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Sluggish Cognitive Tempo:
realidades y controversias
María del Mar Bernad & Mateu Servera
Instituto Universitario de Investigaciones en Ciencias de la Salud
Universidad de las Islas Baleares
Resumen
valorarán aquellos estudios que traten de averiguar las impli-
En los últimos años ha crecido notablemente el interés por
caciones a nivel neuropsicológico del SCT, especialmente en
una dimensión conocida como Sluggish Cognitive Tempo
cuanto a las alteraciones en funciones ejecutivas. Algunas de
(SCT), que se refiere a aquellos individuos que presentan una
las conclusiones más interesantes son que el estudio del SCT
sintomatología inatenta, diferente a la descrita para la Inaten-
se extiende a poblaciones de distintas condiciones clínicas
ción (IN) en el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperacti-
(principalmente pacientes con sintomatología TDAH), que se
vidad (TDAH), y una conducta y un pensamiento enlenteci-
encuentran escalas de medida válidas y fiables para evaluar
dos. Esta dimensión SCT no se encuentra exenta de
la presencia de la sintomatología SCT (algo que permite au-
controversias, la mayoría relacionadas con su elevada asocia-
mentar la comprensión de esta dimensión), y que se aportan
ción con el TDAH-IN. Es por ello, que el objetivo del presente
datos suficientes para afirmar que SCT conforma un construc-
trabajo consiste en revisar la situación actual en que se en-
to distinto a la Inatención del TDAH, con correlatos internos
cuentra el constructo SCT, así como realizar un recorrido a lo
y externos diferenciados. Por todo ello sería recomendable
largo de la historia sobre esta dimensión. Se comentarán las
incluir una medida SCT en protocolos de evaluación psico-
distintas definiciones existentes de SCT, los instrumentos de
patológica infantil (especialmente ante sospecha de TDAH-
medida que se han venido utilizando a lo largo de los años
IN), así como proponer tratamientos especializados para in-
por distintos investigadores, los primeros datos epidemioló-
dividuos con esta sintomatología.
gicos del constructo, y, sobre todo, las implicaciones que
Palabras clave: revisión, Sluggish Cognitive Tempo (SCT), Tras-
supone la presencia de esta sintomatología a distintos niveles.
torno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)
Se pondrá especial atención a las implicaciones en áreas
psicopatológicas (sintomatología internalizada y externaliza-
Sluggish Cognitive Tempo: Facts and controversies
da), de rendimiento académico y relación social. También se
Abstract
Agradecimientos: Este trabajo se ha realizado con el apoyo de dos proyectos de investigación
del Ministerio de Economía y Competitividad (Gobierno de España): PSI2011-23254 y PSI201452605-R, y con un beca predoctoral cofinanciada por los Fondos Sociales Europeos y el Gobierno
de las Islas Baleares (FPI/1451/2012).
Lately it has grown a considerably interest in a dimension
known as Sluggish Cognitive Tempo (SCT), which refers to
individuals who have a different inattentive pattern as the
one described for inattention (IN) in Attention Deficit and
Diríjase toda correspondencia a la autora a: María del Mar Bernad. Instituto Universitario de
Investigaciones en Ciencias de la Salud (IUNICS). Universidad de las Islas Baleares. Campus UIB.
Ctra. Valldemossa, Km. 7,5 07122 Palma (Islas Baleares), España.
Correo electrónico: [email protected]
Hyperactivity Disorder (ADHD), and slowed thinking. SCT has
RMIP 2016, Vol. 8, No. 2, pp. 125-160.
ISSN-impresa: 2007-0926; ISSN-digital: 2007-3240
www.revistamexicanadeinestigacionenpsicologia.com
Derechos reservados ®RMIP
paper to review the current situation of the SCT construct, as
always been a controversial dimension, mostly because of its
high association with ADHD-IN. It is therefore the aim of this
well as its historical evolution. The various existing definitions
of SCT, the measuring instruments that have been used over
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Artículo-Objetivo
the years by different researchers, the first epidemiological
data of the construct, and, above all, the implications posed by the presence of these symptoms at different levels
will be discussed in this article. Particular attention to the
implications for psychopathological areas (internalized and
externalized symptoms), academic achievement and social
relationship will be provided. Studies that try to figure out
the neuropsychological implications of the SCT, especially
with regard to changes in executive functions, will also be
assessed. Some of the most interesting findings are that the
study extends SCT populations to different clinical conditions
(mainly patients with ADHD symptoms), that there are some
valid and reliable measure instruments of SCT (which allows
us to increase understanding of this dimension), and that
we are facing sufficient data to insure that SCT conforms a
different construct than ADHD-IN, with internal and external
different correlates. Therefore, it would be advisable to include
a SCT measure in child psychopathological assessment protocols (especially when ADHD-IN is suspected) and to propose
specialized treatments for individuals with these symptoms.
Keywords: Review, Sluggish Cognitive Tempo (SCT), Attention
Deficit Hyperactivity Disorder (ADHD)
1. El surgimiento de la dimensión
Cuando hablamos de Sluggish Cognitive Tempo
(SCT) nos referimos a una serie de características de inatención, enlentecimiento y letargia,
presentes en algunos individuos, que últimamente se han intentado definir con la intención
de diferenciarlas de los problemas de inatención
descritos dentro del Trastorno por Déficit de
Atención e Hiperactividad (TDAH). De todos
modos, el estudio del SCT no puede entenderse
fuera del TDAH.
El TDAH es uno de los trastornos infantiles
más prevalentes a nivel mundial, con unas tasas
actuales situadas entre el 6.7% y el 7.8% (Thomas, Sanders, Doust, Beller & Glasziou, 2015),
y al parecer con tendencia a incrementarse: por
ejemplo, un informe del organismo gubernamental Center for Disease Control and Prevention de los años 2011-2012 (véase el tratamiento
de la noticia por parte de Schwarz & Cohen,
2013) alertó de que un 11% de la población entre
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4 y 17 años de edad estaba diagnosticada con
TDAH (la prevalencia llegó al 15% en niños y
fue del 7% en niñas). Este trastorno figura actualmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación
Americana de Psiquiatría, DSM-5 (APA, 2014),
dentro de los trastornos del neurodesarrollo y
está formado por tres subtipos: predominante
inatento, predominante hiperactivo-impulsivo
y combinado.
El TDAH es un trastorno del neurodesarrollo
que se caracteriza por una serie de conductas
evolutivamente alteradas en el ámbito de la
atención, la impulsividad o la sobreactividad
motora, y genera dificultades en distintos ámbitos. A nivel cognitivo, las principales dificultades se asocian con problemas de rendimiento
sostenido, de memoria de trabajo y de velocidad
de procesamiento. En el ámbito conductual, los
problemas radican en dificultades para seguir
las normas, para controlar la impulsividad y la
inhibición motora. Finalmente, en el ámbito
emocional se suceden diferentes problemas que
giran en torno a las funciones de autorregulación
y motivacionales (suelen presentar respuestas
anormales ante los estímulos ambientales). Estos síntomas se manifiestan desde la primera
infancia pero se hacen más evidentes en la niñez.
Algunos pueden mejorar en la adolescencia, pero
también pueden aparecer otros problemas indeseables tanto o más importantes y, finalmente,
algunas dificultades perduran en la edad adulta.
En resumen, el hecho de padecer TDAH supone
una forma especial y diferente de procesar la
información, con algunas ventajas y múltiples
inconvenientes (dependiendo de las demandas
del contexto), que resultan difícilmente modificables por lo que se debe ayudar al individuo a
vivir con ello de la forma más adaptativa posible.
Dicho esto, hay que tener en cuenta que el
TDAH es un trastorno que se manifiesta de
forma muy heterogénea. Su carácter sindrómico
ha llevado a una constante redefinición que, de
forma abreviada, ha basculado desde la conside-
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
ración como alteraciones independientes de un
subtipo inatento versus un subtipo hiperactivo/
impulsivo, hasta la consideración de un trastorno único sin diferenciación de sintomatología,
llegando al estatus actual de un tronco común
con los tres subtipos antes mencionados. Sin
embargo, las críticas han sido constantes. Una
de las más interesantes se basa en la excesiva
dependencia de las conductas de impulsividad y
sobreactividad motora sobre el subtipo inatento.
La mayor o menor presencia de estas conductas
determina que un diagnóstico se incline hasta el
subtipo combinado o al inatento, pero en esta última situación la cuestión es: ¿expresa el mismo
tipo de trastorno un caso en el cual se observan
muchos síntomas de inatención con bastantes
de impulsividad e hiperactividad (sin poderse
llegar al diagnóstico combinado), que otro similar pero sin ningún síntoma de impulsividad
ni sobreactividad? O todavía más, ¿serían ambos
casos equiparables desde el punto de vista de sus
implicaciones psicopatológicas?
De hecho, ocurre que se observan personas
que presentan síntomas de inatención sin manifestación alguna de impulsividad/hiperactividad, pero que a menudo se acompañan de
conductas como excesiva somnolencia, enlentecimiento, falta de energía, baja actividad física,
elevados niveles de conductas internalizadas,
un bajo estado de alerta y una pobre orientación (Barkley, 2001b; Carlson & Mann, 2002;
Derefinko et al., 2008; Desman, Petermann,
& Hampel, 2008; Garner, Marceaux, Mrug,
Patterson, & Hodgens, 2010; Harrington &
Waldman, 2010; McBurnett, Pfiffner, & Frick,
2001). Este conjunto de síntomas es lo que
hoy en día se conoce como Sluggish Cognitive
Tempo (Barkley, 2001b; Carlson & Mann, 2002;
Garner et al., 2010; Hartman, Willcutt, Rhee,
& Pennington, 2004; McBurnett, et al., 2001),
un concepto cuyo interés ha resurgido en los
últimos años (Barkley, 2014, 2015; Becker, 2013;
Becker, Marshall, & McBurnett, 2014), si bien
tiene una historia relativamente lejana.
Varios autores de renombre en el campo de
la psicopatología infantil, en concreto conocidos
por sus aportaciones en el campo del TDAH y
SCT, como Russell Barkley (2013, 2014), Stephen Becker (2014) o Catherine Saxbe (2014),
destacan en sus trabajos de revisión histórica
que el primero en sugerir la existencia de una
dimensión que caracterizaba individuos con
bajo poder atencional o arousal, que parecían
quedarse mirando al vacío o soñar despiertos
con frecuencia, y que además se presentaban
inatentos, lentos y erráticos a la hora de procesar
la información, fue Alexander Crichton en 1798.
En su manual de medicina, Crichton defiende
la existencia de dos trastornos de atención diferenciados: uno basado en la sobreactivación
de los sistemas atencionales (distraído, frecuentes cambios del foco atencional, inconsistencia,
baja concentración y poca persistencia); y otro
centrado en la infraactivación atencional (bajos
niveles de energía, apatía, debilidad, falta de
atención, retraimiento, dificultades sociales, pocas amistades, etcétera.). El primero se identifica
fácilmente con lo que hoy conocemos como
TDAH (especialmente el subtipo de predominio combinado), y sin duda fue el que ganó la
partida del interés científico en años posteriores.
Mientras que el segundo, relegado a desarrollos
posteriores, podría relacionarse con el SCT, pero
también con Trastornos del Espectro Autista, o
incluso algunas características de Trastornos de
Personalidad Esquizoide o Esquizotípica. Es
decir, quedó en un plano mucho más indefinido.
Hasta la década de 1970 los problemas que
hoy asociamos al TDAH se reducían fundamentalmente a un problema de sobreactividad y de
impulsividad. Sin embargo, los trabajos de Virginia Douglas sacaron a la luz la importancia de
la inatención como el elemento definitorio del
trastorno hiperkinético, dejando la impulsividad
y la sobreactividad en un papel más secundario.
Dichos resultados fueron tan influyentes que el
DSM-III (APA, 1980) consideró la inatención
como la dimensión nuclear del trastorno, y por
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ello pasó a denominarse Trastorno por Déficit
de Atención (TDA), reconociendo dos formas:
con ausencia de sintomatología hiperactiva (-H)
o con sintomatología hiperactiva (+H). A raíz
de esta diferenciación se inician líneas de investigación dirigidas a evaluar las disparidades
entre niños con TDA+H y TDA-H. Como
resultado de estos estudios quedó plasmado
que los problemas de atención del subtipo con
hiperactividad se relacionaban más con ítems
de distracción, descuidos e irresponsabilidad;
mientras que la inatención de los TDA-H se
relacionaba más con ítems de lentitud, pereza, somnolencia, apatía y “estar en las nubes”
(Carlson, 1986; Lahey, Schaughency, Frame, &
Strauss, 1985).
Además, durante esta misma década (siguiendo algunos estudios premonitorios de los años
sesenta), motivados por la necesidad de especificar estos dos subtipos del TDA, se llevaron
a cabo varios estudios de análisis factorial que
intentaron probar la diferenciación entre los dos
grandes factores que componen el trastorno:
inatención e hiperactividad/impulsividad. Sorprendentemente (o no tanto) en algunos de ellos
se manifestó la existencia de un tercer factor, que
no se ajustaba a ninguno de los dos anteriores, y
que estaba formado por “problemas de atención/
inmadurez”, “inatención/pasividad” o “sluggishness” (véase, Becker, Marshall, & McBurnett,
2014). Este factor albergaba, precisamente, comportamientos que respondían a la somnolencia,
confu­sión, fatiga, pereza y pasividad. Debido a la
gran relación que se establecía entre este tercer
factor y la inatención, a pesar de presentar conductas diferentes, nunca se consideró de forma
independiente ni se mencionó en los manuales
diagnósticos.
Fue a mediados de los ochenta cuando se
acuñó propiamente el término Sluggish Cogntive
Tempo, gracias a un trabajo realizado por R. Neeper, un colaborador de Benjamin Lahey (Neeper
& Lahey, 1986). Lo que hicieron estos autores
fue replicar factorialmente la distinción entre
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los componentes de inatención e hiperactividad/
impulsividad del TDAH en una muestra escolar,
encontrando de nuevo la existencia de un tercer
factor. Se trataba de un factor atencional distinto
a la inatención propia del TDAH, referido a
comportamientos lentos, apatía, letargia, somnolencia, “sumidos en su propio mundo”. Poco
después, Lahey et al. (1988) replicaron nuevamente dichos resultados con una muestra clínica
de individuos con TDAH+H y TDAH-H en
la que, una vez más, los análisis factoriales asumieron la presencia de un tercer factor referido
a individuos olvidadizos, lentos, somnolientos y
con dificultades para seguir instrucciones. Queda propuesta así la idoneidad de un modelo de
tres factores en el que se separen la inatención/
desorganización, la hiperactividad/impulsividad y, por último, este tercer factor referido al
tempo lento, que definía a los individuos con
un particular patrón de síntomas inatentos con
ausencia casi absoluta de síntomas hiperactivos/
impulsivos.
