Viernes Santo - 3 de abril de 2015

Aportes
C e le
l eb r ac i ó n
p ar a l a
Homilía y guión para la Santa Misa
Viernes Santo de la Pasión del Señor
Ciclo B. Color: Rojo
3 de abril de 2015
Año XIX - Nº 1073
Aportes para la homilía
Is 52, 13—53, 12;
Sal 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25;
Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1—19, 42
Hoy el pecado del hombre se juega el
todo por el todo dando muerte al Señor de
la vida. Pero, ¡misterio sin fondo del Dios
Amor!, allí encuentra su propia muerte:
con su Pasión y su cruz, el Hijo de la
Mujer aplasta para siempre la cabeza de
la serpiente, y se abren de par en par las
puertas del cielo a todos los hombres de
buena voluntad, congregados en torno al
Vencedor que cuelga en lo alto de su cruz.
¡Gloria a Dios!
El que se resiste a creer, es como si
no viera, y no va a ver hasta que se deje
iluminar por el Sol de verdad, justicia y
santidad que viene de lo alto, Cristo, que
vence nuestros egoísmos, odios, guerras
y muertes con el sacrificio de su vida,
en obediencia amorosa al Padre y por la
salvación de sus hermanos los hombres.
“¡Oh feliz pecado que nos ha merecido
tan gran Redentor!”, cantaremos mañana
en la Vigilia Pascual, alabando el amor
y la misericordia del Dios que, lejos de
vengarse y castigar el pecado del hombre,
cede a su paciente ternura y bondad de
Padre, redobla la apuesta y nos rescata
del fondo de nuestra miseria y locura. Es
que así es Dios, y no hubo ni habrá otro
igual: sólo Dios es Dios.
En este Viernes de la Pasión no
podemos menos que conmovernos escuchando el relato desapasionado de
Juan, que no le agrega comentarios ni
adjetivos a los hechos, como para que
nosotros los meditemos al interior de
nuestra inteligencia y asumamos con total conciencia que Cristo asume nuestra
condición humana en todo menos en el
pecado, pero permitiendo que el pecado
haga estragos en él. Así vemos cómo
toda la saña del mal se cernió con odio
mortal sobre el inocente que pagó por los
culpables... Qué bueno sería si, de vuelta
a casa, juntos en familia, releyéramos el
relato de Juan 18, 1—19, 42, se hicieran
algunos comentarios y oraciones.
En estos días sepamos dar gracias al
Señor por cuanto hizo y sigue haciendo
por cada uno de nosotros, porque no
quiere otra cosa que tenernos a su lado
por siempre en el cielo, para mimarnos
eternamente como hijos del alma. Que
aquel hermoso soneto No me mueve, mi
Dios, para quererte, el cielo que me tienes
prometido… nos ayude a meditar y expresarle al Señor nuestros más profundos
sentimientos de agradecimiento, para
que luego se traduzcan en un paso bien
adelante en el seguimiento fiel de Jesús,
profundizando y acentuando en nuestra
oración, en la meditación del Evangelio,
potenciando la vida de fe y caridad en
nuestra familia, en nuestra comunidad y
(Continúa en la p. 4).
Aportes - 1
Guión para la Santa Misa
1) Introducción
En este día nos congregamos en
torno a la cruz, acompañando a
Cristo que murió por redimirnos
del pecado y de la muerte eterna.
¿Cuál será nuestra respuesta ante esta
cruz, supremo signo del amor de Dios por
todos los hombres?
Hoy no hay Misa, sino que hacemos
presente la Pasión y Muerte de Jesús.
Lo haremos en tres etapas: 1º La liturgia
de la Palabra, centrada en lo que nos
relata san Juan; 2º La adoración de
Jesús crucificado y, finalmente; 3º La
Comunión con las hostias consagradas
ayer en la conmemoración de la Última
Cena. Concentrémonos en profundo
silencio y recogimiento, reconociendo
nuestros pecados, que son la causa de
esa pasión y muerte. Unámonos al Celebrante que comienza esta celebración
con una profunda oración y una breve
plegaria.
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2) Liturgia de la palabra
se convierte en causa de salvación para
cuantos le obedecen.
Lectura del Evangelio: Pasión de
Jesucristo según san Juan 18, 1—19, 42:
Juan refiere lo sucedido desde momentos
después de la última cena en el Monte
de los Olivos, hasta la tarde del viernes,
cuando sepultan el cuerpo de Jesús en
el sepulcro nuevo prestado por José de
Arimatea.
3) Oración universal
Ahora el Celebrante elevará plegarias por todo el pueblo cristiano y
por las necesidades de todos los
hombres. Escuchemos con atención, unidos a todos los cristianos que hoy recitan
estas oraciones en nuestras iglesias.
4) Adoración a Jesús crucificado
Ahora el Celebrante nos presentará
a Jesús crucificado para adorarlo
devotamente y con todo amor agradecido por su sacrificio redentor.
Recordemos lo que él mismo decía al
respecto: Así como Moisés en el desierto
levantó la serpiente de bronce para salvación de los que habían sido mordidos
por las serpientes abrasadoras, así también debe ser elevado el Hijo del hombre
para que todo el que lo mire y crea en
él alcance la vida eterna. Recordemos
también aquello otro: Cuando yo sea
elevado en cruz, atraeré a todos hacia mí.
Al acercarnos a besar a Jesús crucificado
hagámoslo conscientes y arrepentidos
de nuestras culpas y comprometidos a
redoblar esfuerzos por cambiar de vida.
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Primera lectura (Is 52, 13—53,
12): Siglos antes, pero como si lo
estuviera viendo, el profeta Isaías
describe la Pasión y Muerte del
Mesías enviado a redimir y salvar a los
hombres.
