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Curso de autoformación para trabajar la dislexia en casa y en el aula | Tema 1
Tema 1:
Introducción teórica breve sobre la dislexia
¿Qué es la dislexia?
La dislexia es un trastorno permanente, es decir, para toda la vida, caracterizado por una
dificultad persistente para aprender a decodificar el lenguaje escrito.
Tiene un carácter específico ya que para diagnosticar la dislexia hay que descartar que las
dificultades observadas estén justificadas por algún otro déficit físico o sensorial, cognitivo o
relacionado con el entorno.
También podemos decir que la dislexia tiene una base neurobiológica porque el cerebro de
un disléxico se desarrolla y procesa la información de manera diferente al de un no disléxico.
No existe un perfil disléxico único que podamos encontrar en todos los casos, según las
áreas y conexiones afectadas por una disfuncionalidad cerebral, la sintomatología variará
significativamente entre unos y otros disléxicos y la gravedad de sus dificultades también.
Uno de los grandes fracasos hasta el momento, es que se comienza a hablar de dislexia hacia
el final del primer ciclo de Educación Primaria, ya que hasta ese momento se cataloga al
alumno/a de inmaduro, distraído o vago. Esta detección tardía impide que se intervenga a
tiempo, las dificultades aumentan y se hacen más persistentes.
La detección precoz y la intervención preventiva son el único modo de paliar
significativamente las dificultades de aprendizaje de los disléxicos. (Temas 2, 3 y 4)
Para saber qué niños/as deberían recibir una atención preventiva es necesario conocer los
factores de riesgo de la dislexia y los hitos del desarrollo medio en estos aprendizajes.
La gran mayoría de disléxicos tienen un déficit fonológico que les dificulta aprender las
reglas de conversión grafema-fonema, aunque hay otros tipos de dislexia como la visual o
mixta.
Un disléxico no aprende repitiendo una y otra vez las tareas que ofrece la enseñanza
ordinaria; dictados, copias, caligrafía sin más, lecturas comprensivas típicas, etc…
Por esto, la opción de repetir curso para alcanzar el nivel de sus compañeros es un tremendo
error.
Las nuevas estrategias y metodologías de enseñanza que se están utilizando para intervenir
la dislexia, también favorecen y potencian el aprendizaje en alumnos sin dificultades. Esto
posibilita su práctica en el aula respetando la atención a la diversidad sin un esfuerzo
adicional. (A partir del Tema 7)
El principal problema de los disléxicos frente a la lectoescritura en cursos superiores, es que
no llegan a automatizar los procesos de codificación y decodificación, por lo que utilizan
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demasiados recursos cognitivos para realizar estas tareas de manera consciente. Los no
disléxicos las automatizamos durante el primer ciclo de EP.
Detectar y diagnosticar la dislexia
El diagnóstico de dislexia no se debería realizar antes de los 8 años, debido al desfase de, al
menos dos años, que debe existir respecto al grupo de edad en el nivel lector. Además, solo
se puede afirmar el diagnóstico de dislexia evolutiva tras haber observado que las
dificultades se resisten a una intervención adecuada.
Cuando observamos dificultades en el aprendizaje de la lectura y/o escritura antes de esa
edad, podemos hablar de retraso o trastorno. El retraso se interviene y el alumno alcanza el
nivel de sus compañeros, sin embargo, el trastorno es permanente y normalmente es
dislexia.
Aunque no tengamos un diagnóstico, es fundamental intervenir las dificultades concretas
que se observen desde el momento en que sean detectadas.
No existe un material específico para trabajar con todos los disléxicos ya que hay perfiles
muy diferentes dentro de este trastorno. Todo buen material o programa debería incluir
evaluaciones previas.
Para intervenir adecuadamente es fundamental realizar una valoración inicial de las
habilidades implicadas en la lectoescritura, cuya finalidad sea detectar qué dificultades
concretas presenta y cuál es el origen de estas. Solo entonces podemos llevar a cabo un
entrenamiento que sea efectivo.
No basta con pasar un test de lectura y/o escritura y simplemente medir el nivel en el que se
encuentra el alumno, esto no nos da información para saber qué y cómo trabajar con él.
En el Tema 5 y 6 de se expondrán las pruebas y observaciones que debemos llevar a cabo.