Una vez observada la existencia del factor
SCT se llegaron a contrastar datos comparativos
con los dos subtipos de TDAH y se concluyó
que, en general, las puntuaciones en este factor
eran únicamente elevadas en niños con TDA-H
(Lahey et al., 1987, 1988). La preocupación por
distinguir psicopatológicamente a los dos subtipos de TDAH permitió en años posteriores afirmar que sus correlatos externos eran distintos:
mientras el TDA+H se relacionó con mayores
niveles de agresión, problemas de conducta, rechazo social, elevados niveles de agresión, bajos
niveles de sentimiento de culpabilidad (Milich,
Ballentine, & Lynam, 2001), abuso de sustancias
(Barkley, DuPaul, & McMurray, 1990) y más
problemas de desinhibición (Barkley, DuPaul,
& McMurray, 1991), el TDA-H, por su parte, se asoció con mayores niveles de ansiedad,
infelicidad, timidez, retraimiento social, bajo
rendimiento académico, pobres habilidades en
matemáticas (Milich et al., 2001), dificultades
en velocidad perceptual-motora, procesamiento
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
automático y un rendimiento inconsistente en
tareas de memoria de trabajo (Barkley et al.,
1990, 1991; Hynd et al., 1991). En cierto sentido
parecía que también el SCT podía encontrar un
hueco en esta distinción, pero en realidad no
fue así. Todos estos trabajos realizados durante
los años ochenta y principios de los noventa en
los cuales el SCT se interrelacionaba con otras
variables definitorias del TDAH no encontraron
su acomodo. Probablemente porque no se llegó a
definir una medida clara de la dimensión, lo cual
provocó cierta confusión y datos contrapuestos.
Mientras tanto la propia definición del
TDAH también arrastraba fuertes controversias, de modo que el DSM-III-R (APA, 1987)
eliminó los subtipos del trastorno definidos apenas siete años antes, y unificó todos los síntomas
en un único Trastorno por Déficit de Atención
e Hiperactividad. Ello no fue la solución porque
sólo cuatro años después los grupos de expertos
de los trabajos para la elaboración del DSM-IV
valoraron reincorporar los subtipos en el TDAH,
considerando incluso añadir los síntomas del
SCT en los nuevos criterios diagnósticos para
formar un nuevo subtipo atencional. El Libro de
Opciones del DSM-IV (APA, 1991) propuso
el uso de dos grupos de síntomas de inatención
y un tercero solapado para identificar cada uno
de los subtipos atencionales del TDAH: seis
síntomas solapados (dificultad para seguir instrucciones, dificultad para mantener la atención,
problemas para escuchar, pierde cosas, no presta
atención a los detalles y desorganización), dos
síntomas únicos para la inatención con hiperactividad (distraído y cambia de actividad con
frecuencia sin haber acabado) y cuatro síntomas
SCT únicos para la inatención sin hiperactividad (olvidadizo, somnoliento, lento y apático).
Tres de los ítems SCT (olvidadizo, somnoliento
y lento) fueron evaluados en los estudios de
campo del DSM-IV, mostrando un fuerte poder
predictivo positivo (esto es, la probabilidad de
padecer TDAH con elevadas puntuaciones en
los ítems SCT era alta), y dos de ellos (ensoña-
ción y lentitud/pereza) mostraron un bajo poder
predictivo negativo (es decir, la probabilidad de
no padecer TDAH con bajas puntuaciones en
SCT no era suficientemente alta). Esto llevó al
grupo de trabajo a considerar en el DSM-IV
(APA, 1994) un solo factor de inatención en
el que se agrupaban todos los síntomas, dando
cabida únicamente a un síntoma SCT, “ser olvidadizo”, puesto que se mostró útil para ambos
subtipos (Frick et al., 1994).
El no incluir ítems de SCT sin duda supuso
un freno a la investigación sobre esta dimensión,
pero no fue excesivamente largo. A principios
del presente siglo surge una eclosión de trabajos que no ha cesado hasta nuestros días. La
disconformidad con los criterios diagnósticos
del TDAH en el DSM-IV, la clasificación de
los subtipos (Willcutt et al., 2012) así como la
excesiva heterogeneidad de los niños diagnosticados bajo el subtipo inatento (McBurnett et
al., 2001; Milich et al., 2001), fueron algunos
de los motivos que impulsaron la investigación sobre SCT. Preocupaba especialmente que
hubiera niños que con el mismo diagnóstico
mostraban clínicas notablemente diferentes,
pues recibían diagnóstico de TDAH subtipo
inatento (TDAH-IN) tanto niños con 4-5 ítems
de hiperactividad como con 1 o ningún síntoma
(Milich et al., 2001). De igual forma, muchos
casos de TDAH-IN mostraban bajos niveles
de SCT, mientras otros presentaban niveles
elevados (Carlson & Mann, 2002). Sin duda los
rumores y la posterior puesta en funcionamiento
de los grupos de trabajo para la elaboración del
DSM-5 también fueron claves para reanimar la
investigación sobre el SCT.
A partir de ese momento, se podría decir
que el concepto SCT se puso de moda. Primero fueron bastantes los expertos que veían en
él una mejora en la definición y comprensión
del propio TDAH (Milich et al., 2001); pero
después algunos fueron más allá y se empezó a
proponer la existencia del SCT como un factor
separado tanto de la inatención como de la
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hiperactividad/impulsividad del TDAH. Así lo
entendieron Keith McBurnett y sus colaboradores en 2001, al replicar los resultados factoriales
de Lahey de los años ochenta, encontrando un
factor SCT similar al que se encontró en su
momento (olvidadizo, somnoliento, lento) en
una muestra clínica de TDAH.
Desde la publicación en 2001 de estos trabajos de Milich y McBurnett y sus colaboradores,
el incremento de investigación sobre SCT ha
sido muy notable, pues actualmente se encuentran unas 50 publicaciones relacionadas con
SCT, la mayoría desarrolladas en estos últimos
cinco años (Becker et al., 2016). Resulta de particular interés la sección especial que la revista
Journal of Abnormal Child Psychology dedicó en
2014 (volumen 42, número 1) al tema, en la que
a través de sus 14 artículos ya queda totalmente
patente que la dimensión SCT había resurgido,
esta vez para quedarse definitivamente.
En resumen, la investigación del SCT en
los últimos años se ha centrado básicamente
en desarrollar una medida SCT válida y fiable
que aumente la comprensión de esta dimensión,
utilizando análisis factoriales para diferenciar
estos síntomas de los síntomas de inatención e
hiperactividad/impulsividad del TDAH, probar su validez interna y discriminante, además
de establecer las relaciones del SCT con otras
variables psicopatológicas, comportamentales y
de rendimiento.
2. La definición del SCT
Como hemos adelantado anteriormente, el concepto SCT nace de la sospecha de una dimensión
atencional pura, cuyos síntomas resultarían potencialmente útiles para identificar un subgrupo
de niños con TDAH con niveles clínicos de
síntomas de falta de atención, pero pocos o
ningún síntoma de hiperactividad/impulsividad
(Barkley et al., 1990; Lahey et al., 1985).
No obstante, no existe actualmente una definición consensuada sobre dicho constructo, así
como tampoco hay consenso en cuanto a su no130
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
menclatura. Desde la descripción de Lahey et al.
en 1987, el término, denominado Sluggish Cognitive Tempo, se ha utilizado para refe­rirse a personas lentas, hipoactivas, apáticas, olvidadizas,
somnolien­tas, con tendencia a soñar despiertas,
perdidas en sus pensamientos, desmotivadas, en
las nubes, confundidas, con bajo rendimiento en
algunos tests neuropsicológicos y con un estado
de alerta y orientación irregulares (p. e., Barkley
et al., 1990; Barkley, Grodizinsky & DuPaul,
1992; Carlson & Mann, 2002; McBurnett et al.,
2001; Milich et al., 2001). Recientemente, los
individuos con síntomas de SCT se describen
como personas lentas a la hora de responder o
completar tareas, parecen “estar en las nubes”,
adormilados, tienen problemas para mantenerse
atentos/despiertos, parecen embotados mentalmente, se confunden fácilmente, a menudo se
quedan mirando fijamente al vacío, se pierden
en sus propios pensamientos, sueñan despiertos,
presentan hipoactividad física/letargia, falta de
iniciativa, apatía, retraimiento y no procesan
la información de forma precisa (p. e., Barkley,
2013; 2014; Jacobson et al., 2012; Lee, Burns,
Snell & McBurnett, 2014; Penny, Washbush,
Klein, Corkum & Eskes, 2009).
Actualmente, para algunos “el SCT es un
término descriptivo no formalizado que se usa
para identificar de mejor manera lo que parece
ser un subgrupo de pacientes dentro del TDAH
con predominio inatento, según la clasificación
del DSM” (Tirapu, Ruiz, Luna & Hernáez,
2015, p. 324). Sin embargo, para otros, como
veremos más adelante al referirnos a la posición
de Stephen Becker en el marco de los denominados Research Domain Criteria, probablemente
es precipitado asignar un valor categorial en el
ámbito psicopatológico al SCT. Más bien, de
momento, debería ser considerado como una
dimensión psicológica, en cuyo extremo del
continuo, al igual que pasa con otras dimensiones, como la regulación emocional, puede tener
una influencia en el desarrollo o mantenimiento
de determinados trastornos, no sólo en el caso
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
del TDAH sino en otros como los trastornos
internalizados en general, dadas las relaciones
que presenta y que destacaremos más adelante.
Otro problema que presenta el SCT es que no
está del todo clara su estructura factorial: única
o múltiple. Varios estudios se han interesado por
este tema y parece que hay bastante consenso en
aceptar que podrían diferenciarse al menos dos
factores del SCT (Lee et al., 2014; FenollarCortés, Servera, Becker & Burns, 2014), aunque
otros autores ven más confusa la multidimensionalidad del constructo (Barkley, 2013; Willcutt
et al., 2014). Veamos a continuación los principales resultados al respecto.
• Penny et al. (2009) con los 14 ítems SCT
diferencian dos factores según datos de profesores (adormilado/sueña despierto y lento)
y tres factores según padres (lento, adormilado
y sueña despierto).
• Jacobson et al. (2012) con la misma escala
de 14 ítems de Penny (2009) encuentran
tres factores para profesores (adormilado/
lento, lento/sueña despierto y baja iniciativa/
persistencia).
• Becker (2013) propone también tres factores:
Somnoliento/Lento, Sueña despierto y Falta
de iniciativa/motivación/persistencia.
• McBurnett et al. (2014), al intentar desarrollar una escala más adecuada de medida de
SCT, tienen en cuenta 44 ítems que finalmente quedan reducidos a 15 y los análisis factoriales confirman la existencia de tres factores:
soñador, somnoliento/cansado y problemas
de memoria de trabajo.
Los autores mencionados coinciden bastante
en admitir que el factor relacionado con la falta
de iniciativa y motivación está muy asociado
con síntomas de inatención (IN), y por tanto,
no resulta de gran ayuda para diferenciar el
SCT del TDAH (Barkley, 2013). Se acepta
así que la dimensión SCT contaría con un
componente cognitivo que podría denominarse
alerta inconsistente (confusión, embotamiento,
fluctuación atencional, etcétera) y otro factor
más conductual que respondería al nombre de
enlentecimiento (movimientos lentos, pensamiento lento, parecer somnoliento, etcétera)
(Barkley, 2013; Jacobson et al., 2012; Lee et al.,
2014; Penny et al., 2009). Este último factor
parece confirmarse con mayor fuerza —incluso
a nivel transcultural1 que el otro, que, como decíamos, se ve más contaminado por los síntomas
atencionales ( Jacobson et al., 2012).
Finalmente, conviene apuntar la creciente
polémica en relación con la terminología. El término sluggish presenta problemas. En realidad
no tiene una traducción literal al castellano, y
eso tal vez ha sido una suerte porque en su lugar
se suele utilizar, al menos en España, el término
tempo cognitivo lento, que refleja bastante bien
la dimensión sin los problemas asociados al
original inglés. Efectivamente en este idioma
el término deriva de la palabra slug (babosa), lo
cual ha acabado provocando problemas por su
posible uso ofensivo. Por este motivo, Barkley
en su artículo de 2014 para el monográfico
sobre SCT de la revista Journal of Abnormal
Child Psychology, realiza un llamamiento a la
comunidad científica para cambiarle el nombre
a la dimensión. Tanto en este trabajo de Barkley,
(2014) como en algún otro (Saxbe & Barkley,
2014) se manifiesta la idea de que el término
puede generar una experiencia desagradable y
resultar peyorativo tanto para el niño como para
su familia, cuando el clínico les explica las condiciones de éste, pues el concepto de lentitud a nivel cognitivo propio del SCT podría confundirse
fácilmente con un retraso mental. La propuesta
de Barkley es cambiarlo por Trastorno por Déficit de Concentración (Concentration Déficit
Disorder: CDD), ya que mantiene el foco de la
etiqueta en un problema de atención distinto
al propio del TDAH, no resulta ofensivo para
quien lo padece ni para su familia, y por último,
no implica mayor déficit que el que con sguridad
sabemos que tiene. Sin embargo, evidentemente
implica la presencia de un trastorno, cuando,
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Artículo-Objetivo
como ya hemos comentado anteriormente, otros
autores consideran que todavía es pronto para
aplicar tal consideración.
En esta línea, Becker, Luebbe y Joyce (2015)
únicamente comparten con Barkley la preocupación por el mantenimiento del uso de SCT,
sin embargo, no creen que en la actualidad exista
evidencia suficiente para apoyar el uso de la
etiqueta trastorno para describir al conjunto de
síntomas SCT, entre otras cosas, porque no se
incluye en ningún manual de trastornos mentales y porque el déficit cognitivo subyacente a
esta dimensión no ha sido hasta el momento
identificado. De todos modos, los autores usan
un término parecido para dar nombre a su autoinforme de evaluación: Children Concentration
Inventory (Becker, Lubbe et al., 2015), evitando
así el uso de los términos sluggish y trastorno, si
bien se reconoce que es un tema no resuelto.
Leopold et al. (2016) también advierten del
riesgo que podría conllevar el uso de estas propuestas relacionadas con la idea de SCT como
un trastorno, pudiendo patologizar comportamientos normales y poniendo en peligro la percepción pública de la psicología y la psiquiatría.
