Dos sacerdotes muy distintos explican cómo - Jesús Martínez

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revista
DOMINGO, 10 JULIO 2005
L A VA N G U A R D I A
Curas
de crucero
Dos sacerdotes muy distintos explican cómo
funciona el servicio religioso a bordo
Jesús Martínez
M
osén Cinto Verdaguer siguió el
dicho de Ramón
Sampedro
en
Mar
adentro:
“Si quieres ver
mundo, hazte
marinero”. A
los 28 años, con las vestiduras de sacerdote recién puestas, Jacint Verdaguer
(1845-1902) entró de capellán en la Compañía Transatlántica. Por salud le recomendaron el clima marítimo, pero debió gustarle, porque pronto se enroló
en una travesía a La Habana. Fueron
cuatro años fecundos, en los que entre
las cuadernas y los trinquetes del Ciudad Condal concibió su obra cumbre,
L'Atlàntida.
Si mosén Cinto se explayó escribiendo mientras viajaba empujado por los
alisios, otros hacen al revés y lo que persiguen es a un clérigo con quien poder
desahogarse. Las vacaciones de moda
en los cruceros no sólo permiten descansar en la tumbona. Existen otras
ofertas. Una bastante desconocida es el
“servicio espiritual” que los cruceristas pueden tener mientras están a bordo. En barcos similares hemos hallado
a dos curas muy opuestos: Modesto Candela, capellán castrense italiano, y
Una pareja de
recién casados
acude al punto
de reunión
establecido
durante un
simulacro
Lluís Hernández, ex alcalde comunista
de Santa Coloma de Gramenet.
“Abraham engendró a Isaac; Isaac
engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá,...”. En la cómoda del camarote 2281,
a babor, está guardado en un tahalí el
Evangelio según San Mateo del Nuevo
Testamento (Società Biblica di Ginevra, 2001).
Ayuda espiritual en el mar
Dios está en todas partes, incluidos
los cajones de las cabinas de las grandes naves. Los cruceros como el Costa
Fortuna (www.costa.it/fortuna) son
una opción asequible para muchos sueldos medios. El Fortuna es el quinto crucero más grande del mundo (el primero
es el Queen Mary II, de Cunard). Es el
buque de la flota de Costa Cruceros (adquirida por la naviera norteamericana
Carnival) que cubre el Mediterráneo
más próximo. Su ruta es Barcelona,
Savona, Marsella, Nápoles, Palermo,
Túnez, Mallorca y vuelta a Barcelona.
Total, siete días gozando de nuestro
mar chiquito. Este tipo de viajes es un
reclamo para las parejas de larga duración y para las que estrenan matrimonio. Y para los ejecutivos y los administrativos menos agresivos a los cuales la
empresa incentiva con un viaje de rega-
lo. Ellos no sólo buscan descanso y relax elevado al cubo, sino que también
ansían lo que la sociedad culpable les
quita, la paz de espíritu.
En el Costa Fortuna hay capilla y,
por consiguiente, capellán. Un sacerdote católico ofrece ayuda espiritual 24 horas. Monseñor Modesto Candela (Torino, 1942) es el capellán. El suyo es un
caso curioso. Se formó diez años en la
Academia Militar de Módena, donde se
destinado dos años en Noruega, un año
en Dinamarca y un año en Turquía:
“No hay contraposición por el hecho de
que un cura trabaje en el entorno militar. La Iglesia tiene que estar presente
en todo tipo de estructuras como medio
pacificador”, considera.
Modesto Candela va de blanco de España y luce un reloj de oro que le pesa
en la muñeca. En las charreteras luce
una ancla bordada que significa el apos-
En el barco no se puede
casar, pero sí celebrar
los matrimonios antiguos
preparan todos los militares italianos.
Después del curso militar, entró de vicario en el episcopado. La vocación no le
viene de familia. Descubrió “el camino” a los 28 años. Se jubiló con 57 como
“oficial militar”. Su rango es primer oficial del Estado Mayor de a bordo. No depende jerárquicamente de nadie pero
colabora con el comandante.
Como sacerdote, Modesto ha trabajado en la OTAN antes de que el Muro
de Berlín cayera hecho añicos. Estuvo
tolado marítimo Stella Maris. Fumador
empedernido de Marlboro, fuma como
un descosido. Es uno de los pocos oficiales que no lleva busca. La suya es una
misión espiritual, la de sosegar y proporcionar paz interior. Para la entrevista se repasa el Manual del capellán de a
bordo, donde están resumidas las cuestiones transcendentales y las normativas de las actividades de ocio. El sacerdote es el que coordina las actividades
recreativas como el deporte. Es, ade-
El padre
Modesto oficia
una misa fuera
de la capilla del
barco debido a
la gran afluencia
de pasajeros
más, el encargado de repartir el correo.
