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Dominicos | Orden de Predicadores
Homilías
Ciclo
C
XII Domingo del tiempo ordinario
19/06/2016
«Ustedes, ¿quién dicen que soy?»
Introducción El Tiempo Ordinario es una invitación permanente a volver a asumir la pregunta por Jesús de Nazaret como base
esencial para su seguimiento. Este Domingo XIIº, particularmente, quiere centrar la atención en Aquél que es capaz de atraer nuestra
mirada (cf. Zac 12,10) y revestirnos de sí mismo para asumir su seguimiento como una vocación filial a la libertad (cf. Ga 3,26-29). La
pregunta por la persona de Jesús, su identidad, sus exigencias, necesitan de una respuesta real, ya que de la calidad de la respuesta
dependerá la calidad del seguimiento.
Fr. Ruben Omar Lucero Binondo O.P.
Convento de San José (Buenos Aires)
Lecturas
Lectura del Profeta Zacarías 12, 10–11
Esto dice el Señor:
Derramaré sobre la dinastía de David
y sobre los habitantes de Jerusalén
un espíritu de gracia y de clemencia.
Me mirarán a mí, a quien traspasaron,
harán llanto como llanto por el hijo único,
y llorarán como se llora al primogénito.
Aquel día será grande el luto de Jerusalén,
como el luto de Hadad–Rimón e
n el valle de Meguido.
Sal 62. 2. 3-4 5-6. 8-9 R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu, fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré,
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos. R.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti
y tu diestra me sostiene. R.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas 3, 26-29
Hermanos:
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo,
os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles,
esclavos y libres, hombres y mujeres,
porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Y si sois de Cristo,
sois descendencia de Abrahán,
y herederos de la promesa.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
–Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
El les preguntó:
–Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
–El Mesías de Dios.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
–El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar
al tercer día.
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
–El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su
vida, la perderá pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
Comentario bíblico
Primera lectura: (Zacarías 12,10-11)
Marco: El contexto es una colección de oráculos en los que el profeta anuncia la renovación futura de Jerusalén, mediante la liberación
de sus enemigos primero y de sus pecados después.
Reflexiones
1ª) ¡Dios, fiel a su promesa, provee siempre de dones abundantes a su pueblo!
Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia. La promesa del Espíritu
sobre el Mesías está presente de modo singular en los anuncios mesiánicos que encontramos en Isaías (Is 11,1ss). El profeta recoge
las grandes cualidades que tendrá el Mesías conducido por el Espíritu: las actitudes y cualidades de los patriarcas, de los reyes y de
los profetas. Dos siglos más tarde, el Segundo Isaías, el profeta-poeta del exilio de Babilonia, insiste en el mismo tema (Is 42,1). Y lo
mismo, un tiempo después, el Tercer Isaías que intervino en la restauración de Israel después de la vuelta del exilio de Babilona (Is
61,1ss). Esta promesa del Espíritu será también para todo el pueblo (Ez 36,24ss; Jl 3,1s). La presencia del Espíritu es signo, garantía y
arras de la realización final de la salvación de Dios. El proyecto de Dios se dirige hacia un final glorioso. Las palabras de profeta
Zacarías orientan nuestra atención y nuestro pensamiento hacia ese centro de la salvación que ha establecido Dios. Se cumplirá en el
Mesías y en la donación del Espíritu como cumplimiento con la esperanza de la consumación.
Segunda lectura: (Gálatas 3,26-29)
Marco: La salvación de la fe. Después de un desarrollo en distintas direcciones, Pablo aborda la filiación divina de los salvados por
Jesucristo.
Reflexiones
1ª) ¡La filiación divina en Cristo Jesús alcanza a todos!
