Seis meses de Macri: PRO imperialismo Eduardo Molina El

Seis meses de Macri: PRO imperialismo
Eduardo Molina
El gobierno de Cambiemos es “todo lo neoliberal que permite la relación de
fuerzas”, buscando avanzar, no sin fricciones y obstáculos en su programa
económico, social y político. Si esto es así a escala doméstica, también se
aplica a algunas modalidades de su política exterior.
Un recorrido sobre todos los frentes de política exterior de Mauricio Macri en
este primer semestre. Latinoamérica y EE.UU., Europa, Malvinas y el petróleo.
Desde un principio, el gobierno de Macri se preocupó por dejar en claro el
nuevo rumbo que imprimiría a la política exterior argentina: saltar del módico
regateo K al servilismo MM ante el poder imperialista. Como proclamó Macri
ante el Foro de Davos, se trataría de establecer “relaciones inteligentes y
pragmáticas con el resto del mundo” (Los Andes, 21/01/16), o sea: dejar atrás
la estrategia “populista” de regateo, indocilidades y retórica frente a Estados
Unidos, llevada adelante bajo los gobiernos K en alianza con Brasil (y en
segundo plano con Venezuela) desde un bloque sudamericano, con los ilusorios
objetivos de reformar el orden mundial en clave “multipolar” y promover una
“nueva arquitectura financiera internacional”.
Imponer un viraje al alineamiento y colaboración con el imperialismo,
recomponiendo relaciones con las grandes potencias, el capital financiero y sus
instituciones internacionales, además de pragmatismo multilateral en lo
comercial y financiero (a medida de los intereses del capital más concentrado),
militancia ideológica y política a favor del orden regional y mundial dominado
por el imperialismo (como ante Venezuela e Irán).
¿Cuál es la mayor y más significativa medida de política exterior que adoptó el
gobierno de Cambiemos en su primer semestre? El acuerdo de absoluta
capitulación ante los fondos buitre. Así puso punto final al largo proceso de
negociaciones en torno a la deuda externa bajo el kirchnerismo que, pese a su
sincera y justa autodefinición como “pagador serial”, no logró conformar todas
las exigencias de los acreedores. Es que no sólo se trataba de la sed de
ganancias de Paul Singer y Cía, sino del pleno disciplinamiento a la “ley” del
capital financiero internacional.
La capitulación en toda la línea ante el Juez Griesa y los fondos buitre, con el
megapréstamo de Prat Gay para pagarles, sintetiza la lógica del “retorno al
mundo”, principio pregonado de la política exterior PRO y entusiastamente
respaldado por Clarín y La Nación. Algo además, compartido con matices por la
mayor parte del peronismo, desde Massa a Scioli y una larga lista de
prohombres de la era kirchnerista.
La diplomacia de la felicidad
El gobierno de Cambiemos es “todo lo neoliberal que permite la relación de
fuerzas”, buscando avanzar, no sin fricciones y obstáculos en su programa
económico, social y político. Si esto es así a escala doméstica, también se
aplica a algunas modalidades de su política exterior. En ese cuadro, podemos
referirnos a algunos ejes centrales de la nueva orientación diplomática:
Hacia Estados Unidos y Unión Europea. La recomposición de relaciones con
Washington fue sellada con la visita de Obama a Buenos Aires,
provocativamente realizada el 24 de marzo en medio de cínicas apelaciones a
los derechos humanos. Obama pudo mostrar un éxito de su política para
socavar el “populismo” latinoamericano, conquistando un nuevo aliado en
Argentina, con el cual promover el nuevo despliegue de los Estados Unidos
sobre Sudamérica y demoler la ya declinante hegemonía progresista local,
salto consumado recientemente con el golpe institucional en Brasil. Macri se
perfilaba como el alfil del giro a derecha regional y obtenía respaldo para su
orientación económica y política a días de la consagración del acuerdo con los
buitres, un acuerdo que se continúa renovando alianzas en nombre de la
“lucha contra el narcotráfico”, el “lavado de dinero”, la “seguridad” y otros
tópicos de la agenda estadounidense para la región. Claro que una cosa es
recibir gestos de aprobación del sonriente Obama, y otra que Washington
considere probado el “cambio” como para aflojar la billetera, los préstamos y
las inversiones.