Para diagnosticar la dislexia en adultos no existe ningún test estandarizado, sobre todo se da
importancia a la experiencia vivida por el sujeto durante los primeros años escolares y, en
especial, a si presentó dificultades a la hora de aprender a leer y escribir o no.
Un niño/a disléxico se percibe desde el primer momento en el que se enfrenta al aprendizaje
de las letras, hay algo que le impide aprender sus sonidos o fonemas, su grafía, a
combinarlas, las confunden, las omiten, las sustituyen tanto al leer como al escribir y aunque
se intervenga adecuadamente siguen mostrando unas dificultades severas para alcanzar
estos aprendizajes.
Normalmente un disléxico adulto, si no ha tenido ningún tipo de apoyo ni tratamiento, habrá
presentado muchas dificultades para acceder a estudios superiores, fracasando
académicamente en este sentido. Por el contrario, si ha conseguido llegar a niveles
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educativos superiores con apoyo y un tratamiento específico, siempre presentará
dificultades en la lectoescritura. Las más comunes en sujetos adultos son las faltas de
ortografía, lectura lenta con problemas de comprensión lectora y dificultades para llevar a
cabo una redacción a la hora de sintetizar y organizar la información.
Para establecer el diagnóstico en niños/as se debería realizar una evaluación rigurosa que
determine cuáles son las dificultades específicas de estos y, a partir de ahí, orientar los pasos
a seguir en la intervención.
Antes y durante la evaluación debemos descartar cualquier otro déficit que explique las
dificultades, así como, medir tanto las capacidades metalingüísticas como los procesos
lingüísticos y lectoescritores que ofrezcan información para saber qué y cómo trabajar con
cada niño/a.
Comorbilidad:
Relación
entre
la
dislexia
y
otras
disfunciones
cognitivas
relacionadas con el aprendizaje, la conducta y la actividad motora.
Los trastornos que suelen acompañar a la dislexia son: trastorno por déficit de atención con
o sin hiperactividad (TDA/H), disgrafía, discalculia, trastornos del desarrollo de la
coordinación y/o trastornos a nivel afectivo. (Ampliación Tema 1)
Cada una de estas alteraciones puede o no presentarse junto a la dislexia y manifestarse en
mayor o menor medida.
Esto corrobora la idea de que para trabajar la dislexia no sirve cualquier material o
programa, sino que, previamente, es fundamental conocer detalladamente cuáles son las
dificultades y el origen de estas.
Hay que tener claro que no hay un método para trabajar la dislexia por sí misma, sobre todo
a partir de los 8-9 años.
Todo programa o material de intervención debería centrarse en utilizar estrategias para
desarrollar cada una de las habilidades deficitarias, implicadas en el aprendizaje de la
lectoescritura. Respetando siempre la progresión de dificultad o adquisición de estas
habilidades.
En el capítulo 6 veremos cómo programar la intervención en función de los resultados
obtenidos en una evaluación.
Con técnicas de neuroimagen funcional se ha observado que hay varias zonas cerebrales,
implicadas en diversos aspectos del procesamiento de la información y la respuesta a
estímulos, donde los cerebros de sujetos disléxicos muestran diferencias. Esto explicaría que
cada disléxico tenga una sintomatología diferente según las capacidades cognitivas
afectadas.
Tenemos que entender la dislexia como un continuo entre buenas y malas habilidades
interrelacionadas entre sí.
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Esto nos indica que una persona puede tener disortografía pero no ser disléxica, ya que no
tiene dificultades para aprender a leer.
Que un sujeto con limitada capacidad de memoria operativa tenga dificultades para el
aprendizaje sin ser disléxico, o que un disléxico con problemas de atención y dificultades
para expresarse mediante lenguaje oral, muestre buenas habilidades para otros
aprendizajes, estando por encima de la media.
En general, hay que comprender que todos tenemos estas habilidades más o menos
desarrolladas y que, a partir de un determinado corte, se diagnostican tales dificultades
como síntomas de un trastorno y hasta ese corte o umbral se consideran personas que no
tienen una buena habilidad para algo, es decir, que no se le da bien realizar una determinada
tarea.
Sería algo similar a cuando una persona que no tiene mucha habilidad para cantar o dibujar
pero no por ello presenta un trastorno.
Con esto queremos defender que no todas las personas que presentan algún rasgo de la
dislexia son disléxicos, aunque las dificultades de un no disléxico y de un disléxico se
trabajarían de manera similar. La diferencia está en que el no disléxico aprenderá mucho
más rápido.
