10. Las āsanas para la meditación 1. Al iniciar la práctica del

10.­ Las āsanas para la meditación
“Los yoguis y otros ascetas (yatis, tapis, sanyassín) abandonan sus casas y la ilusión (maya) y erran sin apego (al mundo). Todos habitan en la luz suprema; todos se dedican a la meditación”.
Los diálogos entre Kabir y Gorakh.
1. Al iniciar la práctica del samyama, que abarca los tres últimos niveles del sistema del astāngaYoga (dhāranā, dhyāna y samādhi), el punto de partida es constancia y paciencia.
2. Si no se observa vāsana y el ego empezará a funcionar como un huracán, absorbiendo la energía que has refinado a lo largo del camino. Es un requisito permitir la experiencia, y luego la liberación de los citta vrtti (los torbellinos y fluctuaciones de la mente) y las vāsanās (pasiones y apegos). Quién no vive la experiencia previa, no puede liberarse.
3. Si el practicante no cruzó el “puente” de prathyāhāra, seguramente no podrá continuar y se desilusionará. 4. Los diversos niveles del samyama implica la relajación como una experiencia de la armonía entre la mente y el cuerpo. Ambas dimensiones se complementan y optimizan los efectos del hatha yoga: la relajación porque desvanece tensiones profundas, y el samyama, porque lleva la mente hacia adentro y la introduce en etapas más desarrolladas del yoga. Sin relajación no puede haber meditación. 5. Una postura hierática, sin haber logrado previamente la maestría del “contacto” con las percepciones, descubrir el arte de “desconectar” y “deshacer los nudos” emocionales, puede ser un buen camino para profundizarlos y complicarlos más, evitando la liberación de la propia carga.
6. Sin haber atravesado el camino correctamente, sin la dirección de un Guru Yoghi, seguramente lo más que lograremos, en el mejor de los casos, es un estado aceptable de relajación o una técnica de sensibilización, (lo cual, en sí mismo, no es un logro menor aun cuando no se trate de yoga en un sentido estricto).
7. El samyama (atención, unión, iluminación) constituye el último estadio del Yoga. Por ello, hay que insistir en el sistema del Yoga integralmente, en el que cada nivel, cada disciplina, tiene un sentido a partir del conjunto.
8. La tradición del Yoga sostiene una visión organísmica del ser humano. En este sentido, afirma que en el proceso de la expansión de la conciencia se van rebasando los límites o envolturas del sí mismo, desde lo corporal, pasando por una conciencia de unidad individual (unidad de los planos de manifestación física, emocional, mental y espiritual), hasta llegar a la conciencia de unidad entre el sí mismo, la naturaleza y el universo, por medio de una identidad de sintonía, de vibración.
9. En Occidente, el concepto de meditación tiene muchas interpretaciones, desde “aplicar el entendimiento a la consideración de una cosa”, hasta tener experiencias de “sonidos” y “luces” inducidas en ciertas prácticas propias de cierto misticismo elemental. Muchas veces se entiende como sinónimo de contemplación.
10. Recordemos que la psicología del Yoga en la India, distingue entre la vigilia, el ensueño y el sueño. Y el samyama actúa en la conciencia plena, evitando estados de autosugestión o auto hipnosis. Otra vertiente del yoga tibetano, el Nidra yoga, ha desarrollado todo una visión de la mente lúcida y la posibilidad de la meditación trascendente en el sueño.
11. El Maestre hace una definición muy específica: “Samyama (…) no puede ser obtenida sino por medio de una síntesis del saber y de la intuición, de la razón y de la sensación, de lo objetivo y de lo subjetivo” (YYY, p. 59).
12. La visión occidental comúnmente provoca en los seres humanos una cierta tensión que exige resultados, beneficios, productos, satisfactores inmediatos ante cualquier esfuerzo. Introyectamos colectivamente que, ante cualquier reto, el mejor camino es el más corto.
13. Sin embargo, la experiencia del samyama trasciende la tendencia aprendida en la que nuestro ego marca el camino a seguir. Samyama busca la identidad del ser, de nuestro sí mismo. Y este proceso comienza en los primeros pasos del astānga yoga.
14. Āsana y prānāyāma son el punto de partida para acceder a la “llave” del samyama: ekāgratā. 15. La respiración es un medio, no un fin, y en un momento determinado como un proceso consciente tomará de manera natural su propio ritmo asimilado y no demandará tu atención.