Las visitas del francés Hollande y el italiano Renzi a Buenos Aires, entre tanto,
restablecieron puentes con la Unión Europea, reforzados por Malcorra en la
relación con Londres y Prat Gay en el Estado Español, incluyendo su
vergonzoso “mea culpa” madrileño. Allí mendigó inversiones y se disculpó por
el “maltrato” argentino a los inversores peninsulares, como el grupo Marsans,
vaciador de Aerolíneas y Austral, y REPSOL, saqueadora de YPF, que debería
agradecer la generosa recompra por el pago de las acciones “expropiadas”.
Con esto, se comenzó a preparar el terreno para las prometidas negociaciones
con la Unión Europea en pro de acuerdos comerciales, algo que no termina de
entusiasmar en Argentina (por la escasa apertura que podría haber a la
producción agropeacuaria local), pero sí es empujado con fuerza desde Brasil y
desde Alemania.
Giro PRO-israelí. Al acercamiento a Estados Unidos está ligado el cambio de
política en Medio Oriente. El ingreso a la Casa Rosada de Macri fue saludado
como la llegada de un “amigo de Israel”. “El gobierno israelí está muy contento
con su elección y entendemos que estamos iniciando una nueva etapa de
relaciones con Argentina” declaró Netanyahu (El Faro Israel, 13/12/15),
destacándose el inmediato abandono del “Memorándum de entendimiento con
Irán”, lo que favorece al Gobierno sionista en su política antiiraní y de
aplastamiento del pueblo palestino. Va de la mano con el retorno de la
influencia del Mossad y la CIA en los servicios de “inteligencia” argentinos,
propia de la “era Stiusso”, que habilita nuevas maquinaciones en la
adjudicación del atentado de la AMIA a Irán, enterrando la “conexión
argentina” que ligaba a la policía y otros detalles incómodos para el frente
prosionista.
China y Rusia siguen siendo buenos socios. Macri no comparte la declaratoria
de China como “aliado estratégico integral” que hizo Cristina, al tiempo de
sellar varios acuerdos tan onerosos para el país como la compra masiva de
trenes chinos en lugar de reactivar la industria ferroviaria del país. En un
primer intento, MM propuso revisar los contratos de las dos represas
hidroeléctricas en la provincia de Santa Cruz y utilizar para otros fines los
acuerdos de “swap” cambiario en yuanes. Beijing, sentado sobre las órdenes
de compra de soja, puso muy mala cara y Macri se serenó. Después de todo,
mejor seguir con los “business as usual”, dada la importancia del segundo
socio comercial de Argentina (después de Brasil) para la buena fortuna
campera.
El agrobusiness pampeano siempre miró con cariño hacia la lejana Rusia. Los
buenos negocios son una vieja costumbre, que tuvo buena estrella en los 70 y
bajo la dictadura militar, continuó con altibajos y hoy parece en alza
nuevamente, a pesar de las dificultades de la economía rusa y de las sanciones
comerciales de Estados Unidos y Europa occidental. No es de extrañar
entonces que reforzar la relación con Moscú fuera un objetivo de CFK, ni que
Macri mantenga continuidad con esta “herencia”. El objetivo compartido es
consolidar a la Argentina como proveedor confiable de alimentos a Rusia, pese
al malhumor que esto pueda causar en Washington o Berlín y en contrapartida,
recibir inversiones y aportes rusos en energía (posible desembarco de
Gazprom en explotación petrolera patagónica, financiación, equipos y
tecnología para dos reactores nucleares y una nueva represa en Neuquén,
estarían en los papeles) (La Nación, 10/06).
El alejamiento político e ideológico de cualquier idea de bloque BRICS, se
articula con el pragmatismo comercial y financiero multilateral. Tanteando
como puede, el gobierno de Cambiemos busca una salida a la crisis por
agotamiento del “modelo nacional y popular” en un mundo en crisis, en bajo
crecimiento, y con conflictivas perspectivas en la Unión Europea como con la
desaceleración china.
Flexibilizar el Mercosur, acercarse a la Alianza del Pacífico
El proclamado acercamiento a la Alianza del Pacífico, integrada por México,
Colombia, Perú y Chile, sigue este cauce. Dio un primer paso con la reciente
incorporación de Argentina como “país observador”, condición compartida con
otra cuarentena de estados. En sí mismo, no significa la integración a la AP,
pero marca la voluntad política. Susana Malcorra destacó que “hay un claro
objetivo del Presidente de empezar a trabajar arduamente en una alianza real
con los países del Pacífico y unir esas voluntades con las del Mercosur” (El
Cronista, 09/06).
