“¡Alégrate! Déjalo todo por Él”

“¡Alégrate! Déjalo todo por Él”
2016
Misión ¡Alégrate!: ¿Por qué?
Creciendo en la comunión misionera en nuestra Diócesis de Talca, los jóvenes nos hemos
unido para conformar el proyecto “Misión ¡Alégrate!”. ¿Por qué se escogió este nombre? La
respuesta es simple: porque encontrarnos con Jesús y darlo a conocer es la mayor alegría de
nuestras vidas. El papa Francisco lo dice en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes
se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.
Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Por lo tanto, nuestra misión busca esto: que
tanto los misioneros como las personas a las que ellos llegan, puedan encontrarse con Jesús para
dejar de lado la tristeza, el vacío interior y renacer en la alegría que Él entrega.
Lema para el 2016: “¡Alégrate! Déjalo todo por Él”
En sintonía con lo anterior, el lema escogido para el año 2016 es, a la vez, una invitación y
un desafío.
 “¡Alégrate!”: porque encontrarse con Jesús nos lleva a la alegría. Los caminos del Señor
nos conducen al amor, la fraternidad, la misericordia y a la felicidad. Él ha puesto todo lo
creado a nuestro alcance para este fin.
 “Déjalo todo por Él”: ¿Estamos dispuestos a dejar todo por seguir al Señor? Jesús es muy
radical en este sentido, como podemos verlo en los evangelios, por ejemplo en su
encuentro con el joven rico. El joven le dice a Jesús que desde pequeño ha cumplido los
mandamientos y Él le responde que sólo le falta una cosa: vender todo lo que tiene y darlo
a los pobres. Ante esto, el joven se fue entristecido. ¿Cuál es nuestra respuesta ante esta
invitación de Jesús? La misión es un momento de entrega total, dejando nuestras
comodidades, para anunciar el Reino y servir a los demás.
Lineamientos para la misión 2016
I.
Alabar al Señor por la creación y contemplarlo en ella. D ios ha puesto
todo lo creado en nuestras manos y lo ha confiado para todos.
El padre Dios es el principio y origen de todas las cosas. Todo ha sido creado por Él y lo ha
puesto en nuestras manos. La creación es también una forma con la que Dios se nos revela.
Contemplar al Señor en la inmensidad de la naturaleza, alabarlo por toda su obra, es algo que
debemos tener en cuenta. En su encíclica “Laudato Si’”, el Papa Francisco recuerda a San Francisco
de Asís, quien cantaba “Alabado seas, mi Señor”, y aludía a que nuestra casa común (nuestro
planeta), es también como “una hermana con la cual compartimos la existencia y como una madre
bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre
tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”
(Papa Francisco). Para San Francisco de Asís, toda creatura era una hermana. Así queremos
nosotros considerar nuestra tierra y descubrir la presencia del Padre Creador en todas las cosas.
II.
Tomar consciencia del daño causado a la creación y, en consecuencia,
a nosotros mismos.
En su encíclica, el Papa Francisco nos recuerda que nuestra “hermana” clama por el daño
que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en
ella. Hemos crecido pensando que somos sus propietarios y dominadores, con permiso para
explotarla. “La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se
manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en
los seres vivos. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y
devastada tierra, que “gime dolores de parto” (Rm 8, 22). Olvidamos que nosotros mismos somos
tierra. Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos
da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (Papa Francisco). Por lo tanto, todo el daño que
causamos a nuestra tierra, nos afecta de alguna manera. (Laudato Si’, 2)
III.
La misericordia de Dios con nosotros: reconciliación y motivos para la
esperanza.
En este año de la misericordia que el Papa Francisco ha declarado, queremos también
reconocer que Dios Padre es todo misericordia. El Padre, a pesar de nuestras constantes faltas,
siempre nos perdona si estamos arrepentidos. Nos vuelve a acoger con los brazos abiertos, así
como el Padre recibe con alegría a su hijo pródigo cuando regresa a él. Dios se compadece de la
miseria de nuestros corazones y, en su infinito amor, nos perdona y nos da una nueva
oportunidad. A través del sacramento de la reconciliación nos invita a restaurar esta amistad con
Él. De la misma forma, queremos aprender a ser misericordiosos, a sentir en nuestro corazón el
dolor de los demás y no quedarnos indiferentes. “Ámense los unos a los otros como yo los he
amado” dijo el Señor. Es una propuesta difícil, pero seguir el camino de Jesús ya de por sí es
complicado. Que este amor de Dios sea un motivo de esperanza para nosotros mismos y para
alcanzar un mundo mejor.