Esta misma idea queda plasmada en el metaanálisis de Becker et al. (2016), en el que además
apuntan la poca idoneidad del término SCT,
aunque sugieren seguir utilizándolo de momento por razones históricas hasta que aparezca un
término más adecuado en la literatura. De momento, en este trabajo, nosotros nos adherimos
a esta opción, siendo conscientes, sin embargo,
de que algo deberá cambiar en el futuro.
3. La evaluación del SCT
Tal y como se indica en el apartado anterior, el
hecho de no haber establecido una definición
consensuada sobre los síntomas nucleares que
conforman el SCT dificulta la realización de instrumentos de medida para dicha dimensión. Es
por ello que, según los autores, encontramos diferentes ítems para medir el SCT, incluso ítems
similares con diferentes formas de expresarse.
132
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
Desde 2 hasta 17 ítems de procedencia muy
variada han sido utilizados indistintamente para
determinar los niveles de SCT en los diferentes
trabajos (véase Lee et al., 2014 para un análisis
exhaustivo). El reciente metaanálisis de Becker
et al. (2016) afirma que existen 13 síntomas SCT
que a lo largo de todos los trabajos de análisis
factorial llevados a cabo con SCT y TDAH
han presentado buenas saturaciones en el factor
SCT y bajas en el factor TDAH (Becker et al.,
2016, p. 22).
Pero antes de llegar a las conclusiones de
Becker y colaboradores, a lo largo de los años se
han llevado a cabo varios trabajos psicométricos
con la intención de desarrollar escalas de medida válidas y fiables para el SCT (Barkley 2013;
Becker et al., 2016; Lee et al., 2014; McBurnett
et al., 2010, 2014; Penny et al., 2009). A continuación vamos a revisar los más destacados
(véase la tabla 1).
Podríamos afirmar que la mayoría de autores
coinciden en arrancar la evaluación del SCT en
cuatro ítems seleccionados del CBCL (Child
Behavior Checklist, Achenbach y Rescorla, 2007;
Achenbach et al., 2008). Tres ítems procedentes
de las subescalas de problemas de atención: está
confundido o parece como si estuviera en las
nubes (ítem 13); sueña despierto, se pierde en
sus pensamientos (ítem 17), se queda mirando
al vacío (ítem 80); y el cuarto procedente de la
escala de retraimiento/depresión: poco activo,
lento o le falta energía (ítem 102). A pesar de
que estos ítems forman parte de una nueva escala
llamada SCT que se incluye actualmente en la
versión informatizada de corrección del CBCL,
su limitación es que no fueron construidos originalmente para medir esta dimensión.
En respuesta a esta necesidad de desarrollo de
escalas de medida propias del SCT, los pioneros
fueron Penny et al. (2009), quienes llevaron a
cabo el procedimiento psicométrico habitual
para crear una escala de medida con soporte
empírico. Para ello, prepararon una lista de ítems
que podrían definir el constructo, basados en
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
la literatura existente sobre el tema. Después
seleccionaron aquellos ítems con una validez
de contenido más elevada generando un pool
de 26. Posteriormente se revisaron por cinco
expertos en la materia, con la intención de seleccionar aquellos únicos y más representativos
del constructo, reduciéndose así a 14. Estos 14
ítems se sometieron a un proceso de validación
en forma de cuestionarios aplicados a padres y
maestros en una muestra de 335 niños de edad
escolar. Cada ítem se puntuaba según una escala
de cuatro puntos que medía la intensidad con
la que se presentaba cada síntoma (0 = nada, 1 =
sólo un poco, 2 = bastante, 3 = mucho). Los análisis factoriales y de validez determinaron que la
mejor manera de describir el SCT era mediante
la combinación de tres subescalas (o tres factores): lento, somnoliento y soñador. Estas tres
subescalas mostraron una consistencia interna
aceptable (rangos de .96 a .92 según los padres
y de .93 a .96 según los maestros), así como
buena validez entre evaluadores y test-retest.
Los resultados de este estudio sentaron las bases
para la construcción de futuras medidas de SCT.
Ejemplo de ello es el cuestionario autoaplicado de nueve ítems para adultos de Barkley
(2011). Barkley escogió nueve ítems de los
síntomas SCT que se utilizaron en estudios
anteriores con muestras infantiles (Garner et
al., 2010; Penny et al., 2009) y los adaptó a la
población adulta. La consistencia interna de
estos ítems para una muestra de 1,249 adultos
(623 varones de 18 a 39 años; 626 mujeres de 18
a 96 años) fue de .898 y la fiabilidad test-retest
de la escala 2-3 semanas, después completada
por 62 adultos, obtuvo una r = .88. Además, una
comparación de puntuaciones pre-post test no
reveló cambios significativos entre la primera y
la segunda administración de la escala (Barkley,
2012).
Otro cuestionario SCT que cuenta con un
gran apoyo empírico, realizado por el mismo
autor, esta vez pensado para que los padres evalúen el comportamiento de sus hijos, se validó
con una amplia muestra de 1,922 participantes
(Barkley, 2013). Basado en los 14 ítems propuestos por Penny et al. (2009), el autor realiza
un análisis factorial que suprime los dos últimos
ítems, puesto que mostraban mayores saturaciones con el factor inatención (IN) del TDAH que
con el factor SCT, quedando así una escala de
12 ítems (los 12 primeros propuestos por Penny
Tabla 1. Instrumentos de medida del SCT
Autor
Achenbach y Rescorla, 2007;
Achenbach et al., 2008
Penny et al. (2009)
Escala
Núm. ítems
CBCL
4 ítems
Escala SCT
14 ítems de 26
iniciales
Sistema de evaluación
Cuestionario para padres
y profesores
Cuestionario para padres y profesores
Barkley (2011)
Escala SCT adultos
9 ítems
Cuestionario autoaplicado para adultos
Barkley (2013)
Escala SCT infantil
12 ítems
Cuestionario para padres
McBurnett (2010)
Lee et al. (2014)
Burns, Lee, Servera, McBurnett
y Becker (2015)
McBurnett, Villodas,
Burns et al. (2014)
Becker, Luebbe y Joyce (2015)
K-SCT
10 ítems
Entrevista diagnóstica para padres
Cuestionario SCT
(basado en K-SCT)
10 ítems
Cuestionario para padres y profesores
Escala SCT
dentro de CADBI
8 ítems
Cuestionario para padres y profesores
Escala SCT experimental
15 ítems de 44
iniciales
Cuestionario para padres y profesores
CCI
14 ítems
Cuestionario autoaplicado para niños en edad
escolar
Vol. 8, número 2, 2016
133
Artículo-Objetivo
et al., 2009) con una consistencia interna (Alfa
de Cronbach) de .934, una fiabilidad test-retest
de r = .84 y sin cambios significativos entre la
primera y la segunda evaluación, t (85) = 0.06, ns.
Uno de los problemas que surge en estos
nuevos instrumentos de medida es que algunos
síntomas de SCT podrían definir características
de otras patologías, concretamente problemas de
sueño y depresión. Por ejemplo, síntomas SCT
como “parece cansado”, “letargia”, “movimiento
lento”, “falta de energía”, “apatía”, “muestra poco
interés por las cosas” y “baja motivación” son
similares a los síntomas propios de la depresión.
Por otro lado, los síntomas relacionados con la
somnolencia podrían confundirse con problemas de sueño en lugar de características SCT
(por ejemplo, “parece somnoliento”, “bosteza
y se despereza con ojos adormilados”, “tiene
problemas para mantenerse despierto o alerta”,
“se muestra más cansado que otros”, “parece
somnoliento o tiene un aspecto somnoliento”).
En respuesta a esta problemática y en función
de los 14 ítems SCT propuestos por Penny
et al. (2009), Keith McBurnett desarrolla una
entrevista diagnóstica conocida como la KiddieSluggish Cognitive Tempo Diagnostic Interview
Module for Children and Adolescent (K-SCT,
McBurnett, 2010). Lo que hace es identificar
los síntomas que mejor reflejan el constructo
SCT, lo cual resulta en diez ítems. Una vez
identificados, los define de manera extensa con
múltiples ejemplos comportamentales, con la finalidad no sólo de ejemplificarlos, sino de evitar
posibles solapamientos con síntomas propios de
depresión o problemas de sueño.
Lee et al. (2014) validan estos diez dominios
de síntomas SCT de McBurnett con padres y
maestros (adaptando la entrevista al entorno
escolar) de una muestra americana comunitaria,
en la cual 366 maestros y 1,356 padres evalúan
el comportamiento de niños entre 5 y 13 años.
Los resultados de sus análisis muestran que
dos de los dominios sintomatológicos de SCT
no muestran estándares aceptados de validez
134
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
discriminante con IN (“baja iniciativa” y “se
aburre con facilidad, necesita estimulación”).
Los demás ítems confirman una elevada validez
convergente (saturación elevada para el factor
SCT en los análisis factoriales) y discriminante
(saturaciones bajas para el factor IN) para padres
y maestros y una fiabilidad test-retest aceptable,
evaluada en padres; finalmente se obtiene un
instrumento de medida SCT de ocho ítems,
válido para padres y profesores, que además evita
solapamiento con otros problemas infantiles.
Estos diez dominios validados por Lee et
al. (2014), basados en los 14 ítems de Penny et
al. (2009), también han servido de base para la
escala SCT incluida en el Children and Adolescent Disruptive Behavior Inventory (CADBI) en
sus sucesivas versiones (véase la última, Burns,
Lee, Servera, McBurnett & Becker, 2015). Este
cuestionario contempla una versión para padres
y otra para profesores con la finalidad de evaluar distintas dimensiones psicopatológicas en
los niños y adolescentes, así como déficits en
rendimiento académico. El CADBI ha sido
utilizado a nivel transcultural en varios estudios, y por tanto, traducido a varios idiomas.
Este hecho hace que las versiones de tal escala
se hayan modificado en función de los resultados obtenidos. En concreto, la escala SCT, que
contaba con diez ítems iniciales, quedó reducida a ocho en versiones posteriores, dado que,
como citamos anteriormente, no se encontraron
buenas propiedades en dos de los ítems en los
estudios realizados con muestra estadounidense
(Lee et al., 2014). En los estudios realizados
con población española, sólo cinco de los ítems
SCT mostraron buenas propiedades según la
evaluación de padres y tres según los profesores
(Bernad, Servera, Grases, Collado & Burns,
2014; Burns, Servera, Bernad, Carrillo & Cardo,
2013), lo que lleva a los autores de los trabajos a
contemplar menos síntomas SCT en sus análisis.
En Chile, utilizando la misma escala traducida
al español, se encuentra que los ocho síntomas
SCT muestran validez convergente y discrimi-
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
nante en una muestra de amplio rango de edades
(Belmar, Servera, Becker & Burns, 2015). En
Nepal son siete los ítems SCT que muestran
buenas propiedades internas según profesores
(Khadka, Burns & Becker, 2015). Por último,
en Corea del Sur, todos los ítems SCT se han
mostrado válidos y únicos en comparación con
el factor IN, según madres, padres y profesores
(Lee, Burns & Becker, en prensa).
Por su lado, McBurnett et al. (2014) evalúan
la estructura latente y la validez de un extenso
pool de ítems de SCT. Para ello, desarrollan una
escala de evaluación experimental con 44 ítems
candidatos de SCT (McBurnett et al., 2014,
p.42), que se administró a padres y maestros de
165 niños de segundo a quinto grado de primaria (edades entre 7 y 11 años), seleccionados
de un estudio clínico aleatorizado para la intervención psicológica del TDAH-IN. Los análisis
factoriales exploratorios se utilizaron para extraer los ítems con mayor saturación en factores
principales de SCT (se consideran altas las saturaciones mayores a .59) y bajas la saturaciones
en otros factores SCT y factores TDAH (.30 o
menores) en ambos informantes. Este procedimiento redujo la batería a 15 ítems. De forma
general, los ítems que representaban lentitud y
baja iniciativa no cumplieron dichos criterios.
Estos ítems se agruparon en tres factores con
buenas puntuaciones de validez convergente y
discriminante: Soñador, Problemas de Memoria
de Trabajo (que aparece por primera vez como
factor del SCT) y Somnoliento/Cansado. En
el trabajo se evalúan los correlatos internos y
externos del SCT medidos por estos 15 ítems y
separados en estos tres distintos factores.
Por último, conviene comentar el reciente
trabajo de Becker et al. (2015), quienes, dada la
inexistencia de una medida autoinformada de
SCT para niños (hasta entonces únicamente
existía el auto informe SCT para adultos de
Barkley, 2011), desarrollan el Child Concentration Inventory (CCI). Su objetivo se centra en
obtener una mejor comprensión del constructo
SCT, al aumentar el número de evaluadores y
permitir un avance tanto en la investigación
como en el terreno clínico, gracias al incremento
de la validez predictiva de los análisis con esta
medida. Esta escala se desarrolla adaptando los
14 ítems de la medida de Penny et al. (2009)
para padres y profesores. En concreto, los ítems
se redactan en primera persona y se modifica el documento para que resulte fácilmente
comprensible para los niños. Una vez diseñada,
los autores tratan de validar la medida, administrando el cuestionario a una muestra de
124 niños estadounidenses de edad escolar (de
tercero a sexto grado de primaria) con el fin
de examinar su fiabilidad, estructura factorial,
validez de constructo y validez de criterio. Los
resultados iniciales ofrecen apoyo a la existencia
de un constructo general (o de primer orden)
de SCT, junto con una evidencia preliminar de
dos factores específicos (o de segundo orden)
que serían “Somnoliento” y “Soñador” (coincidentes en parte con los encontrados por Penny
et al, 2009). Además, las puntuaciones del CCI
muestran una consistencia interna aceptable y
evidencias preliminares de validez de constructo
y validez de criterio.
Prácticamente todos los procedimientos de
análisis facto­riales realizados hasta la fecha con
medidas directa o indirectamente relacionadas
con la propuesta de Penny y colaboradores
(2009) coinciden en la presencia de validez
interna del SCT con relación a los dos factores de TDAH, aceptando así un modelo de
tres factores en el que se demuestra la inde­
pendencia relativa de los ítems de IN, los ítems
de hipe­ractividad-impulsividad (HI) y los ítems
de SCT (Barkley 2013; Becker & Langberg,
2013; Becker, Langberg, Luebbe, Dvorsky &
Flannery, 2014; Becker, Luebbe et al., 2015;
Belmar et al., 2015; Bernad et al., 2014, Bernad,
Servera, Becker & Burns, 2015; Burns et al.,
2013; Carlson & Mann, 2002; Fenorllar-Cortés
et al., 2014; Khadka et al. 2015; Lee et al.,
2014; 2016; Leopold et al., 2016; McBurnett,
Vol. 8, número 2, 2016
135
Artículo-Objetivo
Pfiffner & Frick, 2011; McBurnett et al, 2014;
Moruzzi, Rijsdik & Battaglia, 2013; Penny et
al., 2009; Servera, Bernad, Carrillo & Collado,
2015; Skirbekk, Hansen, Oerbeck & Kristensen,
2011; Willcut et al., 2014). De todos modos,
como era de esperar, la relación entre IN y
SCT siempre ha resultado bastante más intensa
que la observada entre SCT y HI. Además, en
cuanto a la validez externa, los procedimientos
de factorializacion demuestran que SCT es un
constructo distinto de la ansiedad, la depresión
y la somnolencia diurna (Becker 2014; Becker et
al., 2016; Lee et al., 2014; Willcutt et al., 2014).