16. Las āsanas del samyama, es decir las posturas propias de la práctica meditativa en la tradición, son en posturas en donde estamos sentados, firmemente apoyando la base la columna vertebral en el suelo y afirmando kanda, (que es una zona que va del perineo a unos cuatro dedos abajo del ombligo), con la columna erguida y la cabeza levantada.
17. Del perineo al ombligo (kanda) se ubica la zona que nos permite un punto de partida para el samyama; es el primer centro que nos permite movilizar la energía sutil al derredor del plexo solar, que es el mayor receptor de energía del exterior y de la vida misma. Es un espacio de donde fluyen numerosos nādis y se vincula con los primeros tres chakras.
18. El segundo centro es el corazón y simbólicamente ha sido representado por anahata, el punto donde se cruzan las dos polaridades del Hatha. Es otra zona en la que surgen diversos nādis. Algunas escuelas tántricas consideran que es suficiente con el manejo de la energía en el corazón, ya que todo lo demás viene por añadidura.
19. El tercer centro es el entrecejo. Se vincula a la intuición, a la capacidad de ver más allá del mundo ordinario.
20. El camino, la ruta de acceso tradicional en el hatha para el Samyama, es a través de los diez nādis principales.
21. Ekāgratā no es tensión. Se debe evitar la tensión. Atención es estar alerta y perfectamente consciente, no provocar tensiones alrededor de una actividad o centro de energía del cuerpo. 22. Para lograr el estado de meditación, hay que resolver y parar toda tensión y atención corporal, mental y emocional. Parar toda actividad es una experiencia íntima, del ser (ontológica), en la que la persona se despoja de los ropajes y está ahí, en el ser, en su centro, totalmente relajada. Viviendo la experiencia del que conoce, del testigo.
23. No se trata de alcanzar una meta cuantificable, sino develar, descubrir nuestro verdadero rostro que siempre ha estado ahí, en nosotros mismos. 24. Prathyāhāra previamente nos ha permitido afinar y regular la energía de nuestros sentidos, traspasando la barrera de las memorias que nos atan a la ilusión del pasado y del futuro.
25. Ahora, la energía enfocada en el pensamiento deberá tener un rumbo conscientemente dirigido.
26. El Maestre de la Ferrière plantea tres niveles en el desarrollo del samyama: el primero consiste en darle un sentido y una dirección al pensamiento. 27. Para acceder a la experiencia de la observación meditativa (el primer escalón del samyama: dhāranā), es indispensable despojarte, tomar distancia a voluntad de los sonidos, de los sabores, de los aromas, de las tonalidades, de las emociones. Llegar al silencio.
28. Las percepciones, las emociones y los pensamientos están presentes en cada momento de nuestra vida cotidiana. La observación meditativa nos permite hacer presentes, gradualmente, pequeños instantes de silencio. 29. Al principio, serán experiencias fugaces; más tarde se volverán cotidianas. Y llegará el momento en que accedas a tu silencio a voluntad.
30. Este nivel es descrito como una primera realización trascendente de la conciencia identificada y dirigida hacia su fuente misma, por medio de la observación. 31. El segundo nivel requiere de una atención total. En este nivel adquirimos la capacidad de penetración del sujeto al objeto, sin perder la identidad propia. “Entramos” o nos sintonizamos con la vibración del objeto. Esto sólo es posible en un instante que parecería ser fugaz: el presente.
32. No es una acción de disolverse en el objeto, sino de penetrar en su vibración sin perder la identidad del sí mismo.
33. Vivir el presente, en una identidad sujeto­objeto, es el objetivo de este nivel. La tradición nos habla de que el Guru yoghi entrega al discípulo un objeto gráfico o de tres dimensiones (puede ser un icono) para que el discípulo se identifique con un nivel de vibración, que implica la expansión de su estado de conciencia. El Maestre de la Ferrière identifica este nivel (peldaño) como dhyāna. 34. La observación meditativa y la concentración empática constituyen aún una experiencia, al permitirnos acceder a un estado de vibración y, por tanto, de conciencia del sí mismo. 35. Estas experiencias facilitan la habilidad para responder al medio de acuerdo a cada circunstancia; permiten fluir. El practicante adquiere una inteligencia cualitativamente diferente; ya no existen patrones determinados por la cultura o la educación que lo aprisionen, ni respuestas confeccionadas (introyectadas). Cuando devela su ser, la acción continúa, pero el practicante tiene acceso a su centro.
