la disciplina en el país y en
FP
Latinoamérica”, confesó Ascué.
Se te fue la mano
Sexualidad mediada por las nuevas tecnologías y la tendencia a la autosatisfacción
En una escena de El Demoledor, John
y Lenina tienen sexo a través de cascos
simuladores, evitando el contacto físico.
Aunque todavía no se ha llegado al extremo de esta película noventera, es un
hecho que el avance de la tecnología está
cambiando las formas de relacionamiento. Redes sociales, dispositivos capaces
de generar sensaciones a distancia, el
cibersexo y robots sexuales son nuevas
formas de transitar la sexualidad, que en
la mayoría de los casos se orientan a la
autosatisfacción.
Las redes sociales aparecen como un
instrumento clave en el cambio de vínculos y formas de comunicación. Para la
sexóloga Mirta Ascué, esta herramienta
aumentó la visibilidad de los individuos,
favoreció el sex-teen, así como la expansión de la pornografía y el abuso infantil.
día del
FUTURO
Las personas tienen un “mundo
paralelo virtual”, como sucede en Japón,
comentó Ascué, donde la mitad de la población tiene una escasa vida sexual entre
pares, pero además hay un alto consumo
de pornografía y fetiches para encontrar
la autosatisfacción: “Es una sociedad
avanzada en lo tecnológico que empieza
a sustituir los encuentros humanos”.
El escenario es paradójico. Hay una
mayor exhibición, acompañada de una
mercantilización de la sexualidad, pero
hay cada vez menos encuentros reales,
aseguró la sexóloga. “Hoy cosifican tanto
el cuerpo que cada vez las personas se tocan menos”, expresó la trabajadora sexual
Karina Núñez en una postura similar, y
añadió que las personas tienen “temor” a
interactuar: “Cibernéticamente son unos
capos, pero personalmente no tienen diá-
logo. Prefieren masturbarse mirando un
videojuego antes que tocarle una teta a
una gurisa”. Para el etólogo Fernando Nieto, las nuevas tecnologías ponen un muro
más a la sexualidad. “Hay una gran comunicación, pero solamente chateamos,
entonces estas formas de comunicación
nuevas nos hacen creer que nos facilita
un acceso a algo cuando en realidad es
todo lo contrario”, reflexionó, a la vez que
aseguró que “no hay sexualidad sin piel”,
ya que para él se trata de un hecho físico,
no intelectual.
Pero el avance de la tecnología vinculada a la sexualidad no queda ahí. Aunque
la inteligencia artificial no ha llegado al
nivel de realismo de Rachael, la robot de
Blade Runner, en Japón ya se están diseñando androides sexuales femeninos.
“Aunque la piel se sienta verdadera, cuan-
do la tocás sabés que no es un ser humano, porque un componente fundamental
de la sexualidad es que cuando te acaricio,
te produzco algo”, dice Nieto al respecto.
Para el etólogo se trata de una industria
que concibe la sexualidad con egoísmo,
ya que se vincula con lo que la persona
recibe y no con lo que tiene para ofrecer.
La tecnología se presenta así como
un medio para la autosatisfacción. Según Nieto, esta tendencia no sustituirá a
la comunicación sexual corpórea: “Hay
cosas humanas que son insustituibles, no
se puede sustituir una caricia, tu cuerpo
lo necesita y te lo va a pedir”. Para él, antes
que nada, somos animales, por lo cual el
intelecto suma, pero “tenemos bastantes
más millones de años de evolución como
otra cosa que como humanos, [que son]
sólo 150.000 años”.
Redactor responsable: Lucas Silva / Diagramación: Martín Tarallo / Edición gráfica: Iván Franco / Producción periodística y textos: Natalia Calvello, Florencia Pagola /
Fotos: Alessandro Maradei / Corrección: Maura Lacreu / Coordinación Día del Futuro: Lucía Pardo e Irene Rügnitz / Comerciales: Pablo Tate