Aunque se requieren trabajos adicionales sobre la medida de SCT, actualmente los 13 ítems
identificados por Becker et al. (2016) parecen
ser considerados transversales en todos los intentos de medida de este constructo, teniendo
en cuenta los cuestionarios para padres y profesores o las escalas autoaplicadas para niños y
adultos (Barkley, 2011; 2013; Becker, Luebbe
et al., 2015; Lee et al., 2014; McBurnett et al.,
2014; Penny et al., 2009), así como una entrevista
clínica semiestructurada (McBurnett, 2010).
De hecho, los estudios que han utilizado estas
medidas demuestran que SCT es un constructo
que puede evaluarse de manera fidedigna, con
una excelente consistencia interna, buena fiabilidad test-retest, y moderada fiabilidad entre
evaluadores (Becker et al., 2016).
Por último, es importante destacar que la
validez interna del SCT ha sido identificada en
diferentes tipos de muestras (clínicas, comunitarias, epidemiológicas), diversos rangos de edad
(desde los tres años hasta los 96 años) y de forma
transcultural en distintos continentes (América
del Norte, América del Sur, Europa y Asia).
Con relación a la estabilidad de la dimensión,
Leopold et al. (2016) evaluaron una muestra de
489 niños gemelos y los resultados mostraron invariancia en la saturación de los ítems SCT y las
intercepciones desde preescolar hasta 14 años.
Además de la estabilidad del TDAH y el SCT,
se observó que ambas dimensiones mantienen
136
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
relativamente elevada su relación a lo largo del
tiempo, pero también que son diferenciables.
Es importante hacer notar, como ya hemos
explicado anteriormente, que la relación de la
hiperactividad/impulsividad y el SCT es más
elevada con inatención que la que mantienen
entre sí estas dos últimas variables.
4. Estudios epidemiológicos del SCT
En vista de las pruebas a favor de la diferenciación
entre la dimensión SCT respecto del TDAH
(incluso del TDAH-IN, a pesar de su elevada relación), son muchos los investigadores que sospechan que ambos constructos deberían manifestar
diferentes correlatos demográficos y epidemiológicos. De modo general, se estima que entre un
30% y un 63% de individuos con diagnóstico de
TDAH-IN presentan elevados síntomas de SCT
(Carlson & Mann, 2002; Garner et al., 2010;
McBurnett et al., 2001), sin embargo, y como
prueba de dicha diferenciación entre TDAH y
SCT, aproximadamente la mitad de los individuos
con TDAH podrían no presentar síntomas SCT
y viceversa (Barkley, 2013; Garner et al. 2010).
Los trabajos más potentes con relación a las
características demográficas diferenciales entre
SCT y TDAH son los llevados a cabo por
Barkley, tanto con adultos (2012) como con
niños (2013). En sus estudios, este autor estima
la prevalencia del SCT en población adulta americana en un 5,1% (Barkley, 2012), de los cuales,
sólo la mitad, presentaba diagnóstico de TDAH.
En su trabajo con 1,800 niños estadounidenses
entre 6 y 17 años, Barkley (2013) encuentra que
alrededor del 6% presentan elevadas puntuaciones SCT (por encima del percentil 94), y de
éstos, más de la mitad (el 59%) podían calificarse
también como TDAH. De esta manera, calcula
que aproximadamente un 60% de los jóvenes
con SCT también presentan TDAH y un 40%
de los diagnosticados de TDAH manifiestan
sintomatología SCT elevada (Barkley, 2013).
Dichos hallazgos replican y amplían estudios
rea­lizados con anterioridad (Garner et al., 2010;
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
Jacobson et al., 2012), en los que se confirma la
sospecha de que SCT presenta diferentes correlatos demográficos respecto al TDAH, al formar
parte de dos dimensiones diferenciadas. Además,
otros estudios actuales relacionados con cuestiones epidemiológicas y demográficas del SCT
corroboran en gran parte los datos aportados
por Barkley (Becker & Langberg, 2013; Lee et
al., 2014).
El reciente trabajo de metaanálisis de Becker
et al. (2016) ofrece una compilación de los resultados encontrados a lo largo de los años en relación a las características demográficas del SCT.
En cuanto a la diferenciación por sexos, existe
diversidad de resultados, pues varios estudios
consideran que no hay diferencias de sexo entre
grupos (Barkley, 2012; 2013; Carlson & Mann,
2002; Marshall, Evans, Eiraldi, Becker & Power,
2014; Jarret, Raport, Rondon & Becker, 2014);
dos estudios encuentran mayor prevalencia de
chicas en el grupo con elevadas puntuaciones
SCT en comparación a grupos con sólo TDAH
(Barkley, 2013), y un estudio encuentra un mayor porcentaje de chicos en el grupo con altas
puntuaciones de SCT en comparación con el
grupo con bajas puntuaciones SCT (Becker,
2014). Sin embargo, hay que precisar que en
este último estudio no se divide al grupo con
altas puntuaciones SCT entre los que tienen
y no tienen TDAH, dejando la posibilidad de
que la elevada proporción de niños en el grupo
con elevado SCT fuera debida a un subconjunto
que también muestra elevados síntomas TDAH.
En cuanto a la edad, Barkley (2012, 2013)
aprecia diferencias tanto en niños como en
adultos: aquellos individuos que presentaban
más síntomas SCT eran mayores que los que
tenían bajas puntuaciones. Sin embargo, en
otros estudios que comparan la edad entre individuos con elevado número de síntomas SCT
y baja sintomatología SCT (Carlson & Mann,
2002; Marshall et al., 2014; Jarret et al., 2014;
Becker, 2014) no se encuentran diferencias
significativas.
Pocos son los trabajos que contemplan la
relación entre el estatus socioeconómico y SCT
(Barkley, 2013; Becker, 2014; Becker, Langberg,
et al., 2014; Marshall, et al., 2014; McBurnett,
et al., 2014). Los resultados sugieren que SCT
podría relacionarse con un menor ingreso familiar y menor educación de los padres, tanto en
niños como adultos. Además, Barkley (2012)
encuentra que cuando existe comorbilidad entre
SCT y TDAH, las personas afectadas padecen
mayores dificultades para encontrar trabajo.
Por último, la mayoría de los estudios llevados
a cabo hasta ahora indican que los individuos
con elevada sintomatología SCT no se diferencian en raza/etnia de los que no tienen síntomas
SCT (Barkley, 2012; 2013; Becker, 2014; Becker,
Luebbe, Fite, et al., 2014; Carlson & Mann,
2002; Garner et al., 2010; Marshall et al., 2014).
Sin embargo, un estudio encontró que los niños
que no eran blancos tenían mayores niveles de
SCT que los niños blancos (Becker et al., 2013).
Resulta de gran interés comentar el estudio
más reciente conocido hasta la fecha que ofrece
novedades en cuanto a datos demográficos del
SCT. Se trata de un trabajo realizado por Camprodón, et al. (2016) en Barcelona, en el que se
evalúa la sintomatología SCT, en una muestra
clínica no TDAH de 834 individuos referidos
a Servicios de Salud Mental Infantil y Adolescente (sólo dos estudios anteriores consideraron
este tipo de muestra: Becker, Luebbe, Fite et al.,
2014 y Raiker, et al. 2015). Estos investigadores
encuentran que la sintomatología SCT es más
elevada en muestras clínicas que en muestras
comunitarias. Además, al igual que Barkley
(2012, 2013), afirman que los síntomas SCT se
relacionan con la edad, de modo que este tipo
de comportamientos suelen aparecer en edades
más tardías, conforme aumentan las demandas
del entorno (a nivel académico y de funciones
ejecutivas). En este estudio, a diferencia del
de Barkley, sí se encontraron diferencias por
sexo en síntomas SCT, en favor de los varones.
También se observa que los pacientes TDAH
Vol. 8, número 2, 2016
137
Artículo-Objetivo
tienen más síntomas de SCT, especialmente
altos en los TDAH-IN; pero los que mayores
niveles de SCT presentan son los pacientes con
Trastornos del Aprendizaje, incluso más que los
niños con TDAH.
En resumen, no queda clara la existencia de
diferencias entre sexos en la dimensión SCT,
puesto que tenemos resultados en todas las
direcciones posibles: no diferencias o preponderancia de uno u otro sexo. En cuanto a la edad,
se intuye una asociación positiva modesta entre
SCT y la edad (a más edad, más visibles los
síntomas SCT). La comorbilidad entre SCT y
TDAH parece suponer un agra­vamiento de la
mayoría de las disfunciones, sin embargo, en el
caso específico del mundo laboral, las disfunciones producidas por el SCT son mayores que
las relacionadas con el TDAH. Y por último,
queda claro que se necesita más investigación
para evaluar la relación SCT con características
demográficas, así como la evidencia de que SCT
está asociado con el nivel socioeconómico bajo.
5. La relación del SCT con medidas
y factores biológicos
Becker, Luebbe, Greening, Fite y Stoppelbein
(2012) son de los primeros en interesarse por
una medida biológica relacionada con el SCT.
Basados en los resultados incongruentes de los
estudios que examinan la disfunción tiroidea en
el TDAH, es decir, a sabiendas de que hay tanto
estudios que confirman esta relación (ÁlvarezPedrerol et al., 2007; Hauser et al., 1993; Weiss,
Stein, Trommer, & Refetoff, 1993) como otros
que no (Spencer, Biederman, Wilens, Guite &
Harding, 1995; Stein & Weiss, 2003; Valentine
et al., 1997), estos autores hipotetizan que tal vez
la relación entre la función tiroidea (en concreto
de la hormona estimulante de la glándula tiroidea:
tirotropina o TSH) y los síntomas SCT pueda explicar la incongruencia de los resultados previos.
Es decir, si los síntomas SCT se relacionan significativamente con la función tiroidea alterada,
esta dimensión sería la mediadora en la influencia
138
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
de dicha función sobre el TDAH: si se evalúan
niños TDAH con presencia de elevado SCT la
alteración será visible, pero en caso contrario, no.
Para ello, los autores analizan la función tiroidea en una muestra de 571 niños hospitalizados
en psiquiatría sin diagnóstico de TDAH (según
DSM-IV), de edades comprendidas entre 6 y
12 años y con niveles normativos de TSH, así
como su relación con puntuaciones de SCT. Los
resultados, de naturaleza preliminar, afirman una
relación positiva y estadísticamente significativa
entre niveles hipoactivos de TSH y la presencia
de síntomas SCT, valorados según puntuaciones
de los padres en tres ítems SCT incluidos en el
CBCL. Esta relación, sin embargo, no se apreciaba en niños con síntomas TDAH. A pesar
de la poca magnitud del efecto, los resultados se
mantienen incluso al controlar las características
demográficas de los niños y la presencia de otros
síntomas comórbidos al SCT. Estos resultados,
además de apoyar la idea sobre la independencia
entre SCT y TDAH, resultan interesantes por
su valor biológico, pues apuntan a un posible
biomarcador para aquellos individuos con SCT,
incluso en población normal y en niños con niveles de TDAH dentro de la normalidad.
Más adelante, Graham et al. (2013) estudiaron niños que padecen síndrome alcohólico
fetal (SAF), encontraron que muchos de ellos
presentan elevadas puntuaciones de SCT, con
cierta indepen­dencia de la presencia de síntomas
TDAH, evidenciando así una asociación entre
exposición prenatal al alcohol y síntomas SCT.
Este hallazgo podría indicar dos hechos a tener
en cuenta: por un lado, el SAF podría considerarse un factor de riesgo en el desarrollo de síntomas SCT, y por otro lado, la evaluación del SCT
puede inducir, en casos extremos, a la sospecha
de SAF (o sín­dromes similares), pudiéndose
beneficiar de intervenciones tempranas.
Por su lado, Becker et al. (2013) sugieren que
existen ciertas dimensiones de personalidad que
podrían contribuir a la presencia del SCT. En
concreto, los datos de una muestra comunitaria
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
con niños de 9 a 12 años, aunque muy preliminares, apuntan a que la sensibilidad al refuerzo
(y la impulsividad/búsqueda de sensaciones) se
asocian con el TDAH y los síntomas externalizados, mientras que la sensibilidad al castigo
(y el miedo/timidez) se asocian con el SCT y
los síntomas inter­nalizados. Estos resultados
ofrecen un apoyo más a la hipótesis que sostiene
que SCT representa un constructo diferenciado
del TDAH.
En 2014 se publicó un trabajo de Moruzzi,
Rijsdijk y Battaglia que tal vez podemos considerar como la primera evidencia etiológica de
la diferenciación entre SCT y TDAH. Estos
autores analizan la relación entre la dimensión
inatenta del TDAH (TDAH-IN), la hiperactiva/impulsiva del TDAH (TDAH-HI) y la
SCT; medidas a través de los ítems del CBCL,
en una muestra de 398 pares de gemelos de 8 a
17 años pertenecientes a la base pobla­cional del
Registro Italiano de Gemelos. Los resultados
manifiestan una elevada correlación entre las tres
dimensiones tanto a nivel genético (intervalo
0.65/.83) como ambiental (intervalo .29/.44).
No obstante, se encuentran algunas diferencias
notables que merecen ser comentadas, como
son que el componente hereditario del SCT lo
es en menor medida que el del TDAH, que el
SCT comparte apro­ximadamente la mitad de
su contribución genética con el TDAH, y que
el factor SCT parece estar más influenciado por
la contribución de factores ambientales únicos
(o no compartidos) que por factores genéticos.
En el mismo año, Casher, Carbondale y
McCray (2014) presentaron un trabajo en una
reunión científica, basado en una muestra de
gemelos y hermanos de 5 a 10 años, en el cual
aseguran que los niños con altas puntuaciones
SCT (medido a través de los cuatro ítems del
CBCL) presentaban degeneraciones en una
región polimórfica repetida ligada al gen transportador de la serotonina (SCLC6A4), algo que
resulta habitual en los estudios etiopatogénicos
del TDAH.