Aquí, el gran foco atractor es México, por su alto grado de integración al
mercado norteamericano, y su papel como plataforma de mano de obra barata
para maquilas y ensambladoras en industrias como la automotriz, hasta el
punto de ser visto como “la China occidental” e “ir a contramano de las
tendencias recesivas de la economía de América latina (en particular en el
Cono Sur)”. México es parte de las “cadenas de valor” más dinámicas del
mundo, la llamada Cadena de Autopartes Automotriz (CAA) de los países
miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)”. (“La
clase obrera oculta”, en revista Estrategia Internacional n° 29). Las dificultades
de la producción automotriz argentina y en general, de la industria local
dependiente de las ventas a Brasil, podría encontrar alivio si consigue
empalmar con las cadenas productivas de las transnacionales que hacen escala
en México.
A esta urgencia, se une un objetivo estratégico: incorporarse a la Alianza del
Pacífico, o, más lejanamente, al Tratado Trans Pacífico (TTP) que promueve
Estados Unidos, implicaría aceptar las normas de “integración financiera” y
“liberalización comercial” que impone el capital imperialista. Pero esto plantea
serias contradicciones para Argentina (como para Brasil). La reinserción
“abierta” al mercado mundial que propugnan los sectores más concentrados
del capital exige desmantelar el nivel de proteccionismo para el mercado
interno, algo que puede agudizar las tensiones internas y obligar a rodeos,
más allá de las intenciones proclamadas.
La recesión brasileña y la incertidumbre sobre las perspectivas del gobierno
Temer, presiona en esta dirección, pese a que el Mercosur sigue siendo muy
importante para fuertes intereses argentinos (y también brasileños). El
Mercosur amplía el comercio entre los países miembros pero mantiene
barreras arancelarias consensuadas ante terceros países. Este esquema, que
promovía un mercado interno ampliado común, está agotado para el gran
capital. Deviene disfuncional a su estrategia de insertarse en las tendencias a
la mundialización como respuesta a la crisis. Entre los socios, pese a la
convergencia ideológica de Macri y Temer y a la condición de “socios
estratégicos” de Brasil y Argentina, crecen las divergencias comerciales y las
expectativas apuntan fuera del bloque, generando tendencias centrífugas. La
“flexibilización” demandaría revisar los obstáculos a que cada país miembro
llegue a acuerdos con otros países, pero esto podría iniciar la disgregación, o al
menos, la pérdida de su conformación actual, un riesgo para las exportaciones
industriales argentinas “brasil-dependientes”.
Presión sobre Venezuela
La actuación de la OEA en la crisis en Venezuela es un test del nuevo papel de
Buenos Aires como novísima adquisición del bloque conservador. Tras una
larga y difícil negociación, primó el compromiso, sin apelar a la “Carta
Democrática” que preferían EE.UU. y sus aliados más estrechos, como
Colombia. Se resolvió ejercer presión por el diálogo gobierno-oposición, para
buscar acuerdos que destraben la transición a un “poschavismo” acorde con el
orden.
El resultado de la reunión parece derivado del acuerdo entre Malcorra y Serra,
el nuevo jefe de la diplomacia de Itamaratí, donde le habría tocado el papel de
impulsar la iniciativa a la canciller argentina. Por ello, la derecha “dura”
venezolana criticó amargamente a Macri, además de rebautizarlo “micro”.
Ramos Allup, líder de la opositora Asamblea Nacional escribió en su Twitter
"Pena posición Argentina sesión OEA. Creíamos otra cosa después
declaraciones sobre Vla (Venezuela) Macri recién electo. Cristina (Kirchner) al
menos no era hipócrita" (Clarín, 02/06 ). El País y otros sectores también se
sintieron defraudados por Macri.
Rodolfo Gil, ex Embajador, escribía como balance en Clarín (07/06) que para la
diplomacia “Los medios y la búsqueda del aplauso fácil de las audiencias
cautivas no deben ser ni el instrumento ni el objetivo. La meta excluyente es
aliviar la angustiante situación del pueblo venezolano, sin lesionar ni su
dignidad ni su soberanía. (...) Es en este marco que Argentina tiene un rol
preponderante, más aún teniendo en cuenta la actual situación por la que
atraviesa Brasil. Explicitar el apoyo a las posiciones de la oposición quizás no
sea el mejor punto de partida para tener un rol orientador, cooperativo e
importante para ayudar a los venezolanos a resolver su crisis. También sería
importante que la voz y las acciones de nuestra política exterior no se presten
a interpretaciones múltiples. Quizás haya que reflexionar acerca de que no
siempre la agenda del candidato a un cargo internacional importante (léase
Malcorra a la ONU) coincide con la de los asuntos exteriores de la Nación”.