En el Costa Fortuna, Modesto lleva
dos años. Antes había estado en el crucero gemelo Costa Tropicana. A veces
se toma unas vacaciones en tierra. Su
intención es seguir un tiempecito más
andando sobre las aguas. Él es parte
contratante del apostolado y viene mandado por la Conferencia Episcopal, sección “pastoral de inmigrantes”. Es como el párroco de una parroquia. “Soy el
testimonio de fe, esparzo la palabra del
Evangelio. Soy un puente de diálogo entre las diferentes religiones que pueden
existir entre los tripulantes y asisto al
pasaje”. Sus frases son invocaciones:
“La gente viene de vacaciones pero la fe
no va de vacaciones”.
Modesto Candela puede ver la búsqueda de la religión y la reafirmación
religiosa en muchos pasajeros. Los que
se dirigen a él se muestran más abiertos porque no le conocen. Juega con
ventaja, y asegura: “La gente está cansada del individualismo, del materialismo y del consumismo. El mundo occidental lleva dentro el cuarto mundo y
padece una profunda crisis espiritual,
moral y ética”.
En varias ocasiones se ha encontrado colegas de profesión: pastores protestantes, hebreos, estudiantes de colegios
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DOMINGO, 10 JULIO 2005
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Un grupo de
cruceristas
observa las
maniobras de
atraque de su
buque frente a
otro crucero
FOTOS: MARC JAVIERRE KOHAN
Lluís Hernández, viento de babor
salesianos, hinduistas, budistas... La relación que establece con los demás es
cordial y amigable. Los viernes hay un
servicio hebreo y se asigna una sala para que se pueda desarrollar la ceremonia litúrgica aunque no haya rabino.
La tripulación, mayoritariamente,
es musulmana. Ellos no tienen capilla.
El indonesio Fnu Riswand le hace a Modesto de monaguillo en sus ratos libres.
Él lee en su minúsculo cuarto el Corán,
pero le gusta “ayudar al Padre”. Buena
parte de la plantilla es evangelista, sobre todo los latinos (peruanos, dominicanos,...). También hay muchos indios
católicos (se les reconoce por una cruz
tatuada entre el dedo pulgar e índice).
Me sorprendo porque la capilla está
en el puente 4, de los 14 que tiene el Costa Fortuna. Justo debajo del casino y al
lado de la discoteca. Modesto se encoge
de hombros: “Es el ingeniero, yo no hice el barco”. Guarda celoso las llaves de
la capilla, donde caben sentadas unas
20 personas. La iconografía es de estilo
bizantino. Un San Jorge (Saint Giorgio), patrón de Génova, monta guardia
en la entrada. Los apóstoles nimbados
de las paredes de madera noble son como serviolas. Nada que envidiar al templo votivo de la familia Uffizi, en Florencia. Modesto llena todos los días de la
Antes del
cóctel de recién
casados, las
parejas repiten
la fotografía y el
beso del día de
su matrimonio
semana. Cada día hay oficio. La misa es
a las 11 y dura 35 minutos. “En el nombre del Padre...”.
Matrimonios a bordo
No se pueden celebrar matrimonios
a bordo. Ha habido casos de parejas que
llegan a los cruceros con problemas de
convivencia y van a relajarse y recomponer relaciones. Lo único que puede
celebrar el cura es la renovación del voto matrimonial.
Josep Marçal y Maria Escós son dos
ancianitos entrañables que van juntos
de la mano por la cubierta igual que dos
colegiales. Han asistido a la misa. Es la
primera vez que viajan en un crucero.
Celebran sus bodas de oro porque –guiñan un ojo– “no todo el mundo las hace,
y menos hoy”. Son de Aiguafreda (Osona). Les ha encantado la ceremonia. Todos los domingos van a misa: “Un domingo sin misa no es un domingo”.
La compañía felicita a las parejas
que celebran un aniversario de boda especial, múltiplo de cinco años; por eso
en muchos cruceros les bonifican con
un descuento de entre 150 y 250 euros.
Sólo el Costa Fortuna suele llevar unos
900 pasajeros de luna de miel, 450 parejas. En mayo y junio hay cosecha de enlaces.c
Tomar mucho el sol, sorber un
refrescante daiquiri (ron, azúcar,
limón y mucho hielo) y... dar
catequesis. Esto es lo que hace en
un crucero Lluís Hernández, el
antiguo alcalde de Santa Coloma
de Gramenet. Lo fue de 1979 a
1992, salido de las filas del partido
comunista catalán, el PSUC. Ahora
milita en Iniciativa per Catalunya
Verds. Lluís nació en Barcelona en
1936, cuando en la ciudad estalló
el odio de la guerra y ardía en
piras todo lo relacionado con la
Iglesia. Al abandonar la política
activa, lo nombraron rector de la
parroquia de Sant Sebastià (Nou
Barris), y allí estuvo hasta que se
jubiló en el 2000, a los 65 años.