En resumen, los estudios biológicos del SCT
son todavía muy incipientes y en muchos casos
no están basados en las escalas más validadas de
la dimensión. Hemos visto que todavía abunda
la evaluación del SCT con los ítems del CBCL.
Esto constituye una limitación para extraer
conclusiones, no obstante, la línea de trabajo
centrada en diferenciar un modelo etiopatogénico diferente entre TDAH y SCT basado en
estudios genéticos y de funcionamiento hormonal y neural parece que ocupará un lugar
preponderante en los próximos años.
6. Las implicaciones del SCT
en otras medidas y dominios
comportamentales
El estudio de la validez externa del SCT ha
sido uno de los objetivos de los últimos años y
en realidad disponemos ya de muchos datos al
respecto. Este estudio suele empezar siempre
analizando la relación entre el SCT y el TDAH,
y a continuación comparando su influencia conjunta y por separado sobre otros dominios del
comportamiento.
En general, se acepta que existe una relación moderadamente elevada entre el SCT y
el TDAH, muy especialmente con la medida
TDAH-IN. Las correlaciones habitualmente
elevadas entre SCT y TDAH-IN podrían hacer desistir en principio de considerarlas como
“dimensiones independientes” y, sin embargo,
tanto a través de los análisis de regresión más
tradicionales como de otros basados en los
rasgos latentes y los modelos de ecuaciones
estructurales, se ha podido comprobar que el
aparente solapamiento entre ambas dimensiones
se plasma de forma bastante diferente sobre el
comportamiento de las personas, más concretamente de los niños, puesto que han sido las
muestras más utilizadas. A continuación comprobaremos que, controlándose su influencia
mutua, SCT y TDAH-IN tiene una capacidad
predictiva única e incluso diferenciada en algunas variables relevantes.
Vol. 8, número 2, 2016
139
Artículo-Objetivo
6.1. La relación del SCT
con medidas psicopatológicas
Los estudios más interesantes en esta área se
suelen centrar en obtener datos en medidas de
SCT, de TDAH-IN (o TDAH en general) y de
otras medidas psicopatológicas, tanto de variables internalizadas (ansiedad/depresión), como
externalizadas (problemas de comportamiento, hiperactividad, etcétera). La metodología
habitual de estos trabajos es, en primer lugar,
analizar la capacidad explicativa del SCT y del
TDAH-IN y, en segundo lugar, repetir los análisis ejerciendo un control mutuo entre ambas
variables. En este sentido, las conclusiones más
relevantes han sido las siguientes:
• En relación con las medidas internalizadas,
se ha descubierto en la mayoría de trabajos
la existencia de correlaciones elevadas entre SCT y TDAH-IN con sintomatología
internalizada. En concreto, al controlar la
influencia mutua de SCT sobre TDAH-IN y
viceversa, se observa que ambas dimensiones
predicen hasta cierto punto elevadas puntuaciones en medidas internalizadas (ansiedad
y depresión) de forma diferencial (Araujo,
Jané, Bonillo, Arrufat & Serra, 2015; Bauermeister, Barkley, Buermeister, Martínez &
McBurnett, 2012; Becker & Langberg, 2013;
Becker, Ciesielski, Rood, Froehlich, Garner,
Tamm, & Epstein, 2014, Becker et al., 2016;
Becker, Langberg, et al., 2014; Becker, Luebbe
et al., 2015; Belmar et al., 2015; Bernad et al.,
2014; 2015; Burns et al., 2013 ; Camprodon
et al., en prensa; Fenollar-Cortés et al., 2014;
Flannery, Becker & Luebbe, 2014; Khadka et
al., 2015; Lee et al., 2014; 2016; McBurnett
et al, 2014, Penny et al., 2009; Servera et al.,
2015; Willcutt et al., 2014).
• De forma específica, el SCT parece relacionarse más con depresión que con ansiedad
(Barkley, 2013; Becker, Luebbe, Fite et al.,
2014; Fenollar-Cortés et al., 2014; Jacobson
et al., 2012, Khadka et al., 2015; Servera et
al., 2015). De hecho, en algunas ocasiones
140
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
la relación entre SCT y depresión ha sido
sorprendentemente elevada, esto ha llevado a
determinados autores a controlar la influencia
de la depresión sobre SCT a la hora de valorar
su asociación con otras variables (Bernad et
al., 2014; Burns et al., 2013).
• En cualquier caso, diferentes estudios de
análisis factorial indican que SCT es distinto
tanto de depresión como de ansiedad (Bernad
et al., 2014; Becker, Luebbe & Langberg,
2014; Burns et al., 2013; Lee et al., 2014;
Willcutt et al., 2014).
• Con respecto las medidas externalizadas,
los resultados indican que tanto SCT como
TDAH-IN correlacionan con sintomatología
externalizada, como la hiperactividad/impulsividad (HIM), problemas de conducta (PC)
o síntomas del Trastorno Negativista Desafiante (TND), aunque dicha correlación es
más elevada en TDAH-IN que en SCT. Lo
curioso de esta asociación es que, mientras el
TDAH-IN predice elevadas puntuaciones de
sintomatología externalizada, elevadas puntuaciones de SCT ofrecen relaciones nulas o
incluso negativas con los comportamientos
externalizados, incluso tras controlarse la influencia mutua de TDAH-IN y SCT (Barkley,
2012; Becker & Langberg, 2013; Becker et al.,
2016; Becker, Luebbe, Fite et al., 2014; Belmar
et al., 2015; Bernad et al., 2014; 2015; Burns et
al., 2013; Fenollar-Cortés et al., 2015; Garner,
Mrug, Hodgens & Patterson, 2013; Khadka et
al., 2015; Langberg, Becker & Dvrosky, 2014;
Lee et al., 2014; Leopold, Bryan, Pennington, & Willcutt, 2014; Marshall et al., 2014;
McBurnett et al., 2014; Moruzzi et al., 2014;
Penny et al., 2009; Saxbe & Barkley, 2014;
Servera et al., 2015; Willcutt et al., 2014;).
• Niños con TDAH con elevados síntomas
de SCT muestran menores puntuaciones de
comportamientos externalizados, como agresiones, en comparación con niños TDAH
sin síntomas SCT (Carlson & Mann, 2002;
Marshall et al., 2014).
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
• El estudio de Fenollar-Cortés et al. (2014)
presenta resultados que matizan la asociación
anteriormente afirmada, pues en su trabajo
el factor de SCT “Alerta Inconsistente” sí
muestra relaciones significativas con comportamientos externalizados, tras controlar
la influencia de TDAH-IN.
• La mayoría de los datos se refieren a resultados transversales, pero existen actualmente
algunos estudios longitudinales (de uno a dos
años) que encuentran resultados similares, de
forma que el SCT predice más comportamientos internalizados y bajas puntuaciones
en hiperactividad/impulsividad y negativismo
desafiante tanto al año como a los dos años
(Bernad et al., 2014; 2015; Servera et al.,
2015).
Todos estos resultados ofrecen un aumento
de la evidencia respecto a la diferenciación entre SCT y TDAH, aunque la etiología de cada
una de las asociaciones con SCT y TDAH es
desconocida y, por tanto, representa un área
importante para futuras investigaciones (Becker
et al., 2016). De igual forma, sería interesante
seguir estudiando los dominios funcionales específicos que tienen impactos negativos en la
vida del individuo, al igual que aquellos que no
se ven afectados por la presencia de síntomas
SCT, o que incluso pueden verse amortiguados
ante su presencia (Becker & Barkley, 2016).
En este sentido es destacable el carácter de
factor de riesgo que ejerce el SCT en algunas
medidas, como las de depresión y retraimiento
y, menos, ansiedad; así como el factor protector
que presenta sobre otras, especialmente en abuso de sustancias, comportamientos antisociales,
impulsividad extrema, etcétera.
6.2. El SCT, el funcionamiento
neuropsicológico y las funciones
ejecutivas
Existen gran cantidad de estudios en la literatura científica que demuestran que el TDAH
se relaciona con una larga lista de déficits neu-
ropsicológicos (Hervey, Epstein, & Curry, 2004;
Willcutt, Doyle, Nigg, Faraone, & Pennington,
2005), considerándose, en última instancia, un
trastorno de las funciones ejecutivas (FE). Sabemos que las áreas afectadas en niños con TDAH
se asocian con déficits en el control inhibitorio,
la planificación y organización de tareas, la memoria de trabajo, la variabilidad de respuesta,
el control emocional, la monitorización y la
flexibilidad para cambiar de estrategia (Barkley,
2001a; Brocki, Eninger, Thorell, & Bohlin, 2010;
Willcutt et al., 2005). En concreto, una de las
áreas más afectadas en los niños con TDAH-IN
es la inhibición de la respuesta (Brocki et al.,
2010; Mullane, Corkum, Klein, McLaughlin,
& Lawrence, 2011). Dada la elevada relación
entre SCT y TDAH-IN, sería lógico pensar que
las mismas áreas podrían verse alteradas tanto
en niños con TDAH-IN como en aquellos con
elevadas puntuaciones de SCT.
Sin embargo, hasta el momento pocos son
los trabajos que han examinado la asociación
entre el SCT y los déficits neuropsicológicos.
Además, la mayoría utilizan muestras de niños
que además de puntuaciones elevadas en SCT
presentaban en menor o mayor medida sospecha
de TDAH (Bauermeister et al., 2012; HuangPollock, Nigg, & Carr, 2005; Skierbekk et al.,
2011; Wahlstedt & Bohlin, 2010; Willcutt et
al., 2014), con lo cual metodológicamente se
complica la generalización de unos resultados
que, por otra parte, aún son preliminares.
Por un lado, algunos estudios sugieren que,
a diferencia del TDAH, los síntomas del SCT
no se asocian con alteraciones en las FE (Bauermeister et al., 2012; Jarret, Rapport, Rondon &
Becker, 2014). Concretamente se ha sugerido
que los niños con un perfil SCT tal vez no
muestren déficits tan acentuados en inhibición y
memoria de trabajo (Barkley, 2001b; Derefinko
et al., 2008; Wahlstedt & Bohlin, 2010). En
cambio, por otro lado, disponemos de estudios
que afirman que el hecho de presentar síntomas
en SCT sí está relacionado con ciertas altera-
Vol. 8, número 2, 2016
141
Artículo-Objetivo
ciones difusas en las FE, si bien medidas más
en la vida diaria que en pruebas de laboratorio,
tanto con niños (Araujo et al., 2015; Barkley
2001a; 2014; Becker & Langberg, 2013; Sergeant, Geurts, & Oosterlaan, 2002; SonugaBarke, Dalen, Daley, & Remington, 2002), como
con adultos (Barkley, 2012; Jarret et al., 2014;
Wood, Lewandowski, Lovett & Antshel, 2014).
De todos modos, a continuación revisaremos
los resultados más relevantes de los principales
estudios sobre el tema.
Capdevila-Brophy, Artigas-Pallarés y ObiolsLlandrich (2006) encuentran en su estudio déficits en la metacognición de los niños con SCT.
Hurtig et al. (2007) muestran que los niños con
SCT y TDAH-IN tienen los mismos problemas para organizar tareas, seguir instrucciones
y evitar tareas. Penny et al. (2009) sugieren la
posibilidad de que el SCT pueda entenderse
y explicarse como una alteración del arousal o
incluso de una hipersomnia. Por su parte, Adams
et al. (2010) creen que los síntomas SCT representan una forma patológica de “mente errante”
(mind-wandering). Garner et al. (2010) analizan
las dimensiones y correlatos del SCT en relación
con los síntomas del TDAH mediante puntuaciones en escalas comportamentales de padres
y maestros, confirmando que el área atencional
conforma el principal deterioro para los niños
con SCT. En cambio, casi en una línea opuesta
hasta lo ahora visto, Skirbekk et al. (2011) no
encuentran déficits en memoria de trabajo en
niños con SCT (cuando es una de las funciones tradicionalmente considerada como más
alterada en TDAH). En la otra función tradicionalmente alterada del TDAH, la inatención,
Wahlstedt y Bohlin (2010) encuentran que
también lo está en el SCT, sin embargo, parece
que está fundamentalmente circunscrita a la
atención sostenida evaluada a través del número
de omisiones y latencia de respuesta en tareas
basadas en el paradigma go/no go.
En un trabajo más reciente, Willcutt et al.
(2014) utilizaron una amplia muestra de niños
142
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
y adolescentes con TDAH (diferenciando aquellos con altas y bajas puntuaciones en SCT) y
controles, y midieron las siguientes variables:
inhibición de respuesta, memoria de trabajo,
velocidad de procesamiento, velocidad de nombramiento, atención sostenida y variabilidad de
respuesta. Las puntuaciones en SCT correlacionaron con las seis medidas neuropsicológicas,
al igual que las medidas de IN. Sin embargo,
los análisis de regresión mostraron que IN se
asoció de modo independiente con inhibición
de respuesta, memoria de trabajo y variabilidad
de respuesta, mientras SCT se asoció de modo
independiente exclusivamente con la atención
sostenida. En cierto modo, pues, se reforzó la
idea ya expuesta por Wahlstedt y Bohlin (2010)
de la mayor implicación del SCT en el mecanismo de atención sostenida.
Como comentamos anteriormente, en estudios que examinan la función ejecutiva en
la vida diaria de niños mediante escalas para
padres, el SCT se ha mostrado una dimensión
influyente en dominios como la planificación,
la organización y la automotivación, de modo
independiente al TDAH (Araujo et al., 2015;
Barkley, 2013; Becker & Langberg, 2013). Curiosamente en los trabajos anteriores el único
dominio que no se relacionó con el SCT fue la
regulación emocional, en cambio, en estudios similares, pero que en lugar de escalas para padres
se usaron autoinformes para evaluar las FE en
la vida diaria, no sólo se pudo comprobar que
las personas con mayor SCT reconocían tener
un peor funcionamiento ejecutivo en general,
sino también en regulación emocional (Araujo
et al., 2015; Becker & Langberg, 2013; Lahey
et al., 2004).