36. Y para esta develación del sí mismo, es necesario despojarse de las muletas. Por ello no es posible, por ejemplo, utilizar música en meditación; ésta es un buen medio para ejercitarnos y lograr los objetivos del prathyāhāra, no para el samyama. 37. En el camino de identificación en fusión, de la Iluminación, el propio ser está más allá de las “experiencias” agradables o desagradables. 38. Se trasciende la programación de la mente; colores y sensaciones en las emociones, tensiones en el cuerpo; aventurarse a la experiencia del Ser en el punto medio, en una profunda relajación.
39. Así como las huellas de los dedos de la mano, que son originales e irrepetibles, así son los caminos para llegar al Ser. Cada cual debe encontrar, en el momento preciso, en la frontera desconocida, su forma personal, su movimiento íntimo, su sonido original. El siguiente paso, la propia imperceptible, “técnica” para acceder al centro más íntimo, para convertirse en un observador de lo relativo y de lo esencial.
40. Entonces se puede mirar al exterior o al interior a voluntad (la voluntad del sí mismo) entonces se descubre la identidad. Se es conciencia, se está sintonizado hacia adentro y hacia afuera.
41. El tercero es el estado final, la única experiencia verdadera, la trascendencia del yo individual en el presente, donde futuro y pasado, tiempo y espacio, quedan superados. 42. Yoga, es Yug. Yug es samādhi. Donde hay la visión del samādhi, ahí está el yoga.
43. “El samādhi no es una recompensa, no es nada comparable con el paraíso o el nirvana, es el estado no de la conciencia, sino el plano real de lo eterno en el sentido universal” (YYY, p. 67).
44. Somos parte del cosmos, y se nos había olvidado. La capacidad de ser el testigo y participar conscientemente, al no perder el más mínimo detalle, y mantener nuestra vibración ya sintonizada con el orden universal, en una especie de testigo irradiante, eso es samyama.
45. Tres cosas son fundamentales en el entrenamiento para la meditación: sentarse derecho, sentarse por periodos cada vez más largos, estar siempre cómodo.
46. Para dominar las posturas de meditación, es bueno hacer una aproximación sistemática gradual. Primero hay que hacer posturas durante algunos meses, incluyendo todos los tipos de posturas. La de pie, que balancean y tonifican músculos y articulaciones de la pelvis; las posturas hacia atrás (cobra, por ejemplo) ayudan a desarrollar lordosis de la espina y fortalecen músculos de la espalda; las posturas invertidas, incluyendo Sarvangāsana y Śirsāsana (parado de cabeza), ayudan a corregir posturas sentadas. El medio loto es una preparación invaluable, y todos los ejercicios que flexibilicen las caderas. El punto débil de las posturas de meditación son las rodillas y los tobillos, que no sólo deben mantenerse flexibles, sino fuertes, lo que se logra con las posturas de pie.
47. No olvidemos que la meditación incluye la relajación, y ésta última es un proceso multifacético que involucra el control consciente del sistema nervioso somático y su control sobre el músculo cardiaco, así como en la disminución de la actividad mental y emocional. No hay que hacer ejercicios de relajación demasiado tiempo (bastan una o dos veces al día por no más de 20 minutos) porque las neuronas motoras se vuelven flojas, pierden sus límites.
48. La relajación y la meditación funcionan mejor después, y no antes, de una sesión de posturas. El āsana y la meditación no se debe hacer después de una sesión larga y fuerte de ejercicios aeróbicos o musculares (como pesas).
49. De acuerdo con la tradición, uno de los objetivos principales del hatha yoga es entrenar al cuerpo y a la mente para el samyama. La relajación es parte de este entrenamiento. Otro entrenamiento es aprender a sentarse perfectamente; también ayuda el mantenerse alerta acerca de los músculos, articulaciones y estructura de la postura sentada, mientras se respira desde el diafragma.
50. Es común decir que se debe estar relajado completamente en las posturas sentadas. En realidad, cuerpo y mente están en un estado relajado pero de alerta y conciencia, que comienza en el corazón y permea la cabeza, el tronco, y las extremidades. Los únicos músculos esqueléticos que permanecen inactivos son los músculos faciales. Los músculos de las extremidades superiores tienden a estar relajados, sobre todo los hombros, pero a la vez con cierto tono dispuesto a estabilizar la postura y mantener la geometría. Las extremidades bajas son la base y deben estar en una constante contracción isométrica para mantener la postura.