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En la nueva creación aparece de nuevo el sentido universal de la salvación. Pero
ahora el centro es Cristo Jesús como Salvador universal y en consideración a él el Padre admite a su familia a todos los hombres. Pero
Dios ya no mira a los hombres en sí mismos, sino que los contempla a través de su Hijo que los amó y se entregó por todos. Pablo ha
recibido la misión de anunciar el misterio a todos lo gentiles (Ef 3,2ss). Al hombre se le invita a que se abra amorosamente a ese Dios
que se le acerca en la cruz de Cristo Jesús y este es el objeto central de la fe. Con este acto de fe el hombre reconoce que Jesús es
realmente el único y verdadero Salvador y liberador de la humanidad.
Todos los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Pablo concede singular importancia al
bautismo (Rm 6; el que se une a Cristo se hace una cosa con él). El bautismo, signo sacramental, realiza la regeneración de los
hombres que se han abierto a Dios y a Cristo por la fe y un cambio de pertenencia (1Pedro). El hombre, esclavo del pecado, es
comprado por la sangre de Cristo para pasar a ser propiedad suya. La idea de revestimiento es una imagen que podría evocar las
representaciones teatrales que se realizaban en el mundo grecorromano circunstante. Pablo recurre a ella para hacerse entender
mejor de sus lectores (es la pedagogía de la palabra de Dios). El cristiano, al revestirse de Cristo, quien aparece en el fondo es el
mismo Cristo al que hace presente a través de su vida (re-presenta, es decir, hace de nuevo presente). Este revestimiento entraña dos
perspectivas complementarias e importantes: por una parte, el cristiano es como otro Cristo en medio del mundo. Y, por otra, el Padre
le contempla como a su propio Hijo y le ama como a su propio Hijo. Hoy como ayer es necesario que siga adelante la proclamación de
este Evangelio de la salvación porque tiene fuerza para transformar la sociedad en su raíz como una primicia y anticipación de lo que
será la salvación definitiva. Las dos etapas, temporal y futura, están imbricadas inseparablemente entre sí. El creyente, en medio del
mundo, es la sal y luz para sus hermanos, ya que él mismo la ha recibido de Cristo.
Evangelio: (Lucas 9,18-24)
Marco: El contexto es la escena en Cesarea de Filipo. Supone un punto de llegada importante en el reconocimiento de su misión por
los discípulos y, a la vez, un punto de partida ascendente en su camino hacia la cruz y la gloria. En Lucas supone el final del ministerio
en Galilea y el comienzo del gran viaje hacia Jerusalén. Es una encrucijada de singular relieve y significación.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús pregunta sobre la opinión que la gente tiene de él!
¿Qué dice la gente? Llamativa y sorprendente actitud de Jesús. ¿Quién tiene interés en estas preguntas? ¿Fue Jesús realmente el que
planteó estas preguntas a los discípulos? O, dicho de otra manera, ¿tenía Jesús algún interés en saber lo que las gentes opinaban de
él? ¿Para qué? ¿Fue acaso la comunidad posterior a la pascua la que se encuentra con estas preguntas y respuestas? En todo caso,
la figura de Jesús ha suscitado siempre preguntas inquietantes. El relato evangélico está sembrado de estas preguntas sobre Jesús.
¿Quién es Jesús? ¿Quién es este hombre que dice ser Hijo de Dios? Todas las respuestas corresponden a las esperanzas de Israel y
revelan las esperanzas que las gentes abrigaban. Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios.
Es delicado leer una página de los relatos evangélicos que hoy tenemos entre manos porque se entrecruzan tres planos expresados en
el texto, pero que suscitan no pocas dificultades para su comprensión. Lucas escribe para una comunidad que cree ya en la realidad
mesiánica y divina de Jesús. El propio Lucas comparte esta convicción. Pero esto ha supuesto un proceso lento que arranca
especialmente de la pascua y del don del Espíritu.
¿Qué confesó Pedro en el momento en que Jesús le pregunta sobre su identidad? Pedro profiere una respuesta que desborda sus
esperanzas mesiánicas. Israel espera la llegada de un Mesías con determinadas características. En ese Mesías cree Pedro quien,
además, pudo pertenecer a algún movimiento de liberación por medios más o menos violentos. El Mesías procedía de la dinastía real
davídica. Pero la respuesta de Pedro alcanza más lejos. Esta realidad, que desborda la comprensión judía del Mesías, es el
reconocimiento de que es realmente el Hijo de Dios de un modo único, singular e irrepetible. Así lo cree Lucas. Hoy somos invitados, en
medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que, partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera
naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Para esta tarea hemos sido convocados los discípulos de Jesús.