En definitiva, como ya adelantamos al principio, los resultados son algo contradictorios y
difíciles de resumir. Por ello, tal vez es interesante
basarse en uno de los pocos metaanálisis sobre el
tema, realizado por Becker et al. (2016). En este
trabajo se concluye que, aun con limitaciones,
se dispone de estudios con niños y adolescentes
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
en donde se observa que elevadas puntuaciones de SCT se asocian significativamente con
menores puntuaciones generales en pruebas de
inteligencia, inhibición de respuesta, memoria
de trabajo, velocidad de procesamiento y atención sostenida; aunque el tamaño del efecto es
pequeño (Becker & Langberg, 2013; Hartman
et al., 2004; Mikami, Huang-Pollock, Pfiffner,
McBurnett & Hangai, 2007; Reeves et al., 2010;
Skirbekk et al., 2011; Wahlsted & Bohlin, 2010;
Willard et al., 2013; Willcutt et al., 2014). A lo
anterior podemos añadir dos ideas: la primera
es que al ejercerse control de las puntuaciones
de inatención sobre las de SCT, los resultados
se vuelven más diversos y contradictorios; y, la
segunda, que las diferencias en FE se hacen
más evidentes a medida que se usan muestras
de mayor edad.
Por otra parte, además de los resultados disponibles hasta el momento, es interesante citar
la revisión sobre el SCT de Tirapu et al., (2015),
puesto que dedican un apartado especial a sus
relaciones con las FE. Los autores destacan que
los individuos con SCT parecen mostrar un
tipo diferente de déficit de atención del que se
observa en el TDAH. Así, individuos con SCT
presentan problemas de entrada y filtración de
información sensorial, mientras que aquellos
con TDAH clásico tienen problemas con la inhibición (Capdevila-Borphy et al., 2006) o bien
aparentan energía excesiva sin dificultades en el
procesamiento de la información (Barkley, 2009;
Martín-González et al. 2008; Pliszka, 2007).
Además, señalan que los individuos con SCT
tienden a mayores y más significativos problemas
en habilidades verbales y memoria a largo plazo,
déficit en memoria de trabajo, procesamiento
del pensamiento más desorganizado, con un
grado mayor de torpeza y propensión a perder
objetos más fácilmente, pero mejor capacidad en
las habilidades visoespaciales. A la vista de los
resultados que han podido revisar, estos autores
opinan que sería adecuado “anclar” los diferentes
subtipos de TDAH en modelos conceptuales
atencionales diferenciados, optando por el modelo de Posner y Petersen (1990). De este modo,
el déficit propio en SCT se relacionaría con la
red de orientación, implicada en la selección de
información sensorial y atención visoespacial.
Las áreas cerebrales implicadas en esta red serían
la corteza parietal, el giro precentral, la corteza
oculomotora frontal, los colículos superiores
y el tálamo. Serían los cambios externos en la
orientación de atención los que promoverían la
activación de esta red atencional. En cambio, las
dificultades del TDAH inatento se centrarían
en la atención sostenida, es decir, en la red de
vigilancia, mientras los déficits del TDAH combinado radicarían en la red de atención ejecutiva:
control inhibitorio, tareas de cambio, resolución
de conflictos, detección de errores, localización
de recursos atencionales, planificación, procesamiento de estímulos novedosos y ejecución de
nuevas conductas.
En definitiva, la relación entre el SCT, el
TDAH y las FE es un tema que requerirá muchos más esfuerzos en el futuro, pero que ya se
adivina complejo. Tanto desde el punto de vista
metodológico (cómo realizar los análisis), como
aplicado (cómo tomar las medidas). A todo ello
conviene añadir una variable todavía no contemplada y es la perspectiva longitudinal. En cierto
modo ya hemos apuntado su importancia al
resaltar el hecho que parece que la edad influye
a la hora de observar relaciones significativas
entre el SCT y las FE. Por tanto, probablemente harán falta estudios longitudinales para
situar puntos evolutivos en los cuales, en primer
lugar, se puedan observar y concretar las diferencias y, en segundo lugar, y más importante,
desarrollar modelos explicativos que nos ayuden
a comprender estas relaciones aparentemente
complejas.
6.3. El SCT y el funcionamiento social
Como ocurrió en su momento con el TDAH,
donde la influencia de los problemas de inatención y de impulsividad e hiperactividad se han
Vol. 8, número 2, 2016
143
Artículo-Objetivo
reflejado claramente en la disfunción social de
los niños, se ha hipotetizado que las conductas
definitorias del SCT también podrían tener un
efecto similar. Con los datos disponibles, podemos afirmar que existe una relación contrastada
entre el SCT y el deterioro o las dificultades de
funcionamiento social (Barkley, 2012; 2013;
Becker & Langberg, 2013; Becker, Luebbe et al.,
2015; Becker, Luebbe, Fite et al., 2014; Belmar
et al., 2015; Bernad et al., 2014; 2015; Burns et
al., 2013; Flannery, Becker & Luebbe, 2014;
Khada et al., 2015; Lee et al., 2014; en prensa;
Penny et al, 2009; Raiker et al., 2015). Sin embargo, todavía no se han establecido los posibles
mecanismos de esta relación.
El deterioro social que se observa en individuos con SCT es único y específico de
esta dimensión, a pesar de asemejarse en gran
medida con el funcionamiento social alterado
en individuos con TDAH, especialmente con
predominio inatento. Los niños con TDAH
a menudo presentan dificultades sociales que
incluyen pobres habilidades sociales, mayor rechazo social y elevadas tasas de aislamiento,
en comparación con niños comunitarios de su
misma edad (Bagwell, Molina, Pelham & Hoza,
2001; DuPaul, McGoey, Eckert, & VanBrakle,
2001; Haas et al., 2011; Hodgens, Cole, & Boldizar, 2000; Hoza, 2007; McConaughy, Volpe,
Antshel, Gordon, & Eiraldi, 2011; Mrug, Hoza,
Pelham, Gnagy, & Greiner, 2007). En concreto,
los niños con TDAH-IN presentan comportamientos pasivos y retraimiento social.
Dada la elevada relación entre TDAH-IN y
SCT, parece lógico pensar que los niños (y las
personas en general) con esta sintomatología
manifestarán alteraciones parecidas. En términos generales así ha sido: aun controlados los
efectos del propio TDAH y de otra sintomatología (puntuaciones elevadas en negativismo
desafiante, trastorno de conducta o depresión), el
SCT se ha relacionado con dificultades de interacción social en general (Becker, 2014; Becker
& Langberg, 2013; Becker, Luebbe et al., 2015;
144
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
Becker, Luebbe, Fite et al., 2014; Bernad et al.,
2014; 2015; Burns et al., 2013; Flannery et al.,
2014; Lee et al., 2014; Mikami et al., 2007; Servera et al., 2015; Willcutt et al., 2014). De manera más específica, y también de forma única,
se ha asociado con baja autoestima, dificultades
de regulación emocional (Barkley, 2012; Becker, Luebbe et al., 2015; Flannery et al., 2014;
Jarrett et al., 2014; Wood et al., 2014), mayores
tasas de retraimiento (Capdevila-Borphy et al.,
2014; Marshall et al., 2014; Willcutt et al., 2014)
y aislamiento (Becker et al., 2013; Marshall et
al., 2014; Willcutt et al., 2013), así como bajo
liderazgo (Marshall et al., 2014).
Por otro lado, mientras que los niños con
TDAH son a menudo rechazados por los compañeros o generan aversión debido a sus comportamientos disruptivos (Gardner & Gerdes,
2015), aquellos con SCT fundamentalmente
tienden a ser ignorados (Becker, 2014) y, por
supuesto, presentan menores tasas de agresión
o conductas disruptivas (Becker & Langberg,
2013; Becker, Ciesieski et al., 2014; Becker,
Luebbe, Fite et al., 2014; Carlson & Mann,
2002; Marshall et al., 2014; McBurnett et al.,
2001; Raiker et al., 2015). Una posible explicación para dichos resultados sería que los niños
con SCT son más tímidos o que son individuos
con un bajo interés social (Becker & Barkley,
2016). La hipótesis de la timidez toma fuerza
al considerar que el SCT también se asocia a
puntuaciones elevadas en la escala de miedo/timidez dentro del sistema motivacional de Gray,
denominado de lucha, huida y paralización,
(Becker et al., 2013) y puntuaciones elevadas en
soledad según datos provenientes de autoinformes (Becker, Luebbe et al., 2015). Además, los
propios síntomas SCT, como letargia, somnolencia, confusión y baja motivación, están conceptualmente más relacionados con problemas
de retraimiento y timidez.
Por lo general, los datos sobre funcionamiento
social y SCT provienen de trabajos transversales,
aunque existen al menos dos estudios longitu-
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
dinales. El primero es el de Becker (2014), en el
que se muestra cómo los síntomas SCT predicen
un incremento de problemas de relación con
iguales durante un periodo de seis meses, en una
muestra comunitaria de 176 niños americanos
en edad escolar, incluso tras controlar características demográficas, otros síntomas psicopatológicos y niveles iniciales de funcionamiento con
iguales; según puntuaciones SCT de profesores.
Además, se concluye que el SCT se asocia significativamente con retraimiento social y con
una reducida red de relaciones sociales en tres
esferas: popularidad, preferencia social negativa
por parte del grupo y relaciones restringidas. El
otro es un estudio longitudinal llevado a cabo
en España por nuestro grupo, en el que padres,
madres, tutores y un profesor valoran en tres
ocasiones a niños en edad escolar (de primero
a tercero de primaria). Los resultados indican
que elevadas puntuaciones SCT predicen dificultades sociales al año y a los dos años; algo que
curiosamente no ocurre en aquellos niños con
elevadas puntuaciones de TDAH-IN (Bernad
et al., 2015).
Resulta interesante mencionar un estudio
reciente, realizado por Raiker et al. (2015), en
el que se evalúa el modo en que determinados
rasgos de personalidad y psicopáticos pueden
mediar la relación entre TDAH y desajuste
social, algo que no se observaría entre SCT
y problemas sociales. Los resultados de este
estudio proponen que hay dos dominios de la
personalidad: impulsividad y narcisismo, que
podrían considerarse mediadores parciales del
riesgo de padecer problemas sociales en individuos TDAH; mientras que los síntomas SCT
no muestran relación alguna con características
psicopáticas de personalidad que podrían intervenir en la relación de SCT con dificultades
sociales, incluso tras controlar el efecto de los
síntomas TDAH.
A pesar de los trabajos mencionados hasta
ahora, que avalan la evidencia de la relación entre
SCT y déficits de funcionamiento social, existen
algunos que ofrecen resultados contradictorios.
Es el caso de Watabe et al. (2014), quienes observan que niños con elevadas puntuaciones de
SCT (medidas con tres ítems: sueña despierto,
olvidadizo y lento) presentan menor deterioro
en las relaciones con sus iguales que quienes
presentan bajos niveles de SCT, según sus profesores.
En general podemos concluir que, con alguna
excepción, los datos son favorables a relacionar
el SCT con disfunciones sociales, incluso en una
dirección diferente o única en relación al TDAH.
Al igual que en los otros aspectos tratados hasta
ahora, los resultados deben ser considerados con
prudencia, puesto que la distinta forma de medir
tanto el SCT como el funcionamiento social
pueden tener implicaciones relevantes. Además,
la necesidad de realizar estudios longitudinales
se vuelve de nuevo preponderante para poder
valorar si las disfunciones están presentes desde
edades más tempranas y acompañan el desarrollo del niño o aparecen en un momento dado y,
en todo caso, hasta qué punto están en función
de la presencia o no del TDAH (Becker et al.,
2016).
6.4. El SCT y el funcionamiento académico
Este apartado no es muy diferente de los demás,
en el sentido de que también encontramos resultados preliminares y algo discrepantes. Mientras
en algunos trabajos no se refleja que la presencia
de SCT tenga un impacto claramente negativo
en los logros académicos (Becker & Langberg,
2013; Belmar et al., 2015; Carlson & Mann,
2002; Hartman et al., 2004; Marshall et al.,
2014; Wahlstedt & Bohlin, 2010; Watabe et al.,
2014), en otros estudios es al revés, y además
en diferentes condiciones: en muestras TDAH
(Becker, Langberg et al., 2014; Jacobson et al.,
2012; Langberg et al., 2014); en muestras sin
diagnóstico tras controlar los efectos de las medidas en TDAH (Barkley, 2013; Becker, Luebbe
et al., 2015; Bernad et al., 2014; 2015; Burns et
al., 2013; Jacobson et al., 2012; Khadka et al.,
Vol. 8, número 2, 2016
145
Artículo-Objetivo
2015; Lee et al., 2014; en prensa; Marshall et
al., 2014; McBurnett et al., 2014; Servera et al.,
2015; Willcutt et al., 2014); e incluso en estudios longitudinales (Bernad et al., 2014; 2015;
Servera et al., 2015).
Uno de los resultados que más destaca es la
asociación entre el SCT y los problemas en la
organización y finalización de tareas escolares
diarias (Barkley, 2013; Langberg et al., 2014;
Marshall et al., 2014). En términos de logros
académicos, el SCT se ha relacionado de forma
única con malos resultados en algunas materias
o habilidades, como las matemáticas, la lectura o
la expresión escrita (Barkley, 2012; Bauermeister
et al., 2012; Willcutt et al., 2014). No obstante,
también es verdad que en general se señala
que las puntuaciones en las escalas de TDAH
contribuyen en mayor medida que el SCT en
dichas dificultades académicas (Barkley, 2013;
Belmar et al., 2015; Lee et al., 2014; McBurnett
et al., 2014).
Estas discrepancias en los resultados se deben
en gran parte a las dificultades de poder extraer
conclusiones cuando la medida del SCT se realiza en muestras con un diagnóstico en TDAH
y, por otra parte, a las grandes diferencias en las
pruebas utilizadas para medir el SCT. A continuación se citan los resultados de algunos de los
estudios más recientes.
Langberg et al. (2014) estudian la asociación
entre el SCT, medido con la escala de 14 ítems
de Penny et al. (2009), y el fun­cionamiento
académico en 52 adolescentes con TDAH, han
encontrado resultados diferentes en función del
evaluador (padres o maestros) y del factor SCT
que se considera. De modo general, hallaron
que tanto SCT como TDAH-IN correlacionaban significativamente con el rendimiento
académico. En concreto, según los padres, la
subescala Lentitud de SCT predice alteraciones
en el funcionamiento académico general, déficit
en las habilidades de organización y problemas
para hacer los deberes, más allá de los síntomas
TDAH y otras características asociadas al fun146
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
cionamiento académico (inteligencia, ingresos
familiares, logros académicos, etcétera). En cambio, no predice calificaciones medias escolares.
Por su parte, según los maestros, la subescala
Baja iniciativa/Persistencia del SCT predijo dificultades a la hora de hacer los deberes y además
fue la única variable del SCT que también pudo
predecir calificaciones medias escolares más allá
de los síntomas TDAH y de otras covariables.
Estos resultados no se han podido corroborar
del todo, puesto que McBurnett et al. (2014) no
encuentran una relación entre el factor Baja iniciativa y el rendi­miento académico. En cambio
la puntuación total en SCT y su factor Somnoliento/Cansado se asocian inversamente con el
rendimiento académico, incluso tras controlar la
influencia del TDAH.