51. Cuando se está sentado en alguna postura de meditación, la postura es autosostenida. La espina está derecha, los pies están en una posición que permite estabilidad a las extremidades bajas (piernas) y las extremidades superiores estabilizan el torso. La base de las posturas de meditación es la misma, los cambios son mínimos, sobre todo en las piernas. El cuerpo asume la forma de un tetraedro, la estructura tridimensional más simple. La base es un triángulo del que se eleva otro triángulo (como una pirámide). La espina dorsal se encuentra perpendicular al triángulo base, noventa grados del suelo; dos triángulos más bajan a través de los brazos desde la cabeza hasta las manos, que descansan en las rodillas.
52. Mientras se logra esta postura, se pueden usar cojines que alcen las caderas y alivien la tensión de la espina y de los flexores de las caderas. También pueden ayudar a bajar las rodillas y relajar la tensión de los extensores de las caderas. Se requiere de cierta lordosis lumbar para lograr una espina “derecha” en las posturas de meditación.
53. En cuanto a la respiración, hay que iniciar con la respiración diafragmática y hay que notar que las inhalaciones profundizan la lordosis lumbar, sacan el pecho y levantan cabeza y cuello, las exhalaciones hacen lo contrario. Pero si se enfatiza la exhalación con los músculos abdominales presionado hacia adentro suavemente desde abajo esto previene que la postura se deteriore.
54. La tradición del yoga señala que es muy importante hacer mula bhanda en todas las posturas de meditación para poder gobernar la energía y la vitalidad de la base del cuerpo. Es la posición de las extremidades bajas las que determinan la experiencia del mula bhanda, y depende de cuatro cosas: 1) la flexibilidad de la cadera y el ángulo entre los muslos y la pelvis, 2) la cantidad de separación entre los muslos; 3) la posición de pies y tobillos, y 4) el ángulo en el que el perineo ve hacia el suelo. Es más difícil de lograr en padmāsana. Un cojín puede ayudar.
55. El Maestre nos indica: “Algunas veces se han dado doce posiciones tradicionales para la meditación, pero en el transcurso de las edades se han introducido algunas variantes de modo que en nuestros días existen 28 posiciones meditativas: Siddhāsana, Hathasiddhāsana, Sidhasidhāsana Padmāsana, Ardha­padmāsana Baddha­padmāsana, Subhapadmāsana, Suptapadmāsana, Urdhavapadmāsana,
Vajrāsana,
Tristhitāsana, Dhirāsana, Muktāsana, Guptāsana, Samāsana, Sukhāsana, Ksemāsana, Sthirāsana, Sistāsana, Swastikāsana, Samanāsana, Panāsana, Yogāsana, Virāsana, Bhadrāsana, Vrsāsana, Tarkāsana y Dhyanāsana. (Los nombres en negrita corresponden a las doce posiciones tradicionales)” (YYY, p. 458).
56. Las doce posturas tradicionales para la meditación son:
Siddhāsana
Padmāsana
Vajrāsana
Muktāsana
Guptāsana
Sukhāsana
Swastikāsana
Yogāsana
Virāsana
Bhadrāsana
Vrishāsana
Tarkāsana
57. De estas doce posturas, ubicamos cinco, como las āsanas tradicionales en la meditación. Profundicemos:
58. Siddhāsana: la postura perfecta. Es la postura meditativa más aceptada por los yoguis. Tradicionalmente se ha ubicado como la āsana que otorga mayores beneficios. El talón debe estar justo en el perineo. Si se es hombre, el punto debe tocarse más allá del pene, escroto y testículos. El talón presiona el hueso púbico en donde se encuentra el cuerpo cavernoso. El cuerpo esponjoso se presiona pero queda protegido en el interior del hueso púbico. Hay que cuidar de no presionar el cordón espermático (donde hay nervios, vasos sanguíneos y ductos). En las mujeres, el talón queda en los tejidos suaves de los genitales.
La postura se hace con los brazos extendidos y las manos en las rodillas, los pulgares e índices se tocan. Se logra así un tetraedro. Los pies también se deben alternar cada día. Se dice que esta postura estabiliza y sublima la energía sexual por la posición de los pies con respecto a los genitales. Es necesario monitorear esto junto con el monitoreo de la posición de los talones.
Se dice que esta postura ayuda al celibato, pero también que puede causar impotencia. Al respecto, se puede decir que puede causar insensibilidad en el pene a causa de la presión directa sobre los nervios cutáneos. Para evitarlo, hay que hacer muy bien la postura, y colocar el talón justo en medio, porque en medio no pasan los nervios cutáneos. Usar un cojín ligero que alce un poco puede ayudar a disminuir la presión.