Por la palabra y el testimonio sincero podemos ofrecer al mundo la clave que necesita para interpretar los avatares de su historia.
2ª) ¡Es necesario guardar el secreto, para evitar tergiversaciones y malentendidos!
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. En la estructura del relato lucano, la comprensión de las Escrituras y la persona de
Jesús es tarea del resucitado que les abre la inteligencia para que puedan comprenderlas (Lc 24,25ss; 24,44ss) y puedan entrar en el
misterio de su persona y de su misión y les entrega la clave para superar el escándalo de la cruz. Era necesario pasar por la cruz,
momento en que se purifica la esperanza mesiánica, para poder entrar en la realidad mesiánica de Jesús. Mientras Marcos insiste en el
secreto mesiánico como preocupación teológica y clave para comprender a Jesús, Lucas insiste una y otra vez en el pensamiento de
que es difícil comprender a Jesús. Después del tercer anuncio de la Pasión, ya a las puertas de Jerusalén y después de un largo viaje
en que dedicó mucho tiempo a la enseñanza de sus discípulos, escribe Lucas: Ellos, sin embargo, no entendieron nada de esto; aquel
lenguaje les resultaba totalmente oscuro. Y no podían comprender el sentido de sus palabras (18,34). La pascua proyectará la luz que
necesitan para entrar en su misterio. Hoy como ayer, el creyente ha de estar atento para que no se desvirtúe el verdadero mesianismo,
la verdadera misión de la Iglesia en el mundo. Comprometida con lo temporal, anuncia y proclama que el verdadero mesianismo, la
verdadera esperanza de los hombres trasciende la historia, la temporalidad y las barreras de este mundo.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
Este comentario está incluido en el libro: La Palabra fuente de vida. Ciclo A. Editorial San Esteban, Salamanca 2004.
Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"
El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los
estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación
por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética
como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de
contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos insdiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se
trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida
nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.
Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata)
señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a
su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los
oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías
sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes
de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica,
religiosa y teologal.
Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la freternidad. Pero Jerusalén no es
todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso
del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para
judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva
"traspasada" por la fraternidad. El DIos monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si
esa violencia la justifican algunos desde la religión.
II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"
¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia
nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer
a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo
plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión
puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en
nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.
Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable
en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo
ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el
acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del
judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea
perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta
ese misterio de liberación y de gracia.
Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir
La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista.
Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo
que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el
Mesís tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías?
Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de
cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.
La vida de Jesús es una vida profética y, como tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son
oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones
fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los
verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos
que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la
resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.
El mesianismo de jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con
toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los
buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de jesús nadie,
absolutamente nadie, queda excluido.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C.
Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas
Asumir la pregunta
No hay seguimiento posible de Jesucristo sin antes afrontar la pregunta sobre su identidad. El paso del nivel formal al nivel existencial
de la pregunta está marcado por la experiencia del encuentro y de la intimidad con Él. Evadir esta pregunta y sus consecuencias podría
convertir a una persona en un fundamentalista o un fanático.
Jesús mismo, en un contexto de oración e intimidad con los suyos, dirige la pregunta sobre su identidad. La experiencia de Jesús que
tienen “la gente” y “los discípulos” se revelan en dos niveles de respuesta: uno formal y otro existencial.
El nivel formal representa las expectativas de quienes esperan un mesías que solucione las problemáticas sociales, religiosas y políticas
de Israel. En este sentido, podría pensarse que el pueblo esperaba un mesías “práctico y eficaz”. Sin embargo, aunque este aspecto es
importante, no es suficiente para dar consistencia a una confesión de fe.