Lee y relee la Biblia y textos de
otras religiones y hace cruceros,
un “servicio voluntario”. Lo
prefiere a acabar en un monasterio
asistiendo a las monjas. El 2004, la
compañía Pullmantur lo fichó para
cubrir su puesto de capellán de
barco. Ha hecho seis viajes entre
el Mediterráneo y el Caribe. Son
cruceros de nueve días.
Los capellanes no pueden estar
en situación de “vagancia”. El
derecho canónico así lo estipula.
El Apostolado del Mar, que
esparce el catolicismo allende los
mares, le propuso formar parte de
los cruceros como una actividad
más. Cada año hay una reunión
para “cerrar agenda”, en la que se
adjudican cuatro o cinco viajes:
“Este año ya he hecho dos y me
quedan dos, el primero en
noviembre, a la Martinica”.
Se relaciona, sobre todo, con la
tripulación, unas 600 personas, la
mayoría asiáticos y de América
Latina, “con una religiosidad
cultural muy arraigada”: “Yo bajo
a los camarotes de los
trabajadores y les explico alguna
cosa sobre la Biblia y Jesucristo,
les hago misa y los bendigo”.
El capitán posa
para una foto
con una de las
parejas que
celebran sus
bodas de plata
en el barco
Recibe sus quejas y hace de
intermediario en temas
laborales.También se relaciona
con el pasaje, que suele estar
compuesto de españoles e
ingleses. A la misa de los
domingos asisten unas 170
personas. “Hay pocas parejas
jóvenes. Ahora hay muchas
personas mayores que celebran
sus 50 años de casados”, resume.
“En un crucero se conoce gente de
muchas maneras de pensar”.
Algunos, cómo no, piden lo propio:
“Los hay que quieren confesión y
tienen esa costumbre”. En los
sermones toca temas peliagudos:
¿hay infierno?, ¿María era virgen?,
¿existen las ánimas y el
purgatorio? Para aclarar estos
conceptos necesita establecer
unas horas de catequesis a bordo.
Lluís sigue los principios de la
teología moderna, que no entiende
las Sagradas Escrituras como “un
cuento de niños donde una
serpiente puede hablar”Las misas
de Lluís no son unas misas
cualquiera. Se ofician en la
discoteca del barco, que se
habilita para tal menester. Él no se
queda luego a bailar, pero sí que
observa a los demás en su ocio.
En especial, le encanta ‘la liturgia’
del casino: “Me pongo cerca de la
Lluís Hernández
mesa y miro la agilidad de los
crupiers y lo que los pasajeros
gastan. Es mucho”.
Cuarenta y cuatro años de
capellán. Su vocación “primigenia”
fue la de estar al lado de Dios y de
los hombres de todos los
continentes. Capellanes
sintonizando con la izquierda ha
habido algunos, pero de militancia
pública, pocos. De ahí que él se
convirtiera en el lobo malo para la
Iglesia tradicional. En los 60 fue
misionero en Ecuador, y estuvo
próximo a la teología de la
liberación. Quería conocer “los
movimientos de izquierda
revolucionarios y esperanzadores
de América Latina”. Llegó a
mantener contactos, incluso, con
la guerrilla del Che Guevara que
operaba en Bolivia. Con el Che no
llegó a tener contacto personal. Lo
idolatra: “Atrevido, valiente, capaz
de dejar atrás triunfos y prebendas
e irse solo a vivir una situación de
riesgo y pobreza total”. Luego
estuvo en la Nicaragua sandinista:
“Me interesaba conocer la idea
política de los guerrilleros, qué
querían, si creían que podían
cambiar la situación... ... Me
encontré mucha ilusión pero poca
base. La gente, al final, lo que
desea es paz, tranquilidad, trabajo
y poder comer cada día”.
En su casa de la calle del Roser
de Santa Coloma de Gramenet,
Hernández habla despacio y alto.
Es un cura atípico. Muchos vecinos
lo adoran. Es “drogodependiente”
de ‘La Vanguardia’, aficionado del
Espanyol, comunista, y no lo niega.
Jamás será como su colega de
profesión, en estos momentos,
Modesto Candela: “Uno de los
disgustos más grandes que he
tenido en mi vida es que en
España se dijera sí a la OTAN”,
dice. Y concluye: “Mi vida es muy
completa”
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