Conclusiones
En resumen, podemos concluir que la dislexia es un trastorno permanente y específico, de
origen neurobiológico y hereditario, (Se multiplica por 8 el riesgo de tener hijos/as disléxicos
si uno de los dos progenitores lo son).
Existe una gran diversidad de perfiles disléxicos debido, principalmente, a la interrelación
entre diferentes procesos cognitivos que pueden estar afectados o no.
Por ello cada disléxico es único, no hay unas características o síntomas definidos que
cumplan todos los sujetos, aunque si constatamos que en la mayoría de los casos no solo
está afectada la capacidad para aprender a leer debida a un déficit fonológico.
Nos debe quedar claro que para intervenir la dislexia o el retraso lectoescritor debemos, en
primer lugar, identificar las dificultades concretas que presenta cada niño/a y el posible
origen de estas y, a partir de ahí, orientar un programa que intervenga directamente sobre
estas dificultades, respectando al máximo la progresión del desarrollo de tales habilidades,
sin saltarse ningún nivel y trabajando bajo enseñanzas explícitas, motivantes, significativas y
que impliquen la estimulación de todos los sentidos.
Sustituyamos tareas rutinarias de copia y dictado por actividades verbales, fomentando la
reflexión y la participación en grupo. Un niño/a con dificultades no aprende copiando y
realizando la misma tarea una y otra vez pero este tipo de prácticas si le desaniman y
eliminan todo su interés por aprender.
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También se ha intentado mostrar que un disléxico puede presentar problemas muy variados
y que no podemos llamar disléxico a quien únicamente tiene alguna/as de estas dificultades:
faltas de ortografía, falta de atención, dificultades para aprenderse las tablas, confusión
entre palabras, inversiones esporádicas, lectura más lenta...
Por otro lado, esta información nos debe llevar a preguntarnos;
 ¿Valoraríamos negativamente a un niño/a que tiene una discapacidad física que le impide
andar correctamente si no llega entre los primeros a la meta a pesar de haber sido el que
más se ha esforzado en superar una carrera durante todo el proceso?
 ¿Sería un privilegio aportarle los recursos o apoyos suficientes para que esté en igualdad
de condiciones respecto a sus compañeros si sabemos que con esos apoyos eliminamos su
hándicap?
Y por último, queremos dejar claro que, para que la intervención específica en las
dificultades de un niño/a disléxico se refleje rápida y visiblemente en los resultados
escolares, es necesario que se cumplan una de estas dos premisas:
 Que se realice una detección precoz y se inicie la intervención preventiva en la etapa de
Educación Infantil, prosiguiendo con una intervención temprana desde el comienzo del
aprendizaje de la lectoescritura propiamente dicho.
 Que, aunque se comience a trabajar con el niño de manera tardía, (a partir de 7-8 años),
haya una coordinación entre familia, maestros y profesionales externos.
La familia deberá apoyar en casa al niño/a, llevando a cabo el trabajo que le recomiende el
profesional externo y los docentes. Además, su papel es fundamental para evitar que el
niño/a desarrolle trastornos emocionales y/o comportamentales.
Los docentes debemos llevar a cabo unas simples modificaciones en las estrategias
metodológicas para permitirle al alumno demostrar sus conocimientos, progresar, sentir
confianza en sí mismo y, con esto, motivarle y despertar su interés por aprender.
Durante este curso expondremos algunas actividades que podemos llevar a cabo y que, no
solo estimulan el aprendizaje del alumnado con dificultades, sino que potencian el desarrollo
de los demás alumnos/as.
El profesional externo, además de realizar una intervención adecuada tras la valoración
pertinente, debe informar al docente de cuáles serían los cambios metodológicos más
convenientes en función de cada sujeto, y dar el material y las orientaciones necesarias a la
familia para que puedan apoyar su labor desde casa.
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Si ha finalizado el estudio del presente tema, realice el Test de autoevaluación
correspondiente al Capítulo 1 y evalúe los conocimientos adquiridos.
Al seleccionar la respuesta intente explicar en el porqué de esta.
Las respuestas a las cuestiones planteadas en este test, aparecerán ampliamente
desarrolladas en un documento anexo junto al archivo de ampliación del Capítulo 2.
Puede acceder a través de la web o directamente mediante el siguiente enlace.
Test de evaluación del Capítulo 1.
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