Serra, el nuevo canciller brasileño, así como el ministro de Relaciones
Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, coincidieron en el llamado al “diálogo”
entre gobierno y oposición, respaldando la gestión argentina.
En suma, el nuevo clima de entendimiento con Washington y los intereses
políticos del gobierno no excluyen la necesidad de tener en cuenta relaciones
de fuerza, ni la reticencia a una injerencia imperialista más directa en los
asuntos sudamericanos que es “política de estado” en Brasil, lo cual no excluye
nuevas medidas de presión para “convencer” a Maduro.
La otra cara del protagonismo de Malcorra en la reunión de la OEA es el notorio
vaciamiento del “sudamericanismo”, ilustrado por el pálido papel que juega
UNASUR en la crisis venezolana. Tal como muestran las gestiones de su
Comisión mediadora en Santo Domingo, impulsa también el diálogo entre la
oposición y Maduro para canalizar la transición con respeto al “Estado de
derecho” (como gusta subrayar Serra).
Esto refleja que el tándem Macri-Temer empuja a la reconversión del
“sudamericanismo” en algo pragmático y de signo mucho más conservador.
Las instituciones para la “integración latinoamericana”, como UNASUR y
CELAC, concebidas en su inicio como instrumentos para regatear por un nuevo
orden regional, más autónomo, frente a Washington, quedan sumidas en una
seria crisis por la deserción de sus hasta hace poco principales pilares. Por lo
pronto, pasan a ser entes más “descafeínados”, inocuos para la reorientación
hacia la colaboración con Estados Unidos.
Malcorra, candidata a la Secretaría General
El 20 de mayo Macri anunció formalmente el respaldo a su actual Ministra de
Relaciones Exteriores como candidata nueva Secretaria General de la ONU.
Susana Malcorra se formó en las filas gerenciales de grandes multinacionales
como IBM y Telecom, y de allí saltó a las cúpulas de las Naciones Unidas, nada
menos que al importante puesto de directora ejecutiva del Programa Mundial
de Alimentos, una de las mayores dependencias de la ONU. En 2012, escaló al
puesto de jefa de gabinete del Secretario General, Ban Ki-moon. Se formó
estrechamente ligada a los altos medios estadounidenses y desde esos puestos
jugó un papel clave en las tareas de la “burocracia dorada” que habita la gran
sede de Nueva York: gestionar el orden mundial dominado por el imperialismo
con los métodos del consenso diplomático, las intervenciones “humanitarias” y,
cuando estos no alcanzan, habilitando el uso de los portaaviones.
Habrá que ver si la candidatura de Malcorra (que podría tener importantes
apoyos tras bastidores en Washington y representaría un importante grado de
continuidad de la gestión Ban-Ki Moon) prospera, pues depende de tejer
múltiples alianzas, negociando el visto bueno de las grandes potencias
(Inglaterra tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad, que es donde se
“filtra” a los candidatos, como también China y Rusia -para esta podría ser más
potable que los varios candidatos de Europa del Este que se presentan), sin
dejar de cosechar adhesiones en muchos países de la periferia, en Asia, África
y América Latina. Una ubicación demasiado agresiva ante Venezuela, como
anticipaban declaraciones de Macri y como esperaban la derecha venezolana y
el español El País, socavaría esa posibilidad.
Aunque por ahora sus posibilidades son algo borrosas, por decir lo menos, es
obvio que una argentina en la ONU sería un éxito de proyección internacional
para Macri, instalando al gobierno argentino como un interlocutor-aliado más
valorado en las alturas de la “comunidad internacional” (léase, en los medios
imperialistas).
Malvinas y el olor del petróleo
Cuestión histórica que sigue simbolizando la subordinación semicolonial de
Argentina al imperialismo, Malvinas es otro frente importante de la política
exterior argentina. Fue moderadamente agitado en los foros internacionales
bajo los gobiernos kirchneristas, apelando a que Inglaterra acepte dialogar
sobre el futuro de las islas según las resoluciones de la ONU.