IV.
Estamos invitados a cuidar y cooperar con la creación.
En su encíclica, el Papa se refiere a una educación para generar una alianza entre la
humanidad y el medio ambiente. En este sentido expresa la necesidad de tomar consciencia de la
gravedad de la crisis ecológica y que esto se traduzca en nuevos hábitos. Se refiere también a que
si bien muchos saben que la acumulación de bienes y placeres no bastan para darle sentido al
corazón humano, no son capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece. Además, dice que la
esperanza está en la juventud, pues “ellos tienen una nueva sensibilidad ecológica y un corazón
generoso, y algunos de ellos luchan admirablemente por la defensa del medio ambiente” (Papa
Francisco). Dentro de este aspecto educativo ambiental, el Papa invita a mantener un equilibrio
ecológico: interno con uno mismo, solidario con los demás, natural con todos los seres vivos y
espiritual con Dios.
Todos estamos llamados, y tenemos el deber, de cuidar la creación.
Incluso los pequeños gestos como apagar una luz innecesaria, no desperdiciar el agua, entre otros,
son valorables gestos que muestran el mejor lado del ser humano. En este aspecto, es también
destacable el rol de la familia, como centro de formación integral. En ella se aprende a decir
“gracias”, como expresión de valoración de las cosas que recibimos, a pedir “permiso” sin
avasallar, y a pedir “perdón” cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera
cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y de respeto a lo que nos rodea. No
debemos olvidar a la Iglesia, pues a ella le corresponde también realizar esfuerzos para
concientizar a la población, de igual forma que a las diversas instituciones y a la política. (Laudato Si’
Capítulo 6)
V.
Conversión Ecológica
Esta conversión ecológica implica dejar brotar todas las consecuencias del encuentro con
Jesucristo en las relaciones con el mundo que nos rodea. “Vivir la vocación de ser protectores de la
obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un
aspecto secundario de la experiencia cristiana. Recordemos el modelo de san Francisco de Asís,
para proponer una sana relación con lo creado como una dimensión de la conversión íntegra de la
persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios o negligencias, y
arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro. Los Obispos australianos supieron expresar la
conversión en términos de reconciliación con la creación: «Para realizar esta reconciliación
debemos examinar nuestras vidas y reconocer de qué modo ofendemos a la creación de Dios con
nuestras acciones y nuestra incapacidad de actuar. Debemos hacer la experiencia de una
conversión,
de
un
cambio
del
corazón».
Esta conversión supone diversas actitudes que se conjugan para movilizar un cuidado
generoso y lleno de ternura. En primer lugar implica gratitud y gratuidad, es decir, un
reconocimiento del mundo como un don recibido del amor del Padre, que provoca como
consecuencia actitudes gratuitas de renuncia y gestos generosos aunque nadie los vea o los
reconozca: «Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha […] y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará» (Mt 6,3-4). También implica la amorosa conciencia de no estar
desconectados de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa
comunión universal. Para el creyente, el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro,
reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres. Además, haciendo
crecer las capacidades peculiares que Dios le ha dado, la conversión ecológica lleva al creyente a
desarrollar su creatividad y su entusiasmo, para resolver los dramas del mundo, ofreciéndose a
Dios «como un sacrificio vivo, santo y agradable» (Rm 12,1). No entiende su superioridad como
motivo de gloria personal o de dominio irresponsable, sino como una capacidad diferente, que a su
vez le impone una gran responsabilidad que brota de su fe” (Papa Francisco).
Conclusión
En torno a estas líneas queremos desarrollar la misión de este verano 2016. Queremos
descubrir al Padre Dios en la creación y tomar consciencia de que, siendo parte de ella, tenemos la
tarea de protegerla y valorarla, entendiendo que Dios nos ha regalado todo esto y debemos
cuidarla. El itinerario formativo incluye cinco temas, abordando en mayor profundidad alguna de
estas temáticas cada día de misión. Recuerden que el quipo diocesano está para orientarlos y
ayudarlos en lo que necesiten. ¡Ánimo y a trabajar!
Contacto: [email protected]