El nivel existencial, de profundidad, que Jesús busca en los suyos, nace de la revelación y se traduce, en labios de Pedro, en una
confesión en el misterio personal del Hijo como Mesías. La revelación necesita de un espacio de intimidad que permita acoger el
misterio con el corazón y la inteligencia.
Asumir la respuesta
El acento de la confesión mesiánica está puesto en el conocimiento interpersonal y el vínculo de amistad de Jesús con los suyos como
fundamento de su acción evangelizadora como Mesías.
La revelación de la identidad filial y mesiánica de Jesús, lejos de perfilar un ministerio triunfalista, invita a considerar el horizonte
kenótico del mismo. Para Jesús, ser mesías no conlleva ni el reconocimiento ni la aceptación por parte de los estamentos religiosos y
cultuales de su tiempo.
Este anticipo del talante kenótico de su horizonte ministerial deberá ayudar a ahondar en los suyos las motivaciones más profundas de
su seguimiento. No se trata de seguir a un líder carismático ni a un profeta triunfante, sino a un Hombre que será abrazado por el
misterio del sufrimiento y de la pascua.
Asumir el seguimiento
Todo verdadero seguimiento de Jesús implica no sólo haber asumido la pregunta sino también las consecuencias de la respuesta. Todo
horizonte existencial se amplía cuando se clarifica la identidad y las exigencias de Quien se sigue.
Para los suyos, el seguimiento implica la renuncia y la cruz. Renuncia, en primer lugar, a todas aquellas realidades que se oponen al
camino trazado por el Maestro, es decir, a la autorreferencialidad y al exitismo. En segundo lugar, renuncia a toda forma de mesianismo
abstracto que no pueda abrazar radicalmente lo humano.
La cruz implica desposesión de toda seguridad, pero también conlleva una actitud de abandono radical en las manos de Aquel que nos
ha llamado a seguirlo. “La cruz de cada día” no presenta nada extraordinario. Habla de aquellas realidades simples y cotidianas que
revelan el misterio del dolor y el sufrimiento humano. Pero también puede ser un camino de liberación pascual cuando el ser humano,
como Jesús, es abrazado por ella.
Fr. Ruben Omar Lucero Binondo O.P.
Convento de San José (Buenos Aires)
Infantil
XII Domingo del tiempo ordinario - 19 de junio de 2016
Profesión de fe de Pedro
Lucas 9, 18-24
Evangelio
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: - ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos
contestaron: - Unos que Juan el bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. El les
preguntó: - Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro tomó la palabra y dijo: - El Mesías de Dios El les prohibió terminantemente
decírselo a nadie. Y añadió: - El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y
letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día. Y dirigiéndose a todos, dijo: - El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue
con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la
salvará.
Explicación
Un día preguntó Jesús a sus discípulos que quién pensaba la gente que era él. Pedro tomo la palabra en nombre de todos y dijo: - ¡El
Mesías de Dios! Jesús les prohibió que se lo dijeran a nadie y les indicó que tendría que pasar la pasión, morir en la cruz y resucitar. Y
añadió que los que quieran seguir a Jesús y ser amigos suyos, también deberán cargar con las cruces que hay en cada día. Ese es el
camino para ser amigo de Jesús.
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
Profesión de fe de Pedro - Lucas 9, 18-24
DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO-C- (Lc 9, 18-24)
Narrador: Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
Jesús: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Discípulo 1: Unos dicen que eres Juan el Bautista…
Discípulo 2: Otros dicen que eres Elías…
Discípulo 3: Otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Jesús. Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Narrador: Pedro tomó la palabra y dijo:
Pedro. Tú eres el Mesías de Dios.
Narrador: Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
Jesús. El hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y
resucitar al tercer día.
Discípulo 1: ¿Maestro, que nos quieres decir con todas estas cosas tan raras?
Narrador: Y, dirigiéndose a todos, les dijo:
Jesús: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo.
Discípulo 2. Maestro, no comprendo a qué viene todo esto.
Jesús: Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda si vida por mi causa la salvará.
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