El gobierno PRO abrió fluidos contactos con Londres, en lo que The Economist
califica como “un raro momento de calidez en las relaciones angloargentinas”
(28/05). La canciller Malcorra adelantó, en entrevista al Financial Times
(reproducida en El Cronista Comercial, 18/05), que "las islas todavía son
máxima prioridad porque están incluidas en la Constitución y si descartara el
asunto estaría yendo en contra de la Constitución", aclaró. "Pero tenemos que
explorar el diálogo y la colaboración más allá de las Malvinas", afirmando que
las relaciones bilaterales con frecuencia son buenas en un 80% y malas en un
20%."Queda claro que ese 20% tiene que ver con Las Malvinas. Pero en el
largo plazo, podemos encontrar una solución", aseguró. "Las órdenes del
presidente Macri son concentrarse en el 80%. Necesitamos desarrollar la
confianza". O sea, cajonear el reclamo, más allá de la retórica, para que no sea
un obstáculo para las relaciones con la City británica, plaza financiera de
importancia global.
El 14 de junio se cumple un aniversario más de la rendición militar en las islas
y Macri, ubicándose en ese cuadro, renovó la invitación a “reanudar las
negociaciones sobre la cuestión de las Islas Malvinas en los términos
establecidos por las resoluciones 2065, 37/9, y demás resoluciones pertinentes
de la Asamblea General, y urge al cese de actividades unilaterales en el área
en disputa, conforme lo establecido en la resolución 31/49” (Página12, 11/06).
Merece atención su dicho de que "El Gobierno argentino reitera una vez más su
plena disposición a un diálogo abierto con el Reino Unido, y a fortalecer la
relación bilateral a fin de identificar posibles áreas de cooperación en el
Atlántico Sur" (La Nación, 10/06). Y es aquí donde todo lo invade un olor a
petróleo... que parece sentirse con más intensidad en las cercanías del
despacho de Energía.
Casualmente está instalado allí Aranguren, de quien puede decirse cualquier
cosa, pero no que sea infiel a las deidades en las que se formó, en particular, a
sus 16 millones en acciones de Shell, donde fue CEO por muchos años. Aunque
el PRO parece no haberse dado cuenta, Shell es de capitales angloholandeses y
en 2015 reforzó su posición mundial mediante la megafusión con British Gas
(BG). Está en una etapa de plena expansión sobre tierras latinoamericanas,
participa de importantes hallazgos de hidrocarburos, incluyendo el pre-sal, en
Brasil, donde es el segundo productor, detrás de Petrobras. Hace días se
anunció su retorno a Bolivia, acordando con el gobierno de Evo una
multimillonaria inversión - a través de BG - en exploración y explotación en
Tarija y Chuquisaca (La Razón, 08/06).
El pulpo inglés actúa en alianza con la francesa TOTAL, compartiendo
operaciones desde República Dominicana a Vaca Muerta (donde ambas
comparten un programa de inversiones por 550 millones de dólares).
Casualmente también el ministro Aranguren le compró a TOTAL gas en Chile
(que no es productor) sin licitación y por un precio mucho mayor al del gas que
proporciona Bolivia, con lo que Aranguren se ganó una causa judicial.
Ahora, en buenas condiciones para reforzar notablemente su posición en
Argentina, cabe preguntarse si Shell será en la era Macri lo que REPSOL en el
menemismo y el primer kirchnerismo.
Y es cuando volvemos a Malvinas, donde la empresa Rockhopper anunció el 20
de mayo importantes descubrimientos en la plataforma submarina adyacente:
“Sus reservas netas de petróleo se duplicaron a más de 300 millones de
barriles, mientras expertos independientes estiman que la Cuenca tiene un
potencial de casi 1.000 millones de barriles, un nivel similar al que reporta en
la Argentina la firma local Pluspetrol” (E&N, 20/05). Rockhopper es una de las
4 petroleras británicas de bajo porte que opera en las islas y ya en 1994-95
Shell intentó su compra. Sería muy interesante conocer la actual composición
de los paquetes accionarios de estas empresas.
La exploración en gran escala de las reservas de las Malvinas se vería facilitada
si hubiera acceso a puertos, aeropuertos y servicios en la costa patagónica... Y
aquí es donde podría terminar cerrándose el círculo de las “posibles áreas de
cooperación en el Atlántico Sur” que Macri propone a los piratas.
Nuevas rondas de entrega y servilismo, orquestadas en el mayor secreto
posible, a espaldas del pueblo argentino, es todo lo que puede esperarse de la
política exterior PROimperialista.
Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/