Por su parte, Becker, Langberg et al. (2014)
analizan la relación del SCT con dificultades
de funcionamiento académico en una muestra
de 72 estudiantes universitarios con diagnóstico
de TDAH evaluados con la escala BAARS-IV
de Barkley, que se compone de cuatro factores:
SCT, IN, HI e Impulsividad. Una vez controlado el efecto de los otros factores, SCT
se relacionó con problemas de rendimiento
académico de forma muy relevante (además de
con medidas de ansiedad y depresión). Desde
un punto de vista más clínico, Marshall et al.
(2014) identificaron tres gru­pos de jóvenes con
diagnóstico en TDAH: TDAH-C, TDAHIN con alto SCT y TDAH-IN con bajo SCT
y analizaron sus diferencias en ren­
dimiento
académico. Los niveles de SCT fueron medidos por los tres ítems utilizados en los ensayos
del DSM-IV que comentamos anterior­mente.
Los resultados indicaron que ambos grupos con
TDAH-IN pre­sentaron mayores dificultades en
rendimiento en el aula comparados con el grupo
TDAH-C. Más aún, el grupo TDAH-IN con
alto SCT fue el único que presentó problemas
a la hora de hacer deberes, incluso cuando los
trastornos de comportamiento disruptivo estaban ausentes.
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
Un estudio discordante con los datos hasta
ahora apuntados es el de Watabe et al. (2013),
quienes observan en su estudio que elevados
niveles de SCT se asocian con menores dificultades académicas, según profesores. Estos
resultados podrían explicarse por la dificultad de
los profesores de apreciar sintomatología SCT
en el aula, o de interpretarla como deficitaria
para el funcionamiento del niño, puesto que no
inter­fiere en sus objetivos como docentes a la
hora de dar la clase, en com­paración con otra
sintomatología, como puede ser la propia del
TDAH. Los autores consideran que sus resultados, a pesar de sorprender en el momento actual,
resultan concordantes con algunos otros encontrados en la literatura (Carlson & Mann, 2002;
Mikami et al., 2007). Otra de las explicaciones
es el uso de distintas medidas para determinar
el rendimiento académico.
Por último, Camprodon et al. (en prensa),
en un reciente estudio con pacientes clínicos
con varias psicopatologías, concluyen que existe una relación positiva entre síntomas SCT y
dificultades de aprendizaje, incluso tras controlar los síntomas TDAH, algo que claramente
se relaciona con el déficit académico descrito
anteriormente. Los autores consideran que la
presencia de síntomas SCT aumenta la probabilidad de tener dificultades académicas y
consecuentemente contrariedades futuras en el
ámbito de rendimiento profesional. En la muestra que reclutaron de 105 niños con Trastornos
del Aprendizaje (TA), 34 tenían TDAH, pero
los niños con TA tenían más síntomas de SCT
que de TDAH, en congruencia con estudios
anteriores (Burns et al., 2013; Langberg et al.,
2014; Lee et al., 2014; Marshall et al., 2014).
Pocos son los trabajos que han considerado la
relación entre el SCT y la capacidad intelectual
medida por CI. Milich et al. (2001) y Hartman
et al. (2004) encuentran correlaciones significativas entre el SCT y nivel de inte­ligencia bajo,
mientras que, en un trabajo posterior, Becker y
Langberg (2013) no hallaron diferencias en el
nivel intelectual en adoles­centes con TDAH y
altos niveles de SCT. Otros estudios han analizado la relación pero con pacientes oncológicos:
Reeves et al. (2010) identificaron puntuaciones
superiores de SCT en pacientes pediátricos
supervivien­tes de leucemia linfoblástica aguda
que en controles, y la presencia de estos síntomas
se asoció a un peor funcionamiento intelectual.
Por su parte, Willard et al. (2013) observaron
que pacientes pediátricos supervivientes a tumores cerebrales, con mayores déficits en memoria
de tra­bajo y CI total presentaron más síntomas
SCT (medido con los cuatro ítems del CBCL),
según informaron sus padres. Por último, Camprodón et al. (2016) utilizaron una amplia muestra de niños derivados a un servicio clínico y
diferenciaron entre aquellos a quienes se aplicó
el WISC-IV (por sospecha de disfunción intelectual) y aquellos que no. El primer grupo
mostró significativamente puntuaciones más
elevadas en SCT. Por tanto, aunque sea estudio
retrospectivo, los datos apuntan a cierta relación
entre menor nivel intelectual y más SCT.
Por lo anterior, es evidente que el estudio del
CI y el SCT requiere mayor investigación, sin
embargo, la relación entre SCT y problemas
de rendimiento académico, a pesar de algún
estudio que constituye la excepción, parece más
claramente establecida. Es discutible qué factor
o subescala se relaciona más, pero como dimensión global, las altas puntua­ciones en SCT
parecen predecir, aun controladas las medidas en
TDAH, más problemas en conductas relacionadas con el funcionamiento (organización, tareas,
deberes, etcétera.) y el rendimiento académico
en sí mismo (calificaciones escolares).
6.5. Los problemas de sueño y el SCT
La relación de los problemas de sueño con el
TDAH viene de lejos y, por supuesto, o incluso
con más razón, se ha extendido al SCT. De
hecho se ha propuesto un importante solapamiento entre los ítems más usados para medir
el SCT y los propios problemas de sueño, con-
Vol. 8, número 2, 2016
147
Artículo-Objetivo
virtiéndose en uno de los aspectos a controlar
en estudios clínicos.
En el caso de los niños con TDAH existen
evidencias de que los problemas de sueño son
muy frecuentes entre ellos (Scott et al., 2013). De
hecho, en versiones anteriores del DSM (II, III,
y III-R) se incluye el “sueño no reparador” como
síntoma diagnóstico del TDAH. La presencia
de dificultades del sueño no sólo se asocia con
TDAH sino que el hecho de tener problemas
de sueño puede incrementar los síntomas del
TDAH (Stein et al., 2002). En esta línea se ha
hipotetizado que algunos niños con diagnóstico
en TDAH podrían, de hecho, tener un trastorno
del sueño comórbido, que causaría (o al menos
exacerbaría) la sintomatología inatenta y/o hiperactiva (Bass, 2015). Es más, algunos afirman
que niños con TDAH con altos índices de problemas de sueño también muestran mayor riesgo
de sufrir problemas de salud mental concomitantes, tal y como muestran Becker, Langberg y
Evans (2015) en su estudio con un grupo de 81
adolescentes con diagnóstico de TDAH, en el
que parece que los problemas de sueño predicen
mayores niveles de síntomas TND, problemas
de comportamiento externalizado y sintomatología depresiva, tras un año, según puntuaciones
de los padres.
En todo caso, los problemas de sueño que se
asocian comúnmente con el TDAH se relacionan con un aumento de somnolencia durante el
día, lentitud a nivel cognitivo, así como mayores
dificultades de concentración en actividades
escolares (Fallone et al., 2005). Es decir, conductas que de un modo u otro nos recuerdan al
SCT. Sin embargo, son pocos los trabajos que
hasta ahora han analizado la relación entre esta
dimensión y las dificultades del sueño. En concreto sólo destacaremos tres trabajos, pero con
resultados interesantes.
El primero es el de Langberg, Becker, Dvorsky y Luebbe (2014), quienes evaluaron el nivel
de solapamiento entre el SCT y las alteraciones
del sueño en una muestra de estudiantes uni148
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
versitarios. Los resultados muestran, por un
lado, que los ítems SCT y los de somnolencia
diurna presentan un solapamiento considerable,
aunque son dimensiones diferentes, tanto en
muestras normales como clínicas. Por otro lado,
el SCT predice somnolencia diurna más allá de
la influencia de otras sintomatologías (TDAH,
ansiedad y depresión). Además, los estudiantes
con altas puntuaciones en TDAH+SCT y somnolencia diurna tenían un dete­rioro significativamente mayor que los estudiantes universitarios con altas puntuaciones en TDAH sin SCT
o somnolencia diurna.
El segundo trabajo es del mismo grupo:
Becker, Luebbe y Langberg (2014). Esta vez se
analiza la calidad de sueño en jóvenes universitarios, separando síntomas de inatención, hiperactividad/impulsividad y SCT en una muestra de
288 estudiantes entre 17-24 años, de los cuales
un 12% aseguran tener diagnóstico de TDAH.
La media de horas de sueño de los participantes
fue de 6,8 y el tiempo de duración para conciliar el sueño fueron 25 minutos. El 63% de la
muestra se clasifica como “malos dormidores”.
Los resultados muestran que la hiperactividad,
pero no la impulsividad, se asocia con una peor
calidad de sueño, aumento de la latencia del
sueño, recortada duración del sueño y mayor
uso de medicamentos para dormir. Sin embargo,
los síntomas SCT, pero no los de inatención, se
relacionaban con pobre calidad de sueño y mayores trastornos de sueño (pesadillas, sensación
de frío o calor, despertares recurrentes durante la
noche). Además, tanto SCT como TDAH-IN
se relacionaron con disfunciones en el funcionamiento diurno. Un análisis de regresión señaló
que la hiperactividad predice mejor las alteraciones del sueño que el funcionamiento en vigilia
y que el SCT y la inatención predicen mejor el
funcionamiento diurno que los trastornos de
calidad de sueño.
El tercer trabajo es el de Koriakin, Mahone y
Jacobson (2015), quienes estudian la asociación
entre calidad del sueño y los síntomas SCT en
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
varios ambientes (casa y colegio) y mediante
distintos evaluadores (padres y profesores), en
una muestra clínica de 746 niños de edades
comprendidas entre 5 y 18 años, controlando
los síntomas de TDAH, ansiedad y depresión.
Los padres o cuidadores evalúan los problemas
de sueño de sus hijos con respecto a cuatro
preocupaciones fundamentales: dificultades para
quedarse dormido, inquietud durante el sueño,
dificultades para despertarse y problemas respiratorios relacionados con el sueño. Para medir el
SCT se usó la escala de Penny et al. (2009) que,
como sabemos, se divide en tres subescalas: Lento/Adormilado, Baja iniciativa/Baja persistencia, y Sueña despierto/Soñador. Los resultados
mostraron que tras controlar la edad, el estado de
medicación y los síntomas de TDAH, depresión
y ansiedad, los problemas de sueño representan
una pequeña pero significativa porción de la
variancia adicional en la predicción de la escala
Lento/Adormilado del SCT, según la evaluación
de los padres. El resto de resultados no parecieron significativos; la dificultad para despertarse
fue la característica que más se relacionó con
el SCT. Los autores concluyen que algunos
elementos propios de la dimensión SCT, como
la lentitud y la letargia, pueden asociarse con
dificultades de sueño, incluso tras controlar los
síntomas de TDAH, ansiedad y depresión. Sin
embargo, estas asociaciones no son consistentes
a través de todas las subescalas de SCT y todos
los dominios de los problemas de sueño. Por
tanto, la dimensión SCT sería diferente de los
problemas del sueño, sin embargo, ambas mantendrían una cierta relación a través de algunos
de sus síntomas.
7. Conclusiones
El renacer del interés por el SCT a principios de
este siglo ha significado, esta vez parece que sí,
la consolidación de una dimensión psicológica
que desde los años setenta se había insinuado
sin encontrar su sitio ni en el plano de la investigación ni en el clínico. Los últimos quince
años han permitido establecer con bastante
nitidez las características de esta dimensión.
En estos momentos disponemos de medidas de
evaluación psicológicas fiables y válidas, tanto
en forma de entrevistas, escalas para padres y
profesores, como autoinformes (Barkley, 2011;
2013; Becker, Luebbe et al., 2015; Burns et al.,
2015; McBurnett et al., 2010; Penny et al., 2009).
Uno de los avances más notables se ha dado
en el campo de la validez discriminante y predictiva puesto que, como era ya conocido de hace
tiempo, las conductas y elementos definitorios
del SCT solapan con las conductas y síntomas
de inatención, tal y como se han definido en el
TDAH. Ha sido necesario aplicar complejos
análisis factoriales confirmatorios en muestras
clínicas y normales, a través tanto de diseños
transversales como longitudinales, para poder
concluir lo que hasta ahora parece una de las
resoluciones más sólidas: efectivamente el SCT
se relaciona de forma moderada con el TDAH
e incluso de forma elevada con la medida de inatención de este trastorno; sin embargo, al controlar el efecto mutuo entre SCT e inatención,
cada una de ellas mantiene de forma significativa
un patrón de relación con otras variables comportamentales, de interacción y de rendimiento,
que incluso en algunos casos es opuesto (Araujo
et al., 2015; Barkley, 2012; Bauermeister et al.,
2012; Becker, 2014; Becker et al., 2016; Becker,
Ciesielski et al., 2014; Becker & Langberg,
2013; Becker, Langberg et al., 2014; Becker,
Luebbe et al., 2015; Becker, Luebbe, Fite et al.,
2014; Belmar et al., 2015; Bernad et al., 2014;
2015; Burns et al., 2013; Camprodon et al., en
prensa; Fenollar-Cortés et al., 2015; Garner, et
al., 2013; Khadka et al., 2015; Langberg, et al.
2014; Lee et al., 2014; 2016; Leopold, et al.,
2015; Marshall et al.; 2014; McBurnett et al,
2014; Moruzzi et al., 2014; Penny et al., 2009;
Servera et al., 2015; Willcutt et al., 2014,). Pero
no queremos dejar de hacer notar que a veces
el tamaño del efecto de tales diferencias no ha
sido especialmente elevado.
Vol. 8, número 2, 2016
149
Artículo-Objetivo
En todo caso, en lo que genéricamente podemos considerar como medidas externalizadas,
la dimensión de inatención se comporta como
cabría esperar en un componente del TDAH:
se relaciona positivamente con mayor hiperactividad, impulsividad y problemas de comportamiento. Mientras, la dimensión SCT lo hace en
mucho menor grado, de forma no significativa e
incluso, en algunas ocasiones, de modo inverso.
En este sentido cabe destacar que en algunos
aspectos, como la medida de psicopatía, el SCT
puede ser un factor protector, puesto que la
correlación es negativa y significativa (Barkley,
2012; Becker et al., 2016; Becker & Langberg,
2013; Becker, Luebbe, Fite et al., 2014; Belmar et
al., 2015; Bernad et al., 2014; 2015; Burns et al.,
2013; Carlson & Mann, 2002; Fenollar-Cortés
et al., 2015; Garner et al., 2013; Khadka et al.,
2015; Langberg et al., 2014; Lee et al., 2014;
en prensa; Leopold et al., 2015; Marshall et al.,
2014; McBurnett et al., 2014; Moruzzi et al.,
2014; Penny et al., 2009; Servera et al., 2015;
Willcutt et al., 2014).