59. Padmāsana, la postura del loto. Es una de las posturas más estéticas y emblemáticas de las āsanas pero no la más adecuada como postura de meditación para los occidentales. Genera un particular tensión en las rodillas y articulaciones de las caderas. Sólo si se domina trae consigo reposo y calma a la mente. Se puede ejercitar aunque no se use para meditar. Se colocan las superficies laterales de los tobillos encima de los muslos lo más cerca del torso que se pueda. Estirar la espina y colocar las manos en las rodillas para generar el tetraedro. Hay que alternar también, cada día, la posición de los pies. En esta postura la torsión de las caderas se vuelve extrema y genera estrés en esa zona y en las rodillas, y es este estrés en las rodillas lo que vuelve difícil la postura. También el uso de un cojín puede ayudar un poco a relajar esta tensión. Pero como en todas las posturas, no debe ser muy alto para no alterar el tetraedro.
60. Vajrāsana es la postura del guerrero. Hay muchas variantes de esta postura, pero sólo dos que se pueden sostener varios minutos. Mientras se perfecciona, se pueden usar uno o más cojines. Esta postura es útil para sesiones cortas de meditación o para prānāyāma. No hay que excederse en esta postura. Se pueden estirar de más los ligamentos de las rodillas, la circulación se puede cortar por la extrema flexión de las rodillas, y como genera presión en el nervio perineal, que es subcutáneo y ayuda a muchos músculos de la parte anterior de la pierna, si se lastima, estos músculos se pueden paralizar (por ejemplo, puede darse un síndrome clínico en el que no se puede flexionar el tobillo cuando se camina hacia delante. Estos problemas se pueden remediar sentándose a 10 centímetros del suelo (en un banco), ya que así las piernas no están completamente flexionadas. Sin embargo, esta práctica del banco no se ha extendido porque no genera una figura de tetraedro, y no genera el sentido de estar arraigado al suelo y puede generar una sensación de estar flotando o de que la energía se dispersa. 61. Sukāsana, la postura fácil. Para hacerla, simplemente hay que doblar las extremidades bajas de manera que cada pierna descanse sobre la rodilla opuesta, y sentarse lo más derecho que se pueda. Los lados laterales de los pies están contra el suelo y muslos y piernas hacen un ángulo de 20­30 grados. Es apropiada para periodos de 3 a 5 minutos de meditación o prānāyāma. Pero tiene muchas desventajas como postura de meditación. Es inestable; los muslos quedan en el aire tratando de equilibrarse, y para lograrse se levantan las rodillas, mientras la espina trata de mantenerse derecha mediante la lordosis lumbar que jala hacia fuera los músculos. Esto hace que la espalda se mueva hacia delante y hacia atrás. Y, además, no hace un verdadero tetraedro; la base del triangulo es más pequeña y no se apoya en los muslos, y los brazos no ayudan a estabilizar la postura. La postura mejora con un cojín, ya que los muslos bajan y esto genera más estabilidad, así como las manos pueden tocar las rodillas mientras los brazo se extienden hacia los lados, lo cual también ayuda. Esta manera de hacer la postura es común para los maratones de zen.
62. Swastikāsana: la postura auspiciosa. Es una de las posturas clásicas de meditación. Genera un tetraedro correcto. Poco a poco se vuelve un hábito alternar la posición de los pies. Esta alternancia es importante para contrarrestar los desbalances (por ejemplo cambiar en días pares e impares). Es la postura más fácil de las tres clásicas porque los pies se cruzan en la línea media del cuerpo y se logra una postura natural y estable bien fundamentada en los muslos. Los aductores y los ligamentos púbico femurales no están muy estirados, y las rodillas y caderas no están muy flexionados. Para hacerla bien, hay que trabajar en la flexibilidad de las caderas y habituarse a la torsión y presión en rodillas y tobillos. Se puede usar un cojín, pero no muy alto, para que haya cierta presión por mantener la espina derecha y la rotación de las articulaciones sacroilíacas. Se puede usar en lapsos indefinidos de tiempo.
63. Finalmente, el Maestre hace una indicación en la cual define dos niveles del Samyama respecto a la āsana: “Ardha­padmāsana por la tarde para la meditación y Padmāsana para la concentración. (YYY, p. 332).
ardha padmāsana
64. “Dicho someramente, ahí está siempre el espejismo para conducirnos a experiencias incompletas y lanzarnos a una ilusión más, en tanto que la percepción directa de nuestra consciencia mediante el Samādhi (cúspide del Samyama) constituye la identificación completa que permite la imagen Verdadera, la Unión Perfecta, la Interpenetración Completa” (YYY, p. 280)