Salmo responsorial (Sal 30, 2. 6.
12-13. 15-17. 25): Consciente de sus sufrimientos y de la voluntad del Padre que
quiere a toda costa nuestra salvación, el
Redentor eleva su súplica al que puede
librarlo de sus enemigos diciendo: R.
Padre, en tus manos, encomiendo mi
5) Comunión
espíritu.
Hoy participamos de esta celebraSegunda lectura (Heb 4, 14-16; 5,
ción y comulgamos con las hostias
7-9): El escritor de esta Carta nos muestra
consagradas en la misa de ayer, al
a Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, que
conmemorar la Última Cena. Pablo
se compadece de nuestras miserias y
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Aportes - 2
escribía a sus cristianos: ¡Tengan los
mismos sentimientos de Cristo Jesús, el
cual no se aferró a su condición de Hijo
de Dios sino que se hizo Hijo de hombre
como nosotros, y se anonadó hasta la
cruz por nuestra salvación!
VIA CRUCIS
DE NUESTRO SEÑOR Y REDENTOR
Romano Guardini
6) Oración final
Concluye esta celebración con
una oración final pidiendo a Dios
que, habiendo recordado la Pasión
y Muerte de Jesús, y conscientes de
nuestra pobreza y nuestras culpas, por
su misericordia y los méritos de Jesús,
alcancemos la vida eterna. Al volver
ahora a casa tratemos de conservar el
recogimiento y el espíritu de oración vividos aquí en el templo y hagamos planes
para participar mañana por la noche de
la gran Vigilia Pascual celebrando la Resurrección de Jesús.
De la mano del prestigioso pensador
católico se proponen pensamientos y
oraciones para acompañar el camino de
dolor de Jesús, siguiéndolo en su pasión
y muerte en cruz.
La misión de la Iglesia es evangelizar
La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena
noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús
y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a
nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que
está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación,
que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos
somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras.
La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (cf.
Mt 9, 35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (cf. Fil
2, 8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros (cf. 2Cor 8, 9), enseñándonos el itinerario de
nuestra vocación de discípulos y misioneros. En el Evangelio aprendemos la sublime lección
de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar el Evangelio de la
paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo
(cf. Lc 10, 4ss). En la generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en
la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio.
En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y glorificado
por el Padre, en ese rostro doliente y glorioso, podemos ver, con la mirada de la fe el rostro
humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación
a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos. La Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios.
Documento de Aparecida, nn. 30-32.
Aportes - 3
(Viene de la p. 1).
demás actividades… ¡Sería desatino que
luego de la Pascua, el lunes, todo vuelva
a la normalidad de una vida cristiana que
más parece algo meramente tradicional y
costumbrista, y no una opción y decisión
que se renueva cada mañana y se hace
fiesta entusiasta cada domingo!
También, en este Viernes Santo se nos
pide que hagamos un pequeño sacrificio
en comidas y bebidas, es el ayuno y
abstinencia. Si a veces sabemos privarnos de comidas para bajar de peso o por
otros motivos de salud, pensemos en los
cuarenta días de ayuno de Jesús en el
desierto por nosotros, como también pensemos en tantos otros que comen quizá
lo poco que encuentran en la basura, lo
escaso que pueden comprar con lo poco
que ganan, los que viven, quizá lejos de
nosotros, escapando de las penurias por
guerras y destierros. Pensando en todas
estas miserias humanas, ofrezcamos al
Señor nuestra pequeña mortificación,
rogándole por la paz, la justicia, la solidaridad, el bienestar entre hombres y
pueblos y hagamos lo que entre nosotros podamos hacer con tantos pobres
y necesitados, sin ir más lejos quizás a
la vuelta de casa, quizás en el comedor
comunitario del barrio. ¡Entonces, este
ayuno y abstinencia nos resultarán misteriosamente sabrosos!
Y un tema ante el cual se prefiere
mirar para otro lado quizá por un poco
de cobardía o respeto humano: Ante el
menosprecio lamentable de cristianos
que aprovechan estos feriados para otras
cosas que nada tiene que ver con éstas
celebraciones centrales de la fe cristiana,
ante esa indiferencia frente conmemoraciones tan importantes rechacemos la
tentación de pensar mal y criticar, y sin
creernos mejores que nadie, demos el
mejor buen ejemplo y oremos sinceramente por esos hermanos que no valoran
a fondo cuanto celebramos en estos días,
o se han dejado tentar por la propaganda
o las amistades poco devotas. Más luego,
cuando llegue el momento oportuno, con
el corazón en la mano y sin arrogancias,
hagámosles comprender y también asumir la incoherencia cometida. ¡Puede que
el año que viene lo piensen mejor! Puede
ser, con suma prudencia, recordárselo…
Finalmente, si no lo hemos hecho
antes, hagamos de este día un viernes
penitencial: con un honesto examen de
conciencia, un arrepentimiento profundo,
un maduro propósito de enmienda y una
sincera confesión de lo malo que hacemos y de lo bueno que no queremos hacer. Y si en nuestra parroquia hay sólo un
sacerdote que atiende varias capillas y no
le dan los tiempos para atender confesiones previas a la celebración, prometamos
formalmente hacerlo cuanto antes.
VÍA CRUCIS
Juliette Levivier
Con palabras muy
simples y delicadas ilustraciones
se introduce a
los niños en la
oración y espiritualidad del Via
Crucis.
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editorial San Pablo, propiedad de sociedad de san Pablo (Paulinos). Riobamba 230, C1025abf buenos aires,Argentina.Teléfono:
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