En el caso de las medidas internalizadas,
en términos generales, la inatención y el SCT
mantienen una correlación moderada positiva y
significativa, que tal vez puede tener un origen
o una condición diferente, pues tiende a mantenerse en valores similares aun controlándose
mutuamente el efecto de cada dimensión. Es
más, habitualmente, y de forma especial en el
caso de las conductas relacionadas con el estado
de Ánimo/depresión, el SCT contribuye con un
mayor peso que la inatención. La tendencia no
es tan acentuada en las medidas de ansiedad,
pero también es visible. Sin duda, desde nuestra
experiencia y trabajos, uno de los resultados que
más llaman la atención es que el SCT evaluado
por padres y maestros a los 6/7 años es capaz
de predecir, de forma única e independiente, las
medidas internalizadas dos o tres años después
(Bernad et al., 2015; Servera et al., 2015).
Los resultados en medidas de interacción
social y funcionamiento académico también han
150
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
resultado muy interesantes. Ambas dimensiones, inatención y SCT, son capaces de predecir
dificultades en este ámbito, con una proporción
de variancia explicada similar (no muy grande,
pero significativa), que se mantiene estable aun
controlándose el efecto de interacción. Por tanto,
de alguna forma independiente a la influencia
que pueda ejercer la inatención, el SCT en mayor o menor grado es capaz de predecir problemas de interacción social y de funcionamiento
académico. En el primer caso, los problemas
no se relacionan con las habituales conductas
disruptivas derivadas del TDAH, sino con cierta
sensación de aislamiento, soledad y falta de habilidades sociales. En el caso del funcionamiento
académico, aunque como vimos en su momento
los resultados no son coincidentes en todos los
estudios, mayoritariamente indican problemas
en el trabajo académico diario e incluso en las
calificaciones escolares.
A pesar de estos resultados positivos que hemos mencionado es evidente, y así lo hemos destacado en cada uno de los apartados revisados,
que hay incongruencias y dudas no resueltas. Sin
duda gran parte de estos problemas derivan del
uso de medidas muy dispares del SCT. Afortunadamente, ello es cada vez menos habitual pues,
aunque existen diferentes opciones, el conjunto
de ítems, conductas y síntomas definitorios del
SCT parece estar bastante acotado. En cambio,
lo que no está tan claro es la forma en que se
organizan. Básicamente cabe considerar si el
conjunto es unitario o es multifactorial. De los
estudios y la escala original de Penny et al. (2009)
parece deducirse la presencia de al menos dos
factores: alerta inconsistente y enlentecimiento,
que a veces, en función del evaluador, podrían
ser tres: Adormilado/Lento, Sueña despierto/
Lento y Baja iniciativa/Persistencia. Incluso se
han sugerido otros factores como la memoria
de trabajo (McBurnett et al., 2014). Sin embargo, otros autores y estudios no apoyan tan
claramente la multidimensionalidad del SCT
(Barkley, 2013; Willcutt et al., 2014). En este
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
apartado, los resultados de nuestros trabajos,
con muestras españolas, difieren relativamente
de las muestras estadounidenses. En nuestro
caso, de los dos grandes factores basados en ocho
dominios conductuales definitorios del SCT,
derivados en la escala de Penny y colaboradores,
normalmente sólo uno se ha reflejado de forma
clara y consistente a través de las evaluaciones
de los padres y de los maestros en el tiempo:
el enlentecimiento (Servera et al., 2015). Este
factor viene definido por los dominios: “perder el
hilo del pensamiento”, “confundirse fácilmente”,
“parecer somnoliento” (sin problemas de sueño
nocturnos), “mostrar un pensamiento lento” y
“mostrar un movimiento lento”. No obstante, hay
que tener en cuenta que muchos de los estudios
con muestras estadounidenses se han realizado
exclusivamente con diseños transversales y con
muestras de niños mayores; en cambio, en nuestro caso son niños entre 6 y 9 años y combinamos
datos transversales con longitudinales. Esto quiere decir que, dado que se ha observado que las
implicaciones del SCT se hacen más evidentes
con niños mayores, adolescentes e incluso adultos, puede ser que haya un factor evolutivo que
dificulte la obtención de la medida multifactorial
de la dimensión, antes de ciertas edades.
De los resultados revisados también queremos destacar algo que consideramos importante:
sea o no el SCT una dimensión multifactorial,
siempre es el factor general de “enlentecimiento”
(a nivel cognitivo y comportamental), el que, de
un modo u otro, subyace a todos los demás y el
que, de forma independiente, mejor se diferencia
del TDAH y presenta sus implicaciones más
genuinas. Es decir, normalmente el factor de
alerta o inconsistencia atencional solapa más
con la medida de inatención del TDAH y se
“parece” más a él, mientras la lentitud permanece
con un mayor grado de independencia (Bernad
et al., 2014; Fenollar-Cortés, 2014; Servera et
al., 2015; Willcutt et al., 2014).
Otro de los problemas metodológicos importantes, aparte del uso de distintas medidas del
SCT, que dificulta la obtención de conclusiones más sólidas es el uso de muestras con altas
puntuaciones en SCT de forma combinada o
independiente de muestras con TDAH. Analizar la influencia del SCT en un TDAH ya diagnosticado tiene evidentemente un valor clínico
interesante, pero los datos de ahí derivados no
parece que siempre puedan generalizarse al SCT
puro. Por otra parte, es evidente que a los centros
de reclutamiento de posible muestra clínica
llegan pocos SCT puros, o muchos menos que
TDAH, ya sea en sus presentaciones combinada o inatenta. De momento, esta dificultad se
está subsana intentado crear grupos clínicos (o
subclínicos) a través de un uso inicial de grandes
muestras representativas de la población. Es
el caso del trabajo paradigmático de Barkley
(2013), en el cual se reclutó una muestra de
1,800 niños entre 6 y 17 años para crear cuatro
grupos combinando altas/bajas puntuaciones
en SCT, TDAH y controles. Sólo el 2,3% de
la muestra fue “SCT sin TDAH”, mientras un
5,3% fue “TDAH sin SCT” y un 3,4% “SCT +
TDAH”. Como mencionamos anteriormente,
TDAH y SCT presentaron un patrón de implicaciones y comorbilidad diferente, si bien
normalmente la presencia de TDAH siempre
suponía mayor gravedad, y el impacto del SCT
quedó bastante reducido a la sintomatología
depresiva. De todos modos, casi entre un 40% y
60% de los casos coexistían TDAH y SCT. Sin
duda, harán falta más estudios en esta línea para
comprobar, revisar o ampliar los datos disponibles en este primer estudio de referencia.
Desde el punto de vista de la investigación
básica, las líneas siguen abiertas especialmente
en lo que respecta a la etiología del SCT y sus
implicaciones neuropsicológicas, y posiblemente
en los próximos años dispongamos de lo que
ahora sólo pueden ser considerados datos preliminares, a menudo contaminados por la presencia del TDAH. Seguramente la nueva ubicación
del TDAH en los trastornos del neurodesarrollo
en el DSM-5 obligará a definir si el SCT debe
Vol. 8, número 2, 2016
151
Artículo-Objetivo
seguir un camino similar, o debe encontrar el
propio. Esto nos lleva tal vez a la parte más crucial de esta revisión, y al tema que está candente
entre clínicos e investigadores, ¿es el SCT un
trastorno independiente del TDAH? A lo cual
nosotros añadiríamos una cuestión previa, ¿es el
SCT un trastorno o una dimensión?
Russell A. Barkley ha abogado en los últimos
años por un cambio de terminología del SCT
(Barkley, 2014). En nuestro caso, en español, ya
se utiliza con cierta profusión el término Tempo
Cognitivo Lento, pero, como hemos explicado
anteriormente, el cambio de denominación de
Barkley no sólo era para evitar el uso de un
término que en inglés puede considerarse peyorativo o despectivo (sluggish además de lentitud
indica ser perezoso, vago, indolente e incluso la
raíz de la palabra proviene del término slug, que
designa al animal babosa), sino para realzar su
componente psicopatológico. Por eso, ha sugerido el término Concentration Deficit Disorder.
El Trastorno por Déficit de Concentración
(TDC) ha sido presentado por Barkley como
un segundo déficit de atención diferente del
derivado del subtipo del TDAH, aunque pueda
existir cierto solapamiento entre ellos. El autor
considera que referirse al SCT como un TDAH
induce claramente a una confusión, puesto que
podría ser considerado como un intento por resucitar este viejo concepto del DSM-III, cuando
en realidad el TDC ha demostrado poder diferenciarse de él. Otro argumento interesante que
expone Barkley es que el uso de términos como
SCT u otros propuestos en el pasado, como
Trastorno Primario de la Vigilancia (Weinberg
& Harper, 1993), tampoco parecen adecuados
puesto que, por una parte, presuponen claramente una afectación neuropsicológica (lo cual,
como hemos visto hasta el momento, no está
clara, al contrario del TDAH) y, por otra parte, si
alerta inconsistente o déficits de vigilancia son el
núcleo definitorio de la dimensión, va a resultar
difícil (como así ha ocurrido hasta ahora en los
manuales de clasificación y diagnóstico) que sea
152
Revista Mexicana de Investigación en Psicología
considerada diferente al TDAH. Por todo ello,
el término TDC sería una opción razonable
porque, en primer lugar, mantiene el foco sobre
los problemas atencionales (es decir, mantiene la
idea de “patología” en conductas de inatención
aunque sea distinta a la del TDAH), sin resultar
peyorativo. En segundo lugar, se puede definir
con independencia de que tenga o no vínculos
con disfunciones neuropsicológicas. Finalmente,
sugiere cierto solapamiento con el TDAH (esto
no hace sino reafirmar lo que hemos observado
en los estudios clínicos), aunque se apoya en un
término no usado en los criterios diagnósticos
del TDAH de forma explícita: concentración.
Otro reconocido autor sobre el SCT, Stephen
Becker, discrepa de la opción de considerar, con
los datos actuales disponibles, al SCT como un
trastorno. Él está de acuerdo en abandonar este
término por sus connotaciones peyorativas, pero
no estima que sea una buena opción su sustitución por un término que refiera a un trastorno.
En este sentido, Becker, Marshall y McBurnett
(2014) recuerdan que en el DSM-IV hasta cierto
punto había la opción de incluir a los niños con
SCT en la categoría de “otros trastornos no especificados”, puesto que podían ser considerados
niños con problemas atencionales (sin llegar a
cumplir todos los criterios) sin apenas síntomas
de hiperactividad. El patrón que lo describía era
“lentitud, ensoñación e hipoactividad”. En el
DSM-5 no hay ya ninguna mención a este patrón, lo cual para algunos puede ser considerada
una buena noticia, en el sentido de que el SCT
ya no estará por más tiempo bajo el paraguas del
TDAH y funcionará de modo independiente,
pero este no es el camino que de momento los
datos señalan.
Becker y sus colaboradores aceptan que pueda
ser considerada una idea especulativa, pero ellos
creen que es posible considerar al SCT como
un constructo transdiagnóstico, en oposición al
intento de hacerlo trastorno. El término transdiagnóstico hace referencia a la conceptualización
de dimensiones básicas subyacentes a uno o más
Bernard y Servera: SCT: realidades y controversias
trastornos que podrían ser tratadas de forma
similar, con independencia del trastorno en el
que se hicieran presentes (véase, por ejemplo, el
trabajo de McEvoy, Nathan, & Norton, 2009).
El término encuentra un acomodo perfecto en
el proyecto iniciado en el National Institute of
Mental Health (NIMH) en el año 2008, bajo el
nombre de “Research Domain Criteria” (RDoC)
(Cuthbert & Insel, 2013; Insel et al., 2010). El
RDoC supone una posición contraria, al menos
desde el punto de vista de la investigación, a seguir utilizando sistemas categoriales descriptivos
politéticos o monotéticos para reclutar muestras
y avanzar en el conocimiento de las alteraciones
mentales. Con este proyecto, el NIMH empezó
a desarrollar la búsqueda de “dominios” basados
en la investigación para definir lo sustancial en
dichas alteraciones. Los dominios están formados por dimensiones bioconductuales, continuas
y evolutivas (es decir, sólo los extremos pueden
representar anormalidad y se van formado con
el desarrollo de la persona), medibles de forma
fiable y válida y provenientes de modelos que
impliquen fundamentos genéticos, neurobiológicos, conductuales, ambientales y experimentales.
Ya se considera que hay bastantes dimensiones
que cumplen esta función, como la regulación
emocional, la memoria de trabajo, el arousal, la
sensibilidad al reforzamiento, etcétera. Becker y
colaboradores piensan que el SCT debe encontrar
un nuevo nombre pero dentro de esta paradigma.
En nuestra opinión, la postura de Becker
en relación al SCT es muy acertada, tanto por
el punto en que nos encontramos actualmente
como por el impulso que implica para incrementar la investigación en las áreas que definen las
dimensiones de los dominios tal y como antes
las hemos mencionado. En este momento parece
prematuro definir al SCT como un trastorno,
no sólo porque no está oficialmente reconocido, y ello implica una confusión evidente para
padres, maestros y los propios afectados, sino
también porque resulta realmente complicado
seleccionar personas con SCT libres de TDAH
(el propio Barkley ya lo reconocía, como vimos
anteriormente). Por tanto, contrariamente a lo
que en principio podría deducirse, la dependencia en casos clínicos de la dimensión SCT del
TDAH, u otros trastornos del estado de ánimo,
de las interacciones sociales o incluso del aprendizaje no le restaría valor sino que la convertiría
en una posible dimensión transdiagnóstica, cuya
presencia o no podría influir claramente en el
curso, el desarrollo, las implicaciones y el tratamiento de estos otros trastornos.
Sin duda, como también hemos podido destacar en esta revisión, le queda todavía camino
al SCT (o al Tempo Cognitivo Lento) para
convertirse en una posible dimensión transdiagnóstica, si bien desde el punto de vista evolutivo,
de medida y de implicaciones clínicas hemos
avanzado considerablemente en estos últimos
años, quedan muchas áreas, especialmente aquellas relacionadas con los aspectos biológicos y
neuropsicológicos, en las que se necesita avanzar. La parte positiva es, evidentemente, que al
contrario de lo que ocurría hace unos 10 o 15
años, ahora los fundamentos están puestos y
parecen sólidos.
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Recibido el 23 de marzo de 2016
Revisión final 28 de marzo de 2016
Aceptado el 30 de marzo de 2016